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Caso Clinico 3
Caso Clinico 3
“Se siente como si estuviera volviéndome loca”. Francine Parfit tenía sólo 20 años de edad, pero ya había
trabajado como cajera durante casi dos años. Habiendo recibido varios aumentos de sueldo durante ese
periodo, consideraba que era buena en su trabajo—concienzuda, agradable y confiable. Y saludable, aunque
se sentía cada vez más afligida por sus “experiencias extracorpóreas”, como las denominaba.
“Estoy parada detrás de mi ventanilla y, de pronto, también estoy parada unos 60 cm más allá. Parezco estar
asomándome sobre mi propio hombro al tiempo que hablo con mi cliente. Y en mi cabeza me estoy haciendo
comentarios sobre mis propias acciones, como si fuera una persona distinta a quien estuviera observando.
Cosas como ‘Ahora ella tendrá que llamar al subgerente para solicitarle autorización para esa transferencia de
fondos’. Vine a la clínica porque pasaron algo como esto en la televisión hace algunas noches, y la persona fue
sometida a tratamiento con electrochoque. Ese fue el momento en que comencé a preocuparme de que algo
estaba realmente mal”.
Francine negaba haber tenido desmayos, convulsiones, golpes en la cabeza, cefaleas intensas o mareo. Había
fumado marihuana una o dos veces en la secundaria, pero excepto por eso carecía de antecedentes de
consumo de drogas y alcohol. Su salud física había sido excelente; sus únicas consultas médicas habían sido
para las vacunaciones, la toma de Papanicolaou y la exploración física que le habían practicado antes de entrar
a trabajar dos años antes.
Cada episodio comenzaba de manera súbita, sin aviso. Primero, Francine se sentía muy ansiosa; luego notaba
que su cabeza parecía moverse un poco de arriba hacia abajo, sin que ella pudiera controlarla. En ocasiones
percibía una sensación de calor en la parte superior de su cabeza, como si alguien le hubiera roto un huevo
medio cocido, cuya yema escurriera por la raíz de su pelo. Los episodios rara vez duraban más que unos
minutos, pero se estaban volviendo más frecuentes—ahora ocurrían varias veces por semana. Si se
presentaba mientras estaba en el trabajo, con frecuencia podía tomar un descanso hasta que cedían, pero en
varias ocasiones había ocurrido cuando estaba conduciendo. Le preocupaba que pudiera perder el control de
su auto.
Francine nunca había escuchado voces o tenido alucinaciones de algún otro de los sentidos; negaba haber
creído que hablaran sobre ella o conspiraran contra ella de alguna forma. Nunca había tenido ideas suicidas y
en realidad no se sentía deprimida. “Sólo espantada”, concluyó. “Es tan espeluznante sentir como si de alguna
manera hubieras muerto”.
Impresión diagnostica del paciente :
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