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MÓDULO I
CARRERA: RELACIONES INTERNACIONALES
Curso: 4º AÑO
PROFESOR: Lic. MARTÍN A. RODRÍGUEZ
SALTA - 2013
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Educación
A DISTANCIA
AUTORIDADES
Canciller
Su Excelencia Reverendísima
Mons. MARIO ANTONIO CARGNELLO
Arzobispo de Salta
Rector
Pbro. Lic. JORGE ANTONIO MANZARÁZ
Vice-Rectora Académica
Mg. Dra. MARÍA ISABEL VIRGILI DE RODRÍGUEZ
Vice-Rectora Administrativa
Mg. Lic. GRACIELA MARÍA PINAL DE CID
SECRETARIO GENERAL
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Indice General UNIDAD III
CURRICULUM VITAE .................................... 7 LA SEGURIDAD INTERNACIONAL .......... 145
I. Fundamentos ............................................. 11 INTRODUCCIÓN ....................................... 145
II. Objetivos .................................................. 12 CONFLICTO, AMENAZAS Y LA
III. Programa de la Asignatura ....................... 12 SEGURIDAD INTERNACIONAL
EN EL MUNDO DE HOY (Coronel
IV. Bibliografía ............................................... 16
Gabriel Rivera Vivanco) ......................... 148
V. Estrategias y principios de procedimiento . 16
EL FUNDAMENTALISMO EN EL
VI. Evaluación ............................................... 16 MUNDO CONTEMPORÁNEO (Fred
VII. Guía de Estudios .................................... 21 Halliday) ................................................. 154
HISTORIA DE ETA .................................... 169
UNIDAD I IRA (EJÉRCITO
GLOBALIZACIÓN ........................................ 21 REPUBLICANO IRLANDÉS) ................ 171
INTRODUCCIÓN ......................................... 21 LA AMPLIACIÓN DE LA OTAN,
GLOBALISMO, GLOBALIDAD Y PERCEPCIONES DESDE ESPAÑA
GLOBALIZACIÓN (Rubén Aguilar Y OCCIDENTE (Carlos Miranda) ........... 173
Valenzuela) .............................................. 47 ACABAR CON EL TERRORISMO
GLOBALIZACIÓN (Leandro M. Ferrari) ........ 49 (Ted Glick) ............................................. 182
EL TERRORISMO: UNA NUEVA
GLOBALIZACIÓN ASIMÉTRICA (Por
BARRERA AL COMERCIO (María
Manuel Castells) ...................................... 57
Cristina Rosas) ...................................... 186
VALLAS Y VENTANAS (Naomi Klein) .......... 59
LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO
LOS MOVIMIENTOS NO REQUIERE UNA MAQUINARIA
ANTIGLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL DE GUERRA (William A. Niskanen) ...... 191
(Jaime Pastor).......................................... 73
OTAN: MÁS QUE INSERVIBLE (Marian L.
LA HIPOCRESÍA DE LOS Tupy)...................................................... 193
GLOBAFÓBICOS (Roberto
Ejercicio Autoevaluación ............................. 195
Salinas-León) ........................................... 86
GLOBALIZACIÓN Y
ANTIGLOBALIZACIÓN (Manuel UNIDAD IV
Castells) ................................................... 88 EL NUEVO PAPEL DE LAS NACIONES
¿FIN DEL ESTADO NACIÓN? (Manuel UNIDAS ................................................. 197
Castells) ................................................... 90 INTRODUCCIÓN ....................................... 197
Ejercicio Autoevaluación ............................... 94 LA INTERVENCIÓN EN EL DERECHO
INTERNACIONAL HUMANITARIO
UNIDAD II (Alexis Carrera Reyes -
Angela Escobar) .................................... 205
LAS CIVILIZACIONES COMO ACTORES
LAS NACIONES UNIDAS ANTE LOS
INTERNACIONALES .............................. 95
RETOS ACTUALES (Francisco Villar)... 211
INTRODUCCIÓN ......................................... 95
OPERACIONES DE PAZ. NUEVOS
EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES COMPROMISOS PARA LA
(Samuel P. Huntington) ............................ 97 SEGURIDAD COLECTIVA (Excmo. Sr.
THE DIGNITY OF DIFFERENCE: Don Julián García Vargas) ..................... 222
AVOIDING THE CLASH OF DUDA RAZONABLE: EL CASO CONTRA
CIVILIZATIONS (Rabbi Professor EL TRIBUNAL PENAL
Jonathan Sacks) .................................... 124 INTERNACIONAL (Gary T. Dempsey) .. 235
EL CHOQUE DE IGNORANCIAS EL CONSEJO DE SEGURIDAD:
(Edward W. Said) ................................... 130 RENOVACIÓN O MARGINACIÓN
¿CHOQUE DE CIVILIZACIONES? (José (Ramón Gil-Casares Satrústegui) .......... 251
Eduardo Jorge) ...................................... 135
Ejercicio Autoevaluación ............................. 143
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¿QUÉ SIGNIFICA REFORMAR
NACIONES UNIDAS? (Paul Kennedy) .. 253
Ejercicio Autoevaluación ............................. 257
UNIDAD V
LA ECONOMÍA MUNDIAL DESDE
LOS 90 ................................................... 259
INTRODUCCIÓN ....................................... 259
EL MUNDO SEGÚN DAVOS (Manuel
Castells) ................................................. 263
SEATTLE Y EL CINISMO NEOLIBERAL
(Manuel Castells) ................................... 265
EL FMI VUELVE A FALLAR
(Joseph E. Stiglitz) ................................. 267
LAS TENDENCIAS ACTUALES EN
MATERIA DE PRODUCCIÓN Y
COMERCIO INTERNACIONAL
(Rubens Ricupero) ................................. 269
LA ESPADA Y EL ESCUDO EN EL
NUEVO COMERCIO GLOBAL ............. 274
EL FIN DEL NEOLIBERALISMO
(Ulrich Beck) .......................................... 277
LIBERTAD O CAPITALISMO: EL
INCIERTO FUTURO DEL TRABAJO
(Ulrich Beck) .......................................... 280
Ejercicio Autoevaluación ............................. 285
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CURRICULUM VITAE
DATOS PERSONALES:
ESTUDIOS:
ANTECEDENTES LABORALES:
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- Asesor.
Centauro S.A, embarcadores internacionales.
Córdoba. 1997/1998.
- Asesor, miembro.
Grupo Ferro.
Salta. De mayo a septiembre de 1999.
- Encuestador para Liderato Consultora y LV 2 Radio General Paz, para las eleccio-
nes de Diputados y Senadores de 1991.
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BECAS:
CURSOS Y CONGRESOS:
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- Asistente al seminario: “La Competitividad provincial en el contexto del Mercosur”.
Organizado por el Centro de Estudios Públicos de Córdoba y la Fundación Konrad
Adenauer. Córdoba, 4 y 5 de Junio de 1997.
- Curso de Educación a Distancia: “Conceptos & Herramientas de Management”.
Dictado por la revista Mercado. Desarrollado entre octubre de 1995 y noviembre
de 1997.
- Asistente y Coordinador de las “Primeras, Segundas y Terceras Jornadas de De-
bate de Ciencia Política y Relaciones Internacionales”. Organizadas por el Centro
de Estudiantes de la Facultad de Ciencia Política y RR. II. De La Universidad
Católica de Córdoba. Córdoba mayo de 1992, 1993 y setiembre de 1994.
OTROS ANTECEDENTES:
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Carrera: Relaciones Internacionales
Curso: 4º Año
Materia: Relaciones Internacionales II
Profesor: Lic. Martín A. Rodriguez
Año Académico: 2014
I. Fundamentos
La Licenciatura en Relaciones Internacionales busca desarrollar en el futuro gradua-
do la capacidad de analizar (y eventualmente tomar decisiones), desde una u otra
posición (gobernante, diplomático, investigador, docente o ejecutivo), las situaciones y
problemas que integran la conflictiva realidad de nuestro tiempo. Ello requiere amplia
información y criterio maduro para la compresión de los hechos y desafíos del presente
y del futuro previsible (en el plano mundial y en el regional americano), lo cual involucra
el discernimiento de la causalidad y de la naturaleza de los fenómenos, así como la
correcta ponderación de las fuerzas y factores operantes.
"Los egresados de la carrera deben también poseer plena conciencia sobre la impor-
tancia decisiva de que hay una influencia cada vez mayor de la justicia y de la solidari-
dad en la construcción de un orden internacional, a lo cual están llamados a contribuir.
El estudio de la situación y el desarrollo de las relaciones internacionales a partir del fin
de la Guerra Fría deben contribuir a esa capacitación que se aspira para los graduados
de la Universidad" (Dr. Raúl L. Cardón).
Esta es una materia que se actualiza constantemente, por ello el estudiante debe
tomar como costumbre la lectura diaria de periódicos nacionales e internacionales,
como así también de revistas de actualidad de las relaciones internacionales. El segui-
miento de noticieros y programas de televisión especializados también es altamente
recomendado.
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Se espera que el alumno logre relacionar los nuevos conocimientos que adquiere en
esta asignatura con aquellos que estudió previamente, a la vez que relaciona los conte-
nidos de una Unidad de la materia con los del resto del programa.
II. Objetivos
- Conocer y comprender los hechos políticos, económicos, sociales y de seguridad
que se produjeron en el sistema mundial desde la finalización de la Guerra Fría.
- Efectuar un análisis crítico de la realidad internacional contemporánea.
- Examinar los nuevos polos de poder mundial y sus interacciones, así como las
perspectivas de poder en las próximas décadas.
- Distinguir y comprender los conflictos de poder actuales o previsibles (actores,
causas, desarrollo).
- Determinar las reglas o pautas para un posible nuevo orden internacional y la
capacidad de acción de los países medianos y pequeños dentro de ese nuevo
orden.
- Distinguir y elaborar el rol fundamental de la ética en el recíproco accionar de las
naciones.
El nuevo papel de las Naciones Unidas. La ONU frente a los conflictos de la pos
Guerra Fría. La aplicación de sanciones. Las Operaciones de Mantenimiento de la Paz.
La ONU y el desafío de la globalización. La ONU y la protección internacional de los
Derechos Humanos fundamentales. La ONU y el desarrollo y la cooperación interna-
cional. La reforma de la organización, sus objetivos y sus dificultades. Proyectos de
reforma del Consejo de Seguridad. Ampliación de las facultades de la Asamblea Gene-
ral. La Corte Penal de Justicia. El rol de los organismos internacionales en el sistema
político internacional actual. Problemas ecológicos. La sociedad civil como actor inter-
nacional. Las civilizaciones como actores internacionales. El choque y la alianza de
civilizaciones. Movimientos migratorios. El multiculturalismo, pluriculturalidad y el res-
peto por la diversidad.
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Unidad III: La Seguridad Internacional.
Unidad V: Rusia.
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Unidad VII: Europa.
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Unidad XII: Situación en el Medio Oriente y el Magreb.
India y Pakistán. Otra vez las etnias y la politización religiosa. La disputa por Cache-
mira. Nacionalismo y poder nuclear. El conflicto Khmer y el régimen de Pol Pot- Ieng
Sari en Camboya. Afganistán: El vacío de poder tras el retiro de la Unión Soviética. El
peso de los conflictos étnicos y de los intereses geoestratégicos. Actores centrales.
Los talibanes afganos, las etnias rivales. La guerra en Afganistán y la búsqueda de
Osama Bin Laden. Irak e Irán. El régimen de Saddam Hussein. La invasión a Kuwait. La
Guerra del Golfo de 1991. La situación interna en Irak desde 1991 a la actualidad. La
Guerra de Irak. Caída y aprensión de Saddam Hussein. La guerra después de la Gue-
rra. Irán en los años 90. El Ayatollah Komeini. El nuevo gobierno en Irán. Problemas del
nuevo gobierno. El enfrentamiento con la comunidad internacional.
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IV. Bibliografía
Bibliografía Básica:
Bibliografía Complementaria:
- Lanas, Juan Archibaldo (1996). "Un Mundo Sin Orillas". Ed. Emecé. Bs. As.
- Hardt, Michael; Negri, Antonio (2002). "Imperio". Ed. Piados. Bs. As.
- Bartolomé, Mariano César (2000). "La Seguridad Internacional después de la Guerra
Fría". Instituto de Estudios Navales. Bs. As.
- Grondona, Mariano (1996). "El Mundo en Clave". Ed. Planeta. Bs. As.
- Escudé, Carlos (1998). "Estado del Mundo". Ed. Ariel. Bs. As.
- Beck, Ulrich (1998). "¿Qué es la Globalización?". Ed. Paidós. Barcelona.
- Huntington, Samuel P. (1997). "El Choque de las Civilizaciones". Ed. Paidós. Bs.
As.
- Kennedy, Paul (1993). "Hacia el Siglo XXI". Ed. Plaza & Janes. Barcelona.
- Thurrow, Lester (1992). "La Guerra del Siglo XXI". Ed. Vergara. Bs. As.
VI. Evaluación
Criterios:
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Instrumentos:
Se evaluará el estudio de los alumnos por medio de cuatro trabajos prácticos y dos
exámenes parciales domiciliarios (solo uno de los parciales tendrá recuperatorio). Es-
tas evaluaciones solo se harán a través de la plataforma de e-learning. Detalle de las
evaluaciones:
IMPORTANTE
• Tablón de anuncios
• Foro de la materia
• Cuadros de regularización publicados en la página web
Manténgase atento!!!
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Agradecimiento:
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VII. Guía de Estudios
UNIDAD I
GLOBALIZACIÓN
INTRODUCCIÓN
Desde la caída del Muro de Berlín, sin embargo, se han producido algunos cambios
significativos que es bueno señalar, y que profundizan el proceso:
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ceptible pérdida de fronteras del quehacer cotidiano en las distintas dimensiones de la
economía, la información, la ecología, la técnica, los conflictos transculturales y la
sociedad civil.
Todo este proceso, que es indudablemente irreversible establece una dinámica que
tiene sus adeptos y detractores.
Los adeptos son generalmente los legisladores del comercio internacional que parti-
cipan de las reuniones del G7, del G8, o de la OMC en Seattle, Génova, Davos u otras
ciudades importantes del globo. Los “antiglobalización” se reúnen a la par y organizan
ciclos de conferencias o foros como el de “Cultura y Política Mundiales”, que fue pro-
movido por la Universidad de Génova en julio de 2001, o el “Foro Social Mundial”, que
se organiza en forma anual en la ciudad brasilera de Porto Alegre a partir del año 2000.
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do. Los temas tratados en sus debates fueron: 1) el Desarrollo Democrático Sustenta-
ble, 2) Principios y Valores; derechos Humanos; Diversidad e igualdad, 3) Medios de
Comunicación, Cultura y Alternativas a la Mercantilización y Homogeneización, 4) Po-
der Político, Sociedad Civil y Democracia, 5) Orden Mundial Democrático, Lucha con-
tra la Militarización y promoción de la Paz.
Por su parte Marcos Roitman Rosenmann que estos movimientos no son de por sí
movimientos anticapitalistas ni antisistémicos. Son movimientos de una composición
interna variada, tanto en edad (jóvenes y mayores), como en concepciones ideológicas
(marxistas, socialistas, ecologistas, progresistas), o su origen de clase (estudiantes,
amas de casa, trabajadores), que expresan un hartazgo y representan la emergencia
de un nuevo tipo de protesta social, con la demanda de un cambio de dirección en el
proceso de toma de decisiones.
Por otro lado ahora aparecen críticas desde ciertos individuos o grupos del movi-
miento a otros que se asocian en Organizaciones No Gubernamentales. A principio de
este siglo existen unas 100 mil ONG en todo el mundo, que reciben cerca de 10 mil
millones de dólares y compiten con los movimientos sociopolíticos por la lealtad de las
comunidades militantes.
La principales críticas que se les hace a estas ONG, que se dedican principalmente
a la promoción de actividades económicas a pequeña escala son:
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- Sabotear la democracia, ya que al financiarse por organizaciones extranjeras sus
programas no son calificados por las comunidades en las que trabajan sino por
sus benefactores extranjeros y muchas veces quitan los programas sociales de
las manos de las comunidades y de sus líderes oficiales, para crear dependen-
cias a cargo de funcionarios no electos.
- Destrucción del sentido de lo “público”, en cuanto a que sus actividades privadas
y voluntarias va en contra de la noción de responsabilidad pública, de que el
estado debe proveer lo mínimo en educación, protección y salud, fomentan la idea
neoliberal de una responsabilidad privada hacia los problemas sociales y la im-
portancia de los recursos para resolver estos problemas.
- Prácticas conservadoras, el promover la acción privada, (que finalmente impone
una doble carga sobre los pobres, la de pagar los impuestos al Estado criticado, y
la de autoexplotarse para satisfacer sus necesidades) oculta una conformidad
hacia las estructuras nacionales e internacionales de poder.
Finalmente, para establecer las críticas a los militantes del movimiento no global
podemos tomar los pensamientos de la parlamentaria europea de izquierda Emma
Bonino, dirigente del Partido Radical Transnacional:
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BIBLIOGRAFÍA:
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
A modo de presentación.
“La metodología, que quede claro, no resuelve en absoluto el problema con el que
nos enfrentamos. A lo sumo facilita el correcto planteamiento de la solución”, Antonio
Negri.
Desde una postura epistemológica que se reclame crítica, se establece una relación
de conocimiento en que las formas de abordar la realidad reconocen la necesidad de
asumir una postura racional que potencie el ejercicio del conocer al no agotarlo en la
explicación de lo real, sino al abrir las potencialidades de lo real mismo al entenderlo
como campo de alternativas, donde los sujetos y las prácticas sociales tienen la posi-
bilidad de construir historia, se trata de avanzar del conocimiento a la conciencia, o en
otras palabras, del conocimiento teórico al conocimiento histórico.
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En los siguientes párrafos nos proponemos vislumbrar la globalización en tanto pro-
ceso histórico-objetivo, en tal sentido como contexto o escenario mundial, como ideolo-
gía, y en su dimensión político normativa o prescriptiva, intentando relacionarla con el
establecimiento de los llamados bloques regionales y las políticas de ajuste estructu-
ral, haciendo manifiesta la necesidad de estudiar a éstas en su complejidad económi-
ca, política y social.
Entre los primeros (ligados sobre todo al ambiente de los negocios y con gran in-
fluencia en las elites económicas y políticas que orientan las políticas macroeconómicas
y la gestión del Estado) la globalización se entiende como la expansión del mercado a
escala mundial, el avance del proceso es tal que no sólo los Estados-nación han perdi-
do una gran parte de su poder sino están a un paso de su aniquilamiento. Dentro de
esta corriente, Kenichi Ohmae (en obras como “The Borderless world”, o “The end of
the nation state”) argumenta que en el futuro la nueva economía mundial tendrá como
núcleo no a los Estados-nación sino a muchas regiones entrelazadas, al modo de
Estados-región, ciudades-Estado o ciudades–globales[1]. El modelo del estado-región
es un modelo abierto a la economía mundial (“los estados-región son puntos de entra-
da tan eficaces para la economía mundial porque las características que los definen
están conformadas por las exigencias de esa economía”). Aunque pareciera que este
escenario es poco probable no puede ser ignorado, en los hechos es la ideología en
boga o el proyecto del sector empresarial transnacional. Esta concepción de la globali-
zación deriva no sólo de una noción analítica, sintetiza una orientación ideológica y una
idea de futuro.
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Para los segundos el hablar de la globalización como un fenómeno nuevo o sin
precedentes es faltar a la verdad, con apoyo de gran cantidad de estadísticas argumen-
tan que lo que hoy se ha dado en llamar globalización estaba más desarrollado entre
los años 1900 a 1910 e incluso a fines del siglo XIX, para éstos la “globalización es un
mito”. En esta corriente podríamos ubicar las aportaciones de Paul Hirst y Grahame
Thompson en “Globalization in Question” y las de Paul Bairoch y Richard Kozul-Wright
en “Globalization Miths”. Quizá la crítica a la escuela de la hiperglobalización deba
avanzar más allá de alcanzar una historización del fenómeno (terreno en el cual las dos
obras anteriores han hecho aportes significativos) y tratar de abarcarlo en sus alcan-
ces políticos, económicos, sociales y culturales.
Podríamos coincidir con Giddens quien sugiere que elaborar una “conceptualización
adecuada de este fenómeno debe diferir de ambos enfoques”, y poner atención en
varias cuestiones: a) esta sacudida fundamental de la sociedad mundial “tiene numero-
sas causas y no una sola”, b) es un proceso sumamente contradictorio; “no debe
entenderse tan sólo como un concepto económico ni como un simple desarrollo del
sistema mundial o como un desarrollo puramente de instituciones mundiales a gran
escala... no es un simple conjunto de procesos ni tampoco va en una sola dirección. En
algunos casos genera solidaridades y en otros las destruye. Tiene consecuencias muy
distintas según sea la ubicación geográfica mundial de que se trate... genera algunas
formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas de fragmentación”, c)
“la fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores de la expansión
del mundo occidental”. Sin embargo, tenemos una gran salvedad con el ideólogo de la
‘tercera vía’. El sociólogo británico concluye afirmando que la fase actual de
mundialización “se distingue porque nadie la controla” (Giddens, Ibid), conclusión que
lo emparenta como veremos más adelante con los ideólogos de la globalización; y no
sólo eso, Giddens se erige en entusiasta globalizacionista, al construir los slogans
publicitarios e ideológicos de la tercera vía, desde una ‘postura positiva ante la globali-
zación’. Por nuestra parte, preferimos la advertencia que Hugo Zemelman formula y
que constituye una toma de posición y el punto de partida para el establecimiento de
una relación de conocimiento: la globalización “a pesar de constituir un problema de
macrológicas económicas, que tienen sus fuerzas a veces inexorables, no son inamo-
vibles; dependen también de la capacidad de resolución que a esas macrológicas les
presten los individuos desde su muy empobrecida subjetividad” (Zemelman en Dieterich,
1997, 105).
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difusión acelerada y generalizada de la tecnología”; dos cuestiones aparecen como
claves en esta visión encubridora y mistificadora de la globalización: el concepto de
interdependencia (que oculta los procesos de explotación, dominación y apropiación
presentes en la lógica del capital mundial) y el quedarse en la forma de manifestación
del fenómeno o proceso sin interesarse por los actores políticos y económicos que lo
impulsan (en este caso las multinacionales, los Estados desde los que se impulsan
globalmente y los organismos e instituciones supranacionales que actúan en el ámbito
mundial como garantizadores y creadores de consenso para las medidas económicas
y políticas que acompañan a la globalización neoliberal).
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Los últimos años han sido testigos no sólo del emerger del discurso de lo global, de
la globalidad, o de la globalización, sino de su imposición como verdadero paradigma
dominante. Para el pensamiento crítico ha sido cuando menos difícil y constituye un
reto importante el establecer un distanciamiento de un paradigma que tiende a ser
asumido como la razón establecida. Lograr superar estos aprisionamientos aparece
como una necesidad para intentar avanzar en la construcción de alternativas teóricas y
prácticas. Distanciarse del concepto de la globalización y de su discurso, o cuando
menos evitar una apropiación a-crítica del concepto, exige hacerlo no sólo desde el
nivel teórico, o a partir de un corpus teórico, sino desde una disposición cognoscitiva,
epistemológica, profundizando en el nivel o ámbito de los presupuestos que permiten
su construcción categorial.
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mistificador de las categorías de totalidad y de universalismo, nos referimos al trabajo
que Herbert Marcuse publicara a fines de los sesenta con el título “La lucha contra el
liberalismo en la concepción totalitaria del Estado” (Marcuse, 1970, 89 – 131), y a una
de las más recientes aportaciones de Franz Hinkelammert “Determinismo y
autoconstitución del sujeto: las leyes que se imponen a espaldas de los actores y el
orden por el desorden” (Hinkelammert, 1996, 235 - 277). Nuestra intención es recupe-
rar su argumentación en el ánimo de relacionarla con lo que creemos constituyen los
supuestos y aprisionamientos presentes en la construcción discursiva de la globalización.
Herbert Marcuse en el ensayo citado inicia la crítica de la doctrina del estado total –
autoritario, pero demostrando que el propio liberalismo comparte los supuestos del
totalitarismo, es así que nos será de utilidad para ilustrar lo que podemos calificar
como la totalización totalitaria del automatismo de mercado, que no sería sino otro
nombre para hacer referencia a la globalización, aunque no se trata sólo de una diferen-
cia terminológica sino –creemos– conceptual. Para Marcuse “El estado totalitario exige
la obligación total sin admitir que se cuestione la verdad de tal obligación” (Marcuse,
1970, 127), lo mismo puede plantearse con respecto al predominio del mercado total.
Siguiendo a Karel Kosik estamos en presencia de una totalidad (abstracta), entendida
de manera unilateral y no dialéctica, heredera de las corrientes idealistas del siglo
veinte que reducen la triple dimensión de la totalidad como principio metodológico, a
una sola dimensión “la relación de la parte con el todo”; lo que desemboca en dos
trivialidades: “que todo está en conexión con todo” (la globalización como totalización
del automatismo del mercado todo lo modifica) “y que el todo es más que las partes”
(siguiendo nuestra analogía, la globalización no puede ser modificada por nada, antes
bien exige la adecuación de las partes) (Kosik, 1967: 54).
La preeminencia del todo con respecto a los ‘miembros’, las partes o los individuos,
se justifica en la medida en que “las formas de la producción y reproducción de la vida
por ‘lo general’ están dadas de antemano a los individuos” (Marcuse, 1970, 108), con-
solidando un concepto del todo que carece de sentido concreto en la teoría de la
sociedad pues está “separado de su contenido económico-social” su corolario es una
concepción organicista de la relación entre la totalidad así entendida y los miembros
que la componen. Las relaciones entre la totalidad y los miembros son entendidas
como orgánico-naturales, “la existencia humana” queda a merced de “fuerzas ‘inviolables’
dadas de antemano” (Ibid, 91), esta concepción conduce a una naturalización y
deshistorización de los procesos sociales. El camino recorrido por el universalismo
abstracto, en el sentido de que el todo al que hace referencia “no es una unificación
impuesta por el dominio de una clase en una sociedad de clases, sino una unificación
que unifica a todas las clases y que ha de superar la realidad de la lucha de clases y, de
esta manera, la realidad de las clases mismas” (Ibid, 109) se complementa con la
teorización organicista que conduce “a través de la naturalización de la economía en
tanto tal, a la naturalización de la economía del capitalismo monopolista y de la miseria
masiva que esta última provoca: todos los fenómenos son sancionados como natura-
les” (Ibid, 114). Ahora bien el predominio del universalismo abstracto exige de otra
complementación pues si en una primera etapa “la economía es concebida como un
‘organismo vivo’ al que no puede cambiarse ‘de golpe’ ” (Ibid) en un segundo nivel
necesita apaciguar la politicidad del sujeto y reprimir su corporalidad, al alejarlo de la
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satisfacción de sus deseos y necesidades; la lógica autoritaria del estado o el mercado
total, exige una concepción del hombre como “un ser cuya existencia se realiza en
sacrificios cuyo sentido no cuestiona y en una entrega incondicionada, cuyo ethos es
la pobreza y para quien todos los bienes materiales desaparecen en aras del servicio y
la obediencia” (Ibid, 118). Marcuse concluye su crítica haciendo un llamado a la recu-
peración de la dimensión histórica, a la recuperación de una ‘auténtica historicidad’.
Del análisis de Hinkelammert quisiéramos recuperar tres ideas que nos parecen
sustantivas en el ánimo de hacer un distanciamiento de los supuestos del discurso de
la globalización como totalización totalitaria del automatismo de mercado. La primera
de ellas tiene que ver con el ambiente cultural; el pensar crítico ha pretendido reprimir-
se desde la propia afirmación de que vivimos el tiempo de la crisis de los grandes
relatos, de que estamos en presencia de la crisis de los paradigmas, sin embargo,
Hinkelammert plantea que el discurso de las crisis de los paradigmas encubre la afir-
mación de un conocimiento inauditamente dogmatizado y lleno de irreversibilidades o
forzocidades de la historia: el paradigma del mercado. “Es en nombre de este paradig-
ma que se arroja en contra de todo ser pensante la tesis de la crisis de los paradigmas”
(Hinkelammert, 1996: 237).
En segundo lugar, la propia crisis de los paradigmas se plantea como la pauta para
desechar criterios universalistas del actuar ¿Pero es real la pérdida de estos criterios?
A la luz de constatar el hecho de que “un solo criterio universalista se ha impuesto: el
universalismo de los criterios del mercado” (Ibid), más adelante nuestro autor comple-
menta su afirmación “se trata de un universalismo del ser humano abstracto, detrás del
cual, como siempre, se esconde / proyecta la dominación de una minoría que se impo-
ne por medio de los criterios de su universalismo abstracto práctico. De nuevo se
revela el hecho de que los universalismos abstractos son posiciones de intereses
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minoritarios o, si se quiere, posiciones de clase de clases dominantes. Nuestra pregun-
ta tiene que ser por un criterio universal frente a este universalismo abstracto. Este es
precisamente el problema actual” (Ibid: 238).
En un ensayo que tuvo una gran acogida Ignacio Ramonet[6] –director de Le monde
diplomatique– alertaba sobre la consolidación de lo que él denomina el pensamiento
único (en un contexto social de gran penetración y dominio por parte de los medios
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masivos de comunicación, en la “sociedad mediática...[donde]... repetición vale por
demostración”[7]), constructor ideológico que pretende siempre poseer la razón y ante
el cual “todo argumento –con mayor razón si es de orden social o humanitario– tiene
que inclinarse”[8]. Se trataría. Pues de la traducción a términos ideológicos de preten-
sión universal “de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas en especial, las
del capital internacional”[9], sus conceptos o definiciones clave, que actuarían como
una especie de principios formadores de consenso; tanto en el seno de algunos centros
de investigación, asesores gubernamentales recién educados en las universidades
norteamericanas, intelectuales financiados por fundaciones privadas extranjeras o na-
cionales, medios de comunicación, noticiarios y comentaristas ‘de opinión’, ‘editorialistas
de prestigio’, etc., serían en una apretada síntesis –siguiendo a Ramonet–, los siguien-
tes: La mano invisible del mercado que corrige las asperezas y disfunciones del capita-
lismo; en especial las señales que ofrecen los mercados financieros orientan y deter-
minan el movimiento de la economía –en palabras del especulador bursátil George
Soros, “los mercados votan cada día obligan a los gobiernos a adoptar medidas cierta-
mente impopulares, pero imprescindibles. Son los mercados quienes tienen sentido del
Estado”[10]–; la competencia y la competitividad que estimulan y dinamizan a las em-
presas colocándolas en una permanente y benéfica modernización; el libre intercambio
como factor de desarrollo no sólo del comercio sino también de la sociedad como un
todo; la mundialización tanto de la industria manufacturera como de los flujos financie-
ros; la división mundial del trabajo que modera –o exige moderar–, las reivindicaciones
sindicales y abarata los costes salariales; la estabilización macroeconómica, la
desreglamentación, la privatización y la liberalización que configuran un escenario de
menos Estado, pero el que queda efectúa un arbitraje en favor de los ingresos del
capital y en detrimento de los del trabajo.
Para Camdessus (Director General del FMI), los dos acontecimientos que han cam-
biado la orientación de la economía mundial; la caída del muro de Berlín y los inicios de
la dinámica de la globalización “anuncian un mundo futuro unificado, caracterizado por
una economía a escala planetaria, más habitable para los hombres”[12]; con relación al
‘poderoso conjunto de fuerzas’ que impulsan la mundialización Ruggeiro (Director Ge-
neral de la OMC), sostiene que aunque algunas de ellas son el reflejo de políticas
gubernamentales, “más fundamentalmente se trata de fuerzas que tienen una vida
propia”[13], se trata pues de un conjunto de procesos determinísticos, en cuya lógica
inexorable[14] es difícil si no imposible influir, ante los que es mejor adaptarse.
33
En el seno de las concepciones globalistas se asume el proceso de globalización
como algo homogéneo y homogenizador, en tal sentido nos encontramos con una re-
presentación del proceso histórico que incluye no sólo la globalización financiera (que
objetivamente es el ámbito en el cual más ha avanzado la ampliación y profundización
del dominio capitalista), sino también una “globalización de la demanda”[15], con “posi-
bles compradores situados en cualquier parte del planeta”[16], argumentación en la
que los avances tecnológicos y los sistemas informáticos borran de suyo las diferen-
cias salariales, la polarización global, y la dramática situación de sectores de pobla-
ción cuya conversión de necesidades absolutas a necesidades solventes ha sido más
que dificultada o anulada por la homogeneización de las políticas neoliberales de globa-
lización, que estrangulan el crecimiento y disminuyen la demanda efectiva[17].
“Le dije que había una cosa llamada historia que se compone a partir de muchos
datos fragmentarios y puede ser tergiversada”, Ernesto ‘Che’ Guevara.
“La auténtica historicidad presupone una conducta cognoscitiva del hombre con res-
pecto a las fuerzas históricas y la crítica teórica y práctica de estas fuerzas”, Herbert
Marcuse.
Tal y como en su tiempo Marx lo afirmó, las crisis capitalistas inician y promueven
procesos de reconstitución histórica, que dan nueva forma al proceso de dominación y
explotación a través de recomponer los equilibrios, las pugnas y las mediaciones de
las fuerzas sociales, esto tanto en el terreno interno de la economía nacional como,
sobre todo, en el contexto del sistema mundial o inter-estatal:
“El mercado mundial constituye a la vez que el supuesto, el soporte del conjunto. Las
crisis representan entonces el síntoma de la superación del supuesto y el impulso a la
asunción de una nueva forma histórica” (Karl Marx, Grundrisse, 1857 – 58, cursivas y
negritas nuestras JGGS)
34
La crisis contemporánea del capitalismo mundial, cuyo inicio numerosos analistas
ubican en los años de 1973 - 1975, constituyó una ruptura general y abrió una recons-
titución que aún hoy no termina, la profundización y prolongación de la crisis y los
senderos que reconoce su solución se transformó –para un conjunto de autores y
desde diversas perspectivas– en el paso a una etapa superior de desarrollo del capita-
lismo[19]. Los elementos que están en la base de esta transformación son los cambios
profundos de los procesos productivos, del comercio mundial y de la intermediación
financiera, que se instrumentan a partir de una verdadera –pero en ningún modo defini-
tiva– derrota mundial del trabajo. El paso a esta nueva etapa (si concedemos que se
trata de una nueva etapa), o la asunción como dice Marx de “la nueva forma histórica”,
exigió del capital cumplir tres condiciones, que sin duda alguna, dan el signo a la
década de 1980 como espacio de transición y como década perdida para los países
latinoamericanos, lo que está detrás de este proceso es el traslado de la crisis de los
centros a la periferia capitalista, con sus particularidades regionales y sus consecuen-
cias intra-estatales. Estas tres condiciones, requisitos o exigencias para el capital,
consistían en: a) Acentuar la explotación del trabajo en todo el sistema, para aumentar
la masa de plusvalía apropiable y disponible para la inversión; b) Intensificar la concen-
tración y centralización de capitales en las economías centrales para financiar las
extraordinarias inversiones en desarrollo tecnológico y modernización industrial; el re-
verso de la moneda es la transferencia de volúmenes impresionantes de valor, de la
periferia al centro[20] y que trae como resultado la auténtica descapitalización en Amé-
rica Latina, lo que agudiza su marginalización y miseria; y c) Ampliar la escala del
mercado para dar viabilidad a estas cuantiosas inversiones[21].
Sin duda, gran parte del éxito logrado por la burguesía en este ajuste mundial a
costa del trabajo, se debe a la formidable operación de propaganda al imponer la ofensi-
va ideológica neoliberal que sustenta el dogma de la restricción de la intervención del
Estado, el ataque al sindicalismo (como elemento que no permite ajustar el mercado de
trabajo), la restricción de los derechos sociales, así como la reprivatización de la
economía; más recientemente la ideología de la globalización como cuerpo conceptual,
paradigma de interpretación, categoría de análisis, o elemento de dictaminación cientí-
fica. Es tal la eficiencia de esta ofensiva ideológica que el lugar común tiende a identifi-
car el neoliberalismo con la nueva etapa del capitalismo, apareciendo éste como im-
prescindible o necesario.
35
que se globaliza y qué no, sobre quién cae toda la carga de la globalización y que
grupos sociales son favorecidos y la impulsan.
36
La articulación dialéctica entre la emergencia en el mundo capitalista, desde fines de
los años setenta, de un orden económico tripolar (cuyos centros se sitúan en Estados
Unidos, Japón y Alemania, o la Unión Europea toda), y la pervivencia de un orden
militar claramente hegemonizado por los Estados Unidos, apareciendo éstos como el
único poder con la capacidad y la voluntad de ejercer la fuerza a escala global; es
destacado por Noam Chomsky[28] quien afirma que Washington en el episodio de la
guerra del Golfo, que dicho sea de paso propiamente inaugura –junto con la estrepitosa
caída del “socialismo realmente inexistente”–, el ‘nuevo orden del desorden mundial’,
prefirió trasladar la confrontación al escenario de la fuerza y eliminó posibles salidas y
oportunidades diplomáticas, e incluso expresó preocupación de que la comunidad in-
ternacional precipitara una solución a la crisis por cauces diplomáticos, que quizás
hubiera tenido los mismos resultados pero sin una demostración efectiva del poderío
militar y de la resuelta actitud de EE UU. En cuanto a los costes de la aventura bélica
concluye Chomsky que para el gobierno norteamericano era “claramente ventajoso... que
fueran compartidos, pero no al precio de sacrificar el papel de único defensor del orden”[29].
Samir Amin sostiene -a nuestro juicio con razón- que no existe una regulación
sistémica en el plano mundial, ésta se reduce al ámbito de actuación de los capitalismos
nacionales. La escuela regulacionista ignora que en el capitalismo desarrollado de los
centros la distribución del ingreso tiende a estabilizarse y dar salida al proceso de
sobreproducción (al vincular el incremento del salario real con el incremento de la
productividad), mientras que en las zonas periféricas la desigualdad social crece con
el propio desarrollo del capitalismo (al no efectuar tal vinculación) y despliega la polari-
zación social y la exclusión tanto al interior de los capitalismos nacionales como a
escala global del sistema mundial. No puede, pues, haber regulación sistémica que rija
a nivel internacional pues significaría la interconexión de políticas nacionales de desa-
rrollo, lo cual se opondría a la idea misma de un sistema como el capitalista que se rige
por la competencia internacional. El único equilibrio que rige la actuación de los tres
subsistemas del sistema mundial se realiza mediante el ajuste estructural de las regio-
nes más débiles a las condiciones de acumulación de los más fuertes. Lo que es más,
la regulación en el centro reproduce la relación desigual entre los centros y las perife-
rias y al interior de los mismos.
37
de la economía mundial con predominio de los bloques regionales de la tríada, acompa-
ñados por procesos de sub-regionalización a manera de redes productivas, comercia-
les y financieras de los territorios que pertenecientes a determinados Estados-nación
son incorporados a los flujos de información, tecnología, capital y mano de obra de las
grandes corporaciones multinacionales) y los procesos de integración de los sistemas
productivos o comerciales debiera ser ubicada en este punto de partida. En ese sentido
más allá de una institucionalización del proceso de integración, los procesos
subregionales (como en el caso latinoamericano) tienden a ser subsumidos por el
proceso mayor de regionalización y mundialización capitalista, en mayor medida si se
acude a la dimensión normativa del discurso globalista.
El despliegue económico mundial del capital no prescinde del Estado. Para los parti-
darios de la globalización, los principales actores o hacedores de la historia son las
transnacionales y el gran capital con sus estructuras e instituciones supra-nacionales;
los sujetos, organizaciones, movimientos y pueblos sojuzgados, no hacen sino presen-
ciar los acontecimientos y ocupar el lugar que les fijan las estructuras omnipresentes
del mercado y el capital global; la historia no se construye por ellos, se presencia, se
les impone una ideología según la cual no hay alternativa al neoliberalismo y la globali-
zación.
38
Si en un primer momento la globalización se asocia a la apertura de mercados, la
competitividad, la promoción de exportaciones, la atracción de inversiones y flujos de
capital; en una segunda arremetida, ésta pretende impugnar la institucionalidad y urge
por reformas radicales en los ámbitos de la legislación laboral, tributaria, bancaria,
comercial, financiera, de cobertura y prestaciones sociales provistos por el Estado; y
al parecer, termina por instalar no sólo a los actores gubernamentales y los líderes
políticos, sino a la ‘opinión pública’ toda en la ‘encrucijada de la globalización’[33],
donde esta última se presenta, por un lado, como la fuerza exógena que exige apresu-
rar y profundizar las reformas, y en caso de que se cuestionen sus devastadores
efectos sociales, la misma los asume como sus secuelas o fenómenos inevitables[34],
los costos del progreso y la modernización. Es en este marco de imposición y aplica-
ción de políticas económicas que deben ser situadas las políticas que subsanen el
proceso de integración latinoamericana, y lo incluyen en la agenda neoliberal para
beneficio del gran capital multinacional.
Desde nuestro punto de vista, lo que la llamada globalización manifiesta –al menos
para el caso de la región latinoamericana– es la consecución, en un determinado con-
texto histórico, del conjunto de finalidades que podemos asociar a las políticas de corte
globalista que el imperio del Norte experimenta en el último siglo; es decir, en el terreno
de la geopolítica y la diplomacia imperial, la geoeconomía de la globalización manifies-
ta la consolidación del globalismo norteamericano, de ahí que prefiramos asociarlo con
intereses y políticas de orden intervencionista y expansionista, que nos hacen recordar
al imperialismo clásico. Para el caso latinoamericano la proyección mundial del capita-
lismo estadounidense está asociada al establecimiento del proyecto hemisférico del
ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), del que el TLCAN (Tratado de
Libre Comercio de América del Norte) es –digámoslo así– sólo el primer paso.
39
expansión global que aseguren el despliegue de sus grandes corporativos en términos
de producción, distribución y consumo pero que, sin embargo, aseguren su mercado
nacional o regional y lo protejan de la amenaza real o ficticia de la competencia externa.
Según el politólogo José Luis Orozco[35], especialista en el tema del pensamiento
político norteamericano, la fusión entre pragmatismo y globalismo se encuentra pre-
sente ya en las opiniones visionarias de Walter Weyl, prototipo de la elite liberal agrupa-
da en torno a The New republic, quien sintetiza las finalidades de lo que Orozco llama la
pax corporativa, para Weyl “en la economía mundial actual...[escribe en el año de
1917]... la nación es la unidad y la fricción internacional la regla... el movimiento tiende
hacia el mundo de los negocios... nos hallamos ya en los primeros comienzos del
internacionalismo del capital”[36], el paso de la industria nacional a la industria
supranacional o internacional hace pensar a Weyl el inicio de una coordinación no sólo
económica sino política, sentando los cimientos a un imperialismo, según Weyl, “dilata-
do, abrumadora y ostensiblemente pacífico”[37], donde no importa la pérdida de inde-
pendencia económica de otras naciones, si se permite el sano flujo de las finanzas
norteamericanas, hacia donde los salarios sean bajos. Tal y como concluye Orozco,
las tendencias globalizadoras e integradoras apuntan más al imperialismo que al
internacionalismo.
40
ción’ y a la ‘militarización’...[cuyo acontecimiento fundante fue]... La campaña de
Corea”[41].
Ahora bien, en detrimento del argumento de Aron habría que decir que el globalismo
intervencionista de los Estados Unidos no se restringe al terreno de lo político-militar,
sino articula la geopolítica del globalismo intervencionista, con la geoeconomía de la
expansión y conquista de mercados. Desde el período de entreguerras y con mayor
fuerza después de 1930 la geoeconomía de los Estados Unidos se mueve en la lógica
de las grandes áreas como espacios geoestratégicos de aseguramiento de recursos,
mano de obra y mercados que den viabilidad a un capitalismo en crecimiento, en el
caso de Alemania este proceso de expansión se vincula a la ideología y la doctrina del
‘espacio vital’ y las ‘panregiones’ globales, y en Japón a la doctrina de la ‘esfera de
coprosperidad’, que atienden –los tres procesos– a la ampliación de soberanía o de
cuasi-soberanía, y en tal sentido constituyen el origen fundante de los actuales proce-
sos de regionalización ahora ya en proceso de consolidación[43].
“El verdadero límite histórico del capitalismo es, con toda exactitud, éste: el mundo
polarizado que crea es y será cada vez más inhumano y explosivo... el socialismo tiene
el deber de proponer otra visión de la mundialización, y los medios de completarla en el
verdadero sentido del término, al darle un carácter humano y de auténtica universali-
dad”, Samir Amin.
41
ras omnipresentes del mercado y el capital global; la historia no se construye por ellos,
se presencia, se les impone una ideología según la cual no hay alternativa al
neoliberalismo y la globalización, para el globalismo “la globalización capitalista debilita
las posibilidades de estrategias nacionales”. Ante este desvanecimiento de la subjetivi-
dad, se impone la necesidad de observar las transformaciones históricas que experi-
menta el capitalismo mundial: como la profundización, ampliación o afianzamiento de
procesos y estructuras del modo de producción específicamente capitalista (que qui-
zás no sean tan novedosas); procesos éstos que se impusieron y ejecutaron por deter-
minados actores e intereses, y que implicaron acciones específicas del Estado y sus
representantes, así como la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer
la inserción al mercado mundial capitalista (el proyecto neoliberal dominante se ejecuta
en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada actuación del
Estado y sus instituciones).
En las páginas anteriores hemos intentado alertar sobre actitudes de notable indife-
rencia, a-críticas, sorprendente escepticismo o aún eclecticismo, que en nada contri-
buyen a la reformulación, imaginación y desarrollo no sólo de un pensamiento crítico
mejor capacitado para explicar (en términos causales o de determinación), pero tam-
bién para crear un mundo más justo y para todos (en el sentido de descubrir y desarro-
llar las potencialidades y lo indeterminado de la realidad, incorporando la dimensión de
futuro).
42
temporalidad y maduración de la respuesta y la protesta de los distintos sujetos y de
las fuerzas sociales.
Notas:
1. Véase Michel Camdessus “Vivir en la ciudad global” en Capítulos, Núm. 45, Enero
- Marzo de 1996, págs. 7 - 14, y desde otra perspectiva Carlos González Martínez,
“La ciudad global del planeta urbano” en Cuaderno de Nexos, Año 19, Vol. XIX,
núm. 224, Agosto de 1996, págs. 24 - 25.
3. Tal y como afirma Robert Boyer desde 1983 Theodore Levitte propone el término
para “designar la convergencia de los mercados del mundo entero”. Levitte, Theodore
“Globalization of Markets”, Harvard Business Review, May – June, 1983. Citado
en Robert Boyer “La globalización: Mitos y realidades” en Gutierrez Garza, 1997,
p. 21.
5. Véase para una atinada crítica a este enfoque, Joachim Hirsch “¿Qué es la globa-
lización? en Realidad Económica núm. 147, págs. 7 – 17.
43
9. Ibid. pág. 58.
11. Carlos Vilas, “Seis ideas falsas sobre la globalización. Argumentos desde Améri-
ca Latina para refutar una ideología”, en John Saxe-Fernández (Coord.) Globali-
zación: Crítica a un paradigma, México, Plaza y Janés, 1999, págs. 69 – 101.
14. Para Octavio Ianni cualquier tentativa de proyecto nacional “está sujeto a las
determinaciones globales que adquieren prominencia creciente sobre las deter-
minaciones nacionales”, en Ianni, “Estado-nación y globalización” en El Cotidia-
no, año 12, núm. 71, septiembre de 1995, págs. 93 - 94. La debilidad fundamental
del argumento consiste en que fueron determinaciones precisas de los sectores
de la burguesía nacional que hegemonizan el control del aparato estatal, las que
impulsaron las políticas neoliberales de globalización, y en rigor estas últimas
como en repetidas ocasiones ha afirmado Hinkelammert, constituyen la renuncia
a cualquier política de desarrollo, véase Hinkelammert, “Cultura de la esperanza
y sociedad sin exclusión”, Ed. DEI - Caminos, San José Costa Rica, Sept. de
1995, págs. 131 - 156.
15. Charles Oman, “Globalización: la nueva competencia” en Las reglas del juego.
América Latina, globalización y regionalismo, Argentina, Corregidor, 1994, pág.
22.
16. Ibid.
20. Tan sólo por concepto de pago de intereses de la deuda y por la remisión de
utilidades netas, según datos del “World Debt Tables” y del “Balance of Payments
Statistical Yearbook” editados por el Banco Mundial y el FMI, América Latina
traslado un promedio de 45000 millones de dólares anuales en el período de 1982
a 1995.
44
21. Véase Ruy Mauro Marini, Prefacio al libro de Adrián Sotelo V. México: Dependen-
cia y modernización. Ed. El Caballito, México 1993, págs. 9 - 12.
23. Véase nuestro “La globalización: efectos y tragedias sociales” en Memoria, núm.
105, nov. de 1997, págs. 21 – 24.
24. Véase Octavio Ianni, op. Cit., y Francis Fukuyama “Capital social y economía
global” en Este país, núm. 59, febrero de 1996, págs. 2 - 9. Publicado originalmen-
te en Foreign Affairs, septiembre - octubre de 1995.
25. Kenichi Ohmae “The rise of the region state”, citado en María Cristina Rosas,
México ante los procesos de regionalización económica en el mundo, México,
IIEc - UNAM, 1996, pág. 19.
26. Retomamos el argumento ofrecido por James Petras y Howard Brill, “The tyrany
of globalism”, en Petras, et. al., Latin America: Bankers, Generals, and the Struggle
for Social Justice, Rowman and Littlefield, 1986, págs. 3 - 20, y el desarrollo que
del mismo hace John Saxe Fernández “La globalización: Aspectos geoeconómicos
y geopolíticos” en Heinz Dieterich (Coord)., Globalización, Exclusión y Democra-
cia en América Latina, México, Joaquín Mortiz, 1997, págs. 53 - 73, y la preocu-
pación expresada por Luis Javier Garrido en su “Introducción” al libro de Noam
Chomsky y Heinz Dieterich, La Sociedad Global, México, Joaquín Mortiz, 1995,
págs. 7 - 14.
28. Véase Noam Chomsky, El miedo a la democracia, Barcelona, Crítica, 1992, In-
troducción, págs. 11 - 19.
30. No cabe duda que el momento y el contexto histórico que se vivió en las décadas
del sesenta y el setenta, es muy distinto al que nos ha tocado presenciar des-
pués de la transición conservadora de los ochenta. En un ensayo publicado en
francés en 1972 y en castellano en 1975, Anouar Abdel Malek afirmaba que los
“círculos –endógeno (clases y grupos sociales), exógeno (naciones, culturas,
civilizaciones)– constitutivos del movimiento mundial en la época contemporá-
nea” (infra, pág. 11) eran agitados finalmente “por los procesos de mundialización”
(ibid.), lo interesante o paradójico es que en aquellos años para Malek esos
procesos eran, en primer término “los grandes movimientos de liberación y de
revolución”, y la convergencia de “las revoluciones nacionales y sociales con la
revolución científico-técnica” (ibid.), como resulta evidente las fuerzas impulsoras
45
de ‘los procesos de mundialización’ en nuestros tiempos son otras muy distintas,
aunque la técnica se encuentre presente en ambos enfoques. Véase Anouar Abdul
Malek, “La dialéctica social. La restructuración de la teoría social y de la filosofía
política”, México, Siglo XXI, 1975, 404 págs, en especial 11 - 56.
32. Carlos Vilas, “Seis ideas falsas... op. cit. pág. 21.
34. Para Enrique Iglesias, presidente del BID, la creación de nuevos pobres producto
de la aplicación de las políticas neoliberales de globalización y la profundización
de esas reformas es un “fenómeno transitorio e inevitable”. Véase La Jornada, 14
de Marzo de 1997, pág. 55.
35. Véase José Luis Orozco, “Pragmatismo y globalismo: el primer ensayo” en José
Luis Orozco y Ana Luisa Guerrero, Pragmatismo y Globalismo, México, Fontamara,
1997, págs. 15 - 40.
36. Walter E. Weyl, “American World Policies 1917”, citado en Orozco, op. cit. pág. 18.
37. Ibid.
38. Raymond Aron, La república imperial, Madrid, Alianza Editorial, 1976, 389 págs.
43. Véase John Saxe Fernández, op. cit., y del mismo autor “América Latina Estados
unidos en la posguerra fría: Apuntes estratégicos preliminares” en Problemas del
Desarrollo. Vol. XXIII, Núm. 90, Julio-septiembre 1992, págs. 135-179, así como
la argumentación y la ilustración histórica de Noam Chomsky, “Lo que realmente
quiere el tío Sam”, México, Siglo XXI, 1994, 136 págs, en especial 9 - 33.
