Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sesión 11 MUNNe
Sesión 11 MUNNe
ti Psicosociofegíss
d©S fifemp® libre
Un enfoque crítico
Frederic Munné
Contenido
La concepción buguesa del ocio
Marx y el tiempo libre
Las repuestas de la historia
Una parte, llamada libre, dei tiempo social
La temporalidad en el tiempo libre
En busca del sentido del tiempo libre
La libertad en el tiempo libre
Los modos prácticos de la libertad en el tiempo
Tiempo, libertad y cambio
El ocio burgués como práctica del tiempo libre
El tiempo antilibre
Tiempo de integración versus tiempo dé subversión
¡lili
¡SBN 978-968-24-0894-6
9' 789682"40894611
www.triHas.com.mx
KD i
?)§((
C !'
s~
§ I
n ©
Q:wí;. r
_.'..S I ] ! ¿ ) [ T ü
IWñlBIM.
ILAS : Frederic M u n n é
P § f c © § © í f e ü © g f e 3
(Sidlj' 'cLsrfí
U n © s u f o q u e crstic©
Frederlc ilunoé
í
EDITORIAL
IR! HAS
México, A r g e n t i n a , E s p a ñ a ,
C o l o m b i a , P u e r t o Rico, V e n e z uiela
ela 1 (§
Catalogación en la fuente
^ Munné, rrederlc
Pslcosoclología del tiempo libre : un enfoque
crítico. -- México : Trillas, 1980 (reimp. 2010).
206 p. ; 25 cm.
Bibliografía: p. 177-201
Incluye índices
I5BN 978-968-24-0894-6
1. Psicología social. I. t.
5
6 INTRODUCCIÓN
2
Cfr. la nota 32 del cap. 3.
3
Dumazedier, 1962a, 345. La aclaración entre paréntesis es mía.
4
Obviamente, esa crítica no agota todos los aspectos de la cuestión. Por ejemplo, no
entro, al menos directamente, en el análisis de la estratificación del ocio como factor condi-
cionante del tiempo libre. Porque el papel <pue juegan las clases sociales, rebasa el marco
de ese tiempo; es decir, exige un estudio mas amplio relativo a todo el tiempo social. Por
otra parte —y esto es importante— no ha sido necesario acudir a este aspecto para aclarai
las relaciones temporales entre el ocio y la libertad en el marco de la práctica burguesa.
Ripjrs, 1935; citado por Butler, 1959,1, 26.
INTRODUCCIÓN
sea. Y ahí están los testimonios de Georges Friedmann, David Riesman, Herbert
Marcuse o Helinuth Schelsky, para no citar más que unos pocos, que han evolu-
cionado desde una postura más o menos optimista hasta una posición contraria.
Pese a ello, lo cierto es que los capítulos que siguen no niegan la esperanza. No
en balde, a través de un ejercicio de la "imaginación psicosociológica", 6 preten-
den tomar conciencia de la situación, lo que, en cierta manera, supone ya u n
dominio de ésta.
En la práctica, tal esperanza nace de la trágica convicción, reafirmada una vez
escritas estas páginas, de que si nuestro tiempo que tiene la remota posibilidad de
ser el mejor de los tiempos no lo es, los únicos culpables somos nosotros mismos.
6
Wright Mills, 1959, passim. Sus razonamientos sobre la imaginación sociológica son
extrapolabies —deben ser extrapolados— al campo psicosocial.
! .. ¡ce
di® c®miíl©rffiM®
Introducción 5
Cap. 10. El ocio burgués como práctica del tiempo libre 139
Un descanso exigido, 140. Una recreación impuesta, 142, una
creación establecida, 146.
11
12 LA C O N C E P C I Ó N B U R G U E S A D E L O C i O
• .LOS E M P Í R I C O S
2
Para los Estados Unidos y Francia véase la exposición de Lanfant (1972, 68-142)
que sigo en algún punto. Además, para el primero de estos países véase Meyersohn (1969
y 1973) y para el segundo Dumazedier (1974). Para Alemania, Prosenc (1970) y sobre todo
A. Schneider (1969); para la Gran Bretaña, Parker (1970, relativo al periodo 1966-1970)
y para Finlandia, Aalto (1969).
La tendencia burguesa cuenta con una cantidad inabarcable de estudios. Piénsese que
Meyersohn (1973, 8 y sigs.) relaciona sólo para el periodo 1966-1972 en los Estados Unidos,
trescientos trabajos cuyas principales áreas de interés son, por este orden, las relativas a los
presupuestos de tiempo, el juego infantil, los indicadores sociales de la calidad de vida y el
futuro, destacando también los estudios referidos a las actividades deportivas y al aire libre,
así como el turismo.
LOSEMPÍRICOS 13
3
Dumazedier, 1974, 19.
14 LA C O N C E P C I Ó N B U R G U E S A D E L OCIO
LOS T E Ó R I C O S
4
Posteriormente, Kaplan ha escrito otra obra ambiciosa, Leisure, Theory and Policy,
en dos volúmenes. El cap. segundo de la misma lo ha publicado, en avance, la revista Society
and Leisure (1972, 2, 123-183).
LOSTEÓRICOL
tidón, base del progreso, indica que se está en estado de necesidad; en la demo-
cracia existe tiempo libre, aunque en menos cantidad de lo que se cree, pero no
ocio. Este está en el plano de la aristocracia, por encima de la capacidad de la
mayoría, en la clase ociosa creadora de cultura. En los Estados Unidos, el ideal
del ocio ya no existe: ha quedado sustituido por el ideal del tiempo libre o de la
buena vida. El ocio, concluye de Grazia, es perfección y en ello reside su futuro.
El tema de las relaciones entre el ocio y el trabajo, que es el núcleo de la
discusión de las dos obras mencionadas con anterioridad, es también el eje
principal sobre el que gira el libro del inglés Stanley R. Parker The future of
Work and Leisure (1971), que constituye una seria aportación teórica. Parker
sostiene que el ocio, es una actividad libremente elegida, tiene relaciones de
identidad, de contraste y de separación con el trabajo. Acto seguido, procede a
analizar estos tres tipos de relación al doble nivel de la vida individual y de la
organización social; sin embargo, en la sociedad industrial ambos fenómenos
sufren una falta de reconciliación. Ello exige establecer una política social que
introduzca nuevas pautas cotidianas de ocio como actividad placentera, que re-
valorice tanto el ocio como el trabajo, y que promueva las potencialidades del
hombre a fin de satisfacer de manera integrada sus necesidades individuales y
sociales. Y todo ello, sin que el ocio deje de ser una elección del individuo.
Se ha dicho que la sociología del ocio surge en Francia con Georges Fried-
mann, lo cual es cierto al menos en cuanto a la corriente teórica. Sin embargo,
aunque sus primeras reflexiones sobre los problemas del ocio datan de 1935,
es a partir de 1950 y sobre todo de 1956 —año en que publica Le travail én
miettes— que dicho autor desarrolla sus ideas sobre el tema. Estas ideas, influi-
das inicialmente por Marx y por los descubrimientos experimentales de Mayo
arriba mencionados, quizás representen una aportación crítica desde el punto
de vista de la sociología del trabajo —que es la especialidad propia de Fried-
mann— pero no desde la problemática del ocio. Friedmann postula la tesis de
que el ocio, que distingue el tiempo liberado al trabajo, compensa la aliena-
ción del hombre debida más al maqumismo industrial que al capitalismo. "Quien
dice ocio, dice esencialmente elección, libertad" referida al individuo. Y esta
libertad de elección tiende a compensar, porque se dirige hoy ya hacia activida-
des artesanales que complementan la personalidad, ya hacia actividades latera-
les de huida o evasión del trabajo alienador. Pero en La puissance et la sagesse
(1970) Friedmann muestra una evolución en un doble sentido: por una parte,
se plantea el problema de hasta qué punto el tiempo liberado al trabajo es real-
mente tiempo libre, relegando su interés por el ocio-compensación; y por otra,
denuncia el creciente y terrorífico desequilibrio entre el poder del hombre y su
saber, lo que hace impracticable, según él, cualquier proyecto de convertir la
civilización técnica en una civilización del ocio.
Finalmente, en cuanto a los teóricos burgueses, hay que mencionar den-
tro del área germánica, aparte del temprano precedente de Josef Pieper que
estudia las relaciones entre el ocio y el culto religoso (1948), a Erich Weber,
autor de una extensa monografía fundamental, Das Freizeitproblem (1963). Su
método es fenomenológico; su objetivo, pedagógico. Weber encuentra la esen-
cia del tiempo libre en el comportamiento autónomo del hombre. Su significa-
ción antropológica exige emplearlo con sentido, lo que sólo se logra mediante
comportamientos concretos .que conduzcan a la autorrealización de la perso-
18 LA C O N C E P C I Ó N B U R G U E S A D E L OCIO
L O S CRÍTICOS
5
Cfr. Adorno, 1 9 4 1 , 4 3 y sigs.
EL DENOMINADOR COMÚN 19
La crítica de Ch. Wright Mills gira sobre otras coordenadas. El enfant terrible
de la sociología norteamericana ya se había preocupado por el ocio con ocasión
de estudiar a los White Collar (1951) y volvió, sobre el tema en varios ensayos
posteriores (especialmente en 1954). Mucho más brillante en la denuncia que
Mannheim, es menos convincente en las soluciones. Para él, el malestar que se
respira en nuestra época se debe fundamentalmente al hecho de que los valores
y los códigos propios de la conducta tradicional han quedado vacíos. El trabajo
ha pasado de ser un valor evangélico a ser un simple medio de ganar dinero, y el
ocio a ser una manera de gastarlo. Uno y otro, trabajo y ocio, están separados; y
sus valores, en oposición mutua. La maquinaria de la producción ha destruido el
trabajo independiente y la de la diversión, la libertad del ocio. Esta es una liber-
tad "carente de seriedad", fuente más de distracción y de mero pasatiempo que
de cultivo personal. El ocio, simple parte del consumo, pierde su contenido por
la ambición de estatus y las demandas consuntivas de la emulación social. Trabajo
y ocio sólo pueden unificarse con un estilo artesano dé vida y un cultivo del ocio
cultural. La actitud de Mills, en cuyas ideas están presentes Veblen y Marx, ha
influido en la New Left, singularmente en la Radical Sociology. 6
EL D E N O M I N A D O R COMÚN
6
En cierto modo, cabría situar dentro de la corriente crítica a David Riesman —ya
c i t a d o - y al economista J. K. Galbraiíh (1958), pero como afirma Bottomore ( 1 9 6 7 , 85)
aunque uno y otro pertenecen a una tradición de pensamiento progresista y liberal, sus
ideas son bastante menos radicales que las de Mills.
En el Continente podría incluirse a autores como los franceses Georges Bataille, que
marginalmente toca aspectos relativos a nuestro tema en sus estudios sobre el erotismo,
y quizás, con un criterio amplio, a Roger Caillois, interesado por los juegos, sobre los que
ha formulado una teoría que se verá más adelante.
7
Se habla también de una concepción cristiana de la sociología del ocio (véase Ciampi,
1965, 9) pero no llega "a constituir ninguna corriente científicamente definida. Siguen esta
línea, —más concretamente católica— entre otros, los franceses Georges Hourdin ( 1 9 6 3 ) , el
grupo del Centre Catholique des Intellectuels Frangais ( 1 9 6 8 ) y en un aspecto crítico lin-
dante con el marxismo Chombart de Lauwe ( 1 9 5 6 ) así como el grupo crítico de tendencia
personalista de la revista Esprit (1959). En Italia, encontramos a Enrico Castelli (1954),
Salvatore Comes (1954), Franco Crespi (1966), etc. Pero la contribución más representa-
tiva de esta concepción sigue siendo la del alemán Josef Pieper (1958). En otro aspecto,
Alban de Laurens ha seleccionado una serie de textos del Papa y de los obispos sobre el
tema con el título de Le loisir et les loisirs (1963).
Para que el lector tenga una visión más completa de las investigaciones sobre el ocio
dentro de la tendencia burguesa, permítaseme mencionar algunos de los esfuerzos realiza-
dos en el plano de la organización colectiva. En los Estados Unidos, el Centro de Investi-
gación del Ocio (Chicago) publica en fecha temprana varios estudios colectivos, entre los
que destacan los dirigidos por Meyersohn y Denney. La American Academy of Political
and Social Science dedica uno de sus The Annuals (1957)) a The Recreation in the Age of
Automation. Al año siguiente, se funda la Outdoor Recreation preocupada por los ocios
al aire libre. Más recientemente, el Institute for Studies of Leisure de la Universidad de
Florida del Sur, en T a m p a - y del que es director Max Kaplan— se muestra interesado por
2R O A C O S J C E P C 1 C N C . U R G U E S A D E L OCIO
el mismo tema y por estudios prospectivos sobre el año dos mil. Poi último, en 1969, la
National Recreation and Park Association (Washington) empieza a publicar el Journal of
Leisure Research. Por lo que se refiere a Europa, se han celebrado numerosas rencontres
nacionales e internacionales (un resumen de las mismas lo da Lanfant: 1972, 102-105),
creándose diversos organismos y realizándose varias investigaciones empíricas en equipo
a las que ha contribuido fundamentalmente la UNESCO. Quizás lo más destacable sea: la
creación del Groupe International des Sciences Sociales et du Loisir (1956, Annecy), trans-
formado con ocasión del Tercer Congreso Mundial de Sociología, celebrado en Amsterdam,
en el Comité de Recherche du Loisir et de la Culture (puede consultarse en breve informe
de su labor en la Revue Francaise de Sociologie, abril-junio 1974, XV, 2, 293 y sigs.); del
Centre Europénn des Sciences Sociales (1960, Viena) encargado de una monumental en-
cuesta internacional sobre budget-temps; y en 1968, del Centre Europénn du Loisir (Praga)
de la UNESCO, que empezó a publicar al año siguiente la importante revista Society and
Leisure. Bulletin for Sociology of Leisure, Education and Culture. En todos los citados or-
ganismos europeos es de subrayar una creciente y activa participación de los países del Este.
8
Lanfant, 1972,66-67, 105-06, 209 y sigs., 240-41.
9
Zbinden, 1964a, 726. De Grazia, 1962, 308.
10
De Grazia, 1962, 237. Cfr. Mannheim, 1950, 323-24.
EL DENOMINADOR COMÚN
1
Liberalismo y anarquismo no deben ser confundidos en cuanto a sus respectivas pos-
turas en torno a nuestro tema. Sería ingenuo pensar que para el primero todo el tiempo
social es de un laisser-faire absoluto. Para el anarquismo todo el tiempo ha de ser libre; debe
reinar una especie de happening temporal: tiempo improvisado. En cambio, la actitud liberal
entiende que sólo una parte del tiempo es libre, y aunque no lo confiesa, en la práctica la
reconoce Ubre incluso para manipularla. Así, en el ocio burgués, a la contradicción puritano-
liberal se suma la de una libertad reconocida a la par que negada.
M ® e f x
y @1 É i e f l s a p ® l i b f ®
Se admite generalmente, dice Lanfant, que la sociología del ocio nace en los
Estados Unidos; surge en la Europa del Oeste en la década del cincuenta, y en la
del sesenta en la del Este. Y añade: "Así, todo permite suponer que se propa-
ga de Oeste a Este, de donde cabe concluir que junto con los problemas y métodos
de observación propios de la sociología empírica, se infiltra en los países comu-
nistas la ideología liberal". 1 El lector juzgará por sí mismo una vez que haya
leído el presente capítulo, en qué medida son aceptables tan precipitadas afirma-
ciones. Por de pronto, no es ocioso recordar que la otra gran tendencia sobre el
tema que nos ocupa, tendencia que se desarrolla principal pero no exclusivamente,
tiene su iniciador y no su precursor en Karl Marx.
La tendencia marxista presenta de un modo muy visible una unidad que
contrasta claramente con el carácter heterogéneo de la concepción burguesa;
mas tal unidad no significa que sea monolítica, sobre todo desde que los marxis-
tas críticos empiezan a interesarse por el tema. Las polémicas abundan sobre
cuestiones muy importantes, aunque no sobre las fundamentales. Valga como
ejemplo la discusión, que afecta directamente el problema del tiempo libre, sobre
si la alienación es un fenómeno general de las sociedades industriales o exclusiva
del capitalismo.
Ello explica que la estructura de este capítulo no pueda coincidir con la del
anterior. En primer lugar, expondré la concepción del propio Marx, concepción
que hay que ver como una fuerte reacción ante la grave situación social creada
por el capitalismo industrial. Acto seguido, se verán las principales aportaciones
complementarias de lo que podemos llamar la ortodoxia marxista y las diferentes
interpretaciones del revisionismo, para terminar con la peculiar posición mante-
nida por la escuela de Frankfurt.
1
Lanfant, 1 9 7 2 , 6 8 .
23
CR
, L A C O N C E P C I Ó N D E MARX
2
Marx distingue el tiempo.libre del ocio; aquél, como tiempo disponible, contiene
además de las actividades de ocio las actividades superiores del hombre (cfr. Marx 1857-
1858, II, 196).
3
Marx, 1875. 36.
4
Marx y Engels, 1846, 33. En uno de los manuscritos de París, el dedicado al trabajo
alienado, dice Marx que "el trabajador sólo se siente a sus anchas en sus horas de ocio, mien-
tras que en el trabajo se siente incómodo" (1844, 108). Fromm (1961, 52) explica que,
para Marx, el trabajo no es sólo un medio para lograr un fin en sí misino en cuanto expre-
sión significativa de la energía humana y por eso, precisamente, el trabajo es susceptible de
ser gozado. Véase la nota 6.
LA CONCEPCIÓN DE MARX 25
comienza allí donde se cesa de trabajar por necesidad y por la coacción impuesta
desde el exterior; se sitúa, pues, por naturaleza, más allá de la esfera de produc-
ción material propiamente dicha. Lo mismo que el hombre primitivo tiene que
luchar contra la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para su conservación
y reproducción, también el hombre civilizado se encuentra forzado a hacerlo y
lo ha de hacer cualesquiera que sean la estructura de la sociedad y el modo de
producción. Con su desarrollo se extiende igualmente el dominio de la necesidad
natural, porque las necesidades aumentan; pero, al mismo tiempo, crecen las
fuerzas productivas para satisfacerlas. En este dominio, la única libertad posible
es que el hombre social, los productores asociados, regulen racionalmente sus
intercambios con la naturaleza, los controlen en su conjunto, en lugar de ser
dominados por su poder ciego y los lleven a cambio con el mínimo gasto de
fuerza y en las condiciones más dignas, más de acuerdo a la naturaleza humana.
Pero esta actividad constituirá siempre el reino de la necesidad. Más allá comienza
el desarrollo de las fuerzas humanas como fin en sí, el verdadero reino de la liber-
tad que sólo puede extenderse fundándose sobre el otro reino, sobre la otra base,
la de la necesidad. La condición esencial de ello es la reducción de la jornada de
trabajo." 5
El proceso de cómo se llegará a ese reino de la libertad, reino que no es otro
que el que ha de implantar el comunismo, lo esboza, en lo relativo a nuestro
tema en los Grundrisse der Kritik der politischen Oekonomie: „el trabajo inmedia-
to —explica Marx— dejará de ser el fundamento de la producción, y se transfor-
mará en una actividad en la que el hombre se comportará más como vigilante y
controlador del proceso productivo que como principal agente del mismo. En
esta transformación, fundada en el progreso social, ni el trabajo inmediato del
trabajador ni el tiempo por él empleado serán ya los pilares principales de la
producción y de la riqueza, sino que lo serán el grado general de desarrollo del
hombre como individuo social, la apropiación de la ciencia, el grado de compren-
sión y de dominio de la naturaleza. El tiempo de trabajo dejará de ser la medida
del bienestar, esto es, el valor de cambio dejará de ser la medida del valor de uso.
El sobretrabajo de la masa trabajadora terminará así de ser la condición del
desarrollo de la riqueza social (das allgemeinen Reichtums), y el ocio de unos
cuantos tampoco será ya la condición para el desarrollo de las facultades intelec-
tuales y universales del hombre. El modo de producción que descansa en los
valores de cambio se habrá derrumbado, y el proceso de producción material
habrá superado su forma contradictoria. En consecuencia —concluye Marx— la
principal medida de la riqueza social ya no residirá en el tiempo de trabajo, sino
en el tiempo libre, esto es, en el tiempo no dedicado al trabajo y que sirve al
desarrollo completo del individuo. 6 "En la sociedad comunista —continúa expli-
5
Cfr. libro III, cap. 48, apéndice 3, párrafo 2o. de su obra: 1893-1894, II, 1269. Un
expositor católico de Marx, el francés P. Cálvez, comenta el transcrito pasaje con estas pala-
bras: "La verdadera libertad del hombre estaría, por lo tanto, fuera del campo de la vida
económica, pero por lo menos ese campo puede someterse a la libertad, al pasar a ser objeto
de un control por parte de una sociedad de hombres libres" (1956, 537).
° Marx, 1857-1858, II, 192-200. Hay que sobreentender "el tiempo no dedicado al
trabajo necesario". En Die dcutsche Ideologie ya había escrito Marx, con Engels, que en el
reino de la libertad el trabajo n o será más una carga para nadie, porque de su condición im-
puesta que ahora tiene, pasará a ser libre (op. cit., 1846, 134). La famosa afirmación con-
tenida en esta última obra —y también en los Grundrisse— de que el trabajo mismo quedará
suprimido en el comunismo ( 1 8 4 6 , 98) debe entenderse referida tan sólo al trabajo dividido
28 MARX Y EL TIEMPO LIBRE
cando el párrafo antes transcrito de Die deutsche Ideologie—, donde cada individuo
no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar
sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular
la producción general, lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme
hoy a esto y mañana a aquéllo, que pueda por la mañana cazar, por la tarde
pescar y por la noche apacentar el ganado; y después de comer, si me place, dedi-
carme a criticar sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o
crítico, según los casos". 7
El tiempo de trabajo y. el tiempo libre serán una sola cosa: no sólo tiempo
libre de trabajo, sino también tiempo de trabajo libre. Con sus propias palabras:
"El tiempo libre queda libre para las distracciones, para el ocio: como resultado
de lo cual queda abierto el espacio para la libre actividad y el desarrollo de las
aptitudes". El tiempo libre es, en resumen, "el tiempo de que uno dispone para
gozar de! producto y para desarrollarse libremente; he aquí , la riqueza real". 8
Ese tiempo libre tanto para el ocio como para las actividades superiores, que
sirve al desarrollo completo del individuo, "transformará de una manera natural
a quien disfrute del mismo en un hombre diferente, y como tal hombre transfor-
mado, intervendrá en el proceso de producción inmediata". 9
En Marx, el tiempo libre aparece, en definitiva, como un fenómeno transfor-
mador del trabajo y por lo mismo, del hombre. En dicho tiempo se basa la posi-
bilidad de un trabajador libre, del hombre nuevo del comunismo. 10
y alienado, como se desprende del conjunto de la obra de Marx, por ejemplo en la propia
Die deutsche Ideologie: 53-54, 98, 131 y sigs., etc. Por otra parte escribe el filósofo yugos-
lavo J. Josifovski (1970), que es exagerado pensar que el hombre sólo puede ser tal en el
ocio, pues el trabajo —amén de ser l o que diferencia básicamente al hombre del animal- es
indispensable, por lo que pedir su abolición en favor del ocio no sólo es algo imposible, una
utopía, sino una petición inhumana. Recordemos que en Das Kapital escribe que el hombre
civilizado, como el primitivo, tiene que luchar contra la naturaleza "cualesquiera que sean la
estructura de la sociedad y el modo de producción" (texto comentado en la nota anterior).
7
Marx, loe. cit. 53-54. Cuenta de Grazia (1962, 311 nota) que en el manuscrito origi-
nal añadió al margen de este pasaje, como segundo ejemplo de trabajos alternables: zapatero
por la mañana, jardinero por la tarde y actor por la noche. Por su parte, Strumilin ( 1 9 6 0 ,
375-76) glosa el pasaje en cuestión como sigue: "Si ya no nos llena de asombro hoy el que
un afinador de pianos después de haber cumplido con sus funciones mecánicas, ejecute a
veces como un auténtico músico la sonata "Claro de Luna" de Beethoven, más naturales
resultarán aun tales combinaciones de unas funciones y otras en las condiciones de la abre-
viada jornada laboral del comunismo, cuando cientos de miles de obreros ocuparán sus horas
libres con la investigación o irán a engrosar el círculo de los que en la sociedad ejercen c o m o
científicos, escritores, músicos y pintores".
' 8 Marx y Engels, Gesammtausgabe, t o m o 26, parte 3, 2 6 4 ; citado por Grushin, 1 9 6 7 ,
26. Marx, 1904, Vil, 122. Acerca de la identidad del tiempo de trabajo y el tiempo libre
en Marx véase, como antecedente filosófico directo, la Philosophie des Rechts de Hegel
( 1 8 2 0 , § 69). Friedmann (1956, 246) da como origen de estos temas en Marx también la mis-
ma obra de Hegel, concretamente los § 195 y 198; y remite al comentario que al respecto
hace Eric Weil en 1950, 90-91. Sobre el debatido tema del diferente significado del trabajo
en Marx y en Hegel puede consultarse, como ejemplo de dos interpretaciones diferentes,
muy personales, a Naville (1957) y Althusser (1966). Interesantes son las referencias que
sobre este último punto dan Richta y sus colaboradores (1966, 140, nota 42).
En otro aspecto no hay que olvidar la influencia del socialismo utopico sobre el marxis-
mo. Recuérdese la mención elogiosa que Engels hace de las ideas de Fourier relativas a
la identidad del trabajo y el placer. Véase Sánchez-Casas y Guerra, 1973, 25-26; y sobre la
concepción del trabajo de Fourier, ibid., 41-50.
9
Marx, Manuscritos de 1857-1858, II, 199.
10
La concepción constructiva del ocio, dice Lefebvre (1967, 4) en su terminología,
sólo está a p u n t a d a en Marx; en efecto, en cuanto al futuro del tiempo Ébre, Marx se interesa
LOS O R T O D O X O S 27
Hasta aquí, casi con sus mismas palabras, lo que pensaba Marx acerca del
tiempo libre. Veamos ahora cómo sus intérpretes lo han desarrollado.
LOS O R T O D O X O S "
Unidos, divulgaría en este último país. Estos estudios, centrados en los aspectos
económicos, se aplicaban al sector rural (koljoses y campesinado en general).
Pero antecedentes aparte y a pesar de la deficiente información que poseemos
sobre el desarrollo de la ciencia social en Rusia, no parece arriesgado afirmar que
hasta entrada la década de los años cincuenta, y sobre todo la siguiente, los inves-
tigadores soviéticos no se ocupan monográficamente del tiempo libre. El paso
progresivo, durante el periodo 1956-1962 de la jornada laboral de ocho a siete
horas, impulsa una serie de encuestas sobre presupuestos del tiempo, especial-
mente a través de los Institutos de Organización del Trabajo.
A partir de Marx, los autores rusos llegan a ver en el tiempo libre uno de
los problemas claves de la construcción del comunismo. Se emprenden amplios
estudios empíricos dentro de la tradición inaugurada por Strumilin, centrándose
ahora el interés en las áreas urbanas. Y se va afirmando cada vez más la necesidad
de una política social sobre el empleo del tiempo libre, pues la mera actitud ra-
cional de cada individuo se revela insuficiente.
Germán A. Prudenski se plantea en varios estudios (1960 y sig.) amplias cues-
tiones teóricas sobre el tiempo libre por ser uno de los problemas económico-
sociales más importantes, estrechamente vinculado, según señala, a la productivi-
dad del trabajo. Prudenski ha publicado dos libros importantes: V nerabocije
vremja tradjascinsja (El tiempo de no-trabajo de los trabajadores; 1961) y Vremja
i trud (Tiempo y trabajo, 1964). Para Prudenski, el tiempo libre corresponde a
aquella parte del tiempo no dedicada al trabajo, sino al reposo y al desarrollo
físico e intelectual; su valor estriba en ser una reserva de productividad. Cree que
puede aumentarse sin disminuir el tiempo de trabajo; por ejemplo, reduciendo
los tiempos parásitos mediante una mejor organización del transporte. Para
lograr un armónico desarrollo del hombre, dice, hay que organizar públicamente
el tiempo libre y conseguir que cada uno le dé un empleo racional, con vistas a
influir sobre la fuerza productiva del trabajo.
El economismo del Prudenski ha sido criticado por Boris Grushin, el cual reali-
zó una gran encuesta, Svobodnoe vremja (El tiempo libre, 1967), patrocinada
por el periódico de la juventud Komsomolskaia Pravda, durante 1963-1964. En
su análisis, Grushin se opone a la tradicional clasificación rusa en ocios activos
y pasivos, argumentando que una actividad no es mejor que otra y lo que impor-
ta es el desarrollo multilateral de la personalidad. Pone de relieve las diferencias
sociales existentes en el tiempo libre de los trabajadores rusos; resalta los aspectos
cualitativos de dicho tiempo, y lo valora en sus aspectos individuales. Algunas de
sus ideas serán expuestas en detalle más adelante.
Por último, quizá pueda resumir la postura actual de los ortodoxos rusos,
lo que escribe Emolai Lazutkin 14 en su reciente libro Sotsializm i bogatsvo (El
socialismo y la riqueza). El tiempo libre, dice, es el criterio supremo que permite
juzgar la eficacia de la producción y el carácter progresivo del régimen socioeco-
nómico. Por esto, el tiempo necesario para desarrollar una libre actividad vital,
vinculada directamente con el perfeccionamiento y la aplicación creadora de las
capacidades físicas e intelectuales, empleado racionalmente no sólo perfecciona
y acelera constantemente el proceso de producción y mejora la calidad de los
artículos, sino que constituye una premisa indispensable para el desarrollo multi-
14
Lazutkin, 1974, II y 199 y sigs.
LOS O R T O D O X O S
lateral o multifacético de la persona; por ello, su aumento para todos los trabaja-
dores es el objetivo final del crecimiento de la riqueza. 15
En los restantes países socialistas los trabajadores empíricos aparecen casi a
la zaga de Rusia, a partir de 1955 e impulsados asimismo por los respectivos
Institutos de Organización del Trabajo. Principalmente interesados se muestran
Polonia (Skorzynski), Yugoslavia (Ahtik, Mihovilovic), Checoslovaquia (Filipco-
vá), Hungría (Szalai) y Bulgaria.16
Antes de terminar este rápido vistazo sobre la ortodoxia debe mencionarse,
fuera de los países del Este, al autor de una importante y relativamente temprana
monografía teórica: el italiano Gianni Toti, que publica en 1961II tempo libero.
En el capitalismo, señala Toti, el hombre tiene escindido su tiempo en tiempo de
trabajo y tiempo libre. Pero este último es un tiempo improductivo y vacío con-
quistado con el dinero, tratado como mercancía y dependiente del trabajo, un
tiempo que opera de panacea de la esclavitud. Es fuga y negación del trabajo, su
empleo es hoy un mero problema de consumo. Con medios como la educación
permanente o la pedagogía, no puede curar a la sociedad de su patológico afán
por el consumo utilitario del tiempo libre; sólo en el comunismo, el hombre
integrará su tiempo y se identificará consigo mismo. El trabajo necesario será
abolido, y el tiempo consagrado al mismo se transformará en tiempo libre crea-
tivo, en un tiempo verdaderamente nuevo en erque el propio concepto de "tiempo
15
Lazutkin está terminando una importante investigación, que le ha llevado muchos
años, Acerca de la acción de la ley del tiempo en el socialismo. Este trabajo ha de ser de su-
mo interés para nuestro tema si se tiene en cuenta que, para él (1974, 204), en la sociedad
que avanza hacia el socialismo rige la ley objetiva de que "cuanto más intensamente se fa-
brica inmediatamente el producto social, tanto mayores posibilidades existen para ampliar
los marcos del tiempo libre y distribuirlo de m o d o igual entre todos los miembros de la
sociedad"; es decir que "en esta sociedad, el ahorro del tiempo de trabajo es igual al aumen-
to del tiempo libre". (El contexto permite entender el sentido de esta última afirmación
no como una identificación entre el tiempo extralaboral y el tiempo libre —rechazada por
el propio autor citado, cfr. ibid., 62-63 y 200—, sino que en las citadas condiciones cual-
quier aumento del tiempo libre tiende a distribuirse por igual entre todos, lo que no impi-
de la existencia residual de sensibles desigualdades sociales al respecto en la misma Rusia,
como señala el propio Lazutkin en ibid., 206 y sigs.)
Destacables son también las aportaciones de Patruchev, discípulo de Prudenski, y de
Petrossian; así como las de Bajkova, Bolgov, Ducal y Zemcov, Ignatiev y Ossipov^Krjazev,
Santo y Zemtsov entre otros. Una selección de sus trabajos la recojo en la bibliografía final.
16
Para los trabajos de estos autores, acódase a las referencias bibliográficas que incluyo
al final del libro. Acerca del estado actual de la investigación sobre el tiempo libre en Bul-
garia véase Staikov ( 1 9 6 4 ) ; en Checoeslovaquia, Savicky (1970, 3-9); en Hungría, Ferge
(1969); en Polonia, Skorzynski y Wyrobkova ( 1 9 6 2 ) , Zygulski ( 1 9 7 0 ) e Illinicz y Zygulski
( 1 9 7 1 ) ; y en Yugoslavia, Boh (1969). En todos estos países se detectan diversos enfoques
en el tratamiento de la problemática del tiempo libre. Así, por ejemplo, Zygulski distingue
en Polonia cuatro líneas distintas de investigación: 1. pedagógica, por ejemplo, la obra de
A. Kaminski; 2. política e ideológica, en la que el tiempo libre es visto como una nueva vía
para la lucha de clases, por ejemplo I. Danecki; 3. culturológica, por ejemplo W. Zwiazkowe;
y 4. tendencias orientadas hacia la práctica, por ejemplo los análisis de presupuestos de
tiempo de Helena Strzeminska.
En el campo político, el comunismo soviético recoge con tendencia a optimizarlas, las
ideas de Marx sobre el tiempo libre. Véase el programa del P. C. aprobado en 1961 por el
XII Congreso, "Programma Kommunisticeskoi Partii Sovietskogo Sojuza", parte II, V, I;
publicado en Konsomolskaia Pravda del 4-11-1961, pág. 3 (citado en Vagovic, 1964, 1 9 6 ;
en Marcuse, 1958, se da como apéndice un amplio extracto de este programa pero el texto
citado, recogido en la pág. 293, ha sido reducido a su primer párrafo; en la pág. 2 2 4 puede
verse, en cambio, completa en lo que afecta a nuestro tema, lo que prevé el programa sobre
la jornada y las condiciones de trabajo.) Interpretaciones de valor oficioso sobre el tema en
el comunismo se encontrarán en Kuusinen et al., 1959, 6 7 1 y 676-77; y el Ósnovi Marks-
sistskoifilosofa, 1958, 812-13.
30 M A R X Y EL T I E M P O LIBRE
libre" no tendrá valor porque todo el tiempo estará ya liberado. Para Toti, ante
el conformismo de la sociedad de masa capitalista urge una planificación cons-
ciente y racional del tiempo como medio, para liberar al hombre del tiempo de
esclavitud y conseguir una nueva moral del tiempo libre, en la que ya no tendrá
sentido la tesis burguesa de que el tiempo es dinero.
