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TRIBUNAL SUPERIOR DE BOGOTÁ

SALA CIVIL DE DECISIÓN

Magistrado Ponente
OSCAR FERNANDO YAYA PEÑA

Bogotá, veinte de mayo de dos mil nueve


(aprobado en Sala de 14 de abril de 2009)

11001 3103 022 2001 01029 01

Decídese la apelación interpuesta por la demandante contra la


sentencia proferida el 7 de diciembre de 2007 por el Juzgado 22 Civil del
Circuito de Bogotá, D. C., en el proceso ordinario promovido por Adriana
Marcela González Alvarado contra Omar Osorio Montoya; la Entidad
Promotora de Salud Humana Vivir S. A; Mejía e Hijos Administradores
en Salud Limitada – Adsalud Ltda. IPS y Previsión Médica Integral
Limitada – Previmedic Ltda.

ANTECEDENTES

1. Pidióse en la demanda, cuya reforma admitió el juez a quo


mediante proveído de 14 de noviembre de 2002, que se declare que Omar
Osorio Montoya es civil y contractualmente responsable “de los daños
causados a Adriana Marcela González Alvarado como consecuencia de la
conducta culposa desarrollada al actuar con negligencia en la
intervención quirúrgica que le practicó el día 9 de diciembre de 1998 en
su rodilla derecha, al no advertirle previamente de los riesgos que corría,
ni de las secuelas que pudiera dejarle la operación, al dejarle fragmentos
de una aguja en los tejidos blandos del aspecto postero-lateral de la
rodilla, al no practicar completamente la intervención quirúrgica, al no
haber efectuado los controles posteriores y de no haberla atendido
diligentemente cuando le informó que el dolor era insoportable”.
Reclamó, además, que se declare que las sociedades Humana Vivir
EPS, Adsalud Ltda. y Previmedic Ltda. son responsables “en forma
mancomunada y solidaria” con el demandado Omar Osorio Montoya “del
pago de los daños y perjuicios” causados a la demandante, y que, en
consecuencia, se les condene al pago de una indemnización de
$1.461’251.574 por concepto de lucro cesante, $7’700.000 por daño
emergente y $1.000’000.000 por daño moral, además de “suministrar a
la demandante todo lo necesario e indispensable para las intervenciones
quirúrgicas, trasplantes e implantes, terapias, tratamientos hasta
obtener la total recuperación de la rodilla derecha”.

Como primeras pretensiones subsidiarias la actora retomó lo


pedido en forma principal, mientras que como segundas pretensiones
subsidiarias solicitó que se declarara que los demandados son civilmente
responsables “en forma directa del pago de los perjuicios materiales y
morales generados a la demandante por la conducta culposa del médico
señor Omar Osorio Montoya”, con las condenas consecuenciales
reseñadas previamente.

HECHOS DE LA DEMANDA. La señora González Alvarado relató


que en noviembre de 1998 fue golpeada por un perro en la rodilla
derecha, lo que le ocasionó dolores constantes; que acudió a la IPS
Adsalud, asignada por Humana Vivir EPS (entidad a la que se
encontraba afiliada), de donde fue remitida a la Clínica Previmedic Ltda.,
lugar en el que el ortopedista Omar Osorio Montoya, “luego de
examinarla el día 7 de diciembre de 1998 y sin haberse practicado otras
evaluaciones médicas decidió que tenía que operar”, y que el día 9 del
mismo mes se le realizó, en la Clínica Previmedic, el procedimiento
quirúrgico denominado “artroscopia más condroplastia por abrasión,
más meniscoplastia de la rodilla derecha”.

Añadió que en los meses posteriores a la cirugía “no sintió ningún


alivio”, por lo que se dirigió al consultorio del doctor Osorio Montoya a
mediados de 1999, quien le dijo que “posiblemente había desarrollado

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una tendinitis porque los músculos estaban seguramente atrofiados por
la falta de ejercicio”.

