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Journal for Constitutional Theory and Philosophy of


Law / Revija za ustavno teorijo in filozofijo prava 
39 | 2019
Revus (2019) 39

Teoría de la prueba: ¿somos todos “racionalistas”


ahora?
Legal evidence theory. Are we all ‘rationalists’ now? ‬

Daniela Accatino

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/revus/5559
DOI: 10.4000/revus.5559
ISSN: 1855-7112

Editor
Klub Revus
 

Referencia electrónica
Daniela Accatino, « Teoría de la prueba: ¿somos todos “racionalistas” ahora? », Revus [Online], 39 |
 2019, Online since 10 March 2020, connection on 28 April 2020. URL : http://journals.openedition.org/
revus/5559  ; DOI : https://doi.org/10.4000/revus.5559

All rights reserved


revus (2019) 39, 85–102 85

Daniela Accatino*

Teoría de la prueba: ¿somos todos


“racionalistas” ahora?
Este trabajo se pregunta de qué hablamos cuando hablamos de concepción racionalista
de la prueba e identifica un núcleo de tesis básicas que se puede considerar común a
sus versiones angloamericana y continental o latina: la tesis de la búsqueda de la verdad
como fin preferente de la prueba jurídica y la tesis de la justificación probatoria como
caso especial de la justificación epistémica general. Se identifican también dos presu-
puestos filosóficos en los que esas tesis se apoyan: la asunción de una noción de ver-
dad como correspondencia y la distancia en el plano ontológico y epistemológico tanto
respecto del escepticismo, como de un cognoscitivismo ingenuo. Y se sostiene que la
imprecisión, en aspectos importantes, de esas tesis y esas asunciones es lo que permite
que la adscripción a una concepción racionalista funcione como arena común para las
discusiones contemporáneas sobre la prueba jurídica, clausurando algunos debates -los
relativos a la noción de verdad- y abriendo, en cambio, otros -los que se refieren al grado
de especialidad de la justificación probatoria y al modo en que el derecho probatorio
debiera ocuparse de la distribución equitativa del riesgo de error.

Palabras clave: racionalismo, prueba, verdad, razonamiento probatorio, riesgo de error

1 LA GENEALOGÍA DE UNA IDENTIDAD TEÓRICA


La prueba jurídica se ha convertido durante las última dos décadas en una
materia de creciente interés para la teoría del derecho en el ámbito latino (un
espacio cultural en el que incluyo al menos a Italia, España e Iberoamérica).
Y en la literatura teórica más reciente que cultiva esos temas es usual encon-
trar adscripciones o referencias explícitas a una concepción “racionalista” o
“cognoscitivista” de la prueba, que sería compartida por autores como Michele
Taruffo, Marina Gascón, Daniel González, Jordi Ferrer y Carmen Vázquez.1
Una etiqueta similar, “tradición racionalista”, comenzó a ser utilizada algunos
años antes en el ámbito angloamericano, cuando también allá se perfilaba una
aproximación teórica a la prueba jurídica – la New Evidence Scholarship. En
ese contexto William Twining (1982) identificó con la noción de “tradición ra-

* daccatino@uach.cl | Profesora Asociada - Universidad Austral de Chile (Valdivia).


1 Vid., por ejemplo, de esos autores: Taruffo 2003; Gascón 2003; González 2003 y González
2013; Ferrer 2007, Ferrer 2016 y Ferrer 2017; Vázquez 2015. Referencias a una concepción
racionalista pueden verse también en: Bayón 2008, Tuzet 2014, Aguilera 2016, Reyes 2017.
Aunque no utilicen la etiqueta, se asocian también a esta aproximación teórica los análisis
sobre la prueba desarrollados precursoramente por Ferrajoli en Diritto e Ragione (1989), así
como los trabajos de Giulio Ubertis (ver, por ejemplo,1992 y 1995), Paolo Ferrua (1995 y
2000) y Juan Igartua (1994).

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cionalista” un conjunto de asunciones compartidas, explícita o implícitamente,


por los grandes tratadistas modernos de derecho probatorio (desde Gilbert y
Bentham en el siglo diecinueve, a Thayer y Wigmore en el siglo veinte), que
seguiría actuando luego como una suerte de arena común para las discusiones
sobre el razonamiento probatorio que la New Evidence Scolarship propiciaba.
Ese rótulo ha sido acogido también en estudios comparativos de derecho pro-
batorio y en investigaciones que abordan su emergente internacionalización,
particularmente en el ámbito penal, para identificar ciertos presupuestos com-
partidos por la literatura probatoria tanto del common law como del civil law,
que constituirían el fundamento de principios probatorios comunes a ambas
clases de sistemas (así, por ejemplo, en Jackson & Summers 2012:13ss.)
Este trabajo se pregunta en primer lugar qué es lo que se designa mediante
la referencia a una concepción racionalista de la prueba y si existe efectivamente
un núcleo de tesis básicas que pueda considerarse común a sus versiones angloa-
mericana y latina. Tras revisar brevemente las caracterizaciones ofrecidas por
quienes usan en cada uno de esos ámbitos esa noción, así como las funciones
que su uso ha cumplido en ellos (secciones 2 y 3), se identifican dos tesis básicas
acerca del derecho y del razonamiento probatorios que podrían considerarse de-
finitorias de una aproximación racionalista, así como un conjunto de asunciones
filosóficas presupuestas (sección 4). Se sostendrá que esas tesis y esas asuncio-
nes resultan imprecisas en aspectos importantes, y que es esa imprecisión la que
permite que la adscripción a una concepción racionalista funcione como arena
común, aunque de dos maneras diferentes. Por una parte, suspendiendo la dis-
cusión que sería requerida para la precisión, en el plano filosófico, de las asun-
ciones conceptuales relativas a la noción de verdad. Y por otra parte, abriendo en
cambio la discusión sobre algunas asunciones epistemológicas y sobre las cues-
tiones que las tesis relativas a la prueba jurídica dejan indeterminadas. El resto
del trabajo se concentra en estas últimas discusiones (secciones 5 y 6).