¿Qué rasgos caracterizan a los ortodoxos? Aparte de adecuarse al menos en
lo fundamental a la línea oficialmente marcada por el Partido, fijan su atención
en los problemas prácticos de la actual fase socialista, a diferencia de Marx que
se ocupó del tiempo libre en el capitalismo y el comunismo. Y, secundariamente,
efectúan algunas aportaciones teóricas con motivo de sus análisis empíricos, de
acuerdo con el principio de unidad entre teoría y praxis. El tiempo libre es
tratado, dentro de uña concepción materialista dialéctica e histórica, en el marco
de la economía de tiempo, como fuente de productividad y, mejor aún, de rique-
za social.
La tendencia marxista no se agota aquí. Al margen de esta interpretación
orto.doxá han surgido una serie creciente de autores que basándose, por supues-
to, siempre en Marx, revisan más o menos dicha interpretación, abriendo con
ello un amplio camino crítico, muy polémico pero por lo mismo muy fecundo.
LOS REVISIONISTAS
Checoslovaquia es uno de los países del Este que más atención presta a la tendencia
burguesa. Savicky (1970, 7) ha "medido" los autores más citados en la literatura checa sobre
el tiempo libre. Son, por este orden: Marx, Dumazedier, Prudenski, Richta, Strumilin y
Friedmann; a los que siguen Fourastié, Fromm, Riesman y Giaff Blücher. No ha de dedu-
cirse de ello la existencia de una convergencia de opiniones entre las dos grandes tendencias
en lid. Los autores burgueses son citados, por lo general, más para someterlos a crítica o
simplemente para recoger ciertos datos de interés empírico que para aceptar su posición
teórica.
33
LA P O S T U R A DE LA E S C U E L A DE F R A Í M K F U R T
20
W. Benjamín, 1938, 820.
21
Uno de los iniciadores del freudomarxismo fue Wilhehn Reich, psiquiatra relacio-
nado en más de un aspecto con el grupo de Frankfurt. Aunque marginalmente, también se
ocupó en su primera época, circunstancialmente, del tiempo libre. En su trabajo sobre qué
es la conciencia de clase (1934), en el que contra los ortodoxos se proclamaba marxista
auténtico, defendió ambiguamente la necesidad de un tiempo libre más bello como ele- i
mentó específico de clase, sin el cual no podía hacerse positivo el espíritu revolucionario. '
22
La historia de la Escuela de Frankfurt ha sido trazada con todo detalle por el ñor- I
teamericano Martin Jay en su libro (1973) que comprende el periodo 1923-1950. Sobre I
la postura de algunos teóricos críticos acerca del tiempo libre en el reciente panorama ger-
mánico, véase Prosenc, 1969, 76, y 1970, 69-70.
34 M A R X Y EL T I E M P O LIBRE
y el de trabajo, haciendo que éste sea marginal y aquél completo, que habrá de
conducir a un modo de vida incompatible con la civilización tradicional— es ya
posible gracias al avance y dominio tecnológicos.
Este happy end no es mantenido por Marcuse mucho tiempo. En One Unidi-
mensional Man (1964), negro análisis de la sociedad industrial avanzada, se dice
que la irracional racionalidad tecnológica impone amplias exigencias económicas
y una política de defensa y expansión de todo su aparato sobre el tiempo libre.
Y la nivelación de gustos en el ocio, condicionados por los medios masivos de
comunicación, revela su función ideológica de igualación de las clases. La conclu-
sión ahora es más bien pesimista, ya que todo ello impide la automación comple-
ta de las necesidades, único modo de conseguir un tiempo libre que permita al
hombre constituirse a sí mismo, tanto en su vida privada como en su vida social,
y de trascender históricamente hacia una nueva civilización no represiva.
Finalmente, ha de hacerse mención de otro ex miembro de Frankfurt, el
psiquiatra Erich Fromm, situado en una posición mucho menos izquierdista que
los anteriormente citados, y cuya evolución hace dudar de si, no obstante sus
antecedentes, se le debería situar entre los críticos burgueses. Es autor de nume-
rosos y conocidos libros entre los que sobresale por lo que se refiere al tema del
presente trabajo, The Sane Society (1955). Para Fromm, el modo de producción
industrial, común al capitalismo y al socialismo, provoca una alienación que
afecta también al tiempo libre. La diversión se ha convertido en una industria
más en la que el cliente compra su placer, lo que acarrea que el tiempo libre se
valore por su rentabilidad económica y no en términos humanos. El fin de esta
situación enajenante sólo será posible con un cambio de las condiciones socioeco-
nómicas que impulse y no impida la personalidad integrada y total del hombre,
un cambio hacia lo que él llama un "humanismo socialista". 23
La Escuela de Frankfurt representa en conjunto una toma de conciencia del
falso papel que cumple el llamado tiempo libre, sobre todo en la sociedad capi-
talista pero no exclusivamente en ella. En el fondo, es una insistente denuncia de
las estructuras nacidas bajo cualquier tipo de ideología autoritaria y de progreso
tecnológico dirigido al consumo de masas. A través de una reiteración obsesiva
de temas, se nos presenta el tiempo libre como esencialmente igual al de trabajo,
tiempo manipulado e instrumento de integración; y se reclama su conversión en
un tiempo en el que el hombre se encuentre a sí mismo. La Escuela se ha mostra-
do mucho más fértil en el análisis destructivo de falsos conceptos que en la crea-
ción de conceptos nuevos. El debate en tomo a su obra radica, indudablemente,
en determinar si cierra o abre un camino.
¿ D Ó N D E E S T Á LA C O N V E R G E N C I A C O N
LA C O N C E P C I Ó N B U R G U E S A ?
23
Otras contribuciones de la Escuela de Frankfurt al tema, se encontrarán en A.
Steniheim, 1932, y en el ya citado W. Benjamín, 1969, publicado postumamente.
24
N o me ocupo, por ser más política que científica, de la posición defendida por los
3 2 M A R X Y EL T I E M P O L I B R E
nada época, no en el sentido de haber sido engendrada en rigor por ella, sino
porque es en ella que se configura como una práctica colectiva, provista de un
valor o disvalor considerado básico al menos por algún estrato o clase dominante
o un sector significativo de la sociedad. Y es durante ella que adquiere una tras-
cendencia en el resto de la vida social, llegando a constituir una característica
diferencial de la cultura a la sazón imperante.
LA SKHOLÉ C O M O ¡ D E A L G R I E G O
La. tipología que expongo en este capítulo no pretende ser exhaustiva. Históricamente,
no va más atrás del mundo griego; y antropológicamente no considera, salvo en alguna nota
marginal, las culturas primitivas. Pese a tales limitaciones, la estimo valida paxa las socieda-
_des históricas de la civilización occidental y a partir de Grecia. Sobre la posición de la cultu-
ra hebrea, emanada de la Biblia, consúltese París, 1972, 174 y sigs. y González Llaca, 1975,
28 y sigs, y la nota 24- de este mismo capítulo, acerca de la ociosidad.
Etimológicamente, esta voz griega significa parar o cesar. El sentido originario dé
skholé fue el de estar uno desocupado y, en consecuencia, disponer de tiempo para sí mis-
mo. Coincide, por consiguiente, con el significado literal de la expresión "tiempo libre".
Esta acepción, aunque fue de uso popular, no llegó a adquirir un significativo valor socio-
cultural, al menos entre los atenienses.
4
Aranguren (1958a, 119). Cfr. Bertrand Russell (1932, 734). Justamente, ha escrito
González Seara que "todos los cantos de alabanza al pasado esplendoroso del ocio griego son
del residuo reaccionario de un humanismo falso, que no quería darse por enterado de que
el ocio de la minoría patricia sólo era posible en función de una inmensa masa de esclavos,
desprovistos de todo derecho" (1971, 70). Llama la atención que, al enjuiciar el mismo
hecho, un autor maixista como Lukács se muestre mucho más moderado, señalando que la
esclavitud permitió "la maravillosa cultura ateniense" (Lukács, en Holz et al-, 1969, 77).
5
Según el testimonio de Diógenes Laercio en el libro II de su Vitae. .. (edición citada
al final, I, 74) del que se hacen eco Valerio Máximo en De dictis... (cap. VIII, del libro
VIII, dedicado a "De otio laudato") y el sofista Claudio Eliano en sus Variae Historiae
(cap. XVI, del libro X).
LA S K H O L É C O M O I D E A L G R I E G O
6
Cfr. Aristóteles: Política, II, 1269o, y VIII, 1338a; Ética, I. 1095, y X, 1 1 7 7 ; É t i c a
nicomaquea X. 11776. La expresión "no-ociosos" significa trabajar pues, c o m o recuerda
Pieper ( 1 9 5 8 ) , la lengua griega carecía de una palabra equivalente al trabajo c o m o actividad
laboral -cotidiana; utilizaba, para designar ésta la expresión "estar no ociosos" (c¿OK oXLOO.
Más adelante (nota 5 del cap. 6) vuelvo sobre la postura aristotélica acerca de las relaciones
entre el ocio y el trabajo.
Por otra parte, según Livingstone ( 1 9 3 5 , 64; citado por Huizinga, 1938, 215) para el
hombre libre era ocio todo el tiempo que n o estaba reclamando por el oficio público, la
guerra o el culto (véase la nota sig.). Sin embargo, no hay que olvidar la matizada opinión
de Aranguren (1958, 114) cuando nos explica que "lo que caracteriza externamente al
hombre libre es que, a diferencia del esclavo, no está sometido a una ocupación forzada,
sino que su tiempo, su vida, es libre. Este tiempo libre —la raistóne o diagogé aristotélicas—,
¿en qué debe emplearse? No en el juego (paidiá) o en el entrenamiento (anápausis), pues
estos pueriles quehaceres n o tienen en la vida adulta otro sentido que el descanso. Descanso
¿de qué? De la verdadera ocupación humana que consiste en skholé". Dichos quehaceres,
señala de Grazia (1962, 4), puesto que son necesarios, no constituyen fines en sí mismos.
7
En Aristóteles, el hombre ocioso podía y aún debía pensar en los asuntos de la polis,
aunque participar en ellos implicaba perder el ocio. Sobre-Epicuro, véase Marcuse, 1938.
8
Séneca se aproxima al concepto aristotélico y epicúreo del ocio. En sus cartas a Luci-
lio, invita a éste a liberar su tiempo, robado por los negotia y sustraído por las ocuppationes;
vanos deberes de la vida social y profesional, pues el descanso es la condición sine qua non
para adquirir la sabiduría, la virtud y la felicidad a través del cultivo del espíritu y de la con-
templación desinteresada de la propia alma. Cfr. además de Ve otio y d&De brevitate vitae,
las cartas mencionadas: la LXII, sobre el buen uso del tiempo, y la LXVII, sobre el ocio
fecundo, entre otras. En esta última epístola escribe que "nunca está el sabio más activo
que cuando contempla ante sus ojos las cosas divinas y humanas". Véase la bibliografía de
Andrée y de Giangrande indicada en la nota 13.
9
Cfr. Summa Theologica, 2a-3ae, quaest. 17Va, 1; III Sententia Distincta, 35 quaest.
a-1; Ethicorum Aristotelis Expositio, I, lect. m. 58-59. Pieper no vacila sobre este punto
pues escribe claramente que "la doctrina cristiano occidental de la vita contemplativa está
vinculada a los pensamientos aristotélicos acerca del ocio" (Pieper, 1 9 5 8 , 1 4 ) . Quien señala
la diferencia de fondo es, sin embargo, de Grazia (1962, 13): "El contemplador es ahora
divino, n o porque contempla —como en Grecia— sino porque busca contemplar a Dios".
42 LAS R E S P U E S T A S D E LA H I S T O R I A
ÉL OTIUM ROMANO
En Roma no prosperó, como queda dicho, la visión griega; ésta sólo fue con-
tinuada por el estoicismo. Una nueva acepción fue introducida. Se la encuentra
principalmente en Cicerón, cuando éste nos habla del otium como tiempo de
descanso del cuerpo y recreación del espíritu, necesario para volver a dedicarse
—una vez recuperados— al trabajo o al servicio público. Así, para Cicerón, como
para Plinio el joven y Marcial, hay que alternar el otium con el nec-otium. El
trabajo —en el comercio, el ejército, la política, etc.— a pesar de su etimología,
10
Como es patente en las Disputationes Camaldulenses (1468) de Cristoforo Landino.
La recepcdón cristiana y medieval de la skholé ha sido estudiada por de Grazia en 1962,
13-14, de donde tomo la anterior cita así como la referencia a Trinkhaus (1954, 186-87).
11
Otro ejemplo es el anónimo Discours sur l'emploi du loisir (1739, 40; tomado de
Cacérés, 1973, 121), en el que se lee: "El ocio sólo es útil si está bien empleado. . . Cuatro
indicaciones nos revelan con certeza cuando aquel es ventajoso: si hace feliz, si ayuda a co-
nocerse a sí mismo, si nos reforma y si nos perfecciona. Pues esos son sus frutos".
Según O. F. Bollnow (1958, 96-97), la ilustración valoró el equilibrio entre el esfuerzo
y el ocio; incluso llegó a relativizar el trabajo, viéndolo como un medio para un disfrute más
alegre de la vida. Entra así en contacto también con la idea romana del ocio.
12
Cfr. Larrabee y Meyershon (1958). Una bella muestra del concepto oriental del ocio
se encuentra en los encantadores "Ensayos sobre la ociosidad" del japonés Y oshida Kenko,
escritos su 1340; pueden encontrarse transcritos en Keene (1955). Y otra muestra, ésta
aciun!, la proporciona el filósofo chino contemporáneo Chung-Shu Lo (1969, 169 y sigs.)
con ocasión de Ja defensa que hace del derecho de los hombres al goce de la vida.
EL O T I U M R O M A N O 43
EL OCIO C 0 M 0 4 D E A L C A B A L L E R E S C O
16
Cfr. Paul Feldheim, 1967, 197-212, especialmente 205.
17
Huizinga, 1924, 36. Veblen, 1899. Según Herskovits (1948, 319 y sigs.) en algunas
sociedades primitivas, el ocio social presenta ya un importante carácter exhibitorio.
18
Veblen, 1899, 51; véase ibid, 10 y sigs. y 48.
EL OCIO C O M O I D E A L C A B A L L E R E S C O
esencial es gastar el tiempo en exhibir el ocio. El ocio es, pues, en este momento
histórico, fundamentalmente un ocio ostensible que, por serlo, comprende
incluso el ocio vivido en privado porque para poner éste de manifiesto hay que
exteriorizarlo.
Ahora bien, tal exhibición exige un consumo, un consumo asimismo osten-
toso. A tal extremo que incluye no sólo el consumir, sino también el saber con-
sumir, porque ese saber es, a su vez, demostrativo de un gasto de tiempo ocioso,
del mismo modo que los buenos modales revelan una cantidad de tiempo pasado
en adquirirlos.
En resumen, lo importante es que el empleo de un tiempo de ocio se va
convirtiendo en un signo exterior de nobleza cada vez más contrapuesto al servil
tiempo de trabajo, señal inconfundible de sumisión e indignidad.19 Esto facilita
una distribución vertical del tiempo social, paralela al sistema establecido de
estratificación, en un proceso diferenciador cada vez más acusado y que ilega
hasta la gratuidad.
El ocio caballeresco que había surgido originalmente como un medio, evo-
luciona contradictoriamente: sin dejar de ser tal medio pasa a adquirir un valor
en sí mismo. El ocio ostensible es sustituido por una ostentación progresiva-
mente consuntiva a través de comportamientos excesivos. Es la aparición y poste-
rior invasión del lujo, fuente de placer y mostrativo al límite de una riqueza
personal o familiar sobreabundante. Así, se llega al derroche, en auge creciente
hasta el siglo xvm. 20 El ocio caballeresco pierde con ello su esencia y degenera
hacia contenidos cada vez más formales en los que se basará precisamente una
nueva conceptuación del fenómeno: la del ocio como ociosidad.
No obstante, entrado el siglo xvm, el carácter ostentoso del ocio caballeres-
co procura adaptarse a la fuerte presión de las ideas puritanas. Los hombres de
negocios, como nos cuenta Veblen, se ven impulsados a dedicarse al trabajo
industrial y el ocio se disfraza de "trabajo": pasa a la esposa y a los sirvientes
(clase ociosa vicaria), en forma de actividades "sociales" o domésticas, de entre-
tenimientos moderados con apariencia de deber, que muestren que aquéllos
no son vagos, sino que están plenamente ocupados en el tiempo aunque en nada
lucrativo o que tenga una utilidad importante. 21
El ocio caballeresco llega hasta nuestra sociedad de consumo, obsesionada
por los status symbols, fuente artificial de riqueza, de prestigio y de poder. En
ese imperio del signo y del consumo, la versión desvirtuada del ocio caballeresco
encuentra un óptimo caldo de cultivo, desarrollándose en una extensa variedad
19
Paxa Veblen, la actividad ociosa, en el sentido aquí examinado y como opuesta a la
actividad laboriosa, encuentra su origen en la diferencia entre el trabajo del hombre y el de
la mujer. En ambos casos, hay una asociación con la debilidad y la sujeción a un amo. Es,
pues, algo que inevitablemente rebaja. Cfr. Veblen, 1899, 30 y 44.
20
Sobre el consumo ostentoso ver las observaciones de H, Otto Dahlke en 1964,
130-31. Una interesante exposición sobre la época en conexión con lo aquí tratado se en-
contrará en H. E. Barnes, 1946, 795-861. I-a transformación social de la clase ociosa espa-
ñola en el siglo XV, tomando como marco de referencia el mundo de la tragicomedia La
Celestina, ha sido estudiada por J. A. Maravall, 1964.
En cuanto al consumo lujoso, cfr. Veblen, 1899, especialmente 81 y 99 y sigs. El
desenvolvimiento de este fenómeno, a lo largo del periodo que comprende los siglos XIII
al XVIII en Europa, lo analizó W. Sombart en un libro clásico sobre el tema (1912) donde
lo relaciona con la formación del capitalismo.
21
Veblen, 1899, 88 y 102.
LAS R E S P U E S T A S DE LA HISTORIA
E L ' O C I O C O M O VICIO EN EL P U R I T A N I S M O
Los postulados que sobre el valor ético y religioso del trabajo defienden en
Europa la ética reformista del calvinismo u, sobre todo a partir del siglo XVH, las
rígidas doctrinas del puritanismo inglés, que años más tarde había de pasar y
solidificarse en las colonias americanas amén de arraigar en la metrópoli, confie-
ren un nuevo sentido al ocio. En extrema reacción a la idea caballeresca, la nueva
concepción tachará a la conducta ociosa de grave vicio personal y social.
Es el ocio entendido como ociosidad, a la que se tilda de fenómeno antina-
tural. Adam Ferguson escribía bien convencido, en la segunda mitad del siglo
XVin, que "sería conocer mal la naturaleza humana querer que pusiera término a
su trabajo y se entregara al reposo". 23
El ocio pasa a ser entendido como contrapuesto totalmente al trabajo; es el
antitrabajo: la inactividad misma. El trabajo es productivo;el ocio, absolutamen-
te improductivo. La idea caballeresca del ocio como improducción subsiste, por
lo tanto, pero se la recoje invirtiendo su valoración social 2 4 Porque —y esto es lo
importante por ser trascendente el ocio es visto como ausencia de esfuerzo, y sin
esfuerzo no cabe autoafirmarse como predestinado a la salvación en la eternidad
del más allá. En consecuencia, el ocio continúa poseyendo un valor semiótico,
al igual que en la fase caballeresca, pero ahora el mensaje que transmite es bien
distinto: es una clara señal de condena eterna. Entendido como un no hacer
nada, o mejor Un no hacer algo que sea productivo, ya no es uno de los peores
vicios del hombre, sino el vicio madre de todos los demás vicios. Al ser sinónimo
de sometimiento a la misma vida viciosa, quien cae en él no es libre sino esclavo
de sí mismo.
Al ocio, negador de la libertad, se opone el trabajo, fuente de ella. En efecto,
frente al ocio caballeresco, signo exterior de prestigio y de riqueza y a la postre
derroche de ésta, el "antiocio" o trabajo puritano se revela como un signo ante-
^ 2 2 Véase Galbraith, 1958, 97, y la divulgación de Vanee Packard, 1959, ambos en re-
lación con la cultura estadounidense contemporánea.
-Con referencia a España, recuerda Robles Piquer (1966, 18) que todavía en extensas
legiones "señorío" equivale a ociosidad y "servidumbre" a trabajo.
23
Ferguson, 1773; citado por Gómez Arboleya, 1954o, 289.
24
La Edad Media había valorado el trabajo, pero dentro de unos límites precisos de
carácter ónticó, histórico y social (Gómez Arboleya, 1957, 119-125 donde explica el sen-
tido de tales límites).
Desde William Petty, la ciencia económica consideró fundamental el valor del trabajo,
pero sin duda fue Adam Smith con su famosa An Inquiry into the Nature and Causes of the
Wealth of Nations (1776), quien más contribuyó al arraigo de aquella concepción moral: al
ver en el trabajo no sólo la fuente de la propiedad —lo que ya había dicho Locke— sino ade-
más la fuente de toda riqueza, todo aquel que no trabaja está, y más exactamente es, ocioso;
deja de ser socialmente productivo. En cuanto a los antecedentes, éstos son muy numerosos.
Recuérdese que la ociosidad fue muy atacada ya en 1a Antigüedad; especialmente intensa fue
la crítica de los Padres de la Iglesia, los cuales se basaron en los texto bíblicos: Gen. III,
18-19; Ecless. 33, 28-29, donde se lee que "muchos vicios enseñó la ociosidad"; Ezech.
XYÍ, 49; Prov. 6, 6-8; ibid. 12, 11; id. 28, 19; Job 5, 7; etc. (Siglos después no obstante,
Erasmo y Rabelais, entre otros, denunciarían la vida ociosa de los monjes de su tiempo.)
£ L OCIO C O M O V I C I O EN EL P U R I T A N I S M O
E L OCIO B U R G U É S COMO T I E M P O
SUSTRAÍDO AL TRABAJO
numerosas colonias de frailes, los nobles, los procuradores, los escribanos, los guardias, los
clérigos, millares de vagos, rentistas, cocheros, mozos de cuadra, postillones y los extranje-
ros que vienen en enjambres". Alexis de Tocqueville (1840, 294) cuenta de los Estados
Unidos del primer tercio del XIX lo que sigue: "Encontré, a veces, en América, a gentes-
ricas, jóvenes, enemigas por temperamento de cualquier esfuerzo penoso, y que se veían
forzadas a adoptar una profesión. Su naturaleza y su fortuna les permitían permanecer ocio-
sos; la opinión pública se lo prohibía imperiosamente, y había que obedecer". Y a mitad del
mismo siglo, leemos en el Dictionahe de Maurice de la ChStre (1857), al tratar la voz
"loisir", que "no hay ni debe haber ocio en la existencia humana sabia y honestamente en-
tendida. El hombre está condenado, por la propia ley de su felicidad, a un trabajo incesante.
No tiene el derecho- de reposar, a no ser en último término. E incluso, en tal caso, debe
llenar su existencia, sin jamás abandonarla a los azares de la pereza".
28
Acerca de la evolución de las ideas puritanas en relación con el ocio, en los Estados
Unidos, véase D. Martindale (1960a, 379 y sigs.) además de F. R. Dulles (1940). Por lo que
se refiere a la pemvencia en nuestros días del tipo puritano de ocio recuerda Dumazedier
(1962a, 347) refiriéndose a Francia, que "antes de 1936, a cada acción reivindicatoría o acto
legislativo en favor de las horas de trabajo, los moralistas conservadores proclamaban la deca-
dencia segura de las costumbres públicas; en su visión del mundo, el ocio equivalía a la
ociosidad". Esto no es referible sólo a los franceses ni limitable a aquella fecha, en plena
década de los años cincuenta Margaret Mead (1957, 211 y sigs.) señalaba que dentro de la
tradición cultural norteamericana, el ocio es algo que debe ganarse una y otra vez por medio
del trabajo y de las buenas obras. El ocio inmerecido no se considera una virtud, sino un
vicio en el que primero llega el placer y después el dolor. El hombre debe trabajar, cansarse
y tener un poco de recreation para poder trabajar de nuevo. Se considera inmerecido y
perdido el tiempo que sobrepasa lo necesario para descansar y volver al trabajo. Pocos años
antes, Clement Greenberg (1953) se había expresado en el mismo sentido que M. Mead
acerca de la persistencia en los Estados Unidos de la concepción puritana del ocio; concep-
ción que como vemos ha perdido ya su rigor original conectándose con el otium opinion
en contra, en relación con la sexualidad, ha sostenido Foote (1954). Ambas posiciones
responden a las contradicciones de la realidad norteamericana contemporánea.
El caso de los ejecutivos, arriba aludido, ha sido objeto de un jugoso análisis por W.
H. Whyte Jr. en un libro de expresivo título: The Organization Man (1956).
ELOCiO BURGUÉS 49
aumento de los salarios. Ello origina un proceso, lento pero constante, de dismi-
nución de las horas de trabajo a través de medidas legislativas, por las que los
gobiernos establecen límites máximos más formales que reales, a la jornada
de producción. 29
Así, poco a poco, en pequeñas y contadas dosis, surge un tiempo nuevo
sustraído al tiempo de trabajo o, como ha dicho Anderson, un tiempo "no ven-
dido al trabajo". Es un tiempo excedente (spare timé) que la ideología liberal
no sujetará a norma alguna, dejándolo a la libre disposición individual (disposa-
ble time).
La modernización aporta, de este modo, una manifestación inédita del
ocio.30 Las anteriores acepciones presentan la característica común de dotar
el ocio de un sentido determinado, positivo o negativo. En Grecia y en Roma,
como entre los caballeros ostentosos y entre los puritanos antiociosos, la acti-
vidad ociosa está socialmente revestida de un significado claro y específico que
no determina pero sí condiciona el empleo del tiempo dedicado a ella. La
sustantividad y la valoración del ocio reside en el modo de empleo del tiempo.
Lo esencial en cada caso es más el uso social que se hace de la temporalidad, que
el hecho de disponer libremente de un tiempo.
No ocurre así con el ocio moderno. Ahora se sustrae tiempo al trabajo habi-
tual y cotidiano, no porque se valore el contenido concreto de dicho tiempo,
sino porque se ha desvalorado el trabajo. En consecuencia, lo que importa es el
no-trabajo; no directamente, el ocio. El valor esencial pasa a residir menos en
29
Una fecha significativa es el año 1948, en el que la Asamblea de las Naciones Unidas
aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta Declaración proclama, en el
art. 24 entre otros derechos, "el derecho al disfrute del tiempo libre". Sin embargo, aparte
de su mero carácter programático, tal derecho no llega a constituir un auténtico y pleno
derecho al tiempo libre como he demostrado en otro lugar (19746).
30
El sentido moderno del ocio como tiempo disponible, sustraído al trabajo, cuenta
con un curioso precedente en la literatura de los siglos XVI y XVII relativa a la construcción
imaginaria de ciudades ideales. (Sobre dicha literatura véase Servier, 1967; Berneri, 1962;
Mumford, 1922). En la Utopía (1516) del canciller de Enrique VIII, sir Tilomas More, y en
la Citta del Solé (1602) de fray Tommaso Campanella, los autores imaginan una sociedadi
ideal en la que no hay esclavos ni "clases ociosas": todo el mundo trabaja. Es suficiente con
que cada persona trabaje pocas horas fs.-h al día en las 54 ciudades de Utopía, ibid., 77;.y
casi cuatro en la Ciúdad del Sol: ibid., 59). De este modo, el iesto del tiempo podría ser
dedicado por cada uno a lo que más le gustase; por ejemplo, como propone Campanella,
pasear por el bosque, tirar el dardo o disparar el arcabuz. Sobre el tiempo libre en Utopía,
véase Spaventa de Novellis, 1971.
Otro precedente, de carácter distinto, se encuentra en el siglo XVIII, en el Projet d'une
dixme royale del mariscal Vauban, proyecto en el que su autor proponía reformar honda-
mente la vida social para conseguir 180 días de trabajo y otros tantos días de no trabajo al
año. Dicho proyecto, escrito en 1698, no pudo ser publicado hasta 1707 por haber sido
inmediatamentejprohibido por el Consejo privado del rey.
Precursores modernos fueron los socialistas utópicos, entre los que sobresalen Saint-
Simon y sobre todo, por lo que respecta a nuestro tema,_ Owen y Fourier. Para no exten-
derme excesivamente me limitaré a recordar que el inglés Robert Owen, el cual intentó
llevar a la práctica sus ideas de reforma social en una gran fábrica de hilados situada en New
Lanarck y más tarde en unas comunidades bautizadas con los nombres de "New Harmony"
(Estados Unidos, 1825-1829) y "Harmony-Hall" (Inglaterra, 1839-1845), ya introdujo en
aquella población inglesa como medida básica, auténticamente revolucionaria en aquel tiem-
po, la reducción del tiempo de trabajo a diez horas diarias (cfr. Morton, 1962, 23). En cuan-
to al francés Charles Fourier, propuso otro sistema comunitario basado en unas comunida-
des llamadas "falansterios" en los que el trabajo tan sólo ocupaba desde los 18 a los 28 años.
Sus intentos de llevar a la práctica esa idea no conocieron mejor fortuna que los de Owen.
(Sobre Fourier ver Naville, 1957, 490 y sigs.). Es muy considerable la influencia de Fourier
50 L A S R E S P U E S T A S D E LA H I S T O R I A
los aspectos cualitativos del ocio, referentes al contenido del fenómeno, que en
los cuantitativos relativos al tiempo. 31
Vivido como mero tiempo de no trabajo, el ocio se da como un tiempo "en
blanco". Es decir, en principio, del todo y para todo disponible por todos.
Aparece, así, un tiempo de ocio masivo que tiende a distribuirse de un modo
horizontal: es el ocio burgués.
Más ha de aclararse que ese nuevo ocio es burgués no porque sea exclusivo
y propio de los burgueses, que no lo es, sino porque éstos son quienes lo inspi-
ran y lo controlan. El comportamiento pautado durante el tiempo sustraído al
trabajo no es realmente libre ni resulta socialmente indiferente. Está supedita-
do por las condiciones del trabajo, siendo un fugaz respiro del mismo, y además
pronto llega a constituir una fuente potencial de consumo que los dirigentes
capitalistas van rápidamente a utilizar de acuerdo con sus particulares intereses
económicos. Es la conversión del tiempo sustraído en un tiempo de consumo.
Por otra parte, el ocio burgués, en lo que se deriva del sistema industrial de vida,
no es exclusivo de los países capitalistas.
• El tipo burgués del ocio moderno y su posterior evolución plantea una grave
problemática que hoy nos afecta; pero no podemos entrar en ella sin antes volver
sobre la cuestión, enunciada en el capítulo anterior, del ocio en relación con el
tiempo libre.
33
Véase de Grazia, 1962, XVIII-XIX, 4 7 , 4 9 , 217-18, 290, 308, 361, 387 y 389.
34
Marcuxse, 1964, 70-71 y 269. Para Lanfant (1972, 208), la cuestión fundamental
de la sociología del ocio está en la transformación del tiempo libre en ocio, cuestión —ana-
de— derivada ella misma de la ideología.
35
Ciertamente, de Grazia concede a la historia un lugar importante en su libro, pero
esta hisotiia es única y exclusivamente la historia de la skholé. En cuanto a su actitud aris-
tocratizante, el propio autor citado no sólo la reconoce, sino que además parece vana-
gloriarse de ella: véase 1962, 318-319, 328, 334 y 343.
36
Cfr. Dumazedier, 1974, 9-10. Aunque con evidente exageración, ha llegado a
escribirse que "no hay objeto más polémico que el ocio ; ni disciplina más contestada que la
sociología del ocio" (Lanfant, 1972, 5). La recopilación de trabajos dispares de distintos
autores sobre los problemas del ocio y del tiempo libre a cargo de Larrabee y Meyersohn
(1958), es un buen ejemplo del carácter fuertemente polémico de esta materia.
52 L A S R E S P U E S T A S D E LA H I S T O R I A
y de tiempo libre, carácter que se debe en gran medida a la carga ideológica que
Tino y otro concepto sobrellevan. Las concepciones históricas, que contribuyen
a tal carga, tampoco son ajenas a la misma. Y se ha visto la multiplicidad de
connotaciones que colorean los distintos tipos de ocio. Todo ello confirma que
el tema que nos ocupa anda ligado a fondo con las ideas morales y políticas do-
minantes en,-cada época, así como con los intereses económicos de los estratos
sociales en hegemonía.
Sin embargo, la misma evolución histórica del ocio presenta unas constantes
categoriales que señalan la relación existente entre él y el tiempo libre, más allá
de cualquier tipo concreto. En efecto, tras los diferentes tipos se encuentra
siempre, en primer lugar, un gasto o una inversión de tiempo, y en segundo lugar,
una libre disposición del mismo. En el bien entendido que tales constantes no
impiden que en la práctica ese tiempo sea mucho o poco, y de todos o de unos
cuantos, y que esa libertad sea más o menos efectiva. Pues cada tipo histórico de
ocio se peculiariza por cómo interpreta y combina fácticamente esos elementos.
Lo que quiero señalar es, de un lado, que la temporalidad y la libertad apare-
cen como los ingredientes constitutivos del ocio. Éste, es una acepción que com-
prende todo el campo potencial de la realidad, viene a confundirse con el tiempo
libre. Mas de otro lado, en la práctica uno y otro no sólo se diferencian, sino que
incluso pueden llegar a ser contradictorios entre sí, ya que un tipo dado de ocio
es factible que no constituya un tiempo de libertad. El ocio denota directamente,
entonces, un contenido fáctico e histórico, referido a la libertad. Este contenido
viene dado para unos por la situación vivida por el sujeto, y para otros por las
actividades realiza'daS'durante aquel tiempo. Es decir, que en esta aceptación
restringida el ocio significa una práctica individual y social referida: real o poten-
cialmente a la libertad, durante un tiempo personal y en un momento histórico
dado.
Se deduce de lo expuesto que caben dos acepciones generales del ocio: a)
como un fenómeno distinto al tiempo libre, en cuyo caso este último se refiere
a la conjunción de la temporalidad y la libertad, y aquél a cómo se realiza o no
tal conjunción en la práctica histórica; y b) el ocio como tiempo libre,37
La existencia de ambas acepciones es indicadora del problema del ocio, un
problema que está contenido implícitamente en la acepción restringida del ocio
y del que es expresión la oposición terminológica existente entre las tendencias
burguesa y marxista; la cual se mueve dentro del doble campo semántico derivado
de la primera acepción de aquél.
Los autores burgueses que defienden la acepción amplia de ocio, como sinó-
> nimo del tiempo libre, no hacen sino ocultarse y ocultar toda la problemática
encerrada en aquella primera acepción. Porque suponer ésta significa que teórica
y prácticamente toda aquella problemática está ya superada; el ocio es ya tiempo
libre.
