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Garantías procesales y poderes del juez

Razones

Directores:
Enrique Sotomayor Trelles
Renzo Cavani
César Higa Silva
Edward Dyer Cruzado
Renzo Cavani
(Coordinador)

GARANTÍAS PROCESALES Y
PODERES DEL JUEZ

Puno - 2019
GARANTÍAS PROCESALES Y PODERES DEL JUEZ

© Renzo Cavani (Coordinador)

© ZELA Grupo Editorial E.I.R.L.


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1a edición: noviembre 2019


Tiraje: 1000 ejemplares

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N° 2019-15370
ISBN: 978-612-48054-5-5
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Noviembre 2019
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Garantías procesales y poderes del juez

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LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD
COMO FINALIDAD DEL
PROCESO
Enrique Sotomayor Trelles
Profesor de la Facultad de Derecho y de la Escuela de Posgrado de la
Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y en la Facultad de Derecho
y Ciencias Políticas de la Universidad Ricardo Palma (URP). Magíster
en Filosofía y abogado por la PUCP. Jefe del Instituto de Investigaciones
Jurídicas y Ciencias Políticas de la URP. Ex becario del Máster en Global Rule
of Law and Constitutional Democracy de la Universidad de Génova (Italia).
Asesor de la Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos. E-mail: enrique.sotomayor@pucp.pe y jose.
sotomayor@urp.edu.pe.

Sumario: 1. Planteamiento del problema. 2. La noción de verdad y las pseu-


dodisputas. 3. La búsqueda de la verdad como finalidad del proceso. 4. Colo-
fón: el proceso, la ciencia y la historiografía. 5. Síntesis final. 6. Bibliografía.
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
El presente artículo retorna sobre un problema especialmente re-
currente en la literatura procesal y de razonamiento probatorio. Se tra-
ta de la discusión sobre la relación entre proceso y verdad. Si bien se ha
escrito mucho sobre el tema1, y en los últimos años se han producido
importantes avances de clarificación, un número significativo de las
aproximaciones no hacen explícitas sus elecciones conceptuales y es-
tipulaciones definicionales, de forma tal que se permita una discusión
clarificada. El resultado de ello ha sido una profusión de debates en los
que no siempre queda claro qué tesis son las que se discuten ni cuáles
son los argumentos que las respaldan. Por ello, la pretensión del artícu-
lo consiste en ofrecer apenas el esbozo de una propuesta de respuesta
haciendo explícitas las elecciones conceptuales por las que se opta, y
tratando de justificarlas brevemente. El mérito de tal aproximación es
que permite identificar con mucha mayor facilidad el objeto y profun-
didad de las discrepancias.
Para responder, entonces, a la pregunta implícita en el título, a saber,
si la verdad es una (o la) finalidad del proceso, requiero plantear algunos
rodeos analíticos preliminares que, espero, no serán tan largos ni exte-
nuantes.

1 Entre los trabajos que han abordado la cuestión se encuentran Jordi Ferrer en
Prueba y verdad en el derecho; Michele Taruffo, La prueba de los hechos (cap. I)
y “La verdad en el proceso”, Derecho & Sociedad; Marina Gascón, Cuestiones
probatorias; Larry Laudan, Verdad, error y proceso penal; Rafael Hernández,
“El juez, el científico y la búsqueda de la verdad”; Giovanni Tuzet, “Arguing
on Facts: Truth, Trials and Adversary Procedures”.

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Garantías procesales y poderes del juez

2. LA NOCIÓN DE VERDAD Y LAS PSEUDODISPUTAS


En primer lugar, para poder responder a nuestra pregunta, es im-
portante que lleguemos a cierto consenso –o, cuanto menos, hagamos
explícita alguna estipulación– sobre el significado atribuido a los térmi-
nos. En caso contrario, corremos el riesgo de emprender un diálogo de
sordos, en el que nos enfrasquemos en pseudodisputas o pseudo-discre-
pancias. Hay un célebre y divertido ejemplo en la historia de la filosofía
sobre ello: William James narraba con cierta ironía la ácida discusión que
se generó entre algunos hombres respecto a si una ardilla había dado la
vuelta a un árbol. Reproduzco la cita del propio James:
Hace algunos años, estando en una excursión en las montañas,
regresé de un paseo solitario para encontrar a todos involu-
crados en una feroz disputa metafísica. El corpus de la disputa
era una ardilla, una ardilla viva que se suponía aferrándose a
un lado del tronco de un árbol; mientras que al frente, al pie
y lado opuesto del árbol, se imaginaba a un ser humano pa-
rado. Este testigo humano intenta ver a la ardilla moviéndose
rápidamente alrededor del árbol, pero no importa cuán rápido
vaya, la ardilla se mueve tan rápido en la dirección opuesta,
y siempre mantiene al árbol entre ella y el hombre, de modo
que este nunca la vislumbra. El problema metafísico resultante
ahora es el siguiente: ¿El hombre da o no la vuelta a la ardilla?
Da la vuelta al árbol, ciertamente, y la ardilla está en el árbol;
¿pero da la vuelta alrededor de la ardilla? (traducción propia)2.
La áspera disputa metafísica podía ser, de acuerdo a la tesis pragma-
tista de James, resuelta mediante una estipulación del tipo “para mí, dar
la vuelta a, significa rodear por completo al objeto (en este caso la ardilla)
al que se da la vuelta, de tal manera que a momentos vea su espalda, lue-
go su lomo, para llegar nuevamente a ver su espalda”3. No necesito seguir

2 William James, “Pragmatism”, p. 505.


3 Así lo hace explícito en el siguiente pasaje: “‘Which party is right’, I said,
‘depends on what you practically mean by ‘going round’ the squirrel. If you
mean passing from the north of him to the east, then to the south, then to

