Está en la página 1de 9

Caso clínico: Francine Parfit

“Se siente como si estuviera volviéndome loca”. Francine Parfit tenía sólo 20 años de edad, pero ya había
trabajado como cajera durante casi dos años. Habiendo recibido varios aumentos de sueldo durante ese
periodo, consideraba que era buena en su trabajo—concienzuda, agradable y confiable. Y saludable, aunque
se sentía cada vez más afligida por sus “experiencias extracorpóreas”, como las denominaba.
“Estoy parada detrás de mi ventanilla y, de pronto, también estoy parada unos 60 cm más allá. Parezco estar
asomándome sobre mi propio hombro al tiempo que hablo con mi cliente. Y en mi cabeza me estoy haciendo
comentarios sobre mis propias acciones, como si fuera una persona distinta a quien estuviera observando.
Cosas como ‘Ahora ella tendrá que llamar al subgerente para solicitarle autorización para esa transferencia de
fondos’. Vine a la clínica porque pasaron algo como esto en la televisión hace algunas noches, y la persona fue
sometida a tratamiento con electrochoque. Ese fue el momento en que comencé a preocuparme de que algo
estaba realmente mal”.
Francine negaba haber tenido desmayos, convulsiones, golpes en la cabeza, cefaleas intensas o mareo. Había
fumado marihuana una o dos veces en la secundaria, pero excepto por eso carecía de antecedentes de
consumo de drogas y alcohol. Su salud física había sido excelente; sus únicas consultas médicas habían sido
para las vacunaciones, la toma de Papanicolaou y la exploración física que le habían practicado antes de entrar
a trabajar dos años antes.
Cada episodio comenzaba de manera súbita, sin aviso. Primero, Francine se sentía muy ansiosa; luego notaba
que su cabeza parecía moverse un poco de arriba hacia abajo, sin que ella pudiera controlarla. En ocasiones
percibía una sensación de calor en la parte superior de su cabeza, como si alguien le hubiera roto un huevo
medio cocido, cuya yema escurriera por la raíz de su pelo. Los episodios rara vez duraban más que unos
minutos, pero se estaban volviendo más frecuentes—ahora ocurrían varias veces por semana. Si se
presentaba mientras estaba en el trabajo, con frecuencia podía tomar un descanso hasta que cedían, pero en
varias ocasiones había ocurrido cuando estaba conduciendo. Le preocupaba que pudiera perder el control de
su auto.
Francine nunca había escuchado voces o tenido alucinaciones de algún otro de los sentidos; negaba haber
creído que hablaran sobre ella o conspiraran contra ella de alguna forma. Nunca había tenido ideas suicidas y
en realidad no se sentía deprimida. “Sólo espantada”, concluyó. “Es tan espeluznante sentir como si de alguna
manera hubieras muerto”.
Impresión diagnostica del paciente :
_______________________________________________________________

Criterios del diagnóstico observados en el paciente Justificación


Caso clínico: Francine Parfit
Un clínico de salud mental presentó el siguiente dilema a un especialista en ética de un centro médico.
Una mujer soltera de 38 años había acudido varias veces a la clínica de atención ambulatoria. Había referido
depresión y ansiedad, las cuales eran leves. Estos síntomas parecían concentrarse en el hecho de que tenía 38
años y no estaba casada, y que “su reloj biológico seguía andando”. No tenía problemas del sueño, apetito,
ganancia o pérdida ponderales, y no había pensado en el suicidio.
Durante meses, Holly Kahn había deseado tanto un hijo que de manera intencional se embarazó de su novio.
Cuando él descubrió lo que había hecho, rompió el contacto con ella. A la semana siguiente, ella tuvo un
aborto espontáneo. Atascada en su empleo aburrido y poco productivo como encargada de ventas en una
tienda que se especializaba en materiales para enseñanza, dijo que había ido a la clínica para pedir ayuda para
“encontrarle significado a mi vida”.
Hija mayor en una familia del medio Oeste, Holly había pasado gran parte de su adolescencia cuidando de sus
hermanos más pequeños. Aunque había ido a la Universidad durante dos años alrededor de los 25 años, había
egresado sin grado o profesión para demostrarlo. En la última década había vivido con tres hombres distintos;
su última relación había sido la más duradera y parecía la más estable. Carecía de antecedentes de consumo
de drogas o alcoholismo, y tenía buen estado de salud física.
La descripción verbal del clínico fue la de una mujer sencilla, que ya no era joven (y quizá nunca había lucido
juvenil), de complexión robusta, con una mandíbula cuadrada y cabello crespo. “Se parece mucho a esta”. El
clínico sacó un esbozo de la cabeza de una mujer y sus hombros. Estaba un poco mal definido y borroso, pero
las características correspondían a la descripción verbal. El especialista en ética lo reconoció como un volante
que había tenido gran distribución en fecha reciente. La copia bajo la imagen decía: “Buscada por el FBI por
sospecha de secuestro”.
Un neonato de un día de nacido había sido secuestrado de un servicio de maternidad del hospital local. La
madre primeriza, que apenas superaba la adolescencia, le había dado la niña a una mujer que vestía una
piyama quirúrgica. La mujer se había presentado como supervisora de enfermería, y dijo que necesitaba llevar
a la bebé para pesarla y explorarla por última vez antes de que la madre pudiera llevársela a casa. Ésa fue la
última ocasión en que alguien podía recordar haber visto a la mujer o a la bebé. El retrato había sido dibujado
por un artista de la policía a partir de la descripción provista por la desconsolada madre. Los abuelos de la niña
estaban ofreciendo una recompensa.
“La penúltima vez que vi a mi paciente, estábamos tratando de analizar las alternativas mediante las cuales
ella podría tomar el control de su propia vida. Parecía tener un poco más de confianza, estar menos
deprimida. A la semana siguiente llegó tarde, y parecía aturdida. Refería no tener memoria de cualquier cosa
que hubiera hecho durante los últimos días. Yo le pregunté si había estado enferma, si había recibido algún
golpe en la cabeza o algo por el estilo. Ella negó todo eso. Comencé a indagar en retrospectiva para ver si
podía ejercitar su memoria, pero ella se agitó cada vez más y por último salió corriendo. Dijo que regresaría a
la semana siguiente, pero no la he visto desde entonces. No fue sino hasta ayer que me percaté de su
semejanza con la mujer en el retrato”.
El terapeuta se quedó sentado mirando el volante durante algunos segundos, y luego dijo: “Éste es mi dilema.
Creo que sé quién cometió este crimen realmente terrible, pero tengo una relación privilegiada con la persona
de quien sospecho. ¿Cuál es mi obligación ética?”.