Sin embargo, los análisis del ocio moderno provenientes del campo marxista
cuando critica el "tiempo libre" del industrialismo capitalista, o simplemente del
industrialismo, así como algunos análisis del ocio actual llevados a cabo por el
sector burgués, dan pie a pensar que no sólo el ocio y el tiempo libre no son dos
37
Erich Weber (1963,, 7-8) registra también, con ejemplos, estas dos acepciones gene-
rales del término en cuestión. Pero sólo recoge, en la acepción restringida, su aspecto sub- .
jetivo: ocio como actitud de contemplación.
OCIO, T I E M P O L I B R E E H I S T O R I A 53.
38
E r i c h Weber, 1 9 6 3 , 3 y sigs.
ü J r m a i j p H i r r ú ® ,
1 " j i m m s a d t e i flñlbff©,
Las innumerables definiciones que se han propuesto del ocio o tiempo libre
mantienen posturas muy diversas sobre el aspecto temporal del mismo. A gran-
des rasgos, cabe distinguirlas en los siguientes grupos:
a) Tiempo libre es el que queda después del trabajo: autores muy distintos
entre sí, conciben de este modo el tiempo libre o de ocio, desde el frankfurtiano
Sternheim hasta los burgueses So ule y Anderson. El diccionario social de la secta
U N A P A R T E , L L A M A D A L I B R E , D E L TIEMPO S O C I A L
evangélica alemana recoge también ese punto de vista; por supuesto que no hay
unanimidad entre ellos acerca de qué cosa es el trabajo. Lo único claro es que el
trabajo no recibe una acepción comprensiva de toda actividad humana en lo que
tiene de esfuerzo, sino que su significado se limita a las actividades productivas
de carácter material e incluso intelectual; a las remuneradas o lucrativas, a las
asalariadas o dependientes, a las que reúnen dos de estos caracteres, o a las que
reúnen los tres a la vez. En cualquier caso, se presupone que el trabajo y el ocio
se oponen en el tiempo. No faltan autores que aún sin basar su definición en el
aspecto temporal señalado, aceptan esta oposición. Es el caso de Kaplan, el cual
al explicar los elementos esenciales del ocio cita en primer lugar el de ser una
antítesis del trabajo, 1
b) Tiempo libre es el que queda libre de las necesidades y las obligaciones
.cotidianas: este es el enfoque en el que se centran las concepciones de Lundberg
y Komarovski, Neuiheyer, y en parte Dumazedier y E. Weber; lo toma también
en cuenta Anderson, así como de Grazia. Es una tendencia que duda cuando
se propone concretar el alcance o los límites prácticos de la definición. Por ejem-
plo, entre los que intentan especificar las necesidades u obligaciones que deben
ser excluidas del ocio, Loeffler opina que el tiempo libre es el no dedicado a
trabajar ni a dormir, Giddens excluye además los desplazamientos hogar-trabajo,
en camino, R.C. White dice que hay que exceptuar el comer, etc. 2
cj Tiempo libre es el que queda libre de las necesidades y obligaciones coti-
dianas y se emplea en lo que uno quiere. Es la posición, entre otros, de Miller y
Robinson, y parece ser la preferida por los no especialistas en la materia. Le si-
guen, por ejemplo, el psicólogo N. Sillamy y el socioeconomista Th. Suavet3.
Es una tendencia ecléctica que quiere enlazar al grupo anterior con el que le sigue.
dj Todos los grupos descritos operan por sustracción. Probablemente para
superar este carácter residual, entre otras razones, otro grupo se apoya sólo en
la segunda parte de la última definición sintetizada: el tiempo libre es el que se
emplea en lo que uno quiere. Es la concepción más característica de la tendencia
burguesa; y al decir de Stanley Parker, esto es lo que significa el ocio para la ma-
yoría de la gente.4
e) Un último grupo, reacciona en contra de esta postura tratando de objeti-
var la cuestión, al centrarla en la naturaleza teleológica o axiológica de la activi-
dad realizada. En este caso, el tiempo libre es definido como la parte del tiempo
.(fuera del trabajo, aclaran algunos) destinada al desarrollo físico e intelectual del
hombre en cuanto fin en sí mismo. Así opinan Prudenski, y Richta y su equipo;
tiende a ella también Kaplan cuando señala que el ocio es un nuevo sistema de
valores, aunque al referir este sistema al Welfare State se sitúa en el polo opuesto
;al de aquellos dos autores marxistas. Es localizable esta postura asimismo en E.
Weber; y aunque sólo con reservas podría incluirse aquí la definición que del
1
Sternheim, 1932, 336. Soule, 1955, 170; y 1970. Anderson, 1961, 1; y 1963, 263.
El diccionario aludido es el de Heyde, 1954, 364. Kaplan, 1960, 22.
2
Lundberg y Komarovski, 1934. Neumeyer, 1944. Anderson, 1960, 459. De Grazia,
1963. Loefñer, 1959, 16. Giddens, 1964. R. C. White, 1955.
3
Miller y Robinson, 1963, 11. Sillamy, 1969, 224. Suavet, 1961, 113.
4
Stanley Parker, 1971, 3.
LA O P O S I C I Ó N E N T R E E L OCIO Y EL T R A B A J O 57
LA O P O S I C I Ó N ENTRE ELTIEMPO DE O C I O
Y EL T I E M P O DE T R A B A J O
Stanley R. Parker ha dividido las teorías sobre las relaciones entre el trabajo
y el ocio en dos grandes tendencias. De una parte está el segmentalismo, para
el que el ocio guarda una independencia relativa, en términos de contraste o de
separación, con respecto al trabajo. Según los segmentalistas, —entre los que
Parker cita a R. Dubin, G. Friedmann, J. Ellul y D. Riesman— la diferenciación en-
tre el trabajo y el ocio es un rasgo característico y deseable de la sociedad industrial;
por lo que defienden una política social de efectos inmediatos y carácter refor-
mista a base de tratar con relativo aislamiento los problemas de uno y otro fenó-
menos. De otra parte, se encuentra el holismo, el cual considera artificial esta
división y afirma que hay una relación de identidad e interdependencia relativa
entre ambos tipos de actividad humana (aunque quizá sea más exacto hablar de
una dependencia relativa del ocio en relación con el trabajo). Los holistas —y
aquí cita el sociólogo inglés a F. Friedlander, Ben Seligman y K. Keniston—
defienden una política social de integración del trabajo y del ocio, efectiva a
largo plazo y de carácter, según Parker, revolucionario. 7
5
Prudenski, 1966. Richta y colaboradores 1966, 104. Kaplan, 1960. E. Weber, 1963,
251. Dumazedier, 1974, 108;localizable ya en su obra anterior, por ejemplo en Dumazedier
y Ripert, 1966, 43.
6
Erich Weber (1963, 10) subraya la existencia de varias líneas de transición concep-
tual en las diversas definiciones del tiempo libre; líneas que van desde una acepción muy
amplia calificada por él como tiempo libre "bruto", hasta los usos más restringidos a los
que califica de tiempos libres "netos".
Por supuesto que además del criterio clasificatorio arriba propuesto caben otros mu-
chos; por ejemplo, Parker distingue (1971, 20 y sigs.) tres clases de definiciones del ocio; las
que lo consideran como un tiempo residual, las que lo centran cualitativamente en la activi-
dad, y las que combinan ambas cosas. J. F. Murphy (1973, 188-191), en cambio, distingue
seis conceptos de ocio, según se le considere: una condición del alma o del ser, una parte
del tiempo, un estilo de vida, un estado psíquico, un tipo de actividad o una construcción
conceptual (construct). Y el último, Dumazedier (1974), propone otra clasificación en
cuatro tipos que recojo en la nota 10 del cap. 6. Obvio es decir que en todos los casos el
fenómeno no deja de tener, objetivamente considerado, una dimensión temporal.
Las diferentes definiciones que hasta 1958 ha ofrecido la sociología norteamericana,
han sido estudiadas comparativamente por Aliñe Ripert (1960, citado por Dumazedier,
1962¿>, 26).
7
Stanley Parker, 1971, 99 y sigs.
58 U N A P A R T E , L L A M A D A LIBRE, DEL TIEMPO SOCIAL
8
Acerca de la evolución histórica del trabajo, sin perder de vista el no trabajo, véase
la apretada síntesis de Alonso Olea en 1963, 41-108. No es frecuente entre los historiadores
del derecho del trabajo tomar en consideración el tiempo de ocio.
9
Zbinden, 1964a, 727; Jennins, 1954; Ciampi, 1965, 9; D'Ors, 1914. Este último
desarrolló el tema arriba indicado bastantes años después, en conexión con sus ideas filo-
sóficas e liistórico-culturales, respectivamente, en 1947, 340 y sigs.; y 1964, 310 y sigs.
10
Van Borch, 1964, 119.
11
Cfr. Dumazedier, 1957, 75; 1962a, 353, etc. Para las relaciones entre el trabajo y
el ocio en este autor acúdase especialmente a 1962b, 28 y sigs; y 1974, 135 y sigs.
LA O P O S I C I Ó N E N T R E EL OCIO Y EL T R A B A J O
Y aún más cuando se observa, con Touraine, que definidos los ocios como cual-
quier actividad fuera del trabajo estricto, estos pasan a englobar la mayor parte
de los rasgos culturales de una sociedad, tanto la vida religiosa como los juegos,
tanto la actividad política como el deporte. De ahí, la cuestión que de Grazia se
ve obligado a formularse: aunque al tiempo libre, como tiempo fuera del empleo
o no relacionado con él, le restemos el de comer y dormir ¿dónde colocar el
tiempo empleado en la visita semanal a los parientes o en ir a la iglesia?17
La problemática expuesta no queda resuelta, sino que se agrava cuando se
engloba la oposición trabajo-ocio dentro de la alternativa más genética dada por
el par obligación-no obligación, o si se quiere expresar de otro modo, por el par
necesidad-libertad. Para los que así operan es tiempo libre, tautológicamente, el
tiempo que queda libre de las necesidades y obligaciones cotidianas, es decir
el empleado en actividades no obligatorias sean o no económicamente pro-
ductivas. La crítica que hace el marxismo a quella oposición se basa precisamen-
te en la naturaleza de esta nueva alternativa. Argumenta que la contraposición
entre el trabajo y el ocio es falsa si se le toma en términos absolutos, pero no lo
es dialécticamente,15 porque responde a una contradicción social, consustancial
al capitalismo.
Al igual que en la hipótesis anterior, también en ésta se plantea el problema
de que en el tiempo humano muchas actividades se encuentran a caballo entre
los dos términos de la alternativa, aunque en este caso se opere con unos concep-
tos más amplios y abstractos.
Para sortear este engorroso asunto, cada vez son más los que intentan combi-
nar la variable obligación con otra variable dada por la producción, tomando
cada una de ellas en un doble aspecto positivo y negativo. El tiempo de trabajo
pasa a ser, entonces, el tiempo empleado en actividades a la vez obligatorias y
productivas, mientras que el tiempo de ocio se refiere a las que tienen un carácter
que no es ni obligatorio ni productivo. Con ello, se piensa quedan destruidas las
dicotomías. Ya que a ambos tipos de actividad hay que añadir el de aquellas
actividades que son obligatorias pero improductivas y el de aquellas otras que
inversamente no son obligatorias pero sí productivas.
Esto complica evidentemente el panorama. ¿Cuál es la naturaleza del tiempo
este último una aproximación de la actividad humana a la actividad divina. Quizás de allí
arranca la dual evaluación del trabajo como maldición, propia de la literatura patriarcal,
o como bendición, propia de la literatura talmúdica, según nos recuerda Cohén (1953,
314). Según Rolle (1974, 247-48), el" ocio puede ser analizado de otra forma, además de
como acción desinteresada por la que el hombre únicamente se dirige a sí mismo y se en-
cuentra consigo mismo, a saber: el ocio como un nuevo tipo de trabajo. Salvo cuando
designa una evasión del trabajo, lugar de reflexiones vacías y de inercia social, el ocio des-
cribe una actividad creadora, si bien tal actividad no es reconocida por la colectividad a
través de una evaluación económica directa ni inmediatamente remunerada. Separado
del trabajo industrial y opuesto a él, se convierte en una forma particular de trabajo frente
a la situación salarial como una imagen atenuada del artesanado (desde el bricolage hasta
el arte e incluso el deporte); en cambio, relacionado con el trabajo, aclara Rolie, el ocio
comprende ocupaciones que aumentan la cualificación o las aptitudes laborales y prepa-
ran al hombre para el trabajo. Esto revela, tal vez —termina diciendo el mencionado tra-
tadista laboral—, una nueva relación entre el individuo y su trabajo.
17
Touraine, 1959, 93. De Grazia, 1962, 49. Este último autor deja sin resolver esa
cuestión, aparentemente ingenua, ignorando la discutible pero importante aportación de
Dumazedier, de la que paso a ocuparme acto seguido. La única referencia que hace de este
último se encuentra en una displicente, breve y accidental nota a pie de página (1962, 307).
18
Véase, por ejemplo, Filipcová y Jéstrab, 1965, 35; Grushin, 1967. 24; etc.
UN E X T R A Ñ O T I E M P O D E SEMI L I B E R T A D
UN E X T R A Ñ O T I E M P O D E SEMSLSBERTAD
19
Dumazedier, 1954; 1962a, 342 y 362; 19626, 106.
20
Dumazedier, 1962a, 342-43; 1974, 136 y sigs. y 250-51.
21
Dumazedier, 196 26, 340; 1974, 97. Dumazedier y Ripert, 1966, 33, 44, 129.
El trabajo doméstico, a su vez, se ramifica en una multitud de actividades cuyo,
carácter estrictamente obligatorio puede ser muy variable (Dumazedier, 19626, 115 y sigs.).
U N A P A R T E , L L A M A D A L I B R E , D E L TIEMPO S O C I A L
23
Dumazedier, 1962a, 27-28 donde enumera las "actividades claramente opuestas al
ocio", 34, 343; 1962b, 28; Dumazedier y Ripert, 1966, 294-99. "El trabajo —escriben estos
autores (ibid., 9-10)— es más que la negación del ocio, como el ocio es más que la negación
del trabajo. El ocio es, además la negación de otras obligaciones: familiares, sociales, cívicas
y espirituales." De la mención que hace de Guivitch (19626, 47, nota 34) se desprende que
Dumazedier opina que la tríada de actividades arriba citadas se implica recíprocamente de
forma dialéctica.
24
Dumazedier, 1 9 6 8 , 1 5 0 .
25
Por ejemplo, las actividades de mantenimiento biológico y doméstico —comida,
sueño, hogar, etc.—, las conductas, los usos, los ritos familiares, las ceremonias, las obliga-
ciones mundanas, las actividades de formación y entrenamiento, la meditación, la creación
y, para completar, e! ocio (Dumazedier, 1962a, 586).
UN E X T R A Ñ O T I E M P O D E S E M I L I B E R T A D 63
que muchas obligaciones no laborales como son las de orden doméstico, educati-
vo, etc., no son constitutivas del mismo. Es más, si por un lado, junto con la
industrialización adviene "el hombre de después del trabajo", por el otro, el
bricolage para los demás, el trabajo negro y el doble empleo representan "la
infiltración del trabajo después del trabajo". 26
Por lo que se refiere a France Govaerts, sustituye el criterio del trabajo re-
munerado para distinguir las tareas constitutivas de las actividades de ocio, por
el criterio de la noción de obligación más o menos presionante, aunque no siem-
pre se perciba como tal. Y estima que si se consideran desde el punto de vista del
deber muchas tareas domésticas, poco reglamentadas pero no por ello menos
imperativas que las ocupaciones profesionales, es forzoso excluirlas del tiempo
libre reservado a los ocios.27
Aparte de estos importantes matices, el concepto de semiocio ha sido abier-
tamente criticado por sectores tan distintos como los represenados por el norte-
americano Neis Anderson y por el ruso Boris Grushin. Uno y otro reaccionan
frente a Dumazedier, proponiendo otra categorización de las actividades humanas
en relación con el tiempo libre.
Anderson mantuvo inicialmente una posición similar a la de Dumazedier: las
obligaciones no laborales (por laborales se refería a las del trabajo pagado) y los
deberes básicos familiares y cívivos, derivados de la vida en el hogar y la comuni-
dad, constituyen el cuasiocio (quasi leisure), el cual integra con el ocio el tiempo
libre. Y subrayaba, con perspicacia, que el gran problema de nuestro siglo no se
plantea entre el trabajo y el ocio, sino entre éste y el cuasiocio.Pero poco después
revisó su tesis con ocasión de analizar la de Dumazedier.28 Critica a éste tanto
por su concepto del ocio como por el de semiocio: a. porque el uso restringido
del término "ocio" en el sociólogo francés choca con el uso general que tal pala-
bra recibe en la vida cotidiana, y deja sin identificar la zona total del tiempo
libre; y b. porque los semiocios no son actividades identificadas, a no ser como
demandas o como obligaciones reconocidas por el individuo. A los semiocios,
puntualiza Anderson, ni siquiera se les puede nombrar como él mismo había
hecho, con la expresión de "no-trabajo". Lo mejor es emplear el término inglés
choring tomado en sentido amplio para referirse al tiempo empleado en atender
las obligaciones familiares y sociales, y reservar el de recreación, para designar el
tiempo dedicado al descanso, la diversión y el desenvolvimiento personal.
Al igual que hemos hecho con la concepción de Dumazedier, esquematice-
mos la explicación de Anderson para ver más claramente las diferencias y las
similitudes existentes entre ambos autores:
de trabajo
Actividades <
de ocio
26
Friedmann, 1 9 6 0 , 1 3 6 .
27
F. Govaerts, 1969, 59.
28
Cfr. Anderson, 1961 y 1963, respectivamente.
64 U N A PARTE, LLAMADA LIBRE, D E L TIEMPO SOCIAL
de trabajo
de no trabajo
tiempo libre
Como es visible, resultan no cuatro —como eran de esperar—, sino seis tipos dife-
rentes de "tiempo-actividad", debido a que se introduce una zona intermedia en
el continuum "obligación-libertad", a diferencia del otro par cuya oposición es
tota!. Esta zona, integrada por obligaciones (las derivadas del trabajo y las del no
trabajo, en las que entran, según señala el propio Parker, los semiloisirs de Duma-
zedier), no constituye ni ocio en el trabajo ni ocio a secas.
Así, diferenciado más o menos del trabajo y del ocio, aparece en todos los
autores exairúnados en el presente aportado, un campo de actividades interme-
dias. Excepto en el caso de Parker, en que persiste la dicotomización, en su
aspecto temporal ese tercer campo puede ser designado con la expresión de
"tiempo semilibre", designación válida para cuantos introducen una cuña entre
los tiempos de trabajo y de ocio, o de obligación y de libertad. Con ese tiempo
semilibre se intenta superar la dicotomía del tiempo social.
3
" " o r í , 1971, 20-21.
CRÍTICA D E L TIEMPO SEMILIBRE
rendará del tiempo cultural, ni en muchos casos del fisiológico. El tiempo libre
involuntario no por ello deja de poder ser libre en su empleo, aunque Toti opine
que "un desocupado no tiene tiempo libre". 33 Las actividades consideradas por
otros como semilibres quedan diluidas en esta tipología; en cuanto al tiempo
libre propiamente dicho resulta absolutamente vago. Los cinco tipos de Toti, en
definitiva, dividen la vida cotidiana para poder aclarar' el contenido del tiempo
social. Lo que demuestra que el problema del tiempo semilibre no se supera par-
celando simplemente más el tiempo social. A mi juicio, el interés de esta tipolo-
gía se encuentra en su carácter concreto, ya que no pierde de vista en ningún mo-
mento los contenidos fácticos resultantes de la práctica del tiempo social.
Por último, Henri Lefebvre, en su estudio de la vida cotidiana en el mundo
moderno, ha presentado una clasificación del tiempo social tripartita como las
primeramente examinadas. Según el inquieto pensador francés en el tiempo coti-
diano cabe diferenciar: el tiempo obligado, ocupado por el trabajo profesional;
el tiempo libre, que es el de los ocios; y el tiempo constreñido (contraint), dedi-
cado a las diversas exigencias fuera del trabajo, como son los transportes, las
formalidades sociales, etc. 34
Ese tiempo contraint no parece, en principio, muy distinto al tiempo semi-
libre; sin embargo, presenta un matiz digno de ser retenido. Su contenido está
formado no por actividades estrictamente obligatorias ni tampoco enteramente
libres, sino por toda una vasta serie de actividades solicitadas, requeridas por la
vida social que nos envuelve y presiona sobre nosotros, coaccionando nuestra
libertad y forzándonos a vincular a ellas una buena parte de nuestro tiempo
sustraído al trabajo. Es tiempo disponible no para cualquier cosa sino sólo para
ciertas acciones, sean o no placenteras y queridas. Es un tiempo que tenemos
previamente comprometido, que está encadenado; es un tiempo condicionado
por nuestra situación personal y nuestra posición social.
Así visto, el tiempo contraint presenta una mayor entidad que el tiempo
semilibre, pero continúa definido en función de los otros dos, los cuales siguen
en oposición. Y al menos por lo que se refiere al trabajo, no puede considerarse
que éste último constituye siempre una obligación de carácter absoluto, sino
que es susceptible de variaciones cualitativas de intensidad.35 Pero Lefbvre
introduce con aquella clase de tiempo, un nuevo factor que indica la existencia
de una clara relación entre la temporalidad y el condicionamiento humano.
Dos conclusiones pueden sacarse de lo expuesto en este capítulo. La pri-
mera, que cualquier extraño tiempo de semilibertad no elimina y ni siquiera
reduce la oposición entre el trabajo y el ocio; más bien parece, paradójicamente,
que cualquier cuña introducida entre ambos polos acentúa aún más su oposición.
33
Toti, ibid., 15.
34 * *
Lefebvre, 1968a, 71. Vean se también las consideraciones de F. Govaerts (1969, 59
y 199 y sigs.) sobxe la existencia de un tiempo "comprometido" (engagé).
35
S. Parker advierte también ese punto al subrayar (1971, 53) que el grado de obliga-
toriedad del trabajo varía según tres grandes grupos sociales: en los rentistas es m í n i m o pues
no necesitan emplearse pero pueden trabajar si quieren, en los gerentes es intermedio pues
están empleados pero en condiciones favorables, y en la masa de empleados, obligados a
trabajar para vivir, es máximo. Esto quiere decir, —concluye dicho autor— que el trabajo
significa cosas diferentes per:: cada lino de esos gxupos.
68 U N A P A R T E , L L A M A D A L I B R E , D E L TIEMPO S O C I A L
QIJ La temmgMDirallñdicLd
®0Q ©D ÜQlblJ®
T E M P O R A L I D A D , L I B E R T A D Y COMDICIOWAMIEWTO
El rico mosaico de conductas realizadas por los hombres son humanas por
cuanto realizadas en y desde la libertad; requisito previo y necesario, aunque no
suficiente de la vida realmente personal y social.
Pero ello no da pie para, alegremente, afirmar que el hombre es libre. El
problema y su solución residen en el hecho de que la libertad y el condiciona-
miento no se oponen, sino que, por el contrario, se suponen entre sí. Esto es,
que no existe libertad sin condicionamiento ni condicionamiento sin libertad.
Y es que la libertad, al igual que la obligación,-no es dable en términos abso-
lutos; 2 la libertad absoluta se confunde con la nada. Es la misma negación de la
1
Valgan como ejemplo los casos de Georges Friedmann, el cual no duda en afirmar
que el tiempo libre está "a salvo de toda necesidad u obligación" (1960, 134), y de Stanley
Parker que, como hemos visto a pesar de los matices que hace, admite la existencia de acti-
vidades de obligación y de libertad absolutas.
2
La libertad ha podido ser entendida y discutida por la filosofía como algo que es o
que no es, sin posible término intermedio. Pero no hay libertades ni necesidades absolutas;
afirmar tal cosa es producto de su contraposición metafísica (Lukács, 1967, 29, 173 y 177).
6®
70 LA T E M P O R A L I D A D EN E L TIEMPO LIBRE
libertad; pero ello no significa que la libertad se reduzca a una mera conducta de
elección como ocurre con Maclver, el cual si bien reconoce que "cuando un acto
es voluntario o libre, estamos determinados, dentro de los límites de la situación,
por nuestros propios objetivos y motivos", acto seguido, afirma que la libertad
consiste en una elección entre alternativas;3 es decir, que el agente pondera las
condiciones de la decisión pero no las pone. Confunde, con ello, la libertad con
la voluntad, lo que explica que reduzca aquélla a una conducta de elección. Nie-
ga, por tanto, la posibilidad de que el hombre cree sus condiciones. Por mi parte,
no veo cómo, entendida de tal modo la libertad, pueden explicarse la innovación
y la invención inherentes a la vida sociocultural.4
Nuestras acciones se diferencian entre sí tanto por la obligación o necesidad
como por la libertad. Una y otra no son. sino amplios modos de condicionamien-
to. 3 La obligación consiste en un estar condicionada la acción desde fuera; es un
hete rocon dicionamiento, mientras que la esencia de la libertad reside en el hecho
de condicionarse uno a sí mismo. El hombre es libre por cuanto puede au'tocon-
dicionarses y se autocondiciona. 6 Su condición, la condición humana, es dialéc-
tica, pises consiste en la contradicción entre el auto y el heterocondicionamiento;
y !a conducta es humana justamente por el hecho de tener que superar esa con-
tradicción mediante la libertad. 7
El condicionamiento no restringe ni limita la libertad; por el contrario, a
8
He aquí el punto de vista de la etología, a través de los trabajos de Leyhausen, dis-
cípulo de Konrad Lorenz, el cual encama la línea probablemente de mayor influencia en
la actualidad: la dotación de un acervo hereditario prácticamente ajeno a toda influencia,
significa una importante limitación de nuestra libertad objetiva. Pero esta dinámica instin-
tiva autónoma, independiente del mundo exterior, contribuye de modo decisivo a la liber-
tad: únicamente a ella debemos esa independencia respecto de la situación externa, que
nos posibilita el obrar espontáneamente. Las cadenas de los impulsos nos libran de la escla-
vitud del ambiente físico. Es aquí donde empieza precisamente la libertad del yo, que
puede imponerse metas por sí y a sí mismo (Leyhausen, 1952, 68-69). Esto confirma la con-
cepción de la libertad arriba expuesta; pero he de advertir que la relación que el punto
de vista etológico establece entre la autonomía y la libertad, relación explicable por ba-
sarse en la conducta animal, no puede aplicarse al comportamiento específicamente huma-
no. En el hombre, como señalo a continuación. la libertad no es autonomía sino auto-
condicionamiento.
72 LA T E M P O R A L I D A D EN EL TIEMPO LIBRE
9
Riesman, 1949, especialmente 346 y sigs. y 1950.
10
Véase Toffier, 1970, 7 y sigs. y 570 y sigs.
11
El auto y el heterocondicionamiento tampoco deben confundirse con las categorías
de control interno y control externo, como disposiciones de la personalidad, de que nos ha-
bla Rotter en su teoría del aprendizaje (1966; y Rotter y Mubry, 1965) ni con las de causa-
lidad interna y externa, aplicadas sociológica y antropológicamente por Roger Bastide
(1966). Lo que no obsta a que en ambos casos, quepa establecer ciertas conexiones con el
fenómeno del condicionamiento, respectivamente a nivel psicológico social y sociológico,
este último en su aspecto sociocultural.
12
Dumazedier y Ripert, 1966, 43; y Dumazedier, 1974, 95-96; F. Govaerts, 1969, 19;
Gist y Flava, 19 : 4, 535. La relación que establecen Dumazedier y Ripert entre la libertad y
la obligación es más clara si se tiene en cuenta la distinción que el primero de ellos hace entre
las obligaciones sociales primarias y las secundarias: aquéllas son impuestas por los orga-
nismos básicos de la sociedad y el ocio se define en relación con ellas; las segundas, aunque
son severas, tienen un carácter social secundario pues nacen de los grupos y organismos ne-
cesarios para el ejercicio del ocio, como la disciplina de un equipo deportivo o el reglamento
de un cine-club (Dumazedier, 1974, loe. cit.). En cuanto a los "determinismos sociales del
ocio", han sido detalladamente estudiados, con base empírica, por el mismo autor en
19626, 63-90.
TIPOLOGÍA DEL TIEMPO SOCIAL
15
Se da, poí ejemplo, en Gripdonck (1967, 84) cuando escribe que "el hombre libre
debe tener energía suficiente para imponerse los esfuerzos que no está obligado a hacer; sólo
entonces será libre".
En contra de Dumazedier, que se mueve en el ámbito de lo heterocondicionado al
definir el ocio en relación con las obligaciones secundarias, como ya se ha visto. Sobre este
punto vuelvo más adelante.
17
Por esto, Swedner (1969, 7) puede decir que la distinción formal entre tiempo regu-
lado y tiempo de ocio no es clara en la práctica.
7© LA T E M P O R A L I D A D EN EL T I E M P O LIBRE
EL G R A D O DE NITIDEZ D E L T I E M P O L I B R E
18
Cfx. Aianguren, 1958, 117.
19
Según Martindale (1960a, 377): "Mientras más completa es la comunidad, más clara
y distinta es la línea que separa el trabajo del juego". Aparte de su planteamiento dicotomi-
zante, esa afirmación es tendencialmente cierta aunque, por lo arriba expuesto, es también
parcial.
20
France Govaerts, 1969, 197.
21
Adopto, con ello, una terminología introducida inciden talmente con otro motivo
poi Eric Weber, ya aludida (nota 6 del cap. 4). El empleo que hago de ella fundamenta pre-
¿ Q U É ES E L T I E M P O L I B R E ?
¿ Q U É ES EL TIEMPO L I B R E ?
cisamente el hecho puesto de relieve por Weber; es decir,, da una de las razones de la gran
heterogeneidad existente en las definiciones del tiempo libre o de ocio.
78 LA T E M P O R A L I D A D EN E L T I E M P O LIBRE
quiero decir por comparación con el resto del tiempo social. Constituye, por
consiguiente, un primer intento definí torio que destaca solamente la entidad
del elemento temporal del mismo.
Procede ahora aprehender el tiempo libre "desde dentro"; esto es, inves-
tigándolo a partir del otro elemento que le constituye, la libertad.
id
Edb fbuscsa
c _ § @
di l . i b s * ©
Como tiempo libre, el ocio cobra entidad cuando el hombre emplea el tiem-
po de un modo autocondicionado. De esta forma, su conducta queda dotada de
un sentido propio y no ajeno, dado, al menos en principio, por el hecho de ha-
cer lo que uno quiere.
Ese sentido puede ser entendido de dos maneras, según quede referido bási-
camente al querer o al hacer. Dentro de esta alternativa entre la voluntad y la acti-
vidad —ambos aspectos esenciales de la conducta autocondicionada— oscilan di-
ferentes concepciones del ocio que acto seguido van a ser examinadas y discutidas.
Según su mayor proximidad a uno u otro de aquellos polos, tales concep-
ciones pueden ser agrupadas en torno a dos grandes interpretaciones, una subje-
tiva o psicológica y otra objetiva, 1 acerca del sentido del ocio como tiempo libre.
Examinada, en los capítulos antecedentes, la temporalidad como elementó
constitutivo del tiempo libre, vamos ahora a entrar en el otro elemento que le
constituye: la libertad.
El análisis del tiempo libre origina una larga discusión cuyo punto de referen-
cia central gira en gran parte en torno a la indiscutiblemente importante aporta-
ción de Joffre Dumazedier a cuya teoría, de' enorme influencia en el ámbito occi-
dental e incluso en un considerable sector de los países socialistas, intento rendir
el tributo de la crítica.
LAS I N T E R P R E T A C I O N E S PSICOLÓGICAS
Un modo de entender el sentido del tiempo libre es, como acabo de apuntar,
concebir el ocio como un fenómeno de naturaleza subjetiva: el tiempo en el
que uno obra "a su gusto" o hace "lo que quiere".
Según esta concepción, típica aunque no exclusiva de la tendencia burguesa,
se considera de ocio todo el tiempo percibido como libre por el individuo (Ka-
1
Sobre los aspectos subjetivo y objetivo del concepto de ocio, ver Lanfant 1 962, 23,
39 EN B U S C A D E L S E N T I D O D E L T I E M P O LIBRE
plan), basando su naturaleza en el hecho de hacer lo que cada uno quiere (Miller
y Robinson, Laloup, González Haca), o más concretamente, en la libre iniciati-
va (F. Crespi), la libre elección (Hicter, Laloup, Brightbill, Stanley Parker), el
carácter voluntario de la actividad (E. Weber, F. Govaerts), el obrar según nues-
tros propios deseos (Hofstátter), o en el hecho del goce personal o satisfacción
de aspiraciones que directamente produce la actividad ociosa (Butler, Hicter).
Frente al tiempo de trabajo, que es un tiempo objetivado, el tiempo de ocio
es psicológico y subjetivo, dice Janne. 2
La concepción subjetiva, ideológicamente conectada con el pensamiento
liberal burgués, se apoya en el hecho, de especial significación psicológica, de
que "lo que cuenta es el valor que el individuo atribuye a la actividad de ocio". 3
Entraña, por lo tanto, una actitud vital individualista, generalmente acompaña-
da de una visión dicotómica del tiempo social en los términos ya vistos.
El psicologismo escamotea el problema del sentido del tiempo libre. Afirmar
el sentido subjetivo del mismo es, en el fondo, afirmar socialmente su sinsentido.
En realidad, el problema es "resuelto" a nivel psicológico; no, en el sociológico,
porque cualquier modo temporal puede sentirse como libre, con lo que el tiem-
po • libre carece en este caso de significación propia. Y también porque el
tiempo sentido individualmente como libre puede no ser vivido como tal en la
realidad objetiva; cosa que ocurre, por ejemplo, con el ocio dirigido por los inte-
reses comerciales, en el que la libertad es aparente a pesar de que conlleva cierta
satisfacción gratificadora. El tiempo libre no puede reducirse al mundo interno
del hombre, a los sentimientos y percepciones. Autocondicionarse, es la inter-
pretación que ha quedado expuesta, creer y sentir que uno autocondiciona sus
respuestas, sin más. El problema del sentido del tiempo libre es problema en la
medida en que se quiere aprehender el sentido objetivo de ese tiempo.
E L D E B A T E DE L A S CONCEPCIONES O B J E T I V A S
Otra manera de entender el sentido del ocio como tiempo libre consiste en
acudir- a una base de carácter objetivo, concretamente en las actividades resul-
tantes de la conducta autocondicionada por el sujeto.
Como sea que esas actividades son susceptibles de ser valoradas, el valor que
les es reconocido socialmente confiere un sentido al tiempo a ellas dedicado. Si
ese valor se obtiene oponiendo apológicamente el ocio al trabajo, resulta una
2
Kaplan, 1960, 24. Miller y Robinson, 1963, 11. Laloup, 1967, 54-55 González
liaca, 1975, 19. F. Crespi, 1966, 1275. Hicter, 1967, 120. Brightbill, 1963, 4. Parker, 1971,
22, 27-28 y 143. E. Weber, 1963, 5. F. Govaerts, 1969, 19. Hofstátter, 1970, 1044. Butler,
1959,1, 23. Hicter, loe. cit. Janne, 1967, 30.
