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Staff
Mery St. Clair

Janira Lauu LR Ivana Val_17


Hansel MaJo Villa Annie D Beluu
Daniela Agrafojo johanamancilla Snow Q Mary Warner
Vane hearts Jeyly Carstairs Jadasa FaBiis
Mae Dannygonzal NicoleM Kath1517
evanescita Dama victoriavergara Ana Avila
Miry GPE AndryGomez Mariana Cald Josmary
Fany Keaton Pachi Reed15 Verito Jules
Sandry Sahara Kells Lauu LR
Kyda Geraluh Vero Mery St. Clair

Glori Dannygonzal Vannia


Mae Sandry GypsyPochi
Beluu Lu Daliam
NicoleM Annie D Yani B
Miry GPE AnnaKaren Fany Keaton
Mary Warner Daliam Laurita PI
Vanessa Villegas Michelle♡ Jadasa
*~ Vero ~* Josmary
Mery St. Clair
Vane hearts Pachi Reed15

Mery St. Clair

Yessy
Índice
Capítulo 1 Capítulo 30
Capítulo 2 Capítulo 31
Capítulo 3 Capítulo 32
Capítulo 4 Capítulo 33
Capítulo 5 Capítulo 34
Capítulo 6 Capítulo 35
Capítulo 7 Capítulo 36
Capítulo 8 Capítulo 37
Capítulo 9 Capítulo 38
Capítulo 10 Capítulo 39
Capítulo 11 Capítulo 40
Capítulo 12 Capítulo 41
Capítulo 13 Capítulo 42
Capítulo 14 Capítulo 43
Capítulo 15 Capítulo 44
Capítulo 16 Capítulo 45
Capítulo 17 Capítulo 46
Capítulo 18 Capítulo 47
Capítulo 19 Capítulo 48
Capítulo 20 Capítulo 49
Capítulo 21 Capítulo 50
Capítulo 22 Capítulo 51
Capítulo 23 Sobre el Autor
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Sinopsis
Sentía una urgencia por arreglar todos sus problemas. Lo cual era estúpido. Ella estaba
haciéndolo bien sin mí. Pero había algo en esos enormes ojos…
Mase Colt-Manning siempre prefirió su humilde vida como un ranchero de Texas
a ser el hijo de una legendaria estrella de rock. De hecho, rara vez visitaba a su padre en
su elitista mundo en Rosemary Beach, ya que eso significaba hospedarse en la casa de su
media hermana Nan —Hasta que una visita conduce a un encuentro casual con una
joven y hermosa chica del servicio doméstico que despierta en él su lado más rebelde.
Reese Ellis finalmente es libre. Después de escapar de una vida de abusos por
parte de sus padres y compañeros de clase por un trastorno de aprendizaje, ella
aprovecha la oportunidad de ser una empleada doméstica para una de las familias más
ricas en Rosemary Beach. Pero su trabajo está en peligro cuando provoca un accidente
en la casa de su cliente más importante, Nan Dillon. Cuando un sexi y extraño chico
medio desnudo con la arrogancia de un vaquero viene a su rescate, ella está intrigada —
pero también le teme una vez que él muestra su interés en ella. Reese nunca ha conocido
a un hombre de confianza en su vida. ¿Será Mase diferente?
Rosemary Beach, 11
Prólogo
Traducido por Janira
Corregido por Glori

—¡Ven aquí, chica! —La voz de mi padrastro rugió a través de la casa.


Instantáneamente, se me retorció el estómago. El enfermizo nudo que venía con
estar cerca de él y saber lo que me haría, era mi compañero constante.
Me levanté de la cama y puse cuidadosamente el libro que leía, o trataba de leer,
abajo. Mi madre aún no llegaba del trabajo. Se suponía que estaría en casa para este
momento. No debí regresar de la biblioteca tan temprano. Un hombre y su pequeña hija
se me acercaron mientras buscaba libros ilustrados para niños. Empezó a hablarme y
preguntar mi nombre. Quería saber si buscaba un libro para mi hermanita.
La vergüenza que vino con la pregunta me recordó mi estupidez, como siempre.
—¡Chica! —rugió mi padrastro.
Ahora sonaba enojado. Mis ojos ardían con lágrimas no derramadas. Si sólo
quisiera golpearme como solía hacerlo. Cuando era pequeña y traía malas calificaciones.
Si sólo me insultara y me dijera lo inútil que soy…‖pero‖no‖lo‖haría.‖Una‖vez,‖deseé‖m{s‖
que nada que dejara de pegarme. Odiaba el cinturón, los moretones que me dejaba en
las piernas y el trasero dificultaban el sentarme.
Entonces un día, se detuvo. E, instantáneamente, deseé que volviera a pegarme.
El golpe del cinturón era mejor que esto. Cualquier cosa era mejor que esto. Incluso la
muerte.
Abrí la puerta de mi dormitorio y tomé una respiración profunda, recordándome
que podía sobrevivir a lo que sea que me haga. Estaba ahorrando dinero de los trabajos
que tenía limpiando casas. Mi madre se alegraría de que me fuera. Me odiaba. Me odió
por años.
Yo era una carga para ella.
Tiré de mi camisa abajo y la metí en los pantalones cortos que usaba. Luego los
jalé para que me cubrieran las piernas. No tenía sentido, en realidad. Tenía piernas
largas que eran difíciles de cubrir. Nunca había pantalones cortos en la tienda de
segunda manolo suficientemente largos.
Faltaba una hora para que mi madre regresara del trabajo. Mi padrastro no me
haría nada mientras mamá le pudiera sorprender. Incluso si lo hacía, me preguntaba si
me acusaría y diría que fue mi culpa. Ya me culpaba por la forma en que mi cuerpo
cambió hace cuatro años. Mis pechos crecieron mucho, y dijo que tenía que dejar de
comer porque mi trasero era muy gordo. Traté de no comer, pero eso no ayudó a mi
trasero.
Mi estómago se puso plano, y sólo hizo que mis pechos se vieran más grandes.
Odió eso. Así que empecé a comer de nuevo, pero mi estómago redondeado nunca
regresó. Una noche, cuando entré a la sala de estar con un par de pantalones de chándal
cortos y camiseta, para tomar algo de leche antes de ir a la cama, me abofeteó y me dijo
que parecía una puta. Más de una vez me llamó puta estúpida que no tiene nada más
que su aspecto para llegar a algún lado en la vida.
Ahora entré en la sala de estar para ver a Marco, mi padrastro, sentado en su
sillón reclinable con los ojos pegados a la televisión y una cerveza en la mano. Llegó
temprano del trabajo.
Volvió la mirada y la arrastró por mi cuerpo, haciéndome temblar con disgusto.
Qué no daría por ser inteligente y de pecho plano. Si mis piernas fueran cortas y gordas,
entonces mi vida sería perfecta. Mi rostro no era lo que lo atraía. Era bastante corriente.
Odiaba mi cuerpo. Lo odiaba demasiado.
Las náuseas treparon por mi garganta, y mi corazón se aceleró mientras luchaba
por contener las lágrimas. Le encantaba cuando lloraba. Lo volvía peor. No iba a llorar.
No delante de Marco.
—Ven a sentarte en mi regazo —ordenó.
No podía hacerlo. Fui capaz de evitarlo por semanas al permanecer alejada de la
casa tanto como me fue posible. El horror de tener sus manos sobre mi camiseta o
pantalones de nuevo, era demasiado. Preferiría que me matase. Cualquier cosa, menos
esto.
Cuando no me moví, su rostro se torció con una malvada mueca de desprecio. —
¡Trae tu estúpido culo de zorra y siéntate en mi jodido regazo!
Cerré los ojos, porque las lágrimas se aproximaban. Tenía que detenerlas. Si sólo
me golpeaba de nuevo, lo aceptaría. Simplemente no podía soportar que me tocara.
Odiaba los sonidos que hacía, las cosas que decía. Era una pesadilla interminable.
Cada segundo que permanecía atrás, era un segundo menos para que mi madre
llegara a casa. Cuando ella permanecía aquí, me insultaba, pero nunca me tocaba. Mi
madre podría desear que no existiese, pero era mi única salvación ante esto.
—Adelante, llora, me gusta eso —dijo, burlándose.
El sillón rechinó, y luego oí el reposapiés bajando de golpe. Abrí
apresuradamente los ojos para verlo levantándose. No era bueno, si corría, no lograría
pasarlo. La única otra opción era el patio trasero, pero su pitbull se encontraba afuera.
Me mordió hace tres años, y necesité puntadas, pero no me dejó ir al doctor. Me dijo que
envolviera la herida, que no iba a sacrificar a su perro por mi estúpido trasero.
Tenía una fea cicatriz en la cadera por los dientes del perro.
Nunca volví a ir al patio trasero.
Pero al verlo acercarse, me pregunté si ser devorada por su perro no era mejor
que esto. Era un medio para lograr un fin: la muerte. Lo cual no sonaba tan mal.
Justo antes que me alcanzara, decidí que lo que sea que su perro pudiera hacerme
era mejor que esto. Así que corrí.
Se rió a carcajadas detrás de mí, pero no dejé que eso me detuviera. No creyó que
saldría por la puerta trasera. Cuan equivocado se hallaba. Enfrentaría a los perros del
infierno para alejarme de él.
Pero la puerta se encontraba cerrada, necesitaba una llave para abrirla. No. No.
Sus manos agarraron mi cintra y me jaló hacia atrás para sentir su dureza
presionada contra mí. El agrio sabor del vómito me quemó la parte trasera de la
garganta mientras me alejaba de un tirón. —¡No! —grité.
Sus manos se movieron a mí alrededor para agarrar mis pechos y apretarlos
dolorosamente. —Puta estúpida. Esto es todo para lo que eres buena. No pudiste
graduarte de la secundaria porque eres malditamente demasiado estúpida. Pero este
cuerpo haría felices a los hombres. Acéptalo, perra.
Las lágrimas caían por mi rostro. No fui capaz de detenerlas. Marco conocía las
palabras para herirme. —No —grité otra vez, pero esta vez había dolor en mi voz, se
quebró.
—Pelea, Reese. Me gusta cuando peleas conmigo —siseó a mi oído.
¿Cómo podría mi madre seguir casada con este hombre? ¿Mi padre era peor?
Nunca se casó con él. Nunca me contó nada sobre él. Ni siquiera sabía su nombre. Pero
nadie podía ser peor que este horrible hombre.
No podía hacer esto de nuevo. Terminé de encontrarme asustada. O me golpearía
hasta morir, o me botaría. Estuve temiendo ambas opciones por mucho tiempo. Mi
madre me dijo una vez que todo lo que harían los hombres en este mundo era pensar en
sexo cuando me vieran. Me dijo que sería usada por los hombres toda la vida. Siempre
me decía que me fuera.
Hoy me encontraba lista. Sólo tenía ahorrados ochocientos cincuenta y cinco
dólares, pero podría comprar un boleto de autobús para el otro lado del país y conseguir
un trabajo. Si salía con vida de esta casa, eso es lo que haría.
Sus manos bajaron por la parte delantera de mis pantalones cortos, y me resistí,
gritando. No quería que pusiera la mano allí. —¡Déjame ir! —grité, lo suficientemente
alto para que los vecinos oyeran.
Quitó las manos y me dio un tirón en el brazo, tan fuerte que lo sentí estallar.
Luego me golpeó contra la puerta. Me dio un puñetazo en el rostro con un fuerte
crujido. Mi visión se puso borrosa, y sentí que mis rodillas se debilitaban. —Cállate,
perra, y acéptalo.
Agarró mi camiseta y la alzó de un tirón, luego me bajó el sujetador. Sollocé,
porque no podía detener el horror. Se acercaba, y no podría detenerlo.
—¡Aléjate de mi esposo, puta, y vete de mi casa! ¡No quiero volver a verte la cara!
—La voz de mi madre detuvo a Marco, quien quitó las manos de mis pechos. Jalé hacia
abajo mi camiseta.
Mi rostro ardía por el puñetazo, y saboreé sangre en mi labio mientras el
punzante corte bajo mi lengua empezaba a hincharse.
—Vete, estúpida, puta, buena para nada —gritó mi madre.
Ese momento, cambió todo.
Dos años más tarde
Traducido por Hansel
Corregido por Mae

Maldito infierno. ¿Qué era ese ruido? Abrí mis ojos mientras el sueño lentamente
se desvanecía de mi cerebro y noté lo que me despertó.
¿Una aspiradora? ¿Y...cantando? ¿Qué mierda?
Me froté los ojos y gemí de frustración mientras que el ruido se hacía más fuerte.
Ahora me hallaba seguro de que era una aspiradora. Y sonaba como una versión muy
mala de Gunpowder & Lead de Miranda Lambert.
Mi teléfono mostró que sólo eran las ocho. Dormí durante dos horas. Después de
treinta horas seguidas sin dormir, ¿Era despertado por un mal canto y una maldita
aspiradora?
Mientras ella cantaba las dos primeras líneas del coro, me estremecí. Cantaba
cada vez más fuerte. Y lo hacía realmente fuera de tono. Era una buena canción la que
sacrificaba. ¿No sabía esa mujer que no se entraba en las casas de las personas a las ocho
de la mañana y cantaba con todas las fuerzas?
Nunca podría volver a dormir con ese barullo.
Nannette debió contratar a una idiota para limpiar su puta casa. Pero, conociendo
a Nannette, se enojaría porque yo estuviera aquí y no hubiera nada que pudiera hacer al
respecto. Probablemente le pagó a la mujer para chillar en la puerta de mi dormitorio.
Nannette no era la dueña de la casa; nuestro padre, Kiro, lo era. Nos dijo que mientras
Nannette estuviera en París, podría quedarme en la casa y pasar algún tiempo con
nuestra otra hermana, Harlow, que vivía en Rosemary Beach con su marido, Grant, y su
nuevo bebé.
Esta debía ser la venganza de la perra por estar en su casa.
Ahora cantaba el estribillo una y otra vez con toda la fuerza que sus pulmones le
permitían. Dios, era como despertar en una pesadilla. Esta mujer necesitaba callarse.
Tenía que dormir un poco antes de ir a visitar a Harlow y su familia. Se encontraba tan
entusiasmada porque recorriera todo Texas. Pero esta idiota arruinaba mi sueño de
forma muy eficaz.
Tiré las mantas, me levanté y me dirigí a la puerta antes de darme cuenta de que
me encontraba desnudo. La cabeza me latía con fuerza por la falta de sueño, y me
enojaba aún más mientras buscaba los malditos vaqueros que me quité cuando llegué
aquí. Mi visión era borrosa, y las cortinas oscuras se encontraban cerradas. A la mierda.
Cogí la sábana, la envolví alrededor de mi cintura y me dirigí hacia la puerta.
La abrí justo cuando comenzó a cantar las primeras líneas de otra canción.
Maldita sea. No otra canción. Esta vez, asesinaba a "Cruise" de Florida Georgia Line.
Parpadeé y me froté los ojos contra la luz, mi visión aún borrosa. Mierda, ¿La
mujer no me veía aquí de pie?
Después de unos segundos, por fin pude abrir mis ojos para ver un culo
meneándose mientras se inclinaba. Mis ojos se abrieron lentamente mientras caían a las
más largas malditas piernas que vi nunca. Y santo maldito infierno, su culo. ¿Era eso
una peca bajo su nalga izquierda?
Se puso de pie, y su pequeña cintura sólo hizo que su culo se viera mejor.
Continuó agitando su trasero mientras cantaba fuera de tono. Hice una mueca mientras
golpeaba una nota muy alta. Maldición, la chica no podía cantar.
Luego se volteó, y apenas tuve un momento para apreciar la vista frontal antes de
que gritara y dejara caer la aspiradora mientras quitaba los auriculares de sus oídos.
Grandes ojos redondos y azules me miraron con horror mientras abría y cerraba la boca
un par de veces como si estuviera tratando de hablar.
Tomé el momento de silencio para revisar sus llenos labios de color rosa y la
forma perfecta de su cara. Llevaba el pelo recogido en un moño, pero era del color de la
medianoche. Me pregunté cuan largo era.
—Lo siento. —Se las arregló para chillar, y mis ojos fueron de nuevo a los de ella.
Tenía algo. Había una cualidad exótica en ella. Era como si Dios hubiera recogido todas
las mejores piezas y las hubiera puesto juntas para crearla.
—Yo no —contesté. No más. ¿Quién en el infierno necesita dormir? Oh, sí. Yo lo
necesito.
—No sabía, eh... Pensé que el lugar seguía vacío. Quiero decir, no sabía que
alguien se alojaba aquí. No había un auto fuera, y toqué el timbre, pero nadie respondió,
así que utilicé el código y entré. —No era del sur. Tal vez del medio oeste. Sólo sabía que
no era de por aquí. Le faltaba el acento local. Había suavidad en su voz.
—Volé. Un auto me dejó aquí —dije.
Ella asintió y luego miró hacia sus pies. —Voy a estar callada. Puedo volver y
limpiar esta área más tarde. Iré abajo y empezar allí hoy.
Asentí. —Gracias.
Tenía las mejillas sonrojadas mientras dejaba caer la mirada hacia mi pecho
desnudo. Luego se volteó y se alejó, dejando vacío detrás de su escape. Observé,
disfrutando de la forma en que su culo se balanceaba. Maldita sea, esperaba que
limpiara varias veces a la semana. La próxima vez, no estaría agotado. La próxima vez,
averiguaría su nombre.
Una vez que estuvo fuera de mi vista, di un paso atrás a la habitación y cerré la
puerta. Una sonrisa tiró de mis labios cuando pensé en su rostro cuando descubrió de
que sólo llevaba una sábana. ¿Cómo Nan tenía una chica de la limpieza que se veía así?
La chica era preciosa.
Me recosté y cerré los ojos. La imagen de esa peca apoyada allí debajo de lo
voluminoso vino a mi mente. Tenía muchas ganas de lamer esa peca. La más linda puta
peca que jamás vi.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Mae

—Oh Dios, oh Dios, oh Dios, oh Dios —canté mientras me hundía en el sofá más
cercano y me cubría la cara con las manos.
No me di cuenta de que alguien se quedaba aquí. Lo desperté. Se veía molesto,
pensé. Oh, Dios, no podía decirlo. Estuve demasiado nerviosa de que fuera a
despedirme. Este era el trabajo que mejor pagaba, pero nunca conocí al dueño.
Trabajaba para un servicio de limpieza, y ellos me conseguían los trabajos. Esta era la
casa más grande que tenía, y la limpieza una vez al mes pagaba la renta mensual de mi
apartamento, todos mis servicios públicos y comida. Las otras casas que limpiaba eran
más pequeñas, así que si perdía esta casa, le tocaría a todos mis otros trabajos
combinados pagar mis cuentas. No tendría nada extra para ahorrar. No tenía seguridad
todavía.
La imagen de su pecho desnudo me persiguió, y cerré los ojos fuertemente,
sacándola de mi cabeza. No confiaba en los hombres. Bueno, excepto por mi vecino
Jimmy. Él fue quien me enganchó al servicio de limpieza. Le gustaban los hombres, no
las mujeres, así que me sentía a salvo con él.
Además, normalmente no disfrutaba de la visión del pecho de un hombre. Pero
ese‖ pecho…‖ bueno,‖ era realmente lindo. Sus brazos eran tan gruesos y cubiertos de
músculos. ¿Qué pensaba? Sí, su cuerpo era hermoso, pero hombres como él que vivían
en casas como esta no querían a alguien como yo para algo más que una llamada sexual.
Ese hombre era rico, precioso, y posiblemente tenía una mujer en la cama que era
igual de rica y preciosa. De hecho, me encontraba segura de que así era. El cuarto más
grande del piso superior tenía un vestidor lleno de la ropa más hermosa que jamás
había visto. Me imaginaba que aquí vivía una mujer, y este hombre podría ser su novio.
Solo no sabía con certeza si se quedaba en un cuarto diferente. Pero ese no era mi
asunto. Así que no importaba cuan lindos fueran esos brazos y ese pecho, o cuan
cincelado fuera su rostro, incluso con varios días sin afeitarse, no era seguro pensar en
él.
Tenía que asegurarme de no perder este empleo. El lugar normalmente se hallaba
bastante limpio, porque nadie había vivido aquí en los meses que había estado
trabajando, pero lo limpiaba semanalmente como si estuviera sucio. No podía
encontrarse nada de polvo en ninguna parte, e incluso fui tan lejos como para organizar
la despensa y el armario de limpieza, fregando los gabinetes y tirando a la basura
cualquier comida vencida.
Levantándome, me sacudí la humillación por haber despertado al cliente
cantando quién sabe cuán alto y pasando la aspiradora justo fuera de su puerta. Cuando
viera lo limpio que se encontraba todo, quizás pasara por alto mi error.

***

Tres horas después, el piso de abajo se hallaba inmaculado. Incluso terminé con el
refrigerador y el congelador por completo de nuevo, dándole al cliente bastante tiempo
para dormir. Fui al segundo piso y limpié cada cuarto a pesar de que no podía encontrar
nada más para limpiar, antes de finalmente detenerme al final de las escaleras y levantar
la mirada hacia el tercer piso. Era la una de la tarde, y él todavía se hallaba en la cama.
Tenía tres habitaciones y tres baños completos a los cuales llegar, además de una sala de
cine y un salón de juegos con un bar lleno. El cuarto de juegos se encontraba lo
suficientemente lejos de su habitación, por lo que si era silenciosa, probablemente
podría limpiarlo sin despertarlo.
Subí de puntillas la escalera y pasé con rapidez su habitación. Cuando estuve
segura en el salón de juegos, solté un suspiro de alivio. Cerré la puerta detrás de mí y
me giré para enfrentar el largo cuarto sin tocar. El bar se encontraba lleno con cada
bebida alcohólica imaginable y tantas copas diferentes que no podía ni siquiera
comenzar a descubrir cuál era para qué. Atravesé el cuarto y dejé mi canasta de
suministros de limpieza en el suelo. Decidí que hoy pasaría algo de tiempo extra
limpiando las ventanas. Tomé una silla y la cubrí con un trapo limpio antes de subirme
en ella. El techo tenía al menos tres metros de alto, lo que hacía que las ventanas fueran
difíciles de alcanzar. Algunas veces traía una escalera, pero haría demasiado ruido si
trataba de traerla hoy.
Extendí el brazo con un trapo para empezar a fregar la ventana de arriba abajo
cuando sonó mi teléfono. ¡Mierda! Siempre ponía el tono en alto cuando trabajaba para
poder escucharlo alrededor de la casa. Me revolví para bajarme, pero mi pie resbaló.
Hice una mueca de dolor justo antes de que la silla se volteara, y mis brazos se lanzaron
para agarrar la cosa más cercana a mí. Un inmenso espejo ornamentado.
El sonido de vidrio rompiéndose llegó justo antes de que mi trasero golpeara el
suelo con un ruido resonante.
Y mi estúpido teléfono seguía sonando a todo volumen.
Me giré y traté desesperadamente de llegar a mi teléfono pero no podía agarrarlo.
El ruidoso repique continuó mientras me movía hacia él, mis piernas enredadas.
La puerta se abrió y me congelé en mi lugar.
Allí me encontraba, con trozos de vidrios alrededor de mí y una silla volteada. El
único punto brillante fue que mi teléfono finalmente dejó de sonar.
—¿Qué demonios pasó? ¿Estás bien? —preguntó él, mientras avanzaba hacia mí
en un par de calzoncillos blancos. Por lo menos no se encontraba totalmente desnudo.
Alejé los ojos de él y su cuerpo casi desnudo y contuve la respiración. Quebré su espejo
y lo desperté de nuevo.
—Lo siento mucho. Te pagaré por el espejo. Sé que probablemente cuesta mucho,
pero no tienes que pagarme hasta que esté cubierto. Incluso vendré más de una vez a la
semana gratis.
Frunció el ceño, y mi estómago cayó. No se encontraba feliz. —¿Estás sangrando?
Mierda, dame tu mano.
Cayó de rodillas y tomó mi mano izquierda en la suya. Era bastante seguro que
tuviera un pedazo de vidrio en ella, y la sangre goteaba lentamente alrededor del
fragmento.
—Vas a necesitar puntos. Déjame ponerme algo de ropa, y te llevaré al hospital —
dijo, levantándose y dirigiéndose hacia la puerta.
Bajé la mirada hacia el vidrio y luego de nuevo a la puerta. Iba a llevarme a que
me pusieran puntos. ¿Por esto? Si mi agencia de limpieza lo descubría, me despedirían.
No podía dejar que hiciera un gran asunto de esto. Solo necesitaba un poco de agua
oxigenada y algo para envolverlo. Luego limpiaría el desastre que hice.
Me levanté y me encogí por el dolor en mi espalda. Seguro tendría un moretón.
Me sacudí las pequeñas astillas de vidrio aferrándose a mi ropa, pero abrieron pequeños
cortes en mis dedos. La sangre que manchaba mis piernas solo hacía que las cosas se
vieran peor de lo que eran.
Me alejé de la destrucción que creé. Una vez que estuve segura de que no
arrastraba ningún pedazo de vidrio detrás de mí, encontré un trapo limpio en mi
canasta, luego fui al baño más cercano a la derecha del salón de juegos, mojé el trapo, y
me limpié las piernas.
—¿Qué haces? —Su voz sonó molesta.
Levanté la cabeza y retrocedí mientras él llenaba la puerta del baño. Mi pie se
encontraba encima de la tapa del inodoro cerrado, e inmediatamente lo dejé caer al
suelo. —Lo siento. Estoy descalza. Iba a limpiar la tapa del inodoro una vez que
terminara.
Su ceño creció. Mierda. No lo hacía mejor.
—No me importa el maldito inodoro. ¿Por qué no esperaste por mí para ayudarte
a levantarte? Podrías haber pisado más vidrio.
¿Qué? Esta vez yo fruncí el ceño. No lo entendía. —Tuve cuidado —respondí,
todavía sin estar segura de lo que lo molestaba.
—Vamos. Voy a sacar ese vidrio, limpiar la herida y vendarla antes de irnos. No
puedes mantenerla así. Podría infectarse.
—Está bien —respondí, temerosa de decirle que no. Obviamente intentaba
ayudarme.
Se giró y comenzó a salir, así que lo seguí. Solo bajé la mirada una vez a su
trasero, y eso fue solo porque tenía curiosidad sobre cómo se veía su parte trasera en
esos vaqueros que llevaba. Era tan impresionante como su frente. Esos vaqueros le
quedaban perfectamente.
Pasé mi mirada por su espalda y noté por primera vez que tenía una cola de
caballo. Su cabello no era tan largo, pero parecía llegar al menos a sus hombros. No me
había permitido verlo lo suficiente como para notarlo. Sus ojos y fuerte mandíbula
tomaron toda mi atención antes.
Llegamos a la puerta de su cuarto, y se echó hacia atrás para que yo entrara. —No
tengo idea de en dónde mantiene Nan los suministros de primeros auxilios, pero tengo
algo en mi bolsa de lona. Me estoy cuidando de una caída de caballo, así que vine
preparado.
¿Nan? ¿Quién era Nan? —¿Tú no vives aquí? —pregunté.
Sacó una pequeña bolsa azul de su maleta y se giró para mirarme. Una sonrisa
elevó las esquinas de mi boca, y sus ojos bailaron con diversión. —Diablos, no. —Se
rio—. ¿Has conocido a Nannette? Nadie viviría con ella voluntariamente. Pero ya que
nuestro padre es el dueño de esta casa, puedo quedarme aquí cuando sea que quiera.
Solo que escojo hacerlo cuando Nan no está.
—Oh. Nunca vi a nadie aquí hasta ti —dije.
—Eso explica mucho —murmuró, luego se rio como si supiera una broma que yo
no conocía. Extendió la mano—. Ven, dame tu mano. Seré tan suave como pueda, pero
va a arder.
No dejaba que los hombres me tocaran. Pero algo sobre la manera preocupada
que estudiaba mi palma me hizo confiar en él. Era un hombre agradable, o parecía ser
un hombre agradable. No me miraba de maneras que me hacían sentir nerviosa.
Coloqué mi palma en la suya, y él me miró excusándose, como si fuera su culpa.
Observé cómo lentamente sacaba el vidrio de mi palma y luego la limpiaba con algodón
que empapó con agua oxigenada. Sí, ardía, pero pasé por cosas mucho peores.
Inclinó la cabeza y empezó a soplar lentamente mi herida mientras la limpiaba.
La sensación fresca de su aliento en mi piel alivió el ardor, y quedé fascinada por la
forma en que sus labios se fruncían hacia afuera. ¿Era real? ¿Me golpeé la cabeza cuando
caí? ¿Esto era un sueño extraño?
Sostuvo la bola de algodón apretada contra la herida, presionándola con su
pulgar mientras buscaba un algodón nuevo y adhesivo médico. —Desearía tener algo de
ungüento para eso, pero raramente lo uso, así que no traje nada. Tengo algo de Tylenol
que puedes tomar para aliviar el dolor hasta que podamos llevarte al hospital.
Solo asentí. No sabía qué más hacer. Nunca nadie se preocupó de que tuviera una
herida. Y tuve muchas.
—Mi nombre es Mase, por cierto —dijo, mientras levantaba la mirada hacia mí y
envolvía mi mano.
—Me gusta ese nombre. Nunca lo oí antes.
Se rio. —Gracias. ¿Tú tienes nombre?
Oh. Me preguntaba cuál era mi nombre. Nadie para el que hubiera trabajado me
preguntaba mi nombre excepto un cliente. Pero era diferente a los otros clientes de los
otros sitios en los que trabajé. —Sí, lo tengo. Es Reese.
Traducido por Vane Hearts
Corregido por Beluu

Ella olía como un maldito pan de canela. Ese dulce glaseado de crema y el olor de
la canela que te hacían agua la boca. Era difícil no tomar bocanadas profundas mientras
su olor flotaba sobre mí. Pero me las arreglé para no actuar como un psicópata y tirarla
contra mí para poder enterrar mi cara en su cuello y respirar. Nunca había conocido a
una mujer que oliera a pan de canela, pero maldita sea, era excitante.
Agarré su mano y luego la guié al piso de abajo. Parecía confundida acerca de
algo, pero no dijo mucho. Le pregunté si tenía un bolso, y ella asintió y fue a tomarlo de
la mesa junto a la puerta. No era lo que la mayoría de las mujeres llamarían un bolso;
era una mochila azul desteñida. Se la colgó del hombro y miró la casa con una expresión
preocupada.
—No he terminado de limpiar —dijo, y luego me miró.
—No puedes limpiar con la mano lastimada —señalé, incapaz de reprimir una
sonrisa.
Su ceño se frunció. —No es tan malo. Puedo trabajar así —dijo, alzando su mano
vendada.
Negué con la cabeza y abrí la puerta. —No, no puedes.
Salimos y vimos que mi camioneta había llegado. Había estado esperando a que
alguien la dejara. Bien, podría conducir mi auto en lugar del suyo.
—¿Dónde está tu coche? —le pregunté.
—No tengo auto.
—¿Alguien te trajo? —pregunté, aunque ya sabía que su respuesta sería que su
novio la había traído. Mierda.
—Tengo un vecino que trabaja en el Kerrington Country Club. Viajo con él y
luego camino hasta aquí desde allí.
Un vecino. —¿No te trae?
Negó con la cabeza y me miró como si estuviera loco. —No. Es como un
kilómetro y medio de distancia. Me gusta caminar.
—¿Quién es tu vecino? —pregunté.
—Su nombre es Jimmy.
Iba a conversar con Jimmy. No era seguro para alguien con su apariencia tener
que caminar sola. Rosemary Beach era un lugar seguro, pero había gente que pasaba
conduciendo de una ciudad a otra. —¿Jimmy te lleva a casa?
Ella me miró con incertidumbre. Como si no estuviera segura de si debía
responderme. —A veces, sí, la mayor parte del tiempo.
¿Por qué no tenía un coche? Tenía que tener veintiuno o veintidós años. No era
una niña. Tenía un trabajo y un apartamento, suponía. —¿Cómo llegas a casa cuando
Jimmy no te da un aventón? —pregunté, sosteniendo la puerta de la camioneta abierta
para ella. Le tendí la mano para que la agarrara con la suya buena y la ayudé a entrar en
la cabina.
—Camino —respondió, sin mirarme.
Joder.
Bajando la mirada a sus zapatillas baratas, me di cuenta de que tenía dedos
pequeños y perfectos con uñas rosadas. ¿Incluso sus pies tenían que ser sexys? Maldita
sea.
Puso sus pies hacia atrás y supe que me había visto mirarlos. Cerré la puerta de la
camioneta y me tomé mi tiempo caminando al lado del conductor. Esta chica necesitaba
ayuda, pero no podía salvarla. Estaba aquí por una semana, tal vez dos, antes de volver
a Texas. Involucrarme en los problemas de esta chica no era inteligente.
Mi celular comenzó a sonar en mi bolsillo antes de que pudiera encender el
motor, y sabía que era Harlow. Me estaría esperando para las dos. Echando un vistazo
al reloj, vi que ya casi era la hora.
—Hola —dije en el teléfono, arrancando la camioneta y dirigiéndome hacia la
carretera principal.
—¿Dormiste un poco? —preguntó ella. Podía escuchar a Lila Kate, su bebé,
haciendo un escándalo en el fondo.
—Uh, sí —contesté. No podía decirle lo poco que había dormido, dado que la
razón estaba sentada a mi lado.
—¿Todavía vas a venir a las dos? Grant dijo que nos daría una hora y que luego
estaría aquí a las tres.
Miré la mano herida de Reese. Eso iba a tomar un tiempo. La espera en la sala de
urgencias nunca era rápida. —Hubo un accidente esta mañana. La chica que limpia la
casa de Nan se cayó y se cortó la mano. Estoy llevándola al hospital. Podría tomar un
tiempo antes de que vaya.
—¡Oh, no! —dijo Harlow, su voz llena de preocupación. Una de las muchas
razones por las que prefería a Harlow antes que a Nan—. ¿Está bien?
Ni siquiera había hecho una mueca de dolor cuando la limpié con peróxido.
Demonios, incluso yo hice una mueca cuando tuve un corte así. —Así parece. Es sólo un
corte feo. No tiene coche y la llevaré a casa después. Será hasta la noche cuando llegué.
Pero me tienes el resto de la semana. Estarás harta de mi cara antes del domingo —le
aseguré.
Harlow rio. —Lo dudo, pero está bien. Tómate tu tiempo. Haz que la curen y
llévala a casa a salvo. Voy a tomar una siesta con Lila Kate. Estuvo despierta casi toda la
noche. Le están saliendo los dientes.
—Entonces duerme un poco, cariño. Nos vemos esta noche —contesté, antes de
terminar la llamada.
—No tienes que quedarte conmigo. Puedo buscar un taxi para que me lleve a casa
—dijo Reese.
No iba a dejarla para que le dieran unos puntos y luego tomara un taxi a casa.
¿Parezco la clase de idiota que haría eso? —Me quedaré contigo —dije con firmeza.
—En serio, es muy amable de tu parte llevarme. Pero he tenido cortes peores
antes. Ni siquiera necesito puntos. Puedo simplemente terminar de limpiar y volver a
casa.
¿Qué? ¿Hablaba en serio? —Te darán unos puntos y luego voy a llevarte a casa.
—Estaba frustrado y comenzaba a sentirme molesto. No con ella. Dios, ¿quién demonios
podría enojarse con alguien que lucía como ella? Pero me cabreaba que pensara que
estaría bien no recibir ayuda médica.
No discutió esta vez. La miré y estaba sentada recta, con su cuerpo inclinado
hacia la puerta como si intentara mantenerse alejada de mí. ¿La había asustado?
—Mira, Reese, estabas limpiando la casa de mi hermana y te lastimaste. Es
nuestra responsabilidad asegurarnos que estés debidamente atendida. No voy a dejarte
terminar de limpiar la casa hoy o incluso mañana. Puedes volver cuando tu mano esté
mejor y no duela. Yo estaré aquí toda la semana y puedo limpiar, a diferencia de mi
hermana. No necesito una chica de limpieza.
No me miró, pero asintió.
Parecía que era la única respuesta que iba a conseguir. Bien. Podía enfadarse
acerca de esto, pero en serio, lo único que había hecho fue exigir que me dejara cuidar
de ella. ¿Cuál era su problema?
Traducido por Mae
Corregido por Beluu