Continuó su relato la demandante señalando que, ante la


agravación de su estado de salud, acudió el 30 de mayo de 2000 a la
Clínica Previmedic, donde le fueron tomadas varias placas radiográficas
de su rodilla derecha, encontrándose que tenía incrustado “un cuerpo
extraño consistente en una aguja para coser meniscos”, y que, a raíz de
ello, fue de nuevo intervenida el 24 de enero de 2001, oportunidad en la
que se estableció que “el menisco estaba suelto, el cartílago se
encontraba destruido, que esa zona necesitaba limpieza en general [y
que] es más peligroso sacar la aguja que dejarla”, y en la que se
determinó la necesidad de iniciar un tratamiento para regenerar el
cartílago destruido, “consistente en la aplicación de inyecciones de Sinvix
cada 8 días durante 6 sesiones”, cuyo costo (aproximadamente $210.000
por inyección) le era imposible asumir.

Finalmente acotó que el día 25 de abril de 2001 le fue practicada


otra artroscopia, así como una “osteotomía femoral varizante correctora
de genu valgo”; que debe ser sometida de forma periódica a
intervenciones y controles médicos para evaluar el estado de su rodilla
derecha; que su capacidad laboral se ha reducido considerablemente,
pues no puede permanecer de pie ni desplazarse con facilidad, y que
“todo este dolor y desgaste físico se deben al comportamiento del
ortopedista Osorio Montoya quien violó el principio ético de atención al
paciente, no efectuó controles con posterioridad a la intervención, no
actuó con diligencia ante la persistencia del dolor, cojera e inflamación y
en general nunca actuó con idoneidad y cuidado”

2. Enterada de la resumida demanda, Humana Vivir excepcionó


“carencia de justas causas y título para pedir de Humana Vivir S. A. el
reconocimiento y pago de derecho alguno”; “inexistencia de relación
causal entre el evento somático y la actividad que desarrolla la EPS
demandada”; “cumplimiento de las obligaciones contractuales por parte
de Humana Vivir S. A.”; “inexistencia de la responsabilidad de la

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demandada” e “inexistencia de perjuicios tanto morales como materiales
a cargo de la demandada”.

Por su parte, Previmedic Ltda. alegó “deficiencia del petitum de la


demanda”; “inexistencia de justas causas y título para pedir”,
“inexistencia de la relación de causa efecto entre el procedimiento
quirúrgico practicado en Previmedic Ltda. a la paciente demandante” y
“caducidad del término para ejercer esta acción de reparación directa”,
defensa que se quedó en la mera mención, pues los hechos en que halló
sustento no tienen relación alguna con este litigio.

A su turno, Adsalud Ltda., representada por curador ad lítem, y el


señor Omar Osorio Montoya no propusieron excepciones de mérito,
aunque este último se opuso a la totalidad del petitum demandatorio,
para lo cual argumentó, principalmente, que “no [se] practicó sutura
meniscal, circunstancia que excluye la presencia de agujas intra-
articulares en el área donde se efectuó el procedimiento”, y que el genu
valgo que de manera congénita padece la actora “puede ser la causa de la
presencia del dolor constante en la rodilla”, aclarando que dicha
circunstancia constituye un “evento somático bien diferente al motivo de
consulta por urgencias en Previmedic el 9 de diciembre de 1998,
asociado a una lesión producida en el momento en que la demandante
jugaba con un perro”.

3. La primera instancia finalizó con sentencia con la que se


declaró probada la excepción de “inexistencia del nexo causal entre el
hecho dañino y el daño causado”, por lo que se desestimaron todas las
pretensiones incoadas por la señora González Alvarado.

El juzgador a quo consideró que “los testimonios de los


profesionales en medicina, propiamente en la especialidad de ortopedia,
ofrecen confiabilidad para concluir que los procedimientos quirúrgicos
efectuados en la humanidad de la demandante no tienen ninguna
relación de causalidad con los argumentos que se esgrimen en la
demanda, en cuanto que a raíz de la intervención médica que el doctor

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Osorio le practicó le quedaron alojadas en la rodilla fragmentos de aguja
para coser meniscos”; que “independientemente de la causa que haya
podido generar el mal que aqueja a la demandante, lo que en el proceso
se deja por averiguado, es debido a un mal congénito y no por los
argumentos esbozados en el libelo introductorio”, y que “fue la
deformación de genu valgo lo que ocasionó un desgaste en los tejidos de
tiempo atrás”.

