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Inmutabilidad judicial y hesitación doctrinaria: ¿qué hay más allá de dichas actitudes?
Simplemente dar
dar es dar
y no explicarle a nadie
no hay nada que explicar
Canción: “Dar es dar”
Compositor e intérprete: Fito Páez
El epígrafe que antecede a estos comentarios con los que me permito presentar el
especial de este mes pretende poner en evidencia que muchas veces en el lenguaje
común, al igual que en el lenguaje literario, damos por sentado que el receptor de
nuestros mensajes conoce el significado de las palabras que usamos y, para enfatizar
su alcance, no tenemos mejor idea que decir que la palabra dicha no tiene otro
significado que el que dicha palabra sugiere y, así decimos, que “dar es dar”, como
“entregar es entregar” y “recibir es recibir”. Ni siquiera nos molestamos en usar un
lenguaje tautológico, es decir, usar palabras distintas que no añaden nada nuevo a la
idea que se quiere transmitir, como cuando decimos “entrar adentro”. Como recurso
literario existen diversas figuras que consisten en la repetición de palabras 2, una de
ellas es la tautofrase3.
1
Profesor de Derechos Reales y de Derecho Registral en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la
Universidad de Lima y la Universidad de Piura. Socio del Estudio De la Flor, García Montufar, Arata &
Asociados.
2
Aliteración, anáfora, anadiplosis, concatenación, epanadiplosis, epifora, paralelismo, pleonasmo,
polipote, paranomasia, polisíndeton, reduplicación, etc.
3
La expresión no la encontramos en la lengua española, pero en la literatura inglesa, ejemplos
como los señalados, son identificados como “tautophrase”. Ver
https://www.macmillandictionary.com/dictionary/british/tautophrase
Hemos querido empezar con esta referencia a una figura literaria que frecuentemente
utilizamos, también, en el lenguaje común, no para decir que en el caso concreto los
jueces o las partes hayan dicho que una “dación en pago es una dación en pago”, sino
para llamar la atención sobre la inescindible vinculación entre el Derecho y el lenguaje,
“sólo mediante el lenguaje puede este transmitirse, explicarse y desarrollarse. Incluso
para quien se imagine un derecho prelingüístico – por ejemplo, en el sentido de un
‘sentimiento del derecho’ o de una ‘conciencia del derecho’ - debe recurrir también al
lenguaje para articular y hacer efectivos los contenidos jurídicos imaginados o sentidos
(…) la calidad del derecho depende, directamente, de la calidad del lenguaje en que
este se redacta y se transmite (…). Un dominio del lenguaje, lo más adecuado posible,
es una precondición insustituible del trabajo exitoso con el derecho en todos sus
ámbitos”4.
El necesario apoyo del Derecho en el lenguaje traslada al primero las debilidades del
segundo: la polisemia de las palabras, la indeterminación de los significados
lingüísticos, la mutabilidad del significado de las palabras, etc. revelan una suerte de
opacidad o borrosidad natural. Pero en ocasiones el propio Derecho busca – en aras de
la adaptabilidad de sus preceptos a las circunstancias de las relaciones sociales a las
que se pretende aplicar - una cierta indeterminación calculada y una apertura de los
conceptos legales, en tanto que en otros casos, el uso de un lenguaje altamente
técnico o especializado revela la necesidad de dar dureza a los preceptos o de contar
con una alta condensación de conceptos para evitar una dispersión del mandato que
se quiere transmitir. Algunas teorías lingüísticas han pretendido monopolizar la tarea
de la interpretación y desconocer su especificidad, pero como se ha señalado “proveen
una imagen empobrecida de la interpretación de la ley (…) se centran sólo en la
borrosidad natural, pasan por alto la borrosidad artificial y sus factores sociales y
prácticos (…) representan a los abogados y a los juristas como un ‘hablante ordinario’
de un lenguaje natural. Sin embargo, los abogados y juristas no son exactamente
‘hablantes ordinarios’ de un lenguaje natural [sino que suelen estar ocupados en
forjar] interpretaciones del material jurídico, conforme a las reglas derivadas de una
larga tradición argumentativa”5.
4
RÜTHERS, Bernd; “Teoría general del Derecho”; Editorial Temis S.A., Bogotá 2018; pág. 77
5
CHIASSONI, Pierluigi; “Desencantos para abogados realistas”; Universidad Externado de Colombia;
Bogotá 2012; págs. 37 y 38.
aceptable en orden a lograr los fines individuales y generales que la colectividad tiene
en mira.
En ese sentido convenimos en que: “Si queremos, en efecto, conocer el sistema jurídico
en vigor, debemos partir del modo en el que los miembros de una comunidad usan las
reglas comunes y, con eso mismo, las aceptan y las reconocen. La comunidad jurídica
es, por consiguiente, una comunidad interpretativa” 6. Por cierto, eso no significa que
no existan desacuerdos y conflictos, pero estos se procesan a través de cauces que
garantizan la búsqueda soluciones justas al problema de la convivencia y la
cooperación, encomendándose a una autoridad – en nombre de la necesaria
efectividad del Derecho – la toma de “decisiones que pongan término a la búsqueda en
común de la regla justa”7.