2 LA “TRADICIÓN RACIONALISTA”
ANGLOAMERICANA EN EL ESPEJO DE TWINING
La identificación de una tradición racionalista fue sostenida por Twining
(1982 y 2005) a través de la constatación de dos conjuntos de asunciones com-
partidas en la doctrina probatoria moderna, que articula bajo dos modelos o
tipos ideales. El primero corresponde a la reconstrucción de un “modelo racio-
nalista de adjudicación” que postula como su objetivo principal, “algo semejante
a lo que Bentham llamaba ‘rectitude of decision’” (2005: 77), a través de la correc-
ta aplicación del derecho y la determinación rigurosa de la verdad de los hechos
pasados jurídicamente relevantes, mediante la evaluación racional de eviden-

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cia.2 Se trata de un modelo prescriptivo, que establece un parámetro para la eva-


luación de las reglas, instituciones, procedimientos y prácticas vigentes. En ge-
neral, agrega, Twining, los modernos tratadistas sobre prueba consideraban que
esos parámetros expresaban una aspiración realizable, más que un ideal utópico,
y los califica, por eso, como “racionalistas optimistas” a pesar de no ser necesa-
riamente todos “complacientes” con las prácticas vigentes -si bien en general lo
fueron al menos con respecto al procedimiento adversarial (2006: 79-80).
El segundo modelo representaría “los presupuestos epistemológicos y lógi-
cos” del discurso especializado acerca de la prueba jurídica (2006: 77). Pero,
como el propio Twining reconoce, se puede observar una cierta superposición
entre el primer modelo y este segundo, dado que en el último se incluyen, tam-
bién, como veremos, presupuestos normativos relativos, específicamente, a los
fines de las normas probatorias. Estos presupuestos normativos son: a) que la
determinación de la verdad sobre los hechos del pasado que son objeto del li-
tigio es condición necesaria para la justicia de la decisión judicial; y b) que a la
búsqueda de la verdad debe ser reconocida una “alta, pero no necesariamente,
absoluta [overriding] prioridad” en relación a otros valores y que uno de los
parámetros cruciales para evaluar las instituciones referidas a la determinación
de los hechos es el grado en que logran maximizar la aproximación a la verdad,
aunque otros criterios como “la rapidez, la eficiencia, la corrección [fairness]
procedimental, las consideraciones humanitarias, la confianza pública y la evi-
tación de vejaciones a las partes” pueden ser tomados en cuenta (Twining 2006:
78). Con respecto a las demás tesis, lo que Twining identifica como central es
el compromiso con una forma ‘racional’ de determinación de los hechos, en
contraste con las antiguas formas ‘irracionales’ a través de duelos u ordalías, y la
adopción de una específica perspectiva acerca de la ‘racionalidad’, propia de la
filosofía empirista de Bacon, Locke y Mill (Twining 2006: 78). Especificaciones
de esa aproximación serían las siguientes asunciones: a) que el conocimiento de
hechos particulares del pasado es posible; b) que la determinación de la verdad
de los hechos objeto de un proceso judicial es típicamente un asunto de pro-
babilidades y no de certezas absolutas; c) que pueden formularse juicios sobre
la probabilidad de una alegación de hecho razonando a partir de evidencias
relevantes presentadas a quien debe decidir, que el modo característico para
razonar a partir de ellas es la inducción y que los juicios de probabilidad deben
2 La caracterización completa es la siguiente: “The direct end of adjective law is rectitude of
decision through correct application of valid substantive laws deemed to be consonant with
utility (or otherwise good) and through accurate determination of the true past facts material
to precisely specified allegations expressed in categories defined in advance by law, i.e. facts
un issue, proved to specific standards of probability or likelihood on the basis of careful and
rational weighing of evidence which is both relevant and reliable presented (in a form desig-
ned to bring out truth and discover untruth) to supposedly competent and impartial decision
makers with adequate safeguards against corruption an mistake and adequate provision for
review and appeal” (Twining 2006: 76).

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basarse, de manera general, en el conocimiento común disponible acerca del


curso regular de los acontecimientos (Twining 2006: 76). Aunque no la identifi-
ca en lista de asunciones con que caracteriza el segundo de los modelos distin-
tivos de la tradición racionalista, Twining constata luego la adhesión, entre los
autores estudiados, a una noción correspondentista de verdad (Twining 2006:
78; Anderson, Schum & Twining 2005:79).
Twining no extiende inicialmente su análisis a la literatura anglo americana
contemporánea sobre la prueba. Pero en el postcriptum que añade en la segunda
edición de Rethinking Evidence (2006) al capítulo sobre la tradición racionalista,
Twining asume que esos trabajos son generalmente ubicables en el marco de
esa tradición y que los principales debates abiertos en ese momento –entre con-
cepciones atomistas y concepciones holistas del razonamiento probatorio, entre
concepciones matemáticas y concepciones inductivas de la probabilidad, y las
discusiones sobre la justificación de determinadas reglas o instituciones proba-
torias – pueden ser reconstruidos como discusiones al interior de esa aproxima-
ción, que no controvierten sus supuestos básicos.3
Twining establece una correlación interesante entre esa asunción general de
los supuestos racionalistas en el discurso probatorio anglo americano y el ca-
rácter “especializado” que el estudio de la prueba y su regulación jurídica ha
tenido en este contexto, con respecto a los estudios más generales sobre los
procedimientos judiciales y la litigación, lo que lo habría mantenido de algún
modo “aislado” de las aproximaciones escépticas que, en cambio, fueron adqui-
riendo protagonismo en otros ámbitos disciplinares. Esto podría explicar que
los supuestos racionalistas sean asumidos, en general, también en la literatura
contemporánea y posterior a Twining, tanto en los estudios centrados en las
normas probatorias como en aquellos de corte más teórico, sin una adscripción
explícita a esa tradición (a diferencia de lo que, como veremos, ha ocurrido
en el contexto latino, donde el contexto en el que la teoría de la prueba se ha
desarrollado es diferente). El uso del rótulo es, en cambio, explícito en quienes
pretenden distanciarse de esa ortodoxia. Es el caso de quienes retoman y extien-
den las tesis fact sceptics de Jerome Frank (1950) en el marco de teorías críticas
del derecho -como Nicolson (1994) y Seigel (1994) -, o de quienes asumen una
aproximación coherentista que discute la noción de verdad como correspon-
dencia -como Bernard Jackson (1995: 390).