46
GLOBALISMO, GLOBALIDAD Y GLOBALIZACIÓN
Rubén Aguilar Valenzuela
Esto posibilita, asegura Beck (uno de los más importantes sociólogos del mundo),
que los empresarios vuelvan a «disponer del poder negociador política y socialmente
domesticado del capitalismo democráticamente organizado». El globalismo permite,
ante el nuevo poder empresarial, que se socaven los cimientos de las economías
nacionales y de los Estados nacionales. Lo que se pretende es restar poder a la política
estatal-nacional. «La retórica dice Beck de los representantes económicos más impor-
tantes en contra de la política social estatal y de sus valedores, deja poco que desear
en cuanto a claridad. Pretenden, en definitiva, desmantelar el aparato y las tareas
estatales con vistas a la realización de la utopía del anarquismo mercantil del Estado
mínimo».
47
perspectiva de la pluridimensionalidad de la globalidad estalla la ideología de los he-
chos consumados del globalismo».
El análisis de Beck devela la trampa del globalismo el reino sin más del capital
transnacional y sus agentes y abre el espacio para reflexionar y entender en qué con-
siste la globalidad y la globalización. Estos últimos conceptos, no el primero, abren el
espacio para la realización de las naciones y de los individuos que las integran en esta
nueva fase de la historia. La actual manera de entender la globalización, que es el
globalismo denunciado por el alemán, conduce a un nuevo tipo de sometimiento y a una
nueva manera de definición en los términos, ahora todavía más brutales, entre el impe-
rio y sus colonias. No los podemos aceptar. Hay una diferencia radical, para ponerle
nombre, entre el proceso de integración de los países que conforman la Unión Europea
(UE) y lo que pretende ser la integración (subordinación define con más claridad) de
las economías de América Latina a la de Estados Unidos, a través de iniciativas como
el Acuerdo de Libre Comercio las Américas (ALCA), expresión acabada del globalismo
y no de la globalización.
48
Posdata
GLOBALIZACIÓN
Leandro M. Ferrari
La globalización es, sin duda, «también» una forma de dominación de los mas fuer-
tes sobre los mas débiles.
F.H.Cardozo propone, al igual que todos los que defendemos las instituciones con
gran ahínco, que: «La respuesta de un demócrata no puede ser otra que: ampliar la
democracia; radicalizarla en la raíz de sus instituciones y en su idealidad de la socie-
dad abierta, siempre mas densamente participativa.» El fenómeno de la globalización
no es nuevo. Se ha repetido cíclicamente con diversos ímpetus en el pasado, aunque
nunca tanto como hoy en día, compulsiones de «vigores excesivos» deseosos de afir-
mación: los vándalos; el renacimiento; la reforma; el primer orden económico mundial;
la revolución industrial.
49
Hoy observamos que demografías desiguales y tecnología utilizadas masivamente
empujan loa precios y el costo del dinero hacia abajo, sustituyendo viejos productos y
servicios por otros nuevos en un mercado de relaciones de cambio desordenado, exal-
tado por monedas subvaluadas y devaluaciones competitivas.
Prólogo
Globalización
Una serie de cambios profundos
La caída del Muro de Berlín marcó el inicio de un cambio de época. Desde entonces,
implotó la ex URSS, se demolió la Cortina de Acero, se desestructuró el llamado «Mun-
do Comunista» y cayó, aún en Occidente, el marxismo como sistema de ideas. «Pero
también entró en crisis el macromodelo Keynesyano, el llamado «Estado de Bienestar»
se tornó crecientemente disfuncional y entró en una fase de agotamiento y ocaso».
Frente a esta realidad habría que hacer dos reconocimientos: primero, vivimos en una
época de transformaciones de una amplitud y de una profundidad tal que permitiría?
Calificarla de cambio civilizatorio; segundo, la realidad va mas rápido que nuestra ca-
pacidad para reconocerla y entenderla.
50
Este cambio de época que vive Occidente está conectado a cambio profundos estos
procesos son a) la revolución científico-técnica y sus derivaciones tanto hacia el modo
de producción como hacia el plano de la gestión b) las transformaciones del mundo del
trabajo y su impacto sobre la sociedad y c) la globalización económica.
«Los nuevos procesos, aún incipientes, abren una perspectiva exaltante para las
próximas décadas, al proceso histórico de transformación del mundo y de creación del
hombre por sí mismo: nos encontramos, sin duda alguna, en el umbral de la revolución
científico técnica.» Obviamente, el autor de «Primavera» no se equivocaba; ni en el
diagnostico ni en el señalamiento de las fuerzas motoras( la cibernetización, la
quimización, etc.). Efectivamente el tiempo que siguió a esta publicación mostró como
iba ocurriendo esa transformación.
Bajo estas condiciones las civilizaciones están viviendo una metamorfosis, donde
uno de sus rasgos mas característicos es la exclusión. Según Robert Castel «Lo deter-
minante del proceso es el hecho que el trabajo dejó de ser el gran integrador. Se trata
de un proceso de desestabilización de los estables, de vulnerabilización de posiciones
antes seguras»
Con razón sostiene que, por motivos que empiezan a ser conocidos, como la
internacionalización del mercado y las exigencias de competitividad, el trabajo se ha
vuelto el blanco principal de una política de reducción de costos y de maximización de
su eficacia productiva, cuya palabra de toque es «flexibilidad».
Como no podía ser de otra manera, el supuesto éxito capitalista abrió definitivamen-
te las puertas al desarrollo de las tendencias hacia la globalización que el propio siste-
ma poseía dentro. En términos generales puede decirse que la globalización es un
fenómeno pluridimencional, es decir que compromete a una multitud de dimensiones de
la vida social y que tiene por escenario al mundo. En su dimensión económica, la
globalización puede ser entendida como una nueva fase de expansión capitalista y
puede caracterizarse como:
51
Y como consecuencia de esto:
Una dinámica perversa se abre camino por doquier. Las exigencias económicas son
poco menos que implacables y las consecuencias sociales altamente lesivas. De aquí
la perversión de un movimiento que parece no poder detenerse. Hasta países con una
fuerte tradición de protección previsional como Alemania y Francia, tambalean. Se ven
confrontadas al desafío de mantener sus instituciones laborales o sus mallas de pro-
tección y correr el riesgo de perder a mediano plazo el tren en su capacidad de compe-
tencia con otros países.
52
Se dice también que la globalización es una dinámica inmensa. Que en realidad
actúan, simultáneamente, fuerzas globalizadoras y fuerzas localizantes. Y mas aún,
que son interactivas: que cada incremento de la globalización tiende a causar un incre-
mento de la localización y viceversa. Las primeras estarían dadas por, predominante-
mente por la dinámica económica. Mientras que las segundas, estarían dadas por
dinámicas sociales, políticas y culturales.
La lógica amigo-enemigo que rigió al mundo durante todo ese período perdió vigen-
cia, es que la globalización vino a colocar un complejo juego de cooperación/compe-
tencia en el interior del mundo occidental.
53
Si dejar de mencionar a los países en vías de desarrollo, con referencia a la vulnera-
bilidad externa que ha dejado el fenómeno de endeudamiento externo y una de sus
secuelas mas evidentes: el monitoreo por parte de las agencias internacionales de
financiamiento, al que han quedado sujetos. Eso también habla de la pérdida de autori-
dad por parte de los Estado.
Por otra parte, esta disfuncionalidad y crisis del Estado de Bienestar y el avance de
reformas refundacionales de aquel, y el desarrollo de las metamorfosis de las socieda-
des, golpean sobre las formas de relación de los individuos y la política y con el propio
Estado. Y golpea mal. Crece la disconformidad, el delito y la anomia. De donde se
desprende otra vía por la cual disminuye la autoridad de los Estados.
Los que si son uniformes son los requisitos. Son las condiciones requeridas a los
países ó mercados emergentes.
Estas condiciones tienen relación directa con la forma de organizar las políticas, o el
mundo de la política en sí mismo, sobre el diseño de políticas internas y sobre la
elección de políticas en los campos estratégicos nacional y de las relaciones interna-
cionales. Se los pueden clasificar en:
a)confiabilidad
b)estabilidad y
c) competitividad.
54
Muy vinculado a esto está la estabilidad, lo que se enfoca especialmente es la
estabilidad económica y política. Finalmente está la condición de la competitividad, en
el contexto de apertura, liberalización, desregulación y privatización que se ha hablado
anteriormente.
Globalización y política
Democracia y exclusión, problemas
Este dilema pareciera tener una solución por la vía de la regulación: acortar la jornada de
trabajo en procura de mayores oportunidades de empleo, retomar políticas estatales de seguri-
dad social; cualquiera sea, deberá fundarse en un compromiso colectivo, porque implica reduc-
ciones de las capacidades competitivas tanto de las empresas como de los países.
De modo que la vuelta a políticas de regulación solo serán posibles con un acuerdo
internacional que ligue a los distintos actores. Pero hoy por hoy esta muy lejos de poder
realizarse, es apenas una alternativa a largo plazo.
Este es el campo en el que cabe situar una cuestión relevante, referida a la vigencia
de la democracia. Es evidente que deberá cohabitar con la globalización, lo que signifi-
ca reconocer que está llamada a convivir con la llamada dinámica perversa. ¿Cuanta
pobreza, cuánta exclusión es compatible con esa democracia política? En el caso
latinoamericano, tal vez mas que en otros, alimentan inquietudes comprensibles; no
por el miedo a un golpe de estado, sino por favorecer formas espúreas y devaluadas de
aquella..
55
Cuando hablamos de supremacía del Mercado sobre el Estado no queremos decir
otra cosa que subordinación de todas las políticas a la economía. En primer lugar esta
supremacía está suponiendo una verdadera conmoción general de la sociedad, que
impulsa procesos de descongelamiento, vulnerabilización y disgregación sociales, gol-
peando negativamente sobre los individuos y la relación de ellos entre sí, con la políti-
ca y con el propio estado. Como se sabe la sociedad es el sustento de la política, es
esa realidad que la hace posible, de modo que si la sociedad pierde cohesión ó capaci-
dad para integrar a sus miembros( que es precisamente lo que caracteriza a la socie-
dad) el mundo de la política no puede verse menos que gravemente afectado. En se-
gundo lugar, la primacía del Mercado sobre el Estado se refleja en esa pérdida de
autoridad del Estado y adelgazamiento de la soberanía estatal, siendo posible también
hablar de un achicamiento del Estado. Arena fundamental donde se desenvuelve la
política, sostener que el estado se a achicado implica reconocer que también lo a
hecho aquella. En tercer lugar, la confiabilidad, la estabilidad, y la competitividad que
reclaman los mercados globalizados, constituyen otros tantos requerimientos priorita-
rios que la economía le formula al estado y la política.
Por todas estas razones (entre las cuales la no aparición de respuestas de fondo a
los desafíos de la globalización quizás sea la mas relevante) se vive hoy una tendencia
hacia la impotentización de la política. No es que sea irreversible, pero pesa demasiado
y en diversas maneras sobre los desarrollos en curso.
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El mal advenimiento de las crisis de representación con la impotentización de la
política precariza los sistemas políticos de los sistemas Americanos, lo que también
implica que precariza la democracia. Un problema mayor que la precarización es el
clientelismo. Es una cuestión de fondo. ¿Como se logra la inclusión política de quienes
están excluidos económica o socialmente por la por ahora perpetua dinámica perver-
sa? ¿Como, en las condiciones de impotentización de la política que se ha señalado?
Los problemas y dificultades de «los de abajo» son mayúsculos. Frente a la falta de
alternativas, ante loa imposibilidad de siquiera conservar algo del estado de bienestar,
¿como evitar el crecimiento de el pragmatismo de «los de abajo» de cambiar favores
por votos?
GLOBALIZACIÓN ASIMÉTRICA
Por Manuel Castells (*)
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sector exterior representa casi un 30% para África, mientras que no llega al 25% para
la OCDE). Pero África retrocede, porque sus importaciones son de mucho más valor
que sus exportaciones, por su débil capacidad productiva en los productos de alto
valor añadido. Todo depende de qué se importa, de qué se exporta y cómo, quién y en
qué invierten el capital que se recibe y las ganancias que se generan.
Pero aun así, la apertura de mercados internacionales para los países en desarrollo
representa una oportunidad de movilización de sus potencialidades. Y es aquí donde se
revela el carácter profundamente asimétrico de un proceso de globalización marcado
por relaciones de poder más que por una división internacional del trabajo en beneficio
de todos.
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Se puede debatir sobre los pros y contras de la globalización, en términos generales.
Pero lo que no tiene vuelta de hoja es a quién beneficia esta pseudoglobalización, es
decir, la globalización restringida a lo que conviene e interesa a las empresas y gobier-
nos de los países económica y militarmente dominantes. Si los avisos de Seattle, por
la base, y Cancún, desde los gobiernos, no se toman en serio, habrá que empezar a
dudar sobre la sostenibilidad de la globalización.
VALLAS Y VENTANAS
Naomi Klein (*)
Seattle
El estreno de un movimiento
Diciembre de 1999
«¿Quién es esta gente?» Ésta era la pregunta que durante esa semana se hacían en
Estados Unidos, en programas de radio con participación del público, en los editoriales
de los periódicos y, sobre todo, en los pasillos de la reunión en Seattle de la Organiza-
ción Mundial del Comercio.
Hasta hace muy poco, las negociaciones comerciales eran asuntos para expertos
elegantes. No había manifestantes en el exterior, y mucho menos manifestantes disfra-
zados de tortugas marinas gigantes. Pero esta semana la reunión de la OMC es cual-
quier cosa menos elegante: se ha declarado en Seattle el estado de emergencia, las
calles parecen el escenario de una guerra y las negociaciones se han paralizado.
Existen muchas teorías acerca de la misteriosa identidad de los cincuenta mil acti-
vistas de Seattle. Algunos consideran que se trata de aspirantes a radicales con nos-
talgia de los años sesenta. O anarquistas comprometidos solamente con la violencia. O
luditas que luchan contra una marea globalizadora que ya ha conseguido sumergirlos.
Michael Moore, director de la OMC, describe a sus oponentes como simples egoístas
proteccionistas determinados a perjudicar a los pobres del mundo.
Puede entenderse cierta incomprensión con respecto a los objetivos políticos de los
manifestantes. Es el primer movimiento político nacido en los caóticos senderos de
Internet. Entre sus filas no existe una jerarquía vertical dispuesta a explicar un plan
maestro, ni unos líderes reconocidos por todos que emitan unas señales fácilmente
reconocibles, y nadie sabe qué sucederá en el futuro.
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es «anti» algo, es antimultinacionales, y se opone al argumento de que lo que es bueno
para las empresas —menos regulación, más movilidad, más acceso— se convierta de
por sí en bueno para todos los demás.
Las raíces del movimiento se encuentran en las campañas que ponen en duda este
argumento analizando la triste situación de los derechos humanos, las condiciones de
trabajo y el medio ambiente que los historiales de un puñado de empresas multinacio-
nales revelan. Muchos de los jóvenes que ocuparon las calles de Seattle esta semana
montaron su firme campaña a partir de su oposición a la explotación en las fábricas de
Nike, al registro en materia de derechos humanos de Royal Dutch Shell en el delta del
Níger, o a la reorganización del abastecimiento de alimentos en el mundo llevada a
cabo por Monsanto. Durante los tres últimos años, estas corporaciones se han conver-
tido en símbolos de los errores de la economía global y han ofrecido a los activistas
excusas con nombre propio para entrever el secreto mundo de la OMC.
Acudieron a Seattle porque descubrieron que los tribunales de la OMC estaban anu-
lando las leyes que protegen a las especies en peligro de extinción ya que, las leyes, al
parecer, suponían barreras injustas para el comercio. O tuvieron conocimiento de que
la decisión de Francia de prohibir el buey tratado hormonalmente fue considerada por la
OMC una interferencia inaceptable con el libre mercado. Lo que se juzga en Seattle no
es el comercio o la globalización, sino el ataque global contra el derecho de los ciuda-
danos a establecer reglas que protejan a las personas y al planeta.
Todo el mundo, por descontado, proclama estar de acuerdo con las reglas, desde el
presidente Clinton hasta el patrón de Microsoft, Bill Gates. Gracias a una extraña suce-
sión de hechos, la necesidad de un «mercado regulado» se ha convertido en el mantra
de la era de la desregularización. Pero la OMC ha tratado persistentemente, y de un
modo antinatural, de separar el comercio de todos los que se ven afectados por él: los
trabajadores, el medio ambiente, la cultura. Por esta razón, la sugerencia que ayer
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formuló el presidente Clinton de que la grieta existente entre los manifestantes y los
delegados puede ser superada mediante pequeños compromisos y consultas, resulta
tan desacertada.
Washington D. C.
El capitalismo sale del armario
Abril de 2000
Antes
He oído a algunas personas hablar con esta suerte de impaciencia en otras ocasio-
nes, pero el objeto de su deseo era un festival de música en un barrizal o una obra
teatral de Nueva York con pocas representaciones, como Monólogos de la vagina.
Nunca antes había oído hablar a nadie de este modo sobre una protesta política. Espe-
cialmente cuando se trata de una protesta contra pesadas máquinas burocráticas como
el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Y mucho menos cuando se les
convoca por algo tan poco atractivo como una política de créditos con décadas de
antigüedad llamada «ajuste estructural».
Pero ahí están: estudiantes universitarios, artistas, anarquistas sin nómina y traba-
jadores del metal con fiambrera agolpándose en autobuses en todos los rincones del
continente. En sus bolsillos y mochilas se arrebujan hojas informativas acerca de la
relación entre los gastos en servicios sanitarios y el pago de la deuda en Mozambique
(la deuda es superior en dos veces y media) y el número de personas en todo el mundo
que viven sin electricidad (2.000 millones).
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donar nuestra labor, yo les digo: contádselo a los pobres, a los marginados del mundo
que esperan que les ayudemos».
Pero nada desenmascara mejor la falsedad de esta engañosa equiparación entre los
objetivos humanitarios y el comercio sin regulaciones que el historial del Banco Mun-
dial y del FMI, que han aumentado la pobreza del mundo con una fe exacerbada y casi
mística en las economías de goteo.
El Banco Mundial ha prestado dinero a los países más pobres y desesperados para
que construyan su economía a partir de mega proyectos de propiedad extranjera, culti-
vos comercializables, manufacturas orientadas a la exportación y finanzas especulati-
vas. Estos proyectos han supuesto un gran espaldarazo para las multinacionales de la
minería, el sector textil y la industria agrícola pero en muchos países han conllevado
también un grave deterioro medio ambiental, la migración en masa a los centros urba-
nos, los colapsos financieros y los desesperados empleos en las fábricas de trabajo
esclavista.
Y ahí es donde el Banco Mundial y el FMI realizan sus infames apariciones, siempre
acompañadas de más condicionamientos. En Haití fue un salario mínimo congelado; en
Tailandia, la eliminación de restricciones de las propiedades en manos extranjeras; en
México se exigió un aumento de las tasas universitarias. Y ahora, cuando estas últimas
medidas de austeridad han fallado de nuevo en su intento de provocar un crecimiento
económico sostenido, estos países están todavía atrapados bajo un alud de deudas.
Después de Seattle, era relativamente fácil que la OMC ganara esta confusa guerra.
Pocos habían oído hablar de ella antes de las protestas, de modo que sus argumentos
quedaron casi siempre sin respuesta. Pero el Banco Mundial y el FMI son otra historia:
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busque un poquito y enseguida dará con todos los esqueletos que tienen escondidos en
el armario. Normalmente estos esqueletos sólo pueden encontrarse en los países po-
bres: escuelas y hospitales en ruinas, granjeros expulsados de sus tierras, ciudades
superpobladas, sistemas acuíferos tóxicos. Pero este fin de semana todo cambia en
Washington: los esqueletos seguirán a los banqueros desde su casa hasta el despacho.
Después
Fui a Washington con motivo de las protestas contra el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional, pero cuando mi teléfono móvil sonó a una hora intempestiva
para avisarme de que el nuevo plan era reunirse a las cuatro de la madrugada del
lunes, sentí que no sería capaz.
«Vale, nos vemos allí», musité mientras garabateaba cruces de calles con un bolí-
grafo que se había quedado sin tinta. Pero era imposible. Agotada después de pasar
trece horas en las calles el día anterior, decidí unirme a las manifestaciones a una hora
más civilizada. Y lo mismo hicieron, según parece, algunos miles de personas más,
permitiendo que los delegados del Banco Mundial, metidos en un autobús desde antes
del amanecer, llegaran al encuentro con una paz legañosa. «¡Una derrota!», asegura-
ron muchos periódicos, dispuestos a ignorar esta explosión de confusa democracia.
Es cierto que el lunes fue difícil despegarse de las sábanas, pero no debido a la
lluvia o a los policías. Fue difícil porque entonces ya se había hecho, en una sola
semana de protestas, buena parte del trabajo. Detener una reunión forma parte del
derecho de los buenos activistas a anotarse un tanto, qué duda cabe, pero las victorias
reales se producen antes o después de estos momentos espectaculares.
Después, una empresa se dio por vencida. Los organizadores de la protesta habían
anunciado que llevarían su petición de un «comercio justo», en oposición al «comercio
libre», a la puerta de la cadena de cafeterías Starbucks, exigiendo que vendiera café
cultivado por granjeros que cobraran un salario digno. La semana pasada, sólo cuatro
días antes de la fecha fijada para la protesta, Starbucks anunció que crearía una línea
63
de cafés certificados con el membrete del comercio justo. No se trata de una victoria
espectacular, pero sí de un signo de nuestro tiempo.
Y, en última instancia, los manifestantes definieron los términos del debate. Antes de
que se secaran las gigantescas marionetas de papel maché, los errores de muchos
mega proyectos financiados por el Banco Mundial y de las intervenciones del FMI
fueron comentados en los periódicos y las tertulias radiofónicas. Es más, la crítica del
«capitalismo» resurgió con tanto éxito como Santana.
No hace falta decir que éste es el principio de un largo proceso. Pero si podemos
aprender alguna lección de Washington, ésta es que las barricadas pueden ser asalta-
das con el espíritu tanto como con el cuerpo. No fue el del lunes el sueño de los
derrotados, sino el merecido descanso de los vencedores.
¿Y luego qué?
64
Se trataba de un problema muy serio, nos dijeron. Los jóvenes activistas que acudie-
ron a Seattle para detener a la Organización Mundial del Comercio y a Washington para
protestar contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional habían sido reite-
radamente acusados por la prensa de tener una mentalidad simplona, borreguil y vapo-
rosa construida a base de golpes de tambor. Nuestra misión, según los organizadores
de la Foundation for Ethics and Meaning, era acabar con el caos que reinaba en las
calles y darle una forma estructurada y atractiva para los medios de comunicación. No
se trataba de una charla más. Íbamos a «dar a luz a un movimiento unificado a favor de
un cambio social, económico y político total».
El hecho de que los chicos que salen a la calle carezcan de un liderazgo definido
-también carecen de seguidores definidos- es el punto menos importante de la persis-
tente crítica a la que se les somete. Para los que andan buscando una reproducción de
los esfuerzos que se realizaron durante los años sesenta, esta carencia resulta de una
enloquecedora impasibilidad: evidentemente, estas personas están tan desorganiza-
das que ni siquiera son capaces de responder a los esfuerzos perfectamente organiza-
dos de organizarlas. Se trata de activistas educados con la MTV. Casi se puede oír a la
vieja guardia recitando: dispersos, difusos, descentrados.
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que los distintos problemas a los que se enfrentan son consecuencia de una globaliza-
ción dirigida por las grandes corporaciones, de un plan de acción que concentra el
poder y la riqueza en un número cada vez más reducido de manos. Por supuesto,
existen desacuerdos sobre el papel del Estado-nación, sobre la posibilidad de reden-
ción cambio. Pero, en el seno de la mayor parte de estos minúsculos movimientos,
existe un consenso creciente acerca de la necesidad de descentralizar el poder y
hacer recaer en la comunidad -sea ésta un sindicato, un vecindario, una granja, una
aldea, un colectivo anarquista o un grupo de aborígenes que se autogobiernan- la capacidad
para tomar decisiones, para contrarrestar el dominio de las empresas multinacionales.
A pesar de que compartan un punto de partida común, estas campañas no han dado
pie a un solo movimiento. En realidad, están profunda e íntimamente relacionadas entre
ellas de un modo muy similar a como los links enlazan sus páginas web en Internet.
Esta analogía no es en absoluto casual y resulta clave para comprender la cambiante
naturaleza de las organizaciones políticas. A pesar de que muchos han observado que
las recientes protestas masivas hubieran sido imposibles sin la existencia de Internet,
se ha pasado por alto que es el modo en que las tecnologías de la comunicación han
posibilitado estas campañas lo que da a este movimiento un formato análogo al de la
red. Gracias a ésta, las movilizaciones se desarrollan por medio de una burocracia
difusa y una jerarquía mínima. Los consensos forzosos y los manifiestos elaborados
están quedando desfasados y están dando pie a una cultura basada en el constante,
poco estructurado y, en ocasiones, compulsivo intercambio de información.
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Comercio, el G7 y las cumbres de la Cooperación Económica Asia-Pacífico en Auckland,
Vancouver, Manila, Birmingham, Londres, Ginebra, Kuala Lumpur y Colonia. Todas es-
tas protestas masivas fueron organizadas de acuerdo con los principios de la descen-
tralización coordinada. Los reducidos grupos de activistas, en lugar de presentar un
solo frente coherente, rodearon su objetivo por todas partes. Y en lugar de crear una
compleja red burocrática nacional o internacional, alumbraron estructuras temporales:
algunos edificios desocupados se convirtieron en «centros de convergencia» y diver-
sos productores de medios de comunicación independientes montaron centros de noti-
cias improvisados. Las coaliciones que nacieron con ocasión de estas manifestaciones
se dieron a sí mismas el nombre de la fecha del acontecimiento planeado: 18J, 30N,
16A y, en el caso de la futura reunión del FMI en Praga el 26 de septiembre, 26S.
Cuando terminan estos acontecimientos, no dejan ninguna huella tras de sí, exceptuan-
do un sitio web.
El modelo de ejes y radios es algo más que una táctica desplegada en las protestas.
Éstas adoptan su forma a partir de «coaliciones de coaliciones», por decirlo en pala-
bras de Kevin Danaher, de Global Exchange.
67
Rights Consortium, en asociación con activistas a favor de los derechos del trabajador
del sur global.
El hecho de que estas campañas estén tan descentralizadas no significa que sean
incoherentes. Al contrario, se trata de una adaptación razonable, e incluso ingeniosa,
de la fragmentación existente en las redes progresistas y de los cambios en la cultura
en su sentido más amplio. Es consecuencia de la proliferación de ONG, que, desde la
cumbre de Río en 1992, han visto cómo su poder y relevancia aumentaban. Son tantas
las ONG implicadas en las campañas anticorporativas que únicamente el modelo de
ejes y radios es capaz de albergar sus diferentes estilos, tácticas y objetivos. Como
Internet, las ONG y las redes de grupos de afinidades son sistemas susceptibles de
una expansión infinita. Si alguien cree que no encajará en las treinta mil ONG y los
varios miles de grupos de afinidades existentes, puede crear su propia estructura y
enlazarse con las demás. Una vez inmerso en el proceso, nadie debe abandonar su
individualidad para integrarse en una estructura mayor, porque, como en todos los
fenómenos on-line, somos libres de entrar y salir, tomar lo que queramos y eliminar lo
que no. Algunas veces parece como si esta concepción del activismo fuera la de un
navegante de la red, lo que refleja la cultura paradójica de Internet, que combina el
narcisismo extremo con un intenso deseo de formar parte de una comunidad
interconectada.
Y, si bien la estructura del movimiento, semejante a una web, es, en parte, el reflejo
de una organización asentada en Internet, supone también una respuesta a la realidad
política que hizo estallar las protestas: el fracaso absoluto de los partidos políticos
tradicionales. En todo el mundo, los ciudadanos se han esforzado para que resultaran
elegidos partidos socialdemócratas y obreros sólo para acabar viendo cómo éstos
ponían de manifiesto su impotencia ante la fuerza del mercado y los dictados del FMI.
En tales condiciones, los activistas modernos no han sido tan ingenuos como para
creer que el cambio procederá de las urnas electorales. Ésta es la razón de que estén
más interesados en poner a prueba los mecanismos que hacen de la democracia un
sistema inoperante, como la financiación empresarial de las campañas o la capacidad
de la OMC para transgredir la soberanía nacional. El más discutido de estos mecanis-
mos es el de las políticas de ajuste estructural del FMI, las cuales son claramente
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favorables a que los gobiernos recorten los gastos sociales y privaticen recursos a
cambio de los créditos.
Una de las grandes bazas de este modelo organizativo de laissez faire es que se ha
revelado muy difícil de controlar, en buena medida porque es distinto de los principios
organizativos de las instituciones y empresas a las que se dirige. Con ello se responde
a la concentración empresarial con la fragmentación; a la globalización, con un modelo
propio de localización; a la consolidación del poder, con una radical dispersión del poder.
Joshua Karliner, del Transnational Resource and Action Center, considera este siste-
ma «una respuesta inintencionadamente brillante a la globalización». Y como no es
intencionada, todavía carecemos del vocabulario necesario para describirla, lo que ha
provocado la aparición de una industria de la metáfora bastante divertida que pretende
llenar ese vacío. Estoy contribuyendo a ello con mis ejes y radios, pero Maude Barlow,
de Council of Canadians afirma: «Estamos luchando contra una gran piedra y, como no
podemos quitarla de en medio, tratamos de pasar por debajo, de rodearla o de saltar
por encima de ella». El británico John Jordan, activista de Reclaim the Streets, dice
que las multinacionales «son como grandes petroleros, y nosotros como un banco de
peces. Nosotros podemos responder con rapidez; ellos no». La Free Burma Coalition,
con sede en Estados Unidos, habla de una red de «arañas» que tejen una telaraña tan
fuerte que se podría atar con ella a las multinacionales más poderosas. Un informe
militar de Estados Unidos sobre el levantamiento zapatista de Chiapas, México, entró
también en este juego. De acuerdo con un estudio efectuado por RAND, un instituto de
investigación que en ocasiones trabaja para el ejército norteamericano, los zapatistas
estaban librando una «guerra de pulgas», que, gracias a Internet y la red internacional
de ONG, se convirtió en la «guerra del enjambre». El problema militar que plantea una
guerra de enjambres, señalaban los investigadores, se debe a que no tiene un «lideraz-
go central o una estructura de comandancia; tiene mil cabezas, así que es imposible
decapitarla».
Por descontado, este sistema multicéfalo tiene también sus puntos débiles, que pu-
dieron ser advertidos en las calles de Washington durante las protestas contra el Ban-
co Mundial y el FMI. Alrededor del mediodía del 16 de abril, el día de la protesta más
importante, los grupos de afinidades que se encontraban bloqueando todos los cruces
que rodeaban el cuartel del Banco Mundial y el FMI convocaron una reunión de porta-
voces. Los cruces habían estado bloqueados desde las seis de la mañana, pero los
delegados de la reunión, según acababan de descubrir los manifestantes, se habían
colado por entre las barricadas de la policía antes de las cinco de la mañana. Con esta
nueva información, la mayor parte de los portavoces creyó que era el momento de
renunciar a los cruces y unirse a la marcha oficial en la Elipse. El problema era que no
todo el mundo estaba de acuerdo: un puñado de grupos afines querían ver si podían
bloquear la salida de las reuniones de los delegados.
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Esta actitud es impecablemente justa y democrática, pero tiene un inconveniente:
carece del menor sentido. El bloqueo de los puntos de acceso fue una acción coordina-
da. Si algunos cruces se abrían ahora y se mantenía la ocupación de algunas calles a
manos de los rebeldes, los delegados que salían de la reunión podían limitarse a esco-
ger el camino de la derecha en lugar del de la izquierda para llegar sanos y salvos a
sus casas. Obviamente, esto fue lo que sucedió. Al observar cómo algunos manifes-
tantes se ponían en pie y emprendían la marcha mientras otros permanecían sentados
ocupando provocativamente la nada más absoluta, se me ocurrió que aquello era una
buena metáfora de los puntos fuertes y los puntos débiles de esta naciente red de
activistas. No cabe la menor duda de que la cultura comunicativa que gobierna la red
es mucho mejor en cuanto a velocidad y volumen que en cuanto a capacidad de sínte-
sis. Es capaz de conseguir que decenas de miles de personas se reúnan en la esquina
de una calle con pancartas en las manos, pero es mucho menos capaz de ayudar a
estas personas a ponerse de acuerdo sobre lo que en realidad están reivindicando
antes de que lleguen a las barricadas o una vez las hayan abandonado.
Este panorama es peligroso por diversos motivos. Se están depositando unas espe-
ranzas excesivas en estas protestas: los organizadores de la manifestación de Was-
hington, por ejemplo, anunciaron ni más ni menos que «cerrarían» dos instituciones
multinacionales valoradas en 30.000 millones de dólares canadienses, al tiempo que
trataban de comunicar sus complejas ideas acerca de las falacias de la economía
neoliberal a una población perfectamente satisfecha. Simplemente, se trataba de un
propósito irrealizable. Ninguna manifestación podría haberlo logrado, y cada vez será
más difícil. Las estrategias de acción de Seattle funcionaron porque pillaron a la policía
desprevenida. Pero esto no volverá a suceder. La policía se ha suscrito a todas las
listas de correo electrónico. La ciudad de Los Ángeles ha destinado ya cuatro millones
de dólares canadienses a nuevos equipamientos de seguridad y a los costes de perso-
nal para proteger a la ciudad de los enjambres de activistas.
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En un intento de crear una estructura política estable que promueva el avance del
movimiento entre las protestas, Danaher ha empezado a recoger donaciones para un
«centro permanente de convergencia » en Washington. El International Forum on
Globalization, mientras tanto, se ha venido reuniendo desde marzo con el objetivo de
crear un documento político de doscientas páginas que debe ser terminado a finales de
este año. De acuerdo con el director del IFG, Jerry Mander, no se tratará de un mani-
fiesto, sino de una serie de principios y prioridades, un intento primerizo, según él
mismo afirma, de «definir una nueva arquitectura» para la economía global. [La redac-
ción de este documento se ha retrasado ya muchas veces y en el momento de la
publicación de este libro todavía no está disponible.]
Parte del problema es estructural. Para muchos anarquistas, que están poniendo
sobre la mesa el grueso de la organización de unas políticas concretas (y que están
mucho más conectados entre sí que buena parte de la izquierda más establecida), la
democracia directa, la transparencia y la capacidad de autodeterminación de las comu-
nidades no son objetivos políticos grandilocuentes, sino principios fundamentales que
gobiernan sus propias organizaciones. Pero gran parte de las ONG más importantes, a
pesar de que en teoría puedan compartir las ideas de los anarquistas sobre la demo-
cracia, se organizan mediante el sistema jerárquico tradicional. Son dirigidas por líde-
res carismáticos y comités ejecutivos mientras sus miembros les mandan dinero y les
aplauden desde una posición subalterna.
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navegar a través de las estructuras que emergen orgánicamente. Tal vez lo que necesi-
ta no sea un solo partido político sino, mejor, enlaces entre distintos grupos de afinida-
des; tal vez más que avanzar hacia la centralización, lo que se necesita es una des-
centralización todavía más radical.
Cuando los críticos afirman que los manifestantes carecen de visión, en realidad
están poniendo objeciones a la carencia de una filosofía revolucionaria total -como el
marxismo, la socialdemocracia, el ecologismo puro o el anarquismo social- con la que
todos ellos puedan estar de acuerdo. Esto es absolutamente cierto y es algo por lo que
deberíamos estar infinitamente agradecidos. En este momento, los activistas calleje-
ros anticorporaciones están alineados alrededor de líderes hipotéticos y ambicionan
reclutar activistas, a la manera de soldados rasos, para su visión particular. En un
extremo se sitúan Michael Lerner y su conferencia en la iglesia de Riverside, que
espera poder dar la bienvenida a toda la energía precaria de Seattle y Washington en el
seno de su «Política de Significado». En el otro, John Zerzan, de Eugene, Oregón, a
quien no le interesa la llamada de Lerner a la «curación » y considera que los disturbios
y la destrucción de la propiedad privada son el primer paso hacia el colapso del proce-
so de industrialización y el retorno al «anarcoprimitivismo», una utopía preagraria de
cazadores y recolectores. En medio de ambos extremos hay otras decenas de visiona-
rios, desde los discípulos de Murray Bookchin y su teoría de la ecología social hasta
ciertas sectas marxistas convencidas de que la revolución empieza mañana, pasando
por los devotos de Kalle Lasn, editor de Adbusters, y su versión descafeinada de la
revolución por medio de la «agitación cultural». Y también está el pragmatismo escasa-
mente imaginativo de los líderes de algunos sindicatos que, antes de Seattle, se mos-
traban dispuestos a abordar algunas cláusulas sociales de acuerdos empresariales ya
existentes, pero sin pasar de ahí.
(*) Capítulo del libro de Naomi Kein: “Vallas y Ventanas”. Editorial Paidós. Bs. As.,
2002.
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LOS MOVIMIENTOS ANTIGLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL
Jaime Pastor (*)
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sido asumida activamente por los mismos, mientras que paralelamente han ido favore-
ciendo el nuevo protagonismo que han ido alcanzando las instituciones financieras
internacionales así como los nuevos bloques regionales que se están configurando
alrededor de los polos de una Tríada, en la que predomina la superpotencia estadouni-
dense y se sitúan en un segundo plano la Unión Europea y Japón. Es precisamente la
constatación de que la mayoría de los gobiernos «nacionales» no tienen ya un poder de
decisión sobre cuestiones centrales como la política económica o la crisis ecológica
una de las razones principales que explican la emergencia de unos movimientos socia-
les que, desafiando las respuestas en esos ámbitos y comprobando la necesidad de ir
«más allá» de sus fronteras estatales, empiezan a ver con «gafas globales» sus pro-
blemas nacionales o locales.
Dentro, pues, de este contexto en notable mutación se está conformando una nueva
estructura de oportunidad política transnacional, la cual presenta nuevas constricciones
y nuevas posibilidades o «ventanas» para la extensión de movimientos sociales que
puedan poner en cuestión las políticas que se propugnan por parte de esas institucio-
nes y/o «corporaciones» también transnacionales. En ese proceso de cambio la con-
memoración del 50 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos en
1998 puede ser vista también como otro punto de inflexión a partir del cual va exten-
diéndose un nuevo debate sobre la conciencia de ciudadanía global y la necesidad
consiguiente de globalizar el conjunto de las sucesivas generaciones de derechos por
encima de la soberanía de los Estados; todo ello está reflejándose ya no sólo en la
redefinición de conceptos como «crímenes contra la humanidad» o en la puesta en pie
de un Tribunal Penal Internacional sino también en la presión para que derechos civiles,
políticos y sociales básicos sean considerados derechos fundamentales de todos los
seres humanos en cualquier parte del planeta. Esta dinámica encuentra su ejemplo
más visible en la evolución de una organización como Amnistía Internacional y en su
opción reciente por poner el acento en la defensa de los derechos sociales y económi-
cos frente a las desigualdades agravadas por la «globalización», especialmente ante
fenómenos crecientes como las migraciones transnacionales y las poblaciones «des-
plazadas» de sus países de origen.
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de esas instituciones, con mayor razón cuando se produce un proceso paralelo de
crisis del Estado social y del modelo de integración del mundo del trabajo, de las
mujeres y de la juventud a través del empleo estable.
Es obvio que esa «desafección» tiene que ver, aunque no sólo, con las tendencias
antes descritas, las cuales contribuyen a hacer más visible la concentración de pode-
res económicos, políticos y mediáticos en una minoría del planeta cuya transparencia
y control escapa a la gran mayoría de la ciudadanía. En ese marco se puede entender
mejor las posibilidades contradictorias que se ofrecen a los movimientos sociales: «por
un lado, se debilita su capacidad de presentar sus demandas a su propio Estado; por
otro, se ofrecen nuevas oportunidades y recursos para influir en los actores estatales y
no estatales». En efecto, la conciencia de que la esfera de la política sustantiva (politics)
se encuentra fuera del ámbito estatal puede provocar cierta frustración ciudadana,
pero simultáneamente la verificación de que las «políticas» (policies) concretas se
manifiestan de forma similar en distintos países empuja a la coordinación y a la con-
frontación o al diálogo con instituciones, grupos de interés o los mismos gobiernos
para que también actúen a escala regional o global.
Otro elemento también nuevo a destacar es que la interacción entre las redes de
poderes transnacionales y las de los movimientos sociales se plantea dentro de un
marco de referencia distinto al que pudo caracterizar etapas históricas anteriores. Así,
si el viejo contexto de la política daba un peso determinante a la dinámica de conflicto
entre cada movimiento y el Estado nacional respectivo, ahora la complejidad y la rela-
ción de fuerzas tan desigual entre los principales actores en liza conducen a hablar en
términos de redes de poderes y de resistencias (es decir, en plural) en marcos regiona-
les y/o globales, sin que aparezca en el horizonte una idea de confrontación por la toma
de un poder político cuya sede espacial aparece ahora mucho más difusa. Probable-
mente, el primer discurso alternativo que empezó a captar ese redimensionamiento de
la política (al igual que la necesidad de un nuevo lenguaje y de un uso distinto de las
75
nuevas tecnologías de la comunicación) haya sido el del EZLN, al poner el acento en su
aspiración a desarrollar una «contra hegemonía» y un nuevo internacionalismo rebelde
y anticapitalista, pero no «revolucionario», al menos en el sentido en que pudieron
entenderlo la mayoría de los movimientos del siglo XX. Ese cambio de coordenadas
explica también las dificultades que van a tener en esta nueva fase de la humanidad
unos movimientos construidos a partir de unas identidades de resistencia para poder
dar el salto hacia «identidades-proyecto» capaces de articular nuevos bloques sociales
y de reformular nuevos horizontes utópicos.
76
Cabe por tanto la hipótesis de que en el futuro, junto a las escalas global y nacional-
estatal, los avances en la construcción de bloques interestatales fomenten a su vez la
tendencia ya iniciada en estos movimientos a dar una creciente importancia a la actua-
ción en estos nuevos ámbitos, puesto que también en ellos se va configurando una
estructura de oportunidad política relativamente autónoma. En realidad, esto es lo que
está ocurriendo ya en el marco de la Unión Europea, en donde existen redes específi-
cas y es frecuente la organización de actividades y Foros a esa escala con ocasión de
las «cumbres» de los representantes de gobiernos de los países miembros.
Esa «batalla» fue también un ejemplo de la tesis antes expuesta, ya que no se podía
plantear en un contexto nacional-estatal por varias razones, tal como argumenta Jackie
Smith: «Primero, para los ciudadanos de países con pequeños mercados y poco poder
económico, intentar influir en las políticas domésticas es inútil porque sus gobiernos
tienen poco peso en las negociaciones internacionales. Segundo, en países como EEUU
(al igual que en las instituciones económicas globales), las políticas económicas son
consideradas decisiones técnicas y no políticas (...). Tercero, el acuerdo de la OMC
suponía promover decisiones clave para los debates de política nacional».
Habría que recordar, sin embargo, que ya antes de Seattle hubo un precedente
significativo: la paralización del AMI (Acuerdo Multilateral sobre Inversiones) a media-
77
dos de 1998. El texto del borrador de ese acuerdo, elaborado en 1995, no fue conocido
por la opinión pública hasta 1997, cuando la organización Public Citizen de Estados
Unidos y el mensual Le Monde Diplomatique se atrevieron a publicarlo, pero en poco
tiempo se generó una amplia presión ciudadana que logró finalmente del gobierno fran-
cés su oposición al mismo, pese a que luego ha sido reconvertido en una serie de
convenciones bilaterales y en las propuestas de la OMC. Este fue sin duda un primer
éxito que dio autoconfianza en el «movimiento de movimientos» que se fue coordinan-
do a través de Internet y de algunas publicaciones afines al mismo y que convergió en
Seattle.
Lo que parece innegable es que estos movimientos están estableciendo una nueva
relación entre lo social, lo político y lo cultural y, lo que es más importante, han obliga-
do ya a modificar la «agenda» política y mediática de los estrategas de los grandes
poderes transnacionales, cuya «retórica» ha tenido que ir cambiando, reconociendo así
78
la capacidad de esos movimientos para hacer visibles los que en lenguaje oficial se
llaman «efectos perversos de la globalización». Esta tensión entre la confrontación y el
diálogo parece que va a ser la tónica en un período en el que las situaciones de riesgo
y de crisis sociales y políticas tienden a aumentar en muchos lugares del mundo. En
esa interacción entre «los de arriba» y «los de abajo» es posible observar cierta evolu-
ción, ya que en un corto lapso de tiempo se ha pasado de la negativa a reconocer
representatividad a estos movimientos por parte de los responsables de las institucio-
nes financieras internacionales, de organizaciones como la OMC o del G-8, a aceptar e
incluso proponer- debates públicos con los mismos. No obstante, los pasos dados en
Quebec, Gotemburgo, Barcelona y, sobre todo, Génova parecen anunciar una nueva
fase en la que la pretensión de asociar a estos movimientos con acciones violentas
aisladas puede estar al servicio de su deslegitimación ante la opinión pública.
Dentro de una estrategia orientada a hacer visibles el malestar y los conflictos laten-
tes con el fin de ir construyendo nuevas subjetividades colectivas con una vocación
más o menos antagonista, estos movimientos se ven obligados a hacer política no
institucional que obliga a su vez a los partidos a redefinirse ante los temas que aqué-
llos plantean: las políticas de ajuste estructural y la deuda externa en el Sur, el control
de los movimientos financieros de capital y el impuesto Tobin, el control ciudadano de
las instituciones financieras internacionales y de la OMC, la lucha contra el cambio
climático, la precariedad laboral y el reparto del trabajo, la Renta Básica o la aspiración
a una «soberanía alimentaria» y el no a los transgénicos son sólo algunos ejemplos de
problemas y demandas que están hoy de actualidad dentro de un nuevo estadio en el
que, tras el Foro de Porto Alegre, se apuesta por que «Otro mundo es posible».
Todo lo expuesto hasta ahora no significa concluir que nos encontramos ante un
movimiento de movimientos que cuente ya con un arraigo social notable en los países
del Centro. Al menos por ahora, ésa es todavía una tarea pendiente en la mayoría de
ellos, ya que se mantiene una notable distancia entre, por un lado, la simpatía potencial
con la que pueden contar y, por otro, el grado de vinculación y organización alcanza-
dos. Es en este terreno donde, como se ha apuntado en algunas reflexiones, «el peligro
estriba en que el movimiento cristalice en una acción volcada hacia el entorno exterior,
estructurada a partir de acciones globales que resultan epidérmicas para los que no
participan en ellas y alejada de las cuestiones de la vida local».
79
acuerdos de liberalización comercial; 2. Una actitud confrontativa, ya que no pensamos
que el lobbying (cabildeo) pueda tener mayor impacto en organizaciones tan partidistas
y anti-democráticas, en las cuales el capital transnacional es el único que hace política
verdaderamente; 3. Una llamada a la desobediencia civil no violenta y a la construcción
de alternativas locales por la gente local, como respuestas a la acción de gobiernos y
corporaciones; 4. Una filosofía basada en la descentralización y la autonomía». En
resumen, AGP ha aglutinado hasta ahora a los sectores más críticos del capitalismo
global y no sólo de su versión neoliberal. Pero, puesto que nos queremos referir funda-
mentalmente a los países del «Centro», tiene especial interés el peso que ha tenido
hasta fechas recientes dentro de esa red la organización británica Reclaim the Streets,
ya que constituye un ejemplo de radicalización de un sector vinculado al ecologismo y
de composición predominantemente juvenil que se ha ido extendiendo a otros países
como Italia (con Tute bianche/Ya Basta) en los últimos años.
También cabría mencionar, entre las diversas organizaciones que están surgiendo, a
las redes coordinadas de grupos de mujeres a partir de la Marcha Mundial de Mujeres,
a las que aglutinan a las organizaciones campesinas más activas en Vía Campesina o,
más recientemente, a la que abarca diversos medios de contrainformación en Indymedia.
Así mismo, tienen especial relevancia grupos de reflexión y propuestas como Focus on
Global South, cuyo portavoz más conocido es Walden Bello, que centra su atención en
el sudeste asiático, Corporate Europe Observer, dedicado al seguimiento de los grupos
empresariales en el ámbito europeo, o el Observatorio sobre las Transnacionales.
80
ATTAC tiene especial interés ya que surge en Francia en junio de 1998 para pasar
luego a constituirse como «Movimiento internacional para el control democrático de los
mercados financieros y de sus instituciones» en diciembre del mismo año, existiendo
ya actualmente en alrededor de 30 países. Su lema general («Se trata simplemente de
reapropiarnos, todos unidos, del porvenir de nuestro mundo») expresa ya la amplitud
de miras de su discurso crítico de la «globalización», lo que no impide que ponga el
acento en la exigencia de medidas concretas como el Impuesto Tobin, la desaparición
de los paraísos fiscales o la anulación de la deuda externa pública del Tercer Mundo; en
su plataforma internacional decidió adoptar una forma de organización basada en una
«red sin estructuras jerárquicas ni centro geográfico». Como resume uno de sus
animadores, «Desde el comienzo, la batalla por la Tasa Tobin se ha inscrito en una
perspectiva democrática (reafirmación de la primacía de la política frente a la dictadura
de los mercados), pedagógica y militante (puesta al día y crítica de los mecanismos
financieros del liberalismo), social (gravamen del capital y no del trabajo), solidaria
(utilización del ingreso de este impuesto para reducir las desigualdades, en particular
Norte-Sur), antiespeculativa (limitación de los movimientos especulativos de capitales)».
Los rasgos antes descritos tienen también sus manifestaciones en el caso español,
en donde sin embargo sigue constatándose un menor «capital social» y un menor
grado de participación no convencional en relación con la media de países de la UE.
Pese a esas limitaciones, nos encontramos igualmente con una diversidad de organi-
81
zaciones, redes y corrientes que aspiran a vertebrar movimientos contra la «globaliza-
ción» neoliberal: así, mientras que unos ponen el acento en la mera resistencia a
políticas parciales, otros apuntan a objetivos más concretos (deuda externa, tributo
Tobin, crítica de las instituciones financieras internacionales...) y otros, en fin, apues-
tan por la reconstrucción de un anticapitalismo global.
Tras esta sucinta descripción de la realidad y fuerza alcanzadas por estos movi-
mientos en el «Centro», no podemos obviar las debilidades y carencias que todavía les
caracterizan. Estas han sido y son todavía notables en lo que se refiere a la composi-
82
ción social e interétnica: en la misma «batalla de Seattle» aparecieron ya voces llaman-
do la atención sobre la ausencia de población negra o afroamericana en las manifesta-
ciones; también en lo que afecta a la población inmigrante, su presencia en las accio-
nes realizadas ha sido muy limitada, siendo en Génova donde por primera vez se ha
podido observar una presencia significativa; en cuanto a la participación de las organi-
zaciones sindicales, si bien en Seattle fue importante, no ha sido así en la mayoría de
las movilizaciones desarrolladas posteriormente. Esto último constituye un déficit im-
portante, ya que, al margen de la opinión que se pueda tener sobre la práctica que
desarrollan la mayoría de los sindicatos, éstos siguen siendo unas estructuras con un
número y una proporción de afiliación enormemente superior a la que tienen las princi-
pales redes de los movimientos «antiglobalización». No obstante, conviene indicar que
ya en Génova parece anunciarse una nueva relación con sectores del movimiento
obrero organizado.
Estas limitaciones tienen que ver también con los cambios mencionados más arriba
y que afectan a la difícil reubicación de la relación a establecer entre lo global, lo
nacional-estatal y lo local. El peso de la dimensión transnacional no debería hacer
olvidar que las políticas denunciadas tienen manifestaciones concretas en las distintas
partes del planeta y que tampoco son ajenos a las mismas los poderes estatales y
locales. Es en estos ámbitos donde estos movimientos parecen empezar a ser cons-
cientes de su retraso en poner en práctica lo que se ha dado en llamar lo «glocal».