Con fecha 07 de julio del 2010 el Sr. Stefano Orlandini y el Sr. Faustino Mamani Adco
otorgaron una escritura pública de mutuo con garantía hipotecaria, la misma que fue
modificada por la escritura pública del 28 de setiembre del 2012. Correspondió al Sr.
Orlandini la calidad de acreedor hipotecario de la suma dineraria mutuada y al Sr.
Mamani la calidad de deudor de la misma.
6
VIOLA, Francesco y ZACCARIA, Giuseppe, “Derecho e Interpretación. Elementos de teoría
hermenéutica del Derecho”, Dykinson, Madrid 2007, pág. 80.
7
Ibidem, pág. 82.
Se señala que obra a folios 11 y siguientes una “minuta de fecha cierta” celebrada el 24
de noviembre del 2014, denominada “dación en pago” en virtud de la cual, respecto
del inmueble ubicado en la Av. Los Incas, Mz. Q, Lote 17, Zona C, Urbanización Ciudad
Blanca, distrito de Paucarpata, provincia y departamento de Arequipa (en adelante el
inmueble materia de litis), se acordaron dos cosas que serán relevantes para la
discusión que nos interesa:
La entrega de posesión que debía ocurrir el 30 de mayo del 2015 no se cumplió y, por
ello, con fecha 29 de diciembre del 2015, el Sr. Stefano Orlandini (en adelante el
demandante), a través de su representante, interpuso una demanda de desalojo por
ocupación precaria contra el Sr. Faustino Mamani Adco (en adelante el demandado)
respecto del inmueble materia de litis, ante el Primer Juzgado Civil del Módulo Básico
de Justicia de Paucarpata de la Corte Superior de Justicia de Arequipa.
El 20 de abril del 2016 se dicta la primera sentencia de primera instancia, la misma que
declaró fundada la demanda, apoyándose en las siguientes razones: i) la partida
registral del inmueble acredita que el demandado figura como titular del inmueble,
mientras que el documento denominado “dación en pago” acredita, respecto del
demandante, la calidad de sujeto activo del desalojo; y, ii) al haberse transferido el
inmueble por dación en pago y haberse constituido el demandado en depositario por
un plazo que se encuentra vencido, se concluye que ha fenecido su título y tiene la
condición de precario.
Por resolución del 27 de enero del 2017 el juez de primera instancia declara
improcedente la solicitud de acumulación de procesos porque, conforme al art. 90 del
Código Procesal Civil, la acumulación debe pedirse antes de que uno de ellos sea
sentenciado y entre los requisitos indispensables que debe cumplir el pedido,
independientemente de la vía procedimental [sumarísima para el desalojo y de
conocimiento para la de nulidad de acto jurídico], las pretensiones no deben ser
contrarias entre sí. El demandado interpuso recurso de apelación contra dicha
decisión.
Con fecha 28 de junio del 2017 la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de
Arequipa confirmó el auto que declaró la improcedencia del pedido de acumulación de
procesos sosteniendo que lo que se pretende en ambos procesos no daría lugar a
pronunciamientos jurisdiccionales opuestos o contradictorios porque con el desalojo
se persigue la restitución de la posesión, más no de la propiedad, por consiguiente, de
resolverse el desalojo a favor del demandante, no se enervaría lo que se pueda
resolver en el juicio de nulidad.
Mediante resolución de fecha 28 de junio del 2017 la Tercera Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Arequipa emitió la segunda sentencia de segunda instancia
mediante la cual confirmó la sentencia apelada. El sustento expuesto es el siguiente: i)
se había confirmado la declaración de improcedencia de la solicitud de acumulación de
procesos; ii) los argumentos de la apelación destinados a restarle valor al documento
de dación en pago carecen de asidero fáctico; iii) el demandado en virtud del referido
documento transfirió la propiedad y se constituyó en depositario; y, iv) de la minuta de
dación en pago no se advierte la invalidez absoluta y evidente de dicho acto, no siendo
aplicable el supuesto de nulidad manifiesta a que se refiere el IX Pleno Casatorio Civil.
Cuando recibí el encargo de escribir estas líneas tuve la inicial intención de negarme a
escribir sobre un caso en el que, fuera del hecho que por un tema procesal del que se
habló en exceso hasta el final (la Casación señala que la solicitud de acumulación de
procesos ya había sido resuelta por las dos instancias pertinentes, pero se toma la
molestia de decirnos que ello estuvo bien resuelto) se emitieron dos sentencias de
primera instancia y dos sentencias de segunda instancia, lo cierto es que de una
primera lectura de la sentencia casatoria se advierte que sobre el fondo del asunto ella
no revelaba ningún punto controversial que pudiera haber sido materia de decisiones
judiciales divergentes.