3 La misma tesis se sostiene en Twining 1989 y en las dos ediciones de Analysis of Evidence
(Anderson & Twining 1991: 97 y Anderson, Schum & Twining 2005: 78); esa caracterización
es compartida también por Nijboer (1993: 326) y por Bex (2011: 2).

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3 EL “GIRO RACIONALISTA” DE LOS ESTUDIOS


PROBATORIOS EN EL CONTINENTE
De “concepción racionalista” de la prueba se comienza a hablar en el ámbito
latino hacia fines de los noventa y comienzos de los dos mil, en el marco de una
creciente atención teórica hacia la determinación judicial de los hechos. Una
atención que se había iniciado algunos años antes, con dos hitos capitales, tanto
por la novedad de su perspectiva, frente al clásico abordaje procesalista de la
prueba, como por la difusión que han tenido en el ámbito latino: la publicación
en 1989 de Diritto e ragione, de Luigi Ferrajoli y el libro de Michele Taruffo
La prova dei fatti giuridici, publicado en 1991. De ambas obras hay, como se
sabe, traducciones al castellano, la primera publicada en 1995 e impulsada por
Perfecto Andrés Ibáñez (quien a su vez comienza a escribir intensivamente so-
bre temas probatorios a partir del artículo, de 1992, Acerca de la motivación
de los hechos en la sentencia penal) y la segunda realizada por Jordi Ferrer, que
comenzaba entonces su fecunda travesía por los territorios de la prueba, y pu-
blicada en 2001.
Esta nueva aproximación se enfrenta a la prueba jurídica atendiendo no, o
no solo, a su concreta regulación por las normas procesales de determinados
ordenamientos jurídicos, sino considerando de manera general sus circunstan-
cias, condiciones y problemas en tanto empresa epistémica, orientada al cono-
cimiento de los hechos. De ahí que se haya hablado de un “giro epistemológico”
para caracterizar este cambio de orientación (Dei Vecchi 2013: 235). Y con los
pies puestos en esa base el esfuerzo se ha dirigido, como ha puesto de relieve
Bayón (2008), a “desmontar una serie de equívocos arrastrados pertinazmente
por una mala cultura jurídica -y en especial por una mala cultura judicial- ba-
sada a su vez en una mala epistemología”. Cabe notar entonces que el discurso
filosófico jurídico sobre la prueba se ha articulado en importante medida en
controversia con la literatura procesalista,4 discutiendo los esquemas concep-
tuales con los que se abordaban tradicionalmente las relaciones entre prueba y
verdad -como, por ejemplo, la clásica distinción entre verdad material y verdad
formal- y a partir de ello, pretendiendo aportar claridad a otras nociones pro-
batorias confusamente elaboradas por la doctrina procesal, como las de hecho
probado, o la distinción entre prueba directa y prueba indirecta, o entre hechos
internos y externos.
La cuestión de la relación entre prueba y verdad ocupa un lugar central en
las dos obras que se identificaron como seminales para la configuración de la
identidad teórica racionalista y es un argumento medular de varios de los traba-

4 Nijboer (1993) parece haber anticipado correctamente esta evolución cuando sugería que los
modelos con los que Twining reconstruía la tradición racionalista podían resultar útiles para
el análisis crítico de la literatura sobre prueba en el continente, poniendo de relieve y discu-
tiendo sus asunciones.

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jos posteriores que fueron claves en la conformación de esa nueva comunidad


disciplinar (como Gascón 1999 y Ferrer 2002). A ese tema se dedica también
el tercer número de la revista Discusiones (2003), que contribuye a consolidar,
en particular a través del diálogo de Gascón (2003) y de Andrés (2003) con
Taruffo, y de la introducción al número de Ferrer & González Lagier (2003), la
distinción entre esta concepción “cognoscitivista” o “racionalista” de la prueba y
una concepción “persuasiva” o “psicologista” y tendencialmente irracional, que
se encontraría implícita en buena parte del discurso procesal y judicial.
De acuerdo con estas reconstrucciones, la concepción racionalista ve en la
prueba un instrumento de conocimiento, una actividad encaminada a averi-
guar la verdad sobre los hechos litigiosos, entendida ésta bajo una noción co-
rrespondentista. Esa asunción de la verdad como fin de la prueba se considera
requerida por la comprensión de la función judicial como función de aplicación
del derecho al caso concreto, que supone que la consecuencia normativa se apli-
que si el hecho previsto como supuesto en el antecedente de la norma ha tenido
efectivamente lugar (Ferrajoli 1995: 37; Taruffo 1997 y Taruffo 2003), o incluso
por la definición del derecho como un orden cuya función principal es dirigir la
conducta de sus destinatarios (Ferrer 2007: 29ss). Y de esa relación teleológica
entre prueba y verdad la concepción racionalista deriva la sujeción de la valo-
ración de la prueba a los criterios generales de la racionalidad epistémica, que
suelen identificarse con el método de la corroboración y refutación de hipótesis.
Esto implica a su vez tanto la asunción de la libre apreciación como modelo ge-
neral de valoración normativamente óptimo como su interpretación en térmi-
nos de un reenvío a esos criterios. Aun bajo esas condiciones normativamente
óptimas, sin embargo, se reconoce que el conocimiento que es posible obtener
mediante la prueba es sólo probable y falible, dada su naturaleza inductiva y las
limitaciones que se derivan de su institucionalización.
Esta concepción es asociada explícitamente en varios trabajos con una “epis-
temología” “objetivista crítica” o “cognoscitivista crítica”, que se distanciaría a
la vez del objetivismo o realismo ingenuo y del escepticismo. Objetivismo, dice
Gascón (2003: 44), “porque entiende que la objetividad del conocimiento ra-
dica en su correspondencia o adecuación a un mundo independiente” y críti-
co “porque toma en serio las tesis sobre las limitaciones del conocimiento”, de
modo que se trataría de “una epistemología que mantiene que existen hechos
independientes que podemos conocer aunque el conocimiento alcanzado sea
siempre imperfecto o relativo” (Gascón 2003: 44). Ferrer y González Lagier
(2003: 10) por su parte definen al cognoscitivismo crítico por la conjunción de
una noción correspondentista de verdad -“la verdad de un enunciado factual
consiste en su correspondencia con los hechos a los que se refiere”- y una tesis
sobre la relatividad del conocimiento, que asume que “el significado y el valor
de verdad de un enunciado factual es relativo a un contexto, lo cual no quiere