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Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

el resto del análisis de James al respecto, porque lo que deseo hacer notar
es que muchas aceradas confrontaciones pueden esfumarse en tanto se
hace explícita la forma en que quienes discuten comprenden los términos
involucrados. James va un paso más allá de ello, y sostiene que las dis-
putas pueden ser disipadas mediante las operaciones de lo que llama “el
método pragmático”, mediante el cual –para determinar la profundidad
de una discrepancia– es relevante rastrear las consecuencias prácticas de
la misma: si las alternativas en disputa acarrean las mismas consecuen-
cias prácticas, la discrepancia adopta un tenor bizantino.
Me parece que un buen ejemplo, dentro de la literatura sobre razo-
namiento probatorio, de una crítica basada en una variante de método
pragmático es la que Ferrer Beltrán plantea contra la tesis de la vincu-
lación entre prueba jurídica y fijación formal de los hechos defendida
por Francesco Carnelutti. Como se sabe, Carnelutti fue un crítico de la
distinción entre verdad material y verdad formal empleada recurrente-
mente en el derecho procesal. Frente a ello, señalaba que “[…] la verdad
no puede ser más que una, de forma que la verdad formal o jurídica o
bien coincide con la verdad material, y no es más que verdad, o diverge
de ella, y no es más que una no-verdad […]”4. Ahora bien, frente a la
distinción entre verdad formal y material, Carnelutti oponía la noción
de fijación formal de los hechos. Como el procesalista italiano concebía
a la fijación de los hechos, tal concepto puede coincidir con la verdad en
algunos casos, pero es independiente de dicha noción. Así, en la medida
que el proceso está sometido a un conjunto de reglas jurídicas que res-

the west, and then to the north of him again, obviously the man does go
round him, for he occupies these successive positions. But if on the contrary
you mean being first in front of him, then on the right of him, then behind
him, then on his left, and finally in front again, it is quite as obvious that the
man fails to go round him, for by the compensating movements the squirrel
makes, he keeps his belly turned towards the man all the time, and his back
turned away. Make the distinction, and there is no occasion for any farther
dispute. You are both right and both wrong according as you conceive the
verb ‘to go round’ in one practical fashion or the other’”. Ibid., loc. cit.
4 Citado en Jordi Ferrer en Prueba y verdad en el derecho, p. 64.

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tringen y deforman la búsqueda de la verdad, la empresa procesal no es


un medio idóneo para el conocimiento de la verdad de los hechos, sino
para su fijación. Todo lo hasta aquí señalado da pie a la crítica de Ferrer
Beltrán, que encuentro de inspiración pragmatista:
[…] tanto la vinculación de la prueba jurídica a la fijación for-
mal de los hechos como la vinculación a la noción de verdad
formal suponen su desvinculación de la verdad tout court y, lo
que es más importante, una versión no racional de la prueba de
acuerdo con la cual está probado aquello que el juez o tribunal
declara probado5.
La consecuencia práctica de las nociones de verdad formal y de fi-
jación formal de los hechos es, desde la perspectiva de Ferrer Beltrán, la
misma; en la medida que da lugar a una versión no racional de la prueba
que habilita a los jueces a declarar aquello que está probado, sin nece-
sidad de orientarse a la búsqueda de la verdad. A pesar, entonces, de la
crítica carneluttiana a la noción de verdad formal, el remedio propuesto
termina acarreando las mismas consecuencias prácticas.
Si bien un análisis pormenorizado del método pragmático nos lleva
más allá del tema del presente artículo, se puede mencionar que es po-
sible imaginar escenarios en los resulta prudente mantener distinciones
terminológicas, incluso cuando sea difícil prever consecuencias prácticas
asociadas a su aplicación. En el caso de Carnelutti, ello le permite evitar
una manipulación del sentido atribuido a la palabra “verdad”, desvián-
dola –en el caso de la verdad formal– de su uso común en las prácticas
lingüísticas. Por tal razón, a pesar de que no se identifiquen consecuen-
cias prácticas significativas mediante el reemplazo de la expresión “ver-
dad formal” por la de “fijación formal de los hechos”, la sola eliminación
de un sentido contraintuitivo atribuido a la noción de verdad puede ser
valioso. Es por tal razón que aquí tomaremos en serio la primera parte
de la estrategia de James, tratando de hacer explícitas las definiciones y
concepciones de las que se parte para el análisis, pero sin extraer de ello
una consecuencia como la que defiende el método pragmático.

5 Ibíd., p. 65.

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Ahora bien, la estrategia hasta aquí descrita exhibe algunos límites:


la estipulación allana el terreno de la discusión, pero luego sobreviven
las auténticas disputas. No obstante, la sola aclaración conceptual –o
explicitación– es de por sí valiosa. Pues bien: ¿qué podemos decir de todo
ello con relación a la verdad? Sobre dicha noción hay mucha equivoci-
dad, debido la existencia de un océano de teoría y muchas concepciones.
De la noción de verdad se puede decir, en primer lugar, que es ambigua
en términos semánticos6, pues cuenta con una pluralidad de sentidos o
acepciones vigentes en los usos lingüísticos (y también en las voces lexi-
cográficas)7. Por ejemplo, el diccionario de la Real Academia Española
recoge siete acepciones para el término verdad, de entre las que podemos
mencionar “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma
la mente”, y “conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se
piensa”8. En el primero de estos sentidos, podemos hablar de enunciados
verdaderos, en la medida que lo descrito por ellos coincide con las cosas
o el estado del mundo, mientras que en el segundo sentido hablamos de

6 Para García Amado, “un término es ambiguo cuando, en nuestro lenguaje


usual, posee dos o más significados distintos e independientes”. Juan Antonio
García Amado, Razonamiento jurídico y argumentación, p. 21. Asimismo, vid.
Riccardo Guastini, Interpretar y argumentar, pp. 62 ss.
7 Diferencio los usos lingüísticos vigentes de las voces lexicográficas pues, como
ha argumentado Ramírez Ludeña, las teorías de la referencia tradicionales
pueden no dar cuenta, de forma satisfactoria, del hecho de que usualmente
“[…] los sujetos no necesitan, a efectos de referir, asociar los términos con un
conjunto de descripciones. Así, los individuos, pero también la comunidad
en su conjunto, cuentan a menudo con descripciones pobres y/o equivocadas
y, no obstante, son capaces de referir” (p. 73). Frente a ello, la autora propone
caracterizar a la vaguedad y ambigüedad a partir de la noción de “cadenas de
comunicación”. La ambigüedad se daría, en este escenario, en aquellos con-
textos en los que existe más de una cadena de comunicación vigente en un
lugar y momento dado, y del contexto comunicativo, no queda claro por cuál
deba optarse. Lorena Ramírez Ludeña, “Vaguedad, ambigüedad y cadenas de
comunicación”, pp. 65-82.
8 Consultado en la versión web del Diccionario de la RAE: https://dle.rae.
es/?id=bbdGpd4