El razonamiento de la parte demandante había sido lineal: celebró con su deudor una
dación en pago en virtud de la cual, a cambio del dinero que se le adeudaba, este se
obligó a transferirle la propiedad del inmueble materia de litis y, por consiguiente,
adquirió la propiedad de dicho bien, en tanto que respecto a la posesión, el deudor le
hizo tradición ficta al quedarse en la posesión del bien con la calidad de depositario
(poseedor inmediato), adquiriendo el acreedor la posesión mediata. En consecuencia,
al vencer el plazo para que el deudor cumpliera con entregarle la posesión feneció el
título bajo el cual aquél poseía y se convirtió en un precario (en los términos en del art.
911 y del IV Pleno Casatorio Civil), por consiguiente, correspondía reclamarle la
restitución de la posesión por la vía del proceso de desalojo, invocando la causal de
posesión precaria.
Si bien está en las partes aportar sobre los puntos controvertidos y son ellas quienes le
pueden – con la enjundia jurídica de sus abogados – tener un juicio con el nivel de
debate jurídico que ellas mismas deben promover, ello no debe ser óbice para que los
jueces, en su función de aplicar el Derecho a los hechos controvertidos, puedan, en la
apreciación de los hechos que se deben probar – como en este caso, el hecho que la
prestación esencialmente diferente a la originariamente debida se encuentre
ejecutada – verificar cual es el alcance del supuesto de hecho de la norma a aplicar.
Robert Joseph Pothier (1699-1772) fue un jurista francés que vivió en un tiempo de
gran ebullición cultural como fue el que antecedió a la revolución francesa. El mundo
del Derecho, con el que él debió convivir, fue el del denominado Derecho Común:
amalgama multiforme del Derecho Romano, el Derecho Canónico y el Derecho local. La
bondad y magnificencia de sus tratados y otras obras que escribió sobre el Derecho
Civil de su tiempo pueden ser medidos en función a la influencia directa y notable que
se le reconoce sobre la redacción del Código Civil francés de 1804.
Como todo gran jurista su legado trasciende a su generación y a su tiempo, su obra aun
ejerce influencia sobre la tradición latina del Derecho Civil. Es muy posible que a través
de las obras de otros juristas posteriores, en muchas ocasiones, estemos repitiendo
sus conceptos.
8
POTHIER, R.J. “Tratado de los Contratos”, Tomo I; Editorial Atalaya, Buenos Aires 1948; pág. 295.
9
BRECCIA, Umberto; “Le Obbligazioni” en el “Trattato di Diritto Privato a cura de Giovanni Iudica e
Paolo Zatti; Editorial Giuffre; Milano 1991; pág. 557.
En suma, este no es sino un caso de falacia de autoridad, si POTHIER entendió –
correctamente para su tiempo - que la dación en pago era un contrato de
perfeccionamiento real, con la precisión que la entrega de la cosa debía ser física o
real, ello no es trasladable a nuestro tiempo, en particular a nuestro ordenamiento
jurídico, en el que el Código vigente eliminó de varios contratos típicos, denominados
reales (como el mutuo o el depósito), la necesidad de que requiriesen de la entrega de
la cosa para su perfeccionamiento, consagrando la regla general de la celebración
consensual, salvo los llamados contratos sujetos al cumplimiento de una formalidad
esencial como requisito para su celebración (Art. 1352 del Código Civil)
10
OSTERLING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario; “Tratado de las Obligaciones” en Biblioteca
para leer el Código Civil; Tomo VIII – Tercera Parte del Vol. XVI; Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú; Lima 1999, pág. 60
11
Opinión reseñada por OSTERLING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario; Op. Cit, pág. 49 aun
cuando no se precisa el nombre de los autores que sostienen tal posición.
pérdida de la autonomía conceptual entre la dación en pago y el referido tipo de
novación.
6. Nota conclusiva.
Lo que reclamamos es que del mismo modo que la doctrina voltea a mirar los fallos
judiciales para discutir el sentido en que se resuelve. Es deber de todos, incluidos los
jueces, voltear a mirar que están haciendo los otros para ir conciliando diferencias de
criterios dentro de la comunidad interpretativa en la que vivenciamos el Derecho
peruano. Se pasó una oportunidad de dialogar con la doctrina sobre sus opiniones
divergentes.
Las opiniones aquí sostenidas, en la medida que son emitidas por quien cree que el
Derecho no es un marco regulatorio del que se deducen respuestas correctas ni mucho
menos un lugar del que se puedan extraer tautofrases, no tienen más pretensión que
la de invitar a la lectura de los artículos elaborados por connotados académicos que
analizan el caso con más profundidad jurídica que la de quien sólo le toco abrir la
puerta.
15
WAYAR, Ernesto; “Derecho Civil Obligaciones”, Tomo II, Editorial Lexis Nexix Depalma, Buenos Aires
2002, pág. 266. Nuestra diferencia con el autor citado es que el exige que la ejecució tenga inicio
inmediatamente.