Impresión diagnostica del paciente :


_______________________________________________________________

Criterios del diagnóstico observados en el paciente Justificación


Caso clínico: John Doe
Cuando el hombre entró caminando por primera vez al refugio para personas sin hogar, no recordaba quién
era, ni siquiera su nombre. Había sido referido de un servicio de urgencias de un hospital, pero le dijo al
médico en turno que sólo había ido ahí para tener un sitio dónde quedarse. Hasta donde sabemos, su salud
física era buena. Su problema era que no recordaba nada acerca de su vida previa a su despertar en una banca
del parque ese día al amanecer. Más adelante, al llenar la documentación, el clínico había registrado con lápiz
“John Doe” como nombre del paciente.
Excepto por el hecho de que sólo podía referir una historia de cerca de sólo 8 h, el examen de la condición
mental de John Doe era normal. Parecía tener poco más de 40 años. Vestía de manera casual utilizando
pantalones de vestir, una camisa rosa, y un saco sport de pana que le quedaba bien y tenía parches de cuero
en los codos. Su lenguaje era claro y coherente; su afecto en general era agradable, aunque era evidente que
estaba inquieto por su problema de pérdida de la memoria. Negaba haber tenido alucinaciones o ideas
delirantes (“hasta donde recuerdo”), si bien señalaba con lógica suficiente que “no podría asegurar qué tipo
de ideas locas pudiera yo haber tenido ayer”.
John Doe parecía ser inteligente, y su acervo de información era bueno. Podía nombrar a los cinco presidentes
más recientes en orden, y era capaz de discutir eventos nacionales e internacionales recientes. Podía repetir
ocho dígitos en cuenta progresiva y seis en regresiva. Tuvo una calificación de 29 de 30 en el Mini-Mental
State Exam, en el que sólo no pudo identificar el condado en que estaba ubicado el albergue. Aunque suponía
que estaba casado (llevaba puesto una alianza), después de media hora de conversación no podía recordar
nada en cuanto a su familia, su empleo, su sitio de residencia o su identidad personal.
“Déjeme buscar dentro de su saco”, le dijo el clínico.
John Doe lo miró perplejo, pero se desabrochó el saco y lo entrego abierto. La etiqueta tenía el nombre de una
tienda de ropa para hombres en Cincinnati, a casi 800 kilómetros de distancia.
“Intentemos ahí”, sugirió el clínico. Después de varias llamadas telefónicas, el Departamento de policía de
Cincinnati identificó a John Doe como un abogado cuya esposa lo había reportado como desaparecido dos días
antes.
A la mañana siguiente, John Doe subía al autobús para ir a casa, pero pasaron varios días antes de que el
clínico escuchara el resto de la historia. Especialista de 43 años en testamentos y legitimación, John Doe había
sido acusado de mezclar las cuentas bancarias de sus clientes con la propia. Había protestado inocencia y
contratado a su propio abogado, pero la Ohio State Bar Association estaba lista para proceder contra él. La
presión para poner en regla sus libros, conservar su carrera de leyes, y defenderse en la corte y contra la barra
de abogados de su propio
Impresión diagnostica del paciente :
_______________________________________________________________