3
F. Govaerts, 1969, 30. De ahí que el tiempo libre subjetivo posea un valor psicoló-
gico como descubridor, como revelador de la personalidad. (Este aspecto ha sido estudiado
empíricamente por Neulinger, 1971). De manera reiterada han captado ello, especialmente,
los filósofos: John Locke escribió que "en el tiempo libre se manifiesta el temperamento y
la inclinación del hombre" (citado por Toti, 1961, 179). Según Schopenhauer, "tanto vale
el hombre, tanto vale el ocio'' (citado por Janne, 1967, 281). Y Ortega compone el refrán:
"Dime cómo te diviertes y te diré quien eres" (1921, 322; véase ibid. 320 y sigs.), que reen-
contramos con diversas variantes en Janne ("Dime con qué te diviertes. . loe. cit.),
Chávarri ("Dime gue haces en tus horas libres. . 1966, 120), Laloup ("Dime qué lees. . .
1967, 2), etc. Vease el comentario de Julián Marías a esta cuestión, con ocasión de tratar
de los placeres y las diversiones, 1958, 182-83.
DEBATE DE CONCEPCIONES OBJETIVAS 81
4
"Dado que el trabajo tiene un fin, domina la relación tiempo de trabajo-tiempo libre.
Este último (no, el ocio) sin un fin en sí mismo sino en su relación con el trabajo, no tiene
una existencia separada" (De Grazia, 1962, 365). "El trabajo, cualquiera que sea la parte de
insatisfacción que contenga, permanece en el centro del sentimiento de dignidad y de rea-
lización personal en Occidente y por eso constituye el fundamento del ocio y de la diver-
sión". (Riesman, prólógo a la edición francesa de The Lonely Crowd: La foule solitaire,
P., Axtaud, 1964.
s
Recordemos que para Aristóteles, el ocio es preferible al trabajo, por cuanto aquél
es el fin y éste un medio (Política Vil, 1333a y 1334a; VIII, li'ilb y 1338a; etc.) Los grie-
gos rechazaron el trabajo no por ser fatigoso, sino por su carácter asalariado (Weinstock,
1956, 8 y sigs) y valoraron la skholé por ser fuente de sabiduría. Para las relaciones entre
el trabajo y el ocio en Aristóteles véase Martín López, 1965, 172-73.
Similar posición, aunque con otro matiz, mantuvo Tarde (1902, I, 123): La vida
económica del hombre no sólo consiste en el trabajo, sino también en el ocio; y el ocio,
al que la economía ha' descuidado casi por completo, merece, en cierto sentido, más con-
sideración que el trabajo, puesto que el ocio no existe para el trabajo sino el trabajo para
el ocio".
Por lo que se refiere al valor del tiempo libre como medio sin referirlo al trabajo, sir-
van como ejemplo la concepción caballeresca para la que el ocio es un medio de conseguir
el respeto de los demás (Veblen, 1899, 46), y la concepción cristiana, que ve en el tiempo
libre un medio para "cumplir mejor los deberes religiosos, así como para hacerse más apto
para el trabajo física y espiritualmente" (Pío XII, citado por Robles Piquer, 1966, 23). En
igual sentido se expresó Pablo VI (1965), añadiendo que el ocio es una actividad compensa-
dora que, en cierto sentido, ayuda al hombre a realizar sus aspiraciones de bienestar y
felicidad".
82 EN B U S C A D E L S E N T I D O D E L T I E M P O LIBRE
LA CONCEPCIÓN F U N C I O N A L DE D U M A Z E D I E R
pectiva, realizó una investigación histórica sobre la situación del ocio en la evolu-
ción técnica y social de 1830 hasta nuestros días, duplicada por una encuesta sis-
temática sobre la representación vivida del ocio, según una muestra proporcional
de 819 obreros y empleados urbanos del sexo masculino, de diferentes regiones
francesas.
Esas investigaciones le llevaron a formular la siguiente definición, de carác-
ter "funcional y banal pero completa" según él mismo manifiesta: "El ocio es
un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse con pleno
consentimiento, ya sea para descansar o para convertirse, o para desarrollar su
información o su formación desinteresada, su voluntaria participación social o
su libre capacidad creadora, cuando se ha liberado de (todas) sus obligaciones
profesionales, familiares y sociales". 9
Si procedemos,a analizar esta definición, encontramos en ella elementos de
muy distinta naturaleza:
En realidad, los tres últimos elementos son requisitos que debe reunir el
primero, o sea, para que un conjunto de ocupaciones constituya ocio. Ellos van
a ser nuestro inmediato objeto de estudio; pero antes es forzoso que examine-
mos el rechazo que Dumazedier ha hecho últimamente de su definición, una
definición que había llegado a ser considerada como clásica y que actualmente
es aplicada por muchos analistas del ocio. Porque cabe preguntarse si vale la pena
tomar en consideración una definición, y la concepción que late en ella, rechaza-
da ya por el propio autor que la dio a la luz.
9
Dumazedier ha ido recogiendo —antes de rechazarla bruscamente— una y otra vez ad
nauseam esta definición en la mayoría de sus escritos: 1954; 1959, 19-20; 1960a; 1962a,
341-42; 1962¿>, 30-31; Dumazedier y Guinchat, 1965, 2; etc. La he transcrito teniendo en
cuenta las ligeras variaciones que Dumazedier introducía en ella al irla repitiendo. (La pala-
bra "todas" se incluye en 1962a pero no consta en 1962b, ni en 1964.)
Gist y Fiéis Fava (1964, 535) definen el tiempo libre de un modo parecido: el tiempo
que un individuo tiene libre del trabajo o de otros deberes, y que puede usar para fines
de descanso, distracción, relación social o perfeccionamiento personal. Pero, a diferencia de
Dumazedier, reconocen que lo mismo que otras muchas definiciones, la suya no delimita
claramente el tiempo libre del no libre, ni la actividad desarrollada durante aquél de aquella
otra que es obligatoria.
Mi crítica a la definición dumazediana se dirigirá básicamente a otro aspecto de la
misma: el del sentido del fenómeno. Para otros aspectos, acúdase a Copfermann, 1968,
110, y a Lanfant, 1972, 141 y 242-249, entre otros.
84 EN B U S C A D E L S E N T I D O D E L TIEMPO LIBRE
10
Véase 1974, 28, 88 y sigs., 250 y 54 y sigs. Dicha crítica no incluye su anterior
definición (que, dicho sea de paso, ya no aparece en Dumazedier, 1968), cuyo rechazo
no queda explícitamente explicado. Dumazedier, después de decir que una definición socio-
lógica debe ser lógica, válida y operativa y tener en cuenta la división del trabajo sociológico,
añade que en la sociología actual hay cuatro tipos corrientes de definiciones sobre el ocio;
a saber:
Definición 1. El ocio no es una categoría definida de comportamiento social, sino un
estilo de comportamiento. Se encuentra en Riesman, Wilensky o Kaplan. Tiene la ventaja de
mostrar que toda actividad puede ser ocio, que este puede sei origen de un estilo de vida y
cambiar la calidad de ésta; y la desventaja de confundir el ocio con el placer y el juego, y de
fijarse más en la actitud psicológica de algunos que en el comportamiento común a todos.
Definición 2. El ocio se define por oposición al trabajo profesional. Se encuentra des-
de Marx hasta Keynes, y es la preferida por los economistas y sociólogos del trabajo como
Meyersohn o Parker. Aunque relaciona el ocio con la principal fuente creadora del mismo
y permite analizar sus problemas específicos en las sociedades industriales avanzadas, con-
funde el ocio con el no-trabajo olvidando que el tiempo liberado del trabajo es un campo
heterogéneo que incluye otras obligaciones, especialmente las familiares.
Definición 3. El ocio excluye las obligaciones doméstico-familiares. Si bien muestra
que la creación y limitación del ocio es doble (reducción del trabajo profesional y del fami-
liar), es confusa y polisémica porque si no excluye el campo político y/o el espiritual, que-
dan confundidos los campos del ocio y del tiempo libre.
Definición 4. Está dada por la propia explicación de Dumazedier que resumo a conti-
nuación.
Es de advertir que, aunque él mismo declara no dar una definición, autocíasifica como
tal la noción del ocio que propone.
LAS " F U N C I O N E S " D E L OCIO 85
13
Dumazedier califica de inadecuada a la sociología del ocio en el sentido anglosajón
del término, porque ésta no puede captar la variación de dichas dominantes bajo el efecto
de una situación social; confunde el descanso y la diversión,.y es poco sensible a las condi-
ciones que favorecen o contrarían el desaxioEo de la personalidad durante el tiempo libre.
Cfr. para todo lo expuesto hasta aquí, en este apartado, Dumazedier, 1954; 1959; 1962a,
342 y sigs.; y 1962b, 28 y sigs. (los subrayados son del propio Dumazedier).
14
Aunque se advierte, también, en el hecho de despreciar el criterio funcional en la
clasificación de ios ocios y basarse en la propiedad objetiva dominante en cada actividad
(véase Dumazedier, 1974, 103 y sigs.), lo que tiene antecedentes en su obra (cfr. Dumaze-
d;?r y 'Rip;rí, 1966).
LAS " F U N C I O N E S " D E L OCIO 87
15
Dumazedier, 1974, 98-99.
16
Y en ibid., 93.
17
Cfr. nota 32, del cap. 7.
18
E. Weber, 1963, 193-255, principalmente 212 y sigs.
88 EN B U S C A D E L S E N T I D O D E L TIEMPO LIBRE
21
Dumazedier, 1962a, 342. Dumazedier y Ripert, 1966, 44: Dumazedier, 1974, 98.
22
Según Parker (1971, 55-59), las 3 D —que se deducen de la conducta observada—
constituyen las funciones individuales del ocio; pero, además del nivel individual, hay que
considerar el social. Las funciones sociales del ocio, según él, se descubren al contestar a la
pregunta ¿cómo sirve el ocio a la sociedad? Parker contesta que son las tres siguientes:
1. Ayudar a lamente a comprender cómo desempeñar su rol en el trabajo —y en el estudio—,
lo que se efectúa a través del proceso de sociabiÚzación; 2. ayudar a la gente a conseguir los
objetivos sociales, mediante la función recreativa que alienta a los trabajdores frente a la
fatiga y al aburrimiento; y 3. ayudar a la integración social, promoviendo la solidaridad
por ejemplo, mediante el juego y los deportes.
23
La conexión entre las tesis subjetiva y autónoma ha sido advertida por Lanfant.
Véase la nota 25 del cap. siguiente.
1 r
_a £8[h>esfedl
e n < -1 úoeiimp® Hitar©
LA L I B E R A C I Ó N
ración del trabajo tanto del profesional como del familiar. 1 Pero ese lugar es
mucho más central de lo que probablemente cree el mismo Dumazedier.
Para él, el ocio presenta simultáneamente cuatro caracteres esenciales "pues-
to de relieve en diferentes investigaciones empíricas realizadas a ambos lados del
Atlántico desde 1930":
1. Es liberatorio, en relación con el trabajo y demás obligaciones básicas de
carácter primario, o sea de las obligaciones institucionales no derivadas
de la propia actividad ociosa. Es libre elección, y si deviene obligación
primaria, deja de ser ocio aunque no cambie su contenido o procure
las mismas satisfacciones.
2. Es gratuito, en el sentido desinteresado o no comprometido; es decir, no
está sometido fundamentalmente a ningún fin instrumental sea lucrativo,
utilitario o ideológico.
3. Es hedonistico: está orientado siempre hacia la búsqueda de un estado de
satisfacción tomado como fin en sí mismo. Si esta satisfacción cesa, el
ocio ya no es total, sino que queda empobrecido.
.4. Es personal, esto es, atiende a grandes necesidades individuales de liberar-
se de la fatiga, del fastidio y de las rutinas y estereotipos impuestos por
los organismos de base.
De estos cuatro caracteres, comenta Dumazedier, los dos primeros son nega-
tivos en el sentido de que se definen en relación con las instituciones básicas;
mientras que los otros dos son positivos por cuanto están definidos por las
necesidades de la personalidad. 2
La liberación —se nos dice en el párrafo anterior— es una de las características
esenciales del ocio, y más exactamente la primera de ellas. En relación con este
carácter, Dumazedier explica que el ocio es de hecho liberación de las obligacio-
nes primarias tanto las del trabajo que imponen la empresa y la escuela como las
de las instituciones familiar, Cívica y espiritual. La noción de ocio implica dialéc-
ticamente la de la obligación primaria: se opone a ésta a la vez que la supone; y
es preciso que ella cese para que aquél comience. 3
Sin embargo, las restantes características dan a entender que no basta
el mero cese de la obligación primaria para la liberación, pues ellas también
se refieren a ésta, pero en otro sentido. En efecto, al señalar que es esencial al
ocio el que éste sea gratuito, personal y hedonistico, se está indicando que para-
que se dé el ocio, el individuo ha de liberarse de cualquier finalidad heterocondi-
cionante de su conducta, así como de ciertas necesidades individuales, y además
ha" de sentir psicológicamente esta liberación. Mas en todos estos casos, ésta se
refiere a algo muy distinto al caso anterior. En desacuerdo con la explicación
funcional dada del fenómeno, la liberación hace referencia ahora al hecho de que
las ocupaciones de ocio sólo funcionan como tal si son gratuitas, personales y
hedonísticas, pues sólo así pueden liberar al individuo de los efectos de aquellas
obligaciones.
1
Dumazedier, 1974, 250.
2
Dumazedier y Ripert, 1966, 43 y 293. Dumazedier, 1968, 250 y sigs.; y 1974, 95 y
sigs. Los mencionados caracteres, según este autor, son específicos y constitutivos del ocio.
Por esta razón, nos explica que ¡llamará ocio a toda actividad que los reúna! Y añade, acto
seguido, que sin ellos el ocio no existe (1974, 95); pero páginas después leemos en la misma
obra que si falta alguno de dichos caracteres el ocio no es completo (ibid., 99).
3
Dumazedier y Ripert, 1966, 43.
COMPENSACIÓN 93
LA COMPENSACIÓN: UN P R O C E S O P S I C O L Ó G I C O B Á S I C O
primeras funciones del tiempo libre: la regeneración y la compensación, las cuales abren las
puertas a la forma superior de comportamiento en el tiempo libre que es la ideación.
. ^ 5 Asimismo, para diferenciar el ocio de la ociosidad dice que esta última no está como
aquél "en relación complementaria o compensatoria con el trabajo" (Dumazedier, 1974,
25). Otra excepción puede verse en ibid, 119.
6
Janne, 1967, 30. (Igual opinión unitaria sostiene Athik, 1 9 6 7 , 1 8 8 ) . Con todo, Janne
olvida que la compensación no afecta sólo el trabajo. El cuadro a compensar se extiende ob-
viamente a las numerosas insatisfacciones, frustraciones y tensiones derivadas de la forma
de vida del hombre.
7
Cfr. Dumazedier, 19626, 30-31; 1974, 93 y 98. Sólo viendo de un modo global la
compensación, resulta comprensible la excesiva afirmación de Dumazedier de que la combi-
nación de aquellas tres funciones, asegura la conservación o el restablecimiento del equilibrio
psicosomático del individuo, y le conduce a su perfeccionamiento al permitirle realizar una
parte o aspecto de sí mismo que la vida profesional deja insatisfecha o inoperante: "Las
actividades de ocio corresponden a necesidades profundas. Aparentemente secundarias, lle-
nan de hecho funciones esenciales para el equilibrio del hombre moderno" (Dumazedier y
l ü p e i t , 1966, 295). Con atrevimiento inaceptable, añade Athik (1967, 188), que al asegurar
el p.qu^lbrio personal del individuo aseguran tales actividades y también el normal funciona-
COMPENSACIÓN 35
10
Cfr. E. Weber, 1963, 212-245. La cita que Weber hace de Schelsky corresponde a
Schelsky, 1956, 256.
11
Wilensky (1960) encuentra la tesis del spillover leisure originalmente formulada en
de Tocquevillc (1840) y en Engels (1845). El primero la insinúa, según Wilensky, al temer
que los hombres estuvieran condenados, en la sociedad de masas y bajo el Estado Benefac-
tor, al ocio; ocio trivial, no creador sino destructor de todo sentimiento de una auténtica y
amplia vida comunitaria. El segundo, que sugiere ya la alternativa formulada por Wilensky,
al mostrar que en la sociedad de clases el embrutecimiento mental, la rutina y la alienación
provocados por el trabajo impregnan incluso los momentos libres de la vida del trabajador.
Así, uno y otro, para Wilensky, discernieron el hecho de que las actitudes y las practicas
desarrolladas en una de estas dos esferas de la vida, que son el trabajo y el ocio, pueden
desbordarse hasta llegar a inundar la otra esfera. La alienación en el trabajo puede conllevar
o conlleva, de esta forma, la alienación en el ocio (Engels) y viceversa (de Tocqueville). La
crítica social posterior desarrolló estas denuncias clásicas, añade el sociólogo norteameri-
cano, generando dos concepciones distintas acerca de la relación entre el trabajo y el ocio,
viendo ya una escisión, ya una fusión por desbordamiento entre ambos.
En cuanto al modelo que proponen Kando y Summers (1971, 310 y sigs.) es preciso
aclarar que parte de considerar el ocio en función del trabajo. Más exactamente, parte de
la estrctura objetiva de la situación de trabajo tomada como variable independiente, tratan-
do a la forma de la pauta de no trabajo como una variable dependiente (cfr. loe. cit., 317.)
La unilateralidad de un análisis del ocio como mera variable dependiente de otras variables
CRÍTICA D E LA T E S I S " F U N C I O N A L "
C R Í T I C A DE LA T E S I S " F U N C I O N A L "
¿ F U N C I O N E S O C O N T R A F U N C I O N ES?
en nuestra cultura occidental, las cuales son, de este modo, movilizadas para
apropiarse del ocio: la lógica del valor de uso, o lógica de la funcionalidad que
lo es. de la eficacia de la productividad y del consumo, resulta ser la lógica del
modelo a reproducir. El ocio es visto, así, sólo como algo instrumental, como
tma práctica social que responde a una problemática centrada sobre un deter-
minado sistema de valores. A todo ello objeta Govaerts que hay que apre-
hender los diversos valores de uso que es susceptible de presentar la práctica
del ocio, el cual evoca la libertad. Y para esto, debe acudirse al proceso de ins-
titucionalización del fenómeno; es decir, su función debe ser analizada en sus
relaciones con el estatuto y los fines de la organización total, de lo contrario
se corre el riesgo de elaborar un concepto ideológicamente al servicio de la
continuidad. 13
Hay que reconocer que la crítica sociológica de Govaerts es muy pene-
trante; pero falla en su fundamento metodológico por basarse en una argu-
mentación antagónica en tanto que utiliza, para criticar la vía metodológica
es cuestión, la propia vía criticada. Para expresarlo menos alambicadamente, en
la base de su argumentación está la proposición afirmativa de la función con-
servadora del funcionalismo; por esto es inaceptable y no llega hasta el fondo
del problema.
A mi juicio, la cuestión no está en el modo de aplicar el concepto de función,
sino en su naturaleza conceptual. A pesar de ser ésta una discusión que afecta a
la teoría y a la metodología sociales en general, me veo obligado a entrar en
ella para poder proseguir con el análisis crítico del sentido del ocio como tiem-
po libre. La pregunta a formular es esta: ¿Cuál es la naturaleza real de lo que
hasta aquí he llamado, siguiendo a otros autores, funciones del tiempo libre?
Para poder contestarla, propongo introducir el concepto de contrafunción,
con el cual designo un fenómeno típico de la dinámica estructural de un sistema
que entiendo hay que distinguir del concepto stricto sensit de función. Aunque
este nuevo concepto tiene un valor metodológico y analítico general, no es éste
el lugar apropiado para desarrollarlo con tal alcance, por lo que me limitaré a
explicarlo en lo que le es más esencial e interesante para nuestro tema, dejando
aquella empresa para mejor ocasión.
Ese concepto parte de la siguiente hipótesis: en los sistemas sociales tanto
de la personalidad como de una sociedad —y probablemente en cualquier siste-
ma—, la estructura que forma dicho sistema nunca está en equilibrio total;
el sistema se mantiene en equilibrio "tendencial". En efecto; al menos en lo
social, no parece que pueda darse un sistema tan "perfecto" que la dinámica
entre sus propios elementos no provoque disfunciones en algunos de ellos. Sin
embargo, dichos elementos disfuncionales provocan en otros elementos de la
misma estructura el surgimiento de "funciones", cuya acción opera en contra
(contrafunción) de aquella acción disfuncional contrarrestando sus efectos.
De este modo, los desequilibrios estructurales son autocorregidos por el propio
sistema mediante amplias contrafunciones. Básicamente, lo que caracteriza a ,
éstas es, pues, que surgen para compensar determinadas funciones, y con ello el
sistema. Mas por cuanto toda contrafunción se yuxtapone a la función original
del elemento en cuestión, éste queda sobrecargado (la contrafunción pasa a
13
France Govaerts, 1973.
C R Í T I C A D E LA T E S I S " F U N C I O N A L "
LA CUESTIÓN D E LA A U T O N O M Í A
contexto no por más amplio menos aplicable a nuestro caso (1969, 21; el entrecomillado es
del propio Marcuse).
17
Véase nota 2 del cap. 10.
18
Cfr. Kaplan, 1960; F. Crespi, 1966, 1281-282 y 1289. Incluso algunos marxistas
parecen no rechazar esta tesis, véase Totti, 1961, 219; Richta y colaboradores 1966, 204;
Lukács, en Holz et al., 1969, 76, pero otro sector del marxismo, no menos importante que
aquél, defiende resueltamente lo contrario: Filipcová y Jestráb, 1965, 34-35; López-Day,
1967, 135; etc.
19
Véase Dumazedier, 1974, especialmente 58-59, 154 y 254; y con anterioridad
1962a, 356; 19626, 272 y sigs.; 1970, 109.
20
Asimismo, en dos ejemplos que aporta relativos a las actividades de bricolage y a
la afición a frecuentar los cafes entre los encuestados de Annecy, ofrece explicaciones
puramente compensatorias: Dumazedier, 1974, 78 y 109.
21
Cfr. la nota 6.
102 LA L I B E R T A D EN E L T I E M P O LIBRE
22
Su pragmatismo y ansia operativa le llevan a creer que la meta del ocio es solucio-
nar los problemas de la civilización industrial (Dumazedier, 1 9 6 2 6 , 1 0 6 ) , o sea, a funcionar
conírafuncionalmente; por eso, ve en la liberación una característica básica y fundamen-
tal. Recordemos estas palabras :no del todo armónicas con su defensa del ocio como hecho
autónomo: "en la definición experimentada de los trabajadores, el ocio, que se opone siem-
pre al conjunto de las obligaciones incluyendo el trabajo, se caracteriza primero por su poder
liberador. Para captar la dinámica de esa capacidad esencial del ocio, es indispensable estu-
diar las relaciones permanentes del ocio y las obligacipnes particularmente las del ocio y el
trabajo. Por esto, todo estudio del ocio en sí, como actividad independiente. . . nos parece
interesante, es verdad, pero insuficiente" (Dumazedier, 1962a, 342; el subrayado es mío).
23
A pesar de la dificultad de concebir dicho mundo, hay quien no duda en defender-
lo: "El tiempo libre no comienza hasta que no surge la posibilidad de construir un mundo
polarmente opuesto al trabajo, un mundo con sus valores y exigencias propios, un mundo,
por tanto, que no está orientado como recreación, o relajación, o esparcimiento, al mundo
del trabajo, sino que, centrado en sí mismo, exige actividades específicas" (Kluth, en Haller,
1955, 37).
24
Según Lanfant (1972, 225 y 234), dotar de autonomía el tiempo de ocio es caer en
el subjetivismo y el psicologismo, y a que si se separa aquél del tiempo de trabajo, el ocio en
vez de encontrar su fundamento en el trabajo lo busca en el sujeto, el cual es aprehendido
como sistema de necesidades y creador de valores. Dicha autora encuentra, ademas, una ana-
logía entre este enfoque y el neomarginalismo económico, analizador de las microdecisiones.
25
Lo que no obsta para que en el estudio del ocio pueda distinguirse analíticamente
entre las dimensiones conductual y normativa, como ha hecho A. W. Bacon. 1972.
26
Castilla del Pino, 1963, 147. Véase el texto a la nota 7 del cap. 12.
D E L T I E M P O LIBERADOR A L LIBERADO 103
27
La expresión "tiempo liberado" proviene de Georges Friedmann. Pero el concepto
que este autor da de ese tiempo es inaceptable, ya que lo confunde con el tiempo sustraído
al trabajo a la par que lo separa del tiempo libre. En efecto, para Friedmann, el tiempo
liberado —liberado del trabajo— no es ni tiempo de trabajo pues va surgiendo como exce-
dente de éste en las sociedades industriales, ni es aún tiempo libre —como tampoco lo es el
tiempo semilibre— porque el tiempo libre se encuentra "a salvo de toda necesidad u obli-
gación en que la personalidad ejerce sus opciones y procura expresarse e incluso, si tiene
la disposición y los medios, expandirse" (1960, 124-134). Olvida Friedmann que una cosa
es sustraer formalmente tiempo al trabajo y otra muy distinta es el que ese tiempo quede
efectivamente liberado del trabajo. (Una crítica en cierto modo similar la expresa Lanfant,
1972, 215).
Esta confusión también se encuentra en Dumazedier. No es casualidad que si bien pro-
cura puntualizar las diferencias entre el tiempo de no trabajo, el tiempo libre y el ocio, y
entre éste y el tiempo liberado, no aclare las relaciones en el seno del tiempo de no-trabajo
entre el tiempo liberado y el tiempo libre. Véase Dumazedier, 1974, 23 y sigs., 87, 91 y
sigs., 157, 170 y 250. Cfr. las notas 10 y 11 del cap. 6.
El concepto de liberación pertenece al campo del tiempo libre y no al del tiempo sus-
traído al trabajo.
28
"Una actividad no es verdaderamente libre y expresiva de la personalidad más que
cuando ha sido deslastrada de la restauración (que la coloca en dependencia respecto a otras
actividades prioritarias) y de la evasión (por la que el sujeto se aleja temporalmente de una
condición agobiante o despreciada, sin poder, por otra parte, liberarse d'e ella)" (Maget,
1959, 91; los paréntesis son del original).
E. Weber (1963, 6) dice que el concepto de tiempo libre debe entenderse no sólo,
como hasta ahora, en el sentido negativo de "estar libre de algo", sino también en el posi-
tivo de "estar libre para algo", pero no llega a desarrollar esta distinción a fondo, como
digo en la nota 32. Lo mismo puede decirse de Cantoni (1967, 313) a pesar de que detalla
la cuestión con claridad: "La libertad^» del tiempo presenta dos aspectos fundamen-
tales: es libertad negativa, es decir, proceso de liberación de algo que angustia y oprime;
y es, por otra parte, libertad positiva, disponibilidad para ejecutar algo que procura placer
3' satisfacción. Como es obvio, los dos aspectos están relacionados y entrelazados. No se
es nunca libre para sino se es libre de. Y los m o d o s de nuestra libertad positiva llevan siem-
LA L I B E R T A D EN EL TIEMPO L I B R E
¿ Q U É ES E L T I E M P O LIBRE?
E L T I E M P O DE DESCANSO
2
Warren, 1934, 137. Sobre el descanso y la fatiga veánse las consideraciones de E. We-
ber (1963, .293 y sigs.), el cual llama descanso a la eliminación del cansancio. Este último
—aclara— es un hecho fisiológico medible objetivamente, a diferencia de la fatiga que es un
estado psicológico, sentido subjetivamente.
3
Cfr. Lafitte, en Coloquio, 1963, 10. El doctor Veil, en su intervención en este colo-
quio sobre la fatiga industrial, diferenció la fatiga del exceso de fatiga, explicando que
aquélla "es un fenómeno normal, natural, benéfico incluso; inseparable de la actividad,
siguiendo al trabajo como su sombra, freno saludable, la fatiga es un agente esencial del
sostenimiento de la homeostasis. Es con relación a ella —continúa diciendo Veil— como
pueden definirse el surmenage y el agotamiento, o más bien los estados de agotamiento, . . .
la fatiga aparece simplemente desde el comienzo del trabajo, de forma que si la carga de
trabajo es excesiva o el reposo insuficiente, el trabajador se fatiga y, cuando el margen de
adaptación es sobrepasado, se cae en el agotamiento" {loe. cit., 72). Por su paite, R. Binois,
neuropsiquiatra especializado en medicina del trabajo, dijo (ibid., 16-17) que la fatiga
patologiea es posible (aunque la fatiga objetiva tiene un carácter regular del binomio actividad-
reposo) porque la fatiga no regula bien la actividad debido a las múltiples presionas y exigen-
cias sociales: el sujeto no siente su fatiga, pero tampoco puede organizar su reposo y la acti-
vidad pierde energía y comienza a sentirse una baja de su nivel, sobreviniendo así diferentes
alteraciones relaciónales. Sobre esta cuestión, añadió Veil (ibid., 75-76) que "el mejor
signo de alarma es el que manifiesta que un equilibrio, un modus vivendi, a veces antiguo,
se modifica poco a poco, sin llegar a ser patologico, pero permitiendo al observador atento
notar los esfuerzos del trabajador para manenter su homeostasia; por ejemplo, aumentando
sus consumiciones de alcohol o café, o alterando sus actividades en los tiempos de asueto;
si éste no es ayudado y aconsejado, irá descomperisándose en una forma patológica cada vez
más rápida".
EL TIEMPO D E D E S C A N S O 103
ción "funcional" de los loisirs puntualiza que "el descanso está tomado princi-
palmente en el sentido de recuperación". 4
En relación con los efectos del descanso sobre la fatiga, debe advertirse que
no ocupa un tiempo libre, sino psicobiológico el descanso que responde a una
necesidad fisiológica —sea somática o psíquica— ineludible, como en la fatiga
patológica, o normalmente imperativa como en la fatiga cotidiana. Esta última se
elimina heterocpndicionadamente, de un modo rutinario y habitual, durante el
sueño nocturno. 5
En cuanto a los efectos de la fatiga sobre el tiempo libre, su importancia es
muy considerable, puesto que le resta nitidez. Y en el caso de la fatiga patológica
llega incluso a suprimirlo. Bize6 lia señalado que lo que se pierde enseguida y casi
simultáneamente con la fatiga en el trabajo "es la capacidad de organizar el tiem-
po de ocio, siendo también éste un problema extremadamente sorprendente. La
gente fatigada se halla, pues, encerrada dentro de ese círculo vicioso, en el que
no les es posible organizar sus asuetos".
Esto plantea un problema contradictorio: la fatiga patológica impide disfru-
tar el tiempo de ocio, sin que podamos liberarnos de la propia fatiga que nos
invade. La solución ya no puede estar en dicho tiempo, sino en el tiempo psico-
biológico y, en su defecto, en una intervención médica reductora de la intensi-
dad de la fatiga. Sólo después podrá actuar contrafuncionalmente en el tiempo de
ocio como tiempo de descanso.
Por otra parte, si cuando nos conviene reposar, en vez de ello, ocupamos
el tiempo disponible en otras actividades de ocio, puede sobrevenir —a la corta o
•a la larga— la fatiga patológica que exigirá inexorablemente no ya un descanso
liberador, sino el "descanso" fisiológico.
Aquél —el descanso liberador— se traduce en una actividad digamos de repo-
so, que se puede dar en forma de siesta, paseo o conversación banal. Se trata, en
suma y normalmente, de emplear el tiempo en "no hacer nada". Esta última
expresión tiene un sentido un tanto metafórico, pues el descanso no excluye
nunca cierta actividad psicobiológica. Ni siquiera en el llamado descanso pasivo
—como lo confirma los diversos estudios realizados en el campo de la conducta
animal, especialmente por la etología del sueño—, el cual constituye una subacti-
vidad, una conducta secundaria, no directamente provocada. Cuando el descanso
es activo, en el sentido señalado por E. Weber, la actividad tiende a ser lúdica y
su tiempo a ser un tiempo de recreación. En cualquier caso, en el descanso, la
4
Dumazedier, 1962a, 343; véase también en el mismo sentido, 1974, 93 y 98. Tomo el
último texto indicado de Magnane, 1964, 46.
5
No se comprende por qué Erich Weber, que tanto empeño pone en matizar las cosas,
considera (1963, 213) que es tiempo libre el gastado en la regeneración "absolutamente
necesaria". Ni siquiera que Magnane (1964, 49) categorice como semiocio la necesidad de
dormir, derivada del esfuerzo deportivo.
Zbinden (19646, 1013) distingue entre el descanso y la recuperación: el descanso
de un breve periodo, entre una y otra jornada de trabajo, dedicado al sueño normal, que
destruye y elimina rápidamente las sustancias tóxicas producidas en el organismo durante
el trabajo. La recuperación es la regeneración, renovación y fortalecimiento del organismo
gastado por el trabajo, que sólo se consigue intercalando en éste pausas más prolongadas de
varias semanas de duración. Según Hittmaii (1960, 144 y sigs.), en este ultimo caso, se
requiere un mínimo de tres semanas. Sobre las relaciones entre fatiga, ritmo biológico, sueño
y ocio ver Zeman, 1970.
6
Bize, en Coloquio citado, 1963, 23.
110 L O S M O D O S P R Á C T I C O S D E L I B E R T A D EN EL TIEMPO
EL T I E M P O D E R E C R E A C I Ó N
Otro modo de emplear el tiempo de ocio viene dado por un vasto conjunto
de prácticas que, siguiendo en principio a Dumazedier, llamaremos diversión. 13
La etimología de esta palabra es harto significativa. El verbo latino divertere, del
que aquélla procede, significa alejarse de algo, dirigirse hacia otra cosa o a otra
parte. El hombre que se divierte emplea su tiempo de ocio con un modo de prác-
ticas que, ante todo, responden a un intento de apartarse o superar la situación
en la cual se encuentra; situación definida por el aburrimiento. En efecto, de
la misma forma que el descanso contrafunciona liberándonos de la fatiga, la
división como conducta que es negadora del aburrimiento hace otro tanto
con éste.
El aburrimiento es un fenómeno complejo. Es importante, como señala Erich
Weber, no confundir el aburrimiento objetivo, de carácter superficial y circun-
tancial, con el aburrimiento subjetivo, que es habitual y profundo, existencial;'
en aquél, "algo nos aburre", mientras que en éste "nos aburrimos". 14 Este últi-
mo tipo de aburrimiento no es otro que el taedium vitae, aquel estado en que se
11
Fougeyrollas, 1959, 169.
12
Un comentario sobre un ejemplo similar a los citados puede verse en Zbinden,
1964a, 728-29.
13
No se va .a dar, por tanto, a la diversión el significado lato que le conceden muchos
tratadistas norteamericanos. E r estos, la diversión o recreación tiene un sentido tan amplio
que ¿asi llega a identiH ..-.rse cor. codo el contenido del tiempo de ocio. Véase Miller y Robín-
son, 1963, 13; Douglas, 1960; etc.
14
Psicológicamente, el aburrimiento es una experiencia caracterizada por un tono he-
dónico desagradable provocado por la prolongación de una.situación desprovista de interés
(Warren, 1S34, 2). Según Lersch (1956, 199), "la cualidad objetiva del^aburrimiento se
caracteriza porque lo que nos aburre, sea una conferencia o una situación en la vida, no
dice nada a la temática del impulso vital, pero en cambio subsiste una aspiración al placer. . .,
la existencia misma se percibe como vacía y desierta, como falta absoluta del placer. . .