Este día no podía ser más humillante. Mase había encendido la radio durante el
resto del trayecto hasta el hospital. No dijo una palabra más. Sabía que estaba enojado o
frustrado. Lo mantenía apartado de una mujer, pero yo intenté liberarlo. Él simplemente
me ignoró.
Una vez estuvimos en la sala de emergencias, me consiguió un refresco mientras
esperábamos, a pesar de que le dije que no lo necesitaba. Para el momento en que me
llevaron para darme las puntadas, nos habíamos dicho un total de cinco
palabras. Quería volver a decirle que se fuera, que conseguiría un taxi, pero tenía miedo
de que me gritara. No conocía a este hombre. No tenía ni idea de lo que era capaz.
Cuando me dieron una inyección, Mase sostuvo mi otra mano y me dijo que
apretara si lo necesitaba. ¿Qué significaba eso? ¿Trataba de aliviar el dolor? Era sólo una
inyección. Cuando cosieron mi herida, que necesitó cinco puntos de sutura, continuó
sosteniendo mi mano.
Me contó chistes. Eran cursis, pero me reí. No creía que alguien jamás hubiera
tratado de hacerme reír antes. Era la primera vez que me contaban una broma que no se
trataba de mí. En la escuela, había oído bastantes chistes, pero yo fui el blanco de todos
ellos.
Ahora se estacionaba delante de mi apartamento. No me había hablado durante
todo el camino. Parecía que iba a decir algo más de una vez, pero se detuvo. Finalmente,
encendió la radio de nuevo, y supe que eso significaba que había terminado de
hablarme.
No podía sentirme herida por su silencio. Había dejado a su cita o novia para
llevarme al hospital y que me dieran unos puntos. Durante todo el tiempo había actuado
tan agradable; más que eso en realidad, fue amable. Pero ahora su mente estaba en su
novia, la chica que lo esperaba.
Me‖ habían‖ llamado‖ “nena”,‖ “caramelo”‖ y‖ “mamacita‖ caliente” en el pasado, lo
que todavía me hacía temblar. También me mencionaron otros nombres menos
deseables, pero nunca‖ “cariño”.‖ Me‖ preguntaba‖ cómo debería sentirse. Que alguien te
hablara de esa manera y que lo dijera en serio. Saber que no iba a hacerte daño.
Cuando estacionó la camioneta, sabía que tenía que agradecerle de nuevo y
dejarlo ir.
—Gracias de nuevo por llevarme, y por‖el‖refresco,‖y‖por…‖por,‖em, sostener mi
mano. Realmente lo aprecio. Siento haber arruinado tu día. Y volveré para limpiar el
domingo. No tengo otra casa reservada para ese día. Y tú‖te‖vas‖ese‖día… ¿verdad?
Mase suspiró y me miró. —Sí, vuelvo a casa el domingo. Al menos, ese es el plan
ahora mismo. Pero no te preocupes por la casa hasta que tu mano esté mejor. Nan no
regresará hasta dentro de un mes. Está en París.
París. Guau. No podía imaginar ir a un lugar como París. Me preguntaba cómo se
vería Nan. Si era su hermana, imaginaba que era hermosa.
—Está bien, gracias —dije de nuevo, incapaz de dejar de darle las gracias. Agarré
mi mochila y abrí la puerta de la camioneta.
—Espera. Déjame ayudarte a bajar —dijo Mase, deteniéndome. Había hecho esto
cada vez que entraba o salía de la camioneta. Era como si no creyera que pudiera saltar
sin hacerme daño. Pero, de nuevo, después de lo que había visto hoy, probablemente
pensaba que era una torpe.
Estaba frente a mí, tendiéndome la mano de nuevo para que la tomara. Dejé que
me ayudara, porque estaba segura de que era la última vez que vería a este hombre. Él
no se daba cuenta, pero me había dado esperanza. Y me había mostrado que no todos
los hombres eran malos.
Me mordí la lengua para no darle las gracias de nuevo. En cambio, me limité a
asentir y me dirigí al apartamento 1C.
—Reese —dijo Mase, deteniéndome en seco.
Me giré para mirarlo. El sol se ponía detrás de él, y estaba segura de que nada
había sido tan perfecto en la historia.
—No arruinaste mi día. —Eso fue todo lo que dijo antes de abrir la puerta de su
camioneta y volverse a subir.
Quería verlo alejarse. Pero no lo hice.

***
A la mañana siguiente, mi mano palpitaba. Pero tomé el medicamento y el
antibiótico para el dolor que el médico me había dado y me alisté para el trabajo. Ese día
tenía que limpiar otra casa en Rosemary Beach. Jimmy me había conseguido esta,
porque era amigo de los propietarios. No iba a decepcionarlo reportándome enferma.
Jimmy estaba de pie fuera de mi puerta con dos tazas de cappuccino,
sonriendo. No sólo era agradable, era atractivo. Y lo sabía. Sin embargo, era extraño que
no pensara en él como un tipo normal. Era más como mi primera amiga. Se lo había
dicho una vez, y se rio a carcajadas.
También tenía una máquina de capuchino en su apartamento. Comenzaba a amar
esa máquina.
—Buenos días, preciosa. Aquí está tu jugo para despertar —dijo, y me entregó la
taza. Empecé a tomarla con mi mano lastimada y me detuve. Utilicé mi mano buena,
pero los ojos de Jimmy ya estaban fijos en la vendada—. Chica, ¿qué demonios te
sucedió?
Suspiré, odiando recordar el desastre que había hecho el día anterior. —Me caí
mientras limpiaba una ventana, rompí un espejo mientras descendía, y me corté la
mano. —No quería darle detalles. Levanté la mano vendada—. Cinco puntos de
sutura. El hermano de la dueña me llevó al hospital.
Jimmy hizo una mueca. —Ouch. ¿Estás segura de que hoy puedes limpiar una
casa? Eso debe doler.
—Estoy bien. Iré un poco más lento, pero puedes apostar a que no voy a subirme
en sillas para limpiar las ventanas de nuevo —bromeé.
Él no sonrió, simplemente sacudió la cabeza. —Eres todo un personaje, Reese
Ellis. Vamos, llevemos tu culo caliente a lo de los Carter. También tengo un número
para que llames. Blaire Finlay es una buena amiga mía, y está interesada en contratar
una nueva asistente. La que tiene ahora va a retirarse, y quiere a alguien joven. Tiene un
niño. Se hizo difícil para la chica que limpiaba manejar sus desastres. El niño es un
amor. —Tomé el número que me entregaba—. Llámala. Es una muñeca. Vas a amarla.
Otro trabajo que conseguía sin utilizar la agencia. Esto era bueno. Tenía que
mantener todos los ingresos de los clientes que encontrara por mi cuenta. —Gracias,
Jimmy —dije, metiendo el número en mi bolsillo—. Le llamaré cuando mi mano esté
mejor. No quiero presentarme en su casa con una mano vendada.
Jimmy sonrió, y su cara de ángel parecía aún más brillante. —Sucede que es la
cuñada de Harlow Carter, para que lo tomes en cuenta.
En realidad, eso no tenía sentido. ¿Qué quería decir con “para‖ que lo tomes en
cuenta”? Me imaginé que no importaba. Además, me agradaba mucho la señora
Carter. A menudo estaba allí cuando limpiaba, porque tenía un bebé, así que había
hablado con ella varias veces. Siempre trataba de hacerme parar y almorzar con ella. De
seguro me encantaría trabajar para su cuñada, también.
—Tengo una beneficencia para recaudar fondos esta noche en el club. No
terminaré hasta la una de la mañana. Me gustaría que tomaras un taxi a
casa. Especialmente con ese mano tuya. Después de limpiar en lo de los Carter vas a
estar cansada. Y probablemente te dolerá.
Teníamos esta discusión todos los días cuando él tenía que trabajar hasta
tarde. Siempre quería que tomara un taxi a casa, pero vivíamos tan sólo a trece
kilómetros del club, justo afuera de Rosemary Beach y detrás de unos caminos hacia el
interior. Había caminado a la escuela, biblioteca y la tienda toda mi vida. Estaba
acostumbrada a caminar para llegar a los lugares. Si quería ir a algún lugar, tenía que
caminar.
Probablemente podría permitirme un auto ahora, pero no podía pasar la prueba
escrita. Le había pedido a mi madre que me ayudara una vez, y había sido un error
terrible. Se aseguró de que comprendiera que la gente estúpida y perezosa no debía
conducir autos. Era peligroso para todos los demás. Intenté leer la guía de estudio para
el examen escrito dos veces, pero fue inútil. Las palabras no tenían sentido para mí.
Así fue como supe que mi madre, mi padrastro y todos los niños en la escuela
tenían razón: era estúpida. Tenía que serlo. Mi cerebro no funcionaba de la manera en
que el de todos los demás lo hacía. Tenía veintidós años y todavía iba a la biblioteca,
tomaba libros ilustrados y trataba de leerlos.
—Apuesto a que Harlow te llevaría después del trabajo si sólo se lo pides. Caray,
yo le preguntaré. No hay nadie más dulce que Harlow Carter.
No le pediría que me llevara a casa. —Está bien. Voy a pensar en llamar un
taxi. Te lo prometo —le dije, sabiendo que lo pensaría pero no lo haría.
Traducido por evanescita
Corregido por Yani B

No fui anoche a donde Harlow. Regresé a casa y recogí el vidrio, luego la llamé y
le expliqué que me encontraba agotado. Todavía tenía que ponerme al día descansando.
Las pocas horas que tuve esta mañana no fueron suficientes.
Cuando desperté en medio del silencio esta mañana, sentí un extraño sentimiento
de pérdida. Lo cual era extraño, teniendo en cuenta que Reese no sabía cantar una
mierda. No tenía la intención de ver a la chica de nuevo. Incluso si no me iba el
domingo, no estaría aquí para cuando llegara. Tenía ganas de arreglar todos sus
problemas. Lo cual era una estupidez. Ella lo hacía bien sin mí. Pero había algo en esos
ojos grandes... y demonios, ¿a quién quería engañar? No había una parte de su cuerpo
que no gritara clamando atención. Y quería darle esa atención.
Una mujer así debe tener un hombre. No tenía sentido que no lo hiciera.
Me estacioné fuera de la casa de Harlow y alejé todos los pensamientos de Reese
de mi mente para dejar de pensar en lo de ayer. Sí, creía que merecía un jodido trofeo
por no besar esos labios carnosos, pero eso terminó.
La puerta principal se abrió y Harlow salió corriendo, sonriendo como una niña
pequeña. En mi mente, siempre sería mi hermanita. Todavía podía ver sus coletas y el
espacio entre sus dos dientes delanteros cuando me sonrió. También tenía pecas en la
nariz en ese entonces. Me necesitó durante mucho tiempo, y cuidé de ella. Sin embargo,
Grant Carter lo hacía ahora.
—¡Estás aquí! —gritó y se lanzó a mis brazos.
Me reí de su entusiasmo y la sostuve en mis brazos mientras besaba mi mejilla. —
Siento no haber venido ayer. Largo día —dije, sintiéndome culpable por no venir la
noche anterior.
—Está bien. Tengo un día completo planeado para nosotros. Lila Kate está
durmiendo dentro, y la chica de la limpieza, que Grant insistió que necesitábamos, está
limpiando la planta de arriba. Lo cual, por cierto, no me dejó hacer. No le gusta que esté
limpiando mientras Lila Kate está durmiendo; piensa que debería estar durmiendo con
ella y descansar más. No quiere que limpie la casa. —Puso los ojos en blanco como si
fuese ridículo. Pero concordaba con él. Harlow tenía un problema cardíaco que casi la
alejó de nosotros. El recuerdo de casi perderla durante el parto todavía era demasiado
duro. Lila Kate nació varios días antes de que Harlow abriera los ojos.
—Tiene razón —le contesté sinceramente, y Harlow se rio de mí.
—Vamos. Tengo el almuerzo listo. He estado viendo el canal de cocina mientras
le doy a Lila Kate su biberón a medianoche, así que he estado cocinando últimamente.
Comenzó como un arrebato.
Seguí a Harlow al interior mientras charlaba alegremente. Al escuchar la alegría
en su voz y ver el amor brillar en sus ojos, realmente logró que Grant Carter me
agradara. No estaba seguro al principio, pero el tipo se lo había ganado. Hacía feliz a mi
hermanita. La adoraba de la forma en que debía ser adorada.
—Ya regresé, Reese. No tienes que mantener un ojo en Lila Kate. Tengo el
monitor conmigo. ¡Gracias! —gritó Harlow al subir las escaleras.
Justo cuando el nombre "Reese" se hundió mí, levanté la mirada para ver los ojos
azul claro mirándome fijamente tan amplios y sorprendidos. Bueno, mierda. Tanto para
no verla otra vez.
—Reese, este es Mase, mi hermano. Mase, ella es Reese. La mejor asistente de
limpieza de todo el mundo. Tengo que darle las gracias a Jimmy por ponerla en mi
camino.
La vi cubrir su mano vendada con la buena mientras forzaba una sonrisa tensa y
nerviosa. Estaba trabajando con la mano así. Maldita sea. ¿No escuchó nada de lo que le
dije? Era tan jodidamente terca. Sus puntos tendrían que estarle ardiendo como un hijo
de puta.
—Ella es muy eficiente, también, ya que está limpiando tu casa con cinco puntos
de sutura frescos en su palma. Tu tolerancia al dolor es realmente impresionante, Reese
—le dije.
—¿Qué? —Harlow se quedó sin aliento—. ¡Oh! ¿Reese limpia la casa de Nan,
también? —Harlow giró su mirada hacia Reese—. ¿Estás limpiando después de cortarte
la mano ayer? ¿Por qué no me lo dijiste? Nunca habría esperado que vinieras hoy.
Necesitas descansar tu mano. Podría haberse abierto la herida de nuevo —la regañó
Harlow.
Vi como Reese enderezó sus hombros y puso su mano vendada detrás de su
espalda, como si eso fuera a hacer que desaparezca. —Estoy bien. En serio. Me desperté
esta mañana y no me dolía en absoluto. Bueno, tal vez un poco, pero me tomé mi
medicina, y estuve mejor. Ya casi termino con el piso de arriba. No lo haré como por
otras tres horas.
Harlow sacudió su cabeza. —Absolutamente, no. Vienes a almorzar con nosotros,
y luego Mase puede llevarte a tu casa. No quiero que vuelvas aquí hasta la próxima
semana a más tardar. No puedes trabajar con la mano así.
Pude ver la frustración en el rostro de Reese, pero no iba a discutir con Harlow.
—Bien. Permíteme poner las toallas dobladas en tu baño y luego bajaré.
Maldita sea, mujer. —Las toallas están bien dondequiera que estén. Harlow puede
poner las toallas después. Baja. —Sonó como una orden. Pero ella acababa con mi
paciencia.
Asintió con rigidez y bajó las escaleras lentamente. No llevaba pantalones cortos
hoy. En cambio, tenía puestos unos leggings que terminaban justo debajo de su rodilla.
La abrazaban como un guante. Deseé jodidamente que su camiseta no fuera tan grande
para poder ver su culo en esa cosa.
—Siento que suene tan mandón. Siempre ha sido así. Es esta cosa macho alfa que
lleva en él —dijo Harlow, mientras Reese se detenía frente a nosotros—. Vamos, vamos
a comer. Estoy sirviendo algunas cosas que realmente he cocinado por primera vez. No
puedo esperar a escuchar lo que opinan sobre ellas.
Vi como Harlow iba a la cocina y esperé hasta que estuvo lo suficientemente lejos
delante de nosotros antes de mirar a Reese. —Déjame ver tu mano —le dije en voz baja,
tratando de aliviar la tensión. Era claro que la ponía nerviosa cuando me frustraba.
Empezó a discutir. Podía verlo en sus ojos, pero cedió y tendió su mano hacia mí.
Desenvolví suavemente y revisé su piel que se encontraba rosada y arrugada. No estaba
infectada, pero abusó con la limpieza. Tenía que poner un poco de hielo y crema en ella.
—Te pondré un poco de hielo. Vamos —le dije, sosteniendo su muñeca y tirando
de ella para que caminara delante de mí.
—Me gustaría que no lo hicieras. Harlow se sentirá mal porque haya limpiado su
casa hoy.
Se preocupaba por Harlow. ¿Por qué no me sorprendía? —Está bien. Harlow
querrá que cuides de ti misma.
Entró en la cocina y se dirigió hacia la mesa, a donde Harlow le indicó que se
sentara.
Mi tranquila visita a Harlow acababa de convertirse en algo totalmente diferente.
Me acerqué a la nevera para conseguir una bolsa de hielo. Harlow se encontraba sentada
en la mesa frente a Reese, sin embargo, podía sentir sus ojos sobre mí. Mi hermana leía
más en esto de lo que era.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Yani B

Esto era tan incómodo.


Harlow‖ era‖ “cariño”‖ con‖ quien‖ habló‖ ayer.‖ Eso‖ es‖ todo‖ lo‖ que‖ descubrí.‖ Ella‖
mencionó que él no pudo llegar a verla anoche. Por lo cual me sentía terrible. Y ahora,
aquí me encontraba de nuevo, interrumpiendo su visita. Mase, obviamente, adoraba a
su hermana, y ella sentía lo mismo por él. Yo no tenía hermanos y ni idea de cómo se
sentiría.
—¿Kiro te llamó? —preguntó Mase, mirando a su hermana antes de tomar un
bocado del sándwich en el plato.
Ella sonrió tensa y asintió. —Sí. La está pasando mal por estar lejos.
—Me sorprende que lo hiciera por tanto tiempo. ¿Visitarás a tu mamá?
Harlow frunció el ceño y miró a su plato. Algo iba definitivamente mal. ¿Tenía
problemas‖con‖su‖mam{‖como‖yo?‖Y‖él‖dijo‖“tu‖mam{”.‖¿Tenían‖diferentes‖madres?‖ —
Le preocupa que pueda molestarla sin él ahí. Piensa que es mejor para mí esperar hasta
que regrese.
Mase dejó escapar un gruñido irritado. No parecía contento con su respuesta. Él
giró su mirada hacia mí. —¿Estás bien? ¿El hielo ayuda?
Asentí.
—No hablemos de papá ahora. Es de mala educación hablar de cosas familiares
cuando tenemos una invitada con nosotros —dijo Harlow, con una sonrisa que no
llegaba a sus ojos. Algo que dijo Mase la molestó.
—Su papá tiene un nombre genial —dije, con la esperanza de aliviar un poco la
tensión que se cernió de repente en la habitación—. El único Kiro del que he escuchado
es de Kiro Manning. Nunca he escuchado hablar de nadie más con ese nombre.
Harlow y Mase se miraron, y luego una verdadera sonrisa apareció en el rostro
de Harlow, y sus ojos brillaban de risa. —Tampoco he escuchado nunca de alguien más
con el nombre Kiro. Excepto, por supuesto, Kiro Manning.
Empecé a concordar cortésmente cuando asimilé sus palabras lentamente. No...
espera. No...
—Supongo que no te dije mi nombre completo cuando me presenté —dijo Mase
con una sonrisa.
Está bien, espera. Me desvené el cerebro. Hubo algunas noticias o algo, por el
tiempo en que me fui de casa, sobre la esposa e hija de Kiro Manning. No siempre tenía
acceso a la televisión en ese entonces.
—No ves mucha televisión, ¿verdad? —dijo Mase con una sonrisa burlona
mientras tomaba un sorbo de su refresco.
No le explicaría por qué no veía mucha televisión. Solo negué con la cabeza. —
No, no mucha, nunca.
Harlow suspiró y luego rio en voz baja. —Alguien que no sabe quién soy, y ahora
lo has arruinado, Mase.
Podía decir que bromeaba. Solo sonreí y traté de entender el hecho de que me
encontraba sentada a la mesa con los hijos de Kiro Manning. ¿En qué universo sucedió
eso? La sensación incómoda se acrecentó, y no quería nada más que alejarme. No solo
interrumpía una reunión familiar, interrumpía una reunión familiar de una legendaria
estrella de rock. Oh, Dios, esto era tan vergonzoso.
Miré a los dos sentados ahí, tan agradables, con sus sencillas sonrisas. Parecían
como cualquier familia normal y feliz. No parecían ser lo que se esperaría de los hijos de
una leyenda del rock.
—Tengo que irme. Yo... mi mano empieza a molestarme, y dejé mi medicamento
en casa. Muchas gracias por el almuerzo, y me comprometo a trabajar horas extras la
próxima semana. Ustedes dos disfruten el resto de su comida, y saldré por mí misma —
dije rápidamente, antes de que cualquiera de ellos pudiera interrumpirme. A
continuación me puse de pie y les mostré una sonrisa más antes de salir de la habitación
con tanta calma y rapidez como pude.
Acababa de salir cuando sentí una gran mano envolverse alrededor de mi brazo.
—No tan rápido. Quieres irte, te llevaré. No te irás caminando.
Mase no sostenía mi brazo lo suficientemente apretado como para hacerme sentir
pánico, pero el firme agarre hizo que mi ritmo cardíaco se acelerara. No me gustaba que
me agarraran. Me las arreglé para controlar mi reacción. —Yo, uh, bien. Está bien.
Gracias. —Era agotador discutir con este hombre. Él ganaría. Bien podía ceder.
Parecía contento de que no pusiera ninguna queja. Dejó caer la mano y la puso
sobre mi espalda, como para guiarme hacia su camioneta. Caminé por delante de él lo
suficientemente rápido como para que su mano no pudiera descansar en mí. No me
gustaba que me tocaran. No de esa manera, especialmente. A pesar de recordarme a mí
misma lo mucho que no me gustaba que me tocaran, no hacía que la cálida sensación de
hormigueo en la espalda, donde su mano estuvo, desapareciera. No era una sensación
desagradable, solo una nueva. Una muy nueva. Una que nunca sentí hasta ahora.
Mase abrió la puerta de la camioneta antes de que pudiera alcanzar la manija, y
tomó mi mano para ayudarme a subir. Una vez más, me encontraba en su camioneta,
pero esta vez, sabía más de él. Que era un buen y muy querido hermano. Que adoraba a
su hermana. Que era hijo de Kiro Grandioso Manning.
Mierda, eso era una locura.
Cuando se puso al volante, miré hacia él. Su cuerpo alto y musculoso estaba
cubierto por una camisa de franela y deslavados pantalones bastante usados. Sus muslos
llenaban bien los pantalones, y pude ver los músculos flexionarse.
—Cuando llegues a casa, ponte en la herida un poco de ese ungüento que
conseguimos ayer. Suavizará la piel alrededor de la herida y aliviará el dolor.
—Lo haré —aseguré.
Asintió, tomó unos lentes de sol que se hallaban en la visera y se los puso. ¿Cómo
podía uno lucir sexy mientras se ponía lentes de sol? Hasta ese momento, no habría
pensado que fuera posible
—¿Es necesario llamar a Jimmy y decirle que te llevan a casa?
Negué con la cabeza. —No, de todos modos caminaba a casa. Él tiene que trabajar
esta noche.
Mase frunció el ceño. —Hay servicio de taxi por aquí, sabes.
Tomé el vendaje y mantuve la mirada baja. No quería contarle a este hombre la
historia de mi vida para explicarle por qué un taxi era inútil. Me gustaba caminar. Era lo
que siempre hacía.
Mase suspiró cuando no respondí. —¿Trabajarás mañana? —preguntó.
No tenía una casa que limpiar mañana. Era el día que iba a la biblioteca y
cambiaba mis libros. Me gustaba dar un paseo por la playa, limpiar mi apartamento y
comprar alimentos. Era el tiempo para mí. —No. No trabajo mañana.
—Bien.
Traducido por Fany Keaton
Corregido por NicoleM

Dos días después de que llevé a Reese a casa desde donde Harlow, todavía seguía
pensando en ella. Preocupándome por su maldita mano y el por qué caminaba a todas
partes. Trataba de olvidarme de ello. No era mi responsabilidad.
Harlow me pasó a Lila Kate luego de sacarla de su sillita. Sostuve el pequeño
milagro de bebé, porque todavía era apestosamente pequeña. Y la forma en que Grant se
comportaba a su alrededor como si se fuera a romper me hizo pensar en que tal vez
podría hacerlo. Así que era cuidadoso.
—Tú cárgala. Voy por la pañalera —dijo Harlow, tratando de alcanzar el gran
bolso lleno de suministros de viaje para Lila. La bolsa era más grande que la bebé.
—Solamente vamos a encontrarnos con los Finlay para el almuerzo. ¿De verdad
necesita todas estas cosas para las dos horas que estemos aquí? —pregunté, pensando en
cómo era posible que Lila Kate necesitara un bolso tan grande.
Harlow simplemente sonrió y se lo colgó en el hombro, luego colocó el seguro a
la costosa camioneta que nuestro padre les dio cuando nació Lila.
—Vamos.
La seguí hasta la entrada.
—¿Por qué no solo usamos el servicio de estacionamiento? —pregunté, pensando
en que sería más fácil.
—Porque toma un tiempo cargar todas las cosas de Lila y odio esperar en fila.
Eché un vistazo al aparcacoches que se encontraba vacío. Pero no se lo comenté.
—Buenas tardes, señora Carter, señor Manning —dijo el chico en la puerta,
abriéndola por completo para que entráramos.
No era un miembro del Club Kerrington, pero Harlow, Rush, mi padre, el padre
de Rush, y por supuesto, Nan, eran miembros. Creo que las personas asumían que
también lo era.
—Señora Carter, el señor Finlay y su esposa ya se encuentran en la zona privada
donde se les ha dado toda privacidad posible —dijo la anfitriona, antes de que siquiera
llegáramos a ella. La seguimos por el comedor hacia una habitación con tres paredes de
cristal con vista a los campos de golf y tenis.
Blaire se puso de pie de inmediato y vino hacia mí. Aunque sabía que no venía
por mí.
—Dámela —chilló Blaire, extendiendo sus brazos por Lila Kate.
—¡Hola, Mase! —dijo Nate Finlay, mientras se levantaba de la silla y me
saludaba. Cada vez que lo veía se parecía más a su padre.
—Hola, hombrecito. —Caminé hacia él para saludarlo con el puño.
—Hazhlo estallar. Ashí —dijo Nate. Luego abrió el puño mientras hacía un
sonido con su boca como si algo estuviera, de hecho, estallando.
—Es una cosa del tío Grant —dijo Blaire, riéndose.
Me aseguré de hacerlo estallar y me senté frente a Nate y Rush.
Rush sonreía como si Nate fuera la cosa más divertida del mundo.
—Siéntate en la silla. No te quedes de pie. Recuérdalo —lo corrigió. Nate se sentó,
y Rush despeinó su cabello, luego me miró y preguntó—: ¿Disfrutando la visita?
—Sí. Es bueno ver a Harlow así de bien. Y feliz.
Rush asintió.
—Grant también. En estos días siempre sonríe.
—Me alegro de no vivir aquí. Ustedes se ven felices y todo, pero caen como
dóminos. Tú, Woods, Grant y ahora Tripp. —Me eché hacia atrás y sonreí—. Está en el
agua, así que no me puedo quedar por mucho tiempo. Todavía no estoy listo para eso.
Rush se rio y miró a su esposa, quien arrullaba a Lila. Blaire era una belleza. No
había duda de eso. Cuando decidió sentar cabeza, eligió una ganadora. Pero aún así, eso
no era algo que quisiera. Al menos, no todavía. Solo tenía veinticinco. La vida familiar
no podía ser toda color de rosa como la hacía parecer este grupo.
—Todavía no la has conocido —dijo Rush, mientras miraba a Blaire—. Cuando lo
hagas, no importará lo que pienses ahora. Será todo lo quieras en tu vida.
Me hallaba seguro de que se sentía así, pero trabajaba todo el día en un rancho
con caballos. No había mucho tiempo para mujeres o interacciones con féminas. Me
encontraba demasiado ocupado ganándome la vida y construyendo mi propia tierra.
Claro, tenía necesidades. Era un hombre. Pero tenía una amiga que se encargaba de esas,
sin ataduras. Funcionaba para nosotros. Cordelia había vivido en el rancho de al lado
casi toda mi vida. Nos entendíamos.
—Oh, Rush, es perfecta. Creo que quiero una niña. No estoy segura de cuánto
más pueda esperar —dijo Blaire, a la vez que besaba la nariz de Lila.
—Nena, cuando estés lista para otro, hacer que suceda lo convertiré en mi
objetivo número uno en la vida —dijo, sonriéndole.
Blaire se sonrojó, e intentó fruncirle el ceño, pero falló.
—Bueno, mira a quién me dieron hoy. Me imaginé que debían ser importantes, ya
que me dieron el trabajo —dijo una voz masculina. Me giré para verlo sonriéndole a
Blaire. Se inclinó hacia Lila Kate y dijo—: Hola, dulzura. Hoy no tienes a tu padre tacaño
contigo. Quizás podría tomar un turno para sostenerte.
—Hola, Jimmy —gritó Nate, y ondeó su mano. Luego la sostuvo en un puño.
Jimmy sabía cómo funcionaba por lo que la hizo estallar.
—¿Quieres una soda de vainilla, amiguito? —le preguntó a Nate, quien asintió—.
¿Qué les puedo traer al resto? —preguntó Jimmy. Caminó de regreso hacia Blaire, tomó
su orden de bebida e hizo su camino alrededor de la mesa.
Cuando se dio la vuelta para irse, Harlow lo llamó—: Jimmy, eres amigo de
Reese, ¿no?
Regresé mi atención de inmediato a mi hermana para escuchar lo que diría. Ya
me había preguntado casualmente de Reese, y sabía que investigaba por la razón por la
cual la ayudaba. Pero acabé con ello. O eso pensé.
Jimmy sonrió alegremente.
—Es mi vecina, y mi nueva compañera para ver Juego de Tronos.
—¿No es la persona que me mencionaste acerca de la limpieza de la casa? —le
preguntó Blaire.
—Sí. Es esa —respondió.
Harlow miró a Blaire.
—Es maravillosa. Te encantará. —Luego mi hermana volvió a mirar a Jimmy—.
Me preguntaba como seguía su mano. ¿Ha mejorado?
La sonrisa de Jimmy cayó.
—Está bien. Sin embargo, fue a trabajar hoy. Pude haber pateado su sensual
trasero. Pero es demasiado terca. No creo que tenga familia. Demonios, no creo que
siquiera tenga amigos. Hace un par de semanas, me dijo que era su primera amiga. Pero
compartíamos una botella de vino, así que puede que no haya hablado en serio. De
todos modos, es una buena chica. Una cosita dulce. No puedo averiguar por qué se
encuentra soltera. Dios lo sabe, todo hombre caliente de nuestro edificio le ha
coqueteado. Incluso los casados. —Negó con la cabeza con disgusto.
—Eso es tan triste —dijo Blaire, luciendo cabizbaja—. Estar sola no es fácil. Me
alegro de que te tenga.
Jimmy le guiñó el ojo a Blaire antes de darse la vuelta y salir de la habitación.
Tenía una sensación de pesadez en el pecho. Traté de alejarla y concentrarme en
la conversación. Pero me molestaba el pensar en Reese estando sola, sin familia. Solo
Jimmy comprobaba que se encontrara bien. ¿Cómo era eso posible? Esa mujer podría
detener el tráfico sin intentarlo. Demonios, tenía hombres casados coqueteándole.
Me preguntaría si quizás le gustaban más las mujeres, pero la había visto
mirando mi pecho desnudo. Lo sabía. No quería, pero miró de todos modos.
Cuando Jimmy vino a recoger los platos, vi la mente de Harlow trabajando.
También se encontraba preocupada por Reese.
—¿Sabes cómo regresará a casa del trabajo? ¿La llevarás? —le preguntó Harlow a
Jimmy.
Él frunció el ceño y colocó otro plato en sus brazos.
—No. Hoy tenía una casa más pequeña. Es probable que ya haya terminado y
regresado a casa.
Harlow se giró para mirarme.
—¿Irías a buscarla y llevarla a casa? Lila Kate y yo nos podemos quedar aquí y
comer un postre.
Ya me encontraba poniéndome de pie antes de que me lo pidiera.
—Reese no es buena con hombres. La ponen nerviosa. Es dulce que envíes a
Mase, pero no subirá al auto con él así porque sí —dijo Jimmy, mirándome con recelo.
—Está bien. Conoce a Mase. La llevó a que le suturaran la mano, y también la fue
a dejar a casa desde la mía —le aseguró Harlow.
Vi el rostro de Jimmy mientras me miraba. Sus ojos se abrieron, y sonrió.
—Bueno, al menos tiene buen gusto. Ya era hora —murmuró.
—Ignora a Jimmy. Es un romántico. Inventará cualquier cosa. Solo llévala a casa.
Por favor —rogó Harlow. Se preocupó de que no fuera debido al comentario de Jimmy.
Miré a Jimmy.
—Quiero hablarte acerca de sus caminatas. Eso tiene que parar. Llévala a las
casas. No la hagas caminar desde el club.
Los ojos de Jimmy se agrandaron, pero no esperé una respuesta. Sabía que el
resto me escuchó, y sabía lo que pensaban. Pero no me importaba. Tomaría más que eso
para que me negaran ver a Reese de nuevo. Me necesitaba. Demonios, necesitaba a
alguien. Y maldita sea si no quería estar ahí para ayudarla.
Esto era culpa de mi madre. Me crió para ser de esta manera. Era la única excusa
que tenía.
Traducido por Sandry
Corregido por MiryGPE

