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Cuento de Caperucita roja

Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia
aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una
bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita
roja.

Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que
le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.

– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –
le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser
peligroso”.

Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes
que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia
casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba.

No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: –
“Caperucita, caperucita ¿a
dónde vas con tantas prisas?”

Caperucita lo miró y pensó en


lo que le había pedido su mamá
antes de salir, pero como no
sintió temor alguno le contestó
sin recelo. – “A casa de mi
abuelita, que está muy
enfermita”.

A lo que el lobo replicó: – “¿Y


d ó nde vive tu abuelita?”.

– “Más allá de donde termina


el bosque, en un claro rodeado de grandes robles”. – Respondió Caperucita sin sospechar que
ya el lobo se deleitaba pensando en lo bien que sabría.

El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si primero tomaba
a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna, pero igual servirá”, – se
dijo mientras ideaba un plan.
Mientras acompañaba a esta por el camino, astutamente le sugirió: – “¿Sabes qué haría
realmente feliz a tu abuelita? Si les llevas algunas de las flores que crecen en el bosque”.

Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las palabras de
su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del camino”. A lo que el lobo le
contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es un atajo con el que llegarás más rápido
a casa de tu abuelita”.

Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El lobo sin perder
tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó haciéndole creer que era su
nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se puso su gorro, su camisón y se metió en la
cama a esperar a que llegase el plato principal de su comida.

A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y al ver que
nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde se encontraba tumbada
su abuelita con un aspecto irreconocible.

– “Abuelita, que ojos más grandes tienes”, –


dijo con extrañeza.

– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo


imitando con mucho esfuerzo la voz de la
abuelita.

– “Abuelita, pero que orejas tan grandes


tienes” – dijo Caperucita aún sin entender por
qué su abuela lucía tan cambiada.

– “Son para oírte mejor”, – volvió a decir el lobo.

– “Y que boca tan grande tienes”.

– “Para comerte mejooooooooor”, – chilló el lobo que diciendo esto se abalanzó sobre
Caperucita, a quien se comió de un solo bocado, igual que había hecho antes con la abuelita.

En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí, que oyó lo que parecía
ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar hasta la cabaña, en la que
para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una siesta, con la panza enorme de lo harto que
estaba.

El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó que era mejor
usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había comido el bribón. Y así
fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita y a su abuelita, quienes aún estaban
vivas en el interior del lobo.

Entre todos decidieron darle un escarmiento al lobo, por lo que le llenaron la barriga de
piedras y luego la volvieron a coser. Al despertarse este sintió una terrible sed y lo que pensó
que había sido una mala digestión. Con mucho trabajo llegó al arroyo más cercano y cuando
se acercó a la orilla, se tambaleó y cayó al agua, donde se ahogó por el peso de las piedras.

Caperucita roja aprendió la lección y pidió perdón a su madre por desobedecerla. En lo


adelante nunca más volvería a conversar con extraños o a entretenerse en el bosque.
Cuento: El Gato con Botas
Érase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. El molinero solo tenía tres posesiones
para dejarles cuando muriera: su molino, un asno y un gato. Estaba en su lecho de muerte
cuando llamó a sus hijos para hacer el reparto de su herencia.

–“Hijos míos, quiero dejarles lo poco que tengo antes de morir”, les dijo. Al hijo mayor le
tocó el molino, que era el sustento de la familia. Al mediano le dejó al burro que se encargaba
de acarrear el grano y transportar la harina, mientras que al más pequeño le dejó el gato que
no hacía más que cazar ratones. Dicho esto, el padre murió.

El hijo más joven estaba triste e


inconforme con la herencia que había
recibido. –“Yo soy el que peor ha salido
¿Para qué me puede servir este gato?”, –
pensaba en voz alta.

El gato que lo había escuchado, decidió


hacer todo lo que estuviese a su alcance
para ayudar a su nuevo amo. – “No te
preocupes joven amo, si me das un bolso y un par de botas podremos salir a recorrer el mundo
y verás cuántas riquezas conseguiremos juntos”.

El joven no tenía muchas esperanzas con las promesas del gato, pero tampoco tenía nada que
perder. Si se quedaba en aquella casa moriría de hambre o tendría que depender de sus
hermanos, así que le dio lo que pedía y se fueron a recorrer el mundo.

Caminaron y caminaron durante días hasta que llegaron a un reino lejano. El gato con botas
había escuchado que al rey de aquel país le gustaba comer perdices, pero como eran tan
escurridizas se hacían casi imposibles de conseguir. Mientras que el joven amo descansaba
bajo la sombra de un árbol, el gato abrió su bolsa, esparció algunos granos que le quedaban
sobre ella y se escondió a esperar.