Poi lo que respecta a su forma mocional (sic), debe ser designada también negativamente; en
112 LOS M O D O S P R Á C T I C O S D E L I B E R T A D EN E L TIEMPO
encuentra uno cuando no sabe qué hacer de sí mismo y de su vida, y que le pro-
duce un horror al vacío (horror vaciii)}5
Como sucede con la fatiga patológica, el aburrimiento subjetivo más profun-
do es un grave obstáculo para la diversión; cualquier actividad resulta aburrida.
En tal situación límite, uno no puede ni quiere huir de nada; y ningún tiempo
ofrece una posibilidad de autocondicionarse, adquiriendo un sentido de libertad.
El problema, en este caso, escapa al tiempo libre y requiere no un tratamiento
psicológico, sino psiquiátrico. Y es .obvio que el tiempo dedicado a tal tratamien-
to no es libre, a diferencia del dedicado a la diversión superadora del aburrimiento
no patológico que sí puede serlo.
Este último tiempo, tiempo de diversión1, se llena con conductas lúdicas;
pues el juego, ampliamente entendido, es la forma genérica de la diversión.
En principio, enjuego consiste en una actividad, física y/o mental, realizada
sin un fin utilitario, sólo por el placer que proporciona. No ha de extrañar que
muchos, apresuradamente, opongan la actividad lúdica al trabajo como activi-
dad obligatoria y utilitaria. 16
Se han propuesto numerosas teorías para explicar la naturaleza del juego,
asf como su génesis y sentido. Será interesante echar una rápida ojeada a las más
destacadas. 17
Un primer grupo esta constituido por las teorías de la homeostasis, las cuales
consideran que el juego es una liberación psicofisiológica de energía vital para
restablecer el equilibrio del organismo. Ya a fines del siglo XVIII, Schiller explicó
18
En una famosa carta, la XXVI, al duque von Schleseig-Holstein-Augustenburg (Schi-
11er, 1793, 149 y sigs.) Y en la carta XV explica el impulso lúdico (Spieltrieb) como una
síntesis del impulso sensible material y del formal, y como fundamento del impulso artístico
(loe. cit., .especialmente 82 y 85). Cfr., además, las cartas XIV, XVI, XX y.XXVI. Véase la
interpretación de Marcuse (1953, 170-184) y su comentario a la tesis de Bally (1945), cer-
cana a la de Schiller.
19
Spencer, 1855, 381 y sigs. y 4 0 3 y sigs. Pocos años después de haber publicado
Spencer sus Principies' of Psychology, Schaller (1861) ve en el juego una lecuperación de
fuerzas y Lazarus (1883) y lo compara con el sueño, pues ambos restablecen de la fatiga
física y mental. En la actualidad, la teoría de la homeostasis es mantenida por Alexander
(1948), el cual la aplica con enfoque psicoanalítico al campo psicológico, conectando la
acción lúdica con el erotismo, entendido éste como toda acción encaminada únicamente
al desprendimiento de energía supeiflúa para restablecer el equilibrio homeostático.
20
Fróbel, 1826 § 23. Gross, 1899, 7; y, en el mismo sentido, 1896. Este último estu-
dió también (1892) la transformación del juego enjuego reglamentario, y definió, siguiendo
la 'tradición anterior, la actividad estética en relación con la actividad lúdica. De base tam-
bién instintivista es la concepción que tiene Mac Dougall (1908) del juego.
Sobre los antecedentes de esta línea teórica en Schiller, y su relación con Spencer, ver
Caillois, 1958, 8.
21
Stanley Hall, 1906, 74; citado por Merani, 1962, 18-19. Dicha hipótesis afirma, de
acuerdo con la ley biogenética de Haeckel, según la cual el embrión se desarrolla siguiendo
las mismas fases por las que ha pasado y se ha formado.la humanidad, que la ontogénesis
—o desarrollo individual— de los seres superiores, reproduce en forma abreviada la filogé-
nesis —o desarrollo de la especie— de los seres inferiores. A pesar de que puede estimarse
superada, los doctores Doman y Delacato han tratado con éxito la parálisis cerebral infantil,
aplicando la técnica del patterning method basada en el patrón filogenético. Véase sobre
este último punto, Cruz Hernández, 1972, II. 1305-306.
114 LOS M O D O S P R Á C T I C O S DE L I B E R T A D EN EL TIEMPO
Teorías fisiológicas como las anteriores, pero de matiz distinto, han sido las
propuestas por Dewey y por Buytendijk. 22 La explicación del primero, de carác-
ter biológico, es muy elemental. La vida orgánica es actividad, por lo que el juego
responde a una necesidad natural de movimiento; en cambio, muy elaborada es
la teoría de Buytendijk. Para éste, la actividad lúdica responde a un dinamismo
biológico espontáneo que va de la tensión a la relajación, y cuya esencia se en-
cuentra en la dinámica juvenil en la que no se da la dirección ni la intención. El
juego es antiteíeológico: su elemento objetivo es lo imprevisible, al final como
mera posibilidad; en cuanto a su elemento subjetivo reside en el placer. En un
segundo momento, el movimiento se limita a un espacio —campo de juego— y se
normaliza en unas reglas, operando ambos elementos como obstáculos al movi-
miento libre.
Un sexto grupo lo forman las teorías que podríamos llamar de la autoexpre-
sión. Con especial referencia al juego infantil, Georges H. Mead afirmó que el
niño al jugar representa amplios roles sociales que le permiten dar sus propias
respuestas a situaciones creadas por él mismo. Hoy en día, Piaget, con idéntica
referencia, concibe el juego como una actividad autoformadora de la personali-
dad del niño, mediante una asimiliación de lo que el mundo ofrece al yo. 2 3
Las teorías psicoanalíticas sobre el juego se basan, además de en Freud,
también de un modo implícito en Claparéde, el cual había visto en el juego una
catarsis liberadora de emociones reprimidas que deja al sujeto en libertad para
poder desarrollarse. La escuela psicoanalítica interpreta la actividad lúdica como
una proyección de impulsos sociales no aceptados. Todo el simbolismo del juego
opera de catarsis de los impulsos y deseos censurados moral o socialmente por
el superyó y reprimidos por el yo. En esta línea se encuentran, por ejemplo, las
aportaciones de Slavson y de Erikson. Slavson ve en el juego infantil una impor-
tante forma de aprendizaje, y en el de los adultos un medio de compensar orgáni-
ca y efectivamente el reposo y la monotonía con nuevas experiencias y estimu-
lantes, así como diferentes posibilidades de éxito. Enumera como móvileslúdicos
característicos; las necesidades de movimiento y de cambio, el instinto sexual, el
deseo de la muerte, los móviles sádicos, la agresividad y la regresión. Pero la acti-
vidad lúdica, libre y espontánea, es ante todo un medio de descargar la agresividad
mediante una regresión, aceptable personal y socialmente, hacia modos del com-
portamiento infantil por los que a través de la imaginación y la fantasía escapa-
mos periódicamente de las sujeciones de la realidad. Por lo que se refiere a Erikson,
coft base en el psicoanálisis infantil y la antropología cultural, interpreta de
modo parecido el juego del niño como una forma de tratar cada ventura creando
situaciones modelo, y de dominar la realidad con la experiencia y la organización.
En cambio, el juego del adulto es una evasión periódica de las formas de limita-
ción que constituye su realidad. Uno y otro destacan el gran poder catártico del
22
Dewey, 1925. Buytendijk, 1933; y antecedentes en 1932.
23
G. H. Mead, 1934, 176 y sigs. Piaget, 1945 y 1966. Sobre las aportaciones de Mead
y de Piaget ver infra la nota 30. Un resumen muy claro de las ideas de este último sobre el
juego puede verse en Millar, 1968, 44-51.
Mitchell y Masón (1948, 79 y sigs.), combinando esta teoría con la anterior, opinan
que el hombre encuentra obstáculos en su conducta y busca satisfacciones compensatorias,
r-nír.ndo autoexpresarse.
EL TIEMPO D E R E C R E A C I Ó N 115
juego como factor equilibrador que nos libera de presiones, descargas tensiones
y compensa inadaptaciones. 24
Un último grupo puede hacerse con las teorías de carácter antropológico
social y cultural. Frente a las teorías individualistas o psicológicas, los antropó-
logos han subrayado reiteradamente la dimensión sociocultural del juego. Frazer
ya había interpretado los juegos, sobre todo los tradicionales, como una degra-
dación de las ceremonias de los adultos: tanto en su forma como en su contenido
consideraba que habían sido sugeridos o impuestos a la sociedad infantil por
la sociedad adulta, lo que señalaba el predominio de ésta sobre aquélla. Y Mali-
nowski, en sus observaciones etnológicas, subrayó que loí juegos arrancan al
hombre de la rutina, mitigando la disciplina de la vida diaria y restaurando en
él la plena capacidad por el trabajo rutinario. 25
Más culturalista que antropológica es la teoría, muy elaborada, expuesta por
Huizinga en su conocido libro Homo ludens. El juego es, para él, creador de la
cultura; en él manifiestan los pueblos su interpretación de la vida y del mundo.
Ya en sus formas más simples está dotado de significación y en las superiores
tiende a la figuración, a representar simbólicamente la realidad. Su carácter dife-
rencial está en el hecho de ser una actividad libre, voluntaria, y por tanto renun-
ciable, es decir, superflua y por esto tanto más deseable;sólo cuando cumple una
función cultural socialmente admitida —un rito, una ceremonia— se relaciona
con la obligación y el deber. Es independiente de las demás actividades humanas:
responde a un orden propio, limitado tempoespacialmente y sometido a unas
reglas asimismo propias. Al mismo tiempo que escapa a la vida corriente y a lo
"serio", absorbe a la persona del "jugador" de una manera intensa y completa.
Culturalmente, aparece como un sustrato constante de la historia sobre el que
se elevan el lenguaje, la competición, el derecho, la guerra, el saber, la poesía,
la filosofía y el arte 26
24
Slavson, 1948; Erikson, 1950. Las ideas de Freud sobre el juego, en buena paite
contenidas en Massenpsychologie und Ichanalyse (1921), las resume Millar brevemente en
1968, 22-27. Acerca de Claparéde remito a su obra de 1909.
Mientras las teorías de Slavson y de Erikson ofrecen unas interpretaciones del juego
de carácter marcadamente contrafuncional, explicable por interesarse ambos en los aspec-
tos patológicos de la personalidad y, sobre todo el segundo, en el juego como instrumento
terapéutico, Sapora y Mitchell ( 1 9 6 1 ) consideran que la compensación de sentimientos de
inferioridad y de frustraciones en el juego no debe sobrevalorarse porque el hombre, al
jugar, primordialmente exterioriza y autoexpresa su personalidad de un m o d o natural y
espontaneo. Estos últimos autores se sitúan, pues, a caballo entre este grupo psicoanalítico
y el anterior, referente a las teorías de la autoexpresión.
25
Frazer, 1890. Malinowski, 1931, 121 y sigs. A diferencia de estas teorías de base
etnográfica, Fróbenius (1933, y antecedentes en 1932) presentó otra teoría que arranca
de postulados metafísicos: la cultura nace como juego, el cual no es sino una representación
simbólica de un estado patético del hombre frente a todo el orden de lo sobrehumano, de lo
grandioso e incognoscible que acompaña el acontecer cósmico. En el juego infantil se en-
cuentra, según Fróbenius, la fuente de toda la creatividad humana.
26
Todas las culturas para Huizinga, responden a una fuente lúdica, aunque en unas es
más fundamental que en otras. Así, mientras el medievo europeo fue una época lúdica, el
siglo XIX ha sido esencialmente "serio". Cfr. la obra arriba mencionada (1938, passim).
El gran historiador holandés basándose en el significado de las palabras con que se
designa la actividad lúdica en la mayoría de los idiomas europeos, dice que "el juego es una
acción u ocupación libre, que se desarrolla dentro de unos límites temporales y espaciales
determinados, según reglas absolutamente obligatorias, a u n q u e libremente aceptadas; acción
que tiene su fin en sí misma y va a c o m p a ñ a d a de un sentimiento de tensión y alegría, y de la
conciencia de ser de otro modo que la vida corriente" y añade, a continuación, que
118 LOS M O D O S P R Á C T I C O S DE L I B E R T A D EN EL TIEMPO
definido de esta manera, el concepto parece adecuado para comprender todo lo que deno-
minamos juego en los animales, en los niños y en los adultos: juegos de fuerza y habilidad,
juegos de cálculo y de azar, exhibiciones y representaciones. Esta categoría —el juego— pa-
rece que puede ser considerada como uno de los elementos espirituales más fundamentales
de la vida (1938, 49; el subrayado es del propio Huizinga. En ibid., 29 da otra definición
más restringida basada en el aspecto formal del juego.)
Según Martindale (1960a, 371), Huizinga siguió las sugerencias de Max Weber en el
estudio que éste hizo sobre la ciudad (1921, 229-29), donde sostieneque toda civilización
podía recibir su estilización peculiar en términos de sus tipos característicos de juego. (Otra
línea interpretativa del fenómeno lúdico urbano es la splengeriana: las formas de juego en
la ciudad son una forma de escapar de las tensiones, anulándolas mediante la distracción.
Cfr. Spengler, 1924, 103). A su vez, el propio Martindale (ibid., 368 y sigs.) encuentra una
conexión entre las ideas de Max Weber y las de Georg Simmel. Para este último (1911, 71 y
sigs.) el juego era, como el arte, originalmente una "forma" desarrollada por la realidad de
la vida, pero que ha creado un "contenido" de autonomía frente a las realidades que la
engendraron, pudiendo tener cualquier esfera de la vida sus propias formas de juego; inclu-
sive la vida social en general pues la sociabilidad cubre prácticamente todos los juegos: en la
comunicación es la conversación o trato por sí mismo; en el erotismo es la coquetería, que
provoca una interacción consistente en el cortejo por sí mismo.
27
Caillois (1958b, 16) estudia el juego como actividad independiente "esencialmente
una ocupación separada, cuidadosamente aislada del resto de la existencia, y en general rea-
lizada en límites determinados de tiempo y lugar". Dumazedier (1962a, 342) encuentra
insuficiente la postura de Caillois dada la independencia del enfoque de este último. Doy
la razón de Dumazedier, aclarando que, a mi juicio, dicha insuficiencia proviene, ante todo,
del hecho de referirse Caillois a uno de los aspectos subinstitucionales del tiempo libre y no
alas conexiones estructurales del juego en el seno de este tiempo como institución social.
28
Es más, dice Caillois, el destino de las culturas se lee en los juegos: dar la preferencia
a uno u otro de aquellos impulsos lúdicos, contribuye a decidir el porvenir de una civiliza-
ción. Cfr. Caillois, 19586, especialmente los dos-primeros capítulos, y también 1958a en
donde recoce, en parte el contenido de 19586. Véase la crítica que hace Caillois a Huizinga
en 1950, 199-213.
Martindale (1960a, 363 y sigs.) destaca el valor intrínseco del juego desde una perspec-
tiva institucional. El juego, dice, constituye una de las instituciones culturales, las cuales se
refieren a valores intrínsecos, a diferencia de las instituciones sociales, dirigidas a valores
instrumentales. El sentido del tipo de actividad en éstas descansa en alguna esfera exterior,
mientras que en aquellas yace en la actividad misma. En las instituciones culturales, los acon-
tecimientos son más espontáneos y creadores, y las actividades más libres y menos construi-
bles. Esto no quiere decir —aclara el citado autor— que las actividades y las instituciones en
que los valores culturales se realizan carezcan de orden, sino que la fuente de orden surge
del interior mismo de dichas instituciones.
EL TIEMPO DE R E C R E A C I Ó N
la diversión, lo que significa, dicho con otras palabras, que quien se divierte siem-
pre juega (no siendo cierto lo contrario, ya que la conducta lúdica puede realizar-
se también en el marco de la práctica del ocio cuyo modo veremos en tercer y
último lugar).
No hay que confundir, empero, el juego con la diversión. La conducta lúdica
no es privativa del hombre, pues la etología ha demostrado que incluso llega a
ser importante en algunas especies, pero únicamente el hombre se divierte. La
diversión es la manifestación psicológica del juego; es decir, que con ella el hom-
bre siente el placer propio.de lo lúdico, por lo que a través de esta diversión busca
y encuentra dicho placer y por lo tanto juega. Tanto en el juego como en la di-
versión la conducta está autocondicionada por el sujeto; por esto, la diversión,
como el juego, constituye una importante fuerza social. 31 Pero mientras en el
juego la conducta es gratuita, en el sentido de que no tiene otra finalidad que sí
misma, en la diversión la conducta es intencional.
Sentado esto ¿cuándo el juego funciona de un modo expresivo y cuándo
funciona de un modo compensador? Depende de la relación existente entre el
juego y la diversión. En efecto, la conducta lúdica es expresiva de la personalidad
cuando es un fin en si misma y es compensadora de la personalidad, cuando es
un medio para divertirse. Dicho de otra manera, al divertirnos para jugar nos
entregamos a una actividad por sí misma y, por consiguiente, esta actividad pla-
centera, tomada como fin, refleja directamene nuestro sentir y nuestro modo de
ser; con ella, nos autoexpresamos. En cambio, al jugar para divertirnos huímos
con nuestra conducta de algo que nos resulta desagradable; se trata, en este se-
gundo supuesto, de una actividad contrafuncional ya que el placer de la libertad
no es sino un medio compensatorio para libéranos del aburrimiento de lo coti-
diano.
Ahora bien, en ambos supuestos, tanto en el juego expresivo como en el
compensatorio, la conducta del sujeto es re-creadora. La diversión implica siem-
pre una recreación. En el juego expresivo, porque al divertirnos nos volvemos a
crear para nosotros mismos; en el juego compensador, porque la diversión evasiva
nos vuelve a crear para las actividades "serias", o sea, no re-creamos para el tra-
bajo y en general para lo heterocondicionado, debiendo aclararse que por respon-
dér esta diversión a una necesidad de recreación, lo es menos del propio sujeto
que de las circunstancias o contexto que le condiciona. Quiero decir que al dejar
al hombre otra vez capaz y disponible para la conducta heterocondicionada,
aquellas circunstancias también se reproducen. Y vistas asilas cosas, la conducta
lúdica no es simplemente una actividad realizada por el solo placer que propor-
ciona, sino que junto a este aspecto subjetivo hay otro de carácter objetivo, fun-
damental a nivel humano: el hombre ante todo juega porque el juego es una ac-
tividad re-creadora.
autónomo de reglas —siendo parte del placer de los jugadores el establecer éstas, como ya
señalara Mead (1934, 182)— que definen las situaciones y los resultados del juego.
Agudamente, escribía Ortega en 1925 que: "El juego exige que se juegue lo mejor
posible. Precisamente su falta de seriedad hacia afuera —su falta de forzosidad— le dota
espontáneamente de una rigurosa seriedad interna" (1925, II, 351, los subrayados son de
Ortega; para las ideas de este autor sobre lo lúdico, el "deportismo" y la vida consúltese
especialmente, además del trabajo citado, 1923, 194 y _sigs., y 1958, 375-390).
31
Véase sobre el juego en relación con la dinámica de los pequeños grupos, Beal,
Trillen y Rínulabruigli, 1962. Y en el plano macrosociológico, Meyer y Brightbi 1 !, 1956.
EL TIEMPO D E R E C R E A C I Ó N 119
Estamos así ante dos sentidos claramente distintos de la diversión como re-
creación dados por una conducta que en el primer caso es funcional y en el segun-
do contrafuncional. Pasemos a analizar ambcj aspectos del fenómeno, viendo
primeramente el último mencionado.
El carácter contrafuncional de la diversión ha sido bien resumido por Duma-
zedier al describir ésta como una de las "funciones" del ocio. La monotonía en
el trabajo y la necesidad de romper con lo cotidiano conduce, escribe, a "cierta
búsqueda de una vida complementaria, de compensación o de huida mediante la
distracción, la diversión, la evasión hacía actividades diferentes del mundo de
todos los días: a) actividades reales —de la realidad secundaria, escribe Caillois—,
a base de cambio de lugar, de ritmo, de estilo, viajes, juegos, deportes; b) activi-
dades ficticias a base de identificación y de proyección: participación en los
espectáculos de cine teatro, lectura de novelas, etc. ( . . . ) Es el recurso de la vida
imaginaria, de la satisfacción de lo que llamamos con Offman, nuestro doble
—Morin, 1958—. Esta función de diversión, en todo su sentido, es la que se evoca
en la mayoría de las respuestas de nuestra encuesta". 32
La diversión compensadora, puesta ya de relieve hace años por Riggs al verla
como un modo de equilibrar la vida en relación con el trabajo, implica una varia-
ción en nuestro círculo habitual de personas y en nuestras actividades usuales.
Implica también una alteración en nuestro estatus normal y el posible encuentro
del afecto, la independencia, el prestigio o cualquier otra cosa que nos es negada
en la vida cotidiana. 33
Es acudiendo a otro mundo, real o ficticio, en el que uno vive sensaciones,
setimientos y valores distintos a los de la rutina diaria, como es posible liberarse
del aburrimiento. La diversión liberadora vuelve a crear nuestra vida en el plano
lúdico. Esta recreación es circunstancia; y no sólo porque luego de la diversión
hay que volver al trabajo, lo que permitió que Ortega dijera de ésta que es una
"huida provisional". 34 Es provisional sobre todo en el sentido de que al compen-
sarnos, nos vuelve a crear también para las actividades heterocondicionadas. Así,
al facilitar el regreso a lo cotidiano, la diversión es, contradictoriamente, repro-
32
Dumazedier, 1962a, 344; cfr. 1962b, 29-30 y 1974, 93 y 98.
33
Riggs, 1935. 'Cfr. Mills, 1951, 326. El ocio ostentatorio se relaciona, en ciertos
aspectos, con la diversión. Escribió Thorsthein Yeblen (1899, 82) que el ocio cumple una
función ostentatoria cuando se recurre "a la ayuda de amigos y competidores ofreciéndoles
regalos valiosos, fiestas y diversiones caras. Los regalos y fiestas tuvieron probablemente
un origen distinto de la ostentación ingenua, pero adquirieron muy pronto utilidad para
este propósito y han conservado este caracter hasta el presente".
34
La vida de juego se convierte en una realidad secundaria y compensadora, ya sea en
el juego activo —entendiendo por tal no necesariamente el deporte, sino también el partici-
par como jugador en un juego de naipes o de ajedrez, y también, por ejemplo, el hecho de
que durante las vacaciones muchos juegan a hacerse pasar por ricos o por "salvajes"—, ya
sea en el juego pasivo en calidad de espectador, a título de juez, de partidario o de apostante
(Janne, 1967, 29-30). A la memoria acuden aquellas palabras de Luis Vives: "El hombre ha
sido creado para cosas serias y no pocas chanzas y juegos. Pero los juegos se inventaron para
recrear el ánimo cansado de las cosas serias" (cit. por Marañón en 1942, 83).
Decía Ortega (1942, 420): "Di-vertirse es apartarse provisoriamente de lo que solíamos
ser, cambiar durante algún tiempo nuestra personalidad efectiva por otra en apariencia arbi-
traria, intentar evadirnos un momento de nuestro mundo a otros que no son el nuestro".
Años después, encontramos idéntico enfoque en Fromm (1955, 170-71): la depresión, el
aburrimiento, el tedio pueden ahogarse evitando sus manifestaciones, que se sienten cuando
se está a solas consigo o con las personas más allegadas; entonces las diversiones nos facilitan
la huida.
LOS M O D O S P R Á C T I C O S DE L I B E R T A D E N E L TIEMPO
35
Aranguren, 1958a, 138; cfr. además 19586, 388. Erich Weber (1963, 218) insiste
en que las diversiones no son valiosas cuando con ellas se intenta ahuyentar el aburrimiento
existencial, profundo, objetivo, porque entonces nos aturden y el aburrimiento surge una y
oti'a vez al quedar irresueltos los problemas centrales de nuestro sentido. SegúnxLersch, el
polo negativo de la diversión es el fastidio; el descontento es una forma atenuada de aquél.
En el fastidio hay una inhibición de la libre expresión de nuestras funciones. Su cualidad
endotímica no es puramente el malestar, sino la sensación de que algo nos consume; afecta,
además a las exigencias del yo: nos fastidiamos porque no hemos conseguido algo. (Lersch,
1956, 201).
36
Ese valor expresivo se destaca en las pautas recreativas de las sociedades primitivas.
En estas sociedades, el aspecto contrafuncional es mínimo (cfr. por ejemplo las descrip-
ciones del antropólogo Lówie en 1941, 163-176 y 517). Pero no es inexistente: vide supra
la opinión de MaHnowski.
37
Especialmente hoy en día, los del artesanado en el que se adquiere un dominio me-
nor de ciertas técnicas o conocimientos para poder gozar de la obra completa, hecha ínte-
gramente por uno mismo. En este sentido: Mills, 1951, 286-87, y 1954, 273; Richta y
colaboradores 1966, 209-10, etc.
EL T I E M P O D E R E C R E A C I Ó N 121
EL TIEMPO DE CREACIÓN
38
Dumazedier, 1962a, 344. Debe advertirse que, para este autor, la participación
social no es constitutiva de ocio: al menos así parece desprenderse detestas palabras suyas:
"El ocio no es todo el tiempo libre. Las actividades de participación en los quehaceres
de la ciudad corresponden también al tiempo libre y no al ocio" (Dumazedier et al., 1967,
262). Cfr. nota 11 al cap. 6.
Hoy, Dumazedier sintetiza la "función" descrita del modo siguiente (1974 ; 93 y,
98-99): En el tiempo de ocio, el individuo se libera a su gusto de la especializacionfun-
cional, desarrollando de un modo interesado las capacidades de su cuerpo y su espíritus
permitiendo salir de las rutinas y estereotipos impuestos por el funcionamiento de los orga-
nismos básicos de la sociedad; abriendo la vía de una libre superación de sí mismo y de
una liberación del poder creador, en contradicción o en armonía con los valores do-
minantes de la civilización. Nótese que Dumazedier pone aquí énfasis en el interés personal1
(cfr. ibid. 98) mientras que en el texto arriba transcrito lo pone el carácter desinteresado
(lucrativamente) de la acción y de la cultura.
39
Magnane, 1954, 43 y 46.
122 LOS M O D O S P R Á C T I C O S DE L I B E R T A D EN E L TIEMPO
42 T"*
Es obvio que esas condiciones de silencio y recogimiento hay que relacionarlas con
el carácter intemporal de la creación contemplativa, a la que me refiero en el siguiente
capítulo al tratar de las relaciones entre la libertad, la temporalidad y la creación. No deben,
por tanto, ser entendidas como de aislamiento y "ensimismamiento", lo que conduciría a
una interpretación individualista y elitista como la sostenida por Schopenhauer (1851,
24-25), el cual creía que los hombres inteligentes prefieren una existencia retirada y si se
trata de un espíritu superior, incluso la soledad, "porque cuanto más posee en sí mismo un
hombre, menos necesidad tiene del mundo exterior y menos útiles le pueden ser los demás;
así pues, la superioridad de la inteligencia conduce a la insociabilidad". Sobre las relaciones
entre la soledad y el ocio: Overstreet, 1934; Riesman, 1949, 345; Mills, 1954, 275; y la nota
9 del cap. siguiente.
43
Aristóteles, Ética nicomaquea lilla y b. Sobre la idea de la contemplación en la
Magna Grecia, en el Cristianismo, y su evolución posterior véase de Grazia, 1962, 8-9, 17-18,
322, 345-46, y la bibliografía que este autor recoje en 431-32. Véase también E. Weber,
1963, 247-48.
44
Marx, 1854, § 3 y 11. Aranguren, 1958a, 117 y 120.
124 LOS M O D O S P R Á C T I C O S D E L I B E R T A D EN E L TIEMPO
ocupado a su gusto, ya que "en opinión de los médicos es muy importante que los cos-
monautas usen su tiempo libre como deseen" (La Vanguardia, despacho de Al-Efe, 16
junio 1971).
5
La supervaloración de la skholé trajo, como consecuencia, una infravaioración del
descanso y la diversión; en el otium privó, en cambio, la diversión evasiva con mengua del
descanso y la creación, etc.
6
Scheuch, 1965; citado por Schneider, 1969, 125. Touraine, 1959, 111; y 1969, 218.
Magnane, 1964, 112. El trasfondo crítico que late en aquellos autores no se encuentra en
este último, el cual desde su punto de vista de la sociología del deporte añade, en el mismo
lugar citado, que en ese tiempo de libertad el individuo "llega a una conciencia renovada
de su unidad vital y se acuerda, en especial, de su infancia". Por lo visto, el antitradiciona-
lismo queda, en este autor, reducido a una regresión infantil.
130 T I E M P O , L I B E R T A D Y CAMBIO
7
Grashm, 1967, 161 y sigs.
131
Para explicar dicha naturaleza conflictiva hay que volver a analizar la ambi-
valencia del fenómeno desde una perspectiva metodológica diferente a la funcio-
nal; entonces es preciso adoptar un punto de vista genético. Como se verá, se
trata menos de interrogar sobre la ambivalencia de sentido que de profundizar en
su significado.
¿Cuál es el proceso generador del tiempo libre, a partir del ocio? Este proce-
so comienza con una fase de formación de un tiempo excedente, necesaria para
alcanzar un tiempo libre lo más neto posible. Consiste, como sabemos, en sus-
traer un tiempo a lo heterocondicionado; es, pues, negadora de éste. En consec-
cuencia, la persona pasa a disponer de un tiempo, el cual por ser en principio
ajeno al heterocondicionamiento pone las condiciones genéticas de la libertad
en el tiempo.
Ese tiempo disponible, que no nos libera en realidad de lo heterocondiciona-
do, puede ser empleado contrafuncionalmente para tal efecto liberador. Para
ello, es necesario una conducta autocondicionada, en la que se sinteticen el
tiempo (heterocondicionado) y la libertad: es el ocio como tiempo liberador,
como tiempo de libertad. Mas al actuar ese ocio por compensación, su acción
a la par que elimina la contradicción anterior entre lo heterocondicionado y lo
autocondicionado, introduce una nueva contradicción entre ambos aspectos de
la realidad.
Esta nueva contradicción puede superarse porque el tiempo liberador genera,
a su vez, la posibilidad de un empleo funcional del ocio al poner las condiciones
temporales para que la conducta pueda ser afirmadora de lo autocondicionado
como tal, negando así la compensación heterocondicionante. Y cuando el ocio
reproduce el autocondicionamiento, en un tiempo de libertad, la persona puede
afirmarse a sí misma. Con este uso del tiempo, el tiempo (heterocondicionado)
y la libertad se sintetizan en un tiempo liberado; en un tiempo para la libertad.
En resumen, el tiempo libre se genera a través de un proceso, de naturaleza
dialéctica, de síntesis entre el tiempo y la libertad, que supera las sucesivas con-
tradicciones entre lo hetero y lo autocondicionado.
El proceso dialéctico no termina aquí; porque el tiempo libre funciona siem-
pre en un sistema personal enmarcado por sistemas transpersonales, los cuales
tienden a negar cualquier autocondicionamiento que pueda enfrentarse a lo esta-
blecido por ellos. En consecuencia, el sistema establecido contrafunciona, crean-
do un heterocondicionamiento, en contradicción con el ocio como tiempo libre;
éste, entonces, sólo puede darse de una manera conflictiva.
Así, el proceso dialéctico descrito, si bien supera la contradicción entre los
aspectos contrafuncionales y los funcionales de la conducta en el seno del siste-
ma de la personalidad, engendra una nueva contradicción entre ambos aspectos
dinámicos al nivel transpersonal. Con el empleo del ocio como tiempo liberado,
la persona puede entrar en conflicto con el sistema establecido; pues, ante esto,la
respuesta del agrupamiento (léase, en gran medida, las minorías dirigentes,
controladoras del mismo) es heterocondicionar nada menos que la sede del auto-
condicionamiento es decir, el tiempo libre. Para ello institucionaliza el ocio de
tal modo que éste funcione personalmente sólo con aquellas conductas que sean re-
ductoras del conflicto; esto es, haciendo que contrafuncione a nivel transpersonal.
132 T I E M P O , . L I B E R T A D Y CAMBIO
8
Cuando esto no sucede, ocurre lo que Tocqueville (1835-1840, 314) dijo de los esta-
dounidenses hace casi siglo y medio: "Se tropieza con pocos ociosos en las naciones de-
mocráticas. La vida transcurre allí en medio del movimiento y del ruido, y los hombres
están tan atareados en actuar, que les queda p o c o tiempo para pensar. Lo que quiero sub-
rayar, sobre todo, es que no sólo están ocupados, sino que sus ocupaciones les apasionan.
Están perpetuamente en acción, y cada una de sus acciones les absorbe el alma: el fuego
qué ponen en los negocios les impide inflamarse con las ideas".
Es la intemporalidad contemplativa la que explica lo que dice del ocio de Grazia (1963,
14 y sigs.) y que doy en extracto: crear en ciencias, en arte, si ha de venir vendrá del ocio
verdadero. La vida ociosa según los antiguos conduce también a la sabiduría. La contem-
plación en el ocio fue para Platón, Aristóteles, Epicuro el mejor camino de llegar a la ver-
dad; y el cultivo de..líf mente en el ocio no puede ocurrir más que a una persona que esté
libre de toda necesidad diaria. La vida del ocio lleva a una mayor sensibilidad no para la
verdad sino también para la belleza, para la maravilla del hombre y la Naturaleza, para su
contemplación y recreación. El artista, como el pensador, es un hijo de la calma. Debe
poder separarse del mundo cotidiano, si no las ideas e imágenes nunca llegarán a su mente.
Un mundo sin ocio se convierte en un mundo sin belleza y sin fuerza creadora; sin libertad
en el sentido más amplio de la palabra.
La intemporalidad contemplativa tiene muchos aspectos. Citaré, como ejemplo, las opio-
nes sobre la labor de la creación en la investigación científica de dos grandes figuras con-
temporáneas, pertenecientes a campos distintos. El célebre matemático francés André Lich-
nerowicz (1973, 12 y 25) dice que "las matemáticas sólo progresan desde el momento en
que fueron concebidas como un fin en sí mismas. Además, y a priori, somos incapaces de
saber, dentro de las matemáticas constituidas, las que habrán de ser utilizadas (. . .) si de
entrada queremos trabajar pura y simplemente en lo que es real, trabajaremos como miopes
a ras del suelo". Y añade: "Para cualquier actividad intelectual es necesario un cierto aisla-
miento. Pero una persona sola no puede hacer matemáticas. Es muy importante pertenecer
a una comunidad". Por su parte, el ya citado epistemólogo y psicólogo suizo Jean Piaget
(1973, 90) señala que "el investigador sólo puede hacer una labor válida en la medida en
que no piensa en su aplicación concreta. Cuando se piensa en la aplicación, los problemas
se restringen de inmediato (. . .) Si uno se ocupa de los problemas que, en el estado actual
de nuestras necesidades, parecen más urgentes, estoy seguro de que reduce mucho los cam-
pos de aplicación futura".