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Garantías procesales y poderes del juez

sentimientos o actitudes verdaderas, en una noción más cercana a la de


autenticidad o veracidad expresiva9.
Los dos (de siete) sentidos atribuidos a la expresión “verdad” que
hemos expuesto en el párrafo anterior pueden ejemplificarse en cuestio-
nes relacionadas a la actividad procesal y probatoria. El primer sentido
–verdad como conformidad de las cosas con el concepto que de ellas
forma la mente–puede darse cuando un juez acepta un enunciado fác-
tico del tipo “Eusebio mató a Raúl disparándole con una pistola” que se
corresponde con las cosas realmente ocurridas en el mundo (más allá de
la forma en que el juez llegó a tal aceptación). Por su parte, el segundo
sentido –verdad como conformidad de lo que se dice con lo que se siente
o se piensa– puede ejemplificarse a partir de la declaración de un testi-
go que reconstruye ciertos hechos con una pretensión de veracidad, aun
cuando las condiciones en que percibió los hechos objeto de su relato
hicieran muy difícil la percepción de cierto tipo de información conteni-
da en el testimonio10, o cuando puede haber creado un recuerdo falso11.
Es necesario llamar la atención sobre el hecho de que ambos sentidos
de “verdad” pueden entrar en conflicto en numerosas situaciones: como
acabamos de mostrar, puede ser el caso que una declaración sincera y ve-
raz no corresponda, sin embargo, con los hechos ocurridos en el mundo.
Más difícil de responder es la cuestión sobre si el término “verdad”
es vago. Siguiendo a Guastini, los predicados del lenguaje natural (como
el predicado “verdad”) poseen referencias abiertas, lo que hace que exista
discusión en los márgenes, en los que no sabemos si aplicar o no el pre-
dicado, a pesar de tener conocimiento sobre el mundo. Se trata, en cierta
medida, de un problema de “etiquetado” del mundo. Este es el caso de la
vaguedad extensional. A esta se suman los casos en los que existe cierta
incertidumbre sobre los atributos que un objeto debe poseer para perte-

9 Sobre la noción de veracidad expresiva véase Jürgen Habermas, Teoría de


la acción comunicativa, I: Racionalidad de la acción y racionalización social,
pp. 144 ss.
10 Cfr. Douglas Walton, Witness testimony evidence, pp. 24 ss.
11 Vid. Giuliana Mazzoni, Psicología del testimonio, pp. 42 ss.

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necer a cierta clase. Tal es el caso de la vaguedad intensional12. Pues bien,


para el caso de la verdad, podemos imaginar dos escenarios: aquel en el
que un testigo aporta información sobre el tiempo, lugar y modo de un
suceso determinado, y el caso en el que aporta solo el tiempo, lugar o
modo del mismo. ¿Diremos en un caso que el enunciado del testigo es
más verdadero que el segundo?, más aún, ¿en qué punto debemos fijar
la distinción entre verdad y falsedad? Parece que el problema, además,
puede ser replanteado desde el punto de vista intensional: ¿qué atributos
debe poseer cierto enunciado sobre los hechos para considerarse verdade-
ro? En la medida que no hay una respuesta unánime para esta cuestión,
podemos afirmar que “verdad” es también una expresión vaga.
Tornando la mirada a las concepciones filosóficas sobre la verdad
que han tenido cierta repercusión en el derecho, encontramos la noción
de verdad como correspondencia (principalmente en su variante clásica
aristotélica), el concepto semántico de verdad de Tarski (que, si bien se
puede afirmar que es una variante de teoría correspondentista, no puede
ser simplemente reducida a esta, como veremos en lo sucesivo), la teoría
coherentista de la verdad (o la verdad como coherencia), algunas varian-
tes pragmatistas, las teorías de la redundancia, entre otras13.
No es este el lugar para ofrecer una exposición detallada y solvente
de cada una de las teorías de la verdad, ni tan solo de las más conocidas.
No obstante, sí podemos presentar esquemáticamente el planteamiento
de algunas de ellas. Así, de acuerdo a Rivera Morales14, dos son las teo-
rías o corrientes15 con mayor repercusión en la literatura sobre la relación
entre prueba y verdad: la de la verdad como coherencia, que sostiene que

12 Riccardo Guastini, Interpretar y argumentar, p. 69.


13 Aquí sigo a Susan Haack, Filosofía de las lógicas, pp. 107ss.
14 Rodrigo Rivera Morales, La prueba: un análisis racional y práctico, pp. 87ss.
15 Ibíd. loc. cit. El autor menciona que son tres corrientes, pero en su análi-
sis la teoría de Russell de la correspondencia con congruencia, esta aparece
como una suerte de variante de teoría de la correspondencia. En todo caso,
entiendo que para dicho autor las teorías de Tarski y Russell aparecen como
variantes mixtas o híbridas, entre los polos coherentista y correspondentista.

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Garantías procesales y poderes del juez

la verdad consiste en “[l]a coherencia [de un enunciado] con un conjunto


determinado de proposiciones o creencias”, y que, en tal medida, “[l]a
verdad es sobre todo una propiedad de sistemas de proposiciones […]16.
Por su parte, la teoría de la verdad como correspondencia considera que
lo que determina la verdad de una proposición es su aptitud para descri-
bir lo que ocurre en el mundo, de forma tal que descripción y mundo
guarden correspondencia. Entre las teorías de la correspondencia, Rivera
Morales ubica a la propuesta de Tarski, la cual descansa sobre la noción
de metalenguaje. Mediante esta, por ejemplo, enunciados como “Pedro
mató a Raúl” son verdaderos sí y solo sí Pedro mató a Raúl. Esta estruc-
tura oracional es llamada convención T o esquema T.
Ahora bien, León Untiveros ha argumentado recientemente que la
asociación directa de la teoría semántica de Tarski como una variante de
teoría de la verdad como correspondencia es problemática. Dicho autor
aclara que la reconstrucción tarskiana de la verdad no se refiere a la re-
lación entre la realidad y el lenguaje, expresado a través de una oración
o aseveración. Más bien, la concepción semántica relaciona un lenguaje
objeto y una interpretación del mundo (el metalenguaje): “[…] puede
decirse que, para la concepción semántica de la verdad, el mundo (o la
realidad) desaparece como algo objetivo y se entiende únicamente como
una interpretación del mismo. De modo que, para una concepción se-
mántica de la verdad, no es necesario conocer la realidad en sí”17. Todo
ello diferencia a la teoría semántica de la concepción aristotélica de la
verdad como correspondencia, en la medida que esta última sí trata de
establecer una relación entre enunciados sobre el mundo, y la realidad.
Ello es así, incluso contra algunos pasajes en los que Tarski se trata de
mostrar cercano a la propuesta aristotélica18.