83
III. Después de Génova
Es este último hecho, precedido por una semana de debates y actividades pacíficas
diversas, el que ha quedado inicialmente desdibujado ante la opinión pública internacio-
nal, pero que sin duda ha demostrado que este movimiento ha dejado de ser una «nube
de mosquitos» para empezar a estar más cerca de ser una amplia coalición de fuerzas
transversal y transgeneracional con expectativas razonables de tejer unos lazos sóli-
dos en sociedades como la italiana. En palabras de Vittorio Agnoletto, portavoz del Foro
Social de Génova (que agrupaba a más de 400 organizaciones), «el movimiento ha
conseguido imponerse como sujeto político autónomo en la escena italiana; ha sido
capaz de poner en el centro del debate político, de la agenda parlamentaria y de la
opinión pública sus propios contenidos, conjugando la protesta con una fuerte capaci-
dad propositiva (...). El Foro ha logrado el milagro de haber conseguido construir una
representación política unitaria y un movimiento plural, manteniendo juntas asociacio-
nes, centros sociales, sindicatos, ONG y fuerzas políticas que generalmente, en la
vida cotidiana, no tienen entre ellas relaciones de colaboración regular. Una capacidad
común de acción que se apoya en una base programática suficientemente sólida, pero
también en un común sentimiento sobre las formas de lucha: la opción pacífica, no
violenta, y la desobediencia civil han constituido un importante y no ideológico punto de
llegada en una elaboración colectiva». Efectivamente, la diversidad de organizaciones
par ticipantes ha abarcado desde las estructuras del propio movimiento
«antiglobalización» (como Attac, Marcha de Mujeres Globalized Resistance o Tute
Bianche) hasta la Red Lilliput, basada en grupos católicos, pasando por organizaciones
sindicales, culturales y ONGs (como Jubileo Sur o «Médicos sin Fronteras») o grupos
políticos de izquierda alternativa. Cabe no obstante hacer la salvedad de que el sector
llamado «Bloque Negro» se hallaba fuera de esa plataforma unitaria y que su apuesta
por la acción directa violenta le diferenciaba del grueso del movimiento; la búsqueda del
diálogo con el mismo y de un nuevo consenso para la acción que impida la reedición de
una «estrategia de tensión» aparece como uno de los principales retos en esta nueva
etapa.
84
llegado a afirmar que en la ciudad italiana ha nacido la «generación Giuliani». Su posi-
ble confluencia con la juventud que participa en las diferentes revueltas que se están
produciendo en países del «Sur» podría contribuir a generalizar ese proceso de
radicalización a escala planetaria, dotándola de una subjetividad común antagonista
difícilmente canalizable en unas sociedades cuyo «viejo» modelo de integración, como
ya se ha recordado antes, a través del empleo estable está en claro retroceso.
Finalmente, a raíz de las jornadas de Génova también parece haberse iniciado una
nueva confrontación discursiva y simbólica: la de los dos principales contendientes, el
G-8 por un lado y el «movimiento de movimientos» por otro, para ganar a la opinión
pública a sus propuestas y a sus críticas respectivas. El debate sobre la legitimidad de
la violencia (la de los manifestantes y la policial) ha dado paso muy pronto al que gira
en torno a las libertades fundamentales, a la democracia y a las políticas neoliberales,
poniéndose así en primer plano la constatación de la desafección ciudadana creciente
que aparece respecto a los regímenes democráticos realmente existentes y la búsque-
da de nuevas formas de democracia participativa y de reparto de la riqueza. No hace
falta insistir en que dentro de este nuevo escenario la influencia que en los medios de
comunicación ejerzan los principales actores va a ser fundamental para inclinar la
balanza en uno u otro sentido.
En segundo lugar, esta nueva dinámica de conflicto y de acción colectiva está estre-
chamente unida a las mutaciones que se producen en la relación entre lo global, lo
nacional-estatal y lo local. Aunque esto exige matizaciones en función de las regiones,
países y ciudades, es fácilmente visible la tendencia a reconocer a las instituciones
financieras internacionales, las empresas multinacionales y las organizaciones
interestatales como protagonistas de las grandes decisiones, mientras que respecto a
los poderes estatales y locales los movimientos pueden mantener dos tipos de actitu-
des: la del rechazo abierto ante su subordinación a los actores antes mencionados, por
un lado, y la del emplazamiento a aquéllos para que asuman la aplicación de medidas
concretas alternativas, por otro. Como ya se ha indicado antes, los marcos
macrorregionales pueden ser también nuevos contextos para plantear demandas e
iniciativas que lleguen a contar con mayorías sociales dispuestas a desafiar a la «glo-
balización» actual como algo inevitable.
85
transnacionales. Esto se refleja en la competencia abierta entre unos y otros actores
por la modificación de la «agenda» política, así como en los esfuerzos por obtener
mayor capacidad para llegar a una ciudadanía potencialmente sensibilizada ante deter-
minados «males» resaltados por los movimientos como consecuencias negativas de la
«globalización». En ese clima general el problema de la violencia aparece
sobredimensionado desde los poderes públicos y algunos medios de comunicación y
constituye un factor potencial de división de un movimiento que, sin embargo, parece
seguir aspirando a funcionar con el mayor grado de consenso interno y a buscar formas
de acción y, si es necesario, de desobediencia civil y social compatibles con su voca-
ción de fomentar una amplia participación ciudadana en torno a sus iniciativas.
Por último, conviene volver a insistir en que la corta vida de estos movimientos no
permite todavía ofrecer un pronóstico suficientemente fundamentado de cuáles pueden
ser sus tendencias de evolución en el próximo período, especialmente en los países
del «Centro». En cualquier caso, y más allá de los flujos y reflujos que puedan conocer
en sus ciclos de protesta, sí cabe indicar que no se vislumbra en el horizonte un
cambio de rumbo en el camino que sigue la globalización neoliberal por ellos denuncia-
da; por consiguiente, existen razones suficientes para pensar que nos encontramos
ante un fenómeno duradero y no efímero y, por tanto, ante la continuidad de una línea de
fractura que ha de tener sus repercusiones en una probable profundización de la crisis
de las democracias representativas y de sus mediaciones políticas especialmente de
los partidos políticos-, así como en la búsqueda de nuevas formas de «gobernanza»
mundial capaces de superar el déficit de legitimidad que sufre el actual proceso de
globalización. Esto último obligará a su vez al «movimiento de movimientos» a ser no
sólo reactivo frente a los distintos motivos de protesta sino también proactivo en cuan-
to a las propuestas alternativas a emprender.
(*) UNED. (VII Congreso Español de Sociología. Grupo de Trabajo 27: Movimientos
sociales y acción colectiva, Sesión 3ª, Salamanca, septiembre 2001)
86
cambió». En estos días también se llevó a cabo el foro de Cancún, las reuniones
ministeriales de la Organización Mundial de Comercio, por lo que inevitablemente ates-
tiguamos las tradicionales protestas, algunas muy violentas, de los llamados
«globalifóbicos».
El argumento a favor del comercio internacional es, precisamente, que una de las
formas concretas de atacar los niveles de pobreza es por medio de ampliar el inter-
cambio de bienes y servicios más allá de las fronteras nacionales. Un individuo no
puede producir todo; nadie es una entidad «autosuficiente». Por lógica, un país tampo-
co puede ser totalmente autosuficiente.
Según The Economist, los globalifóbicos tienen razón en dos cosas: el problema
más importante de nuestra generación es la superación de la pobreza y, a pesar del
papel de la globalización como motor económico, la tendencia se puede revertir. Por
ello, sin un proyecto de comunicación estructurado, la corriente globalifóbica podría, a
la postre, alcanzar su radical cometido autárquico, lo cual sería letal para las socieda-
des que anhelan superar el subdesarrollo.
15 de septiembre de 2003
87
GLOBALIZACIÓN Y ANTIGLOBALIZACIÓN
Manuel Castells (*)
88
construyendo un Estado red en el que los Estados nacionales se encuentran con insti-
tuciones supranacionales como la Unión Europea o clubes de decisión como el G-8 o
instituciones de gestión como el FMI para tomar decisiones de forma conjunta. Lejos
queda el espacio nacional de representación democrática, mientras que los espacios
locales se construyen como resistencia más que como escalón participativo. De he-
cho, los Estados nacionales no sufren la globalización, sino que han sido sus principa-
les impulsores, mediante políticas liberalizadoras, convencidos como estaban y como
están de que la globalización crea riqueza, ofrece oportunidades y, al final del recorri-
do, también les llegarán sus frutos a la mayoría de los hoy excluidos.
El problema para ese horizonte luminoso es que las sociedades no son entes sumi-
sos susceptibles de programación. La gente vive y reacciona con lo que va percibiendo
y, en general, desconfía de los políticos. Y, cuando no encuentra cauces de información
y de participación, sale a la calle. Y así, frente a la pérdida de control social y político
sobre un sistema de decisión globalizado que actúa sobre un mundo globalizado, surge
el movimiento antiglobalización, comunicado y organizado por Internet, centrado en
protestas simbólicas que reflejan los tiempos y espacios de los decididores de la glo-
balización y utilizan sus mismos cauces de comunicación con la sociedad: los medios
informativos, en donde una imagen vale más que mil ponencias.
¿Qué es ese movimiento antiglobalización? Frente a los mil intérpretes que se ofre-
cen cada día para revelar su esencia, los investigadores de los movimientos sociales
sabemos que un movimiento es lo que dice que es, porque es en torno a esas banderas
explícitas donde se agregan voluntades. Sabemos que es muy diverso, e incluso con-
tradictorio, como todos los grandes movimientos. Pero ¿qué voces salen de esa diver-
sidad? Unos son negros, otros blancos, otros verdes, otros rojos, otros violeta y otros
etéreos de meditación y plegaria. Pero ¿qué dicen? Unos piden un mejor reparto de la
riqueza en el mundo, rechazan la exclusión social y denuncian la paradoja de un ex-
traordinario desarrollo tecnológico acompañado de enfermedades y epidemias en gran
parte del planeta. Otros defienden al planeta mismo, a nuestra madre Tierra, amenaza-
da de desarrollo insostenible, algo que sabemos ahora precisamente gracias al progre-
so de la ciencia y la tecnología. Otros recuerdan que el sexismo también se ha
globalizado. Otros defienden la universalización efectiva de los derechos humanos.
Otros afirman la identidad cultural y los derechos de los pueblos a existir más allá del
hipertexto mediático. Algunos añaden la gastronomía local como dimensión de esa
identidad. Otros defienden los derechos de los trabajadores en el norte y en el sur. O la
defensa de la agricultura tradicional contra la revolución genética. Muchos utilizan algu-
nos de los argumentos señalados para defender un protecteccionismo comercial que
limite el comercio y la inversión en los países en desarrollo. Otros se declaran abierta-
mente antisistema, anticapitalistas desde luego, pero también anti-Estado, renovando
los vínculos ideológicos con la tradición anarquista que, significativamente, entra en el
siglo XXI con más fuerza vital que la tradición marxista, marcada por la práctica histó-
rica del marxismo-leninismo en el sigloXX. Y también hay numerosos sectores intelec-
tuales de la vieja izquierda marxista que ven reivindicada su resistencia a la oleada
neoliberal. Todo eso es el movimiento antiglobalización. Incluye una franja violenta,
minoritaria, para quien la violencia es necesaria para revelar la violencia del sistema.
Es inútil pedir a la gran mayoría pacífica que se desmarque de los violentos, porque ya
89
lo han hecho, pero en este movimiento no hay generales y aun menos soldados. Tal vez
sería más productivo para la paz pedir a los gobiernos que se desmarquen de sus
policías violentos, ya que, según observadores fiables de las manifestaciones de Bar-
celona y Génova, la policía agravó la confrontación. No se puede descartar que algu-
nos servicios de inteligencia piensen que la batalla esencial está en ganar la opinión
pública y que asustar al pueblo llano con imágenes de feroces batallas callejeras puede
conseguir socavar el apoyo a los temas del movimiento antiglobalización. Vano intento,
pues, en su diversidad, muchos de esos mensajes están calando en las mentes de los
ciudadanos, según muestran encuestas de opinión en distintos países.
Dentro de esa diversidad, si un rasgo une a este movimiento es tal vez el lema con
el que se convocó la primera manifestación, la de Seattle: ‘No a la globalización sin
representación’. O sea, que, antes de entrar en los contenidos del debate, hay una
enmienda a la mayor, al hecho de que se están tomando decisiones vitales para todos
en contextos y en reuniones fuera del control de los ciudadanos. En principio, es una
acusación infundada, puesto que la mayoría son representantes de gobiernos demo-
cráticamente elegidos. Pero ocurre que los electores no pueden leer la letra pequeña (o
inexistente) de las elecciones a las que son llamados cada cuatro años con políticos
que se centran en ganar la campaña de imagen y con gobiernos que bastante trabajo
tienen con reaccionar a los flujos globales y suelen olvidarse de informar a sus ciuda-
danos. Y resulta también que la encuesta que Kofi Annan presentó en la Asamblea del
Milenio de Naciones Unidas señala que 2/3 de los ciudadanos del mundo (incluyendo
las democracias occidentales) no piensan que sus gobernantes los representen. De
modo que lo que dicen los movimientos antiglobalización es que esta democracia, si
bien es necesaria para la mayoría, no es suficiente aquí y ahora. Así planteado el
problema, se pueden reafirmar los principios democráticos abstractos, mientras se
refuerza la policía y se planea trasladar las decisiones al espacio de los flujos inmate-
riales. O bien se puede repensar la democracia, construyendo sobre lo que consegui-
mos en la historia, en el nuevo contexto de la globalización. Que se haga una u otra
cosa depende de usted y de muchos otros como usted. Y depende de que escuchemos,
entre carga policial e imagen de televisión, la voz plural, hecha de protesta más que de
propuesta, que nos llega del nuevo movimiento social en contra de esta globalización.
(*) El País, 24-7-2001
Nuestro mundo y nuestras vidas están siendo transformados por dos tendencias
opuestas: la globalización de la economía y la identificación de la sociedad. Sometido a
tremendas presiones contradictorias, desde arriba y desde abajo, el Estado nación, tal
y como se constituyó en Europa en los últimos tres siglos, exportándose luego al resto
del mundo, ha entrado en una crisis profunda. Crisis de operatividad: ya no funciona. Y
crisis de legitimidad: cada vez menos gente se siente representada en él y mucha
menos gente aún está dispuesta a morir por una bandera nacional, de ahí el rechazo
90
generalizado al servicio militar. Incluso en los Estados fundamentalistas o en los nacio-
nalismos radicales que proliferan en el planeta, la idea es la sumisión del Estado a un
ideal superior que trasciende al Estado: para el islamismo, por ejemplo, el marco de
referencia es la umma, la comunidad de los fieles por encima de las fronteras. El
Estado nación basado en la soberanía de instituciones políticas sobre un territorio y en
la ciudadanía definida por esas instituciones es cada vez más una construcción obsoleta
que, sin desaparecer, deberá coexistir con un conjunto más amplio de instituciones,
culturas y fuerzas sociales. Las consecuencias de dicho fenómeno son enormes, puesto
que todas nuestras formas políticas de representación y de gestión están basadas en
esa construcción que empieza a desvanecerse detrás de su todavía imponente facha-
da. ¿Por qué esa crisis? ¿Y hasta qué punto la negación del Estado no es una nueva
exageración del neoliberalismo, feliz de anunciar la apertura definitiva de las puertas al
campo del mercado?
El Estado nación parece, en efecto, cada vez menos capaz de controlar la globaliza-
ción de la economía, de los flujos de información, de los medios de comunicación y de
las redes criminales. La unificación electrónica de los mercados capitales y la capaci-
dad de los sistemas de información para transferir enormes masas de capital en cues-
tión de segundos hacen prácticamente imposible que los Estados y sus bancos centra-
les decidan sobre el comportamiento de los mercados financieros y monetarios, algo
reiteradamente demostrado en las crisis monetarias de la Unión Europea desde 1992 y
en el sureste asiático en 1997. Pero hay más. Al perder control sobre los flujos de
capital, los Estados tienen cada vez mayores dificultades para cobrar sus impuestos y,
en realidad, en la mayoría de los países, están reduciendo la presión fiscal sobre el
capital, reduciendo por tanto los recursos disponibles para su política. Teniendo en
cuenta la creciente disparidad entre recursos y gastos del Estado, los Gobiernos han
recurrido al endeudamiento en el mercado internacional de capitales, siendo por tanto
cada vez más dependientes del comportamiento de dicho mercado. Así, por ejemplo,
entre 1980 y 1993, la deuda exterior del Gobierno, en porcentaje del PIB, se dobló en
Estados Unidos y se multiplicó por cinco en Alemania, aumentando también, aunque en
menores proporciones, en otros países como el Reino Unido y España. Japón es la
excepción, pero simplemente porque el Gobierno japonés tiene mayor dependencia
financiera que cualquier país, aunque en su caso es de los bancos japoneses, los
cuales a su vez dependen del excedente comercial de las empresas de su keiretsu.
Aunque en la Unión Europea se ha hecho un esfuerzo notable para reducir la deuda
pública con el fin de cumplir los criterios del euro, la reducción no ha disminuido la
dependencia de la financiación exterior, y es de prever que, una vez asumido el euro, la
integración de mercados financieros internacionales aumentará aún más el papel de la
deuda exterior en la financiación de los gastos del Estado. Por otra parte, la
internacionalización de la producción y la creciente importancia del comercio exterior
en el comportamiento de la economía disminuyen asimismo la capacidad de los Go-
biernos para intervenir en la misma, exceptuando las inversiones en infraestructura y
educación. En la Unión Europea el proceso de pérdida de soberanía es aún más paten-
te. Para no ser marginados de la competencia internacional, los Estados europeos
decidieron, probablemente con razón, aunar sus fuerzas, pero al hacerlo han eliminado
los últimos restos de soberanía económica. Con una moneda única, un Banco Central
Europeo y mercados integrados, no pueden darse políticas económicas nacionales.
91
Incluso los presupuestos de cada país tendrán márgenes muy estrechos entre las
obligaciones históricamente contraídas (tales como seguridad social), los criterios de
los mercados financieros y la armonización con los criterios europeos.
Ante tales amenazas, los Estados nación han reaccionado, por un lado, aliándose
entre ellos; por otro lado, reverdeciendo los laureles del Estado mediante la descentra-
lización autonómica y municipal. La Unión Europea representa el proceso más avanza-
do en ambas direcciones. La defensa europea es, en la práctica, una cuestión de la
OTAN. La política exterior, con matices, y cuando existe, se define en el ámbito europeo
y atlántico a través de un proceso multilateral. Los grandes problemas planetarios,
tales como el medio ambiente, los derechos humanos, el desarrollo compartido, se
abordan en foros internacionales como las Naciones Unidas y, crecientemente, en
organizaciones no gubernamentales: Greenpeace o Amnistía Internacional han hecho
mucho más por nuestro mundo que cualquier asamblea de Estados.
Por otro lado, la mayor parte de los problemas que afectan a la vida cotidiana, a
saber, la educación, la sanidad, la cultura, el deporte, los equipamientos sociales, el
transporte urbano, la ecología local, la seguridad ciudadana y el placer de vivir en
nuestro barrio y en nuestra ciudad, son competencia y práctica de las entidades loca-
les y autonómicas. De ahí la importancia histórica del nuevo esfuerzo descentralizador
de Blair en el Reino Unido, uno de los países europeos más centralizados hasta ahora.
La identidad de la gente se expresa cada vez más en un ámbito territorial distinto del
Estado nación moderno: con fuerza como en el caso de Cataluña, Euskadi o Escocia,
naciones sin Estado, o con acentos más matizados como en el caso de identidades
locales o regionales en casi toda Europa; pero, en cualquier, caso con mayor apego y
92
legitimidad que las identidades históricas constituidas, aunque probablemente Francia
sea la excepción, como prueba la eficacia del Estado jacobino republicano en la exter-
minación de las culturas históricas; por eso son los franceses los que más sufren la
adaptación a la globalización, porque la inoperancia de su Estado nación no puede
resolverse con el recurso a una red flexible de administraciones locales ancladas en
identidades culturales.
Aunque las formas del Estado nación persisten, su contenido y su práctica se han
transformado ya profundamente. Al menos en el ámbito de la Unión Europea (y yo
argumentaría que también en el resto del mundo), hemos pasado a vivir en una nueva
forma política: el Estado red. Es un Estado hecho de Estados nación, de naciones sin
Estado, de Gobiernos autónomos, de ayuntamientos, de instituciones europeas de todo
orden -desde la Comisión Europea y sus comisarios al Parlamento Europeo o el Tribu-
nal Europeo, la Auditoría Europea, los Consejos de Gobierno y las comisiones especia-
lizadas de la Unión Europea- y de instituciones multilaterales como la OTAN y las
Naciones Unidas. Todas esas instituciones están además cada vez más articuladas en
redes de organizaciones no gubernamentales u organismos intermedios como son la
Asociación de Regiones Europeas o el Comité de Regiones y Municipios de Europa. La
política real, es decir, la intervención desde la Administración pública sobre los proce-
sos económicos, sociales y culturales que forman la trama de nuestras vidas, se desa-
rrolla en esa red de Estados y trozos de Estado cuya capacidad de relación se
instrumenta cada vez más en base a tecnologías de información. Por tanto, no estamos
ante el fin del Estado, ni siquiera del Estado nación, sino ante el surgimiento de una
forma superior y más flexible de Estado que engloba a las anteriores, agiliza a sus
componentes y los hace operativos en el nuevo mundo a condición de que renuncien al
ordeno y mando. Aquellos Gobiernos, o partidos, que no entiendan la nueva forma de
hacer política y que se aferren a reflejos estatistas trasnochados serán simplemente
superados por el poder de los flujos y borrados del mapa político por los ciudadanos
tan pronto su ineficacia política y su parasitismo social sea puesto de manifiesto por la
experiencia cotidiana. O sea, regularán himnos nacionales para que sean obligatorios y
luego añadirán «excepto cuando proceda». No estamos en el fin del Estado superado
por la economía, sino en el principio de un Estado anclado en la sociedad. Y como la
sociedad informacional es variopinta, el Estado red es multiforme. En lugar de mandar,
habrá que navegar.
93
Ejercicio Autoevaluación
6- Navegue por Internet y busque mayor información sobre organizaciones que estu-
dian a la Globalización y páginas de movimientos antiglobalización, céntrese en
los aspectos que son estudiados sobre este proceso, el origen de las diferentes
organizaciones, sus postulados.
7- ¿Cuáles podrían ser los medios necesarios para hacer del actual proceso de
globalización uno que sea más eficiente y equitativo?
94
UNIDAD II
LAS CIVILIZACIONES COMO ACTORES INTERNACIONALES
INTRODUCCIÓN
“El choque de civilizaciones”. Así se titula la obra del profesor Samuel Phillips
Huntington, actual catedrático de Harvard, que ha tenido similar éxito a la del profesor
Francis Fukuyama acerca de El fin de la historia. Ambos libros han sido precedidos por
artículos del mismo título, publicados en la revista norteamericana Foreign Affairs.
El libro de Huntington, es mucho más exhaustivo que su artículo inicial. Coincide con
los análisis de Spengler, en su célebre obra La decadencia de Occidente, y, asimismo,
con los textos de Toynbee acerca de los ciclos históricos civilizatorios. Huntington se
remonta al origen de las diversas civilizaciones históricas y, después de describirlas
con detalle, llega a la conclusión de que la civilización occidental está perdiendo peso
numérico demográfico, poderío económico y poderío militar. Todo ello, confirmado con
las diversas estadísticas que utiliza. Resultan muy interesantes, tanto los datos que
utiliza como los argumentos que maneja. No obstante, se le podría reprochar el
unilateralismo de su tesis.
La escritora italiana Oriana Fallaci publicó luego de los atentados del 11 de setiem-
bre del 2001 en el periódico italiano Il Corriere della Sera, una serie de tres artículos en
que apoyaba la tesis de Huntington. Fallaci plantea que estamos ante una guerra en la
que no se combate por el territorio, sino por los valores, por una forma de vida. Pero así
como los defensores del islamismo están siendo preparados para esa yihad, Fallaci
cree que Occidente infravalora el poder de destrucción de esa civilización, e insta a los
ciudadanos a tomar conciencia de esa amenaza.
95
gentes de otras culturas, de otras razas, de otras religiones, en su territorio. Cuando se
pervierte su significado, los valores de tolerancia, libertad y respeto a la vida privada
se convierten en un arma de doble filo. Como dice Fallaci, «nosotros respetamos su
cultura, pero ellos no respetan la nuestra».
Por su parte Francis Fukuyama realiza una dura crítica al planteo de Huntington
luego de los antentados del terroristas del 11 de septiembre y la respuesta liderada por
los Estados Unidos. Ante la luz del libro de Huntington dice que estos deberían
interpretarse como parte de una lucha más amplia entre civilizaciones, específicamente
entre el islam y Occidente. Y que lo que nosotros, los occidentales, consideramos
derechos humanos universales son un mero producto de la cultura europea, inaplicable
para quienes no compartan esta tradición particular.
De acuerdo a Fukuyama, Huntington se equivocaría por partida doble. Sir V.S. Naipaul,
reciente ganador del Premio Nobel de Literatura, escribió cierta vez un artículo sobre
«Nuestra civilización universal». Allí afirmaba que no sólo son aplicables los valores
occidentales a todas las culturas, sino que él, personalmente, debía sus logros litera-
rios precisamente a esa universalidad, que se adquiere cruzando las fronteras putati-
vas de Huntington.
Establece Fukuyama que casi todos los derechos sustentados a lo largo de la histo-
ria dependen o han dependido de una de estas tres autoridades: Dios, el hombre o la
naturaleza. Pero desde comienzos del Iluminismo, Occidente ha rechazado la fuente de
Dios, o la religión. Aquí el laicismo de la concepción occidental de los derechos consti-
tuye la raíz de la tradición liberal.
Esta parece ser, hoy por hoy, la divisoria principal entre el islam y Occidente porque
muchos musulmanes rechazan el Estado laico. Pero el laicismo occidental emergió
como respuesta a las sangrientas luchas entre sectas cristinas que se daban el los
siglos XVI y XVII. Hobbes, Locke y Montesquieu respondieron a los horrores de la
Guerra de los Treinta Años, y otras contiendas, afirmando que era preciso separar la
religión de la política para asegurar, ante todo y por sobre todo, la paz civil.
El islam enfrenta hoy, para Fukuyama, un dilema similar. Los intentos de fusionar la
política y la religión dividen a los musulmanes tal como dividieron a los cristianos en
Europa. El islam es una religión extremadamente heterogénea que no reconoce ningu-
na fuente absoluta de interpretación doctrinal. El fundamentalismo intolerante es una
alternativa para los musulmanes.
Sobre la segunda fuente, el hombre, o todo lo que una sociedad reconozca como tal
96
por alguna vía constitucional, tampoco es garantía de tendencias liberalizadoras, pues
conduce al relativismo cultural.
Sin embargo , dice Fukuyama que debemos distinguir entre una creencia teórica
en la universalidad de los derechos humanos y el apoyo efectivo y habitual que reciben
en el mundo entero, ya que nuestra «humanidad» compartida se moldea en diversos
entornos sociales y, por ende, nuestra percepción de los derechos difiere.
El compromiso que tiene occidente con los derechos humanos constituye tan sólo
una parte del complejo contexto de una civilización universal, del que no se puede
excluir la comprensión de los otros elementos de las sociedades modernas: la justicia
económica y la democracia política
BIBLIOGRAFÍA:
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES
Samuel P. Huntington (*)
97
amplio de identidad cultural que tienen las personas, si dejamos aparte lo que distingue
a los seres humanos de otras especies. Se define por elementos objetivos comunes,
tales como lengua, historia, religión, costumbres, instituciones, y por la autoidentificación
subjetiva de la gente.» (1)
Con respecto a esto último, la religión pareciera ser un elemento que está levemente
por encima de los otros, así, las principales religiones están ligadas a civilizaciones; es
más, algunas religiones como el catolicismo y el islamismo abarcan a sociedades de
razas diversas.
Si tomamos en cuenta que cuatro de las cinco religiones importantes del mundo
(cristianismo, islamismo, hinduismo, confucianismo y budismo) hacen referencias a
una civilización, podemos apreciar la relevancia que tiene la religión en esta temática
de las civilizaciones.
1- China: aunque es más correcto hablar de Sínica, abarcando así Vietnam y Corea.
2- Japonesa: único Estado que también es una civilización.
3- Hindú: no India, porque abarcaría a un componente musulmán amplio.
4- Islámica: contiene muchas culturas, como la árabe, turca, persa y malaya.
5- Occidental: Europa, Norteamérica, Australia y Nueva Zelandia.
6- Latinoamericana
7- Africana (posiblemente): A pesar de que existe una gran atomización, sobre todo en
el África Subsahariana se ve una suerte de aglutinamiento alrededor de Sudáfrica.
Esta clasificación es sin dudas uno de los temas más criticados por parte de los
detractores de esta tesis.
98
una cultura de la civilización Occidental, o una realidad separada. Él se decide por ésta
última, dado que es evidente que la simbiosis entre el amerindio y el europeo dio origen
a una civilización distinta a la occidental, y además con tantas particularidades que
hacen que inclusive se dude de la existencia de una cultura Latinoamericana en térmi-
nos de homogeneidad.
En segundo lugar, está la ausencia de una cultura Judía en esta clasificación, Huntington
aclara que esto sucede porque no él no considera a la Judía como una civilización impor-
tante, además que hoy en día está estrechamente vinculada a la Occidental.
En tercer lugar está el hecho de no mencionar a la Rusia Ortodoxa como una civili-
zación, al menos expresamente. Huntington rescata a los autores que sostienen la
existencia de una civilización Rusa Ortodoxa, y además a lo largo de todo su análisis
hace referencia a Rusia junto con las otras civilizaciones, pero cuando dice que «...las
principales civilizaciones contemporáneas son las siguientes:» (3), no menciona a la
rusa. No creemos que no considere que no es importante esta civilización, si critica a
Fukuyama por creer en el fin de la historia, e incluye constantemente en todos los
cuadros de referencias datos relativos a Rusia, es obvio que la considera como una
civilización importante. Creemos en definitiva que su referencia es implícita, cuando
dice que «Por lo que respecta al mundo contemporáneo, resulta útil añadir a estas seis
civilizaciones...» (4), cuando en realidad enumeró a cinco (china, japonesa, india, islámica
y occidental) e hizo referencia a los que añaden la civilización rusa como distinta a la
bizantina y occidental, es evidente que considera a la rusa como una civilización. Claro
está que esta omisión es criticable para alguien de su jerarquía y un punto de ataque a
esta tesis.
Los contactos entre las civilizaciones no ocurrieron siempre en la historia del hom-
bre, es más dice Huntington que el verdadero contacto empezó en el año 1.500, cuando
los Estados europeos iniciaron la gesta imperialista hacia otros continentes. En el
período actual, la situación también está cambiando, puesto que hay una mayor inci-
dencia multicultural que en otras épocas, esto sucedería porque ya no hay sólo una o
dos civilizaciones dominantes, y porque hay una creciente reacción en contra de los
Occidentales.
Como siempre sucede con estas divisiones tan amplias, las críticas son múltiples,
puesto que no se puede resumir 1.500 años de historia en un solo período. Huntington
la sabe, y por eso manifiesta constantemente los cambios y las particularidades dadas
en cada uno de estos períodos. Así, es importante mencionar que la expansión islámica
hacia el Norte de África, Europa Oriental y la zona Sur de Europa Occidental, es
evidentemente un punto de contacto muy importante entre civilizaciones, y que antece-
de al año 1.500.
Hay que resaltar aquí, que coincidente con su condena a la concepción occidental
que sostiene que hay una cultura universal que recoge los valores occidentales,
Huntington pone de relieve la forma en que Occidente llegó a tener tanta influencia
99
luego de la paz de Westfalia, fundamentalmente.
Existen dos aspectos de las civilizaciones que hacen dudar de la existencia de esta
civilización:
1- Lengua: Mucho se dice que el inglés es hoy el idioma universal, pero en realidad
es sólo una lingua franca, como en su momento lo fue el latín. El hecho que cada
vez más se utilice el idioma inglés como segunda lengua muestra que sirve para
contactar a culturas que son diversas. Además, hay menos personas que hablan
este idioma como lengua de nacimiento (Ver cuadro nº1)
2- Religión: Seguramente que el conflicto ideológico ha servido para sumergir los
religiosos, sobre todo el comunismo, que al declararse ateo eliminó a la religión
como una variable importante para definirse, por lo que en las estadísticas hubo
una simple reclasificación de personas como ateas cuando no lo eran en realidad
(ver cuadro nº2). Aquí hay una consideración muy importante por hacer, y es que
la expiación demográfica de los países islámicos hacen que esta religión adquie-
ra progresivamente porcentajes más altos de población.
Año
Lengua 1.958 1.970 1.980 1.992
100
En Huntington, Samuel P. Op. Cit. Pág. 70.
Año
Religión 1.900 1.970 1.980 1.985 (est.) 2.000 (est.)
Las actitudes que pueden tomar los no occidentales pueden ser tres:
101
totalmente falaz el sostener que la occidentalización es una precondición para la mo-
dernización. Actualmente, consideramos que la situación que está viviendo Irán puede
constituirse en el caso de un Estado moderno sin abrazar Occidente, sino más bien
rechazándolo abiertamente.
Territorio, población y religión son las tres variables significativas utilizadas por
Huntington para analizar el declive de la civilización Occidental.
Territorio
En principio Occidente abarca para el autor Australia y Nueva Zelandia, además hay
que tener en cuenta que el proceso de descolonización asiático y africano significó una
pérdida cuantitativa muy importante, y por último, que América Latina hoy es para el
autor una civilización distinta a la Occidental, mientras que antes de su independencia
estaría englobada bajo el ala protectora de Occidente. El siguiente cuadro grafica un
poco los cambios acontecidos.
102
Cuadro Nº 3: Territorio bajo control político de las civilizaciones
Año Occidental Africana Sínica Hindú Islámica Japonea Latinoa- Ortodoxa Otras
mérica
1.900 52.511 424 11.181 140 9.303 417 9.997 22.618 19.342
1.920 65.907 1.036 10.134 40 4.690 559 20.973 26.568 5.848
1.971 33.167 12.007 10.194 3.408 23.783 367 29.287 26.796 5.962
1.993 32.921 14.716 10.160 3.312 28.629 375 20.251 18.567 7.039
Fuentes: Statesman´s Year-Book, Nueva York, St. Martin´s Press, 1.901-1.927; World
Book Atlas, Chicago, Field Enterprises Educational Corp., 1.970; World Book of the
year, Chicago, Encyclopaedia Britannica, Inc., 1.992-1.994.
Población:
Es muy cierto que estos contenidos son sólo cuantitativos, pero también es
cualitativamente importante observar algunos cambios, como por ejemplo educación,
salud, urbanidad, participación en el comercio internacional y poderío militar. No hay
datos estadísticos muy certeros o confiables que permitan sacar conclusiones muy
categóricas, pero los acontecimientos que a menudo observamos en el mundo nos
pueden dar una clara idea de que la tendencia del achicamiento de distancias entre
Occidente y las otras civilizaciones es certera, pero también lo es que esta distancia
es demasiado amplia.
103
El resurgir de las religiones:
Durante la Guerra Fría se acentuó una tendencia que venía sucediéndose desde
hacía varios años, el desplazamiento de las religiones. El Comunismo encarnado en
China y la ex URSS -dos países superpoblados- simplemente prohibió la religión al
considerarla un opio. En el mundo occidental el desplazamiento de la religión fue más
bien elíptico, se la desplazó no tan directamente por el laicismo, pero igualmente fue
efectivo. Sin embargo con el fin de la Guerra Fría las religiones resurgieron, están
resurgiendo, no sólo desde la perspectiva del fundamentalismo religioso, que es un
aspecto más bien superficial del fenómeno, sino que se está encarnando verdadera-
mente en las sociedades como una suerte de reafirmación cultural en esta creciente
globalización.
¿Civilización Asiática?
El salto cualitativo al que nos referíamos anteriormente ha sido dado por las econo-
mías del Sudeste Asiático. Huntington, señalando las diferencias que hay en el conti-
nente asiático, le dedica un título a la «Afirmación Asiática».(8)
Esta afirmación asiática se basa en el hecho que los pueblos del Asia se sienten
ahora superiores a los occidentales, cosa que no sucedía antes, y si bien es cierto que
poseen culturas diferentes, también es cierto que comparten valores comunes.
104
Es evidente que Huntington está haciendo referencias al Este de Asia, y así lo remarca,
y que rescata el aspecto económico, pero no podemos dejar de señalar que hay una
cierta incoherencia con el discurso brindado. El hecho de dedicar casi un capítulo a la
afirmación asiática, cuando Asia envuelve no sólo a la civilización Sínica, Confuciana y
Budista, sino a la Hindú, Islámica y hasta Ortodoxa, es una licencia que nos descon-
cierta.
Para finalizar este capítulo, sólo tenemos que decir que Huntington sostiene que
durante el Siglo XXI los Occidentales mantendrán su poderío, pero que luego sufrirían
las presiones económicas, demográficas, geográficas y militares del resto de las civi-
lizaciones, principalmente la islámica y la asiática (dentro de esta sobresale la Sínica).
El mundo actual está asistiendo a una reconfiguración, la misma tiene como elemen-
to esencial el hecho de que los países se están uniendo o separando de acuerdo a las
afinidades culturales.
Hoy, los pueblos ya no están al lado de uno u otro, sino que se unen de acuerdo a
quienes son uno y otro. De manera tal que el fin de la Guerra Fría puso sobre la mesa el
problema de las identidades de los pueblos. Así se explica por ejemplo que hoy Suecia,
Austria, Finlandia formen parte de la Unión Europea, mientras que en épocas de la
Guerra Fría permanecían neutrales; o por ejemplo que Turquía haya ingresado a la
NATO, pero no pueda hacerlo aún hoy a la Unión Europea.
Huntington sostiene que no hay una sola identidad, sino que hay muchas de acuerdo
al ítem que se toque, muchas veces pueden estar contrapuestas, pero siempre todas
confluyen en una identidad superior que es la civilización. Hoy los franceses y alema-
nes, con concepciones económico-sociales distintas, con una historia de conflictos y
rencores mutuos, con una política exterior diversa, etc., no dudan en considerarse
europeos. A su vez, identificarse con respecto a algo o alguien implica también distin-
guirse de algo o alguien, es decir diferenciarse del otro, y como el hombre es un ser
esencialmente inclinado al conflicto, los conflictos de civilizaciones (la más importante
afirmación de identidad) son inevitables.
Creemos conveniente hacer aquí una observación sobre cuestiones que están rela-
cionadas con los ejemplos brindados por Huntington, al sostener que los conflictos
105
serán por recursos, poder, territorio, etc., pero también por civilizaciones, menciona en
tres de los cuatro ejemplos a los musulmanes: hindúes vs. musulmanes, musulmanes
albaneses y serbios ortodoxos, autoridades francesas y padres musulmanes; el res-
tante se refiere a judíos y árabes por Jerusalén lo que es una manera indirecta de decir
musulmanes. (10)
A partir del año 1.990 los regionalismos han proliferado por todo el mundo, este
fenómeno fue propiciado, entre otros, por la propia OMC. Sin embargo, para Huntington
el éxito de los mismos proviene de la afinidad que exista entre sus miembros. Es más,
sostiene que referirse a los regionalismos es en cierto sentido errar el camino puesto
que los regionalismos son fenómenos puramente geográficos. Con este criterio exclu-
sivo se podría plantear un regionalismo en el Medio Oriente, cosa que a nadie se le
pasa por la cabeza, y esto sucede porque todos sabemos las diferencias de culturas y
civilizaciones que existen en la región.
El éxito de la NATO se debe a que los países principales manifiestan valores comu-
nes, además la excepción -Turquía-, es un país occidentalizado por sus líderes, o
como veremos, desgarrado.
Para el autor, es más bien un ejemplo de los límites de los regionalismos, no llega a
constituirse como una alianza militar -salvo los acuerdo bilaterales que generalmente
se dan entre países de la misma civilización-, hoy por hoy es la zona de mayor incre-
mento militar del planeta. El ritmo de cooperación planteado por la ASEAN -no integra-
ción- aún es lento teniendo en cuenta a otros regionalismos; en 1.993 generó un esce-
nario más amplio, el «Foro Regional» que incluía a Rusia, China, Vietnam, Laos y
Papúa-Guinea, sin embargo es solamente un escenario de diálogos.
106
Concluye Huntington diciendo que:
«[...] En el mundo que está surgiendo, las modalidades de comercio estarán influi-
das decisivamente por los tipos de cultura. Los hombres de negocios hacen tratos
con gente a la que entienden y en la que pueden confiar; los Estados ceden sobera-
nía a asociaciones internacionales formadas por Estados de espíritu afín, a los que
entienden y en quienes confían. Las raíces de la cooperación económica están en la
coincidencia cultural.» (12)
No nos parece que el panorama sea tan contundente todavía, para el autor los
negocios durante la Guerra Fría se daban de acuerdo a las alianzas, una vez finalizada
esta guerra los negocios se dan entre países con afinidades culturales. Sin embargo
los negocios se guían por la dupla costo-beneficios, que a menudo traspasan las líneas
civilizatorias, actualmente por ejemplo, las inversiones de Estados Unidos en Vietnam
se han incrementado a pesar de no tener afinidades culturales; y aún más, los lazos
económicos con los países del Sudeste Asiático, que surgieron durante la Guerra Fría,
con el fin de la misma no se han desvanecido, ni parecen hacerlo. La globalización
económica es hoy, para bien o para mal, un fenómeno real que no se puede dejar de
lado.
La Guerra Fría dio para Huntington una suerte de configuración en virtud de la cual
los Estados se relacionaban con EE.UU y la URSS de acuerdo a los criterios de alia-
dos, satélites, clientes, neutrales y no alineados. Hoy los Estados se relacionan con las
civilizaciones como Estados miembros, Estados centrales, países aislados, países
escindidos y países desgarrados. (13)
Estados Miembros:
Se trata de un país que está plenamente identificado con una civilización, como
Francia y la civilización Occidental. También hay que tener en cuenta que una civiliza-
ción puede incluir a gente que se identifica con ella y su cultura, pero vive en estados
dominados por miembros de otra civilización, por ejemplo los checos siempre se con-
sideraron Europeos Occidentales aún durante el dominio de la Unión Soviética.
Estados Centrales:
En realidad se están mencionando cuatro Estados y no dos, pero más allá de ellos
tenemos serias dudas de que el papel que cumple Gran Bretaña sea el de mediar entre
107
Francia y Alemania, sobre todo porque siempre fue un apoyo fundamental para las
decisiones de Estados Unidos en materia de intervenciones armadas en determinados
conflictos.
Países aislados:
Son aquellos que carecen de elementos culturales comunes con otras sociedades.
Etiopía y Haití son dos casos menores, el más importante es el Japón. La civilización
confuciana es la única importante que está compuesta por un solo Estado, y además
circunscripta a un territorio prácticamente homogéneo. Su cultura es particularista y no
cuenta con una religión ni una ideología potencialmente universales, sin embargo esto
no ha sido un obstáculo para poder alcanzar el sitial de importancia que hoy tienen.
Países escindidos:
Se trata de países divididos por motivos étnicos, raciales o religiosos, en los que
existen conflictos potenciales que llevan a una secesión, como en Checoslovaquia. Sin
embargo cuando las diferencias son entre civilizaciones la situación puede tornarse
cruenta, como sucedió en Yugoslavia o está sucediendo en Sudán.
Nos llama la atención que todos los ejemplos que brinda el autor sobre conflictos
entre países escindidos giren en torno a la religión. Sudán (norte musulmán y sur
cristiano), Tanzania (animista y cristiano en el continente y musulmana en la isla de
Zanzíbar), Kenia (cristianos y musulmanes), Etiopía cristiana y Eritrea musulmana se
separaron, India (musulmanes y hindúes), Sri Lanka (budistas cingaleses e hinduistas
tamiles), Malasia y Singapur (chinos y musulmanes malayos), China (chinos han,
budistas tibetanos, musulmanes turcos), Filipinas (cristianos y musulmanes) e Indonesia
(musulmanes y cristianos timoreses). (15)
Países desgarrados:
Son países que tienen una única cultura predominante, están situados dentro de una
civilización, pero sus líderes pretenden desplazarlos a otra distintas. Así sucedió con
los Turcos empujados a Occidente, y está sucediendo con los Mexicanos. Una tenden-
cia contraria sucede en Australia, por parte de quienes quieren separarla de Occidente.
Pero el caso más significativo para Huntington es Rusia.
108
Durante siglos este país ha sido llevado por sus líderes hacia una u otra dirección
según la considerasen Occidental o no Occidental. El dilema fue magistralmente re-
suelto por los bolcheviques quienes sostenían que Rusia no era Occidental porque era
mejor que ellos. Sin embargo hizo esa construcción sobre la base de la cultura Occi-
dental -las ideas de Marx y de Engel son ideas de dos occidentales- y establecieron un
vínculo estrecho con occidente, a tal punto que hoy podemos decir que la historia de
gran parte del siglo XX en Occidente ha estado dominada por la dicotomía marxismo-
liberalismo; y que el marxismo fue impulsado por un país no Occidental. Los intelectua-
les rusos durante la Guerra Fría, y los líderes mismos después del conflicto Este-
Oeste, se dividieron y dividen entre occidentalizantes o eslavófilos. Este es un dilema
que aún no ha resuelto Rusia y parece ya formar parte de su identidad, por paradójico
que esto parezca.
Occidente:
Los conflictos dentro de las civilizaciones son denominados por Huntington como
líneas de fracturas, cuya dinámica desarrollaremos más adelante.
109
El Mundo Ortodoxo:
Si decimos que el fin de la Guerra Fría generó o aceleró los conflictos inter-civiliza-
torios, es obvio que es en el corazón de este fin en donde los conflictos e incertidum-
bres se multiplican. La ex Unión Soviética era un bloque multicivilizacional, con su
desmembramiento se han distanciado algunos países de distintas civilizaciones. Así
por ejemplo las relaciones de Rusia con Bielorrusia o Georgia son muy buenas, lo
mismo sucede con Kazajstán (40% de rusos) y Armenia, con quien Rusia tiene lazos
históricos por defenderla de sus enemigos musulmanes. Sin embargo, podríamos decir
que la línea de fractura más inquietante es la que acontece con Ucrania, un país de raíz
ortodoxa, pero adversario de Rusia. El conflicto es un poco complicado por la contrapo-
sición entre Ucrania Oriental y Occidental, que responden a la cultura Ortodoxa y
Occidental respectivamente. Esta tendencia se nota en las elecciones a cargos públi-
cos, discusiones parlamentarias, etc. Las posibilidades para la resolución de esto pue-
den ser tres según Huntington:
1- Que Ucrania siga reconociendo la égida rusa (la elección del presidente filio ruso
en 1.994).
2- Escisión de Ucrania en dos Estados y que el ortodoxo se una a Rusia.
3- Que las cosas sigan como están, cooperando en algunos aspectos y enfrentán-
dose en otros, parecería ser esta una relación como la de Francia y Alemania en
la Unión Europea.
China:
El caso de China parece ser el menos conflictivo de todos, lo que pasa es que al ser
una potencia tan desproporcionada con respecto a los otros Estados que forman parte
de la civilización Sínica y que por lo tanto forman parte de su zona de seguridad, es
improbable que estas se enfrenten abiertamente a China, sería una actitud práctica-
mente temeraria. El caso de Taiwán es la excepción y la principal línea de fractura en
esta civilización, las relaciones han caminado para adelante y para atrás a lo largo de
la historia, pero hay que rescatar que si no se dio un enfrentamiento abierto se debió al
apoyo Occidental (estadounidense en realidad) hacia Taiwán. Hoy la cosa no ha cam-
biado tanto, pero los motivos económicos también tienen peso, es que durante el perío-
do de entendimiento entre Taiwán y Taipei los lazos económicos se multiplicaron
abrumadamente.
El Islam:
110
En gran medida fueron las fronteras dejadas por las potencias occidentales las que
generaron estos problemas de ausencia de un Estado Central.
Egipto podría asumir el rol, pero es muy pobre y dependiente de los Estados Unidos.
El otro candidato es Indonesia, potencialmente tiene todas las condiciones, pero está
alejada geográficamente de la urbe árabe. Paquistán es demasiado conflictivo y muy
pobre, Irán tiene esas pretensiones pero no es aceptado por los árabes, su lengua y
religión chiíta (cuando el 90% de los musulmanes son sunnitas) y su rivalidad con los
árabes son serias limitaciones. Arabia Saudita, sin dudas el centro de la cultura islámica,
es un país muy débil ante enemigos tan poderoso, por eso al igual que Egipto son
dependientes de Estados Unidos. La propuesta de Huntington es Turquía, sí, aunque
parezca extraño, en la medida que se desoccidentalice, lo cual no es fácil ya que
requeriría la existencia de un líder tan importante como Kemal.
El Imperio Occidental:
Los temas que encierran valores que la civilización Occidental trató de encarnar en
el mundo son, según Huntington, tres: 1)no proliferación armamentística de sus adver-
sarios, 2) promoción de la democracia y derechos humanos, 3)frenar la inmigración
foránea de otras civilizaciones. (16)
La Carrera de Armamentos:
111
armamentismo convencional es hoy una preocupación también. Si durante la Guerra
Fría Estados Unidos contrarrestó el poderío convencional de la ex Unión Soviética con
armas nucleares iniciando así una carrera armamentística, hoy ese desarrollo no pue-
de contrarrestar las armas nucleares de todos los otros países, que unidas al terroris-
mo, son esencialmente un arma efectiva de los débiles.
Una cuestión que va de la mano es la del respeto a los derechos humanos, también
estos a menudo aluden a pautas puramente occidentales, y se evidencia en las vota-
ciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en donde comúnmente los
Estados no occidentales rechazan los pedidos condena contra las violaciones a los
derechos humanos en determinados Estados. Fue un triunfo para los no occidentales -
especialmente los chinos- que en la conferencia de Viena no existiera ninguna ratifica-
ción explícita de los derechos a la libertad de expresión, de prensa, de reunión y de
religión. Es más antes de esta conferencia los países asiáticos aprobaron en Bangkok
la declaración que establecía que los derechos humanos se debían tener en cuenta «...
en el marco [...] de las particularidades nacionales y regionales y en el contexto de los
diversos bagajes históricos, religiosos y culturales...» (17)
Inmigración:
112
envejecimiento de Occidente generado por su baja tasa de natalidad y expansión de las
expectativas de vida hace que algunos presuman una fuerte influencia de las otras
civilizaciones en la occidental. Hispanos en Estados Unidos y musulmanes en Europa
son considerados una verdadera amenaza. Están quienes creen que la civilización
Occidental se impregnará de los valores de otras culturas, perdiendo así su identidad.
Otros más optimistas suponen que serán las otras civilizaciones las que se empaparán
de la cultura Occidental. Huntington cree en una tercera opción: la formación de Esta-
dos escindidos, es decir un grave debilitamiento en la civilización Occidental.
1- Micronivel: En este caso los conflictos de líneas de fracturas se dan entre Esta-
dos vecinos pertenecientes a diferentes civilizaciones, entre grupos de diferen-
tes civilizaciones dentro de un Estado, y entre grupos que están intentando crear
nuevos Estados sobre las bases de los viejos ya heredados.
2- Macronivel: Los conflictos de líneas de fractura se transforman en conflictos de
Estados centrales, es decir aquellos que son núcleos de las civilizaciones. (18)
El mundo Islámico:
Comparado con el conflicto entre el Islam y Occidente, la Guerra Fría fue más bien
un conflicto superficial. Aquellos que niegan o relativizan los posibles choques entre
Occidente y el Islam desconocen completamente la historia de la humanidad. Desde la
expansión Islámica del Siglo VII, la Turca Otomana, las Cruzadas, la reacción Católica
del Siglo XV, el colonialismo europeo del Siglo XIX, son pruebas irrefutables de los
conflictos entre estas dos civilizaciones.
Es evidente que el grado de violencia del mismo ha variado a lo largo de tantos años,
y que sobre todo hoy lo vemos como de mayor peligrosidad o virulencia, por el hecho
que durante la Guerra Fría Occidente y el Islam no confrontaron abiertamente, el ene-
migo de ambos era, en cierta medida, la Unión Soviética. Sin embargo hoy, tras el fin de
la Guerra Fría llegó el afianzamiento de la identidad de la civilización islámica, el mis-
mo había empezado a fortalecerse con el triunfo de Afganistán. Pero además de este
último aspecto, lo importante de ello es que hay una marcada hostilidad contra Occi-
dente, los líderes musulmanes repiten constantemente que su civilización es distinta,
que sus valores son otros, que su forma de organización es otra, y que tiene que ser
respetada. Para algunos este es un conflicto exclusivamente de civilizaciones y no
113
religioso, es más dicen que es el laicismo occidental lo que genera aversión en los
musulmanes. No creemos que sea así, si bien Huntington no contradice abiertamente
esta crítica, sí sostiene posteriormente que es la religión el elemento central que define
a una civilización y que las principales líneas de fractura se dan por motivos religiosos.