La otra cara de la creación, que provoca la contradicción arriba aludida, viene perfecta-
mente resumida en estas palabras de París (1972, 184-85): "Si observamos la marcha de la
humanidad, comprobaremos cómo sus grandes etapas creadoras en la historia han resultado
justamente de un ahorro de tiempo". París nos remite para la ejemplificación de su tesis a
los estudios de Leroi-Gourhan (1964, 239), especialmente a la descripción que este ilustre
científico francés hace de la constitución de la cultura neolítica.
134 T I E M P O , L I B E R T A D Y CAMBIO
Q U É ES EL T I E M P O L I B R E
tados por él mismo: vida inventada que constituye propiamente la vida huma-
na" 13 Esta vida, por cuanto que creada, es la realización de la libertad, de una
libertad máxima porque puede absorber y absorbe a la temporalidad. En los
momentos de vida auténtica, el tiempo no cuenta, a no ser para vivir enteramente
la libertad. Y consumida ésta al realizarse, retorna el tiempo al hombre para
nuevos quehaceres en los que, otra vez, la libertad de un tiempo ha de conducir
hasta un tiempo para la libertad; esto es, para una nueva transformación.
El tiempo libre es el tiempo de los grandes empeños; singularmente, del
empeño más grande: el propio hombre.
E l ©<r8© IbmiirgEaés
OSSKXÍÜ pomcúflc®
gil Éfi©umip© M m ®
En la anterior discusión sobre el ocio como tiempo libre he evitado en lo po-
sible el referirme al ocio moderno, dado que interesaba llegar, con validez general,
al concepto del fenómeno. Tal cometido ha sido factible porque las necesidades
que el hombre intenta satisfacer con el uso del tiempo libre se refieren a un valor
tan general como es la libertad.
A pesar de ello, nuestro tiempo ha estado en todo momento presente en la
discusión. Porque ésta es provocada —y condicionada en sus planteamientos, por
lo tanto— precisamente por nuestra época; época que como mayoritariamente
se reconoce, está fundamentada en valores basados cada vez menos en el trabajo
y cada vez más en la vida de ocio.1 Tal afirmación, empero, para que sea válida
plenamente hay que referirla a las formas de vida burguesa, nacidas del industria-
lismo y desarrolladas en las sociedades de cuño capitalista. Ha sido, y es, en ellas
donde aquella actitud vital plantea problemas sociales tan nuevos, que han dado
pie . a muchos para pensar que estamos ante una mutación psicosociológica del
ocáo;2 situación que provoca la necesidad de preguntarse qué es el ocio.
1
Mills, 1951; Greenberg, 1953, 59; Bell, 1954, 20, y 1960, 360 y sigs.; Blücher, 1956,
118; Friedmann, 1956, 199, y 1970; Schelsky, en Blücher, loe. cit., prólogo; Kaplan, 1960;
Laloup, 1962 y 1967, 54 y sigs.; von Borsch, 1964, 119; Miñer y Form, 1964, 891 y sigs.;
Martín Bolte, 1966, 65-66; Grossin, 1969, 67 y 78-79, etc. Además cfr. E. Weber, 1963,
162-63 y la bibliografía allí citada. Entre nosotros, Balcells Junyent (1975, 293-94) refleja
en dos expresivas ecuaciones el cambio habido entre la primera etapa, que llega hasta la Pri-
mera Guerra Mundial, y la segunda, que llega hasta nuestros días, de la concepción moderna
del tiempo libre. En la primera, el tiempo libre es considerado negativamente en función
del tiempo de trabajo conforme a la ecuación L = t (T), siendo L el ocio ; T el trabajo y t el
tiempo. En la segunda etapa el orden de aquellas variables se invierte, según la fórmula T = t
(L), que traduce la actual situación en la que, según Balcells, "frente a la apoteosis del tra-
bajo asistimos a la apoteosis del tiempo libre".
Ante esta opinión abrumadora, no faltan quienes sostienen el parecer contrario. Pór
ejemplo, Thomas Jr. 1956; Riesman, véase la nota 4 al cap. 6. Para Kerr (1962), el espíritu
puritano persiste entre los americanos, pues —observa agudamente— trabajan más durante
su tiempo libre que en su tiempo de trabajo. Aranguren (1958a, 123), por su parte, com-
parando la vida antigua centrada en la skholé y la medieval en la fiesta, considera que "la
vida moderna ha qued.ado polarizada en el trabajo". De Grazia mantiene una postura ara-
bigüa: cfr. 1962, 389.
2
Valga como ejemplo, el hecho de que en la sociedad inmediatamente preindustrial, la
139
140 EL OCIO B U R G U É S COMO P R Á C T I C A D E L T I E M P O LIBRE
UN DESCANSO EXIGIDO
U N A RECREACIÓN IMPUESTA
11
Según Fromm (1955, 155), el carácter enajenado y profundamente insatisfactorio del
trabajo produce estas reacciones: 1. tomar la ociosidad total como ideal; 2. sentir una hos-
tilidad, aúii inconsciente, hacia el trabajo y todo cuanto se relaciona con él. Por ello, comenta
Fromm, ia publicidad apela al mínimo esfuerzo, a la holganza y pasividad, antes que al sexo.
Está comprobado que a más horas de trabajo más accidentes laborales (Paranque, 1969,
19). Sin embargo, según Hittmáir (1960, 144 y sigs.), los lunes —después de dos días de
fiesta— la curva de accidentes registra un máximo y la de producción un mínimo. (En 1909,
el doctor J. Ubeda y Correal ya denunciaba, entre nosotros, ese hecho con bases estadísticas
en un artículo titulado "Influencia del domingo en la frecuencia de los accidentes de trabajo".
Citado por González Rothvoss, 1968, el cual proporciona nuevos datos de carácter reciente
confirmatorios al respecto.) Sobre el lunes y la llamada "neurosis de la descomprensión
brusca" véase el comentario de Toti, 1961, 136.
12
Hoy tiene que ser un "enfermo" el que transforme su tiempo sustraído al heterocon-
dicionamiento en un tiempo de descanso Úberado. Eugeni d'Ors reflejó literariamente con
preciosismo modernista que respira una gran gratuidad, esa temática es un pequeño libro
titulado Oceanografía del tedi (1916) publicado ¡mientras Europa estaba siendo azotada
por la primera Guerra Mundial! Al leerlo, una duda asalta a la mente: ¿sería factible escri-
bir aquellas páginas hoy en día? En cualquier caso, está claro que ya hace cinco decenios
su autor sólo piído describir el ocio, un ocio decimonónico, recurriendo a un tiempo de
convalecencia.
13
Cfr. Friedmann, 1956. La postura típica norteamericana sobre el tratamiento psico-
lógico del aburrimiento en el trabajo industrial puede verse en Siegel, 1969, 290 y sigs. Ver
el análisis del rol del obrero que en ese aspecto del aburrimiento presenta, desde una pers-
pectiva íuncionalisía, E, V. Schneider en 1954, 232 y sigs.
U N A R E C R E A C I Ó N IMPUESTA 143
con mayor eficacia que cualquier otra institución, el engranaje de los entreteni-
mientos parece poder proporcionar un fundamento para la existencia de la gente.
Según Martha Wolffenstein, la diversión, que ha pasado a ser necesaria al hombre
industrial para no disminuir su autoestima, ha llegado incluso a generar una nue-
i va moral: la fun morality.14
Hoy, la diversión se realiza predominantemente a través de dos prácticas
típicas: la actividad diferente y la vida diferente. Son dos respuestas conducía-
les distintas pero no divergentes, como lo refleja el calificativo común con que
se les puede designar; en ambos casos encontramos una respuesta de evitación
de la cotidianeidad.
Las actividades diferentes comprenden desde los hobbies (con sus múltiples
manifestaciones: coleccionismo, construcción casera de los objetos más variados
con los medios más extravagantes, etc.) hasta el bricolage do-it-yourself.
Nadie como Friedmann ha explicado el éxito social alcanzado por los hob-
bies. Se debe, nos dice, a una reacción del hombre moderno contra la prepon-
derancia de la velocidad, del objeto estandarizado y preparado, de la organización
que viene "de arriba", del trabajo en cadena; por medio de la búsqueda tensa
de la realización en el "trabajito" terminado y minucioso, ejecutado libremente
según un ritmo personal.15 Es notorio, pues, el valor compensatorio de tales
actividades.
Ahora bien, dado el carácter extremadamente personal del tiempo que
ocupan, estas actividades lo sumergen a uno hasta la entrega obsesiva, una en-
trega que cierra para otros quehaceres durante el tiempo disponible. Es lo que
subraya Aranguren, al describir la evolución histórica del fenómeno: frente a.
la época heroica del comercio de ultramar, caracterizada por los entretenimien-
tos instructivos, la recreación y la diversión teñida de laboriosidad; época en la
que surgieron los juguetes mecánicos para adultos, el gusto de los relojes, los
pequeños talleres domésticos para esparcimientos y las distracciones de las letras
y las artes, nuestra época ya no tiene estas diversiones salvo cuando se asumen
con un espíritu nuevo, como hobby, como chifladura y manía, es decir, como
enajenación. Y es que, en ese tipo de ocupaciones —y ahora es Adorno quien
habla— uno se enfrasca absurdamente, sólo para matar el tiempo; 16 y matar el
tiempo, hay que añadir, es tanto como negarse a sí mismo.
Pero esto no es todo, el hombre entregado a un hobby procura "especiali-
zarse" en él y disfruta con él hasta adquirir un hábito al respecto. Mas una vez
adquirido este hábito y debido al carácter generalmente superfluo de la activi-
dad, ésta pronto deja de satisfacerle; entonces lo abandona, la mayoría de las
veces para entregarse a un nuevo hobby, las más de las veces "intivado" por las
14
Rumney y Maier, 1953, 196-97 M. Wolffenstein, 1951. La expresión fun morality
fue formulada por primera vez por Martha Wolffenstein y Nathan Leites (1950), para en-
frentar la "moralidad de la diversión" de la sociedad de consumo a la "moralidad del traba-
jo". Kerr ha rechazado esta tesis (cfr. la nota 1). Y el último, Dumazedier (1974, 59), pen-
sando quizás más en Marcuse que en aquellos autores, rechaza la moral del hedonismo como
base de una nueva ética del ocio, por supuesto del ocio tal como él lo concibe.
15
Friedmann, 1956, 184. Sobre el uso artesanal del tiempo libre en la moderna cul-
tura norteamericana véase Riesman, 1950, 284 y sigs., y Adorno, 1969. Y sobre el trabajo
y el juego en la nueva sociedad asimismo norteamericana, las consideraciones de Max Lerner,
1967, 29 y sigs. y 37 y sigs.
16
Aranguren, 1958a, 120 y sigs. Adorno, 1969, 55. Véase en el mismo sentido el in-
cisivo anfr.-'í "ie Habermas, 1958.
E L O C I O B U R G U É S C O M O P R Á C T I C A D E L T I E M P O LIBRE
17
Touraine, 1959, 98.
18
Cohen-Séat y Fougeyrollas, 1961, 127. Los subrayados son del original.
19
Mills, 1951, 302. En sentido similar se expresan Morin, 1958; Aranguren, 1958, 129-
. 3 0 y 138-39.
UNA RECREACIÓN IMPUESTA 145
20
Dumazedier, 1954 y 1962a, 589.
21
Es superficial e insuficiente explicar el ocio desviado de las subculturas marginadas,
como intenta Murphy (1973) con su enfoque mertoniano de la cuestión, por el hecho de
que su. "ritmo de vida" no está basado en un trabajo organizado. El ocio desviado no es ex-
clusivo de aquellas "minorías".
22
Lefebvre, 1957-1958 y 1968a. Martín López (1965, 187) encuentra un significativo
paralelismo entre el mundo griego y la sociedad actual. En aquél, como mostrara Aristóteles,
la esclavitud institucional, fáctica y externa, determinó la ineptitud para la skholé. Y en la
sociedad actual, la alienación se presenta como una nueva forma ética y psicológica de escla-
vitud, como exteriorización y vaciamiento de los individuos, que incapacita asimismo para
el ocio y reduce el tiempo libre —el gran problema de nuestro tiempo— a ser fermento de
desequilibrios de la personalidad y de manifestaciones anónimas.
23
Riesman, 1950.
146 E L OCIO B U R G U É S COMO P R Á C T I C A D E L T I E M P O LIBRE
en las sociedades que procuran más "bienestar" y que cuentan con más posi-
bilidades de diversión se da el fenómeno que Georges Lapassade ha llamado de
los jóvenes "rebeldes sin causa"? Como sostiene este autor al analizar la bárbara
conducta aparentemente gratuita de cinco mil muchachos en Estocolmo en
diciembre de 1956, la conducta de esos jóvenes no puede ser imputada simple-
mente a las tantas veces recurrida "crisis de la adolescencia" que no ha llegado
a ser superada, sino a una protesta contra la sociedad de consumo, facilitada por
el tiempo disponible sustraído al trabajo. Y esto incluye una negativa a emplear
los modos de "recreación'-' que dicha sociedad propone o más exactamente,
impone. Sus actos socialmente destructivos son la respuesta, profundamente
agresiva, de unos seres hastiados del mundo que les circunda, e incluso hastiados
de sí mismos. 24 s
¿No es comprensible, visto el panorama, que Fromm dijera que el miedo al
aburrimiento tiene un lugar predominante entre los miedos del hombre moderno,
y que Lynes afirmara que el problema primario del ocio es cómo evitar el aburri-
miento? 2 ^
Y en ese contexto disfuncional, en el que la diversión absorbe cuanto puede
del restante tiempo del ocio ¿qué pasa con la recreación? Apenas puede darse,
porque requiere un ir contra corriente, lo que sólo es factible en contados casos
aislados. El amateur deportivo, el connaisseur del arte, el dilettante musical son
exóticos ejemplares que suenan a demodée; pautas difíciles de localizar en una
época cada vez más escasa de autenticidades. Y cuando se dan, el tiempo de re-
creación que suponen, es el tiempo de una libertad pocas veces nítida, porque en
ella busca refugio desesperado un tiempo sociocultural que tampoco deja de
quedar tiranizado por el tiempo socioeconómico.
La recreación también se da donde menos cabría buscarla; se le encuentra,
más si cabe, aunque desnaturalizada, en el tiempo de creación.
U N A C R E A C I Ó N ESTABLECIDA
30
Aranguren, 1958a 116-17.
31
Véase mi trabajo, 19746.
32
En contra de la tendencia actual de basar la información publicitaria en la persua-,
sión, he demostrado la necesidad social de contar con un instrumento publicitario basadi
en la información persuasiva, en 1967 y 1969.
UNA CREACIÓN ESTABLECIDA
nueva práctica que algunos creen ya^detecíar, comoMarcuse cuando declara que
estamos asistiendo a una nueva ética dedicada al principio de la belleza y la con-
templación; más no puede confundirse la soledad con el recogimiento interior,
ni el colaboracionismo con la participación. 33
La creación se encuentra recluida en el plano de lo ideal. Bien cobijada en el
pensamiento, difícilmente sale de él a no ser como mera verbalización; perma-
nece más allá de la realidad. Lo que en la recreación es la vida diferente, pseudo-
creación en la creación es la vida imaginada.pseudorecreación. Pero si aquélla es
vivida, ésta es puramente soñada; es un sueño que a menudo ni siquiera incluye
el deseo. Aunque como han estudiado algunos sociólogos del arte, muy especial-
mente Duvignaud, 34 lo imaginario está revestido de un poder crítico o subversivo,
lo grave es que hoy la vida imaginada no se toma como algo que puede ser
real. Al igual que, para muchos niños, los cow-boys o losgangsters pertenecen a
la ficción televisiva o cinematográfica, los burgueses que asisten a la representa-
ción de una obra de Brecht la comprenden como teatro sin referirla a sí mismos,
y por ello, la aceptan entre admirados y divertidos. . . Parece como si, incluso, se
hubiera perdido el carácter mítico de lo imaginario, su poder étido y catártico.
Hace falta una imaginación práctica que lleve -- % práctica de la imaginación.
La imaginación libre y crítica es transformadora ae la realidad. Pero, hoy por
hoy, a la imaginación que intenta crear, esto es convertir en libre el tiempo del
hombre y al hombre mismo, le ocurre lo que a los estudiantes del Mayo francés
cuando para conferir poder a la imaginación, querían la imaginación al poder.
Después de los grafftti volvió la calma; las barricadas sólo sirvieron para soñar y
descargar agresividad, y el establishment, una vez más, sepultó la creación.
33
Touraine, 1969, 230. Sobre la soledad y el tiempo libre, véase Riesman, 1950; Sa-
lomón, 1965. La falta de recogimiento es tema en el que han profundizado fenomenoló-
gicamente Ph. Lersch (1947, 73; 1955, 43-44 y 174-75) y psicoanalíticamente E. Fromm
(1955, 135-36).
34
Consúltese la bibliografía de Duvignaud recogida en el repertorio final.
I úneúTrnpxn)
simúSflfilbir©
LA DICOTOMÍA Y LA CUA!MT!FICAC!Ói\!
DEL TIEMPO SOCIAL
tiene" pintando las paredes del piso o reparando él mismo como puede, un
aparato eléctrico con lo que se evita un gasto no despreciable. De otro lado, el
tiempo social al acelerar la modernización ha de ser aprovechado al máximo
dando a los quehaceres un múltiple sentido; es el caso del ejecutivo que ocupa
parte de su tiempo de trabajo yendo a tomar unas copas con un cliente potencial
importante, o del manager que va a jugar al tenis con un banquero que podría
financiar una fuerte operación proyectada. Paralelamente a ello, los diversos mo-
dos del tiempo social tienden a separarse cuantitativamente en un progresivo
proceso de parcelación que suele expresarse en el lenguaje cotidiano con frases
como "es preciso un tiempo para cada cosa" o "cada cosa pide su tiempo". 2
Si solamente se diera este proceso de parcelación, la temporalidad quedaría
fragmentada y el hombre despedazado, pero la escasa nitidez del tiempo libre
opera a modo de argamasa que impide tal resultado. Pese a esto, nuestras activi-
dades tienden a polarizarse, debido a las condiciones del trabajo moderno, alre-
dedor de éste y del ocio, con la consecuente dicotomización del tiempo social.
La oposición entre uno y otro aspecto de la realidad es tomada por muchos
como la base defrnitoria del tiempo libre, con lo cual no hacen sino reflejar a
nivel conceptual esa "gran división" (W. Mills) 3 , que más de uno ha interpretado
como una verdadera esquizofrenia social.
Cuestión más importante, pues reina prácticamente la unanimidad acerca
del carácter dicotómico del tiempo moderno, es la de los orígenes de tal dico-
tomía, en concreto, si la misma es un producto del industrialismo o del capi-
talismo. Los pareceres difieren aquí, respectivamente, según la tendencia burgue-
sa o marxista en la que se encuentra adscrito cada autor. Para Friedmann, se
trata de una escisión que no está inscrita en la historia natural de la especie hu-
mana, sino que es un hecho "completamente nuevo", impuesto brutalmente en
menos de un siglo por las sociedades industriales. Así lo reconocen también
otros sociólogos industriales, como los norteamericanos Miller y Form, los cuales
ven en ella una de las principales contradicciones de la industrialización; señalan-
do el italiano Franco Crespi como factores específicos, a la racionalización de los
procesos productivos y a la organización del trabajo. No faltan, sin embargo,
quienes —como Greenberg— invocan maxweberianamente, además, el capitalis-
mo y aun el protestantismo para explicar, a través del objetivo de alcanzar una
mayor productividad, una separación temporal que es "más fuerte y exclusiva
de lo que jamás lo había sido hasta ahora". 4
• 2 Quienes, como Riesman (1949, 345), sostienen que algunas investigaciones confir-
man que en muchos ámbitos de la vida social actual ya no se diferencian claramente el
trabajo y el ocio, no advierten que ello sólo afecta a determinadas situaciones minoritarias,
como las arriba expuestas.
3
Wright Mills, 1951, 300. En la encuesta de Dumazedier varias veces citada, el ocio se
definía en un 60 por 100 de los casos, en primer lugar, por oposición al trabajo profesional
(UNESCO, 1957).
Según Hilf (1957, 340), científico del trabajo, el tiempo que integra las veinticuatro
horas de los días laborables consta de dos grandes espacios: I. La jornada de trabajo, la cual
incluye: 1. el traslado al lugar de trabajo, y 2. el tiempo de realización del trabajo, com-
prensivo a su vez de: a) el trabajo propiamente dicho y b) las pausas en el mismo; y II. El
tiempo libre.
4
Friedmann, 1960, 129. Miller y Form, 1964, 891 y sigs. F. Crespi, 1966, 1279.
Greenberg, 1953, 58. Coinciden en tal interpretación autores tan distintos como Whyte,
1956, 21; de Grazia, que toca marginalmente ese punto en 1962, 385; y Butler, 1959, 21.
LA D I C O T O M Í A Y LA C U A N T I F I C A C I Ó N D E L T I E M P O S O C I A L 153
Frente a la tesis burguesa se alzan los marxistas, para los cuales la dicotomi-
zación temporal es un fenómeno debido a las estructuras capitalistas; porque en
ellas, el capital crea tiempo libre —en el sentido de tiempo excedente y disponi-
ble— hasta escindir el tiempo social en los dos elementos susodichos. Pero este
hecho no cubre toda la situación ni, por tanto, todo el problema ya que, a la par
con ello, el capital transforma contradictoriamente ese último tiempo en un
tiempo suplementario del trabajo, por lo que todo el tiempo del hombre resulta
ser tiempo total de trabajo (Toti). La respuesta marxista sostiene, en definitiva,
de un lado, que hay una división artificial y de otro, que se trata de una totali-
dad antagónicamente —por no ser dialéctica— negadora del tiempo libre , s
A mi juicio, el análisis marxista es correcto sólo si se le interpreta restringi-
damente; o sea, si en vez de imputar, sin más, la dicotomía al capitalismo subraya
el carácter inherente pero no exclusivo que tiene en el industrialismo capita-
lista. La razón de tal matiz es sencilla: como se verá más adelante, el sistema
industrial socialista no desconoce el tiempo contrafuncional, pero por no darse
en él la contradicción derivada del capital, parece ser más reductor que genera-
dor de necesidades compensatorias y, por consiguiente, no operar como facili-
tante de aquella dicotomía. Por lo tanto, aunque ambos sistemas industriales
la padecen, sólo el capitalismo le es consustancial.
Hija, pues, de la industrialización, la dicotomía —que, como se verá más
adelante, la sociedad de consumo ha convertido en tricotomía—, no tiene sus dos
polos equilibrados, sino que ya desde sus inicios se ha fundamentado en uno de
ellos: el trabajo y, para decirlo más exactamente en una muy concreta concep-
ción económica de la actividad productiva, el trabajo industrial específicamen-
te en lo que tiene de explotación social del hombre. Así enmarcado el proceso
de dicotomización del tiempo, el ocio se desarrolla como una necesidad constante
5
Toti, 1961, 293. En el Congreso Internacional que sobre el tema "Tiempo libre y
Recreación" tuvo lugar en La Habana, en diciembre de 1966, esta opinión fue compartida
por Abdel-Malek (1967, 160 y sigs.), Ana María López-Day (1967, 135 y sigs.) y J. Israel
(1967, 150). Un ataque reciente contra la dicotomización capitalista proviene del polaco
Danecki (1970).
Los revisionistas también denuncian aquella situación. Henri Lefebvre señala como
características oposiciones modernas, en las que cada término nos remite al otro, las de
"ocio (reposo)—trabajo" y "ocio(vacación)—cotidianeidad" (1968a, 154).'Sobre el carác-
ter suplementario del trabajo que posee el ocio moderno ha insistido especialmente la
Escula de Frankfurt. Como dice uno de sus miembros más representativos, Adorno (1969,
61), "en un sistema donde la ocupación constante constituye por sí el ideal, el tiempo
libre es también una proyección directa del trabajo".
Preguntar si todo ello no ocurre también en las sociedades de estructura socialista, es
cuestión ligada con la polémica del alcance de la compensación (punto del que me ocuparé
más adelante), temas a su vez englobados en la discusión general sobre las relaciones entre
la industrialización, el capitalismo y el socialismo. Una observación de Israel (loe. cit.) me
parece aquí esclarecedora: "Trabajar en una cadena de montaje en una fábrica privada no
es fundamentalmente diferente de hacerlo en una empresa socialista. Pero lo que difiere
es la posición social del trabajador, su influencia sobre el proceso de trabajo y sobre la ma-
nera en que son utilizados los productos del mismo. Tener influencia supone aquí poseer
un cierto saber. Este saber puede, sobre todo, adquirirse durante los ocios (. . .) Para que
el tiempo libre además de significativo sea satisfactorio (es decir, pueda satisfacer impor-
tantes necesidades), la gente misma debe tener que poder decir su palabra y expresar sus
propias necesidades". (El comentario entre paréntesis es mío). Por ello, sin duda, se ha
escrito (Richta y colaboradores 1966, 205) que "el tiempo libre deja de ser inevitablemente
contradictorio en el socialismo" pero esto no obsta a que lleve aun "los estigmas y el des-
garramiento de su origen, concretados en las formas materiales del sistema industrial" (el
subrayado es mío).
154 EL TIEMPO LIBRE
6
Esta necesidad paiece que está perdiendo constancia en las sociedades actuales tecno-
lógicamente más avanzadas, en lo referente al trabajo, aunque no con respecto al resto del
heterocondicionado.
' Sobre la importancia actual de la técnica arriba mencionada cfr. la nota 2 del cap. 1.
De Grazin defiende un método no sustraciivo de cálculo del tiempo libre: véase 1962, 13
LA E S T A N D A R I Z A C I Ó N D E L OCIO 155
por el que el hombre está alienado. El tiempo de ocio es el tiempo natural, psi-
cológico, tradicional, en el que el hombre <se deja ir^> consumiéndolo a su gus-
to: su valor es puramente subjetivo o corresponde a ritmos físicos." 8
El contraste entre ambos tiempos es, pues, psicológico. Y la observación
de Anderson explica de que, para la mayoría de la gente, el trabajo se separa
cada vez más del hogar y de la personalidad, mientras que los intereses y las
actividades de ocio se identifican mucho más con ella.9
En nuestro tiempo esta íntima vinculación entre el ocio y la personalidad,
acarrea que el elemento subjetivo del tiempo libre pase a ser el componente esen-
cial del fenómeno. El ocio —en el que Morin ha visto nada menos que "el tejido
propio de la vida personal" 10 — se considera tal por cuanto es sentido como una
actividad libre. Así internalizado, el tiempo de ocio se valora por el sujeto, ante
todo y sobre todo en lo que tiene de viviencia personal d'e libertad. Ante esa
hipervaloración subjetiva del tiempo libre, puede afirmarse que la manifestación
psicológica de la libertad parece ser suficiente para considerar libre el tiempo
de ocio.
La psicologización del tiempo libre adquiere enorme trascendencia cuando,
en un contexto social generador de falsas conciencias,11 la viviencia de libertad
no coincide con lo real, puesto que entonces el sujeto vive su ocio con una apa-
rente libertad objetiva. Esta situación, a la que ahora voy a referirme, colapsa
la realización del tiempo libre.
LA E S T A N D A R I Z A C I Ó N D E L OCIO
8
Janne, 1967, 30. Más detalles acerca de esta tesis los da el propio autor en 1963,
17-18 y 63 y sigs.
9
Anderson, 1960, 429 y sigs.
10
Morin, 1962, 85.
11
Sobre la falsa conciencia véase la monografía que ha dedicado a este tema Gabel,
1963.
12
Cfr. Lefebvre, 1957; Schelsky, 1957, Mills, 1959, 182 y sigs.; Luckács, 1967; etc.
La Escuela de Franítfuit ha profundizado en uno de los aspectos inris sugestivos este hecho,
concretamente en sus denuncias de la industrial cultural, que ;.s uno de sus temas favoritos:
156 EL T I E M P O LIBRE
véase Jay, 1973, especialmente el cap. sexto. Dumazedier (1974, 94-95) tacha a Marcuse
el que éste niege la existencia del ocio actual como actividad personal porque es alienación
—pura ilusión de una libre satisfacción de necesidades individuales creadas y manipuladas
por las fuerzas y los intereses de la producción y el consumo de masas— y que confunde
abusivamente la estandarización con la supresión de la posibilidad de realización personal.
Y se pregunta ¿por qué abstraer completamente la subjetividad de los individuos? Pero
Marcuse no abstrae la subjetividad, sino que precisamente por tenerla en cuenta niega la
existencia de un ocio personal en las sociedades estandarizadas. Recuérdese lo que este
último ha escrito repetidamente (1938, 118; 1964, 27-28): No podemos considerar las
necesidades del hombre en su forma actual, que son unas falsas necesidades producto de la
represión, como datos últimos. La realización personal, en las sociedades estandarizadas,
no se suprime pero sí queda reducida a unos límites que imposibilitan que el ocio se de en
un tiempo netamente libre.
También el ocio caballeresco llegó a ser un ocio de consumo pero, a diferencia del ocio
actual; en aquél el tiempo no estaba cuantificado ni psicologizado, y el consumo era un
medio para la exhibición como fin. Sobre la conversión del ocio burgués, como tiempo me-
ramente sustraído al trabajo, en un tiempo de consumo y las repercusiones metodológicas
de ello en la investigación científica del tiempo libre, me remito a un anterior trábajo
mío. 1975.
13
"La sociedad de masas organizadas tecnológica y científicamente —escribe Carlos
París, 1972, 31-32— incorpora un conveniente nivel de crítica y protesta, organizada o tole-
rada, que permita al hombre evadirse y autojustiflcarse como un pseudodisconformista o
rebelde. La dosificación debe ser cuidadosamente controlada".
14
Cálvez y Fyot, 1963. Uyterhoeven, 1967, 138. Uno de los aspectos que presenta
LA SOBRECOMPENSACIÓN 157
LA SOBRECOMPENSACIÓN
16
Toti, 1961, 212 y 222; y en sentido más radical, Gorz, 1966, 144 y sigs. También
Abdel-Malek, 1967, 160; López-Day, 1967, 135.
17
Skuzhinski, 1964, 2; Grushin, 1966, 25, el subrayado es mío. en igual sentido se
expresan Filipcova, 1966; Richta y colaboradores, 1966, 205; Skórzynski, 1971, 39-40;
JI, 1966, 222; etc. Según este último, psicólogo social ruso, las actividades de tiempo
ni facilitadoras de cierta descarga psíquica, necesaria al hombre actual; cfr. Paiiguin,
o6, 222.
!b
Por ejemplo, no cabe aplicar al ocio burgués la afirmación de Grushin (1966, 25)
de, que la que el considera segunda función fundamental del tiempo libre (el desarrollo
espiátual —cultural, ideológico, e s t é t i c o - del hombre) adquiere cada vez mayor importan-
cia; al menos, si hemos de entenderla práctica y no teóricamente. En este punto, Duma-
zedier (19626, 123) se muestra mucho más precavido al sostener una afirmación contraria
con ocasión de examinar el ocio en la vida familiar.
LA S O B R E C O M P E N S A C I Ó N
países socialistas, sino que únicamente son aplicables al contexto al que directa-
mente s.e refieren, es decir, al industrialismo capitalista.
Esto advertido ¿cuál es la eficacia de la compensación en el modo capitalista
de ocio? La estandarización del ocio, por la que éste contrafunciona "al gusto
ajeno" o sea que la persona hace y piensa en el tiempo de ocio lo que se quiere
que haga y piense, 19 afecta también a la psicologización, pues incluye que sienta
lo que se quiere que sienta. Si lo primero produce en muchos el fracaso de su
compensación, lo segundo oculta ese fracaso al crear una ilusión compensato-
ria. 20 Y cuando málgré tout la compensación consigue realizarse, opera contra-
dictoriamente reproduciendo las condiciones de vida burguesa y, por lo tanto,
reproduciéndose a sí misma. Escuchemos a France Govaerts: apenas nacida, la
civilización del ocio ¿no se enajena ipso facto con los cambios que ella misma
provoca, con las sujeciones a que se somete para desarrollarse, encontrando en
sí misma el germen de su negación? Hijo de las democracias industriales, el ocio
para todos ¿acaso no es la válvula elaborada por un sistema social para permitir
a sus sometidos escapar de la fortísima tensión cuando sienten la presión del
sistema? Por ello, puesto que su función manifiesta en nuestro tipo de sociedad
es ofrecer la posibilidad de rehacer las energías perdidas, puesto que esa función
oculta otra latente de crecimiento de la productividad, gracias a los benéficos
efectos de mantener las masas trabajadoras bajo un umbral de fatiga susceptible
de asfixiar a los empleadores no menos que a los trabajadores, el ocio puede ser
a la vez fuente de evasión y de desarrollo. Como fuente de evasión contiene el
•germen de su negación; como fuente de desarrollo alimenta a las fuerzas que
contribuyen a su expansión en la misma medida en que se generalice a todas las
capas de la población. 21
Esta situación contradictoria convierte a la compensación en uno de los
mecanismos básicos del sistema. El carácter de necesidad, de esencial necesidad,
que reviste, es reconocido por los propios autores burgueses. El ocio compensa-
dor, confiesa explícitamente el psicólogo suizo Philipp Lersch, es una de las
necesidades más fuertes y vitales del hombre moderno. 22 Ésto es así porque si
en los inicios de la época industrial el trabajo físicamente agotador, desnaturali-
zó el ocio como tiempo libre al tener que se dedicados los contados ratos de ocio
a quehaceres compensadores como el alcohol y el sexo, 23 o en el mejor de los
casos a la lucha política —una forzosa lucha que obedecía menos a unos ideales,
que a una imperiosa necesidad de sobrevivencia—, con posterioridad se palia
aquella desnaturalización brotando el ocio propiamente compensador 24 pero,
19
Véase Domenach, 1959, 210, donae añade que la actitud en el ocio se convierte en
idéntica a la actitud en el trabajo: pasividad, irresponsabilidad, conformismo, inserción en
una máquina gigantesca a la que se suministra un engranaje ciego más; lo que se imagina
como protesta contra el trabajo, se transforma así en una repetición deseada de lo que se
sufre poi necesidad en el curso de la vida laboral.
20 '
Sobre la compensación ilusoria en el deporte actual: Richta y colaboradores, 1966,
209.
21
F. Govaerts, 1969, 228-29.
22
Lersch, 1947, 72. Desde su perspectiva contrafuncional, Dumazedier y Ripert
(1966, 295) no vacilan en afirmar que las actividades de ocio "llenan funciones esenciales
para el equilibrio del hombre moderno".
23
Véase F. Engels, 1845, 127 y sigs.
24
Uno de los factores que más han contribuido a ello ha sido el proceso de burocrati-
180 EL T I E M P O LIBRE
zación, el cual por una paite ha provocado una diarréica proliferación de grupos secundarios,
típicos por sus relaciones formales, despersonalizadas, funcionales, en los que las personas
son intercambiables, y por otra ha originado un subproceso contrafuncional de reagrupa-
miento social en el que la gente busca las relaciones primarias, de carácter espontaneo y
natural, en las que predominan el contacto directo y, en general, la afectividad.
Janne, 1967, 31; Touraine, 1959, 101, Skuzhinski, 1964, 2; Skorynski, 1971, 42.
Van Mechelen ve en ello una cuarta función del ocio, función de contacto social, al en-
contrar los adultos "en ciertas formas de su régimen de ocio ese grupo primario del que
tienen necesidad y sin el cual no sabrían vivir" (1967, 161).