No me di cuenta del aspecto caro del todoterreno detenido a mi lado hasta que oí
una familiar voz profunda decir mi nombre. Me detuve y miré mientras Mase detuvo el
coche detrás de mí. No esperaba volver a verlo.
La forma en que mi corazón cobró impulso, y bombeaba salvajemente en mi
pecho me sobresaltó. ¿Qué había en ese hombre que me hacía sentir cosas que pensé que
eran imposible para mí?
—Entra —dijo Mase, mientras caminaba alrededor de la parte delantera del
vehículo para abrir la puerta del lado del pasajero.
La verdad era que no quería discutir con él. Se encontraba aquí, y tenía la
oportunidad de estar cerca de él durante unos minutos. Lo aprovecharía.
Dejé que mis ojos captaran rápidamente sus vaqueros, la forma en la que la
camiseta azul marino que llevaba puesta se aferraba a él, incapaz de ocultar toda esa
definición. Tenía el pelo recogido, pero los rizos en los extremos hacía que las hebras
parecieran desordenadas y era tentador tocarlos.
Cuando comenzó a dar la vuelta y mirarme, presté atención de repente y corrí
hacia él. —Gracias —dije, mientras entraba. No me ayudó esta vez, pero al fin y al cabo,
este coche no era tan alto como su camioneta. Era el coche de Harlow. Sabía que me
resultaba familiar, pero el asiento del bebé en la parte trasera era definitivamente de Lila
Kate. Lo vi antes.
Mase me cerró la puerta, y miré con apreciación toda su belleza masculina
mientras caminaba alrededor de la parte delantera del vehículo, metiéndose un mechón
de pelo detrás de la oreja. La barba de unos pocos días se encontraba de vuelta hoy en
su cara, y decidí que me gustaba más cuando no se afeitaba.
—Trabajaste hoy —dijo, mirando hacia mi mano—. ¿Tu mano se siente mejor?
Sí. Mucho mejor. No tuve tantos problemas con ella hoy. Utilicé guantes de goma
y fui capaz de limpiar sin ir más lento. —Sí —contesté—. ¿Ibas a alguna parte?
Sacudió la cabeza y se retiró de la carretera. —No. Acabo de terminar el almuerzo
en el club. Jimmy mencionó que hoy trabajabas y que caminarías a casa —explicó.
¿Así que Mase se escapó para venir a buscarme? Si él hubiera ido a Carters,
habría regresado unas pocas cuadras atrás. Mi estómago hizo algo oscilante.
Antes de que pudiera pensar algo que decir a eso, un teléfono empezó a sonar.
Mase se echó hacia atrás y sacó un teléfono inteligente plano de su bolsillo.
—Hola, ¿todo bien? —dijo cuándo respondió, viéndose preocupado—. Por
supuesto. Estaré de regreso para entonces. Creo que puedo arreglarlo. ¿Dijeron cuánto
tiempo necesitaban para abordar? —Traté de no mirarle a la cara mientras se
concentraba en la carretera y en la conversación que sostenía—. Sí, dámelo —dijo, y
luego se acercó y abrió la guantera—. Mira si hay una pluma ahí, Reese.
Rápidamente hice lo que me pedía y encontré una pluma negra y se la entregué.
La empujó hacia mí y cogió un trozo de papel que sobresalía entre los asientos. —Toma,
escribe —me dijo.
Oh, no. Esto no.
Él vería lo que escribiera. Y era difícil para mí escribir cosas cuando me eran
dictadas. Tenía que concentrarme. Mis letras cambiaban, y muchas veces empezaba a
entrar en pánico cuando sentía la presión de escribir sin tiempo suficiente. Tenía que
estar sola, y tenía que centrarme.
—Tres, tres, tres —comenzó, y rápidamente escribí los números. Podía hacer eso.
No era difícil—. Berkley Road —añadió, y mi corazón empezó a golpear tan fuerte que
no podía oír nada más—. Fort Worth —dijo, antes de que hubiera logrado escribir la B o
lo que yo pensaba que era la B. Mis manos temblaban tanto que no estaba segura de
poder escribir nada más.
Inhalé profundamente y traté duramente de ponerme bajo control. Berkley. Tenía
la B. Luego era la E. Empecé a escribir la E, y se parecía al tres que escribí antes. Me
detuve y miré de vuelta a los tres. ¿Por qué se parecían?
Su mirada se hallaba sobre mí. Un sudor frío estalló en todo mi cuerpo, y me
obligué a seguir adelante. La siguiente era la R. Parpadeé rápidamente, mientras las
palabras que escribí se trenzaban y mi cabeza empezó a palpitar.
—Envíamelo en un mensaje —le oí decir. Sabía que no me hablaba a mí.
Cerré los ojos con fuerza, con ganas de nada más que saltar fuera del vehículo en
movimiento. Esto no me estaba sucediendo. Viví aquí casi un año sin que nadie supiera
que era estúpida. Ese estigma quedó atrás. Utilicé el corrector ortográfico en la
computadora de Jimmy para llenar mi solicitud para el servicio de limpieza.
El agarre en la pluma volvió blancos mis nudillos y bajé la mirada a través de las
frustradas lágrimas que se reunían en mis ojos. Ahora Mase Manning sabía exactamente
lo estúpida que era. De todas las personas que podrían averiguarlo, ¿por qué tenía que
ser él? El universo me odiaba.
La gran mano de Mase se acercó y quitó la pluma de mi agarre. Le permití
tenerla. Luego la lanzó a la guantera y la cerró. No podía mirarlo. Él no decía nada, y me
negué a mirarlo a los ojos. Vería piedad o, peor aún, asco.
El coche se detuvo, y contuve el aliento, luego cogí el pomo de la puerta.
Simplemente echaría a correr. Las posibilidades de ver a este hombre otra vez eran casi
nulas. No dijo nada mientras salía del coche. Eso dolía, a pesar de que lo agradecía. No
me abría la puerta o me decía. Dejaba que escapara como la idiota que era.
No miré hacia él mientras buscaba mi llave del apartamento en la mochila.
Me temblaba tanto la mano que no podía meter llave en la cerradura. Las
lágrimas se encontraban distorsionando mi visión, y dejé escapar un sollozo de
frustración antes de intentar una vez más abrir la puerta.
De repente, su mano se encontraba cubriendo la mía, y le observé mientras
quitaba la llave de mi débil mano. Me quedé horrorizada y confundida mientras
desbloqueaba la puerta y la abría. ¿Por qué salió del coche?
No me moví. Me hallaba congelada en el sitio. Entonces su mano me tocó la
espalda, y me dio un empujón suave hacia el interior. Incapaz de pensar por mí misma,
entré. Mantuvo su mano en mi espalda baja hasta que ambos nos encontrábamos en el
interior, y cerró la puerta suavemente detrás de nosotros. Me siguió dentro. Iba a
hacerme preguntas. Preguntas de las que él ya sabía las respuestas. En el coche probé
que mi cerebro no funcionaba bien. Lo vio de primera mano. Sólo necesitaba que él se
fuera ahora.
—¿Qué pasó? —Su voz era suave y amable. No escuché ninguna fealdad en su
pregunta. Casi me sentí segura. Casi.
Traducido por Kyda
Corregido por MiryGPE

Mis pensamientos estaban por todo el lugar mientras intentaba con todas mis
fuerzas descifrar qué sucedió en el auto. Nunca vi a nadie hacer eso antes. Fue difícil
conducir mientras observaba a Reese luchar con escribir simplemente una dirección. No
me di cuenta que tenía un problema hasta que hizo un suave sonido de pánico en su
garganta como si no pudiera respirar.
Mi mirada fue a su rostro, y vi que lucía pálida. Mirando hacia el papel, también
vi tres E en lugar de tres número tres. Su B al revés fue suficiente para que supiera que
algo se encontraba mal. Debía tener alguna explicación. Una que tuviera sentido.
—Soy estúpida... yo... mi cerebro no funciona bien. Fui a la escuela por doce años
y aun así no me gradué. No puedo pasar un examen. No puedo... ni siquiera puedo leer,
no mucho.
Santa mierda.
Levantó su mano para limpiar sus lágrimas, y sus labios llenos hacían un
puchero. Era hermosa hasta cuando lloraba.
—No eres estúpida —dije tensamente. Odiaba que se llamara así. Algo andaba
mal con ella, pero no era estúpida.
Dejó salir una risa triste y continuó limpiando sus lágrimas. —Puede que seas la
primera persona que sabe de esto y no piensa que soy estúpida.
Mi cuerpo se tensó, y una espiral de ira tensó mi pecho. —¿Alguien te dijo que
eres estúpida? —pregunté, incapaz de mantener mis emociones fuera de mi voz. Estaba
furioso.
Se tensó, luego me miró con cautela. —Sí —respondió en voz baja.
—¿Quién?
Me estudió por un momento. Al menos mi reacción detuvo sus lágrimas.
Esos inmensos ojos te atraían, pero al hallarse húmedos y rojos por llorar, eran
más letales. Querías hacer lo que sea que fuera necesario para hacerlos brillar con risa.
—Mis padres, profesores, otros niños... todo el mundo —contestó—. Pero lo soy.
Sólo no sabes... —Su voz se apagó, viéndose tan rota y desamparada. Su tono me dijo
que no era fácil para ella. Me pregunté si alguien en su vida sabia esto.
—Entonces son idiotas. He estado cerca de ti lo suficiente para saber que eres
inteligente. Vives por tu propia cuenta y tienes trabajo. Una persona estúpida no podría
lograr todo eso.
Frunció el ceño de nuevo, entonces cruzó sus brazos sobre su pecho como si se
protegiera.
¿Qué tipo de padres le hacían esto a su hija? Debió ser una niña hermosa. Del tipo
que la gente simplemente quería mirarla y verla sonreír. Demonios, hasta me gustaba
cuando hacía pucheros.
—No le digas a nadie, por favor —susurró, mirándome.
¿En serio pensaba que haría eso? Pasé una mano por mi cabello con frustración,
olvidando que lo recogí en una coleta.
Tenía que ayudarla. No estaba seguro de cómo lo haría, considerando que tenía
que volver a Texas en dos días. Ese fue mi padrastro al teléfono. Tenía más caballos a los
cuales abordar. Y necesitaba el ingreso. No podía dejar de ir a casa para encargarme de
esto.
—Jamás haría eso. Pero quiero ayudarte —dije, esperando que me dijera que no e
intentara hacer que me fuera. En su lugar, hizo un puchero con sus labios de nuevo
como si estuviera a punto de llorar. Mierda, ¿qué hice ahora?
—Eres tan... amable. ¿Por qué eres tan amable? Limpio las casas de tus hermanas.
No me conoces, no en realidad. Pero abres puertas para mí y no actúas como si fuera
una idiota, y tú... ¿quieres ayudarme? —dijo esa última parte en un sollozo ahogado—.
Nadie puede ayudarme. No puedes arreglar lo que no está ahí. Y mi cerebro solamente
no está todo ahí.
Maldito infierno. —No digas eso de nuevo —advertí. Me hartó el escucharla
degradarse. Vi inteligencia brillar en sus ojos—. Tu cerebro está bien.
Los ojos de Reese destellaron con algo que no entendí, y entonces una pequeña
sonrisa se formó en sus labios mientras sollozaba.
—Eres un hombre realmente amable, Mase Manning. Normalmente no me gustan
los hombres. Me... ponen nerviosa. Pero tú, eres diferente.
Mis propias malditas emociones eran demasiado nuevas para esto. No podía
permitirme cuestionar por qué no confiaba en otros hombres. La mirada atormentada en
sus ojos cuando admitió eso, envió una advertencia que no podía evitar. Tenía más
secretos, apostaría mi vida en ello.
El simple hecho era que, las chicas que lucían como Reese conocían bien a los
hombres. Los controlaban desde la pubertad. Los hombres no las asustaban. Poseían a
los hombres. A menos que... no. No dejaría que mis pensamientos fueran allí en este
momento. Pero Dios, esperaba estar equivocado.
—Tengo que irme en dos días. Volveré a Texas. Tengo un negocio del cual
encargarme. Pero te ayudaré. Cuando me vaya, puedes llamarme, y estaré allí para
escucharte. Soy un muy buen amigo. Pero necesito que me prometas que lo que planee
para ti, para ayudarte, lo harás. Confiarás en mí para ponerte en buenas manos. No
dejaré que nadie te haga daño. Estoy a una llamada de distancia.
No estaba seguro de qué demonios haría en dos días, pero tenía algunas
conexiones. Era el hijo de Kiro Manning, y a veces eso significaba algo. Nunca lo usaba
para mí, pero lo usaría para ayudar a Reese. Kiro podía demandar lo mejor, y Reese
obtendría lo mejor.
Reese ladeó su cabeza y me pregunté nuevamente lo largo que era su cabello.
Cómo se vería alrededor de sus hombros. ¿Se rizaba naturalmente o era liso?
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué quieres ayudarme?
No hice una pausa. —Porque vales la pena el que te ayuden.
Traducido por Lauu LR
Corregido por NicoleM

Me quedé mirando la puerta por mucho tiempo después de que Mase se fuera.
No entendí por qué creía que yo era digna de su ayuda, pero lo hacía. Un
desconocido sentimiento de calidez me llenó. Me encontraba asustada de moverme. No
quería que se desvaneciera. Me gustaba demasiado. Así que me quedé perfectamente
quieta y lo disfruté.
Aún sujetaba el teléfono. Me lo quitó y agregó su número a mis contactos. Incluso
le sacó una foto a las botas que usaba para que apareciera en la pantalla cuando me
llamará. No tendría que preocuparme por intentar leer su nombre. Sabría quién llamaba.
Sonriendo, pensé en la foto que Jimmy se tomó cuando agregó su número en mi
teléfono. Había estado muy ocupado fotografiándose a sí mismo. Tan diferente de la
foto de las botas. No me imaginaba que Mase alguna vez se hubiese tomado una foto a
sí mismo.
Me gustaba Mase Manning. Me gustaba demasiado. Incluso más que Jimmy. De
un modo totalmente diferente. Y sabía que no era algo bueno. Mase era lindo conmigo,
pero yo no le gustaba de la forma en que me gustaba. Podía decirlo por la manera en
que me trataba. Tal vez ese era el por qué me sentía segura cerca de él, porque me
gustaba así. Sabía que nunca tendría que preocuparme de que se sintiera de la misma
forma. Después de todo, ni siquiera vivía aquí.
Me entristecí.
Sacudiendo la cabeza para aclarar mis pensamientos, dejé el teléfono en el sofá y
caminé a la cocina. Trabajar así era agotador. Mase iba a intentar ayudarme, y a pesar de
que me preocupaba el no poder ser ayudada, tenía la esperanza. ¿Qué si alguien podía
ayudarme? Quería creer eso. Cambiaría todo. Podría hacer mucho más. Podría obtener
mi diploma de secundaria, y quizás incluso ir a la Universidad.
Con una determinación recién descubierta, tomé mi nuevo libro de fotografías de
la biblioteca y me acosté en el sofá. Terminaría este hoy. Podía hacerlo. Mase tenía fe en
mí. Solo necesitaba más fe en mí misma.

***

Tres horas después, casi había terminado el libro. Mi cabeza dolía, y mis ojos se
sentían rojos e irritados por el esfuerzo. Un golpe en la puerta seguido por un—: Hola,
nena, soy yo. Tengo helado de pistache y dos cucharas.
Sonriendo, puse el libro debajo del sofá y fui a dejarle entrar.
Él sonreía demasiado alegre cuando abrí la puerta. Sosteniendo dos cucharas, se
deslizó dentro como solo Jimmy podía hacerlo y aún seguir luciendo bien.
Cerré la puerta y me giré para mirarlo.
—Voy a admitirlo ahora —me dijo—. Esto es un soborno. Quiero saber todo
sobre tus interacciones con Mase Colt Manning. Cada último y delicioso detalle.
Satisfáceme, por favor. Ese hombre estelariza muchas de mis fantasías.
Me reí. Jimmy me guiñó y se dejó caer en el sofá.
—Escúpelo, mujer —me urgió.
Caminé para unírmele.
—Me temo que buscas algo de jugosa información que no tengo. Mase ha sido un
chico agradable. Nada para alimentar tus fantasías, me temo.
Jimmy arqueó una ceja.
—¿En serio? ¿Ni siquiera un besito?
—Eh, no —balbuceé, sorprendida de que incluso preguntara eso.
Sacó un poco de helado.
—Eso no tiene sentido. Es un hombre hetero. Sabría si no fuera así. Y cada
hombre derecho estaría sobre ti como el blanco en el arroz. —Se detuvo y suspiró—.
Demonios. Eso es. No está soltero. No pensé en eso. Bueno, mierda. Esperaba tanto que
estuvieras a punto de tener algo de acción con un trozo de carne grado A.
Me avergoncé y reí al mismo tiempo, pero en mi estómago, no me sentía risueña.
Me sentía un poco enferma. O derrotada. La idea de Mase teniendo una novia no me
cayó bien. No era como si pensara que tenía una oportunidad o siquiera quisiera una
oportunidad. Pero me hacía sentir segura y normal.
—Imaginé que no habías salido a citas porque eras selectiva y nadie estaba a tu
altura. Mase está a la altura de todos, así que pensé que habías encontrado a un
ganador. Apesta saber que no es el caso. Las opciones por estos lares son escasas. Los
calientes están siendo sacados de la lista rápidamente. —Jimmy tomo una gran porción
de helado como si fuera él quien se encontraba deprimido por esta situación.
Había perdido el apetito.
—También me encontraba tan seguro. Saltó antes de que Harlow incluso pudiera
terminar de decirle que fuera a buscarte y te trajera a casa. El chico ni siquiera se
despidió. Simplemente se aseguró de decirme que quería que te llevara a tus clientes.
No parece gustarle que camines. —Sacudió su cuchara—. Entonces se escapó. Habría
apostado mi bola izquierda a que se hallaba caliente por tu trasero. Y jodidamente amo
mis bolas justo donde están.
Con esa nota, decidí sacar un poco de helado.
—Aquí vas. Come la cremosa delicia, y vamos a hablar de que tal vez podamos ir
a una cita doble. Mi hombre tiene un primo que está bien. Vive casi a una hora de aquí,
pero esta jodidamente cerca de un grado A. —Comencé a abrir la boca para detenerlo,
pero levantó la mano y me hizo callar—. No tan rápido. Déjame terminar mi dura oferta
aquí. Es un buen chico. Lo conozco, y yo estaría contigo. No dejaría que pasara nada con
lo que no estuvieras totalmente de acuerdo. Es refinado. Creo que te gustará. Está
haciendo sus guardias ahora, y apenas tiene tiempo para la vida fuera del hospital.
Cuando sale, conocer mujeres aún le es difícil. Le gusta mantener su trabajo separado de
su vida personal. Así que necesita una cita.
¿Un médico? No hay manera de que pudiera salir con un tipo tan listo. Ni
siquiera podía leer el menú de la cena. Mis manos sudarían, y mi visión se nublaría por
el pánico. No, no podía. Pero Jimmy lucia tan esperanzado. Odiaba esto. Odiaba no ser
capaz de decir que sí. No ser capaz de conocer nuevas personas y confiar en que si lo
descubrieran, no me juzgarían o ridiculizarían.
—Necesitas hacer esto, y estaré justo a tu lado. No quiero saber nada que no
quieras compartir conmigo, pero sé que algo de tu pasado es terrible. Puedo verlo por la
manera en que vives. He estado lo suficientemente cerca y te he observado. Cada
maldito hombre hetero en este edificio ha tratado de llamar tu atención. Vuelas como si
los murciélagos del infierno estuvieran en tus talones. Así que no lo estás escondiendo
de mí. Te veo. Y creo que lo que sea de tu pasado que está arruinando tu presente
necesita ser puesto a descansar. Soy tu amigo, Reese. Vamos a hacer esto juntos.
Era demasiado. Dos personas en un día queriendo ayudarme. Y ambos hombres.
Una especie en la que pensé que nunca confiaría.
—Está bien —dije, dándome cuenta de que tenía que solucionar esto de algún
modo. Mase me hizo valiente hoy. Podría no saber que sus palabras habían sido una
salvación para mi alma herida, pero lo eran—. Pero necesito saber a dónde vamos a
comer antes de ir. —No iba a explicar el por qué. No podía hacer eso ahora. No aún.
Jimmy me sonrió y asintió.
—Puedo hacer eso. Infiernos, incluso puedes escoger el lugar. Solo ve.
Podía buscar la página del restaurante e imprimir una copia del menú. Entonces
descifraría algo en él para ordenar. Si era en la privacidad de mi departamento y sola,
podía enfocarme. Quizás.
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Mary Warner

Una llamada de teléfono a Kiro, y tuve una cita al día siguiente con un psicólogo
con un doctorado en problemas de aprendizaje a sólo una hora y media de la playa de
Rosemary. El hombre se levantó para estrechar mi mano desde detrás de su escritorio
amplio y desordenado después de empujarse las gafas en su nariz de donde se habían
caído. No parecía muy emocionado por nuestra reunión. Un ceño fruncido enojado se
encontraba entre sus cejas blancas, dándole un aspecto demacrado.
—Usted debe conocer gente de altas posiciones, Sr. Manning. Yo, como se puede
imaginar, soy un hombre muy ocupado, y mis cursos están llegando al final del
semestre.
Como había imaginado, no estaba contento con esto. Conociendo a Kiro, llamó al
presidente de la universidad en donde este tipo enseñaba e hizo que le ordenaran al Dr.
Henry Hornbrecker reunirse hoy conmigo. —Lamento haber llegado en un mal
momento para usted. Mañana me voy de la ciudad, y hay algunos asuntos que necesito
controlar antes de regresar a Texas.
El tiempo del hombre obviamente era importante, así que no iba a desperdiciarlo.
Levanté la hoja de papel que Reese había dejado arrugada en el piso del Mercedes de
Harlow cuando salió corriendo en estado de pánico. Cada vez que lo miraba, me
acordaba de su lucha, y eso hacía que algo en mi interior doliera.
Le entregué el papel. —Le había pedido a la persona que escribió esto, que
anotara tres-tres-tres carretera Berkley. Si esa persona es un adulto alrededor de la edad
de veintidós años y luchó tanto por escribir esto, ¿qué cree que eso significa? ¿Por qué
escribiría eso? Y ¿por qué sería tan difícil y la haría entrar en pánico?
El médico frunció el ceño hacia el papel. —¿De veintidós, dice? —preguntó.
—Sí, señor —le respondí.
—¿Me lo está preguntando por usted o por ella? Sin duda, una chica de veintidós
años de edad, que sufre de esta gravedad ya ha sido diagnosticada en la escuela o
cuando niña y sabe cuál es su problema.
Él sabía cuál era el problema. Mi corazón se aceleró. —No, ella no lo sabe. No
pudo‖terminar‖la‖escuela‖secundaria.‖No‖puede‖pasar‖las‖pruebas.‖Le‖han‖dicho‖que‖es…‖
estúpida. Pero no lo es. De ningún modo.
El doctor murmuró una maldición y volvió a recostarse en su silla, mirando el
papel que le había dado. —Pensaba que para los tiempos actuales, nuestros sistemas de
escuelas públicas eran más hábiles en el etiquetado y en el tratamiento de problemas de
aprendizaje. Especialmente uno tan común como la dislexia. Dígame, ¿ella lee?
Dislexia. No me jodas.
Había conocido a alguien con dislexia en la escuela. Él tenía clases especiales y un
tutor que le ayudaba a diario. Terminó graduándose con honores. Nadie le había
ayudado a Reese, y habría sido tan sencillo. Un nudo se formó en mi garganta, y apreté
el puño en mis muslos. La ira, el alivio y la frustración, corrían a través de mí al mismo
tiempo.
—No, no sabe leer —le contesté—. Lo intenta, pero le cuesta. Necesito conseguirle
ayuda. Alguien que pueda ayudarle a leer y a escribir. Lucha a diario con las cosas que
son tan fáciles para todos los demás, y piensa que es porque a su cerebro le falta algún
tornillo. Pagaré cualquier precio. —Mierda, quería rugir en señal de protesta. Era pura
injusticia. Y negligencia.
—Conozco a un profesor en Panama City. Es más joven, pero esta es una
condición que es cercana y querida para su corazón. Su padre sufrió de lo mismo y no
aprendió a leer y a escribir hasta que cumplió los cincuenta años de edad. Astor Munroe
ha tenido varios casos de adultos que han terminado con éxito. Incluso trabaja en una
escuela para la dislexia en un barrio menos afortunado, pro bono, varias tardes a la
semana. Le haré una llamada y lo pondré en contacto con usted tan pronto como sea
posible.
Un hombre. A Reese no le iba bien con los hombres. —¿Hay alguna mujer que
pueda hacer lo mismo? Los hombres la ponen nerviosa.
Henry frunció el ceño. —No conozco de improviso de alguna mujer en esa área
que pueda ayudarle a alguien que sufra tan severamente o haya sido tan descuidada
como su amiga. Pero le aseguro que el Dr. Munroe es un buen hombre. Él la
tranquilizará.
Tal vez ella dejaría que Jimmy la acompañara. Confiaba en él. Mierda, necesitaba
quedarme. Pero no podía. Mi vida y mis responsabilidades estaban allá en Texas. Había
hecho ya tanto. Ahora le tocaba a Reese dar el siguiente paso. No podía forzarla.
—Está bien —le dije—. Gracias, señor. Le agradezco que se haya tomado el
tiempo para reunirse conmigo.
Él asintió, sin lucir tan molesto como lo había hecho cuando llegué. —Ella va a
necesitar pruebas para confirmar mi diagnóstico, pero por lo que me ha dicho y lo que
dice esto —sostuvo en alto el papel que le había dado—, es dislexia. —Agarró una
libreta y un bolígrafo y los deslizó hacia mí—. Deme los datos de ella y los suyos. Haré
que el Dr. Munroe se ponga en contacto con usted, el día de hoy o mañana,
dependiendo de su agenda.
Reese iba a tener una oportunidad. Yo iba a darle una.