Aparte de ello consideramos que en realidad el mundo Occidental y el mundo Islámico
tienen un mismo origen en cuanto a religión, al igual que los Judíos; el odio entre judíos
y musulmanes es por motivos casi preponderantemente religiosos. Pero aún soste-
niendo que sea esa ignorancia o alejamiento de un Dios por parte de Occidente lo que
hace que el mundo Islámico lo enfrente, sigue siendo esencialmente un motivo religio-
so, sin dudas creer o no creer en un Dios es en definitiva tener una determinada
postura con respecto a la religión.
Ahora bien, para que este odio se canalice en forma de amenaza el Islamismo debe
contar con bases tangibles. La primera de ellas es el poderío militar, ya señalamos
anteriormente que varios Estados de esta civilización poseen armas nucleares, incluso
químicas y bacteriológicas, que sirven junto con el terrorismo como una amenaza para
Occidente. Sin embargo en este aspecto Occidente está aun muy por delante, de ma-
nera tal que es otro aspecto al que debemos de tener en cuenta: la demografía.
Según Huntington, el mundo Islámico tiene otra característica para analizar, y esa
es su violencia intrínseca. Parece muy violento así planteado, pero sin lugar a dudas
los últimos conflictos parecieran darle la razón. Para ello nos remitimos a los siguien-
tes cuadros:
Islam 11 15 26
Otras 19* 5 24
Total 30 20 50
114
Cuadro Nº 6 Conflictos étnicos
Islam 7 21 28
Otras 21* 10 31
Total 28 31 59
Los motivos señalados para hacer esta afirmación son de naturaleza religiosa (la
guerra santa), los motivos demográficos (los jóvenes que viven la reafirmación de la
identidad islámica) y políticos (ausencia de un Estado central), no son suficientes para
tamaña afirmación. Los Occidentales cometieron graves genocidios en su conquista a
América Latina y en su expiación en el Oeste de los Estados Unidos, los Chinos que
frecuentemente violan los derechos humanos de acuerdo a las perspectivas occidenta-
les, y todas las civilizaciones en sí tienen estas raíces. Argumentos como éstos sirven
para que algunos críticos como Carlos Escudé sostengan que esta tesis de Huntington
está únicamente destinada a crear el nuevo enemigo que necesitan los Estados Uni-
dos, es decir, el mundo musulmán. (19)
La inestabilidad Asiática:
Aparentemente, es en esta parte del mundo en donde los conflictos entre las civili-
zaciones parece potenciarse, es que no hay otra región en donde convivan tantas
civilizaciones, excepto la latinoamericana y africana -que de por sí son las más débiles
y cuestionadas en su existencia- están presente todas las demás.
115
Si el peligro actual del Islam está en su crecimiento demográfico y su militarización,
aquí deberíamos añadir un tercer aspecto, que es el que se torna decisivo: el creci-
miento económico que ya está alcanzando la calidad de desarrollo económico.
Todo parece indicar que el centro se formará en torno a China, de allí los posibles
conflictos con Rusia, Japón e India. Decimos posibles porque en realidad los proble-
mas fronterizos con India y Rusia están, por el momento resueltos, mientras que Japón
se está distanciando cada vez más de Occidente.
El poderío chino es una amenaza para Occidente, porque los chinos al igual que el
resto de los asiáticos están reafirmando la superioridad de su civilización, lo que va en
detrimento de los intereses Occidentales. Tenemos que aclarar que cuando nosotros
decimos Occidente, en realidad sería más sincero decir Estados Unidos, que es en
definitiva el país occidental que tiene intereses no sólo económicos en dicha región.
El despertar del que por mucho tiempo fue el gigante dormido, es decir China, gene-
ra un nuevo realineaminento en la región, pero todo dependerá del carácter que esta
potencia imprima a su actuación internacional. Es decir que si es hostil o con preten-
siones de hegemonía expansionista Japón podría sumarse a Occidente para contra-
rrestar este poderío, de otra manera parece poco probable que ello suceda porque cada
vez son más los japoneses que cuestionan la protección militar de Estados Unidos y
ya no se sienten tan afines como antes, lo mismo pasa del otro lado del Pacífico.
Las posibilidades que tiene Estados Unidos para contrarrestar la influencia China
son dos:
1- Equilibrador Principal: Esto requeriría una alianza con Japón y Vietnam principal-
mente, pero un enorme gasto de recursos económicos, además de enrolarse en
una hipótesis de guerra.
2- Equilibrador Secundario: Pocas veces Estados Unidos a actuado de esta mane-
ra, y cuando lo hizo fracasó. Se necesitaría aquí una tarea minuciosa, cosa que
durante toda la Guerra Fría no hizo Estados Unidos, en realidad son más efica-
ces de movilizarse directamente contra una amenaza real que manteniendo equi-
libradas dos amenazas potenciales. (20)
1- Contrarrestar: Es decir tomar una postura activa para paralizar la influencia sínica,
lo que lo llevaría a una alianza con Estados Unidos.
2- Subirse al Carro: Es decir plegarse a la potencia dominante, lo cual exigiría estar
muy seguros de sí mismos para no convertirse en un dependiente de la misma.
(21)
Civilizaciones oscilantes:
Son tres las civilizaciones oscilantes según Huntington. Japón, Rusia e India, más
correctamente deberíamos decir la Confuciana, Ortodoxia e Hindú, pero en realidad las
116
oscilaciones parten de sus Estados Centrales, que en este caso son mucho más pode-
rosos que el resto.
Rusia: con respecto a la expansión Sínica podemos decir que a Rusia le quedan dos
opciones, o enrolarse con Occidente, o enrolarse con China. Esto dependerá de cómo
vengan suscitándose las relaciones con Occidente y la actitud que tome China en su
expansión. Los conflictos entre Rusia y Occidente son aparentemente más bien a corto
plazo, mientras que los posibles conflictos con China lo son más a largo plazo. Una
unión con China reflotaría su acercamiento en la década del ´50 generando temor en
los Occidentales y un cierto contrapeso a la conexión confuciano-islámica, sin embar-
go las relaciones con China son potencialmente tensas por la invasión silenciosa que
este último Estado está haciendo a Siberia, lo cual es analizado por muchos rusos
como una suerte de apoderamiento por parte de China del extremo oriente ruso.
Con respecto al Islam, Rusia siempre ha sido, y sigue siendo, antagónica. Los inte-
reses petroleros y gas en las zonas del mar Caspio, la salida al mediterráneo, los
conflictos en la Federación Rusa con los musulmanes chechenos, etc. son una simple
muestra de ello. De esto surge lo beneficioso que sería una alianza con China, que con
su entendimiento con el Islam generaría una cierta cordialidad en las relaciones. Una
alianza con Occidente implicaría enrolarse decisivamente en un enfrentamiento con el
Islam. Pero también hay una tercera postura, un acercamiento a Irán, quien podría
contener las hostilidades de árabes y turcos en contra de Rusia.
India: Durante la Guerra Fría India entró en guerra con China y Paquistán, pero sus
relaciones con Occidentes eran distantes debido a su alianza con la Unión Soviética.
Hoy el panorama está cambiando.
117
Los primeros choques:
Para Samuel Huntington, con la finalización de la Guerra Fría surgirán los conflictos
entre civilizaciones. Pero señala que hay dos conflictos que marcaron en rumbo, el
primero fue la guerra Afgano-Soviética y la segunda fue la guerra del Golfo Pérsico.
1- Primario: facciones que luchan entre sí, pueden ser Estados (India-Paquistán) o
grupos locales, que no son Estados, a lo sumo lo son en una fase embrionaria
(los armenios en Nagorno-Karabaj).
118
2- Secundario: generalmente Estados relacionados en forma directa con las faccio-
nes principales (Armenia y Azerbaiyán en el caso de Nagorno-Karabaj).
3- Terciario: Estados más alejados de la lucha real, pero estrechamente vinculados
con las civilizaciones implicadas (Rusia, Turquía e Irán en la disputa Armenio-
Azerbaiyana). (23)
Es muy difícil que estas guerras se diluyan, pero sí es posible que pierdan intensi-
dad. El nivel primario llega a la misma generalmente a través de un agotamiento, lo que
hace que dicha resolución sea altamente inestable, además los tiempos en que se
agotan las partes pueden variar muchos. Siguiendo los ejemplos anteriores, seis años
bastaron para que armenios y azerbaiyanos se agotasen y acordaran una tregua en
1.994, pero en Sudán fueron necesarios dieciséis años para llegar a una tregua en
1.972 y sin embargo una década después el conflicto se reanudó.
Pero para que la cuestión tienda a resolverse es necesario que intervengan los
niveles secundarios y terciarios a través de sus negociaciones. Si bien es cierto que la
presencia de los mismos tiende a extender geográficamente el conflicto, también tiende
a resolverlo más rápidamente dado que este tipo de Estados no quiere verse envuelto
en un conflicto mayor. Muchas veces la actuación activa de un Estado Central puede
ser decisiva para llegar al acuerdo. En la cuestión de Nagorno-Karabaj los interlocutores
terciarios -Rusia, Turquía y Estados Unidos- no lograron la aprobación de los armenios,
pero fue Rusia individualmente la que propició el acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán.
Esto es un simple ejemplo, en el caso de Tadzjikistán o Yugoslavia podemos encontrar
los mismos elementos.
Todo esto demuestra que los contactos para superar un conflicto entre civilizaciones
pueden ser muchos, de los niveles primarios entre sí, de los secundarios entre sí, y de
los terciarios entre sí, pero además también hay contactos verticales entre los distin-
tos niveles, que configuran según Huntington una serie de condiciones:
119
La guerra de Yugoslavia contiene todos los elementos anteriormente mencionados
en su resolución, sin embargo es una muestra de lo que sucede con este tipo de
guerras de líneas de fracturas: no tienen un final, no terminan nunca, pueden repetirse,
y de hecho lo hacen. Los actores del nivel primario son reticentes a llegar a compromi-
sos o a cumplirlos, aquí hay una tarea importante por parte de los niveles secundarios
y terciarios; así, Milosevik pudo lograr, para finalizar con las sanciones de la ONU, que
las partes se sentaran en Dayton. De belicista en 1.992 se convirtió en un pacificador
en 1.995, dice Huntington (25). Sin embargo, esta traición, le duró poco, los aconteci-
mientos en Kosovo volvieron a ponerlo en el centro de la escena como el nacionalista
agresivo y partidario de la gran Serbia, a la vez que comprobó que el fin de la guerra en
Yugoslavia era superfluo, que se llegó en cierta medida por agotamiento de las partes,
por presiones de los actores secundarios o terciarios, y que en definitiva esta guerra
de líneas de fractura estaba latente. Hoy con el fin del conflicto en Kosovo y el aleja-
miento de Milosevik del poder en Yugoslavia, no podemos aventurarnos a decir que la
guerra ha terminado o el conflicto llegó a su fin, en realidad todo depende del equilibrio
de fuerzas y que los acuerdos para detener estas guerras lo reflejen, cosa que es
bastante difícil.
Samuel Huntington toma como punto de referencia para realizar su último capítulo la
obra de Carroll Quilgey, quien sostenía que las civilizaciones históricamente pasan por
siete fases: mezcla, gestación, expansión, época de conflicto, imperio universal, deca-
dencia e invasión. (26)
120
3- Al menos en los Estados Unidos, el descenso del capital social, de la confianza
interpersonal asociada con tal colectivo;
4- El debilitamiento general de la ética del trabajo y el auge de un culto de tolerancia
personal;
5- El interés cada vez menor del estudio y la actividad intelectual, manifestado en
los Estados Unidos en unos niveles inferiores de rendimiento escolar.» (27)
Sostiene el autor que el mayor peligro está en Estados Unidos, porque hay quienes
cuestionan su identidad nacional. Una separación de los Estados Unidos de Occidente
implicaría dejarlo a este sin su Estado más importante en la actualidad, Occidente se
quedaría reducida a un poder minúsculo. No nos quedan dudas de que la ausencia de
Estados Unidos deje a Europa en una difícil situación, aunque no nos arriesgamos a
decir que su poder será minúsculo; pero tampoco nos quedan dudas de que Estados
Unidos, aislado será otra potencia disminuida, perspectiva que no analiza Huntington.
En este subtítulo tendríamos que transcribir todo un juego mental que hace el autor
sobre un posible conflicto entre todas las civilizaciones, como no es nuestro objetivo
nos remitimos a las páginas del libro que estamos analizando (28), aunque planteare-
mos los lineamientos fundamentales.
Se trata de un conflicto posible en el año 2.001 generado por China, quien a través
de la invasión de Vietnam suscita la reacción estadounidense en particular y Occiden-
tal en general. Japón se alinearía a China más por intimidación que por coincidencia, la
mayoría de los países Islámicos se alinearían con China por su aversión a Occidente,
India tratando de aprovechar la situación atacaría a Paquistán enrolándose entonces
con Occidente. Por último Rusia apoyaría a Occidente por su enemistad con China.
Se trata de una hipótesis según Huntington, quien sostiene que si «...le parece al
lector una fantasía insensata e inverosímil, todo es inútil...» (29). Para nosotros es más
bien un juego mental, porque una hipótesis es una respuesta a un problema, pero
además parte de premisas, y muchas de las premisas planteadas por el autor nos
parecen contradictorias con el análisis por él brindado en los capítulos precedentes.
Por ejemplo, referirse a Irán como el líder de la mayoría del mundo Islámico en este
conflicto entre civilizaciones contradice su postura de que la posición de Irán como
Estado Central es muy débil. Se refiere también a una posible unión de Serbios y
Croatas, a un papel activo de Japón, etc. Todos estos que mencionamos nos parecen,
al menos, dudosos.
Pero aquí lo importante creemos que son las implicancias que de esta hipótesis
surgen. En principio sostiene que lo mejor sería una pax de los Estados Centrales, es
decir que diluida la pax Americana los conflictos entre las civilizaciones pueden ser
evitados en la medida en que los Estados Centrales establezcan un orden, respetando
a los demás, pero un orden que responda a sus necesidades de seguridad. Esto parece
ser abstracto, en la medida en que estas zonas de seguridad pueden ser pretextos para
la expansión de un Estado y el consiguiente conflicto con los demás, pero se debe
121
complementar con otro elemento: la mediación conjunta. Esta mediación implica la
necesidad de que los Estados centrales han de negociar entre ellos la contención o
interrupción de las guerras de líneas divisorias entre Estados o civilizaciones.
A través de esto el autor sostiene que es necesario una reconfiguración que respon-
da a la realidad que hoy se vive, un paso importante lo debería dar la ONU, que debería
reflejar en el seno del Consejo de Seguridad las distintas civilizaciones, es decir incluir
a un Africanos, Hindúes y Latinoamericanos. Si embargo es verdad que esta amplia-
ción entorpecería la actuación del Consejo, o la debilitaría. Huntington cree que Europa
debe tener un solo lugar y que el mismo debe ser rotativo. Ahora, ¿Cómo entender que
Portugal o Dinamarca, por ejemplo, ocupen tan importante sitial? ¿Qué país Islámico lo
ocuparía? ¿Si ingresa India, cómo negar el ingreso a Paquistán sin producir un des-
equilibrio mundial? ¿Podría Paquistán representar los intereses del resto de los países
islámicos?. Son algunos de los interrogantes que se nos plantean.
¿Qué hacer?:
Las líneas que debe seguir Occidente -que es la preocupación del autor- para tratar
de sobrevivir y adaptarse a las nuevas características del mundo, son tres.
En principio sus líderes deben entender y reconocer la realidad existente para así
poder alterarla, y podríamos decir más, hacer que confluya con las necesidades de
cada civilización.
«[...] para conseguir una mayor integración política, económica y militar y para coor-
dinar sus posturas a fin de impedir que Estados de otras civilizaciones exploten las
diferencias entre ellos;
122
- para estimular la occidentalización de Latinoamérica y, hasta donde sea posible, el
estrecho alineamiento de los países latinoamericanos con Occidente;
- para refrenar el desarrollo del poderío militar convencional y no convencional de
los países islámicos y sínicos;
- para retrasar la deriva de Japón alejándose de Occidente y su acomodo con China;
- para aceptar a Rusia como el Estado central de la ortodoxia y como gran potencia
regional con legítimos intereses en la seguridad de sus fronteras del sur;
- para mantener la superioridad tecnológica y militar occidental sobre otras civiliza-
ciones;
- y, lo más importante, para reconocer que la intervención occidental en asuntos de
otras civilizaciones es probablemente la fuente más peligrosa de inestabilidad y de
conflicto potencial a escala planetaria en un mundo multicivilizatorio.» (30)
Notas:
123
22. Idem. Pág. 319.
23. Idem. Págs. 326 y 327.
24. Idem. Pág. 353.
25. Idem. Pág. 356.
26. Quigley, Carroll. The evolution of Civilizations: An introduction to historical analysis.
Nueva York, Macmillan, 1.961. Págs. 146 y sigs. Citado por Huntington, Samuel P.
El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Argentina,
Buenos Aires, Paidós, 2.000. Págs. 361 a 369.
27. Huntington, Samuel P. Op. Cit. Pág. 365.
28. Ibídem. Págs. 375 a 381
29. Ibídem. Pág. 379.
30. Idem. Págs. 373 y 374.
(*) Resumen del libro elaborado por el Lic. Victor Toledo cuando cursaba la cátedra
de Teoría de las Relaciones Internacionales. Salta, 2000.
Rabbi Sacks is Chief Rabbi of the United Hebrew Congregations of the British
Commonwealth. This essay is adapted from his speech given for FPRI’s 7th Annual
Templeton Lecture on Religion and World Affairs on May 21, 2002, sponsored by a
generous contribution from John M. Templeton, Jr.
Religion has become a decisive force in the contemporary world, and it is crucial that
it be a force for good — for conflict resolution, not conflict creation. If religion is not part
of the solution, then it will surely be part of the problem. I would like therefore to put
forward a simple but radical idea. I want to offer a new reading, or, more precisely, a new
listening, to some very ancient texts. I do so because our situation in the 21st century,
post-September 11, is new, in three ways.
First, religion has returned, counterintuitively, against all expectation, in many parts
of the world, as a powerful, even shaping, force.
Second, the presence of religion has been particularly acute in conflict zones such
as Bosnia, Kosovo, Chechnya, Kashmir and the rest of India and Pakistan, Northern
Ireland, the Middle East, sub-Saharan Africa, and parts of Asia.
Third, religion is often at the heart of conflict. It has been said that in the Balkans,
among Catholic Croats, Orthodox Serbs, and Muslims, all three speak the same language
and share the same race; the only thing that divides them is religion.
124
Religion is often the fault-line along which the sides divide. The reason for this is
simple. Whereas the 20th century was dominated by the politics of ideology, the 21st
century will be dominated by the politics of identity. The three great Western institutions
of modernity — science, economics, and politics — are more procedural than substantive,
answering questions of “What?” and “How?” but not “Who?” and “Why?” Therefore when
politics turns from ideology to identity, people inevitably turn to religion, the great
repository of human wisdom on the questions “Who am I?” and “Of what narrative am I
a part?”
When any system gives precedence to identity, it does so by defining an “us” and in
contradistinction to a “them.” Identity divides, whether Catholics and Protestants in
Northern Ireland, Jews and Muslims in the Middle East, or Muslims and Hindus in India.
In the past, this was a less acute issue, because for most of history, most people lived
in fairly constant proximity to people with whom they shared an identity, a faith, a way of
life. Today, whether through travel, television, the Internet, or the sheer diversity of our
multi-ethnic and multi-faith societies, we live in the conscious presence of difference.
Societies that have lived with this difference for a long time have learned to cope with it,
but for societies for whom this is new, it presents great difficulty.
This would not necessarily be problematic. After the great wars of religion that came
in the wake of the Reformation, this was resolved in Europe in the 17th century by the
fact that diverse religious populations were subject to overarching state governments
with the power to contain conflict. It was then that nation-states arose, along with the
somewhat different approaches of Britain and America: John Locke and the doctrine of
toleration, and Thomas Jefferson and the separation of church and state. The British
and American ways of resolving conflict were different but both effective at permitting a
plurality of religious groups to live together within a state of civil peace.
What has changed today is the sheer capacity of relatively small, subnational groups
— through global communications, porous national borders, and the sheer power of
weapons of mass destruction — to create havoc and disruption on a large scale. In the
21st century we obviously need physical defense against terror, but also a new religious
paradigm equal to the challenge of living in the conscious presence of difference. What
might that paradigm be?
In the dawn of civilization, the first human response to difference was tribalism: my
tribe against yours, my nation against yours, my god against yours. In this pre-
monotheistic world, gods were local. They belonged to a particular place and had “local
jurisdiction,” watching over the destinies of particular people. So the Mesopotamians
had Marduk and the Moabites Chamosh, the Egyptians their pantheon and the ancient
Greeks theirs. The tribal, polytheistic world was a world of conflict and war. In some
respects that world lasted in Europe until 1914, under the name of nationalism. In 1914
young men — Rupert Brooke and First World War poets throughout Europe — were
actually eager to go to war, restless for it, before they saw carnage on a massive scale.
It took two world wars and 100 million deaths to cure us of that temptation.
125
However, for almost 2,500 years, in Western civilization, there was an alternative to
tribalism, offered by one of the great philosophers of all time: Plato. I am going to call
this universalism. My thesis will be that universalism is also inadequate to our human
condition. What Plato argued in The Republic is that this world of the senses, of things
we can see and hear and feel, the world of particular things, isn’t the source of knowledge
or truth or reality. How is one to understand what a tree is, if trees are always changing
from day to day and there are so many different kinds of them? How can one define a
table if tables come in all shapes and sizes — big, small, old, new, wood, other materials?
How does one understand reality in this world of messy particulars? Plato said that all
these particulars are just shadows on a wall. What is real is the world of forms and
ideas: the idea of a table, the form of a tree. Those are the things that are universal.
Truth is the move from particularity to universality. Truth is the same for everyone,
everywhere, at all times. Whatever is local, particular, and unique is insubstantial, even
illusory.
This is a dangerous idea, because it suggests that all differences lead to tribalism
and then to war, and that the best alternative therefore is to eliminate differences and
impose on the world a single, universal truth. If this is true, then when you and I disagree,
if I am right, you are wrong. If I care about truth, I must convert you from your error. If I
can’t convert you, maybe I can conquer you. And if I can’t conquer you, then maybe I
have to kill you, in the name of that truth. From this flows the blood of human sacrifice
through the ages.
Let us read the Bible again and hear in it a message that is both simple and profound,
and, I believe, an important one for our time. We will start with what the Bible is about:
one man, Abraham, and one woman, Sarah, who have children and become a family
and then in turn a tribe, a collection of tribes, a nation, a particular people, and a people
of the covenant.
What is striking is that the Bible doesn’t begin with that story. For the first eleven
chapters, it tells the universal story of humanity: Adam and Eve, Cain and Abel, Noah
and the flood, Babel and the builders, universal archetypes living in a global culture. In
the opening words of Genesis 11, “The whole world was of one language and shared
speech.” Then in Genesis 12, God’s call to Abraham, the Bible moves to the particular.
This exactly inverts Plato’s order. Plato begins with the particular and then aspires to
the universal. The Bible begins with the universal and then aspires to the particular. That
is the opposite direction. It makes the Bible the great counter-Platonic narrative in
Western civilization.
The Bible begins with two universal, fundamental statements. First, in Genesis 1,
“Let us make man in our image, in our likeness.” In the ancient world it was not unknown
for human beings to be in the image of God: that’s what Mesopotamian kings and the
126
Egyptian pharaoh were. The Bible was revolutionary for saying that every human being
is in the image of God.
The second epic statement is in Genesis 9, the covenant with Noah, the first covenant
with all mankind, the first statement that God asks all humanity to construct societies based
on the rule of law, the sovereignty of justice and the non-negotiable dignity of human life.
It is surely those two passages that inspire the words “We hold these truths to be
self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with
certain unalienable Rights....” The irony is that these truths are anything but self-evident.
Plato or Aristotle wouldn’t know what the words meant. Plato believed profoundly that
human beings are created unequal, and Aristotle believed that some people are born to
be free, other to be slaves.
These words are self-evident only in a culture saturated in the universal vision of the
Bible. However, that vision is only the foundation. From then on, starting with Babel and
the confusion of languages and God’s call to Abraham, the Bible moves from the univer-
sal to the particular, from all mankind to one family. The Hebrew Bible is the first document
in civilization to proclaim monotheism, that God is not only the God of this people and
that place but of all people and every place. Why then does the Bible deliver an anti-
Platonic, particularistic message from Genesis 12 onwards? The paradox is that the
God of Abraham is the God of all mankind, but the faith of Abraham is not the faith of all
mankind.
In the Bible you don’t have to be Jewish to be a man or woman of God. Melchizedek,
Abraham’s contemporary, was not a member of the covenantal family, but the Bible
calls him “a priest of God Most High.” Moses’ father-in-law, Jethro, a Midianite, gives
Israel its first system of governance. And one of the most courageous heroines of the
Exodus — the one who gives Moses his name and rescues him — is an Egyptian
princess. We call her Batya or Bithiah, the Daughter of God.
Melchizedek, Jethro, and Pharaoh’s daughter are not part of the Abrahamic covenant,
yet God is with them and they are with God. As the rabbis put it two thousand years ago,
“The righteous of every faith, of every nation, have a share in the world to come.” Why, if
God is the God of all humanity, is there not one faith, one truth, one way for all humanity?
My reading is this: that after the collapse of Babel, the first global project, God calls
on one person, Abraham, one woman, Sarah, and says “Be different.” In fact, the word
“holy” in the Hebrew Bible, kadosh, actually means “different, distinctive, set apart.”
Why did God tell Abraham and Sarah to be different? To teach all of us the dignity of
difference. That God is to be found in someone who is different from us. As the great
rabbis observed some 1,800 years ago, when a human being makes many coins in the
same mint, they all come out the same. God makes every human being in the same
mint, in the same image, his own, and yet we all come out differently. The religious
challenge is to find God’s image in someone who is not in our image, in someone whose
color is different, whose culture is different, who speaks a different language, tells a
different story, and worships God in a different way.
127
This is a paradigm shift in understanding monotheism. And we are in a position to
hear this message in a way that perhaps previous generations were not. Because we
have now acquired a general understanding of the world that is significantly different
from our ancestors’. I will give just two instances of this among many: one from the
world of natural science and one from economics.
The first is from biology. There was a time in the European Enlightenment when it was
thought that all of nature was one giant machine with many interlocking parts, all
harmonized in the service of mankind. We now know that nature is quite different, that
its real miracle is its diversity. Nature is a complex ecology in which every animal,
plant, bird, every single species has its own part to play and the whole has its own
independent integrity.
We know even more than this thanks to the discovery of DNA and our decoding of
the genome. Science writer Matt Ridley points out that the three-letter words of the
genetic code are the same in every creature. “CGA means arginine, GCG means alanine,
in bats, in beetles, in bacteria. Wherever you go in the world, whatever animal, plant,
bug, or blob you look at, if it is alive, it will use the same dictionary and know the same
code. All life is one.” The genetic code, bar a few tiny local aberrations, is the same in
every creature. We all use exactly the same language. This means that there was only
one creation, one single event when life was born. This is what the Bible is hinting at.
The real miracle of this created world is not the Platonic form of the leaf, it’s the 250,000
different kinds of leaf there are. It’s not the idea of a bird, but the 9,000 species that
exist. It is not a universal language, it is the 6,000 languages actually spoken. The
miracle is that unity creates diversity, that unity up there creates diversity down here.
One can look at the same phenomenon from the perspective of economics. We are
all different, and each of us has certain skills and lacks others. What I lack, you have,
and what you lack, I have. Because we are all different we specialize, we trade, and we
all gain. The economist David Ricardo put forward a fascinating proposition, the Law of
Comparative Advantage, in the early 19th century. This says that if you are better at
making axe heads than fishing, and I am better at fishing than making axe heads, we
gain by trade even if you’re better than me at both fishing and making axe heads. You
can be better than me at everything, and yet we still benefit if you specialize at what
you’re best at and I specialize at what I’m best at. The law of comparative advantage
tells us that every one of us has something unique to contribute, and by contributing we
benefit not only ourselves but other people as well.
In the market economy throughout all of history, differences between cultures and
nations have led to one of two possible consequences. When different nations meet,
they either make war or they trade. The difference is that from war at the very least one
side loses, and in the long run, both sides lose. From trade, both sides gain. When we
value difference the way the market values difference, we create a non-zero sum scenario
of human interaction. We turn the narrative of tragedy, of war, into a script of hope.
128
paradigm, one that is neither universalism nor tribalism, but a third option, which I call
the dignity of difference. This option values our shared humanity as the image of God,
and creates that shared humanity in terms like the American Declaration of Independence
or the UN Universal Declaration of Human Rights. But it also values our differences,
just as loving parents love all their children not for what makes them the same but for
what makes each of them unique. That is what the Bible means when it calls God a
parent.
This religious paradigm can be mapped onto the political map of the 21st century.
With the end of the Cold War, there were two famous scenarios about where the world
would go: Francis Fukuyama’s End of History (1989) and Samuel Huntington’s Clash of
Civilizations and the Remaking of World Order (1996).
Huntington saw something quite different. He saw that modernization did not mean
Westernization, that the spread of global capitalism would run up against
countermovements, the resurgence of older and deeper loyalties, a clash of cultures, or
what he called civilizations — in short, a new tribalism.
And to a considerable extent, that is where we are. Even as the global economy binds
us ever more closely together, spreading a universal culture across the world — what
Benjamin Barber calls “McWorld” — civilizations and religious differences are forcing
us ever more angrily and dangerously apart. That is what you get when the only two
scenarios you have are tribalism and universalism.
There is no instant solution, but there is a responsibility that rests with us all,
particularly with religious leaders, to envision a different and more gracious future. As
noted earlier, faced with intense religious conflict and persecution, John Locke and
Thomas Jefferson devised their particular versions of how different religious groups
might live together peaceably. These two leaps of the imagination provided, each in their
own way, bridges over the abyss of confrontation across which future generations could
walk to a better world.
I have gone rather further than Locke’s doctrine of toleration or the American doctrine
of separation of church and state because these no longer suffice for a situation of
global conflict without global governance. I have made my case on secular grounds, but
note that the secular terms of today—pluralism, liberalism—will never persuade a deeply
passionate, indeed fanatically passionate religious believer to subscribe to them, because
they are secular ideas. I have therefore given a religious idea, based on the story of
Abraham, from which all three great monotheisms—Judaism, Christianity, and Islam—
descend. A message of the dignity of difference can be found that is religious and
profoundly healing. That is the real miracle of monotheism: not that there is one God and
therefore one truth, one faith, one way, but that unity above creates diversity here on
earth.
129
Nothing has proved harder in civilization than seeing God or good or dignity in those
unlike ourselves. There are surely many ways of arriving at that generosity of spirit, and
each faith may need to find its own way. I propose that the truth at the heart of monotheism
is that God is greater than religion, that he is only partially comprehended by any one
faith. He is my God, but he is also your God. That is not to say that there are many gods:
that is polytheism. And it is not to say that God endorses every act done in his name: a
God of yours and mine must be a God of justice standing above both of us, teaching us
to make space for one another, to hear one another’s claims, and to resolve them
equitably. Only such a God would be truly transcendent. Only such a God could teach
mankind to make peace other than by conquest or conversion and as something nobler
than practical necessity.
What would such a faith be like? It would be like being secure in my own home and
yet moved by the beauty of a foreign place knowing that while it is not my home, it is still
part of the glory of the world that is ours. It would be knowing that we are sentences in
the story of our people but that there are other stories, each written by God out of the
letters of lives bound together in community. Those who are confident of their faith are
not threatened but enlarged by the different faiths of others. In the midst of our multiple
insecurities, we need now the confidence to recognize the irreducible, glorious dignity
of difference.
(*)FPRI Wire. The 2002 Templeton Lecture on Religion and World Affairs, Volume 10,
Number 3, July 2002.
http://www.fpri.org/fpriwire/1003.200207.sacks.dignityofdifference.html
EL CHOQUE DE IGNORANCIAS
Edward W. Said (*)
‘Mi hipótesis es que la fuente esencial de conflicto en este mundo nuevo no será
fundamentalmente ideológica ni fundamentalmente económica. Las grandes divisiones
de la humanidad y la fuente predominante de conflicto serán de tipo cultural. Las nacio-
130
nes Estado seguirán siendo los actores más poderosos en la política mundial, pero los
principales conflictos de dicha política se producirán entre naciones y grupos de civili-
zaciones distintas. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las líneas
divisorias entre civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro’.
131
apropiación de grandes ideas (en un sentido amplio) por parte de una banda de fanáti-
cos enloquecidos con fines criminales-, lumbreras internacionales como la ex primera
ministra de Pakistán Benazir Bhutto o el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, han
pontificado sobre los problemas del Islam, y Berlusconi ha recurrido a Huntington para
despotricar sobre la superioridad de Occidente: ‘Nosotros’ tenemos a Mozart y Miguel
Ángel y ellos no. (Posteriormente pidió tibias disculpas por su insulto al Islam.)
¿Pero por qué no buscar paralelismos para Osama bin Laden y sus seguidores -
aunque, desde luego, con una capacidad destructiva mucho menos espectacular- en
sectas como los davidianos de Waco, o los discípulos del reverendo Jim Jones en
Guyana, o los japoneses de Aum Shinrikyo? Hasta el semanario británico The Economist,
habitualmente mesurado, es incapaz de resistirse a la generalización, en su número de
22-28 de septiembre, y elogia exageradamente a Huntington por sus observaciones
sobre el Islam, ‘crueles y generalizadoras, pero, aun así, certeras’. La revista mencio-
na con una solemnidad impropia que hoy Huntington dice que ‘los mil millones aproxi-
mados de musulmanes en el mundo están ‘convencidos de la superioridad de su cultu-
ra y obsesionados por la inferioridad de su poder’. ¿Acaso ha interrogado a 100
indonesios, 200 marroquíes, 500 egipcios y 50 bosnios? Y, aun en el caso de que lo
haya hecho, ¿qué muestra es ésa?
No es fácil decirlo, claro, pero qué insuficientes son, después de todo, las etiquetas,
las generalizaciones, las afirmaciones culturales. En ciertos aspectos, por ejemplo, las
pasiones primitivas y los conocimientos complejos se combinan de tal forma que des-
132
mienten la existencia de un muro fortificado, no sólo entre ‘Occidente’ e ‘Islam’, sino
entre el pasado y el presente, entre ellos y nosotros, para no hablar de los propios
conceptos de identidad y nacionalidad, sobre los que existen un desacuerdo y un deba-
te literalmente inacabables. Una decisión unilateral de imponer fronteras, emprender
cruzadas, enfrentar nuestro bien contra su maldad, extirpar el terrorismo y -en el voca-
bulario nihilista de Paul Wolfowitz- acabar por completo con las naciones, no hace que
sea más fácil ver las supuestas entidades; lo que hace es poner de manifiesto que es
mucho más sencillo hacer declaraciones beligerantes para movilizar pasiones colecti-
vas que reflexionar, examinar, desentrañar a qué nos enfrentamos en realidad, la
interrelación de tantas vidas, tanto ‘suyas’ como ‘nuestras’.
En una destacada serie de tres artículos publicados entre enero y marzo de 1999 en
Amanecer, el semanario más respetado de Pakistán, el difunto Eqbal Ahmad hacía
para su público musulmán un análisis de lo que denominaba las raíces de la derecha
religiosa y criticaba con gran dureza las mutilaciones del Islam por parte de absolutistas
y tiranos fanáticos cuya obsesión por regular la conducta personal fomenta ‘un orden
islámico reducido a un código penal, despojado de su humanismo, su estética, sus
búsquedas intelectuales y su devoción espiritual’: una actitud que ‘entraña la reafirmación
absoluta de un aspecto de la religión, en general descontextualizado, y un desprecio
total de otro. El fenómeno distorsiona la religión, corrompe la tradición y pervierte el
proceso político en los lugares en los que se desarrolla’. Como ejemplo oportuno de
esa corrupción, Ahmad procedía a presentar, en primer lugar, el rico, complejo y múlti-
ple significado de la palabra yihad, y luego seguía diciendo que, en la palabra reducida
actualmente al sentido de guerra indiscriminada contra los enemigos, es imposible
‘reconocer... la religión, la sociedad, la cultura, la historia o la política islámicas tal
como la han vivido los musulmanes a lo largo de los siglos’. A los islamistas modernos,
concluía Ahmad, ‘les preocupa el poder, y no el alma, la movilización del pueblo con
fines políticos, y no compartir y aliviar sus sufrimientos y aspiraciones. Su orden de
prioridades es muy limitado y restringido’. Lo que ha empeorado todavía más las cosas
es que, en los discursos ‘judío’ y ‘cristiano’ se producen distorsiones y fanatismos
semejantes.
Fue Conrad, con más fuerza de la que podía imaginar cualquiera de sus lectores a
finales del siglo XIX, quien comprendió que las distinciones entre el Londres civilizado
y ‘el corazón de las tinieblas’ se venían abajo a toda velocidad en situaciones extre-
mas, y que las cimas de la civilización europea podían transformarse inmediatamente
en las prácticas más salvajes, sin ninguna preparación ni transición. Fue también Conrad
quien, en El agente secreto (1907), describió la afinidad del terrorismo con abstraccio-
nes como la ‘ciencia pura’ (y, por extensión, ‘el Islam’ u ‘Occidente’) y, en definitiva, la
degradación moral del terrorista. Porque existen, entre civilizaciones aparentemente
enfrentadas, lazos más estrechos de lo que nos gustaría creer a la mayoría de noso-
tros y, como demostraron Freud y Nietzsche, cuando se tiene cuidado de mantener el
intercambio entre una y otra, hasta las fronteras vigiladas cambian con una facilidad
aterradora. Claro que esas ideas fluidas, llenas de ambigüedad y escepticismo sobre
nociones a las que nos aferramos, no nos proporcionan demasiadas directrices prácti-
cas y apropiadas para situaciones como ésta en la que nos encontramos, y por eso se
recurre a un orden de batalla mucho más tranquilizador (la cruzada, el bien contra el
133
mal, la libertad contra el miedo, etcétera), extraído de la oposición de Huntington entre
el Islam y Occidente, de la que sacó su vocabulario el discurso oficial de los primeros
días. Desde entonces se ha rebajado considerablemente el tono de ese discurso, pero,
a juzgar por el flujo continuo de palabras y acciones inspiradas por el odio, más las
noticias sobre actuaciones de las fuerzas del orden contra árabes, musulmanes e
indios en todo Estados Unidos, el paradigma sigue en pie.
Otra razón más para que siga es la inquietante presencia de musulmanes en toda
Europa y Estados Unidos. Si nos fijamos en las poblaciones actuales de Francia, Italia,
Alemania, España, Gran Bretaña, Estados Unidos, incluso Suecia, debemos reconocer
que el Islam ya no se encuentra en la periferia de Occidente, sino en pleno centro. ¿Y
por qué es tan amenazadora esa presencia? En la cultura colectiva están enterrados
los recuerdos de las primeras grandes conquistas árabes e islámicas, que comenza-
ron en el siglo VII y que, como escribe el célebre historiador belga Henri Pirenne en su
libro fundamental, Mahoma y Carlomagno (1939), hicieron definitivamente añicos la
antigua unidad del Mediterráneo, destruyeron la síntesis cristianorromana y dieron pie
a una nueva civilización dominada por las potencias del norte (Alemania y la Francia
carolingia), cuya misión, parece decir Pirenne, era reanudar la defensa de ‘Occidente’
contra sus enemigos culturales e históricos. Lo que no menciona Pirenne, por desgra-
cia, es que, para crear esa nueva línea de defensa, Occidente aprovechó el humanis-
mo, la ciencia, la filosofía,la sociología y la historiografía del Islam, que ya se había
interpuesto entre el mundo de Carlomagno y la antigüedad clásica. El Islam estaba
dentro desde el principio, como tuvo que reconocer incluso Dante -gran enemigo de
Mahoma- cuando situó al Profeta en el corazón de su Infierno.
Hay que tener en cuenta asimismo el legado permanente del monoteísmo, las religio-
nes abrahámicas, como apropiadamente las llamaba Louis Massignon. Ya con el ju-
daísmo y el cristianismo, cada una de ellas es una sucesora obsesionada por la que le
precedió: para los musulmanes, el Islam cumple y culmina la línea profética. Todavía
no existe una historia decente ni una desmitificación de la complicada rivalidad entre
estas tres religiones -ninguna de ellas monolítica, ni mucho menos- seguidoras del
Dios más celoso de todos, si bien la ensangrentada confluencia en la Palestina actual
proporciona un sustancioso ejemplo secular de lo que tienen de irreconciliable, con
trágicas consecuencias. No es de extrañar, pues, que musulmanes y cristianos estén
dispuestos a hablar de cruzadas y yihad y que ambos prescindan de la presencia judía,
muchas veces con una indiferencia sublime. Un proyecto así, dice Eqbal Ahmad, ‘resul-
ta muy tranquilizador para los hombres y mujeres que se ven atrapados en medio...
entre las aguas profundas de la tradición y la modernidad’.
El caso es que todos nadamos en esas aguas, tanto occidentales como musulma-
nes y otros. Y, dado que las aguas forman parte del océano de la historia, intentar
abrirlas o dividirlas mediante barreras es inútil. Vivimos tiempos de tensión, pero más
vale pensar en la existencia de comunidades poderosas e impotentes, recurrir a la
política secular de la razón y la ignorancia y los principios universales de justicia e
injusticia, que divagar en busca de amplias abstracciones que tal vez ofrezcan una
satisfacción momentánea pero dejan poco sitio para la introspección y el análisis infor-
mado. La tesis del ‘choque de civilizaciones’ es un truco como el de ‘la guerra de los
134
mundos’, más útil para reforzar el orgullo defensivo que para una interpretación crítica
de la desconcertante interdependencia de nuestra época.
¿CHOQUE DE CIVILIZACIONES?
José Eduardo Jorge (*)
Tras el atentado del 11 de septiembre contra el World Trade Center, el mundo político
y académico se pregunta si no estamos asistiendo al choque de las civilizaciones
anunciado por Samuel P. Huntington en su ya famoso artículo publicado por Foreign
Affairs en 1993. Escribía Huntington en esa oportunidad:
«Es mi hipótesis que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será
primariamente ideológica o primariamente económica. Tanto las grandes divisiones de
la humanidad como la fuente dominante de conflicto serán culturales. Los Estados-
nación seguirán siendo los actores más poderosos en los asuntos mundiales, pero los
principales conflictos políticos internacionales ocurrirán entre naciones y grupos de
diferentes civilizaciones. El choque de las civilizaciones dominará la política mundial.
Las líneas de fractura entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro».
135
Las reacciones iniciales
Los líderes políticos en EEUU y Europa intentaron calmar los ánimos y enfocar el
problema en el fenómeno del terrorismo global. El político más popular de Alemania,
Joschka Fischer, del partido Verde, pidió un fortalecimiento del diálogo intercultural.
«Haríamos bien en no dejarnos imponer esta estrategia» del choque de las civilizacio-
nes, buscada por los autores del ataque, sostuvo.
El propio Huntington, entrevistado por el semanario alemán Die Zeit, calificó el aten-
tado como un ataque «contra la sociedad civilizada de todo el mundo, contra la civiliza-
ción como tal». El periodista le preguntó frontalmente si el mundo estaba asistiendo a
un choque de civilizaciones. «No -respondió Huntington-, el mundo islámico está escin-
dido. Que se impida la auténtica colisión depende de si los países islámicos colaboran
o no con Estados Unidos en la lucha contra este terror».
Pero poco después el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, cometió un aparente
exabrupto. Durante una visita a Berlín aseguró que «no podemos poner en el mismo
plano a todas las civilizaciones. Hay que ser conscientes de nuestra supremacía, de la
superioridad de la civilización occidental».
136
Orientalismo
Una semana después del atentado contra el World Trade Center, Said advertía en
una de sus columnas que «las pasiones colectivas están siendo canalizadas hacia una
campaña a favor de la guerra que se parece extraordinariamente a la persecución de
Moby Dick por el Capitán Ahab». Arguía que «el Islam y Occidente son banderas
inadecuadas para seguirlas ciegamente» y que «no hay un solo Islam: hay varios Is-
lam, igual que hay varios Estados Unidos» (3).
El centro de su crítica es que Huntington, igual que Bernard Lewis (ver más abajo),
insisten «con imprudencia en la personificación de unas entidades inmensas llamadas
‘Occidente’ e ‘Islam’, como si unas cuestiones tan complicadas como la identidad y la
cultura existieran en un mundo de dibujos animados en el que Popeye y Brutus se
golpean sin piedad (...) Ni Huntington ni Lewis dedican mucho tiempo a la dinámica
interna y la pluralidad de cada civilización».
137
tenía que «el movimiento hoy llamado fundamentalista no es la única tradición islámica.
Hay otras, más tolerantes, más abiertas (...) y podemos tener esperanzas de que esas
otras tradiciones prevalecerán con el tiempo (...) Mientras tanto debemos tener gran
cuidado en todos lados para evitar el peligro de una nueva era de guerras religiosas» (5).
Lewis busca la causa de esa «ira musulmana» y comienza por observar que, mien-
tras en el cristianismo hay una separación de la religión y la política («a César lo que es
de César...»), en el Islam «la lucha del bien y el mal adquirió muy pronto dimensiones
políticas e incluso militares». La humanidad quedaba dividida en fieles e infieles, a
quienes los musulmanes debían traer al Islam. La Cristiandad fue reconocida pronto
como un genuino rival y la pugna entre los dos sistemas dura ya catorce siglos. Pero en
los últimos trescientos años el Islam estuvo a la defensiva. Los avances de Occidente
y de Rusia, la invasión de ideas y estilos de vida foráneos e incluso los desafíos dentro
de su propia sociedad, por parte de «mujeres emancipadas y chicos rebeldes», des-
ataron la ira que «debía dirigirse primariamente contra el enemigo milenario y extraer
su fuerza de antiguas creencias y lealtades».
138
El libro de Sartori fue presentado en España en abril. En una entrevista concedida al
diario El País, no tuvo empacho en decir que «el Islam, que pasa ahora por un fuerte
renacimiento, es, yo diría hoy que absolutamente, al cien por cien, incompatible con la
sociedad pluralista y abierta de Occidente».
«Los principios de las dos culturas son antagónicos -añadía- y son ellos los que nos
consideran a nosotros los infieles aunque estén aquí, no nosotros a ellos». Decía creer
que los inmigrantes musulmanes que llegan al sur de España e Italia «no tienen ningún
deseo de integrarse salvo excepciones». Para el politólogo italiano, «si entras en un
país que no es el tuyo y te beneficias de ello (...) debes atenerte a los valores básicos
de la sociedad que te acoge. Si no lo aceptas, no es que yo te vaya a echar, pero no te
hago ciudadano con los mismos derechos de un país cuyas reglas no aceptas».
Kepel piensa que los investigadores han puesto demasiado énfasis en la ideología
del islamismo y que es necesario examinar las fuerzas sociales que participan en él.
Este análisis le permite explicar porqué el islamismo triunfó en Irán y fracasó, por
ejemplo, en Egipto y Argelia, así como diagnosticar su actual debilitamiento y disgregación.
Para Kepel los movimientos islamistas han sido siempre socialmente ambiguos.
Estaban compuestos, de un lado, por la juventud urbana pobre, producto de la explo-
sión demográfica y el éxodo rural, y que tuvo acceso por primera vez a la alfabetiza-
ción. El otro grupo era la burguesía y la clase media religiosa, heredera de los comer-
ciantes del bazar y marginada del poder tras la descolonización. Dentro de este sector
había profesionales que fueron a trabajar a los países árabes productores de petróleo.
Tanto los jóvenes urbanos pobres como la burguesía del bazar se identificaron con
la ideología islamista, que prometía restablecer la sociedad justa de los primeros tiem-
pos del Islam y se oponía a gobiernos ya muy desgastados. Khomeini triunfó en Irán
porque supo atraer y unificar a los dos grupos sociales. En Egipto y Argelia, sin embar-
go, el discurso islámico no fue producido por el clero, sino por jóvenes intelectuales
que terminaron ahuyentando a la clase media. Además, los regímenes en el poder
procuraron todo el tiempo escindir a los dos componentes del movimiento.
En su libro, Kepel sostiene que las nuevas elites que han llegado al poder en algunos
países musulmanes tienen la oportunidad de aprovechar el declive del islamismo para
promover un tipo de «democracia musulmana».
139
En una entrevista concedida un mes antes del atentado al World Trade Center, Kepel
afirmaba que «en los setenta el islamismo era una utopía. Pero ha dejado de serlo. Ha
estado en el poder y ha tenido corrupción, fracaso, injusticia, sexo, ya no tiene carácter
prometedor». En el mundo islámico soplan los vientos de la explosión informativa (de lo
que es un ejemplo el fenómeno de la cadena de televisión Al-Jazeera), que representa
un desafío tanto para los regímenes en el poder como para los islamistas».
La caída del muro de Berlín en 1989 marcó, desde un punto de vista histórico, el final
del siglo XX. Con la terminación de la guerra fría, el modelo occidental de democracia
capitalista aspiraba a convertirse en universal. A través de los fenómenos simultáneos
de la globalización y la regionalización, el mundo parecía encaminarse a un sistema de
multipolarismo económico con una única superpotencia militar.
Muy pronto Huntington vino a contradecir la idea del «fin de la historia». Planteó que
el mundo del siglo XXI sería mucho más multipolar de lo que algunos pensaban. Otras
civilizaciones no sólo habían dejado de sentirse inferiores a Occidente. Con su crecien-
te poder económico, militar y demográfico, empezaban a sentirse seguras de la supe-
rioridad de su cultura. En particular, surgía China como la civilización capaz de despla-
zar a EEUU, en el lapso de algunas décadas, como la potencia hegemónica.
El atentado contra el World Trade Center obliga a replantear una vez más los pronós-
ticos sobre el siglo XXI. Al evaluar las consecuencias del ataque terrorista, Eric Hobsbawn
recordó que ya había adelantado que las dos grandes novedades del siglo XXI serían
que EEUU no podría gobernar el mundo por sí solo y que las guerras no se librarían
exclusivamente entre Estados, sino además entre éstos y poderosas organizaciones
no estatales.
140
Para Hobsbawn el ataque terrorista abre un periodo de inestabilidad similar al que
tuvo lugar en Europa con la serie de atentados contra los reyes a fines del siglo XIX. La
posibilidad de que el proceso termine o no en una guerra depende de lo que haga
EEUU. Considera probable que haya revoluciones y golpes de Estado en los países de
Medio Oriente y, frente al terrorismo, opina que «hace falta una respuesta colectiva, de
todos los Estados que se ven amenazados. Esto vale también para los chinos y los
rusos».
El periodista e historiador británico Timothy Garton Ash (Historia del presente, Bar-
celona: Tusquets, 2000) cree que el atentado contra el World Trade Center cambió el
mundo porque transformará la mentalidad del hombre medio norteamericano, que nun-
ca se preocupó verdaderamente por el mundo exterior y, desde Vietnam, impidió a sus
líderes arriesgar la vida de soldados estadounidenses. Coincide en que la mejor solu-
ción sería una acción internacional contra el terrorismo, coordinada por Naciones Uni-
das y que incluya a China y Rusia.
Referencias:
141
flicto fundamental entre dos grandes civilizaciones y formas de vida continuará defi-
niendo sus relaciones en el futuro lo mismo que las ha definido durante los últimos
catorce siglos» (p. 253.) Volver
(3) Edward W. Said, Pasión colectiva, El País, 19 de septiembre de 2001. Los links a
este y otros artículos del autor, en español y en inglés, están disponibles en http://
www.edwardsaid.org Volver
(5) Bernard Lewis, The roots of Muslim rage, The Atlantic Monthly, September 1990,
Volume 266, Nº 3, pages 47-60 (la traducción es nuestra.) Disponible on line en: http://
www.theatlantic.com/issues/90sep/rage.htm Volver
142
Ejercicio Autoevaluación
5- ¿Cuáles son loas principales críticas que se le pueden realizar a la tesis presen-
tada por Huntington?
143
144
UNIDAD III
LA SEGURIDAD INTERNACIONAL
INTRODUCCIÓN
Al intentar definir la naturaleza del sistema internacional tras el fin de la Guerra Fría,
Joseph Nye comenzaba por hacerse la siguiente pregunta: «Si el viejo orden interna-
cional ha colapsado, ¿cuál será la nueva distribución de poder?». Afirma luego que
existían a principios de los noventa cinco respuestas posibles: hegemonía unipolar,
regreso a la bipolaridad, multipolaridad, formación de tres bloques económicos (Esta-
dos Unidos, Europa, Asia con Japón a la cabeza) e interdependencia a múltiples nive-
les.