16 Ibíd. loc. cit.


17 Miguel León Untiveros, “Verdad y derecho”, pp. 27-28.
18 La observación crítica planteada por León Untiveros se puede extender tam-
bién a Ferrer Beltrán. Sostiene este último autor lo siguiente: “En el famoso
ejemplo de Tarski ‘La nieve es blanca’ es verdadero si, y sólo si, la nieve es
blanca. Esto es, si se produce una correspondencia entre aquello que dice el

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Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

Ahora bien, en el derecho procesal, y, en general, en el derecho,


parece que se presupone alguna variante intuitiva (folk)19 o de conoci-
miento generalizado sobre la noción de verdad. Esta teoría es llamada
en ocasiones “realismo ingenuo”20. Un juez o abogado litigante podría
sentirse frustrado en este punto de la exposición y decir algo como lo
siguiente: “hay demasiada abstracción aquí, decir que algo es verdadero
es simplemente comprobar que aquello ocurrió en el mundo”. Entonces,
una estrategia reactiva frente a un planteamiento desde las concepciones
de la verdad podría consistir en mostrar mucho escepticismo sobre la uti-
lidad misma de la discusión sobre la noción de verdad. Después de todo,
la verdad es tan obvia que ¿qué sentido tiene discutir sobre ella? Hay un
eco de esta forma de pensar en el conocido fragmento de las Confesiones
de San Agustín, cuando este reflexionaba sobre el tiempo:
¿Qué es, entonces, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Con todo,
confiadamente afirmo saber que, si nada pasara, no habría
tiempo pasado; si nada adviniera, no habría tiempo futuro; si
nada hubiera, no habría tiempo presente”21.
La verdad, entonces, sería aquello que todos los abogados sabemos
que existe pero que no podemos explicar adecuadamente. No obstante,
afirmamos confiadamente que si conocemos las consecuencias de alguna
acción (por ejemplo, la muerte de un sujeto) es porque algo la causó, y
que tanto la consecuencia como sus causas son verdaderas.
Desde luego, un primer problema emerge para esta aproximación
intuitiva a la noción de verdad. No queda claro qué es lo que es verdade-

enunciado y los hechos del mundo”. Jordi Ferrer en Prueba y verdad en el


derecho, p. 73.
19 Sobre los rasgos de las teorías folk véase Susan A. Gelman y Cristine H. Lega-
re, “Concepts and Folk Theories”, pp. 379-398.
20 Rodrigo Rivera Morales, La prueba: un análisis racional y práctico, p. 86.
21 Agustín de Hipona, Confesiones, p. 331. Se trata de Confesiones, Libro XI, c.
14, 17. Otras traducciones de este pasaje se encuentran en Carlos Isler Soto,
“El tiempo en las Confesiones de San Agustín”, pp. 187-199.

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ro, si un estado de cosas (los hechos) o una aseveración sobre tal estado
de cosas. Pero los hechos en sí mismos no pueden ser probados, en el
sentido de que no puedo probar una mesa o la lluvia. La teoría folk sobre
la verdad requeriría, entonces, de un refinamiento ulterior, que la llevaría
a afirmar que la verdad se predica de las aseveraciones sobre un estado de
cosas. En ese sentido, “es verdad que p” aparece como un sinónimo de
“es verdad que existe un estado de cosas que se corresponde con la aseve-
ración p”22. Es a esto a lo que podríamos llamar un enunciado fáctico23.
Llegaríamos, entonces, a una síntesis como la siguiente, propuesta por
Gascón Abellán: “decir que un enunciado fáctico es verdadero significa
que los hechos que describe han existido o existen en un mundo inde-
pendiente; o sea, que es correcta, en el sentido de que se corresponde con
la realidad, la descripción de hechos que formula”24.
Ahora bien, a la par de esta noción folk de verdad como corres-
pondencia, convive en el derecho una tendencia a acercarse a nociones
coherentistas de la verdad. Una posible vía de acceso en este punto se
realiza a partir de la noción de “coherencia narrativa”. En la teoría de la
argumentación jurídica, una defensa de este enfoque se encuentra en la
obra de Neil MacCormick. Así, en Legal Reasoning and Legal Theory, el
autor escocés señalaba que:
El mejor tipo de razón que podemos tener para creer en la ver-
dad de alguna proposición sobre el pasado es que esta es más
coherente que cualquier otra respecto de nuestras creencias ge-
nerales acerca de las causas y los efectos y sobre la motivación
de las acciones humanas, y con una serie de otras proposiciones
de hecho particulares que son coherentes entre sí, y que inclu-
yen algunas proposiciones fundadas en percepciones sensoria-

22 Algunas de estas cuestiones han sido ampliamente tratadas por Jordi Ferrer
en Prueba y verdad en el derecho, pp. 70 ss. De ahí he tomado el ejemplo de la
imposibilidad de probar una mesa.
23 Marina Gascón, Cuestiones probatorias, pp. 25 ss. Asimismo Michele Taruffo,
“La verdad en el proceso”, esp. p. 241.
24 Marina Gascón, Cuestiones probatorias, p. 25.