***

Me contuve de llamar a Reese hasta hablar con Astor Munroe. Dos veces me
sorprendí a mí mismo cerca de escribirle, luego comprendí que no sería capaz de leer un
mensaje o de responderme, así que me detuve. En su lugar, me pasé el resto de mi día y
de mi noche con Harlow, Grant, y Lila Kate en la playa, y luego volví a la casa de Nan a
empacar mis cosas. Necesitaba irme tan pronto como recibiera la llamada del profesor.
Antes de las diez a la mañana siguiente, Astor Munroe me llamó y me dijo que
estaba muy interesado en ayudar a Reese. Incluso sonaba emocionado e intrigado por su
situación. Su precio no era barato, pero explicó que le hacía lugar en una agenda muy
apretada. Me hizo preguntas de las que no sabía las respuestas. Ella había compartido
muy poco de su pasado conmigo. Le di su información de contacto y le dije que hoy iba
a ir a hablar con ella. Tenía la esperanza de que llamaría al profesor por su cuenta
después de que me fuera, pero si él no sabía de ella en dos días, me aseguró, que le haría
una llamada.
Reese se encontraba en casa cuando la llamé para preguntarle si podía pasar para
hablar. Ahora, aquí me encontraba yo, de vuelta en la puerta de su apartamento,
esperando a que tomara esta oportunidad y la usara. No podía hacer nada más que esto.
Incluso si quería quedarme y sostener su mano, eso no era posible. Tenía caballos y un
rancho por los que volver a casa.
Reese abrió la puerta con el primer golpe y me sonrió tímidamente antes de dar
un paso hacia atrás para dejarme entrar. Hoy tenía el cabello suelto. Capas de seda
oscura y larga colgaban a mitad de camino de su espalda en suaves ondas. Se lo había
rizado. Maldita sea, eso era mejor de lo que había imaginado. Tuve que aclarar mi
garganta para calmar a mi lujuria instantánea.
—Me gusta tu cabello suelto —dejé escapar, antes de que pudiera detenerme.
Las mejillas de Reese se volvieron de un color rosa, y una sonrisa complacida tocó
sus labios. Alguien tenía que haberle dicho eso antes. —Gracias —respondió en voz
baja.
Entré y retiré con fuerza mi mirada de sus largas piernas, en una completa
presentación en esos pantalones cortos. Incluso los calcetines a rayas brillantes que
llegaban a sus pantorrillas no le restaban a sus piernas.
—¿Puedo darte algo de beber? —Su voz vaciló como si estuviera nerviosa.
—Uh, sí, gracias —contesté, sabiendo que no tenía tiempo para beber nada.
Necesitaba darle los detalles y llegar al aeropuerto.
Comenzó a caminar hacia la pequeña esquina de la habitación que era su cocina.
—Tengo jugo de naranja, y acabo de hacer un poco de limonada. Lamento no tener una
gran selección —dijo, mirándome.
—Limonada suena bien.
Sonrió como si le gustara que quisiera probar su limonada. Observé como bajaba
un vaso de las estanterías abiertas que tenía en lugar de armarios reales. Todo estaba
perfectamente organizado. Incluso los estantes de comida se encontraban organizados.
Necesitaba que viniera a mi casa y arreglara mis armarios. Era una jodida pesadilla
encontrar cualquier cosa en ellos.
El hielo tintineó en el vaso, y moví mi mirada de regreso a ella. Me sirvió un poco
de limonada, a continuación, colocó la jarra de regreso en la nevera angosta. No podía
haber mucho espacio en esa cosa.
—Cuando estabas en la escuela, ¿alguien alguna vez te mencionó que podrías ser
disléxica? —pregunté, mientras me traía la bebida.
Se detuvo a medio paso. Entonces continuó caminando hacia mí. —No, pero he
oído hablar de eso. Solo que no sé lo que es, exactamente.
Tomé el vaso y me senté en la silla frente del sofá. —El especialista con el que
ayer me reuní cree que eso es de lo que sufres. La dislexia no significa que eres de
ninguna manera menos inteligente que los demás. Me han puesto en contacto con un
profesor que tiene un doctorado en trastornos del aprendizaje. Se especializa en la
dislexia. Está dispuesto a trabajar contigo de forma gratuita después de escuchar acerca
de tus problemas. Su padre también nunca fue diagnosticado y no aprendió a leer y a
escribir hasta que cumplió cincuenta años de edad. Ahora esta es una pasión suya. Él
quiere ayudar a la gente. Desea ayudarte.
Reese se sentó en el sofá, mirándome con muchas emociones cruzando por su
cara. Pero la que dominaba era el miedo. No quería que tuviera miedo de esto. Quería
darle esperanza.
—Dime lo que estás pensando —la animé.
Agarró sus manos con fuerza en su regazo. —Qué…‖qué‖pasa‖si‖descubrimos‖que‖
no‖es‖eso,‖y‖te‖hiciste‖todo‖este‖problema.‖Podría‖ser‖simplemente‖estup…
—No me dejes escucharte llamarte a ti misma eso de nuevo. Me enfurece, Reese.
Lo digo en serio. Estás muy lejos de eso. Te lo juro. Y si ese no es tu problema, el Dr.
Munroe descubrirá lo que es. Se trata de un problema de aprendizaje. Puede ser
solucionado.
Cerró sus ojos con fuerza y respiró hondo. Pude ver su deseo esperando por esto.
Sólo tenía que convencerla de que extendiera su mano y lo tomara. —¿Él puede
averiguar cuál es mi problema si no es la dislexia? —preguntó, mirándome con esos
grandes ojos, azul celeste que le hacían cosas a mi pecho.
—Sí. Él puede.
Dejó escapar una pequeña risa, y luego se tapó la boca cuando liberó un sollozo.
No estaba seguro de si debía consolarla o esperar que eso saliera, pero luego se puso de
pie y se lanzó hacia mí. Sus brazos rodearon mi cuello mientras se estrellaba contra mí.
Toda esa dulzura de canela envolvió mis sentidos. —Gracias…‖Ni‖siquiera‖sé…‖eso‖ ni‖
siquiera‖ es‖ suficiente.‖ No‖ puedo‖ encontrar‖ las‖ palabras‖ adecuadas.‖ Pero‖ solo…‖ gracias‖
—dijo, mientras soltaba otro sollozo, todavía aferrándose con fuerza a mí.
Envolví gentilmente mis brazos a su alrededor y traté con mucha fuerza, no
pensar en lo bien que sus tetas se sentían presionadas contra mí. Se había puesto
emocional y me daba las gracias; no iba a aprovecharme de esto. —De nada. Me alegra
que estés dispuesta a hacerlo. Creo que estás destinada a hacer grandes cosas, Reese.
Sólo necesitabas que alguien te levantara.
Se echó hacia atrás para mirarme y me dio una sonrisa acuosa, luego hundió la
frente en mi pecho. —No puedo creerte. No sé por qué querrías ayudarme o qué hice
para merecer esto. Te desperté cantando, y sé que mi canto es horrible y probablemente
era muy fuerte. Y rompí el espejo e hice un lío que ni siquiera he limpiado aún, y te hice
sangrar. Es sólo que no sé por qué todo eso te llevó a que hicieras algo como esto para
mí. Pero gracias. —Apenas se detuvo para respirar un poco al tiempo que dejaba salir
todos sus sentimientos contra mi pecho.
Sonriendo, extendí la mano y toqué su cabello. Había estado luchando contra el
impulso desde que había entrado y visto que lo tenía suelto. Justo como me lo
imaginaba, era sedoso. —Rompiste el espejo de mi hermana, y no me preocupo mucho
por Nan. Además, puede darse el lujo de sustituirlo. Nunca me hiciste sangrar, sólo el
piso, y he limpiado ese desastre. Hace mucho que ya no está. En cuanto a tu forma de
cantar, sí, es horrible. Pero hay algo sobre ti, Reese, que me hace querer aliviar esa
mirada perdida en tus ojos.
Se quedó muy quieta en mis brazos, y luego aflojó su agarre y se echó hacia atrás
para mirarme antes de soltar su agarre de alrededor de mi cuello y alejarse, pero sólo a
un par de centímetros. Una sonrisa tiraba de sus labios. —Mi canto es horrible, ¿no es
así? —Entonces se echó a reír—. Dios, estaba tan avergonzada cuando me di la vuelta y
te vi allí de pie. —Negó con su cabeza—. Puedo cocinar mejor de lo que canto. Te lo
juro. ¿Esta noche puedo hacerte la cena? Quiero hacer algo por ti.
Nunca había estado molesto por conseguir nuevos caballos. Me gustaba el dinero,
y necesitaba caballos para mantener el rancho en funcionamiento. Pero maldita sea, si
no lo resentía ahora mismo. —Me tengo que ir —le dije.
La luz de sus ojos se atenuó pero sólo por un momento. —Es cierto. Tienes que
volver a Texas. Lo olvidé.
Asentí. —Tengo que llegar al aeropuerto de inmediato.
Me puse de pie, y ella retrocedió, dándonos más espacio. No quería que
retrocediera. Se llevó con ella ese olor a canela y a azúcar.
—El Dr. Munroe tiene tu número, pero aquí está su información de contacto.
Llámalo. Está esperando que lo llames. Solamente te llamará si tú no lo haces.
Tomó el papel de mi mano y asintió. —Lo haré. El día de hoy —contestó.
—Bien. —Necesitaba irme, pero me quedé allí de pie, mirándola fijamente.
—Gracias de nuevo. De verdad. Puedo decirlo un millón de veces más. —Sus ojos
brillaron con nuevas lágrimas contenidas.
—No tienes que hacerlo. Pero me gustaría que me llamaras después de tu reunión
con él. Tendré curiosidad de cómo van las cosas. Mantenme actualizado.
Me miró. —Sí. Puedo hacer eso.
Con una última mirada hacia ella, me dirigí a la puerta. Tenía que salir de aquí
antes de que extendiera mi mano y tirara de nuevo de ese cabello brillante hacia mí,
para así poder oler su aroma de canela y enredarme en todos aquellos mechones
sedosos.
—Ten cuidado —gritó.
Abrí la puerta, y luego la miré y le guiñé un ojo. —Siempre.
Traducido por Kyda
Corregido por Mary Warner

Mi cita doble tuvo que ser pospuesta. La habíamos acordado para el jueves, pero
ese día era la primera tarde que me reuniría con el Dr. Munroe. Pensé en llamar a Mase
y decirle que había llamado al profesor y había acordado mi primera reunión, pero me
dijo que lo llamara después de mi cita. No quería molestarlo.
Así que en su lugar, miré mucho la foto de sus botas en mi teléfono.
Estaba enamorada de Mase Manning. No era mi primer enamoramiento. Tuve un
par en la secundaria, pero pronto descubrí que esos chicos sólo coqueteaban conmigo
cuando nadie se encontraba cerca. Cuando me veían en los pasillos, me ignoraban. Era
invisible para ellos a no ser que me encontraran sola. Esos enamoramientos murieron
rápidamente, y dejé de prestarles atención a los chicos guapos. Mi último año de
secundaria, la capitana del escuadrón de porristas atrapó a su novio arrinconándome
afuera y enfureció. Él nunca me habló de nuevo, lo cual fue un alivio, pero poco
después, toda la escuela decía que era lesbiana.
No supuse que eso era algo malo. No me gustaban las chicas. Especialmente las
víboras malas con las cuales iba a la escuela, pero tampoco me gustaban los chicos de
allí. Así que los dejé insultarme y los ignoré. Finalmente, siguieron adelante hacia
alguien más quien respondió su crueldad.
No es necesario decir que había pasado un tiempo desde que tuve un
enamoramiento de verdad con un chico. Mi padrastro se había asegurado de que
mantuviera a los hombres a la distancia de un campo de fútbol. Me encogí pensando en
el hombre que me había quitado mi inocencia y me había manchado de por vida.
Empujando todos los pensamientos de Mase a un lado, fui a tomar una ducha.
Recuerdos de cómo mi padrastro siempre me enviaba a limpiar mi cuerpo bajo el agua
más caliente que pudiera aguantar vinieron a mi mente, pero al menos ya no vomitaba
al pensar en él. Estaba poniendo distancia de mi terrible pasado. Mejoraba.
La noche del miércoles, mi teléfono sonó justo cuando saqué del horno la lasaña
que había hecho. Preparé una cacerola completa, esperando que Jimmy pudiera venir y
comer. Pero me llamó alrededor de las tres para informarme que saldría esa noche ya
que había cambiado nuestra cita doble. Me presionaba para que le diera otro día que
funcionaría, pero no parecía poder reunir el interés. En este momento, me encontraba
muy enfocada en aprender a leer.
Así que continuaba inventando excusas de por qué no podía ir.
Me quité mi guante para el horno y fui a recoger mi teléfono. Mi corazón empezó
a acelerarse cuando vi las botas de vaquero en mi pantalla. Era Mase.
—Hola —dije al tercer repique.
—Hola. No me has llamado —Su voz profunda vino a través del teléfono, y los
dedos de mis pies se enrollaron en la alfombra.
—Oh, bueno, no voy a mi primera reunión hasta mañana —expliqué, realmente
agradecida de que no pudiera ver la sonrisa tonta que tenía en mi rostro en ese
momento.
—Bien. Tienes una programada. ¿Te gustó cuando hablaste con él por teléfono?
Caminé hasta la silla, me senté en la que él se sentó antes de irse y jalé mis pies
debajo de mí.
—Sí. Fue muy agradable. Parecía ansioso por conocerme. Me hizo varias
preguntas, y después de escuchar mis respuestas, dijo que estaba seguro de que yo, de
hecho, tengo dislexia. —Quise bailar alrededor de la habitación cuando me dijo eso.
—Estaré disponible mañana en la noche. Llámame cuando haya terminado.
Quiero escuchar todo.
El hecho de que le importara tanto hizo que mi pequeño enamoramiento creciera
aún más. Tener un enamoramiento con alguien como Mase Manning era ridículo.
Probablemente tenía todo un mundo de mujeres enamoradas de él. Me estaba
ayudando, y lo haría sentir incómodo saber cómo me sentía.
—De acuerdo. Te llamaré —le aseguré.
—Bien. Tengo que irme. Cenaré en casa de mis padres. Hablamos mañana.
—Está bien. Adiós —contesté.
Dejando caer mi teléfono en mi regazo, sentí ganas de aplaudir y chillar. Pero en
su lugar, me puse de pie y fui a disfrutar algo de lasaña.

***
Astor Munroe no era como lo esperaba. Cuando pensaba en un profesor,
imaginaba a un hombre con plateado en su cabello y posiblemente anteojos. Quizás un
poco de barriga bajo su almidonada camiseta abotonada.
Lo que no había esperado era a un hombro de alrededor de treinta y cinco, con un
cuerpo alto y desgarbado, usando un par de vaqueros azules, zapatillas marca Nike y
una camiseta polo de manga corta. No era atractivo exactamente, pero bueno, me
hallaba comparándolo con Mase, y eso no era precisamente justo. No quisiera ser
comparada con Harlow. Eran personas atractivas. Así que no debería hacerle eso al Dr.
Munroe.
Sus suaves ojos marrones eran amables. No me hacía sentir nerviosa en absoluto.
En el momento en que entré en su oficina, se puso de pie y, con una sonrisa genuina, me
invitó a tomar asiento. Después de cada pregunta y petición, me aseguraba que me
ayudaría a aprender. Era obvio que estaba emocionado por el reto que presentaba para
él. Compartió la historia de la lucha de su padre, y estuve asombrada de cómo, a sus
veintiún años, el Dr. Munroe le había enseñado a su padre a conquistar algo con lo que
había estado lidiando toda su vida.
Pero cuando me levanté para irme, hizo un comentario que no entendí. Pensé en
ello en el taxi de camino a casa, mientras la conductora charlaba de sus nietos y lo bueno
que era su pollo y sus albóndigas.
Cuando le agradecí por haberme metido en su calendario tan rápidamente, dijo
que tenía que agradecerle al Sr. Manning por eso.
La duda era, ¿qué significa eso? ¿Manning había hecho algo que él actuara tan
rápidamente? Y si lo hizo, ¿qué?
Traducido por Johanamancilla
Corregido por Vanessa Villegas

La próxima vez que alguien golpeara a mi puerta, iba a comprobar en la ventana


primero antes de abrirla. Había estado esperando por la llamada de Reese cuando había
cometido el error de contestar un golpe en la puerta. Cordelia, mi amiga con beneficios,
entró pavoneándose usando sus vaqueros muy ajustados y camisa halter. Sus botas
taconearon sobre el piso de madera dura y sonrió con suficiencia hacia mí mientras se
movía en dirección a mi habitación.
―No‖ has‖ llamado‖ y‖ necesito‖ una‖ buena‖ follada‖ ―gritó‖ ella‖ sobre‖ su‖ hombro,‖
antes de quitarse la camisa halter y lanzármela con una risa.
Mi polla ni siquiera se sacudió. Mierda.
Había esperado que‖ esta…‖ cosa que estaba sintiendo sobre Reese no fuera más
que solo una cosa de amistad. Pero jódeme, todo lo que podía ver era lo que se
encontraba mal con Cordelia. En primer lugar, su ombligo estaba perforado, solía
pensar que eso era sexy, pero ahora parecía que estuviera intentando demasiado duro y
sus caderas no se ensanchaban. Cuando balanceó esas caderas inexistentes, no hubo una
linda redondez en su trasero. Apenas se hallaba allí.
Esto no iba a funcionar. He sido amigo de Cordelia por años. Dos años atrás nos
habíamos emborrachado y dormido juntos, así que en vez de hacer las cosas incomodas
habíamos acordado que estaba bien. Nos habíamos rascado la comezón el uno al otro
cuando lo necesitábamos. Solo una vez le habíamos puesto un alto, cuando se había
puesto seria por aproximadamente cuatro meses con un chico que resultó estar casado.
Ella lo había terminado y habíamos vuelto a nuestras viejas andanzas.
No tenía citas a menudo, no estaba lo suficiente disponible para las mujeres. Eran
necesitadas y después de un par de relaciones fallidas había decidido que el sexo con
Cordelia era el arreglo que necesitaba, pero las cosas parecían lejanas ahora. Algo había
cambiado.
Y era yo.
Mierda. No tenía tiempo para esto.
―Deberías‖haber‖llamado‖―dije,‖lanz{ndole de regreso la camisa halter.
No la atrapó, si no que la dejó caer al piso a sus pies. El ceño fruncido confuso en
su cara no aseguraba nada bueno. —Nunca llamo, solo aparezco. Lo mismo contigo
―me‖recordó‖ella.
―Estoy‖esperando una llamada telefónica, es importante. No puedo esta noche.
Ahuecó sus tetas en sus manos y pellizcó los pezones rosados. —¿Me estás
diciendo que una llamada telefónica es mejor que esto?
Conocía lo suficiente bien a las mujeres para no decirle la verdad. —Esta noche
no va a funcionar, no estoy seguro cuando funcionará. Tengo una semana ocupada por
delante. ―En‖ caso‖ de‖ que‖ esos‖ sentimientos‖ que‖ me‖ estaban‖ jodiendo‖ la‖ cabeza‖ en
cuanto a Reese concernía disminuyeran, no quería terminar las cosas con Cordelia. Era
una amiga, también.
Se agachó y agarró su camisa y la sacudió antes de ponérsela. —Bien. Sé un
idiota. No volveré, así que si lo quieres tienes que venir y conseguirlo‖ ―dijo‖
airadamente.
Oh, hombre, esto no era por lo que me metí con ella. Cordelia no hacia drama.
Ella era fácil de tratar. Esto era drama, odiaba el drama.
―Lo‖ siento,‖ Cord.‖ En‖ serio‖ lo‖ siento,‖ pero‖ tengo‖ un‖ montón‖ pasando‖ ahora‖
mismo. Solo no es un buen momento para mí. Mentalmente, no estoy en el juego.
Me fulminó con la mirada y cerró de un golpe la puerta detrás de ella.
Con suerte, consultaría esto con la almohada y lo superaría mañana. Me gustaba
Cordelia, solo que nunca me gustó para nada más que una amiga. La cosa del sexo solo
era mejor que masturbarse solo. Necesitaba disculparme con ella, pero por ahora estaba
contento de que se hubiera ido sin demasiado de un escándalo.
Mi teléfono sonó. De pronto, ya no me preocupaba sobre Cordelia.
―Hola‖―contesté, mientras sostenía el teléfono en mi oreja, ansioso de escuchar
a Reese contarme sobre su reunión.
―Espero‖que‖no‖sea‖demasiado tarde, hubo un choque en la treinta y uno A y el
tr{fico‖se‖atascó.‖―Su voz suave me calentó a través del teléfono.
―No, no es demasiado tarde. ¿Quién te llevó?
―Tomé‖un‖taxi.‖Hay‖una‖señora‖que‖Jimmy‖conoce‖quien vive cerca de Panama
City. Ha trabajado en esta línea de la playa por aproximadamente veinte años. No
tenemos muchos taxis por aquí.
Había estado con una señora, eso me hizo sentir mejor. Un hombre extraño
llevándola la habría hecho sentir incomoda. No había pensado sobre eso. Me seguía
olvidando‖ que‖ ella‖ no‖ tenía‖ un‖ auto.‖ Espera… ―Reese,‖ ¿Puedes‖ conducir?‖ ―Si no
podría leer, nunca habría pasado su examen escrito para conseguir una licencia de
conducir.
―No‖―respondió.
Otra cosa que ha dificultado su vida. —La próxima vez que esté en la ciudad te
llevaré a una carretera secundaria y te daré lecciones. Estudiaremos el examen escrito,
también.
Estuvo callada un momento. Me pregunté si se encontraba asustada de ponerse
detrás de un volante. Luego finalmente la escuché moverse. —Está bien, me gustaría
eso.
A mí también me gustaría. —Cuéntame sobre tu reunión.
―El‖ Dr. Munroe fue amable. Está muy emocionado sobre ayudarme. Hice
algunos exámenes y definitivamente soy disléxica, eso es. Eso es todo lo que está mal
conmigo. Dijo que mis profesores o mis padres deberían haberlo descubierto cuando era
una niña pero de alguna manera fue pasado por alto o mal diagnosticado.‖ ―Se‖ fue‖
apagando. No quería a sus pensamientos yendo allí. Alguien le había dicho que era
estúpida y sabía que sus padres eran parte de eso.
―¿Cu{ndo comienzas a trabajar con él?
―Los‖ lunes‖ por‖ la‖ tarde.‖ Tiene que venir a Grayton Beach, lo cual no está
demasiado lejos de aquí. Su madre vive allí, y cena con ella. Dijo que podría
encontrarme en la librería en la ciudad. Luego, los jueves por la tarde, tengo que ir a su
oficina a hacer las lecciones. Él cree que leeré rápidamente una vez que me ayude a
aprender cómo enfocarme en las palabras. Nadie ha trabajado conmigo antes de la
forma que necesito.
Estaba emocionada. Mientras continuaba, se ponía más ruidosa y hablaba más
rápido. Era adorable. Podía imaginar sus ojos azules centellando con felicidad.
―Para‖cuando‖regreses‖podría‖ser‖capaz‖de‖leer‖para‖ti‖―dijo, y luego escuché su
risa nerviosa como si no hubiese querido decir eso en voz alta.
―¿Por‖qué‖esperar‖hasta‖que‖te‖visite?‖Puedes‖leer‖para‖mí‖por‖teléfono‖cuando‖
llames para contarme sobre tus lecciones.
Se encontraba silenciosa de nuevo y la dejé jugar con esa idea un momento. No
quería hacerla sentir nerviosa, pero quería que estuviera cómoda conmigo. Incluso por
teléfono. —¿Quieres que te llame después de mis lecciones?
―Por‖supuesto‖que‖quiero,‖si‖eso‖est{‖bien.‖Me‖gustaría saber cómo van las cosas.
―Sí,‖eso‖est{‖bien.‖Yo‖estoy… haré eso, y cuando sea lo suficiente valiente leeré
para ti.
Traducido por JeylyCarstairs
Corregido por Vanessa Villegas

Durante dos semanas, fui a mis clases y llamé a Mase después. Para la cuarta
lección, me di cuenta que me encontraba más emocionada por escuchar la voz de Mase
que realmente por mis lecciones. Y eso era mucho decir, porque me encantaban mis
lecciones. Amaba lo fuerte que me sentía mientras aprendía a centrarme en las palabras
y a descifrar que cosas indicaban.
Nunca sería una lectora rápida o ávida. El Dr. Munroe me dijo que no dejara que
eso me desanimara. La lectura nunca sería mi punto fuerte, pero sería capaz de hacerlo.
Esto ya no me detendría de conducir, ir a la universidad, o llenar solicitudes de empleo.
Al comienzo de nuestra tercera semana, tenía todo arreglado para reunirme con
el Dr. Munroe en la biblioteca de la ciudad. Me enviaría a casa con un libro para
practicar. Los últimos dos libros que me dio eran muy simples, una o dos palabras por
página, libros ilustrados. Había leído esos en cinco minutos cada uno para mi próxima
lección. Me daría algo más complicado esta noche. Me preparaba para ello. Podría
hacerlo.
Entonces llamaría a Mase después y le contaría sobre mis lecciones.

***

Lila Kate se despertó de su siesta y gritó; me trasladé a la escalera donde me


encontraba quitando el polvo para llamar a Harlow, pero ya venía corriendo girando la
esquina con una amplia sonrisa en su rostro. Mantenía uno de los dispositivos del
monitor de bebé con ella cuando no se encontraba con Lila Kate. Había olvidado eso.
—Me dejó terminar las galletas que cocinaba para Grant —dijo Harlow, mientras
me pasaba en la escalera—. Cuando se enfríen, ¿Por qué no tomas un descanso y comes
unas galletas y leche conmigo?
Harlow siempre me preguntaba cosas como esa. No me ignoraba de la forma en
que otros de mis clientes hacían, y no me miraba por encima del hombro cuando me
hablaba. En cambio, actuaba como si fuera su compañera. Valoraba mi ayuda, a pesar de
que me pagaba por hacerlo.
—Me gustaría, y gracias por preguntar, pero tengo que encontrarme con alguien
esta noche. Necesito terminar y llegar a casa a arreglarme antes de ir. —Deseé no tener
que declinar la oferta. Me salté el desayuno y tenía hambre.
Harlow me miró. —Bueno, puedo arreglar eso. Comes leche y galletas conmigo, y
te doy un aventón a casa. Estarás de vuelta mucho antes con un viaje. Y no me digas que
no. Me rechazaste la semana pasada, y mi hermano llamó para asegurarse de que te di
un aventón. Le expliqué que no me dejarías, y me culpó. Así que de ahora en adelante,
te estoy llevando. Sin discusión. —Se giró y corrió en busca de Lila Kate, que ahora
lloraba más fuerte desde que escuchó la voz de Harlow.
Me tomé un momento para estabilizarme. Apreté mis manos contra mis mejillas y
deseé que no me hubiera ruborizado. Mase llamó para ver si ella me llevaba a casa.
Pensaba en mí, fuera de cuando lo llamaba. La sonrisa loca que se formaba en mi cara
cada vez que pensaba en Mase estaba de vuelta.
Cuando comencé a desempolvar las escaleras de nuevo, Harlow reapareció en la
parte superior de ellas sosteniendo a una Lila Kate con los ojos abiertos y sonrientes. Era
feliz ahora que tenía a su mamá. La niña podría iluminar una habitación.
—Lila Kate también está esperándote para las galletas y leche. Así que no puedes
rechazarla. Nadie está autorizado a decirle que no. Pregúntale a su papá —dijo, Harlow,
bajando por las escaleras—. Vamos a disfrutar de nuestro descanso.
No iba a discutir. Sería grosero, y, bueno, si Mase quería que me diera un aventón
tanto que la llamaba para molestarla, no le diría que no. Además, realmente tenía
hambre.
La cocina de los Carters me recordó a algo de una comedía. Era cálida y
acogedora, pero no habían escatimado en gastos. Harlow colocó a Lila Kate en su
columpio, el cual se encontraba ubicado en la ventana con vista al patio trasero. —
Balancéate y observa las aves y te prepararé tu biberón —le dijo a su hija, como si la
bebé entendiera lo que decía. Luego se giró hacia mí—. Puedo hacerte café si lo
prefieres. No puedo tomar café a menos que sea descafeinado y entonces sólo puedo
tener un poco. Pero tengo aquí. Grant lo bebe.
La leche sonaba muy bien para mí. —Me gusta la leche —contesté—. ¿Puedo
ayudarte?
—Solo siéntate y toma un respiro. Has estado trabajando durante horas sin parar.
Deberías tomar descansos para comer.
No se suponía que tomara descansos más largos de quince minutos cada dos
horas según la agencia. Y descubrí que a la mayoría de la gente para quien limpiaba no
le gustaba verme tomar un descanso. Si estaban en casa, entonces querían que trabajara
hasta que terminara. Así que lo hacía.
La casa de los Carters era diferente en muchas maneras. Esa era una de ellas.
También era mi favorita porque llegué a ver una familia feliz y normal. No era algo que
hubiera visto antes. La forma en que Harlow adoraba a su hija me hacía sonreír, pero
siempre sentía una punzada en el pecho por lo que no tenía. Por lo que mi madre nunca
eligió darme. Amor.
Grant Carter era impresionante cuando sostenía a su hija. O incluso cuando la
veía desde el otro lado de una habitación. Toda su cara se llenaba de amor y completa
devoción. No había duda en la mente de nadie que protegería a su niña a toda costa. Me
sorprendí preguntándome más de una vez si mi verdadero padre hubiera sido de esa
manera. ¿Acaso siquiera sabía sobre mí?
Me sacudí el pensamiento de nuevo y me centré en los Carter. No pensaría en mi
familia o mi pasado. Eso solo me llevaría a un estado depresivo. Había trabajado duro
para no gastar tiempo pensando en esas cosas.
Esta casa era un hogar. Era un lugar feliz y seguro. A pesar de que era una de las
casas más pequeñas que limpiaba, aún era la única que esperaba todas las semanas.
Harlow puso un vaso de leche y un plato con dos grandes galletas de chocolate
en frente de mí. —Aquí tienes —dijo, y colocó lo mismo en el asiento frente a mí—.
Trataré de escabullirme un poco antes de que Lila Kate recuerde que es hora de comer.
Su biberón estará listo en unos pocos minutos, de todos modos. Tiene que calentarse. —
Se sentó.
—Huelen delicioso —le dije, con la esperanza de que fuera una buena excusa
para devorarlas. Me encontraba aún más hambrienta de lo que pensaba, y el olor haría
que sea difícil tomar pequeños y delicados mordiscos.
—Deberían hacerlo. Es la receta de mi abuela. Hacía las mejores galletas —
respondió Harlow—. Grant las ama.
Como predije, terminé comiéndome la primera en tres bocados. Harlow sonreía
mientras me observaba. También masticaba alegremente, haciéndolo menos
embarazoso. Pero esas galletas estaban de verdad deliciosas.
—¿Has hablado con mi hermano desde que regresó a Texas? —preguntó Harlow,
sorprendiéndome.
Asentí, preguntándome si debería darle más información. ¿Quería Mase que ella
supiera que él y yo hablábamos? Podría pensar que se trataba de algo más y hacerse una
idea equivocada. Me sentía cómoda con Harlow, pero decirle que tenía dislexia era otra
cosa. ¿Cómo explicaría como hice para llegar tan lejos sin ser capaz de leer y escribir sin
entrar en los otros detalles de mi pasado?
—Él‖ parece…‖ interesado en ti. Mase es del tipo protector, pero no puedo
recordarlo preocupándose por alguien que no fuera de la familia. Hasta ti. —Una
sonrisa tiró de la comisura de sus labios.
Oh, no. Se hacía una idea equivocada. Si no le explicaba esto, le diría algo a Mase,
y no quería eso. Había sido tan atento, y le debía eso. Además, no era algo de lo que
avergonzarse. Astor me había dicho eso varias veces. Incluso me lo había hecho repetir
después de él—: No soy menos. No tengo nada de qué avergonzarme. Soy una persona
inteligente y capaz.
Recordando esas palabras, puse la segunda galleta de regreso en el pequeño plato
de porcelana. Encontré la mirada curiosa de Harlow. —Llamo a Mase después de mis
lecciones con el Dr. Munroe —me detuve por un latido—.‖Yo…‖tengo‖dislexia,‖y‖hasta‖
que Mase encontró al doctor Munroe, no sabía por qué no podía leer y escribir. Las
palabras son tan difíciles para mí. Tu hermano dio el primer paso y encontró a un
especialista que me indicó la dirección correcta. Solo me está ayudando porque es un
buen hombre.
La mirada de Harlow se quedó en mí durante varios segundos, y tuve que bajar
mis ojos a la galleta delante de mí. No quería que leyera lo que no podía ocultar en mi
cara.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por *~ Vero ~*

―Es‖ una‖ mujer‖ ―dijo‖ Major,‖ mientras‖ abría‖ el‖ refrigerador‖ y‖ agarraba‖ una‖
cerveza―.‖Conozco‖las‖señales.‖Puedes‖tratar‖de‖engañarme‖con‖cual‖sea‖la‖bazofia‖que‖
quieres lanzar, pero he estado allí, amigo.
Major se estaba convirtiendo en un dolor en el trasero. Era el sobrino de mi
padrastro y crecimos como primos. Aunque no éramos familia de sangre, eso no parecía
importar. Hoy necesitaba su ayuda con los caballos, pero ya me encontraba listo para
que se fuera. Reese llamaría pronto. Y Major era la última persona que quería aquí
cuando ella lo hiciera.
―Terminamos‖por‖hoy.‖Agarra‖la‖cerveza‖y‖vete‖a‖casa.‖Tomaré‖una‖ducha,‖luego‖
iré‖a‖la‖cama.‖Estoy‖agotado.‖―Caminé‖pasando‖la‖cocina‖y fui hacia mi habitación.
―Y‖ ahí‖ est{.‖ Esto.‖ Es.‖ Mierda‖ ―gritó‖ detr{s‖ de‖ mí―.‖ Mierda‖ de‖ mujer.‖ Lo‖ he‖
visto. Lo sé.
Odiaba lo cerca que se encontraba de la verdad. Reese se hallaba en mi mente la
mayor parte el día, cada maldito día. Esperaba sus llamadas más de lo que debería. Pero
demonios, su voz me hacía sonreír. Oír lo emocionada que se sentía por su progreso
también‖ me‖ comenzaba‖ a‖ extasiar.‖ ―Vete‖ ―disparé‖ de‖ regreso,‖ y‖ cerré‖ de‖ golpe‖ la‖
puerta de mi habitación.
Empecé a quitarme las botas cuando mi primo decidió golpear la puerta.
―¿Quién‖ es?‖ No‖ puede‖ ser‖ Cordelia.‖ Podrías‖ haber‖ m{s‖ que‖ tomado‖ su‖ trasero‖ desde‖
hace‖ tres‖ años‖ si‖ la‖ quisieras.‖ Est{‖ m{s‖ que‖ disponible.‖ Espera…‖ Rosemary‖ Beach.‖
Conociste a alguien allí, ¿no? ¿Una nena rica? ¿Tenía dinero? ¿Tenía una hermana? No,
espera, no quiero a su hermana. Aún quiero a tu caliente hermana soltera.
Dios,‖¿podría‖ser‖m{s‖molesto?‖―Supéralo,‖Major.‖No‖te‖daré‖nada.‖No‖hay‖una‖
mujer. Vete y déjame duchar en paz. Maldita plaga.
La risa de Major se filtró por la‖puerta.‖―No‖protestaste‖demasiado.‖―Golpeó‖la‖
puerta‖una‖vez‖m{s―.‖Bien.‖Sigue‖así.‖Pero‖muy‖pronto‖lo‖admitir{s.‖O‖descubriré‖esta‖
mierda.
No le respondí. Esperé hasta que sus pasos se movieron hacia la puerta principal.
Cuando se abrió y se cerró, dejé salir un suspiro de alivio. Mirando el reloj, vi que tenía
cuarenta y cinco minutos antes de que ella hiciera la llamada que necesitaba. Podría
bañarme y comer algo.
Si Major supiera acerca de Reese, le diría algo a mi madre. Luego nunca oiría el
final de ello. Amaba a mi mamá, pero haría preguntas. No estaba listo para
responderlas. Ni siquiera me encontraba seguro hacia dónde se dirigía esto. Negar que
me sentía atraído por ella era inútil. Tenía que admitirlo.
Demonios, estuve pensando en la peca bajo su trasero desde el primer momento
en que la vi. Pero ahora era más que solo lujuria. Me gustaba Reese. Me gustaba la mujer
que se hallaba en su interior. Al principio, tenía miedo de que fuera pena y que mis
emociones estuvieran envueltas en un sentimiento de lástima por ella y por el querer
ayudarla.
Ya no pensaba eso. Reese no quería lástima. No la necesitaba. Era fuerte. Mucho
más fuerte de lo que le di crédito. Respetaba su habilidad para enfrentar los golpes de la
vida y seguir luchando. Con un cuerpo como el suyo, pudo haber usado esos recursos
para seguir otro camino en la vida. Uno en donde su apariencia pagara las facturas. Pero
no lo hizo. En cambio, trabajaba duro limpiando casas, y se sentía orgullosa de ello.
Había mucho más en Reese de lo que asumí al principio. Mucho más de lo que
pude haber esperado. Me estaba consiguiendo, atrayendo, y ni siquiera se daba cuenta.
Pero tenía que enfrentar el hecho de que ella podría no querer eso. Probablemente Reese
no se encontraba interesada en mí para nada más que una amistad.
Quizá era lo mejor. Para empezar, vivíamos a varios estados de distancia. Eso por
sí solo era un problema. Y no era como si ella se levantara y se trasladara solo para salir
conmigo, y mudar mi rancho a Rosemary Beach era imposible. Tenía un trabajo y un
futuro aquí.
Entrando a la ducha, decidí que no pensaría en eso en este momento. No tenía
sentido. Necesitaba tomarlo lentamente. Mis fantasías sobre ella permanecerían de esta
forma.