Lo que interesa destacar aquí es lo siguiente: las tres primeras respuestas nos
ubican en un sistema internacional cuya naturaleza se define en función a la distribu-
ción del poderío militar entre sus principales Estados. La cuarta respuesta nos sigue
remitiendo al Estado como actor fundamental, y a la distribución de poder entre Esta-
dos como criterio de definición, pero la dimensión de poder relevante aquí no es la
fuerza militar, sino la capacidad económica. Por último, la quinta respuesta no solo
admite múltiples dimensiones de poder, sino que además este se distribuye entre acto-
res de distinta naturaleza: no solo habría una redistribución de poder entre los Estados,
sino además desde el Estado hacia actores políticos no estatales.
Aunque dista de ser un proceso homogéneo a nivel global, la soberanía del Estado
se ha visto erosionada en las últimas décadas, tanto de facto como de jure. En el
primer caso, actores privados de carácter transnacional (como las corporaciones mul-
tinacionales o las ONGs internacionales), o actores públicos de carácter multilateral
(como el FMI y el Banco Mundial), han adquirido un poder de negociación frente a los
Estados del que carecían desde la postguerra. De otro lado, el mejor ejemplo del se-
gundo caso es la evolución reciente del derecho internacional humanitario. Por ejemplo,
los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos son de carácter vinculante
(es decir, de cumplimiento obligatorio), para los países que se someten a su jurisdic-
ción. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de que un Estado se mantenga al mar-
gen de instancias de esa índole o, en caso de pertenecer a ellas, se retire de su
jurisdicción siguiendo los procedimientos establecidos. Ese hecho pone de relieve la
importancia de la creación de una Corte Penal Internacional, puesto que, en principio,
ningún Estado podría sustraer a sus ciudadanos de su jurisdicción alegando el ejerci-
cio de su soberanía. Fue precisamente la relativa erosión del principio de soberanía lo
que permitió el surgimiento de una nueva agenda de seguridad, dado que esta fue
impulsada inicialmente por organismos no gubernamentales, actuando en consonancia
con organismos multilaterales como las Naciones Unidas.
Nada de ello supone sin embargo que el Estado deje de ser un actor medular en la
escena internacional (sobre todo en materia de seguridad), dado que sigue siendo la
145
única forma de organización política no voluntaria con reconocimiento universal. Solo
el Estado puede imponer tributos a sus ciudadanos, y es difícil pensar en otro actor
capaz de asumir el reto de proveer bienes públicos allí donde el mercado no los provee
en forma adecuada. Por ejemplo, es inconcebible que tareas como la protección de la
capa de ozono o la regulación del uso de áreas designadas como patrimonio común de
la humanidad no sean asumidas en forma directa o indirecta por los Estados.
La pregunta clave no es sin embargo si el Estado debe ser reemplazado por otros
actores en el ejercicio de sus atribuciones tradicionales, sino como debe articularse
con ellos para el logro de objetivos comunes. Según Mac Lean, «La seguridad humana
requiere de una aproximación a múltiples niveles, que incluya actores no estatales,
sub-estatales, a Estados nacionales y, en particular, a actores multilaterales o interna-
cionales». Siguiendo este razonamiento más allá de los temas de seguridad, sería
concebible pensar en un sistema en el cual, por ejemplo, el gobierno español comparta
el ejercicio de la autoridad política con gobiernos autonómicos como los de Cataluña y
el país Vasco a nivel nacional, con las instancias de dirección de la Unión Europea a
nivel regional, y con entidades como la Organización Mundial de Comercio a nivel
global. En ese caso, el Estado soberano sería reemplazado no por un gobierno mundial,
sino por una versión moderna y secular del orden político que prevalecía en la Cristian-
dad occidental durante la Edad Media.
Por lo demás, la respuesta militar es solo uno de los componentes de una estrategia
contra organizaciones políticas que emplean el terrorismo como táctica, y no necesa-
riamente el más importante. Por ejemplo, si América Latina se viera expuesta a accio-
nes concertadas para esparcir la espora del ántrax, la principal vulnerabilidad de la
región en materia de seguridad no serían ni sus fuerzas armadas ni sus servicios de
inteligencia, sino la escasa calidad y cobertura de sus sistemas de salud pública. De
otro lado, la experiencia europea demuestra que la coordinación en labores de interdic-
ción e inteligencia suele ser un medio más eficaz que las «bombas inteligentes».
146
dentro de las fronteras de un Estado), y que en esos casos el principal perpetrador
suele ser el propio Estado. Ello tiene como consecuencia paradójica el que posibles
inculpados de promover o condonar el terrorismo oficial a nivel nacional (como el
presidente de Rusia, Vladimir Putin), puedan ser a la vez aliados privilegiados en la
lucha contra el terrorismo internacional.
De otro lado, el terrorismo constituye una táctica de acción, por ende no designa a
un agente específico. Se trata por lo demás de una táctica en torno a cuya definición no
existe consenso dentro de la comunidad internacional. Por ejemplo, un militante de
Hamas subió en noviembre del 2001 a un autobús de pasajeros en Tel Aviv con explosi-
vos adheridos a su cuerpo, y los hizo estallar asesinando a cinco pasajeros. Es obvio
que ese atentado calza cualquier definición convencional de terrorismo. Posee, por
ejemplo, los rasgos distintivos comúnmente invocados en las definiciones disponibles:
sus víctimas eran civiles inermes, y su propósito era causar el pánico entre la pobla-
ción de la cual provenían.
Sin embargo contrastemos ese caso con este otro: el mismo mes de noviembre
oficiales de inteligencia israelíes «sembraron» un artefacto explosivo en la calles de
Gaza. Su presunto objetivo eran milicianos palestinos que habrían atacado a colonos
israelíes desde esa zona. Sus víctimas reales, sin embargo, fueron cinco niños palestinos
que, de camino al colegio, activaron accidentalmente el artefacto. Podría afirmarse que
se trató también de un acto terrorista, dado que sus víctimas fueron civiles inermes, y
su efecto práctico fue causar el pánico entre la población de la zona. Sin embargo el
ejército israelí acudió al eufemismo «daño colateral» para describir el incidente, ale-
gando que no tuvo la intención de provocar esas consecuencias.
BIBLIOGRAFÍA:
147
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Que el mundo está en proceso de cambio, nadie lo pone en duda. Hoy, un nuevo
orden internacional se está estructurando a nivel planetario, como consecuencia de la
culminación de un período que, en el ámbito estratégico, finaliza con el término de la
Guerra Fría y, en el político, con el rotundo fracaso del sistema comunista y los
totalitarismos.
El Conflicto
Por su parte, el actual Jefe de Estado Mayor Conjunto de ese país, indicó que exis-
ten nuevas amenazas para la paz mundial. La principal diferencia con la situación
anterior, es que éstas se encuentran disociadas y son independientes, al no existir un
elemento que las ate, provea armas, coordine o limite sus actos, dando como ejemplo
los casos de Libia, Irak, Corea del Norte y Cuba. Es decir, al disminuir las tensiones
que existían en el plano global, han surgido una serie de conflictos regionales, los que
son difíciles de controlar.
148
manera, rivalidades entre clanes, fracciones religiosas, grupos étnicos, etc., están
originando nuevos conflictos que es necesario conocer.
Unido a lo anterior, se puede indicar también que el conflicto está sufriendo impor-
tantes cambios, entre los cuales destaca la diversidad en cuanto a su duración, los
actores y las capacidades de los países enfrentados. Es así como es factible que se
extiendan por algunas semanas, como es el caso del conflicto Perú-Ecuador, hasta
varios años, como es el conflicto kurdo, o el de la ex Yugoslavia. Pueden intervenir
varias naciones con la más alta tecnología, como sucedió en el Golfo Pérsico, o sólo
tribus con armamentos rudimentarios, como lo demuestran los casos de Ruanda y
Argelia. También puede hacerse multidimensional, cuando el más débil recurre a accio-
nes nunca antes empleadas, como el daño ecológico (Kuwait), la toma de rehenes, el
terrorismo, etc.
Las amenazas
Como en el caso anterior, también las amenazas están cambiando. En especial para
las grandes potencias, las cuales, al desaparecer aquellas tradicionales del enfrenta-
miento Este-Oeste, ahora deben enfrentarse a otras mucho más inciertas.
En este plano, las amenazas son un elemento de gran interés para planificar la
defensa, razón por la que se estima adecuada una revisión de las que se perciben en la
actualidad y respecto de las cuales la mayoría de las opiniones son coincidentes:
Sin desconocer la existencia del conflicto, también hay quienes creen que las ame-
nazas han disminuido, cambiado o desaparecido, lo cual no parece lógico, al observar
la actual situación internacional, donde existe una gran cantidad de conflictos en desa-
rrollo y otros tantos en carácter de latentes y que en cualquier momento pueden esca-
lar a un enfrentamiento armado. A manera de ejemplo, se pueden mencionar: Grecia-
Turquía, Venezuela-Colombia, Belice-Guatemala, Irán-Afganistán, India-Pakistán, por
149
nombrar algunos. En este caso, el problema se produce al mirar a todo el mundo con la
perspectiva de las grandes potencias, para las que efectivamente han desaparecido
las amenazas claramente determinadas durante las últimas décadas, apareciendo otras,
que en muchos casos no las afectan directamente.
La Seguridad Internacional
Se entiende por sistema de seguridad, un conjunto de Estados que se han unido para
actuar coordinadamente frente a determinados tipos de amenazas, presentando nor-
mas y procedimientos para reaccionar en forma rápida y eficiente, y donde la fuerza
militar es el factor principal del sistema.
Debe tenerse presente que existe un Sistema de Seguridad Nacional, que es parti-
cular de cada Estado y un Sistema de Seguridad Internacional, el cual, dada su impor-
tancia a nivel mundial, aparece mencionado en el artículo N°1 de la Carta de las
Naciones Unidas.
Los Estados han llegado a la conclusión que una forma de mejorar su condición de
seguridad es la de unirse a otros que tengan los mismos intereses, de tal manera de
enfrentar juntos, si es necesario, cualquier amenaza a su seguridad. Nacen así diferen-
tes alianzas a través de la historia y, luego de la experiencia vivida tras la II Guerra
Mundial, un sistema de seguridad internacional representado por la ONU.
La seguridad Colectiva
150
La seguridad colectiva está basada “fundamental e inicialmente en el concepto de
paz dinámica de Francisco de Vitoria, sustentado en la idea de que cada Estado com-
ponente de un sistema de seguridad internacional siente y está seguro en este sistema;
lo que quiere decir que todos los componentes del sistema estarán igualmente segu-
ros”.
Es preciso indicar que este concepto puede ser clasificado, dependiendo del sector
geográfico que abarque, como: seguridad colectiva mundial, continental (o hemis-férica)
y regional. El primero de los sistemas está representado por la ONU, sobre quien recae
la responsabilidad primaria de mantenimiento de la paz.
Como este organismo no era capaz de evitar la guerra por sí solo, fue necesario
establecer una serie de alianzas que podríamos clasificar en el nivel continental y
donde destacan la OTAN, la UEO, el TIAR, la SEATO y la OUA (Organización de Unión
Africana), muchas de las cuales, luego del término de la Guerra Fría, quedaron obsoletas,
al desaparecer las amenazas que deberían enfrentar, razón por la cual han sufrido o
están sufriendo importantes modificaciones.
La Seguridad Cooperativa
En esta búsqueda ha sido posible determinar que frente al actual escenario mundial,
en el cual existe una gran cantidad de conflictos, de diferentes características y donde
las principales potencias han demostrado tener cada vez menos interés en intervenir,
en especial en aquellos casos en los cuales no estén comprometidos intereses vitales
para ellas, la responsabilidad en materia de seguridad internacional se está desplazan-
do a instancias regionales, donde cada uno de los actores locales debe asumir sus
propios conflictos, libre de la internacionalización que antes existía. Es el caso de la
UEO, en Kosovo; o de los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, frente al
conflicto Perú-Ecuador, por dar sólo un par de ejemplos.
Aunque parezca una paradoja, junto con la aparición de nuevas hipótesis de conflic-
to, los Estados también están más abiertos a encontrar soluciones, razón por la que el
151
objetivo ya no es solamente contar con un sistema de seguridad internacional basado
en alianzas entre países con intereses comunes, capaces de hacer frente a cualquier
amenaza externa, sino que, por el contrario, se busca que las relaciones inter-Estados,
a lo menos en el nivel regional, se fundamenten en un deseo real de evitar los conflic-
tos, mediante la colaboración y la contribución a la paz internacional. En consecuencia,
la tendencia actual en la determinación de sistemas regionales de seguridad se orienta
hacia la seguridad cooperativa, la que puede ser entendida como un sistema, cuyo
objetivo es disminuir las posibilidades de conflicto entre sus miembros, sin coartar el
desarrollo de sus legítimos intereses de seguridad.
Esta nueva proposición implicaría modificar los acuerdos internacionales sobre paz
y seguridad, a fin de lograr un enfoque cooperativo en estas materias, basado en la
limitación mutua de armas y el mantenimiento multilateral de la paz, lo cual, idealmen-
te, tendría que iniciarse partiendo por las grandes potencias y los países desarrolla-
dos.
Aunque algunos planteamientos aparecen muy utópicos, cualquier paso que se defi-
na para establecer un sistema de seguridad como el que actualmente está en boga,
requiere de un enorme compromiso de cada Estado, además de alcanzar una condición
de equilibrio que será básica para el buen funcionamiento de esta propuesta.
En un plano práctico, será necesario avanzar en los siguientes aspectos:
Medidas de control
152
Limitación
Reducciones
Se relaciona con la reducción de fuerzas y del gasto militar, razón por la cual corres-
ponde a uno de los aspectos más sensibles de este sistema de seguridad.
Conclusiones
(*) 1998. Este trabajo fue elaborado por el Coronel Gabriel Rivera Vivanco, del CESIM,
basado en antecedentes de distintas actividades de investigación que este Centro de
Estudios desarrolla.
153
EL FUNDAMENTALISMO EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Fred Halliday (*)
Este ciclo se centra en problemas del mundo contemporáneo, y es desde esa misma
perspectiva desde la que deseo acercarme a la cuestión de lo que se denomina
«fundamentalismo».
Quiero ofrecer algunas ideas sobre cómo y por qué este fenómeno es tan importante
en el mundo moderno y quiero también incidir sobre su contemporaneidad en dos
aspectos: en primer lugar trataré de demostrar que a pesar de todas sus invocaciones
de tradición y sus pretensiones de una vuelta al pasado, los fundamentalismos son
respuestas al mundo contemporáneo y están enmarcados en gran medida en una es-
tructura de ideas e intereses contemporáneos; en segundo lugar, quiero examinar algu-
nas de las respuestas que el mundo contemporáneo en el que vivimos, Europa Occi-
dental, puede y de hecho necesita aportar frente a este fenómeno y algunas de las
alternativas políticas, y morales, que plantea el fundamentalismo; en el caso de que
reconozcamos finalmente la necesidad y el derecho a una «política de la diferencia»,
este derecho a la diferencia debe aplicarse tanto dentro como entre culturas, religiones
y comunidades étnicas.
Aunque vivamos fuera de las sociedades que están gobernadas o bajo el fuerte
influjo de los movimientos fundamentalistas, el auge de éstos no deja de plantear pro-
blemas difíciles para la política exterior y para una evaluación de tipo ético. De hecho,
una de las cosas que quisiera sugerir aquí es que si nuestras respuestas políticas han
sido tan inseguras, mucho más lo han sido las de tipo moral. El fundamentalismo
causará un importante impacto en el mundo en los próximos años y lo más probable es
que no desaparezca ni se debilite. Podríamos empeorar la cuestión empezando ahora a
154
sumergirnos en una discusión más profunda de este fenómeno para terminar recono-
ciendo lo poco preparados que estamos para ello. Los fundamentalistas tienen una idea
clara y resuelta de lo que quieren. Ya es hora de que los que no somos fundamentalistas
demos una respuesta igualmente clara, y por supuesto resuelta. En cualquier caso, se
trata de un fenómeno que no debería ser subestimado.·
155
buscan extender la autoridad de la ley judaica en Israel y establecer un Estado basado
en los textos legales apropiados, en este caso el Halakha.
Al igual que ocurre con otros términos políticos —comunismo, fascismo, populismo,
nacionalismo— no nos enfrentamos aquí a un objeto único; estos movimientos no son
similares en todos los aspectos. De hecho, más allá de las diferencias teológicas con
las que se definen a sí mismos, hay grandes diferencias entre ellos, por lo que se
refiere al contexto, al contenido y al objetivo. El cristianismo, por ejemplo, tiene bastan-
te menos que decir acerca de asuntos tales como la higiene personal o la dieta que el
judaísmo, el islamismo o el Hinduísmo. El alcance de la ley sagrada es también muy
diferente —la Tora y la Shari’ah tienen más que decir que la Ley Canónica. El cristianis-
mo y el Islam pueden alegar siglos de poder político e incluso de conquista imperial,
mientras que el judaísmo nunca ha disfrutado de esos éxitos temporales. En algunos
contextos es el clero el que juega un papel preponderante —esto es cierto para el
judaísmo, el Protestantismo y el Islam chiita iraní— mientras que en otros lo que hay
más bien es un grupo de líderes laicos, esencialmente líderes políticos que invocan los
valores de la religión, tal como puede observarse en los movimientos islamistas del
Norte de África y en los movimientos hinduistas.
156
leyendas de Rama, un culto congregacional y, finalmente, una parte esencial de la idea
monoteísta de la religión auténtica, la subyugación de las mujeres.
En el caso del judaísmo, no está claro hasta qué punto los haredim aspiran a contro-
lar directamente el Estado, pero a través de su participación en la arena política, a
través del uso del sistema representativo proporcional, de partidos y otro tipo de activi-
dades políticas, buscan extender el control del poder rabínico sobre gran parte de la
sociedad, del mismo modo que Gush Emunim se hace fuerte en ciertos temas clave,
especialmente los de carácter territorial. En el caso de los otros tres —cristianismo,
Islam, hinduismo— esta pretensión política está mucho más clara: no son movimientos
de conversión, ni movimientos de innovación teológica, sino movimientos que aspiran
a ganar poder, a través de las elecciones, la fuerza o la insurrección, y establecer
Estados apropiados. El fundamentalismo es, en este sentido, un medio para alcanzar el
poder político y para mantenerlo una vez alcanzado. Es, por supuesto, sobre todo por
esta razón por lo que nos concierne a todos.
157
Esto me lleva a la dimensión final compartida por estos movimientos, es decir, su
intolerancia y en gran medida su carácter antidemocrático. Aunque dicen hablar en
nombre del pueblo y perseguir sus metas a través de medios democráticos, son ideoló-
gica y organizativamente grupos políticos autoritarios y potencialmente dictatoriales.
Rechazan las premisas de la política democrática, como la tolerancia y los derechos
individuales, y reivindican una autoridad que no deriva del pueblo; se trata de una
autoridad derivada de la voluntad de dios, inherente a las escrituras e interpretada por
líderes autoelegidos y exclusivamente masculinos tanto si son clérigos como si no.
La retórica islámica acerca de los judíos peca a menudo de racista. Los musulma-
nes andan últimamente preocupados por la cuestión de la blasfemia pero quizá, ya que
están preocupados por el tema, deberían estudiar el Corán más detenidamente ya que
éste nos dice que Cristo no era hijo de Dios, que no fue crucificado y que no resucitó de
entre los muertos -afirmaciones que convencionalmente constituyen formas de blasfe-
mia en el mundo cristiano. En la India, los chauvinistas hindúes, que despotrican en
158
contra de los musulmanes por lo que éstos le han hecho a la India, han acuñado su
propia retórica intolerante: «Musulmanan ke do-hi shtan, pakistan aur kabristan» (para
los musulmanes sólo hay dos sitios, Pakistán o la sepultura). Esta pretensión de que
los musulmanes se marchen a Pakistán no es incompatible con la demanda de que
Pakistán sea abolido como Estado y restituido a la India. Hay algo espantosamente
cínico en el argumento hindú de que los musulmanes son libres de vivir en su Estado
siempre que acepten el carácter cultural y religioso hindú de Bharat y su sistema
político. Cada uno acusa al otro de fanatismo y extremismo, cuando no de terrorismo:
todos los fundamentalismos mencionados hasta ahora han demostrado poseer claros
ejemplos de éstos en la era moderna.
Así pues, hay que considerar al fundamentalismo como una vuelta, un renacer de
algo que ya estaba, explicando este retorno por el renovado interés en los textos sagra-
dos, a menudo derivado de cierto miedo a la corrupción o innovación dentro de la
comunidad religiosa de que se trate. En muchos sentidos, este acercamiento escritural
al fundamentalismo corre parejo al enfoque tradicional o «perennialista» del nacionalis-
mo: las ideas, la doctrina, el pasado determinan en gran medida el presente. No es
necesario decir que ésta es la explicación de los fundamentalistas, pues todos procla-
man que están volviendo a una interpretación «verdadera» y a un pasado que estuvo
siempre allí, en un sentido casi arqueológico, esperando ser redescubierto.
159
Así pues, el auge del fundamentalismo en muchos países del tercer mundo se ha
originado como reacción frente a los fracasos de un Estado secular modernizado que
se considera corrupto, a menudo dictatorial e incapaz de resolver los problemas eco-
nómicos y sociales. Esto es válido para el Irán del Sha, para el FLN de Argelia y el
Partido del Congreso de la India. Asimismo, estos movimientos son respuestas a au-
ténticos problemas a los que se enfrentan estos países: urbanización masiva, desem-
pleo, sensación de una dominación extranjera continua.
Las funciones generales de las ideologías políticas son bien conocidas: establecer
una identidad, lo que «nosotros», el pueblo o la comunidad somos, e igualmente impor-
tante, no somos; el ofrecimiento de una historia legítima, incluyendo los actos heroi-
cos, las traiciones y las opresiones; una moralidad de lucha y a menudo de sacrificio,
un programa de movilización y consecución del poder; y en la etapa final, el estableci-
miento de un modelo de construcción de una nueva sociedad, dentro de la cual haya un
conjunto de principios designados para legitimar la denegación del poder a aquellos
que pretendan desafiar el nuevo orden. En el siglo pasado hemos visto muchos casos
de esto -liberalismo, fascismo, comunismo en sus diversas variantes- pero tal vez el
enfoque más apropiado, como han apuntado varios autores, entre ellos Sami Zubeida y
Ervad Abrahamian, es el del populismo. Se trata de una ideología amplia e interclasista,
que destaca la «virtud» del pueblo y corrupción, económica y moral, de los opresores.
Igualmente característicos del populismo son el nacionalismo, la afición a las teorías
conspirativas y la hostilidad hacia los extranjeros, que se presenta de variadas mane-
ras. La sociedad secular moderna y el «liberalismo», su ideología constitutiva, son
objeto de un especial desprecio.
160
Todo esto y más, se encuentra en las ideologías del fundamentalismo. Dichas ideolo-
gías son, especialmente en sus variantes islámicas e hindúes, programas para movili-
zar el apoyo político, para la conquista y mantenimiento del poder político. En el caso
del judaísmo y del cristianismo, no se trata tanto del rechazo a la dominación extranjera
como de la necesidad de luchar contra los elementos seculares, peligrosos y corruptos
dentro de sus propias sociedades.
Sin embargo, estas dos corrientes también tienen un fuerte elemento nacionalista:
los movimientos cristianos y judíos se cuentan entre los elementos más patrióticos e
intransigentes en sus propias sociedades, y son los que, enarbolando la bandera de la
verdad religiosa, han sido los mayores defensores del uso de la fuerza y de la destruc-
ción de sus enemigos. No en vano, al evocar la posibilidad de una guerra nuclear
durante la guerra fría, muchos escritores americanos recurrieron a la idea religiosa-
mente sancionada del Armagedón.
Esto nos lleva al tema de la interpretación y uso de las Escrituras. Donde las aproxi-
maciones escriturales y contingentes tal vez divergen más es en su análisis de cómo
esos movimientos usan los textos. Para la primera, el fundamentalismo constituye una
«vuelta» a los textos, para la segunda, significa usar los textos y dar forma a la inter-
pretación para adecuarse a las necesidades contemporáneas. Incluso los más piado-
sos reconocerían que los textos sagrados contienen muchas ambigüedades y muchas
posibilidades de una interpretación alternativa, algo que los más seculares de entre
nosotros llamaríamos contradicciones.
161
so que los movimientos populistas, conscientemente o no, usan con fines contemporá-
neos. De este modo, no hay un Islam, un cristianismo o un judaísmo «verdadero».
162
desde entonces con algunas ligeras excepciones. No podía haber ejemplo más dramá-
tico de ruptura abierta entre el fundamentalismo y la modernidad.
Esto es también evidente en las propias ideas, en la ideología política, que expuso
Jomeini. La actitud religiosa de Jomeini estaba basada no sólo en una lectura al pie de
la letra del Corán, sino también en ciertas corrientes propias de la doctrina chiíta iraní:
por una parte, el irfan o misticismo, que fomentaba el desprecio hacia lo inmediato y lo
material y por otra la interpretación del chiísmo, que era históricamente la secta de los
que se oponían al gobierno, que no implicaba tanto una abstención del mundo y de la
política como un compromiso contestatario con éstos. Esto incluía algo que la mayoría
de los teólogos habían rechazado anteriormente, la idea de que pudiese haber un go-
bierno islámico sobre esta tierra antes del retorno del duodécimo Imán. La teoría de
Jomeini del hokumat-i Islami o gobierno islámico, se basaba en una resolución diferen-
te, innovadora, del problema de cómo los musulmanes sinceros pueden influir en la
política en ausencia del Imán, canalizada a través de su teoría de la vicerregencia de la
autoridad legal, o jurisconsulto, velayat-i faqih.
En esta teoría, el intérprete legal, Jomeini en primer lugar, estaba legitimado para
ejercer la autoridad religiosa y establecer un gobierno islámico, por medio de una auto-
ridad derivada de Dios.
Esta solución puramente teológica en apariencia tenía que ser entendida no sólo
como una ruptura teológica sino como algo que perseguía un propósito mucho más
inmediato y material, es decir, cómo adquirir y mantener el poder político. Justificaba la
ocupación del Estado iraní por parte del clero y la devaluación o negación de otras
formas de autoridad. Si se examina la historia ulterior de la revolución iraní no como
escritural sino como una historia política pragmática, con una ideología utilizada para
163
justificar el objetivo mundano y universal de mantener el poder estatal, entonces todo
queda más claro. Los mullahs [ clérigos chiís, con atribuciones doctrinales y, frecuen-
temente, jurídicas] se han apoderado del control y lo han mantenido a través de meca-
nismos que pueden encontrarse en cualquier parte: movilización para la guerra, uso
discrecional del sistema de bienestar, represión de los opositores internos, demagogia
respecto a las amenazas y conspiraciones extranjeras.
Más interesante aún es el hecho de que en los últimos meses de su vida enunció un
nuevo principio de comportamiento político, basado en la primacía del maslahat o inte-
rés: según esto, lo que importaba eran los intereses del pueblo y del Estado, no las
prescripciones formales de la religión. En situaciones de conflicto entre ambos eran los
intereses del Estado los que prevalecían: no se ha podido dar una enunciación más
clara del principio implícitamente secular de la raison d’état [ razón de Estado].
164
La mayoría de los países musulmanes no van a ser invadidos por el fundamentalismo
y la oleada de fundamentalismo cristiano ha tenido una historia intermitente: en los
Estados Unidos, perdió en la gran cuestión que eligió como tema en el período de
entreguerras, la prohibición, y la influencia real de la así llamada Mayoría Moral en los
años ochenta fue menor de lo que muchos temían sobre todo porque su líder electo, un
septuagenario casado dos veces, que no asistía a la iglesia, dejó patente que sus
intereses eran meramente electorales y además acabó haciendo las paces con el
Anticristo.
En Europa del Este, Solidaridad, el movimiento de protesta más influido por la reli-
gión, aunque en todo caso no puede considerarse un movimiento fundamentalista se-
gún la definición usada aquí, llegó al poder en Polonia, para perderlo poco después a
favor de los comunistas reformistas; además pudo comprobar cómo su legislación era
ampliamente ignorada por la población. A pesar de todo, algunos de éstos son movi-
mientos que a fuerza de las crisis internas de los países de los que han surgido y de su
propia determinación, pueden estar con nosotros durante mucho tiempo. En Irán y en
Sudán, los fundamentalistas islámicos están en el poder. Podrían llegar al poder en
Argelia y podrían hacer lo mismo en Egipto.
En la India, nadie puede estar seguro de que se pueda mantener apartado del poder
al BJP y a sus aliados fascistas aunque las cosas parecen ir un poco mejor que hace
un año. En Israel, el fundamentalismo judaico puede provocar con toda seguridad un
impacto nefasto. En las sociedades occidentales, el fundamentalismo todavía tiene un
fuerte arraigo en los Estados Unidos, donde, en su forma evangélica, dispone -según
se dice- de la lealtad de alrededor de cuarenta millones de personas: es posible que no
llegue nunca al poder pero continúa creando muchos problemas intentando legislar
acerca de lo que las mujeres pueden y no pueden hacer y sobre otras cuestiones
«concretas» similares.
165
la negligencia de Occidente en las cuestiones de Palestina y Bosnia, por sólo citar dos,
ha estimulado el antiimperialismo religioso.
En muchos casos, el auge del fundamentalismo, sea en Gaza, Bosnia o entre las
comunidades musulmanas de Europa Occidental es una contestación a la opresión que
sufren estas comunidades y a la respuesta aparentemente inadecuada de las fuerzas
seculares, tanto dentro de los países en cuestión como internacionalmente. Los racis-
tas y los alarmistas hablan mucho de una quinta columna fundamentalista dentro de
Europa Occidental: deberíamos preguntarnos primero cómo y por qué la gente que fue
animada e invitada a venir a trabajar a Europa ha recurrido a una definición más religio-
sa y militante de su identidad frente a los problemas que ha encontrado.
Sin embargo, más allá de la política, hay problemas filosóficos y morales que son la
base de estas cuestiones y es un asunto importante y preocupante el hecho de que en
estos momentos, cuando está surgiendo un nuevo conjunto de movimientos dogmáti-
cos y agresivos, haya tanta confusión en el campo de aquellos que están fuera de esos
movimientos. Con esto me refiero, en términos generales, al campo de quienes están
comprometidos con una serie de valores individualistas, críticos, democráticos y ne-
cesariamente seculares.
166
Esta confusión toma al menos tres formas generales: la primera, derivada de la
crítica a la dominación y al etnocentrismo occidental, podría ser denominada la crítica
basada en el relativismo cultural - «¿Qué derecho tenemos a imponer «nuestros» valo-
res a otros pueblos?»; la segunda, muy de moda en estos momentos pero afortunada-
mente en vías de desaparición, es la postmodernidad, en la forma de aquellos que
defienden que no podemos estar seguros de ningún valor racional o ilustrado - abogan
por una indeterminación analítica y ética «deconstruida» e inquietante, una política de
«diferencias»; finalmente, desde dentro del campo de la filosofía moral contemporánea
oímos el argumento de que no podemos estar seguros de ningún principio moral de
carácter general, y mucho menos de aquellos que deberían ser universalmente defen-
didos por encima de tradiciones y comunidades, y que lo único que podemos hacer es
recurrir a procedimientos para zanjar las disputas - esto último es, en términos genera-
les, el argumento de Alasdair Macintyre, Stuart Hampshire, Raymond Plant, personas,
todas ellas, influyentes.
167
a matar a aquellos que se interponen en su camino, así como a mandarnos a todos al
infierno. En el lado de los que no son fundamentalistas debería haber una mayor clari-
dad, intransigencia y por supuesto combatividad, antes de que sea demasiado tarde.
Estoy seguro de que Charles Darwin habría tenido pocas dudas a la hora de dejar clara
su postura.
Bibliografía:
168
HISTORIA DE ETA
Cuatro días más tarde, ETA anunció el comienzo de una tregua indefinida, que entra-
ba en vigor el día 18 de septiembre. EL PAÍS ofreció el texto íntegro del comunicado de
la banda terrorista.
169
La respuesta del Gobierno llegó desde Lima, donde el presidente José María Aznar
se encontraba de visita oficial. Es el primer comunicado oficial en relación con la tregua
de ETA.
Tras las elecciones vascas, ETA lanzó un segundo comunicado en el que afirmaba
que no está dispuesta a convertir en definitivo el alto el fuego mientras no vea en las
fuerzas nacionalistas vascas una decidida voluntad para desarrollar la Declaración de
Lizarra. El texto íntegro del comunicado fue publicado el 6 de noviembre.
El líder del PSE-EE, Nicolás Redondo Terreros, indicó que las concentraciones con-
vocadas por ambas diputaciones «confirman que el PNV es un dos en uno». Y aseguró
170
que la presencia de Arzalluz y Egibar en la de Vizcaya, en vez de la de Guipúzcoa,
tenía un «significado político importante». «[Román] Sudupe se ha quedado solo con
HB», remachó en referencia al diputado general de Guipúzcoa, del PNV.
Definiciones de Nacionalismo:
En realidad el IRA, tal como hoy lo conocemos, lse funda tras los sangrientos suce-
sos de la Pascua de 1916, y más concretamente, a partir de los restos del «Irish
Republican Brotherood»: la facción ultranacionalista responsable de aquel alzamiento y
cuyos siete jefes fueron pasados por las armas.
El Ira, paso por un grave periodo entre Enero de 1970 y agosto de 1971, cuando la
organización se escindió en dos ramas: Los «oficiales» y los «provisionales». El cisma
171
fue una cuestión de tipo político y generacional. Los «oficiales» o «rojos», hablaban de
negociaciones, de calma, de hacer que todo el entramado de la causa irlandesa pasara
por un socialismo de tipo marxista, mientras que los «provisionales» o «verdes», exi-
gían la actuación armada inmediata y contundente, sin bandera política alguna; sin más
bandera que la de la reunificación de Irlanda.
Finalmente quedó el IRA-provisional con su brazo política el Sinn Fein, que primaban
la lucha armada por encima de la política, y que es el grupo que conocemos hoy día
como IRA, y como Sinn Féin, siendo estos los mayoritarios.
Mientras que por otro lado quedó el IRA-oficial, que tras sufrir ciertos avatares se
convirtió en el INLA (Irish National Liberation Army) y su brazo político el IRSP (Irish
Republican Socialist Party), de carácter marxistas, conservando la lucha armada.
Y finalmente otra sección del IRA- oficial se convirtió en el WP (Werkers Party), que
es un partido de izquierda irlandesa.
La gran mayoría de los actuales jefes del IRA son personas que entraron en la
organización de muy jóvenes, con 14 ó 15 años, y que continúan en la lucha de toda su
vida. En muchos casos sus padres y abuelos también fueron del IRA.
En una entrevista concedida al periodista español José Antonio Sierra, y que fue
publicad en 1971 en «El Diario Vasco», Joe Cahill, jefe de los provisionales manifestó lo
siguiente: «El IRA-Provisional nunca ha reconocido a los gobiernos de Belfast, Londres
o Dublin, ni piensa reconocerlos en el futuro hasta que no se firme un auténtico tratado
de paz con la Gran Bretaña, previa condición de la retirada de las tropas británicas de
Irlanda y la reunificación del país... EL pueblo irlandés continuará la lucha todo el
tiempo que sea necesario hasta que no quede un solo soldado británico en Irlanda y
consiga la libertad total... y el Ira-provisional entiende por libertad total la consecución
de la reunificación de Irlanda y de los diez puntos principales del partido «Sinn Féin».
172
8- Imposición y enseñanza obligatoria de la lengua irlandesa -idioma nacional- en
todas las escuelas, y que gradualmente iría ocupando el lugar que, hoy, tiene la
lengua inglesa.
9- Formación de un Parlamento Nacional para gobernar el país, en el que estarían
representados los cuatro consejos de la división provincial histórica de Irlanda:
Ulster, Connacht, Leinster y Munster.
10- EL establecimiento de realizaciones diplomáticas con todos los paises del mun-
do, sin distinción de razas, religiones o sistemas políticos.
El IRA cuenta con gran apoyo entre la población católica. El Sinn Féin goza de una
popularidad y su poder de convocatoria es enorme. Sus jefes siempre están en la
primera línea, y son los encargados de dirigir el movimiento patriótico irlandés. El líder
del Sinn Féin es Gerry Adams.
«¡OTAN no, bases fuera!». Este slogan representaba el sentimiento de una gran
mayoría de la población española en los años siguientes a la muerte de Franco y muy
especialmente en el período que se inicia con la investidura de Calvo Sotelo a princi-
pios de 1981 y que acaba con el referéndum de marzo de 1986 sobre la permanencia de
España en la Alianza Atlántica. Disgustado por la decisión unilateral del Gobierno de
Unión de Centro Democrático de Calvo Sotelo de pedir nuestro ingreso en la Alianza
Atlántica, y teniendo en cuenta el estado de opinión de esa mayoría del electorado
español, y en especial del suyo propio, el PSOE anuncia el referéndum en el debate
parlamentario celebrado en el Congreso de los Diputados en octubre de 1981 e incor-
pora esa misma promesa a su campaña electoral de las elecciones de octubre de 1982.
Promete el referéndum, pero tiene buen cuidado de no comprometerse con el resultado
que deseaba, si bien el slogan «de entrada, no», empleado durante la campaña contra
el ingreso español en la OTAN, dejó sin duda un sabor de boca ambiguo, sino engañoso,
en buena parte de su electorado que debió pensar que el referéndum sería para pedir la
salida de España de la Alianza. Al final, en un alarde de pericia política, el Gobierno socialis-
ta de Felipe González se fue por la vía de en medio de los dos esloganes. Nuestra pertenen-
cia a la OTAN pasó a ser «de entrada, no» a «de salida, tampoco», acompañándola de una
reducción de la presencia militar estadounidense (además de la no nuclearización de nues-
tro territorio y del no ingreso en la estructura militar integrada de entonces).
Conviene recordar que el referéndum fue ganado por el Gobierno socialista con un
amplio margen y que el mero hecho de que no lo convocara justo después de las
elecciones de 1982 indicaba ya que prefería el mantenimiento de España en la OTAN,
en condiciones especiales, y que, además, supo utilizar este tema en el marco general
173
de la negociación del ingreso de España en la ahora Unión Europea, pues ambas
cuestiones están relacionadas, aunque ello no fuese percibido con tanta claridad como
lo es hoy en día, no ya por la opinión pública, sino tampoco entre muchos especialistas
y muchos políticos. Sin duda, conviene recordar también la actitud del partido de Alian-
za Popular, progenitor del actual Partido Popular, entonces firmemente dominado por
Manuel Fraga, que llegó a pedir la abstención, «aunque el cuerpo le pedía el no»,
perdiendo de vista el interés del Estado, sustituido por el interés partidista.
¿Por qué en España una gran mayoría de los españoles no deseaban el ingreso de
nuestro país en la OTAN cuando, en cambio, deseaban hacerlo en la entonces Comuni-
dad Europea? ¿Por qué, por otra parte, los países centroeuropeos y los que pertene-
cieron, de un modo u otro, al imperio soviético están llamando, y con fuerza, no sólo a
la puerta de la Unión Europea sino también a la de la OTAN? En el caso español la
respuesta radica en una capa interior de antiamericanismo (a pesar de haber asimilado
la cultura Coca Cola y los vaqueros) que aflora, quizás con excesiva facilidad, en
cuanto se rasca la superficie. Este antiamericanismo se encuentra tanto en sectores
de la izquierda como de la derecha por motivos que a veces coinciden y a veces son de
distinta naturaleza. El antecedente histórico puede buscarse en la guerra que Estados
Unidos nos declaró en 1898 y que significó la perdida de nuestras últimas colonias
americanas y de Filipinas, además de una derrota militar, algo que siempre duele,
sobre todo si existe, como es el caso, el sentimiento de que era una guerra injusta.
Además muchos cuestionan, y con razón, el carácter libertador con el que se presentó
Estados Unidos. Puerto Rico tiene un estatuto peculiar que lo sitúa en la práctica
dentro del ámbito interno norteamericano. Hasta la llegada de Castro, Cuba fue, de
hecho, una colonia norteamericana regida por la mafia de ese país. En Filipinas el
neocolonialismo norteamericano ha sido y sigue siendo una realidad. Si a todo lo ante-
rior unimos el apoyo de Washington a regímenes autoritarios en América Latina así
como sus injerencias políticas y militares en países de esta zona, entonces también se
puede comprender que este imperialismo norteamericano disguste en gran medida a
una opinión pública española apegada a sus parientes del otro lado del charco. Pero ahí
no acaba el problema. Tras la Segunda Guerra Mundial, España permanece bajo una
dictadura de corte fascista con la que, además, cuando la Guerra Fría arrecia, Estados
Unidos concluye unos pactos militares que no dejan de reforzar el régimen franquista.
174
del continente europeo, y mundial, se ha modificado. La URSS se ha reducido a Rusia.
Es bastante menos, pero sigue siendo mucho. Más cerca se sienten los efectos de una
emergente hegemonía alemana. Conviene pues examinar todos estos aspectos, sin
perder de vista el ánimo de reforma y la percepción de los cambios que implicó en y
para la OTAN la caída del muro de Berlín.
La nueva OTAN
El fin de la Guerra Fría parecía implicar el ocaso de los dos pactos o alianzas
militares que hasta entonces se enfrentaron: OTAN y Pacto de Varsovia. Sin embargo
ello no ocurrió porque ambas tenían finalidades distintas. El Pacto de Varsovia fue
esencialmente un elemento de control de sus países satélites por la URSS que nunca
dudó en llegar al ejercicio de la fuerza militar para volver a controlar a sus satélites si
éstos se desmandaban, como quedó claro en Hungría y posteriormente en Checoslo-
vaquia. Sólo Albania logro salirse del Pacto, pero su situación política interna, que
seguía siendo comunista, y sobre todo, la interposición geográfica de la Yugoslavia de
Tito, distanciada de Moscú, impidieron una reacción militar en este caso. Por el contra-
rio, la OTAN tiene un componente democrático que el Pacto nunca tuvo. Sin duda el
peso de Estados Unidos, el socio mayoritario, es enorme y determinante, pero el con-
senso se logra democráticamente. Si bien es cierto que nada se puede hacer sin
Estados Unidos, también es verdad que Washington tampoco puede imponer por sí
sola su voluntad. La OTAN sigue teniendo como su principal objetivo el mantenimiento
de unos Estados Unidos comprometidos con la seguridad de Europa. El viejo dicho era
que la OTAN se había hecho para «mantener a los norteamericanos en Europa, a los
rusos fuera y a los alemanes bajo control». En inglés la frase suena más lapidaria: «To
keep the Americans in, the Russians out and the Germans down». Hoy en día los rusos
no representan un peligro ni ideológico ni militar (si bien su arsenal nuclear no es
despreciable) para el mundo occidental y en especial para Europa Occidental. En cuan-
to a la Alemania, democrática y unificada, de este fin de siglo ya no despierta los
mismos recelos que a finales de la Segunda Guerra Mundial, hace ya más de cincuenta
años, aunque su renacida prepotencia inquieta a más de uno.
175
grandes operaciones de proyección militar. Una situación que se prolongará durante
mucho tiempo porque ni la Unión Europea ni sus principales países -agrupados en algo
paralelo como puede ser la Unión Europea Occidental (que, dicho sea de paso, debería
integrarse en el seno de la Unión Europea)- son capaces de tener instrumentos nece-
sarios para su defensa, comparables a los de los norteamericanos. Por diversos moti-
vos, esto será así durante mucho tiempo.
Ahora bien, ¿qué es y qué significa el término Europa Occidental? A efectos geopo-
líticos, durante la Guerra Fría, este término tenía tanto un significado geográfico como
ideológico. Con él se designaba geográficamente a los países que no estaban en la
órbita soviética, o rusa, e ideológicamente a aquellos países de esa Europa libre que
tenían una economía de mercado y eran democráticos.
176
De hecho, no todos los países de la Europa Occidental eran realmente democráti-
cos, pero sí al menos anticomunistas. La península ibérica, hasta la restauración de la
democracia en Portugal y luego en España en la década de los setenta, y, en determi-
nados momentos, Grecia y Turquía son un claro ejemplo de ello. Hoy en día, nuestras
democracias occidentales comparten unos valores semejantes tanto en el aspecto
político como económico. Se pueden encontrar matices diferenciadores, pero, en esen-
cia, se trata de una misma cultura de convivencia, cualquiera que sea el continente, y
muy esencialmente si nos fijamos en Europa y en el norte del continente americano,
donde dos países, Estados Unidos y Canadá, intervinieron militarmente en Europa con
ocasión de las dos guerras mundiales que la azotaron, contribuyendo a salvar las
democracias europeas occidentales, y pagando por ello un precio muy alto en vidas
humanas. Si en tiempos de Roma se llamaba al Mediterráneo el Mare Nostrum porque
en todas sus orillas predominaba la cultura romana, el Mare Nostrum de hoy en día es
sin duda esencialmente el Atlántico Norte. Pero ese conjunto de valores no queda
restringido a los países de esa zona geográfica.
Esta cultura occidental democrática existe también en otros países que no pertene-
cen al Mare Nostrum atlántico antes descrito. Por ahora nadie ha propuesto abrir las
puertas de la OTAN a esos países de mentalidad político-económica occidental pues
su lejanía geográfica no lo justifica. Sin embargo, ello no impide que, respondiendo
recientemente al oportuno mandato de la ONU, países de esta naturaleza participen en
operaciones militares de mantenimiento de la paz en las que la OTAN sirve de núcleo
director y amalgamador. En Europa, no obstante, la caída del muro de Berlín y la
subsiguiente democratización de casi todas las ex colonias europeas de la URSS y de
algunos países que la integraban obligan forzosamente a reevaluar cuáles son los
países europeos que comparten ahora esa misma cultura de convivencia político-
económica. Históricamente Europa nunca se ha limitado a los países que durante la
Guerra Fría se encontraban al Oeste del telón de acero. La caída del mismo permite
pues, por definición, la ampliación del perímetro euroccidental.
Cuatro problemas se plantean entonces. En primer lugar, qué países son los candi-
datos potenciales; en segundo lugar, cuáles de ellos (sin excluir teóricamente su totali-
dad) deben o pueden incorporarse a las dos instituciones que definen sin lugar a dudas
ese carácter euroccidental, es decir, la Unión Europea y/o la Alianza atlántica; en
tercer lugar, cuál es el momento político más oportuno y, en cuarto, de qué manera
hacerlo.
177
Rusia puede o no ser miembro de la OTAN, con independencia de que quiera serlo o no.
Desde un punto de vista teórico, nada impediría su adhesión al Tratado de Washington.
Otra cosa es determinar si, en ese caso, el Tratado perdería toda razón de ser o
necesitaría una importante readaptacion.
¿Pero qué otros países podrían ser candidatos al ingreso en la OTAN? A estos
efectos la OTAN estableció en su momento una lista de criterios. Pero por muy útiles y
acertados que resulten, a nadie se le escapa que éste es un tema esencialmente
político y que lo importante es que el candidato haya consolidado sus credenciales
democráticas y su transformación hacia una economía de mercado si se trata de paí-
ses que o bien formaban parte de la URSS o estaban bajo el control ruso. Países tales
como Polonia, la República Checa y Hungría, invitados a iniciar unas conversaciones
encaminadas a su ingreso en la Alianza con ocasión de la reciente cumbre de Madrid
constituyen el arquetipo de lo deseable. Desde el punto de vista occidental, sin embar-
go, la designación y aceptación de candidatos se complica en función de diferentes
factores, algunos de los cuales ya han sido mencionados. A Rusia no se le concede un
veto en esta cuestión como en otras, pero los mecanismos establecidos de consulta y
cooperación entre la OTAN y Moscú ponen en evidencia que se quiere contar, al me-
nos, con la no oposición rusa, sin perjuicio de que Moscú pueda expresarse hacia el
exterior del modo más conveniente para sus intereses, sobre todo los de carácter
interno. Es obvio, por otra parte, que el ingreso de Hungría no tiene las mismas implica-
ciones que el de Polonia. Pero hay más, el ingreso de los tres países bálticos (Estonia,
Letonia y Lituania) es algo bastante más delicado.
Llevar adelante una decisión de este tipo requerirá una gran dosis de diplomacia y de
firmeza, sin perder de vista además que, de pretenderlo, la OTAN no puede dar la
impresión que no se atreve a ello pues equivaldría a dejar, o al menos lo parecería,
ciertas partes de Europa en la órbita de influencia rusa aunque cumplan las condicio-
nes de ingreso en la Alianza atlántica (un razonamiento que se aplica también al caso
de la Unión Europea). Por su parte Ucrania, que aún no parece estar suficientemente
vertebrada internamente, contará cada vez más a medio plazo. No hay más que mirar
un mapa. Actualmente los mecanismos de consulta establecidos entre la OTAN y Kíev
178
no conllevan el peso más específico de los que se han establecido con Rusia (que
sigue siendo una potencia nuclear), pero lo que Kíev diga no podrá ser pasado por alto
en futuras ampliaciones que, como en el caso ruso, puedan también acercar la OTAN a
sus fronteras. A todo lo anterior hay que sumar una complicación más, y es la actitud
de ciertos países hacia la OTAN y una defensa europea. Algunos de ellos aún no han
comprendido que no se puede disociar ambos aspectos, pero en ciertos casos, por el
mero hecho de pertenecer a la Unión Europea, tendrán que superar su contradicción e
ingresar en la Alianza. Los ejemplos más evidentes son los de Suecia, Finlandia y
Austria, además del caso especial de Irlanda. Pero habrá otros que caigan también en
esta lógica, como pueden ser los tres países bálticos si consuman su ingreso en la
Unión Europea.
Toda la labor de diálogo que la OTAN realizó hacia el Pacto de Varsovia durante la
Guerra Fría, consiguiendo medidas de confianza y de desarme, no está siendo sufi-
cientemente valorada hoy en día, pero no tiene por qué ser descartada en otros ámbi-
tos no europeos, como, por ejemplo, la Cuenca mediterránea.
179
de diálogo y cooperación que contribuye a la paz y a la seguridad europea, pero que
puede recurrir, en caso necesario, a métodos militares. Pero este tipo de misión no
tiene por qué ceñirse a Europa. Ciertamente la ONU debería encargarse de ello pero no
tiene, ni tendrá, los medios necesarios para ello, sobre todo si se trata de operaciones
a media o gran escala y que bordean o están claramente en el marco del Capítulo VII de
la Carta de las Naciones Unidas. De ahí que la OTAN pueda cobrar una connotación
mundial que hoy en día no tiene, puesto que aún sigue en su ámbito regional, eso sí,
habiendo roto el tabú de la no participación en operaciones fuera de área. Estados
Unidos soportó el peso militar de la guerra del Golfo, pero apoyándose esencialmente
en sus aliados de la OTAN e incorporando también a Fuerzas de otros países no sólo
de la zona sino incluso tan alejados como Argentina. Pero la guerra del Golfo ocurrió
cuando la URSS y el Tratado de Varsovia existían aún, lo cual centraba esencial y
formalmente la atención de la Alianza.
Hoy en día, en cambio, nada impide que, en ausencia de otras prioridades que
atender en Europa, la OTAN pueda ocuparse de resolver conflictos y mantener la paz
fuera de Europa. Cabe pues afirmar que, a medio plazo, la capacidad de actuación y de
ampliación de la OTAN es muy grande y que la Alianza es un instrumento cuya única
limitación respecto a las ampliaciones es que las nuevas incorporaciones no pongan
en tela de juicio tres elementos: en primer lugar, su autonomía política internacional (la
OTAN no pertenece, por ejemplo, al sistema de Naciones Unidas); en segundo lugar, su
capacidad y eficacia militar, que, siendo uno de sus mayores activos, no sólo no se vea
mermada sino incluso mejorada; y, en tercer lugar, la ampliación ha de acomodarse
apropiadamente a la oportunidad política del momento.
A corto plazo son otras las ampliaciones previstas, como ya hemos visto. Las con-
vencionales, por decirlo de otro modo, o “gente como uno”, como diría una persona con
claros sentimientos clasistas. En este caso tan restringido en el que la Alianza entre-
abre sus puertas con gran prudencia, lo importante no es sólo que los candidatos
cumplan las condiciones exigidas, sino también y sobre todo que estén dispuestos a
compartir los objetivos de la nueva OTAN en la que van a entrar, sin aferrarse a los
antiguos, los de la Guerra Fría. Es evidente que el impulso básico de los tres países
invitados en la Cumbre de Madrid es instalarse no ya bajo el paraguas protector de la
Alianza, sino específicamente del norteamericano. Razones históricas, sobre todo muy
recientes, hacen que se entienda esta reacción ya que desconfían de los rusos.
