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Colmenares - HSyE de Colombia 1
Colmenares - HSyE de Colombia 1
Y SOCIAL DE COLOMBIA I
\
1537-1719
\~
por
GERMÁN COLMENARES
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Universidad
del Valle BANCO DE LA REPÚBLICA COLCIENCIAS EDITORES
T
EDITORES
•TERCER MUNDO S.A. SANTAFÉ DE BOGOTA
TRANSV. 2a.A. No. 67-27, TELS. 2550737 -2551539,AA. 4817, FAX 2125976
© Marina de Colmenares
© TM Editores en coedición con la Fundación General de Apoyo
a la Universidad del Valle, Banco de la República y Colciencias
Luden Febvre
•,
.•
CONTENIDO
ÍNDICE DE CUADROS ix
ÍNDICE PE GRÁFICOS X
ÍNDICE DE MAPAS X
ABREVIATURAS UTILIZADAS xi
FUENTES PUBLICADAS xii
NOTA DE LOS EDITORES xiii
PRÓLOGO XV
INTRODUCCIÓN xxi
ÍNDICE DE MAPAS
I':[
il
i!
PRÓLOGO
LA NATURALEZA DE LA CONQUISTA
1 Cf. Silvio Zavala, Las instituciones jurídicas en la conquista de América, Madrid, 1935. Un
resumen de la tesis central en Ensayos sobre la colonización espafiola en América. Buenos
Aires, 1944. El historiador chileno ÁlvaroJara subraya ese aspecto en la guerra secular
contra los araucanos en Guerre et société au Chili. Essai de sociologie coloniale. París, 1961.
Un análisis local de los mecanismos económicos de la conquista en Mario Góngora, Los
gnipos de conquistadores en Tierra Finne (1509-1530). Santiago de Chile, 1962.
2 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
2 Cf. Pierre Vilar, Oro y moneda en la historia, 1450-1920. Barcelona, 1969, p. 59.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 3
senda de realidades mucho más banales pero tan persistentes que a la lar-
ga fueron más decisivas.
Ante todo, los conflictos frecuentes entre los empresarios financieros o
los abogados destacados de la Audiencia de Santo Domingo y los soldados
que entraban a saco en los pueblos indígenas para apropiarse de un botín.
El reparto suscitaba siempre querellas acerca de los privilegios de los hom-
bres de negocios y respecto a la flaqueza de lo que tocaba a los soldados.
Los oficiales de la Corona se quejaban también de los .abusos cometidos
por los caudillos en detrimento del Tesoro real 3 . Est~s querellas podían
3 DIHC. I, 216. II, 11, 18, 64, 127, 177, 193. III, 113, 2~1, 297, 317. IV, 133, 184.
(
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 5
ETAPAS DE LA OCUPACIÓN
•
Carl Ortwin Sauer y Mario Góngora6 han subrayado la precariedad de las
primeras ocupaciones españolas a lo largo de la costa norte de la Nueva
Granada, la personalidad peculiar de los ocupantes y, sobre todo, el alcan-
ce económico de las empresas de pillaje conocidas como «cabalgadas» y que
se desarrollaron a partir de 1510. De estos análisis se desprende la ausencia
de una actitud colonizad?ra, (ocupación permanente del suelo o de un pro-
yecto de largo aliento) de parte de los españole,s. Los contí:¡.ctos con las
civilizaciones indígenas fueron pasajeros -la necesidad misma de tales
contactos estaba determinada por las condiciones demográficas cada vez
peores en Santo Domingo- y fueron, en general, devastadores. Este fenó-/ "-
meno de inestabilidad se debe en parte, sin duda, al hecho de que los con-IV ':'
quistadores no pudieron conocer sino muy tardíamente la extensión réal \
\
4 Cf. Magnus Morner, La corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América.
Estocolmo, 1970, pp. 18 y ss.
5 Ibid.
6 Góngora, op. cit., C.0. Sauer, The Early Spanish Main. Berkeley and Los Ángeles, 1966.
6 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
·7 Cf. Juan Friede, Los We/ser en la conquista de Venezuela. Caracas, Madrid, 1961 pp. 94 y ss.
Idem, Invasión del país de los chibchas, Bogotá, 1966, pp. 24 y ss.
8 DlliC. I, 97.
LA ocUPACIÓN.ESPAÑOLA 7
... yendo a buscar canteras para sacar piedra y otros vecinos de esta ciudad
con ellos, hallaron y descubrieron ciertos entierros y sepulturas de indios.
de donde se hubieron y sacaron hasta doce mil pesos de oro bajo que redu-
15
cidos en bueno, quilatado, fueron cuatro mil pesos ...
mano de obra muy escasa. Algunos, como el mismo gobernador, podían dis-
poner de algunos .esclavos n~gros, ~rivil~g_io reserva~~ e~tonces m_edi~nte un
sistema de licencias a los dignatanos civiles y eclesiasticos. Al termino del
episodio, los oficiales de la Corona concluían que sólo 35 personas se habían
22
aprovechado y que más de 500 no tenían un pan qué comer .
Sin embargo, el episodio de las sepulturas atrajo la atención de los con-¡
quistadores hacia las fuentes presumibles de tantas riquezas. Pedro de He-\
redia se obstinó en hacer averiguaciones entre los indígenas utilizando la
tortura con largueza23 . se supoma , correet ament e que ex1s. t'1a un comerc10
.
del oro entre los indígenas del Sinú y del Darién y aquéllos que debían
encontrarse del otro lado de las sierras. Después de la expedición de Fran-
cisco César a la región de Antioquia, enviada en 1536, este cálculo se reveló
exacto. Según el licenciado Vadillo -quien más tarde se vio impulsado a
repetir la expedición él mismo-, los indios del Sinú debían remóntar el
río para llegar hasta el mercado en donde intercambiaban el oro. La pala-
bra que designaba este mercado, Mocly, era repetida constantemente por
los indígenas y los españoles llegaron a pensar que se trataba de la provin-
cia en donde se encontraba el oro • Jin :r:_~fü:lCLcUosjl}s!_ígenas_deLSinú_eranl
24
22 DIHC, V, 148.
23 !bid. IV, 38.
24 CDI. l, 41, 397 y ss.
25 !bid. 406. Los testimonios de los cronistas acerca de la explotación y del comercio de oro
entre los indígenas han sido cuidadosamente analizados por Hermann Trimborn, Se1io-
río y barbarie en el valle del Cauca (estudio sobre la antigua civilización quimbaya y grupos afines
del oeste de Colombia). Madrid, 1949, Cf. especialmente pp. 160, 167, 174, 175, 178. -
10 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
encontraban las huellas lamentables que habían dejado a su paso los con-
quistadores de otras provincias. Por eso se pedía con insistencia a la Coro-
na que prohibiera la penetración a los vecinos y se les acusaba de usurpar
los supuestos dominios de la provincia 26 •
Hasta finales de 1534, García de Lerma abrigó la esperanza de llegar por
tierra hasta el Perú27 • La empresa, mucho más ambiciosa de lo que suponía
entonces, se veía complicada por el hecho de que el gobernador se encon-
traba trenzado en escaramuzas constantes con los indígenas de la misma
provincia de Santa Marta. Así, todos sus esfuerzos se saldaron en fracasos.
La penetración no había ido más allá de los umbrales del Magdalena Me-
dio y sólo había logrado ampliar el campo de operaciones de las «cabalga-
das». Hacían falta capitales, abastecimientos, armas y soldados. Éstos sobre
todo no debían inmigrantes bisoños sino que se requerían hombres de las
islas, habituados ya a este tipo de empresas. ~
Con todo, la experiencia acumulada no resultaba inútil a la larga. Cuando
uno de los lugartenientes de Pedro Fernández de Lugo llevó a término la
aventura definitiva a las altas mesetas andinas, una buena parte de la ruta
había sido explorada y se había calculado el costo en hombres y en mate-
rial. Fernández de Lugo, el adelantado de las Islas Canarias (el título lo
había heredado de su padre), se encontraba en mejores condiciones que sus
predecesores en la gobernación. Él podía aportar recursos financieros y,
como el momento era propicio, se había asegurado un ªEºYº de parte de
la Corona con el que los otros no habían contado del todo 28 . El adelantado
ofrecía conducir mil infantes y ciento cincuenta hombres de a caballo, cons-
truir tres fortalezas y seis naves, todo a su costa. La Corona, por su parte, le.
garantizaba privilegios desconocidos hasta entonces por los gobernadores.
No cabe duda de que el descubrimiento del Perú estimuló este último
esfuerzo. Otro tanto puede decirse de la ocupación del occidente de la Nueva
Granada, llevada a cabo por lugartenientes de Pizarra. Hasta ese momento
(1533) la concepción geográfica estaba limitad.a por el nlícleo en torno al
mar interior del Caribe y por la idea de que la Tierra Firme confinaba hacia
el sur con el mar Pacífico. La aventura peruana amplió esta noción, aun
cuando los nuevos descubrimientos se ubicaran en la imaginación como
los últimos confines concebibles de ese mar ignoto. La certidumbre era tran-
quilizadora y podía empujar a los devastadores de la franja costera hacia
empresas mayores en un espacio que ya se había limitado.
· 26 DIHC. Il, 269, 277 y ss. ill, 63, 97, 155. N, 127.
27 Ibid. m, 155.
28 Jbid. 170 y SS.
LA ocUPACIÓN ESPAÑOLA 11
... Créese, según esto, que están cerca de los fines y confines del Perú, por-
que and¡m con sus mantas atadas por debajo del brazo como gente de la
Nueva España o del Perú y las mujeres vestidas con dichas mantas cubier-
tas sus vergüenzas y gran reconocimiento de vasallaje, especialmente a un
30
Nutibara Cinufana que es el señor de estas primeras sabanas ...
La fundación de ciudades
29 cm. Loe; cit. Pedro Cieza de León, [¡¡ crónica del Pení. Madrid, 1947, pp. 362 y SS.
30 DIHC. IV, 247.
31 Cf. Juan Friede et al., Historia de Pereira. Pereira, 1963, pp. 190 ss. La fuente más conocida
para estas expediciones en cm. I, 2, 267 y SS. También Cieza de León, op. cit., PP· 362 y SS.
32 Cf. El texto publicado por Antonio Muro en Anuario de Estudios Americanos, Vol. 2. Sevi-
lla, 1942.
12 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
toda nueva conquista que no estuviera autorizada por las Audiencias obe-
decía al designio de la Corona de retomar la carga que ella había abando-
nado a la iniciativa de los particulares desde el comienzo. Se quiso ante
todo hacer cesar un derroche de vidas humanas, las de los indígenas que
eran arrancados de sus comunidades para servir en las expediciones de
donde no retornaban jamás y las de los pueblos conquistados, tratados
como enemigos y arrojados a las minas o torturados para sonsacarles «el
secreto de la tierra».
En la Nueva Granada, sin embargo, la fundación de ciudades se prosi-
guió después de 1537 y la prohibición contenida en las Leyes Nuevas no
fue óbice para continuar la penetración del territorio aun después de su
promulgación, en 1548. Cada expedición desencadenaba otras, destinadas
a aumentar los bienes a repartir. Siempre quedaban descontentos que que-
rían obtener una encomienda o escalar los rangos sociales y convertirse en
alcaldes y regidores de una ciudad, por modesta que fuera. Se trataba casi
siempre de fundaciones que no sobrepasaban los cien vecinos, y a veces no
llegaban a cincuenta.
r Frente a la inmigración española a otras partes de América, un estudio
33
-1 reciente demuestra que, entre 1520 y 1538, correspondió a la Nueva Gra-
1
! nada un 7.3% del total de inmigrantes españoles. México, Santo Domingo,
Perú y aún Río de la Plata y Panamá recibieron muchos más en el mismo
período. Para el período subsiguiente (1540-1559), posterior a la ocupación
de las mesetas andinas, la Nueva Granada asciende su participación a 10.2%
y se coloca en tercer lu~ar después del Perú y la Nueva España (37% y
23.4%, respectivamente)3 • Aun así, hacia 1547 no habitaban más de ochocien-.
tos españoles en todo el Nuevo Reino35 . Esta cifra de ocupantes tan modesta
pesaba, sin embargo, demasiado sobre los recursos indígenas. De allí que Díez
de Armendáriz se preocupara por organizar una expedición destinada a so-
correr al licenciado La Gasea en el Perú y, cuando este objetivo se volvió in-
necesario por la victoria sobre los revoltosos, enviara a los mismos hombres
a descubrir una ruta más expedita al Magdalena, lo que dio por resultado
la fundación de Pamplona. Por el contrario, cuando, en 1541, Hernán Pérez
había comunicado su decisión de emprender la búsqueda del Dorado, los cabil-
dos de Tunja y Santa Fe se habían opuesto porque las dos ciudades quedaban
desamparadas y desprovistas de hombres para defenderlas.
La fundación sucesiva de Vélez, Tunja, Tocaima y Pamplona alcanza-
ron los últimos confines de la influencia chibcha. La llegada de los oidores
de la Audiencia marca un término convencioné3_:1 a la Conquista. En reali-
dad, a partir de entonces crece el número de gentes deseosas de entrar a
saco en nuevos territorios. Una vez que la paz se restableció en el Perú
(1548), el Nuevo Reino se vio asediado por una oleada de aventureros que
intentaban atravesarlo puesto que la travesía por Nombre de Dios había
sido prohibida. Del sur llegaban también rebeldes en busca de refugio, de-
seosos de incorporarse a cualquier expedición. Con ellos se fundó, por ejem-
plo,San Sebastián de la Plata, en 1550. La Audiencia, por su parte, autorizó
la expedición de Andrés López de Galarza y la fundación de !bagué, lo
mismo que una expedición de Melchor Valdez destinada a pacificar a los
muzos. Según la Audiencia,
... por la necesidad en que la tierra se ponía, y por la vejación que los espa-
ñoles y naturales recibían en los sustentar, ha parecido ser cosa conveniente
que se enviase a poblar los dichos pueblos que hemos dicho, y por cualquier
vía que posible sea, procuraremos desaguar la más gente que queda en este
36
Reino, ppr los inconvenientes que de estar en ella gente holgada se sigue ...
... además del bien que se hace a los dichos naturales, saldrán del Nuevo
Reino mucha copia de gente de españoles que están ociosos y sin tener ofi-
cio alguno de que todo el Reino recibe gran daño y perjuicio por ser la tierra
37
pobre y estrecha ...
MAPAl
NUEVO REINO DE GRANADA. OCUPACIÓN ESPAÑOLA
76º 72º
CONVENCIONES
e Limites de la ocupación
Q Indios no sometidos
@ Sentido de la ocupación
16 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
los espacios vacíos de las tierras calientes, las vertientes de las cordilleras que
caen sobre el valle del Magdalena y que separan netamente las conquistas de
Belalcázar y de Robledo de las de Quesada y sus capitanes. Era necesario lle-
nar este espacio y hacer ceder una frontera interior para comunicar las dos
regiones.
En 1550 se establecen las ciudades de Neiva e Ibagué. La de Neiva que-
da ubicada a medio camino entre Timaná y Tocaima, los accesos a Popayán
y Santa Fe. Ibagué sirve de etapa intermedia en el recién descubierto cami-
no a Cartago, a través de la selva del Quindío (v. Mapa 2). En el caso de
Ibagué existía un interés suplementario para su fundación. Según la Au-
diencia, la región estaba
... muy cerca de donde son l¡is minas que al presente este Reino trata ... Pi-
dióse por parte de esta ciudad que se fuese a poblar, así por lo que convenía
al sustento y seguridad de dichas minas, como por la mucha gente que en
40
este Reino había perdida ...
El oro, pues, era el que despertaba el interés por estas regiones y que
multiplicaba las fundaciones de las tierras bajas, pobres en indígenas y
muy lejos de los recursos agrícolas del Nuevo Reino. En 1562, el fiscal Gar-
cía de Valverde mostraba su desaprobación por estas fundaciones al rendir
su concepto sobre la petición de los vecinos de Vitoria:
... con no tener los dichos vecinos de Vitoria más que una mina consumen
y acaban los indios en ellas trayéndolos con gran desorden en las dichas
minas porque como aquella tierra es de arcabucos cerrados y de grandes
montañas de mal temple y sin ninguna recreación y adonde ni se dan plan-
tas ni se crían ganados y la comida de maíz muy poca y caro, ningún otro
intento tienen si no es echar los indios a minas, como gente que está de paso
y va de camino y que en aquel paso y poco tiempo han de sac.ar y aprove-
charse sacando todo el oro que pudieren aunque sea con sangre y a costa
de las vidas de los dichos indios y aun de las almas, porque todo va para lo
ir a gastar y vivir a otras pai:tes, porque de más que aquella tierra no es para
41
perpetuarse, los indios son pocos y se acabarán con brevedad ...
La ocupación de estas !egiones fue la más lenta puesto que duró más de
treinta años sin asegurar una verdadera colonización y sin poner al abrigo
a sus habitantes de rebeliones indígenas. Fueron también estas regiones las
que proporcionaron rasgos de violencia pe:rdurable a la sociedad colonial
40 DIHC. X, 333.
41 AHNB. Min. Tol., t. 5 f. 737 v.
LA ocUPACIÓN ESPAÑOLA 17
MAPA2
CAMINOS Y DIVISIONES ADMINISTRATNAS
76' 72'
4'
CONVENCIONES
Caminos
_.,. Vfas fluviales
Gobernaciones
.. -.... Corregimientos
......,., Provincias
1, ~ ,,) Zonas de frontera
18 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
42 Cf. Pedro de Aguado, Recopilación historial. Bogotá, 1966. T. II, pp. 19 y 80.
43 AGI. Santa Fe L. 68 r. I Doc.
44 !bid. Doc. 19.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 19
años, Rodas llegó a ser muy rico pues añadía a sus explotaciones mineras
actividades agrícolas y ganaderas. En 1576, frente a una rebelión indígena
provocada por las incursiones del gobernador Andrés de Valdivia en el
interior de la provincia, Rodas se propuso la conquista de los territorios
situados entre los dos ríos, el Cauca y el Magdalena.
Evidentemente, la conquista era necesaria si la ciudad de Santa Fe iba a
sobrevivir. Arrinconada en un valle estrecho, las propiedades-principal-
mente las de Gaspar de Rodas- se veían a cada momento amenazadas por
las hostilidades de los indígenas. El interés de Gaspar de Rodas era casi
personal pues se trataba de un propietario
De otro lado, se sabía que la región entre los dos ríos poseía muy ricos
yacimientos de oro. Santa Fe de Antioquia no pqdía menos de aspirar a
constituirse un territorio que le sacara de la tutela de Popayán. Por esta
razón había proporcionado armas, soldados y víveres a la fracasada expe-
dición de Andrés de Valdivia, un minero de la ciudad que había logrado
capitular con la Corona para la creación de la provincia y a quien los gober-
nantes de Popayán tachaban de usurpador4-6 • Así, Rocfas no hacía otra cosa
que suceder a Valdivia despúés de la muerte de éste.
La fortuna de las fundaciones de Gaspar de Rodas fue sorprendente.. ·
Apenas habían transcurrido cinco meses de la fundación de Cáceres (1576),
cuando sus habitantes· encontraron ricos yacimientos. Zaragoza, fundada
poco después (1581), se convirtió casi inmediatamente en el centro minero
más productivo de toda. la historia colonial47 •
Con estas fundaciones culmina un período en el que la ciudad y el cen-
tro minero se confunden a menudo. A partir de 1570, en ·efecto, la ocuf
J pación de las regiones bajas no persigue otro objeto que la búsqueda d , 1
! yacimientos, puesto que el sometimiento de los indios con fines puramente/
í agrícolas resulta imposible. Se trata casi siempre de indígenas insumiso~
· que ponen en peligro las fundaciones. De veintidós fundaciones establecí-'
.48 Cf. Juan Flórez de Ocariz, Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, 1943. T. l. pp.
353 y ss. Aguado, op. cit., passim. Lucas Femández de Piedrahíta, Historia general de las
conquistas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, 1942. T. IV, passim.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 21
brusco desde los páramos al clima ardiente del valle era letal para los in-
dios que se empleaban como acémilas. Según Sebastián de Magaña, el te-
soro de Popayán, -
... los indios ... parte en los páramos, parte en el valle de Neiva, de los que
acá fueren, han de quedar muertos, y los que escaparen no quedarán muy
. 49
vivos ...
Hacia 1550, casi por azar, se descubre otra ruta. Francisco Treja, que
había llegado a la Nueva Granada con Alonso Luis de Lugo en 1543, había
participado en el descubrimiento de los lavaderos de Tocaima (Sabandija,
Venadillo, Portillo) y había acompañado a López de Galarza en la funda-
ción de !bagué, relata que
... luego como se pobló la dicha ciudad de Ibagué, tuvo noticia que pasada
la cordillera del páramo estaba un pueblo de españoles que entendió era la
ciudad de Cartago, fue por todo aquel despoblado y abrió el camino hasta
50
llegar a ella y llevó caballos ...
54 Ibid. X, 185.
55 Ibid. 97.
56 Ibid. 332.
-,,-
57 Cf. Rolando Mellafe, «Frontera agraria: el caso del virreinato peruano en el siglo XVI»,
en Tierras Nuevas. Edit. por A. Jara, México, 1969. pp. 11 a 42.
LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA 25
MAPA3
INDÍGENAS NO SOMETIDOS Y CAMPAÑAS MILITARES 1575-1675.
76º 72•
CONVENCIONES
~ Pijaos
'15221 Cararés (1602)
~ Sutagaos
~ Moanamas cirambiras
1'57.0ll Sindaguas
..,...,. Paeces
26 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
59 Cf. las ideas inspiradas por la filosofía de Husserl y Heidegger y aplicadas de una ma-
nera sibilina por Edmundo O'Gorman en La invención de América (el universalismo de la
cultura de occidente). México, 1958.
28 HISTORIA ECONÓMICA Y
.3 Ibid. p. 292.
4 Cf. J. Friede, Los Andaki (1538-1947). Historia de la aculturación de una tribu selvática. Méxi-
co-Bs. As. 1953,·p. 120.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 31
5 Citado por J. Friede, Ibid. p. 101, nota 49. Esta idea era muy generalizada entre los espa-
ñoles de la época. Aguado se expresa en términos muy parecidos. Cf. Recopilación, TI, p.
428. Citado por D. Fajardo en El régimen de la encomienda en la provincia de Ve1ez (población
indígena y economía). Bogotá, 1969, p. 6.
32 HISTORIA ECONÓMICA Y
cha), poseedora ya de una alta cultura, habría sido modificada por la in-
fluencia de pueblos asimilados y por las diferencias del medio ambiente9 •
Con todo, excepto por los testimonios materiales de estas culturas, los
datos que poseemos sobre su organización social son casi siempre pre-
carios. Los testimonios históricos son muy desiguales y van desde la ob-
servación casual de los cronistas y de los conquistadores hasta respuestas
precisas, aunque muy tardías, a cuestionarios relativos a la organización
social indígena. Ambos tipos de fuentes, sin embargo, presentan dificul-
tades de interpretación. El estudio de Trimborn, por ejemplo, sobre los
grupos del occidente colombiano está basado en el examen exhaustivo de
cronistas y observadores de la época de la Conquista. El autor aprovecha
no sólo la uniformidad de las noticias sobre puntos concretos de etnografía
sino también todos los vestigios de cultura material que pudieran con-
firmarlos. No obstante, si reducimos las observaciones a un cuadro de
frecuencias, inmediatamente saltan a la vista ciertas peculiaridades de los
testimonios de la época de la Conquista (véase Cuadro 1).
Las observaciones más frecuentes, aquellas que se refieren a cerca del
50% de los 44 grupos estudiados, indican más bien las preocupaciones pe-
culiares de cronistas y conquistadores. Así, el uso de un arma determinada
está señalada para 29 pueblos, la antropofagia de 26 y la poligamia en 12.
Aunque existe hoy en día una tendencia a dar cada vez menos crédito a los
testimonios de los conquistadores sobre los actos de canibalismo que dicen
haber pres<¡!nciado, o la interpretación se limita a hacer• énfasis sobre el ca-
rácter ritual y más bien excepdonal de este fenómeno, no hay duda de que
los testimonios de cronistas y conquistadores constituyen un material et-
nográfico cuyo valor ha sido puesto de relieve por la obra de Trimborn.
Con todo, como puede observarse en el cuadro, relaciones más complejas y
menos aparentes no impresionaban mucho la imaginación de estos observa-
dores y por eso se consignaron raramente. No menos de veinte grupos indí-
genas identificados al norte del cañón de Arma apctrecen apenas con algunas
características distintivas, con mucho menos frecuencia que en el sur, lo que
hace pensar en la deficiencia de nuestros datos sobre regiones enteras.
úJ
CUADRO! ,¡:..
TRIBUS DEL OCCIDENTE COLOMBIANO (SEGÚN TRIMBORN)
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
1. Coconuco X X X X X X X X X
2. Timbía
3. Guambia X
4. Paez X X X X X
5. Aguales X
6. Jamundí X X X X
7. Timba X X X
8. Lile X X X X X X X X X X X X
9. Gorrones X X
10. Buga X
11. Pijao X
12. Chanco X X
13. Quimbaya X X X X X X X X X X X X X
14. Carrapa X X X X X X X X X
15. Picara X X X X X X X X X X
¡;
.•
16. Pozo X X X X X X X X X X X X X
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17. Paucura X X X X X X
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18. Arma X X X X X X X X X X X X X X
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19. Anserma X X X X X X X X X X X X X X X X X
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20. Caramanta X X X X X X X X X X X X X o
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21. Cartama X X X X
22. Cori X X X X X X n~
23. Iraca X X X X >
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24. Cenufara X X Cfl
o
25. Murgia X X X n
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(Continuaci6n Cuadro 1)
(n
o
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
n
lTl
o
26. Aburrá X X X X >
o
27. Toryura
28. Corume X ~¡;:;·
29. Penco X
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30. Hevéjico X X X X X X X >
31. Nore X X X x, X X X X X X X
-<
(/)
32. Tatabe X X X X X
e:
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33. Dabeiba <
o
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34. Guaca X X X X X X X X X X x e:
n
35. Abibe X X X 5,
36. Catío X X X X X X X X X
z
>ti
37. Buriticá X X X X X X X X X
o
(/)
38. Pequi X X X X X X
;¡
~
39. Norisco o::<:!
40. Huango X X X
41. Guacuceco
.
X X X X X X X
42. Guarcama X X X X X
43. Nutave X X X X X X X X X
44. Tahami X ... X X
10 AGI. Justicia L. 115, citado por J. Friede en «Algunas consideraciones sobre la evolución
demográfica de la provincia de Tunja», en ACHSC. N2 3, Bogotá, 1965, pp. 17 y ss.
11 Cf. Hermes Tovar, Documentos sobre tributación y dominación en la sociedad chibcha, Bogotá,
1970.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 37
12 AHNB. Vis. Boy., t. 2 f. 526 r., t. 4 f. 382 r., t. 13 f. 217 r., t. 17 f. 904 r., t. 15 f. 60 r.
13 Ibid. Cae. e ind., t. 48 f. 685 r.
14 Ibid. f. 684 r.
38 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL 1
por no venir a servir a sus amos que los tienen encomendados ... en su lugar
y por ellos envían a indios esclavos de baxa suerte para que los tales escla-
vos se nombren caciques y en fama de tales sirvan a los dichos sus amos
(con ~l tributo) ...
24
... porque fueron es y t,Iso y costumbre que aunque la madre esté casada y
resida fuera de su natural y en extrañas tierras, tódos sus hijos y descen-
dientes de ella sirven a su cacique y natural que la mujer no puede ser me-
nos de seguir la voluntad de su marido, ni nosotros la podemos quitar, y
esto es costumbre probada y usada y guardada en toda la comarca y per-
vertir este orden y fuero sería ir en gran damnificación de toda la tierra y
28
se acrecentasen muchos pleitos y daños ...
Estos indígenas que hacían presión sobre los chibchas apenas alcanza-
ban el nivel de la banda. Según sus propias declaraciones,
... nunca estuvieron poblados juntos en forma de pueblo sino por sus par-
cialidades que son parentelas o barrios, porque como fueron indios que
viniendo ganando la tierra andaban en la guerra, y así como iban ganando
la tierra a los indios moscas así se iban rancheando en ella, gozando de sus
labranzas y labores y rozas que ganaban a los contrarios, y así cada parcia-
. 1 . , 33
lidad se que d ab a con 1o que me3or es parecia ...
33 Ibid.
34 Ibid. p. 43.
35 Ibid. p. 37. D. Fajardo, op. cit., p. 18.
36 Ibid. Friede, p. 46.
37 !bid. Fajardo, p. 16.
Aguado, Recopilación I, p. 465.
46 HISTORIA ECONÓMICA Y
39 !bid.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 47
En algunos casos, el olvido por parte de los indios era completo. Así, el
cacique de Tapagua declaró que él había sucedido a un hermano. No sabía
cómo había operado la sucesión en tiempos antiguos, pero ahora, cuando
mona , un cacique,
. 1o suce d'ia e1 panen
. t e mas
, cercano42 ,
Todos los testimonios, a pesar de estas incertidumbres, coinciden en
afirmar el caráeter hereditario de la sucesión. Este carácter aparece subra-
yado por un incidente que se registró en el pueblo de Laverigua. Los indios
declararon allí que no tenían cacique ni persona digna de ocupar el puesto,
ya que se habían muerto todos los principales. El visitador les preguntó
que a quién querían por cacique y «unánimes y conformes» los indios nom-
braron a un indio llamado Pedro, cuyo mérito consistía en haberse casado
con la viuda del cacique.No hay duda de que esta alianza parecía legitimar
en alguna manera la sucesión puesto que, según el recuento practicado en
la visita, Pedro tenía apenas 24 años, y.la viuda ¡60! 43
Aguado menciona tamDién los productos cuyo cultivo y cuyo comercio
constituían la vida económica de la región. Excluye el oro que, efectiva-
Es posible que en los diez años que habían transcurrido desde la ocupa-
ción los encomenderos hubieran logrado desalojar parcialmente a los indios
de los valles estrechos y de las vegas de los ríos. Estos valles (Labateca,
Arboledas, Cámara, Rabicha, Chopo, Valegra, Chinácota, etc.) imponían
una cierta concentración, y por eso más del 80% de los habitantes se ubican
Finalmente, que sus cantos, borracheras y entierros eran como los de los
chibchas. En fuentes documentales existen indicios de poligamia pero sólo
entre los caciques. En 1572, el juez Juan Suárez de Cepeda interrogó a uno
de los caciques de Panaga y Tutepa y halló que tenía tres mujeres y seis
hijos. A estos mismos indios se les atribuía un conocimiento rudimentario
- de la astronomía y, según los intérpretes,
... cuenJ¡jm el año de dos partes porque cojen en cada doce lunas dos veces
maíz ...
... asimismo, cuando hay alguna tempestad, o seca, o yelo de maíz, el tal
cacique ordena y hace c~erto sacrificio y mata a un niño, y ofreciendo la
sangre al ídolo falso que ellos tienen, y para la fiesta de dicho sacrificio hace
cierta borrachera, a la cual acuden todos los indios e indias sin faltar nin-
guno y todos ofrecen.oro y mantas en cantidad, así para el dicho cacique
51
como para el ídolo ...
49 Ibid. t. 63 f. 916 r.
50 Ibid. t. 70 f. 614 r.
51 Ibid. t. 61 f. 382 r.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 51
52 Ibid. t. 70 f. 616 r.
53 Cf. Ulises Rojas, El cacique de Turmequé y su época. Tunja, 1955. También Vicente Cortez
Alonso, «Visita a los santuarios indígenas de Boyacá, en 1577», Revista Colombiana de
Antropología. Bogotá, Vol. IX, pp. 199-273.
52
... que es el sahumerio que ellos tienen para los santuarios ...
... la general devoción que con esta sagrada y milagrosa imagen se tiene en
todo este Reino y en particular en estos distritos comarcanos y la mucha
gente que acude a novenas y romerías al consuelo y socorro de sus necesi-
59
dades ...
por ordenarse a saber, por consejo del demonio, los buenos o malos sucesos
futuros, enfermedades o muertes que han de tener los dichos naturales, sus
y
mujeres o sus hijos, conforme les cae aquella agua inmunda sucia que les
sale de las narices por donde toman yopa, mirándose a unos espejuelos,
todo lo cual son llamadas reliquias de idolatría por Santo Tomás en su Se-
61
cunda Secundae, en la cuestión 96, en el artículo 3... .
62
acial enAmérica . Desde 1503, la Corona sostenía, en instrucciones dadas
:1gobernador Obando, que los indios debían repartirse
3
en pueblos en que vivan juntament~ y que los unos no estén ni anden apar-
tados de los otros por los montes... .
62 Cf. M. M6mer, op. cit. El profesor M6mer había avanzado un resultado parcial de su
investigación, la parte que se refería a la Nueva Granada, en un artículo aparecido en el
ACHSC. Nº l. Bogotá, 1963, pp. 63 y ss., bajo el título «Las comunidades indígenas y la
legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada».
63 lbid. La Corona, cit., p. 21.
64 G. Hernández de Alba, «Los primeros cabildos de Santa Fe de Bogotá», en BCB. Vol. XI,
Nº l. Bogotá, 1958, p. 49. AGI. Eser. Cam. L. 785. B. cit. por U. Rojas, Corregidores, cit.
p. 33.
65 AHNB. Cae. e ind., t. 49 f. 752 r.
66 lbid.
--;¡
67 Ibid.
68 La lista de las refundiciones en AGI. Panamá (mapas y planos) 24. Asuntos parciales en
AHNB. Vis. Boy., t. 2 f. 672 r. ss., t. 4 f. 167 r. f. 191 r., t. 5 f. 88 r., t. 6 f. 632 r. f. 696 r., t. 7
f. 116 v. f. 896 r., t. 8 f. 264 r., t. 10 f. 400 r. f. 413 r. f. 426 r. f. 383 v., t. 14 f. 92 v. f. 223 v., t.
13 f. 35 r., t. 15 f. 109 r., t. 18 f. 453 r. Vis. Sant, t. 10 f. 834 r. f. 904 r. Vis. Tal., t. 2 f. 6461'.
f. 685 r. Vis. Bol., t. 4 f. 987 r. y 996 r. ,
69 En algunos casos se trataba de más de 400 tributarios. Un promedio de 400 tributarios
en 40 pueblos da un total de 16 mil tributarios, cifra cercana a los 18 mil que aparecen·
en el recuento de la visita.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 57
58 HISTORIA ECONÓMICA Y
72 Ibid. t. 5 f. 88 r.
73 Ibid. t. 6 f. 632 r.
74 Ibid. t. 14 f. 92 v., t. 18 f. 563 r.
LA soCIEDAD INDÍGENA y su EVOLUCIÓN POSTERIOR 59
60 HISTORIA ECONÓMICA Y
Ibid. t. 15 f. 355 r.
-·;r
64 HISTORIA ECONÓMICA Y
85 Ibid. t. 14 f. 574 r.
86 Ibid. t. 16 f. 800 r. SS.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 65
87 Ibid. t. 3 f. 925 v.
88 Jbid. t. 14 f. 367 r. SS.
89 Jbid. f. 350 r. SS.
-¡¡
66
90 Midieron un rectángulo de cinco cabuyas por cuatro. La cabuya empleada era equivalente
a cien varas de la tierra. Como ésta tenía 0.89 m, la superficie medida fue de 158.420 m2,
91 AHNB. Vis. Boy., t. 13 f. 943 r.
92 Se basaba en una Real Cédula destinada a Panamá. Ibid. f. 945 r.
LA SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 67
a los vejámenes de las otras castas. Según él, la comisión otorgada a More-
no había sido un fracaso pues no había logrado la separación de los indios
prevista en la Cédula de 1774, y éstos habían quedado más subyugados
que antes puesto que lo actuado sólo había tenido como consecuencia pri-
varlos de las tierras más fértiles en provecho de las otras castas. Además,
el fiscal había excedido sus facultades pues nunca había tenido la calidad
de visitador sino que apenas había sido comisionado para hacer un recuen-
to de tributarios e informar a la Audiencia sobre qué corregimientos po-
dían ser suprimidos. El oidor concluía que las tierras debían ser restituidas
a los indios y la Real Hacienda indemnizada93 •
El virrey Flórez pidió también el parecer del regente Juan Gutiérrez de
Piñeres sobre el asunto. Éste quiso examinarlo minuciosamente y pidió los
expedientes que habían culminado con los autos de agregación. Dos meses
y medio después, el 3 de febrero de 1770, rindió un dictamen que compren-
- día 111 observaciones a lo actuado por Moreno y Escandón y el corregidor
Campuzano. El visitador procedía a examinar minuciosamente, punto por
punto, los argumentos del fiscal, que habían dado lugar a las extinciones.
Ni el escaso número de indios, ni la necesidad de separarlos de las otras
castas, ni el hecho de que los pueblos reducidos ofrecieran dificultades ad-
ministrativas o fueran incapaces de asegurar la subsistencia del cura po-
dían justificar las extinciones y los traslados de pueblos, según el visitador.
Había en el asunto una cuestión moral evidente, afirmaba Gutiérrez de
Piñeres, y el procedimiento adoptado por Moreno y Escandón• no daba ga-
rantías de acierto. Recordaba cómo los testigos que habían informado a los
comisionados habían sido los mismos vecinos interesados en ocupar las
tierras que dejaban los indios.
Su conclusión er;a la misma que había expresado el oidor Vasco y Var-
gas. Moreno y Escandón había excedido sus facultades al ordenar la extin-
ción de 33 pueblos de indios en la provincia de Tunja y algunos otros en la
sabana de Bogotá. No qu,edaba otro camino que sllspender las diligencias
de agregación, pues el asunto era éie tanta gravedad que debía esperarse
una decisión definitiva de España94 .
El virrey Flórez se plegó al parecer del regente y ofreció suspender in-
mediatamente las agregaciones. La Audiencia, por su parte, aprobó tácita-
mente lo actuado por Moreno y argumentó a su favor las ventajas que
obtenía el Erario con la venta de los resguardos 95 . Esta vez el oidor Vasco
y Vargas, actuando como fiscal y en desacuerdo con sus colegas, dirigió
una verdadera requisitoria contra el proceder de Moreno y Escandón. Se-
gún el oidor,
El oidor volvía a insistir en la tesis de que sólo el rey podía privar a los
indios de los privilegios que les había otorgado y que, por lo tanto, debían
restituirseles los resguardos.