***
Treinta minutos después, mi teléfono sonó mientras me encontraba de pie en el
pórtico terminando una cerveza, aún pensando en ella.
―Hola‖―dije,‖respondiendo‖al‖primer‖timbrazo.
―Hola.‖ Llamo‖ m{s‖ temprano‖ de‖ lo‖ usual.‖ Espero‖ que‖ esté‖ bien.‖ ―Sonaba‖
entusiasmada.
Sonreí.‖―Sí.‖Est{‖bien.‖De‖todas‖formas no hacía nada además de esperar a que
llamaras.
―Oh.‖―Fue‖su‖única‖respuesta.
―¿Cómo‖fue‖esta‖noche?‖―pregunté.‖Aston‖Munroe‖también‖me‖daba‖completos‖
reportes una vez a la semana vía correo electrónico. Estuvo de acuerdo en no mencionar
el hecho de que le pagaba para que ayudara a Reese. No creía que estuviera tan
dispuesta a trabajar con él si se enterara. Quería a su mente completamente libre de
distracciones para aprender.
―Genial.‖ Le‖ leí‖ un‖ capítulo‖ del‖ libro‖ que‖ me‖ dio‖ la‖ semana‖ pasada.‖ No‖ era‖ de‖
dibujos. Fue mi primer capítulo de un libro. No fui rápida ni nada, pero leí sin ataques
de pánico o sin decir una palabra equivocada. También presenté un examen de deletreo.
El‖primero‖que‖he‖pasado‖en‖mi‖vida‖―agregó,‖sonando‖emocionada.‖La‖idea‖de‖no‖ser‖
capaz nunca de pasar un examen de deletreo me partió por dentro. Odiaba pensar en la
pequeña niña que había luchado y fue ignorada.
―Eso‖ es‖ increíble.‖ Estoy‖ muy‖ orgulloso‖ de‖ ti,‖ pero‖ sabía‖ que‖ podías‖ hacerlo.‖
Nunca‖dudé‖de‖ti‖―le‖aseguré―.‖Aún‖espero‖que‖seas lo suficientemente valiente como
para leerme.
Eso siempre hacía que se quedara en silencio. Todavía tenía miedo de hacerlo,
pero demonios, quería que confiara en mí. Quería que se sintiera cómoda con ello. Saber
que leía para Astor me ponía celoso del hombre. Lo que era ridículo pero cierto.
Comenzaba a asegurarle que no tenía que hacerlo si no estaba lista, pero habló
primero.
―De‖ acuerdo.‖ Eh,‖ permíteme‖ ir‖ por‖ el‖ libro‖ que‖ leí‖ esta‖ noche‖ ―dijo‖ con‖
suavidad.
Quizá era egoísta dejarla hacerlo cuando obviamente se encontraba nerviosa,
pero‖quería‖esto‖demasiado.‖―Es‖un‖honor‖―admití.
Una‖ risa‖ tranquila‖ vino‖ por‖ el‖ teléfono.‖ ―Sigo‖ diciéndome‖ a‖ mí‖ misma‖ que‖ me‖
has escuchado cantar, y que lea no es tan malo como eso, así que puedo hacer esto.
Solo esta mujer podría hacerme sonreír como un idiota en el maldito teléfono.
―Eso‖es‖verdad‖―concordé, burlándome.
Se rio de‖ nuevo.‖ ―No‖ es‖ una‖ lectura‖ profunda‖ ni‖ nada.‖ Dime‖ cuando‖ tengas‖
suficiente. Mis sentimientos no se lastimarán. Esto podría ser muy aburrido.
La dejaría‖leer‖todo‖el‖libro‖si‖quisiera.‖―Lo‖haré.‖Léeme.
Durante los siguientes treinta minutos, me senté en la mecedora frente a mi
pórtico con mis piernas apoyadas sobre la baranda y escuché la dulce voz de Reese
leerme en el teléfono. Sólo quedó colgada unas pocas veces, y la ayudé rápidamente
para que no se pusiera nerviosa ni se detuviera.
Fueron los mejores treinta minutos que había tenido en toda la semana.
Traducido por Dama
Corregido por *~ Vero ~*

Después de leer por primera vez a Mase, nuestras llamadas de teléfono de dos
veces a la semana se convirtieron en una cosa de todas las noches. En los días cuando no
iba a mis clases, Mase me llamaba. Quería que le leyera antes de que se acostara. Me
preguntaba cuánto realmente quería escucharme mientras leía. Tenía la sensación que
estaba tratando de que practicara con él. Era su manera de asegurarse de que me sintiera
cómoda leyendo delante de personas.
Escuchar su voz en la noche antes de ir a la cama era reconfortante. Es extraño lo
fácil que empezaba a dormir otra vez desde que comencé a hablar con él. Siempre
terminaba las llamadas con "Buenas noches y dulces sueños". Como si mi cuerpo
estuviera bajo su mando, tenía exactamente eso. Cada noche era buena, y mis sueños
eran siempre sobre él. Por lo tanto, eran muy dulces. Tenía que hacer algo para tomar el
control de mi creciente afecto hacia este hombre y rápido. Mase era solo un amigo. Uno
de los mejores que una chica podría tener. No quería estropear esto por nada. Y si le
hiciera sentirse incómodo, eso podría terminar con todo. Eso era demasiado deprimente
para considerar.
—Tierra a Reese. Te hice una pregunta. ¿Dónde fuiste? —Jimmy se sentó frente a
mí en el sofá.
Su visita fue inesperada, pero vino con helado de nuevo y no pude patearlo
afuera. Pero mi teléfono sonaría pronto, y quería que Jimmy se vaya cuando sucediera.
No quería decirle a Mase que no podía hablar.
—Lo siento. Estaba pensando en cosas. Ignóralo. Estoy cansada.
Jimmy ladeó una ceja como si no me creyera. —¿De veras? ¿Demasiado cansada
para un poco de helado?
No. no estaba demasiado cansada para el helado. Estaba demasiado emocionada
por escuchar la voz de Mase que por el helado. —Por supuesto que no. —Tomé la
cuchara que había puesto en el recipiente y tome un gran bocado.
—Tranquila, chica. El cerebro congelado es una perra —advirtió Jimmy.
Sonriendo, silenciosamente lo acepté y me tomé mi tiempo antes de otro bocado.
—El próximo fin de semana. No esperaré más. Saldrás con el doctor. Es una cita
doble. Escoge la noche. Viernes o sábado. Porque va a suceder. Ya no voy a esperar por
ti.
Mierda. No lo dejaba ir. Lo mencionaba al menos una vez por semana. Había
estado evitando contestar.
Pero tal vez esto era una buena cosa. Estaba tan concentrada en Mase, y eso no
podía estar bien. Si iba a la cita, podría ser capaz de distraerme. Parecía muy
improbable, pero al menos si Mase estaba con la idea de que estaba interesado en él, esto
lo tiraría. No se tendría que preocupar de mi afecto hacia él. Y significaba que no dejaría
de llamarme.
—La noche del viernes sería mejor.
Jimmy festejó y levantó un puño en el aire.
—¡Sí! ¡Victoria! ¡Gol! —Antes de que pudiera responder, mi teléfono sonó, y eché
un vistazo hacia mi regazo para ver las botas de vaquero en mi pantalla. Lo levanté
antes de que Jimmy lo viera. —Esto es importante. Es sobre una clase que pienso tomar.
¿Podemos terminar esto mañana, tal vez?
Parecía curioso, pero sabía que la mirada suplicante que le daba sería bastante
para conseguir que se vaya. El teléfono dejó de sonar, pero inmediatamente sonó otra
vez, y lo contesté antes de que parara. —Oye, dame sólo un minuto —le dije a Mase,
luego me levanté para abrir la puerta para Jimmy, que me miraba con incluso más
curiosidad ahora.
—No te creo, pero lo dejaré pasar —susurró Jimmy, meneando un dedo hacia mí.
Cerré la puerta y di un suspiro de alivio. —Lo siento. Jimmy estaba aquí. Ya se ha
ido ahora —expliqué.
—¿Interrumpí algo?
—Un poco de helado y un amigo curioso.
Se rio entre dientes. —Me podrías haber dicho que disfrutabas de un poco de
helado con él. Habría llamado más tarde.
Ah, no, no podría. No cuando mi día giró alrededor de estas llamadas con él. —
Esto está bien. Estábamos terminando —mentí.
El sonido de neumáticos chillando sacudió el piso, y antes de que pudiera
averiguar lo que estaba pasando en el exterior, sonó un disparo. Me congelé. No podía
moverme. Seguramente no era lo que había escuchado. Tal vez el coche derrapó. Esta
era una zona segura; es el por qué había elegido este apartamento.
Una serie de disparos de armas se escuchó, y caía sobre mis rodillas detrás de la
silla que había delante de mí. Los gritos hicieron eco en las calles, y por primera vez, me
arrepentí de estar en el primer piso. Me sentí completamente abierta y vulnerable,
incapaz de llegar a la seguridad.
—Reese, ¿estás bien? —gritó Mase por teléfono. Me di cuenta de que había estado
preguntando una y otra vez, pero estaba muy impactada como para registrar su voz.
Mi mano cubría mi boca, y me preguntaba si había gritado. Mis ojos estaban
pegados a la ventana, mientras que los gritos de afuera continuaban. Alguien tenía que
llamar a la policía. Yo. Necesitaba hacerlo. Oh, Dios.
—Tengo que llamar a la policía. Hay disparos afuera y gente gritando. Tengo que
llamar y conseguir ayuda —le dije, no quería colgar. Estaba aterrorizada, y sabiendo que
Mase estaba en el teléfono me dio un poco de consuelo. Aunque no podía hacer nada.
—¡Joder! Mantente en el suelo. Acuéstate detrás del sofá. No te muevas o
respondas a la puerta. Llama a la policía ahora. Y luego, me llamas de nuevo —ordenó
Mase, antes de finalizar la llamada.
Mis manos temblaban cuando otro disparo sonó. Voces, gritos ininteligibles
palabras junto con los gritos. Me arrastré hasta el sofá y me planté detrás de él, a
continuación, intenté llamar al 911 con pánico. Los números de mi teléfono empezaron a
cambiar y hacerse borrosos. Las lágrimas de frustración llenaron mis ojos.
Mi cuerpo se sacudía mientras lloraba, tratando de averiguar dónde estaba el 9,
pero las sirenas de la policía se unieron a los ruidos de fuera, y las luces azules
intermitentes parpadearon a través de mi ventana. Dejé mi teléfono sobre la alfombra y
cubrí mi rostro con mis manos.
Tomando respiraciones profundas para calmarme, escuchaba mientras más
sirenas se unían a la escena, seguidas de una ambulancia. Pero no me moví. Ni una sola
vez.
Me quedé allí mientras el griterío paraba, pero todavía alguien gritaba, la gente
gritaba. Tenía miedo de moverme, aunque sabía que la policía estaba afuera ahora.
Un golpe sonó en mi puerta, y me congelé. —Policía —una grave voz.
Policía. En mi puerta. Oh, Dios. Tenía que levantarme. Mis piernas temblaban
horriblemente, y mi corazón aún corría acelerado.
El golpe sonó otra vez. —¡Policía! —llamó de nuevo.
Agarré el pomo y miré por la mirilla de la puerta. Sí había un oficial en mi puerta.
Su ceño fruncido sólo me atemorizó más, si eso fuera posible.
Abriendo la puerta, miré fijamente al hombre.
Exhibió su placa. —Oficial Milton, señora. Necesito hacerle unas cuantas
preguntas.
¿Yo? ¿Por qué yo? Asentí y me obligué a respirar. —¿Vio algo? —preguntó,
estando de pie allí como las luces parpadeaban y las sirenas gemían detrás de él.
Alguien estaba cubierto por una sábana plástica. La bilis se elevó en mi garganta, y
apreté la manija para impedir caerme cuando mis rodillas se pusieron débiles.
—Ay, Dios —logré susurrar.
—¿Conoce a Melanie y Jacob Sanders? Viven a tres puertas de usted.
Sacudí mi cabeza, no. No conocía a nadie que viviera alrededor de mí. Excepto a
Jimmy. Me había mantenido cerrada de todos los demás. Pero tres puertas abajo, había
una pareja casada. Conocí al marido, lamentablemente. Me había puesto los pelos de
punta. Había caminado hacia el coche un día, y había silbado y llamado a mi culo
“delicioso”.
—No los conozco. Sólo conozco a Jimmy... Jimmy Morrison. Vive en el
departamento dos D. Estaba aquí justo antes... ¡Ah, Dios! Jimmy estaba justo aquí. Tuvo
que andar por la escalera para regresar a su piso. Pasó directamente después de que se
fue. —La expresión del poli se ablandó—. Jimmy Morrison está bien. Es el que llamó por
la perturbación. Vio la mayor parte de ello, lamentablemente, y está dando su
declaración. Conocía a la víctima.
Mi teléfono sonó. Mase me estaba llamando nuevamente.
—Si recuerda cualquier cosa, por favor, llame a la oficina. Jimmy habrá
confirmado que acaba de dejar su apartamento. Si no, estaremos aquí nuevamente para
hablar con usted. Necesito su nombre, para el registro.
—Reese Ellis —respondí, cuando mi teléfono dejó de sonar e inició de nuevo.
—Gracias, señorita Ellis. —Asintió y cerré la puerta cuando el policía caminó
hacia la puerta siguiente, me fijé antes de contestar mi teléfono.
—Los policías estaban aquí —le dijea Mase—. Me preguntaron unas cuantas
cosas.
—Estás bien. —Dejó escapar un suspiro de alivio.
—Sí. Jimmy lo vio. Está con la policía, dando su declaración. No estoy totalmente
segura de lo que pasó; la policía ni siquiera me dijo quién era la víctima, pero una pareja
de casados a unas cuantas puertas más abajo estaban involucrados de alguna manera.
Todo lo que hice fue escuchar los disparos y los gritos. Nada más. Pero Jimmy estaba allí
afuera. Podría haber sido disparado.
—Pero no lo fue. No pienses en eso —dijo Mase con voz firme.
Asentí, aunque no podía verme. Tenía razón. No necesitaba hundirme en algo
que no ocurrió.
—¿Bloqueaste tu puerta? —preguntó.
—Sí, eché cerrojo.
—Cuando Jimmy termine con los policías, vendrá y te dirá lo que pasó. Sólo
siéntate y relájate. Voy hablar contigo hasta entonces. Vas a estar bien. Sé que estás
disgustada y asustada.
Sólo escuchar su voz me calmó. Me senté en el sofá y miré las luces seguir
destellando fuera.
—Lee para mí, Reese. Quitará tu mente de todo esto.
No estaba segura de que pudiera. Mi visión se había puesto completamente
borrosa cuando me alteré antes. Concentrarse no funcionaba cuando entraba en pánico.
—No sé si pueda —admití.
—Sólo inténtalo —dijo gentilmente.
Porque quería complacerlo. Lo intenté.
Traducido por AndryGomez
Corregido por Vane hearts

Escuchar su suave voz era la única cosa que podía calmarme. Estaba parado en
mi pórtico del frente con las botas puestas y mis llaves en la mano. Cuando no me llamó
de regreso y no respondió su teléfono, había estado listo para ir detrás de ella.
Si no hubiera contestado a ese último timbre, iba a llamar a Grant y Rush para
comprobarla y luego iba a pedirle a mi padre que ordenara un jet privado
inmediatamente y llevaría mi culo volando hasta Rosemary Beach. Diablos, mis rodillas
casi se doblaron por el alivio cuando finalmente contestó el teléfono. Quería que Jimmy
llevara su culo hasta ella y le digiera que pasó, así ella sabría. Y entonces no estaría sola.
Pero hasta entonces, no iba a dejarla ir. Mierda, no la dejaría una vez que Jimmy
esté ahí. Estaba seriamente cerca de llamar a Rush y Grant para que estuvieran con ella
hasta que pudiera llegar ahí.
Luchaba más esta noche de lo que hizo en semanas mientras me estudiaba.
Odiaba pensar en ella estando sola y asustada. También odiaba el hecho de que vivía en
un apartamento por su propia cuenta. No era seguro. Esto lo probaba.
—Jimmy está en la puerta —dice.
—Quiero escuchar lo que tiene que decir —dije. No quería que me colgara.
—Está bien. Solo, umm, pondré el teléfono abajo.
Esperé mientras abría la puerta. Jimmy preguntó si estaba bien y sonó como si la
estuviera abrazando. Ella dejó salir un sollozo y preguntó si él estaba bien. Luego, él le
aseguró que se encontraba bien.
—¿Qué pasó? —le preguntó Reese.
—No se la historia completa. Cuando me dirigía a las escaleras, escuché el crujido
de unas ruedas y entonces oí a Jacob gritándole a Melanie que era una puta. Melanie
comenzó a llamarlo por nombres también, luego él solo sacó una pistola de su cinturón
y le disparó. Ella salió corriendo y gritando, tratando frenéticamente de marcar al
novecientos once cuando un‖segundo‖disparo‖estalló.‖Vi…‖—Jimmy hizo una pausa—.
Necesito sentarme. Mierda, voy a necesitar un buen trago esta noche.
—No necesitas estar solo —dijo Reese.
—Mi hombre está en camino. Me sostendrá esta noche —contestó Jimmy.
—Bien.
Eso no me ayudó. No me gustaba la idea de Reese estado sola esta noche
tampoco. También odiaba jodidamente que se encontrara en el primer piso. Era
peligroso ahí abajo.
—La vi caer. Solo se desplomó en el piso. Había una piscina de sangre a su
alrededor y no se movía. No fue la cosa más inteligente, pero fui corriendo hacia ella. Y
entonces el bastardo me disparó. Falló y huyó, pero no sé si seré capaz de quitar la
imagen de mi cabeza de una pistola apuntándome.
Mierda.
—Oh, no, ¡Jimmy!
—El tipo en su apartamento con el que había estado teniendo una aventura salió
corriendo en ropa interior como un idiota. Pero los policías lo atraparon. No llegó muy
lejos. Él estaba aterrorizado. Atraparon a Jacob, también. Se quedó mucho tiempo, luego
se metió con su auto en una zanja yendo muy rápido alrededor de una curva. Los
policías lo atraparon mientras corría lejos del carro. Este lugar era un maldito circo. Las
personas abriendo sus puertas, gritando y chillando. Ninguno trataba de ayudar; solo
causando‖p{nico.‖Él‖solo…‖la‖mató.‖Le‖disparó. Maldito psicópata. Estuvieron casados
por tres años.
—Eso es horrible. —La voz de Reese se apagó. Estaba descontenta. E iba a dejarla
jodidamente sola, ¿mientras se acurrucaba con su novio?
—Tengo que tomar una ducha y un poco de tequila. Cualquier cosa para quitar
esta mierda de mi cabeza. Quédate encerrada. Aunque estarás a salvo. Los policías
estarán alrededor de la escena la mayor parte de la noche. Está bien. Pero si me
necesitas, solo llama.
Escuché a Reese levantarse y seguirlo a la puerta.
—Estoy feliz de que estés bien —dijo, su voz cortándose.
—Ah, chica. Estoy bien —le aseguró—. Solo jodido de la cabeza después de ver
eso. No era cercano a Melanie. Difícilmente la conocía, pero diablos, no importa. Ver a
una persona morir es trágico. Malditamente trágico.
Se despidieron y pude oír a Reese bloqueando la puerta mientras el seguro se
deslizaba en su lugar.
—Oye. ¿Oíste todo? —me preguntó. Había tensión en su voz. Como si estuviera
tratando de no llorar.
—Sí. Es un desastre. Pero no fue un acto de violencia al azar. Así que nadie va a
volver para disparar más. Estás a salvo —le aseguré.
No respondió enseguida. Me preguntaba si ahora estaba asustada de dormir.
Después de todo eso, necesitaba a alguien para estar con ella y que la sostenga.
—Ve a prepararte para la cama. Deja el teléfono. Esperaré. Luego llévame a la
cama contigo. Estaré justo aquí en tu oído. Podemos hablar hasta que te quedes
dormida. ¿Está bien?
—Est{‖bien…‖¿no‖te‖importa‖hacer‖eso?
No iba a ser capaz de dormir esta noche. Estaría preocupado por ella. Pero no
necesitaba saber eso. —Quiero hacerlo. Ahora, ve a prepararte para la cama. Esperaré.
—Gracias —susurró.
Mientras se alistaba, puse el teléfono en altavoz y lo metí en mi bolsillo, luego me
dirigí dentro. Coloqué una lata de cerveza en la cesta de reciclaje y lavé unos cuantos
utensilios en el fregadero.
Una vez que terminé, fui a mi habitación. Cepillé mis dientes y me quité la ropa
que me puse encima cuando estuve aterrorizado por Reese y listo para ir detrás de ella.
Entonces me metí en la cama. Dentro de unos minutos, su voz regresó a la línea.
—Volví —dijo y pude escuchar las sabanas moviéndose.
Puse una mano detrás de mi cabeza y me recosté sobre mi espalda, mirando hacia
el ventilador en el techo de mi habitación. Imágenes de Reese en su cama me afectaban.
Debería de sentirme realmente culpable por eso, pero no podía evitarlo.
—¿Quieres leerme algo más? —pregunté, tratando de pensar en algo que decir
para mantener a mi mente lejos de lo que ella usaba.
—No…‖no‖realmente.‖Mi‖cerebro‖está muy cansado para leer —dijo, moviéndose
alrededor otra vez. Pude oír leves sonidos de las sabanas.
—¿Qué estas usando para dormir? —pregunté, antes de que pudiera detenerme.
Tenía que saber. Me estaba volviendo loco.
Dejó salir una risa. —Nada especial. Solo un pantalón chándal corto y una
camiseta sin mangas. Es suave y vieja. Además, amo dormir en ella.
Realmente quería ver esa suave y vieja camiseta sin mangas en ella. La imagen en
mi cabeza causaba estragos en mi polla. Despertó. Pero le pregunté lo que usaba, así que
me conseguí esto yo mismo. —¿De qué color es? —le pregunté, haciendo una mueca por
mis palabras. Maldición, ¿qué estaba haciendo?
—Rosa…‖ o‖ lo‖ era. Está descolorido ahora. Ya no es muy rosa —respondió
dudosamente.
—Suena cómodo.
—Aja. —Fue su única respuesta. Comencé a cambiar el tema por mi propio bien,
pero no tuve la oportunidad—. ¿Solo duermes con tu ropa interior? —preguntó, tan
suave que casi no escuché su pregunta.
Pensé que sabía cuan desnudo dormía después de que salí al pasillo envuelto en
una sábana la primera vez que nos conocimos.
—No —respondí, sorprendido de que me preguntara.
—Oh. Es solo que asumí eso desde que viniste corriendo al salón de juegos en tus
calzoncillos cuando me corté la mano, debías de dormir con ellos.
Una sonrisa estiró mis labios. Los arrebaté de mi maleta y me los puse mientras
corría por pasillo hacia ella esa mañana.
—Me puse esos antes de ir a comprobarte —expliqué.
Una rápida respiración fue su respuesta.
—Dormir desnudo no es tan malo. Deberías intentarlo alguna vez —le dije en
broma, tratando de aligerar el humor, ya que parecía que no encontraba las palabras
para expresarse.
Entonces se rio con nerviosismo. Misión cumplida. —No estoy segura de que
pueda hacer eso —dijo en un tono divertido.
Estaba seguro de que podría. Me mente jugaba con imágenes de ella haciendo
eso. Luego, la incluí en mi imaginación y las cosas se pusieron incluso más interesantes.
Esas largas piernas y esa pequeña peca escondida debajo de su culo sería la primera cosa
que exploraría. Una imagen de ella en mi cama, con su culo en el aire así podría acariciar
con mi nariz esa peca y besarla, envió un latido hacia mi polla.
Envolví mi mano alrededor de ella y apreté, tratando de jodidamente calmarla.
Estaba caliente al tacto y no se iba a enfriar pronto. Especialmente con la voz de Reese
calentándome.
—Reese, dame unos minutos. Estaré de regreso —dije.
—Oh, está bien —respondió.
Odiaba que fuera tan malditamente débil, pero tenía que calmarme ahora si iba a
mantenerla al teléfono hasta que se fuera a dormir. Tenía que darme una ducha fría o
terminar la fantasía en la privacidad de mi baño. Estaba apresurado, y las imágenes de
Reese en mi cama con su jugoso y redondo culo al aire me provocaban.
Cerré la puerta del baño, caminé hacia la pared y me recargué contra ella,
después tomé mi palpitante polla en mi mano otra vez. Despacio, la acaricié mientras
lamía la peca y el culo de Reese, luego separé sus piernas y sentí su caliente coño
escurrirse por mi toque. Mi otra mano acariciaría su culo, se deslizaría hacia arriba hasta
sentir sus duros pezones y la pesadez de sus pechos colgando contra el colchón.
Ella chillaría mientras yo deslizaría mi lengua sobre su sensible carne, sus pechos
se sacudirían y rebotarían en mi mano. Mierda, eso fue todo lo que tomó. Grité mientras
mi liberación salió y cubrió mi mano, aun con mi puño ligeramente cerrado a su
alrededor.
Desde que conocí a Reese, hacía esto más y más. Traté con duchas frías, pero las
odiaba jodidamente. Ésta era la solución fácil. Y la menos dolorosa. Además, mis
fantasías sobre Reese se volvían mucho mejores.
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Dannygonzal

Jimmy llegó la mañana siguiente para decirme que había avisado que iba a faltar
el resto de la semana y que se iba a unas mini-vacaciones para alejarse de todo. Él no
durmió en toda la noche, y hoy se veía con ganas de llorar. Su principal preocupación
era cómo iba a llegar al trabajo. Aunque le aseguré que podía caminar, me dijo que no
sería capaz de relajarse y concentrase si estaba preocupado por mí. Entonces hizo que
un hombre en el que confiaba viniera a recogerme y me llevara a casa en los días que
trabajaba. Me aseguró que conocía a este tipo de toda la vida, y que era un amigo
cercano del Sr. Kerrington. Antes de que se fuera, tuve que prometerle que iba a viajar
con su amigo, Thad. Porque estaba preocupada por Jimmy, estuve de acuerdo. Pero era
algo que no quería hacer. Hubiera preferido tomar un taxi. Pero Jimmy se negó a
aceptarlo.
Así‖ que‖ ahora‖ me‖ encontraba‖ afuera‖ de‖ mi‖ apartamento‖ esperando‖ un‖ “BMW‖
negro‖con‖llantas‖plateadas‖brillantes‖que‖simplemente‖no‖podrías‖ignorar”‖para‖que me
recogiera. Jimmy también dijo que Thad tenía el cabello largo y rubio y que parecía que
pertenecía a una tabla de surf.
Cinta amarilla rodeaba la puerta y la acera de tres casas más abajo. Me encogí al
pensar en el horror de lo que sucedió. Jimmy lo vio todo. También me preocupaba por
él. ¿Cómo iba a sacar eso de su cabeza y seguir adelante?
Ayer por la noche, me quedé dormida mientras Mase me ponía en espera. Me
sorprendió, en realidad. El hecho de saber que él se hallaba allí, y que no iba a dejarme
había sido suficiente para relajarme. Luego estaba la extraña conversación que tuvimos
sobre cómo dormíamos. Él desnudo. La imagen de ese hombre sin ropa me excitaba. Lo
cual iba a ser realmente incómodo cuando tuviera que verle la cara de nuevo.
El impecable BMW negro era difícil de ignorar mientras se detenía en el
estacionamiento. Incluso sin ver las llantas o el rubio en el asiento del conductor, sabía
que era él. Nadie en este complejo de apartamentos conducía un coche así. Ajusté la
mochila sobre mi hombro y respiré hondo. Jimmy no enviaría a alguien a recogerme si
fuera peligroso. Podía hacer esto. Podía lograrlo.
La puerta del conductor se abrió y un hombre alto, de cabello rubio rizado que
terminaba justo debajo de sus orejas me sonrió. Tenía puestos unos lentes de sol, así que
no podía ver sus ojos. Sin embargo, parecía seguro. Su sonrisa era amable, y de nuevo,
Jimmy confiaba en él.
―¿Eres Reese? ―preguntó.
Asentí, bajando a la acera y dirigiéndome hacia su coche.
―Solo Jimmy ―dijo Thad, sacudiendo su cabeza y riéndose.
No le pregunté qué significaba eso. ―Gracias por recogerme. Te pagaré por el gas
―le dije mientras me metía en el coche.
Thad frunció el ceño. ―Eh, no, no lo harás. Puedo llevar a una hermosa chica al
trabajo y viceversa.
No me tensé cuando me llamó hermosa. Esa era una buena señal. Estaba
progresando. No todos los hombres eran malos. Jimmy, Mase, y el Dr. Munroe me
habían enseñado eso. Luego se encontraba la manera en la que Grant Carter adoraba a
su esposa e hijo. Mis pensamientos sobre los hombres estaban cambiando. Cuanto más
tiempo me quedaba en Rosemary Beach, más veía el lado bueno de la humanidad.
―¿Acaso Jimmy te dijo que me llevaras al Club Kerrington? Puedo caminar al
trabajado desde ahí. ―Últimamente, Jimmy me llevaba a las casas en las que trabajaba
en vez de dejarme caminar. Era algo que sabía que Mase le mencionó.
―Me dijeron que hoy tenía que llevarte a la casa de Nan. Oí que iba a regresar
dentro de dos semanas. Oh, que felicidad ―dijo Thad, mirándome como si entendiera lo
que decía.
Nunca había conocido a Nan, pero por lo que todos, incluyendo a su hermano,
decían de ella, no estaba segura de querer hacerlo. Me gustaba limpiar su
casa. Necesitaba ese trabajo. Pero ella empezaba a asustarme. Tendría que decirle sobre
el espejo cuando regresara. Temía eso. ―No creo que tenga muchas ganas de conocerla
―le admití a Thad―. A nadie parece gustarle mucho.
Thad soltó una carcajada. ―El eufemismo del año.
Oh, guau. Deseaba que ella se quedara en París.
―¿Oíste esos disparos anoche? ―preguntó Thad, cambiando de tema―. Ver la
cinta de la escena del crimen es una mierda extraña.
Asentí y alejé el recuerdo de la noche anterior de mi cabeza. ―Sí ―fue mi única
respuesta. Entonces centré mi atención en la ventana. No quería hablar sobre el tiroteo.
―Lo lamento. Si ella era tu amiga o algo. No quise sonar irrespetuoso.
Seguí mirando por la ventana. ―No la conocía ―le dije.
Se quedó callado entonces. Probablemente debí haber hablado y no ponerlo todo
tan incómodo, pero no estaba segura sobre qué decir.
Cuando se detuvo en la puerta de Nan y siguió la curva de su camino de entrada,
me sentí aliviada. Sentía ganas de limpiar y disfrutar de mi tiempo a solas.
―Te recogeré aquí alrededor de las tres.
―Sí, gracias. ―Por extraño que se veía ser llevada por un desconocido, era
agradable ir a trabajar más rápido.
Thad me dio una sonrisa torcida. ―No hay problema.

