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HORAS DE OSCURID AD

Cine de terror y nada más.

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sábado, febrero 04, 2006

Reseña: Psicosis (1998)

Psicosis (1998), de Gus Van Sant, remake del clásico de Alfred Hitchcock, es una película imposible
de criticar, al menos de manera convencional. De nada sirve que ponga aquí una sentencia acerca de
lo que los críticos han considerado el sacrilegio más grande de la historia del cine, la versión más
"inútil" que se ha llevado al celuloide. Y sin embargo, me siento en la necesidad de hablar de ella,
porque esta película es más que una obra de ficción; se trata de un ejercicio narrativo digno de
alabanzas, un vericueto intelectual envidiable cuyo único defecto, en todo caso, sería que su finalidad
no es tanto contar una historia como hacer al público consciente de que está viendo una historia. Si
el cine es evasión, entonces esto es anti-cine.

La mayoría de los remakes (sean buenos o malos) instintivamente buscan huir de la dependencia de
la obra original, intentando hallar vida propia tomando como punto de partida una historia ya
contada. Psicosis'98, en cambio, abraza esa dependencia y la convierte en el lei-motiv de todo su
metraje. Van Sant se encasqueta v oluntariamente un apretado corsé al reciclar por completo el guión
de Joseph Stephano y la música de Bernard Herrmann, manteniendo incluso el mismo estilo de los
créditos iniciales. Pero estas semejanzas no hacen sino prepararnos para lo que viene: el momento
en el que la película de Van Sant comienza a bombardear al espectador con toques directos que
hacen resaltar las diferencias existentes entre su cinta y la de Hitchcock, como si el director quisiera
hacerle correcciones al material con el que trabaja.

El mayor de los cambios es obvio: el color. "Colorear" Psicosis'60 no es precisamente lo que se está
haciendo aquí. Lo que en otras circunstancias hubiese otorgado un toque de realismo, en Van Sant
se convierte en puro artificio. El color en Psicosis'98 es extremandamente artificial, con toda la
película bañada en una luz blanquecina que afecta nuestra credibilidad. El toque de gracia viene
cuando Marion sale de su coche vistiendo un conjunto de color naranja y acto seguido saca un
parasol (inexistente en el original, por cierto) que hace juego, resaltando nuestra sensación de estar
viendo un artificio absoluto. El color aquí no es usado como una manera de imitar la realidad, sino
precisamente para alienarnos de ella, resaltando algo que es obvio: un Psicosis en colores es
sacrilegio puro.
De la misma manera, los personajes secundarios sufren grandes cambios que no pueden pasar
inadvertidos ni ser atribuidos únicamente a cuestiones cronológicas. Lila, la fría y estricta hermana
de Marion es sustituida aquí por una Julianne Moore convertida en una bohemia totalmente
desconectada de la realidad (hecho evidenciado por su costumbre de andar siempre con audífonos).
En cuanto a Sam Loomis, el buen chico americano interpretado por John Gavin en la cinta original, el
hombre que vestía de traje los domingos, lo vemos ahora transmutado en Viggo Mortensen haciendo
del típico chuloputas, ataviado con sombrero de cowboy y con la camisa abierta mostrando los
pelillos del pecho.