Suspendidos los efectos de los autos de agregación, al menos los indios
de Sogamoso pudieron regresar a sus tierras, que hallaron en poder de los
vecinos. El 13 de mayo de 1779, finalmente, se les autorizó a que las culti-
varan, amparándolos contra las molestias de los mestizos.
LA POBLACIÓN INDÍGENA
La controversia
Lewis Hanke se complace en citar una frase del historiador sueco Severkei
Arnoldsson, según el cual
98 Cf W. Borah y Sh. F. Cook, The Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the
Spmzish Conquest, Berkeley y Los Ángeles, 1963, p. l. ..
-;¡
70
99
... querer usar con él de costumbre y cosa nueva ... ,
uesto que la defensa de los indios había estado encomendada hasta en-
fonces a las autoridades eclesiásticas. En septiembre de 1563, una Real Cé-
dula decidió la cuestión anexando los oficios en adelante.
En realidad, el fiscal ya había intervenido en defensa de los indios.
Cuando, en octubre de 1561, se decidió que el oidor Angulo de Castejón
efectuara una visita y retasara a los indios de las provincias de Tunja y
Vélez, el licenciado García de Valverde elaboró una instrucción sobre las
medidas que deberían tomarse en el curso de la visita para el bien espiri-
tual y temporal de los indios 100• En 42 puntos, el fiscal resumía todo aque-
llo susceptible de mejoramiento respecto a los indios, es decir, exponía una
verdadera política indigenista. Según el fiscal, debía buscarse el aumento
de la población indígena, o al menos que no disminuyera,
... porque en algunas provincias y partes de este distrito se han del todo
acabado y han quedado yermas después que españoles las ocuparon ...
... que el marido quedara sin mujer y la mujer sin marido, y el padre sin
hijos ...
99 CCRAQ. I, 30.
100 AHNB. Cae. e ind., t. 5 f. 462 r. ss.
-¡r
72
cargaban como bestias, etc., tal como había ocurrido en Mariquita, Tocai-
ma y otras partes.
El desarraigo de la sociedad indígena era una consecuencia de éstas y
otras prácticas españolas. El fiscal recomendaba, por ejemplo, que se po~
blara a los indios en tierras fértiles ·
... porque los encomenderos (... ) para sí queden y para sus ganados y se-
menteras las mejores, echan a los indios a pantanos y tierras inútiles ...
El despojo, según el fiscal, no sólo afectaba las tierras sino los otros ha-
beres de los indios a través de tributos excesivos
... y otras cosas que les han tomado sus encomenderos para comer, vestir y
gastos suyos y de sus hijos e criados sin pagárselo e tomándoles oro, esme-
raldas y otras riquezas ...
... habiendo después pasado por los tales pueblos tantas muertes, tantas
persecuciones, tantas guerras, tantas pestilencias y e:ri.fermedades que pue-
blo que tenía en otro tiempo mil vecinos, como es notorio y por tal lo alego,
no tiene agora cincuenta o cien vecinos, y esto es muy general en toda la
tierra, y así digo que, si agora se echa la cuenta al justo y se saca en limpio
la cantidad cierta de los indios, no hay la tercia parte de aquella cantidad y
número porque se retasaron ...
quedado por ser tantos los que hubo cuando se pobló, que en otras desta
gobernación que hallaban a ocho, diez y a doce mil indios tienen agora a
mil y a mil quinientos y a dos mil, como es Cali, Cartago, Anserma, Arma;
y en esta villa de Arma cuando se pobló es cosa notoria y cierta que había
más de veinte mil, no hay agora de ochocientos arriba; los vecinos y enco-
menderos se descargan diciendo que enfermedades y pestilencias y guerras
unos con otros los han acabado y no tienen razón pues desde que Dios creó
el primer hombre y pecó todo han sido enfermedades y contiendas en ha-
biendo gentes y con todo ello se multiplicaba el género humano y así lo
estaba multiplicando y acrecentando aunque no les faltaba guerras y enfer-
medades, pero sobrevínoles una pestilencia nueva que ellos no conocían y
conocida fue su acabamiento, que fue el español que con manoseallos los
acaban y consumen y ésta es una enfermedad y la guerra que ha acabado
· d a d es ... 101
· d.10s en l as v1·llas e c1u
los m
i06 Cf. Juan Friede, Los quimbayas bajo la dominación española. Bogotá, 1963, p. 57.
Ibid.
Idem. Los Andaki, cit. pp. 47 y 154.
76 HISTORIA ECONÓMICA Y
rampión, la cual asoló muchos pueblos y así sus encomenderos, por ser
que les quedaban en algunos pueblos, los redujeron y pasaron a
Pocos los 110 '
otros ...
Las noticias de los cronistas sobre las epidemias entre los indígenas han
despertado últimamente cierto escepticisn;o ante la escasez de la informa-
ción documental que pueda confirmarlas. Esta era también la impresión de
García de Valverde, para quien la mención de las epidemias no pasaba de
ser un pretexto, ya que la verdadera causa de la extinción de los indígenas
residía en la encomienda y en el régimen del trabajo. Sin embargo, algunos
testimonios documentales confirman la ocurrencia de enfermedades que
contribuían a diezmar a los indios. En el curso de la visita de Tomás Lópezl
en 1560, por ejemplo, indígenas de Pamplona y Tunja aludieron a una epi- \
demia que había ocurrido recientemente. Aguado se refiere a ella y la sitúa /
en 1558. En esta ocasión murieron, según el cronista, más de quince mil ¡
indígenas. Algunos de los informantes del visitador Tomás López asocia-~
ban a este acontecimiento trastornos en la doctrina, en el trabajo y en la
regularidad del pago de los tributos 111 . _
La investigadora Kathleen Romoly menciona dos violentas epidemias
de viruela sufridas por la población de Almaguer en 1566 y en 1588112• Estas
fechas coinciden de cerca con las de las epidemias que asolaron también el
oriente del país en 1568-1569 y en 1587113• Tunja experimentó otra.epidemia 1
de viruelas en 1607 y en esta ocasión el Cabild_o solicitó a•la Audiencia que se j
suspendieran las obras de iglesias en las que trabajaban los indí~enas, ' .···
Jo mismo que el alquiler de aq4ellos que trabajaban para los vecinos 14• La , ·
epidemia de 1633 dejó huellas profundas y J}º sólo afectó a los indios sino . ·
también a los españoles, negros y mesti:i;os. ·
Además de las viruelas,~_~n también frecuentes 19-s enfermedades p.J!l:
-~onadas pox_Jg§_trasfád·ó·s-masf~ºª-·g~__p_o.bladó.ILde_u~
mas a otros. Según García de Valverde, en 1564 t,odavía quedaban 25 mil
indios en Pasto.
110 AGI. Patr., L. 27 r. 20/Doc. reproducido por J. Friede en el BCB. Vol. XI, Nº 1, 1968, pp.
57-79.
111 AHNB. Vis. Boy., t. 3 f. 557 r., t. 8 f. 803 r., t. 11 f. 777 r. f. 816 r. ss., t. 18 f. 305 r.
112 Cf. K. Romóly, «El suroeste del Cauca y sus indios al tiempo de la conquista española,
según documentos contemporáneos del distrito de Almaguer», en Revista Colombiana de
Antropología. Vol. XI (1962), p. 258.
113 Aguado, op. cit., I, p. 426, y Osías S. Rubio y Manuel Briceño, Tunja, desde su fundación
hasta la época presente. Bogotá, 1906, p. 67.
114 Cf. Ulises Rojas, Juan de Castellanos, Tunja, 1958, p. 171.
-,·-,¡
... que la causa de haberse conservado en este pueblo tantos ha sido lo uno,
porque hasta ahora no ha habido minas; lo otro, porque es tierra fría, en el
cual temple aunque se trabaje el indio más de lo que pueden sus fuerzas,
- tan presto como en 1a ca1·iente115 .
no se d esentrana
1
¡--- La violencia, las epidemias o los cambios de clima parecen causas mu- 1
cho más evidentes que las presiones ejercidas por el sistema mismo de la 1
dominación española. Lo cierto es que el tipo de trabajo impuesto a los 1
indígenas de una región podía implicar todas estas cosas juntas. Una eco- 1
nomía minera, por ejemplo, que carecía de bases de sustentación agríéoia !
-como en algunas regiones del occidente colombiano- podía resultar 1 mu-
· cho más mortífera que la servidumbre en los campos o en los transportes. I
La presencia de ganado podía también devastar una región al operar una
· sustitución pura y simple de dos niveles biológicos: el de los hombres por
el de los animales. · 1
... estaban ya algo asentadas las cosas del Perú de las alteraciones pasadas
120
de Pizarro ...
Debe recordarse que aún en la Nueva Gn;mada las Leyes Nuevas causa-
ron sobresalto entre los encomenderos y que su aplicación se suspendió
CUADR02 00
N
VISITAS DE LA TIERRA*
Así, este primer recuento habría tenido por objeto introducir una regla
de equidad en el repartimiento de encomiendas, de tal manera que algunos
_ de los conquistadores no se vieran defraudados. Esto explica una afirma-
ción del capitán Gonzalo Suárez Rendón, según la cual en la visita de Ruiz
de Orejuela no se había enumerado ni la tercera parte de los indios, pues
los encomenderos habían persuadido de antemano a los caciques y capita-
nes para que declararan un número de sujetos menor, en la creencia de que
. ,
les qultanan par t e d e 1os m. d"10s122.
En noviembre de 1558, el licenciado Tomás López comenzó la visita
más completa de que se tenga noticia. Recogió cifras de población en Pasto,
Popayán, Cali, Cartago, Anserrna y Cararnanta123 • Entre abril y agosto de
1560, el oidor visitó la provincia de Tunja. Allí no hizo recuento de pobla-
ción sino que se limitó a averiguar la-s condiciones generales de la vida de
los indios y los abusos de los encomenderos, Al mismo tiempo -mayo de
1560- fue hasta Pamplona y allí recibió informes de los caciques de esta
provincia acerca de la doctrina, los trabajos en las minas y el tamaño de la
población. . ' ·
Pamplona había sido visitada"'seis meses antes. (en 1559) por el escriba-
no de Díez de Armendáriz, Cristóbal Bueno. El escribano no asistió perso-
nalmente a cada pueblo sino que comenzó su recorrido desde la parte más
septentrional de la provinc;ia y la visitó en dirección norte-sureste-oeste-
noroeste-sur, trazando un círculo alrededor de Parnplona124 y situándose
cada vez en alguna parcialidad. Desde allí podía hacer venir hasta él a los
125 AGI. Santa Fe L. 56. Relación de las visitas y tasas de los indios naturales de la Gobemació11c[e·
Cartagena, costa de Tierra Firme y mar del Norte, que se hicieron por el licenciado Melclzor de
Arteaga, oidor de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada: mio de 1561.
126 Cf. C. O. Sauer, op. cit., p. 268.
LA soCIEDAD INDÍGENA y su EVOLUCIÓN POSTERIOR 85
... en la visita que hizo el Licenciado Angulo, como no pa~ecieron los indios
personalmente, sino por los números que los encomenderos les hicieron
dar a cada cacique, no dándoles a entender con qué fin se hacía la dicha
visita, dieron número de dos tercio~ más de indios de los que realmente
127
tenían, con el cual engaño fueron muy cargac;los en los tributos ... .
129 Cf. Hermes Tovar, «Estado actual de los estudios de demografía hlstórica en Colombia»,
en ACHSC. Nº 5, Bogotá, 1970, p. 98, y Doc. 2, p. 119. ..
130 Ibid. Doc. 4 p. 127. ·
131 AGI. Patr. L. 195 r. 24.
132 Friede, op. cit., p. 123.
133 AGI. Patr. L. 162, Nº 1 r. 9. Tasa de Pirsa y AHNB. Vis. Cauca, t. 1 f. 834 r. f. 569 r. Tasas
de Tabuya y Supinga. Friede menciona (Los quimbayas, cit. p. 117) la cifra de seis niil
tributarios en Anserma en el momento de la visita de Angulo.
INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 87
r.fAPA4 , ,
NUEVO REINO DE GRANADA. DENSIDAD DE LA POBLACION INDIGENA
Cifras de López de Velazco (1670)
CONVENCIONES
134 Cit. por Enrique Ortega Ricaurte, Los inconquistables (la guerra de los pijaos). Docs. del
AHNB. Bogotá, 1949, nota de la p. 106.
J,¡\SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 89
cu.ADRO 3
pOBLACIÓN INDÍGENA DE LA NUEVA GRANADA. 1558-1564 (1567)
Tributarios Tributarios
Ciudades López de Velazco* (visitas) Visita de:
oriente (N. Reino)
Tunja 53.000 53.465 Angulo de Castejón 1562
Santa Fe 50.000 Diego de Villafañe 1562
Pamplona· 20.000 10.603 Cbl. Bueno 1559
Tomás López 1560
Vélez 6.000 5.472 Angulo de Castejón 1562
Muzos y colimas 15.000 En 1584 Guillén Chaparro
encontró 8.982 tributarios.
La Palma 13.000
Tocaima 3.200 3.982 Diego de Villafañe 1564
Mariquita 2.000
Ibagué 3.000
San Miguel 10.000
Totales 175.200 73.522
Grupos marginales
Paeces Pijaos 30.000
Neiva 2.500
Totales 32.500
Occidente
Pasto 24.000 22.857 TomásLópez 1558
Popayán 9.000 8.320' Ibid. 1559
Cali . 3.000. 3.254 Ibid. 1559
Cartago 4.500 4.573 Ibid. 1559
Anserma 3.050 Ibid. 1559
Almaguer 3.600
Iscancé 5.000 8.364 Ibid. 1559
Caramanta 1.000 1.050 Ibid. 1559
Arma 17.000
Timaná 4.500
La Plata 4.0ÓO
Buga 5.000
Madrigal· 1.200
Yutango** 15.000
Sta. Fe de Ant. 6.000
Totales 107.800 51.468
Tributarios Tributarios
Ciudades López de Velazco* (visitas) Visita de:
La Costa
Cartagena 2.000 2.562 Melchor Pérez de Arteaga
Tolú 1.700 3.249 Ibid.
Villa María 1.800
Mompox 2.000 2.500 López de Cepeda
Tenerife 1.500 780 Ibid.?
Tamalameque 500
La Ramada 400
Totales 9.900 9.091
* Transcripción tomada del artículo de H. Tovar, El Estado actual ... , cit. p. 104.
** Ituango (?). Aqui puede tratarse de un error en la transcripción o de una mención errónea
de una localidad peruana. Los 15.000 tributarios se excluyen de los cálculos posteriores.
do más de medio siglo desde los primeros contactos con los conquistado-
res, ni aun las cifras completas de la zona podrían darnos un indicio de lo
que debió ser la población original.
135 Las fuentes para estas reconstrucciones se indican a continuación: AGI. Quito L. 60 f. 1
r. ss. contiene las cifras de la viSita de Tomás López a Pasto, Almaguer, Popayán, Cali y
Cartago. Cifras parciales de esta visita en Pamplona en el AHNB. Vis. Sant., t. 9 f. 930 r.
Mise., t. 15 f. 916 r. SS., t. 58 f. 688 r. SS., t. 85 f. 955 r. SS., t. 94 f. 344 r. SS., t. 77 f. 325 r. SS.,
t. 57 f. 912 r. SS., t. 77 f. 898 r. SS. f. 214 r. SS. Cae. e ind., t. 46 f. 166 r. SS., t. 32 f. 640 r. SS. Las
cifras que sirvieron para la retasa de Angulo de Castejón en AHNB. Cae. e índ., t. 5 f. 574
r. ss. Reproducido por Jaime Jaramillo Uribe en su ensayo «La población indígena en
Colombia en el momento de la conquista y sus transformaciones posteriores», en el
ACHSC. N 9 2, 1964, pp. 266 y ss. Reproducido una vez más, con algunas correcciones,
en el mismo Anuario Nº 5, 1970, pp. 115 y ss. Completan estas cifras las que trae el
"TV ..
92 HISTORIA ECONÓMICA y
CUADR04
CIFRAS DE POBLACIÓN Y TASAS DE DECRECIMIENTO*
1
1569 -0,0329 -0,0213 6.228
t
1570
l ! -0,0302 -0,0570 12.612
1572
1585
1590
38.495
t
-0,0233
t
4.348
I l I -0,0228
!
1.100
t
-0,153
t
-0,0301
f
6.938
1602 18.572 -0,0212 8.663
!
1605
t 1 0,140
1607
1 1 -0,008 2.564?
t
1617 -0,0233 1.683
! -0,007
1623 10.149
J !
1627 1 t -0,0287 0,119
1635 8.610 -0,0454
!
1637
1641
!
4.526
1.117
* Los decimales precedidos por el signo menos indican la tasa.de decrecimiento anual entre
la cifra que los precede y la subsiguiente.
GRÁfICO 1 , ,
cURVAS DE POBLACION INDIGENA (TUNJA, CARTAGO, PAMPLONA)
PROVINCIA DE TUNJA
Tributarios
60.000
50.000
.......
40.000
"'
30.000
20.000
' ' .... ........
10.000
" ~
...
o
30.000
25.000
20.000
15.000
..........
........... ~
10.000
. . . K ··.., .. ~
5.000 ...
\
' ~ "-..
94 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIA.¡;[
136 W. Borah y Sh. Cook, «The rate ...», art. cit. p. 466. La fórmula es:
dN
dt = KN Integrada,
-log. nat. N + C = Kt, en donde N =población, t =tiempo y K =constante, entre los límites
t = a y t ,; b. Así:
Nb
log.nat. Na = K (ta - t¡,)
en 1558, con las que tomó doce años más tarde el fiscal García de Valverde
puede comprobarse cómo la disminución más fuerte se opera entre abades
y cibundoyes, obligados a trabajar en lavaderos de oro.
La región de Cartago, sede de la cultura quimbaya, presenta una situa-
ción característica. Los indígenas de la región fueron castigados sucesiva-
mente en las rebeliones de 1542 y 1557 y empleados en las minas vecinas
de Anserma y Arma desde 1544. Sus tasas de decrecimiento, muy altas
hasta 1600, debieron ser similares a las de los indios de Anserma, más nume-
rosos. Hacia 1627 ya no quedaban en Cartago sino 119 tributarios y apenas
541 en Anserma. Alcanzado un cierto límite de despoblación, es natural
que no se hayan ejercido las mismas presiones sobre el trabajo indígena, y
así las tasas de disminución se reducen. En Anserma, por ejemplo, después
de 1620 tuvieron que introducirse cuadrillas de esclavos negros para aten-
der la labor de las minas.
CUADROS
POBLACIÓN INDÍGENA DE LA REGIÓN DE PASTO
Disminución
Indios No. Trib. 1558 Rata anual(-) No. Trib. 1570 absoluta
Abades 2.902 -9,55 923 68,2
Cibundoyes 3.200 -6,88 1.371 57,2
Pastos 9.779 -4,59 5.700 42
I. del Valle 2.415 -4,49 1.425 • 41
Quillacingas 4.561 -3,02 3.197 30
96
CUADR06
PROVINCIA DE TUNJA
Población por corregimientos (tributarios)
~
- e=;·
••
CONVENCIONES [Tj
250 tributarios z
>
200 tributarios -<
C/l
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G 150 tributarlos [Tj
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•• 100 tributarios ..
SO tributarios B
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5.
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CORREGIMIENTOS
1- CHIVATÁ
2- SÁCHICA
3- TURMEOUÉ
4- TENZA
5- SOGAMOSO
6- PAIPA
7- DUITAMA
8- GÁMEZA
9- COCUY
10-TÁMARA
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MAPA6 00
PROVINCIA DE TUNJA. DENSIDAD DE LA POBLACIÓN INDÍGENA. 1635-1636. VISITA DE J. DE VALCÁRCEL
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[,A SOCIEDAD INDÍGENA Y SU EVOLUCIÓN POSTERIOR 99
CUADR07 1
PUEBLOS Y ENCOMIENDAS DE LA PROVINCIA DE CARTAGENA
Como puede observarse, en el curso del siglo XVI se había operado una 1
143 Cf. Eduardo Rodríguez Piñerez, Docwnentospara la historia del Departamento de Bolívar, 1
Diego de Torres escribía alarmado a Felipe III sobre el daño que recibía la 1
sociedad indígena puesto que en los pueblos no quedaban indias. con las:
. 146
que los varones se pu d1eran casar . .'
Las pérdidas de población que ocasionaba este fenómeno no podían
verse sino parcialmente compensadas por el crecimiento de la población
¡11estiza, es decir, por el acrecentamiento de contactos sexuales interracia-
!es. Sólo en el curso del siglo XVII, la presencia de los mestizos comenzó a
ser notoria en el medio rural. En sus orígenes el mestizaje tuvo mucha ma-
yor importancia en las ciudades, residencia permanente de los españoles.
Los cambios operados en el seno de la familia indígena pueden estu-
diarse también a través de las visitas, teniendo en cuenta las proporciones
deducidas entre los tributarios y el resto de la población. Como se ha visto,
la mayor parte de las cifras conocidas para la población indígena en la épo-
ca colonial suele referirse a tributarios, es decir, a la población maséulina
activa, entre los 17 y los 60 años. Es bien conocido el hecho de que las
visitas tenían por objeto principal hacer descripciones de los recursos huma-
nos y materiales que podían ser cobijados por un sistema fiscal. Si bien en
el curso del siglo XVI los encomenderos recibían directamente el tributo,
debían, sin embargo, participar la quinta parte a la Corona. Los recuentos
de población se efectuaban para prevenir posibles fraudes y tener una idea
del monto que los encomenderos debían participar a las Cajas reales.
La descripción, es decir, el recuento de los indígenqs, podía ser más o
menos completa. Podían incluirse, por ejemplo, los hijos y con ellos los in-
dios cas.ados y en concubinato sin que, por otra parte, figuraran las muje-
res, como en la visita que practicó el licenciado Juan López de Cepeda, en
1572. O podía contabilizarse la población total, clasificada en un resumen
final en «tributarios», «reservados», «chusma» o «toda gente» y enfermos
y viejos, como en las visitas de Egas de Guzmán (1595-1596); Luis Henrí-
quez (1602-1603) y Juan de Valcárcel (1635-1636). El interés se concentraba
en todo caso en los tributarios y en los reservados, 'estos últimos no sujetos
a tributo por invalidez, enfermedad o vejez en el siglo XVI, o por ejercer
algún cargo honorífico dentro de la comunidad indígena (alcaldes, sacris-
tanes, alguaciles de doctrina) después del siglo XVII. La chusma o toda gen- .
te, constituida por el grueso de la población de mujeres, niños y adolescentes
menores de 17 años, sólo se tenía en cuenta en la medida en que, con el
transcurso del tiempo, vendría a engrosar las filas de tributarios.
146 Carta de 28 de enero de 1606. AGI. Santa Fe L. 242 cit. por Juan Manuel Pacheco S. I. Los
jesuitas en Colombia. I. Bogotá, sin fecha, p. 54.
~··
! :
CUADRO 8
íN!)JCES POR TRIBUTARIO
% (reserv.
Año Reservados Tributarios % reserv. Pobl. total depobl. t.)
1602 398 5.365 7 16.647 2
1635-1636 244 1.209 20 5.729 4.
1777 570 1.320 43 7.715 7
LA ENCOMIENDA
1
¿Feudalismo o capitalismo?
En este literal se han introducido algunas rectificaciones con respecto a la edición original.
Ellas no tienen el sentido de una «autocrítica» sino que tratan de despejar equívocos sobre
su intención verdadera: la de servir de introducción a un tema específicamente americano,
l.Jz encomienda. Un desarrollo ulterior de estas ideas, en Ideología y Sociedad, Nº 12.
110 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL J
trar un paralelo con la sociedad europea de la época feudal. Por eso con-
viene despejar el equívoco de que cuando se habla de «modo feudal de
producción» no se alude a un proceso histórico localizado en el tiempo y
en el espacio sino a una categoría abstracta.
Tanto en Europa como en América los procesos que recubren el mismo
concepto son totalmente diferentes. El «feudalismo» europeo asociaba como
modo de producción -según la definición marxista- todo un complejo
de relaciones de producción y de superestructuras que, tradicionalmente,
se han estudiado como valores sociales y culturales. Resulta inconcebible,
al menos históricamente, que todo este complejo se haya trasplantado a
América a la altura del siglo XVI, cuando precisamente entraba en crisis en
Europa.
En el mismo terreno económico, los paralelismos sólo conducen a con-
tradicciones insolubles. Según Marc Bloch, por ejemplo, la penuria inane-
- taria de la sociedad feudal europea explica en gran parte que no haya
existido un salariado. Para pagar los servicios sin tener que recurrir a la
moneda, los señores tenían que hacerse cargo de sus subordinados, tenién-
dolos en su casa para alimentarlos, alojarlos, vestirlos. Este hecho se expli-
ca por el hambre de metales experimentada por Europa en la «primera
edad feudal», cuando el oriente drenaba las pócas especies monetarias eu-
ropeas. Parece inútil recordar que fue América precisamente, después del
África, la que contribuyó a equilibrar lqs intercambio~ entre Europa y el
oriente. Este fenómeno reviste tanta importancia que algunos historiadores
atribuyen a los metales americanos la virtud de haber contribuido al naci-
miento del «capitalismo» (mercantil). De otro lado, debe advertirse que las
vinculaciones personales en América se produjeron por el hecho mismo de
la conquista y que la ausencia de salarios puede explicarse no en razón de
una penuria monetaria sino por el carácter de las sociedades indígenas,
que difícilmente podían integrarse a un circuito monetario.
Aunque en la teoría abstracta los. modos de. producción definen con ma-
yor precisión un sistema económico, no por eso las relaciones de mercado
pueden desdeñarse. A través de estas últimas se operó una acumulación
de capital que significó una- transición entre el mundo feudal y el mundo
capitalista. Cuando se habla de «modernización» y de «industrialización»,
usualmente se adopta un doble punto de vista. De un lado se comprueba
la existencia -en Inglaterra, particularmente- de un movi¡niento expan-
sivo, fundado sobre la producción industrial de textiles a partir de la se-
gunda mitad del siglo XVIII. De otro, se trata de explicar este fenómeno por
la liquidación de un pasado en el que las rentas sobre la tierra tenían mayor
112 HISTORIA ECONÓMICA Y
Los encomenderos
2 Cf. por ejemplo Raimundo Rivas, Los fundadores de Bogotá. Bogotá, 1938, 2 ts., y Luis
Eduardo Páez Courvel, Estudios históricos sobre Pamplona y Ocaña. Bogotá, 1950.
i i
ta en los beneficios se aceptaba que debía ser mayor. Con todo, algunos 1
3 AGI. Justicia L. 599, Nº 2. Este.documento sobre el reparto del botín fue publicado origi·
nalmente en el BHA. t. XVI, 1927. También en Juan Friede, Gonzalo Jiménez de Quesadail
través de documentos históricos. I, Bogotá, 1960, pp. 136 ss.
LAS FORMAS DE DOMINACIÓN 115
CUADR09
ENCOMENDEROS DE LAS PRIMERAS EXPEDICIONES
';~.
2':~":'.·~
¡
1
(según F. de Ocariz) 8 ;; 1
-----------,----E_xp_e_d_i_c1_·o_n_e_s_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ~~;¡
Quesada Belalcázar Federman Lebrón Lugo Totales;; 1
~-
Ene. Vec. e.* v. e. v. e. v. e. v. e. v.•.;;·
Tunja 25 37 4 5 7 11 3 17 8 39 78·~
Santa Fe 22 10 2 1 7 9 3 7 3 5 37
Vélez 4 15 19 2 3 4
Tocaima 1 2 1 1 1 9 2 3 4 6
Pamplona 1 1 1
Mariquita 1 1
!bagué 1 2 2 1 2
Remedios** 1 1
Panches 1
Totales 53 66 8 8 17 51 6 28 6 22 90
habían usado los repartimientos de indios para premiar a sus amigos. Con
esto los indios habían quedado en manos de ··
... gente advenediza y escribanos y procuradores ... adictos al gobernador de
turno ...
27 DIHC. X, 33.
28 Not. 1ª, Tunja, 1540, f. 10 r.
29 Cf. R. Rivas, op. cit.; II, p. 33.
30 Not. 1ª, Tunja, 1540, f. 17 v.
31 Ibid. 1544-1550, f. 5 v.
122 HISTORIA ECONÓMICA Y
32 Ibid. f. 175 r.
33 Cf. R. Rivas, op. cit., II, p. 275.
34 Aguado, op. cit., I, p. 368.
35 DIHC. X, 330.
LAS FORMAS DE DOMINACIÓN 123
CUADRO 10
ENCOMENDEROS Y TRIBUTARIOS POR ENCOMIENDA, HACIA 1560
CUADRO U
NÚMERO DE TRIBUTARIOS POR ENCOMIENDA EN LA REGIÓN DE PASTO
47 AHNB. Vis. Batj., t. 3 f. 145 r. ss. f. 109 r. ss. Vis. Sant., t. 8 f. 492 r. ss., t. 3 f. 565 r. ss., t. 8
f. 630 r. SS., t. 5 f. 345 r. SS., t. 4 f. 698 r. SS., t. 8 f. 760 r. SS., t. 5 f. 559 r. SS., t. 7 f. 830 r. SS.
48 Ibid. Ene., t. 14 f. 425 r.
;¡---- 1
49 Ibid. t. 24 f. 112 r.
{,AS FORMAS DE DOMINACIÓN 129
Todavía la guerra contra los pijaos, en la primera década del siglo XVII,
uede verse como una oportunidad para justificar la función guerrera atri-
huida originalmente a los encomenderos. En sus comienzos, éstos solían
Jbergar en sus casas o en los «aposentos» de la encomienda un cierto nú-
~ero de soldados. Sostener esta costosa clientela era esencial para el pres-
tigio de su casa. Pero existía también la posibilidad de utilizarla realmente
en una expedición que trajera consigo el reconocimiento de servicios pres-
tados a la Corona. Todo indica, en cambio, que la guerra contra los pijaos
fue una empresa más bien ruinosa, excepto por las fértiles tierras que se
conquistaron y que fueron atribuidas a Diego de Ospina. Hacia 1610, una
encomienda no significaba una recompensa adecuada de los gastos incu-
rridos en hombres, armas y ostentación, pues la población indígena había
declinado y muy pocos repartimientos rebasaban la cifra de 300 tributarios
yni siquiera de 200. ·
- · Por esto, ya a finales del siglo XVI comienzan a advertirse los síntomas
de un debilitamiento cada vez más pronunciado de los encomenderos. El
establecimiento definitivo de los corregidores en 159359, a los que se atri-
buíá el privilegio de mediar en la cj.istribución de mano de obra indígena y
de controlar un régimen salarial que quería fortalecerse, junto con la
abolición subsiguiente del monopolio de la mano indígena que se llevó a
cabo en las tasas de tributos de Miguel de Ibarra, Egás de Guzmán y Luis
Henríquez (1593-1602), son apenas un ~igno del campio profundo que
había comeniado a operarse en la ·sociedad colonial.·
En la actitud de la Corona se produjo consiguientemente un cambio
significativo con respecto a los encomenderos. Las Nuevas Leyes habían
querido abolir el régimen de la encomienda en dos o tres generaciones para
prevenir la amenaza de una .casta militar que desafiaba demasiado a me-
nudo la autoridad de la monarquía española. Con el tiempo, la amenaza se
disolvió ella sola por la precariedad de las bases de! poder de los encomen-
deros. En primer término, debido éfl deterioro de 'la población indígena.
Luego, por la presión de otros grupos sociales (agricultores, comerciantes,
mineros, antiguos funcionarios de la Corona), que estuvo favorecida por
un éxito económico relativo,"frente a la pasividad ruinosa de los encomen-
deros. Éstos habían terminado por constituirse en una aristocracia difusa
cuya existencia podía tolerarse. El hecho mismo de que las encomiendas
no hayan poseído nunca un carácter patrimonial tuvo consec.µ.encias socia-
les muy importantes. Una de ellas, que sólo a través de la persistencia de
... muchas personas, o las más que tenían estas encomiendas, eran nobles,
hijos y nietos de conquistadores~ y algunas de ellas (las encomiendas) tan
60 !bid. Ene., t. 14 f. 12 v.
61 !bid. t. 9 f. 200 v.
J
62 !bid. f. 122 v.
DE DOMINACIÓN 133
tenues que, pa~adas las doctrinas y lo demás, a muchos no les quedan cin-
cuenta pesos... .
63 Ibid. t. 24 f. 983 r.
64 Ibid. Vis. Boy., t. 9 f. MO r.
65 Ibid. Ene., t. 26 f. 11 r. ss.
66 Ibid. Vis. Boy., t. 9 f. 640 r.
134 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCfAtJ,
1.· Con ocasión del cobro de los tributos a corregidores y cobradores, Mal-
i donado emprendió varios pleitos, los cuales, según su hija, acabaron con
'd 68
1suv1a.
· Chita y sus anexos eran un caso excepcional. En sus orígenes, la enco-
l ¡Jlienda incluíap~lbpueCbhl~ de Chi)ta, chon siehte capitaníasby otrEos d o ce pu~-
blos (Támara, is a, 1pa, etc. 1ac es, c iscas y tune os. n 1572 tema
t.139 tributarios y era, por lo tanto, una de las encomiendas más grandes
de la provincia de Tunja. Todavía en la segunda mitad del siglo xvm ren-
taba más de mil pesos anuales pues los indios pagaban sus tributos en lienzos
deMorcote que los comerciantes remataban para venderlos al por menor.
Así, en 1754 se habían acumulado en las Cajas de la Real Hacienda 32.246
varas de lienzo que valían cerca de diez mil pesos y que se remataron a
Juan Antonio Suárez69 • Ninguna otra encomienda alcanzó una vida tan lar-
ga pues a comienzos del siglo XVIII la mayoría se había extinguido. Según
- un informe del capitán Nicolás de Santamaría, corregidor de Duitama, al
primer virrey de la Nueva Granada, Antonio de la Pedroza y Guerrero
(1719), las encomiendas del partido estaban vacas con excepción de Te-
quia, de don Nicolás Guzmán y Susa -apenas con 8 t~ibutarios-, que
pertenecía al comisionado general de la caballería, Pedro Angel de Angulo.
Duitama misma pertenecía hacía mucho tiempo a la Corona, lo mismo que
Soatá 70• •
En toda la provincia de Tunja apenas quedaban 44 encomiendas, de las
setenta que existían a comienzos del siglo anterior y 3r en Santa Fe. La
disminución era todavía más fuerte en Vélez y PamJlona, pues no queda-
ban allí sino 14 y 22 encomiendas, resp~ctivamente . ·,
EL TRIBUTO
!
El problema del tributo indígena
fuera fijado de antemano por los virreyes o las audiencias. Por eso se en-
rgaba a los presidentes de las cuatro audiencias que se habían establecido
~~anto Domingo, México, Panamá y Lima) que se informaran de aquello que
1 5 indios podían pagar buenamente y con este conocimiento procedieran a
fijar las tasas de los tributos. Se recomendaba especialmente que estas tasas
no excedieran lo que los indios pagaban a sus propios caciques y señores
antes de la Conquista, con lo cual la Corona entendía mostrar su benevo-
lencia y, naturalmente, su intención de sustituir la autoridad de aquéllos.
La misma recomendación se había repetido casi sin variaciones a partir
de 153874 y aún después de promulgadas las Nuevas Leyes, en 1549, volvió
a reiterarse por petición del licenciado Jiménez de Quesada 75 . El licenciado
observaba que, hasta entonces, la tasación, tantas veces ordenada, no había
podido llevarse a cabo y por eso los encomenderos seguían cobrando a
bulto y de manera excesiva los tributos. También Díez de Armendáriz con-
fesab~ su impotencia a este respecto, en una carta dirigida al rey en febrero
de 1547. La promulgación de las Nuevas Leyes era todavía muy reciente y
el gobernador no se atrevía a desafiar una vez más a los encomenderos
.
limitand o sus exigencias . d'1genas76 .
. respec t o a 1os m
Sólo a partir de 1550 se hizo posible la tasación de los tributos indígenas
y esto con las limitaciones inherentes a un poder recién establecido. Un
poder cuyo radio de influencia se debilitaba con la distancia, como lo prue-
ba el hecho de que las tasaciones que se hicieron no pudieran operar uni-
formemente en los territorios ocupados por español~s y en algunos ni
siquiera se hicieran. En cada oca~ión, los encomenderos se resistieron obs-
tinadamente a que se normalizara: el pago del tributo puesto que sin esta
limitación podían disponer a su antojo de los productos y del trabajo indí-
genas. Con ello no hacían sino afirmar su «derecho de conquista», negando
su apoyo voluntario a una política centralizadora.
Tal corno estaba prevista la tasa en la Real Proyisión de 1543, encontra-
ba varios obstáculos en la práctica, aun sin contax con la ausencia de una
autoridad cuyo poder la hiciera efectiva. Es cierto que la intención de la
Corona era benévola al disminuir los nuevos tributos en relación con los
que ya conocían las socied~des indígenas, pues algo podía sacrificarse, en
teoría, al reconocimiento de su carácter soberano. Pero, como lo anota el
profesor Friede77, muchas de estas sociedades no poseían una coherencia
74 Ibid. V, 16.
75 AHNB. Vis. Bm;., t. 11 f. 668 r. ss.
76 DIHC. VIII, 309.
77 J. Friede, Vida y luchas, cit. p. 107 ss.
140
78 No se tasaron todos los pueblos pero sí una gran parte. De los autos de 58 repartimientos
visitados por Tomás López entre abril y agosto de 1560 en la provincia de Tunja, 40
hacen alusión a la tasa anterior.
LAS FORMAS DE DOMINACIÓN 141
... por cuanto nos es mucho trabajo allegar el oro, porque nuestros tratos
83
contratos es comprar algodón e hilar mantas ... .
'¡·.
1 alteza no tiene ningún otro aprovechamiento ...
