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l lobo y el cordero

Cuentos clásicos
Autor:
 Jean de La Fontaine
 
Había una vez un Corderillo sediento que estaba bebiendo en un
arroyuelo. En esto estaba ocupado el Corderillo cuando llegó en esto
un Lobo en ayunas, buscando jaleo y atraído por el hambre.

-¿Cómo te atreves a enturbiarme el agua? -dijo el Lobo, malhumorado,


al Corderillo-. Castigaré tu temeridad.

-No se irrite, Vuesa Majestad- contestó el Cordero-. Considere que estoy


bebiendo
en esta corriente veinte pasos más abajo, y así mal puedo enturbiarle el
agua.

-Me la enturbias -gritó el feroz animal-, y me consta que el año pasado


hablaste mal de mí. 

-¿Cómo había de hablar mal yo de usted, si no había nacido todavía? Ni


siquiera estoy destetado todavía, que aún me amamante mi madre.

-Si no eras tú, sería tu hermano -dijo el Lobo . 

-No tengo hermanos, señor -dijo el Cordero.

-Pues sería alguno de los tuyos -dijo el Lobo, cada vez más enfadado-,
porque me tenéis mala voluntad a todos vosotros, vuestros pastores y
vuestros perros. Lo sé de buena tinta, y tengo que vengarme.

Dicho esto, el Lobo


cogió al Cordero, lo
llevó al fondo de sus
bosques y se lo comió,
sin más auto ni
proceso. 

Y es que de poco sirve


razonar, que la razón
del más fuerte siempre es la mejor.
 
Leyenda: El hada del viejo pino
Hubo una vez, en unas lejanas llanuras, un árbol
antiquísimo al que todos admiraban y que encerraba
montones de historias. De una de aquellas historias
formaba parte un hada, que había vivido en su interior
durante años. Pero aquella hada se convirtió un día en
una mujer que mendigaba y pedía limosna al pie del
mismo pino.
Muy cerca, vivía también un campesino (al que la
gente consideraba tan rico como egoísta), que tenía
una criada. Aquella criada paseaba cada mañana junto
al viejo pino y compartía con la mujer mendiga todo el
alimento que llevaba consigo. Pero cuando el
campesino se enteró de que la criada le daba el alimento a la señora que mendigaba, decidió
no darle ya nada para comer para no tener así que regalárselo a nadie.
Tiempo después, el campesino avaro acudió a una boda en la que tuvo la ocasión de comer y
beber casi hasta reventar cuando, regresando a casa, pasó cerca del pino y de la mujer que
mendigaba a sus pies. Pero en lugar de un árbol, el campesino vio un palacio precioso que
brillaba a más no poder. Animado aún por la boda, el campesino decidió entrar y unirse a lo
que parecía otra fiesta. Una vez dentro del palacio, el campesino vio a un hada rodeada por
varios enanitos disfrutando de un festín. Todos invitaron al campesino a compartir la mesa
con ellos y no lo dudó dos veces, a pesar de que había acabado muy lleno de la boda.
El campesino, ya sentado en la mesa, decidió meterse todo cuanto pudo en los bolsillos,
puesto que ya no le cabía nada en el estómago. Acabada la fiesta, el hada y los enanitos se
fueron a un salón de baile y el campesino decidió que era el momento de volver a casa.
Cuando llegó, quiso presumir de todo cuanto le había pasado ante su familia y sus criados y,
para demostrarlo, sacó todo cuando había metido en sus bolsillos. Pero, oh, oh…de los
bolsillos no salió nada.
El campesino, enfurecido por las risas de todos, ordenó a la criada que se fuera de su casa y
que comprobara si quisiera cuanto le había contado. La pobre joven salió de la casa
entristecida, y acudió hasta los pies del pino. Pero, de pronto, poco antes de llegar, notó
algo muy brillante en los bolsillos de su delantal. Eran monedas de oro.
Tan contenta se puso la criada que decidió no regresar nunca más al hogar del campesino
egoísta, y fue a ver a la mujer que mendigaba en el pino para darle algunas monedas.
 Tome señora, unas pocas monedas que tengo, seguro que le ayudarán. – Dijo la
joven.
Y en aquel mismo momento la falsa mendiga retomó su forma de hada, recompensando la
actitud de la joven con un premio todavía mayor, su libertad y su felicidad eternas.
La liebre y la tortuga


 Una vez, una liebre se burlaba de las patas
tan cortas y de la lentitud al caminar de
una tortuga, sin embargo, esta no se quedó
callada y se defendió lanzando una risa y
diciéndole a la liebre: – Puede que seas
muy veloz amiga liebre, pero, estoy más
que segura de que podré ganarte una
carrera.

La liebre, sorprendida por lo que le dijo la


tortuga, aceptó el reto sin pensarlo dos veces, ya
que ella estaba muy segura de que ganaría a la tortuga a ojos cerrados.
Entonces, ambos propusieron a la zorra, que fuese ella quien señalase el
camino y la meta.

Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y al sonar la


cuenta de tres, se inició la carrera de estos dos contendientes. La
tortuga no dejaba de caminar y caminar, pero a su lento paso, avanzaba
tranquilamente hacia la meta.

En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al
darse la vuelta y ya no verla, la liebre vió seguro su éxito sobre la
carrera y deicidió echarse una siesta.

Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía sin llegar la
tortuga, pero al mirar hacia la meta, vió a la tortuga muy cerca de la
final, y en un intento desesperado por correr lo más veloz que pudo, la
tortuga llegó y ganó.

Moraleja: la enseñanza es que las metas se consiguen poco a poco, con


trabajo y esfuerzo. Aunque a veces parezcamos lentos, el éxito llegará
siempre.

También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por
sus defectos físicos, ya que pueden ser mejores en otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien
hechas es importante en la educación y para ello es necesario ser
pacientes.

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