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Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

les presentes. Y tal tipo de razón nunca puede ser concluyente


(traducción propia)25.
Taranilla García26 ha analizado el enfoque sobre la coherencia na-
rrativa propuesto por MacCormick. Así, para la autora mencionada, la
coherencia narrativa funciona como una suerte de test cuando no se pue-
de acceder a los hechos de forma directa. En tal escenario, la coherencia
nos ofrece un criterio para establecer que cierto enunciado sobre el pa-
sado es probablemente verdadero en un grado mayor que un enunciado
alternativo. En el caso de que nos encontremos frente a proposiciones de
hecho contradictorias, se elige una de estas en función del nivel de cohe-
rencia que esta exhiba con referencia a otras que se tienen por verdaderas,
y respecto a cierto conocimiento generalizado.
En el razonamiento probatorio, esta cuestión puede ser en cierta me-
dida confundida con lo que autoras como Accatino caracterizan como
disputa entre enfoques atomistas versus holistas en el razonamiento pro-
batorio27. Para evitar esta posible confusión, es pertinente señalar que el
componente coherentista de verdad presente en las presuposiciones ge-
neralizadas y de sentido común de abogados y jueces parecería consistir
simplemente en que los enunciados (tendencialmente) verdaderos son a
veces determinados no porque se tenga un test infalible sobre su corres-
pondencia con el mundo, sino debido a su nivel de coherencia con otros
enunciados aceptados sobre el mundo, o enunciados de conocimiento
generalizado que se presuponen verdaderos.
Este enfoque podría explicar la popularidad en el medio jurídico
peruano de la teoría del caso para estructurar una narración “coheren-
te” sobre los hechos, o las aproximaciones basadas en el paradigma de
la “individualización” para pensar los peritajes y la evidencia experta (y

25 Neil MacCormick, Legal Reasoning and Legal Theory, pp. 90-91.


26 En lo sucesivo Raquel Taranilla García, La configuración narrativa en el proce-
so penal. Un análisis discursivo basado en corpus, pp. 59 ss.
27 Daniela Accatino, “Atomismo y holismo en la justificación probatoria”,
pp. 17-59.

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Garantías procesales y poderes del juez

opuesto al paradigma de la verosimilitud28). Finalmente, nos permite


aproximarnos a la caracterización del proceso de razonamiento sobre la
prueba como una forma de inferencia de la mejor explicación, o como
un tipo de razonamiento abductivo29. En buena cuenta, en todos estos
casos, nuestra noción de verdad se construye sobre la coherencia lateral
del razonamiento, y sobre la relación entre datos o inputs fácticos, y
el output de la mejor explicación, aquella que dota de coherencia al
relato.
La conclusión parcial de lo señalado hasta este punto es que la no-
ción de verdad está presente en el razonamiento sobre los hechos, a través
de una aproximación intuitiva que reproducen jueces, fiscales y aboga-
dos. Si clarificamos los presupuestos presentes en dicha aproximación, se
notará en esta conviven un basamento correspondentista y un elemento
coherentista, materializado en la aspiración a la coherencia sobre una
narrativa fáctica.

3. LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD COMO FINALIDAD


DEL PROCESO
Ahora bien, en este punto de desarrollo aún no se ha abordado la
pregunta central planteada al inicio. Recordemos que la pregunta no
era por la noción de verdad implícita en nuestras prácticas lingüísticas
como abogados, sino si la búsqueda de la verdad es una o la finalidad
del proceso. No obstante, podemos afirmar que aquella búsqueda de la
verdad –sea cual sea su preponderancia en el proceso– debería compren-
derse como (i) la búsqueda de aquello realmente acaecido en el mundo,
o, en su defecto (o complemento) (ii) como la reconstrucción de aquella
narrativa más coherente con nuestro conocimiento sobre el caso y con
nuestro conocimiento generalizado.

28 Marina Gascón, Cuestiones probatorias, p. 102.


29 Vid. Giovanni Tuzet, “Usos jurídicos de la abducción”. Hay una discusión
sobre si la abducción es análoga a la inferencia de la mejor explicación. Al re-
specto, véase William H. B. Mcauliffe, “¿How did Abduction Get Confused
with Inference to the Best Explanation?”, pp. 300-319.

– 206 –
Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

Para responder a la pregunta sobre la búsqueda de la verdad como


finalidad del proceso, dividámosla en dos partes: primero, veamos si la
verdad es una finalidad del proceso, y luego, si es la finalidad del mismo.
Sobre lo primero creo que no habría demasiada discusión. El texto del
profesor da Fonseca Costa en este volumen aboga por una tesis mediante
la cual la verdad es una de las finalidades del proceso. Ahora bien, que lo
sea no significa que sea la única, ni que interactúe de forma pacífica con
otras finalidades del proceso. (i) ¿Cuáles son estas? Y, después de todo,
(ii) ¿por qué la verdad es una finalidad del proceso?
La respuesta a la primera pregunta se relaciona con una posición
habitual en el derecho procesal de corte privatista, y es que la principal
finalidad del proceso es la solución de conflictos intersubjetivos de inte-
reses30. Incluso fuera de esta aproximación más bien tradicional, autores
como Hernández Marín han sostenido que, en la medida que la primera
obligación básica de los jueces es juzgar o resolver los litigios que llegan
a su conocimiento, resulta “[…] erróneo negar que la finalidad principal
del proceso sea resolver un litigio”31. Si esta es la función principal, la
búsqueda de la verdad aparece como una finalidad subordinada y que
incluso puede entrar en conflicto con la primera. Por ello, se podría con-
cluir provisionalmente que, a pesar de ser una finalidad, no es la más
importante del proceso.
Sobre la segunda pregunta, mi tesis aquí es esquemática y debería
ser desarrollada con mayor amplitud: el derecho es un mecanismo ins-
titucional de coordinación de conductas. En tanto tal, requiere generar

30 Esta finalidad aparece, además, consagrada en el artículo III del Título Preli-
minar del Código Procesal Civil peruano de 1993, que establece que “El Juez
deberá atender a que la finalidad concreta del proceso es resolver un conflicto
de intereses o eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica,
haciendo efectivos los derechos sustanciales, y que su finalidad abstracta es
lograr la paz social en justicia (…)”. Comentarios sobre ello se pueden en-
contrar en Atilio Carlos Gonzáles, “El concepto de conflicto en el nuevo
ordenamiento procesal civil del Perú”, p. 161-167.
31 Rafael Hernández Marín, “El juez, el científico y la búsqueda de la verdad”,
p. 4.