En política exterior, a ciertos países cercanos al aliento ruso y a otros más alejados,
les cuesta distinguir y separar claramente en términos históricos la política exterior
zarista, luego soviética y la de la Rusia actual: para ellos, y hasta nueva orden, los
rusos siempre han sido los rusos. Pero hay que impedir que por ese instinto básico la
política aliada de cooperación con Rusia, Bielarús y Ucrania quede desbaratada, y que
una visión renovada de la OTAN actual pueda quedar anulada. Debe quedar patente que
la Alianza Atlántica de hoy en día ha evolucionado claramente hacia la cooperación en
temas de su competencia y hacia operaciones de mantenimiento de la paz. Eso sí, la
primacía que ha adquirido en términos prácticos el artículo IV sobre el artículo V del
Tratado de Washington no inválida que el substrato esencial sobre el que dicho Tratado
está fundado es el compromiso de mutua ayuda y defensa del artículo V.
180
El hecho que las operaciones fuera de este artículo V hayan cobrado, junto a la
cooperación y el diálogo, una preeminencia insospechada hace años, y acertada hoy
en día, no debe hacer olvidar cuáles son los compromisos esenciales que los nuevos
miembros van a adquirir, pero tampoco dónde está situada la prioridad actual de la
OTAN. En realidad esta advertencia no sólo habría que hacérsela a los nuevos miem-
bros de la OTAN, sino también a algunos de los actuales, pues la renovación de la
Alianza forma parte del precio a pagar para mantener a Washington vinculada con los
euroccidentales en sus intereses comunes en y fuera de Europa.
Por ser el elemento más importante, hemos repasado ampliamente los parámetros
para determinar quiénes pueden ser en el futuro nuevos miembros de la OTAN renova-
da y quiénes por el momento tienen más probabilidades de alcanzar ese objetivo, todo
ello con un ánimo de prospectiva que, confesamos, es voluntariamente provocante,
sobre todo si acabara prevaleciendo otra tesis, ésta mucho más restrictiva, según la
cual una vez que Alemania tenga sus fronteras rodeadas de países amigos no caben
otras ampliaciones. Como hemos podido apreciar, el quién ya es un tema eminente-
mente de decisión política, sin perjuicio de todos los condicionamientos que se quieran
inventar o catalogar. El cuándo es también una cuestión eminentemente política. De-
pende del candidato y de la situación política internacional en el momento dado. Incor-
porar a, por ejemplo, Irlanda, por poner un ejemplo, o incluso a Austria, no tiene las
mismas implicaciones que la adhesión a la Alianza de Rumania, de un país báltico, o
incluso de la propia Finlandia. Cada cosa tiene su medida y, por lo tanto, su momento
político.
181
adherirse y de quienes no quieran hacerlo. Estamos entrando en una nueva época y la
ampliación, o ampliaciones, de la OTAN se desarrollará en estrecha conexión con la
evolución de la situación internacional.
Para que esta contraofensiva sea lo más eficaz posible, necesitamos ser capaces
de apuntar directamente al tema del terrorismo. Por «terrorismo» quiero decir el uso
deliberado y organizado de la fuerza o la violencia contra civiles inocentes con el fin de
cumplir una agenda política, económica, religiosa o social, involucrando ya sean go-
biernos, organizaciones o individuos.
¿Cuál sería la manera adecuada de combatir este problema, de forma que nos dirija
a un nuevo mundo de verdad?
182
Tribunal Penal Internacional para llevar a la justicia a aquellos acusados de crímenes
como los ataques del 9/11.
¿Qué decir sobre una serie completa de informes indicando que había al menos
algún conocimiento anterior por parte del gobierno de que «algo grande» estaba a punto
de ocurrir y lo poco que se hizo con estas advertencias? ¿Es cierto, como ha estado
circulando por Internet, que un alto oficial de inteligencia hizo mucho dinero a través de
la compra y venta de acciones de compañías aéreas justo antes del 11 de Septiembre?
¿Están nuestras agencias de inteligencia demasiado atadas a las empresas multina-
cionales hasta tal punto de que su trabajo de «inteligencia» esta comprometido o resul-
ta peor?
Jim Hightower [1] y el senador John Kerry están entre los que han sugerido reciente-
mente este enfoque como un aspecto esencial de la política gubernamental tras el 11/9.
En palabras de Hightower, deberíamos «reclutar a nuestros mejores científicos en un
programa de choque... con el fin de resolver cualquier impedimento tecnológico que
quede para el uso masivo de células carburantes, biomasa, energía solar, viento, ener-
gía geotérmica y otras fuentes de energía abundantes, limpias y baratas.» En 1992 el
candidato a la Presidencia Jerry Brown propuso una cruzada para acondicionar nues-
tros edificios y hogares y hacerlos mucho más eficientes energéticamente.
Hightower de nuevo:
los simples pasos de la conservación por sentido común son soluciones probadas
que pueden recortar a la mitad el uso de la electricidad en América y reducir las
facturas de servicios básicos un total de ¡17 billones de dólares al mes! Hacer esto
daría trabajo a cientos de miles de ciudadanos, inyectando dinero en salarios muy
necesarios en la economía de base y levantando instantáneamente a nuestra nación de
la recesión hacia la recuperación. Deberíamos sacar el dinero del presupuesto del
Pentágono y ponerlo en su lugar para mejorar nuestras líneas ferroviarias, de metro y
183
de autobuses y otras formas de transporte público para que se convirtieran en una
opción económica y atractiva para aquellos que conducen coches.
Cuarto, según damos estos pasos, no tenemos ningún motivo para continuar apo-
yando a los regímenes represivos, antidemocráticos, sexistas o racistas y corruptos
de Oriente Medio y otros lugares. En lugar de apoyar al régimen árabe saudí, podemos
instarles a que comiéncen a democratizar su país y a proporcionar los derechos civiles
y humanos básicos para las mujeres, o que no esperen más tal apoyo. En cooperación
con las Naciones Unidas podemos terminar con las sanciones económicas a Iraq que
son la razón principal por la que entre medio millón y un millón de niños han muerto en
los 11 años transcurridos desde la Guerra del Golfo. Podemos analizar el conflicto
Israel/Palestina de forma imparcial, oponiéndonos a los actos de terror de ambos ban-
dos, exigiendo a Israel que termine su ocupación ilegal de 35 años en Gaza y Cisjordania
y abandone sus colonias, y apoyar una solución binacional como la única respuesta
viable e inmediata a esta crisis creciente. Podemos ser los pioneros en la provisión de
ayuda humanitaria y financiera para la reconstrucción de Afganistán, haciéndolo de
manera que se respete su derecho a la auto-determinación y no actuando de la forma
neocolonialista yankee.
Sexto, debemos hacer honor a nuestros ideales y principios democráticos que nunca
han sido completamente llevados a cabo y que están siendo claramente puestos en
peligro más aun por la falsa «guerra contra el terrorismo». Debemos dar marcha atrás
con el Acta Patriótica de EE.UU. con su expansión de la capacidad del FBI, la CIA y
otras agencias gubernamentales para realizar escuchas, espiar e investigar en secreto
a aquellos que elijan perseguir sin ninguna autorización judicial. Debería haber audien-
cias públicas y abiertas en el Congreso -algo que no ocurría antes de la aprobación del
Acta Patriótica— sobre el tema de qué herramientas adicionales se les deberían pro-
porcionar a las fuerzas de la ley para tratar la amenaza de Al Qaeda u otros grupos
similares. El congreso debe defender su papel vigilante para que el poder y la política
militares, no den un cheque en blanco a Bush, Cheney y Rumsfeld para hacer cualquier
cosa que quieran en cualquier parte del mundo. Acabar con los tribunales militares
secretos. Acabar con la persecución por motivos raciales, y actuar con firmeza contra
184
de la brutalidad policial. Tienen que darse los debidos derechos procesales, incluyendo
el acceso de los miembros de la familia y abogados, a aquellos «desaparecidos» en
prisión a raíz del 9/11.
Notas:
[1] T. Jim Hightower e uno de los disidentes políticos más respetados en EE.UU.
Este escritor, comentarista de radio, conferenciante y analista político tejano lleva más
de veinte años batallando con Washington y Wall Street en defensa de los consumido-
res, los derechos del menor, las familias trabajadoras, los ecologistas, las pequeñas
empresas...
185
EL TERRORISMO: UNA NUEVA BARRERA AL COMERCIO
María Cristina Rosas (*)
En su ya clásico estudio sobre las llamadas nuevas caras del proteccionismo co-
mercial, Ronald Fischer señala que «el nuevo proteccionismo difiere de las formas
clásicas de proteccionismo: las tarifas y las cuotas. Consiste en medidas tales como
estándares mínimos de calidad, acusaciones de dumping ecológico, amenazas de me-
didas antidumping y anti subsidios, restricciones fitosanitarias y otros. Debido a la
importancia que han tomado estas formas de protección, es necesario desarrollar ins-
trumentos de análisis que permitan comprender sus efectos y limitar el perjuicio que
causan al comercio de los países en proceso de apertura».
Hay dos razones por las que las nuevas caras del proteccionismo comercial son
importantes. En primer lugar, porque la atención de las negociaciones comerciales
tanto a nivel bilateral, como regional y multilateral, se aleja crecientemente del desar-
me arancelario y se aboca a atender los desafíos que la ecología, las disposiciones
fitosanitarias, los subsidios, las cuotas, los acuerdos de restricción voluntaria y otras
barreras no arancelaria plantean. Una mirada somera a los contenidos del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); al Tratado de Libre Comercio,
Concertación Política y Cooperación entre México y la Unión Europea (TLCUA); al
Tratado de Libre Comercio entre América Central y Estados Unidos (CAFTA) -actual-
mente en proceso de gestación-, a los acuerdos de la Ronda de Uruguay del Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), etcétera, revela la compleji-
dad y amplitud de los temas negociados. Las negociaciones comerciales orientadas a
la desarancelización son cosa del pasado y hoy se tiende no sólo a abarcar considera-
ciones como la solución de las controversias comerciales, y los derechos de propiedad
intelectual relacionados con el comercio, sino tópicos que se alejan incluso, de la di-
mensión económica. Ahí están por ejemplo, las cláusulas democráticas del TLCUE y
del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la vastísima agenda de la
Ronda de Doha que desde noviembre del 2001 fue impulsada en el seno de la Organi-
zación Mundial del Comercio (OMC).
186
productos en los mercados internacionales. Esto contribuye a entender la participación
marginal que los países en desarrollo de América Latina y África tienen en el comercio
mundial.
El proteccionismo imperante al día de hoy, por cuanto toca a las barreras arancela-
rias, prevalece con una amplia dispersión, y por regla general se observa una concen-
tración de altos obstáculos arancelarios contra los productos que son de particular
relevancia para los países en desarrollo, particularmente los agrícolas, los alimentos,
la ropa de vestir y productos de tecnología intermedia.
La segunda razón por la que las nuevas formas del proteccionismo son importantes,
es porque la batuta en las negociaciones para desmantelar ese tipo de barreras la
llevan los países ricos, puesto que cuando nació el GATT en 1947, fueron ellos los
primeros en desarancelizar buena parte del comercio internacional -entre ellos, claro
está. Así, al quedar desprovistos de mecanismos arancelarios para la protección de
sus economías nacionales frente a los productos extranjeros, optaron por crear las
barreras no arancelarias. En otras palabras: el auge que han vivido las barreras no
arancelarias es responsabilidad directa de los países más prósperos, quienes ahora
encuentran que tienen que erradicar esos obstáculos puesto que les entorpecen los
flujos comerciales. Así, es del interés de los países industrializados en este momento,
que las negociaciones comerciales se orienten a reducir y eliminar las barreras no
arancelarias, situación que lleva a que a los aranceles no se les prodigue atención.
Baste mencionar que la nueva ronda de negociaciones comerciales multilaterales o
Ronda de Doha, fue promovida ampliamente por la Unión Europea quien se encontraba
187
deseosa, al finalizar la Ronda de Uruguay, de iniciar nuevas negociaciones para tratar,
fundamentalmente, temas vinculados con la eliminación de los obstáculos no arancela-
rios al comercio. Los países en desarrollo, en consecuencia, se resistieron, argumen-
tando que hay temas más «tradicionales» (como los aranceles ya referidos) que mere-
cen atención, puesto que afectan a las exportaciones de esas naciones.
Resulta evidente que una nueva barrera al comercio, en tanto no sea motivo de
negociación, obstaculizará el flujo de bienes y servicios a un territorio determinado. En
este sentido, la nueva Ley de Seguridad de la Salud Pública, Prevención y Respuesta
contra el bioterrorismo (conocida popularmente como Ley contra el bioterrorismo),
está generando un gran nerviosismo entre los socios comerciales de Estados Unidos,
particularmente los que poseen sectores agropecuarios de importancia.
La ley es resultado no sólo de los ataques del 11 del septiembre del 2001, sino de la
esquizofrenia que generó la detección de esporas de ántrax en diversos paquetes
postales en EEUU en los últimos meses de ese mismo año. La Ley contra el bioterrorismo
fue aprobada en junio del año 2002 y su objetivo fundamental es garantizar la seguridad
estadounidense ante la amenaza del bioterrorismo. Así, la norma autoriza al Departa-
mento de Salud y Servicios Humanos (DHHS) y a la oficina de Administración de
Alimentos y Medicinas (FDA) a que intervengan para garantizar que los alimentos y los
productos agropecuarios que ingresen a Estados Unidos, estén libres de algún «agen-
te» que pudiera hacer daño a los consumidores de esa nación.
La Ley contra el bioterrorismo prevé que las empresas que deseen exportar -o más
bien, que quieran seguir exportando- productos agropecuarios y alimentos a Estados
Unidos, deben aprobar una certificación efectuada por la oficina de Administración de
Alimentos y Medicinas, previa solicitud, la cual debe ser presentada, a más tardar, el
12 de diciembre del año en curso. Una vez hecha la solicitud, la empresa correspondiente
debe esperar la visita de los inspectores de la FDA, quienes revisarán los procesos produc-
tivos, los materiales empleados, las condiciones de los trabajadores y los insumos usados
para verificar que no hay el riesgo de una «amenaza» o «acción» terrorista.
188
Sobra decir que quien no pida la inspección ni apruebe la certificación correspon-
diente, se expone a que su producto no ingrese al mercado estadounidenses. Y si bien
es legítimo que Estados Unidos cree normas y tome precauciones para garantizar el
bienestar de sus habitantes, ciertamente la Ley contra el Bioterrorismo puede operar
como una barrera al comercio. No es la primera ocasión que en el nombre de la salud
pública se restringe el flujo de alimentos y productos agropecuarios a EEUU. Baste
mencionar que el 13 de marzo de 1989, la FDA halló con un misteriosamente acertado
«ojo clínico» dos granos de uva -de un vasto cargamento- procedentes de Chile, pre-
suntamente contaminados con cianuro. Si bien la cantidad de cianuro encontrada en las
uvas chilenas no era mortal, la FDA convocó a los consumidores estadounidense a no
adquirir el producto y de inmediato se interpuso una prohibición a la compra de las
uvas procedentes del país sudamericano. Adicionalmente, la recomendación de la FDA
impactó también a otros productos frutícolas chilenos que o estaban por ser embarca-
dos o ya se encontraban congelados o en bodegas de distribuidores en Estados Uni-
dos, dado que también se conmino a los estadounidenses a no comer esos productos.
Curiosamente una de las líneas explicativas ventiladas por los analistas como justi-
ficación de las medidas adoptadas por EE.UU. contra las uvas chilena, hace referencia
a un atentado terrorista que tuvo lugar un año antes. Se trata del tristemente célebre
vuelo de la Aerolíneas Pan Am que habiendo partido de Londres, explotó un poco
después de despegar, cuando navegaba sobre la localidad de Lockerbie, en Escocia. Al
investigar las causas del siniestro, se encontró que éste fue provocado por una bomba
colocada en una de las valijas del equipaje que el propio avión transportaba. Las 207
personas que estaban a bordo de la aeronave murieron en el siniestro. Las investiga-
ciones revelaron también que el gobierno de George Bush padre había recibido una
advertencia en torno al acto terrorista de referencia, el cual desestimó al no tomar las
189
precauciones correspondientes. De ahí que cuando se advirtió la presencia de cianuro
en dos uvas chilenas del cargamento ya citado, se decidiera «tomar medidas». Que
conste que esta argumentación está muy forzada pero lo interesante de la misma es la
vinculación -igualmente forzada- entre el terrorismo y el proteccionismo.
Por ello, la sombra de la duda sobre el síndrome respiratorio agudo severo (SARS)
que aqueja a China (y ahora también a Canadá, particularmente a la ciudad de Toronto)
subsiste. Para algunos, la ubicación de las personas afectadas por el SARS no es un
hecho fortuito. China, como es sabido, ingresó el año pasado a la OMC, y una de las
consecuencias de este hecho es que los productos chinos están ganando mejores
condiciones de acceso a los mercados internacionales. Baste mencionar que China
superó a México como exportador a Estados Unidos hace unas cuantas semanas
(México era el segundo exportador, y ahora ese lugar lo tienen los chinos). El auge del
SARS no sólo está afectando a los flujos de viajeros a China y a diversos países
asiáticos, con las adversas consecuencias que ello supone para los negocios, el turis-
mo y las aerolíneas. En la medida en que no se determine la especificidad del SARS,
se podría llegar al extremo de limitar los flujos de exportación de productos chinos a
distintos destinos sobre la base de que podrían estar «contaminados».
Queda claro entonces que el terrorismo es una forma nueva de proteccionismo y que
su ámbito de acción rebasa ampliamente el espectro político. Hoy Estados Unidos
renueva el embargo atunero contra México, presumiblemente como parte de las repre-
salias por el hecho de que el gobierno de Vicente Fox no apoyó a Estados Unidos en la
guerra contra Irak. El proteccionismo tiene nuevas caras.
190
LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO NO REQUIERE UNA
MAQUINARIA DE GUERRA
William A. Niskanen (*)
Además, la guerra en Irak pudo haber minado la guerra mundial contra el terrorismo.
Por último, es muy probable que la guerra en Irak provoque que al Qaeda y otros
grupos ataquen a estadounidenses tanto en casa como en el extranjero. El mismo Irak
ha sido escenario de violencia contra las fuerzas norteamericanas, los intereses de
191
otros países y, con el ataque a los cuarteles de las Naciones Unidas, contra la misma
comunidad internacional.
Una guerra efectiva contra el terrorismo no es una guerra convencional. Las armas
más efectivas son una buena inteligencia—compartida entre los gobiernos nacionales,
las diversas agencias de inteligencia estadounidenses, y entre el FBI y los departa-
mentos locales de policía de Estados Unidos—y un efectivo patrullaje policial local. La
administración Bush aún no explica cómo un ejército ampliado puede defender a los ciuda-
danos estadounidenses de células terroristas que usan bombas hechas de fertilizantes.
192
OTAN: MÁS QUE INSERVIBLE
Marian L. Tupy (*)
Desde una perspectiva militar, el caso a favor del retiro estadounidense de la OTAN
parece haber sido presentado. Varios comentaristas, incluyendo al historiador británico
Paul Johnson, han argumentado que la OTAN es un anacronismo reducido a la incom-
petencia por la desconfianza y las luchas internas. Pero también hay razones económi-
cas de peso para el retiro de Estados Unidos. Simplemente, la garantía de la seguridad
norteamericana perpetúa los Estados de Bienestar de Europa y por lo tanto fomenta la
esclerosis económica a lo largo del Viejo Continente.
Pero el gasto como proporción del PIB no brinda un retrato correcto de las disparidades
de gasto subyacentes. Durante los noventa, la economía de Estados Unidos creció a
un ritmo mucho más rápido que el de las principales economías de la Unión Europea.
Entre 1992 y el 2001, por ejemplo, la economía alemana creció en promedio un 1.45%
al año, y la francesa un 1.88%. En ese mismo período, Estados Unidos experimentó un
crecimiento promedio anual de un 3.46%. Como resultado, a pesar de la “reducción” en
el gasto militar, el presupuesto de defensa estadounidense aumentó de $277.000 millo-
nes en 1995 a $283.000 millones en 1999. En contraste, los gastos militares de todos
los miembros europeos de la OTAN combinados declinaron de $183.000 millones a
$174.000 millones durante el mismo tiempo.
193
De acuerdo con la Comisión de la Unión Europea, se espera que la economía del
Viejo Continente crezca únicamente un 1% en el 2003. Debido a una posible contrac-
ción de la economía europea en el primer cuarto del 2003, el estimado quizás tenga
que ser ajustado hacia abajo. Como resultado de la desaceleración económica, varios
países de Europa, incluyendo a Alemania y Francia, han alcanzado ahora el “pacto de
crecimiento y estabilidad” que limita sus déficit presupuestarios anuales a un 3% del
PIB.
La insinuación hecha por el presidente francés, Jacques Chirac, de que los proble-
mas económicos de Francia pudieron haber sido causados por la guerra de Estados
Unidos contra Saddam Hussein constituye un ridículo intento de echarle la culpa a
otros. De hecho, Francia y Alemania se encuentran acosadas por profundos problemas
estructurales, incluyendo mercados laborales rígidos, regulaciones restrictivas,
estándares ambientales y de seguridad dañinos, altos impuestos e inmensos pasivos
de pensiones sin fondos.
194
Ejercicio Autoevaluación
2- Investigue y responda: ¿Qué países son actualmente miembros del “Club Nu-
clear”?
195
196
UNIDAD IV
EL NUEVO PAPEL DE LAS NACIONES UNIDAS
INTRODUCCIÓN
Para abordar esta unidad sobre el nuevo rol de Naciones Unidas tomaremos una
síntesis sobre la reforma de la organización internacional, que se presente en el sitio
de Internet de la misma. Luego pasaremos revista de algunos puntos significativos a
través de las lecturas complementarias, como así también a las críticas que se le
realizan a las UN.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, asumió su cargo en 1997.
Inmediatamente después tomó medidas para mejorar el funcionamiento de Naciones
Unidas y para continuar con las reformas emprendidas por sus predecesores. Durante
los seis primeros meses de su mandato, el Secretario General consolidó la extensa
estructura organizacional de las Naciones Unidas para reducir la duplicación de funcio-
nes, mejorar la coordinación y distribución de responsabilidades. Creó además un Gru-
po Superior de Gestión y destacó que el capital más importante que posee la Organiza-
ción es su personal.
En los años posteriores a 1997, el Secretario General encabezó una reforma profun-
da de las operaciones de mantenimiento de la paz. La defensa de los derechos huma-
nos se integró a todas las áreas de trabajo de Naciones Unidas, y se establecieron
nuevas formas de asociación tomando en cuenta la relevancia de la sociedad civil y del
sector privado en los asuntos mundiales y de desarrollo.
Más que la suma de sus partes, a este esfuerzo de reforma se le reconoce el haber
creado una cultura de mayor apertura, coherencia, innovación y confianza dentro del
organismo internacional. Provee una remodelación significativa de la Organización de
las Naciones Unidas con el fin de responder al desafío de mantener y mejorar el
multilateralismo en el siglo XXI.
Reorganización
El primer paso del Secretario General fue el establecer una estructura organizativa
más racional para las Naciones Unidas, la cual se consolidó durante el primer mes de
su mandato en enero de 1997. Treinta departamentos, fondos y programas de Naciones
197
Unidas fueron agrupados en cuatro áreas: paz y seguridad, asuntos humanitarios, de-
sarrollo y asuntos económicos y sociales. Se estableció un comité ejecutivo para coor-
dinar el trabajo de cada una de estas áreas (ver lista de miembros del Comité Ejecuti-
vo). Durante las mismas fechas, fueron eliminados de manera permanente aproxima-
damente mil puestos de trabajo que estaban vacantes en 1996.
Posteriormente, los Comités Ejecutivos fueron vinculados con la Oficina del Secre-
tario General a través del establecimiento del Grupo Superior de Gestión. Este Grupo
está compuesto por los directores de categoría superior de todos los departamentos,
fondos y programas de Naciones Unidas.
En 1997, el Secretario General ordenó también el fortalecimiento del rol del Coordi-
nador Residente de Naciones Unidas con el fin de integrar planes de trabajo a escala
nacional y reunir «bajo una misma bandera» las operaciones de las Naciones Unidas
en cada país. Con el fin de facilitar la coordinación de la asistencia de Naciones Unidas
y de hacerla más acorde con las estrategias y prioridades de los países anfitriones, se
establecieron dos herramientas adicionales. Una de estas herramientas es la Evalua-
198
ción Común para los Países, documento que tiene como objetivo definir con claridad
las necesidades nacionales. La segunda es el Marco de Asistencia de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, que establece la división del trabajo entre las entidades de
las Naciones Unidas al momento de asistir a los gobiernos en la promoción del desa-
rrollo y en la implementación de las metas de las conferencias mundiales de las Nacio-
nes Unidas. En julio del 2002, se habían terminado 106 evaluaciones nacionales y 32
se encontraban en curso (en algunos casos éstas evaluaciones se realizan por segun-
da vez); asimismo, se habían establecido 69 marcos de trabajo para la asistencia al
desarrollo. Otros 23 se encontraban en el proceso de formulación.
199
Mantenimiento de la paz
A fines de 1999, el Secretario General instó a los Estados Miembros y a los funcio-
narios internacionales, por igual, a reconocer el fracaso de la comunidad internacional
por no haber previsto el genocidio en Rwanda en 1994 y la caída de Srebrenica en
1995. Se solicitó a un grupo de alto nivel que propusiera medidas prácticas y viables
para futuras operaciones de paz. Con anterioridad a la Cumbre del Milenio, en agosto
del 2000, el «Informe Brahimi» -llamado así en honor al presidente del grupo, Lakhdar
Brahimi- fue remitido a los Estados Miembros.
Para mantener una posición militar con credibilidad, el Informe recomienda tener un
mayor número de tropas, bien equipadas y bien entrenadas. El panel solicitó más per-
sonal de apoyo en la Sede y más apoyo político, financiero y material por parte de los
Estados Miembros, particularmente de aquellos que forman parte del Consejo de Se-
guridad de Naciones Unidas. Al mismo tiempo, el Grupo estableció normas más estric-
tas para evaluar la actividad de los encargados de mantener la paz, tanto en el campo
de batalla como en la Sede de Naciones Unidas.
Después de los eventos del 11 de septiembre y del subsecuente colapso del régimen
Talibán en Afganistán, la comunidad internacional solicitó que las Naciones Unidas
ayudaran en la negociación de un acuerdo político. El Secretario General designó al Sr.
Brahimi para encabezar la planeación inicial y el lanzamiento de la primera operación
de paz desde que se publicó el Informe. De conformidad con el contenido y el espíritu
de dicho informe, el Secretario General asesoró de manera franca al Consejo de Segu-
ridad sobre el modo en que las Naciones Unidas podrían responder eficazmente a
situaciones sobre el terreno. En lugar de desplegar «cascos azules», propuso que las
Naciones Unidas tuvieran un papel político central y que se estableciera una compacta
Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA, por sus siglas en inglés), con
el fin de integrar los esfuerzos políticos, humanitarios y de desarrollo en el país. La
200
negociación exitosa del Acuerdo de Bonn, el haber mitigado una inminente catástrofe
humanitaria y la subsecuente conformación de una Administración Afgana interina de-
mostraron la eficacia de esta forma actuar.
Personal y gestión
El primero de mayo del 2002 entró en su fase operativa un nuevo sistema de recluta-
miento, colocación y promoción de personal mediante el cual se privilegian méritos y
capacidades por encima de la antigüedad. Como parte de un completo sistema de
nuevas prácticas de personal, el sistema le da a los gerentes de programa la autoridad
para seleccionar a su propio personal, de conformidad con un acuerdo con el Secreta-
rio General que hace a los gerentes responsables de los resultados obtenidos. Los cam-
bios, corresponden al espíritu de la reforma organizativa propuesta por el Secretario Gene-
ral, según la cual las decisiones y responsabilidades son transferidas al nivel operacional.
Los nuevos procedimientos que contiene el informe del Secretario General sobre la
«Reforma de la Gestión de los Recursos Humanos» (A/55/253), presentado ante la
Asamblea General en agosto del 2000, también consideran el tiempo máximo que se
debe emplear para la contratación y la colocación. Debido al compromiso de Naciones
Unidas de tener en cuenta una distribución equitativa de las nacionalidades entre el
personal, un mejor balance de género, y al mismo tiempo calidad del personal, el
reclutamiento de personal no se resuelva tan rápidamente como en otras organizacio-
nes. En los últimos años recientes, el proceso de contratación de un funcionario había
ascendido innecesariamente a un período de 400 días o más. El sistema de selección
instalado recientemente pretende reducir ese número a cerca de 90 días. Además, la
Oficina de Gestión de Recursos Humanos se compromete a aprobar e implementar, en
un período de dos semanas, intercambios de puestos de manera horizontal para fun-
cionarios en activo.
El informe del Secretario General sobre los recursos humanos aborda también la
cuestión de la movilidad entre los 7.649 miembros regulares de personal de la Secreta-
ria. Con el fin de dar un servicio público más versátil y calificado en diversas áreas. Se
fijan plazos para cubrir las vacantes, se suministra apoyo adicional los puestos en
estaciones de servicio lejos de la Sede y se incrementan y modernizan los programas
de capacitación de personal.
201
Por otra parte, ahora se requiere que los administradores de Naciones Unidas reci-
ban capacitación intensiva sobre el manejo de personal, una inversión que no se había
llevado a cabo con anterioridad, además de la introducción de un nuevo sistema de
evaluación del personal.
202
de adherirse a los principios del Pacto Mundial. Desde entonces, el número de empre-
sas participantes ha ascendido a más de 300.
Mientras tanto, las Naciones Unidas continúan trabajando de cerca con organizacio-
nes de la sociedad civil para mitigar los efectos de las enfermedades, la pobreza y los
desastres. En ese tiempo, las ONG han construido una relación de trabajo más cerca-
na en los procesos intergubernamentales. Muchos gobiernos incluyen ahora dentro de
sus delegaciones en las sesiones regulares de la Asamblea General a estas organiza-
ciones. Esta práctica es todavía más frecuente en las delegaciones que acuden a
conferencias internacionales y sesiones especiales. Líderes y expertos de la sociedad
civil participan activamente, con intervenciones cada vez más frecuentes, en las re-
uniones preparatorias de las conferencias mundiales y en los debates de las conferen-
cias.
Los grupos de la sociedad civil, a través de sus vínculos con las Naciones Unidas,
pueden ampliar su papel y maximizar su impacto. Esto quedó evidenciado en la campa-
ña Jubileo 2000 que llevó consigo un plan mundial para reducir la carga de la deuda que
pesa sobre los países pobres. También hay que tener en cuenta la convención firmada
por los gobiernos luego de cinco años de la Campaña Internacional para la Prohibición
de las Minas Terrestres emprendida por la sociedad civil. Las organización de la socie-
dad civil han tenido una influencia especial en la divulgación de las normas universales
de derechos humanos y con motivo del establecimiento de la Corte Penal Internacional.
Esta nueva apertura de Naciones Unidas para interactuar con la sociedad civil y el
sector privado ha traído beneficios también en otras áreas.
El siguiente paso fue la creación de lo que ahora se conoce como el Fondo Mundial
de la lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, que tuvo lugar durante el
proceso previo a la Sesión Especial de la Asamblea General sobre VIH/SIDA. El Secre-
tario General, Kofi Annan, fue quien impulsó la creación del Fondo y lo concibió como
una colaboración de entidades públicas, de la sociedad civil y del sector privado.
203
Con el fin de impulsar los objetivos de las Naciones Unidas se estableció en marzo
de 1998, del Fondo de las Naciones Unidas para la Colaboración Internacional (UNFIP
por sus siglas en inglés), a raíz de la promesa hecha por Ted Turner, en septiembre de
1997, de donar mil millones de dólares. Durante el 2002, el UNFIP, en conjunto con la
Fundación de Naciones Unidas, institución altruista pública establecida gracias a la
donación del Sr. Turner, ha contribuido con 484 millones de dólares a programas rela-
cionados con la salud infantil, población, mujer, medioambiente, paz y seguridad y
derechos humanos. El Fondo desarrolla nuevas relaciones con empresas, fundaciones
y asociaciones filantrópicas y ha establecido nuevas áreas de cooperación con el sec-
tor privado.
En septiembre del 2000, 147 Jefes de Estado y de Gobierno y 191 naciones aproba-
ron, durante la Cumbre del Milenio, la más completa serie de objetivos que jamás haya
sido respaldada a nivel mundial. La Declaración del Milenio establece metas y princi-
pios orientados hacia la búsqueda de la paz y la seguridad, la protección al medio
ambiente, derechos humanos, un buen gobierno, y subraya las necesidades especiales
de África. En el campo del desarrollo, se establecen objetivos con plazos fijos para la
disminución de la pobreza, enfermedades, hambrunas, analfabetismo y discriminación
de género. Se pretende que la mayor parte de estos objetivos se logren antes del año
2015. Las Metas de Desarrollo del Milenio se utilizan como puntos de referencia en la
planeación social y económica a niveles regional, nacional e internacional, y funcionan
como un punto de convergencia para la sociedad civil, así como para los gobiernos y
las agencias multilaterales.
En la víspera del segundo mandato de Kofi Annan como Secretario General, señaló a
la Secretaría que las metas de la Declaración del Milenio deben constituir una priori-
dad. La Secretaría ha mantenido a la comunidad internacional enmarcada en estos
propósitos. Un esquema que precisa lo que se necesita hacer, así como quién y cómo
ejecutar la Declaración. Dicho esquema fue presentado en septiembre del 2001, un año
más tarde, se publicó el primer informe sobre los progresos en las Metas de Desarrollo
del Milenio. Este informe señalaba tendencias en la realización de los objetivos en ocho
áreas relacionadas con el desarrollo. De esta forma, se apreciaba un panorama general
del progreso - y a veces de la falta de él - tanto alrededor del mundo como en ciertas
regiones. Tales informes serán publicados anualmente hasta el 2015.
204
BIBLIOGRAFÍA:
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
El derecho de ingerencia
205
peligroso precedente para la defensa dogmática y a veces fanática de los Derechos
Humanos.
Se deduce entonces que una vez denunciado un caso de flagrante violación a los
Derechos Humanos por parte de un agente cualquiera la ONU tiene la obligación de
intervenir, previa autorización del Consejo de Seguridad de esta organización, en aquel
lugar donde se atente contra estos principios, generalmente con la participación del ejército
multinacional de los Cascos Azules, que es la fuerza de paz de las Naciones Unidas.
Los elementos hasta ahora presentados permiten inferir que la aplicación del Dere-
cho de Intervención Humanitaria es sumamente conflictivo y se presta a la interpreta-
ción interesada o fanática del mismo, pero antes de analizar este punto se presenta el
desarrollo de un caso real de intervención en el cual se mezclan la intervención por
defensa del Derecho Internacional, los Derechos Humanos y el Derecho Internacional
Humanitario.
Caso Bosnia-Herzegovina
En la antigua Yugoslavia ha existido un grave conflicto armado desde 1991 entre, por
un lado Croacia y Serbia en las regiones de Eslovenia Oriental y Krajima, y por otra
parte entre las distintas fracciones étnicas al interior de Bosnia-Herzegovina. Desde
hace unos años, tanto las Naciones Unidas como la Unión Europea han unido sus
esfuerzos para la resolución pacífica de la contienda y para ello han implementado los
siguientes recursos:
206
- Han creado un tribunal penal internacional para procesar a los responsables de
violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario.
- Establecieron zonas desmilitarizadas en Eslovania y la Krajina, y proclamaron
zonas seguras a determinadas ciudades de Bosnia-Herzegovina, autorizando a los
Estados miembros a vigilar su cumplimiento.
- Han prohibido el sobrevuelo no autorizado de aeronaves sobre Bosnia-Herzegovina,
y han autorizado a los Estados miembros a utilizar la fuerza para hacerlo cumplir.
- Y además de todo ello, han logrado que las partes firmen innumerables acuerdos y
compromisos de cese al fuego, que en su mayoría no han sido cumplidos.
Por desgracia, los esfuerzos de las Naciones Unidas para resolver el conflicto me-
diante las habituales técnicas de mantenimiento de la paz no lograron su objetivo como
consecuencia de la falta de voluntad política de los contendientes, especialmente de
los serbios de Bosnia.
Este acuerdo de paz configura a a Bosnia como un Estado único, pero con fronteras
internas entre dos partes: la Federación de Bosnia-Herzegovina, con musulmanes y
croatas, y con el 51% del territorio, y la República de Srpska de los serbios con el resto
de la superficie bosnia. En sus normas se contempla la celebración de elecciones
libres en ambas entidades, de donde saldrá un gobierno central, con presidencia tripartita
y se prevée que Sarajevo sea una ciudad abierta y unificada dentro de la federación
croata-musulmana.
207
Este acuerdo pretendía desligar a las Naciones Unidas del aspecto militar de la
resolución del conflicto, de los balances, y al tiempo potenciar su papel y el de la
Organización para la seguridad de la cooperación en Europa (OSCE) en la parte civil
del proceso de pacificación. De esta forma y en la parte militar se retiró de Bosnia-
Herzegovina la fuerza de protección de las Naciones Unidas (UNPROFOR), y fue
sustituida por una fuerza militar multinacional, compuesta por tropas de OTAN y de
otros Estados aparte, como Rusia y los países islámicos. El traspaso de poderes de
UNPROFOR a la fuerza de ejecución (IFOR) tuvo lugar el 19 de diciembre de 1995.
Todos los contingentes de esta fuerza, incluído el español y salvo el ruso, se en-
cuentran bajo el mando militar de la Alianza Atlántica, y no bajo las instrucciones de
Naciones Unidas. Por lo que se refiere a las tropas rusas, ésta conserva cierta autono-
mía sin romper la unidad de mando de la fuerza, e informan de sus actuaciones al
comandante de las fuerzas norteamericanas en Europa.
El acuerdo señala que en el plazo de un mes serían liberados todos los prisioneros
de guerra, mientras que abandonarían el país todas las fuerzas armadas extranjeras,
salvo de las Naciones Unidas, que quedarían dentro de la IFOR bajo mando de la
Alianza Atlántica (entre ellas la agrupación táctica española), más aquellas otras que
también se incorporen a la fuerza multinacional. Además, el Acuerdo de Dayton señala
que el armamento pesado de todos los bandos sería confiscado en el plazo de 4 me-
ses.
208
La estructura de mando de la fuerza internacional (IFOR) se basa en el cuerpo de
reacción rápida del mando aliado en Europa, y se ha desplegado en cuatro sectores en
el territorio Bosnia. Esta fuerza está compuesta en su operativo terrestre por 60.000
soldados procedentes de más de 20 países, entre ellos 20.000 norteamericanos. Ade-
más, cuenta con sendos dispositivos aéreo y marítimo para la realización de su man-
dato, en los que se han integrado los efectivos que hasta el 19 de diciembre del año
pasado formaban parte de los operativos de vigilancia de la prohibición de vuelos no
autorizados sobre Bosnia - Herzegovina (Deny Flight), y de guardia marítima del cum-
plimiento de los embargos decretados en esa región por el Consejo de Seguridad (Sharp
Guard). Entre las funciones de la Fuerza de Ejecución se encuentra lograr un entorno
seguro para permitir la labor de las diferentes organizaciones humanitarias, facilitar el
proceso de paz mediante reuniones negociadoras entre las partes, establecer y vigilar
una zona de separación de cuatro kilómetros de anchura entre los contendientes, que
disponen de un mes para retirarse de las zonas señaladas por el acuerdo; además, la
Fuerza debe supervisar el cese de los enfrentamientos y controlar el espacio aéreo. En
su misión, está autorizada a emplear la fuerza cuando le resulte necesaria - resolución
1031 (1995) del consejo de seguridad del 15 de diciembre de 1995. La IFOR constituye
la primera la primera operación de aplicación de la paz que lleva a caba la Alianza
Atlántica a lo largo de su historia, y también es la primera vez que España participa de
forma activa en una operación militar de estas características.
El acuerdo de Dayton también fija la estructura del futuro gobierno civil de Bosnia,
incluidas la nueva Constitución y acuerdos especiales sobre derechos humanos y refu-
giados. Y para la puesta en funcionamiento de esa labor civil, el acuerdo confía en la
Organización para la seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y en diversas
agencias del sistema onusiano, como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los refugiados (ACNUR) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), pues estas organizaciones cuentan con el personal y apoyo necesario para
cumplir estas funciones de asistencia civil en la reconstrucción de las estructuras
vitales. De hecho, se ha nombrado un alto representante para vigilar la ejecución de la
parte civil del acuerdo de paz, así como para movilizar y coordinar las actividades de
las organizaciones y agencias civiles involucradas. Este esquema consiste en com-
prometer a la ONU y a las organizaciones regionales pertinentes en la parte civil de los
procesos de paz, pero al tiempo liberar las Naciones Unidas de la dirección de las
operaciones militares, encomendándoselas a ciertas agencias regionales, puede convertir-
se en el modelo a seguir en un próximo futuro, como única respuesta posible y efectiva.
209
Con todo, el acuerdo de Dayton sólo es una parte del complejo entramado de instru-
mentos normativos de este proceso de paz en la antigua Yugoslavia, entre los que
destacan las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad, las decisiones de la
Alianza Atlántica para establecer la INFOR, los acuerdos de esta organización con
otros Estados para la participación de éstos últimos en la fuerza multinacional, etc.
Otras Intervenciones
Eran fuerzas patrocinadas por una gran potencia, en concreto por Francia en el
supuesto ruandés y por Estados Unidos en los otros tres casos. A pesar de ser aproba-
das por el Consejo de Seguridad, no estaban dirigidas ni controladas por este órgano,
sino que se han desarrollado de forma descentralizada. No eran operaciones de mante-
nimiento de la paz, puesto que se desplegaron sin precisar el consentimiento expreso
ad hoc de todas las partes del conflicto, podían utilizar la fuerza armada para el cumpli-
miento de su mandato, no estaban obligadas a actuar con imparcialidad y no se confi-
guraban como un órgano militar integrado, al ser aportadas sus tropas de forma abru-
madora por la gran potencia que auspiciaba la fuerza.
Tal cual se había previsto, una vez presentados los elementos que configuran la
realidad de las intervenciones de las Naciones Unidas, se procedería a la crítica de la
forma en que estos ejercicios del derecho internacional son implementados. En princi-
pio, la legalidad de los procesos está fuera de toda duda, sin embargo, ésta emana de
un organismo con una estructura anacrónica y que responde a intereses específicos
que no concuerdan con la realidad del sistema internacional actual.
Esta apreciación, que de sí no es gratuita, pues explicita los cambios que el mundo
ha sufrido desde la creación de las Naciones Unidas al final de la Segunda Guerra
Mundial, implica además un desacuerdo total con la estructura del poder en el Consejo
210
de Seguridad de la ONU, ya que las intervenciones realizadas por este organismo no
solo que dejan mucho que desear en términos de su efectividad real, sino que además
reflejan por autoevidencia el uso de la legalidad que proveen sus resoluciones para
legitimar universalmente acciones que responden al interés específico de países con
capacidades militares superiores y que aprovechan esta situación para ejercer su po-
der con un velo de justicia que es, en última instancia, provisto por todos los demás
países, dada su pasividad.
Conclusiones
A pesar de esto último, dada la magnitud de los intereses que algunos miembros de
Naciones Unidas desean proteger, se ha utilizado discrecionalmente y sin procurar
alternativas de solución paralelas ni anteriores que hayan sido coherentemente
implementadas, lo que le ha valido al ejército de paz ser mal recibido por aquellos a
quienes pretende defender, como fue el caso en Somalia.
211
El sistema de seguridad colectiva diseñado en la Conferencia de San Francisco no
pudo ser puesto en práctica (salvo en Corea y en el Congo, y ello sólo hasta cierto
punto, de manera un tanto heterodoxa y en circunstancias excepcionales) a causa de la
desaparición del consenso entre los aliados de la Segunda Guerra Mundial. Pero ello no
impidió que la organización realizase avances considerables en relación con algunos
de los propósitos para los que fue creada: cooperación para el desarrollo económico y
social, promoción de los Derechos Humanos, desarme, descolonización y codificación
del Derecho Internacional, etc.; lo que, en ocasiones, se olvida cuando se hace un
balance más bien negativo de la actuación de las Naciones Unidas en su medio siglo
de existencia.
Muchos son los datos que se podrían citar para ilustrar la magnitud de la labor
desarrollada. Mencionaré tan sólo tres muy recientes, a mero título de ejemplo:
- Una auténtica «sobrecarga» que ha hecho que las Naciones Unidas, con los me-
dios de los que dispone (que, aunque crecientes, siguen siendo muy limitados), no
hayan podido hacer frente con la suficiente rapidez y eficacia a crisis de suma
complejidad y efectos devastadores como las de Rwanda o Somalia.
- Poner plenamente de manifiesto que, si bien el mantenimiento de la paz es tarea
principal de la organización, la paz difícilmente puede mantenerse sin unos niveles
212
mínimos de democracia, respeto de los Derechos Humanos y desarrollo económi-
co y social sostenible.
En resumen, las Naciones Unidas se enfrentan ahora a una enorme tarea, conside-
rablemente aumentada en los últimos años, debido al crecimiento de las expectativas
sobre las posibilidades de actuación de la organización, y han de enfrentarse a nuevas
exigencias y retos, especialmente en estas áreas a las que acabo de referirme: mante-
nimiento de la paz, protección y promoción de los Derechos Humanos y de la democra-
cia, y obtención de unos niveles mínimos de desarrollo.
Voy a esbozar primero algunos de estos desafíos para referirme después a la cues-
tión de la conveniente reforma institucional para hacerles frente con mayor eficacia.
Las Naciones Unidas han recurrido, en respuesta a este fenómeno, a una serie de
técnicas o modalidades de actuación, recogidas en el Programa de Paz presentado por
el secretario general en 1992. Citemos las principales:
213
la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas para Bosnia- Herzegovina
(UNPROFOR), con carácter excepcional.
- La Imposición de la Paz (Peace Enforcement), que son aquellas medidas militares
de recurso a la fuerza, autorizadas por el Consejo de Seguridad en el marco del
Capítulo VII de la Carta.
- La Consolidación de la Paz (Peace Building) después de los conflictos, que incluye
las medidas destinadas a identificar y fortalecer las estructuras que refuerzan o
consolidan la paz, a fin de evitar una reanudación del conflicto. Como ejemplo, cabe
citar la permanencia en Camboya de la presencia de las Naciones Unidas tras la
retirada de la Autoridad Transitoria de las Naciones Unidas en Camboya (UNTAC),
o la prevista para El Salvador tras la retirada de la Misión de Observadores de las
Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL).
- En los últimos años, las actuaciones de las Naciones Unidas en materia de mante-
nimiento de la paz y la seguridad internacionales no solamente han experimentado
un importante aumento, sino que se han visto afectadas por profundos cambios
cualitativos:
- Muchos de los conflictos actuales tienen lugar no entre Estados enfrentados, sino
en el interior de Estados que se desarticulan o desintegran en medio del caos.
Nueve de las once operaciones establecidas a partir del 1 de enero de 1992 han
respondido a conflictos intraestatales, en los que, como hemos visto en Rwanda o
en la antigua Yugoslavia, la violencia y la crueldad con los civiles son la nota
dominante.
- En consecuencia, se han multiplicado las emergencias de carácter humanitario. Un
ejemplo: el número de refugiados registrados por el Alto Comisionado de las Nacio-
nes Unidas para los Refugiados (ACNUR) pasó de 13 millones a finales de 1987 a
26 millones en diciembre del año pasado.
- Las fuerzas de las Naciones Unidas han tenido que asumir, en numerosos escena-
rios, la protección de las operaciones humanitarias, ya que, en las situaciones de
caos a las que acabo de referirme, no pueden llevarse a cabo sin dicha protección.
Como ejemplos cabe citar la actuación en favor de las poblaciones kurdas en Irak o
las intervenciones en Somalia, Haití, la antigua Yugoslavia y Rwanda, primeras mues-
tras de la creciente y afortunada quiebra del hasta no hace mucho tiempo sacrosanto
principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados que contempla el
artículo 2.7 de la Carta.
Posiblemente uno de los retos más delicados a los que han venido enfrentándose las
Naciones Unidas en los tres últimos años sea el de determinar si es posible, cómo,
cuándo y con qué medios y mandato, pasar de acciones de mantenimiento de la paz en
su sentido tradicional a acciones de imposición de la paz por la fuerza. Este problema
se ha planteado tanto con la Operación de las Naciones Unidas para Somalia (ONUSOM
II) como con UNPROFOR en la antigua Yugoslavia y con la Misión de Asistencia de las
Naciones Unidas en Rwanda (UNAMIR). Es una cuestión que está en el origen de
buena parte de las críticas de la opinión pública y los medios de comunicación a la
actuación de las Naciones Unidas y, como el propio secretario general reconoce en su
Suplemento de un Programa de Paz (enero 1995), tiene una difícil solución.
214
El secretario general estima que ni él ni el Consejo de Seguridad tienen, en la actua-
lidad, capacidad para desplegar, dirigir, mandar y controlar operaciones para la aplica-
ción de medidas coercitivas, salvo, quizás, en operaciones a muy pequeña escala, y
que el momento actual no es el más adecuado para dotar a la organización de esa
capacidad, dada la carencia de recursos para ello.
Y con esto paso a referirme al segundo de los grandes retos a los que se enfrentan
las Naciones Unidas en la actualidad.
215
mendadas al Consejo Económico y Social, sino que se ha ido ampliando en el transcur-
so de los años, desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada
por la Asamblea General el 10 de diciembre de 1948 hasta la Declaración y el Progra-
ma de Acción adoptado en la Conferencia Mundial de Viena hace dos años, pasando por
importantes instrumentos internacionales como los Pactos de Derechos Civiles y Políticos
y Derechos Económicos, Sociales y Culturales o las Convenciones sobre Discriminación
Racial, Eliminación de la Discriminación de la Mujer, Tortura o Derechos del Niño.
En los últimos años, la aplicación del principio de no injerencia en los asuntos inter-
nos del art. 2.7 de la Carta se ha visto crecientemente limitada por la conciencia de los
vínculos existentes entre la paz y los Derechos Humanos, y así el Consejo de Seguri-
dad ha autorizado intervenciones, como las de Haití o Rwanda, estimando que una
violación sistemática y masiva de los Derechos Humanos supone una amenaza para la
paz, lo cual es difícilmente discutible, especialmente en aquellos casos en que dicha
violación sistemática y masiva va acompañada también de violaciones graves del De-
recho Internacional Humanitario.
En resumen, puede afirmarse que, si bien nos encontramos todavía muy lejos de
una situación de respeto universal a los derechos humanos, sí hemos llegado a un
consenso global en cuanto a que los Estados no gozan ya de un poder ilimitado para
decidir la suerte de sus nacionales y en cuanto a que los seres humanos tienen unos
derechos inalienables por el simple hecho de ser precisamente eso, seres humanos. A
ello ha contribuido en buena medida el esfuerzo de las Naciones Unidas, con las limita-
ciones que en este terreno ha impuesto su propia universalidad.
216
El reto del desarrollo
Nos enfrentamos, en este terreno, a dos retos a los que me referiré sólo de pasada:
lograr los recursos necesarios para la promoción del desarrollo y la lucha contra la
pobreza y hacer que éste sea sostenible, es decir, que no suponga la destrucción de
los recursos no renovables que pudiese conducir a una pobreza futura.
217
La Organización de las Naciones Unidas ha desempeñado así un papel determinan-
te, no sólo acuñando el concepto de desarrollo sostenible, sino también enriqueciéndolo
y dándole contenido, gracias a las diferentes Conferencias o Cumbres que ha ido con-
vocando.
Las Naciones Unidas cuentan en la actualidad con 185 miembros, frente a los 51 de
1945. El número de miembros del Consejo de Seguridad no ha sido alterado desde la
reforma de 1963, que entró en vigor en 1965 y amplió de seis a diez el número de los no
permanentes. Desde entonces han pasado a formar parte de la organización casi un
centenar de Estados, lo que, unido al renovado papel que ha podido desempeñar el
Consejo en los últimos años en el mantenimiento de la paz y la seguridad internaciona-
les, y a una cierta percepción de que el Consejo trabajaba con mucho sigilo y poca
transparencia, ha llevado a un movimiento generalizado, entre los Estados miembros,
favorable a que haya cambios tanto en la composición como en el funcionamiento de
este órgano principal de las Naciones Unidas.