***

Esa noche, le conté a Mase sobre la ida de Jimmy y acerca de Thad


llevándome. No parecía muy emocionado por ello, pero no le pregunté al
respecto. Éramos amigos, nada más. En cambio, le leí dos capítulos. Justo antes de
colgar, me preguntó si ya estaba usando mi pijama.
―Sí ―le contesté, mirando hacia mis pantalones cortos y a mi camiseta de
tirantes.
Suspiró, y luego se echó a reír. ―Lo siento. No pude evitarlo. Buenas noches,
Reese.
―Buenas noches, Mase.
―Dulces sueños.
Él no tenía idea de lo dulce que iba a resultar.
Traducido por Sahara
Corregido por Sandry

Mi café se encontraba haciéndose, y no me había puesto nada aparte de los


pantalones vaqueros, cuando llamaron a la puerta molestando mi rutina de la mañana.
Molesto, pensando que era Major aquí una hora más temprano, fui y abrí la
puerta, listo para fruncir el ceño hacia él. En cambio, era Cordelia.
Ella no había llamado ni aparecido desde que la había enviado a su casa hace casi
un mes. No di ni un paso atrás y dejé que entrara, porque en el pasado, todos nuestros
negocios tenían que ver con el sexo, y no iba a hacer eso. No cuando me hallaba cada día
más involucrado con Reese.
—Estoy enamorado de ti —me espeto, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas.
Santa mierda, no necesitaba eso hoy. O cualquier día. Cordelia no debía nunca
enamorarse de mí. Habíamos tenido sexo. Eso fue todo. Nunca ninguna caricias o besos,
simplemente follar.
Maldita sea.
—Cordelia, lo siento. Pero entramos en esa relación sabiendo que era sólo una
cosa de sexo. Yo no sabía que tenías sentimientos más profundos o que estuvieras
desarrollándolos. Me he puesto un alto hace mucho tiempo.
Ella inhaló, y sus hombros se hundieron en derrota. —¿Entonces no sientes nada
de verdad? ¿En absoluto?
Mierda, sentí un puto orgasmo cuando conseguí mi liberación. Y sí, su cuerpo
había sido agradable y se sentía bien, y me gustó mucho, pero eso fue todo. Nada
emocional. Negué con la cabeza, odiando hacerle daño. —No. Fue solo sexo para mí.
Pensé que también eso era todo para ti.
—¿Hay alguien más? —preguntó—. ¿Es por eso que estás poniéndole fin?
No estaba seguro de cómo responder a eso. Reese no era su asunto, pero era la
razón de que esto terminara. —Sí, tengo sentimientos por alguien más —dije.
Se cubrió la boca en un sollozo. —¿Tienes una relación con otra persona mientras
me follabas?
Sacudiendo la cabeza, dejé escapar un gemido frustrado. Sólo quería un poco de
café. No esto. —No estoy en una relación... aun —dije—. Pero eso no importa. La quiero.
Estoy esperando por ella.
Cordelia dejó escapar una risa dura y se limpió las lágrimas que le corrían por el
rostro. —Así que una mujer que está dispuesta a darte todo no es lo suficientemente
buena. ¿Deseas una que se contenga, es eso? ¡Dios, odio a los hombres! ¡¡Todos son unos
imbéciles!! —gritó Cordelia en la última oración. Me señaló—. Te arrepentirás de esto.
Cuando me necesites, te vas a arrepentir de esto. Todo el sexo caliente que teníamos era
fantástico, y lo sabes. Querrás mi coño y mi culo de nuevo, y no te lo daré. Eso es, Mase.
Has tenido tu última oportunidad.
No tenía una respuesta para eso. La vi darse la vuelta e irse de nuevo a su
camioneta y subir dentro. Cerré la puerta y esperaba que ella cumpliera su palabra y
que esto fuera un hecho. Yo no podía hacer más esto, y mostrarme agradable con ello.
Odiaba hacerle daño, pero me presionaba.
Mi teléfono comenzó a sonar, y miré con nostalgia el café en la olla. Tenía muchas
ganas de café. Frustrado, cogí el teléfono. ¿Por qué todo el mundo no me dejaba en paz?
Maldita sea, quería una mañana tranquila.
El nombre de Harlow iluminó la pantalla.
—¿Estás bien? —pregunté, ansioso de que algo pudiera ir mal. Ella nunca
llamaba tan temprano.
—Me imaginé que estarías levantado ya. Grant me dijo algo antes de salir para el
trabajo que oyó ayer algo que creí que era una noticia interesante. Quería compartirla
contigo.
Tenía miedo de escucharla. Ella se encontraba tramando algo. Podía oírlo en su
voz. Cualquier información que tuviera, la disfrutaba demasiado. —Son las siete de la
mañana, Harlow. Me acabo de levantar, y necesito café —me quejé mientras me sirvo
una taza.
—Bebe tu café, gruñón. Te puedo decir todo la información que tengo mientras
te lo bebes.
—Sí —concordé, sólo medio escuchándola. Me hallaba más centrado en el
líquido caliente en la taza delante de mí.
—Thad, ya sabes, el amigo de Woods Kerrington, ha estado llevando en coche a
Reese al trabajo toda la semana.
¿Esa era la noticia? Rodando los ojos, caminé afuera para disfrutar de mi café. —
Ya lo sé —le informé.
—Oh. Bueno, ¿sabes que él la invitó a salir ayer para este fin de semana, y ella
dijo que sí?
Mi mano se detuvo en el aire, la taza preparada ante mis labios. ¿Qué diablos?—
¿Reese va a ir una cita con Thad? —pregunté, bajé la taza, todavía no estando seguro de
que eso era lo que acababa de oír. Reese se ponía nerviosa en compañía de hombres.
Thad era un mujeriego. Había visto el tipo en acción. Era exactamente el tipo de hombre
que sabía que a Reese no le gustaba tener cerca. ¿Cómo demonios?—. ¿Quién le contó esto
a Grant? —pregunté, esperando el chiste. Esto tenía que ser una maldita broma.
—Thad. Él se lo preguntó cuándo la llevó al trabajo ayer por la mañana, y ella
dijo que sí. Grant dijo que parecía un niño al que le dieron un nuevo juguete brillante. Él
quería que yo hablara con Reese sobre Thad. Es una especie de mujeriego, ya sabes, y
Grant no quiere que él lastime a Reese. Pero consideré que debía contártelo. Puesto que
eres su amigo, tal vez podrías llamarla y darle un aviso.
Era una mentirosa. Ella sabía que eso me iba a cabrear. Harlow me conocía
demasiado bien. De ninguna jodida manera Reese iba a salir con Thad. Si quería una
cita, entonces por Dios, tendría una cita conmigo. —Gracias. Necesito irme. Hablaré
contigo más tarde.
—Vale, bueno, vas a hablar con ella, ¿verdad?
Casi me reí de ella por su falsa preocupación. Sabía muy bien que yo no iba a
dejar que esa cita sucediera. —Voy a hablar con ella —dije, antes de colgar el teléfono.
Me tragué el café y dejé que me quemara la garganta. Tenía que hacer una
llamada para conseguir un vuelo y luego llamar a Major para que se hiciera cargo de
todo lo que estaba abandonando para asegurarme de que Thad mantuviera sus manos
de mujeriego fuera lo que era mío.
Traducido por Beluu
Corregido por Vane hearts

¿Por qué le dije que sí a Thad? Claro, me hacía reír y era agradable, pero no
quería salir con él. Tampoco estaba segura de cómo decir que no. No quería ser grosera.
Se mostró tan atento durante toda la semana y luego del primer día incómodo, caímos
en una rutina fácil.
Afortunadamente, no tenía que trabajar hoy, así que no tendría que enfrentarlo.
Pero lo vería mañana a la noche cuando se presentara a nuestra cita. Casi le dije a Mase
la noche anterior, pero algo me hizo guardármelo. Sólo porque estaba algo así como
enamorada de Mase, no significaba que los sentimientos fueran mutuos. Incluso si le
gustaba saber cuándo usaba mis pijamas, no significaba que quisiera verme en ellos.
La idea hizo que mis mejillas se sonrojaran.
Para, me reté a mí misma. Tenía que pensar sobre lo que acordé con Thad. Una
cita. Una cita de verdad. Con un tipo rico y atractivo. Oh, no. ¿Qué había hecho? No
podía hacer esto.
Jimmy estuvo planeando llevarme a una cita doble con él esta noche, hasta que
sucedió lo de los disparos. Luego se fue y ahora no iba a volver hasta el domingo. Hablé
con él dos noches atrás. Cuando me di cuenta de que no estaría en casa para nuestra cita
doble, había estado aliviada de escaparme. Luego, esto sucedió.
Mase me llamaría esta noche. ¿Debería mencionarlo? Probablemente no. Él no me
contaba cuando tenía citas. ¿Tenía citas? ¿Qué si había estado saliendo últimamente? Si
estaba teniendo citas, volvía temprano a casa, porque hablábamos por lo menos a las
diez cada noche.
Bajé la vista a mi camiseta y mis shorts y suspiré. De verdad estaban desgastados,
pero eran suaves y cómodos. Las mujeres en el mundo de Mase vestían sedas y encajes
caros. Yo no poseía nada ni remotamente sexy para dormir. Hasta Mase, no deseé nada
como eso. Él cambió un montón de cosas. Quizás era la razón por la que le dije que sí a
Thad.
Un golpe fuerte en mi puerta me sobresaltó, por lo que dejé mi teléfono en el sofá
y me paré para ver quién estaba afuera. No esperaba a nadie y de verdad esperaba que
Thad no estuviera viniendo a visitarme. No cuando planeaba hablar con Mase por
teléfono.
Miré por la mirilla y jadeé.
Como si lo hubiera soñado, él estaba ahí parado afuera de mi puerta. Su rostro
lucía determinado y su cabello estaba peinado hacia atrás, por lo que podía ver las líneas
duras de su mandíbula. Estaba aquí. La confusión fue reemplazada por preocupación
mientras destrababa el cerrojo de la puerta y la abría.
—Mase, ¿está todo bien? —pregunté.
Me observó. Comenzó a moverse hacia mí, pero luego frenó. —No. ¿Puedo
entrar? —preguntó bruscamente.
Asentí y di un paso hacia atrás para dejarlo entrar. —¿Qué está mal? —pregunté,
asustada de oír la respuesta. Estaba nerviosa.
Mase entró, su mirada lentamente bajando por mi cuerpo y luego volviendo a
subir. Muy lentamente. Cuando llegó a mi rostro, había un destello en su mirada que me
hizo estremecer.
—Eso luce incluso mejor de lo que imaginé. Y confía en mí, nena, te he imaginado
con ese conjunto un montón.
Su voz sonaba como si estuviera acariciando las palabras en lugar de decirlas. El
tono oscuro me hizo temblar de nuevo. No podía hablar. No ahora. Robó todas mis
palabras con esas miradas.
—No quiero que salgas con Thad —dijo firmemente, sacándome de mi extraño
estado abrumado. Su mandíbula estaba apretada de nuevo y ese brillo en sus ojos
volvió.
—¿Cómo te enteraste? —le pregunté. ¿Y por qué te importa?, pensé
silenciosamente.
—Le dijo a Grant —respondió. Eso era todo lo que necesitaba decir—. Te daba
tiempo. Parecías asustadiza. No quería presionarte. Pero si vas a salir con alguien, va a
ser conmigo, Reese. No con el maldito playboy de Thad.
Dijo la última parte en un gruñido que me hizo saltar.
»Él no sabe ni una cosa sobre ti. No sabrá cómo leer tus expresiones para saber
cuándo te gusta algo o no. No sabrá que tienes dos risas diferentes. Una es real y la otra
significa que estás nerviosa. No sabrá ni una mierda. Pero yo sí.
¿Mase Manning de verdad me persuadía para que saliera con él? ¿Pensaba que
tenía que darme un discurso para engancharme?
»Y va a cometer un error. Hará algo para herirte y voy a matarlo. No soy un tipo
violento, pero a la mierda, si él fuera a herirte, lo perdería, nena. Perdería mi mente. Así
que, de la manera en que lo veo, tienes que cancelar esa cita con él y hacer planes
nuevos. Conmigo.
Antes de que pudiera tratar de convencerme de nuevo, sonreí. —Está bien.
Abrió su boca, luego la cerró. Sus ojos brillaron con algo que sólo podía ser
llamado satisfacción y dio un paso hacia mí. —¿Está bien? —preguntó.
Asentí. —Sí. Está bien —repetí.
Una sonrisa tiró de la comisura de su boca hermosa. —¿Está bien, como que vas a
cancelar esa cita con Thad y hacer planes conmigo? ¿Todo el fin de semana?
Todo el fin de semana. ¿Estaba aquí por el fin de semana entero? Asentí, incapaz
de evitar sonreír más brillantemente. Iba a pasar el fin de semana entero con Mase.
Había venido a verme.
¡A mí!
Mase cerró la distancia entre nosotros y sus manos se levantaron y acunaron mi
rostro. Mi cuerpo se tensó, pero luego se relajó casi inmediatamente. Su olor llegó a mi
nariz y estaba aliviada.
—Voy a besarte ahora, Reese. Ya no puedo resistirlo —dijo, su aliento un susurro
sobre mis labios antes de que la suave redondez de su boca tocara la mía.
Fue tan dulce mientras presionaba besos suaves en cada comisura de mi boca
antes de que la punta de su lengua se deslizara por mi labio inferior, como si estuviera
pidiendo entrada. Había visto a las personas besarse. Sabía que tenías que abrir tu boca,
pero parecía tan íntimo. No estaba segura de sí estaba lista para eso. O si sería buena.
—Por favor, abre para mí —rogó contra mis labios, y me di cuenta de que
probablemente haría cualquier cosa que me pidiera.
Abrí mi boca y jadeé cuando su lengua se deslizó dentro y rozó la mía, como
desafiándola a jugar. Sabía a menta. Un gemido profundo salió de su pecho y una de sus
manos fue a mi espalda baja y me presionó más cerca de él mientras deslizaba su otra
mano en mi cabello y acunaba la parte trasera de mi cabeza. La manera en que me
sostenía era diferente. Era cuidadoso conmigo.
Su lengua seguía jugando con la mía, por lo que pasé mi lengua por la suya y
comencé a explorar el sabor a menta de su boca. Cuando mi lengua se deslizó por su
labio inferior, su mano contra mi espalda baja se volvió un puño. Con una inhalación
brusca, su cuerpo tembló.
Así que lo hice de nuevo.
Esta vez, dejó salir un sonido satisfecho, luego rompió el beso y puso su frente
contra la mía. —Sabía que serías dulce. Pero demonios, nena, sabes a mi propio cielo.
Mi pecho se hinchó y sonreí. No había hecho nada mal. Él lo disfrutó tanto como
yo. —¿Podemos hacerlo de nuevo? —le pregunté, posando mis manos en sus bíceps.
Una carcajada baja resonó en su pecho. —Sí. Podemos besarnos todo lo que
quieras.
Sus labios rozaron los míos de nuevo antes de presionarme más cerca y
explorarme. Saboreé la sensación de tocarlo de una manera tan personal. Sus manos
estaban en mi cadera y cada vez que lamía su paladar o probaba sus labios, se tensaban
ligeramente.
Mi cuerpo hormigueaba y quería acurrucarme en su regazo y hacer esto toda la
noche. Lo disfrutaba y estaba asombrada de disfrutarlo tanto. Mis pechos dolían y mi
cuerpo se presionaba instintivamente más cerca del suyo para encontrar alivio.
Al segundo en que mi pecho tocó el suyo, me alejó varios centímetros. Basta de
besos.
Mase me observaba como si no estuviera seguro de cómo manejarme. Me
mantenía a un brazo de distancia. Literalmente.
—Necesito saber qué puedo tocar y qué no —dijo, sonando sin aliento—. Sé que
hay algo que te pone cautelosa y nerviosa. Te he observado de cerca y leo bien el
lenguaje corporal. Pero estás confundiéndome, Reese.
Sin pedirme que le contara sobre mi pasado, me decía que sabía que había algo.
Algo que me perseguía. Y era cuidadoso para no asustarme. El pequeño pedazo de mi
corazón que pensaba que todavía poseía, huyó. Mase Manning lo tenía completo ahora.
—Me gustaba lo que hacíamos —le dije, esperando que todo el amor que sentía
por este hombre no se estuviera mostrando en mi cara como el brillante rayo de sol que
calentaba todas las cosas dentro de mí que se habían sentido frías por un largo rato.
Mase sonrió, luego sacudió su cabeza. —Sí, me di cuenta de que te gustaba
besarme. Pero acercarte y presionar esos‖dulces…‖—Se calló mientras su mirada viajaba
a mi pecho y dejó salir un pequeño gemido antes de alzar la vista a mi rostro—. Mis
manos van a querer explorar. He estado fantaseando sobre tu cuerpo por un rato.
Necesito saber a dónde mis manos pueden ir y a dónde no.
¿Había‖estado‖fantaseando‖sobre‖mí?‖Oh,‖mi…
¿A dónde podía ir? Mi corazón quería que fuera a todos lados, pero sabía que mi
cabeza podría no estar de acuerdo. El problema era que no estaba segura de qué me
haría explotar. Hasta entonces, lo que hacíamos no era nada como la pesadilla en la que
viví. Era maravilloso. Ayudaba a contener los recuerdos feos. Quería más de esto,
esperando que ahogaría el pasado.
—¿Qué parte de mí quieres tocar? —pregunté.
Sus ojos volvieron a mi pecho. —Me gustaría empezar ahí —dijo en un susurro
ronco.
Mis pechos comenzaron a hormiguear y a doler en los pezones, como si supieran
que iban a conseguir atención de este hombre hermoso y les gustaría. Eran tan
desvergonzados como yo. Asentí, y sus párpados descendieron mientras mantenía su
mirada cálida fija en mis pechos ahora palpitantes. Me costaba respirar, porque estaba
tan excitada por sentir las manos de Mase en mí.
Él dio un paso hacia mí y su mirada encontró la mía de nuevo. Creo que dejé de
respirar en ese momento cuando su mano se alzó y sentí la calidez de su piel mientras
acunaba su palma alrededor de mi pecho necesitado.
Inhalé bruscamente y él me estudió cuidadosamente. No se movió hasta que
comencé a respirar normalmente de nuevo. O tan normalmente como puede esperarse
cuando tu pecho está siendo acariciado por el hombre del que estás enamorada. Su
pulgar rozó mi pezón y agarré sus bíceps para no perder el equilibrio. Sus ojos ahora
estaban fijos en mi pecho. Con la yema de su dedo, rodeó y frotó mi pezón, llevándome
a hacer sonidos que nunca antes hice.
Cuando su otra mano se movió hacia mí, tuve que cerrar mis ojos y tomar una
respiración profunda por el miedo a desmayarme. Justo como había hecho con el otro
pecho, lo acunó suavemente y luego comenzó a prestar atención al pezón. De repente,
odiaba la camiseta con la que amaba dormir. Estaba en el camino. Pero la idea de Mase
quitándomela y mirando mis pechos desnudos era tan aterradora como excitante.
—¿Esto está bien? —susurró casi reverentemente.
—Sí —respondí.
—Quiero besarte de nuevo mientras te toco —dijo, estudiando mis labios—.
¿Podemos recostarnos en tu cama?
Mi cama. Eso era más. Mucho más.
Pero tenía a Mase en mi cama cada noche. Incluso si era simplemente en el
teléfono.
—Sí —le dije, antes de que pudiera asustarme y cambiar de idea.
Su mano izquierda se deslizó por mi estómago y cadera y luego tomó mi mano.
No dijo nada más mientras me guiaba hacia la puerta de mi habitación. La lámpara al
lado de la cama era la única luz en la habitación.
Su mano dejó la mía y se sentó en el borde de la cama. Observé, fascinada,
mientras se quitaba sus botas y las dejaba en el suelo, su mirada nunca alejándose de la
mía.
—Ven aquí —dijo, curvando su dedo índice.
A este punto, el hombre podría decirme que saltara de un puente y estaba
bastante segura de que le preguntaría de cuál.
Tomó mis manos y me atrajo a su regazo.
Tuve que sentarme a horcajadas sobre él con mis rodillas en la cama. Inclinó su
boca para adaptarla a la mía y luego todos los nervios se desvanecieron mientras me
besaba de nuevo. Las maravillas que podía lograr con un roce de su lengua. Envolví mis
brazos‖alrededor‖de‖su‖cuello‖y‖me‖hundí‖en‖él…‖hasta‖que‖la‖dureza‖que‖recordaba‖de
mi pasado se presionaba contra mí. Entonces me congelé.
Sin advertencia, los recuerdos volvieron, burlándose de mí. Me estremecí, salté, y
me alejé, asustada de que pudiera ver el horror en mis ojos. De que sabría exactamente
cuán sucia estaba. No quería que él estuviera sucio. ¿En qué había estado pensando? No
podía hacer esto. Mase era tan bueno, agradable y amable. No me conocía. Él pensaba
que sí. Pero no tenía idea.
—Vuelve a mí, Reese. No vayas allí —dijo, sus manos tomando las mías y
sosteniéndome—. Mírame, nena.
Traducido por Kyda
Corregido por Lu

La expresión rota y aterrada en su rostro me hizo sentir enfermo físicamente.


Nunca quería ser la razón por la cual la oscuridad se apoderara de ella.
—Por favor, Reese, mírame. A mis ojos. Concéntrate en mí. En nada más —La
animé, mientras sostuve sus manos firmemente en las mías a la vez que mantenía algo
de espacio entre nosotros. Mi reacción inicial había sido jalarla apretadamente en mis
brazos u abrazarla. Pero esos ojos me habían detenido.
Parpadeó varias veces, y su mirada se aclaró a medida que hizo lo que pedí. Se
encontraba conmigo. Los demonios que la atormentaban habían sido alejados una vez
más.
—Lo siento —susurró, su voz gruesa con emoción.
—No. Nunca lo sientas. Nada es tu culpa. Conmigo, nunca tienes que disculparte
—respondí.
Sus hombros se hundieron en derrota, y lucía como si estuviera a punto de llorar.
No la dejaría. No ahora. No después que me había dado tanto, confiado tanto.
—¿Puedo sólo abrazarte? Nada más. Sólo déjame hacerlo Se suponía que fuera
una pregunta, pero se había convertido en un ruego.
Asintió y dio un paso hacia mí. La reuní en mis brazos y los envolví a su
alrededor. Lentamente, sus brazos se deslizaron en mi cintura, y me abrazó igual de
ferozmente.
No hablamos ni nos movimos. Sólo nos quedamos de pie así, sosteniendo al otro
por varios minutos. Me aseguré de que estaba aquí y que iba a estar bien. Estaría allí a
su lado a través de todo esto. Lo que sea que fuera.
Presioné un beso en la cima de su cabeza, entonces mis mejillas contras sus
sedosos rizos. El olor a crema dulce de canela que amaba me envolvió, y cerré mis ojos,
deseando poder borrar cada cosa mala que le había sucedido.
—Lo odio. No sé quién es, pero lo detesto con cada fibra de mí ser —susurré
contra su cabello.
Se tensó en mis brazos por un momento, y luego su cuerpo se relajó a medida que
sus brazos se apretaron a mí alrededor como si estuviera buscando seguridad y
consuelo en mí. Podía darle eso. Aún si no encontraba lista para que le diera otras cosas,
podía darle paz.
—Es tarde. Necesitas ir a la cama —dije, queriendo nada más que meterme en esa
cama con ella. Aunque fuera sólo para dormir.
—¿Te... te quedarás aquí esta noche? —preguntó contra mi pecho.
—No hay ningún otro lugar en el que preferiría estar.
Se apartó de mí y la dejé ir. Caminó hacia la cama, jaló las sabanas y se metió bajo
ellas. Entonces dio golpecitos en el sitio a su lado. —Duerme aquí. A mi lado.
Su deseo era mi orden. Me acosté a su lado pero me quedé encima de las sabanas.
Completamente vestido, así que no la necesitaba de todas formas. Extendiendo mi
brazo, la vi acurrucada en su costado, observándome. —Ven acá —Le dije, e
inmediatamente se movió para meterse en el hueco entre mi brazo y hombro. Envolví
mi brazo a su alrededor y la abracé.
Mirando el techo, me pregunté cómo podía volver a casa el domingo por la
mañana. Dejarla no sería fácil. No me gustaba pensar en ella aquí sola.
La necesidad de protegerla había crecido hasta convertirse en algo feroz y
posesivo dentro de mí. Pensaba en ella todo el tiempo, y en todo lo que podía pensar era
en que la quería a salvo. La quería conmigo. No quería que nadie más la tocara o
consolara. Sólo yo.
Se suponía que arreglara sus problemas. Era el único que debería estar
abrazándola cuando llorara. Me enloquecía pensar en alguien más haciendo algo por
ella que debería hacer yo.
Esta chica me está enloqueciendo. Me sentía fuera de mi alcance. No sabía porque
tenía este impulso demente de envolverla y escaparme con ella. No podía ser sano.
Siempre había sido protector con Harlow y mi mamá. Pero aparte de ellas dos, nadie
más era así de importante para mí.
Hasta ahora. Y esto era una liga totalmente diferente.
¿Por qué ella? ¿Por qué me afecta así? Había visto cuerpos sexy antes y sonrisas
hermosas. Era más que su apariencia exterior. Las mujeres bonitas sólo me interesaban
para una cosa. Reese había alcanzado algo dentro de mí y lo había apretado
fuertemente, desde el momento en que corrí hacia la habitación y la encontré sentada en
la habitación rodeada de vidrio roto.
De hecho había estado enojado con el espejo por haberle hecho daño. ¿Quién
demonios se enoja con un objeto?
—¿Mase? —dijo su suave voz contra mi pecho.
La sangre en mis venas se calentó y aceleró por el sonido de mi nombre en sus
labios. O al menos, así se sintió. Todo mi cuerpo reaccionó a ella. —Sí —respondí,
gentilmente envolviendo un mechón sedoso de su cabello en mi dedo.
—Fue mi padrastro —declaró, en voz tan baja que casi no la escuché.
Todo en mi pecho se sintió como si estuviera retorciéndose en nudos. Dolía
respirar. Santa mierda, dolía tanto. Tuve que forzar al oxígeno a que entrara a mis
pulmones a medida que comprendía lo que acababa de admitir. Ira como ninguna que
hubiera experimentado antes chocó través de mí, y quería asesinar a otro ser humano
por primera vez en mi vida. No, quería torturarlo lentamente primero. Escucharlo gritar
de agonía. Luego quería verlo morir.
»¿Mase? —Su voz dijo mi nombre nuevamente, e inhalé agudamente, poniendo a
un lado la venganza y odio por un hombre que no conocía. Mi chica me necesitaba
ahora. No necesitaba que me volviera loco por esto. Confió en mí con ello.
—Sí, nena —contesté.
—También lo odio.
Esas cuatro palabras prácticamente me deshicieron. —Yo lo limpiaré todo. Lo
juro por Dios, lo haré, Reese. Un día, todo lo que verás o recordarás es a mí y cómo nos
sentimos juntos. Lo juro.
Volteó su cabeza y besó mi pecho, entonces se acurrucó más cerca. —Te creo.
Traducido por Geraluh.
Corregido por Lu

Me tomó unos segundos despertarme completamente y recordar que no


estoy sola en mi apartamento. No tuve que abrir los ojos para saber que me
encontraba sola en la cama. Podía sentir la ausencia de Mase. Su calor se había ido.
Pero él estaba en otra habitación. El olor a café llenó el pequeño
apartamento. Y la voz de Mase, a pesar de estar hablando en voz baja, se escuchaba
a través de la puerta cerrada.
Hice el trabajo rápido de cepillarme los dientes y el cabello antes de ir a la
sala a enfrentarlo después de anoche. El hecho de que todavía estuviera aquí me
sorprendió. Había venido a detenerme de ir a una cita con Thad. Y a cambio,
enloquecí con él mientras hacía algo tan simple como besar y tocar.
Abrí la puerta y entre a la habitación, y mis ojos fueron directamente a la
alta figura de perfección de pie junto a la ventana, de espaldas a mí. Hablaba por
teléfono. Todavía vestía los pantalones y la camiseta que tenía anoche, pero su
bolsa de lona estaba en el sofá. Había venido preparado.
—Preferiría que no viniera, Harlow. Me gusta Tripp y todo, pero no
planeaba estar aquí este fin de semana, y no vine aquí por su fiesta. Tengo otras
cosas que preferiría hacer esta noche —dijo en un tono frustrado, a pesar de que
todavía hablaba en voz baja.
Su mandíbula trabajaba mientras escuchaba lo que sea que su hermana le
decía. Parecía que ella realmente quería que fuera a su fiesta esta noche.
Comenzaba a hablar y a decirle que debería ir.
—Bien. Iré si Reese quiere ir. Pero si no quiere, estamos haciendo otra cosa.
Fin de la discusión. Ahora, te quiero, pero me tengo que ir. Estoy intentando hacer
algo de desayuno antes de que se despierte.
Cerré la boca y miré con sorpresa su espalda. ¿Me quería llevar? ¿A la fiesta
con su gente? ¿Y me hacia el desayuno? No solté que lo amaba, porque después de
escuchar su conversación, quería abrir la ventana y alertar a todos los vecinos que
estoy enamorada de este hombre.
Se dio la vuelta, y su mirada se fijó en la mía. Una lenta y sexy sonrisa tocó
sus labios, y estoy segura de que podría desmayarme justo aquí en el acto. —Me
tengo que ir. Está despierta —dijo en el teléfono, y terminó la llamada.
Me pare donde estaba, incapaz de moverme, con ese brillo en sus ojos y el
calor de su mirada arrastrándose lentamente por mi cuerpo y subiendo otra vez.
—Incluso despiertas hermosa —dijo en un tono suave.
—Gracias —Fue mi respuesta tonta. No sabía que más decir.
—¿Tienes hambre? Iba a hacer un inventario y hacernos algo para
desayunar —dijo, mientras se acercaba a la cocina—. Ya he hecho el café.
—Sí, pero puedo hacer el desayuno. Hago unos muy buenos waffles caseros.
—Lo seguí a la pequeña cocina.
Me miró por encima del hombro. —¿Waffles caseros? Vendido. Todo lo que
puedo hacer es huevos y tostadas.
—Entonces ve a sentarte allí, porque ambos no encajamos en esta cocina.
Se sirvió más café en su taza. Luego se dio la vuelta y salió del hueco que
tenía de cocina. Puede o no que haya estado mirando su trasero en esos
pantalones. Tuve que ajustar mi cabeza cuando se volvió hacia mí.
Una conocida sonrisa iluminó su cara, y dio unos pasos hacia atrás en mi
dirección y puso la taza de café en el bar. —Voy a admitir algo que creo que debes
saber. Soy un poco hombre de las cavernas. La idea de que cocines para mí me
excita. —Su voz cayó al decir la última parte, luego inclino la cabeza y dio un
cálido beso a mis labios.
Ya lista para otra ronda de besos si él lo estaba. Me acerqué de puntillas con
impaciencia. Medía un metro ochenta, pero Mase era por lo menos un metro
noventa o un metro noventa y cinco. Me hacía sentir pequeña.
Su mano se deslizo alrededor de mi espalda baja y me apretó más a él, justo
antes de abrir la boca yo ya recibía el rico sabor de su menta. Moví las manos de
sus brazos a su cuello para ayudar a levantarme incluso más en los dedos de los
pies.
Mase movió las manos sobre mi trasero y lo acuno, y por un momento, los
dos nos quedamos inmóvil. Cuando el pánico no llegó, me incline más cerca, Mase
respiró hondo y luego me empujó hacia su cuerpo mientras sujetaba mi trasero.
Justo cuando me encontraba lista para explorar sus labios un poco más,
rompió el beso y respiro profundo. —Reese, nena, tengo una cosa por tu trasero.
He tenido una cosa por tu trasero desde el primer día. Y ahora que tengo mis
manos en él, necesito un minuto para calmarme sin tu pequeña boca caliente
jodidamente excitándome —dijo con una voz ronca que me hizo temblar.
Agaché la cabeza para ocultar mi sonrisa. Le gustaba mi trasero. Era
demasiado gordo, pero le gustaba. No pude evitar una sonrisa.
—Veo esa sonrisa —dijo en broma, mientras apretaba mi trasero en sus
manos y luego gemía—.‖Joder…‖eso‖es‖bueno‖—dijo en mi oído—. O te llevo a ese
sofá y continuo agarrando el mejor culo del mundo en mis manos mientras te beso,
o te dejo ir, así puedes hacer esos waffles. Tu elección. Quiero hacer lo que te haga
sentir cómoda.
Este hombre y sus palabras me hacían sentir como pegajosa por dentro.
Toda pegajosa y sentimental. ¿De todos modos, quien necesita el desayuno? —El
sofá —susurré, y dejé escapar un gruñido de satisfacción mientras me recogía del
suelo. Enrollé mis piernas alrededor de su cintura, y mantuvo sus manos en mi
trasero. En tres zancadas, nos hundíamos en el sofá. Sentí la rigidez bajo mi trasero
y se quedó quieto. No entraría en pánico. Este era Mase. Este era Mase.
Mantuve los ojos fijos en su hermoso rostro y observe con fascinación
mientras sus ojos parpadearon con algo tan sexy y necesitados lo que hizo que mi
centro doliera.
—Puedes sacar las piernas y sostenerte a ti misma en mi regazo, si sientes
que lo que me haces te pone nerviosa —su voz era firme, como si le estuviera
haciendo daño de alguna manera.
Me moví para que así mis piernas se doblaran a cada lado de él y yo
estuviese a horcajadas. Al igual que la noche anterior. Si me hundiera hacia abajo,
sentiría su erección contra mí. Pero había un cosquilleo doloroso allí que no había
estado antes. La idea de poner alguna presión allí me excitaba.
Las manos de Mase se flexionaban en mi trasero, y respiraba pesadamente
por la nariz mientras mantuvimos las miradas firmemente en la del otro. Poco a
poco, me deje hundir sobre su regazo. La dura cresta de su pene encajó a lo largo
de la hendidura entre mis piernas, y jadeé ruidosamente cuando una chispa que se
sintió tan bien que era casi dolorosa se disparó por mi cuerpo por el contacto entre
mis piernas.
Mase tragó con tanta fuerza que lo escuché. Su respiración era más pesada
ahora, y sus manos habían endurecido su control sobre mi trasero. —¿Estás bien?
—preguntó con una voz que sonaba como si tuviera dolor.
—¿Te estoy haciendo daño? —pregunté, horrorizada. Ni siquiera había
pensado en cómo podría sentirse. Empecé a levantarme, y sus manos de inmediato
se trasladaron a mis muslos mientras me sostenía.
—No. No. No‖lo‖hagas.‖Esto‖es…‖joder,‖nena. No tengo palabras para lo que
es esto —dijo, luego dejó escapar una risa fuerte mientras colocaba la cabeza contra
el sofá y se quedó mirando el techo—. Necesito otro minuto.
Sus manos apretaron mis muslos mientras se quedaba ahí sentado. Admiré
el espesor de su garganta. Incluso parecía musculoso. ¿Los cuellos tenían
músculos?
Sintiéndome valiente, me incliné hacia adelante y presioné un beso en su
cuello. Sus manos se flexionaron en mis muslos, pero ese fue el único movimiento
que hizo. Así que lo besé de nuevo e inhalé su aroma. Me recordaba al cuero y el
aire libre. A mi cuerpo debieron gustarle ambos olores, porque tuve que
presionarme para conseguir algo de alivio en el dolor pulsante entre mis piernas.
—Nena —dijo en voz baja.
—¿Si? —pregunté, tomando una pequeña probadita de su piel con la punta
de la lengua.
—Joder —gimió, y luego me empezó a alejar. Sus manos en mi pecho, me
puso en el sofá mientras se levantaba y se alejaba tan rápido como podía.
Había estado tan perdida en él que no me había dado cuenta de lo que
pasaba hasta que lo vi detenerse y poner las manos en sus rodillas. Lo vi tomar
varias respiraciones profundas antes de levantarse. Tenía miedo de preguntarle.
Esperé a que dijera algo primero.
Pareció una eternidad hasta que finalmente se dio la vuelta y me miró. Puse
las rodillas frente a mí y enrollé mis brazos alrededor. Algo estaba mal. Esperé que
me dijera que era eso, exactamente.
—Lo‖siento.‖Yo…‖tú…‖—se detuvo y se rio de sí mismo, luego negó con la
cabeza en frustración—. Te quiero desnuda, Reese. Quiero mis manos y mi boca en
todo tu dulce pequeño cuerpo. Quiero doblarte y besarte la peca que se está justo
debajo de tu nalga izquierda, la que vi la primera vez que te conocí. Fui recibido
con tu perfecto trasero inclinado en exhibición, y he soñado con ese trasero desde
entonces. Pero más que eso, quiero que te sientas segura conmigo. Quiero tomarlo
con calma y lento contigo, por lo que nunca quiero ver esa mirada embrujada en
tus ojos o el terror en tu expresión otra vez. Así que podemos tener más momentos
cuando presiones eso —cerró los ojos y respiró con fuerza por la nariz—, cuando te
presionas contra mí y me tocas de una manera que me vuelves tan loco que temo
que voy a romperte y tocarte donde aún no estás lista.
Al escucharlo decirme que me quería besar y tocar desnuda aceleró mi ritmo
cardiaco. Se produjo una mezcla de miedo y emoción. La sensación entre mis
piernas todavía se encontraba allí. Tenía un dolor necesitado que me recordó un
tiempo en el que era mucho más joven y un chico con el que tuve un flechazo en la
escuela me arrincono y me tocó, llamándome hermosa.
Después me había ignorado y dejó a su novia llamarme por horribles
nombres al día siguiente, ese dolor nunca había regresado. Luego otras cosas
pasaron que hicieron que cualquier emoción en esa parte de mi cuerpo muriera.
Solo recordar el pasado apagó las sensaciones dejadas por estar en los brazos de
Mase.
Me sentí aliviada de que ese dolor se había ido y triste de que esta sesión de
besos con Mase había terminado cuando me puse de pie. —Entonces creo que es
hora del desayuno —dije, forzando una sonrisa.
Mase me estudiaba cuidadosamente, y no quería que pensara por un
momento que me encontraba molesta con él. Hacia esto por mí. Se preocupaba lo
suficiente como para poner sus necesidades a un lado y ser amable conmigo. Me
hizo amarlo aún más.
—¿Entiendes? —preguntó, su voz llena de preocupación.
Una verdadera sonrisa se formó en mis labios mientras lo miraba. —
Entiendo. Gracias. Cosas como esta solo me hacen confiar más en ti.
Traducido por Ivana
Corregido por Jadasa