– 207 –
Garantías procesales y poderes del juez

niveles de predictibilidad sobre el cumplimiento de las reglas. Yo debo


tener la certeza de que, si mi comportamiento no infringe una regla, por
ejemplo, no debería ser sancionado por tal infracción. Ferrer Beltrán es
claro en este punto al señalar que “solo si las consecuencias jurídicas pre-
vistas por el derecho para acciones determinadas se aplican efectivamen-
te a esas acciones (idealmente siempre a esas acciones y nunca a otras),
los ciudadanos tendrán motivos (jurídicos) para actuar conforme a lo
prescrito por el derecho y éste podrá cumplir su función de mecanismo
de resolución de conflictos”32.
Incluso más allá de una tesis de inspiración principalmente fun-
cional como la hasta aquí expuesta, autores como Lon Fuller trataron
de establecer una articulación entre la dimensión moral y axiológica del
derecho, respecto de su dimensión funcional y de coordinación de con-
ductas. En tal medida, la noción de “moralidad interna del derecho”33
remite a un derecho natural comprendido en términos institucionales,
esto es, con referencia a ciertas condiciones mínimas que requieren las
normas para guiar el comportamiento de las personas. Entre las condi-
ciones que conforman la moralidad interna se encuentra la publicidad de
las reglas, y que estas sean claras y precisas, de forma tal que las personas
puedan conocer el contenido deóntico de su mandato con un alto grado
de precisión. Tales condiciones perderían, pues, su valor, si se admitiese
que en un gran número de casos los jueces pueden resolver sin pretender
que sus enunciados fácticos sean verdaderos.
Lo anterior representa, espero, un presupuesto ampliamente com-
partido sobre la función del derecho. Entonces si este me sanciona sin
que mi comportamiento haya ido en contra de lo prescrito por una regla
(por antonomasia de tipo regulativo34), se viola la función de predictibi-

32 Jordi Ferrer, “La prueba es libertad, pero no tanto: una teoría de la prueba
cuasibenthamiana”, p. 31. En el mismo sentido, del mismo autor, Prueba y
verdad en el derecho, pp. 22-23.
33 Lon Fuller, The morality of law, pp. 109 ss.
34 Sobre la noción de regla regulativa véase, entre muchos otros, Ángeles Róde-
nas, “Normas regulativas: principios y reglas”.

– 208 –
Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

lidad, pero además se erosiona la base social de legitimidad del ordena-


miento jurídico. Y algo más: el sacrificio de la verdad, cuando deriva en
decisiones erradas desde el punto de vista de una pretendida verdad tout
court (que, como señala el profesor da Fonseca Costa, es principalmen-
te una idea regulativa35) representa también una forma de injusticia: la
injusta aplicación de la consecuencia asociada a una regla, cuando no se
cumplieron en la realidad, los hechos operativos previstos en la misma.
Con ello tenemos suficiente sobre la pregunta en relación a si la
búsqueda de la verdad es una finalidad del proceso. Ahora bien, ¿es la
finalidad del proceso? Esta es la pregunta polémica que, creo, divide a
los especialistas. Antes de ello, sin embargo, es importante apuntar una
ambigüedad en la formulación de la pregunta: interrogarnos sobre si la
búsqueda de la verdad es la finalidad del proceso, puede referirse a (i)
si la búsqueda de la verdad es la única finalidad del proceso, o (ii) si es
la más importante de un catálogo de finalidades. Hemos respondido
negativamente a la primera pregunta, al identificar cuanto menos una
finalidad adicional del proceso, consistente en zanjar o resolver conflic-
tos. Nos queda, entonces, la segunda interpretación de la pregunta. Hay
tres estrategias mediante las que se me ocurre se podría responder a ello:
(ii.1) señalando que el proceso posee funciones más importantes, como la
solución de conflictos entre las partes, y que solo residualmente la verdad
puede tener alguna importancia (llamaré a esta tesis: “función subordi-
nada de búsqueda de la verdad en el proceso”), (ii.2) señalando que la
búsqueda de la verdad es la finalidad más importante del proceso, y que
cualquier otra finalidad debe ser sacrificada cuando se enfrenta a esta
(llamaré a esta tesis: “función preponderante de la búsqueda de la verdad
en el proceso”), y (ii.3) señalando que la finalidad del proceso en efecto
consiste en la búsqueda de la verdad (se trata de un “motor epistémico”,
en la formulación de Laudan para el caso del proceso penal36) pero so-

35 Eduardo José da Fonseca Costa, “Direito deve avançar sempre em meio à


relação entre prova e verdade”.
36 Larry Laudan, Verdad, error y proceso penal. Un ensayo sobre epistemología jurí-
dica, p. 23. Asimismo, véase Michele Taruffo, “Verdad y proceso”, pp. 33-46.

– 209 –
Garantías procesales y poderes del juez

metida a restricciones institucionales importantes (llamaré a esta tesis:


“función tendencialmente preponderante de la búsqueda de la verdad en
el proceso”). La tesis de la función subordinada de búsqueda de la verdad
en el proceso ha sido analizada a propósito de la pregunta sobre si la bús-
queda de la verdad es una finalidad del proceso, mientras que usualmen-
te se considera que el modelo inquisitivo de proceso se acerca a la tesis
de la función preponderante de la búsqueda de la verdad en el proceso37.
Resta analizar con cierto detalle la tesis de la función tendencialmente
preponderante de la búsqueda de la verdad en el proceso.
Planteando un paralelismo con la forma en que Robert Alexy pre-
senta la noción de discurso jurídico como un caso especial del discurso
práctico general38, podríamos decir que la búsqueda de la verdad en el
proceso es un caso especial de la búsqueda de la verdad en general. Pues
bien, ¿qué la hace “un caso especial”? dos tipos de restricciones: empíri-
cas y normativas. Entre las restricciones empíricas tenemos que el entor-
no del proceso no es el de un laboratorio o un centro de investigación, los
jueces no son científicos, se enfrentan problemas como el de la sobrecar-
ga procesal, así como restricciones temporales para la adopción de una
decisión. Por otra parte, entre las restricciones normativas tenemos que
muchas veces la búsqueda de la verdad colisiona con otros bienes o prin-
cipios (y derechos) que consideramos importantes. Estamos en el terreno
de lo que se suele llamar institucionalización del conocimiento de los he-
chos: ahí tenemos, principalmente, a las reglas de exclusión probatoria39.
No obstante, aún frente a estas importantes restricciones, es posible
afirmar que la búsqueda de la verdad es la finalidad del proceso, y que
entonces no basta con decidir o resolver el caso, sino que es necesario
hacerlo llevando a cabo los mejores esfuerzos –dadas las restricciones
empíricas y normativas– por descubrir la verdad. A diferencia de la tesis
de Hernández Marín, entonces, se puede objetar que la decisión sobre

37 Observaciones críticas se encuentran en Michele Taruffo, La prueba de los


hechos, pp. 42ss.
38 Robert Alexy, Teoría de la argumentación jurídica, pp. 50ss.
39 Vid. Marina Gascón, Los hechos en el derecho, pp. 113 ss.