4. Al impugnar el fallo recién resumido, la demandante señaló


que el hecho de tener que ser intervenida quirúrgicamente en distintas
oportunidades con posterioridad al procedimiento realizado por el médico
demandado prueba suficientemente la negligencia en el proceder del
galeno; que no se le informaron los riesgos y consecuencias del
procedimiento que iba a practicársele; que no se allegó al proceso el
documento escrito y firmado por la paciente donde constara la
aceptación de la pluricitada cirugía; que el médico Osorio Montoya
“nunca probó que él no dejó fragmentos de una aguja en la rodilla
derecha” de la actora, lo cual era de su carga por no haberse realizado,
con anterioridad a la fecha de la cirugía, los exámenes pertinentes para
determinar la eventual existencia de un cuerpo extraño, y que “la
sentencia impugnada “resulta incongruente o mínima petita, pues (…) no
conservó armonía entre las resoluciones de la sentencia y las peticiones
contenidas en la reforma de la demanda”.

CONSIDERACIONES

1. Se verifica la presencia de los denominados presupuestos


procesales y la ausencia de irregularidades que comprometan lo actuado.

2. Cumple memorar que la actora endilgó al galeno demandado


varias conductas dañosas fundamentales, causantes de los perjuicios
cuya reparación persigue en este trámite, a saber: a) Dejar incrustados
fragmentos de una aguja en los tejidos blandos del aspecto postero-
lateral de su rodilla derecha; b) No practicar completamente la
intervención quirúrgica, pues, en su sentir, “se dejó el menisco suelto, el

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cartílago destruido”; c) No haber efectuado los controles post operatorios
del caso y no haberla atendido diligentemente cuando le informó de las
dolencias padecidas por ella a mediados del año 1999; y, d) No advertirle
previamente de los riesgos que corría, ni de las secuelas que pudiera
traer la “artroscopia + codroplastia por abrasión + meniscoplastia de la
rodilla derecha” a la que fue sometida por el doctor Osorio Montoya.

Ahora bien, en aras de un mejor entendimiento del tema, es


menester traer a cuento que las dolencias presentadas por la actora con
posterioridad a la cirugía realizada por el médico demandado el 9 de
diciembre de 1998, es decir, los daños cuya reparación persigue, se
pueden resumir de la siguiente manera: primero, la deficiencia funcional
generada por la presencia de un cuerpo extraño en su rodilla derecha;
segundo, la lesión en el cuerno anterior del menisco externo de la misma
articulación, que motivó las varias operaciones a que se ha venido
sometiendo desde el 24 de enero de 2001; tercero, el acortamiento de un
centímetro de su extremidad inferior derecha, y cuarto, la presencia de
rodilla valga (genu valgo).

Puestas así las cosas, ha de advertirse que, conforme lo observó el


fallador de primera instancia y como se explicará a continuación, no se
acreditó la existencia del nexo causal necesario para estructurar
cualquier forma de responsabilidad entre las conductas dañosas enantes
relacionadas y el menoscabo físico padecido por la señora González
Alvarado, y que, por el contrario, las probanzas que militan a folios
señalan que esas deficiencias obedecen a circunstancias ajenas a las
conductas imputadas al médico Osorio Montoya, tema sobre el cual se
precisa lo siguiente:

a) Sobre la acusación según la cual el galeno “dejó incrustados


fragmentos de una aguja en los tejidos blandos del aspecto postero-
lateral” de la rodilla derecha de la actora, es de ver que en los dictámenes
realizados por el médico forense especializado y el fisiatra forense del
Instituto de Medicina Legal, se enfatizó en que la aguja encontrada en el
cuerpo de la señora González Alvarado “no se usa en cirugía, es decir, el

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cuerpo extraño no se relaciona con la artroscopia realizada el día 9 de
diciembre de 1998. Se insertó durante un trauma diferente al quirúrgico
y en el mismo evento (extraquirúrgico) se partió” (subrayado fuera de
texto. fl. 370, c. 1), aserto que fue reafirmado en la ampliación del
dictamen rendido por el fisiatra forense, quien al complementar su
experticia señaló que “los RX muestran fragmentos de una aguja de uso
doméstico y no quirúrgico. No tiene bisel, es recta, tiene ojo y es circular,
no plana” (subrayado fuera de texto. fl. 556, ib.).