... con el cual trabajo se han muerto y disminuido en tanto número como se
ha visto y entiende ...
·zadón de los naturales. Por eso prohibía hacer tapias, casas y edificios,
~trabajo en las minas, las cargas (tamenes), y la cuasiservidumbre (nabo-
efas). Exceptuaba los trabajos agrícolas puesto que de ellos dependían los
r · · tosdelas cm ·dd 92
Jllantenim1en a es .
El acuerdo de la Audiencia disponía una retasa de los tributos que
debía moderarlos. Como en otras ocasiones, los encomenderos se sintieron
a!llenazados y por eso varias ciudades del Nuevo Reino suplicaron el
acuerdo. Sin embargo, una Real Cédula de 1562 lo mantuvo contra las pe-
ticiones de los encomenderos. Para esa fecha, el licenciado Angulo de Cas-
tejón ya había dado comienzo a su visita en la ciudad de Tunja (enero de
1562) después de tomar juicio de residencia a los justicias y oficiales cuyas
, termma
funciones h ab ian . d o 93 .
Como en el caso de la tasa de 1555, se conservan algunos autos de la
retasa de 1562. También esta vez el visitador procedió en muchos cásos a
fijar el tributo en oro, aunque con dos modificaciones importantes. En pri-
mer término, la cantidad ordenada guardaba una relación constante con el
número de indios de cada repartimiento, a razón de medio peso de oro
-en realidad, un peso de medio oro, es decir, oro de baja ley, de unos 12
quilates- por cada tributario. Esta circunstancia m~rece ser destacada
puesto que el hallazgo de los autos de retasa permitiría inferir el número
de tributarios en 1562, cuya cifra se desconoce en algúnos casos94 •
Por otro lado, la obligación de pagar, en oro no era ,imperativa puesto
que los indios podían pagar en mantas, a razón de cfuco tomines la manta.
Aun así, un poco más tarde, el fiscal de la Audiencia, García de Valverde,
criticó duramente la tasa puesto que los indios de la provincia de Tunja no
tenían minas dentro de sus términos y, por lo tapto,' el oro no era ·uno de
sus frutos naturales, exigencja establecida por las Cédulas Reales para po-
der fijar los géneros en que debía pagarse el trib.uto. El fiscal añadía que los
indios daban oro hacía tanto tiemp0 que aunque este metal corriera como
el agua ya debería haberse agotado'. Finalmente, que el pago de oro debía
estipularse solamente en los sitios en:donde los indios se dedicaban al comer-
cio y no a otras labores o en aquéllos en donde podían obtenerlo sin necesidad
de salir de su pueblo. El fise:al pensaba tal vez, con respecto a esta última
situación, en algunos repartimientos que obtenían provechos del cultivo de la
coca o, como cerca de Chita, en la explotación de los pozos salinos95 •
Además del oro, el oidor Anguló había tasado a cada indio en una nía
ta. Según el fiscal, la manta, añadida al peso, era un tributo excesivoyau~
sobrepasaba la tasa primitiva, en la que se había tenido cuidado de qú~·
cada indio no pagara más de un peso. Se mostraba adverso al carácteruni~
forme de la tasa puesto que algunos pueblos eran más ricos que otros.Aña.
día que aún dentro de un mismo repartimiento el visitador debería haber 1
relevado del pago de oro y mantas por lo menos a las dos terceras partt?sqe
los tributarios pues ya era suficiente que contribuyeran con las labranzas.
Como en la tasa primitiva, la retasa imponía a los indios la obligactó~
de cultivar para el encomendero labranzas de trigo, cebada, maíz, Yen
ocasiones garbanzos, habas y fríjoles. El fiscal consideró esta vez que fas
labranzas autorizadas eran excesivas puesto que el encomendero tendría
con ellas no sólo para su propio mantenimiento sino que aún podría djg.;
poner de excedentes para vender. García de Valverde aclaraba que los in.
dios tendrían que trabajar todas estas labranzas con la pura fuerza de sus:-
brazos, y muchas veces con la ayuda de sus mujeres, y hacía la reflexión de
que si la misma carga se impusiera sobre un español, o sobre un homb;e
de una nación cualquiera, ·
... por robusto o valiente que fuese, en dos o tres años corría peligro cono-
cido su vida, cuánto más una gente tan ~~ca, tan miserable y tan mal enten-
dida y de tan pocas fuerzas como ésta... ·····
1
Otras prestaciones, según el fiscal, implicaban llanamente la imposi-
ción de servicios personales. La obligación, por ejemplo, deHevar hasta.la
casa del encomendero las mantas y las cosechas, lo mismo que pescado~
miel, coca, algodón o cabuya. El fisca:I observaba que los indios debían trans~
portar estos objetos trayectos larguísimos, de 15, 20, 30 y hasta 40 leguas.
Para ilustrar sus puntos de vista, García de Vaiverde hacía notar cónid,
en algunos casos ·concretos, la retasa excedía la tasa de 1555. En el caso d.e
Duitama, por ejemp~or si bien se había rebajado el pago de 25 pesosde
buen oro, en cambio se habían añadido 350 mantas cuyo valor era de 175
pesos. En otros casos se había aumentado el número de mantas o la canti·
dad de oro. · · .,
Los encomend~ros de Tunja contestaron inmediatamente.a las objedO-
nes del fiscal a la retasa de Angulo. Según el procurador de la ciudad, Juan
de Quincoces (encomendero él mismo de Susacón, Faracuca y Tobasía), no
era cierto que los indios de la provincia fueran pobres, antes bien, se trat~-
96 Ibid.
DE DOMINACIÓN 147
b de las comunidades más ricas de las Indias por su comercio. Estos in.,-
;05 comerciaban con esmeraldas, sal, mantas y coca con otras provincias,
flletª del Reino. Podían disponer entonces de oro a través del comercio
( unque el oro mismo faltara en la provincia) y -Quincoces hacía un re-
~ércano con la comparación del fiscal- antes se agotaría el río Magdalena
ue este metal. Además, la actividad comercial de los indios incluía tam-
6¡énla venta a los españoles de Tunja de forraje para los caballos, ají, algodón,
réatas y bestias sueltas, alpargatas, hilos de todos los colores, pescado,
aves, venados, etc., de tal manera que todo el oro que tributaran volvería
aellos.
El procurador añadía, en defensa de la retasa, que los vecinos españoles
estaban sumidos enla mayor pobreza. Por un lado, dependían de los su-
ministros que venían de España y que tenían que comprar a precios exce-
sivos, especialmente consumos como vino y ropa .. Por otro, se refería-de
manera contradictoria-
u• 97
a la miseria· de la tierra y a la exigüidad de las
demoras . ·
En esta forma, los encomenderos de Tunja pintaban el cuadro de dos
sociedades antagónicas y cuya prosperidad era inconciliable. De una par-
te, la sociedad indígena, gozando todavía de los beneficios de su artesanía,
de sus cultivos y de la preponderancia de su comercio con otros pueblos y,
de otra, la presencia del núcleo urbano español que dependía tanto de los
artículos españoles (vino, aceite, telas, quincallería) como de los suminis-
tros que provenían del trabajo in9-ígena.' •
La Audiencia, sin embargo, se inclinó hacia el parecer del fiscal y el 28
de octubre de 1564 suspendió la aplicación de la retasa de Angulo de Cas-
tejón. Tuvo en cuenta, principalmente, el hecho de que los indios no habían
sido contados por el visitador sino que Angulo sé había atenido a los datos
inciertos suministrados por·los caciques. Se volvió a poner en vigencia la
tasa de 1555 pero se ordenó que no.podría exigirs~ sino lo que la tasa esti-
pulaba en oro y mantas~ suprimiendo con ello todo. género de servicios
personales, aunque quedara subsistente la obligación de hacer labranzas
de trigo y cebada98 . •
La abolición de servicios .personales se debió a la intervención del primer
presidente de la Audiencia, Venero de Leiva. Según Aguado 99 , lo apoyaron·
los oidores Juan López de Cepeda, Melchor Pérez de Arteaga, Angulo de
Castejón y Diego de Villafañe, como también el fiScal García de Valverde
102 La proporción es diferente en dos autos que se dictaron el mismo año de 1565. Ún auto
de mayo autprizaba elevar el número de indios por hanega a veinte si la tierra era de-
masiado abrupta, es decir, si era preciso roturar.
103 Según la famosa descripción de la provincia de Tunja en CDI. 9, 401, que data de 1610,
« ... el trigo acude de ordinario a 10 y a 15 por fanega y a veces a 40 y 50; la cebada de 20
hasta 30, y algunas veces a 50 y a 60; el maíz de 50 hasta 100; las turinas de 20 y a 30 más
por fanega; los garbanzos y habas de 20 a 25... ».
104 AHNB. Cae. e ind., t. 5 f. 754 r. ss.
150 HISTORIA ECONÓMICA y SOC!Atf ·
111 No es posible conocer la amplitud de las modificaciones, pues no se conservan sino unos
pocos autos de la revisión de las tasas.
112 AHNB. Vis. Boy., t. 17 f. 914 r.
113 lbid. t. 5 f. 499 r.
114 lbid. t. 2 f. 366 r. ss.
f,¡\S fORNfAS DE DOMINACIÓN 153
Todas las tasas, hasta 1577, habían señalado un número variable de in-
dios que debían servir a su encomendero como gañanes y pastores median-
te la retribución de un salario. Así, desde 1565, el 4% de los tributarios
debía servir a los encomenderos en estos oficios. En 1575, al mismo tiempo
ue comenzaba a modificar las tasas del licenciado Cepeda, la Audiencia
derogó las ordenanzas que el visitador había promulgado para Tunja, uno
de cuyos capítulos principales debía referirse a los salarios de los indios 115 .
Al parecer, casi todo lo dispuesto por el visitador no recibió el beneplácito
de la Audiencia, que procedió a modificarlo en forma sustancial.
Este cambio no significaba, por otra parte, nada excepcional si se tiene
en cuenta que a partir de 1555 se habían introducido cinco modificaciones
irnportantes en las modalidades del tributo indígena en la provincia de
runja. Éstas fueron, en resumen: .
115 «Las ordenanzas de Tunja: 1575-1576». Transe. de Juan Friede, en BCB. Vol. XI, Nº 8 p.
139 SS., 1968.
154 HISTORIA ECONÓMICA
óinala ante la Audiencia y ésta accedió a rebajar la tasa que había fijado ·
an
. 1577, d e una manera proporc10na
· 1 a 1a d'ismmuc10n
· · d'10s118 .
· ' d e 1os m
en Al examinar los autos de visita de Andrés Egas de Guzmán (1595-1596),
uede verse cómo el fenómeno era general. Los encomenderos seguían co-
hrando de acuerdo con las tasaciones de la Audiencia de 1575-1577 y aún
con la «tasa vieja» de Juan López de Cepeda, y el visitador pudo compro-
bar que las posibilidades de los indios estaban muy por debajo de las exi-
gencias de cada tasa. El cacique de Pesca representó que en tiempos de la
visita del licenciado Cepeda tenía alguna gente y había sido tasado por eso
en cierta cantidad de mantas pero que desde entonces habían muerto mu-
chos indios e indias, sobre todo gente joven119 • El visitador pidió un infor-
me sobre esta disminución y el defensor de indios nombrado por la visita
éncontró que, de acuerdo con las cifras de Cepeda y las del propio Egas de
Guzmán, faltaban 56 indios útiles en los repartimientos de Pesca y Tobasía
(que habían sido anexados), es decir, que se había operado una disminu-
ción del 45%. Según el cacique, cada indio debía pagar ahora 4 o 5 mantas
en lugar de dos en que había sido tasado 120. Algo parecido ocurría con las
labranzas: Entre ambas parcialidades debían entregar 91 fanegadas de maíz
desgranado y cultivar 18 fanegadas de sembradura de trigo. Según los au-
tos, el maíz valía 1 peso de oro corriente la fanegada ·y el cultivo de trigo a
ra~ón de 1 peso y 4 torñines por fanegada. Así, los .178 indios contados por
López de Cepeda pagaban, entre. todos,"118 pesos por~ste concepto, o se-
gún el cálculo del visitador, 5 tomines c;:ada uno, además de las mantas.
Ahora, teniendo en cuenta la proporción en que había disminuido la po-
blación, los indios pagaban 37 pesos en excE¡Jso 121 • •
Hasta ahora había ocurrido que ningún encomendero tenía en cuenta la
disminución de los indios eñ el momento de cobrar el tributo. Es cierto que
Ja Audiencia había introducido ciertas propordomes en relación con el nú-
mero de tributarios pero éstas se aplicaban casuísticamente en cada tasa y
no existían independientemente, a ~manera de regla general. Al no tomarse
en cuenta la disminución de los indios, las proporciones se alteraban; tanto
en el número de mantas, en el maíz que los indios debían entregar y en las
labranzas que debían cultivar, como en el 4% de lós tributarios que el en-
comendero podía concertar para los trabajos de sus haciendas.
... no hay otra gente que los pueda hacer, y de la esperiencia que dellos. se
tiene muestra que los tales, por ser para sí aprovechados, no lo harán, cesa-
124
rá Ja dicha contratación y ventas, como cosa no digna de ser permitida ...
..·
!llayo de 1600, la Audiencia hacía notar que tanto los corregidores (recién
instituidos) como los encomenderos, y aún los caciques y capitanes de los
l
repartimientos, participaban en el fraude de seguir cobrando a la comuni-
dad los tributos de los indios muertos y ausentes. En adelante, los visita-
dores debían hacer cumplir a los corregidores su obligación de llevar la
1 cuenta de los indios que morían en el curso del año, lo mismo de aquéllos
que entraban a tributar por pri:rr'era vez.
Esta medida, de cuyo cumplimiento se encargó al visitador Luis Henrí-
quez, depositaba en un funcionario real la responsabilidad del control
sobre los tributos, especialmente de la parte del tributo que debía ingresar
.
al erario real. El mismo auto disponía que el corregidor, que ya poseía una
función de control sobre las condiciones en que se efectuaban las contrata-
clones del trabajo indígena, debía velar porque las comunidades, una vez
!.
. hechas sus labranzas, acudieran a trabajar a las estancias de los vecinos
para que pudieran ganar salarios y jornales130 •
Puede señalarse, entonces, una ruptura con respecto al sistema anterior
a fines del siglo XVI y comienzos del XVII. En este momento se reconoció la
necesidad de institucionalizar formas salariales que hicieran independiente
el pago del tributo de la sujeción personal. Naturalmetlte, esta necesidad
no surgió como una mera previsión del Estado español. Más aún, todas las
disposiciones anteriores relativas al pago de tributos y de salarios habían
chocado cori una sociedad modelada por las exigencias de los encomende-
ros. Tenían, pues, que háber surgido elementos :O:uevos en el seno mismo
de esa sociedad, capaces de 'contrai:r~star las presiones ejercidas por los
encomenderos. · ~
La tasa de Luis Henríquez, cuya visita no fue.otra cosa que la prolonga-
ción de la de Egas de Guzmán, que ~e había visto interrumpida por la opo-
sición de los encomenderos, establecía'. que por lo menos una región pagara
íntegramente el tributo en oró. Se trataba del corregimiento de Sáchica, la
región aledaña a Villa de Leiva, el granero del Nuevo Reino. En las demás,
el tributo se repartía en mantas y oro, de la siguiente manera:
TRIBUTOS 131
'
131 AGI. Cont. L. 1775 Doc. 36.
(,As FORMAS DE DOMINACIÓN 161
. avicios
un nuevo sistema
y para de cobros,
la celebración
1······.·:··············.·.·. deimpuesto
un númeroporvariable
el cura para gratificar
de fiestas sus ser-
del santoral
cristiano. Casi todos cobraban por los entierros, bautismos, misas de vela-
ción matrimonial y certificaciones de edad para reservarse de los tributos.
1 Cada pueblo debía mantener tres cofradías y pagar limosnas para las fies-
tas de Corpus, Semana $anta, Nuestra Señora del Rosario, la Inmaculada
Concepción la Virgen de la Candelaria, la Asunción, el patrón del pueblo
yalgunas otras fiestas de santos m~nores. 'Tanto el cura cbmo el corregidor
servían de los indios en servicios personales y empleaban las tierras de
comunidad en su propio provecho o para mantener las tres cofradías. Los
frecuentes reclamos de los indios contra los CIJl"aS y los corregidores sugie-
ren, al menos, que éstos· heredaron los privjlegiós de los encomenderos
cuando el sistema comenzó a ·deteriorarse.
EL TRABAJO
El trabajo agrícola
.
La movilización de mano de obra indígena indispensable para las labores
agrícolas, que debían procurar el sustento a las ciudades recién fundadas,
río se operó desde un principio. La posibilidad de una mera exacción de
excedentes a través del mecanismo de la encomienda, por una parte, y, por
... por no ser de su natural inclinación los dichos indios labradores ...
... donde hagan sus labranzas en común y en particular, pues las tierras son
suyas'y no se les pueden quitar sino las que les sobraren, estando ellos ya
proveídos de todas las tierras y términos que hubieren menester, así para
sus sementeras como para criar sus ganados..., lo cual irá a poner en razón uno
.d 140
de los 01 ores ...
El jornal por cualquiera de las labores propias del campo (« ... acamello-
nar la tierra para maíz estando arada y amelgada ... », sembrar, desyerbar,
coger, segar, trillar con caballos, yeguas o trillos) sería de medio tomín
para cada indio o india empleados, los cuales trabajarían desde las 8 de la
mañana hasta la puesta del sol. El trabajo colectivo se estimaba por el área
beneficiada. Para el maíz se pagarían cinco pesos y medio de oro corriente
(de 13 quilates) por cada hanega de sembradura, estando ya la tierra arada y
amelgada, es decir, los indios debían sólo acamellonar, sembrar, desyerbar
y coger. Para el trigo y la cebada se pagaría un pes9 por cada hanega de
sembradura. En este caso se suponía que la siembra corría a cargo de
gañanes y mayordomos y que los indios sólo deb~an,desyerbar, segar y
encerrar en carretas. En tierra ca:liente, en donde la práctica consistía en
rozar y quemar y no se araba ni cavaba, el salario sería de cinco pesos para
cada hanega, siempre que se tratara de arcabuco brayo. Si la tarea de rozar
y quemar no implicaba .tanto trabajo, el salÍrio se rebajaba a cuatro pesos.
En cuanto a los salarios de los trabajadores permanentes, los concertados
por año, se estipulaban parte en dinero, parte .en especie y una ración, tal
como se reproduce en la tabla de salarios. La costumbre había establecido
que las mujeres trabajaran al lado de sus maridos en tareas accesorias tales
como limpiar y despajar la harina• o :hacer quesos en los hatos. Por estos
oficios no recibirían dinero Rero, en cambio, podrían ayudar a descontar el
tributo de sus maridos al recibir dos mantas de algodón al cabo del año.
También se les pagaría un maure o faja que usaban las indias y recibirían
la ración común a todos los trabajadores concertados.
CUADR012
TABLA DE SALARIOS INDÍGENAS (Auto de 2 de septiembre de 1598)
Y más adelante:
... todos los tratos y haciendas de los vecinos de esta ciudad han venido de
muchos años a esta parte en notable disminución; de t~l manera que si no
son los encomenderos gruesos y algunos mercaderes ricos, los demás veci-
nos se sustentan con mucha dificultad, con mucho aprieto y conocida mi-
seria, tanto que casi todo el año asisten en el campo en sus haciendas y
estancias por no poder sustentarse de.ordinario en la ciudad, sino son los
que tienen grandes haciendas, y aún estos le ,habitan mucho tiempo ....
0
compensaba ni de lejos los días de trabajo efectivo individual. Cada
~ndio venía a recibir solamente 2 o 3 granos y no el medio tomí:n que se
~abía fijado para el trabajo individual.
A.un el pago de este exiguo salario era distraído y no llegaba realmente
a 111 anos de los indios. Podía ocurrir que los caciques y capitanes reci~ieran
los cinco pesos y se quedaran con ellos o los emplearan en pagar tributos
de indios que no habían trabajado o de indios ausentes. En cuanto a los
indios que trabajaban con los encomenderos, tenían aún menos oportuni-
dad de verse pagados. Siguiendo la antigua práctica, éstos se contentaban
con persuadir al corregidor de que descontara tributos a los indios o, peor,
que cobrara tributos atrasados que se iban acumulando (rezagos) por la fre-
147
cuencia de las fugas de tributarios .
Ante esta situación, el oidor Obando procedió a abolir el trabajo y el ....
salario colectivos en el valle de Tenza. En adelante, los encomenderos y los
estancieros deberían pagar cuatro tomines por cada seis días de trabajo
individual. Redujo también la jornada de trabajo de nueve horas y ordenó
que los pagos se hicieran efectivamente al indio, india o muchacho que
trabajara sin que pudieran entregarse a los caciques y capitanes o descon-
tarlos de los tributos. En cuanto a los indios forasteros, debía contarse con
el corregidor para poder concertarlos.
La visita del licenciado Obando había sido provoéada por las quejas de
los indios de Guateque. El protector de }.ndios, Juan Rqdríguez Corchuelo,
representó ante la Audiencia que, no siendo más de 80 tributarios, los co-
rregidores los compelían a trabajar en Tenza en sementeras, trapiches y
cañaverales. En mayo de 1619, la Audiencia ordenó la visita pero ésta sólo
se llevó a cabo dos años más tarde, hacia m{irzo.de 1621 148 •
El oidor pudo comprobar que, efectivamente, los indios de Guateque y
Súnuba eran empleados en trapiches por sus _encomenderos Luis Cabeza
de Vaca y Diego Núñez de Estupiñán. En Guateque, el encomendero tenía
un trapiche en el que empleaba dtez indios. Guaho o cinco eran gañanes
que se ocupaban de tres sementeras de caña (con cuatro hanegas y media
de sembradura) y los restantes ejercían oficios en el trapiche: un hornero,
un espumador, uno que ser~Ía y revolvía la caña en la atahona, un muchacho
que arriaba el caballo de la atahona, un cajero y un prensador. El encomen-
dero de Súnuba empleaba apenas a un indio en el trapiche, que estaba ser-
vido por un negro y varios mestizos.
j
En los dos casos, la técnica era muy diferente. El de Súnuba era un ver-
dadero trapiche, con tres masas o tornos, un horno, pailas y canoas.-El de
Guateque consistía apenas en un bohío con una viga atravesada, níuy
grande y gruesa, qu~ ~xprimía el bagazo contra una piedra de a tahona mo~
vida por un caballo 4 .
A raíz de estas averiguaciones, el oidor dictó un auto de abril de 162!.
por el que prohibía a los encomenderos del valle de Tenza servirse de los
150
indios para estos oficios . Según Obando, en el valle había muy pocos
mestizos y mulatos que se ocuparan en los oficios de moledores de caña;
espumadores y horneros, por lo cual los encomenderos empleaban a los
indios contra prohibiciones reales y contra lo dispuesto durante la visita
de Luis Henríquez. Naturalmente, los encomenderos habían negado ha-
berse valido de los indios pero, según el oidor, lo habían hecho concertán-
dolos con los corregidores bajo el nombre de gañanes o utilizando indios
huidos de otros repartimientos, a los cuales ocultaban afirmando que se
habían criado en las casas.
El dominio de la economía agrícola por parte de los encomenderos era
evidente todavía en las primeras décadas del siglo XVII. Con todo, la dis;
minución de la mano de obra disponible enfrentaba de manera cada vez
más aguda los intereses de los encomenderos con los de otros habitantes
de las ciudades, con otros propietarios y aun entre sí mismos. La institu-
ción del corregidor de indios se había introducido como ul}a manera de
equilibrar estas pretensiones contrapuestas y defender a los indígenas de
cargas excesivas. Al principio, los corregidores tomaron partido por los
encomenderos, luego dividieron sus preferencias y, finalmente, trataron
ellos mismos de sacar partido a la situación estableciendo ciertas cargas en
su provecho. Propietarios y encomenderos se defendieron del proceder ar-
bitrario de los corregidores solicitando directamenté a_la Audiencia manl
_damientos para obtener el servicio de indios que requerían sus labores;
Tales mandamientos eran apenas un acto administrativo en el que jugaba
el favoritismo y la intriga para su otorgamiento. Dos o más propietarios y
encomenderos podían obtener mandamientos similares sobre una misma
población indígena que no podía cumplirlos todos. El cambio de un presi-
dente de)a Audienda invalidaba prácticamente las mercedes otorgadas
por el presidente anterior y había necesidad de renovar los mandamientos
con la nueva administración.
d res, entre otros a Elvira Báez, viuda de Juan de la Barrera, en cuyas es-
t ~cias de Saquencipa se había llevado a cabo la fundación • Los caciques
154
l
de la Nueva Granada. Si bien, como se ha visto, en muchas regiones exis-
. tieron entre los indígenas nexos ·de subordinación y jerarquías que, en el
mom~nto -~e la C?n quis~a, evolucionaband_hacia forma_s más elaborad as de
11
'
orgamzac10n socia , os mvasores no pu ieron recunrr -como en e1 caso
· del Perú- a estructuras preexistentes de trabajo colectivo y de canaliza-
f dón de excedentes en un sistema pareddo a la mita. •
J Muchos indígenas conocían ei trabajo en las minas e inclusive el oro se
contaba entre los artículos de trueque más frecuente entre las tribus. Pue-
blos de orfebres, los más notables de Amérjca, explotaban el oro o lo reci-
bían en bruto de otras tribus para su elabor¡,i.ción: Inclusive, los jefes podían
llegar a tener una participáción en los metales extraídos, los cuales exhi-
bían como símbolo de prestigió o tledicaban a p:t,ácticas rituales. A partir
de la Conquista, la mano de obra dedicada a estos menesteres fue el privi-
legio de los encomenderos quienes, algunas veces, podían derivar también
una renta del alquiler de sus indios a otros españoles dedicados exclusiva-
mente a la minería. .
El trabajo en las minas, como en la agricultura -y en mucho menor
grado el trabajo en las ciudades, en donde se estableció el sistema de la
«mita urbaná»:- fue objeto de críticas y aun se intentó suprimirlo muchas
1
· · uerte de los indios. Según los oficiales de la Corona, los indígenas que
~abajaban en las minas estaban más contentos que los otros y ellos mismos
eclaroaban ese trabajo.
r Esta situación se prolongó hasta el momento de la tasación de los tribu-
tos por el obispo Juan del Valle y el oidor Tomás López. Las visitas que se
sucedieron en la década de 1560 estaban asociadas a los dos problemas que
reocupaban principalmente a la administración de Venero de Leiva: el
~el tributo, para determinar si se debía tasar en oro o en otros «frutos de la
tierra», y el del trabajo de los indígenas en las minas y en la agricultura,
problema que, sin duda, estaba íntimamente ligado al primero.
El oidor Tomás López y el obispo Del Valle habían cuidado de tasar los
tributos de la región en «frutos de la tierra», según el deseo expresado ep.
Jas Nuevas Leyes. Debido a la presión de los encomenderos y de los habi-
tantes de las ciudades, cargaron también a los indios con trabajos agrícolas
en regiones propicias. Poco más tarde, los oidores Angulo de Castejón y
Diego de Villafañe tasaron de manera análoga los tributos en el Nuevo
Reino. Este tributo contravenía de manera flagrante el principio estableci-
do de ahorrar a los indios la servidumbre personal, puesto que se les obli-
gaba a un trabajo forzado y no retribuido por un salario. En ambos casos,
como se ha visto, el fiscal García de Valverde impugnó este tributo que
gravaba a los indígenas más allá de sus fuerzas 163 • •
Después de haber colaborado en Santa Fe con el presidente Venero de
Leiva, en el intento de suprimir 19s servfcios personale~, García de Valver-
de fue designado como oidor de la· Nueva Audiencia de Quito. En este
carácter, el antiguo fiscal firmó la orden que disponía una nueva visita a
Popayán por uno de sus colegas, el oidor Ped¡o de Hinojosa, en 1568. Según
sus instrucciones, Hinojosa debía proceder. a la supresión de los servicios
personales y a tasar de nuevo los tributos que García de Valverde juzgaba
excesivos. .., ~
En 1569, Hinojosa inquirió entr'e varios personajes de Popayán acerca
de la estimación del monto del tributo_ y sobre la conveniencia de fijarlo en
oro. Según los encomenderos, la tasa de Tomás López había sido nefasta
para los indios de la provincia que se veían constreñidos a comprar mantas
para satisfacer el tributo o pagar simplemente su equivalenté en oro164 • El
cura Bartolomé Ruiz declaró que los encomenderos se aprovechaban de
esta situación para hacer trabajar a los indios en las minas, entrando en
arreglos con los caciques. El obispo de Popayán, fray Agustín de la Coruña,
163 AHNB. Cae. e ind., t. 5 f. 476 ss. AGI. Quito L. 16. Despacho de 1564.
.164 AGI. Justicia, L. 369 Doc. 1 f. 31 v.
178 HISTORIA ECONÓMICA
hecho que todos los naturales queden fuera de minas y servicios personales
y cargas y esto queda ejecutado de tal manera y al parecer tan asentado
165
como si nunca les hubiera habido ni hayan de retornar a ello ...
pre el trabajo de los indios en las minas. Apenas un año antes, éste hab;:,.
pronunciado en Popayán varias sentencias de muerte, azotes y galeras coÜ;
tra los mineros empleados por algunos encomenderos para administrar
los indios. Ahora, lo que había sido tan severamente reprimido se tornab~
~d . ~~
Seguramente, el antiguo protector de indios podía alegar, corno lo hizJ
que un cambio sobrevenido en la política de la Corona dictaba su decisió~
Los encomenderos de Popayán habían defendido su causa ante la Corona
y obtenido, en 1568, una Real Cédula por la cual se autorizaba el trabajo:d.e :
los indios en las minas,
... porque hay falta de negros y no hay gente qué traer en las
. 167
romas... ·
Así, hasta 1570, la política de reemplazar a los indios por esclavos ne.; 1
... sobre si es cosa conveniente que anden los dichos i_ndips en las minas y
entretanto den sobre ello la orden que mejor pareciere convenir...
... que los dichos indios sepan y entiendan que contra su voluntad no han
de ser llevados ni apremiados a sacar oro, ni piedras, ni plata, ni otra cosa
contra su voluntad, sino que como personas libres que son, queriéndolo
ellos hacer, lo han de hacer libremente y para su aprovechamiento, de ma-
nera que todo el oro o plata y piedras y otra cosa que sacaren sea para ellos
mismos, pues les cuesta su trabajo, para comer y vestir y sustentar su casa
y familia y para lo que debieren de sus tributos y demoras y finalmente
hacer 1ello como de cosa suya propia lo que quisieren y por bien tuvie-;
17
ren ...
Los indios que se contrataran corno jornaleros debían recibir seis graiici~
de oro (medio tomín) diarios, más la comida y las herramientas necesarias'
sin que la jornada de trabajo pudiera exceder de siete horas diarias.Lo~'
indios no debían ser trasladados a clima diferentes al suyo para los trabajo~
ni ser empleados en otros oficios. Se autorizaba a los encomenderos alqU.i;
lar sus indios a los mineros, pero los indios alquilados no podían exceéié~
de la décima parte de los tributarios del repartimiento y debían tener,!~
edad y las fuerzas requeridas para el trabajo. ··.•
Los visitadores fueron encargados en adelante de hacer cornprender'i
los indios la naturaleza voluntaria del trabajo en las minas. La lectura dé
un documento redactado con este propósito se convirtió así en una pa~t~
del ritual que daba comienzo a cada visita. Sin embargo, esta lectura so-
lemne delante de todos los indios reunidos no podía impedir que, una vez
que el funcionario abandonaba el lugar, los indios fueran echados de nue:
vo a las minas por la fuerza 173 • e
Una crisis provocada por la rareza creciente de la mano de obra indíg~~
na debía ocurrir muy pronto. Apareció por primera vez en P_opayán a más
tardar en 1573, con la rebelión de los paeces que forzaron el abandono de
las minas de Guarnbia y despoblaron la villa de San Vicente de Páez. Hacia
1587; poco después del descubrimiento de las minas de plata de Mariquita,
la crisis afectaba a todas las explotaciones del distrito de Santa Fe situadas
en «tierra caliente». Por esta razón, los propietarios solicitaban con insistencia
préstamos a las Cajas reales para introducir esclavos negros174. La epidemia
de 1586 asoló de nuevo la población indígena y la producción de oro en el
distrito cayó a menos de cien mil pesos175 . Sólo la tercera parte de lo que sé
envió ese año a España· con la flota correspondía a los quintos del oro.
Según los oficiales de la Corona, la falta de indígenas elevaba los gastos
de producción y la explotación se volvía cada vez más difícil para aquéllos
que no P?seían esclavos 176 . Fue entonces cuando, por primera vez, se-pro"
ceptor de la Audiencia, sólo p:udo enviar a Las Lajas 98 indios de 182 que
retaban designados para el repartimiento de Duitama. En el momento de
e~ anizar la conducción, los indios huían a los llanos o, una vez que se
~e~aban a la mita, se escapaban o al regreso se quedaban en hatos y estan-
ias para no ser conducidos desde sus pueblos una segunda vez 185 • En
~ 6 75 1 también en Duitama, volvía a registrarse el mismo fenómeno, a pesar
dela energía desplegada por los corregidores, quienes hacían responsables
a los caciques y los amedrentaban con castigos para que reunieran a los
186
indios de la mita . En 1687, en el partido de Tenza, el corregidor ordenó
que se enviara a los reservados de Suta puesto que todos los demás habían
huido del pueblo. En la conducción de ese año figuraban también un hijo
del cacique y el gobernador del pueblo de Somondoco. De los cinco pueblos
del partido, apenas pudieron enviarse 39 indios, todos casados, con excepción
187
de uno . -
Andrés Pérez de Pisa, contador del Tribunal de Cuentas de Santa Fe y
encargado de la alcaldía mayor de las minas de Mariquita en 16'.20, ensayó
introducir métodos racionales para aumentar la productividad de los indios.
El contador buscó, ante todo, asegurar el abastecimiento de los indígenas
y, para conseguirlo, hizo que cada indio cultivara maíz en una parcela.
Más tarde, Pérez de Pisa resumía su experiencia explicando que
... no hay prisión pata el indio como ver nacer y crecer y esperar lograr
188
el fruto de lo que él mismo ha trabajado y cultivadc;i pa,ra sí...
Así, las conducciones llegaron a propiciar un debate cuyo tema era el de¡
supervivencia de lo que podía quedar de los indios, así como el de la con~
tinuidad de las labores agrícolas.
En 1644, cuando se discutía la renovación de las conduccioi:es, Pérezcte
Pisa observaba la actitud contradictoria de los encomenderos. Estos se que::
jaban del aniquilamiento de los indios en las minas y de los perjuicios cau:
sados a sus rentas cuando las minas se trabajaban. Si la explotación cesaba
se quejaban del mismo modo de la ineficacia del gobierno. En el fondo; fo~
argumentos del contador tendían a probar que el Nuevo Reino no podía
prescindir de la actividad minera. Las minas de plata proveían a todoslós
otros sectores del vehículo indispensable para las transacciones y la riqué:!
za que representaban se repartía entre todos. Según Pérez de Pisa,
... todo lo que costean se reparte entre los indios que van a su labor, tratan-
tes que llevan mantenimientos y labradores que siembran maíces, arrieros
que llevan la sal, y de unos a otros se van comunicando la plata en todo el
. 189
cuerpo d e1 Remo ...
189 Ibid. f. 2 r.
f,AS FORMAS DE DOMINACIÓN 187
... no hay quien ignore que en los tiempos que había en este Reino cantidad
gruesa de naturales abundaba ~n todo género de frutos, y ropa de lana y
algodón que se hallaba todo por muy cortos pr¡:;cios, con que tenía saca de '
191
Popayán, de Anserma y otras tierras de oro en mucha cantidad ...
4 .
Sostenían que ahora, además de que estos artículos se habían hecho ra-
ros en el mercado, la ruina de los distritos mineros se había consumado
precisamente a causa del aniquilamiento de los indígenas. En el fondo, los
encomenderos reprochaban a los pocos mineros que quedaba su obstina-
ción en mantener una actividad ingrata que ellos mismos, 'Conve¡:tidos en
190 lbid. f. 10 v.
191 lbid.
188 HISTORIA ECONÓMICA
Así, la tasa tenía en cuenta los intereses de los encomenderos más bien
que el bienestar de los indígenas o del conjunto de la sociedad. Pues eran
los encomenderos quienes poseían la tierra, se ocupaban de empresas mi-
neras y comerciales y detentaban el monopolio de la mano de obra indíge-
na. Allí no parecía que hubiera cambiado nada desde los primeros tiempos
de la ocupación, excepto que los indios ya no encontraban defensores como
Juan del Valle y Aglistín de la Coruña ni los visitadores se complacían en
mostrar hacia ellos la benevolencia del oidor Hinojosa.
Sin embargo, debe observarse que -el acento se había desplazado de la
actividad que se reconocía como sustancial, la minería, hacia los proble-
193 Ibid.
194 Ibid.
195 Cf. Peter Marzahl, The Cabildo of Popayan in the Seventeenth Centzm;: The Emergence of tltt
Creole Elite. Tesis de doctorado inédita.
r f,¡\S FORMAS DE DOMINACIÓN 191
... en distancia de once y doce leguas, nunca han ido al alquiler general, así
por estar tan lejos como por los inconvenientes de ríos y quebradas ... Agora
D. Antc:mio de Pedraza, administrador de la dicha ciudad, ha enviado a los
requerir. para que se vayan a a1quilar ... 198
La mita urbana, como los trabajos agrícolas, fue presionando cada vez.
más sobre la población indígena, a medida que se experimentaba su dismint1~
ción. Los administradores se basaban en recuentos practicados hacía años.
para fijar la cuota mensual que debían proporcionar los pueblos pero no
tenían en cuenta la disminución asombrosa de los indios 200 • Los indios
del corregimiento de Sáchica, colocados bajo la jurisdicción de Villa d~
Leiva se .quejaban especialmente de ser empleados con exceso 201 • Segú,~
... muy molestados con el alquiler general de la Villa de Leiva porque nos
piden muchos indios cada mes, que respecto de los pocos que somos no lo
podemos dar y porque agora vuestra merced (Luis Henríquez) ha mandado
dar indios de nuestro pueblo aDoña Isabel Leguízamo para el beneficio de
su hacienda y damos indios para la obra de Nuestra Señora de Chiquinqui-
rá y para San Agustín de la Villa de Leiva y a Francisco Rodríguez de Mo-
rales por provisión de la Real Audiencia, de manera que cada mes andan
alquilados y fuera del pueblo más de sesenta indios y éstos llevan otros
tantos más que les ayuden, y el pueblo no puede tolerar tanto trabajo, que
desto resulta huirse y despoblarse y no tener tiempo ni comodidad para
acudir a sus haciendas a la Villa de Leiva pide veinte y ún indios cada mes
Y a esta 202
cuenta no hay indios en el pueblo para acudir a tantos particu-
lares ...