El movimiento contracultural, desde las comunas hasta la oposición extraparlamen-
taiia, pasando por la antipsicjuiatría y los comics underground, es un intento de establecer
otras formas de compensación de lo establecido en un aspecto radicalmente distinto a este
último.
25
Cfr. Dubin, 1958; Titmuss, 1964, 116. Sobre la compensación en el ámbito familiar,
véase Fougeyrollas, 1959, 172 y sigs.; y González Llaca, 1 9 7 5 , 4 9 y sigs.
26
M. Niel, en Fromm et al., 1965, 370-71. El estado de inseguridad creado por las so-
ciedades modernas, la supresión o la atenuación del riesgo, la neutralización de la afectividad
personal en las modalidades del trabajo, la monotonía y el aburrimiento consecuentes de la
eliminación sistemática de los "incidentes" y las "fantasías", provocan una excesiva afición
a los espectáculos dotados de una poderosa y brutal fuerza emotiva unida a riesgos aparente-'
mente horrorosos, lo que reduce a los hombres-a estados pasivos que prolongan la pasividad
en el trabajo (Janne,^ 1967, 32). Para Friedmann (1960, 297), se trata de reacciones extre-
mas contra la opresión de la personalidad por las tareas industriales "desmenuzadas". En un
sentido similar, pero más amplio, de Grazia (1962, 297) observa que la rutina del trabajo
LA S O B R E C O M P E N S A C I Ó N 1S1
¿ © ñimÉegffáicñcroim
m n m s ú n © m m n s Q
d i © s o a t o w n ^ M c n
163
164 1PO D E I N T E G R A C I Ó N V E R S U S T I E M P O D E S U B V E R S I Ó N
LÁ V A C I E D A D D 5 L OCIO BURGUÉS
4 . La acción regresiva del control social efectuado por las instituciones bási-
cas de la sociedad —instituciones espirituales, políticas y familiares—.
5. Como fuerza positiva o de atracción al ocio: una nueva necesidad social
del individuo de disponer de sí mismo y para sí mismo, de gozar de un
tiempo ocupado otrora en actividades impuestas por la empresa y aquellas
instituciones.
De este m o d o , a través de la acción de todos estos factores, el tiempo Libe-
rado (sustraído, hay que entender) al trabajo no sólo es u n tiempo de reposo
reparador, sinc que se ha transformado en un tiempo con un valor en sí mismo,
ocupado por actividades de ocio en las que hay una libertad real, aunque limita-
da y condicionada, de elección. 4
Espero entender a Dumazedier al decir que, para él, la tendencia al ocio del
hombre actual se explica, en último término, por una necesidad de a u t o n o m í a
personal. También E. Weber pone énfasis en este aspecto del fenómeno al afir-
mar que el tiempo libre moderno, en el que elhombre queda entregado en su com-
portamiento a su propio arbitrio, "parece estar abierto a la disponibilidad in-
dividual absolutamente autónoma", si bien matiza que esta disponibilidad
está amenazada por las formas de coacción provenientes de la industria del
esparcimiento, la industria cultural y la presión publicitaria. 5
Esta autonomía, ya que n o es libertad, es subjetiva; es decir, n o se refiere a
lo que el hombre encuentra, sino a lo que cree encontrar en el ocio. En una pri-
mera fase de la evolución del ocio moderno, en la que éste está dado por el mero
tiempo sustraído al trabajo, el hombre paga el precio de una libertad hueca para
creerse que en el tiempo de ocio es autónomo al ver realizado durante el mismo
su rechazo del trabajo, y por extensión, delheterocondicionamiento. 6 Y en una
segunda fase de la evolución del fenómeno, paga el mismo precio para creerse
—dado que ese vacío de libertad ha quedado lleno por el consumo— que por sí
mismo elige entre un amplio muestrario de posibles actividades suyas, estableci-
das en realidad por los explotadores económicos y político-culturales del ocio.
En ambas fases está ausente el ocio como tiempo libre neto y pleno. ¿Por
qué permanece inédita la libertad en la sociedad burguesa? Refiriéndose al marco
general de la sociedad contemporánea, Fromm ha mantenido la tesis de que "el
hombre siente miedo ante la libertad de, sin haber conseguido aún la libertad
para: para ser él mismo". Y Marcuse, el cual mucho antes que Fromm habría
dicho, inspirándose obviamente en Marx, que sólo cuando el hombre está libre
de la necesidad de producción y reproducción material de su existencia, puede
hallarse libre para sus más propias posibilidades, sostiene que la civilización indus-
trial avanzada, aparentemente libre, se caracteriza por una irracional falta de
libertad en un marco racional y democrático. 7
En el campo del ocio, la situación de la libertad es paradójica; va y viene,
como un péndulo al que n o se llega a alcanzar. A la postre, la libertad se queda
4
Dumazedier, 1974, 23-87, especialmente 54 y sigs. y 86.
5
E. Weber, 1963, 25. Para Kaplan (1960), el ocio es hoy cada vez más una forma au-
tónoma de vida.
6
Cfr. Greenberg, 1953, 58.
7
Fromm, 1955, 293 y sigs., los subrayados son de Fromm. Este miedo —nos aclara
el citado psiquiatra— impulsó al hombre a huir de la libertad, y su propia hazaña, el domi-
nio de la naturaleza, le abrió los caminos para dicha huida. Fromm se había planteado ya
160 TIEMPO DE INTEGRACIÓN V E R S U S TIEMPO DE SUBVERSIÓN
a fondo, bastantes años antes, en Escape frotn Freedom (1941), el tema de la libertad en
relación con el auge de los totalitarismos. Desde nuestra perspectiva temática, ese miedo
y esa huida se traducen en un cobijarse en el tiempo liberador, facilitando su uso y abuso,
y la consiguiente renuncia al tiempo liberado. En cuanto a Maicuse, cfr. 1933, 44; y 1964
passim.
8
Cantoni, 1967, 333 y sigs. El citado filósofo milsnés olvida esto cuando escribe que
"el problema del tiempo libre se identifica con los problemas universales del sentido de la
vida y de la libertad, lo cual implica que el tiempo libre no es todavía la libertad, sino sólo
el presupuesto para realizarla y vivirla plenamente". Al recordar, en el mismo lugar citado,
a los adversarios de la técnica y la industria, del trabajo y la civilización urbana que el tiem-
po Ubre es un resultado de todo ello, Cantoni viene a confundir el tiempo en principio dis-
ponible, por estar sustraído formalmente al trabajo, con el tiempo propiamente libre, el cual
EL IMPASSE Y LA A L T E R N A T I V A C O N T R A C U L T U R A L 167
ella, separan el o c i o del tiempo libre. Mas dejan de advertir que el o c i o actual
s ó l o es c o n f l i c t i v o en parte.
E n este carácter n o g l o b a l m e n t e c o n f l i c t i v o , tienen su razón de ser l o s
múltiples c o n f l i c t o s p l a n t e a d o s por las prácticas del o c i o . Me explicaré: las di-
versas prácticas provocan c o n f l i c t o s —y el p r o b l e m a de c ó m o emplear n o c o n f l i c -
t i v a m e n t e el t i e m p o de las mismas— d e b i d o a que el o c i o es n e g a d o c o m o u n a
práctica conflictiva. Pues bajo el i m p e r i o de l o h e t e r o c o n d i c i o n a d o , e n el que
el t i e m p o sustraído se llena c o n u n o c i o s o m e t i d o a "los m e c a n i s m o s t é c n i c o s
de la c o m p e n s a c i ó n y la integración", 9 el o r d e n establecido es el s u p r e m o defi-
nidor y p r o d u c t o r del o c i o . Y é s t e , el c o n f i r m a d o r y el reproductor de aquel
orden.
E n vista de e s t o , el p r o b l e m a f u n d a m e n t a l del o c i o burgués consiste e n su
conversión e n u n o c i o globalmente c o n f l i c t i v o . Sería simple creer que e s t o
significa propugnar u n progresivo a u m e n t o del n ú m e r o de c o n f l i c t o s , l o cual
en vez de precipitar la solución del p r o b l e m a , provocaría la creación ad infinitum
de las o p o r t u n a s c o m p e n s a c i o n e s autorreguladoras de la situación. Se trata de
que el c o n f l i c t o pase a ser la razón de ser del t i e m p o de o c i o ; es u n a c u e s t i ó n
n o cuantitativa sino cualitativa.
E n la práctica, el p r o b l e m a es cómo transformar, por s u p u e s t o , m a s i v a m e n t e
el o c i o e n u n t i e m p o libre; p o r q u e el t i e m p o libre está b l o q u e a d o p o r el propio
o c i o . E n e f e c t o , tal t r a n s f o r m a c i ó n n o es realizable mientras n o se salga del
cuadro general h e t e r o c o n d i c i o n a n t e e n el que se da aquél. Si ante t o d o es preciso
salir del h e t e r o c o n d i c i o n a m i e n t o , sustrayéndole a u t o c o n d i c i o n a d a m e n t e u n
t i e m p o , el fracaso de la c o m p e n s a c i ó n frustra de entrada este c o m e t i d o , p r o p i o
del t i e m p o contrafuncional; p o r q u e el o c i o burgués es esencialmente u n t i e m p o
de integración. C u a n d o Alain Touraine investigó la e v o l u c i ó n del trabajo entre
los obreros de la fábrica R e n a u l t , e n c o n t r ó que el o c i o era querido, c o n el m i s m o
t í t u l o que el trabajo, c o m o u n a parte integrante del sistema social. Y c u a n d o ,
más r e c i e n t e m e n t e , J o h n Neulinger analizó, e n una muestra de trabajadores n e o -
y o r q u i n o s las relaciones e x i s t e n t e s entre el o c i o y la salud m e n t a l , c o n c l u y ó su
estudio c o n la afirmación, n o p o r t a u t o l ó g i c a m e n o s significativa, de que c o m o
sea q u e l o que u n o hace c o n su o c i o le d e f i n e , el h e c h o de que una p e r s o n a b i e n
integrada encuentre su o c i o l l e n o y e s t i m u l a n t e , c o n f i r m a que está b i e n inte-
grada. 1 0
Por ser el o c i o u n t i e m p o de integración, es ingenua la creencia de D u m a -
zedier de que aquél ejerce u n a i n f l u e n c i a de carácter contestatario sobre el
c o n j u n t o de las obligaciones i n s t i t u c i o n a l e s . 1 1 Al m e n o s si h e m o s de e n t e n d e r
la c o n t e s t a c i ó n (protesta) e n el s e n t i d o fuerte de la palabra, e s t o es, c o m o u n a
e f i c a z respuesta práctica.
El n ú c l e o del pro b lem a reside e n el feed back creado por el m o d o capita-
lista de o c i o , por el que el t i e m p o h e t e r o c o n d i c i o n a d o p r o d u c e un t i e m p o
claramente antüibre, destructor de la dialéctica entre el t i e m p o y la libertad.
A n t e este h e c h o , cuyas consecuencias p u e d e n ser incalculables, n o es aventu-
rado afirmar que e s t a m o s ante u n grave impasse en la e v o l u c i ó n histórica d e l '
9
Ellul, citado por S. Parker, 1 9 7 1 , 1 1 9 .
10
Touraine, 1955. Neulinger, 1971.
!!
D u m a z e d i e r , 1 9 7 4 , 2.5!. V é a n s e las n o t a s 13 y 2 4 rn. fine del e s p í t a l o a n t e r i o r .
TIEMPO DE I N T E G R A C I Ó N VERSUS TIEMPO DE SUBVERSIÓN
12
Sobie el sentido de la mitologización del ocio véase la conferencia leída por Carlos
París en el Ateneo de Madrid "Ocio y proyecto humano" (recogida en París, 1972, 161-186).
13
En tal supuesto, acaso quepa pensar, con Pinillos (1963, 114), que el descubrimien-
to de las condiciones que nos determinan constituye la máxima liberación que haya experi-
mentado hasta ahora el ssr humano. Porque, si bien se piensa, conocer lo que nos condiciona
es empezar a ser "libres de".
14
Dossier, 1971, 71-72; Internationale Situationiste, 1960, 24-25. Por otra parte, la
I. S. defiende ingenuamente la supresión del trabajo y su reemplazamiento por un nuevo
tipo de actividad libre, primera condición de la superación efectiva de la sociedad mercan-
til y su separación del tiempo libre y el tiempo de trabajo, viendo la clave para ello en la
democracia de los Consejos Obreros (cfr. De la misére. . ., 1966, 46-47). Espero que las
páginas de este libro hayan demostrado que el problema es bastante más complejo.
I N E X T I N G U I B L E R E A L I D A D D E L T R A B A J O Y D E L OCIO 169
15
Touraine, 1969, 230.
16
Toti, 1961, 119 y 212. Toti no vacila en escribir, en otro lugar (1971, 15), que el
tiempo libre "sólo existe como antítesis del tiempo de trabajo". Esta afirmación debe en-
tenderse válida únicamente para la sociedad precomunista.
Así resume la cuestión, arriba indicada, en su extensa monografía sobre II tempo libero
(1971, 285): la prospectiva es motivar toda la inmensa pasividad humana, lo que solo podrá
realizarse cuando la organización de las fuerzas revolucionarias puedan liberar la posibili-
dad organizativa y el desarroillo de la sociedad entera, estimulando el espíritu creativo de
cada uno y coordinando la inspiración y la fantasía de todos en grandes obras colectivas que
extiendan los márgenes de la iniciativa técnico-artística de los individuos, desarrollando
en grado máximo la personalidad de todos, permitiendo a cada uno la realización de sí
mismo y la revelación misma de las propias actitudes y facultades creativas. Entonces, "en
lugar de la vieja división del tiempo libre, las contradicciones antagónicas del tiempo de ne-
cesidad se transformarán en contradicciones que podrán resolverse en el interior mismo del
tiempo de libertad. El hombre habrá conseguido la paz consigo mismo y con la naturaleza".
Que la liberación plantea una problemática mas compleja que el cambio de las relacio-
nes de producción existentes; puede verse leyendo, por ejemplo, las ponencias presentadas
en el Congreso sobre la dialéctica de la liberación, celebrado en Londres, en julio de 1967:
véase Cooper et al., 1968.
TIEMPO DE I N T E G R A C I Ó N V E R S U S TIEMPO DE S U B V E R S I Ó N
EL P R O Y E C T O B U R G U É S DE U N A N U E V A CIVILIZACIÓN
Dertis de Rougemont, la era de los ocios está ya iniciada y será una nueva edad
de oro sin problemas sociales, para Alain Touraine —alejado de toda visión míti-
ca y optimista— la idea de una sociedad de puro consumo en la que los proble-
mas del trabajo casi n o interesarían a unos asalariados que consagrarían la mayor
parte de su tiempo al ocio, es una idea que pertenece a la sociología-ficción. Y
no falta quien, como González Seara, entienda mesuradamente que si por "civi-
lización del ocio" queremos señalar un sistema de vida donde predomina el
ocio sobre el trabajo, estamos m u y lejos aún de ella; pero si entendemos u n
sistema que valora ante todo su tiempo libre y que se moviliza fundamental-
mente en t o m o a las actividades que pueden desempeñarse durante el mismo,
entonces sí estamos ante el comienzo de una era del o c i o . 2 0
Como se ve, si algunos muestran un escepticismo ante esa civilización, mu-
chos la miran con poco disimulado anhelo y esperanza. Entre estos últimos se
encuentra Dumazedier, el cual hace años puso de moda el concepto de civiliza-
ción del ocio. Dumazedier ha venido viendo en tal civilización la clave para plas-
mar las aspiraciones del hombre a una nueva felicidad, 2 1 lo que sin duda hay
que relacionar con su firme convicción de que es la sociedad industrial la que ha
creado el ocio en sí mismo. Pero, aparte de que no es posible cerrar los ojos
ante la historia e ignorar olímpicamente un pasado que por añadidura todavía
está presente, tampoco puede olvidarse que es la sociedad burguesa la que se
piensa que va a generar el reinado del ocio, si bien se trata de una sociedad re-
moldeada por la cultura popular. De lo que en realidad está hablando es de la
civilización del ocio burgués.
En el concepto de civilización del ocio, aportado por la teoría burguesa,
20
Rougemont, 1957. Touraine, 1969, 17. González Seara, 1963, 273, y 1971, 71. Un
detallado examen panorámico de las diferentes especulaciones pesimistas y optimistas he-
chas sobre la sociedad del tiempo libre puede verse en E. Weber, 1963, 29 y sigs.
21
Dumazedier, 19626, 274. Dumazedier ha reconocido finalmente (1974, 252 y sigs.)
que es inaceptable la expresión "civilización del ocio" por unilateral. Contesta con ello a
Friedmann (1970) para el que "es claro ya, desde ahora, que la civilización técnica no puede
ser una civilización del ocio". He ahí, en síntesis, los argumentos de este último: la reduc-
ción de la semana laboral no ha provocado transformaciones profundas; el ocio no llega a
compensar la deshumanización de los trabajos parcelarios de la mayoría de los trabajadores,
el ocio es una simple mercancía, el ocio va acompañado de un debilitamiento psicológico
del trabajo. Por último, aunque el ocio satisfaga, el eje principal de interés está fuera del tra-
bajo: la situación es patológica. Ahora bien, Dumazedier a pesar de reconocer la unilatera-
lidad de aquella expresión, la estima válida para llamar la atención sobre el ocio no como
problema residual sino general, ya que es "al gran vencedor" en las sociedades industriales.
Y añade, para justificarse, que lo que le condujo a hablar del posible nacimiento de una civi-
lización del ocio es el hecho de que toda política global de mejora, de lo que ayer se llama-
ba estilo de vida y hoy calidad de vida, mediante un nuevo aprovehcamiento del tiempo y
del espacio, debe empezar por una reflexión sobre las implicaciones del ocio en todos los
dominios de la vida social y personal".
Conviene aclarar que, para Dumazedier (loe. cit.), los problemas del futuro del ocio en
la sociedad capitalista de masas se centran en lograr el equilibrio de. los valores culturales
con los del confort y el ocio (parece, pues, oponer ocio y cultura), así como la no inhibición
de las aspiraciones más nobles asociadas a las actividades libres de las masas ante la abundan-
cia previsible de fáciles o vulgares diversiones obsesivas. Su aspiración última (Cfr. 1974,
187 y 197 y sigs.) es conseguir una verdadera democracia cultural y aunque ve difícil alcan-
zarla, porque el esfuerzo desinteresado es cosa minoritaria en todas las clases sociales, de-
clara con optimismo que el desarrollo cultural puede atenuar las diferencias y estimular un
diálogo apasionado entre los creadores y la masa de participantes activos. La política para
llegar a tal desarrollo es factible, según él, gracias a la nueva expansión del espíritu cientí-
fico, cuyo signo se encuentra en el surgimiento de una actitud planifícadora cultural cuyo,
modelo ideal y racional expone.
ii T I E M P O DE INTEGRACIÓN V E R S U S TIEMPO DE S U B V E R S I Ó N
LA T A R E A FUNDAMENTAL
Lo que está en juego en el tema de la civilización del ocio son las relaciones
entre el ocio y el tiempo libre. Esta civilización elimina estas relaciones y con
esto, la contradicción e n t r e ambos fenómenos.
El ocio sólo como tiempo libre puede fundamentar una nueva sociedad.
Pero n o hay que destruir el n o ocio y el ocio para que pueda darse el tiempo
libre. Pues n o se trata de imponer o de que lo absorba este último, c o m o norma,
a todo lo demás. El tiempo libre requiere, para darse, tanto del ocio como del no
ocio, y que ambos se contradigan para poder sintetizarlos. El proyecto burgués
22
Mills, 1959, 183.
23
"Sin duda, uno de los poblemas psicológicos del año dos mil será lograr que el tiem-
po libre ss emplee de una forma creadora y .no se utilice para degradar la existencia humana
por la vía de 1? c.vosión alienante. Máxime cuando el progreso de los psicofármacos permi-
tirá para esas fechas ia. fácil obtención de estados subjetivos de placer, regulables a voluntad"
(Pinilios, 1971, 34).
LA T A R E A F U N D A M E N T A L 173
24
Esta lucha no significa despreciar al hombre como persona individual.^ La lucha es
social pero su objetivo último es antropológico, mira al individuo. Marx resumió claramente
esta cuestión al decir que con el tiempo libre se trata de "liberar el tiempo de todos con
vistas al desarrollo propio de cada uno". (Marx, 1857-1858, II, 196; los subrayados son
míos).2 5
Para Erler (1956, 185-86), la clave de la cuestión está en la interioridad del hombre.
En un sentido similar, F. Govaerts (1969, 197) cree que para disfrutar por completo de
nuestros ocios es preciso adquirir la maestría de la libertad interior. Estas afirmaciones
psicologizantes ocultan que sólo a través de la libertad "exterior" podemos convertir en rea-
lidad la libertad "interior".
26
La frase entrecomillada es de Domenach, 1959, 212. Cuanto arriba se dice debe en-
tenderse referido al tiempo libre pleno.
174 TIEMPO DE INTEGRACIÓN V E R S U S TIEMPO DE SUBVERSIÓN
27
El tiempo libre para ser plenamente creador (cfr. la nota 9 del cap. 9), no sólo no
debe supeditarse al consumo, tampoco ha de estarlo a la productividad. Sin duda reside ahí
uno de los peligros de la concepción marxista, demasiado inclinada hacia el ocio-producción
(cfr. Prudenski, 19606 , 40) al extremo que más de algún autor, como por ejemplo Novik
(1961; reproducido en 1963, 153 por donde cito), ha llegado a referirse a "la productividad
del tiempo libre".
28
Eliminar la alienación supone una liberación global (cfr. el último párrafo de la nota
15), lo cual depende no sólo del tiempo de ocio, sino también del restante tiempo social.
La cuestión presenta, aquí, una problemática»,que trasciende el tema tratado, por cuanto
afecta de lleno a la organización económica y política.
29
Marcuse, 1969, 94.
LA T A R E A F U N D A M E N T A L 175
BACON, A . W . 1972: "Leisure and Research. A Critical Review of the main Concepts
employed in Contemporary Research". Society and Leisure 2, 83-92.
BAJKOVA, V . G . , A . S . D U C A L Y A . A . ZEMCOV. 1 9 6 5 : Svobodnoe vremja i vsestoron-
nee razvitie licnosti. (Tiempo libre y desarrollo equilibrado de la personalidad).
Moscú, Mysl.
BALCELLS JUNYENT, JOSÉ. 1975: " L a s actividades del t i e m p o libre en la c o m p e t e n c i a
municipal". Revista del Instituto de Ciencias Sociales, núms. 25-26 monográficos
sobre El empleo del tiempo libre, 285-324.
BAI.LY, GUSTAv. 1945: Vom Ursprung und von den Grenzen der Freiheit. Basilea,
Benno Schwabe. (El juego como expresión de libertad. México, FCE., 1964. 2a.
ed.).
BARNES, H . E . 1946: Social Institutions in an Era of World upheaval. Nueva York,
Prentice-Hall, 795-861.
BARÓN, R.A. 1970: The Tyranny of Noise. L. MacMillan. (La tiranía del ruido. Mé-
x i c o , FCE., 1 9 7 3 . ) .
BASTÍDE, ROGER. 1966: "La causalité externe et la causalité interne dans I'explica-
tion sociologique". Cahiers Internationaux de Sociologie, Vol. 21, Julio-
diciembre, 77-99.
BAUDRILLARD, J. 1968: Le systéme des objets. París, Gallimard.
BAUDRILLARD, J. 1970: La société de consommation. Ses mythes, ses structures.
S G P P , Le point de la question. (La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructu-
ras. Barcelona, Plaza y Janes, 1974.)
B E A L , G . M . , J . M . B O H L E N Y J . N . R A U D A B A U G H . 1 9 6 2 : Leadership and Dynamic
Group Action. Ames, The l o w a State Univ. (Conducción y acción dinámica
del grupo. Buenos Aires, Kapelusz, 1967.)
BELL, DANIEL. 1954: "Work in the Life of an American". En W. Haber et al. (Dirs.)
'Manpower in the United States. Nueva York, Harper.
BELL, DANIEL. 1960: The End of Ideology. Glencoe, (III), Free Press. (El fin de las
ideologías. Madrid, Tecnos, 1964.)
BENARD, F. et al. 1964: "Le temps des loisirs. ; (Leisure Time)". LaNef., abril-julio.
BENDINER, R. 1957: "Could You Stand a Four-Day Week?". The Repórter, 17 agosto,
12-15.
BENJAMÍN, WALTER. 1938: "Zeitschrift für Sozialforschung". Mass und Wert,
vol. 1, núm. 5, mayo-junio
BERGEL, E.E. 1956: Urban Sociology. Nueva York, MacGraw-Hill,cap. XVI.
(Sociología urbana. Buenos Aires, Bibliográfica argentina, 1959, 326-339).
BERLAND, TH. 1970: The Fight for Quiet. Englewood Cliffs, Nueva Jersey Prentice
Hall. (Versión condensada: Ecología y ruido. Buenos Aires, Marymar, 1973.)
RERLYNE, D.E. 1969: "Laughter, Humor and Play". En G. Lindzey y E. Aronson
(dirs.), The Handbook of Social Psychology, Reading (Mass.), Addison-Wesley,
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 179
DULLES, F.R. 1940: A Hisíory of Recreation. America leams to Play. Nueva York,
Appleton-Century.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1954: "Les loisirs dans la vie quotidienne". En Encyclopédie
Frángaise. París, tomo XIV, secc. G: "La civilisation quotidienne", en colab. con
G. Friedmann y E. Morin.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1957: "Ambiguité du loisir et dynamique socio-culturelle".
Cahiers Internationaux de Sociologie, XXII.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1959: "Realités du loisir et ideologies". En Dumazedier et
aíü, 1959. (Realidades del ocio e ideologías". En ibid., 9-46.) (Incluido, revisado
en Dumazedier 1962b, 17-48.)
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1960a: "Problemes actuelles de la sociologie du loisir". Re-
vue Internationale des Sciences Sociales, vol. XII. núm. 4, 564-573.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1960b: "Sociologie de la lecture". En Regarás neufs sur la
lee ture. París, Du Seuil.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1962a: "Travail et loisir". En G. Friedmann y P. Naville,
1962, cap. XXIV. (En ibid., 1963, II, 341-367 "Trabajo y recreación".)
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1962b: Vers une civilisation du loisir? París, Du Seuil (Hacia
una civilización del ocio. Barcelona, Estela, 1968.)'
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1964: Développement cultural et recherche scientifique.
París, Ed. Expansión de la Recherche Scientifique.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1966: "Tiempo libre y cultura en la actual sociedad francesa"
En J.D. Reynaud, Tendances et volontés de la société frangaise. París, SEDEIS.
Incluido en Centre Catholique. . . , 1968, 11-40, por donde cito.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1967: " U n e s o c i o l o g i e provisionnelle et différentielle du
loisir". Cahiers Internationaux de Sociologie. I, 59-83.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1968: "Leisure". International Encyclopedia of the Social
Sciences. Nueva York, Macmillan & Free Press, vol. IX, 248-254
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1970: "Hypotheses sur la société post-industrielle et le loisir".
Comunicación al Congreso de Sociología de Varna. Society and Leisure, 3. 105-
110.
DUMAZEDIER, JOFFRE. 1974: Sociologie empirique du loisir. Critique et contra-
critique de la civilisation du loisir. París, Du Seuil.
DUMAZEDIER, JOFFRE et al. 1959: Le loisir. Esprit, junio, núm. 6 monográfico. (Ocio
y sociedad de clases. Barcelona, Fontanella, 1971, 121-142.)
DUMAZEDIER, JOFFRE Y G . GUINCHAT. 1965: Les sciences sociales et l'organisation
du loisir. París, Cujas.
DUMAZEDIER, JOFFRE Y G . GUINCHAT. 1969: La sociologie du loisir. Tendances ac-
tuelles de la recherche et bibliographie Internationale, 1945-1965. La Haya y París,
Mouton. Incluido en la colección Curren! Sociology, vol. 16, núm. 1
DUMAZEDIER, JOFFRE Y ALIÑE RIPERT. 1966: Le loisir et la vilie. T o m o I, Loisir et
Culture. París, D a Seuil.
DUMAZEDIER, JOFFRE Y N . SAMUEL. 1969: "Industrial S o c i e t i e s a n d L e i s u r e - T i m e .
T h e Cultural Uncertainties of Leisure-Time in Post-industrial Societies". Society
and Leisure, marzo, 1, 15-25.
DUVIGNAUD, JEAN. 1965: Sociologie du théátre. París, P U F (Sociología del teatro.
M é x i c o , F C E , 1967.)
DUVIGNAUD, JEAN. 1967: Sociologie de l'art. París, PUF. 2a. ed., 1972. (Sociología
del arte. Barcelona, Península, 1967.)
DUVIGNAUD, JEAN. 1969: Spectacle et société. París, Denoél-Gonthier. (Espectáculo
y sociedad. Caracas, Tiempo Nuevo, 1970.)
DUVIGNAUD, JEAN. 1973: L'anomie. Hérésie et subversión. París, Anthropos.
1
La edición francesa de 1972, publicada por la editorial Du Seuil en la colección Poinís, núm 29 de la serie
"Ch iüs;.non", Heva unos anexos distintos de los de la edición original.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
. FRAZER, JAMES G. 1890: The Golden Bough. Nueva York, Macmillan, 2 vols. Ed.
Monumental; 1907-1914, 12 vols. Ed. abreviada, 1922, 1 vol. (La rama dorada.
Magia y religión. México, FCE, 1944 sobre la ed. abrev; 2a. ed. rev. 1951, que cito.)
FREUD, SIGMUND. 1921: Massenpsychologie und Jchanalyse. (Psicología de las ma-
sas.- Madrid, Alianza, 1969.)
FREYER, HANS. 1958: "Die Idee der Freiheit im Technischen Zeitalter". En Freiheit
der Personalichkeit. Stuttgart.
FRIEDMANN, GEORGES. 1946: Problemes humaines du machinisme industriel. París,
Galiimard. (Problemas humanos del maqumismo industrial. Buenos Aires, Suda-
mericana, 1956.)
FRIEDMANN, GEORGES. 1950: Oú va le travail humain? París, Galiimard. (¿A dónde
va el trabajo humano? Buenos Aires, Sudamericana, 1961.)
FRIEDMANN, GEORGES. 1956: Le travail en miettes: Spécialisation et loisirs. París,
Galiimard. (El trabajo desmenuzado. Especialización y tiempo libre. Buenos
Aires, Sudamericana, 1958.)
FRIEDMANN, GEORGES. 1960: "Le loisir et la civilisation technicienne". Revue Inter-
nationale des Sciences Sociales, núm. 4., 554 y sigs. Recogido en Sept études sur
l'homme et l technique. París, Gonthier, 1966, cap. V. (El hombre y la técnica.
Barcelona, Ariel, 1970, 121-150.)
FRIEDMANN, GEORGES. 1970: La puissance et la sagesse. París, Galiimard
FRIEDMANN, GÉORGES. Y P . NAVILLE. 1962: Traité de sociologie du travail. París,
Colin. (Tratado de sociología de! trabajo. México, FCE., 1963, 2 vols.)
FROBEL, FRIEDRÍCH. 1826: Die Menschenerziehung. {La educación del hombre.
Madrid, 1913.)
FROBENIUS, LEO. 1932: Schicksalskunde im Sinne des Kulturwerdens. Leipzig.
FROBENIUS, LEO. 1933: Kulturgeschichte Afrikas. Prolegomena zu einer historischen
Gestaltlehre. Phaidon.
FROMM, ERICH. 1941: Escape from Freedom. Nueva York, Rinehart. (Elmiedo a la
libertad. Buenos Aires, Paidós, 1961.)
FROMM, ERICH. 1955: The Sane Society. Nueva York, Rinehart. (Psicoanálisis de la
sociedad contemporánea. Hacia una sociedad sana. México, FCE, 1956.)
FROMM, ERICH. 1961: Marx's Concept of Man. Nueva York, F. Ungar. (Marx y su
concepto del hombre. México, FCE, 1962.)
FROMM, ERICH. 1965: Socialist Humanism. Nueva York, Doubleday. (Humanismo
socialista. Buenos Aires, P a i d ó s , 2a. ed. 1968.)
GABEL, JOSEPH. 1963: La fausse Conscience. Essai sur la réificacion. París Du Minuit.
GALBRAITH, JOHN. J. 1958: The Affluent Society. Boston, Houghton Mifflin. (La'
sociedad opulenta. Barcelona, Ariel, 1960.)
GALPIN, CH. J. 1915 "The Social Anatomy of a Rural Community". Agricultural
Extensión Stcition Bulletin (Wisconsin), núm. 34.
GARCÍA-DURÁN LARA, R. 1969: "La jornada de trabajo en España". En Paranque,
1969, 159-196.
GIANGRANDE, LAWRENCE. 1974: "Le loisir á Rome". Society and Leisure. vol. VI,
n ú m . 3, 37-57.
GIDDENS, A. 1964: "Notes on the concept of play and leisure". SociologicalReview,
marzo.
GILCHRIST, E.J. 1924: Ipswich, a Survey of the Town.
GIST, NOEL P . Y SYLVYA FLEIS FAVA. 1964: Urban Society. Nueva York, Crowell.
(La sociedad urbana. Barcelona, Omega, 1968.)
GLEZERMANN, G.E. 1953: "Le progrés culturel de la société". Etudes soviétiques,
octubre.
GÓMEZ ARBOLEYA. E. 1954a: "La sociedad moderna y los comienzos del saber so-
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1 8 a>
HABFRMAS, JÜRGEN. 1958: "Soziologische Notizen zum Verháltnis von Arbeit und
Freizeit". En Konkrete Vernunft. Bonn, G. Funks.
HALL, G. STANLEY, 1906: Youth. Nueva York, Appieton-Century.
HALI.HR, H. (dir.) et al, 1955: Die SozialeEntwicklungder modernen Industriegesell-
schaft in ihrer Bedeutung für die Probleme der 40-Stunden- Woche. Darmstadt.
H A R R I S O N , T . Y C H . M A D G E . 1 9 4 9 : On Sunday.
HAVIGHURST, R.J. 1961. "The nature and valúes of meaningful free time activity".
En R. W. Kleemeier, 1961.
HAVIGHURST, R.J. Y K. FEIGENBAUM. 1959: "Leisure and Life Style". American
Journal of Sociology, 145-204.
HEGEL, FRIEDRÍCH W. 1821: Philosophie des Rechts. (Filosofía del Derecho. Intro-
ducción de K. Marx. Buenos Aires, Claridad, 1955, 4a. ed.)
HERSKOVITS, M. J. 1948: Man and his works. The science of cultura! anthropology.
Nueva York, A. A. Knopf. (El hombre y sus obras. La ciencia de la antropología
cultural. México, FCE, 1969.)
HEYDE, L. 1954: "Freizeit". En Evangelisches Soziallexicon. Stuttgart, F. Karren-
berg.
HICTER, MARCEL. 1967: "Une civilisation de la liberté". En Janne et al, 1967, 107-130.
Í IILF, HUBERT H. 1957: Arbeitswissenschaft. Munich, C. Hauser. (La ciencia del tra-
bajo. Madrid, Rialp, 1963.)
HITTMAIR, A. 1960: "Freizeit und Urlaub", En Unser Verháltnis zur Arbeit. Stutt-
gart.