Esta no era la manera en la que quería pasar mi última noche con Reese. No
sabía con certeza si conseguiría otro fin de semana para venir a quedarme con ella.
Me pase casi toda la mañana mirando al techo mientras la sostenía, pensando en
maneras de convencerla de ir a Texas. Me hallaba listo para llevarla a mi casa. Así
de involucrado estaba, y ni siquiera todavía teníamos sexo.
Afortunadamente, la prometida de Tripp Newark Montgomery, Bethy, no
era una de las estiradas mujeres de Rosemary Beach que hacían todo de etiqueta.
Por años, trabajó en el Club Kerrington con su tía. Esta fiesta fue planificada bajo
su supervisión, de manera que todos nos encontrábamos vestidos como para una
fiesta en la playa.
Eché un vistazo a Reese, que se aferraba a mi brazo con fuerza. Bajo su
vestido de verano, usaba un bikini y podía ver las tiras asomándose. Los trajes de
baño eran el atuendo sugerido. Tras la ceremonia de inauguración del nuevo hotel
de cinco estrellas de Tripp; todo el mundo se dirigía a la piscina del Club
Kerrington que, con cascadas y palmeras, era más como una isla tropical.
—Parece que también a ti, mi esposa puede persuadirte de cumplir sus
órdenes —dijo Grant Carter con una sonrisa, mientras se acercaba a nosotros—.
Hola, Reese. Me alegra ver que mi cuñado tiene buen gusto.
—Hola, señor Carter —dijo, su voz revelando lo nerviosa que se sentía.
Grant frunció el ceño. —Estás saliendo con Mase y compartes galletas con
mi esposa. Puedes llamarme Grant. Por favor. —Volvió su atención hacia mí—. ¿Te
quedas en la ciudad mucho tiempo?
Reese se tensó junto a mí, pero solo por un segundo. Si no estuviera tan en
sintonía con todos sus movimientos, se me habría escapado ese detalle. —Tengo
que irme mañana. Dejé las cosas un desastre —admití.
Grant se rio entre dientes, y sus ojos se movieron hacia mi izquierda. —Sí,
escuché que te abalanzaste y robaste la cita de Thad para la noche. En este
momento está bebiendo mucho y tiene una mujer en cada brazo. Así que, se está
recuperando.
Ni siquiera me molesté en mirar. No dudé de Grant ni por un segundo. —
¿Dónde está Harlow? —pregunté, cambiando de tema.
—Está alimentando a Lila Kate. Me ofrecí a hacerlo, pero dijo que era yo
quien tenía que estar aquí mostrando mi cara, no ella.
—Tengo que decirlo, me gusta el ambiente relajado. No estoy seguro de que
Harlow podría haber conseguido que venga si esto fuera formal.
Grant se rió como si no me creyera.
Un camarero apareció con una bandeja de copas de champagne. Agarré dos
y le entregué una a Reese. —¿Tienes sed?
Sonrió y miró el vaso, luego a mí. —¿Qué es?
—Champagne —respondí, incapaz de apartar los ojos de su rostro. Cada
expresión que hacía era algo que quería grabar en mi memoria.
—Nunca he bebido champagne —dijo en voz baja.
—Creo que te gustará. Solo toma un pequeño sorbo.
Llevó la copa hasta sus labios, y sus ojos permanecieron fijos sobre mí
mientras saboreaba la bebida rosada. Sus ojos se iluminaron con placer y
excitación. Le gustó. Y observar su experiencia fue jodidamente increíble. Era solo
una bebida, pero lo convertía en toda una aventura. —Es muy bueno. Me hace
cosquillas en la nariz.
Había varios lugares en los que quería hacerle cosquillas. Pero mantuve ese
pensamiento para mí mismo. Mirando por encima, me di cuenta que me olvidé de
Grant; pero de todos modos, ya se había ido.
—Hola, soy Della. Debes de ser Reese.
Me di la vuelta para ver a Della Kerrington, la esposa de Woods, sonriendo
a Reese. Della era una buena persona. Me sentía a salvo con ella acercándose a
Reese. Tampoco provenía de este mundo, aunque ahora era la esposa del dueño
del Club Kerrington.
—Sí, lo soy. Es un placer conocerte —dijo Reese, esta vez menos nerviosa.
Parecía ser que solo los hombres la hacían retraerse.
—También es un placer conocerte. He oído tantas cosas buenas sobre ti por
Harlow.
Los ojos de Reese se abrieron ampliamente, y me miró rápidamente antes de
devolverle la sonrisa a Della. —Oh. Bueno, me gusta trabajar para la señora Carter.
Son una muy agradable familia.
Harlow odiaría que Reese todavía sintiera que tenía que llamarla señora
Carter. Sin embargo, no la corregí; a pesar de que podía ver el destello de
confusión en los ojos de Della. No esperaba que Reese fuera tan formal sobre su
relación con mi hermana.
—Sí, lo son —dijo Della, sonriendo—. Tengo ganas de verte más en el
futuro. —Me dio una mirada de complicidad—. Disfruten. Tengo que ir a rescatar
a mi marido del señor Hobes. Si me disculpan. —Se apresuró hacia Woods, que
escuchaba a un hombre más viejo y viéndose como si prefiriera estar en cualquier
otro lugar.
—Es hermosa —dijo Reese, mientras observaba a Della alejarse.
—No me di cuenta —contesté, y luego la estiré más cerca. Thad se dirigía
hacia nuestra dirección con sus dos citas, una de cada lado. No sabía con seguridad
cuál era su plan, pero no le permitiría decir o hacer algo que avergonzara a Reese.
También necesitaba entender: ella era mía.
El cabello de Thad se encontraba metido detrás de las orejas, y sus ojos no se
hallaban vidriosos o inyectados en sangre por el exceso de bebida. Las chicas a su
lado ya estaban en sus bikinis. A diferencia de todos los demás, renunciaron a los
pareos o vestidos.
Al segundo en que lo vio, la mano de Reese se tensó sobre mi brazo. La
acerqué y le dirigí una mirada de advertencia a Thad. Él solo me sonrió como si
estuviera exagerando.
—Reese, Mase, espero que estén disfrutando —dijo Thad, mientras aparecía
su estúpida sonrisa con hoyuelos. Esperaba que a Reese no le gustaran los
hoyuelos.
—Sí, gracias. Es un hermoso sitio para un hotel —dijo Reese sinceramente.
—No planeaba venir, pero ya que fracasaron mis planes para la noche,
pensé en traer un par de citas para entretenerme —dijo, con un guiño, luego le hizo
algo a la chica de la derecha para hacerla chillar y reír.
—Puedo ver que estás hecho pedazos por esos planes fallidos. Si nos
disculpas, quiero que Reese conozca a Blaire y Rush —dije, poniendo una mano
posesiva en su espalda baja. No esperé a que dijera algo más. Hacia unos minutos,
vi llegar a Rush y Blaire, y sabía que Blaire sería una persona de confianza para
hablar; además, era parte de mi familia, por así decirlo. Con Rush teníamos padres
en la banda de rock Slacker Demon. Aunque Rush creció más en esa vida que yo,
comprendíamos lo que era tener padres que el resto del mundo idolatraba.
Rush tampoco miraría a Reese como si quisiera una probada. Porque si tenía
que ver otro segundo a Thad deseando a Reese, iba a estrangularlo.
Traducido por Annie D
Corregido por Sandry

Cuando Mase me presentó a Rush Finlay, todo tuvo sentido. Manning y


Finlay. Rush era el hijo de Dean Finlay. Así era como Mase lo conocía. Por sus
padres. Guau.
Mientras que Mase no lucia como el hijo de un Dios del rock, Rush
definitivamente sí. Desde su lengua perforada, la cual mostraba cuando hablaba, a
los tatuajes en sus brazos y cuello, al pavoneo que poseía, Rush Finlay gritaba a
Slacker Demon descendencia.
Su esposa, Blaire, era el tipo de belleza que te dejaba sin habla por un
momento porque no tenías la seguridad si era real. El rubio-blanco de su cabello la
hacía ver casi angelical. Tenía una amabilidad en su sonrisa que la hacía aún más
celestial, pero entonces abría la boca, y un acento aún más sureño que el de Harlow
salía. No podía evitar sonreír. Pero no era una modelo o estrella de cine, ya que ese
era el tipo de mujer que esperaba ver envuelta posesivamente en el brazo de Rush
Finlay. Pero de nuevo, ella era lo suficientemente hermosa para ser ambas, así que
no lo cuestioné. Ella encajaba con él. Más de lo que creía que alguien más podría.
Hablé con Blaire sobre Harlow y de Lila Kate. Me preguntó acerca de
Jimmy, ya que él me dio su número después de que su chica de la limpieza se
retirara, pero nunca mencionó que yo limpiara su casa. De una forma, me sentía
contenta, porque eso solo me recordaría lo mucho que no encajaba aquí. Pero
entonces, también me hizo preguntarme si contrató a alguien más. En verdad me
caería bien el trabajo.
Una de las cosas que se convertía más difícil de ignorar eran las mujeres que
coqueteaban con Mase. Él no las notaba, pero incluso las meseras les daban
miradas destinadas a hacerle saber que se encontraban disponibles.
Si‖conseguir‖mujeres‖era‖tan‖f{cil‖para‖Mase…‖¿por‖qué‖estaba‖conmigo?
***

Dos horas más tarde, la innovadora ceremonia estuvo completa, y la fiesta


se trasladó al Club Kerrington. Y desafortunadamente, ahora las mujeres
caminaban con sus bikinis, y coqueteaban más con Mase. Algunas abiertamente se
acercaban a él y le preguntaban si querían nadar o bailar. Casualmente él
rechazaba las ofertas, pero era como si yo no estuviera de pie allí. No me había
quitado el vestido de verano todavía, porque no me sentía cómoda usando un traje
de baño delante de todas esas personas. Pero empecé a pensar que tal vez
necesitaba hacerlo si quería mantener la atención de Mase.
Vi a Blaire al otro lado de la piscina, todavía usaba la blusa y falda corta que
tenía antes. No se pavoneaba alrededor en su traje de baño. Tampoco parecía
molesta por las mujeres que miraban a su esposo con miradas codiciosas.
Pero ella estaba casada con Rush.
Esta era mi primera cita con Mase.
—¿Quieres una bebida? —me preguntó Mase. Su mano se deslizó a mi
cintura mientras se doblaba y me susurraba en el oído.
—Sí, por favor —dije, necesitando algo para distraerme.
—Quédate aquí. Iré al bar. ¿Más champan? ¿O algo más?
No quería quedarme aquí. ¿No podíamos esperar a que un mesonero pasara
con una de esas bandejas? Pero entonces dudé que él quisiera las bebidas frutales
que servían. —Champan está bien —respondí.
Me apretó el costado. —Ahora vuelvo.
Justo como temí, las mujeres aprovecharon la oportunidad y se acercaron a
él mientras se alejaba de mí. Él fue educado y no pareció interesado, pero aún era
difícil de observar. Porque esas chicas no estarían nerviosas cuando él las tocara.
Ellas tendrían sexo con él detrás de una palmera aquí si él quisiera. Con eso era con
lo que tenía que competir.
Además, tenía una oscuridad retorcida en mi pasado que nunca sería capaz
de decirle completamente a Mase. Ellas no tenían ese tipo de problema. Eran libres
para disfrutar de sus cuerpos y hacer felices a los hombres. Me sentía enferma.
Una rubia envolvió los brazos alrededor de Mase y le besó en la mejilla. Él
gentilmente la apartó, pero continuó hablando con ella mientras buscaba nuestras
bebidas. No podía ver esto. Puse mi atención en otra parte. Harlow y Grant se
fueron con Lila Kate; no se quedaron mucho en la fiesta. No conocía a nadie más.
Mase me presentó a varias personas, pero realmente no los conocía.
No miraría a Mase de nuevo. También consideraba quitarme mi vestido de
verano. Pero estas mujeres tenían cuerpos mucho mejores que el mío. Eran
delgadas, sin relleno añadido en sus traseros. Y sus senos eran bonitos y redondos
y perfectamente posicionados en sus pechos. No muy grandes o muy pequeños.
Quitarme el vestido podría ser una mala idea después de todo. Al menos,
Mase no sería capaz de ver exactamente cuan imperfecto era mi cuerpo. Dios,
odiaba esta sensación. Nunca me comparaba con otras mujeres. Al menos, en el
pasado. Aquí me encontraba ahora, haciéndolo.
Mi mirada regresó hacia Mase. Sostenía ahora dos bebidas y se dirigía a mí.
La rubia se fue. Él parecía molesto. Esperaba que no fuera porque se encontraba
aquí conmigo ya que podría estar teniendo sexo ahora mismo con un número de
dispuestas y hermosas mujeres.
Podía perderlo.
Tan, tan fácilmente.
Apenas comenzaba a tenerlo.
Cuando finalmente llegó hasta mí, me entregó el champán. —Una vez que
lo termines, ¿estas lista para irte? Yo estoy listo para tenerte a solas. He cumplido
mi deber y mostré mi cara aquí.
Tuve la urgencia de beber de golpe la copa y tragar la rosada bebida
burbujeante. Me encontraba lista para irme también; antes de que Mase recibiera
una oferta que no pudiera rechazar. Me sentía agradecida por su rancho en las
afueras de Texas. No imaginé que hubiera hermosas y delgadas modelos herederas
lanzándoseles encima allí.
—Sí. Me gustaría irme cuando estés listo —admití.
Mase me estudió la cara un momento y luego tomó el champán de mi mano.
—Te voy a comprar una botella en la tienda si quieres más. Nos vamos —dijo,
poniendo la copa en la mesa más cercana a nosotros y dejando su pequeña copa de
líquido ambarino sin tocar allí, también.
Su mano se posó en mi espalda baja, y me condujo a través de la multitud
mientras nos llevaba a donde el aparcacoches esperaba.
Una vez que estuvimos en la camioneta, Mase se acercó y me tomó la mano,
entrelazando sus dedos con los míos. —Gracias por venir conmigo esta noche. Solo
vine porque Harlow pensó que debería mostrar mi cara ya que me encontraba en
la ciudad. Ella es amiga de Bethy y Tripp. Me alegré el tenerte conmigo. Hizo la
noche soportable.
Ese hombre y sus palabras. Casi me hizo olvidar lo difícil que era ver a las
mujeres coquetear con él con cada aliento que daba. Aunque, él no les coqueteaba.
Pero no veía a Mase como alguien que coqueteaba. No era su estilo. No quería
decir que no disfrutara de su atención. ¿Cómo no podría? Eran hermosas y
dispuestas.
—Me gustó conocer a tus amigos —le dije.
Me apretó la mano. —A ellos les gustó conocerte.
Quería preguntarle cómo conocía a la rubia que lo abrazó y besó. Pero no lo
hice. Mantuve la boca cerrada.
—¿Quieres que me detenga y consiga más champán? —preguntó, con un
rastro de humor en su voz.
Negué con la cabeza y reí.
—Me gusta oírte reír. No lo has hecho mucho esta noche —dijo, mientras su
pulgar comenzó a acariciar me la mano—. Te reíste más hoy cuando éramos sólo
nosotros.
—Me encontraba muy ocupada asimilando todo.
—Gracias por no quitarte ese pequeño vestido.
¿Por qué dijo eso? ¿Se preocupó por cómo me vería sin él?
—Si te lo hubieras quitado, me temo que nos hubiéramos ido incluso antes,
porque hubiera sido desechado. No me gusta la idea de otro hombre mirando lo
que es mío.
Guau. Vale.‖¿Yo‖era‖suya?‖Oh…‖Vaya.
—Me quedé pensando en cómo reaccionaría si querías nadar. Trataba de
idear excusas para mantener ese dulce culo cubierto.
El dolor entre mis piernas comenzó de nuevo. Al oírlo llamar mi trasero un
dulce culo, al parecer, me excitaba. Me gustaba cómo se sentía cuando me tocaba el
trasero. Me retorcí en el asiento, y su mano se apretujó alrededor de la mía.
No dijimos nada más. En el momento en que estacionó la camioneta en mi
apartamento, el aire se sentía caliente, y respiraba con dificultad. Echando un
vistazo a Mase, vi su mandíbula apretada con fuerza. Su mano todavía sostenía la
mía con firmeza.
Cuando apagó el motor y finalmente me soltó la mano, abrió de golpe la
puerta y se fue tan rápido que habrías pensado que se encontraba en llamas. Lo
observé mientras tomaba largas zancadas hacia mi lado de la camioneta y abrió la
puerta. Empecé a salir, pero luego me hizo retroceder, encerrándome.
Sus fosas nasales se ensancharon mientras se acercaba a mí, y sus ojos
reflejaban una mirada de necesidad que comprendía. Todo mi cuerpo se sentía
febril, pero sus manos solamente me tocaban las caderas. Su cabeza bajó a mi oído,
y recorrió con su nariz de arriba abajo mi cuello. —Dios, hueles tan bien. Podría
olerte por la jodida eternidad y ser feliz.
Le agarré los hombros y me sostuve. Las palabras como esas saliendo de
Mase Manning se me subían a la cabeza.
—Cuando entremos, quiero quitarte este vestido. Déjame verte en ese traje
de baño.‖Por‖favor.‖No‖voy‖a‖pedir‖nada‖m{s.‖Deja‖que‖te‖mire‖y‖te‖toque…‖Solo‖un‖
poco.
Mi cuerpo se sentía tan febril que me hallaba lista para arrancarme toda la
ropa ahora mismo por él, pero sabía que el momento en que lo hiciera, entraría en
pánico. La realidad se afianzaría. Me las arreglé para asentir y dejé que me sacara
de la camioneta. Presionó un duro beso caliente en mis labios, más agresivo que los
anteriores. Me aferré mientras tomaba ese beso. No era uno de los sencillos y
dulces, pero era emocionante.
Cuando apartó la boca de la mía, murmuró una maldición, luego me llevó a
la puerta del apartamento, y la abrió antes de meterme rápidamente.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, sus manos agarraban el borde de
mi vestido. —Solo voy a quitarte esto. Eso es todo. Necesito verte —me susurró en
el oído, pero no se movió hasta que asentí.
Cuando le di el visto bueno, levantó el vestido lentamente. Una vez que no
cubría mi trasero, gimió. Alcé los brazos, y lo levantó y me lo quitó. No me moví.
Sabía lo que miraba, y cerré los ojos con fuerza. No había mirado mi trasero en el
espejo en mucho tiempo. Hubo una buena probabilidad de que estuviera en mala
forma. Realmente esperaba que no lo estuviera. Aun caminaba mucho. Aseguraba
que por caminar toda mi vida era una de las razones por la que mi trasero no fuera
masivo.
Su dedo rozó la parte inferior de mi nalga izquierda, y me quedé sin aliento,
pero no me moví. Él me tocaba. Apenas.
—Hay una peca aquí. Me encanta esta peca. La mejor maldita peca en el
mundo —dijo con una voz gruesa, profunda.
Entonces oí que se movía, y miré hacia atrás para verlo arrodillándose.
Empecé a girar, y sus manos me agarraron la cintura y me mantuvo quieta.
—Por favor, Reese. No lo hagas. Aun no —rogó. Así que me quedé quieta.
Su cálido aliento se cernía sobre mi piel, y temblé. Saber que su rostro se
hallaba tan cerca de cualquier parte de mí era emocionante, pero esto era casi
demasiado. Entonces sus labios rozaron el mismo lugar que tocó, y lancé un grito
ahogado por la conmoción y placer.
—Sólo tenía que besarla —dijo, presionando sus labios contra ese lugar de
nuevo. Entonces sus manos se deslizaron a lo largo de mi trasero, y apretó
suavemente—. Juro, Reese, que este culo es la perfección —dijo en un tono
reverente—. Estoy tan jodidamente contento de que no usaste este traje de baño
delante de otros hombres esta noche. Este es mi culo. No quiero que nadie más vea
esta pequeña pieza jugosa de los cielos.
Cerré los ojos con fuerza. ¿Realmente lo dejé arrodillarse detrás de mí y que
jugara con mi trasero? Me latía el corazón, y la fiebre de mi cuerpo aumentó a su
punto más alto.
Mase movió una parte del traje de baño que me cubría el trasero otra vez
hasta que más de mi nalga estaba desnudada y presionó otro beso para mí. Oh,
Dios, me besaba el trasero.
—Incluso hueles bien aquí. Puedo oler cómo esto te excita. Se mezcla bien
con esa dulce crema con aroma de canela que se aferra a ti.
Realmente necesitaba algo para sostenerme antes de que me derritiera en un
charco. Mis rodillas se doblaron un poco, y las manos de Mase apretaron mi
cintura, mientras se levantaba detrás de mí. No cubrió mi nalga descubierta, y
deslizó su cuerpo contra el mío.
Me besó en el hombro, luego me apartó el cabello del cuello y pasó la nariz
sobre la curva de mi oreja. —No quiero hacer nada para lo que no estés lista. Pero
quiero tocarte. Eso es todo. Nada más. ¿Estas lista para eso? Si no, está bien. Puedo
solo mirar. —Sonaba como si la última parte fuera arrancada de él de mala gana.
Todas esas mujeres hermosas arrojándose a él, y me deseaba a mí. Me eligió
a mí. Podía dejar que me tocara algo. No tenía pánico todavía, y en este momento,
lo único que podía pensar era en Mase y en cómo se sentía. Cómo me hacía sentir.
—Sí —dije, sonando como si estuviera completamente sin aliento.
Pasó un dedo por mi cuello y envolvió un mechón de cabello alrededor de
él. —Gracias. Por confiar en mí. No tienes que hacerlo, y saber que te gusta mi
contacto es la jodida cosa más hermosa que nadie jamás me ha dado.
No comenzó a agarrarme el cuerpo. En su lugar, nos quedamos allí,
mientras jugaba con mi cabello y siguió pasando la nariz y los labios sobre mi
cuello y oreja. Poco a poco me recosté en él mientras mi cuerpo se relajaba bajo su
suave caricia.
—Tu cabello es como jugar con seda —susurró—. Y tu piel. —Pasó una
mano por mi brazo desnudo y deslizó esa misma mano sobre la nalga que dejó al
descubierto—. He decidido que estoy obsesionado con la seda —agregó.
Empecé a retorcerme cuando su mano subió por mi cuerpo, dando vueltas
alrededor de la parte delantera y deteniéndose en mi estómago. —Date la vuelta, y
deja que te vea —dijo, dando un paso atrás de mí.
Respiraba pesadamente, y sabía que podía verlo. Pero estar frente a él lo
hacía más real. Me gustaría ser capaz de verlo mientras me miraba.
Su mirada recorrió mi cuerpo poco a poco, de arriba a abajo. Tenía una
mirada de adoración en su rostro que me hizo sentir querida. Importante.
Protegida.
Esas eran tres cosas que nunca había sentido.
No lloraría.
Se acercó y puso los dedos en mi estómago, trazando mi ombligo. Entonces
las dos manos se encontraban sobre mí, mientras las movía lentamente hasta que
rozó la parta baja de mis pechos. Con un dedo, trazó mi escote y se sumergió en la
grieta entre mis pechos. —Quiero a estos desnudos y en mis manos —dijo,
mientras subía la mirada para encontrarse con la mía en una petición silenciosa.
Inhalé bruscamente pero no de miedo. Yo también quería eso. Las áreas
alrededor de mis pezones dolían, dolían tanto. —Está bien —dije, sabiendo que no
haría nada hasta que dijera que podía hacerlo.
Él deslizó sus brazos alrededor de mí y desató la parte de arriba y posterior
de mí traje. Se cayó y se deslizó al suelo, y mis senos rebotaron libres.
—Joder, son increíbles —dijo exhalando, mientras sus manos los acunaron y
su pulgar jugó con mis pezones—. ¿Los puedo probar? —Sonaba como si estuviera
rogando de nuevo.
—Sí —dije con voz entrecortada, extendiendo la mano para agarrar sus
brazos en caso de que mis rodillas cedieran completamente.
Mase gruñó y bajó la cabeza. Entonces su lengua me acarició el seno
derecho. Hizo un sonido de placer en el pecho antes de que metiera todo un pezón
en su boca y lo chupara.
Mis piernas se debilitaron, y grité mientras el placer se disparó a través de
mi cuerpo.
Mase me levantó antes de que me derrumbara en el suelo y me llevó hasta el
sofá, hundiéndose conmigo firmemente en su regazo. Me besó los labios mientras
yo jadeaba, todavía aturdida por su boca sobre mi pecho.
Una de sus manos todavía me acariciaba los pechos, y quería su boca allí de
nuevo. —¿Puedo probarlos de nuevo?
Asentí, con ganas de empujar su cabeza hasta mis pechos y nunca dejarle
soltarlos.
La cálida boca de Mase metió el otro pezón en su boca, y grité de nuevo
mientras colocaba las manos en puños en su cabello. Me preocupaba hacerle daño,
pero tenía que aferrarme a algo. Sus manos me sostenían los pechos mientras los
besaba e incluso mordisqueaba. Gemí y grité su nombre mientras le sostenía la
cabeza contra mí. Quería que esto durara para siempre.
El dolor entre mis piernas era tan intenso ahora que tenía que retorcerme y
apretar las piernas. Algo para hacer que se detuviera. Necesitaba que se detuviera.
—Abre las piernas. Haré que se sienta mejor —dijo Mase en un tono
exigente que me sobresaltó.
No estaba segura de qué hacer. Si abría las piernas, sabía que iba a tocarme
allí. Mi cuerpo decía que sí, que lo necesitaba, pero mi cerebro me decía que
dolería. Me encontraba sucia allí.
—Por favor, nena. Déjame ocuparme de ese coño. Está tan húmedo que
puedo olerte, Reese. Me está volviendo loco. Incluso lo besaré si me lo permites.
Cualquier cosa, nena. Haré cualquier cosa por ti. Cualquier maldita cosa. —Su voz
sonaba desesperada.
Lo amaba.
No quería perderlo con alguna mujer que no necesita que le rogara.
Quería hacerlo feliz.
Empujé el miedo y abrí las piernas lo suficiente para que su mano se
deslizara entre ellas. Suavemente me abrió más las piernas, y contuve la
respiración mientras su mano se deslizaba por mi muslo.
Luché contra el pánico. Traté de contenerlo. Este era Mase. Él era bueno
para mí. Lo amaba.
Luego deslizó un dedo dentro de mi bikini, y el dolor se desvaneció cuando
los recuerdos se estrellaron sobre mí. Iba a vomitar.
No podía hacer esto. Oh, Dios, no podía hacer esto.
Le empujé la mano, me levanté y corrí al baño. No podía vomitar.
Abrí el grifo, me eché agua fría en la cara varias veces y me dije una y otra
vez que me encontraba bien.
Traducido por Kyda
Corregido por Annie D

Nunca odié tanto a alguien como me odiaba en ese momento. El único


hombre al cual odiaba más era su maldito padrastro. Con miedo de tocarla, me
paré a su lado mientras se echaba agua fría en su rostro y cantaba en voz baja—:
Estás bien. Todo está bien. Estás bien. Todo está bien.
Con‖cada‖“bien”,‖mi‖pecho‖se‖sentía‖como‖si‖estuviera‖siendo‖desgarrado.
Mi cabeza me dijo que me detuviera. Presioné demasiado. Pero no podía
dejar de tocarla. Se sentía tan jodidamente bien. Ver su rostro mientras le daba
placer era como crack. Quería más y más de eso.
Sin embargo, la asusté al final. Pedí demasiado.
Pero no iba a perderla. Haría lo que sea que quisiera que hiciera. Sólo no
quería perderla.
Después de lo que pareció una eternidad, cerró el agua y extendió la mano
para agarrar una toalla para secar su rostro. Respiró profundamente varias veces
antes de dejar caer la toalla y voltearse para enfrentarme.
Empecé a disculparme cuando su boca formó un puchero y después rompió
a llorar. ¡Mierda!
Sin esperarla, la halé a mis brazos. No sabía qué decir. No sabía si lloraba
por mi culpa y lo que hice, o si lloraba por su propia reacción.
—Está bien, cariño. Te tengo. Está bien —dije, tratando de calmarla. Odiaba
los sollozos que causaban que su cuerpo temblara en mis brazos.
—Lo siento ta-a-anto. —Lloró ruidosamente.
Que se joda eso. La recogí, la cargué hasta la cama, y me senté con ella aún
en mis brazos. Me apoyé contra la cabecera y la sostuve como a un bebé,
acurrucándola en mi pecho.—Te dije que no te disculparas conmigo. Jamás. Soy el
que lo lamenta, Reese.
Agarró mi camiseta en su puño y lloró más duro.
—Estoy ro-o-o-ta —sollozó—. No ti-i-i-ienes que conforma-a-arte con ro-o-
o-ota. —Dejó salir un chillido ruidoso como si estuviera de luto por una muerte.
Dios, lo juro, si alguna vez encontraba al hombre que le hizo esto, pagaría.
Metí su cabeza bajo mi barbilla y apreté mi agarre en ella. —Eres perfecta.
Tan perfecta que me quitas el aliento. Estoy completamente obsesionado contigo.
Eres todo lo que veo ya, Reese. Nada de ti está roto. Por favor, no dejes que te
vuelva a escuchar decir eso. Quiero que te veas como yo lo hago. Esta belleza
asombrosa que me tiene completamente fascinado. Ella es una luchadora. Es
fuerte. Es divertida, amable y honesta. No juzga a los demás. Acepta a las personas
por quienes son. No espera nada pero le da belleza al mundo que la rodea
libremente. Esa es la que veo, Reese. Esa es quien eres. Ve eso también, cariño. Por
favor, ve eso también.
Su llanto se disolvió en pequeños hipos, pero su agarre en mi camiseta sólo
se intensificó. Observé a medida que finalmente inclinaba su cabeza hacia atrás
para mirarme con ojos rojos e hinchados. Incluso ahora, era todavía asombrosa.
—¿Piensas eso... de mí?
Presioné un beso en su frente. —Sí, lo hago.
Empezó a decir algo, y su cuerpo se tensó. Sabía que justo ahora se daba
cuenta que aún se hallaba sin la parte superior. Me moví rápidamente, me quité la
camiseta y se la puse. No quería que se moviera. Todavía no.
Me ayudó metiendo sus brazos a través de los hoyos. Era demasiado grande
en ella, pero verla cubierta en mi camiseta acarició a la bestia posesiva.
—Gracias —dijo, envolviendo sus brazos alrededor de su estómago como si
estuviera acurrucándose con mi camiseta. Me gustó eso también.
—Pedí demasiado esta noche. Esto fue mi culpa. Seré más cuidadoso en el
futuro. Lo juro. Por favor, no dejes de confiar en mí —declaré, necesitando que me
creyera.
Frunció el ceño. —Siempre me preguntaste. Pude haber dicho que no. No
fue tu culpa.
Pero lo era, —La próxima vez que quieras más, tendrás que pedirlo. No
insistiré de nuevo. Te lo juro.
Entonces ambos sabríamos que ella lo quería.
Suspiró y cubrió su rostro con ambas manos. —Desearía no ser así.
Yo también. Pero por razones diferentes. Desearía que no tuviera pesadillas
en su pasado. Odiaba que hubiera sufrido de algo tan horrible. Demonios, odiaba
que hubiera sufrido en absoluto.
—¿Me abrazaras esta noche de nuevo mientras dormimos?
—Nunca tienes que preguntar eso, Reese. La respuesta siempre es sí.