... y cada uno de ellos en su oficio tiene otro ayudante, que son doblados, y
la lana se ha repartido entre las indias de este pueblo, a cada una una libra
y lo ha traído hilado cada quince días ... 212 '
... y todo lo que procedía lo vendía y se aprovechaba dello sin dar a los
indios cosa alguna ni pagarles, y en el dicho tiempo no _acabó de enterar a
214
la caja lo que los indios debían de demora y requinto de lcis dos años ...
211 Ibid.
212 AHNB. Vis. Bol., t. 5 f. 667 r.
213 Ibid. Cae. e ind., t. 67 f. 596 r. ss.
214 Ibid. Vis. Bol., t. 5 f. 677 r. ss.
{,A5 FORMAS DE DOMINACIÓN 197
... porque dí una petición ante vuestra merced pidiendo que se asentase a
cuentas conmigo sobre la ropa del batán, se enojó y me prendió a mí y a
otros ocho capitanes del dicho pueblo y nos echó en un cepo diciéndonos
que nos había de llevar a Sogamoso presos y de allí a Santa Fe, pidiéndonos
215
demoras de tres años atrasados ...
.l·
1 dad de los tributos del pueblo, obligándolos a pagar por otros216 • El cura
doctrinero, Cristóbal de Sanabria, se puso de parte de los indios y manifes-
. tó que en servicio de Dios y del rey, ni Domínguez ni otro corregidor debía
tener la administración del obraje sino una persona designada por la Real
Audiencia. Le parecía, además, que con buen orden y acudiendo los indios
al trabajo, se podían sacar del obraje siete mil pesos al año 217 . ·
..
'
1 AGI. Santa Fe L. 1174 Lib. 2 f. 35, R. C. ti.e 22 enero 1535, en DIHC. ID, 211. El texto de las
capitulaciones en Ibid. 199. La R. C. de 29 noviembre 1540 en «Cabildos de la dudad de
Tunja», cit. p. 16.
2 AHNB. Vis Boy., T. 12 f. 766 v.
201
tierras esta diferencia sutil no contaba para nada. Entonces se imponía u>
sistema de poder y un nudo complejo de relaciones que eran, en toda 11\
jerarquía de las relaciones sociales, concretos a más no poder. a
En teoría, era la Corona la que acordaba derechos sobre indios y tierra;
En la práctica del siglo XVI, eran los cabildos, compuestos casi siempre por
encomenderos, los que daban títulos sobre las tierras. Aquellos que a su
vez se hacían otorgar la tierra eran los mismos que disponían de la mano
de obra de las encomiendas. Así, no cabe duda de que los encomender~s
hayan gozado, en usufructo al menos, las tierras de sus encomendados. El
papel del tributo, al determinar los cultivos que los indios debían hacer en
provecho de sus señores, no podía sino reforzar ese usufructo. De alifa
apropiarse de las tierras, a mec;lida que se extinguía la población indígena~
no había más que un paso.
Solo un obstáculo impedía la formación de grandes dominios explota-
dos con un mínimo de eficiencia: la precariedad de los títulos y el cambfo
de encomenderos. La posesión derivada de la encomienda no estimulaba
empresas·agrícolas estables. Los encomenderos preferían hacer pastar ga-
nados en las cercanías de los cultivos indígenas, lo cual les permitía ustl.~
fructuar enormes cantidades de tierra a un costo muy bajo y con uría
rentabilidad relativamente elevada. Pero aun si una familia lograba rete:.
ner la encomienda durante tres o cuatro generaciones, superando el límite
de las dos generaciones previstas en las Nuevas Leyes, no podía tampoco.
impedir los recortes que imponían a su posesión los otorgamientos a otros
pretendientes. Al cabo de las dos, tres, o cuatro generaciones, los poseed().
res se veían constreñidos a abandonar las tierras frente a la nueva ati:ibu.-
ción de la encomienda y a la consiguiente privación de un privilegio sobre
la mano de obra. Ésta era más bien una situación de hecho puesto que mu-
chos encomenderos obtenían títulos de las tierras que usufructuaban. En
1603, el oidor Luis Henríquez, quien había examinado la situación de cer-
ca, podía afirmar que .
... En lo tocante a estancias, tierras de pasto y labor se dice que (de) las más
poseen o tienen títulos de los gobernadores o cabildos de Santafé y Tunja
los encomenderós, los cuales -junto a los indios encomendados-, siem-
pre han procurado las mejores de labor y las demás para criar ganados y
ensancharse con estos títulos de forma _que ninguno se les llegue cerca, y así
hay hombres de veinte, treinta, cuarenta y más estancias y tanto duran estas
haciendas cuanto dura la encomien_da, porque muerto el encomendero, si
sucede algún extraño, es fuerza vender las estancias y granjerías porque el
sucesor no consiente salgan los indios que son necesarios para la adminis-
203
... se han dado tierras a personas que ni 1iabían servido cuando se les dio,·
ni sirvieron después, y entonces dieron un decreto inútil diciendo que den-
10
tro de un mes presenten todos sus títulos ...
Esta queja indica que en muy pocos años se había producido una satu-
ración del espacio disponible. Dada la dependencia de la ciudad respecto
a los abastecimientos que provenían de los cultivos indígenas, este espacio
no era ilimitado. De otro lado, el otorgamiento de caballerías a los vecinos
podía usurpar tierras de indígenas encomendados. Como se ha visto en el
caso del encomendero de Chivatá, los encomenderos se oponían a que se
otorgaran las tierras de sus indios. Este celo no era, claro está, desinte~
sado. Además de que ellos recibían de estas tierras todos sus abasteci-
:ientos, se sentían con más derecho a obtener su título que cualquier otro
retendiente. Por esta razón los cabildos ordenaron, en ocasiones, que
ks primitivos beneficiarios abandonaran tierras otorgadas en «perjuicio
. d. 11
delos m ws» .
Entre 1539 y 1542 se otorgaron en Tunja muchas más huertas y solares
que caballerías. No obstante, llegó a darse una crisis en el otorgamiento de
estas últimas por la escasez de tierras y, a comienzos de 1542, el Cabildo se
!llostró renuente a seguirlas concediendo. En Santa Fe llegaron a pedirse
justificaciones de títulos sobre la tierra ocupada. Juan de Pineda, procura-
dor de Tunja en 1542, pidió por dos veces que se ensancharan los términos
de la ciudad para que todos los vecinos tuvieran caballerías en dónde hacer
12
sus sementeras .
En los primeros años, cuando se usufructuaban plenamente los dere-
chos de conquista, nada impelía a los conquistadores a apoderarse de las
tierras de los indios. Todos los habitantes podían disponer de algunas ca-
ballerías, que se destinaban a mantener ganados, en las cercanías de la ciu-
dad. Aun aquellos que no poseían una encomienda vivían a la espera de
recibir una. La ciudad podía replegarse voluntariamente sobre sí misma
para vivir de los despojos de la conquista. El conquistador vivía entonces
al acecho de nuevas empresas y nada lo urgía a emprender una labor colo-
nizadora. Casi simultáneamente (en 1544), los cabildos de Tunja y Santa Fe
señalaban la ruta que debía com,,unicar 'a las dos ciudhdes y a Tunja con
Vélez y Duitama. Esta medida no obedecía solamente al criterio fijado por
la política segregacionista española en defensa de los indios, y que prohi-
bían penetrar en sus pueblos. Era también l)lla manera de indicar el espa-
cio controlado por la ciudad y la irreductible separación de las dos
«repúblicas» 13 • El establecimiento.de los españoles condujo, poco a poco,
a la ocupación de tierras cada vez más alejadas dt:ü núcleo inicial. Al tiem-
po de la fundación' de Villa de Leiva, por ejemplo> se repartieron entre los
vecinos las tierras de los indios del pueblo de Sáchica. En el asentamiento
mismo de la villa se utilizaron las· tierras de los indios de Moniquirá-Sa-
quencipa. Dos meses antes. <le la fundación, el licenciado Juan López de
Cepeda había visitado este pueblo y los indios le habían informado que
Juan de Angulo y Juan de Mayorga (vecinos de Vélez), sus encomenderos,
Ibid. p. 46-47.
Libro de Cabildos, cit. p. 168 y 187.
C{ Hernández de Alba, transe. cit. p. 49. AGI. Eser. Cam. L. 785 cit. por U. Rojas, Corre-
gidores, cit. p. 33.
206
les habían tomado sus tierras. En diciembre, el contador Juan de Otálo~f ¿;.
hizo «apuntamiento» de algunas personas que se avecindarían en la v~
para otorgarles t!erras. Diez _vecinos ~eci~ieron así 21~ fanegadas. de selll..
bradu:a que hab~an per.tenec1do a lo~ md10s. En ~576, estos se que1aron:u~¡
despojo ante el 01dor Diego de Narvaez pero al final llegaron a un acuerdo 1
con los vecinos, según el cual a los indios se les restituirían 65 fanegadaáy 1
cederían las restantes 150. No obstante, el proceso de apropiación de tÍe'..
rras por parte de los españoles continuó como si el acuerdo no hubi~ra
existido: en 1592, el alguacil Juan Díaz de Martas encontró que se habían
repartido en los dos pueblos, fuera de las primeras otorgaciones, 43 estan.
cías más, en las cuales los indios habían tenido quinientas labranzas14; ~;
El proceso de la apropiación de la tierra por parte de los españoles estaba
sin duda, ligado a un problema de equilibrio entre sus propias necesidades y
la capacidad de las economías indígenas para satisfacerlas mediante la insü.
tución del tributo. Este equilibrio tendía a romperse muy pronto dado el ai.¡;
mento constante de los vecinos y las resistencias de la sociedad indígena a
abastece¡; las ciudades. Aparecen entonces las primeras «estancias», las cuáles
se forman dentro de los límites de una encomienda. El tributo se convierte en
un pretexto para forzar el trabajo de los indios en provecho del encomendero.
Éste pasa a ser así el usufructuario de las tierras de los indios.
La declinación de la población indígena y los consiguientes «pobfa.
mientas» contribuyeron a confinar a los indios, cortándolos de sus tierras.
Como se ha visto, los poblamientos se intentaron en diferentes épocas/a
partir de 1560. Cada uno obligaba a los indios a abandonar tierras que los
españoles se apresuraban a solicitar c9mo tierras vacas. Hacia 1560, con
ocasión del primer poblamiento ordenado por Tomás López, se ven apare'.-
cer las primeras grandes estancias de Popayán que pertenecían a Diego
Delgado, Francisco Mosquera, Pedro de Velazco y Bartolomé Godoy. En
todas ellas los indios habían sido sacados de su encomienda para servir en
la estancia. Para justificar este empleo abusivo de la mano de obra enco-1
mendada, los «propietarios» pretendían que los indios recibían un favor al
ocupar sus propias tierras. Así, en 1569, los propietarios de Popayán pre-
tendían que los indios les pagaran arrendamiento puesto que
... a. vuestra merced le consta que en algunas estancias y caballerías que
tenemos por nuestras posesiones están algunos indios poblados y éstos se-
rían obligados a nos pagar la ocupación que en tales nuestras tierras tienen.
Pedirnos y suplicarnos a vuestra merced (el oidor Hinojosa) aclare lo que
14 AHNB. Vis. Boy., t. 18 f. 564 r., t. 7 f. 569 r. Resg. Boy., t. 3 f. 350 v. ss. f. 331 r. ss.
207
C
ada uno podrá dar porque le dejásemos vivir y sementar en nuestras pro-
15
piedades... .
Obsérvese que Mota vita era una de los pueblos de indios más próximos
a Tunja. En lugares más apartadps, los indios continuli.ron trabajando sus
tierras y asistiendo a sus mercados tradicionales. Claro que ahora el enco-
mendero participaba más y más de los excedentes de esta economía y en
sitios próximos a la ciudad tornaba la iniciativa fundando estancias que se
hacía atribuir por el Cabildo. • ·
·En la región vecina de Santa Fe"-la Sabana de Bogotá- el proceso está
ilustrado por la formación de úno de los más importantes dominios de la
Nueva Granada, lá hacienda de Francisco Maldcmado de Mendoza, cuya
extensión era más o menos de 45 ·mil hectáreas, la tercera parte del área
total de la Sabana de Bogotá. •
De las medidas de la ha~ienda puede colegirse la antigüedad de los otor-
gamientos. Diez y siete estancias «antiguas» de ganado mayor habían sido
otorgadas antes de 1585, cuando las mercedes utilizaban una medida de
seis mil pasos por seis mil para la estancia de ganado mayor y de tres mil
por tres mil para las estancias de pan, o tierras de labor, es decir, unas 2.5
40
hectáreas y 635 respectivamente (el «paso» equivalía a una vara de castUI' .
de 0,84 m). Las estancias, como unidades de mensura agraria, variaban e~
cada lugar, de acuerdo con disposiciones del Cabildo. A partir de 1585,siii'
embargo, las enormes medidas utilizadas primitivamente para los otorga~.
mientas se redujeron considerablemente en Tunja y en Santa Fe. Según ar?·
denanzas expedidas en estas dos ciudades, la estancia de ganado mayor';;~:
redujo a 370 hectáreas en Tunja y a 327,5 en Santa Fe. La estancia de pª1\'.
midió en adelante 69 hectáreas en Tunja y 90,3 en Santa Fe 18 . ···
La hacienda de Maldonado de Mendoza incluía también ocho estancias
modernas, o de otorgamiento posterior a 1585, y seis estancias de pan de··
la nueva medida. Las estancias más antiguas habían pertenecido a con-.
quistadores que habían preferido marchar a España, cediendo sus dere:
chas a Antón de Olalla, el encomendero del pueblo de Bogotá, en torno al
cual se encontraban las estancias. Según los títulos de la hacienda, los otor.;
gamientos se habían efectuado así:
18 AGI. Santa Fe L. 66 cit por U. Rojas, Corregidores, p. 184. Eser. Cam. L. 763 pieza 2ª f. 41 r.
ss. Cf. Ernest W. Aitken, «La estancia de ganado mayor en los siglos XVI y XVII». BHA.
Vol. XXIX, Nº 338. Dic. 1492, p. 1023. El aufür discute, basado en documentos del Cabil-
do de Tocaima, una tesis de Páez Courvel. La polémica podría ampliarse todavía, puesto
que las estancias no eran uniformes en toda la Nueva Granada y su extensión dependía:
de ordenanzas municipales.
19 AGI. Eser. Cam. L. 763.
209
A comienzos del siglo XVII, este dominio podía mantener siete u ocho mil
•.•. ·. bezas de ganado, mil mulas (24 mil arrobas, o sea 270 toneladas) y se reco-
¡ ~an allí cuatro mil «hanegas» de trigo. Ubicada en el extremo noroccidental
' feia Sabana y atravesada por el camino que conducía a Tocairna, la hacienda
· cogía ganado que venía de Neiva, a razón de un peso y medio cada cabeza,
~ cual se vendía en Santa Fe a seis pesos, después de seis meses de engorde.
·ª Esta propiedad creció en el siglo XVI a expensas de las tierras de los
indios de Bogotá (hoy Punza), cuyo cacique era uno de los más importantes
del reino chibcha. Un dibujo del dominio de 1614, conservado en el Archi-
vo de Indias 20, muestra cómo el cercado del cacique había sido desplazado
yarrinconado en tierras pantanosas, muy cerca de la estancia principal del
encomendero. Los cultivos de los indígenas rodeaban el pueblo y el caci-
qúe poseía una estancia de ganado. La estancia principal del encomendero
(sus «aposentos») estaba cercada y servía evidentemente para el cultivo de
trigo. Todas las tierras restantes, cortadas por el camino a Tocairna, esta-
ban reservadas para la ganadería. Se trataba, en gran parte, de tierras inun-
dadas por el río Bogotá pero en donde había también un pantano salado
que las hacía especialmente aptas para la ganadería.
A pesar de la antigüedad de los títulos sobre estas tierras, es poco pro-
bable que los españoles las hayan ocupado antes de 1960. En agosto de ese
año, el Cabildo de Santa Fe contrató con Pedro Navarro la construcción de
un puente sob:re el río Bogotá. En octubre.del año sig~ieµte, el fiscal García
de Valverde observaba que en la ciénaga de Fontibón los indios se ahoga-
ban todos los años y que era preciso construir un camellón21 • ._
Este proceso de paulatina ocupación de tierras fé,rtiles o aptas para la
ganadería, que irradiaba desde un núcleo urBano.español, puede confinar-
se a la región de los altiplanos (Santa Fe, Tunja, Pasto y Popayán). El interés
por estas tierras, que ya habían s4J.o roturadas por los indios, contrasta con
el abandono en que permanecieron por mucho tiempo vastas zonas despo-
bladas de indígenas. El origen de la hacienda ·«cimarronas» ilustra este
fenómeno. ·En 1582, Gregorio Astigarréta -un rico comerciante de Cali-
reclamaba las tierras que iban desde la ciudad de Buga «hasta por bajo de
La Palma». El origen de esta tlemanda no estribaba en el valor de las tierras
20 Ibid. Panamá. Nº 342. «Pintura de las tierras, pantanos y anegadizos del pueblo de Bo-
gotá, hecha por mandato de la Real Audiencia desta ciudad de Santa Fe <leste Nuevo
Reino de Granada, en la causa que en ella trata el señor fiscal don Francisco Maldonado
de Mendoza. Por nos, Alonso Ruiz Galdámez, receptor, y Juan Aguilar Rendón, pintor,
en el mes de abril <leste año de 1614 años».
21 AHNB. Rl., Hda., t. 17 f. 401 r. y f. 428 r.
210
sino en el hecho de que allí pastaba una gran cantidad de ganado cimartéi. ·.
Según Astigarreta, quien poseía una estancia entre las jurisdicciones:~·
Cali y Buga y llevaba ganado desde allí hasta los yacimientos antioqueñ();,
el ganado cimarrón procedía de algunas reses que se le habían extraviads~
por el camino trece años antes. Según otra versión, este ganado proced?
de reses extraviadas durante la expedición del capitán Estupiñán que na¿.
bía ido a poblar la ciudad de Buga. El pleito que se originó de estas dos .
versiones duró desde 1578 hasta 1613, cuando se pronunció sentencia cBih
tra los herederos de Astigarreta. El ganado, que pastaba libremente, deoió
multiplicarse enormemente en estos años y dio origen a la propiedad ql.le
a comienzos del siglo XVII explotaba Antonio Maltés 22 •
Así, mientras que en el occidente el traslado de Buga desde los flancos
de la cordillera al valle del Cauca, y su transformación de «presidio» de·
frontera en un centro agrícola, encierra el valle del Cauca y da comienzo a
la formación de grandes latifundios con muy poca mano de obra, enlós
altiplanos del Nuevo Reino la ocupación de tierras en desmedro de los
indígenas culmina en la década de 1575-1585.
Según el testimonio del oidor Guillén Chaparro, el otorgamiento detil:-;
rras por parte de los cabildos había sido tan desordenado que los indios.se
veían empujados a tierras ardientes o a páramos improductivos23 • El teso"
rero Gabriel de Limpias sostenía que algunos beneficiarios revendían las.
tierras otorgadas en forma ilimitada por los cabildos. Algunos, como. el
alguacil Pedro Xuárez, especulaban con las tierras de las que habían obte-=
nido un título para regresarse a España 24 •
En 1583, el mismo año en que estos-funcionarios escribían sus quejas,
25
una Cédula Real recomendaba que se restituyera a los indios las tierras.
que los encomenderos habían usurpado en su provecho y en el de sus hijos
y amigos. Posiblemente, esta Cédula fue una de las ca~sas que provocaron·
la fronda municipal contra la autoridad de los visitadores Monzón y Prieto
de Orellana. Es posible también que la presión sobre las tierras de los in-
dios fuera una consecüencia de la crisis minera de los años setenta en los
yacimientos del Nuevo Reino. Según los oficiales reales, en esa época los
mineros abandonaban las minas Y: vendían sus esclavos por no tener yaci-
mientos en los cuales emplearlos26 •
22 Jbid. t. 20 f. 90 r. SS.
23 AGI. Patr. L. 27 r. 4
24 Ibid. Santa Fe L. 68 r. 1 Doc. 33.
25 AHNB. Resg. Boy., t. 6 f. 51 r. R. C. de 1º nov. 1583.
26 AGI. Santa Fe L. 68 Doc. 32.
211
A partir de 1580 se observa una creciente presión sobre las tierras de los
. dios en la región de Tunja. En ese año, el encomendero de Paipa, Gómez
~- Cifuentes, pidió para su hijo Francisco de Monsalve una estancia de
tierras que afirmaba ser baldías, en su repartimiento. Su petición entró en
• onflicto con otra similar de Juan Antonio de Ahumada, yerno de otro po-
-~eroso encomendero de Tunja (Bartolomé Camacho). Ahumada obtuvo la
estancia pero chocó con la oposición del encomendero, quien indujo a los
indios a incendiar sus bohíos en 1584.
Según D. Martín, capitán del repartimiento de Paipa, los indios habían
poseído tierras en ambas márgenes del río Paipa -hasta los confines de
-Sátiva, Tu ta y Ocusá- en donde sembraban maíz y papas. Desde hacía
cinco o seis años, sin embargo,
... muchas personas españoles han pedido estancias de ganados mayores y
menores ... como son Gómez de Cifuentes e Bartolomé Camacho e Juan An-
tonio y Fulano de Cáceres, diezmero, y otras muchas personas, de tal ma-
nera que nos han despojado de la mayor parte de nuestras _tierras y -no
tenemos adonde sembrar, ni menos adonde traer yeguas y ganado, ni para
hacer labranzas de comunidad ... -
28 Ibid. Vis. Boy., t. 10 f. 596 r. ss. En 1598, Isabel Zambrano compró una parte de la estancia
a Núñez y su mujer. En 1620 declaró que la había comprado actuando como testafe.iro
del encomendero de Suta, Pedro Merchán de Velazco. En 1621, éste permutó un pedazo
por otro de los resguardos de los indios de Suta. Ibid. f. 549 r. ss.
213
1
En julio de 1588, la Audiencia volvió a proveer una estancia de pan
Catalina Escudero, después de que el alcalde de Villa de Leiva, Pedro./
Rivera, rindió concepto favorable al otorgamiento. Según el alcalde, se tra~
taba de tierras vacas y eriales, en las que apenas quedaban rastros de antt-.
guas labranzas indígenas. Mucho más tarde, en 1636, la estancia tuvo qu;
ser devuelta a los indios por el oidor Juan de Valcárcel, quien encontró que
no tehían más tierras en donde hacer sus labranzas 31 • ·
En teoría, al menos, se reconocía una especie de dominio útil a los L11;;
dios antes de la época del reconocimiento definitivo de los resguardos. Eh
los primeros tiempos, los otorgamientos no debían lesionar a los indios .
ron hasta reconocer que las tierras pertenecían a los indios y que las que si!
otorgaban a los españoles no podían ser sino aquéllas que sobraran. Por
eso los otorgamientos de los cabildos se efectuaban con el requisito previo
de examinar las tierras solicitadas para cerciorarse de si en ellas había 0 no
labranzas de los indios. ·
Esta precaución parece haber sido puramente formal. Muy a menudo
intervenía el favoritismo de los cabildos hacia los vecinos que pedían tierras.
Una situación característica, la de Diego Vásquez Botella, quien solicitó
dos estancias en términos de Tobasía (encomienda de Antón Rodríguez
Cazalla) el 12 de junio de 1591. Vásquez pretendía que estas tierras eran
vacas y baldías, y para comprobarlo se comisionó al regidor Diego Rincón.
Éste declaró que si bien los indios de Tobasía se oponían a la petición, las
tierras podrían otorgarse por no haber labranza en ellas. El Cabildo acce-
dió al otorgamiento el 9 de julio de 1592. Los indios se quejaron en Sá.nfa
Fe y el presidente González comisionó al corregidor de Tunja, Pedro· de
Arellano, para que hiciera una averiguación y «desagraviara» a las partes;
El corregidor se limitó a aconsejar al capitán del pueblo, don Cristóbal Tu-
che, que procura un acuerdo con Vásquez Botella, a cambio de una yunta
de bueyes y cuarenta oyejas. El capitán se negó y esto provocó un incidente
con el corregidor, quien envió al indio a la cárcel. Al cabo de cuatro días lo
soltó y el capitán terminó por aceptar, de mala gana, el precio ofrecido por
Vásquez. El 19 de abril de 1595 se formalizó la venta ante escribano32 •
Así, en las zonas que inicialmente estaban densamente pobladas por
indígenas, el proceso de apropiación de la tierra por parte de los españoles
tuvo que verificarse en contra de los derechos consuetudinarios de los in-
31 Ibid. f. 616 r.
32 Jbid. t. 12 f. 868 r. SS.
••• [;i\TIERRA 215
LAS COMPOSICIONES
Los últimos años del reinado de Felipe II culminan con todo el proceso que
en la segunda mitad del siglo XVI había opuesto tan frecuentemente a las
dos «repúblicas». Un nuevo auge de los yacimientos mineros coincidió con
el aumento de la población española y con la demanda de tierras. Además,
la reforma fiscal del gobierno de Antonio González encontró una ocasión
para aplicarse en el problema de la tierra. En 1591, González recibió la or-
den de revisar los títulos otorgados por cabildos, gobernadores y audien-
cias. En principio, los simples ocupantes debían ser desposeídos y aquéllos
que pudieran exhibir un título precario se admitían a «composición» me-
diante el pago de una suma a la Corona. Se debían reservar las tierras ne-
cesarias para ejidos propios, pastos, calles y plazas en los lugares poblados
se reconocerían a los indios las tierras que hubieren menester para sus
Y 40
ganados y sementeras .
La amplitud de las reformas fiscales del presidente González fue tal que
algunos han pretendido ver en las composiciones y en el otorgamiento de
Jos resguardos una «reforma agraria» al pie de la letra. Aun si no se tiene
en cuenta el caráéter anacrónico de esta interpretación, debe al menos cono-
cerse el hecho de que las imposiciones sobre la tierra representaban apenas
un solo capítulo de la reforma fiscal, y si ha de creerse al mismo presidente,
' .
se trataba de uno de los menos pfoductivos41 . El tesoro esperaba mucho
más de las composiciones de encomiendas y, sobre todo, de la introducción
de la alcabala.
No fue sino dos años después de<su llegada, y después de haber asegu-
rado las entradas mucho más considerable& de l¡i alcabala, que el presiden-
te decidió examinar la éuestión de.Jos títules sobre las tierras. No se trataba
en ningún modo de «reforma>~ sino de obtener el consentimiento de los
habitantes a propósito de una nueva fuente impositiva. Después de los dis-
turbios provocados por el establecimiento de las alcabalas, el presidente se
mostraba cauteloso para no lesiorÍ.ar aún más fos intereses de propietarios
y encomenderos. Se prometía dejar
'
... a los pueblos de los españoles e indios lo justo y necesario y a los posee-
42
dores de lo demás satisfechos y contentos del proceder que se tuviere ...
40 AHNB. Vis. B01j., passim. Cf. Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá. Bogotá,
1957, p. 72. .
41 AGI. Santa Fe L. 17 r. 2 Doc. 74. Despacho de noviembre de 1592.
42 Ibid. Doc. 67 f. 7 v.
218 HISTORIA ECONÓMICA y soc:
•.':.~··<" .;
J
219
•.·.r r:corona las tierras detentadas por los españoles y fijando resguardos a
los indios. ·
pero el resultado final de las composiciones no pudo ser más decepcio-
I
h
;· ·. ·.•· nante. La imposibilidad de avaluar las tierras y la resistencia de los ocu-
. pantes se refleja en las sumas recaudadas. Entre 1595 y 1602, el período
durante el cual se efectuaron los pagos de las composiciones, la Caja real
de Santa Fe percibió por este concepto cerca de trece mil pesos de oro 46 .
Esta cifra era muy inferior a lo que se había recibido de los encomenderos
por la composición de las encomiendas (46.139 pesos oro entre 1590y1603)
yrepresentaba apenas una parte del requinto impuesto adicionalmente al
tributo indígena en favor de la Corona (17.345 pesos oro en 1596 y 21.982 en
1606).
Años más tarde se reprochó al presidente González por no haber obte-
nido casi nada de un impuesto que hubiera podido producir millares de
ducados 47 . No todas las propiedades habían sido objeto del saneamiento
de sus títulos y, de hecho, las que lo fueron apenas representaba].l una frac-
ción insignificante del total (según los pagos efectuados a las Cajas reales,
no fueron más de ciento cincuenta}. En cuanto al precio pagado por cada
una de ellas, Luis Henríquez sostenía que el presidente González había
48 • .
sido groseramente engañad o .
En ningún momento se puso en eyi.tredicho la buena fe del presidente.
El crítico más enconado de su actuación, e~ oidor Luis Henríquez, no du-
daba de que en todo momento se había trªtado' de un problema político.
Las instrucciones de González subrayaban el carácter voluntario de la presta-
ción fiscal que se derivaba de las composiciones. Por otra parte, no existían
medios de coercióñ capaces de inducir a los ocupantes a comprar tierras
que ellos podían gozar con o sin título. Al parecer, sólo los propietarios
más importantes fueron obligados a pagar algo por las tierras que deten-
taban. Entre ciento ocho personas cuyos nombres se registraron al pagar
en las Cajas reales, solamente diez y nueve eran encomenderos, catorce de
Santa Fe y cinco de Tunja49 •
lidad de las 45 mil hectáreas se compusieron por 568 pesos oro, una suµl~
insignificante aun para la época. El escándalo sobrevino cuando Fernancio .
de Caicedo, un minero de Remedios que se había establecido en Santa p;;~'
ofreció pagar cuatro mil ducados por sólo dos estancias de las 25 y más qu~
comprendía la propiedad~ 1 . ;'t,
Acerca de ésta como de las otras composiciones, el presidente Gonzále~·
debió ser objeto de presiones intolerables. El presidente era un miembro~
del Consejo de Indias y había sido elegido para el puesto en razón de que"
sólo una persona de prestigio podía ll~var a cabo una reforma fiscal muy
onerosa para los habitantes del Reino. Estos ya estaban mal dispuestos pól"'
anticipado y se habían visto fracasar dos visitas sucesivas frente al espírití.l.
revoltoso de los encomenderos. González estaba encargado de apaciguar·
todos los conflictos que habían dejado los esfuerzos de Monzón y Prieto de
Orellana por reprimir los abusos. Se trataba de dos tareas contradictorias
que debían conducir al presidente a buscar apoyo en los notables del NueF
vo Reino.
Era pues natural que el presidente González cultivara la amistad de un
español como Maldonado de Mendoza. Llegado a América hacia 1565, esfel
segundón de una casa noble española había comenzado su carrera en La
Florida, en donde había combatido contra los indígenas. Luego sirvió en la
flota de las Indias y allí escaló todos los puestos de la jerarquía hasta alCan~:
zar el grado de general. Establecido en el Nuevo Reino hacia 1583, aquí
logró casarse con la dote más cuantiosa, la de Jeró~ma de Olalla, hija de·
Antón de Olallf, compañero de armas de Quesada y encomendero del pue;
blo de Bogotá5 . .
Desde el comienzo <;le su mandato, el presidente mostró predilecció11,
por Maldonado, y en una carta al Consejo de Indias se felicitaba por haber7•
53 lbid. L. 17 r. 1Doc.102.
54 lbid. L. 18 r. 1 Doc. 15.
222
Miguel Ibarra, de 1598, habían establecido un sistema salarial que los coJ
gidores (instituidos de nuevo en 1590) debían velar porque se cumplier ~;
Henríquez quiso ir más lejos todavía y propuso que las tierras cuya posesi¿-
no había sido justificada pür un título, se vendieran en pública subast n.
En esta política contaba con el apoyo de mestizos y de nuevos inmigrant:·,
españoles cuyo número creciente aseguraba una demanda de tierras ns
explotadas. Algunos de entre ellos, según el oidor, podrían aumentar·fa~:
entradas del Tesoro puesto que ofrecían de dos a doce mil pesos porJas:
tierras. Henríquez veía claramente que ya -en esta época temprana.-...:.'se
había creado una iniquidad en el reparto de la tierra. Según sus propias·
palabras, muchas gentes no saciaban su ambición con leguas de tierras
mientras otras no poseían una pulgada55 • Calculaba que si se comenzaba~
sanear verdaderamente los títulos exigiendo el justo valor de las tierras,
... quedarían muchos' con propiedad, la tierra más poblada y con ocasión de
, . 56
ser mas nea ...
En todos los textos del oidor Luis Henríquez, como había ocurrido con
los de García de Valverde, es palpable una cierta clarividencia que los hace
aparecer curiosamente modernos. El oidor conocía a fondo la situación:
pues había escuchado miles de testimonios que denunciaban la sevicia:de
los encomenderos, sus abusos sobre el trabajo indígena, sus exigencias des~.
mesuradas en materia de tributos. Había recorrido durante dos años las
regiones de Tunja y Santa Fe y había visto la manera como se explotabaJa
tierra. Como había practicado los recuentos de indígenas, sabía que en
treinta años habían disminuido en casi un 50% y que este resultado increí-
ble había que achacárselo al sistema de la encomienda.
Por eso proseguía una crítica implacable contra el sistema: según él, el
monopolio de la mano de obra indígena por parte de los encomenderos
impedía el establecimiento de pequeños propietarios pues éstos se veían
en la incapacidad de competir con un siStema que hacía desaparecer los
salarios de los indios. Citaba como prueba las encomiendas que la Corona
había-recuperado: en sus alrededores las estancias de los españoles estaban
mejor provistas de mano de obra y los indios eran efectivamente pagados.
¿La conclusión? La existencia misma de los encomenderos, cuya decaden-
cia podía adivinarse contemplando la miseria de una parentela ya mur
extensa, no se justificaba más. Según el oidor, debía comenzarse por favo-
·
r 0
cera otros sectores de la sociedad, comerciantes, funcionarios y agricul-
res que bastarían para mantener en marcha la «república» 57 •
Sin embargo, los encomenderos no podían soportar pasivamente que se
usiera en ejecución un programa parecido. Ya en 1596 habían logrado inte-
~pirla visita de Egas de Guzmán apelando a la Iglesia, que excomulgó al
oidor. Éste se había hospedado en Tunja en casa de un español al·que Antón
pardo y Francisco Velásquez, hijos del escribano y del factor que habían com-
batido al presidente González, apalearon en la plaza pública. Un clérigo de
órdenes menores se hallaba mezclado en este oscuro asunto y Egas lo redujo
a prisión violentando un convento. El vicario de la ciudad inició un juicio de
excomunión contra el oidor y ésta se llevó a cabo de una manera un poco
extraña. Toda la clerecía de la ciudad marchó a la casa del oidor para de-
positar un ataúd en su puerta. Alli comenzaron a dar voces diciendo que en
el ataúd yacía el cuerpo del oidor y que su alma estaba en los infiernos58 •
De manera muy característica, el oidor Luis Henríquez se vio mezclado
también en otro asunto cuya substancia consistía en la seducción de una
mujer casada. El visitador Saldierna de Mariaca redujo a prisión al celoso
funcionario y, en el curso del proceso que siguió, fue evidente que los pro-
pietarios actuaban atemorizados por el rigor sin matices del oidor59 •
El presidente Sande suspendió el proceso de las composiciones y no
volvió a hablarse de ellas en adelante. Solamente algÍlna vez se discutió si
debía cobrarse lo que se debía por ellas, de acuerdo con un precio hipoté-
tico que hubieran tenido las tier¡as antes de su ocup~ción o si el precio
debía tener en cuenta las mejoras introducidas por los ocupantes.
Transcurrieron muchos años sin qué se inqúietara de nuevo a encomen-
deros y «propietarios». La tierra constituyó &iiempre un delicado problema
político que ni Sande rti Borja qu!sieron encarar. En el curso de una ge-
neración, en el cual la población indígena continuó disminuyendo en for-
ma alarmante, los encomenderos encontraron la oportunidad de seguirse
apropiando de las tierras de los indios. Las concentraciones mismas orde-
nadas por Luis Henríquez favorecieron esta tendencia. En 1621, el oidor
Femando de Saavedra intentó cobrar las sumas que se debían desde finales
del siglo anterior pero el pr,!iJSidente Borja se lo impidió.
Solamente hasta 1632, el visitador Antonio Rodríguez de San Isidro vol-
vió a insistir en el problema de las composiciones. Como en 1590, Rodrí-
.
guez de San Isidro veía en el gran número de estancias que explotaban los
57 Ibid. Doc. 8.
58 Ibid. L. 17 r. 3 Doc. 128.
59 Ibid. Doc. 26.
224
60 !bid. L. 193.
61 !bid. L. 26 r. 1 Docs. 9 y 15. Cont. L. 1327 y 1329.
225
"~s
~.· . :Muzo y Mariquita se comprometían a pagar apenas mil cuatrocientos
r Jl'Illil
lª' quuuentos
.. pesos de plata62 . .
CUADRO 13 .
COMPOSICIONES EN EL CORREGIMIENTO DE DUITAMA63
... los sitios adonde al presente tienen sus casas los indios ... son pantanosos·.·
67
y con las lluvias y crecientes de los ríos se anegan ... ·
Los grandes latifundios del valle del Cauca se explotaron traslad~~d:i '
1
mano de obra indígena, primero, y luego esclavos de las explotaciones;Ifü~
neras a los ingenios que comenzaron a aparecer a fines del siglo XVI. B~~¡'
1590, Ana Ponce de León, la viuda de Gregorio Astigarreta, hizo una coiht
pañía con su hijo, según la cual ella debía aportar las tierras, los bieNe~
muebles y los útiles del ingenio, mientras que su socio proporcionab¡¡¡¡
mano de obra para explotar el ingenio de San Jerónimo 68 • Un contrato pare..
cido se concertó entre este mismo hijo, Gregorio Astigarreta y Avendaño
y su cuñado, veinte años más tarde, cuando Gregorio heredó el ingenió'.