Llevaba un rato acechando cuando aparecieron un grupo de perdices, que encontraron el


grano y se fueron metiendo una a una en el saco para comérselo. Cuando ya había suficientes,
el gato tiró de la cuerda que se encontraba oculta, cerrando el saco y dejando atrapadas a las
perdices. Luego se echó el saco al hombro y se dirigió al palacio para entregárselas al rey.

Cuando se presentó ante el rey le dijo: – “Mi rey, el Marqués de Carabás le envía este
obsequio. (Este fue el nombre que se le ocurrió darle a su amo)”. El rey complacido aceptó
aquella oferta y le pidió que le agradeciera a su señor. Pasaron los días y el gato seguía
mandándole regalos al rey, siempre de parte de su amo.

Un día el gato se enteró de que el rey iba a pasear con su hermosa hija cerca de la ribera del
río y tuvo una idea. Le dijo a su amo: – “Si me sigues la corriente podrás hacer una fortuna,
solo quítate la ropa y métete al río”. Así lo hizo el hijo del molinero hasta que escuchó a su
gato gritando: – “¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Se ahoga el Marqués de Carabás! ¡Le han robado sus
ropas!”.

El rey atraído por los gritos se acercó a ver qué pasaba.


Al ver que se trataba del Marqués que tantos obsequios
le había enviado, lo envolvió en ropas delicadas y lo
subió en su carruaje para que les acompañara en el
paseo.

El astuto gato se adelantó a la comitiva real y se dirigió


a las tierras de un temido ogro, donde se encontraban
trabajando unos campesinos. Los amenazó diciéndoles:
– “Cuando el rey pase por aquí y les pregunte de quién
son estas tierras, deberán responder que pertenecen al
Marqués de Carabás, sino morirán”.

De esta manera cuando el rey cruzó con su carruaje y


preguntó a quién pertenecían aquellas tierras, todos los campesinos contestaron: – “Son del
señor Marqués de Carabás”.

El gato con botas que se sentía muy complacido con su plan, se dirigió luego al castillo del
ogro, pensando en reclamarlo para su amo. Ya había escuchado todo lo que el ogro podía
hacer y lo mucho que le gustaba que lo adularan. Así que se anunció ante él con el pretexto
de haber viajado hasta allí para presentarle sus respetos.

Cuando estuvo solo con el ogro, el gato le dijo: – “Me han dicho que es capaz de convertirse
en cualquier clase de animal, como por ejemplo un elefante o un león”.

– “Es cierto”, – contestó el ogro muy halagado y se transformó de inmediato en un rugiente


león para demostrarlo.

A lo que el gato contestó: – “¡Sorprendente! ¡Ha sido increíble! Pero me impresionaría más
si pudieras transformarte en algo tan pequeñito como un ratón. Eso debe ser imposible,
incluso para un ogro tan poderoso como tú”.
El ogro ansioso por impresionar al gato, se convirtió en un segundo en un diminuto ratón,
pero apenas lo hizo el gato se lanzó sobre él y se lo tragó de un bocado.

Fue así como el gato reclamó aquel palacio y las tierras circundantes para el recién nombrado
Marques de Carabás, su joven amo. Allí recibió al rey, que impresionado ante el lujo y la
majestuosidad del castillo, le propuso de inmediato la mano de su hija en matrimonio. El hijo
del molinero aceptó y luego de que el rey murió gobernó aquellas tierras, al lado de el gato
con botas a quien nombró primer ministro.
Cuento de hadas: El Hada de la noche
Hace mucho, muchísimo tiempo atrás,
cuando en la Tierra comenzaron a habitar
los primeros hombres, ya existían bestias
temibles que dominaban la oscuridad y
sembraban el terror a su paso.

Por fortuna, también existían seres


buenos y compasivos, como las hadas,
que sirvieron al hombre y le protegieron
de todo peligro. Así, para que los primeros habitantes de la tierra no murieran de frío en el
crudo invierno, el Hada de la Luz les regaló el fuego. Y para que pudieran defenderse de los
grandes monstruos, el Hada de los Metales, les regaló espadas y escudos.

Todas las hadas bondadosas tenían algo que obsequiar a los hombres, todas menos el Hada
de la Noche, que a pesar de ser generosa, no podía encontrar un regalo que pudiera ser de
utilidad.

Un buen día, mientras descansaba en el regazo de un río, el Hada de la Noche se encontró


con un muchacho que temblaba de frío a los pies de un árbol. Cuando le preguntó, el triste
chiquillo solo pudo explicarle que había perdido todo en la vida, y que un furioso dragón
había devorado su casa, su caballo y su gato.