218
- La propuesta italiana de ampliación en diez puestos adicionales para miembros no
permanentes; pero estableciendo dos categorías de éstos, con diez puestos en el
Consejo cada una. De una de ellas formarían parte, por rotación, los integrantes de
una lista de veinte o treinta Estados, seleccionados en función de diversos crite-
rios objetivos.
- La propuesta australiana, que incluye dos modelos: el de un Consejo de Seguridad
con veinte miembros, o sea, los quince actuales más otros cinco nuevos miembros
permanentes que no tendrían (a diferencia de los actuales) derecho de veto y que
serían atribuidos tres a África y Asia, uno al WEOG (Grupo Occidental) y otro al
GRULAC (Grupo de de América Latina y el Caribe). El segundo modelo australiano
contempla un Consejo de Seguridad con veintitrés miembros, los quince actuales,
más ocho miembros casi permanentes y alterando el número y la distribución de
los actuales grupos regionales.
En lo referente al derecho de veto, hay un gran número de Estados que son partida-
rios de ponerle límites, cuando no de su eliminación. En la práctica, lo cierto es que los
miembros permanentes han venido restringiendo su utilización. De hecho, en los último
cinco años sólo ha sido ejercido en dos ocasiones, en ambos casos por la Federación
Rusa.
219
La reforma del sector económico y social
Esta reestructuración viene motivada, entre otras, por las siguientes razones:
El problema financiero
220
El volumen anual de gastos del presupuesto ordinario de las Naciones Unidas es
aproximadamente de 1.300 millones de dólares. A 28 de febrero, el total de las cuotas
no pagadas ascendía a 1.171 millones de dólares. El mayor deudor son los EEUU, con
un total de 527 millones de dólares, seguido de la Federación Rusa con 521 millones de
dólares. España, al igual que el resto de los países de la Unión Europea, no debe nada
al presupuesto ordinario.
La realidad es que el principal problema viene dado por el no pago o el pago tardío de
las cuotas obligatorias como consecuencia no sólo de condicionantes de tipo económi-
co por los que atraviesan algunos países, y en especial los países de la antigua Unión
Soviética sino también, y lo que es peor, por los condicionantes de tipo político. Este es
el caso, en particular, de los EEUU, o más exactamente del Congreso de los EEUU.
221
Uno de los objetivos básicos de todo este proceso de reorganización es extremar las
medidas para asegurar la utilización eficiente de los recursos disponibles y evitar des-
pilfarros y duplicaciones innecesarias.
No quisiera terminar sin recordar una verdad elemental que, en ocasiones, se pasa
por alto al evaluar la labor de las Naciones Unidas: cualesquiera que sean sus imper-
fecciones, el mundo sería hoy mucho menos seguro y justo si la organización no existiese.
Señoras y señores:
Superada la tendencia aislacionista que España ha sufrido durante una buena parte
de este siglo y lejos ya de tópicos o planteamientos simplistas, comprobamos como
222
nuestra incorporación a los foros internacionales y la reactivación de nuestra acción
exterior han supuesto al mismo tiempo un auge de estas disciplinas en los ambientes
académicos. La contribución de estos ambientes, pausada y reflexiva, resulta siempre
enriquecedora, tanto para los poderes públicos como para la sociedad española, que
progresivamente se va interesando más en los problemas y las soluciones que afectan
a nuestra política de seguridad y defensa.
223
bles. Sin embargo, después de la intervención de los Estados Unidos en Corea y del
fracaso de la Uniting For Peace Resolution, la presión de los acontecimientos interna-
cionales motivó la aparición de estas operaciones, como una forma de acción
institucionalizada de naturaleza preventiva.
Las OMPs no nacieron con la pretensión de sustituir los medios de solución pacífica
y voluntaria de controversias previstos en el Capítulo VI de la Carta de las Naciones
Unidas. No buscaban tampoco reforzar las acciones coercitivas contempladas en el
Capítulo VII para los casos de amenazas a la paz o actos de agresión. Lo que se
perseguía más bien con dichas operaciones era rellenar el hueco existente entre am-
bos capítulos: «el Capítulo VI y medio», en gráfica expresión del entonces Secretario
General de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjöld.
En 1948, un primer grupo de observadores militares con bandera azul, color que
simboliza desde entonces la neutralidad internacional, fue enviado a Palestina con el
mandato de supervisar el cumplimiento de la tregua tras la primera guerra árabe-
israelí. Meses más tarde, un grupo similar de observadores recibió el cometido de
supervisar en Cachemira el alto el fuego acordado entre India y Pakistán.
En 1960 Naciones Unidas volvió a enviar una fuerza expedicionaria al Congo para
facilitar la retirada de las tropas belgas y restaurar la ley y el orden. Sus interferencias
en la política interna y la oposición de la Unión Soviética a su continuidad no resolvió la
situación de modo que, cuando concluyó la misión, el país continuaba sumido en la
anarquía.
Hubo otras once operaciones durante la división de bloques: Líbano en 1958, Nueva
Guinea Occidental en 1962, Yemen en 1963, Chipre en 1964, frontera indo- paquistaní y
República Dominicana en 1965, frontera egipcio- israelí en 1973, Golán en 1974, Líba-
no en 1978, frontera afgano- paquistaní e irano- iraquí en 1988. Cinco de ellas, Palesti-
na, Líbano, Golán, Chipre y Cachemira aún continúan.
Todas tienen unos rasgos característicos que permiten hablar de una primera etapa
homogénea en la actividad de las Naciones Unidas en este ámbito. Siguiendo a Sir
Brian Urquhart, Adjunto al Secretario General de Naciones Unidas entre 1974 y 1986,
considerado padre del peacekeeping, puesto que fue quien asumió la responsabilidad
224
de su organización, podemos señalar los siguientes principios básicos de las operacio-
nes de este período: envío de observadores desarmados o fuerzas ligeramente arma-
das que desarrollan su actividad siguiendo un mandato claro y adecuado, contando con el
consentimiento previo de los países receptores. Estas fuerzas pacificadoras, que actúan
bajo el mando y control del Secretario General, están autorizadas a ejercer un mínimo uso
de la fuerza, normalmente limitado a la autodefensa y siempre como último recurso.
Si bien es cierto que fueron numerosos los conflictos armados en los que Naciones
Unidas no intervino, no es menos cierto que las OMPs de esta época constituyeron un
mecanismo nada desdeñable en el aislamiento de las crisis que pudieran poner en
peligro la paz mundial.
Cualquier observador atento puede fácilmente comprobar como las actuales opera-
ciones llevadas a cabo en Macedonia, Somalia o Bosnia- Herzegovina, no guardan los
rasgos característicos que de forma sucinta acabamos de recordar. En realidad, desde
1988 asistimos a la reactivación del papel de la ONU en su principal cometido de velar
por el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Vivimos, por tanto, un
nuevo período en el que se está imponiendo progresivamente una nueva percepción
sobre la respuesta que la comunidad internacional puede dar a la hora de prevenir y
controlar conflictos.
Desde hace un lustro, las operaciones de paz no sólo se han multiplicado sino que
se vienen experimentando importantes cambios cualitativos que afectan a su propia
naturaleza. La reactivación de las operaciones de paz desde el fin de la bipolaridad ha
propiciado la puesta en marcha de doce nuevas misiones, casi el mismo número que
las llevadas a cabo durante los largos años de antagonismo entre las superpotencias.
Son las siguientes: en 1989 Namibia, Angola I, Centroamérica y Haití; en 1991 Angola
II, Sáhara Occidental, frontera Irak- Kuwait, El Salvador y Camboya; en 1992 antigua
Yugoslavia y Somalia; por último en el curso del presente año la operación de paz y
ayuda humanitaria en Mozambique. Mientras que en la primera etapa, como acabamos
de ver, puede identificarse una actividad homogénea, hoy se contabilizan diferentes
tipos de operaciones. El término anglosajón peacekeeping operations, que ganó gene-
ral aceptación en el decenio de los setenta, está siendo sustituido por el más amplio de
«operaciones de paz» atendiendo a estas nuevas realidades, abriéndose camino, den-
tro de esa denominación genérica un nuevo concepto que es el de «imposición de la
paz».
Un primer tipo de operación de paz tras la guerra fría, y sin duda de enorme trascen-
dencia futura, lo constituye la diplomacia preventiva. Bajo esta denominación se inclu-
225
yen distintas actuaciones de tipo político así como el despliegue preventivo de fuerzas
de Naciones Unidas a requerimiento de una de las partes y sólo y exclusivamente en
su propio territorio. La idea, propuesta inicialmente por Mijail Gorbachov, ha sido asu-
mida por el Secretario General de Naciones Unidas y está siendo aplicada por primera
vez en Macedonia. Sin duda estamos aquí ante una cierta paradoja. En sus orígenes el
concepto de diplomacia preventiva aspiraba a localizar y concluir las confrontaciones
peligrosas antes de su inicio, mientras que la seguridad colectiva se dirigía básicamen-
te contra los intentos de agresión. La antigua Unión Soviética nunca admitió que las
acciones preventivas así identificadas fueran calificadas como diplomáticas, de ahí
que su desacuerdo sobre estas actuaciones en el Congo abocaran a su fracaso. Por
eso digo que no deja de ser paradójico que hoy rebrote esta concepción por iniciativa
de una antigua personalidad soviética, permitiendo la rectificación de una trayectoria
equivocada.
El cuarto grupo son las operaciones de carácter humanitario, de muy reciente apari-
ción, que persiguen la protección del suministro de ayuda humanitaria a poblaciones
civiles víctimas de conflictos armados. Su desarrollo es una clara muestra de que la
comunidad internacional no está dispuesta a permitir los padecimientos y atrocidades
originados en conflictos donde no se respetan los más elementales principios del dere-
cho internacional humanitario. La primera actividad de este tipo llevada a cabo fue la
desarrollada en el Kurdistán iraquí tras la guerra del Golfo. UNPROFOR, que desarrolla
su mandato en Bosnia- Herzegovina es, sin duda, el ejemplo más paradigmático de
este tipo de operación.
226
El despliegue de una fuerza de Naciones Unidas en un país cuyas instituciones
estatales hayan quedados desmanteladas, lo que el Secretario General Butros Gali ha
denominado «construcción de la paz después de un conflicto», constituye el quinto y
último tipo de operaciones de esta relación. Requiere un programa integrado que inclu-
ya ayuda humanitaria, alto el fuego y desmovilización de tropas, así como el apoyo al
restablecimiento de las estructuras políticas y económicas del país. Este ambicioso
proyecto es el inspirador de la actual intervención de Naciones Unidas en Somalia
(ONUSOM) y en él no se descartan actuaciones de peace making, o imposición de la
paz, haciendo uso selectivo de la fuerza contra los grupos que dificultan la reconstruc-
ción nacional.
227
Quisiera detenerme brevemente en este punto, tanto por su importancia en el pre-
sente y futuro de las operaciones de paz, como por las implicaciones que estas actua-
ciones representan para España, miembro de las organizaciones a las que a continua-
ción haré referencia.
La CSCE, único foro sobre seguridad en el que participan todos los Estados euro-
peos sin excepción, además de Estados Unidos y Canadá, adoptó en la cumbre de
Helsinki del 10 de julio de 1992 una Declaración en la que se enuncian los principios
sobre los que descansará la organización en un futuro. En dicho documento se recoge
explícitamente su intención de colaborar con las Naciones Unidas en la prevención de
conflictos. En virtud de lo acordado en la capital finlandesa, la CSCE, además de
contribuir al establecimiento del marco adecuado para el arreglo negociado de contro-
versias, puede participar en misiones de mantenimiento de la paz como complemento
al proceso político para la solución de una crisis. Su misión será la de supervisar y
ayudar al mantenimiento de alto el fuego, supervisión de retirada de tropas, apoyar el
orden público, prestar ayuda humanitaria y médica y asistir a refugiados.
228
La lectura final de esta cooperación es, necesariamente, la eficacia de la suma de
esfuerzos. La creciente confianza en las relaciones de estas instituciones regionales
permitirá disminuir la inseguridad en sus ámbitos de actuación. Se han escuchado
muchas críticas hacia el papel desempeñado por la Comunidad Europea, la OTAN y la
UEO en el conflicto de la antigua Yugoslavia. Yo no quiero sumarme a ellas, aunque la
capacidad demostrada no haya sido la que pudiéramos haber esperado. No estamos
ante una situación que requiera el empleo masivo de potenciales militares, sino ante un
caso emblemático de seguridad colectiva, en el que es preciso hacer convergentes
visiones políticas, sociales e incluso históricas, que no han sido fáciles de conciliar en
estos primeros pasos hacia una Europa unida políticamente. Sin embargo, todas las
instituciones han estado implicadas en una solución, interviniendo activamente y plani-
ficando medidas para incorporar las propias capacidades a las de Naciones Unidas. La
voluntad ha quedado ampliamente demostrada pero su instrumentación ha resultado
insuficiente. Todos esperamos que las acciones emprendidas nos enseñen como enfrentar
mejor en el futuro la solución de estos conflictos a través de una cooperación más ágil.
En este sentido, la sesión conjunta del Consejo de la Unión Europea Occidental y del
Consejo del Atlántico Norte, celebrada en Bruselas el 8 de junio, permitió evaluar los
resultados de esta cooperación en el control del embargo en el Adriático y elaborar
disposiciones para garantizar las operaciones unificadas que puedan realizarse en el
futuro bajo mandato de Naciones Unidas y de la CSCE.
En estas operaciones, así como en las que España pueda participar en el futuro,
nuestro país ha observado y observa los siguientes criterios de actuación: la operación
ha de realizarse bajo mandato claro y adecuado de las Naciones Unidas y contar con el
consentimiento de las partes en conflicto, tanto en lo que se refiere a la operación en sí
como en la participación de nuestro país, participación que, por nuestra parte, será
estudiada caso por caso. La operación debe tener, asimismo, un plazo de duración
prefijado antes de iniciarse - normalmente seis meses que podrán ser prorrogables- y
el personal participante en ella será siempre profesional o voluntario.
229
Por azares históricos, África Austral fue el escenario de las dos primeras operacio-
nes de Naciones Unidas con participación española. En Angola, la misión de los milita-
res españoles integrados en UNAVEM se concentró en la supervisión de la retirada de
tropas cubanas, así como en la posterior vigilancia del cumplimiento del alto el fuego.
En la actualidad, un reducido grupo de oficiales contribuye a las labores de reconstruc-
ción de las estructuras democráticas del país llevadas a cabo por UNAVEM II. Desafor-
tunadamente, aunque las perspectivas de normalización de la vida política llegaron a
verse cercanas, hoy Angola atraviesa una situación de mayor incertidumbre.
230
un equipo más de observadores de la CE, en virtud de los acuerdos de Brioni firmados
con las repúblicas ex- yugoslavas.
Todo ello está suponiendo un esfuerzo importante para nuestras Fuerzas Armadas,
que han demostrado su capacidad para realizar operaciones lejos de nuestras fronte-
ras, además de un alto grado de operatividad reconocido por las distintas organizacio-
231
nes a las que presta sus servicios en bien de la paz y de los Derechos Humanos.
Como ministro de Defensa, y como ciudadano, no oculto mi orgullo por la actuación de
nuestros boinas y cascos azules, sentimiento que, estoy seguro, es compartido por
nuestra sociedad.
Es un hecho evidente que, en muy poco tiempo, el buen hacer de nuestros militares
en las operaciones de paz se ha convertido en un importantísimo activo de la política
exterior de España, haciendo que ésta gane protagonismo en la comunidad internacio-
nal. Nuestros cascos azules son en estos instantes uno de los más efectivos argumen-
tos de nuestra diplomacia. Si ésta puede participar con voz propia en ciertos foros es
porque previamente hay militares españoles en misiones de paz con resultados prácticos.
Ello supone que todas las unidades integradas en nuestras Fuerzas de Acción Rápi-
da, así como los profesionales y voluntarios de las Fuerzas de Reacción pueden ser
utilizados en las operaciones internacionales. Igualmente lo podrán ser los cuadros de
mando de las unidades que tendrán como misión la defensa del territorio.
Todas estas unidades estarán preparadas para hacerlo con las de otros países y con
organizaciones civiles humanitarias españolas o internacionales.
Los principios que acabo de identificar tienen en cuenta nuestra realidad económica.
En España, al igual que en otros países, se han reducido los gastos de defensa y en el
presente decenio los previsibles y graves problemas de déficit público no facilitarán su
aumento. Sin embargo, nuestro país gasta muy poco en defensa y debe equilibrar su
capacidad militar con la de nuestros aliados, incrementando el esfuerzo en medios
militares si deseamos mantener el peso actual de nuestra política exterior, que se ha
beneficiado notablemente de la actuación de los militares españoles en las organiza-
ciones de seguridad y misiones internacionales.
232
Es voluntad del Gobierno sostener la contribución española a este tipo de misiones
en el futuro y en aquellas áreas de particular interés para España o de especial impor-
tancia para la seguridad mundial. España actuará en este tipo de misiones, como digo,
conforme a unas disponibilidades de efectivos militares que ya estén fijadas en térmi-
nos generales, en coordinación con nuestros aliados y siempre dentro del marco que
señale la ONU para el cumplimiento de sus resoluciones.
Eso significa que España afronta, sin ningún reflejo del aislacionismo mantenido
durante casi todo el siglo XX, la parte que le corresponde de los compromisos y nuevos
retos que ha traído el mundo de la posguerra fría. Un mundo que, disipada la posibilidad
de confrontación nuclear entre las superpotencias, se ha vuelto más seguro, al tiempo
que ha visto aumentados sus focos de inestabilidad, lo que parece explicar «la dramá-
tica expansión de la demanda de los servicios de la ONU», como ha reconocido su
Secretario General.
233
en peligro la paz y seguridad internacionales. Hoy los expertos se inclinan por esta
segunda interpretación, porque este incipiente deber o derecho de intervención debe
ser todavía ampliamente matizado, pues toda desviación de estos principios, por pe-
queña que sea, planteará problemas de difícil solución.
Las cuestiones de carácter económico son, sin duda, de menor trascendencia pero,
no por ello, de más fácil solución. El despliegue de nuevas operaciones de carácter
preventivo, de consolidación de la paz o de reconstrucción de la paz son mucho más
costosas que el tradicional peacekeeping. Según diversas estimaciones no oficiales, el
coste anual de estas operaciones sobrepasa los 2.800 millones de dólares, cifra nada
desdeñable para una organización que viene arrastrando crónicos problemas financie-
ros. Como ha admitido su Secretario General, el no cumplimiento por parte de muchos
Estados miembros de sus compromisos económicos con la ONU, pone en peligro «la
viabilidad de estas misiones al tiempo que amenaza la credibilidad de la propia Organi-
zación».
Quisiera, por último, hacer una breve referencia sobre las fuerzas a emplear para
conseguir el éxito en las nuevas operaciones. Las fuerzas pacificadoras de Naciones
Unidas son aportadas de forma voluntaria por los países miembros. Esto plantea gran-
des problemas de organización y calendarios.
Sea cual sea la futura evolución de esta propuesta, hoy difícil de predecir, las fuer-
zas pacificadoras contemporáneas deben estar entrenadas, armadas y equipadas en
consonancia con las nuevas tareas encomendadas, lo que implica una mejora sustan-
cial en estos tres aspectos. Así lo han asumido los principales países occidentales que
dedican fuerzas altamente especializadas para atender los renovados compromisos en
materia de seguridad internacional que asume la ONU. En España, la Fuerza de Acción
Rápida nació con este posible cometido, entre otros, y viene demostrando desde su
reciente creación su utilidad profesionalidad y buen hacer.
234
En esta línea de acción y con el horizonte de finales de esta década, las Fuerzas
Armadas españolas deben ser capaces de mantener en tiempo de paz unos efectivos
desplegables de forma inmediata equivalentes a una brigada mixta mecanizada, ade-
más del Tercio de la Armada, un grupo operativo naval y tres escuadrones de aviones
de combate.
Esta sería la capacidad de respuesta en una crisis concreta. Todas estas unidades
podrán ser reforzadas tanto en misiones dentro como fuera de España según los ca-
sos. Ya tenemos experiencia en ello: en Bosnia ha habido siempre un refuerzo de inge-
nieros (zapadores y transmisiones) y Caballería; en Nicaragua y El Salvador hubo
oficiales de todo tipo de unidades; la aviación de transporte es siempre imprescindible.
No sólo las fuerzas de elite actuarán en misiones internacionales.
(*)Conferencia pronunciada por el Exmo. Sr. Don Julián García Vargas, ministro de
Defensa de España, el 4 de octubre de 1993 en la Fundación CIDOB, con motivo
de la inauguración del curso académico 1993- 1994.
Introducción
235
semanas en Roma, Italia, con el propósito de dar los toques finales a un tratado que
estableciera el Tribunal Penal Internacional. Según el proyecto de estatuto, que fue
concluido en las Naciones Unidas a principios de año, el Tribunal estará autorizado
para conducir procesos a personas acusadas de “los crímenes internacionales más
graves de interés para la comunidad internacional”, tales como crímenes de guerra, de
lesa humanidad, genocidio o agresión.[1] No obstante, con 116 artículos y 200 opcio-
nes de redacción debatidos por más de 100 países y organizaciones, la conferencia de
Roma ha creado toda una monstruosidad legal.
Es común que los defensores del TPI argumenten que éste funcionará igual que el
tribunal permanente de Nuremberg.[2] De hecho, la ciudad de Nuremberg, donde 21
nazis fueron procesados por haber participado en la muerte de más de 20 millones de
personas, inició una seria campaña para convertirse en la sede permanente de la
corte.[3] No obstante, la comparación con Nuremberg no pasa una revisión cercana.
236
Según John R. Bolton, ex secretario de estado adjunto para asuntos de los organismos
internacionales: “Cuando se plantea la idea de un tribunal de crímenes de guerra, se
cita definitivamente el modelo de Nuremberg. No obstante, un Tribunal Penal Internacio-
nal no será similar a Nuremberg”.[4] En efecto, explica Bolton, hay que tomar en cuenta
cómo se desarrollaron los procesos de Nuremberg. Estos vinieron después de la rendi-
ción política y militar incondicional de los poderes del Eje; se tenía bajo arresto a los
posibles acusados; y ya se disponía de evidencia física y documentaria. Más aún, los
aliados compartían una visión común de cómo debía ser un gobierno de post ocupa-
ción y los pueblos derrotados apoyaban la legitimidad de los procesos de los crímenes
de guerra. Basta recordar la historia para ver lo diferente que era Alemania y los tribu-
nales de Nuremberg de los casos contemporáneos, tales como el tribunal de Bosnia y
Yugoslavia, en los que “muchos acusados importantes no se encuentran bajo arresto y
…. la evidencia se manipula, esconde y destruye de forma abierta.”[5]
Los documentos y testimonios requeridos para una defensa eficaz son difíciles de
exponer y de presentar al tribunal; no hay razón alguna para esperar que los serbio-
bosnios publiquen sus archivos internos, y tampoco para pensar que los serbios de
Serbia deseen que dichos archivos, o las actas de su Gabinete que contengan informa-
ción sobre dichos archivos, sean expuestos. Tampoco existe razón alguna para pensar
que los musulmanes de Bosnia o los croatas voluntariamente presenten sus propios
archivos que podrían exculpar a algunos acusados de menor nivel por incriminar a los
funcionarios de mayor nivel.[7]
No obstante, muchos defensores del TPI sugieren que la existencia del Tribunal
tendrá algún efecto disuasivo sobre los futuros criminales de guerra. El ex presidente
Jimmy Carter, por ejemplo, ha dicho que: “lo más importante de saber que el Tribunal
Penal Internacional existe sería, creo yo, que es un gran elemento disuasivo para
aquellos que se inclinarían por perpetrar dichos crímenes.”[8] Igualmente, Norman Dorsen
del Comité Legal de Derechos Humanos y Morton Halperin del Fondo del Siglo XX
sostienen que el TPI es necesario para “disuadir a aquellos que contemplan cometer
crímenes horrendos.”[9] Pero no existe razón empírica de que éste sea el caso de que
un tribunal vaya a reducir la cantidad de amenazas a la paz y seguridad internacional.
En todo caso, lo contrario podría ser cierto: los criminales de guerra probablemente no
237
querrán renunciar al poder y se verán motivados a adquirir armas de destrucción masi-
va como una póliza de seguro para sí mismos o para sus comandantes, en caso de ser
llevados ante el tribunal.
Los defensores del TPI también sostienen que el Tribunal debe ser complementario y
no sustitutivo de los sistemas judiciales penales nacionales. En teoría, el Tribunal ini-
ciará acción sólo cuando los tribunales nacionales no lleguen a cumplir con sus res-
ponsabilidades legales. En efecto, el preámbulo al proyecto de estatuto del TPI estable-
ce que el Tribunal “debe ser complementario a los sistemas judiciales penales del país
en aquellos casos en que los procesos judiciales no sean posibles o puedan ser inefi-
caces.” No obstante, determinar la “inefectividad” de un sistema nacional es una de las
áreas oscuras donde el TPI pierde sus fundamentos. Efectivamente, si el TPI invalida
los juicios nacionales al decidir qué es lo que resulta ser un proceso “eficaz” o “no
eficaz”, ejercería un tipo de poder judicial de revisión sobre todos los sistemas judicia-
les penales nacionales. En otras palabras, el TPI ejercerá una vigilancia judicial supre-
ma de facto. Si, por otro lado, el TPI no puede reemplazar fácilmente a los tribunales
nacionales, el estado que desee evitar que sus soldados sean procesados por críme-
nes de guerra por el TPI sólo requerirá iniciar un proceso simulado o aprobar una ley
que virtualmente los absuelva. [10] Si los estados quedan impunes después de estas
medidas, desaparece la lógica que sustenta un tribunal de este tipo.
Por supuesto que los defensores de la TPI no tienen intención de permitir los proce-
sos simulados ni tolerar cambios legales en un entorno doméstico que podría liberar de
apuros a un criminal de guerra. Pero en tanto que decide qué es lo que considera un
proceso penal nacional “eficaz” o “ineficaz”, el TPI indirectamente estaría obligando a
los estados a adoptar sus normas legales, arriesgándose éstos a que se presenten sus
casos ante el tribunal internacional. Esto constituye un cambio sin precedentes en las
fuentes de la legislación nacional, que menoscaba la noción tradicional de soberanía de
un estado.
Las Naciones Unidas están frente al gran dilema de decidir si intervenir en las crisis
humanitarias graves o respetar la soberanía nacional. Por el momento, se ha respondi-
do mayormente en forma ad hoc, aunque teniendo siempre presente las terribles lec-
ciones de Africa Central y la ex Yugoslavia. A pesar de ello, están surgiendo gradual-
mente nuevas formas de pensamiento que abordan este dilema: un elemento clave de
este nuevo pensamiento es lo que se llama “seguridad humana”. Esencialmente, se
trata de que los objetivos de seguridad se han de formular y lograr principalmente en
238
términos de las necesidades humanas y no del estado … [Se parte de] la premisa de
que la amenaza a la vida y a la situación de millones de personas debe prevalecer
sobre los intereses de la seguridad nacional y militares.[12]
¿Pero cómo va a juzgar el público los méritos del TPI si sus defensores, tales como
la magistrada McDonald, no desean explicar los detalles? Especialmente dado el he-
cho de que muchos defensores del Tribunal no desean limitar el alcance del TPI a los
crímenes básicos de guerra, lesa humanidad, genocidio y agresión. Desean también
transferir los abusos de derechos humanos que no son de guerra y la actividad criminal
internacional al dominio del Tribunal. Más aún, el estatuto del TPI tiene términos explíci-
tos que permiten que un proceso de enmienda comience siete años después de ser
aplicado por el TPI, dejando así efectivamente la jurisdicción del Tribunal como una
interrogante de interpretación abierta.
239
aún más la mal concebida guerra contra las drogas y se da lugar a otro obstáculo para
la reconsideración de la prohibición de drogas y sus alternativas.
Algunos defensores del TPI desean que el Triunal tenga jurisdicción sobre diversos
“crímenes” nuevos, incluyendo las “serias amenazas al medio ambiente...[tales como]
los desastres de Chernobyl y Bhopal”.[18] Los partidarios del Tribunal, no obstante,
reconocen que muchos países proceden con cautela cuando tienen que trasladar a sus
funcionarios gubernamentales, líderes empresariales y ciudadanos ante un tribunal
internacional. Por ello, han tomado la decisión expresa de no presionar para añadir más
crímenes no esenciales a la esfera del Tribunal hasta después que el tratado sea ratifi-
cado. Donald W. Shriver Jr., quien dirige un grupo de seguidores que apoyan la creación
del Tribunal Penal Internacional, explica:
Nunca tendremos un TPI ni ningún otro tribunal mundial eficaz si las grandes poten-
cias insisten en ser los jueces de sus propios casos. Esta resistencia compartida por
otros es un argumento en sí para mantener una lista de crímenes de lesa humanidad
más bien corta al principio, para que la comunidad internacional empiece a distinguir
entre los criminales ordinarios y los extraordinarios.[19]
Un fondo en efectivo en las oficinas del Tribunal en Arusha y en Kigali, Ruanda, que
algunas veces llegaba al importe total de US$600.000 que no tenía reglas escritas para
su desembolso.
Procedimientos de planilla tan irregulares que algunas veces parte del personal no
recibía su sueldo en meses, mientras que otra parte del personal recibía el doble de lo
240
que le correspondía, por el mismo trabajo. Un miembro del personal tenía su contrato
extendido mientras que adeudaba a Naciones Unidas US$34,000 por pagos indebidos.
Andrónico Adede de Kenya, administrador jefe del Tribunal se pasaba la mitad del
tiempo viajando por la región por razones oficiales, lo cual lo mantenía alejado de los
problemas del Tribunal.[20]
Un avión fletado por US$27,000 voló para recoger a unos sospechosos detenidos en
un país de Africa Occidental pero regresó vacío porque no se había efectuado ningún
acuerdo para que ese país entregara a los prisioneros.[21]
Muchos viajes rápidos para realizar compras en Sudáfrica costaron más de $1 mi-
llón cada uno.
Compradores de las Naciones Unidas pagaron casi US$7 millones por equipos de
inferior categoría al requerido y luego tuvieron que pagar US$1 millón adicional para
hacerlo a funcionar.[23]
El Artículo 75 del estatuto del TPI está dirigido a «establecer los principios relaciona-
dos con las indemnizaciones a las víctimas, incluyendo restitución y compensación”.
Permitir que el TPI otorgue indemnizaciones podría fácilmente desestabilizar las opera-
ciones de pacificación. Por ejemplo, si el Tribunal decide que los líderes de una facción
anteriormente opuesta deben pagar indemnizaciones o devolver un territorio conquista-
do a los miembros de otra facción, las tropas de pacificación podrían encontrarse en
una posición complicada de aplicar o no aplicar la sentencia del Tribunal. De cualquier
forma, a una facción le molestaría y los pacificadores se encontrarían en medio de
esto.
241
También existe la preocupación de que el TPI pueda socavar los esfuerzos por resol-
ver conflictos internacionales. Por ejemplo, si el Tribunal corte procesa a los líderes de
una facción opuesta mientras que EE.UU. trata de conducir conversaciones de paz,
dicha facción podría responder rechazando el plan de paz resultante o manteniéndose
fuera de la mesa de negociaciones. Este resultado llevaría a más muerte y destruc-
ción, no menos, como sostienen los defensores del Tribunal. Según el enviado británico
David Owen, se desarrolló un escenario parecido en Bosnia en 1993 cuando serbia
rechazó el plan de paz Vance-Owen, por miedo a que sus crímenes de guerra fueran
descubiertos si no lograban una victoria total.[24] El resultado fue que la guerra se
prolongó por 18 meses más.
También existe la posibilidad sutil que el TPI interfiera indirectamente en la forma que
se conducen las operaciones de pacificación cambiando la dinámica de las decisiones
militares y el enfoque de la responsabilidad en el control. En diciembre de 1997, por
ejemplo, surgió un conflicto entre Francia y el Tribunal de Yugoslavia. El ministro de
defensa, Alain Richard, declaró que Francia se negaría a permitir que sus miembros del
ejército que sirvieron en las fuerzas de pacificación multinacional durante la guerra en
Bosnia respondiesen a ordenes de comparecencia y testificaran ante un tribunal sobre
los crímenes que habían presenciado entre las fuerzas serbias. Explicó que Francia no
deseaba exponer a sus uniformados a un posible interrogatorio hostil durante el cual se
pondrían en cuestión las decisiones de los oficiales franceses en situaciones de com-
bate. Si Francia hubiese aceptado este interrogatorio, sus comandantes empezarían en
el futuro a tomar decisiones de combate basadas en cómo un fiscal del TPI las inter-
pretaría, dejando de lado aquello que es de interés para la seguridad o ventaja militar
de los soldados bajo su mando.[25]
El Problema de la Agresión
242
páginas que circuló entre los agregados militares extranjeros en marzo de 1998, el
Pentágono declaraba que:
Nos preocupa que un TPI sin los límites apropiados, así como un sistema de control
y balance, podría ser utilizado por algunos gobiernos y organismos para fines políticos.
Entendemos la intención loable de algunos en pro de la inclusión de una ofensa de
“agresión” en el estatuto. Sin embargo, esta ofensa es necesariamente de carácter
político, y su inclusión sólo fomenta el uso del tribunal como herramienta política.[27]
Por otro lado está el tema de la jurisdicción del TPI al tratar el crimen de la “agresión”
y otras violaciones contenidas en el estatuto. No existen precedentes. Efectivamente,
el estatuto le otorga al tribunal la autoridad legal para juzgar a los ciudadanos de las
naciones que no han ratificado el tratado del TPI. Tal como ha observado el portavoz
del Departamento de Estado, James Rubin: “Nunca antes ha existido un tratado que se
aplique a aquellos que no lo han ratificado.” Lo que establece específicamente el estatu-
to es que aún si el país no ratifica el tratado del TPI, sus ciudadanos pueden ser
presentados ante el Tribunal en tanto que la nación donde ocurrieron los crímenes
alegados haya ratificado el tratado. En otras palabras, las tropas norteamericanas ins-
taladas en el extranjero podrían ser arrestadas y juzgadas por el Tribunal. Paradójica-
mente, el estatuto del TPI también dice que las naciones que ratifiquen el tratado pue-
den optar por no formar parte de la jurisdicción del Tribunal por crímenes de guerra
durante siete años, mientras que los ciudadanos de dichas naciones que no ratifiquen
el tratado pueden estar sujetos inmediatamente a la jurisdicción del Tribunal.
El Caso Pinochet
La segunda lección que deja el caso Pinochet es que las actividades del TPI amena-
zarían la frágil paz de los gobiernos de transición. Chile ha soportado exitosamente
recientes tensiones políticas y económicas, pero el arresto de Pinochet abrió nueva-
mente viejas heridas. Muchos temen que si Pinochet fuera procesado en un Tribunal de
España se repoblarizaría el pueblo de Chile, creando un clima para la violencia. Sin
243
embargo, se permitió que Pinochet regrese a Chile porque se decidió que tenía una
edad muy avanzada para resistir un proceso, y Chile se ahorró la violencia. Pero esto
podría cambiar la próxima vez que una figura política sea el objetivo de apasionados
fiscales internacionales.
La tercera lección del caso Pinochet es que lograr la paz en primer lugar se hace
más difícil. Veamos como ejemplo el caso del líder de la Organización de Liberación
Palestina, Yasser Arafat, quien se encontraba en EE.UU. negociando el Acuerdo Wye
River la misma semana que Pinochet fue arrestado en Gran Bretaña. ¿Habría negocia-
do Arafat si hubiera pensado que el gobierno norteamericano lo arrestaría cuando llegó
allá y ser enjuiciado por actos de terrorismo de la OLP? ¿Se habría negociado el
reciente acuerdo de paz con Irlanda si los líderes católicos o protestantes hubiesen
estado sometidos a un proceso penal?
La cuarta lección del asunto Pinochet nos enseña que el TPI es una autoridad que
puede ser interpretada de muchas maneras. Por ejemplo, aunque la policía secreta de
Pinochet estuviese implicada en muertes o desapariciones de 3.000 – 4.000 personas
durante 17 años (un promedio de cerca de 250 personas al año), se le acusa del crimen
de genocidio definido por la Convención de Genocidio de 1948 como la matanza siste-
mática con “intento de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o
religioso”. Los defensores del cargo de genocidio contra Pinochet sostienen que la
eliminación de los opositores políticos mediante asesinato y prisión constituye un tipo
de genocidio “ideológico”. ¡Hasta aquí llega la intención original!
¿Derechos Perdidos?
La Sexta Enmienda de la Constitución de EE.UU. establece que: “En todos los casos
penales, el acusado goza del derecho de un juicio por un jurado imparcial.” El estatuto
del TPI no reconoce dicho derecho. Por el contrario, el acusado tiene que comparecer
244
frente a un panel de tres jueces designados por el voto mayoritario de los países que
hayan ratificado el tratado del TPI. No obstante, dichos jueces pueden provenir de los
países donde no existe el concepto de un sistema judicial independiente o de la presun-
ción de inocencia hasta que se demuestre la culpabilidad. De manera más general, el
destino del defendido podría depender de las opiniones de juristas de «oasis de libertad
civil» como son Indonesia, Angola y Saudi Arabia.
La Sexta Enmienda también establece que: “En todos los casos penales, el acusado
goza del derecho a ser confrontado con los testigos en su contra.” Sin embargo, con el
precedente del Tribunal de Yugoslavia, el Tribunal puede “ordenar las medidas apropia-
das para la privacidad y protección de las víctimas y los testigos.”[28] En la práctica,
esto significa que algunos testigos permanecerían anónimos, no sólo para el público
sino para los acusados y sus abogados. No obstante, el derecho de los acusados de
confrontar a sus acusadores es parte esencial de la norma del debido proceso de la
Constitución de los EE.UU. Muchas veces la capacidad de refutar un testimonio depen-
de de conocer la identidad y los antecedentes del testigo. Dicha información puede
brindar claves importantes sobre la posible malicia personal, historia de prevaricato o
una agenda ideológica, financiera o política oculta. Sin el acceso a dicha información,
se realizaría un análisis cruzado de la información a ciegas que podría dar resultados
injustos.
La Sexta Enmienda también establece que: “En todos los casos penales, el acusado
gozará del derecho de tener un proceso preceptivo para obtener los testigos a su favor.”
Nuevamente, bajo el precedente del Tribunal de Yugoslavia, no existe tal derecho. Efec-
tivamente, Mikhail Wladimiroff, que condujo la defensa en el caso contra Dusko Tadic,
declaró que aunque el Tribunal “entendió muy bien los temas que surgieron sobre la
imparcialidad del proceso, aún si no podíamos presentar las pruebas tal como deseá-
bamos, no se podían evitar muchas limitaciones tal como el hecho de que no había
ningún instrumento legal para obligar a venir a un testigo a La Haya.” Wladimiroff agregó
que dicha limitación causó un desequilibrio en las presentaciones del fiscal y de la
defensa debido a que “dichas personas que eran víctimas de Dusko Tadic deseaban
que éste fuera enjuiciado y condenado; por lo tanto, se sentían complacidos de ofrecer-
se a contar sus historias... Pero nadie que estuviese involucrado con él se habría
ofrecido a testificar por el mero hecho que sería incriminado.” Este desequilibrio se vio
agravado por el hecho que “habían muchas cosas que no se podían investigar... Se
había asignado muy poco dinero para financiar a la defensa, pero se asignó mucho más
al fiscal.»[29]
Todo esto hizo que Nick Kostich, un abogado norteamericano defensor de Tadic,
concluyera que el Tribunal de Yugoslavia (precursor del TPI) no concedía al cliente el
derecho a una defensa justa. A Tadic “no se le ha concedido el derecho de confrontar a
sus acusadores” y “a la defensa no se le ha dado los nombres de los testigos”, declaró
Kostich en 1995, y agregó que “Mi cliente más vicioso y atroz [en los EE.UU.] tiene más
derechos constitucionales”.[30] Este análisis de Kostich implica claramente que los
norteamericanos presentados ante un Tribunal del tipo del de Yugoslavia, tal como
proponen los estatutos del TPI, tendrán menos derechos que según la Constitución de
EE.UU.
245
Barreras Constitucionales
246
rra Civil, los funcionarios del gobierno de EE.UU. arrestaron a los políticos antiguerra
en Indiana, incluyendo a Lamdin P. Milligan. Temiendo que el escaso apoyo a la guerra
en Indiana pudiera llevar a la absolución por un jurado de Indiana, el Presidente Andrew
Johnson les negó a los políticos el proceso de un juicio civil y los llevó a una corte
militar. Milligan apeló. Unánimemente la Corte Suprema opinó en su favor, declarando
que “La Constitución de EE.UU. es ley para los legisladores y el pueblo, igualmente
durante la guerra y la paz, y los ampara protegiendo a todas las clases, en todo mo-
mento y en todas las circunstancias.”[41] Puesto que la corte militar no era “una parte
del poder judicial del país”, según el Artículo III de la Constitución de EE.UU., su
veredicto no fue considerado válido. Si este mismo razonamiento legal es aplicado al
TPI, cualquier sentencia del TPI contra un norteamericano que ha cometido un delito en
EE.UU. sería probablemente declarada inconstitucional porque el TPI no es un tribunal
de los EE.UU., según el Artículo III.
El proyecto del TPI también destaca el problema de una justicia desigual. Por ejem-
plo, 22 ruandeses fueron ejecutados públicamente el 24 de abril de 1998 después de
haber sido acusados en los tribunales locales por crímenes cometidos durante la cam-
paña de genocidio orquestada por el anterior gobierno de Ruanda. Entre más de 346
personas que siguieron un proceso en los tribunales de Ruanda, cerca de un tercio han
sido sentenciados a muerte y otro tercio a cadena perpetua. El resto ha recibido sen-
tencias menores. Sólo 26 han sido absueltos y hay más de 125.000 personas que aún
esperan un proceso.[42]
247
otros criminales menores tendrán la pena de muerte. Esto no parece ser justicia para
muchos ruandeses.[44]
Conclusión
En junio de este año, se reunieron diplomáticos de todo el mundo en Nueva York para
tratar algunos detalles restantes de la propuesta sobre el TPI. El embajador de EE.UU.,
David Scheffer, asistió y trató de persuadir a otras naciones de incluir entre otros
detalles la garantía de que ningún miembro de las fuerzas pacificadoras de EE.UU.
estará ante el TPI. Entre tanto, en Washington D.C., los líderes republicanos del Con-
greso presentaron una “Ley de Protección a las Tropas Norteamericanas”, que prohibi-
ría que cualquier tribunal de EE.UU. coopere para la extradición de cualquier individuo
al TPI. Más aún, la legislación propuesta eliminaría la ayuda financiera y la asistencia
militar a cualquier otro país (excepto la OTAN y otros “aliados principales”) que ratifique
el tratado del TPI. Como arma adicional, esta ley daría mayor poder al presidente de los
EE.UU. para tomar “todas las medidas apropiadas” con el fin de garantizar la liberación
de cualquier norteamericano que esté retenido para ser procesado por el TPI.
Pero existen más errores con la propuesta sobre el TPI que la amenaza que repre-
senta para el personal militar norteamericano, que conducen el grueso de las interven-
ciones humanitarias y las operaciones de pacificación mundial. Dado lo antes mencio-
nado, también es evidente que el Tribunal Penal Internacional tiene un mérito dudoso.
Específicamente, la propuesta sobre el TPI amenaza con disminuir la soberanía legal
no sólo de EE.UU. sino también de todos los países; interferir con las operaciones de
pacificación; producir una justicia selectiva y politizada; y convertirse en un monstruo
jurisdiccional. Más aún, si EE.UU. ratifica el TPI, estará votando por descartar los
enunciados de protección legal a los ciudadanos contenidos en la Declaración de Dere-
chos. En conjunto, estos problemas crearían una duda razonable, en primer lugar,
sobre la sensatez de establecer el Tribunal. También sugiere que establecer el TPI
abriría una caja de Pandora de dificultades legales y desatinos políticos.
Notas
248
[5] Ibid.
[6] Alfred P. Rubin, “Dayton, Bosnia and the Limits of Law,” Na-tional Interest 46
(Invierno 1996-97): 44.
[7] Ibid.
[8] Jimmy Carter, Entrevista en CNN Morning News, 16 de abril, 1998.
[9] Dorsen and Halperin.
[10] El Tratado de Versalles de 1919 pretendía la instauración de un tribunal interna-
cional para someter a juicio a los oficiales de grados menores por su rol en la
Primera Guerra Mundial; había una lista con cientos de sospechosos. Alemania
hizo una contraoferta para lograr que la Corte Suprema Germana fuera la que
los juzgara. La oferta fue aceptada por los vencedores, pero los tribunales, efec-
tuados en Leipzig en 1921, resultaron ser una farsa; de 901 procesos, 888 fueron
sobreseídos o terminados en acuerdos. Ver “Tipping the Scales of Justice” de
Tina Rosenberg, World Policy Journal, no 3 (1995): 55-64.
[11] Sandra L. Jamison, “A Permanent International Criminal Court: A Proposal That
Overcomes Past Objections,” Denver Journal of International Law and Policy, no.
23, (1995): 432.
[12] Lloyd Axworthy, “The New Diplomacy: The UN, the Interna-tional Criminal Court,
and the Human Security Agenda,” Discurso pronunciado en el Kennedy School of
Government, Harvard University, Cam-bridge, Mass., 25 de abril, 1998.
[13] Citado en Charles Trueheart, “American Heads War Crimes Tribunal,” Washington
Post, 12 de abril, 1998, p. A22; y Gabrielle Kirk McDonald, discurso del 11 de
agosto durante la sesión del Comité Previo al Establecimiento de una Corte
Penal Internacional, 15 de agosto, 1998, Sede de la Naciones Unidas, New York.
[14] Ibid.
[15] Amnistía Internacional, “The Quest for International Justice: Time for a Permanent
International Criminal Court,” July 1995, www.amnesty.it/eventi/icc/docs/
400495_1.htm.
[16] Ver Artículo 5 del borrador del estatuto de la TPI.
[17] Citado en Irwin Arieff, “UN Aide Wants Web Drug Crime Pursued Like Genocide,”
Reuters, 22 de junio, 2000.
[18] “UN: Delegates Differ on Whether Statute of International Criminal Court Should
Cover Crime of ‘Aggression,’”
[19] Donald W. Shriver Jr., “The International Criminal Court: Its Moral Urgency,” Mo-
nitor, no. 7, www.igc.org/icc/monitor.htm. Enfasis añadido.
[20] Craig Turner, “Ruanda War Crimes Tribunal Mismanaged, Report Says,” Los An-
geles Times, 13 de febrero, 1997, p. A8.
[21] John M. Goshko, “UN Probe Finds Mismanagement, Waste in Rwanda War Crimes
Tribunal,” Washington Post, 13 de febrero, 1997, p. A20.
[22] George Archibald, “UN Officials Wasted Millions on Sup-plies,” Washington Ti-
mes, 29 de mayo, 1998, p. A1.
[23] Ibid.
[24] David Owen, Balkan Odyssey (New York: Harcourt Brace, 1995), p. 167.
[25] Charles Trueheart, “France Splits with Court over Bos-nia; Generals Won’t Testify
in War Crimes Cases,” Washington Post, 16 de diciembre, 1997, p. A22.
[26] U.S. Department of Defense, News briefing, M2 Presswire,16 de abril, 1998.
249
[27] U.S. Department of Defense, Memo entregado a los agregados militares extran-
jeros, fechado 27 de marzo, 1998. Documento en posesión del autor.
[28] Ver James Podgers, “The World Cries for Justice,” ABA Journal, Abril 1996, p. 58.
[29] “... And Serious Reform,” Wall Street Journal Europe, 16 de abril, 1997, p. 6.
Extractos de una entrevista de Mirko Klarin, corresponsal eropeo del diario inde-
pendiente Nasa Borba.
[30] Citado en Tim Cuprisin, “Area Lawyer Defending Serbian UN Tribunal Accuses
His Client of War Crimes against Mus-lims,” Milwaukee Journal Sentinel, 20 de
agosto, 1995, p. B3.
[31] Thomas Jefferson, Carta a Wilson Cary Nicholas, Sep-tem-ber 7, 1803, in
Jefferson Writings (New York: Library of America, 1984), p. 1139.
[32] Existe, no obstante, una cierta ambigüedad histórica respecto a este hecho,
porque algunas autoridades legales han interpretado los tratados como normas
de jerarquía igual o superior a la Constitución de los Estados Unidos. Ver, a
modo de ejemplo, Missouri v. Holland, 252 U.S. 416 (1920), en la que el Juez
Oliver Wendell Holmes escribió, “Los actos del Congreso constituyen ley Supre-
ma de estas tierras solo cuando son hechas según la Constitución, mientras que
los tratados son tales cuando se llevan a cabo bajo la autoridad de los Estados
Unidos. Queda abierto a preguntas el hecho de si la autoridad de los Estados
Unidos significa más que los actos formales prescritos para efectuar tal conven-
ción”. (p. 433).
[33] 57 U.S. (16 How.) 635, 656 (1853).
[34] 78 U.S. (11 Wall.) 616, 620 (1871).
[35] 354 U.S. 1, 16 (1957).
[36] 133 U.S. 258, 267 (1890).
[37] 169 U.S. 649, 700 (1898).
[38] 265 U.S. 332, 341 (1924).
[39] 485 U.S. 312, 324 (1988).
[40] Ver Lee Casey y David Rivkin Jr., “Against an International Criminal Court,”
Commentary, mayo 1998, pp. 56-58.
[41] 71 U.S. (4 Wall.) 2, 120-21 (1866).
[42] James C. McKinley Jr., “As Crowds Vent Their Rage, Rwanda Publicly Executes
22,” New York Times, 25 de abril, 1998, p. 1.
[43] Stephen Buckley, “Ex-Leader in Rwanda Admits to Geno-cide: Hutu Premier Pleads
before UN Tribunal,” Washington Post, 2 de mayo, 1998, p. A1.
[44] Pamela Bone, “The Roar of the Crowd and the Pitiless Pursuit of Justice,” The
Age, 7 de mayo, 1998, p. 17.
(*) Gary T. Dempsey es analista de política exterior del Cato Institute y coautor del
próximo libro: Fool´s Errands: Washington’s Recent Encounters with Nation Buil-
ding. Este estudio fue publicado originalmente en su versión en inglés como
“Reasonable Doubt The Case against the Proposed International Criminal Court”
en el Policy Analysis No. 311 del 16 de julio de 1998.
8 de agosto de 2000
250
EL CONSEJO DE SEGURIDAD: RENOVACIÓN O MARGINACIÓN
Ramón Gil-Casares Satrústegui (*)
Hay que tener la honradez y la valentía política necesaria para decirlo sin tapujos.
Sobre todo cuando de lo que se trata es de poner remedio antes de que sea demasiado
tarde.
Ha llegado el momento de actuar si queremos dar una respuesta eficaz a los nuevos:
la aparición a escala global del terrorismo, el peligro real de la proliferación de armas de
destrucción masiva, la desintegración de los Estados fallidos, la necesidad de la inje-
rencia humanitaria en caso de graves y masivas violaciones de los derechos huma-
nos...
Los síntomas de ineficacia son claros: países que no se ponen de acuerdo en temas
fundamentales que afectan a la seguridad y la estabilidad del mundo, naciones que
amenazan o utilizan el veto cuando sus intereses estrictamente nacionales no se ven
respaldados, resoluciones que pierden la fuerza y la razón última que las anima porque
son sacrificadas en el altar de una reconciliación de posturas tan alejadas unas de
otras que, al final, las priva de credibilidad.
¿Qué propone España? Realismo y democratización sí, pero sobre todo eficacia.
251
Las divergencias en el Consejo de Seguridad en la cuestión de Irak son buena
muestra de ello. No es nuevo, por desgracia. En Kosovo y Afganistán, fueron coalicio-
nes ad hoc las que pusieron fin a una exterminación masiva en un caso, y a la
«vampirización» de un Estado por un grupo terrorista, en el otro (en Afganistán, era
evidente la legítima defensa consagrada en el artículo 51 de la Carta).
Nuestra experiencia como miembros de la Unión Europea nos hace tener una pre-
vención especial hacia los directorios por su inclinación inmovilista. Una hipotética
ampliación debería incrementar únicamente el número de miembros no permanentes,
procedentes de todos los grupos regionales. Los países que aspiren a acceder al Con-
sejo de Seguridad deben someterse al escrutinio de los otros Estados para que deci-
dan quién merece estar en el Consejo. Y, sobre todo, para asegurarse que los nuevos
miembros están comprometidos con la defensa del acervo de Naciones Unidas. No
podemos permitirnos «caballos de Troya».