Esta vez la obligación del socio, el capitán Zapata de la Fuente, consistta
en proporcionar esclavos que debía sacar de sus minas 69 . En 1628, la vib.da
de Cristóbal Quintero Príncipe se asoció también con un hijo que debía
prestar la mano de obra de su encomienda de Polindará, con el objetq de
explotar el ingenio de La Candelaria. Este mismo ingenio pertenecía eñ
1679 a María Quintero Príncipe, quien tuvo que arrendarlo a su hijo,~¡
encomendero Cristóbal Silva Saavedra, para que lo explotara con la mano
de obra de que disponía 70 •
El control de las familias sobre la escasa mano de obra disponible fav0:
reda, sin duda, una gran concentraeión de tierras en muy pocas manos.
Ésta es también la impresión que dejan los pagos individuales de las com~
posiciones en la Caja real de Popayán a partir de 1637 hasta 1646, fecha en
la cual las series de las cuentas se interrumpen71 •
Se trata de 117 capítulos, de los cuales 39 corresponden a los habitantes
de Popayán, 43, a los de Cali, 28, a los de Buga y solamente 4, a los del
centro minero de Caloto. Habiendo arreglado las cjudades el pago de urta
cantidad fija, el contenido de estas cuentas se refiere·a la cuota-parte aslg~
nada a cada propietario, según la importancia de su explotación.
Como se ha visto, en el caso del corregimiento de Duitama, es poco
probable que el avalúo de la tierra se haya efectuado según su extensión.
67 Ibid.··.
68 Cf. G. Arboleda, op. cit., I., p. ns:
69 Ibid. p. 169.
70 Ibid. pp. 180 y 314.
71 Al menos las cifras relativas a Popayán:parecen estar completas. P. Marzahl, quien con·
sultó una «Memoria de las composiciones de tierras» (AGI. Quito L. 12), anota que Rodrígúez
de San Isidro otorgó composiciones a 38 personas.
229
I{ay que tener en cuenta que ésta era muy considerable y que el proceso de
Jllensura resultaba demasiado dispendioso. Siendo así, se recurría a menu-
do a convenciones tales como designar el número de cabezas de ganado
que podían pastar en la propiedad, cuando no se hablaba simplemente de
leguas, es decir, un cálculo basado en la distancia que podía recorrerse en
··. un día. Según un título de 1568, Rodrigo Díez de Fuenmayor había recibido
!.·
( ·dos estancias en Buga, la una de pan y la otra de ganado mayor. No cono-
cemos las dimensiones de las estancias destinadas a tierras de labor en el
·· occidente. En cuanto a la estancia de ganado mayor, ésta se definía en el
título simplemente como dos leguas en cuadro, o sea más de ocho mil hec-
táreas72. Parece pues evidente que el avalúo de las tierras no guardaba en-
tera proporción con sus dimensiones. También en Buga, Francisco Serrano
debió pagar seis pesos por la composición de cinco cuadras, es decir, que
tres hectáreas aproximadamente se avaluaron por 240 pesos, en tanto que
Francisco Rengifo pagó veinticinco pesos por dos estancias -equivalentes
por lo menos a setecientas hectáreas- que debieron avaluarse en mil pe-
sos. Igualmente, las tierras de Zabaletas, del contador Pedro Morillo de Figue-
roa, se avaluaron en tres mil seiscientos pesos. Se trataba de una le~a en
cuadro de tierras de pastos y media legua en cuadro de tierras de labor73 •
Popayán y Cali tienen un número más o menos equivalente de propie-
. dades, avaluadas por una cifra parecida. Sin embargo, es evidente que en
1... Popayán existe una fuerte concentración de propiedades avaluadas en más
! de cuatro mil pesos. Debe insistirse que no se trata dE! una estructura que
indique las características más o menos laHfundiarias de las dos zonas. Exis-
tiendo tan pocos propietarios, el latifundio debía sin duda existir. Sólo que en
Cali o Buga las propiedades no podían alcanzar los. valores que tenían en
'
Popayán merced a una explotación, así fuer'! incipiente, de la tierra.
.
Es explicable, entonces, que los mayores valores de la tierra se hayan
concentrado en Popayán, en dm1de se sabe que la explotación agrícola era
más intensiva aunque la disponibilidad de tierra.s fuera menor que en el
valle. Así, los avalúos practicados para efectuar el reparto del encabezona-
miento revelan más bien la importancia económica de las propiedades y,
posiblemente, de sus ocupa:Q.tes, según patrones de criterio local. Tomados
globalmente, estos avalúas· sirven para indicarnos la estructura de la pro-
piedad en las regiones para las cuales se conocen en detalle. Resumiendo
la información, se obtienen los resultados siguientes:
t.
72 Cf. T. E. Tascón, op. cit. p. 67.
73 Idem. Historia de Buga en la Colonia. Bogotá, 1939. En donde reproduce actas de cabil-
dos y algunos protocolos de escribanos. AGI. Cont. L. 1493.
230 HISTORIA ECONÓMICA
CUADR014
A VALÚOS DE LAS PROPIEDADES DE LA PROVINCIA DE POPA YÁN,
SEGÚN LOS PAGOS DE LAS COMPOSICIONES (1637) 74
J
231
75 D. Fajardo, op. cit., J. Friede; «Las minas de Muzo y la peste acaecida a principios del siglo
XVII en el Nuevo Reino de Granada». BCB. Vol. IX, Nº 9 Bogotá, 1966, p. 1826.
233
79 !bid. t. 4 f. 87 r. ss. Otros casos en t. 12 f. 425 r., f. 399 r., f. 395 r., t. 13 f. 39 r., t. 11 f. 431 r.,
t. 15 f. 125 rr. d. 122 r. f. 167 y Vis. Bol., t. 12 f. 425 r.
80 !bid. Vis. Tal., t. 2 f. 641 r.
81 !bid. Vis. Boy., t. 4 f. 657 r.
235
Sande título de una estancia de ganado mayor que había pedido para su
hija (estaba casado con Leonor Suárez), con el compromiso de pagar la
composición en el momento en que se le exigiera. La estancia en cuestión
estaba situada en tierras de los indios de Sitaquecipa, encomienda de Isa-
bel de Zambrano. Inmediatamente después de conseguido el título, Novoa
procedió a ocupar la estancia pero los indios alegaron el amparo que les
había dado Henríquez en el momento de poblarlos en Soracá. Se quejaron
de que Novoa había hecho lo mismo en tierras de los indios de Pesca, To-
basía, Boyacá, Icaga y Guatavita.
En junio de 1604, los indios y Novoa obtuvieron simultáneamente man-
damientos de amparo. El de Novoa procedía del corregidor de Tunja, An-
tonio Beltrán de Guevara, y fue el primero en ejecutarse. Por orden del
corregidor, el alguacil mayor de Tunja procedió a echar a los indios con el
pretexto de que continuaban cultivando sus propias tierras para no poblar-
se en Soracá. Apenas un mes más tarde, los indios hicieron efectivo su pro-
pio mandamiento de amparo, el cual provenía de la Audiencia. Lo ejecutó
el corregidor de naturales, Gonzalo Méndez, después de recoger una infor-
mación sumaria entre los caciques de Guatecha, Tocavita y Turga. Novoa
contradijo el amparo alegando su título y el hecho de que había poseído las
tierras por cuatro años, sin contradicción de los indios. Sostenía que Gon-
zalo Méndez había procedido por amistad con la e;,_comendera Isabel de
Zambrano y sus deudos, pues una'sobrina de la enco~endera estaba casa-
da con el encomendero de Soracá, Juan Rodríguez de Morales82 • Sin embar-
go, Novoa tampoco podía defenderse del mismo cargo puesto que, además
de ser regidor de Tunja, había empleado en el curso del proceso a su cuña-
do, Jerónimo Grimaldo, quien había actuado como juez y escribano en la
causa contra los indios y había intervenid() también en su traslado a Sora-
cá, por orden del visitador He11.,ríquez.
Por esta vez los indfos de Sitaquecipa pudieron conservar sus tierras
aunque la decisión de poblarlos en otra parte los.condenara, finalmente, a
su pérdida. En 1653 volvieron a sufrir otra acometida del capitán Francisco
de Cifuentes Monsalve, quien vendió las tierras de los indios de Sitaqueci-
pa como si pertenecieran a·ios de su propia encomienda de Viracachá. Una
vez más, los indios obtuvieron el amparo del corregidor de su partido, Je-
rónimo Palomino. Un siglo más tarde, sin embargo, José María Campuza-
no declaró que estas tieíras no prestaban ninguna utilidad a los indios de
Soracá por estar separadas de su resguardo y las declaró vacas. Las tierras
83 Ibid. t. 3 f. 138 v.
84 Ibid. Vis. Sant. t. 5 f. 489 r. ss.
85 Ibid. f. 534 r.
237
... ansí eran señores y poseían muchas tierras, en donde se cogían muchos
maíces y otras legumbres y semillas y criaban sus ganados, que algunos
indios tenían vacas y yeq¡igas y que no las habían tenido con linderos porque
6
· eran señores de todo ...
del ganado. Por otro lado, es posible que, como consecuencia de la unificación
de las parcelas de los indios, se liberaran globos de tierras que los españo~
les podían pretender en adelante. La reducción en los resguardos significa,
en todo caso, un título cierto, el cual parecía preferible a un reconocimiento
teórico de los derechos tradicionales de los indios sobre la tierra.
Los resguardos iban a quedar expuestos, sin embargo, a presiones ext~
riores. En 1607, por ejemplo, apenas cinco años después d.e otorgados.los
resguardos, Cosme de Sierra, mayordomo del encomendero Luis Jurado;
obtuvo a título de venta una estancia del cacique de Guaca. Según el con-
trato, el cacique había recibido en pagoúO pesos oro de veinte quilates pero
en realidad Sierra sólo pago tres caballos de carga y dos mulas cerreras:
Diego de Sierra, hijo de Cosme, heredó la estancia y la poseía en 1623. Vi~
llabona Zubiaurre declaro la nulidad de la venta pUe.sto que el cacique no
podía haberlas vendido, ya que pertenecían a los indios en comunidad91;
Así, las posibilidades de aprovechamiento de los resguardos por parte
de los indios eran muy limitadas. Por un lado, la disminución constante de
la población y su traslado a los asientos españoles; por otro lado, la usur-
pación, como en el caso que acaba de verse, o la ocupación de los resguardos
con cul.tivos de los encomenderos. La reagrupación misma de poblaciones
contribuía a cercenar los resguardos primitivos puesto que al otorgarse
nuevamente se tenía en cuenta el número de indios que quedaban.
... de sabanas y lomas que aran con bueyes y también en vegas del dicho
río de Supinga ... han tenido y tienen sus tierras conocidas por sus quebra-
das, ríos y linderos, donde han fecho sus labranzas para su sustento y
algunos dellos tienen caballos, yeguas de carga y bueyes de arada y mansos
. de carg~ y que a estos indios no los han sacado de sus tierras a otras dife-
rentes...
3
97 Sobre el colonato Cf. Magnus Morner, «El colonato en la América meridional desde el
siglo XVIII» (Informe preliminar). Estocolmo, 1970.
241
~,ufrido los efectos de la nueva situación. Con todo, a partir de 1599 las
fi 5 sas parecen retornar al estado anterior, al menos en cuanto a la cantidad
~.·~~semillas reservadas para la siembra. Así, el otorgamiento de resguardos
habría modificado la proporción del rendimiento por hectárea y no la can-
', tidad de tierras disponibles por parte del encomendero que, seguramente,
liada que los indios roturaran otras nuevas.
1CUADRO 16
p&ODUCCIÓN DE TRIGO EN LA ESTANCIA DE CHIQUINQUIRÁ"
~ (de Isabel Rmz Lanchero)
c.
98 AGI. Eser. Cám. L. 764, pieza Nº 1 f. 774 v. y pieza 2ª f. 22 r. La fanega de trigo rendía
entre cinco y seis arrobas de harina. El precio del trigo, muy bajo °(2, 2,5 y 3 tomines la
arroba), se explica por el hecho de que era vendido al por mayor a comerciantes que lo
revendían en las ciudades.
242 HISTORIA ECONÓMICA
'lo para sus labranzas puesto que las tierras que se destinarían para ga-
s~dos (en las partes altas) no se midieron y apenas se calculó que tendrían
diez mil pasos en redondo. En el rectángulo se incluyeron parte de las 180
fanegadas de sembradura arrendadas a Bravo Maldonado. En cuanto a las
que el cacique tenía arrendadas y que no se incluyeron en el res-
guardo, se declararon vacas. Asimismo, se prohibió a los indios que arren-
daran las tierras del resguardo a españoles o mestizos, con la amenaza.de
que si lo hacían se declararían tierras vacantes 101 •
En abril de 1639, los resguardos otorgados por Egas de Guzmán a los
3 indios tributarios de Sogamoso se midieron en su totalidad. En esta
63
~casión se empleó la vara de la tierra (de 0.89 m) y se ajustó una cabuya de
100 varas. Según la nueva medida, los res~ardos tenían 35 cabuyas por
34 es decir, una extensión de 942 ha 5.990 m 2 (o 942,6), de las cuales 738 se
1
de suta, Pedro Merchán de Velasco 110 . Según esta medida, habría corres-
ondido a cada tributario 1,3 ha, en la época de la confirmación ..
P Un poco más tarde apareció un concepto diferente. En 1632, el presiden-
te Sancho Girón ordenó asignar resguardos a los indios de Tequia. En esta
oéasión, el corregidor procedió a señalarles 1.300 varas en cuadro,« ... habida
consideración a que el resguardo de trescientos indios se mide con cinco
mil pasos que hacen cuatro mil varas ... »111 • El corregidor se refería, sin duda,
·a la equivalencia de 100 pasos a una cabuya de 76 varas, es decir, aproximaba
las 3.800 varas de los 5.000 pasos a 4.000. Según este criterio, a cada tributario
corresponderían 3,8 ha(= 1 fanegada de sembradura).
No es verosímil que en los otorgamientos originales se haya procedido
de este modo. Los visitadores echaban mano de las tierras disponibles, o
de aquéllas que no estaban ya ocupadas por los españoles -corno se ha
visto en el caso de Suta-, para distribuirlas entre los indios. Así, Egas de
Guzmán otorgó 2.500 pasos en cuadro a los indios de Ocusá, casi 2 ha, para
cada tributario, con la advertencia de que los aposentos del encomendero
Francisco Niño quedarían fuera del resguardo «... por estar como está muy
desviado del dicho pueblo de Ocusá ... »112•
Naturalmente, con la declinación de la población indígena la propor-
ción de tierra por tributario aumentó, a pesar de las r.resiones de los dueños
españoles de estancias. El aumenh? hizo que se generalizara la costumbre
de arrendar las tierras de los indios aJa crecient~ pQblación mestiza. El
indio, por su parte, no podía aprovecharlas porque sobre él pesaban las
exigencias de mano de obra de las propiedades de españoles. Los curas
también distraían una gran parte de las tierras ele los indios, en especial las
que se habían asignado por los visitadores para labranzas de la comuni-
dad. Estas tierras se cultivaban en-el siglo XVII! para mantener las cofradías,
para la celebración de las innumerables fiestas introducidas en cada doc-
trina o aun para asegurar el pago del estipendio 9-el cura.
En Pamplona, los otorgamientos originales se vieron afectados por los
«poblamientos» de 1623. Como la•población indígena había experimenta-
do un ligero aumento para. esta última fecha, se llevaron a cabo algunas
mediciones de los resguardos otorgados en 1602, con el objeto de buscar
una proporción equitativa entre los antiguos resguardos y los que se otor-
garían a las nuevas poblaciones agrupadas en doctrinas.
t.
110 AHNB. Vis. Boy., t. 4 f. 428 r., t. 10 f. 549 r. ss. f. 592 r.
111 Ibid. t. 1 f. 486 r.
112 Ibid. t. 11 f. 758 r.
246 HISTORIA ECONÓMICA y
113 El cálculo se ha realizado teniendo en cuenta que se contabilizaron 2.600 pasos por 1.600
para la totalidad de los resguardos. Si se descuenta la estancia de ganado menor (¿1.600
x 800 pasos? Véase nota 18. También Ibid. t. 9 f. 622 r), quedan 1.800 x 1.600 pasos. Cada
cien pasos equivalían a 76 varas de 0.84 m.
114 En M,éxico la fanega de sembradura equivalía a 3.57 ha en el s. XVIII. En Nueva Granada
parece haber sido un poco menor. Cf. Manuel Cabrera Stampa, «The evolution of
weightsandmeasures inNew Spain>>, en The Hispanic American Hist.Rev.Febrero1949.
Part 1 pp. 2-25. -
115 AHNB. Vis Boy., t. 9 f. 67 r. ss.
116 Jbid. f. 567 r. SS.
117 Ibid. f. 757 v.
118 Ibid.
247
das y ríos. Los indios retomaban a sus antiguos resguardos, a pesar de. •
, · · , s1· semb rab an en e11os 122 . . que
ya no t eruan runguna pro t ecc10n · ·
El procurador, en nombre de los encomenderos del valle de Los loe
se quejaba también de que el visitador había mandado hacer la pobla~t§,
en un sitio que carecía de agua. Además, que los indios de Irna, Pisacuill
Támara y otros no habían recibido tierras suficientes, en tanto que 0 ~~'
tenían más c~~tidad ~e}ª que podían oc~par. Fina!111ente, pedía que·~~
mudara tamb1en a Chinacota, P1:1es se hab1a constrmdo en parte muy h.~.
meda y los naturales padecían con ello muchas enfermedades. · ··
Las dificultades no surgían solamente de la oposición de intereses en~~
indios y encomenderos .o el interés embozado de éstos en apropiarse d~fos
asientos en que habían estado poblados los indios y de tener acceso a r!f.
cursos más abundantes de mano de obra. El visitador había dispuestó in
cada doctrina que las tierras de los resguardos se repartieran entre los iJ\'.
dios,
... teniendo en consideración que los caciques y capitanes, por ser los más
ricos y principales, se les dé más cantidad que a los demás indios, de suerte
que cada uno tenga suficientemente en qué sembrar, labrar, y cultivar, con7.,.,·
forme a su posibilidad y familia que tuviera, acomodándose todos de ma- ·
nera que de la repartición y señalamiento de las dichas tierras no resulten
123
ningunos inconvenientes, quejas ni discordias entre los dichos indios.'..
122 Ibi4. f. 620 r. ss. Según las palabras del procurador, « ... no siendo como no son de los
dichos indios las tierras a donde así van a hacer sus sementeras, ni tienen amparo en
ellas, antes bien, les están quitadas por el dicho oidor visitador... ».
123 Jbid. f. 1 r. SS.
124 Ibid. f. 33 v. ss. El 30 de julio de 1623, el visitador ordenó inspeccionar los repartimientos
de Tane, Zulla y Chichera, en donde habían surgido diferencias, pues cada parciálidad
variaba los mojones de los resguardos, « ... mezclándose unos con otros en las laboresy
sementeras, alterando el orden y forma de los dichos resguardos ... ».
249
... aunque para el dicho efecto se quiten las necesarias a los encomende-
. . 129
ros y otras personas crrcunvecmas ...
En otro caso se compensó una y media estancia de pan con una y media
estancia de ganado mayor en los antiguos resguardos de Chona y Monaga.
Se trataba de tierras que pertenecían al padre Cristóbal de Vivar y se tuvo
en cuenta que eran «las mejores tierras del valle de Suratá ... que de cada
fanegada de trigo que se siembre se cogen más de treinta fanegas ... » y que no
era necesario sacar sus frutos a otras partes por estar muy cerca de los reales
. 131
de minas de la Montuosa y Vetas
J
251
:t
.''coNfLICTOS DE LOS RESGUARDOS
l;.!l otorgar los resguardos, los visitadores se limitaron casi siempre a seña-
lar sus linderos ateniéndose a la toponimia indígena. A pesar de que en la
ueneralidad de los casos sólo se efectuaban mensuras para determinar las
áreas que los indios debían dedicar a labranzas de comunidad, en algunos
(asos Egas de Guzmán especificó que el resguardo no se mediría por no
haber estancias de españoles colindantes o que se hubieran otorgado en
uerras de los indios, es decir, que no existía el peligro de un litigio inme-
. diato132 • De todas maneras, las mensuras de resgúardos eran excepcionales
ylos visitadores sólo se preocuparon por dejar establecidos puntos de re-
ferencia que sirvieran para identificarlos. Esa precaución tenía por objeto
evidente precaver conflictos con los propietarios españoles y entre los in-
dios de repartimientos diferentes.
Los conflictos, sin embargo, parecían inevitables. Entre los indios, por-
que no podía seguirse una regla para determinar sus posesiones tradicio-
nales sino que esto se hacía de una manera arbitraria. Mucho antes de que
se otorgaran los resguardos se habían presentado diferencias de esta clase,
como lo indica un auto del visitador López de Cepeda de 27 de enero de
·1573, con el cual arreglaba una controversia entre los indios de Suta y los
de Somondoco por la posesión de las vegas del río Tafur133 .
Los indios se veían presionados y enfrentados entre ellos mismos, no
sólo por la presencia de propiet&rios españoles sino támbién por el hecho
de estar divididos en encomiendas. Lo~ encomenderos tenían como obliga-
ción defender las posesiones de los indios pero sólo se inclinaban a hacerlo
cuando miraban estas posesiones como propias:Así, en 1596, el cacique de
Paipa se quejó de que, a causa de un pleito entre Francisco Cifuentes, su
encomendero, y Martín González,"encomende¡Q de Soconsuca, se había se-
parado este repartimiento que" dependía del oacicazgo de Paipa. Como
consecuencia de la separación, muéhos indios de P.aipa que tenía labranzas
en Soconsuca se veían enfrentados a los indios de esta parcialidad, a los
cuales apoyaba su encomendero134 • .
A menudo, los indios p~ían títulos de amparo para protegerse de in-
vasiones de otros indios. Así, en 1638, el cacique de Tuta obtuvo un título
sobre sus propias tierras, que se le habían dado de las sobras de una estan-
cia del capitán Francisco de Avendaño, para defenderse de las invasiones
¡, •
':
tz tos n'tulos de amparo y esto provocaba, a la larga, equívocos sobre la casta
l
• 140
~;de Jlluchos habit~ntes de los resguardos . . ,
,: . puede conclmrse que todas estas tens10nes obedecian, en gran parte, a
' J~presión ~jer:ida sobre los resgu~rdo~ y sobre_ las po~esiones tra.diciona-
~ fes de lo~ 1_nd1genas .por los. prop1etano~ espanoles. Estos no de1aron de
!'hacer pe:1c10nes de tierras m aun despues. de otorgados lo~ resguar~os, o
ff de invadirlos en una u otra for~a. Los p_leltos por este m~tlvo eran mcon-
[~ Í¡bles y, con el transcurso del tiempo, fueron cada vez mas desfavorables
~ alos indios debido a la pérdida de los títulos o a la referencia imposible a
Cuna toponimia que había desaparecido. En 1755, por ejemplo, los indios se
quejaron de es.casez de tierra deb~do a que todo el c~~torno estaba ~sfixia
do por las haciendas de Basa y Topaga, de los dominicos; la de Chiguata,
de los herederos de Tomás Rojas, y la de Suta, de las religiosas de Santa
141
Clara, de Tunja •
Además, las agregaciones de Luis Henríquez separaron a muchas co-
munidades de sus tierras y crearon vacíos que los españoles se apresuraron a
dermnciar como tierras vacantes. Este proceso culminó en 1755, cuando el
oidor Verdugo y Oquendo ordenó que los indios tuvieran tierras conti-
nuas, sin interpolación de las de lós españoles, y, para obligarlos a concen-
142
trarse, recortó los extremos distantes de los resguardos .
144 Ibid. f. 26 v. f. 27 r.
145 Ibid. f. 30 r.
146 Jbid. t. 15 f. 355 r. SS.
255
... se aprovechan de los resguardos varios que dicen son hijos de mestizo y
. d'ia, o a 1 con tr ano,
m . t os ... 148
. y me
147 Ibid. Resg. Boy., t. 4. f. 1 r. ss. Especialmente-f. 71 v. ss., f. 123 v. f. 186 r. y f. 228 r. ss.
148 Ibid. Cae. e ind., t. 3 f. 383 r. ss. f. 390 r. ss.
149 Ibid. Vis. Boy., t. 16 f. 744 r. ss.
150 Jbid. f. 791 r. SS.
151 Ibid. f. 800 r.
257
152 Ibid. t. 7 f. 27 v.
258
a menudo siquiera con qué pagarlo. Pero a pesar de que Verdugo y Oque :
do discutía las bases racionales de la organización existente, apenas se~
mitó a restringir los resguardos en la proporción que creyó convenient ·
para asegurar su primitiva función, es decir, la supervivencia de los ihd~
genas.
Moreno y Escandón, por el contrario, encontraba sin sentido una distin~
153
ción de castas que ya era indiscernible en la práctica y por eso proporiía
que se eliminara, junto con las castas, el tributo. La existencia de pueblos
tan disminuidos, según el protector de indios, sólo ocasionaba gravámenes
inútiles al erario, sin que lograra desarrollarse en ellos una vida económi~a
que justificara los gastos y dificultades de su administración. Los corregí~
dores nunca visitaban estos pueblos por hallarse tan apartados, y los curas,
para cuyo estipendio el tributo era ya insuficiente, extorsionaban a los in-
dios con toda clase de limosnas.
Según Moreno y Escandón, -el incremento económico podía asegurarse
con la modificación sustancial de la estructura vigente. Por eso los pueblos
indígenas debían reducirse a un mínimo que asegurara su supervivencia,
si quería seguirse manteniendo la ortodoxia de la Corona española de la
discriminación de las razas. Curiosamente, no tenía en cuenta para nada el
fracaso de esta política, llevada a sus últimas consecuencias por Luis Hen,
ríquez, en 1602. Pero a Moreno no le interesaban para nada los pueblos de
indios sino el fenómeno ya incontrovertible de la población mestiza. En
lugar de pueblos de indios se erigirían parroquias españolas, vendiendo
las tierras de los indios a los «vecinos» que ya las ocupaban de hecho como
arrendatarios.
En cuanto a los indios, si bien se reconocía que su agregación a otros
pueblos era muy problemática dado el apego a los lugares tradicionales de
su asentamiento, su escaso número los eliminaba· cqmo una fuerza social
que debiera considerarse con seriedad. Por eso Campllzano atribuía el fra:
caso de 1755 a que no se había conseguido radicar a los indios agregados
pues éstos estaban siempre en condiciones de inferioridad con respecto a
los indios patricios. Ahora proponía una política radicalmente inversa a Ja
que había presidido las agregaciones hasta entonces: en lugar de señalar
tierras. por separádo a los agregados, las cuales serían siempre de menos
calidad que las de los indios que ya tenían sus propios resguardos, debería
buscarse integrar a los agregados repartiéndoles pedazos de tierra en me:
dio de los otros. Esto, según el corregidor, ayudaría a crear vínculos de
!, Pª.rentesco y compadrazgo
1s4
entre agregados y patricios y borraría toda di-
~renda entre ellos .
[·. e La actitud de estos dos criollos frente al problema indígena y la inter-
1Puede
retación tan personal de Moreno y Escandón a la Cédula Real de 1774 no
atribuirse al espíritu de las reformas borbónicas. Si así fuera, no se
[•~xplicaría la oposición enconada que los dos criollos encontraron en los
1 dos personajes que encarnaban con propiedad en ese momento el nuevo
r espíritu de la administración española. Por un lado, el visitador regente
1 Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, que había llegado a Santa Fe el 16 de
enero de 1778, cuando ya se había iniciado el proceso de extinción de los
resguardos e inclusive se estaban rematando. De otro, el oidor Joaquín Vasco
yVargas, el oidor más reciente puesto que apenas había llegado a Carta-
gena el 30 de mayo de 1777. El mismo virrey Flórez se defendió de las
1 críticas del regente arguyendo que a su llegada (el 9 de abril de 1776)ya se
1 habían verificado agregaciones de indios en Fusagasugá, las cuales habían
[ sido ordenadas por la Audiencia el 20 de noviembre de 1775 y habían sido
: ratificadas por el virrey Guirior.
La oposición de los funcionarios españoles a las iniciativas del criollo
más visible por aquel entonces, es significativa. Según el oidor Vasco y
Vargas, sólo al rey competía privar a los indios del amparo y de los privi-
legios que les había otorgado. El regente también esta6a de acuerdo en que
Moreno había excedido sus funciones. Lps incidentes que se presentaron
en el curso de los remates de los resguardos muestran también una serie
peculiar de oposiciones, suficientes para ilustrar acerca del peso y la inter-
vención de cada una de las fuerzas sociales en juego.
De los autos de los remates que se conservan '(véase Cuadro 17), puede
colegirse que las tierras no siempte se remataron entre los «vecinos», a
pesar de que hicieran posturas ..,En ocasion~s •se vendieron a criollos de
Tunja, en otras a algunos de sus vednos más puél.ientes (que podían ade-
lantar fianzas a satisfacción del Cabildo de Tunja) ó a vecinos de otros pue-
blos. La actitud del fiscal Moreno y ~scandón a este respecto era ambigua.
En general se mostraba partidario de que los resguardos quedaran par-
celados entre los vecinos. Pero; en la mayoría de los casos, éstos no tenían
capacidad económica suficiente para competir con los criollos más ricos.
A fines de 1778, cuando se había llevado a cabo gran parte de los rema-
tes, Frarn;:isco Domínguez de Tejada, un vecino de Santa Fe, Jlego a ofrecer
20.000 pesos de contado ~ las Cajas reales, con la condición de que se le
CUADR017
REMATES DE LOS RESGUARDOS INDÍGENAS156
..... Juan Antonio de Gallegos, quien en el curso del remate pujó hasta 3.800
pesos (sobre un avalúo inicial de 3.000) contra Javier Olalla, quien repre-
. sentaba a los vecinos de la parroquia de Cerinza. Gallegos se adjudicó el
retnate y alegó estar representando al vecindario de Santa Rosa. Esta pa-
rroquia necesitaba las tierras pues no poseía sino una estancia de ganado
menor, en donde se había fundado, y las tierras circunvecinas pertenecían
a los conventos de San Francisco, San Agustín y Santa Clara, en Tunja. El
fiscal Moreno conceptuó que Gallegos no podía representar a toda la pa-
rroquia puesto que se había presentado solo al remate y, por lo tanto, los
resguardos debían pasar a los de Cerinza, en cumplimiento de un decreto
157
de 9 de enero de 1778 •
La venta de los resguardos de Tibasosa es también característica. Cam-
puzano había ordenado la demolición del pueblo y declarado vacantes las
tierras del resguardo, el 27 de julio de 1777. En seguida se avaluaron las
tierras en 3.000 pesos y se pregonaron para el remate. Joaquín de Gaona,
en representación de los vecinos, hizo postura por el avalúo y consiguió
adjudicarse el remate el 29 de octubre. Una semana más tarde, Lorenzo
Rincón, vecino de Paipa, ofreció mil pesos más por las tierras y esta nueva
oferta condujo a declarar la nulidad del remate por lesión enorme para el
fisco. Al año siguiente, el 28 de enero, se llevó a cabo un remate. En esta
ocasión intervinieron h1mbién los vecinos de Firavitoba y un vecino de Santa
Fe, Pedro Sarachaga. En el curso de pujas sucesivas, éste llegó a ofrecer
5.100 pesos, que pagaría de cont~do, pero los vecinos tle Firavitoba logra-
ron obtener los resguardos mejorando esta postura en 25 pesos, aunque a
deber a censo redimible158 •
Los vecinos de Guateque no fueron tan aforl;unados. Las tierras fueron
avaluadas en 3.000 pesos por tres vecinos de la parroquia de Tenza pero
los de Guateqtí'e hallaron que el avalúo era e.xcesivo porque, según ellos,
las tierras eran escasas, estérileg y les faltaba ªl?ftlª· Por eso apenas ofrecie-
ron 2.200 pesos. Intervino Francisco José Mudarr.a, corregidor del partido
de Tenza, e hizo una postura de L400 pesos, con la condición de que si se
remataban cuadras para la poblaé'ión de los vecinos, éstas no pasarían de
tres y se le descontarían del valor del remate. Su intención era la de desa-
lojar enteramente a los ve"cidos puesto que solicitaba también tener una
opción en el remate de estas cuadras. Para proceder al remate se invitó a
los vecinos a equiparar la cifra del avalúo y éstos accedieron, pero, llegado
t.
157 Ibid. Vis. Boy., t. 10 f. 694 r. ss
158 Ibid. Resg. Boy., t. 4 f. 331 r. f. 726 r., t. 5 f. 21 r. f. 248 r. f. 437 v., t. 6 f. 483 r. Vis. B0tj., t. 3
f. 935 r., t. 4 f. 887 r., t. 10 f. 694 r., t. 11 f. 862 r., t. 14 f. 452 r., t. 15 f. 588 v. ss.
262 HISTORIA ECONÓMICA
el día del remate, no pu~ieron com_reti:; con Mudarra debido a que su apo~
derado no estaba autorizado a pu1ar smo hasta 4.000 pesos, en tanto q .\
Mudarra ofreció 4.200. Ut;!
Inmediatamente, los vecinos expresaron el temor de que Mudarrai~"
extorsionara exigiéndoles arrendamientos excesivos, pues se había funda:
do la parroquia hacía ya cuatro meses. Mudarra quiso impedir que la ven(
se rescindiera y se apresuró a ofrecer 500 pesos más. Moreno y EscandÓ~
conceptuó que si bien él era partidario de que las tierras quedaran entrelos ·
vecinos, éstos deberían ofrecer tanto como Mudarra para tener derecho a
que se cons1.d erara 1a resc1s10n
.. , d e1 remate159 .
El curso de los remates se vio interrumpido, en febrero de 1779, porel
parecer adverso del Regente: los indios habían ofrecido resistencia a los
traslados y querían al menos averiguarse si ofrecían alguna viabilidad.·EI
virrey Flórez nombró comisiones para los partidos de Basa y Zipaquiráy
el corregimiento de Tunja. Los comisionados debían buscar el testimonio
de personas imparciales, es deci:r, de aquéllos que no habían intervenido
en los remates, y averiguar si los indios podían poblarse en otro sitio y cuál
era la verdadera condición de sus resguardos 160 •
Esta diligencia fue interpretada por los indios como una promesa de
que se les retornarían sus tierras y muchos se apresuraron a regresar a ellas.
Por su parte, el oidor Joaquín Vasco y Vargas presionaba para que se
restituyeran los resguardos, particularmente los de los indios de Sogamo:
so 161 • El virrey Flórez mencionaba un grito general que se levantaría entre
los pueblos si se hacía la concesión en uno solo. Finalmente, Gutiérrez .de
Piñeres aplazó toda decisión hasta tener una información adecuada de lo
que ocurría con cada una de las agregaciones que se intentaban. ·
A pesar de todo, el remate de los resguardos había creado una situación
irreversible en muchos casos. La Audiencia se había pronunciado en favor
de lo actuado por Moreno y Escandón y el mismo regente no podía modi-
ficar la situación entera. El comisionado para Tunja, Nicolás Tobar, reco-
rrió los pueblos afectad9s por agregaciones y extinciones, en abril y mayo
de 1779. Según los informes que comenzó a rendi:r en junio, los indios agre"
gados sufrían estrecheces y muchos se resistían a ser trasladados. Algunos
resguardos, como los de Iza y Fi:ravitoba, especialmente fértiles, ya estaban
ocupados por los vecinos: este último había sido rematado por un solo
comprado'r, José Antonio de Lagos, el cual arrendaba parcelas a los anti-
... que los indios que se hayan ausentado del pueblo que obtenían, cuyo
resguardo no se haya vendido ni permutado, sean devueltos a sus tierras
de inmemorial posesión, y que todos los resguardos que de presente posean
les queden, no sólo en el uso, sino en cabal propiedad para poder usar de
ellos corno tales dueños ... (capitulación séptima).
162 Ibid. t. 16 f. 984 r. Vis. Bol., t. 5 f. 963 f. 826 r. f. 853 v., t. 6 f. 630 r. f. 613 v. f. 650 r. ss.
163 Ibid. Resg. Boy., t. 4 f. 406 r.
264
corregidor Antonio Navarro las había distribuido. Sin embargo, los indio
no podían dejar de enterarse, por el rumor popular, de las restituci 0 nes;
fueron introduciéndose en los resguardos. Según Tomás de Guevara, uno
de los vecinos que ahora ocupaba el cargo de alcalde, los indios arruinaban
las sementeras y amenazaban con prender fuego a las casas de los vecinos.
Una vez se amotinaron contra José Antonio Rivera, quien había intervenj.
do en el remate en representación de los vecinos: le obligaron a abandonar
el pedazo de tierra que le había tocado y a huir a Santa Fe. Los indios;.al
parecer, obedecían las órdenes de su gobernador, un indio, Juan Albino
Patiño, quien finalmente obtuvo para ellos que se despachara el decreto en
que se ordenaba la restitución 164 •
En Tibasosa se presentó una situación similar. Los indios fueron resti-
tuidos diez días después del decreto de la Audiencia y, según el procurador
de los vecinos (los de Firavitoba, quienes habían rematado los resguardos),
José Antonio Maldonado, los indios habían entrado de nuevo en posesión
de sus resguardos injuriando a los vecinos, burlándose del remate y de su
recién fundada parroquia. Ahora se desquitaban impidiendo que los veci-
nos cultivaran la tierra, ni aun por vía de arrendamiento, o proponiendo
condiciones inaceptables. Esta situación se prolongó hasta 1782 cuando, el
23 de septiembre, con el pretexto de mantenerse la fe pública, se decidió
entregar a los vecinos parte de los resguardos que se habían rematado.