Criterios del diagnóstico observados en el paciente Justificación


Caso clínico: Effie Jens
En su primera visita a la clínica de salud mental, Effie lloró y habló sobre su falla de memoria. A la edad de 26
años—demasiado joven para padecer Alzheimer—se sentía senil algunos días. Durante varios meses había
observado “huecos en su memoria”, que en ocasiones tenían dos o tres días de duración. Su problema para
recordar no era sólo parcial; en cuanto a lo que sabía sobre sus actividades en esos días, bien pudiera haber
permanecido anestesiada. Sin embargo, a partir los datos colaterales—como la comida que había
desaparecido de su refrigerador, y algunas cartas que habían llegado en fecha reciente y estaban abiertas—
sabía que debía haber estado despierta y en actividad durante esos periodos.
Mientras se completaban los procedimientos de la separación de bienes por su divorcio reciente, Effie vivía
sola en un pequeño departamento; su familia vivía en un estado lejano. Disfrutaba los pasatiempos
silenciosos, como leer y ver la televisión. Era tímida y tenía dificultad para conocer gente; no había nadie que
ella viera con frecuencia suficiente para ayudarle a explicar el tiempo perdido.
En ese sentido, Effie no estaba del todo segura a cerca de los detalles de los primeros años de su vida. Era la
segunda de tres hijas de un pastor itinerante; sus memorias de la niñez temprana eran una mezcolanza de
campos de trabajo, habitaciones baratas de hotel y sermones bíblicos. Para cuando llegó a los 13 años, había
acudido a 15 escuelas distintas.
Más adelante en la entrevista, reveló que prácticamente carecía de memorias de su treceavo año completo. La
labor pastoral de su padre había tenido un éxito moderado, y se habían establecido durante algún tiempo en
un pueblo pequeño en el sur de Oregón—el único periodo en que había iniciado y terminado algún grado en la
misma escuela. Pero, ¿qué es lo que había ocurrido en esos meses? De ese periodo ella no recordaba nada.
A la semana siguiente Effie regresó, pero se veía diferente. “Llámeme Liz”, dijo y dejó caer la bolsa que llevaba
colgada al hombro en el piso, y se reclinó en la silla. Sin algún aviso, se embarcó en una referencia larga,
detallada y dramática de las actividades que había realizado durante los últimos tres días. Había salido a cenar
y bailar con un hombre que había conocido en la tienda de abarrotes, y después habían ido a un par de bares
juntos.
“Pero yo sólo tomé Ginger Ale”, dijo, sonriendo y cruzando sus piernas. “Nunca bebo. Es terrible para la
figura”.
“¿Hay una parte de la última semana que no pueda recordar?”
“Oh, no. Es ella la que tiene amnesia”.
“Ella” era Effie Jens, a quien Liz con claridad consideraba una persona diferente a ella. Lisa era feliz,
despreocupada y sociable; Effie tendía a la introspección y prefería la soledad. “No digo que ella no sea un ser
humano decente”, aceptó Liz, “pero usted la conoce—¿no cree usted que es algo apocada?”. Aunque durante
muchos años había “compartido el espacio de vida” con Effie, no fue sino hasta después del divorcio que Liz
había comenzado a “salir”, como ella lo refería. Al principio esto había ocurrido tan sólo durante 1 o 2 h, en
particular cuando Effie estaba cansada o deprimida, y “necesitaba un descanso”. En fecha reciente Liz había
tomado el control durante periodos cada vez más largos; una vez lo había hecho durante tres días.
“He tratado de ser cuidadosa, pues ella se asusta tanto”, dijo Liz con un gesto de preocupación.
“He comenzado a pensar seriamente en tomar el control todo el tiempo. Creo que puedo hacer un mejor
trabajo y sin duda tendré una mejor vida social”.
Además de haber sido capaz de contar sus actividades durante los periodos en blanco que habían obligado a
Effie a solicitar atención, Liz podía atestiguar también todas las actividades concientes de Effie. Incluso sabía lo
que había ocurrido durante el año “perdido” de Effie, cuando tenía 13 años.
“Fue papi”, dijo enrollando el labio. “Dijo que era parte de su misión religiosa ‘practicar para recrear la
Anunciación’. Pero en realidad tan sólo era otro macho libidinoso metiendo mano a su propia hija, y algo peor.
Effie le dijo a mamá. Al principio, mamá ni siquiera le creía. Luego, cuando por fin lo hizo, obligó a Effie
prometer que nunca lo diría. Dijo que eso rompería la familia. Todos estos años he sido la única que lo sabe
además de ella. No me extraña que esté perdiendo
el control—eso incluso me hace sentir enferma

Impresión diagnostica del paciente :


_______________________________________________________________

Criterios del diagnóstico observados en el paciente Justificación

También podría gustarte