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decir que su determinación sea imposible, sino que sólo puede hacerse dentro
del marco de ese contexto (esta tesis diferenciaría el cognoscitivismo crítico del
acrítico al abrir la puerta a aquellas teorías del conocimiento que señalan la
intrínseca conexión entre nuestro conocimiento y nuestros esquemas de pen-
samiento y juicios de valor, sin concederles que esa conexión haga imposible la
objetividad del mismo)”.
Como se anticipaba, la concepción racionalista de la prueba se suele con-
trastar con la persuasiva, que entendería a la prueba solamente como un “ins-
trumento de persuasión”, en cuanto el criterio de decisión acerca de lo probado
consistiría únicamente en la convicción juzgador, libre de justificación y con-
troles.5 La forma en que se establecería la contraposición entre esta segunda
concepción de la prueba y la racionalista o cognoscitivista no queda, sin em-
bargo, delineada claramente.6 Pues la identificación de lo probado con aquello
que suscita el convencimiento del juzgador podría no ser incompatible con la
asunción de la averiguación de la verdad como finalidad de la prueba y aparecer
ligada, más bien, a una comprensión de la inmediación como una vía de acceso
directo a esa verdad, a través de la impresión global que las pruebas producen,
bajo una suerte de objetivismo ingenuo o acrítico (como sugieren Gascón 2003:
47ss., Ferrer & González 2003, Bayón 2008), de modo que el contraste se produ-
ciría en el nivel de la epistemología o filosofía del conocimiento subyacente. La
concepción persuasiva asumiría entonces que la existencia de convicción sería
el efecto evidente, inescrutable críticamente, de la suficiencia epistémica de las
pruebas cuyo contenido ha sido percibido por el juzgador. Pero también cabe
una segunda forma de articulación del contraste, que parece ser asumida en
cambio por Taruffo (1990: 429ss) y que vincula la identificación entre prueba
y convicción con una concepción del proceso, y en especial del proceso civil,
como instrumento para la resolución de conflictos que sólo requeriría la ‘fija-
ción formal’ de los hechos por el juez. Sin embargo, como el propio Taruffo lo
reconoce, no hay necesaria “incompatibilidad entre el proceso como solución
de conflictos y la búsqueda de la verdad de los hechos, ya que se podría razona-
blemente decir que un buen criterio para resolver los conflictos es el de funda-
mentar la solución sobre una determinación verdadera de los hechos que están
en la base de la controversia” (1991: 39). Lo que ocurriría es que de acuerdo a la
literatura que asume una concepción persuasiva de la prueba, la prioridad atri-
buida desde el punto de vista de los fines del proceso a la búsqueda de eficiencia
en la resolución del conflicto y a la deferencia respecto de la autonomía de las
partes, desplazaría y volvería de algún modo irrelevante la verdad como fin de
la prueba, quedando entonces en un “vacío conceptual” aquello que sería objeto
de la convicción del juzgador (Taruffo 2003: 30).

5 Cfr. Taruffo 2003, Gascón 2003, Bayón 2008, Ferrer 2017: 2.


6 Es un punto que pone de relieve, en diversos trabajos, Diego Dei Vecchi (2013, 2014 y 2016).

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4 EL NÚCLEO DE TESIS RACIONALISTAS: IDENTIDAD


E INDETERMINACIÓN
Las breves revisiones realizadas de la forma en que la concepción raciona-
lista de la prueba es caracterizada en el ámbito angloamericano y en el latino
permiten observar su efectiva coincidencia en un conjunto de tesis que podrían
considerarse entonces como definitorias de esa aproximación teórica. Esas tesis
pueden agruparse útilmente en dos conjuntos: el de las tesis sobre la prueba
jurídica y el de los presupuestos filosóficos sobre la noción de verdad y sobre la
posibilidad del conocimiento en los que esas tesis se apoyan.
Las tesis sobre la prueba en el derecho pueden sintetizarse en dos: a) la tesis
de la búsqueda de la verdad como fin preferente de la prueba jurídica, que reco-
noce a la averiguación de la verdad respecto de los hechos del caso prioridad
como fin de la actividad probatoria y de la regulación jurídica de la prueba, y b)
la tesis, derivada de la anterior, de la justificación probatoria como caso especial
de la justificación epistémica general, que afirma la debida aplicación a la valora-
ción de la prueba de los criterios de la racionalidad epistémica general, median-
te la construcción de inferencias inductivas basadas en generalizaciones empí-
ricas que permiten justificar conclusiones de carácter probabilístico. Se trata de
dos tesis normativas, que identifican las bases de un derecho y un razonamiento
probatorio racionales en tanto instrumentalmente funcionales a la averiguación
de la verdad y la minimización del riesgo de error.7
Como puede apreciarse en la formulación de estas dos tesis definitorias del
racionalismo probatorio, la coincidencia en ellas no excluye la posibilidad de
discrepancias respecto del alcance de la preferencia a favor de la verdad como
fin justificativo de las normas probatorias y de la especialidad del razonamiento
probatorio respecto del puramente epistémico. De hecho, como exploraremos
en las siguientes secciones (infra 5 y 6), varias de las discusiones actuales de la
teoría de la prueba tocan estos puntos y enfrentan a autores que reclaman, sin
embargo, a la vez su común pertenencia a la tradición racionalista. De modo que
la indeterminación o apertura de las tesis sobre la prueba jurídica permite que
la concepción racionalista actúe como un paraguas que cubre diversas teorías
sobre lo que requieren un derecho y un razonamiento probatorio racionales.
Las dos tesis del racionalismo acerca de la prueba jurídica, sobre las que vol-
veremos en las siguientes secciones, se apoyan, según anticipábamos en algunas
asunciones compartidas que se refieren al concepto de verdad y a la posibili-
dad y limitaciones del conocimiento. Los designo por eso como presupuestos
filosóficos, aunque como veremos su elaboración propiamente filosófica ha sido
limitada al interior de la tradición racionalista. También ellos pueden sinteti-