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Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

el caso no puede ir desligada de una pretensión de que dicha decisión se


base en la verdad de los hechos, salvo que ello sea inviable. Esta sería, en
suma, la primera y compleja obligación básica de los jueces en relación a
los hechos. Como se ve, se trata de una obligación compuesta. A este tipo
de conexión entre verdad y actividad probatoria, autores como Ferrer
Beltrán le llaman conexión o relación teleológica40.
Lo segundo que quiero decir sobre la búsqueda de la verdad como
la finalidad del proceso es que, en el contexto de su carácter multifun-
cional, el proceso tampoco es tan extraño: por ejemplo, se suele decir
que la atribución de responsabilidad civil también puede seguir una
multiplicidad de fines: distribución del costo del daño entre las partes,
consideraciones de eficiencia, de justicia y de costos de administración41.
El proceso es parecido: la búsqueda de la verdad (esa noción intuitiva
de verdad a la que hemos hecho referencia) es la finalidad, pero muchas
veces entra en colisión y es incluso superada por otras consideraciones.
Ello determina el carácter especial del proceso, en comparación con la
búsqueda de la verdad en el quehacer científico. No obstante, esto es
normal en instituciones multipropósito. En suma, como apunta Ferrer
Beltrán con referencia al propósito de la actividad probatoria, trayendo a
colación una observación de Van Fraassen, “[q]ue se afirme que algo es el
propósito de una institución o actividad no excluye que existan también
otros propósitos o finalidades”42.
La conclusión austera de nuestra discusión, llegados a este punto,
es que la búsqueda de la verdad es, junto al deber de resolver los casos,
la finalidad compuesta más importante del proceso, más no la única.

40 “Lo que [en la relación teleológica] se sostiene es que la finalidad principal


de la actividad probatoria es alcanzar el conocimiento de la verdad acerca de
los hechos ocurridos y cuya descripción se convertirá en premisa del razona-
miento probatorio”. Jordi Ferrer, Prueba y verdad en el derecho, p. 56.
41 Vid. Guido Calabresi & Douglas Melamed, “Reglas de propiedad, reglas de
responsabilidad y de inalienabilidad: una vista de la catedral”. Asimismo,
Massimo Franzoni, “La evolución de la responsabilidad a partir del análisis
de sus funciones”, pp. 68-87, pp. 79ss.
42 Jordi Ferrer, Prueba y verdad en el derecho, p. 72.

– 211 –
Garantías procesales y poderes del juez

Asimismo, la búsqueda de la verdad está sometida a condicionantes em-


píricos y normativos importantes, que distancian al proceso –en la escala
de empresas epistemológicas– de la búsqueda de la verdad en las ciencias
(tanto naturales como sociales).

4. COLOFÓN: EL PROCESO, LA CIENCIA Y LA HISTO-


RIOGRAFÍA
La forma en que llegamos a la verdad depende del tipo de razo-
namiento que utilizan distintas disciplinas y ciencias. Dos son las vías
de raciocinio que se considera habitualmente que se emplean en tal
empresa: en las ciencias formales, se arriba a nuevas verdades a partir
de razonamientos de tipo deductivo. Las verdades que así se obtienen
poseen carácter analítico. Tal vía se emplea en la matemática y la lógica
formal, y consiste en extraer nuevas conclusiones –teoremas– a par-
tir de determinadas premisas o axiomas. En tal medida, la verdad de
la conclusión queda garantizada de forma necesaria y con arreglo a la
forma o esquema del argumento. Así, la verdad del teorema de Pitágo-
ras resulta irrefutable, de forma tal que dado un triángulo rectángulo
cualquiera, la medida de la hipotenusa al cuadrado será siempre igual a
la suma de la longitud de los catetos al cuadrado. Evidentemente, como
ocurre en el caso de los razonamientos lógico-formales, se puede discu-
tir la verdad de las premisas del razonamiento, pero una vez aceptada
dicha verdad (incluso por hipótesis), la conclusión se sigue necesaria-
mente y, entonces, esta es necesariamente verdadera por virtud de la
forma.
Las ciencias naturales y sociales, sin embargo, emplean preponde-
rantemente razonamientos inductivos. Estos garantizan determinados
niveles de probabilidad a las conclusiones, dadas ciertas premisas. Las
verdades obtenidas de esta manera poseen carácter probabilístico. En la
historia de la filosofía se han propuesto diversas explicaciones sobre qué
es lo que garantiza la conclusión de los razonamientos inductivos. Por
tomar solo un caso, en la obra de John Stuart Mill, esta descansa en un
principio de uniformidad de la naturaleza mediante el cual lo que fue

– 212 –
Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

verdad en un caso, es verdad en todos los casos similares43. Ello generó


ciertos problemas de circularidad en la propia explicación del autor, pero
eso es algo que aquí no es pertinente abordar. Contemporáneamente, la
inducción se sostiene en métodos estadísticos que, por ejemplo, extraen
conclusiones sobre poblaciones enteras a partir de una muestra determi-
nada mediante métodos reconocidos en la comunidad de expertos.
En este escenario, quedan cubiertos los modos de razonamiento
propios de las ciencias formales y naturales para aproximarse a la verdad
de los hechos. No obstante, disciplinas como la historia o el derecho (en
la determinación de los hechos) parecen operar también mediante una
forma de razonamiento que escapa a las alternativas propuestas, aunque
aplican en algunos casos razonamientos deductivos e inductivos. Para el
caso del derecho y sobre lo primero, si bien el llamado silogismo jurídi-
co o razonamiento subsuntivo no es una deducción en sentido estricto,
pues una de sus premisas posee carácter normativo, guarda similitudes
con dicha forma de razonamiento. Sobre lo segundo, un buen ejemplo
de razonamiento inductivo en el derecho es el que opera a través de las
máximas de la experiencia, y, en especial en aquellos casos en que la ge-
neralización está basada en conocimiento científico.
No obstante, la particularidad del razonamiento jurídico (y tam-
bién del histórico) es la importancia que adquiere un elemento abductivo
en el análisis probatorio –mediante el cual es probablemente verdadera
una hipótesis que explica un conjunto de datos, cuando no hay una me-
jor hipótesis para explicar dichos datos44–. El somero análisis de un caso
nos puede resultar de utilidad en este punto: la muerte de Walter Oyarce,