Pero donde las diferencias de carácter se aprecian con mayor claridad es en los dos personajes
protagonistas, y es también aquí donde se concentraron los mayores dardos de la crítica.
Efectivamente, la Marion Crane interpretada por Anne Heche no hace sino afincarse aun más en el
análisis realizado de unos años para acá al personaje que en su momento encarnara Janet Leigh.
Eso es porque, a diferencia de Hitchcock, Van Sant no tiene que engañar a nadie: todos sabemos
desde el comienzo de la película que Marion va a morir a manos de Norman Bates (nótese que he
dicho Norman Bates, no su madre), y el saber tan de antemano las acciones de un personaje de
ficción nos permite el distanciamiento necesario para no sentir lástima por él. El resultado es que
Marion Crane es aquí un ser auténticamente detestable, una genuina femme–fatale que
seguramente habría huido con el dinero al día siguiente tras reconsiderar su demasiado rápido
arrepentimiento. En cuanto a Norman Bates, es aquí donde la película recibe uno de sus mayores
cambios. De sobra sabemos que es imposible para un actor reproducir fielmente el trabajo de otro,
pero Vince Vaughn ha hecho un excelente trabajo (uno de los mejores que le he visto) interpretando
a Bates y trayendo a la luz todos los amaneramientos que hacían del personaje de Anthony Perkins
algo único. Pero de nuevo aquí no se nos puede engañar: nosotros sabemos que Bates es peligroso,
y las marcadas delicadezas del personaje no hacen sino asustarnos aún más, mostrando lo
increíblemente desequilibrado que está este hombre. La figura de Vaughn (que mide más de 1,90
metros de altura) ayuda mucho, llenando su vestuario de una musculatura de la que su predecesor
carecía. Hay que ser muy ingenuo para creer que esto no es un guiño del propio Van Sant hacia
nosotros. Para este servidor, el momento cumbre es aquel en el que vemos las luces de un coche
pasar frente al motel justo cuando Norman está ocupado manipulando el cadáver. En la original, se
limitaba a ver pasar el vehículo, pero en el remake, Vince Vaughn suelta todo aparatosamente y
dedica un sonrisa estúpida al coche que pasa de lar go. Este tío está loco y lo demás son t onterías.

Y las diferencias se apilan, desde la alteración de pequeños detalles (la casa de Norman es diferente,
porque la original es ya demasiado conocida, lo cual no hace sino aumentar nuestra sensación de
que estamos viendo una película) hasta la inclusión premeditada de anacronismos, como la teoría de
Lila según la cual Norman podría haber matado a Marion para robarle el dinero y comenzar una
nueva vida. Dicho argumento, excesivamente enrevesado para nuestros días, resultaba
perfectamente plausible en 1960, cuando la tesis de los asesinos psicopáticos todavía no era del
dominio público (Ed Gein era considerado un demente, un caso aislado).

La mención de los crímenes nos lleva al centro neurálgico de la película: la escena de la ducha.
Aparte de las diferencias más obvias (principalmente la mayor visibilidad de heridas y desnudeces
de la protagonista), Van Sant intercala los asesinatos con breves imágenes asimismo violentas: una
vaca en medio de una carretera, un cielo de tormenta y una mujer desnuda con un antifaz negro.
Estas imágenes no están allí por casualidad; son intentos evidentes por parte de Van Sant de
interrumpir nuestra contemplación, rompiendo la delicada estructura narrativa del material fuente. En
cierta forma, el director está “atacando” la película original, de la misma manera en que Norman
ataca a sus víctimas.
Todos estos detalles arriba mencionados no hacen sino recalcarnos que lo importante en este filme
no se reduce a su fidelidad o respeto para con el original, sino a sus sutiles e intencionados
distanciamientos, producto (paradójicamente) de una consciente dependencia. Gus Van Sant quiere
ante todo que recordemos que estamos viendo un remake de Psicosis; insiste en que comparemos
en todo momento su obra con el original de Hitchcock, produciéndose así un juego de meta–ficción
en el que el espectador se ve obligado a participar. Si Psicosis’60 es, como dijimos en su momento,
un comentario sobre el poder del cine, Psicosis’98 es un comentario sobre ese comentario, un rizo
del rizo. Es precisamente esta genial vuelta de tuerca lo que diferencia a Van Sant de casi todos los
directores que han “osado” versionar un clásico. Y digo “casi” porque este experimento intelectual ya
lo habían realizado en menor medida Werner Herzog y Tom Savini, aunque ninguno de manera tan
perfecta. En los últimos meses hemos visto hacer exactamente lo mismo a otro realizador: Peter
Jackson. Como era de esperarse, han sido muy pocos los que han entendido su j uego.

¿Qué sentencia puede tener esta película? Ninguna, ya que como película es absolutamente
innecesaria. Ahora, como juego estético resulta magnífica. Creo que, para tenernos a todos
contentos, podemos dejarlo por la puntuación media y que el resto lo sume (o reste) el libre albedrío
de aquellos que sepan en qué clase de juego se están metiendo al adentrarse en una de las películas
más incomprendidas de la historia.

Ricardo Riera en 11:39 a. m.