7 Sobre el carácter normativo de esas tesis y su fundamento cfr. Twining 2006: 78ss. y Reyes
2017.

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zarse en dos: a) la asunción de una noción correspondentista de verdad, que


es presupuesta cuando se la identifica como fin de la actividad probatoria y de
su regulación jurídica, y b) la distancia en el plano ontológico y epistemológi-
co respecto del escepticismo, pero también de un cognoscitivismo ingenuo. La
formulación de este segundo presupuesto es deliberadamente imprecisa, para
representar que no es claro cuáles sean exactamente las posiciones ontológicas y
epistemológicas asumidas al sostener las tesis racionalistas relativas a la prueba
jurídica, como tampoco las relaciones entre ellas y la asunción de una noción
correspondentista de verdad.8
La intuición que parece compartida por las dos vertientes del racionalismo
probatorio es que la verdad como correspondencia de los enunciados sobre los
hechos del caso puede actuar como ideal regulativo respecto de las normas y del
razonamiento probatorio, aunque no sea posible comprobar esa corresponden-
cia con certeza absoluta. En ese sentido apuntan las afirmaciones presentes en
la tradición racionalista anglosajona sobre al carácter probabilístico e inductivo
de la determinación judicial de los hechos. Y en la misma dirección se orienta la
noción de un cognoscitivismo u objetivismo “crítico” asumida por los raciona-
listas continentales, bajo la cual queda comprendida tanto la advertencia de las
limitaciones que en el plano epistemológico resultan de la naturaleza inductiva
del conocimiento judicial, como también la consideración de las dificultades
que enfrenta en el plano ontológico una posición ingenuamente realista dada
la mediación que ejercen en el conocimiento nuestras categorías y esquemas
conceptuales.9
La elaboración filosófica de estas intuiciones ha sido, como decía, limitada
y se ha realizado con ocasión de algunas discusiones y análisis relativos a la es-
tructura del razonamiento probatorio.
Una primera discusión, que marcó sobre todo los primeros años de la New
Evidence Scholarship angloamericana, se refiere a la noción de probabilidad
aplicable al razonamiento probatorio. También en este debate el racionalismo
aparece como un paraguas bajo el cual diversas aproximaciones teóricas a la
prueba conviven; en este caso las perspectivas bayesianas, que defienden la apli-
cación de la probabilidad matemática, y las que defienden en cambio una no-

8 Debo la advertencia sobre la necesidad de esta clarificación a algunos de los comentarios


realizados por Elena Marchese como discussant de la versión de este trabajo que fue presen-
tada en el Congreso En Teoría Hay Mujeres. Ese comentario, de próxima publicación en esta
misma revista, ponía de relieve detalladamente, además, las varias ambigüedades y faltas de
precisión que a nivel filosófico presentan las aproximaciones racionalistas continentales a la
prueba.
9 Respecto de las primeras limitaciones pueden verse, especialmente, Ferrajoli 1995: 51ss., Gas-
cón 1999: 101ss., González Lagier 2003b y Ferrer 2007. Las segundas son consideradas por
especialmente por Gonzalez Lagier (2000, 2007 y 2018a).

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ción de probabilidad inductiva o baconiana.10 Posteriormente la controversia


se ha centrado en el carácter “atomista” de esas dos aproximaciones, discutido
por las teorías “holistas” del razonamiento probatorio, que han puesto de re-
lieve el papel que cumple la integración constructiva del material probatorio
bajo la forma de narraciones o relatos globales, tanto desde un punto de vista
psicológico como desde uno epistémico11. Nuevamente el paraguas racionalista
parece capaz de cubrir estos desacuerdos respecto de la justificación probatoria.
Como argumenta Amalia Amaya (2015: 130ss) desde las filas holistas, se puede
decir que estas perspectivas abren al interior del racionalismo la discusión sobre
la relevancia de la coherencia en la justificación epistémica en la medida que
no lleguen a afirmar una concepción coherentista de la verdad. La asunción de
una noción correspondentista de verdad parece actuar como el límite filosófico
infranqueable para definir la pertenencia a esa tradición, que los teóricos de la
prueba no parecen, en general, dispuestos a discutir.12
Es interesante constatar que la misma simetría entre apertura y cierre a la
discusión, marcada por el límite de la noción correspondentista de verdad, se
observa en la elaboración que los teóricos de la prueba continentales han rea-
lizado del “cognoscitivismo u objetivismo crítico”. Aquí la atención se ha diri-
gido no sólo a la inevitable incertidumbre derivada del carácter probabilístico
de la comprobación de hipótesis, sino también al impacto de la, en palabras
de Gascón, “contaminación teórica del conocimiento de los hechos” (1999: 36).
Se trata de advertir, como explica ahora González Lagier, que “normalmente
no nos enfrentamos a hechos puramente empíricos, sino a entidades complejas
que combinan elementos observacionales y teóricos, normativos o valorativos
(…), que dependen de la red de conceptos con los que los clasificamos y com-
prendemos” (2018: 22). Aunque la relatividad conceptual que se sigue de esta
advertencia sea a menudo asumida en los planteamientos racionalistas, no se
repara sin embargo, como destaca el mismo González Lagier (2018: 38), en la

10 Una de las críticas centrales que ha recibido el bayesianismo apunta, como se sabe, a que la
atribución de una determinada probabilidad inicial a una hipótesis, o a una prueba cuyos
resultados no se expresan matemáticamente, se basa en intuiciones subjetivas que no pue-
den ser racionalizadas mediante el recurso a generalizaciones empíricas. Es interesante notar
que esa crítica conlleva una impugnación de la pertenencia de esa perspectiva a la tradición
racionalista, en cuanto pondría en duda la asunción de que el razonamiento probatorio pro-
cede mediante inferencias inductivas (Jackson 1996: 315). A favor de su pertenencia (que le
reconocen tanto Twining 2006: 85 como Jackson 1996) se puede sostener, sin embargo, que
también desde esta perspectiva se tratan de reconstruir las inferencias a partir de cada ítem
de prueba y se aporta un esfuerzo por racionalizar la integración del apoyo que proporciona
a una hipótesis un conjunto de evidencias, a través de la combinación de estimaciones de
probabilidad mediante el teorema de Bayes.
11 Cfr. una reconstrucción de la discusión en Accatino 2014.
12 La excepción la representa Bernard Jackson, quien se presenta por lo demás explícitamente
como disidente del racionalismo al poner en cuestión la noción de verdad como correspon-
dencia (así lo pone de relieve también Jackson 1990).