Agustín Justo de Medina, un rico propietario de Paipa, procedió a separar
las tierras de unos y otros, en ausencia del corregidor. Avaluó la porción
que quedaría a los vecinos en 2.175 pesos y declaró que distribuía diez
cuadras de tierras a cada una de las 69 c_abezas de familia de los indios165•
En otros casos no parece haber habido siquiera lugar a esta restitución
parcial. Los vecinos de Monguí, por ejemplo, adquirieron los resguardos
en 1.500 pesos, el primero de octubre de 1777. Casi inmediatamente redi-
mieron el censo y cuando se trató de la restitución púdieron obtener am~
paro, con el argumento de que la venta se había perfeccionado y que en
este caso debía preservarse la fe pública. Aparentemente, los indios obtu~
vieron una Cédula real de restitución en 1784 pero todavía en 1804 la situa-
ción se mantenía inalterada porque la Cédula se había <<extraviado» 166 •
A pesar de las restituciones, la situación no se modificó sustancialmente
para los'indios, con respecto a _la situación anterior a 1777. Ahora se acep~
"
Cf Álvaro Jara, Tres ensayos sobre economía minera hispanoamericana. Santiago de Chile,
1966, p. 25. Gráfico de la p. 51.
268 HISTORIA ECONÓMICA y
fico 2) que indica las remesas de oro a Sevilla puede precisarse la incor-
poración del espacio sometido por las empresas de conquista en las brus-
cas subidas de la ca_ntidad de oro llegado a Europa. Hay un ciclo de oro
antillano, sucedido por el acrecentamiento experimentado a raíz de la in-
corporación de la Tierra Firme y, finalmente, a partir de 1540, por un ciclo
continental.
GRÁFIC02
PRODUCCIÓN DE ORO EN LA NUEVA GRANADA. CURVA DE HAMILTON
CONVENCIONES
- Oro llegado a España (según E.J. HAMILTON) _ _ _
- Producción de oro en el Nuevo Reino de Granada _ _ _ __
- Sepulturas (Cartagena) y Tesoro de Tunja • • • , , •
r ...
kg.
21.
20.000
.. 1
19.
18.
1
-
17.
16.
15.000
_,.. 1
L
1 ....
10.000
i .,_
- l. q f Lf1 Lh n_
5.000
- -- u -
L. ... -U-""
- r Ln
1.000
- . ·.
2 Cf Pierre Chaunu, Séville et l' Atlantique. VIII 1 (Les structures) y VIII 1-2, París, 1959,
pp. 14ss.
270 HISTORIA ECONÓMICA y soa ....
i\[{
3 Cf. Earl J. Harnilton, «El tesoro americano y el florecimiento del capitalismo», en El flo-
recimiento del capitalismo y otros ensayos de historia económica. Madrid, 1948, pp. 10 ss.
4 Cf. Carl Ortwin Sauer, The Early Spanish Main, Berkeley and Los Ángeles, p. 23 y p. 34,
5 Cf. A. Jara. op. cit., pp. 24 y 32.
271
li ELoRO
La búsqueda del oro se impuso, pues, como necesidad condicionada
por una relación típicamente colonial. Las penetraciones sucesivas al inte-
rior del continente debían asegurarse contactos necesarios con el mundo
exterior. De allí la urgencia de procurarse una mercancía cuyas posibilida-
des de intercambio atrajeran mercancías europeas. Las expediciones que se
¡nternaban en la Tierra Firme sentían la necesidad de objetos familiares:
armas, trajes, vino, aceite, quincallería.
En Santa· Marta, en medio de frecuentes incursiones contra los indios de
la región, Domingo Álvarez Palomino encontraba el tiempo para solicitar
a un comerciante de Santo Domingo todos los refinamientos de vestuario
imaginables: calzas, «del mejor paño que se pudiera haber», «seis camisas,
fas más ricas que se pudiera haber», 20 varas de holanda, «la más delgada
que se pudiera haber», 2 gorras «muy finas», borceguíes, «los más largos
que se pudiera hacer y hallar» 6• Esta preocupación por la moda y el refina-
miento parece sin duda extravagante en 1528, cuando Santa Marta era to-
davía una verdadera frontera.
En algunos casos, sin embargo, la afición por lo superfluo cedía el paso
a Ja necesidad más apremiante. En 1540, por ejemplo, en el Nuevo Reino,
dos conquistadores, Juan de Trujillo y Jerónimo Díaz, establecían una «com-
pañía hermanable». Trujillo aportaba a la compañía un.caballo con freno y
silla y se comprometía a ir con la expedición de Hernán Pérez de Quesada
«a sierras nevadas». Allí esperaba hacer rancheas y hallar sepulturas cuyo
botín compartiría con su socio. Éste patticipaba con véinte puercos y una
india del Perú7• • .
Este tipo de contrato era frecuente
.
en toda América durante la época de
~
la Conquista. En el Nuevo Reino, en el Perú, en Popayán, un caballo, una
espada, una silla o un freno constituían objetos preciosos que se aportaban
como capital en las empresas de conquista. La rareza de estos objetos hacía
crecer su precio desmesu_radamente hasta el p'irnto de empobrecer a todos
, los que participaban en operacionE!s de rapiña.
La relación de dependencia con respecto a las mercancías europeas no
varió sustancialmente en épocas sú'cesivas. Por esto la minería se entendió
siempre como la clave del sjstema económico. Para mantener nexos, aun
precarios, con la metrópoli,.se requirió retornar cada vez cantidades de oro
y plata. La situación de crisis que se experimentó a partir de la segunda
década del siglo XVII agudizó la percepción de los contemporáneos con re-
lación a la necesidad de ~antener la producción de metales preciosos. En
de los aluviones del río Nechí atrajo a los habitantes de Remedios, quien
hacia 1590 mudaron la ciudad hacia esa zona y tropezaron con filones e~~
cepcionalmente ricos. Unos cuarenta años más tarde, cuando la decadenci
de estos yacimientos era ya indudable, se emprendió la apertura de la fron~
tera del Pacífico.
Así, los ciclos del oro pueden identificarse en la Nueva Granada a ªª"
vés de los hitos de la expansión geográfica más bien que mediante ladis! •.
·.•·.·.•.i.·.
{¡\!'A 7
~¡5rRJ:TOS MINEROS DE LA NUEVA GRANADA
76" 72"
CONVENCIONES
8 Minas de aluvión
0 Minas de filón
O Minas de plata
l
276 HISTORIA ECONÓMICA y SOClft.l..í
MAPAS
YACIMIENTOS DE LA NUEVA GRANADA (SEGÚN R. WEST)
CONVENCIONES
~ Aluviones
e Filones
277
... en los pueblos del Nuevo Reino que no tienen minas de oro les parece
que... no tienen ni poseen riqueza alguna, porque el.oro, dejado aparte su
estimación sobre todos los otros metales, parece que en alguna manera tie-
ne la propiedad de la piedra imán ... porque adondequiera que haya minas
de oro ... allí más que en otra parte acuden en más abundancia las mercade-
, . . 11
nas y mantemrmentos,.. .
~
278 HISTORIA ECONÓMICA y soc•.• 7
"'lll
esta posibilidad. Atraídos por la riqueza de Zaragoza, los habitantes d
Remedios fueron desplazando la ciudad, primero a la comarca del río Nue
y luego a su emplazamiento definitivo. Allí tropezaron con la «lomarrica:
que explotaron con ayuda de los indios. Más tarde se procuraron negr~
y emprendieron la explotación de algunas quebradas afluentes del Nech~
(Cana, Nitiniti, Pocoro, Perimana y Niyaba) que Zaragoza reivindicaba conr~
pertenecientes a su jurisdicción.
Es evidente que esta intrusión había sido posible en virtud de la desidia
de los habitantes de Zaragoza y de su incapacidad para emprender tÍrta
labor colonizadora. Niyaba, por ejemplo, distaba apenas dos leguas de z~~
ragoza y se afirmaba que el asiento mismo de Remedios pertenecía a su
jurisdicción. Pero los mineros de Zaragoza no podían sostener sino una
pretensión meramente teórica sobre los afluentes del Nechí. Según ellos, se
trataba de regiones comarcanas de los indios encomendados a vecinos de
Zaragoza. Mencionaban estancias, pesquerías y poblaciones de los indios
pero ninguna explotación agrícola de los habitantes españoles. Finalmen-
te, en 1604, el lugarteniente de Gaspar de Rodas, su yerno Bartolomé de
Alarcón, amenazó con privar de abastecimientos a los mineros de Reme-
dios que explotaban las g_uebradas para obligarlos a quintar y fundir el oro
en la Caja de Zaragoza12 •
La vecindad otorgaba privilegios de los que no podían participar los
habitantes de otra comarca, así se tratara de personas influyentes. El espí-
ritu de cuerpo y las rivalidades de campanario tenían formas muy concre-
tas de expresarse e implicaban siempre el acaparamiento de los recursos
que sustentaban a la «república de españoles». Cada población defendía
celosamente su jurisdicción sobre minas y aguas, tanto como sobre tierras
e indios, fijada inicialmente por un derecho de conquista.
La región del Río del Oro fue siempre motivo de conflicto entre Pamplo-
na y Vélez. Hacia 1554 había muchas cuadrillas en este.río, que pertenecían
a encomenderos de Pamplona. Tantas, que al distribuir una contribución
para cubrir los gastos de un procurador de la ciudad en España, correspon~
dió pagar a los mineré)s del Río del Oro trescientos pesos, en tanto que los
mineros de los páramos sólo pagaron doscientos 13. Este mismo año, el Ca-
bildo de Pamplona nombró los primeros alcaldes de minas y uno de ellos,
Nicolás,de Palencia, encomendero de Pamplona, debía residir en Río del
Oro 14 • En agosto, la ciudad quiso afirmar una vez más su derecho territo-
15 Ibid. p. 99.
16 Ibid. p. 224.
17 Ibid. p. 316.
18 AHNB. Min. Sant., tomo único f. 203 r. ss.
19 Jbid. f. 210 r. SS.
280
... vimos también allí los nacimientos y minas donde lo cogían y las maca-
nas o coas con que lo labraban. En otro río ví yo a un negro del capitán Jorge
Robledo de una bateada de tierra sacar dos granos de oro bien crecidos ...
Las minas se han hallado muy ricas junto a este pueblo, en el río grande de
Santa Marta que pasa junto a él. Cuando es verano sacan los indios y negros
en las playas harta riqueza, y por tiempos sacarán mayor cantidad, porque
, , 24
h ab ra mas negros .
29
... sin ellas ... , esta tierra con dificultad podrá durar muchos días ...
Por eso el mismo tesorero emprendió una búsqueda hacia la orilla i'.1.-
quierda del Magdalena en 1548. Inclusive exploró un poco el flanco orient;l
de la cordillera Central a la altura de Cartago, Arma y Anserma, convenci-
do de que por allí debía haber oro o de que al menos era posible abrirse un
camino a través de la cordillera para enviar vituallas desde el Nuevo Reino
hasta esas tierras ricas en oro30 •
Las previsiones del tesorero se confirmaron, y a partir de 1550 no sólo
se abrió la ruta del Quindío sino que se fundaron centros mineros en Ma-
riquita, Vitoria y Remedios. Con el descubrimiento de minas en Pamplona, en
1551,31 se apoderó del Nuevo Reino la fiebre del oro y los encomenderos
de Tunja se apresuraron a enviar allí cuadrillas de indios o el producto de
sus estancias.
En el siglo XVI, además del oro que se declaraba en Santa Fe proveniente
de Pamplona, Vélez, Mariquita, Vitoria y Remedios, se pagaba también alü
el diezmo del oro extraído en Sabandija, Palenques, Venadillo, Guarinó,
Chisacá, Amaní, Ortama y el cerro de Bustamante, tierras calientes de los
flancos interiores de la cordillera Oriental y del valle del Magdalena, en
donde los indios se agotaban en los lavaderos32 •
Estos primeros distritos se ampliaron todavía e:o. el curso del siglo XVI
con fundaciones que desaparecieron rápidamente, como San Vicente, San-
ta Agueda o, más durables, como las de Gaspar de Rodas, que aseguraron
la continuidad de la producción aurífera, casi agotada en los distritos más
antiguos. En el interior de los distritos también se sucedieron los hallazgos:
en 1559, en Anserma, un filón produjo más de cien mil castellanos eri me-
nos de una semana33 • En 1597 se informó de un nuevo hallazgo en Alma-
guer, de donde se sacaron mil pesos en cuatro días34 • El descubrimiento de
oro en la montaña de Iscancé, cerca de Almaguer, fue·tardío, en 1636, y se
decía
35
... que es la mayor riqueza que se ha descubierto en las Indias .
... todo el tesoro de oro, criaderos y minas dél, se halla (lo que es de subs-
tancia) entre los dos grandes ríos que son el río Grande de la Magdalena y
36
1 otro río grande llamado Cauca ...
ley muy incierta que los indios pagaban como tributo, la necesidad de un
moneda se hacía sentir cada vez más. - a
La fortuna de Mariquita en el siglo XVII estuvo asociada no solamente
un ciclo fugaz de la plata, impuesto por las necesidades comerciales c:lef
Nuevo Reino, sino también a su ubicación excepcional. Muy próxirna á
Honda, el puerto donde desembarcaban todas las mercancías que venía~
de Cartagena, la ciudad estaba rodeada de tierras en donde pastaban cerca
de ochenta mil cabezas de ganado39 •
El descubrimiento de los yacimientos de plata fue contemporáneo de
los de Cáceres y Zaragoza pero su explotación fue retardada, a causa de la
fiebre del oro despertada entre los habitantes del Nuevo Reino, por los
nuevos yacimientos de Remedios. También hacía falta mercurio (azogue)!
cuyo envío debía ser gestionado con las autoridades de la metrópoli. Al
momento de recibir su nombramiento, el presidente Antonio González fue
encargado de velar por la explotación de estos yacimientos 40 • Fue precisa:
mente lo que hizo desde el momento de su llegada, en 1590, con una efica7
cia poco habitual entre los gobernantes españoles. A su paso por Honda
visitó las minas y dejó consignadas sus impresiones en una «Relación»41 •
Al año siguiente envió cuatrocientos indios desde el Nuevo Reino inaugu-
rando así el sistema de drenaje de los indios del altiplano, que iba a perpe:.
tuarse a partir de 1606.
Las primeras décadas del siglo XVII vieron declinar la producción delos
nuevos yacimientos incorporados en el siglo anterior. En 1623, los oficiales
del Tribunal de Cuentas de Santa Fe comprobaban que,
... por experiencia se ha visto y se ve por las ci.lentas del distrito <leste tribu-
nal, en que se incluyen las que hay en el de la dicha Real Audiencia deste
Reino, que por no tener los mineros, por falta de los-in\iios naturales, la
ganancia necesaria en la labor de las dichas minas de oro para comprar
esclavos negros, han ido disminuyéndose y minorándose las labores cada
año y al mismo paso los dichos derechos de los quintos de oro, de suerte
que hoy valen mucho menos de lo que hasta agora han valido y se tiene por
cierto (que por el camino que va), no dándose otra orden que sea provecho-
42
sa a los mineros se minorará al mismo paso adelante...
Entonces se juzgaba que el trabajo gratuito de los indios era una fuente
de capitalización para adquirir esclavos negros. Así, manteniéndose inva-
riables las condiciones técnicas del laboreo, la posibilidad de acrecentar el
rendimiento de las minas, o de mantenerlo, dependía de nuevos aportes de
Jilano de obra y del descubrimiento de yacimientos cada vez más ricos.
A comienzos del siglo XVII se emprendieron verdaderas guerras de fronte-
ra para despejar los caminos que conducían a la parte occidental del país,
la provincia· de Popayán. Los habitantes de Popayán, a su vez, buscaban
una nueva frontera. Durante la primera mitad del siglo XVII, esta provincia
43
sobrevivió gracias a las minas de Caloto y a las actividades agrícolas • El
resurgimiento de su economía minera se asocia al acceso a la región de
Barbacoas. En 1601, el gobernador Vasco de Mendoza intentó llevar allí
una expedición pero la Audiencia de Quito se le adelantó. Más tarde, el
virrey del Perú prohibió a su sucesor, el gobernador Sarmiento, que pene-
trara en la provincia por las armas pues quería favorecer un ensayo de
evangelización. Esta política pacifista experimentó un serio revés cuando
Jos indios mataron a los religiosos. Sarmiento fue autorizado en seguida a
proseguir la conquista a su manera.
Hacia 1620 había ya un puerto de Barbacoas, Santa Bárbara (en la isla
del Gallo), y una población minera en las márgenes del río Telembí, Santa
María del Puerto. Los indios de los alrededores fueron obligados a servir
a los españoles44 y los indígenas rebeldes del valle del Patía fueron pacifi-
e
cados en 1636 instalados ·cerca de las minas, en Santa María 45 .
La historia del Chocó es también una historia de frontera. La región era
conocida desde los primeros tiempos de la Conquista y en 1538 se erigió
en gobernación, señalándole límites vagos con Popayán y Castilla de Oro.
Pascual de Andagoya, el prilner gobernador, ni siquiera tuvo la intención
de establecerse allí y prefirió, en ausencia de Belalcázar, apropiarse de Po-
payán. Su hijo heredó la gobernación e hizo el en.sayo de establecerse en
las márgenes del río San Juan. La experiencia duró muy poco. Según un
43 Cf. Peter Marzahl, «Documen'.tos para la historia social de Popayán en el siglo XVIll»
(sic), en ACHSC. Nº 5, Bogotá, 1970, p. 144.
44 Según Marzahl, la mayoría de los fundadores de Santa María del Puerto eran mestizos
y mulatos. Cf. Tlze Cabildo of Popayan in the Seventeenth Century: The Emergence of a Creole
Elite. Tesis de doctorado, inédita. Sobre la fundación misma, AGI. Quit'o L. 16, despachos
del gobernador Villaquirán y CCRAQ. II, 259.
45 Según el mismo Marzahl, «... en realidad los Sindagua no parecen en absoluto haber sido
una tribu sino más bien un conglomerado de agrupaciones que hacían salidas ocasiona-
les contra viajeros, establecimientos españoles y estancias... » (trad. nuestra).
286
46 DIHC. II, 84, 96 y 97. VI, 112, 132 y 299. VII, 68 y 69.
47 AGI. Quito L. 31. Testimonio del capitán Márcos de la Yuste, en 1631.
48 Ibid. L. 16. Despachos del gobernador Francisco de Berrío, de 1599, y de Vasco de Men·
doza, de 1603.
49 Ibid. Cf. también Historia documenta/ del Chocó (colee. de doc. publicada por el AHNB).
Bogotá, 1954, pp. 85 y 96.
287
... para continuar cosas tan grandiosas p ~rque, gloria al señor, los tengo a
todos gratos y sin enemigo considerable...
5
54 Sobre los tipos de aluviones auríferos de la región de Antioquia, Cf. V. Restrepo, op. cit.,
p.65.
55 Cf. Primer libro de actas, cit. pp. 24 ss. y AHNB. Min. Ant., t. 3 f. 335 r. ss. Rodas promulgó
por primera vez unas ordenanzas en 1584. En 1587, teniendo en cuenta que los descu·
brimientos de Zaragoza se multiplicaban, se vio obligado a introducir algunas modifi·
caciones. Este último texto es el que se conoce.
c:JJLORO 289
[. ],.sí, por ejemplo, tanto las ordenanzas de 1553 como las de 1587 reco-
ocían privilegios especiales a los descubridores. En ambos casos, el des-
~ubridor tendría derecho a tres otorgamientos de terrenos para explotar.
Éstos se fijaban en unidades de una cierta dimensión. En Pamplona, la me-
dida era de 30 y de 22 varas cuadradas por minas de «sabana» (tierras de
aluvión) y de 45 y 22 varas cuadradas en el lecho de los ríos, reservándose
Ja medida mayor para los descubridores. En Zaragoza, los otorgamientos
eran mucho .mayores: de 60 varas cuadradas en «sabana o aventadero» y
de 80 varas cuadradas en el lecho de los ríos. En las minas de veta, el des-
cubridor podía gozar de 40 varas cuadradas en Pamplona, y en Zaragoza,
de dos minas de 50 varas cuadradas.
Las ordenanzas de Pamplona y Zaragoza distinguían entres simples mi-
neros y «señores de cuadrilla». Éstos tenían derecho en Pamplona a una
mina por cada 5 piezas de esclavos hasta completar tres otorgamientos. En
Zaragoza, en cambio, en donde las minas eran mucho más ricas y el empleo
de esclavos general, el dueño de dos cuadrillas (de cinco esclavos cada una)
apenas podía gozar de una mina, a menos que empleara a dos mineros.
Las ordenanzas. de Gaspar de Rodas son mucho más explícitas en lo
relativo a detalles técnicos de explotación. En tantq que el Cabildo de Pam-
plona se había limitado (ord. 34) a establecer de manera general que los
mineros no debían retener el agua indispensable para lavar los minerales
1 de oro, las ordenanzas de Zaragoza dedicaban a este punto ocho capítulos
I (ord. 15, 21, 22, 23, 24, 26, 2? y 32). • . •
· Abrir un canal de 300 varas para conducir el agua hasta la explotación
daba derecho en Zaragoza a un otorgamiento de 120 x 80 varas y a otra
mina de 100 varas cuadradas, en lugar de las 80 reglamentarias. Se legisla-
! bacon detalle el derecho de acceso a los cursos de agua y se procuraba que
i todo el mundo pudiera disponer de ellos tanto como la protección de de-
rechos adquiridos.
. La importancia acordada a la reglamentación del. uso de las aguas en Za-
. ragoza parece natural tratándose de lavaderos. La frecuencia de los conflictos
era muy gran<;le a causa del registro de minas que no se explotaban, como de
aguas no utilizadas o utiljzad,as en detrimento de otros. A pesar de la promul-
gación de las ordenanzas, Gaspar de Rodas comprobó, en 1593, que
... los dueftos de cuadrillas y otros tienen registradas muchas aguas y minas
en excesiva cantidad y con registros que se juntan unos a otros de tal ma-
56
nera que desto resulta haber muchos pleitos ...
i
L
290
1
... cuando podemos y tenemos comida, porq't~ muchas veces nos falta para
1 el sustento por las malas cosechas de maíz ...
... Hay otras minas que han sido ricas y-ha oído decir- ha mucho tiempo,
desde el descubrimiento de esta tierra, se comenzaron a labrar y este testigo
las vio en labor y habrá dichos diez y ocho años poco más o menos que se
dejaron de labrar por el mucho costo y hondura en que estaban los socavo-
62
nes, que por el riesgo de los indios se dejó la labor ...
64 Ibid. f. 283 r.
65 Jbid. f. 355 r. SS.
66 Ibid. f. 261 v.
293
... a esta tierra han venido muchos hombres que han dicho haber sido mi-
neros en Nueva España y en el Perú y muchas partes y han dicho sac.arán
cantidad de oro de la margajita y tratado de otros beneficios así de plata
como de oro y llegado al efecto no han hecho nada y se ha proseguido con
el estilo y beneficio que se han usado y usan en esta tierra sin que haya
. . d e mas
deja d o arb itrio . t o ... 67
' aprovech amien
67 Ibid. f. 257 v.
294
72 AHNB. Vist. Boy., t. 3 f. 557 r., t. 8 f. 810 r. f. 865 r. f. 778 r. f. 821 r. f. 807 r., t. 9 f. 848 r.,
t. 11 f. 777 r., t. 18 f. 212 r. f. 265 r. f. 294 r., t. 19 f. 553 r. f. 537 r. f. 579 r. f. 582 r.
296
... con la necesidad de minas que tenían se vinieron a unas sabanas que los
conquistadores llamarnos de Porcucho, junto o en comarca del río de San
Bartolorné y Nas, y después, no hallando allí el oro, conforme a su necesi-
dad se vinieron acercando a esta dicha ciudad de Zaragoza por la fama del
mucho oro que en ella se sacaba, y cateando en el asiento y loma que ellos
llaman rica descubrieron muchas vetas y riqueza de donde se hicieron ricos
y cornpra:o.n rnuch~s ~~grºrs que allí no trujeron sino algunos naturales
con que h1c1eron prmc1p10... -
LOS ESCLAVOS
80 Ibid. Min. Cauca, t. 3 f. 197 r. Gustavo Arboleda, Diccionario biográfico y genealógico del
antiguo departamento del Cauca. Bogotá, 1952, p. 24. FCHTC. pp. 128 ss. Marzahl, The
Cabildo.
81 Op. cit.
300 HISTORIA ECONÓMICA y SOCfAtl
84 Cf. Scelle, op. cit., I pp. 239 y 247. AGI. Contr. L. 5761 Nº 2 f. 262 r. f. 131 r.
85 Cf. Scelle, op. cit., J. p. 244. AGI. Contr..L. 5761 Nº 4 f. 207 r. ss. L. 576@ Nº 2 f. 336 r;
86 AGI. Cont. L. 1488.
87 DIHC. passim.
88 AGI. Contr. L. 5761 f. 138.
l89 Cf Scello, op. dt., I, p. 203.
302 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIA{.¡ ··~
Tales noticias sugieren que la población negra era tan abundante que
podía provocar conflictos de cierta magnitud y causar inquietud entre los
españoles. Obsérvase, sin embargo, que en el último caso Díez agrega que
se trata sólo de cuatro negros a la cabeza de treinta o cuarenta indios. En
cuanto a las sublevaciones citadas por Arroyo y Arboleda, resulta difícil ap~e-:
ciar su importancia sin tener acceso a la información de los dos autores.
El número mismo de licencias otorgadas puede también inducir a enga~
ño. Muchas se.otorgaban libres de derechos y, siendo.negociables, no es
extraño que .se solicitaran con ahínco. Cartago, por ejemplo, pedía en 1545
mil quinientos negros
... horros de todos derechos, para los echar a las minas y con ellos sacar oro
94
y aumentar las rentas reales ...
95 Ibid. 21.
96 AGI. Santa Fe L. 67 r. 1 Nº 3.
97 Ibid. Patr. L. 240 r. 6. Publicado en el ACHSC. Nº 1, Bogotá, 1963, pp. 197 ss.
304
Con todo, cualquier cifra que se avance107 apenas da cuenta de una mano
de obra virtual, no siempre al alcance dé los mineros .de la Nueva Granada.
En 1598, el presidente Sande escribía que en Zaragoza trabajaban tres
mil esclavos negros y que en toda la provincia de Antioquia había un?s seis
l
308 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAJ]I
... en donde es mucho el oro que se saca y donde con más facilidad podrá ...
sustentar la dicha cuadrilla y antes aumentarla ...
¡ción. Es dudoso, por otra parte, que el contrabando haya compensado las
~onsecuencias de esta irregularidad. Hacia 1589 se registraron operaciones
de venta de esclavos en Zaragoza, cuyo precio fluctuaba entre 250 y 300
esos oro 125 . En 1602 se avaluó allí mismo un lote de 31 esclavos, a razón
~e 260 pesos la pieza126, lo cual indica que el precio debía ser más bien de
300 pesos. Más al interior, en Mariquita, un comerciante de esclavos, Fran-
cisco García de la Jara, vendió en 1590 una partida de 28 esclavos a Juan
Martín, vecino de Vitoria. Más tarde se alegó que los esclavos venían en-
ferrnos y_ cubiertos de llagas. Con todo, su precio había sido de 280 pesos
la pieza 127 . En 1616, el cura Pedro de Villabona Zubiaurre informaba
que en Remedios un negro bozal valía 350 pesos oro y si estaba adies-
trado en la minería podía valer 400 y 450 pesos 128 . Todos estos precios eran
excesivos pues en otras partes de las Indias valían la mitad y aun la tercera
129
parte . .
No es raro que los mineros se quejaran continuamente de deudas, de
falta de esclavos, de sus precios excesivos y de su elevada mortalidad. Los
oficiales reales y aun el presidente de la Audiencia se hacían eco de estas
quejas e instaban a la Corona para que tomara en sus manos el monopolio.
Con ello se buscaba el abaratamiento de los esclavos y la obtención de cré-
ditos a muy largo plazo. La Corona española, sin embargo, tenía adquiri-
dos compromisos con asentistas portugueses que le.aseguraban al menos
el acceso a las factorías africanas. Los intentos de España de manejar por
su cuenta este negocio complejo revelaren ser un fra,caso, como en el perío-
do 1611-1615, cuando se adoptó el sistema de administrar directamente las
licencias desde Sevilla.
La importancia de Cartagena como centro del tráfico negrero durante
las primeras décadas del siglo XVII puede crear una distorsión en la idea
sobre la participación del trabajo esclavo en las minas de la Nueva Grana-
da. Ya se ha indicado que los tres mil esclavos que Sande atribuía a Zara-
goza en 1598 (o los dos mil de que hablaban los mismos comerciantes de
esclavos tres años antes) constituyeron un tope jamás rebasado. En 1616, el
cura Villabona Zubiaurre respondía a una encuesta que en Remedios,
125 AHNB. Neg. y ese/. Ant., t. 1 f. 1006 r. ss. Por la misma época, un esclavo valía en Reme-
dios de 350 a 400 pesos. Alcabalas, t. 11 f. 579 r., en donde aparecen ventas de un cura, el
licenciado Francisco de Montes de Ücg, por más de 15 mil pesos entl'e 1592 y 1599.
126 Ibid. Neg. y ese. Ant. cit., t. 6 f. 532 r. ss.
127 Ibid. Neg. y ese. Tol., t. 4 f. 717.r.
128 AGI. Santa Fe L. 63 Nº 72 bis. f. 4 v.
129 Cf. R. Mellafé, La esclavitud, cit. p. 67.
312
... vid o por sus ojos que cuando entraron en esa tierra, por ser tan grande y
de tanto oro como hubo en ella, todos compraron negros que vino a haber.
en esta ciudad más de dos mil negros y después que las vetas y minas que
se descubrieron al principio se acabaron y fue el oro siendo menos, como se
morían muchos negros y otros se sacaban, respecto de irse acabando el oro
, . '130 .
por la mueh a costa que teman en esta tierra ...
Estas noticias se ven confirmadas por las cifras de producción, por un lado
y, por otro, por lo que sabemos de la mecánica de las inversiones en esclavc5 s:
Ya en las últimas décadas del siglo XVI, los comerciantes encontraban difiCu¡_
tades en hacer efectivos sus créditos131 . En el siglo siguiente, Zaragoza pedía
a cada rato la intervención de la Corona para asegurarse el suministro. ·
Una de las dificultades para apreciar la verdadera importancia de la
mano de obra esclava en las minas reside en la imposibilidad de conoc~r
en detalle el proceso de internamiento, las transacciones, la cuantía de los
capitales dedicados a este comercio, la distribución de las cuadrillas en los
centros mineros. En Zaragoza, por ejemplo, el número de esclavos de que
podía disponer cada minero no debía ser excesivo. La cuadrilla de sesenta
esclavos que García Jaramillo de Andrada quiso trasladar en 1584 era ya muy
considerable, lo mismo que la que poseían los hermanos Ortiz en 1602, de 46
esclavos. En 1589, a raíz de las averiguaciones del factor Antón Pardo, semen-
cionan 10, 20 y máximo 30 esclavos. En las primeras décadas del siglo XV:U,
Jerónimo de Quesada llegó a poseer más de cien esclavos en Remedios
pero se trataba de uno de los mineros más importantes de la región.
La misma disposición de las minas, que se sucedían unas a otras en un
espacio muy reducido, imponía límites al hacinamiento de los esclavos132•
Debe tenerse en cuenta también la ausencia de un frente agrícola que sus-
tentara esta masa de trabajadores o al cual pudiera trasladarse la mano de
. obra improductiva en los yacimientos. No debía exisfü'; en todo caso, nada
parecido, por ejemplo, a las enormes cuadrillas que trabajaban en el Chocó
a mediados del siglo XVIII, de 100, 200 y 500 esclavos 133 .
Los datos sobre comercio interior son raros 134 y en general se descono-
cen los nombres de los comerciantes que se dedicaban a internar esclavos.
Algunos mineros iban personalmente a Cartagena a comprar los esclavos
que necesitaban, tal un capitán Juan de Hinestrosa, vecino de Cali y fami-
liar del Santo Oficio, quien en 1596 rehusaba pagar el derecho de almojari-
fazgo que se cobraba en Honda, por 30 piezas ~ue llevaba para dedicarlas
al trabajo de sus minas y al servicio de su casa1 5 .
La mayoría de los mineros, sin embargo, preferían tomar los escla~os a
crédito, de los comerciantes. Para finales del siglo XVI se conoce el nombre de
;¡
algunos: doña Isabel de Busto, por ejemplo, quien heredó los negocios de su
marido, un licenciado Hidalgo. Puede tratarse de Diego Hidalgo, un escriba-
no. Juan de Arteaga, del cual se sabe con certeza que estaba radicado en Santa
·. Fe y que tenía acreedores en Zaragoza, en 1597, entre otros el capitán Pedro
Martín y Francisco Maldonado de Mendoza. Juan Amarillo, quien oéupó el
cargo de protector de indios en Santa Fe. Gaspar López, quien en 1600 había
comprado el cargo de alguacil mayor de la Audiencia de Santa Fe. En 1605, en
Remedios, un Pedro Sánchez Cabezada vende dos cuadrillas por valor de
24.300 pesos, una de ellas de unos 40 esclavos, al capitán Diego de Ospina136 .
Sobre la base de datos de alcabalas ha podido construirse el siguiente
cuadro que da una idea de las transacciones llevaqas a cabo en Cáceres
durante el período de decadencia minera137 • ·
CUADR018
COMERCIO DE ESCLAVOS NEGROS EN CÁCERES, 1620-1644
134 La única fuente posible son los archivos de escribanos que, con raras excepciones, han
desaparecido para las regiones mineras. Una fuente accesoria, las Ctfentas de alcabalas,
presenta la misma dificultad.
135 AHNB. Neg. y ese. Tol., t. 2 f. 927 r.
136 Ibid. Neg. y ese. Ant., t. 4 f. 890 v. AGI. Cont. L. 1295.
137 AGI. Cont. L. 1605 y 1606.
314 HISTORIA ECONÓMICA y SOCL\1.;J
... cuánta es la necesidad que las minas de plata de Mariquita tienen de que
se labren con esclavos negros, por ser un trabajo más continuo y de mayor
beneficio que el de los indios, cuya conservación se debe I'hirar con notable
atención, pues se va expe.rimentando bien a costa <leste Reino cuán perju-
dicial es para él labrarse estas minas con indios desta ciudad y la de Tunja,
pues en 16 años (sic) que ha que se conducen para aquellos reales han fal-
tado tantos que no se puede referir sin mucha lástima; además de la que ha
causado los que mueren y enferman en aquel trabajo tan excesivo, es mucha
la que se puede tener a estas dos ciudades pues con su falta y disminución
143
no hay ya quien labre los campos ni quien cuide de los ganados ...
... que pocos hay, o ningunos se ocupan en ministerio de minas por la gran-
147
de hambre y lo acabado y arruinado de los minerales de oro ...
·.
144 Ibid. f. 173 r.
145 AGI. Santa Fe L. 65 Nº 12 f. 2 r.
146 Ibid. r. 2 Doc. 15.
147 Ibid ..
148 Ibid. Doc. 14.
149 Ibid. Doc. 17.
150 Cf. Scelle, op. cit., I, p. 490.
317
. el trabajo de las minas cómo en otras partes, sobre ellos pesaba el abasteci-
miento de maíz y plátanos para las cuadrillas de 19s ríos Atrato y San
Juan153 • Hacia 1706, la familia de los Mosquera de Popayán había logrado
utilizar en esta forma a la mayor parte de los indios de la provincia de
Noanama. Aun más, había desplazado el pueblo indígena de Tadó hacia
sus minas del río Iró 154 •
Este monopolio derivaba ,de la influencia política de la familia, al mismo
tiempo que de la importancia de sus explotaciones. Cristóbal, Jacinto y Nico-
lás Mosquera Figueroa poseían títulos militares ganados en las guerras contra
a las Indias 4.800 esclavos negros cada año. Debían recibirlos los puertos
de Buenos Aires, Caracas, Cartagena, Panamá y Veracruz. No obstante, la
compañía quedaba autorizada para introducir todos los esclavos solicita-
dos por las colonias a través de puertos accesorios: Santa Marta, Campeche
y La Habana.
El contrato con la compañía inglesa puso de relieve cambios profundos
acaecidos en el interior de las colonias españolas. La atención de los nue-
vos asentistas se vio atraída, más que por su obligación contractual de pro-
veer de mano de obra al Imperio español, por la tentación de llenar un
vacío comercial e inundar los mercados americanos con mercancías de con-
trabando. Las regiones más desguarnecidas. del Imperio (Chile, Buenos
Aires) vieron desviarse las rutas marítimas en su provecho y contribuye-
ron a pasar las mercancías hacia plazas mucho más prometedoras161 . Este
fenómeno explica que la importancia de Cartagena como centro distribui-
dor de mano de obra esclava haya pasado a un segundo plano y que las
introducciones a través de Buenos Aires hayan sido más importantes 162 .
Respecto al número total de esclavos introducidos q Cartagena por la
compañía inglesa, debe tenerse en cuenta que las actividades de esta últi-
ma se desarrollaron durante 18 años, entre 1714,y 1736, con dos interrup-
ciones (de 1719 a 1721yde1728 a 1729). Se distinguen así tres períodos de
la trata manejada por lp. Compañía de los Mares del Sur, que se resumen a
continuación (véase Gráfico 3).
CUADR019
IMPORTACIÓN DE ESCLAVOS A CARTAGENA
(Por la Compañía de los Mares del Sur)
Número de esclavos
600
500
400
300
200
100
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primer periodo segundo período tercer período §
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321
163 Cf. Lasso de la Vega, op. cit., p. 14. Según un censo practicado en Nóvita, en 1759 traba-
jaban allí 56 cuadrillas con un total de 4.322 esclavos. Cf. J. Jaramillo U., art. cit., loc. cit.
164 Earl J. Hamilton, American Treasure and the Price Revolution in Spain 1500-1650. Cam-
bridge, Massachusetts 1934.
165 P. Chaunu utiliza también el fondo de Contaduría del AGI para dar cuenta del movi-
miento comercial en Lima y otras ciudades. Cf. Séville et l'AtlanHque, cit.