La eficacia también está reñida con la cuestión de la reforma del derecho de veto.
Éste es el asunto más difícil. La dificultad no puede hacernos titubear sobre el objetivo
a conseguir: su utilización debe ser reformulada en sentido restrictivo. Quizá no sea
posible eliminarlo, pero debemos perseguir la máxima limitación de su uso.
Una posibilidad es reducir su utilización al Capítulo VII de la Carta, esto es, en caso
de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión. Otra vía limitadora
es la exigencia de un doble veto o veto compuesto. Es decir, que para que hubiese veto
efectivo fuese preciso el voto en contra de, al menos, dos miembros permanentes.
252
No vacilemos al invocarlos. No dudemos a la hora de que sean los que inspiren
nuestras decisiones. Digamos alto y claro, sin complejos, que son éstos, y no otros,
los únicos capaces de seguir impulsando la gran aventura humana.
Los que estudian el organismo mundial y sus múltiples partes en detalle le dirán que
no hay una, sino muchas Naciones Unidas. Por ejemplo, los ministros de Economía de
los países en vías de desarrollo, o de incipientes economías de mercado como Ucrania,
la ven como la ONU de las ayudas económicas y los préstamos, representada por el
Banco Mundial, el FMI y el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas. Los activistas
internacionales a favor de los derechos humanos piensan que es la ONU que tiene que
hacer avanzar sus programas a través de la Alta Comisión de Derechos Humanos y
otros organismos. Los ecologistas presionan para que se apliquen los programas
253
medioambientales del mundo, y las feministas, los programas de género/sociales/
poblacionales.
Los indignados brasileños e indios piensan que es la ONU del injustamente consti-
tuido Consejo de Seguridad, con miembros permanentes con derecho a veto. Los con-
servadores estadounidenses creen que es el organismo que restringe la capacidad de
su nación para actuar de manera unilateral cuando ellos piensan que deben hacerlo.
Los impetuosos escandinavos y canadienses creen que es la ONU de las beneficiosas
operaciones de paz y de ayuda contra el hambre de los cascos azules. Mientras tanto,
las múltiples partes técnicas de la Organización de Naciones Unidas -aquellas relacio-
nadas con el tráfico aéreo, los asuntos marítimos internacionales, las comunicaciones,
los derechos de propiedad intelectual, las normas laborales- continúan con su funcio-
namiento diario absolutamente esencial. Así que cuando alguien dice «reforma de la
ONU», es necesario preguntarle a qué parte de este sistema se refiere.
El primer nivel es muy sencillo, porque es el modelo del senador Helms. Limpiar los
establos de Augías, eliminar la duplicación de trabajo de cuatro organismos de Nacio-
nes Unidas en los campos de la alimentación y la agricultura mundiales y de cinco
organizaciones de Naciones Unidas dedicadas a asuntos de mujeres y (especialmen-
te) recortar los puestos muy bien pagados y no productivos de burócratas sentados en
sus despachos a orillas del lago Ginebra. Sacudir de arriba abajo la ONU, reducir su
tamaño y dejarla que se ocupe de cosas como el control del tráfico aéreo. Esta exigen-
cia de más eficacia es muy razonable, y Kofi Annan y su equipo llevan años trabajando
duramente para racionalizar la organización. El problema es que dichas reformas
reductoras no ayudan realmente a la organización mundial a ayudar mejor al mundo.
254
de sugerencias procedentes de aquellos que llevan años trabajando dentro y en torno a
Naciones Unidas. Lo que estas ideas tienen en común es que ninguna de ellas supone
una enmienda de la Carta de la ONU propiamente dicha, la cual plantearía unos obstá-
culos formidables. Estas sugerencias piden, por ejemplo, mayores capacidades de
inteligencia para el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de Na-
ciones Unidas, de forma que éste conozca mejor las crisis inminentes; que los Estados
miembros accedan a proporcionar fuerzas por adelantado, y formarlas en conjunto con
las fuerzas de otros países, de manera que puedan responder con rapidez cuando una
resolución del Consejo de Seguridad establezca la intervención en una terrible guerra
civil o en un conflicto interfronterizo; o que los diversos organismos civiles que Nacio-
nes Unidas envíe a un «Estado fracasado» dispongan de un sistema de coordinación
mejor. Se podrían enumerar otra docena de ideas, muchas de las cuales se están
poniendo en práctica o al menos estudiando en este preciso momento. Lo importante
es que todas estas reformas de segundo nivel se pueden poner en funcionamiento sin
necesidad de modificar la Carta, siempre y cuando los Estados miembros se pongan
de acuerdo y realicen los cambios necesarios.
Tiene sentido añadir países influyentes del sur, como India, Brasil y Suráfrica, a la
lista de miembros permanentes con derecho a veto (no tiene sentido, a efectos prácti-
cos, proponer que Francia y Reino Unido pierdan sus puestos, ya que ambos países
vetarían la idea). Tiene sentido exigir que el Banco Mundial y el FMI establezcan una
relación más estrecha con el resto de la familia de organismos de Naciones Unidas.
Pero si alguna de las ideas de este nivel no consigue la mayoría de los dos tercios, o si
se opone a ella uno de los cinco países con derecho a veto, se vendrá abajo. Cualquier
propuesta de reforma que no reconozca ese hecho contundente no tiene posibilidad de
sobrevivir.
«Suavecito, suavecito, se caza al mono» era una de las frases preferidas del escritor
británico Rudyard Kipling. Con ella quería decir que la paciencia, la astucia y la volun-
tad de probar diferentes métodos eran un modo mejor de alcanzar las metas de uno que
el asalto puro y duro. Nuestro mundo de comienzos del siglo XXI necesita desespera-
damente la organización que creó en 1945, y también necesita darle nueva vida. Mejo-
rar las funciones y la legitimidad de la ONU es una necesidad que clama al cielo, y
merece el respaldo de todas las naciones, grandes y pequeñas. Pero hay que hacerlo
inteligentemente, y con el debido respeto al arte de lo posible. No se conseguirá me-
diante meros recortes helmsianos, pero se puede hacer mediante reformas sustancia-
les y de segundo nivel. Y cuando dichas reformas entren en vigor, es de esperar que
255
podamos avanzar hacia cambios más sensibles en la propia estructura de Naciones
Unidas.
256
Ejercicio Autoevaluación
1- ¿Cuáles son las principales críticas que se le realizan en estos años a la organi-
zación de Naciones Unidas?
6- ¿Cuáles son los temas aún pendientes sobre los que trabaja el Consejo de Des-
colonización de Naciones Unidas?
257
258
UNIDAD V
LA ECONOMÍA MUNDIAL DESDE LOS 90
INTRODUCCIÓN
Por primera vez en más de una década, la economía japonesa disfruta de un creci-
miento que podría sostenerse. Algunos signos relevantes en este sentido, son los si-
guientes:
• está bajando gradualmente la carga de los bancos por los créditos en mora;
• las empresas más grandes están arrojando ganancias crecientes, tras su rees-
tructuración y reducción de costos y de deudas.
Según ha señalado “The Economist”, entre los factores que explican la recuperación,
se destaca el auge económico de China que ha impulsado las exportaciones japonesas
y también una reanimación natural luego de un prolongado estancamiento, además de
una política monetaria firmemente expansiva.
A pesar de los aspectos positivos, la misma fuente apunta que “la nube más negra”
sobre la economía de Japón es una deuda pública equivalente a 160% del PIB.
2- Las principales tasas de interés de referencia -fijadas por los respectivos bancos
centrales- últimamente se han mantenido en general estables: 1% en Estados Unidos,
2% en la eurozona y 4% en Gran Bretaña, que tuvo un incremento de 0,25 puntos
porcentuales.
259
tanto que la libra esterlina llegaba a su punto máximo en once años con relación a la
moneda estadounidense.
Empresas y Estados
En cambio, los 144 países más pobres del planeta producen el equivalente al 11%
del PBI y emplean a más de mil millones de trabajadores.
Agrega que entre las 800 empresas gigantescas cuyas acciones estaban en los
mercados de valores en 2001, sólo 558 cotizaban en 1990, y añade que las restantes
son el resultado de las enormes fusiones registradas en las décadas pasadas.
La OMC
La Organización Mundial del Comercio (OMC) fue creada en 1995 luego de la disolu-
ción del GATT. Esta organización se constituye como un foro en el que se desarrollan
las discusiones entre países y multilaterales. Su sede se encuentra en Ginebra y reúne
a más de 148 miembros, China es uno de los más recientes, las dos terceras partes de
los miembros son países subdesarrollados y representan más del 90% del comercio
mundial.
260
La rueda de Doha, capital del Emirato de Qatar elegida para escapar de los
globalifóbicos, planea su fecha de finalización en 2005. En la primera reunión de no-
viembre de 2001 los países subdesarrollados pidieron un trato más equitativo en mate-
ria comercial y mayor atención para los problemas de subdesarrollo. La crítica principal
es que, pese a que se tomaron algunas medidas de apertura comercial, aún se mantie-
nen políticas de proteccionismo y subsidios agrícolas (principalmente por parte de
Estados Unidos, la Unión Europea y Japón), que afectan a los productores que no
tienen la capacidad económica. Aunque los países industriales aceptaron las críticas y
anunciaron ciertas reformas, las mismas aún no se producen.
La carta de Zoellick se suma a una serie de idas y venidas entre Europa y Estados
Unidos para avanzar en el punto del proteccionismo luego del fracaso de la reunión en
Cancún del año 2003. Son gestos que pocas veces tienen un efecto real. La verdad se
plantea a través de conversaciones bilaterales en donde cada actor se compromete a
retirar su subsidio a un sector de su economía, para lo cual debe negociar en paralelo
internamente. Por ejemplo la UE proporciona grandes subsidios a la exportación de
carne, lácteos y azúcar y se niega ha poner una fecha determinada para la eliminación
de los mismo. Pero funcionarios de Bruselas han planteado que si Estados Unidos deja
de sostener las exportaciones de sus productores de algodón, la UE eliminaría sus
subsidios a los productores de azúcar.
Para Diana Tussie, investigadora argentina de FLACSO, lo que en realidad traba las
negociaciones comerciales no es tanto el tema agrícola, sino la capacidad, o incapaci-
261
dad, para negociar de la gran cantidad de países en vías de desarrollo que ingresaron a
la OMC. El tema agrícola sería una cortina de humo que tapa el verdadero problema,
este es el desacuerdo entre los países subdesarrollados, e internamente dentro de
ellos, entre los gobiernos y las empresas exportadoras. Esta situación también se da
en el contexto de las conversaciones por el establecimiento del ALCA, donde según
Tussie los gobiernos deberían tomarse su tiempo para actuar con firmeza y lograr las
mejores condiciones, sobre todo para establecer sistemas de mitigación para reestruc-
turar los sectores que serían afectados por la apertura, pero por otro lado están las
empresas de sectores que creen saldrían beneficiados por la reducción de las barreras
no arancelarias y las medidas antidumping que le darían un mejor acceso al mercado
norteamericano.
Por otro lado esta vuelta a la rueda se debe a que la vigencia de la llamada “cláusula
de paz” tuvo su fin el 31 de diciembre pasado. Esa norma se originó en 1992 dentro del
GATT, diseñada básicamente por Estados Unidos y la Unión Europea, y por la misma
las naciones más industrializadas se protegieron contra la posibilidad de que otros
países miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC), GATT en ese mo-
mento, interpusieran acciones o denuncias ante ese organismo contra los subsidios a
la producción y la exportación de productos agrícolas.
A partir de 2004, los países perjudicados por dichos subsidios y apoyos podrán
accionar así solicitando la formación de “paneles” en el órgano de solución de contro-
versias de la OMC. Pero ese accionar requiere la existencia de la demostración me-
diante pruebas de que los subsidios causan un daño o perjuicio a la producción nacio-
nal del país demandante. Ese proceso abarca una considerable cantidad de elementos
y de tiempo en el ámbito de la OMC.
262
claramente su papel como agente regulador, sin dejar sus funciones de ejecución
cuando política y socialmente las circunstancias lo exigen;
• una política pública de agregado de valor -tanto para la industria como para la
agricultura- sustituye el viejo concepto de política industrial de protección del
mercado interno, al tiempo que se elimina la dicotomía rígida entre mercado inter-
no y externo;
• los recursos de los Estados son canalizados progresivamente hacia los servicios
públicos “naturales” (educación, salud, infraestructura, ciencia, etc.), y
BIBLIOGRAFÍA:
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
La elite global existe y se reúne cada año, a finales de enero, en Davos, una pintores-
ca estación de esquí en los Alpes orientales suizos. Allí, encerrados durante seis días
en un búnker de congresos y en los hoteles de la localidad, los ricos y poderosos del
mundo discuten el estado de la cuestión e intercambian ideas sobre cómo resolver los
problemas del mundo y, de paso, los suyos. También asisten —asistimos— a la reunión
de los “Fellows”, seleccionados por el Foro Económico Mundial entre científicos, aca-
démicos, intelectuales, escritores, artistas y líderes sociales, para proporcionar mate-
ria de reflexión al encuentro. Y cientos de periodistas encargados de transmitir al mun-
do lo que ahí sucede, aún dentro de reglas bastante estrictas de respeto del off the
record.
263
El tema de este año era La globalidad responsable. Y es que hay consenso en que el
proceso de globalización se está desarrollando de forma irresponsable, en el sentido
literal de la palabra. O sea, sin que nadie tenga control o responsabilidad sobre el
mismo. Se considera asimismo que sus efectos son cada vez más perturbadores en
casi todo el mundo, cuando, después de la crisis mexicana y del hundimiento del mila-
gro asiático, se han producido la bancarrota de Rusia y la devaluación del real brasile-
ño, que amenaza la estabilidad económica latinoamericana. Se constata que la globali-
zación es imparable. Es un proceso objetivo, y fuera de ese proceso sólo hay marginación
económica, al menos en el marco de la economía de mercado, que al final se ha
impuesto como forma universal. Pero el consenso se detiene ahí. En cuanto se trata de
encontrar fórmulas para hacer frente a los problemas suscitados por la globalización,
los intereses dividen, las situaciones propias sesgan la receta, las ideologías chocan y
la intensidad de la implicación en la búsqueda de nuevas políticas depende de la inten-
sidad con que se viven los problemas.
No puedo decir quién dijo qué porque lo prohíben las reglas de Davos, pero sí puedo
contar lo que, desde mi apreciación subjetiva, saqué en conclusión. La opinión domi-
nante es que, en lo esencial, aunque sería deseable controlar la globalización, no se
puede hacer sin quebrar el mercado, sin resucitar la excesiva intervención guberna-
mental y sin espantar a los innovadores, que crean la tecnología, y a los inversores,
que ponen el dinero. La idea, en principio mayoritaria, de avanzar hacia una nueva
arquitectura de regulación internacional, choca, cuando se intenta concretar, con la
oposición de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional, el rechazo de las
grandes empresas financieras y de los mercados bursátiles y el desacuerdo profundo
entre Gobiernos y entre técnicos sobre en qué podría consistir esa regulación. Se
aceptan algunas fórmulas limitadas, como el control de la entrada de capitales especu-
lativos a corto plazo, a condición de que el control se haga mediante mecanismos
fiscales e incentivos de mercado, según la fórmula chilena, pero no yendo tan lejos
como los controles malayos o chinos. Se coincide en exigir transparencia informativa
sobre la situación económica y financiera de países y empresas. Y se pone el acento
en la legislación que permita a los inversores recuperar su dinero en caso de crisis o
devaluación. Es decir, lo que se entiende por regulación es cómo salvar a los inversores
globales, evitar que se metan en un lío y ayudarles a salir del lío una vez que se hayan
metido. Pero nadie piensa que se puedan controlar los mercados financieros globales,
determinantes de las economías, una vez que turbulencias de información, no leyes
económicas, desencadenan gigantescos desplazamientos de capital en un mundo
electrónicamente interconectado y con transacciones financieras casi instantáneas.
Los ejemplos de China e India, economías relativamente a salvo de los impactos de la
crisis asiática hasta ahora, se descartan por tratarse de economías cuya conexión
global es todavía muy limitada. Ya les tocará la hora cuando, para desarrollarse, se
globalicen de verdad.
Así que, en último término, parece que hay que instalarse en la volatilidad financiera
y en la inestabilidad económica, y aprender a vivir en ese mundo incierto y arriesgado,
pero creativo y con potencial de ganancia. Y, de momento, hay que replegar la inversión
sobre los mercados financieros de Norteamérica y la Unión Europea, siendo mucho
más selectivo y cuidadoso con los mercados emergentes, o sea, el resto del mundo
264
menos Japón. Japón sigue siendo el punto de peligro. Demasiado incontrolable para
fiarse de su evolución, pero demasiado importante para poder ignorarlo. En el fondo, lo
que traslucía en Davos era una cierta confianza de que los países más avanzados
siguen siendo capaces de vivir, crecer y, para la mayoría, disfrutar del mundo como es.
O sea, que ahora la elite neoliberal, desde los editoriales del prestigioso The Economist
a la respetada página de opinión de Vargas Llosa en EL PAÍS, llora por la suerte de los
pobres del mundo como resultado de la protesta de Seattle contra la globalización sin
representación. Como no creo que sean ignorantes, me atrevo a concluir que son
cínicos. Ignorantes: los datos muestran (sin ir mas lejos, el informe sobre desarrollo
humano de Naciones Unidas publicado en julio de 1999) que en esta década de cambio
265
tecnológico y globalización se han incrementado la desigualdad, la pobreza y la exclu-
sión social en la mayor parte del mundo. Más de dos terceras partes de la humanidad
no se benefician del nuevo modelo de crecimiento económico, Internet llega a menos
del 3% de la población y los desequilibrios ecológicos se han agravado. Y esto es así
porque, en lo esencial, el incremento del comercio internacional y el desarrollo de las
nuevas tecnologías se ha regido prioritariamente por mecanismos de mercado.
Y los mercados hacen algunas cosas bien (como asignar recursos escasos y ase-
gurar selección mediante competitividad) y otras mal (igualdad social) o muy mal (va-
lorar lo que no tiene precio asignado, como la conservación del planeta o el sentido de
la vida). Por tanto, los mercados necesitan instituciones que los regulen, que canalicen
su dinamismo generador de riqueza. Tanto más cuanto que nuestra extraordinaria ca-
pacidad tecnológica actual puede acelerar los efectos, tanto positivos como negativos,
de los mercados. Y lo que está ocurriendo es que las instituciones políticas, a instan-
cias, sobre todo, de Estados Unidos, el FMI y la OMC, están haciéndose el haraquiri
para dejar paso libre a la competencia sin restricciones. Porque eso, en último término,
beneficia a los fuertes (países, empresas, personas), como es bien sabido.
266
medida demagógicamente) a sus ciudadanos, no a sus interlocutores políticos o eco-
nómicos. Y, por tanto, no hubo acuerdo. Y no habrá acuerdo, ni globalización estable,
mientras no se abra el juego y se integren los delfines y las tortugas y los trabajadores
y las mujeres y los pobres y los niños, y el Tercer Mundo y, naturalmente, las empresas
y la tecnología y las finanzas, y todo lo que hace la economía y la sociedad. Pero todo,
sin exclusión de nadie, ni siquiera de las tortugas, que aunque son lentas tienen su
función en el ecosistema planetario. Entre otras cosas, nos enseñan que ir despacio
alarga la existencia.
Han pasado seis años desde la decisiva reunión del FMI en Hong Kong, justo antes
de la crisis económica global. Yo estuve ahí, y fue una reunión de lo más peculiar. Para
los que prestaban atención, estaba claro que una crisis se perfilaba en el horizonte. El
culpable era la liberalización del mercado de capitales, que expuso a los países a los
caprichos de los movimientos de capital internacionales, y a un pesimismo y un opti-
mismo irracionales, por no hablar de la manipulación de los especuladores. Sin embar-
go, el FMI seguía ejerciendo presiones para cambiar sus estatutos a fin de obligar a los
países a liberalizar sus mercados de capital, haciendo caso omiso de los indicios de
que esto no llevaba a una mejora del crecimiento o a un aumento de la inversión, sino
267
únicamente a una mayor inestabilidad. Las crisis que estallaron ese año socavaron la
confianza en el FMI y condujeron a discusiones sobre la “reforma de la arquitectura
financiera global”.
Sin embargo, el FMI no ha acabado de entender del todo que, con frecuencia, las
condiciones estaban peligrosamente descaminadas y que a menudo se ocupaban de
problemas políticos que iban más allá de su misión. Después de criticar a los países
del este de Asia por su falta de transparencia, el Fondo reconoció que él tampoco era lo
suficientemente transparente e hizo reformas (aunque a veces da la impresión de que
piensa que una página en Internet mejorada es un sustituto para la verdadera transpa-
rencia). Desgraciadamente, no ha reconocido un principio básico de las democracias
modernas: el derecho de los ciudadanos a la información.
Es una buena noticia que el FMI haya admitido las limitaciones de sus medidas y
posturas, pero no basta con esperar que se limite a hacer menos daño que en el
pasado. Incluso sin la liberalización de los mercados de capital, el mundo seguirá
268
enfrentándose a una enorme volatilidad. Las crisis no serán cosa del pasado. Es muy
posible que los que esperaban reformas importantes en la arquitectura financiera glo-
bal estén muy decepcionados por lo que ha ocurrido en los últimos seis años. Y es que
cualquier reforma básica debe abordar no sólo los difíciles problemas que plantea el
sistema global de reservas y las cargas de riesgo que recaen en los países en vías de
desarrollo, sino también la autoridad global. Pero hay fuertes intereses creados que
pretenden mantener el statu quo. Una cosa es reordenar las sillas alrededor de la mesa
y otra muy distinta cambiar la mesa en sí o a los que se sientan a ella.
Así que no es ninguna sorpresa que otra reunión anual del FMI haya concluido sin
que se hayan dado pasos importantes hacia la “reforma de la arquitectura financiera
global”.
En cambio, hubo muchas discusiones sobre otro de los síntomas de que algo anda
mal. El tema del día fue si el tipo de cambio de China está sobrevalorado y, de ser ése
el caso, qué se debe hacer al respecto. A los países en desarrollo se les dijo una vez
más que pusieran sus asuntos en orden, que abordaran los problemas de gobierno y
que emprendieran “dolorosas” reformas estructurales. Naturalmente, siempre es mu-
cho más fácil recomendar a otros que emprendan reformas dolorosas que mirarse uno
mismo. El fracaso de la reunión de la OMC en Cancún hace dos semanas debería
servir de advertencia: hay algo que funciona básicamente mal en la forma en que se
gestiona el sistema económico global. También hay algo que funciona básicamente mal
en el sistema económico mundial. ¿Cuántas reuniones del FMI tendrán que pasar,
cuántas crisis tendrán que producirse antes de que se asimile esta dura verdad?
La Guerra Fría, que se extendió por más de cincuenta años, produjo un efecto de
enfriamiento de los problemas, aun de aquellos que no guardaban con ella una relación
directa. Al concluir esta última era glacial en materia de política internacional, los pro-
blemas comenzaron a manifestarse, como si el hielo empezara a derretirse. Esto se
puede advertir en diferentes áreas y sectores. Por ejemplo: se solucionaron problemas
269
como el de la guerrilla en Afganistán, el de la guerra civil de Camboya, el de Namibia;
se pacificó Centroamérica y terminó el problema de Nicaragua, de El Salvador y de
Guatemala.
Los problemas remanentes de la Guerra Fría se han ido solucionando poco a poco.
Alemania se ha reunificado; el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, acaba de
visitar Vietnam; y hasta Corea del Norte, que parecía el último bastión de los duros y de
los puros, hoy se abre a las negociaciones. Problemas que aparentemente no tenían un
vínculo estrecho con la Guerra Fría -como el apartheid de Sudáfrica-, finalmente tam-
bién llegaron a una solución.
En los casos en que la resistencia se llevó a cabo en forma violenta, la utilización del
poderío norteamericano, concertado con otros poderes, encaminó los problemas hacia
una solución. Por ejemplo: si bien Saddam Hussein todavía conserva el poder en Irak,
está totalmente neutralizado. Irán, un país extremadamente radical y fundamentalista
que llegó al punto de sentenciar a muerte al escritor Salman Rushdie, hoy está empe-
ñado en abrirse, tanto a la economía mundial como a todo tipo de relaciones.
Incluso los Estados aparentemente más peligrosos, como Libia o Sudán, comienzan
a cambiar. El coronel Kaddafi aceptó finalmente que sus funcionarios sean juzgados en
el ámbito internacional y, además, ha actuado como mediador en el caso de los rehe-
nes de Filipinas. Y finalmente, Milósevic fue derrotado, primero en Bosnia y después en
Kosovo.
Este período es, en efecto, una época de alta densidad en la historia del sistema
internacional, donde van apareciendo soluciones para problemas que parecían secula-
res. Así, se fue creando la sensación de que no había ningún problema insoluble; de
que todos, finalmente, serían resueltos, ya sea por la racionalidad, ya sea por el poder
incontrastable de Estados Unidos.
La crisis de Medio Oriente es un caso que muestra los límites del poder que en este
momento enfrenta el sistema internacional. Porque el hombre más poderoso del mundo
-el presidente de los Estados Unidos, es decir, de la nación más poderosa-, se compro-
metió personalmente -quizás también por su propia gloria- y se esforzó por todos los
medios para llegar a una solución, sin lograr resultado alguno. Aunque pueda decirse
270
que ha equivocado su estrategia, si no ha adoptado otras políticas es porque no conta-
ba con las condiciones internas o internacionales para hacerlo. Por otra parte, siempre
se mantuvo a las Naciones Unidas al margen del problema, y si bien ahora fueron
convocadas ha sido en forma secundaria.
En resumen: no existe hoy ningún mecanismo dentro del sistema internacional -ya
se trate de la gran potencia predominante, Estados Unidos; de las Naciones Unidas o
de la Unión Europea- que sea capaz de hacer frente a este problema. Y, si bien -
personalmente- espero que se encuentre la manera de abrir al menos una ventana de
esperanza, mientras eso no ocurra, mientras se agrave la situación, el sistema interna-
cional sufre una pérdida de confianza en su capacidad de encontrar solución para los
problemas graves.
Esto resulta todavía más preocupante porque el deterioro del problema de Medio
Oriente ocurre, precisamente, cuando se había acumulado una serie de golpes a la
confianza, particularmente en el terreno económico.
Por otra parte, la erosión continua del euro -que perdió cerca del veinticinco por
ciento de su valor en poco más de un año- y la incertidumbre sobre el futuro de la
economía norteamericana también han deteriorada la confianza en la economía internacio-
nal. (En esta última nación, la caída en la bolsa -el índice Nasdaq cayó un treinta por ciento
durante este año-, se reflejará seguramente sobre el comportamiento de los consumidores
que hasta ahora no habían dejado de comprar, en parte debido al efecto riqueza).
La historia siempre está llena de sorpresas. Cuando parecía que todo andaba bien,
el Fondo Monetario Internacional hablaba de un crecimiento de la economía mundial del
4,7 por ciento, y la OCDE comenzaba a decir que la revolución de la tecnología de la
información abría nuevamente un ciclo comparable al de los treinta gloriosos años que
tuvo la Europa de la posguerra, de pronto una sucesión de problemas (petróleo, euro,
dudas sobre la economía norteamericana, crisis en Medio Oriente) hace aumentar la
tasa de incertidumbre sobre el futuro inmediato y, de una manera u otra, resquebrajan
la confianza en el sistema internacional.
Si bien el sistema que prevaleció durante la Guerra Fría tenía muchos aspectos
negativos -como la inmovilización de todos los grandes problemas-, era un sistema
altamente previsible.
271
Raymond Aron definía la Guerra Fría como paz imposible, guerra improbable. Hoy la
guerra (no la guerra total, pero sí las guerras locales, internas) no sólo es probable sino
frecuente: es un fenómeno casi semanal. Dentro del sistema anterior, de una manera o
de otra, los dos polos controlaban a su aliados y, cuando no lo hacían, con frecuencia
era con el fin de probar las respectivas defensas.
Hay que tener cuidado con ciertas fórmulas superficiales, como la que plantea que
hemos pasado de un sistema bipolar -el de la Guerra Fría-, a uno unipolar, con una sola
potencia absoluta -Estados Unidos- que concentra todos los poderes. Esto es verdad
hasta un cierto punto, pero Estados Unidos no es el Imperio Romano, ni lo que los
tratadistas antiguos llamaban la Monarquía Universal, donde no existe más que un
único poder, que impone su ley.
Cuando los imperios alcanzan el punto más alto de su poder, es el momento en que
empiezan a sufrir mayores debilidades internas. Tendemos a pensar que si un imperio
tiene mucho poder, también tiene mucha cohesión interna; pero no es así. El Imperio
Romano comenzó a deshacerse desde adentro; y no por los golpes de los bárbaros. Su
sistema político -que le había permitido afirmar ese tremendo poder- se corrompió,
perdió su cohesión y fue la clase dirigente romana la que finalmente terminó por liqui-
dar su propio imperio.
Eso se aplica tanto a los problemas políticos de las Naciones Unidas como a los
problemas económicos. Hoy existe la impresión de que todos los grandes temas eco-
nómicos están en un compás de espera.
La década del noventa se puede dividir casi perfectamente por la mitad. La primera
parte corresponde al momento triunfal de la globalización, y culmina con la conclusión
de la Ronda Uruguay y la fundación de la Organización Mundial de Comercio. La OMC
es la primera gran organización internacional que no es Pos-Segunda Guerra Mundial,
272
sino Posguerra Fría; y su fundación marca el apogeo y, a la vez, el declive de la fuerza
expansionista de ese movimiento. Porque, desde entonces, las tres grandes negocia-
ciones que debían completar el cuadro de la globalización económica se han paralizado.
La tercera gran pretensión era completar la liberalización del comercio, logro que
hasta ahora ha sido parcial. En agricultura se ha avanzado muy poco; en el sector
textil, aún se está lejos de completar la liberalización; por otra parte, falta incorporar
otros sectores a las reglas del sistema de comercio.
Esas tres grandes negociaciones se han paralizado, no tanto -como se dice- a causa
de las manifestaciones de Seattle, o porque las ONG se hayan opuesto al código
mundial de inversiones -todo esto no es más que un síntoma del problema fundamen-
tal-, sino debido a la frecuencia e intensidad destructiva de las crisis financieras y
monetarias. El problema fundamental comenzó con la crisis mexicana de diciembre de
1994, que inmediatamente incidió sobre la Argentina. Le siguió la crisis del Sudeste
Asiático de 1997, que más tarde se extendió a Corea, Rusia, Brasil y otros países y
que, por muy poco, no afectó a Estados Unidos.
Desde entonces, no se han visto iniciativas para romper ese impasse. La sensación
es que estamos en un compás de espera, el cual tiene mucho que ver con las eleccio-
nes norteamericanas. Pensamos que, luego de las elecciones, la nueva administración
de Estados Unidos puede reimpulsar este proceso; sin embargo, teniendo en cuenta el
actual estado de las cosas, con el Congreso tan dividido, eso no va a ocurrir por el
momento.
Para países como los nuestros -Argentina, Brasil-, no siempre la espera es algo
malo. Estamos retrasados en materia de competitividad, no hemos alcanzado la misma
situación de los países asiáticos o de China y el tener un poco más de tiempo para
prepararnos resulta un alivio. Sin embargo, ganar tiempo sólo tiene sentido si se hace
algo con el tiempo que se gana; porque tarde o temprano tendremos que enfrentar los
retos.
Espero que podamos reflexionar sobre qué vamos a hacer con ese tiempo.
273
LA ESPADA Y EL ESCUDO EN EL NUEVO COMERCIO GLOBAL
Septiembre, 27. 2003
El Grupo de los 22 es una coalición de países conformada para definir las negocia-
ciones de la Organización Mundial de Comercio que se reunió en Cancún la semana
pasada para impulsar nuevos compromisos en materia de comercio global. Es un blo-
que liderado por la India, China y Brasil. El reclamo de esos países no alcanzó para
conmover los argumentos de la alianza de los poderosos –liderada por Estados Unidos
y la Unión Europea-, que se negaron a aceptar compromisos ciertos en materia de
recorte de subsidios agrícolas, pero fue tan importante como para forzar que esa
cuestión estuviera expresamente mencionada en el documento final de la reunión. Aun-
que sin fijar compromisos en materia de plazos y montos de esos recortes.
En el pasado, las negociaciones sobre el comercial global, reclamadas por los paí-
ses más poderosos, nunca derivaron en un escenario de conversaciones más o menos
equitativas. Pero la novedad de esta semana, es que tanto Estados Unidos como Euro-
pa están enfrentando una intensa negociación con esos países, transformados ahora
en una coalición consistente y de poder creciente: el G-22.
Ese grupo de países reclama de Estados Unidos y de la Unión Europea, que hagan
mucho más para acelerar el libre comercio global, sobre todo en las transacciones
donde están involucrados los países más pobres. Básicamente reclaman que se libere
el comercio de los productos agrícolas, pero no parecen dispuestos a abrir sus propias
economías a los productos industriales de los países centrales.
Este grupo no puede mostrar que controla la mitad del comercio mundial, sin embar-
go es claramente el grupo de naciones que representa más de la mitad de la población
mundial. En las negociaciones del jueves 11 de septiembre, el G-22 presentó una serie
de propuestas radicales para transformar el comercio internacional en el sentido de
terminar con los subsidios que afectan a los países emergentes. Esas propuestas
generaron una reacción negativa en Estados Unidos y Europa que percibieron clara-
mente que por primera vez los países más poderosos de la tierra se sentían presiona-
dos para tomar sus decisiones de comercio global. La India acusó a los países más
ricos de negociar la cuestión de los subsidios blandiendo una espada y un escudo. Pero
esa descripción también podría ser aplicada a las propuestas del G-22, porque ellos
quieren que Estados Unidos y la Unión Europea desmantelen sus propios sistemas de
subsidios, pero no ofrecen lo mismo para sus propios sistemas de protección de la
producción local.
274
Las políticas de promoción agrícola de los países más ricos, pueden ocupar clara-
mente el lugar de la espada. América, por ejemplo, gasta más de 4 mil millones de
dólares cada año, solamente, en los subsidios a favor de la producción de algodón.
Esta generosidad del presupuesto federal, ha transformado a Estados Unidos en un
importante exportador de algodón. Los subsidios no son solamente una carga para los
contribuyentes norteamericanos; esos subsidios ayudaron a que los precios mundiales
del algodón se redujeran a la mitad entre 1997 y 2002, de acuerdo a los registros del
Financial Times.
Las exportaciones de algodón representan para Burkina Faso y Mali un tercio de sus
exportaciones y para Chad más de un cuarto de sus ingresos externos. El colapso en
los precios del algodón ha golpeado duramente a los granjeros de esos países. En el
momento culminante de la reunión de Cancún, esos tres países, más Benin –que toda-
vía no son miembros del G-22- reclamaron a Estados Unidos que elimine los subsidios
a la producción de algodón durante más de tres años, y que compense a los granjeros
de África Occidental por esas diferencias. Los negociadores de Estados Unidos en
Cancún, no rechazaron directamente las demandas africanas, pero tampoco aceptaron
claramente esas propuestas. Argumentaron que los subsidios eran sólo uno de los
factores que hicieron caer el precio del algodón, y que éste era solamente uno de los
productos altamente subsidiados que deberían ser objeto de las discusiones sobre
subsidios y comercio global.
Si las políticas agrícolas de Estados Unidos son malas, las de la Unión Europea son
peores. La Política Agrícola Común de los países europeos sigue siendo un insulto a la
inteligencia económica. Pero si se mantiene en el tiempo ese insulto podría estar per-
diendo su capacidad de sorprender, aunque siga repitiendo hasta el final su lógica
perversa.
Esa lógica perversa indica que bajo la bandera de apoyar a la población rural, la
Unión Europea asegura niveles de precios por arriba de las decisiones de los merca-
dos mundiales. De hecho, los precios de la Unión Europea son demasiado altos, no
solamente para los mercados mundiales sino también si consideramos los costos rea-
les de producción de los agricultores y los precios que debería pagar el público por
esos productos. Aquello que es no querido por los consumidores locales por su baja
calidad o por sus altos precios son exportados a terceros países gracias a la ayuda de
subsidios que suman 2.500 millones de dólares anuales.
275
mercados globales. Y eso no eso todo. La Unión Europea debe imponer grandes tarifas
de importación para detener los productos generados en otros mercados en condicio-
nes de mejores precios y calidad. Una distorsión invita a la otra, lo cual crea la oportu-
nidad para una peligrosa cadena de distorsiones.
Sin embargo, los beneficios no pararían en los limites de la Unión Europea. Remo-
viendo los subsidios y los tarifas que controlan las importaciones en productos agríco-
las, estabilizarían el precio de los productos en los mercados globales. Esa situación
beneficiaría a los grandes exportadores de productos agrícolas como Brasil y la Argen-
tina.
El G-22 tiene razón cuando reclama a los países más ricos que se abran a los
productos de los países emergentes. Pero no está claro si aceptan actuar con recipro-
cidad. Las tarifas y los aranceles agrícolas en países como la India son más altas que
las que registran los países más ricos. El Banco Mundial calcula que un 80 por ciento
de las ganancias que produciría una reforma de las políticas agrícolas globales, debe-
ría venir de la reducción de las barreras comerciales entre los propios países emer-
gentes.
Algunos de los más grandes exportadores del G-22, como Brasil y la Argentina
probablemente aceptan esta lógica. Otros miembros de esa misma coalición, sin em-
bargo, se muestran más entusiastas en preservar su especial y diferente tratamiento
en la OMC. Ellos quieren mayores niveles de libertad que los países ricos para prote-
ger sus industrias nacionales. De hecho, esos países no aceptan desproteger sus
propias industrias a cambio de beneficiar a sus nuevos socios del G-22 especializados
en productos agrícolas.
http://www.forosur.com.ar/pag_analisis74.htm
276
EL FIN DEL NEOLIBERALISMO
Ulrich Beck (*)
Al fin y al cabo, se sabía desde hacía tiempo que Estados Unidos era un posible
blanco de los ataques terroristas. Pero, a diferencia de Europa, Estados Unidos ha
privatizado la seguridad aérea, encargándola al ‘milagro del empleo’ que constituyen
esos trabajadores a tiempo parcial altamente flexible, cuyo salario, inferior incluso al de
los empleados de los restaurantes de comida rápida, gira en torno a los seis dólares
por hora. Por tanto, estas funciones de vigilancia, vitales para el sistema de la seguri-
dad civil interna, estaban desempeñadas por personas ‘formadas’ en sólo unas horas y
que por término medio no conservan más de seis meses su trabajo en la seguridad fast
food.
Así, la concepción neoliberal que Estados Unidos tiene de sí mismo (por un lado, la
tacañería del Estado; por el otro, la trinidad desregulación-liberalización-privatización)
explica en parte la vulnerabilidad de Estados Unidos frente al terrorismo. A medida que
se impone esta conclusión, la influencia hegemónica que el neoliberalismo había adqui-
rido estos últimos años en las mentes y los comportamientos se desmorona. En este
sentido, las imágenes de horror de Nueva York son portadoras de un mensaje que aún
no se ha dilucidado: un Estado, un país, se pueden neoliberalizar a muerte.
Los analistas económicos de los grandes diarios del planeta lo saben bien, y juran
que lo que era cierto antes del 11 de septiembre no podrá ser falso después. Dicho de
277
otro modo, el modelo neoliberal se impondrá incluso después de los atentados terroris-
tas, porque no hay una solución alternativa a este último. Ahora bien, esto precisamen-
te es falso. Aquí se expresa más bien una ausencia de alternativas en el pensamiento
mismo. El neoliberalismo siempre ha sido sospechoso de ser una filosofía de los bue-
nos tiempos, que sólo funciona a condición de que no surjan crisis o conflictos clamo-
rosos. Y de hecho, el imperativo neoliberal viene a decir que el exceso de Estado y el
exceso de política -es decir, la mano reguladora de la burocracia- son el origen de
problemas mundiales como el paro, la pobreza global o las crisis económicas.
278
De pronto, el principio antinómico del neoliberalismo, la necesidad del Estado, reapa-
recía por todas partes, y en su variante hobbesiana más antigua: la garantía de la
seguridad. Lo que resultaba impensable hace poco -es decir, una orden de arresto
europea exenta de las sacrosantas soberanías nacionales en las cuestiones de dere-
cho y de policía- parecía de repente al alcance de la mano. Y quizá asistamos pronto a
convergencias similares con ocasión de las posibles crisis de la economía mundial.
Una economía que debe prepararse para nuevas reglas y condiciones de ejercicio. La
época del cada uno en su ámbito de excelencia y predilección está ciertamente supera-
da.
¿Hay que considerar, por tanto, que la mundialización es la causa de los ataques
terroristas? ¿Se trata, eventualmente, de una respuesta comprensible a la apisonadora
neoliberal que, según sus detractores, intenta estirarse hasta el último rincón del pla-
neta? No, eso son necedades. Ninguna mundialización, ninguna idea abstracta, ningún
Dios, podrían justificar o excusar estos ataques. La mundialización es un proceso
ambivalente que no puede dar marcha atrás. Los Estados más pequeños y más débi-
les, justamente, renuncian a su política de autarquía nacional y reivindican el acceso a
un mercado mundial. ¿Qué se leía en la primera página de un gran diario ucranio con
ocasión de la visita oficial del canciller alemán?: ‘Perdonamos a los cruzados y espera-
mos a los inversores...’. Porque, si hay algo peor que ser invadido por los inversores
extranjeros es no serlo.
Sin embargo, sigue siendo necesario unir la mundialización económica a una política
cosmopolita. En el futuro, la dignidad de los hombres, su identidad cultural, la alteridad
del prójimo, deben tomarse más en serio. El 11 de septiembre se abolió la distancia
entre el mundo que aprovecha la mundialización y el que se ve amenazado por ella en
su dignidad. Ayudar a los excluidos no es sólo una exigencia humanitaria, sino el inte-
rés más íntimo de Occidente, la clave de su seguridad interna.
279
Para secar las fuentes de las que se nutre el odio de millares de seres humanos y de
donde surgirán sin cesar nuevos Bin Laden, los riesgos de la mundialización deben
hacerse previsibles, y las libertades y los frutos de la mundialización deben distribuirse
más equitativamente. Existe un gran peligro de que se produzca exactamente lo con-
trario, que los torbellinos de peligros imaginados ahora, unidos a las promesas de
seguridad de los Estados, desencadenen una espiral de esperanzas que, a fin de cuen-
tas, no podrán sino ser defraudadas.
Quien asegura tener una receta para garantizar el pleno empleo falta a la verdad. Es
cierto que a la sociedad moderna de mercado no le falta trabajo, pero se puede decir
que estamos contemplando el final de la sociedad de pleno empleo en el sentido clási-
co, en el que fue inscrito como principio básico de la política tras la II Guerra Mundial
en las Constituciones de las sociedades europeas y de la OCDE. El pleno empleo
significaba tener trabajo normal, que cada uno aprendía una profesión que ejercía du-
rante toda su vida quizá cambiando una o dos veces de empleo, una actividad que le
proporcionaba la base de su existencia material. Hoy, sin embargo, nos encontramos
ante una situación totalmente diferente, pues la tecnología de la información ha revolu-
cionado la forma clásica del trabajo. El resultado es su flexibilización; el trabajo es
desmembrado en sus dimensiones temporales, espaciales y contractuales: de esta
forma cada vez hay más seudoautónomos, empleados a tiempo parcial, contratos ba-
sura (en Alemania, empleos de 330 euros, sin seguridad social), trabajos sin contrato,
trabajos que se hallan en esa zona gris entre trabajo informal y desempleo. Esto se
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aplica también, por cierto, al trabajo de mayor cualificación y retribución. El principio
hasta ahora válido de que la ocupación se basaba en una seguridad relativa y en una
previsibilidad a largo plazo pertenece ahora al pasado. En el centro de la sociedad y su
sistema laboral también gobierna ahora el régimen del riesgo.
Por doquier se demanda hoy flexibilidad. Dicho de otra forma: los empresarios pre-
tenden poder despedir a sus empleados con más facilidad. La flexibilidad también signi-
fica traspasar los riesgos del Estado y las empresas al individuo. Los empleos se
hacen más de corto plazo, fácilmente rescindibles, es decir, ‘renovables’. Al final, flexi-
bilidad viene a significar que hay que alegrarse de que tus conocimientos y experiencia
estén pasados y nadie puede decirte lo que tienes que aprender para que alguien pueda
necesitarte.
Y con ello nos encontramos ya en el meollo del problema, y es que se puede alabar
la ‘destrucción creativa de la economía’ (Schumpeter), pero no la de las personas. Para
que pueda haber un incremento estadístico de dos millones de puestos de trabajo han
tenido que desaparecer primero 10 millones y crearse 12 millones, posiblemente fuera
de las fronteras nacionales. Es meridianamente claro que los Gobiernos, para abrir
perspectivas vitales a las personas, deben fomentar lo que se llama producción de
mayor valor y que genere mayor salario. Pero precisamente a causa de los elevados
costes salariales se ha elevado también el grado de automatización de la economía. Y
así nos encontramos en una rara dialéctica: cuanto más elevados son los costes salariales,
tanto más procura el empresario introducir máquinas y así emplear a menos personas.Y el
Estado incluso le recompensa por ello. Pero si el empresario sustituye trabajadores por
máquinas y energía, los impuestos y contribuciones sociales tienden a disminuir. Y si em-
plea a más gente es castigado por los elevados costes laborales y sociales.
Para la política estatal esto crea un dilema que en la campaña electoral en Alemania
está personificada por los contendientes, el canciller federal Schröder y el aspirante
Stoiber (CSU). Parece que el estatalizador Stoiber también quiere mantener con vida
ramas anticuadas, auténticos ‘muertos’, mediante subvenciones y ayudas artificiales,
pues el peso de los votantes afectados es grande. Así, por ejemplo, pretende estimular
la industria de la construcción, utilizada muy por debajo de su capacidad pero con un
fuerte exceso de personal, con un programa coyuntural de miles de millones, pese a
que un incremento del gasto público atraería nuevamente la amenaza de la amonesta-
ción de Bruselas. Es un verdadero dilema: el mercado, se destruye a sí mismo, y las
consecuencias -desempleo, medidas de reconversión profesional, descontento del elec-
torado- las tienen que solucionar los políticos.
281
Tampoco hay una varita mágica en otros países. Aunque algunos hayan optado por
mejores soluciones que Alemania, en la cuestión fundamental todos coinciden. Saben
que el trabajo ya no es lo que era y que su importancia para la creación de valor
disminuye. En EE UU y en Gran Bretaña esta disminución de importancia lleva apareja-
da la disminución de los salarios reales. En otros países significa que, aunque queden
asegurados los empleos se reducen las oportunidades de su remuneración. En casi
todos los países de la OCDE los salarios son una parte cada vez menor de la renta
nacional, o dicho de otra forma, la cuota salarial baja, y si en EE UU se mantiene casi
estable es porque los americanos tienen que trabajar cada vez más para seguir ganan-
do lo mismo.
En ningún país democrático del mundo, y desde luego no en Alemania, votarán los
electores por su ruina colectiva a menos que creamos en la existencia de un masoquis-
mo democrático del ciudadano. Ante nosotros está la tarea de configurar la vía al futuro
de manera no sólo técnica y económica, sino humana. ¿Cómo debería ser una concep-
ción política que armonizara de una forma nueva el Estado, el ciudadano y el trabajo? A
continuación se exponen tres tesis:
Hay que reconocerlo con tristeza: esta concepción neoliberal que complace a EE
UU, que comprende la cicatería del Estado por un lado y por otro la trinidad de
desregulación, liberalización y privatización, ha vuelto al país vulnerable a los ataques
terroristas. En este sentido las terribles imágenes de Nueva York contienen el mensaje
que también ha sido captado en los EE UU: un país puede suicidarse por exceso de
neoliberalización. Entretanto, la seguridad aérea ha sido estatalizada y convertida con-
secuentemente en un servicio público.
No sólo en América, también en Europa se escuchan cada vez más voces solicitan-
do la vuelta del Estado. Sobre todo en Gran Bretaña, que ha experimentado un auténti-
co desastre con la privatización de los ferrocarriles. Como tras esa experiencia ha
quedado claro que posiblemente privatización y modernización sean conceptos opues-
tos, cada vez se plantea más la idea del Estado activante. Este Estado permite una
nueva definición del trabajo que comprende actividades públicas y útiles para la comu-
nidad y que se desempeñan tanto dentro como fuera del sector público estatal.
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los ciudadanos. Cuanto más problemático se hace el viejo mercado laboral, tanto más
creativos deben ser el Estado y los ciudadanos. Que no haya malentendidos: no se
trata de privatizar completamente el gigantesco sector del servicio público y así abolir-
lo. De lo que se trata es de ofrecer dentro de su esfera posibilidades para actividades
empresariales sociales y para iniciativas creativas desde abajo. Por lo tanto, la pregun-
ta más importante es: ¿Cómo organizamos la educación, la ciencia, los servicios so-
ciales... para obtener más agilidad y capacidad de renovación de los servicios públi-
cos? Por citar un ejemplo negativo, la actual reforma universitaria alemana contradice
esto de forma radical y en último término supone un crimen contra el espíritu.
Quien pretenda eliminar el desempleo masivo debe empezar sobre todo en la escala
inferior de la jerarquía social. Si a la caída de precios del trabajo de baja cualificación le
sigue la disminución de la renta del trabajo, como indica el abecedario del neoliberalismo,
se puede reducir el desempleo masivo eficazmente. A continuación se recuperan y
florecen los ingresos públicos. Aplicado al nicho de bienestar que es Alemania en el
contexto mundial ello significa que el capitalismo más depredador fagocita los sistemas
reguladores de la autonomía negociadora de convenios y del Estado social, fragiliza el
equilibrio del nivel de vida y del poder y pone en peligro consiguientemente las bases
mismas de la libertad.
Segunda. Por estas razones en el futuro nos tendremos que enfrentar a la contrapo-
sición de ‘libertad o capitalismo’. Es una inversión irónico-histórica del viejo eslogan
electoral conservador: ‘Libertad, sí; socialismo, no’. Dado el riesgo que corren hoy los
puestos de trabajo, el Estado activador debe armonizar de una manera nueva Estado,
igualdad y libertad. El artículo 1 de la Ley Fundamental alemana ya lo dice: ‘La dignidad
de la persona trabajadora es inviolable’. Por eso una política no puede jactarse de ser
moderna si abre de par en par las puertas al dumping laboral, de ingresos, social y
medioambiental. Se podría dar la siguiente respuesta: sacar a la luz de una vez las
fuentes del trabajo llamado precario, de corto plazo y mal pagado, lo que constituye hoy
ya en los EE UU casi la mitad de los empleos, y situarlo dentro de una regulación legal
perfectamente delimitada. Con ello se harían controlables los riesgos que conlleva
mediante una política social que asegurara lo básico (atención sanitaria y pensiones
independientes de los ingresos laborales, es decir, financiando con los impuestos).
Una segunda respuesta sería: dar un lifting económico a las actividades de baja cuali-
ficación y las prestaciones de servicios simples en forma de un salario combinado con
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subvención estatal. Así el empleo se hace atractivo para todos, empresas y emplea-
dos.
Dicho con otras palabras: la buena gestión económica moderna requiere una miras
abiertas al mundo. Y el candidato Stoiber, que reniega de esto, tendrá que enfrentarse a
la resistencia organizada del capital y sus organizaciones, pues le negarán la capaci-
dad de realizar una buena gestión económica.
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Ejercicio Autoevaluación
1- ¿Cuáles son los objetivos y temas que se tratan en la cumbre que se realiza todos
los años en Davos?.
4- ¿Cuáles son las principales críticas que se le han realizado al proceso económico
neoliberal que se estableció en el mundo a partir de la caída del muro de Berlín?
5- ¿Cómo se organiza y sobre qué temas trata la Organización Mundial del Comer-
cio?
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286
FICHA DE EV AL
EVAL UACIÓN
ALU
MÓDULO 1
Sr. alumno/a:
CONSULTAS A TUTORIAS SI NO
2) Para que la próxima salga mejor... (Agregue sugerencias sobre la línea de puntos)
.......................................................................................................................................................................................................
.......................................................................................................................................................................................................
Evaluación: MB - B - R - I -
4) Otras sugerencias.............................................................................................................................................................
.......................................................................................................................................................................................................
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