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forma cómo ella afecta la noción de verdad como correspondencia con la reali-
dad. De nuevo este parece el límite, asumido pero no elaborado filosóficamente,
de una concepción racionalista.13
Esta combinación entre apertura y cierre a la discusión que caracteriza en
el plano filosófico a la concepción racionalista de la prueba puede explicarse
posiblemente porque ésta se ha comprendido a sí misma como filosofía de la
prueba para juristas (parafraseando la clásica distinción de Bobbio entre filoso-
fía del derecho de los filósofos y filosofía del derecho de los juristas) y la noción
de verdad como correspondencia resulta fuertemente intuitiva en ese ámbito.
Esto permitiría explicar también por qué las cuestiones filosóficas que mayor
discusión han suscitado son las referidas a la justificación epistémica, que cier-
tamente pueden interesar a los juristas cuando se trata de determinar lo que
cuenta como una adecuada argumentación probatoria, por ejemplo con res-
pecto a la motivación ofrecida por un tribunal. Como veremos en las siguientes
dos secciones, también la discusión en torno a las tesis del racionalismo sobre la
prueba jurídica ha sido especialmente intensa en los últimos años.

5 LAS DISCUSIONES SOBRE LA PRIORIDAD DE LA


VERDAD COMO FIN JUSTIFICATIVO DEL DERECHO
PROBATORIO
Ya sabemos que la concepción racionalista de la prueba asume que la averi-
guación de la verdad es el objetivo fundamental de la actividad probatoria y que
de eso desprende que el principal parámetro de evaluación crítica de las normas
que regulan la admisión, práctica y valoración de la prueba debiera ser, asi-
mismo, el del grado en que ellas favorecen la minimización del riesgo de error.
Desde esta perspectiva el modelo normativo o axiológicamente deseable de de-
recho probatorio que se promueve es uno que asegure, en la mayor medida
posible, la vigencia de los criterios de racionalidad epistémica en la admisión,
práctica y valoración de la prueba.
Quienes comparten estas asunciones no niegan, por supuesto, que pueda
haber otros fines relevantes que justifiquen, excepcionalmente, normas proba-
torias que produzcan efectos contra-epistémicos. Estos otros fines a los que se
presta atención son concebidos, al menos en la literatura de hasta hace algo más
de una década atrás, como fines extrínsecos a la prueba – Twining, por ejemplo,
se refiere a “otros valores como la seguridad del Estado, la protección de las
13 Tanto Gascón (1999: 44) como González Lagier (2018: 39) consideran que las tesis del rea-
lismo interno o pragmático de Hilary Putnam podrían ofrecer un buen punto de partida
filosófico para una redefinición en el ámbito probatorio de la noción de verdad y, particular-
mente el último, avanzan algunas tesis a partir de su consideración. Recorrer cabalmente ese
camino parece, sin embargo, todavía una tarea pendiente.

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96 Daniela Accatino

relaciones familiares o la evitación de métodos coercitivos de interrogación”,


y a “otros criterios como la rapidez, la economía, la justicia procedimental, las
consideraciones humanitarias o la evitación de vejaciones a los participantes”
(Twining 1982, Twining 2006).
Y la imagen del derecho probatorio que se ha derivado tradicionalmente
de esas asunciones –una imagen ideal pero también una imagen aplicada a la
reconstrucción crítica del derecho vigente- es la de un principio de libertad
probatoria sujeto a diversas excepciones.14 Libertad en la admisión y en la va-
loración probatoria, de modo que, en principio, toda prueba epistémicamente
relevante pueda ser admitida y su valor o fuerza probatoria pueda ser evaluada
por el juez sin sujeción a otros criterios que los de la racionalidad epistémica.15
Y excepciones limitadas que resulten extrínsecamente justificadas (como una
suerte de queso de Gruyere que consistiera más en agujeros que en queso, como
sugiere metafóricamente Twining 2006: 211). En este marco, la cuestión de qué
fines extrínsecos a la prueba y bajo qué condiciones justifican el desplazamien-
to excepcional del fin de averiguación de la verdad, y a favor de qué tipo de
normas probatorias, queda, entonces, abierta a controversias al interior de la
concepción racionalista.
La discusión más interesante en este terreno es, sin embargo, la que se inicia
hace algo más de una década, cuando se empieza a prestar atención sistemática
a la distribución adecuada del riesgo de error al que queda siempre expuesta la
decisión judicial sobre los hechos, dado su carácter inductivo y dados también
los límites que a su reducción impone la consideración de los costes procesales.
Como explica Laudan, se trata de un fin relativo al “control del error”, lo que lo
distingue de otros fines extrínsecos a la prueba, aunque no se refiere a su mini-
mización sino a su distribución conforme “a una decisión política según la cual
cierto tipo de errores es peor, menos aceptable, que otros” en un determinado
tipo de proceso (Laudan 2005: 97). De ahí que proponga calificarlo como un fin
“quasi-epistémico”. En un sentido semejante Alex Stein lo identifica como un
“objetivo intrínseco” a la determinación de los hechos (2005: 1ss).
Este interés por el fin de la distribución adecuada del riesgo de error ha
abierto una controversia en torno la imagen del derecho probatorio que has-
ta entonces había predominado entre quienes asumían una concepción racio-
nalista de la prueba. En un polo se encuentran quienes, como Larry Laudan
(2006) y Jordi Ferrer (2013), admiten que esa imagen debe modificarse, aunque
sólo para incluir un tipo de norma probatoria que no responde a la lógica de
la excepción, más o menos justificada, al principio de libertad en la admisión
y valoración probatoria: los estándares de prueba, que establecen umbrales di-

14 Cfr. Twining, 2006: 210ss y Taruffo 1991: 349.


15 Sobre la ambigüedad de la noción de libertad probatoria y la posibilidad de referirla también
a otros ámbitos, diferentes a los de la admisibilidad y la valoración, cfr. Dwyer 2005.