322 HISTORIA ECONÓMICA y SOC{;\t!
166 Retornando las teorías «rnonetaristas» de Hárnilton, Pierre Vilar proporciona orientacio-
nes metodológicas y llama la atención sobre aspectos no contemplados de la realidad
americana en Crecimiento y desarrollo, Barcelona, 1964. Cf. también un curso dictado en
la Sorbona durante los años académicos de 1965-1966y1966-1967, publicado en español
bajo el título Oro y moneda en la historia. 1450-1920, Barcelona, 1969.
323
l
324
GRÁFICO 4
PRODUCCIÓN DE ORO EN EL DISTRITO DE SANTA FE
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60
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PRODUCCIÓN DE ORO EN EL DISTRITO DE POPAYÁN
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Remesas a Santa Fe
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GRÁFICO 7
PRODUCCIÓN DE ORO EN EL DISTRITO DE CARTAGO
Míles de pesos Según las cifras de la Caja Real de Cartago (o de Toro y Anserma)
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328
cUADR020
pRODUCCION DE ORO EN EL DISTRITO DE SANTA FE
(Por períodos de cinco años). Pesos oro de 22.5 quilates
CUADR021
PRODUCCIÓN DE ORO EN EL DISTRITO DE CARTAGO
GRÁFICOS
PRODUCCIÓN DE ORO (CRISIS) EN EL DISTRITO DE SANTA FE DE ANTIOQUIA
Miles de pesos Según cifras de la Caja Real de Santa Fe de Antioquia
20
GRÁFICO 9
PRODUCCIÓN DE ORO (CRISIS) EN EL DISTRITO DE ZARAGOZA
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GRÁFICO 10
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cVA.DRO 2~ ,
pRODUCCION DE ORO EN EL DISTRITO DE POP A YAN
CUA.DRO 23
PRODUCCIÓN DE ORO EN EL DISTRITO DE ANTIOQUIA
(Pesos oro de 22.5 quilates)
CUADR024
LLEGADAS DE ORO A ESPAÑA Y PRODUCCIÓN EN LA NUEVA GRANADA174
(en gramos)
174 Estas cifras se calcularon de acuerdo con las acuñaciones de moneda en Santa Fe. Cf.
A.M. Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda. Bogotá, 1969, I, p. 95.
333
CUADR025
ORO ACUÑADO EN LA CASA DE LA MONEDA DE SANTA FE179
(Por períodos de cinco años). En gramos
é:UADRO 2~
pRODUCCION DE ORO EN LA NUEVA GRANADA (1682-1696)
(Oro manifestado en la Casa de la Moneda)
187 AGI. Quito L. 16. Cf. también G. Arboleda, op. cit., I, pp. 246 ss.
188 AGI. Cont. L. 1495y1468.
189 !bid. Santa Fe L. 362. Averiguaciones de 1722.
190 !bid. Cont. L. 1497 y 1498. En ese lapso, Arboleda declaró más de 17 mil pesos oro.
339
CUADR027
PRODUCCIÓN DE ORO EN LA PROVINCIA DE POPAYÁN, 1660-1749
(según los quintos)
Promedio anual
1720-1728 5.748 pesos oro
1729-1739 4.505
1739-1746 4.722
GRÁfICO 1~ ,
pRODUCCION DE ORO EN EL DISTRITO D~ POPAYAN-ANSERMA
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GRÁFICO 12
ACUÑACIÓN DE MONEDA EN SANTA FE
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7000
6000
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5000
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342 HISTORIA ECONÓMICA y SOCL\Ü
LAS CRISIS
Numerosos testimonios que aparecen desde fines del siglo XVI, y que se
repiten con intensidad variable a todo lo largo del siglo siguiente, contie-
nen la misma queja, expuesta en términos casi idénticos. «Pobreza de la
tierra», «disminución de los quintos reales», «extinción de los naturales»,
son expresiones reiteradas en los despachos de los oficiales del Tesoro y de
los oidores de la Audiencia. Como puede verse, se confundía la situación
económica con sus prolongaciones fiscales, único aspecto interesante para
la Corona española.
No faltan, naturalmente, testimonios inás directos de quejas de propie-
tarios de minas y de encomenderos. Hubo un momento,ssin embargo, hacia
mediados del siglo XVII, cuando las quejas cedieron el lugar a pleitos inter-
minables sobre precedencias honoríficas, discusiones sin término y sin un
fin aparente pero que revelan un estado de espíritu. Se estaba muy lejos de
los años en que ricos mineros de Mariquita, Zaragoza y Remedios se disputa-
ban cargos secundarios en la administración y los pagaban, literalmente, a
peso de oro. Ahora, en medio de la pobreza generalizada, el poder y la consi-
deración social tenían atractivos desconocidos en épocas más rudas.
La primera generación del siglo XVII podía mirar con nostalgia la dis-
tancia que la separaba del siglo anterior. Hacia 1640, un testigo excepcio-
nal, Juan Rodríguez Freile19; .precisaba que la ruptura se había producido
1
.
197 El carnero. Bogotá, 195, p. 255.
344 HISTORIA ECONÓMICA y Sor., ..
~U\l.:l
... el trato y comercio estaba en su punto, la tierra rica de oro, que de ello se
llevaba en aquellas ocasiones harto 'a Castilla ...
GRÁFICO 13
PRODUCCIÓN DE ORO EN LA NUEVA GRANADA. PROPORCIONES
... ha más de treinta años que no se labran por falta de negros y que sola-
mente en el cerro de Salazar trabajan algunos negros ...
... ha ido decayendo esta tierra de treinta años a esta parte y ha venido a
tanta disminución que el día de hoy no hay más de una Ia.bor en el cerro de
Quiebralomo y con poca gente, y en las minas de Supía no hay labor nin-
200
guna... '
,,
350 HISTORIA ECONÓMICA y SOCJAf¡
·I'
352 HISTORIA ECONÓMICA y soc¡
ALI
211 James P. Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia. Berkeley and Los Ángeles,
1968, p. 2.
212 211. Ibid. p. 45.
.
354 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL!
miento (1590) encontró yacimientos tan ricos que los habitantes pudiera
proveerse de esclavos negros, cuyo número paso ráfiidamente a mil·do;
cientos en 1595 y a mil quinientos o dos mil en 1600 13• La decadencia so•
brevino muy rápido y en 1608 no quedaban sino 32 españoles, de los cuales
ocho eran encomenderos, con sesenta indios. De éstos, veinte se ocupaban
en labores agrícolas y cuarenta en las minas, al lado de quinientos esclavos
negros.
Mientras que existieron indios fue posible asegurar alimentos a los es~
clavos que trabajaban en las minas. En 1616, la situación había cambiado
radicalmente y las provisiones más indispensables (sal, maíz, carne) de-
bían llevarse desde el Nuevo Reino por el río Magdalena. La labor agota-
dora de las minas, tanto como una dieta alimenticia muy pobre, se cuenta
entre las causas de la mortalidad muy elevada de los esclavos. Por esto
algunos propietarios habían abandonado la región con sus esclavos, tras-
ladándose a otras explotaciones. Antón Pardo, por ejemplo, mudó cincuenta
esclavos a Guamocó, en 1613. Estos yacimientos atrajeron también escla-
vos de Zaragoza, y entre 1604 y 1613 se cuentan 16 propietarios que se
trasladan allí y declaran 19.114 pesos en la Caja de Zaragoza, en 1612214:
Mucho más elocuente es la partida áel capitán Diego de Ospina, quien se
vinculó a los notables del Nuevo Reino dedicando los esclavos que tenía
en Remedios a la explotación ganadera en el valle de Neiva.
En Cáceres, en donde inicialmente se repartieron encomiendas, los indios
presentaron una resistencia obstinada a ser empleados en las minas 215 • Por
eso los habitantes pidieron el envío de esclavos, desde la fundación de la
ciudad216 • Treinta años más tarde, el visitador Herrera Campuzano no en-
contró allí sino 300 tributarios 217 • Estos indios desaparecieron tan rápida-
mente como en otras partes pues en 1620 no quedaban sino 158 y en 1631
se reducían a 65, repartidos entre trece encomenderos ...
En esta última fecha, los habitantes sabían que los quintos habían dis-
minuido en más de la mitad con relación a los comienzos del siglo. Entre
1620 y 1627 se había insinuado una recuperación pero a partir de 1630 la
producción no alcanzaba los veinte mil pesos. Desaparecidos los indíge-
nas, los gastos de aprovisionamiento se habían elevado. Los propietarios
,,
356 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL!
traían de España, por los derechos que se pagaban allí y acá, como deJ
productos de la tierra, . os
... por los rigurosos años, y falta de los indios que las labran y benefician ....
... el alma con que se sustentan y conservan todos los tratos ... ,
.. /
I
Capítulo VI
EL TESORO REAL
1 DIH:C. N, 1 SS.
2 Ibid. 'III, 258 SS.
3 Ibid. N, 239 ss. CDI. l, 41, 384 ss.
4 DIHC. N, 79 ss.
5 AHNB. Rl. Hda., t. 37 f. 459 r. ss.
6 AGI. Cont. L. 1292.
364 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIA!.; I
CUADR028
DISTANCIAS DESDE SANTA FE HASTA LOS CENTROS MINEROS
MÁS IMPORTANTES
Era, pues, muy improbable que los dueños de minas fuerán hasta la
sede de la Caja real cada vez que tuvieran oro para declarar. Los oficiales
reales estaban igualmente imposibilitados para desplazarse a todos los si-
tios de su jurisdicción. Por eso se imponía el establecimiento de cajas reales
subsidiarias. El descubrimiento de yacimientos importantes tenía entonces
como resultado la fundación de una Caja real manejada por lugartenientes
de los oficiales titulares.
Estos lugartenientes no eran funcionarios de la Corona y su designación
y su salario dependía de un acuerdo privado con _el titular. Se trataba, casi
siderablemente los envíos a España. El sistema no duro sino esos dos años
en adelante continuó enviándose el oro de la región de Antioquia direc-
Y
tarnente a cartagena 15 .
A través de la existencia de las Cajas reales puede medirse la importan-
cia relativa de las ciudades que tenían el privilegio de poseer una. Si bien
de estas Cajas apenas se pagaban los salarios de los funcionarios reales y
algunos auxilios a religiosos y a particulares, las ciudades se disputaban
su sede. Pues a la sede de la Caja real debía afluir el oro que llevaban los
Jllineros a declarar y allí se gastaban los salarios de los empleados reales.
El gobernador fijaba su residencia en donde funcionaba la Caja más produc-
tiva. El gobernador de Antioquia prefería vivir en Zaragoza que en Santa
Fe de Antioquia, pues de aquella ciudad provenía su salario. El goberna-
dor de Popayán vivió en Cali hasta el momento en que la Caja que funcio-
naba allí se trasladó a la cabecera de la gobernación y ni aun una· orden
expresa del Consejo de Indias fue capaz de obligarlo a mudarse mucho
antes, en 160916 • Cuando el oro venía de las explotaciones del Chocó y de
Barbacoas, el gobernador vivía en Anserma o se trasladaba muy frecuen-
ternerite a Barbacoas.
l
368 HISTORIA ECONÓMICA y SOC!At l
gunos casos, esta prohibición fue capaz de reavivar el celo de los funcionarios
que ensayaron hacer revertir la posesión de las encomiendas al dominio
real. Sus intereses ya no coincidían íntegramente con los de los encomen-
deros, es cierto, pero esta circunstancia no era suficiente para extinguir su
deseo de llegar a ser encomendero o gozar de las ventajas de una alianza
con la sociedad local.
Se encargó, por ejemplo, a Sebastián de Magaña de promulgar la prohi-
bición, dirigida a los encomenderos de Popayán, de emplear a los indios
en las minas 20 • Mientras que el contador se abstenía de hacer la promulga-
ción por razones políticas, su colega, el tesorero Luis de Guevara, defendía
abiertamente ante la Corona el punto de vista de los encomenderos. Según
el tesorero, los indios que trabajaban en las minas estaban mejor tratados
que en cualquier otra actividad y ellos mismos pedían ocuparse en esto. Es
verdad que el tesorero alimentaba la esperanza de que su propia enco-
mienda pasara a su hijo pero fue privado de ella. A partir de entonces,
Guevara se opuso en varias ocasiones a los gobernadores que distribuían
las encomiendas entre sus allegados o sus partidarios21 •
En Santa Fe, Pedro Briceño se atrajo la malevolencia de los encomende-
ros que habían sido favorecidos por Alonso Luis de Lugo. Los encomende-
ros se quejaban de que el tesorero se mostraba demasiado inquisitivo sobre
el origen del oro que declaraban en la Caja real. Este celo no impidió que
Briceño exhibiera los aires de un conquistador y reclamara una recompen-
sa como tai22 . En '1547 se quejó de no tener otro recurso que su salario para
procurarse las vituallas que los otros españoles obtenían gratuitamente de
sus ·encomiendas23 • Al año siguiente, el gobernador Díez de Armendáriz
favoreció su matrimonio con la viuda de Robledo, quedando así como can-
didato a la herencia del mariscal24 • Fue entonces cuando el tesorero em-
prendió la búsqueda de minas, alentado por el mismo gobernador25 • A su
muerte, en 1552, en el inventario de sus bienes se.encontraba una casa en
el centro de Santa Fe, un molino cercano a la ciudad, tres propiedades ru-
rales en sus confines (Teusacá, Usme y Bosa) y numerosos bienes muebles
cuya descripción de una id7é! del desahogo del finado tesorero26 .
27 El inventario de sus bienes fue publicado en el BHA. XLilI. Bogotá, 1956, p. 873 cit. por
Vicenta Cortez en «Tunja y sus vecinos», Revista de Indias Nos. 99-100, enero-junio, 1965,
pp. 155-207. Cf. también U. Rojas, Corregidores, cit. p. 35.
28 AGI. Santa Fe L. 68 Doc. 11 Ese. Cám. L. 824, cit. por U. Rojas, Corregidores, cit. pp. 177 ss.
29 AGI. Santa Fe L. 68 r. 3 Doc. 71.
TESORO REAL 371
L
EL TESORO REAL 373
... en sólo las dichas cuentas de un año sé detuvo los dichos once meses y al
cabo de ellos ni él las entendió ni supo desenmarañarlas de los yerros que
34
en ellas hizo contra V.M .... ·
desde 1592 hasta 1631. Se le señala corno empresario con minas en Alrna-
guer, adonde había llevado un minero desde Quito. Después de _la guerra
contra los pijaos, contribuyó a abrir las minas de Caloto42 . También en
1632, el arzobispo Bernardino de Alrnanza denunció a Andrés Pérez de
Pisa por concusión43 . Esta acusación puso en contra del prelado a las auto-
ridades del Nuevo Reino, que se sintieron aliviadas cuando, un año más
tarde, el obispo fue víctima de la peste.
l~
AHNB. Rl. Hda., t. 12 f. 705 ss.
376 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL I
GRÁFICO 14
LA RENTA DE LOS QUINTOS Y LAS DEMÁS RENTAS
300 " J
250: '\ /1
200 a
150
INGRESOS TOTALES
~- . I'
100
, _VAf• ~
\_ '\J w V\J.
INGRESOS
100 =28.298 pesos
~·
%
75
QUINTOS
~~ A ....
., ""' ./ f\¡\, '\""
50 50
• .¡
,,.
40
"\
.,11io. 30
\
. \;~ .
QUINTOS:%
10
Esta dependencia relativa de las finanzas del Nuevo Reino con respecto
a los quintos del oro se ilustra en las curvas del Gráfico 14. La línea supe-
rior representa un índice de los ingresos de la Caja real de Santa Fe, que
toma el año de 1559 como base (ingresos de 1559: 28.298 = 100). Debe ad-
vertirse que sólo se han tenido en· cuenta los ingresos producidos dentro
del distrito de la Caja real de Santa Fe, desechando de esta manera el pro-
ducto de las Cajas subsidia:¡-i,.as (Remedios), o los envíos de otras Cajas (Po-
payán, Zaragoza). La línea inferior representa el porcentaje de los quintos
sobre el total de los ingresos.
Como puede apreciarse en el gráfico, los quintos mantienen su impor-
tancia hasta 1580. Después de esta fecha no retornan jamás al nivel del
50%, porcentaje alrededor del cual se habían movido dentro del total de los
ingresos. Éstos, en contraste, tienden a aumentar. Los resultados de las re-
formas fiscales emprendidas a partir de 1590 por el presidente González se
L
378 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL l
parte de los conquistadores, las tierras, por ejemplo,· o los tributos de los
indios. Ahora, en 1590, había llegado el momento para la Corona de recu-
perar el dominio eminente sobre las tierras y al menos una parte de los
tributos indígenas. De allí las composiciones de tierras y de encomiendas
y el establecimiento del «requinto» sobre el tributo.
~ ¿Pero qué pensar del interés que suscitaron las explotaciones mineras?
Desde su llegada, el presidente González visitó las minas de Mariquita. En
Cartagena ya se había interesado por el comercio de esclavos y, después de
una corta permanencia allí, se encaminó hacia el interior. En enero de 1590
pasó por Tolú y por Mompox y promulgó ordenanzas respecto a los indios
que bogaban por el Magdalena. En febrero, ya en Mariquita, redactó un
... Discurso y relación de lo que son las dichas minas y el camino que se ha
46
de tener en beneficiarlas ...
GRÁFICO IS
ENVÍOS DE ORO A ESPAÑA
Miles de pesos
110
100
90
-·
80 RENTAS EXTRAORDINARIAS
70
. Fll
\
60 \
\
·.
'\.\
50
\, \ ...
, ..
..
40 \ \ a
l .fl 1
V11 :
-' ..
30 l l!"J
I 111 : ~
lo
• \ ... : ' ~ IJ
"\
\
10
. '
RENTAS ORDINARIA!
1
'
1
382 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL l
tración colonial sólo podía recurrirse a esta~ últi!llCJ.S,_de manera que el pro-
dudo de las nuevas imposiciones lleg-ara intacto a España_._ -
CUADR029
REPARTO DEL DERECHO DE ALCABALA EN LA CIUDAD DE TUNJA51
Con la excepción de las alcabalas y c..e los requintos sobre el tributo indí-
gena, se trataba de ingresos extraordinarios cuya perpetuación no estaba pre~
vista. La venta de oficios existía ya aunque en este período de prosperidad la
prisa por adquirirlos haya respondido con largueza a las instancias del presi-
dente. Mientras que el producto de estas ventas había sido de 12.417 pesos
durante el quinquenio de 1585 a 1589, en el quinquenio siguiente alcanzó la
cifra de 69.579 pesos. La sociedad criolla parece haber reaccionado en este·
aspecto por el deseo de congraciarse con los _nuevos gobernantes españole~.
Por eso el comienzo de un nuevo período presidencial coincidía con un au'.'
mento brusco de la demanda de puestos. Así, el período del presidente Sande
se inauguró con una subida de 13.301 pesos oro, en 1597, sobré 4.104 del año
anterior. La llegada de Borja hizo subir las compras a 16.005 pesos en 160S'..
Y, sin embargo, sólo el 'requinto sobre el tributo indígena se convirtió ·
en una renta regular de cuantía considerable. La venta de encomiendas, el
saneamiento de tierras o la venta de cargos se practicaron de cuando en vez
en el curso del siglo xVII pero estos ingresos inciertos no podían asegurar ·
la regularidad exigida por las finanzas de la colonia. En cuanto a los envíos
de oro a España, se fundaron en adelante en el tributo de los indígenas y,
ocasionalmente, en los préstamos de los particulares (juros).
'
51 AHNB. Alcabalas, t. 6 f. 120 r. SS. f. 130 r. SS. f. 139 r. SS. f. 146 r. SS. f. 152 r. SS. f. 428 r. ss.
Capítulo VII
EL COMERCIO
LOS CAMINOS
Cf. Antonio Ybot León, La arteria histórica del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, 1952, p. 36,
y el apéndice, Doc. Nº 1, p. 233, Nos. 3 y 4.
386 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCL\t l
riesgos debían resarcirse con los precios inauditos que alcanzaban los pro-
ductos.
Por esto, los primeros tiempos de la Conquista se caracterizaron por la
rareza de artículos de procedencia europea. Ya se ha visto cómo en los
contratos celebrados hacia 1540-1545 por los conquistadores se aportaban
a menudo vestigios apenas de lo que Lebrón y Lugo habían introducido al
Nuevo Reino: un caballo, una espada, estribos, puercos. Esto era suficiente
para recurrir al escribano, asentar con toda solemnidad un contrato e ir a .
la búsqueda de la fortuna que revestía la forma de tesoros o de encomien-
das que los contratantes se comprometían a compartir fraternalmente. Mu-
chos conquistadores se endeudaron y dieron en prenda encomiendas que
habían recibido, para equipar una expedición o, más modestamente, para
proveerse de un aparejo gtierrero.
En 1543, el adelantado Alonso Luis de Lugo envió al capitán Luis Lan"
chero con cuarenta hombres a descubrir un camino diferente del Opón2•
Lanchero se internó por la región de Vélez y dio con el que más tarde iba
a ser el «desembarcadero» del Carare.
A partir de entonces, el acceso al Magdalena indujo a una serie de lu-
chas contra las tribus indígenas (guanes, muzos, colimas) que ofrecían ré-
sistencia a la ocupación española y hacían inseguro cualquier camino. Díez
de Armendáriz, por ejemplo, envió a su primo Pedro de Orsúa a «pacifi-
car» a los guanes y a los muzos, en 1548. A comienzos del año, el juez de
residencia había aprestado una expedición de cien hombres de a caballo
para auxiliar al licenciado La Gasea que enfrentaba a los rebeldes del Perú.
Como esta expedición quedara sin objeto p.or la victoria de La Gasea, Díez
decidió emplearla en abrirse un camino hasta el Magdalena. Orsúa reco-
rrió el camino que su rival, Luis Lanchero, había descubierto y regresó por
la región que habitaban muzos y colimas3 . Lanchero, que se mantuvo fiél
a Alonso Luis de Lugo, fue perseguido por Armendáriz: Logró escapar y
traer un juez de residencia contra el gobernante, en 1552. A partir de en-
tonces ocupó una situación preeminente en Vélez como descubridor de la
ruta que privilegiaba a la ciudad4 .
El desembarcadero de Vélez y el camino del Carare no permitían, sin
embargo, el empleo de bestias de carga. En 1549, los vecinos de la Nueva
Granada habían obtenido dos mil pesos prestados por la Corona para
comprar esclavos negros que se dedicaran a tener en buen estado los ca-
rninos 5 . Pero esta mano de obra no era suficiente para abrir un camino tran-
sitable con recuas de mulas. Por eso los indios guanes, recién sometidos,
debían cargar las mercancías desde el «desembarcadero» hasta Vélez. Se-
gún una probanza efectuada en 1551,
... es público y notorio que los indios de la dicha ciudad de Vélez van por
las dichas mercancías al desembarcadero y los indios de la ciudad de Tunja
van por ellas a Vélez, y los de esta ciudad de Santa Fe van por ellas a la
6
ciudad de Tunja ... ·
... los dichos indios de la dicha provincia de Tunja, que estaban cerca del
dicho embarcadero, estaban descansados y tenían mucha comida y había
mucha cantidad dellos, por lo cual podían ir al dicho des~mbarcadero traer
las cosas necesarias para el sustento de los vecinos de la dicha ciudad de
Tunja, pues recuas ~o lo podían traer, suplj.cándonos los m~ndásemos pro-
veer, atento lo susodicho y a la mucha vecindad de españoles en la dicha
7
ciudad de Tunja ...
... el dicho camino y puesto descubrí a mi costa y mención, sin me dar cosa
alguna por ello, por muy grandes sierras y montañas, ásperas muchas de
. 11
e11 as, no vistas m. sa b.d
1 as ...
9 AHNB. Vis Boy., t. 8 f. 865 r.f. 821 r., t. 9 f. 855 r. f. 884 r., t. 18 f. 199 r. f. 212 r. f. 235 r.,
t. 19 f. 515 r.
10 Ibid. Rl. Hda., t. 17 f. 112 r.
11 Ibid. t. 14 f. 364 r.
12 !bid. f. 524 r. f. 578 r.
13 I/Jid. t. 17 f. 270 r.
:EL COMERCIO 389
... fue muy gran bien y conservación de los indios Malibús, que bogaban las
canoas que traían la ropa a este Reino, que se les quitaron dos jornadas, las
mas ,, asperas
, que h ay en to d o e1 no
, 15 .
barcaban para pagar los derechos del puerto (1 tomín por arroba de mer-
cancía) y eran trasladadas en canoas hasta Honda por indios de la región.
La falta de un camino obligaba a este relevo que estaba destinado también
a aliviar un poco a los indios que venían desde Mompox. Éstos sólo llega~
ban hasta Honda cuando venía un pliego de Es~aña para la Audiencia y
no encontraban canoas de relevo en Angostura 9• El agotamiento de los
indios obligó también a trasladar el puerto una vez más al Carare, en 1592.
Hasta allí podían llegar «fragatas» sin riesgo alguno, con lo cual se ahorra-
ba mano de obra 20 .
En 1601, sin embargo, el desembarcadero se había fijado en Honda. Se-
gún el oidor Luis Henríquez, los sitios anteriores, Carare, Angostura y San
Bartolomé eran bajos y anegadizos y no tenían un camino que fuera hasta
. . 21
Honda o directamente a Santa Fe .
A pesar de que Olalla no recibió sino en 1578 el reconocimiento de 4.500
pesos que se le habían prometido por sus servicios, desde 1558 monopolizó
el tráfico fluvial por el Magdalena. Según una probanza de servicios levan-
tada en octubre de 1559, Olalla y un socio, Fernando de Alcacer, habían
hecho construir dos barcos que enviaron a Cartagena con frutos de la tie-
rra. Los barcos naufragaron pero los socios hicieron construir otros cuatro
que navegaban todavía en 1559 con una tripulación de esclavos ne-
gros22.
Los socios se vieron en dificultades financieras y la empresa debió liqui-
darse muy pronto. Para iniciarla, Alcacer y Olalla habían comprado en
1558 tres esclavos negros de los bienes del factor Bartolomé González de la
Peña, a quien se ejecutaba para pagar un alcance de la Caja real. En 1559,·
los oficiales reales trataron a su vez de ejecutar a los dos socios por un poco
más de mil pesos que se habían comprometido a pagar por los esclavos.
Los deudores alegaban que
En agosto del año siguiente, para escapar al remate de sus bienes, Olalla
hada venta simulada de un molino y ocho esclavos por dos mil cien pesos.
El supuesto comprador era un carpintero, Pedro Sánchez. La venta no po-
día convencer al factor Rodríguez de Ledesma que perseguía la deuda a la
Caja real y quien remató el molino y un negro a Pedro Navarro, un albañil
de Santa Fe, por setecientos noventa pesos 24 .
A pesar de este descalabro, Alonso de Olalla se recuperó y lo volvemos
a encontrar en 1570 en Mariquita, como minero y propietario de esclavos.
En cuanto a Fernando de Alcacer, era encomendero, desde 1548, de los
indios de Boyacá, Cubiasuca, Pasquilla y Chiusaque, en los cuales le suce-
dió su mujer, Inés Galeano, en 1592. En 1571 arrendó los derechos de puertos
por tres años y en 1572 sostuvo un pleito para obtener que los comerciantes
en frutos de la tierra pagaran también un tomín por arroba de mercancía
de las que se llevaban del interior para el abasto de Cartagena25 .
l
1
l
- Aun si en ocasiones Honda no fue el «puerto» del Nuevo Reino, allí iban
a parar de todas maneras las mercancías que debían remontar la cordillera.
Por eso este camino fue objeto de continuos cuidados. En 1560, el Cabildo
de Santa Fe ordenó que se construyera un puente sobre el río Bogotá26 . En
octubre de 1561, el fiscal García de Valverde advirtió que los indios de
ciénaga de Fontibón se ahogaban continuamente todos los años al vadearla
cargados de mercancías. Ese mismo año se destinarán 3.540 indios de 20
encomiendas de Santa Fe para construir un camellón semejante al que se
había construido sobre el río 27 . El trayecto de RionegrÓ a Villeta también
se hizo «aderezar» en 1561, 1567 y 1568. La tarea incumbía a los propieta-
rios de recuas de la Villeta de San Miguel, entre los que se contaba Alonso
de Olalla28 .
En 1581, la Corona hizo merced al Nuevo Reino de los derechos sobre
las mercancías que se cobraban en los puertos, unos seiscientos pesos
anuales, para que se d.estinaran al arreglo de los caminos. La Cédula se
recibió en marzo de 1582 y en octubre se contrató con Rodrigo del Río para
que reparara el trayecto de Honda á Villeta. Éste debía emplear en la tarea
a los indios encomendados del distrito de «tierra caliente» y pagarles un
tomín de oro por su trabajo diario. El contratista se ocupó de las reparacio-
nes cuatro años y, después de su muerte, la Audiencia reconoció quinien-
24 Ibid. f. 702 r.
25 Ibid. t. 17 f. 388 v.
26 Ibid. t. 14 f. 428 r. Contrato con Pedro Navarro por 200 pesos. 5 de agosto 1560.
27 Ibid. f. 401 r.
28 Ibid. f. 452 r., t. 17 f. 236 r.
392 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
... el puerto de Vélez llai¡n.§ldo Carare y el Puerto del Río del Oro por do
suben a Pamplona y el puerto de Rionegro, el paso de Vitoria que es en el
puerto viejo de Mariquita que descubrió Alonso de Olalla y el paso de Mon-
tero en Tocaima y el paso de Gallo en el río Cauca, término y jurisdicción
35
de la ciudad de Cartago ... . • •
Así, mil trescientos indios debían hacer tres viajes cada año. La navegación
del río se cerraba de marzo a mayo y de septiembre a noviembre, la época
de las lluvias.
Después de la visita de Antonio González, quien dejó redactadas nue-
vas ordenanzas sobre la navegación en el río a su paso para el Nuevo Reino
en 1590, se estimuló el empleo de esclavos negros. Para entonces, los indios
de Mompox debían haber disminuido en tal forma que el control de la
navegación lo tenían ahora propietarios de esclavos. Las ordenanzas del
presidente preveían el empleo simultáneo de negros y de indios en la na-
vegación de las «fragatas» y estipulaban que la tripulación de cada una
debía componerse de trece o catorce hombres. En las embarcaciones que
emplearan más de cinco esclavos negros se autorizaba un aumento propor-
cional en los fletes. Si el número de esclavos subía a diez, el propietario
quedaba en libertad de negociar los fletes sin someterse a la tarifa.
La navegación por el Magdalena y el control del tráfico por el puerto de
Honda, que pertenecía a la jurisdicción de Santa Fe, imponían servidum-
bres que las otras ciudades no se mostraban inclinadas a tolerar. Ya en
1543, Tunja había pretendido convertirse en un sitio privilegiado para el
tránsito sustituyendo a Cartagena por Maracaibo como puerto de entrada
a la Nueva Granada.
Pamplona, como se ha mencionado, se aseguraba el abastecimiento a
través del Río del Oro. Por eso, en 1557, el Cabildo comisiona a Juan An-
drés Varela
... para que vaya y visite la tierra desde la Matanza para abajo hasta el Río
de Oro, todo el término de esta ciudad, y tome la posesión del desembarcadero
de ella ... 42 . .
... cosa tan irregular y tan impensada, que desde que se descubrieron estos
58
reinos de Indias no se ha visto ...
57 Ibid. f. 917 r.
58 Ibid. t. 64 f. 289 r.
59 Ibid.
400 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL¡
que ya existía para las harinas, el bizcocho y los jamones). Con esto se re-
bajaba el 80% de los derechos pues cada carga contenía diez arrobas que
usualmente deberían haber pagado diez tomines 60 • Un nuevo impuesto, el
de armada de Barlovento, introducido en 1635 y que debía gravar todas las
transacciones sobre frutos de la tierra, lo mismo que la epidemia de 1633
fueron respons~bles del descenso experimentado en el período de 1635~
1640.
La ruta del Magdalena no varió hasta mediados del siglo XVII, cuando
se abrió el Canal del Dique. Hasta entonces había sido necesario conducir
las mercancías a lomo de mula 22 leguas al interior desde Cartagena para
comenzar a remontar el río desde Barrancas. De allí hasta Mompox se em-
pleaban embarcaciones de cinco o seis toneladas, y de Mompox hasta Hon-
da canoas de tres o cuatro toneladas 61 . Las pérdidas en el curso del viaje
eran enormes. El viaje duraba veinticinco y más días y se estaba expuesto
a los ataques de indígenas no sometidos que hábitaban las márgenes del
río. Los viajeros y las mercancías se veí:l.n sujetos a toda clase de contra-
tiempos: el naufragio de las embarcaciones, el saqueo de las mercancías
por parte de los bogas, la intemperie.
Y, sin embargo, esta ruta fue casi la única para acceder a los altiplanos
del Nuevo Reino durante todo el período colonial. Desde allí las mercan-
cías españolas se distribuían a la región de Antioquia a partir de Mompox;
a Pamplona y a Mérida por Ocaña; a Vélez y a Tunja por el Carare; a Santa
Fe, al corregimiento de Mariquita y a la provincia de Popayán desde Hon-
da. Mercancías y sobre todo esclavos negros llegaban también a Cartago,
Anserma y Popayán a través del gran río. Puede decirse que la suerte de la
parte occidental de la Nueva Granada, tanto como la región oriental de los
altiplanos, estaba ligada a esta arteria. Sin embargo, en el curso de los
siglos XVI y XVII la provincia de Popayán buscó siempre una salida por el
Pacífico.
Más que a las minas, la ciudad de Cali debió su prosperidad en los prime-
ros tiempos que sucedieron a su fundación a su acceso al puerto de Buena-
ventura. La clausura de este puerto, a comienzos del siglo XVII, consumó
su ruina. Según la relación del padre Escobar62, Cali había sido en sus co-
mienzos un punto de afluencia de las mercancías que se traían de Buena-
ventura desde Panamá y Guayaquil. La ciudad había tenido hasta dos mil
y más habitantes españoles, y ocho mil indios de la cordillera.Occidental
60 !bid. t. 22 f. 930 r.
61 AGI. Santa Fe L. 12 r. 1 Doc. 66A. Informe del contador Juan de Sologuren.
62 CDI. I, 41, 438 SS.
EL COMERCIO 401
63 AGI. Quito L. 60 cit. por J. Friede, Vida y luchas, cit. p. 232 ss.
64 Ibid. L. 19. Despacho de 1567.
65 Ibid.
66 Cf. G. Arboleda, op. cit., I, p. 100. .
AGI, Cont. L. 1449. Santa Fe L. 18 r. 3. Doc. 90.
Ibid. Quito L. 16. Despacho de 16.03. CCRAQ. II, p. 108. G. Arboleda, op. cit., II, pp. 120
y137.
AGI. Quito L. 16. Despacho de 163.
402 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL I
... pues sin este reparo fuera imposible pasar por ellos por ser como son y
.
es no t ono, ,
muy asperos y f ragosos ... 71
Estando en Ibagué, el oidor ordenó que salieran más indios, los cuales
deberían ser abastecidos por los vecinos dela ciudad. Después de cuatro
días de camino, Lesmes encontró al alcalde ordinario de !bagué que dirigía
una cuadrilla de 25 indios en el trabajo. Desde allí la obligación incumbía
a los vecinos de Cartago y el oidor tuvo que enviar otros cuatro indios para
que fueran
. 72
... picando el monte y aderezando algunos malos pasos ...
... recua común -para andar con ella en tratos ni en granjerías como suelen
andar los arrieros rnmunes por este rein-0 sino tan solamente para llevar
1 la cosecha y aprovechamientos de nuestras labranzas y crianzas y demo-
74
ras ...
LA MONEDA
... sin vejación y molestia lo que compran y contratan con los mercaderes
que a este Reino vienen, así con caballos como con otros mantenimien-
tos ... 77
77 Archivos cit. I, p. 9.
EL COMERCIO 405
Éste, pues, era el costo de 7,5 marcos de plata para (5 onzas x 12) o sea
de 375 reales (tallados 50 en cada marco). Así, la utilidad de 105 reales sólo
podía mantenerse si el contenido de los minerales permanecía constante.
Este contenido debió dis~inuir en promedio en el curso del siglo XVII,
además de que periódicamente faltaban el azogue y la mano de obra indí-
gena.
Entre 1592 y 1596, la producción sobrepasó los cinco mil marcos anuales
pero luego comenzó a descender9 ~. Después de 1620, cuando Andrés Pérez
... lo que al presente se ofrece es que tengo juntos para su cuenta de V.M.
mil y ochocientos pesos de oro en polvo, que-no sé lo que saldrá fundido
. que es como sa1e d e 1a mma
porque es t a, suc10, º
. ...10
... para la contratación Y. comercio por menor de dicho Reino ... 102,
... es menester se compre esto y con esto quedamos en pie, placiendo a Dios,
para nos ·rr 1
a a·tierra a d escansar ... 104
ríos reales desdeñaban aprovechar las ocasiones que ofrecían las Indias
para aumentar sus magros sueldos. Los dos mil ducados de salario acor-
dados a los gobernadores o los mil de los oficiales de la Corona parecen
haber sido insuficientes para pagar los precios demasiado elevados que
eran corrientes en la Nueva Granada. La situación de los funcionarios era
claramente desventajosa con relación a la de los encomenderos, por ejem-
plo, quienes sacaban de sus encomiendas todas las vituallas que necesita-
ban. Esta desventaja podía acentuarse aún más como cuando, en 1578, se
ordenó que el peso, moneda de cuenta, se tomara por 560 maravedís en el
pago a los funcionarios, mientras que en todo el Reino siguió valiendo 450
maravedís. Una pérdida, pues, de la quinta parte del salario de los funcio-
narios, que se calculaba en ducados, cuyo valor de 370 maravedís se con-
servó sin modificación106 . ·
Los funcionarios reales (oidores, gobernadores, oficiales del tesoro) so-
lían recibir franquicias de los derechos de almojarifazgo con el objeto de
que pudieran traer los muebles destinados a su uso, de acuerdo con el ran-
go de cada funcionario. De esta suerte, podían traer mercancías y algunos
esclavos, lo mismo que su comitiva. Ésta, muy numerosa a veces, se com-
ponía no solamente de sus familiares sino de sus «criados» o protegidos
que venían a engrosar los rangos de las gentes ávidas de un empleo, de un
beneficio eclesiástico, qe una encomienda y, en el peor de los casos, de una
comisión en las provincias. Para mantener el fasto de su casa, muy pocos
funcionarios dejaban pasar la ocasión efe traer mercarlcías para la venta,
sobrepasando la franquicia de almojarifazgo. El presidente Lope de Ar-
mendáriz, por ejemplo, hablaba de cien caballos cargados de mercancías
que el visitador Monzón había traído. Ésta no era una exageración: el visi-
tador había embarcado mercancías en siete canoas, cada una de 200 arro-
bas; es decir, que las mercancías destinadas supuestamente para su uso
¡representaban unas quince toneladas! 107. Denuncias de este género eran fre-
cuentes y alcanzaron a oidores como Lesmes de Espinoza y Juan de Valcárcel,
a varios gobernadores de Popayán y Antioquia y aun a algunos obispos108•
Sin duda, estas prácticas se juzgaban deshonrosas cuando se trataba de
funcionarios españoles. Mqc.ho más si en el curso de las operaciones se
echaba mano al contenido de las Cajas reales. Para los encomenderos que
ocupaban con frecuencia cargos locales existía una laxitud mayor. Con todo
la costumbre había establecido que se utilizaran los servicios de un <lepen~
diente cuando se abría una tienda pública o que se ejerciera el comercio al
por mayor por medio de comanditarios.