Véase, además, que el médico que conforme a los hechos de la


demanda había conceptuado que la señora González Alvarado “tenía una
aguja para coser meniscos en su rodilla derecha” (fl. 68, ib.), el
ortopedista y traumatólogo Carlos Baquero Barbosa, en documento
allegado a este proceso (y ratificado por este en los testimonios que rindió
ante el juez a quo,) manifestó que “… en ningún momento le he
expresado [a la actora] que el fragmento metálico que se visualiza en los
estudios radiográficos correspondan a aguja para coser meniscos, puesto
que como es claro conozco la tecnología para efectuar este tipo de
intervención y sé que esta clase de elementos no se utilizan para
efectuar dicho procedimiento” (fl. 115, ib.).

Al margen de lo anterior, resulta importante poner de relieve que,


aun aceptando en gracia de discusión que dichos fragmentos metálicos
están alojados en la rodilla derecha de la actora como consecuencia de la
intervención quirúrgica que le realizó el doctor Osorio Montoya, o que
hubieren sido inadvertidos por este al no haber realizado los exámenes
previos pertinentes (por vía de ejemplo, la toma de radiografías o
procedimientos diagnósticos similares), ha de observarse que de manera
tajante el mismo doctor Baquero Barbosa (testigo técnico de singular
importancia, no sólo por su grado de conocimiento en ortopedia, sino por
el hecho de ser médico tratante de la actora desde el año 2001) afirmó
que “el cuerpo extraño, al encontrarse en localización extra articular no
está causando sintomatología ni daños y no tiene indicación de
extracción quirúrgica” (fl. 589, ib.).

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A idéntica conclusión arribó el perito médico forense, quien señaló
que “el lugar donde se encuentran [los fragmentos metálicos] es en la
parte postero-lateral de la rodilla derecha (próximos al extremo distal del
fémur en su condilo externo, y al extremo proximal de la tibia) a nivel
extraarticular, es decir, en los tejidos blandos periarticulares. Puede
causarle sintomatología dolorosa pero no funcional”, y que “la indicación
para retirarlos sería el dolor, pero no tiene indicación funcional. Es decir,
la ubicación de los cuerpos extraños per se no deterioran la función
de la articulación de la rodilla” (fl. 396, ib., resaltado por el Tribunal).

Es más, para la fecha en que se realizó la reseñada experticia, y no


obstante que la actora había sido sometida, con posterioridad al
descubrimiento de los fragmentos metálicos alojados en su rodilla, a dos
intervenciones quirúrgicas (el 24 de enero y 25 de abril de 2001), tales
cuerpos extraños no habían sido retirados de dicha articulación, pese a
lo cual, según la historia clínica que reposa en la Clínica Previmedic,
para el 27 de agosto de 2003 “no hay alteración de la movilidad al valgo o
varo de su rodilla” (fl. 505, ib.), aserción que fue reafirmada por su
médico tratante (el doctor Baquero Barbosa), quien sostuvo
categóricamente, en su testimonio técnico, que “en el momento [30 de
septiembre de 2004] el compartimento femorotibial externo está en
perfecto estado”, y “el condilo femoral radial y menisco interno al igual
que el menisco externo no van a presentar secuelas” (fl. 588, ib.). Vale
decir lo anterior que la presencia de los elementos metálicos en la rodilla
derecha de la actora no generan, por sí mismos, daño alguno, motivo por
el cual tal hecho no puede permitir el paso a la indemnización pedida en
el libelo incoativo del presente proceso ordinario.

En este aparte resulta conveniente resaltar que ni lo declarado por


el testigo técnico en cita, ni el vigor demostrativo de los dictámenes
realizados por Medicina Legal fueron desvirtuados, tema sobre el cual
cabe añadir que si bien la demandante objetó, por error grave, las
experticias de marras, lo cierto es que no se recaudó prueba alguna que
permitiera, y menos impusiera, atender la susodicha objeción. Ahora,
como en la sentencia impugnada se omitió decidir sobre la suerte de la

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objeción en cita, ello dará lugar a su adición, según se señalará en la
parte resolutiva de esta providencia.

b) En lo tocante con la alegada falla médica consistente en no


haberse practicado “completamente” la intervención quirúrgica realizada
el 9 de diciembre de 1999, pues a juicio de la actora, “… se dejó el
menisco suelto” y “el cartílago destruido”, cumple poner de presente que
los testimonios técnicos recaudados; las experticias realizadas por el
Instituto Nacional de Medicina Legal y la propia historia clínica de la
paciente que reposa en la Clínica Previmedic llevan a inferir que la
“artroscopia más condroplastia por abrasión, más meniscoplastia de la
rodilla derecha” practicada por Osorio Montoya se ajustó a las pautas
mínimas (lex artis), como sería de esperar para este tipo de cirugías, a tal
punto que –agrega el Tribunal- la señora González Alvarado no rebatió la
aptitud profesional del médico Osorio Montoya, ni la idoneidad, ni las
condiciones técnicas o de asepsia en que le fue practicada la intervención
quirúrgico en comento.