HOFSTÁTTER, PETER R. 1970: "Consideraciones psicológicas sobre el tiempo libre".
Rev. de Psicología General y Aplicada, vol. 25, núm. 107, noviembre-diciembre,
1035-1065.
HOGGART, R. 1957: The Uses of Literacy. Aspects of working-class life, with special
reference to publications and entertainments. Londres.
HOLZ, H . H . , L. KOFLER Y W . ABENDROTH. 1969: Gesprache mit Georg Lukács.
Hamburg, Rowolth. (Conversaciones con Lukacs. Madrid, Alianza, 1969.)
HORNEY, KAREN. 1937: The Neurotic Personality of our Time. Nueva York, Norton
(La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Buenos Aires, Paidós, 1946.)
HOURDIN, GEORGES. 1963: Une civilisation des loisirs. París, Calman Lévy.
MUGUES, EVERETT C. 1968: "Work and Leisure" (Trabajo y ocio".) En Parsons
(dir.), 1968, 4 9 - 5 9 .
HUÍZINGA, JOHAN. 1924: Herbst des Mittelalters. (El otoño de la Edad Media.
.Madrid, Ed. Rev. de Occidente. 1952, 4a. ed.)
HUÍZINGA, JOHAN. 1938: Homo ludens. Versuch einer Bestimmung des Spielele-
ments der Kultur. El original en holandés no se publicó sino hasta 1940. (Homo lu-
dens. Buenos Aires, Emecé, 1968.)
JACK*:. L. P. 1932: Education throught Recreation. Nueva York, Harper & Row.
rNORMAN (tíir». 1961: Culture of H. ~r--ce; ;. \ Van Nostrand.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 187
LENIN, V.I. "La nueva ley fabril". En Obras completas, 5a. ed. en ruso, tomo II.
LERNER, MAX. 1967: "El marco revolucionario de nuestro tiempo". Trad. del dis-
curso a los universitarios norteamericanos. Rev. de Occidente, 46 enero, 18-41.
LEROI-GOURHAN, A. 1964: Le geste et la parole. París, Albin Michel.
LERSCH, PHILIP. 1947: Der Mensch in der Gegenwart. M u n i c h - B a s i l e a , 2a. ed. 1955.
(El hombre en la actualidad. Madrid, Gredos, 1958.)
LERSCH, PHILIP. 1956: Aufbau der Person. Munich. (La estructura de la personali-
dad. Barcelona, Scientia, 1958, 2 vols.)
LESNE, M., Y C. MONTLIBERT. 1969: "Essai d'analyse sociologique|des situations de
ravail". Epistemologie Sociologique, 8,
VY JR., MARIÓN J. 1952. The Structure of Society. Princeton, University Press.
LEYHAUSEN, P. 1952: "La relación entre voluntad e impulso y su importancia en la
pedagogía". Lebendige Schule, julio. Incluido en K. Lorenz y P. Leyhausen,
Autriebe Tierischen und menschlichen. Munich, Piper, 1968. (Biología del com-
portamiento. Raíces instintivas de la agresión, el miedo y la libertad. México, Siglo
XXI. 2a. ed., 1973, 54-85.)
L'homme et la Société. 1967: "Séminaire International de l'Havane: Temps libre
et recréation", núm. 4. abril-junio, 134-164.
LICHNEROWICZ, A . 1973: Conversación con André Lichnerowicz, en L'Express va
plus loin avecses théoriciens. París. Laffont. (VExpress. Conversaciones sobre la
nueva cultura. Barcelona, Kairós, 1975, 7-31.)
I.IVINGSTONE, R. W. 1935: Creek Ideáis and Modern Life. Oxford.
I.o, CHUNG-SHU. 1949: "Los derechos del hombre en la tradición china. En UNES-
CO, Los Derechos del Hombre. Estudios y comentarios en torno a la nueva
Declaración Universal. México, FCE., 1949, 169-172.
I.OEFFLER, L. 1959: "Arbeit, Freizeit, Familie im Hinblick auf die Ehe". En L. Lo-
effler (dir.), Arbeit, Freizeit und Familie im Hinblick auf das Aíter und die Ju-
gend. Stuttgart.
LÓPEZ-DAY, ANA MARÍA. 1967: " D e quelques fondements théoriques concernant le
probleme du temps libre". Séminaire International de l'Havane: Temps libre et
Recréation. L'Homme et ¡a Société, 4, abril-junio, 135-140.
LÓPEZ-IBOR, JUAN J., 1950: "Análisis psicológico del hombre moderno". Conf.
Aleneo Madrid, 1-12-1950. Publ. en El descubrimiento de ¡a intimidad y otros en-
sayos. Madrid, Aguilar, 1952, 55-89.
LOWENTHAL, L. 1944: "Biographies in Popular Magazines". En P. F. Lazarsfeld y
F. Stanton (dirs.), Radio Research 1942-1943. Nueva York, Duell, Sloan and Pe-
arce, 507 y sigs.
LÓWIE, ROBERT H. 1934: An Introduction to cultural Anthropology. Nueva York,
Farrar & Rinehart. (Antropología cultural. México, FCE, 1947, trad. de la 3a. ed.
inglesa de 1944.)
L U N D B E R G , G E O R G E A . , M I R Z A K O M A R O V S K I Y M A R Y A . M C I L L N E Z Y . 1 9 3 4 , Leisure,
A Suburban Study. Columbia, Univ. Press.
LUSCHEÑ, G, R. KÚNJG et al. 1966: " K l e i n g r u p p e n f o r s c h u n g u n d G r u p p e n i m
Sport". Kólner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, 10, 1966.
LYND, ROBERT S . y HELLEN M . LYND. 1929: Middletown, A Study in Contemporary
American Culture. Nueva York, Harcourt, cap. IV "Using Leisure".
LYND, ROBERT S. y HELLEN M . LYND. 1937: Middletown in transition, A Study in
Cultural Conflicts. Nueva York, Harcourt.
I.YNES, RUSELL. 1958: "Time on our Hands". Harper's Magazine, vol. 217, julio,
34-49.
MACIVER, ROBERT M., 1942: Social Causation. Boston, The Athenaeum Press.
(Causación social. México, FCE, 1949.)
MACIVER, ROBERT M. 1962: The Challenge of the Passing Years. My Encounter with
190 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Time. Nueva York, Pocket Books. (El reto de los años que pasan. Mi encuentro
con el tiempo. México, Herrero, 1964.)
MAGET, MARCEL. 1959: "Les ruraux". ("Los rurales".) En Dumazedier et al., 1959,
73-92.
MALINOWSKI, B. 1931: "Culture". Encyclopedie of the Social Sciences. Vol. VI.
Nueva York. (En J.S. Khan, El concepto de cultura: textos fundamentales. Barce-
lona, Anagrama, 1975, 85-128.)
MANNHEIM, KARL. 1950: Freedom, power and democratic planning. Londres,
Routledge and Kegan Paul. (Libertad, poder y planificación democrática. México,
FCE, 1953.) ' •
MARCUSE, HERBERT. 1933: "Über die philosophischen Grundlagen des Wirt-
schaftswissenschaftlichen Arbeitsbegriffs". Archiv für Sozialwissenschaft und So-
zialpolitik. Tomo 69, cuaderno 3, junio. Incluido en Kultur und Gesellschaft, 2.
Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1965. (Traducido en Ética de la Revolución. Madrid,
T a u r u s , 1970. 9 - 5 4 . )
MARCUSE, HERBERT. 1937: "Uber den affirmativen Charakter der Kultur", Zeits-
chrift für Sozialforschung, VI, 1. Incluido en Kultur und Gesellschaft, 1, Frank-
furt a.M., Suhrakamp, 1965. (Traducido en Cultura y Sociedad. Buenos Aires,
Sur, 2a. ed., 1968, 45-87.)
MARCUSE, HERBERT. 1968: "Zur Kritik des Hedonismus". Zeitschrift für Sozialfors-
chung, VÍI, 1. Incluido en Kultur und Gesellschaft, 1. Frankfurt a.M., Suhrkamp,
1965. ("A propósito de la crítica del hedonismo". Cultura y sociedad. Buenos
Aires, Sur, 2a. ed., 1968, 97-126.)
MARCUSE, HERBERT. 1958: Soviet Marxism. A crítical Analysis. Nueva York, Co-
lumbia Univ. Press. (El marxismo soviético. Un análisis crítico. Madrid, Revista de
Occidente, 1967, traducido de la 2a. ed. inglesa de 1961, con las modificaciones
de la ed. francesa de 1963 de Galiimard.)
MARCUSE, HERBERT. 1953: Eros and Civilization. A Philosophical Inquiry into
Freud. Boston, Beacon. (Eros y civilización. Barcelona, Seix y Barral, 1968.)
MARCUSE, HERBERT. 1964: One-Dimensional Man. Boston, Beacon. (Elhombre uni-
dimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada. Méxi-
co, J. Ortiz, 1968.)
MARCUSE, HERBERT. 1965: "Comentarios acerca de una nueva definición de la cultu-
ra" Daedalus, American Academy of Art and Sciences, núm. de invierno.
Incluido en Kultur und Gesellschaft, 2. Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1965. (Tradu-
cido en Etica de la Revolución. Madrid, Taurus, 1970, 157-180 por donde cito.
Publicado también en Revista de Occidente, septiembre de 1965, 30, 261-286.)
MARCUSE, HERBERT. 1968: "La internacional de los años veinte", entrevista con
Mauro Calamandrei, en L'Expresso, mayo. (Traducida e incluida en E. Fromm et
•al., Marcuse polémico. Buenos Aires, J. Álvarez, 1968, 127-134.)
MARCUSE, HERBERT. 1969: An Essay on Liberation. Boston, Beacon. (Un ensayo
sobre la liberación. México, Mortiz. 1969.)
MARCUSE, LUDWIG. 1959: "Funktionen und Kritik der sogenannten Vergnüguns-
industrie". Berlín, RIAS, Funkuniversitat, 26 marzo.
MARÍAS, JULIÁN. 1955: La estructura social. Teoría y método. (Cito 2a. ed. Buenos
Aires, Emecé, 1958.)
MARQUÉS CARBÓ, LUIS. 1967: El municipio y los «loisirs». C o m u n i c a c i ó n al IV
Congreso Hispano-Luso-Americano-Fiiipino de Municipios. Barcelona, 6-12 oc-
tubre 1967. Separata.
MARTIN BOLTE, KARL. 1966: Deutsche Gesellschaft im Wandel. Opladen. Leske. (La
sociedad en transformación. Madrid, Euramérica, 1970.)
MARTÍN LÓPEZ, ENRIQUE. 1965: "EL p r o b l e m a de la esclavitud e n Aristóteles y sus
:
inncaciones en la sociología actual". Sociología Intemationalis, vo!. 3, núm. 2,
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 191
ture". The A nnals of the A merican Academy of Political and Social Science. Voí.
313, septiembre. Incluido enLarrabee y Meyersohn, 1958, 10-15. ("Las normas
que rigen el ocio en la cultura norteamericana contemporánea". Incluido en
Ruitenbeek, 1965, 211-220, por donde cito.)
M E A D , M A R G A R E T . y M A R T H A WOLFFENSTEIN, 1 9 5 5 : " F u n M o r a l i t y , A n A n a l y s i s o f
recent Child training Litterature". En Childhood in Contemporary Culture. Chi-
cago, Univ. Chicago Press.
MERANI, A . L. 1962: Psicología genética. México, Grijalbo.
MERCIER. 1781: Tab/eau de París, 12 vols.
MERTON, ROBERT K. 1947: Social Theory and Social Structure. Glencoe (111.), The
Free Press, 2a. ed. rev. y aum. 1957. (Teoría y estructura sociales. México, FCE.,
1964 sobre la 2a. ed.)
MEYER, H . D . y. CH. K. BRIGHTBILL. 1956: Community Recreation. Englewood
Cliffs (N.J.), Prenrice Hall.
MEYERSOHN, R. 1965: "The Sociology of Leisure in the United States. Introduction
and Bibliography, 1945-1965". Journal of Leisure Research, vol. I, núm. 1, in-
vierno, 53-68.
MEYERSOHN, R. 1973: International Selective Bibliography on Leisure. Part one:
USA-, 1966-1972. Praga, European Centre for Leisure and Education.
MEYERSOHN, R. Y P. HOLLANDER. 1966: "Ocio y tiempo libre". En C. D. Kernig,
Marxismus im systemvergleich, Freiburg im Breisgau, Herder. (Marxismo y De-
mocracia: Sociología. T o m o 3. Rioduero, 1975, 65-82.)
MIHOVILOVIC, MIRO A . 1968: El tiempo libre en la población de Filip Lakov (en yu-
goslavo). Zagreb, Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Zagreb.
MIHOVILOVIC, MIRO A . 1969: El tiempo libre de los ciudadanos de Zagreb (en yu-
goslavo). Zagreb, Instituto de Ciencias Sociales de la Univ. de Zagreb.
MIHOVILOVIC, MIRO A . 1971: "Evolution and the Impact of Leisure in the Contem-
porary Society". Encyclopedia Moderna, tomo 15.
MIHOVILOVIC, MIRO A . 1972: El tiempo libre en Yugoslavia (en yugoslavo). Zagreb,-
Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Zagreb.
MLLAR, SUSANNA. 1968: The Psychology of Play. Harmondsworth, Penguin.
(Psicología del juego infantil. Barcelona, Fontanella, 1972.)
MILLER, D. C. Y W. H. FORM. 1964: Industrial Sociology. Nueva York, (Sociología
industrial. Madrid, Rialp, 1969.)
MILLER, N . P. Y D. M.;ROBINSON, 1963: The Leisure Age. Its Challenge to Recrea-
tion. Belmont (Calif.) Wadsworth. (Cito traducción francesa. Le nouvel age des-
. loisirs. París, Ed. Economie et Humanisme. Les Editions-Ouvriéres, 1967.)
MILLS, C. WRIGHT. 1951: White Collar. The American Middle Class. Nueva York,
Oxford Univ. Press. ( W h i t e Collar. Las clases medias en Norteamérica. Madrid,
Aguilar, 3a. ed. 1973.)
MILLS, C. WRIGHT. 1952: "Diagnóstico de nuestro malestar moral". En Mills, 1963,
' 257-264.
MILLS, C." WRIGHT. 1954: "The unity of work and leisure". En Mills, 1963, 272-277.
MILLS, C. WRIGHT. 1959: The Socíological Imagination. Nueva York, Oxford Univ.
Press. La imaginación sociológica. México, FCE, 1969.)
MILLS, C. WRIGHT. 1963: (postumo): Power, Politics andPeople, ed. por I.L. Horo-
witz. Nueva York, Oxford Univ. Press. (Poder, política, pueblo. México, FCE,
1964.)
MITCHEL, E. D. Y B. S. MASÓN. 1948: The Theory of Play. Nueva York, A.S. Bar-
nes.
MORE, THOMAS. 1516: Utopia, ( B u e n o s Aires. E s p a s a - C a l p e , 1952.)
MORIN, EDGAR. 1958: Le Cinéma ou I' homme imaginaire. París D e Minuit.
MORIN, EDGAR. 1962: L'esprit du temps. Essaisur la culture de masse. París, Gras-
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
set. (El espíritu del tiempo. Ensayo sobre la cultura de masas. Madrid, Taurus,
1966.)
MORTON, A.L. 1962. The Life and Ideas of Robert Owen. Londres, Lawrence y
Wishart. (Vida e ideas de Robert Owen. Madrid, Ciencia Nueva, 1968.)
MUMFORD, LEWIS, 1922: The Story of Utopias. Ideal commonwealth and social
myths. Nueva York.
MUMFORD, LEWIS, 1956: The Transformations of Man. Nueva York. Harpers (Las
transformaciones del hombre. Buenos Aires, Sur, .1960.)
MUNNÉ, F. 1965 " D o s consideraciones sociológicas en t o m o a la filosofía de la
existencia". Rev. del Instituto de Ciencias Sociales, núm. 6, 83-107.
MUNNÉ, F. 1967: "Información social y persuasión social en la publicidad de
masas". Revista del Instituto de Ciencias Sociales, 10, 109-137.
MUNNÉ, F. 1969: "Hacia una publicidad social. Análisis de los elementos informati-
vo y persuasivo como integrantes de la acción publicitaria". Publicidad, revista
del Instituto Nacional de Publicidad, 14, septiembre-octubre, 41-54. Reproducido
en Publitecnia, 1975, 34, separata B.
MUNNÉ, F. 1971a: Grupos, masas y sociedades. Introducción sistemática a la
sociología general y especial. Barcelona, Hispano-Europea. 2a. ed. rev. 1974.
MUNNÉ, F. 1971B: "El problema del tiempo libre y las sociedades locales". Rev. del
Instituto de Ciencias Sociales, núm. 17, 117-136. Incluido en el vol. colectivo La
planificación de los Entes locóles, tomo I. Barcelona, Instituto de Ciencias So-
ciales, 1971, 117-136.
MUNNÉ, F. 1974a: "La colaboración profesional y la investigación interdisciplinaria
como necesidad actual". Anuario de la Academia de Doctores, del Distrito Uni-
versitario de Barcelona, 79-91.
MUNNÉ, F. 1974b: "El derecho al tiempo libre, un inédito derecho humano a la liber-
tad". Anuario de Sociología y Psicología Jurídicas, núm. 1, 13-33.
MUNNÉ, F. 1975: "Producción, consumo y tiempo libre. Una crítica de la doble base
teórica en las investigaciones del ocio moderno". Revista del Instituto de Ciencias
Sociales, 25-26, 133-154.
MURPHY, JAMES F. 1973: "The Outsider: Toward an Understanding of Deviance in
Leisure". Society and Leisure, V, 2, 61-69.
MURPHY, JAMES F. 1974: Concepts of Leisure, Philosophical Implications. Nueva
York, Prentice Hall. Publ. el cap. I "Philosophical Dimensiones of Leisure" en
avance por Society and Leisure, 1973, 3, 187-202, por donde cito.
NASCH, JAY B. 1953: Philosophy of Recreation and Leisure. St. Louis, C.V. Mosby.
NAVILLE, PIERRE. 1957: La nouveau Léviathan. I-De l'aliénation á la jouissance. La
genése de ¡a sociologie du travail chez Marx et Engels. París, Riviére. Cito 2a. ed.
París, Anthropos, 1970, con un nuevo prefacio del autor.
NETSENKO, A. V. 1964: El tiempo libre y su utilización (en ruso). Leningrado.
NEULINGER, JOHN. 1971: "Leisure and Mental Health. A Study in a Program of
Leisure Research". Pacific Sociological Review, vol. 14, núm. 3, julio, 288-300.
NEUMEYER, MARTIN H. 1944: "Leisure", en H. Pratt Fairchild (dir.), Dictionary of
Sociology. Nueva York, Philosophical Library, 1944. ("Ocio", en Diccionario de
Sociología, México, FCE, 1949, 204.)
NEUMEYER, MARTIN H . y ESTHER S. 1936: Leisure and Recreation. Nueva York,
Barnes.
NOVIK, I. B. 1961: "Onekotorych metodoligeceskich probiemach kibernetiki"
(Sobre ciertos problemas metodológicos de la cibernética). En la recopilación Ki-
berneticu na sluzbu. kommunismu (La cibernética al servicio del comunismo).
Moscú-Leningrado.
NOVIK, I. B. 1963: Kibernetika, filosofkie i sotsiologuisheslcieprobliemi (Problemas
194 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
PABLO VI. 1965: "Mensaje sobre el ocio a los participantes en las jornadas de An-
necy al 71 Congreso Nacional de la Unión de las Obras Católicas de Francia".
L'Echo, la liberté (Lyon), núm. 5613, 20 de abril.
P A C I F I C SOCIOLOGICAL REVIEW. 1 9 7 1 : Sociology of Leisure. V o l . 14, n ú m . 3 m o -
nográfico, julio, por el que cito. Publ. también en: Sage Contemporary Social
Sciences Issues, núm. 1.
PACKARD, VANCE. 1959: The Status Seekers. Nueva York, Mckay. ( L o s buscadores
de prestigio. Buenos Aires, Eudeba, 1962.)
PAESLACK, A. 1957: Jugend und Freizeit. Bonn.
PALACIOS, ALFREDO L. 1944: La fatiga y sus proyecciones sociales. Buenos Aires,
Claridad.
PARANQUE, RÉGIS. 1969: La semaine de trente heures. París. Du Seuil. {La semana
de treinta horas. Barcelona, Redondo, 1969.)
PARÍGUIN, B. D. 1967: La psicología social como ciencia (en ruso). Leningrado,
Univ. Estatal A . A . Zhdanov. (Montevideo, Pueblos Unidos, 1967.)
PARÍS, CARLOS. 1972: Filosofía, ciencia, sociedad. Madrid, Siglo X X I .
P A R K , ROBERT E . , E . W . B U R G E S S Y R . D . M C K E N Z I E . 1 9 2 5 : The City. Chicago,
Univ. Press.
PARKER, STANLEY R. 1970: "Trends in the Sociology of Leisure in Great Britain".
Society and Leisure, 4, 47-55. Comunicación al Congreso de Sociología de Varna.
PARKER, STANLEY R. 1971: The Future of Work and Leisure. Londres, M a c G i b b o n
& Kee. Cito 2a. ed. de bolsillo Londres, Paladín, 1972.
PARSONS, TALCOTT (dir.) 1968: American Sociology: Perspectives, Problems,
Methods. Nueva York. Basic Books. {La sociología norteamericana contemporá-
nea. Buenos Aires, Paidós, 1969.)
PATRUCHEV, V.E. 1966: Vremj'a kakékonomiceskaja Kategorija. (El tiempo conside-
rado como categoría económica). Moscú, Mysl.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 195
• RAILLON, LOUIS. 1959: "Pour une pedagogie du loisir". En Dumazedier et al., 1959.
195-209.
REICH, WILHELM. 1934: "Was ist Klassenbewusstsein". Zeitschrift für Politische
Psychologie und Sexual-Oekonomie, vol. 1, núms. 3-4, 226 y sigs. (Traducido,
inclüido en Materialismo dialéctico y psicoanálisis. México Siglo XXI, 2a. ed.
1972, 11-246. Este artículo apareció originalmente con el seudónimo de Ernst Pa
r e 1 1.
Revue Internationale des Sciences Sociales. 1960: Aspects sociologiques du loisir.
Vol. XII, núm. 4, monográfico.
RÍCHTA, RADOVAN y colaboradores. 1966: Civilizace na rozcestí. Praga, Svoboda, 3a.
ed. 1969. {La civilización, en ¡a encrucijada. Madrid, Artiach, 1972.)
RIESMAN, DAVID. 1949: " D e l intradirigido al extradirigido", f r a g m e n t o de " T h e sa-
ving remnant". En J. W. Chase, The Years of the Modern. Nueva York, McKay.
Reproducido en A-._y E. Etzioni, Social Change. Nueva York, Basic Books, 1964.
(Los cambios sociales: fuentes, tipos y consecuencias. México, FCE, 1968, cap.
41, 339-348.)
RIESMAN, DAVID y colaboradores, 1950: The lonely Crowd. A Study of the Changing
American Character. New Haven, Yale Univ. (La muchedumbre solitaria. Un es-
tudio sobre ¡a transformación del carácter norteamericano. Buenos Aires, Paidós,
1964.)
RIESMAN, DAVID. 1954: "The Themes of Work and Play in the Structure of Freud's
Thought". En la recopilación del autor Individualism Reconsidered. Chicago,
Free Press.
RIESMAN, DAVID. 1958: "Work and Leisure in Post-Industrial Society". Problems
of United States Economic Development, vol. 1, 223-234. Incluido en Larrabee y
Meyersohn, 1958, 363-385.
RIESMAN, DAVID. 1964: Abundance for What? And Other Essays. Nueva York,
Doubleday. (Abundancia ¿para qué?. México, FCE, 1965.)
RIESMAN, DAVID y WARNER BLOOMERG JR., " W o r k a n d Leisure: F u s i ó n or P o l a -
rity?" Research in industrial Human Relations: A Critica! Appraisal. Nueva
Yorlc, Harper, 60-85. Incluido en Riesman, 1964, 79-103.
RIGGS, AUSTIN F. 1935: Play, Recreation in a Balanced Life. Nueva York, Double-
day.
RIPERT, ALIÑE. 1960: Les sciences sociales du loisir aux USA. Mimeografiado.
RIPERT, ALIÑE Y J. DUMAZEDIER. 1966: V é a s e D u m a z e d i e r y Ripert, 1966.
ROBERTSON, H. M. 1933: Aspects of the Rise of Economic Individualism. A Criti-
cism of Max Weber. Cambridge.
ROBLES PIQUER, C. 1966: "Sociedad, familia y tiempo libre" Conf. publ. en IVCur-
so de Problemas Familiares. Madrid, Secretaría Permanente de los Congresos de
la Familia Española, 7-38.
ROCHER. GUY 1968: Introduction a la sociologie générale. París, HMH, 3. vols.
(Introducción a la sociología general . Barcelona, Herder, 1973.)
ROF CARBALLO, J. 1972: "El síndrome liminar". Comunicación a la Real Academia
Nacional de Medicina. Madrid, 19 febrero.
ROLLE. FIERRE. 1974: Introduction á la sociologie du travail. París, Larousse. (Intro-
ducción a la sociología del trabajo. Barcelona, Planeta, 1974.)
ROSENBERG, BERNARD y DAVID M . WHITE (dirs.). 1957: Mass Culture, The Popular
Arts in America. Glencoc (111), The Free Press.
ROSENMAYR, LEOPOLD. 1963: "Familienbeziehungen und Freizeitgewohheiten
jugéndlicher Arbeiter; eine Untersuchung von 800 Lehrlingenin Wien und Niede-
rósterreich". Schríften zur Wolksbildung des Bundesministeriums für Unterricht.
Yiena, Geschichte und Politik, II, 19-431.
Ross. W. D., 1923: Aristotle. L. (Aristóteles, Buenos Aires, Sudamericana, 1957.)
ROTTER, J. B., 1966: "Generalized Expectancies for Internal vs. External Control of
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
SERVIER, J., 1967: Histoire de l'utopie. París, Gallimard. (Historia de la utopía. Ca-
racas, Monte Ávila, 1969.)
SFIA. MOHAMED-SALAH. 1967: "Temps libre et loisir, realité sociale et orientation de
la sociologie". (Seminaire International de !'Havanne:Temps libre et Recréation.)
L'Homme et la Société, núm. 4, abril-junio, 141-144.
S. I. A. E., 1960: L'impiego del tempo libero in Calabria.
SIEGEL, L., 1969: Industrial Psychology. Nueva York, R. D. Irwin, 2a. ed.
(Psicología industrial. México, Continental, 1973.)
SIGUÁN, MIGUEL. 1958. Problemas humanos del trabajo industrial. Madrid, Rialp.
SILVER, ABBA H., "Recreation and Living in the Modera World". Recreation, vol.
24, núm. 10, enero, 530 y sigs.
SILLAMY, N. 1969: Dictionaire de la Psychologie. París, Larousse. (Diccionario de la
psicología. Barcelona, Plaza y Janés, 1969.)
SIMMEL, GEORG. 1911: Philosophische Kultur: Gesammelte Essais. Leipzig, Króner,
2a. ed. ampl. 1919. (Cultura femenina y otros ensayos. Buenos Aires, Espasa-
C a l p e , 1939.)
SKÓRZYÑSKI, Z., 1962: "Principales actividades cotidianas de los habitantes de Var-
sovia" (en polaco). Zdrowie Publiczne, I, 35-50.
SKÓRZYÑSKI, Z. .1965: "Sobre los problemas del tiempo libre de la población
urbana" (en polaco). Problemy pokojii i socjolizmu, 1, 19-32.
SKÓRZYÑSKI, Z. 1971: "The Rhythm of Free Time. TheFunctions of Free Time, The
Spatial Pattern of Recreation and Culture". Society and Leisure. I, 33-45.
SKÓRZYÑSKI, Z. Y W. WYROBKOVA, 1962. "Etude du probleme du loisir en
Pologrie". Comunicación al V Congreso de Sociología (Washington).
SKUZHINSKI, Z., 1964: "El nivel cultural del tiempo libre en los diferentes medios so-
ciales" (en ruso). Problemas de la Paz y del Socialismo (Moscú), núm. 12, apéndi-
ce, 1 y sigs.,
SLAVSON, S. R. 1948: Recreation and the Total Personaliíy. Nueva York, The Asso-
ciation Press.
SMITH, PRESERVED. 1920: The Age of the Reformation, Nueva York, H. Holt.
Societa Umanitaria, Fondazione P. M. Loria. 1960: II tempo libero e i íavoratori.
Florencia, La Nuova Italia.
Sociologija v SSSR, 1965: Moscú, 2 volúmenes.
SOMBART, WERNER. 1912: Studien zur Entwicklungsgeschichte des modernen Kapi-
talismus. Munich, Duncker & Humblot; vol. 1 Luxus und Kapitalismus. (Lujo y
Capitalismo. Madrid, Ed. Rev. de Occidente, 1965, 3a. ed.)
SOMBART, WERNER. 1913: Der Bourgeois: Zur Geistergeschichte des modernen Wirt-
schaftsmenschen.
SOROKIN, PITIRIM A . Y C . Q . BERGER. 1935: Time-Budgets of Human Behaviour.
Cambridge, Harvard University Press.
SOÜLE, GEORGE. 1955: Time for Living. Nueva York, Viking.
SOULE, GEORGE. 1957: "The Economic of Leisure". Annal of the American Aca-
demy of Political and Social Science, vol. 313, 16-24, septiembre.
SPAVENTA DE NOVELLIS, L., 1971: "II tempo libero nellútopia di Tommaso Moro".
En Actes du XXI Congres de l'Institut International de Sociologie , Roma, 15-21,
septiembre 1969. Revue Internationale de Sociologie, vol. II, núm. 2, 167-171.
SPENCER, HERBERT. 1855: Principies of Psychology. (Principios de Psicología.
Madrid, La España Moderna, S.A.)
SPENGLER, OTTO. 1924: Der Untergang des Abendlandes. Munich 2 vols. (La deca-
dencia de Occidente. Madrid, Espasa-Calpe, 1943.)
STAÍKOV, Z. 1964: "Algunos problemas socioeconómicos del tiempo libre en Bulga-
ria" (en ruso). Problemas de la Paz y del Socialismo (Moscú), núm. 10, apéndice,
1 y sr:s.
STEIMF.R, J E S S E F . 1 9 3 4 : "Recreation and Leisure Time Activities". En Recent Social
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Trends in the United States. Nueva York, Mcüraw-Hill, vol. 2, 913 y sigs.
STERNHEIM, A. 1932: "Zum Problem der Freizeitgestaltung". Zeitschrift für Sozial-
forschung (Leipzig).
STOETZEL, JEAN. 1953-1954; Sociologie de la récreation. C u r s o en la F a c u l t a d d e
Letras de Burdeos. Mimeografiado.
STRÓMHOLM, STIG. 1968: Right of Privacy and Rights of the Personality. Estocolmo,
Norstedt & Soner.
STRUMILIN, STANISLAV G., 1925: Problemi ekonomiki truda. (Problemas de
economía del trabajo.) Moscú, Voprosi Truda.
STRUMILIN, STANISLAV G. 1959: Problemi Sotzialisma i kommunisma v SSSR. Mos-
cú, Ekonomichesko Literaturi.
STRUMILIN, STANISLAV G. 1960: "Pensamientos sobre el futuro" (en ruso). Oktiabr,
núm. 7. (En alemán en Ost-Probleme, núm. 12, 1960, 375-380.)
SUAVET. 1961: Dictionnaire economique et social. París, Ouvriéres, 2a. ed., 1963.
(Diccionario económico y social. Barcelona, Estela, 1970.)
SUPEK, RUDI. 1967: "Karl Marx et l'époque de L'automation". Praxis, abril; y
L'Homme et la Société, 3, 106-112.
ZBINDEN, HANS, 5,1964a: "Las horas libres, convertidas en ocio creador". Folia
Humanística, vol. 2, núm. 21, septiembre, 725-733.
ZBINDEN, H A N S . 1964b: "Salud y vacaciones". Folia Humanística, val. 2, núm. 34,
diciembre, 1009-1017.
ZEMAN, KAREL. 1970: "Fatigue, Biological Rythm, Sleep and Leisure". Society and
Leisure, núm. 4, 175-190.
ZEMTSOV, A. A., 1965: "Reservas del crecimiento y utilización racional del tiempo
libre de los obreros" (en ruso). Voprosi filosofii, núm. 4, 62 y sigs.
ZIELINSKI, J., 1954: Frezeit und Erziehung. Munich-Düsseldorf.
ZONDERVAN, H., 1926: "Het Spel bij Dieren, Kinderen". En Volwassen Menschen.
Amsterdam.
ZWEIG, FERDYNAND. 1952: The British Worker. Hardmondsworth, Penguin.
ZYGULSKI, KAZIMIERZ. 1 9 7 0 : "Tendances de la sociologie du loisir en Pologne". So-
ciety and Leisure, 2, 7 8 - 8 6 . Publ. un resumen en la misma revista, 4, 1 9 1 - 9 2 . Co-
municación al Congreso de Sociología de Varna.
Aburrimiento, 11, 144-146 Civilización del ocio, 170-172
objetivo, 111 Ciase ociosa vicaria, 45
subjetivo, 111 Clases sociales, 13, 18
trabajo industrial y, 142 ocio y, 13
Actividades terciarias, 86 Compensación, 87, 93-97
Adorno, T. W„ 33 definición de, 95
Anderson, N., 16 por superación, 97
concepción del ocio, 16 por sustitución, 97
Antilibre, tiempo, 151-162 Concepción burguesa del ocio, 11, 12
Antitrabajo, el ocio como, 46 surgimiento de la, 12
Aristóteles, 41 Condicionamiento, 69
concepción de ocio por, 41 Conductas lúdicas, 112
Athik, 95 Contemplación, 122
Autocondicionamiento, 71-73 Contrafunción, concepto de, 97-100
Autodeterminación, 71 Contraint, tiempo, 67
Autoexpresión, teorías de la, 114 Corriente empírica, 12-18
Autonomía, 71 investigadora del ocio, 12
personal, necesidad de, 165 Creación, tiempo de, 121-125
ocio y, 165 Crespi, F., 80
Crítica del tiempo semilibre, 65
Críticos, 18-19
Blücher, Graf V., 15 Cuasiocio, 63
Boom económico de 1929, 13 Curie, A., 14
impacto del, sobre el estilo de vida investigaciones realizadas por, 14
estadounidense, 13 Choring, 63, 64
Bricolage, 61, 63
como semiocio, 61 Desarrollo de la personalidad, 85
Budget time, 27 ocio y, 85
Buytendijk, 114 Descanso, tiempo de, 108
teoría de, acerca del juego, 114 Disposable time, 49
Diversión, como una función del ocio,
Caillois, 116 85
concepción de, acerca del juego, 116 Dumazedier, J., 14
Caradog, J., 14 características del ocio segúii, 92
investigaciones de, sobre el ocio, 14 concepción del ocio por, 14-15
204 ÍNDICE ANALÍTICO
5e imprimió en
Diseños e impresión AF, 5. A. de C. V.
B 100 TW