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13 comentarios:

JohnTrent 1:05 p. m.
Eso mismo. No se puede valorar con demasiado criterio una pelicula que tan solo calca pero en color a
otra. ¿Es este Psycho una buena pelicula o es malisima?. Y yo que se. No veo malas interpretaciones, la
direccion de Van Sant se ajusta al original casi en todo momento como si de un niño calcando un dibujo en
la escuela se tratase...

Tan solo hay un adjetivo adecuado que se la puede poner: innecesaria.


Responder

Minina 5:31 p. m.
Hola.

Caí aquí, después de leer tu perfil. Yo pasé mucho tiempo haciendo cosas que no eran iguales a las que
hacían los otros niños.

Kisses
Responder

kuroi yume 9:42 a. m.


Magnífico análisis!
Responder

Dr. Strangelove 3:48 p. m.


Coincido contigo en que es absolutamente prescindible, pero discrepo en su valor estético. Para que
destacase por ese motivo tendría que haber sido una revisión más radical y alejada, aunque contase la
misma historia.
Buen análisis en cualquier caso. Más de lo que mer
ece el film.

Un saludo
Responder

Lycette Scott 5:53 a. m.


Me acabo de enterar que tienes otro blog, pero está bien interesante...ya te dejé mi voto...por cierto, sabes
cómo ver los resultados de las votaciones?
Responder

Borja 5:15 p. m.
Interesantísimo tu artículo. Yo la vi en cine en su momento y no entendía nada, más allá de pensar que era
una estafa. Pero últimamente, y viendo que Van Sant es un tipo muy listo, un autor con todas las letras,
venía pensando que no podía ser un timo, sin más. Lo que acabo de leerte es justo a lo que quería llegar,
gracias :)
Responder

66913 9:00 p. m.
Creo que Psicosis de Gus Vant Sant es una película que no entendió casi nadie, quizás porque no era
exactamente una película, sino una obra de arte conceptual. Copió la original prácticamente plano a plano,
no creo que eso fuese por vagancia, ni por falta de talento. Estoy convencida de que Gus Van Sant sabía
perfectamente lo que hacía, y convirtió lo que podría ser otro remake sin ton ni son en un comentario
irónico y cínico sobre la apestosa industria de Hollywood, que últimamente está tan falta de ideas que no
hace más que fagotizar antiguedades...
A quien dude de mis palabras le recomiendo el libro La cultura de la copia, de Hillel Schwartz :-)
Responder

Watari 3:19 p. m.
Algunas veces nos obsesionamos con la originalidad. Pienso que no todo reside en innovar o inventar, la
cultura de la reproducción ha sido poco investigada y, por eso, ninguneada. A mi la película me gustó, y el
análisis que has hecho de ella aún me gusta más.
Responder
Anónimo 11:08 p. m.
Buena película, pero me pasa que no puedo evitar compararla con la de 1960...no sé si decir que es buena o
mala, pero sea como sea es una copia, y no creo que pase a la historia del cine con tantos pergaminos
como la original, que sin duda es una gr
an película...
Anthony Perkins me parece difícil de igualar en el papel de Norman...me cuesta ver a otro actor
interpretando ese papel, por muy bueno que sea... Pero bueno, cada uno puede tener su percepción, es
parte de lo que entrega el cine...
Responder

Anónimo 8:15 p. m.
No soy técnico ni especialista en esto del cine, sólo se si una película me gusta o no. A pesar de haber visto
decenas de veces Psicosis original, todavía me sigue transmitiendo algo que hace que se me ponga el vello
de punta. Esta no lo consigue,y además no soy el único al que me pasa. Yo creo que la principal diferencia
entre una y otra es que la original tiene alma la segunda es sólo un robot que imita los movimientos de una
persona real a la perfección, pero es fría y distante.
Responder

Julieta 4:21 a. m.
Tu analisis me parece totalmente increible. Gracias por compartirlo.
Responder

Unknown 4:08 p. m.
Vince Vaughn no me convence ni me transmite esa esencia maquiavelica y fria que el original Norman
Bates de Anthony Perkins me transmitio. Creo que pudo ser un excelente ejercicio cinematografico
cambiando ese detalle.
Responder

Unknown 4:08 p. m.
Vince Vaughn no me convence ni me transmite esa esencia maquiavelica y fria que el original Norman
Bates de Anthony Perkins me transmitio. Creo que pudo ser un excelente ejercicio cinematografico
cambiando ese detalle.
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