El siglo XVII vio desaparecer paulatinamente los prejuicios que pesaban
sobre los comerciantes. En el siglo precedente, los comerciantes habían ejerci-
do su oficio en el seno de una corporación cuyos miembros eran fácilmente
identificables. Este confinamiento institucional les cerraba el acceso a las .
encomiendas o a ciertos cargos. Pero los cargos y las encomiendas fueron
perdiendo su prestigio. A fines del siglo XVII un comerciante, José de Ri-
caurte, se elevó a la cima de la sociedad criolla cuando compró el cargo de
tesorero de la Casa de la Moneda por cuarenta mil pesos de plata 109 • Bien
es cierto que desde hacía mucho tiempo los comerciantes habían estado
asociados a los puestos públicos ejercidos por criollos y españoles, al
menos de una manera indirecta. Eran ellos quienes casi siempre fiaban a
los candidatos y a menudo pagaban su insolvencia. Por esto les permitía
compartir los beneficios del poder dentro de ciertos niveles intermedios.
Contadores «ordenadores» (o de segundo rango), alguaciles, corregidores,
administrador~s de algunos bienes fiscales (salinas, Cajas de diezmos, Cajas
de bienes de difuntos), etc., todos estos puestos se multiplicaban capricho-
samente para sonsacar el dinero a una sociedad ávida de preeminencias o
de gentes deseosas de hacer una inversión estable.
Las operaciones comerciales eran de dos tipos. Por un lado, el comercio
al por mayor de bienes procedentes de España. Era este comercio el que
daba la calidad institucional de comerciante, por oposición a la de simple
«tratante». Los capitales más cuantiosos estaban dedicados a la importa-
ción de estos bienes y su consumo atraía la mayor parte del oro extraído de
las minas. Sin embargo, este consumo era muy restringido puesto que se
refería a bienes que satisfacían costumbres europeas: tefas, paños, aceite,
vino, quincallería.
En las operaciones comerciales de la época colonial interviene un factor
que debe tenerse en cuenta para comprender no sólo la mecánica de esas
operaciones sino también el margen extraordinario de sus beneficios. Se
trata del rit.p:i.o temporal lentísimo impuesto por las distancias y por el va-
lor demasiado elevado de la moneda. ¿En cuánto tiempo se esperaba recu-
perar un capital invertido en el comercio7_Esta expectativa dependía de la
presencia anual de las flotas, cuando el capital se enviaba directamente a
España. Entonces las ganancias eran mucho mayores pero el ritmo de re-
cuperación mucho más lento. A fines del siglo XVI, cuando los comercian-
tes disponían de grandes capitales proporcionados por sus actividades en
los centros mineros, ellos mismos afrontaban los riesgos de traer cargazón
considerable desde España. A mediados del siglo XVII, los comerciantes
criollos preferían comprar las mercancías en Cartagena a mayoristas espa-
ñoles, quienes corrían con los riesgos de la inversión110.
Pero ni aun así la recuperación se lograba al término de las ventas en el
interior de la Nueva Granada. Generalmente, los lotes de mercancías se
vendían a crédito, mediante el otorgamiento de una escritura ante notario.
El comerciante debía esperar a que los funcionarios fueran pagados o a que
los encomenderos recibieran, cada medio año, sus tributos.
Para cobrar en Cartago la alcabala correspondiente a 1592, por ejemplo,
el funcionario receptor ordenó levantar una relación de todas las escrituras
notariales de ese año. Las operaciones ascendieron a un total de 241.713
pesos oro. De éstos, 15 comerciantes participaban con el 40%. Algunos de
entre ellos habían realizado operaciones individuales por más de 500 y de
mil pesos. El promedio, para todos (95.113 pesos y 384 operaciones) era de
250 pesos por venta. Tratándose de ventas tan cuantiosas, era natural que
se recurriera al crédito y a una escritura con fianzas suficientes. Un solo
comerciante, el capitán Juan Palomino, había vendido más de 34 mil pesos,
el 14% del total d·e las operaciones. PalQmino era teniE¡nte del gobernador
de Popayán y justicia mayor de la ciudad. Las mercancías que vendió ha-
bían sido traídas para él desde España por otro comerciante, un Diego de
Aponte. El capitán no era propiamente un «mayorista», en el sentido de
que vendiera mercancías a pequeños comerciantes que las destinaran a la
reventa, sino que operába directamente con los consumidores. Éstos eran
encomenderos, clérigos y mineros que se obligaban por sumas cuantiosas
para disponer de lotes de mercancías destinadas a su propio consumo 111 •
Un proceso que se siguió cont~a el comerciante Juan de Alvis en 1570
nos proporciona un ejemplo en donde este tipo de operación comercial se
describe en detalle. En 1568, Alvis trajo de España 17.303 pesos en mercan-
cías. De éstos, siete mil habfan sido aportados por el contador de la Caja
real de Cartagena, Pedro de Során. La muerte inesperada del contador
puso en evidencia el empleo fraudulento del Tesoro real en una operación
comercial. El proceso da cuenta de ~ada gasto de Juan de Ah.ris, y sus cartas
... Alonso de Olalla aquí entendiendo en sus minas, el cual me debe cinco
mil y tantos pesos, y aunque es persona muy abonada entendí estar mal
... no hallaban forma como se pudiera hacer (el pago) y más estando como
está en tanto descaecimiento su negociación por no venderse nada sino los
115
forasteros que han venido a esta ciudad con ropa y otros géneros ...
119 AGI. Santa Fe L. 114. Proceso seguido en 1660 contra Benito Matorel y Femando Monte-
negro.
422 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL J
Eser. Cam. L. 762 B. f. 292 r. ss. Ibid. Santa Fe L. 164 r. 2 Doc. 15 f. 22 v. Cont. L. 1295
1602. AHNB. Alcabalas, t. 6 f. 120 r. ss.
Cuadro 29 de la pág. 382 Cap. V.
Alcabalas, t. 6 f. 139 r. ss. Ene. t. 31 f. 459 r.
424 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL l
··· aunque se presumía que la tierra era rica, no lo es por no tener frutos qué
comerciar a otras y faltar gente para la labor de minas ... 125 .
EL PODER
de su cargo. En 1629, por ejemplo, los notables del Reino figuraban como
fiadores del contador Pedro Henríquez de Novoa: Francisco Beltrán de
Caicedo, Agustín Suárez de Villena, Juan Ortiz Maldonado, Cristóbal Cla-
vijo, Francisco de Poveda, Antonio de Ulloa Villarreal, Gaspar de Mena
Loyola, Juan Capa de Lagos. El hijo del contador, quien ocupó también el
puesto, recibió el apoyo casi de las mismas personas y de Francisco Martí-
nez de Ospina, Luis de Berrío y Juan de Zárate3 . Tratándose de los perso-
najes con mayor influencia económica y social del Reino, cuyas fortunas
derivaban de encomiendas, minas, haciendas y todo tipo de privilegios
acordados por la administración española, es natural que se vuelvan a en-
contrar los mismos nombres asociados a facciones muy activas en el mo-
mento de las visitas.
Los lazos entre funcionarfos y patricios locales podían encontrar toda-
vía un camino mucho más directo a través de préstamos locales de dinero
y de compañías comerciales. En 1635, el visitador San Isidro Manrique en-
contró que el oidor Francisco de Sosa debía más de dieciocho mil pesos, de
los cuales cuatro mil quinientos a Francisco Beltrán de Caicedo4 • Éste, que
mantenía innumerables pleitos en razón de la variedad de sus intereses
económicos, resultaba casi siempre favorecido por las autoridades al decir
del visitador5 • Hacia la misma época, uno de los rivales de Beltrán de Cai-
cedo, el español Andrés Pérez de Pisa, quien había sido contador ordena-
dor del tribunal de cuentas, ejercía el comercio en Santa Fe y, favorecido
por el oidor Juan de Vakárcel, monopolizaba el abastecimiento de ganados
en la capital6 . El mismo oidor poseía una recua de mulas que alquilaba a
los cornerciantes7 .
El arco toral del complicado sistema de alianzas entre la sociedad local
y los. recién llegados funcionarios lo constituían, en última instancia, los
lazos de parentesco. Corno en los linajes medievales, era el parentesco el
que reforzaba los simples acuerdos civiles o el que definíá, en el terreno
político, el campo de los amigos o de los adversarios. Podía ocurrir que el
funcionario llegara a ocupar su puesto acompañado ya de una numerosa
clientela de parientes y «criados» a quienes había prometido desde España
una encomienda, un corregimiento o una «comisión» remunerativa. Cuan-
do los beneficios del poder se repartían en esta forma, los patricios criollos
8 Ibid. L. 58.
9 Ibid. L. 114.
10 Ibid. L. 30 r. 1 Doc. 6.
11 Ibid. L. 58. Despacho de 26 nov. 1659.
432 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL I
... el dicho señor doctor don Juan Cornejo dio acogida a causas y quejas de
los indios que tocaban al gobierno, y en favor de ellos hizo algunas demos-
traciones, oyéndoles en ellas y despachando jueces con crecidas costas de
los vecinos y personas contra quienes los indios introducían sus demandas,
de que resultó ensoberbecerse y tomar tal avilantez que no había servicio
de ellos y faltaban al respeto de las órdenes del gobierno, a la obediencia de
sus corregidores y doctrineros, con tal exceso que faltó quién beneficiase y
cultivase los campos y de que resultó daños irreparables en las haciendas,
así de sementeras como de ganados y demás géneros que con ellos se bene-
fician, de manera que hasta hoy se experimentan los efectos de este daño en la
16
falta de harina y otros géneros ...
Ibid. L. 57. El juicio de residencia fue instruido por el oidor Bemardino Beltrán de Gue-
vara.
434 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL I
sólo las composiciones de tierras sino también las reducciones en los quin-
tos que debían pagar los mineros. .
En 1672, el obispo Liñán de Cisneros acusó al presidente Diego de
Villalba y Toledo de simonías, peculados y otros abusos. El presidente
separado del cargo y exiliado en un pueblo de la sabana, se quejaba amar~
gamente de todos aquéllos de los que sospechaba haber puesto en su con-
tra. Éstos no eran otros que Diego de Ospina, descendiente de la familia
que había intervenido siempre en los asuntos políticos del Reino desde los
días del visitador Monzón; José de Mesa Cortez, caballero de Santiago, ca-
sado con una de las hijas de Gaspar de Mena Loyola, y Antonio Salazar,
secretario de la Audiencia, quien había sucedido en el cargo al hijo de Fran-
cisco Velásquez, el opositor del presidente González. El presidente Villalba
anotaba con razón que estos personajes eran los que causaban la intranqui-
lidad del Reino y los que querían supeditar a sus ambiciones a los funcio-
narios de la Corona. Salazar y Mesa Cortez, por ejemplo, habían provocado
ya la caída de Cornejo y a ellos se atribuía la responsabilidad de haber
colocado los libelos en contra del visitador 18 . ·•
mismo tiempo, e.stimuló una alianza entre la nueva riqueza y el grupo más
cerrado de encomenderos. Como se ha visto, durante la presidencia de
Antonio González la venta de cargos se convirtió en un capítulo muy im-
portante de las rentas reales. No obstante, el presidente prefirió ver los
puestos ocupados por gentes de su confianza y proscribió su remate. Por
el contrario, su sucesor, el presidente Sande, recurrió con largueza a las
ventanas de cargos en pública subasta y se preocupó porque los adquirie-
ran ricos mineros de Remedios y de Mariquita 20 . El cargo más ambicionado
del Reino, la.vara del alguacil mayor, fue ofrecido en 1601 a Hernando de
Caicedo, minero de Remedios, por veinte mil ducados, suma enorme en la
época. Caicedo desistió de la compra y el puesto pasó a Diego de Ospina,
también minero de Remedios, por treinta mil ducados. Aunque el ejercicio
del cargo debía proporcionar al alguacil mayor no pocas ventajas, Ospina
insistía todavía en que se le asignara un puesto bajo el dosel de la Audien-
cia en las funciones públicas y en tener un asiento con cojines de raso al
lado de la corporación dentro de la iglesia21 • Los treinta mil ducados ofre-
cidos le obtuvieron sin duda estas muestras adicionales de consideración
y Ospina gozó del puesto hasta 163522 .
Las necesidades fiscales del Imperio multiplicaron los puestos que se
vendían en pública subasta. El Cabildo de Santa Fe contaba ya en 1601 con
catorce regidores con _derecho a voto. El presidenté Borja añadió cuatro
regimientos más y obtuvo por ellos diez mil ducados 23 • Con el correr de los
años, estas distinciones fueron menos deseadas, al mehos si tenía que pa-
garse por ellas sumas demasiado elevadas. En 1644, el presidente Martín
de Saavedra se quejaba.de que después de los días del presidente Borja los
puestos permanecían vacantes y ya nadie se apresuraba a comprarlos como
en otras épocas24 • · ·
Este fenómeno está asociado sin duda a una coyuntura económica des-
favorable pues los días en que los mineros de Remedios, Mariquita o Zara-
goza se trasladaban a las ciudades con el ánimo· de hacer una inversión
provechosa habían quedado atrás. Las dos primeras décadas del siglo XVII,
cuando apenas se insinuaba la segunda crisis minera, habían visto el éxodo
de los mineros más poderm¡q.s hacia centros urbanos en donde podían pro-
curarse un goce tranquilo de _las riquezas acumuladas. A mediados del
... muy hacendados e interesados por sí y sus hermanos, hijos, yernos, so-
brinos y deudos que son tantos que no hay lugar en este Reino que no haya
muchos de ellos ni se pueden hallar dos leguas de tierra en el que no sea
por repartimientos, estancias, ganados y otras haciendas de los dichos ...,
mueven bandos y parcialidades y desensiones, valiéndose de los muchos
deudos que tienen y de los malos medios que usan procurando para sí y sus
deudos todas las :Jóreeminencias y aprovechamientos de la tierra, oprimien-
do la república ...
. .
A fines del siglo XVI y en el curso de la primera mitad del siglo XVII, este
tronco familiar agregó los nombres de algunos poderosos mineros: Olmos,
Berríos y Caicedos. En 1638, Tomás Velásquez., hijo del escribano y herede-
ro de la Secretaría de Cámara, se casó con la hermana del oidor Blas Robles
de Salcedo. Este matrimonio provocó un comentario del presidente Sancho
Girón para excusar la participación del funcionario: los contrayentes eran
de edad tan madura que él matrimonio no podía achacarse 'a una ligereza
sentimental sino a sólidas consideraciones de conveniencia31 • Los primos
de Tomás Velásquez eran los hermanos Caicedo, mineros de Remedios y
de Mariquita. Hijos de un español que llegó con el presidente Venero en
1564 y que probablemente hizo fortuna en los yacimientos de Vitoria y de
Remedios, los dos Caicedo ilustran la trama complicada de las alianzas y
del monopolio del poder, pues ambos desplegaron una energía sin igual
para conseguir puestos y honores.
30 Ibid. L. 17 r. 2 Doc. 79 f. 4 v.
31 Ibid. L. 22 r. 1 Doc. 20.
LA SOCIEDAD COLONIAL EN EL SIGLO XVII 441
ble. Ésta es la razón por la cual no existió una distinción precisa que sepa-
rara a los encomenderos de los mineros, de los propietarios, de los comer-
ciantes y de los funcionarios.
Los conflictos entre criollos y españoles sólo se desarrollaron tardía-
mente y están ligados a una serie de factores que no pueden localizarse con
precisión sino a partir de la segunda mitad del siglo xvm. La oposición
bien conocida entre «españoles americanos» y funcionarios de la metrópo-
li, por ejemplo. En el curso del siglo XVII, estos funcionarios no pudieron
substraerse jamás a las alianzas, a las complicidades y a los matrimonios
de conveniencia que les ofrecía la sociedad local. A pesar de la prohibición
que sancionaba con la pérdida del puesto al funcionario que contrajera pa-
rentescos en el-sitio para el cual había sido designado, muchos infringierón
esta regla y se casaron en las Indias o casaron a sus hijos y parientes. El
presidente' Martín de Saavedra, quien se mostró especialmente puntilloso
- en esta materia, denunció varios casos de infracción. Así, el fiscal de la
Audiencia, Juan de Grijota, era un abogado oriundo del país37; el oidor
Gabriel Álvarez de Velasco se había casado con una señora de la familia de
los Ospinas38; los oidores Sancho de Torres y Gabriel de Tapias estaban
casados con dos limeñas y figuraban como padrinos de los hijos de Ospinas,
Maldonados y Venegas39 • Muchas familias de Santa Fe y de Popayán con-
taban en sus orígenes a algún funcionario real e innumerables beneficios ecle-
siásticos eran disputados para colocar a hijos y parientes de los oidores.
Naturalmente, el acuerdolácito que se derivaba del lihaje podía romperse O
en algún momento. Infinidad de pleitos entre parientes, en razón de heren-
cias o de créditos no satisfechos, dan testimonio de motivos ocasionales de
conflicto. Lo mismo podía ocurrir con las precedencias asignadas con mo-
tivo de las ceremonias públicas. Así, en 1644, con ocasión de la muerte de
Francisco Beltrán de Caicedo, se suscitó una vez más este conflicto secular.
En el momento de los funerales, los alcaldes de ia ciudad de Santa Fe qui-
sieron ir adelante de los miembros del Tribunal.de Cuentas. Éste puede
parecer un motivo de conflicto baladí pero, sin embargo, era el más fre-
cuente. Desde 1579, los oficiales de la Corona se habían quejado con amar-
gura de que el Cabildo municipal pretendía ocupar un puesto preferente
al lado de la Audiencia. A 'partir de entonces se elevaron ante el Consejo
de Indias infinidad de reclamos sobre este punto. El Consejo terminó por
prohibir la presencia de los oficiales de la Corona en cualquier ceremonia
37 !bid. L. 22 r. 1Doc.41.
38 !bid. Doc. 5.
39 Ibid. Doc. 12 y L. 26 Doc. 21.
444 HISTORIA ECONÓMICA y SOCIAL l
Los MESTIZOS
más notorios en el que se utilizó este prejuicio como arma durante el siglo
XVI lo constituyeron los reclamos de cacicazgos por parte de mestizos. A
pesar de ser hijos de conquistadores, D. Diego de Torres y D. Alonso de
Silva disputaron durante mucho tiempo su calidad de caciques legítimos
de Turmequé y Tibasosa. Los dos mestizos encontraron el apoyo de sus
propios sujetos indígenas y del presidente Venero de Leiva. Sus encamen..:
deros y el protector de indios Alonso de la Torre arguyeron que se trataba
de gente indeseable por ser mestizos y que la experiencia había demostra-
do cómo éstos se mostraban más inclementes que los mismos españoles
para con los indígenas. D. Alonso de Silva alegó en su favor que, por el
contrario, los mestizos habían demostrado ser gente laboriosa y buenos cris-
tianos. Los encomenderos más influyentes de Tunja intervinieron para
apoyar una petición del procurador de la ciudad, Juan Rodríguez Parra,
que trataba de impedir el acceso de D. Alonso al cacicazgo.
Esta actitud se explica por el hecho de que los conflictos que opusieron
en 1580 los encomenderos a los funcionarios, venidos de España como vi-
sitadores, habían hecho sqrgir temores a propósito de la actitud que irían
a asumir los mestizos. El más influyente entre éstos, D. Diego de Torres, go~
zaba de la protección del visitador Monzón y esto ocasionó que el Cabildo.
de Tunja ordenara confiscar todas las armas que se encontraban en poder
de los mestizos de la región. Se elaboró una lista que comprendía setenta
y cinco nombres de mestizos que habitaban en Tunja. Entre ellosrun enco-
:i mendero, Juan Ortiz, y otro que llegaría a serlo más tarde, Miguel de Par-
'" tearroyo. Se mencionan también trece artesanos: tres herreros, tres sastres,
)·'... cuatro plateros (el oficio más considerado), dos silleros y un zapatero. La ·
0
..J mayoría parece haber estado compuesta por «calpixques» o por pequeños
cultivadores. Estos últimos ponían de presente su lealtad hacia la Corona
y se quejaban de no tener tierras puesto que todas habían sido distribuidas
entre los regidores y los vecinos españoles:
... nos hemos recogido algunos de nosotros a las estancias que nuestras te-
nemos en -que aramos y labramos, y algunos de nosotros que no las tene-
mos, alquilando tierras para el dicho efecto, con que sustentamos nuestras
mujeres e hijos ... y otros con un poco de ganado que criamos en algunos
pedazos de tierra, que son bien pocos los que se nos han dado y proveído
por el cabildo de Tunja porque se tienen toda Ja mejor y más della los dichos
47
vecinos y regidores de la dicha ciudad ...
47 AGI. Eser. Cám. L. 824. cit. por U. Rojas, El cacique, cit. p. 138.
LA SOCIEDAD COLONIAL EN EL SIGLO XVII 449
Pero en el curso del siglo XVII la presencia de los mestizos fue tornándose
demasiado notoria. En 1631, el visitador Rodríguez de San Isidro compro-
bó que la mayoría de los doctrineros eran mestizos52 • En 1650, el presidente
Fernández de Córdoba observaba que
... se ha introducido otro daño en los escribanos reales, por haber consegui-
do títulos dellos mestizos que no son nada a propósito y que su naturaleza
53
es inclinada al mal...
... que casi no se distinguen los unos de los otros, siendo éstos los que en el
sentir del fiscal destruyen los pueblos a causa de los continuos agravios que
ejecutan contra los miserables indios y sus bienes y juntamente quitándoles
el cultivo de sus tierras porque para mantenerse han, so color de arrenda-
mientos que hacen de sus solares, por cortas cantidades se aprovechan de
lo mejor y más fructífero; a que se llega que éstos se mezclan con las indias
de donde redunda luego el tratar de exonerarse los hijos de las descripción
y paga de los tributos y servicios personales, por decir son hijos de mes-
tizos ... 62
había que tener en cuenta otra realidad social impuesta por el mestizaje y,
por lo tanto, adoptar formas de organizaciones diferentes.
Ya a fines del siglo XVII comenzaron a erigirse parroquias constituidas
por vecinos «españoles» y destinadas a dar un asentamiento urbano a es-
tancieros y pequeños propietarios independientes. Se fundaron así Santa
Rosa de Viterbo, Sátiva y Sotaquirá. Hacia 1756, y a raíz de la visita de
· Verdugo y Oquendo, algunos pueblos de indios se convirtieron en parro-
quias debido a la preponderancia de los mestizos sobre la población indí-
gena casi extinguida. Surgieron así como parroquias Sutamerchán, Soatá,
Tenza, Somondoco, La Uvita, Miraflores y Chiquinquirá. En 1777, por ini-
ciativa de Moreno y Escandón, quisieron sustituirse finalmente la mayoría
de los pueblos de indios por parroquias.
AUTORES CITADOS EN EL TEXTO
Aguado, Pedro (Fray) 18, 20, 38, 46, López de Velazco, Juan, 78, 87, 88, 89,
48,74,77,81,83,116,147,277,407 90, 98, 99, 102
Arboleda, Gustavo, 318 Marzahl, Peter, 299
Arnoldsson, Severker, 68 Mellafe, Rolando, XVII, 24, 105
Arroyo, Jaime, 302 M6rner, Magnus, XVII, 4, 5, 54, 232
Bloch, Marc, 111 Otero, D'Costa, 389
Borah, YVoodrovv,70,78,94 Parsons, J., 347, 353
Broadbent, Silvia M., 39, 43 Pirenne, Henri, 110
Chaunu, Pierre, 269, 270, 321, 328, Prescott, 2
346,399 Rodríguez Freile, Juan, 134, 343
Rodríguez Vicente, Encarnación, 321
Cieza de León, 2, 11, 14, 31, 281
Romoly~ Kathleen, 77
Cook, S.F. 70, 78, 94
Sauer, Carl Oftvvin, 5, 6
Díaz del Castillo Berna1, 2 Schelle,316
Escobar (Pbro.), 124, 400 Service R. Elma:h, 29, 30, 31, 32
Flórez de Ocariz, Juan, 20, 101, 115, Simón, Pedro Fr., 49
116, 439 Simpson, L.B., 70, 78
Friede, Juan, 6, 11, 12, 30, 31, 78, 86, Sombart, Ernest, 110
139 Trimborn, H., 9, 32, 33, 34
Góngora, Mario, 1, 5, 6 Troeltsch, E., 110
Hamilton, Earl J., 267-269, 321-325, Vilar, Pierre, 2
328;332,334 YVeber, Ma?C, 110
Hanke, Levvis, 68 YVest, Robert, 276
Hernández Rodríguez, Guillermo, 39 Zabala, Silvio, 1
Jara, Álvaro, XVII, 1, 270, 321 Zárate, Agustín de, 2
López Toro, Álvaro, 359
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Acebo Sotelo, Pedro de, 127, 128 Aranda, Alonso de, 247
Aganduru, Jerónimo de, 134, 372 Aranda, Juan de, 287
Aguirre Astigarreta, Sebastián de, Araque, Cristóbal de, 395
227 Arboleda Salazar, Francisco de, 299,
Aguirre, Tomás, 279, 290 318, 338, 339
Agreda, Pedro de, 72, 125 Arboleda, Jacinto de, 298, 299, 431
Ahumada, Juan Antonio de, 211 Arellano, Pedro de, 214
Alarcón, Bartolomé de, 130, 278, 307 Arias Maldonado, Francisco, 115, 122
Alava, Francisco de, 208 Arias Maldonado, Garci, 387, 403,
Albornoz, Bernardino de, 191, 211, 422
213 Arias Maldonado, Ignacio, 255
Alcalá, Juan de, 208 Arias, Jerónimo, 236
Alcacer, Fernando de,_ 390, 394, 397 Armendáriz; Lope de, 125, 194, 208,
Alderete del Castillo, Andrés, 227 215, 296, 386, 415
Alfínger, Ambrosio, 11, 98, 100 ·Armenteros, Diego de, 188, 189
Almanza, Bernardino de, 244, 375 Artajona, Lorenzo de, 134
Alquiza, Ana de, 133 Arteaga, Juan de, 313, 410
Alquiza, Sancho de, 133 Astigarreta y Avendaño, Gregario;
Álvarez Palomino, Domingo, 271 228
Álvarez de Velasco, Gabriel, 439, 443 Astigarreta, Gregario, 209, 210, 228,
Álvaro, cacique de Duitama, 195 373
Alvis, Iñigo de, 419 Auncibay (Lic.) 51, 303
Alvis, Juan de, 373, 392, 414, 417-4J9 Avellaneda, Juan de, 208
Amaral, Gabriel Estado de, 338 Avendaño, Francisco de, 251
Amarillo, Juan, 313 Avendaño, Juan de, 37, 115, 207
Andagoya, Pascual, 285, 3@} Báez, Elvira, 173
Ángel de Angulo, Pedro, 135 . Baños Sotomayor, Pedro, 431
Angulo de Castejón, 13, 14, 71, 72, 81, Barrera, Juan de la, 173
85, 86, 89, 90, 144-151, 153, 158, Barreta, Francisco Hipólito, 260
162, 177 Barriga, Ochoa de, 280
Angulo, Jerónima de, 244 Barrios, Juan de los (Fray), 140, 148,
Angulo, Juan de, 205, 291 153, 162
Aponte, Diego de, 417, 449 Bastidas, Rodrigo de, 3
458 HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL I
Bautista de los Reyes, Andrés, 225 Buitrago, Luis de, 247, 250
Bautista de los Reyes, Juan, 130 Buitrón de Mora, Félix, 225
Becerra, Pedro Francisco, 225 Bustamante Quijano, Pedro, 211
Belalcázar, Sebastián de, 3, 4, 11, 13, Busto, Isabel de, 313
16, 18, 21, 23, 98, 112, 114, 116, Caballero, Andrés, 293
117, 122, 123, 178, 280, 281, 285, Cabeza de Vaca, Luis, 169
295,368,449 Cabrera, Francisco, 126
Beltrán de Guevara, Antonio, 46, 127, Cabrera y Dávalos, Gil de, 432
232,235 Cabrera de Sosa, Pedro, 128
Beltrán de Caicedo, Félix, 186, 187 Cáceres, Bartolomé de, 351
Beltrán de Caicedo, Francisco, 290, Cáceres, Francisco de, 126
315, 355, 356, 430, 432, 441, 443, Caicedo Maldonado, Alonso de, 432
444 Caicedo, Fernando de, 220
Bermúdez de Castro (Gob.), 286, 287, Caicedo, Hernando de 297, 437, 441,
401 Caicedo, Diego Ignacio, 255
Bermúdez Olarte, Bartolomé, 174 Caicedo Salazar, Juan de, 290
Bernal, Honorato, 208 Calatayud, Martín de (Fr.), 22, 119
Berrío (oidor), 153 Camacho, Bartolomé, 129, 211, 447
Berrío, Antonio de, 133 Camacho,Martín, 157;449
Berrío, Diego de, 290 Campo, Hernando del, 296
Berrío, Fernando de, 133, 187 Campuzano y Lanz, José María, 63,
Berrío, Francisco de, 290, 423 64, 65, 66, 67, 235, 256-258
Berrío, Jerónimo, 432 Capa de Lagos, Juan, 430
Berrío, Luis de, 430 Cárdenas, Francisco de, 126
Betancur, Andrés, 433 Carlos V, 297, 308, 310
Betancur, Marcos, 433 Carrasquilla Maldonado, Diego, 351,
Borja, Gaspar de, 314 352 -
Borja, Juan de, 60, 129, 130, 184, 223, Carrillo, Alonso, 193
243,350,383,384,399,437,438 Carrillo, Baltasar, 56
Bravo Maldonado, Antonio, 37, 38, Carvajal, Catalina, 127.
242,243 Carvajal Manrique, Diego de, 225
Bravo,Juana,226 . Carvajal, Jerónimo de, 207
Bravo de Rivera, Pedro, 143, 295 Casas Bartolomé de las (Fr.), 69, 70,
Bravo de Malina, Pedro, 37 73, 175
Briceño (Lic.), 23, 75, 85, 129, 140, 141, Castro Jerónima de, 129
148, 162,372 - Castro, Juan de, 393
Briceño, Pedro ·(Tes.), 281, 363, 368, . Cepeda de Ayala (Cap.), 301
369,406 Ceped_a, Bartolomé de, 423
Bueno, Cristóbal, 46, 48, 76, 83, 89, Cepero, Pedro, 23
407 Cerón, Juan, 52
Bueno, Martín, 365 César, Francisco, 9, 11, 224
Bueso Valdés, Juan (Cap.), 316 Chacón de Porras, Juan; 213, 431
ÍNDICE ONOMÁSTICO 459
Villafañe, Diego de, 14, 85, 86, 89, 98, Xuárez, Lázaro, 449
147 Xuárez, Pedro, 210
Villagórnez (fiscal), 305, 310 Zarnbrano, Álvaro, 428
Villalba y Toledo, Diego de, 428, 434, Zarnbrano, Elvira, 127
451 Zarnbrano, Isabel de, 235
Villalobos, Cecilia de, 314 Zamora, Alonso de (Fr.), 88
Villalobos, Hernán de, 368
Zapata de Cárdenas, 51
Villalonga (fiscal), 183
Villarnarín, Juan, 260 Zapata de la Fuente, Francisco, 228,
Villarreal, Antonio, 439 314
Villaquirán (gobernador), 189 Zárate, Juan de, 430
Villavicencio, Diego de, 126 Zárate, Martín de, 239
Villavicencio, Nuño de, 428 Zavala, Silvio, 200, 201
Vivar, Cristóbal de, 250 Zorrilla, Diego, 439
Welsner, 2 Zorrilla, Francisca, 439
.,
ÍNDICE GEOGRÁFICO
Cabo de la Vela, 301 176, 232, 274, 280, 281, 298, 301-
Cabo Verde, 302 304, 314, 324, 325, 327, 329, 331,
Cáceres, 19, 183, 273, 283, 284, 300, 344, 347, 349, 364, 365, 376, 393,
302, 303, 307, 313, 316, 325, 328, 400, 402, 403, 417
330, 331, 335, 343, 345, 347, 352, Casanare (llanos de), 151
354, 357, 364, 366, 372, 374, 376, Castilla de Oro, 192, 242, 285, 344,
396,398,399,413,422,431 351,382,414,420,421,423,424
Cácota, 246, 247, 249, 352 Cauca (río y valle del), 14, 18-21, 90,
Cáchira, 247 99, 201, 210, 227, 228, 231, 232,
Cali, 4, 22, 24, 73, 83, 89, 123, 176, 179, 274, 277, 283, 353, 393, 399, 401,
180, 209, 210, 227-230, 239, 277, 402
286, 287, 303, 304, 313, 339, 340, Ceniza, 154,226,252
342, 364-367, 372-374, 385, 400- Cenú (ver Sinú),
403, 434, 441 Cerinza, 121, 260, 261, 392
Calima, 318 Cimarronas, 209
Caloto, 228, 285, 318, 375 Cimitarra (río), 272
Cámara, 48 Cirivita, 49
Campeche, 319 Citará, 288, 318, 340
Cana, 278 Coaza, 37, 119
Canaria, 117, 118, 122 Cocuy, 38, 48, 64, 96, 126, 160, 184,
Canarias (islas), 3, 10, 113 . 295
Cancán (sabanas de), 397 Cómbita, 41, 194
Candelaria La (ingenio), 228 Cómeza, 447
Cañaverales (puerto), 397 Concepción La, 358, 423
Caraba,48,247,250 Córdoba, 102
Caracas, 319 Cordillera Central, 18, 20, 274, 277
Caramanta,83,89, 123,348,403 Cordillera Occidental, 20
Caraquese, 76 Cordillera Oriental, 20, 28, 35, 36
Carare,27,44,94,95,98,386,388,390, Cormechoque, 234
392,393,396,397,399,400 Coromoro, 225
Caribe (mar), 1, 2, 6, 10, 342, 402, 424 Cruces Las (quebrada), 358
Cartagena, xvi, 6, 8, 9, 11, 27, 84, 85, Cuba, 281 ·
90, 101, 102, 119, 129, 134,' 163, Cubiasuca, 391
164, 221, 259, 280, 281, 283, 284, Cucaita, 160
287, 297, 298, 300, 301, 303-307, Cuenca, 291
310, 311; 313., 315, 316,º318-321, Cugusita, 451
323, 324, 333; 335, 342, 346, 347, C:uítiva, 129
353, 355, 363, 364, 366, 367, 373, Cuqueita, 121
374, 380, 390-392, 394-400, 403, Chachetlba, 39
411, 412, 417-422 Chámeza, 59, 60, 142, 407
Cartago, 4, 16, 21, 22, 44, 73, 75, 81, 83, Charcas, 428
85, 86, 89, 92-95, 123, 124, 158, Chausa, 252
ÍNDICE GEOGRÁFICO 471
Turrnequé, 64, 73, 85, 96, 107, 122, Vetas, 250, 274, 350, 352
126, 128, 160, 171,441,448 Villa de Leiva, 20, 38, 159, 160, 171-
Tunja, passim. 174, 192, 193, 205, 214, 216, 218,
Turga,235 224,260
Tuta, 211, 251 Villa María, 85, 90, 101
Tutasá,37,58,260 Villeta de San Miguel, 391, 403
Tutepa, 49 Viracachá, 122, 235, 255, 260
Ubaté, 56 Vitoria, 16, 18, 22, 203, 274, 280, 282,
Ubaque, 56 294, 308, 309, 311, 324, 344, 353,
Ura, 122,406,407 389, 393, 397, 418, 440 .
Usrne, 62, 369
Vrancha, 174
Uvita La, 453
Yaguarsongo, 335
Valegra, 48
Valle de la Miel, 225 Zabaletas, 229
Valle de Upar, 85, 121 Zipaquirá, 262, 263
Vélez, 13, 24, 28, 45, 55, 60, 62, 71, 75, Zaragoza, 19, 163, 183, 272, 273, 277,
76, 85, 86, 89, 92, 94, 95, 98, 106, 278, 283, 284, 288, 289, 292, 293,
113, 115, 116, 118, 135, 142, 158, 296-298, 300, 302-313, 316, 325,
173, 205, 224, 232, 274, 278, 279, 328, 330, 331, 335, 343, 345, 347,
282, 324, 328, 344, 385-388, 392, 353, 354, 359, 364, 366, 367, 372,
393,396,397,400,406,418 .374, 376, 377, 380, 383, 396, 398,
Venadillo, 21, 282 399,410,413,422,437,441
Venezuela, 9, 14, 133, 420, 424 Zarurna, 335
Veracruz, 307, 319 Zulia (río y valle del), 46, 249, 395
este libro se terminó de imprimir en agosto de 1997
en los talleres de tercer mundo editores.
era. 19 no. 14-45, tels.: 2772175 - 2774302- 2471903.
fax 2010209 apartado aéreo 4817 r
santafé de bogotá, colombia.