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Perdón y rencor: ¿dónde

pones tu fortaleza?
El perdón es la vía que utiliza nuestro corazón para curar las inevitables
heridas y decepciones de la vida.

A lo largo de nuestra vida vamos cargando en nuestra mochila interna las


inevitables heridas y decepciones que nos van causando nuestras
experiencias. Todos llevamos en esa mochila heridas sin cerrar causadas por
nosotros mismos u otras personas: fracasos, desilusiones, injusticias,
traiciones, humillaciones y negligencias.  Igualmente es probable que hayamos
sido responsables, conscientemente o no, del sufrimiento de otras personas.
En algunas personas, estas heridas pueden ser relativamente pequeñas pero,
para otras, estas heridas tienen el peso de grandes rocas con las que cargan
y que, sin embargo, les cuesta soltar.

Uno de los desafíos más importantes en el camino hacia el equilibrio


emocional está relacionado con las heridas emocionales, con ese peso con el
que cargamos y que arrastramos del pasado. Muchas personas son capaces
de seguir adelante con esa carga, otras son capaces de superarla sin mayores
problemas y otras muchas no saben cómo curar esas heridas.

Como decíamos en el inicio de este artículo, el perdón es la forma natural que


tiene nuestro corazón para curar esas inevitables heridas y decepciones de la
vida. Seguramente podamos pensar que no es tan fácil o que es muy difícil
perdonar cuando nos sentimos heridos, fracasados, traicionados, etc. Sin
embargo, es el primer escalón hacia nuestro equilibrio emocional.

Es verdad que el perdón no puede ser apresurado ni impuesto y que nuestro


corazón tiene sus propios ritmos orgánicos a la hora de abrirse y cerrarse,
ritmos que hay que respetar. No obstante, también es verdad que, como otros
estados profundamente curativos -como pueden ser el amor, la compasión y la
alegría- se puede cultivar conscientemente.

Ser capaces de suavizar nuestro corazón y soltar el resentimiento y la ira


hacia quienes nos han herido, traicionado o abandonado (incluidos nosotros
mismos) es la base para el restablecimiento de nuestro equilibrio emocional.

Muchos estudios sobre el tema, llevados a cabo por John Kabat-Zinn, Gonzalo
Brito, Vicente Simón -por nombrar algunos de los psicólogos más conocidos en
este área- coinciden en que con el perdón es uno mismo quien recibe el mayor
beneficio. Sin embargo, en nuestra cultura el perdón siempre ha estado
orientado hacia los otros, como si el perdón fuera un regalo que le hiciéramos a
los demás cuando, en realidad, es uno mismo, cuando perdona, el que recibe
el mayor beneficio.
Si realmente comprendiéramos que el perdón es, ante todo, un acto de
autocompasión, nos sentiríamos menos inclinados a aferrarnos al
resentimiento. Se ha escrito que el resentimiento es como tomar veneno
esperando que se muera el enemigo; puede parecer exagerado, pero es así
exactamente. El rencor afecta principalmente a quien lo siente -no a su
destinatario- y sus efectos dañan considerablemente nuestro equilibrio
emocional y nuestra visión del mundo. Su efecto a largo plazo es un
emponzoñamiento de nuestra mente y de nuestro corazón, que dañará sin
remedio nuestras relaciones, nuestras emociones y nuestro bienestar general.

En el libro Mindfulness y Equilibrio Emocional, Margaret Cullen y Gonzalo Brito,


cuentan una historia de dos monjes tibetanos que se encuentran al cabo de
varios años de ser liberados de una prisión china, donde fueron torturados por
los carceleros:

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