Con el corazón arrugado, el hada buena quiso compensarle con un noble detalle, agarró un
trozo de su vestido, hecho de la noche más oscura, y dibujó con él la silueta exacta del
muchacho. Seguidamente, la colocó sobre el suelo y la llenó de magia, y el muchacho se
llenó de alegría al ver que la silueta imitaba todos sus movimientos.

Entonces, el Hada de la Noche recorrió el mundo entero, regalándole a cada hombre su propia
sombra, hecha con los retazos de su vestido, para que jamás volvieran a sentirse solos en el
mundo.

César Manuel Cuervo


Cuento de hadas: El deseo de Luisa
Hace mucho tiempo, existió
un pueblito pequeño de
nombre Tristonia, cuyos
habitantes eran muy pobres,
tan pobres, que apenas
tenían para comer o para
vestir. Sin embargo, a pesar
de la pobreza, eran personas
muy bondadosas, que
compartían todo cuanto
tuviesen, incluso la tristeza.

En efecto, las personas de aquel pueblito siempre andaban tristes y esperaban con
impaciencia la llegada del nuevo año, pues durante esa fecha, el hada de los pobres aparecía
justo a las doce de la noche, para conceder un deseo a la persona que tuviese el corazón más
bondadoso de todos.

En aquel pueblito, vivía una dulce muchacha llamada Luisa, que se levantaba cada mañana
bien temprano a trabajar la tierra para poder obtener comida, y brindarla a los más pobres de
Tristonia. Las tierras de Luisa no eran buenas, y la pobre campesina debía trabajar día y
noche para lograr abundante comida.

Cuando terminaba la época de cosecha, repartía lo obtenido entre todos y a partes iguales, y
solo se quedaba para ella una porción muy pequeña de los alimentos. Su alma era tan
generosa, que se compadecía de todos los seres de Tristonia, y sufría por todos los niños que
se iban a la cama sin probar bocado alguno.

Finalmente, llegó el último día del año, y todos esperaban impacientes la aparición del hada
mágica para que concediera un deseo. Cuando todos comenzaban a impacientarse, se abrió
una luz en el cielo, y descendiendo hizo su entrada la noble figura del hada. Tras mirar a
todos los ciudadanos, decidió que el deseo sería para la buena de Luisa, y ¿Saben lo que Luisa
pidió?

Pues más tierras para cultivar, y así dar de comer a todos los niños de la ciudad. Las persona
aplaudieron emocionadas, y Luisa pudo ver su deseo hecho realidad.
Cuento de hadas: El Hada que no
podía volar

Había una vez, un lugar especial donde habitaban todos los seres mágicos del mundo. Desde
horribles ogros, hasta elfos de oreja puntiaguda. Por supuesto, las hadas también vivían en
aquel lugar, donde reinaba la paz y la armonía.

Entre las hadas, existía una muy pequeña y de blancos cabellos que, a diferencia de sus
hermanas, no podía volar, pues había nacido sin alas. Inés, como se llamaba la pequeña, había
crecido con mucha tristeza al ver como el resto de las hadas se alzaban hasta el cielo y reían
de placer volando entre las ramas de los árboles y empinándose hasta las nubes.

Sin embargo, como sólo podía caminar, poco a poco se hizo de grandes amigos que no
habitan en las alturas, como las ranas y los conejos, y estos le enseñaron todos los escondrijos
y pasadizos secretos de aquella tierra mágica.

Un buen día, mientras transcurría una hermosa mañana llena de tranquilidad, los humanos
irrumpieron de la nada con espadas y con odio, y sembraron el caos entre todos los habitantes
mágicos del lugar. Las hadas, desesperadas, corrieron para salvar sus vidas, pero los hombres
más altos lograban capturarlas y encerrarlas en sus jaulas.

En ese momento, la pequeña Inés corrió al encuentro de sus hermanas y les indicó la entrada
a un túnel secreto por donde podrían escapar de los humanos. Sin embargo, el túnel era tan
pequeño, que las hadas no podían entrar con sus alas enormes. Algunas se negaron
rotundamente, pero la mayoría quebraron sus alas y escaparon junto a Inés para ponerse a
salvo. Luego agradecieron a la valerosa Inés por haberlas salvado y jamás volvieron a
menospreciarla.
Los ratones, de Lope de Vega
Juntáronse los ratones para librarse del gato
y después de largo rato
de disputas y opiniones
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel
que andando el gato con él
librarse mejor podrían
Salió un ratón barbicano
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo
dijo al senado romano
después de hablar culto un rato
¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?