43 John Stuart Mill, Collected Works of John Stuart Mill, Vol, VII: A System of
Logic, pp. 306 ss.
44 No abordaré aquí la discusión sobre si el razonamiento abductivo es análogo
a la inferencia a la mejor explicación. Amalia Amaya caracteriza a la infer-
encia a la mejor explicación del siguiente modo: “[…] an inference to the
best explanation proceeds from a set of data to a hypothesis that explains the
data better than any available competing hypothesis would” (p. 136). Amalia
Amaya, “Inference to the Best Legal Explanation”.

– 213 –
Garantías procesales y poderes del juez

barrista del club Alianza Lima, ocurrido en el Estadio Monumental del


club Universitario de Deportes, enfrentó a dos hipótesis sobre la causa
de la muerte. La primera hipótesis sostenía que la caída y muerte del
barrista, desde un palco del estadio, se produjo porque fue empujado
por David Sánchez. Por su parte, la hipótesis de la fiscalía y la defensa
era que la muerte se produjo como resultado de que Oyarce fue empu-
jado por Sánchez45. Pues bien, la determinación de cuál de las hipótesis
es verdadera se efectúa bajo un razonamiento probabilístico (es más o
menos probable una u otra de las hipótesis en discusión) y realizando un
razonamiento por el cual la hipótesis probablemente verdadera sea aque-
lla que logre dar cuenta de los datos u observaciones básicas, sin que una
hipótesis alternativa lo pueda hacer mejor. Evidentemente esta es una
simplificación del complejo razonamiento que debieron llevar a cabo los
jueces, pues en este también se debían incluir cuestiones relacionadas al
estándar de prueba. No obstante, la estructura del razonamiento es la de
una inferencia a la mejor explicación.
Una segunda similitud acerca al razonamiento jurídico en lo con-
cerniente a la determinación de la verdad sobre enunciados de hecho y
el método historiográfico. Así, parte importante del parecido de familia
existente entre el método historiográfico y la prueba de enunciados de
hecho se relaciona al factor temporal. Se podría decir que la búsqueda de
verdad en el proceso es la búsqueda de un tiempo perdido. Como seña-
laba Walter Benjamin en su tesis IX sobre la historia:
El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recompo-
ner lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se
arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede
plegarlas. Este huracán le arrastra irresistiblemente hacia el fu-
turo, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas
crece ante él hasta el cielo46.

45 Vid. Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República,


R. N. N° 1658-2014-LIMA.
46 Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, p. 44.

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Enrique Sotomayor Trelles La búsqueda de la verdad como...

El tiempo es el huracán que empuja al Angelus Novus, el ángel al que


se refiere Benjamin, que se aleja en el vendaval irrefrenable de la historia.
A su paso este deja memorias que se transforman o alteran47, evidencia
que se pierde de forma irremediable, escenarios que cambian; en suma,
tiempo que pasa. Pero en esas vicisitudes el proceso guarda similitud
con la empresa histórica. Los historiadores, entre otros, trabajan también
adelantándose a la ráfaga del tiempo que arrastra al Angelus Novus. Todo
ello requiere un comentario más detallado.
Day y Radick48 muestran la similitud de una serie de actividades
que requieren trabajar con la noción de “evidencia”, y, en esa medida, que
se aproximan a la verdad de ciertos sucesos, a través de la mediación del
paso del tiempo. Entre estas actividades se encuentran la del paleontó-
logo que trata de reconstruir la estructura ósea de un animal extinto, el
ingeniero que se pregunta por las razones que llevaron al desplome de un
puente, o el juez que trata de averiguar los hechos relacionados a la even-
tual comisión de un delito. En todos estos casos, la mediación temporal
deteriora la posibilidad de conocer con exactitud qué fue exactamen-
te lo que ocurrió, pero nuevamente la inferencia a la mejor explicación
aparece como una forma de razonamiento que nos ayuda a superar la
óptima disponibilidad de material probatorio, a través de la comparación
de diversas hipótesis y la elección de la que mejor se adapta a los datos
acreditados. Por tal razón, la mediación temporal convierte a la búsqueda
de la verdad en el proceso en una empresa que guarda similitudes con el
método historiográfico, y si se acepta que este se orienta a la búsqueda de
la verdad, debe también aceptarse que esta es una finalidad del proceso.

5. SÍNTESIS FINAL
Concluyo entonces, proponiendo una síntesis de lo que aquí se ha
expuesto y defendido: la búsqueda de la verdad en el proceso es una

47 Vid. Shari R. Berkowitz, Cara Laney, Erin K. Morris, Maryanne Garry &
Elizabeth F. Loftus, “Pluto Behaving Badly: False Beliefs and Their Conse-
quences”.
48 Mark Day & Gregory Radick, “Historiographic evidence and confirmation”.

– 215 –
Garantías procesales y poderes del juez

finalidad del mismo, y cuando dicha finalidad es articulada con la de


resolver los casos puestos a conocimiento del juez, veremos que nos en-
contramos frente a la obligación básica –pero compleja– de los jueces.
Estos deben resolver los casos con arreglo al derecho válido (elemento
funcional), aspirando a que los enunciados fácticos expresados en la reso-
lución sean verdaderos (elemento teleológico). Tal búsqueda de la verdad
como finalidad del proceso es un caso especial de la búsqueda general de
la verdad, parecida a la búsqueda histórica, pero a la que se suman otros
fines procesales, y restricciones institucionales y normativas.

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