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Cuentos clásicos
Autor:
Jean de La Fontaine
Había una vez un Corderillo sediento que estaba bebiendo en un
arroyuelo. En esto estaba ocupado el Corderillo cuando llegó en esto
un Lobo en ayunas, buscando jaleo y atraído por el hambre.
-Pues sería alguno de los tuyos -dijo el Lobo, cada vez más enfadado-,
porque me tenéis mala voluntad a todos vosotros, vuestros pastores y
vuestros perros. Lo sé de buena tinta, y tengo que vengarme.
Una vez, una liebre se burlaba de las patas
tan cortas y de la lentitud al caminar de
una tortuga, sin embargo, esta no se quedó
callada y se defendió lanzando una risa y
diciéndole a la liebre: – Puede que seas
muy veloz amiga liebre, pero, estoy más
que segura de que podré ganarte una
carrera.
En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al
darse la vuelta y ya no verla, la liebre vió seguro su éxito sobre la
carrera y deicidió echarse una siesta.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía sin llegar la
tortuga, pero al mirar hacia la meta, vió a la tortuga muy cerca de la
final, y en un intento desesperado por correr lo más veloz que pudo, la
tortuga llegó y ganó.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por
sus defectos físicos, ya que pueden ser mejores en otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien
hechas es importante en la educación y para ello es necesario ser
pacientes.