Ahora, la bondad o buen suceso de la intervención quirúrgica que


realizó el médico Osorio Montoya fue avalada por el ortopedista y
traumatólogo Carlos Augusto Baquero Barbosa, quien sostuvo que “el
condilo femoral medial estaba en perfecto estado después del tratamiento
realizado en la artroscopia de 9 de diciembre de 1998” (fl. 583, ib.) y por
el médico forense especializado, quien estimó que “no hay elementos de
juicio que permitan inferir una mala práctica médica en la artroscopia
que se le realizara el día 9 de diciembre de 1998” (fl. 371, ib.).

Vale la pena agregar que los padecimientos que aquejaron a la


actora con posterioridad a la intervención quirúrgica realizada por Osorio
Montoya guardan relación con lesiones que afectan una zona distinta de
la rodilla derecha, esto acorde con las probanzas que enseguida se
comentan. Así, mientras el demandado trató una lesión en el menisco
interno de la rodilla derecha de la paciente, causada por trauma (el golpe
de un perro, según dijo la demandante), todo indica que las secuelas
aducidas por la señora González Alvarado recayeron en la zona anterior

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del menisco externo y fueron consecuencia del desgaste generado por la
deformidad congénita genu valgo que la aqueja, tema sobre el cual el
testigo técnico Baquero Barbosa (galeno que, se itera, a más de estar
capacitado para sentar posiciones sobre aspectos propios de la medicina
ortopédica ha operado la misma articulación de la demandante en varias
oportunidades), señaló que “le encontré [a la paciente] signos clínicos de
lesión del cuerno anterior del menisco externo (…) el cual se encontraba
lesionado por una alteración congénita conocida como genu valgo” (fl.
545, ib.); que “el dolor en su rodilla [la de la paciente] era por una lesión
del menisco lateral o externo, que cuando fue intervenida evidencié lesión
del cartílago del platillo tibial externo, la cual posterior (sic) a la cirugía
expliqué las razones del daño a este cartílago y la lesión del menisco, las
cuales se debieron a la deformación del genu valgo y al trauma rotacional
el cual pudo despertar la cascada de sintomatologías en su rodilla”
(subrayado fuera de texto, ibídem), y que “el origen de la enfermedad del
cartílago por desgaste en el compartimento externo (…) corresponde a
una alteración congénita del eje de carga de la rodilla, de tipo valgus, que
presiona el compartimiento externo y ocasiona desgaste articular de
origen mecánico” (subrayado fuera de texto, fl. 593, ib.).

Igualmente, los peritos del Instituto de Medicina Legal indicaron


que “las lesiones encontradas en las subsiguientes artroscopias NO se
deben a que la primera estuvo fuera de la norma de atención, sino a la
evolución del daño previo por el mal alineamiento (genu valgo)” (fl. 371,
ib.), y que “la paciente ya traía de tiempo atrás un problema de mala
alineación articular (genu valgo) que explica el dolor crónico y recurrente
en su rodilla derecha y que se alivió significativamente después de la
intervención correctora (osteotomía varizante)” (fl. 593, ib.).

Cual si fuera poco, los mismos peritos concluyeron que el


acortamiento de la extremidad inferior derecha de la actora “lo puede
producir la osteotomía pero no la artroscopia, la destrucción del cartílago
es la patología por la que se lleva a cirugía, es decir, es previa y no
causada por (sic)” (fl. 523, ib.), y “la destrucción del cartílago debe venir
desde hace muchos años (…) una artroscopia no tiene como producir un

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acortamiento en la extremidad, además, nadie es absolutamente
simétrico y una diferencia de 1 centímetro es lo frecuente y habitual en la
población normal” (subrayado fuera de texto, fl. 568, ib.).

c) En lo que tiene que ver con la eventual displicencia del


doctor Osorio Montoya en la etapa postoperatoria invocada por la actora,
se destaca que el médico demandado, como lo manifestó la señora
González Alvarado en el hecho 5º de su demanda, no le ordenó ningún
tratamiento a llevar a cabo después de la pluricitada cirugía, omisión que
en sí misma no se muestra digna de reproche, máxime si se tiene en
cuanta que la parte demandante no planteó, y mucho menos acreditó, los
tratamientos postquirúrgicos que echó de menos, ni tampoco demostró
que la falta de los mismos le haya causado un daño indemnizable.