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versos de suficiencia probatoria, según la evaluación comparativa que se realice


de los costos de los errores a los que está expuesta la decisión sobre los hechos
en cada clase de proceso. En el otro extremo se encuentran, en cambio, quienes
promueven una revisión más amplia de esa imagen del derecho probatorio, que
avance decididamente hacia un enfoque “no benthamiano” o “no thayeriano” y
asuma que no sólo el estándar de prueba sino también otras clases de normas
probatorias –de exclusión, de distribución de la carga de la prueba, de valora-
ción, etc.- se pueden justificar por referencia al fin de distribución adecuada del
riesgo de error. Esta es la tesis desarrollada por Stein en su libro Foundations of
Evidence Law (2005), donde sostiene que el fin principal del derecho probatorio
no es la búsqueda de la verdad sino la distribución del riesgo de error bajo con-
diciones de incertidumbre. Uno de sus argumentos principales es que la incer-
tidumbre, el riesgo de error y la cuestión de su justa asignación no se plantean
solamente cuando se trata de decidir acerca de los hechos principales o finales
del caso, cuya determinación es condición para la asignación de responsabili-
dades y derechos (Stein 2005: 104ss). También está en juego la distribución de
riesgos de error cuando se trata de adoptar decisiones acerca de la credibilidad
o fiabilidad de una prueba, que representan un paso analíticamente previo a la
eventual determinación de su fuerza probatoria. O cuando se trata de resolver
si un hecho secundario, que podría constituir un indicio a favor de un hecho
principal o final puede ser aceptado como probado, nuevamente una cuestión
analíticamente previa. De modo que el derecho probatorio debiera hacerse car-
go de la asignación de esos riesgos no sólo mediante los estándares de prueba
referidos a la decisión final sino también a través de otras normas, de admisibi-
lidad o de valoración probatoria, que puedan incidir en esas micro decisiones.
Una conclusión semejante es la que, a juicio de Bayón (2007) y Gonzalez
Lagier (2018b), podría seguirse también de las dificultades con que nos en-
frentamos cuando se trata de formular estándares de prueba que no remitan
a estados mentales del juzgador, cuya satisfacción pueda ser objeto de control
intersubjetivo y que distribuyan el riesgo de error conforme a la ratio de falsos
positivos y falsos negativos considerada adecuada (una dificultad sobre la que
volveré en el siguiente epígrafe).
La indeterminación del alcance de la preferencia que conforme a la primera
tesis sobre la prueba jurídica debe reconocerse a la verdad como fin hace posi-
ble tanto Stein (2005: 56ss.) como Bayón (2007: 2) pretendan situarse en el mar-
co de esa tradición. Ambos coincidirían, me parece, con la afirmación que hace
por ejemplo Ferrer (citando a su vez una larga lista de autores racionalistas) en
el sentido que el éxito de la actividad probatoria se produce cuando las proposi-
ciones sobre los hechos que se declaran probadas son verdaderas (Ferrer 2007:
30-31). Pero de que ese sea el objetivo institucional de la prueba o actividad pro-
batoria, dirigida a lograr la comprobación de la realización de los hechos con-

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98 Daniela Accatino

dicionantes de las consecuencias previstas por las normas jurídicas, no se sigue


que ese sea el único fin que el derecho probatorio deba tener en cuenta de modo
general. El segundo fin que el derecho probatorio debiera perseguir de modo
general y no sólo excepcionalmente es, además, un fin cuya consideración se
deriva de la admisión, distintiva precisamente del racionalismo probatorio, del
inevitable grado de incertidumbre y consiguiente riesgo de error en la determi-
nación judicial de los hechos. En la medida que la discusión sobre la distribu-
ción equitativa del riesgo de error y las formas instrumentalmente idóneas para
lograrlo, sea sensible al costo que la introducción de normas justificadas de ese
modo puede tener en términos de aumento general de ese riesgo, no parece que
hayamos abandonado entonces la arena de una aproximación racionalista.

6 LAS DISCUSIONES SOBRE EL ALCANCE DE LA


ESPECIALIDAD DE LA JUSTIFICACIÓN
PROBATORIA CON RESPECTO A LA
JUSTIFICACIÓN EPISTÉMICA GENERAL
La atención creciente a la distribución adecuada del riesgo de error y al pa-
pel que los estándares de prueba cumplen en el razonamiento probatorio abre
también, por último, una controversia sobre el alcance de la especialidad de la
justificación probatoria con respecto a la justificación epistémica general.
Si asumimos, como proponía clásicamente la concepción racionalista, un
régimen de libertad en la valoración de la prueba, el juez debiera realizar infe-
rencias conforme a los criterios de la racionalidad epistémica y determinar a la
luz del estándar legalmente definido (que podrá incorporar eventualmente la
preferencia por la evitación en mayor medida de uno de los riesgos de error in-
volucrado en la decisión) si el grado de corroboración recibido por la hipótesis
es suficiente. Como destaca Ferrer, los enunciados probatorios podrían ser con-
cebidos entonces como enunciados descriptivos, cuyo significado es sinónimo
de la existencia de elementos de juicio suficientes a favor de la aceptación de la
proposición sobre los hechos del caso como verdadera. La suficiencia aquí afir-
mada sería, entonces, epistémica y susceptible, por tanto, de verdad o falsedad
(de modo que la decisión probatoria no sería sólo externamente falible, res-
pecto de lo realmente ocurrido, sino internamente falible, respecto a la prueba
disponible en el proceso).
Si bien desde un punto de vista descriptivo de las prácticas efectivamente
existentes los autores racionalistas reconocen que estándares de prueba vagos
y/o que remiten a la convicción subjetiva dejan radicalmente indeterminada la
decisión sobre la suficiencia probatoria, esa constatación no parece repercutir
en la fuerza reconocida a los enunciados probatorios ni en el optimismo respeto