Agua, ¿dónde vas?, de Federico García Lorca


Agua, ¿dónde vas?
Riendo voy por el río
a las orillas del mar
Mar, ¿adónde vas?
Río arriba voy buscando
fuente donde descansar
Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada
Yo…, ¡temblar!
¿Qué deseo, qué no deseo
por el río y por la mar?
Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.
Mariposa del aire, de Federico García Lorca
¡Qué hermosa eres!
Mariposa del aire
dorada y verde
Luz de candil
Mariposa del aire
quédate ahí, ahí, ahí
No te quieres parar
pararte no quieres
Mariposa del aire
dorada y verde
Luz de candil
Mariposa del aire
quédate ahí, ahí, ahí
quédate ahí
Mariposa ¿estás ahí?

Canción de cuna del elefante, de Adriano del Valle


El elefante lloraba
porque no quería dormir
Duerme elefantito mío
que la luna te va a oír
Papá elefante está cerca
se oye en el Manglar su mugir
Duerme elefantito mío
que la luna te va a oír
El elefante lloraba
y alzaba su trompa al viento
parecía que en la luna se limpiaba la nariz.
El lagarto está llorando
El lagarto está llorando
La lagarta está llorando
El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos
Han perdido sin querer su anillo de desposados
¡Ay! su anillito de plomo
¡ay! su anillito plomado
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros
El sol, capitán redondo
lleva un chaleco de raso
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay, cómo lloran y lloran!
¡Ay, ay, cómo están llorando!
Letra de la canción para niños Que llueva, que llueva

Que llueva, que llueva,


la vieja de la cueva,
los pajaritos cantan,
las nubes se levantan,

¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación.

Que siga lloviendo


los pájaros corriendo
florezca la pradera
al sol de primavera

¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación.
Letra de la canción para niños Todos los patitos

Todos los patitos


se fueron a nadar
y el más pequeñito
se quiso quedar

su mamá enfadada
le quiso regañar
y el pobre patito
se puso a llorar

Los patitos en el agua


meneaban la colita
y decían uno al otro
ay! que agua tan fresquita.

Los patitos en el agua


meneaban la colita
y decían uno al otro
ay! que agua tan fresquita.
Letra de la canción para niños: El cocherito

El cocherito, leré

me dijo a noche, leré,

que si quería, leré

montar en coche, leré.

Y yo le dije, leré

con gran salero, leré.

no quiero coche, leré

que me mareo, leré.

El nombre de María

que cinco letras tiene:

la M, la A, la R, la I, la A.

M-A-RÍ-A.
Letra de la canción Palmas palmitas

Palmas, palmitas,

higos y castañitas,

azúcar y turrón

para mi niño/a son.

Palmas, palmitas,

que viene papa

palmas palmitas

que luego vendrá

Palmas, palmitas,

que viene papa

palmas palmitas

que en casa ya está


Letra de la canción de los números

Un, dos, tres


Un, dos, tres
Son los números
son los números
si, si, si
Uno, dos, tres, cuatro
si, si, si
Son los números
son los números
si, si, si

El uno es un soldado haciendo la instrucción.


El dos es un patito que está tomando el sol.
El tres una serpiente que baila sin parar.
El cuatro es una silla que invita a descansar.
El cinco es un conejo que salta sin parar.
El seis es una pera redonda y con rabito.
El siete un caballero con gorra y con bastón.
El ocho son las gafas que usa don Ramón.
El nueve es un hijito atado a un globito.
El cero una pelota que acaba esta canción.
adivino

Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un


vecino, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo
lo que había en su interior.

El adivino levantose de un salto y salió corriendo hacia su casa, desencajado y suspirando,


para ver lo que había sucedido.

Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr le dijo:

-Oye, amigo, tú que te vanaglorias de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has
previsto lo que te sucedería a ti?

El adivino no supo qué responder.

Moraleja: no hay que fiarse de aquellos que dicen que pueden adivinar el futuro de los
demás. Tan sólo pretenden estafarnos y quitarnos nuestro dinero.
El congreso de los ratones

Había una vez una familia


de ratones que vivía en la despensa
de una casa, pero temiendo siempre
los ataques de un enorme gato, los
ratones no querían salir. Ya fuera de
día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a
petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.

El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos
vivir así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un cascabel al gato, y así


sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos pondrá en alerta y podremos
escapar a tiempo.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y
felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada
del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.

- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión
importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato?

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque no
podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a sentir miedo. Y todos,
absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.

Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo


La bruja

Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y fórmulas para
calmar la cólera de los dioses.

Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes cantidades de


dinero de este modo de vida.

Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces supremos del
país.

Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte.

Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo:

- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido persuadir
a los hombres?

Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo problema que
tengas a cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los suyos.
El lobo con piel de oveja

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se
metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente
al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro,
quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al
lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.


El niño y los dulces

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero
cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.

Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.

Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la
mano con los dulces-.

Moraleja: Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás.

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