Ya se dijo, en adición a lo anterior, que de conformidad con las


pruebas obrantes a folios, las dolencias que padeció la demandante con
posterioridad a la práctica quirúrgica a que fue sometida el 9 de
diciembre de 1998 tuvieron como venero una deformidad congénita (genu
valgo), sin que sea factible atribuir su causación al comportamiento que
el médico demandado dispensó en las etapas quirúrgica y postquirúrgica
de las que se viene hablando.

Súmase a lo anterior que la señora González Alvarado dijo en su


demanda que sólo hasta “mediados del año 1999” acudió al consultorio
del médico Osorio Montoya para que le fueran practicados unos controles
que, en su sentir, ella requería, lo que hace aún más improbable que las
dolencias que padeciera fueran consecuencia directa de una omisión en
el tratamiento postoperatorio, pues de ser cierto que la paciente avizoró
serias complicaciones o peligros en el período inmediatamente ulterior a
la operación practicada por el doctor Osorio Montoya en diciembre de
1998, así mismo debió hacérselo saber, por esa época, ya al médico que
la operó, ora a cualquier otro del mismo establecimiento clínico al que
aquel prestaba sus servicios o a otro distinto, nada de lo cual manifestó
ni probó la supuesta afectada. Por el contrario, según su historia clínica
(ver fls. 16 y 17, ib.), la siguiente valoración efectuada a la paciente se

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verificó hasta el 5 de mayo de 2000, es decir, 17 meses después de la
cuestionada cirugía, hecho que encuentra respaldo en las cartas
dirigidas por la señora González Alvarado a las sociedades demandadas
(fls. 35 a 38, ib.).

d) Sobre la falta de consentimiento informado que alega la


paciente, debe señalarse que en el caso sub lite ninguno de los
demandados desvirtuó, como era de su cargo (art. 177 del C. de P. C.), la
afirmación de la señora González Arévalo según la cual no fue advertida
de los riesgos que corría al someterse al procedimiento quirúrgico
realizado el 9 de diciembre de 1998. El único documento que allegaron
los demandados con ese propósito (fl. 460, ib.), dista mucho de acreditar
el agotamiento de un verdadero consentimiento ilustrado, pues apenas
refiere una serie de recomendaciones de tipo administrativo como es
usual para adelantar cualquier modalidad de cirugía (no utilizar
maquillaje, acudir a la cita en tiempo, no portar dinero ni objetos de
valor), y no a los pormenores, riesgos de la operación a la que iba a ser
sometida la paciente, posibilidades de éxito, tiempo de recuperación, etc.

Ahora, como es sabido, y no obstante tratarse el consentimiento


ilustrado de un débito de singular importancia en el ejercicio de la
actividad médica, la ausencia de tal consentimiento, por regla, sólo se
compromete la responsabilidad del galeno cuando éste no advierte al
paciente sobre los riesgos previstos y estos efectivamente se materializan.
En ese orden de ideas, como en el sub lite no se demostró que la falta de
consentimiento ilustrado de la señora González Alvarado incidió en la
generación de las dolencias presentadas por ella con posterioridad a la
fecha de la cirugía realizada por el galeno demandado, no puede
extraerse, entonces, de dicha omisión, la ocurrencia de un hecho que
permita acoger siquiera parcialmente, lo pedido en la demanda.

Expresado con otras palabras: pese a que ha de tenerse por


probada la ausencia de consentimiento ilustrado de la demandante, ésta
no demostró que los perjuicios cuya indemnización reclama obedecen a
efectos inherentes a la “artroscopia más condroplastia por abrasión, más

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meniscoplastia de la rodilla derecha” que realizó el doctor Osorio
Montoya.