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de la posible formulación precisa de estándares de prueba, que les permita efec-


tivamente operar como umbral de suficiencia.
Ese optimismo es, sin embargo, objeto de controversia en algunos de los
trabajos que han sido mencionados –especialmente Bayón (2007) y González
Lagier (2018b). Las dificultades que se identifican tienen que ver con la natu-
raleza gradual del grado de corroboración que los elementos de juicio apor-
tan a una hipótesis y la consiguiente vaguedad gradual de las fórmulas que no
supongan su cuantificación (una posibilidad que nos llevaría a las discusiones
epistemológicas referidas a la probabilidad matemática), la que se suma a la po-
sible vaguedad intensional de los criterios mediante los cuales sean definidos,
problemas de vaguedad que no resultan superados tampoco, en el caso de un
estándar que pretenda ser especialmente exigente, a través de una fórmula que
suponga la refutación de las hipótesis alternativas, pues también en estos casos
lo que está en juego es la prueba de un hecho supuestamente incompatible con
ella.
Si se asume esta dificultad para la construcción de estándares que puedan
expresar algo más que la preferencia valorativa del derecho por la simetría o a
la asimetría en la evitación del riesgo de falso negativo y falso positivo, la conse-
cuencia desde el punto de vista de la decisión sobre la suficiencia o insuficiencia
de las pruebas sería que ella no podría ser reconstruida como la conclusión
de un razonamiento teórico o como el objeto de una justificación puramente
epistémica. Dado que desde esta perspectiva será el juez quien determinará y
concretará en su decisión el juicio de valor expresado por el estándar, ella de-
biera ser considerada más bien como la conclusión de un razonamiento prác-
tico acerca de la valoración de las razones epistémicas como axiológicamente
suficientes (como sugiere, por razones semejantes, Diego Dei Vecchi 2014). A
esta dimensión de la “especialidad” de la justificación probatoria respecto de la
justificación epistémica general se agregaría, además, la posibilidad de que se
justifiquen normas que regulen la valoración de la prueba y se manifiesten en
la presencia de inferencias normativas. De hecho, y conectando para concluir
esta discusión con la de la primera tesis racionalista sobre la prueba jurídica,
tanto Stein como Bayón sostienen que la forma de limitar la discreción judicial
en la decisión acerca de la distribución en el caso particular del riesgo de error,
democratizando ese juicio, consistiría en sujetar a una mayor regulación la fase
de admisión y de valoración de las pruebas.

7 CONCLUSIONES
Así como se volvió usual en las ultimas décadas del siglo pasado en Estados
Unidos la afirmación de que “we are all realists now”, para dar cuenta del poten-
cial crítico de las tesis del realismo jurídico, que hacía impensable alguna forma

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100 Daniela Accatino

de retorno al formalismo que lo procedió, del mismo modo podemos decir que
en la teoría de la prueba “todos somos racionalistas ahora”. Tiene sentido decir-
lo, particularmente en el contexto latino, para destacar la distancia crítica res-
pecto de las concepciones psicologistas de la prueba asumidas tradicionalmente
en el discurso jurisprudencial y doctrinal y para manifestar también aquí la in-
viabilidad de un retroceso. Y tiene sentido decirlo de manera general, también
para dar cuenta de la extensión de una perspectiva respecto de la prueba atenta
a la determinación y evaluación rigurosa del impacto que cualquier regulación
procesal tenga respecto de la minimización del riesgo de error y a su considera-
ción para resolver en definitiva acerca de su justificación.
Pero, así como la discusión sobre la interpretación y el concepto de derecho
no quedó cerrada tras la aceptación de las críticas al formalismo, pueden iden-
tificarse también diversas teorías de la prueba que comparten el reconocimien-
to de la relevancia en ese ámbito de la verdad y de la racionalidad epistémica.
Que todos seamos racionalistas no excluye que discutamos acerca de cómo re-
presentar las inferencias probatorias o sobre cómo combinar en la regulación
probatoria la minimización del riesgo de error y su distribución equitativa. La
única condición de membresía que parece cerrar por ahora con mayor rigidez
el círculo racionalista es la asunción de una noción correspondentista de la ver-
dad, pero en la medida que esa asunción ha sido insuficientemente teorizada,
cabe esperar que también aquí se abran próximamente los desacuerdos teóricos.

–Agradecimientos.– Este trabajo ha sido desarrollado en el marco del proyecto


FONDECYT 1170872 “Prueba de los hechos. Coordinación entre el lengua-
je de la teoría y el lenguaje de la práctica”, financiado por el Fondo Nacional
de Desarrollo Científico y Tecnológico (Chile). Antes de ser presentado en el
Congreso En Teoría Hay Mujeres (En Teoría) (Barcelona, 27 y 28 de septiembre
de 2018), algunas de las ideas discutidas en este artículo fueron expuestas en las
I Jornadas Chilenas de Derecho Probatorio (Valdivia, 25 y 26 de agosto de 2017)
y en el workshop Fundamentos Filosóficos del Derecho Procesal (Santiago de
Chile, 29 de agosto de 2018). En las tres instancias recibió valiosas observacio-
nes a las que espero haber sabido responder en esta versión final. Agradezco es-
pecialmente los agudos comentarios realizados por Elena Marchese como dis-
cussant en el congreso En Teoría Hay Mujeres. Igualmente mi gratitud por sus
observaciones a otros compañeros de ruta en la investigación sobre la prueba
jurídica, de quienes mucho he aprendido y sigo aprendiendo: Daniel González
Lagier, Jordi Ferrer, Carmen Vázquez, Rodrigo Coloma, Flavia Carbonell,
Mauricio Duce, Diego Dei Vecchi, Federico Arena, Raimundo Gama y Pablo
Durán.

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