3. Aunque lo dicho con antelación resulta bastante para


confirmar la sentencia proferida por el fallador a quo, no pasa por alto el
Tribunal que la parte actora, al sustentar su alzada, alegó que el fallo
impugnado “resulta incongruente o mínima petita, pues (…) no conservó
armonía entre las resoluciones de la sentencia y las peticiones
contenidas en la reforma de la demanda”.

Tal censura la hizo consistir el impugnante en que en la reforma de


la demanda se pidió que se declarara que su contraparte era civil y
contractualmente responsable “de los daños causados a Adriana Marcela
González Alvarado como consecuencia de la conducta culposa
desarrollada (por el doctor Osorio Montoya) al actuar con negligencia en
la intervención quirúrgica que le practicó el 9 de diciembre de 1998 en su
rodilla derecha, al no advertirle previamente de los riesgos que corría, ni
de las secuelas que pudiera dejarle la operación, al dejarle fragmentos de
una aguja en los tejidos blandos del aspecto postero-lateral de la rodilla,
al no practicar completamente la intervención quirúrgica, al no haber
efectuado los controles posteriores y no haberla atendido diligentemente
cuando le informó que el dolor era insoportable”, no obstante lo cual, a
juicio de la demandante, el juez a quo se limitó a desvirtuar lo relativo a
la denunciada existencia de un cuerpo extraño (aguja) en la rodilla de la
señora González Alvarado, sin ocuparse de las demás irregularidades que
la actora atribuyó a su contraparte, como venero de sus distintas
pretensiones.

Sobre lo anterior se destaca que la jurisprudencia vernácula ha


explicado, con fundamento en el principio de la congruencia consagrado
en el artículo 305 del C. de P. C., que “la sentencia mínima petita (citra
petita) ocurre cuando el juez, con defecto de poder, omite decidir sobre
todo lo propuesto (pretensiones o excepciones alegadas), caso en el cual
el fallo resulta parcial o diminuto” (CSJ, sentencia de 8 de agosto de
2000, exp. 5383), hipótesis esta que es ajena en el asunto que aquí se

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examina, en tanto que el juez a quo desestimó por igual todas las
pretensiones (principales y subsidiarias), para lo cual manifestó, entre
otras cosas, que “independientemente de la causa que haya podido
generar el mal que aqueja a la demandante, lo que en el proceso se deja
por averiguado, es debido a un mal congénito y no por los argumentos
esbozados en el libelo introductorio”, y que “fue la deformación de genu
valgo lo que ocasionó un desgaste en los tejidos de tiempo atrás”.

Así las cosas, al atribuir el fallo impugnado la totalidad de los


daños alegados a una causa externa al actuar del galeno demandado (el
genu valgo padecido por la demandante), se excluyó cualquiera otra
conducta dañosa como posible fuente de la obligación de indemnizar,
incluyendo, claro está, las comprendidas en el acápite de pretensiones
principales y subsidiarias que hicieron parte de la reforma de la demanda
incoada por la señora González Alvarado.

4. Corolario de lo expuesto, la apelación será desatendida, no


sin antes reiterar la ya advertida necesidad de adicionar la sentencia
materia de la alzada para decidir negativamente la objeción que por error
grave formuló la parte actora contra las experticias realizadas por los
peritos forenses del Instituto de Medicina Legal.

DECISIÓN

En mérito de las precedentes consideraciones, el Tribunal Superior


de Bogotá, Sala de Decisión Civil, administrando justicia en nombre de la
República de Colombia y por autoridad de la Ley,

RESUELVE

CONFIRMAR la sentencia proferida el 7 de diciembre de 2007 por


el Juzgado 22 Civil del Circuito de Bogotá, en el proceso ordinario
promovido por Adriana Marcela González Alvarado contra Omar Osorio
Montoya y otros y ADICIONAR la parte resolutiva del fallo impugnado en
el sentido de declarar impróspera la objeción por error grave formulada

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por la demandante contra las experticias realizadas por los peritos
forenses del Instituto de Medicina Legal.

Costas de la segunda instancia a cargo de la parte vencida. Una vez


liquidadas, remítase el expediente a la oficina de origen.

Notifíquese y cúmplase

Los Magistrados,

OSCAR FERNANDO YAYA PEÑA

MARÍA PATRICIA CRUZ MIRANDA

MARCO ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ

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