***

Tarde la mañana siguiente, dejé a Reese de pie en la puerta usando mi


camiseta. Fue la cosa más difícil de hacer. No me gustaba dejarla. La quería
conmigo.
—Usa mi camiseta en la noche. Me gusta saber que tienes algo mío cuando
no estoy.
Asintió y me dejó besarla antes de agarrar mi mochila y dirigirme de vuelta
a Texas.
Traducido por Snow Q
Corregido por Glori

Jimmy apareció en mi puerta con dos capuchinos el lunes en la mañana. Me


sentía tan contenta de verlo que lo abracé con fuerza antes de quitarle mi increíble
café. —Regresaste. ¿Te sientes mejor? ¿Puedes dormir?
Me sonrió. Le encantaba la atención. —Sí, estoy bien. Tuve un par de noches
difíciles, pero estoy mejor. Puedo ver que quitaron la cinta.
Asentí. Trataba de no pensar en el tiroteo. Por lo poco que había visto en las
noticias, sabía que a Jacob lo tenían detenido sin derecho a fianza. Sería juzgado
por asesinato. Y los padres de Melanie habían venido a llevarse su cuerpo de
vuelta a Iowa para enterrarla.
—Me alegra que regresaras.
—Me extrañaste, ¿cierto? Bien. Escuché que rompiste el corazón de Thad
mientras no estuve. Pero dado que fue por Mase Manning, voy a decirte que es
una jugada inteligente, dulzura. Thad podrá ser lindo, y su trasero podría ser la
cosa más firme que he visto alguna vez, pero le gusta mojar la polla en una nueva
mujer cada maldita noche. No es tu tipo en absoluto.
Fruncí el ceño, y entonces me reí por su descripción de Thad. —Más
información de la que necesitaba, pero está bien.
—Bebe ese capuchino, cariño, porque vas a necesitarlo. Escuché que la bruja
malvada de la playa regresó. Llegó de París ayer en la noche. Prepárate. Nannette
es una malévola, malévola perra. También va a echarte un vistazo y se enojará. No
sabe lidiar con que haya una mujer más caliente que ella, y cariño, eres ardiente.
Estaría mintiendo si dijera que no tenía curiosidad acerca de Nan. Era la
hermana de Mase. Pero también, tenía que decirle lo de su espejo. Mase no volvió a
hablar de eso, pero sabía que tenía que decirle a Nan lo que había sucedido. Cada
vez que limpiaba esa habitación, veía el espacio vacío y temía tener que decirle lo
que hice.
Había una buena posibilidad de que Nan me despidiera. También me
preparaba para eso. Pero iba a llamar a Blaire Finlay en la tarde y ver si podía
limpiar su casa. Si me despedían del lugar de Nan, entonces al menos no me
dolería el recorte de presupuesto.
Agarré la mochila y la colgué de mi brazo para seguir a Jimmy hasta su
auto. —¿Cómo te enteraste de lo de Thad? —pregunté.
Jimmy sonrió como si conociera el mejor secreto del mundo. —Recibí una
llamada de Mase anoche. Quería asegurarse de que estuviera en casa y que te
recogería del trabajo. También me explicó que necesitaría saber la próxima vez que
saliera de la ciudad o que no pudiera llevarte a trabajar. No quería que Thad fuera
mi primera opción. Dijo que se encargaría de todo —Jimmy movió las cejas de
arriba abajo—, así que obviamente, después de esa muy intimidante llamada,
llamé a Blaire y le pregunté qué pasaba. No sabía los detallas, así que llamó a
Harlow, quien, por supuesto, lo sabía. Entonces Blaire me llamó y me lo contó
todo.
No pude evitar reírme. —No puedo creer que llamaras a Blaire Finlay y le
preguntaras qué sabía.
Jimmy rió y encendió el coche. —Blaire fue mi chica antes de ser una Finlay.
Incluso casada con el ardiente, sexy como el infierno, tómame ahora, de Rush
Finlay, aún es mi chica.
Por la forma en la que Rush miraba a su esposa, no imaginaba que le
agradara que nadie llamara a Blaire mi chica, ni siquiera Jimmy, quien
aparentemente se derretía por el cuerpo de Rush a pesar de que su amiga se casó
con él.
—Ahora, dime, ¿algún detalle jugoso que puedas compartir sobre Mase?
Pensé en la noche anterior y en lo bien que me hizo sentir. Incluso después
de que enloquecí y arruiné el momento, fue amable y dulce.
—Lo amo. —Listo, lo dije. Tenía que decírselo a alguien.
Jimmy pisó el freno y me miró. Gracias a Dios, no habíamos salido del
estacionamiento. —No acabas de decir eso.
Me encogí de hombros. —No puedo evitarlo. No se lo diré. Pero él hace que
sea imposible no amarlo. Es…‖ simplemente‖ lo‖ que‖ toda‖ chica‖ sueña.‖ Me‖ hace
sentir bien cuando todo parece mal.
Jimmy apoyó la cabeza contra el asiento y gruñó con frustración. —
Pequeña, ¿qué estás pensando? No puedes enamorarte de Mase Manning. Ni
siquiera vive aquí, para empezar. Las relaciones a larga distancia no funcionan. Es
un hombre adulto muy saludable. Va a necesitar regresar, y tendrá mujeres que se
le arrojen encima en Texas. No puedes amarlo. Él el de clase que disfrutas y
aprecias. No de la que amas.
Mi buen humor se evaporó. Y un retorcido nudo se formó en mi estómago.
¿Jimmy tenía razón? Probablemente. Sabía mucho más de relaciones que yo.
¿Mase tenía que tener sexo? No me había acostado con él. Oh, Dios.
—Probablemente tiene una mujer en Texas, o incluso un par que le dan lo
que quiere. Tienes que saber eso, cariño. Y apuesto que no dormiste con él, ¿cierto?
No respondas eso, sé que no lo hiciste. Lo habría visto en todo tu rostro si lo
hubieras hecho. Entonces, eso significa que regresó a Texas caliente. Va a
conseguirlo de algún lugar, Reese. Esos son los hechos, y no quiero que salgas
herida.
¿Herida? Me sentía devastada. —Pero lo amo. —Fue todo lo que pude decir.
Jimmy se estiró y apretó mi muslo. —Lo siento. No quiero que te sientas
mal. Pero tienes que mirar hacia otro lado ante esto. ¿Te ha dicho que te ama?
Negué con la cabeza.
Jimmy suspiró. —Chica, ¿qué voy a hacer contigo? El amor es una de esas
cosas con las que tienes que ser cuidadosa. No bajar la guardia. Todavía tengo este
amigo con el que podemos ir a una cita doble.
Mase declaró que yo era suya. Que no quería que nadie más me viera con
mi traje de baño. No sabía si eso significaba que éramos exclusivos, porque
aparentemente, no sabía mucho de nada. Pero tampoco quería salir con alguien
más. Y no pensaba que Mase quisiera que lo hiciera.
Si le pertenecía,‖no‖se‖acostaría‖con‖nadie‖m{s…¿cierto?
El Mase que yo conocía no lo haría. No creía que él tuviera sexo con alguien
más. No me dijo que me amaba, pero dijo cosas que me hacía sentir como si le
perteneciera…y‖como‖si‖él‖me‖perteneciera‖a‖mí.‖Como si quisiera ser mío.
—Dijo que era suya —solté.
Las cejas de Jimmy se arquearon. —¿En serio? ¿Dijo eso? ¿Cómo lo dijo?
Repítelo letra por letra. Quiero decir, sé que no quería que Thad te llevara a ningún
lugar, pero imaginé que estaba protegiéndote del mujeriego que tenía los ojos
puestos en ti. No pensé que fuera porque tenía la intención de reclamarte.
No quería compartir mi tiempo privado con Mase con alguien más. Pero
tampoco quería cometer un error y terminar tan irremediablemente rota que no
pudiera recuperarme. —Dijo que le alegraba que no hubiera utilizado mi traje de
baño delante de todos en la fiesta, porque no quería que otro hombre mirara lo que
era suyo.
Jimmy dejó escapar un silbido. —Tal vez es mejor que no salgas con nadie
por ahora. Tal vez lo juzgué todo mal. No quiero que un vaquero enojado venga a
Rosemary Beach listo para acabar con alguien. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?
Trata de no amarlo demasiado. Cuida tu corazón, si puedes hacerlo.
Ya le había entregado a Mase Manning mi corazón. Ya no me quedaba nada
para cuidar. Pero nole dije eso a Jimmy.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Jadasa

La camioneta de Cordelia se hallaba frente a mi casa cuando regresé del


almuerzo con mis padres. No era algo con lo que querría lidiar hoy, ni nunca.
Necesitaba agarrar mi billetera y regresar al trabajo. Ya era tarde.
Abrí la puerta de la casa y me maldije por dejarla sin seguro.
Aparentemente, tendría que comenzar a cerrar con llave, porque mi vecina se
rehusaba a escucharme y mantener las distancias.
—Cord, ¿dónde estás? —grité cuando abrí la puerta a una sala vacía.
—Ven a encontrarme —gritó burlonamente.
Mierda. Esto no era bueno.
Me quité los guantes de trabajo y mis botas para evitar dejar un rastro de
barro en la casa. Luego me dirigí a mi dormitorio para echar a mi visita.
Efectivamente, se encontraba allí, desnuda en mi cama. Tendría que lavar
esas sábanas para deshacerme de su olor. Me sentía cansado y hecho una mierda.
Esta vez, cruzó la línea.
—Vístete y vete.
—No, Mase. Mírame. Deseaste esto una vez. Estábamos tan bien juntos. Te
deseo….‖ tanto‖ —dijo, abriendo sus piernas y deslizando su mano entre ellas y
tocándose a sí misma.
—Has ido demasiado lejos, Cordelia. Te quiero fuera de mi casa. Si necesito
llamar a mamá para que venga a echarte, lo hare —amenacé. Pensé que la idea de
mi madre encontrándola desnuda en mi cama sería suficiente para que cualquier
mujer se pusiera de pies y se fuera.
—Mase, no hagas esto. Por favor. Te extraño. Te necesito tanto. Quiero que
me folles como sea que tú quieras. Te daré cualquier cosa que quieras. Déjame
chuparte la polla. Puedes atarme como sé que te gusta hacerlo.
—¡Detente! —Mi grito furioso finalmente la calló—. Estoy enamorado de
alguien. Ella es todo lo que anhelo. Y solo la deseo a ella. Por lo que, necesito que
busques tu ropa y te marches de mi casa, Cord. Ahora. —Me giré y la dejé allí, sin
gustarme la imagen de ella en mi cama. Debería ser Reese quien estuviera allí. La
dulce y sensual Reese.
Necesitaría conseguir sábanas nuevas y un nuevo colchón antes de que
trajera a Reese. Me desharía de los muebles donde follé con Cordelia y otras
mujeres. Reese era demasiada buena para estar donde las demás habían estado.
Era especial.
Los pasos de Cord finalmente me alertaron de que no se rindió. Cuando
levanté la mirada, cargaba con su ropa y se pavoneaba desnuda por mi casa.
Maldición, ¿acaso no tenía ni un poco de vergüenza? Le di la espalda para que no
creyera que quería verla en ese estado y disfrutara de provocarme.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella y oí su camioneta arrancar,
finalmente dejé escapar un suspiro de alivio y me dirigí a mi habitación para quitar
esas malditas sábanas. Por suerte, mi madre siempre se aseguraba de que tuviera
dos conjuntos de sábanas listas. Dijo que siempre necesitaría una de respaldo.
Como siempre, mi madre tenía razón.
Una vez que terminé, supe que perdí demasiado tiempo. Mañana a primera
hora, tendría que ir al corral. Tenía una cita con un hombre que llegaría a las cuatro
para ver un caballo que tenía a la venta. Necesitaba tener todo listo de nuestras
rutinas mañaneras antes de que él llegara.
Major caminaba hacia la casa de mis padres cuando salí de la mía. —¿No
irás a los corrales? —gritó desde lo más bajo de la colina.
—No, esperaré hasta mañana. Ve a buscar a esa yegua que venderé, necesito
que esté limpia después de su cabalgata mañanera.
Major asintió. —Entonces, me encargaré de eso. Mañana tengo que estar en
San Antonio. Papá quiere reunirse conmigo.
No lo envidiaba. Su relación con su papá era una mierda desde que durmió
con su madrastra hace un año. —Buena suerte —fue mi única respuesta.
Me lanzó una mala mirada y se dirigió de vuelta hacia la casa de mis padres.
Sonriendo, fui hacia mi camioneta y subí en ella.
Aun no podía creer que el estúpido hubiera dormido con su madrastra. A
pesar de que solo era tres años mayor que él. Lo último que supe fue que ya no era
su madrastra. Y por el acuerdo prenuncial que firmó, esto la dejaba sin nada.
Traducido por Jadasa
Corregido por Dannygonzal

Tuve mucho cuidado en quedarme abajo y en ser silenciosa durante la


limpieza. No quería despertar a la mujer que toda Rosemary Beach me enseñó a
temer. Pero hoy realmente tenía algo para limpiar; ella estuvo desordenando.
Pasé más de una hora limpiando lo que parecía una botella de vino que
estalló por todo el piso de la cocina. Fragmentos de vidrio cubrían el suelo, la
bebida seca y pegajosa se esparció por todo el lugar. Cajones, pisos, mostradores;
por todas partes. Una vez que me las arreglé para limpiar el lío, fui capaz de
limpiar los platos y vasos que encontré tirados alrededor de la planta baja.
Luego encontré un montón de ropa en el suelo del lavadero. La mayoría se
veía limpia, y estaba segura de que casi toda necesitaba una limpieza en seco.
Parecía ser que solo lanzó el contenido de su equipaje en el suelo. Me tomó otra
hora ordenar el lavado en seco, y luego empecé con una carga de la blanca.
Una vez que la planta baja brillaba y tenía el lavado bajo control, era pasado
el mediodía. Decidí que podía seguir en silencio y trabajando en las habitaciones
más alejadas de la suya en el segundo piso. Ella estaría dormida en el tercer piso.
Sabía qué habitación era la suya.
Los cuartos que permanecían intactos eran fáciles. Solo tenía que sacudir el
polvo, barrer y fregar. La misma rutina. Cuando llegué a la sala de juegos, me
estremecí, pensando que tendría que contarle sobre el espejo. También había vasos
vacíos. Parecía que ya podría saber que desapareció su espejo. También debió
haber tenido gente aquí. Restos de comida estaban esparcidos en los platos, y en
las copas, restos de diferentes bebidas alcohólicas. La basura llenaba el suelo.
Lo peor era el condón usado en la esquina, al costado del sofá de cuero.
Asqueroso. Me puse los guantes que compré cuando tenía puntos de sutura y agarré
un gran fajo de papel higiénico antes de recoger y desecharlo. Al menos quien lo
usó, lo ató.
Cuando terminé en la sala de juegos, eran casi las tres. Normalmente
terminaba para las tres, pero aún quedaba el piso de arriba. Y ella seguía
durmiendo.
Fui a abajo, saqué toda la basura, y puse el reciclaje en los contenedores
correctos, entonces regresé adentro y consideré reorganizar su alacena cuando oí
pasos en la escalera. Finalmente.
Enderecé mi ropa y metí mi cabello suelto detrás de las orejas. Cuando
Nannette entró en la cocina, me vio y frunció el ceño, luego arrojó su cabello sobre
su hombro. Como predije, era impresionante. Largo cabello rubio rojizo caía por su
espalda. Apenas se cubría, con un corto camisón negro y sedoso que mostraba su
perfecta piel pálida.
―¿Eres la limpiadora? ―preguntó en un tono enojado.
―Sí, señora ―contesté.
―¿Por qué sigues aquí? Son más de las tres. ¿Siempre te toma todo este
maldito tiempo?
―Terminé con todo, excepto el piso de arriba. Estaba esperando que se
despertara.
Me arrugó su nariz. ―Bueno, ve a limpiarlo. Estoy despierta. Deja de estar
ahí sorprendida frente a mí.
Necesitaba contarle sobre el espejo, pero no se veía como si quisiera
conversar. Por lo que rápidamente, corrí escaleras arriba y me concentré en limpiar
todo lo que podía. No quería que tuviera una queja. Aparte del espejo.
Me tomó dos horas más arriba. Dejó una estela de desastres en su
habitación. Eso hizo que el resto de su casa se viera favorablemente impecable.
Cuando quedé satisfecha, bajé para verla acurrucada en el sofá con el
mando a distancia en su mano, y una taza de café sobre la mesa a su lado. Parecía
más despierta.
―Te‖ tomó bastante tiempo. Eres lenta. Apresúrate, o te vas ―dijo
bruscamente.
―Lo lamento. Lo haré ―respondí, pensando que era injusto que ella
pensara que podía ser más rápida.
Puso los ojos en blanco y me despidió con un movimiento de su mano. Sin
embargo, tenía que decirle sobre el espejo. No dormiría de la preocupación hasta
que lo hiciera.
―Mientras no se encontraba, hubo un accidente cuando limpiaba las
ventanas de la sala de juegos. Me caí, y el espejo junto a la ventana con vistas al
Golfo se vino abajo conmigo. Se rompió, y el marco también. Lo descontaré de mi
cheque‖de‖pago‖hasta‖que‖esté‖completamente‖cubierto.‖Lo‖siento‖mucho…
―Al infierno que lo harás. Me pagarás ahora. Ese espejo costó más de cinco
mil dólares. Vino de París, al igual que la mayoría de los muebles de esta casa.
No tenía cinco mil dólares. Hasta este momento tenía ahorrados dos mil,
pero eso era todo. ¿Cómo un espejo costaba tanto? No esperaba esto. ―Lo lamento.
No tengo esa cantidad. Ahora mismo, le puedo dar dos mil y luego trabajar hasta
pagarlo. Eso es lo mejor que puedo hacer ―expliqué, esperando que esta mujer
tuviera algún tipo de empatía en ella.
Me miró con furia, esos ojos verdes eran implacables. Estaba en problemas.
Serios problemas. ―No, no lo harás. Contactaré con la agencia y haré que me lo
reembolsen. Me enviaron una estúpida, por lo que pueden pagar por ello.
Cuando comencé a trabajar para ellos, tuve que firmar un formulario de
consentimiento de que cualquier daño que ocurriera, era mi responsabilidad.
Nunca imaginé que rompería un espejo de cinco mil dólares. ―No lo cubrirán.
Harán que yo lo pague.‖Es‖mi‖responsabilidad.‖Todo‖lo‖que‖tengo‖es…
―Ni siquiera la mitad. Te escuché la primera vez. Ve a lloriquear con otra
persona. Quiero mi dinero, así que consíguelo, o llamo a la policía y dejo que ellos
traten con tu trasero ladrón.
La policía. Oh, Dios, iba a ir a la cárcel por esto. ―No lo robé. Se rompió
―empecé a explicar.
―¡Cállate! Fuera de mi casa. No hay ninguna prueba de que se rompió. No
está aquí. Quiero mis cinco mil por él, o puedes decirle a la policía que no lo
robaste. Ahora, fuera de mi casa.
No dije nada más. Parecía a punto de explotar si le hablaba de nuevo. Esto
no fue lo que imaginé. De ninguna manera. Pensé que se molestaría, pero que al
menos me dejaría pagarle.
Me apresuré hacia la puerta y agarré mi mochila antes de correr hacia la
carretera principal. Fuera de su propiedad. Esta noche, tenía una lección con el
doctor Munroe, pero no podía ir. Necesitaba ir a casa y averiguar qué hacer. Lo
llamé y le dije que no me sentía bien, luego caminé lentamente a casa.
Traducido por Kyda
Corregido por Annie D

Cuando se hicieron las diez y media y aún no llamaba Reese, la llamé. Algo
estaba mal. Ya me habría llamado si todo estuviera bien. El teléfono sonó hasta que
fue a la contestadora. Colgué e intenté de nuevo. Lo mismo.
Traté de no entrar en pánico, y marqué el número de Jimmy.
Contestó al tercer repique. —Hol...
—¿Has visto a Reese? —pregunté, sin dejarlo terminar su saludo.
—Sí, caminaba a casa más tarde de lo usual así que le di un aventón. Dijo
que le dolía la cabeza, que iba a bañarse e ir la cama.
Un dolor de cabeza era normal. No necesitaba entrar en pánico, pero
maldita sea, quería saber que se encontraba bien. No me gustaba no escuchar su
voz.—Ve a chequearla. No está respondiendo su teléfono, y necesito saber que está
bien. Podría estar enferma.
Jimmy suspiró. —Estoy asumiendo que esta orden también significa que te
quedarás en el teléfono conmigo mientras hago lo que pides.
Ni siquiera me importaba que estuviera siendo sarcástico. Sólo quería saber
que Reese se encontraba bien. —Sí, eso es lo que significa.
—De acuerdo. Pero si está durmiendo, esto la despertará.
Pensé en eso, pero no podía quedarme con la duda. Seguía imaginándola
enferma en el baño, demasiado débil para llamar a alguien, o desmayada en el
piso. Mis miedos se tornaban más exagerados con cada segundo que pasaba.
—Sí que eres sobre-protector con ella. Cualquiera pensaría que tienen una
relación —dijo en un tono de diversión.
—Estamos en una relación seria y muy exclusiva. ¿No te lo dijo?
Jimmy se aclaró la garganta. —Ella no tenía la seguridad de qué eran. Pero
sí me dijo que no podía salir en una cita doble porque pensaba que no te gustaría
eso.
Claro que no me gustaría, joder. ¿Qué pensó Reese que se trató este fin de
semana? Vine a la ciudad sólo para evitar que saliera con alguien más. Hice mi
interés muy claro, una y otra vez. —Pensó bien. —Fue mi única respuesta. Esta no
era una conversación que necesitara tener con Jimmy.
—Supongo que si no estás obteniendo nada por otro lado, entonces...
—Jimmy, ¿estás tratando de descubrir si estoy follándome a otra mujer
mientras estoy en Texas? Porque si eso se trata y estás intentando proteger a Reese,
entonces debes entender algo: no quiero a nadie más que no sea Reese. Jamás. Así
que deja de tratar de hacerme enojar, y ve a chequear a mi mujer. Ahora.
Jimmy se rió. —Bueno, está bien. Puedo hacer eso.
Suspiré de alivio. Ella no pensaba en salir con otras personas. Jimmy sólo
quería ver si yo lo hacía. Estaría enojado con él si no fuera por el hecho que se
preocupaba por ella. Sólo trataba de cuidarla. Me gustaba eso.
Esperé mientras Jimmy caminó hasta el apartamento de Reese y tocó la
puerta. —Reese, cariño. Si estás despierta, ¿podrías abrir? Tengo a un vaquero
enojado en mi teléfono interrumpiendo mis telenovelas.
Esperé mientras escuché a Jimmy tocar de nuevo.
—Escuché el pestillo —dijo Jimmy, y el pánico lentamente empezó a
menguar.
—Hola —dijo su suave voz desde dentro de su apartamento.
—¿Quieres hablar con él? —preguntó Jimmy.
Escuché el sonido apagado de ellos susurrando con una mano sobre el
teléfono. Lo odiaba. Algo estaba mal. Tendría que dejar la mierda aquí de nuevo y
regresar a Rosemary Beach.
—Hola, lo siento. Dormía. Fue un día largo. —La voz de Reese vino a través
del teléfono, áspera por el sueño. No mentía. Estuvo en cama. Se encontraba bien.
—¿Te sientes enferma? Haz que Jimmy chequee tu temperatura —comenté,
sintiéndome ansioso de que algo estuviera mal.
—Estoy bien. Ninguna fiebre, lo prometo. Te llamaré mañana. Sólo
necesitaba dormir esta noche. Pero no estoy enferma. No me siento enferma.
Algo estaba mal. Podía sentirlo. —De acuerdo. Duerme entonces, nena. Sin
embargo, querré escuchar tu voz en la mañana. No seré capaz de concentrarme
hasta que sepa que estás mejor.
—Te llamaré—me aseguró.
—Buenas noches. Dulces sueños —susurré justo antes de finalizar la
llamada.
Mierda, ahora yo no iba a dormir. Algo estaba mal, y no me iba a decir lo
que era. Vendí el cuarto caballo hoy, pero tenía que estar aquí cuando el
comprador viniera a cargarlo mañana. También me traería el cheque para que
pudiéramos terminar el papeleo. Entonces tenía que ir a los corrales y conseguir
algo de ganado. Debería haber ido ayer. Ya como iba, tenía muchas cosas
retrasadas.
Pero Reese me necesitaba, y no podía estar allí. Otra razón por la cual la
quería aquí. Demonios, no podía decirle eso aún. Ni siquiera se encontraba lista
para dejarme tocar su coño.
Arrojando mi teléfono, fui al refrigerador a buscar una cerveza. Tenía una
larga noche por delante, y si empezaba a pensar en el coño de Reese, sólo se haría
más larga.
Traducido por NicoleM
Corregido por GypsyPochi

No pude dormir después de que Jimmy vino a golpear mi puerta. Escuchar


la voz de Mase y su preocupación hizo que me diera un ataque de llanto. Entonces
me senté y pensé en todas las formas posibles en las que podía ganar dinero, y
rápido. Cuando cobrara el sueldo de esta semana, tendría dos mil ochocientos
dólares a mi favor. Aún necesitaría dos mil doscientos dólares más.
Tenía miedo de intentar conseguir un trabajo de noche sirviendo mesas.
Todavía tenía problemas para hablar cuando me estresaba o tenía un ataque de
pánico. Y mi escritura aún era muy mala. Dudaba que incluso fuera capaz de llenar
una solicitud. Vi el amanecer, sabiendo que solamente iba a tener que ver cómo
evolucionaría. Si denunciaba el espejo robado, entonces no tendrían evidencias
para arrestarme. Y tenía la prueba de un corte en la mano para sostener mi versión
de los hechos.
Lo máximo que un juez haría sería obligarme a regresarle el dinero, lo cual
era lo que le dije que haría. Sabía que tenía que llamar a Mase durante la mañana.
Anoche, se encontraba preocupado, pero todavía no podía hablarle.
Todo este lío era demasiado molesto. Si le contaba lo que su hermana
amenazaba con hacer, temía que pensara que quería que le pagara por mí. No
podía dejarlo hacer eso, o que pensara que quería que lo hiciera. Era mi problema,
no el suyo.
Marqué su número, y apenas sonó una vez antes de que respondiera.
—Buenos días. ¿Te sientes mejor? —Su voz hizo que todo lo malo que me
acosaba se desvaneciera. Lo extrañaba. Me encantaban nuestras conversaciones
nocturnas. Ayer, quería hablarle, pero sabía que no podía. Habría sabido que me
encontraba molesta, y no podía ocultárselo.
—Sí. Estoy mucho mejor. Gracias. Siento lo de anoche —contesté.
—El que estés bien es todo lo que me importa. Aunque no mentiré, extrañé
escucharte leerme anoche. Fue difícil dormir sin eso.
Sonreí por primera vez desde el terrible encuentro con Nan. Me alegraba,
incluso cuando las cosas apestaban.
—Por lo general eso no me sucede. Pero si vuelve a ocurrir, prometo llamar
antes de ir a dormir. Debería haber pensado en haber llamado más temprano y
avisarte. —Tratar de sonar normal fue difícil. Pero hice lo mejor que pude.
—Dejaré que vayas a trabajar. Ten un buen día, nena.
Me despedí y colgué, dejando que la sensación de calor que tuve cuando me
llamó "nena" se quedara conmigo la mayor parte de la mañana.

***

Era casi mediodía cuando recibí la llamada por parte de la agencia de


limpieza de que había sido despedida. Nan los llamó, y no querían conexión
alguna conmigo. Debía ir a recoger mi pago y no presentarme a las dos cosas que
tenía programadas para la semana. Me las arreglé para terminar de limpiar esa
tarde el resto de la casa de los Carter sin llorar.
Iba a estar bien. Llamaría a Blaire Finlay. Dos casas pagarían las facturas. No
tendría ningún sobrante para extras o ahorros, por lo que el pago de Nan sería
difícil. Por lo menos, tenía que encontrar otra casa para limpiar, u otro trabajo.
Antes de ir a casa, iba a entregarle un cheque a Nan de dos mil cuatrocientos
dólares. Eso era todo lo que tenía en este momento. No pensaría en el alquiler por
el momento; me preocuparía por eso la próxima semana. Justo ahora, necesitaba
demostrar que intentaba pagar por el espejo. No quería a la policía detrás de mí.
La idea de enfrentar de nuevo a Nan era aterradora. Sin embargo, cuando
por fin llegué a su casa, había dos coches afuera, el caro coche deportivo de Nan y
una camioneta negra. El que tuviera compañera podría ser bueno. Seguramente no
sería desagradable delante de los invitados.
Después de darme unas palabras de aliento, subí los escalones de la entrada
y toqué el timbre. Le daría el cheque, me disculparía otra vez, y le prometería que
le daría más dinero tan pronto como me fuera posible. Entonces me iría. Podía
hacerlo.
La puerta se abrió antes de lo que esperaba, y de inmediato la expresión de
Nan se convirtió en una mueca de disgusto.
—¿Qué estás haciendo aquí? Llamé a la agencia y te despedí. ¿También
tengo que llamar a la policía?
Repasé lo que había practicado y dije—: Aquí está un cheque con todo lo
que tengo ahora mismo. Le traeré más tan pronto como pueda. Lo siento mucho
por el espejo. —Mi voz solamente se quebró una vez de los nervios.
Rush Finlay se acercó por detrás de Nan. Sin sonreír. ¿Qué hacía aquí?
—¿Nan? ¿Qué está pasando? ¿Acabas de decir que...? —se detuvo y me
miró—. Es Reese, ¿correcto? —Asentí—. ¿Despediste a Reese?
—¡Robó un espejo de cinco mil dólares de mi casa! Sí, la despedí. Este es un
cheque por ni siquiera la mitad, y piensa que está bien —escupió Nan.
Rush no pareció creerle. Se volvió hacía mí.
—Reese, ¿robaste un espejo?
Negué con la cabeza.
—No. Pero sí lo rompí. Me caí. Fue un accidente. Le expliqué, pero...
—¡Está mintiendo! ¡Es la chica de la limpieza, Rush! ¡Dios! ¿Siempre tienes
que poner a alguien más por encima de mí? He estado fuera por meses, ¿y esto es
lo que recibo como bienvenida? ¿Una sirviente ladrona y mi hermano aliándose en
mi contra? —gritó. Pero el hecho de que llamó hermano a Rush me confundió.
¿Cómo es que Rush era su hermano? Mase era su hermano, pero Rush y Mase no
eran hermanos.
—Te trajo un cheque y te está prometiendo traer más cuando pueda. ¿Suena
como alguien que robó tu espejo? No, no es así. Cálmate de una puta vez, y piensa
en esta mierda antes de reaccionar. Ya no tienes diez malditos años, Nan. Crece. —
Rush se encontraba claramente enojado.
—Me voy. Volveré con el resto del dinero tan pronto como pueda —le dije
de nuevo, luego me apresuré a bajar las escaleras.
Probablemente debería haber dado la vuelta y continuar defendiéndome.
Había una buena posibilidad de que Rush podría comenzar a creerle, y entonces
no conseguiría trabajo en su casa. Tendría que esperar para llamar a Blaire por el
trabajo. Al menos tenía un testigo que me vio pagarle algo por el espejo y que me
comprometí a pronto darle más.
Era un viaje de casi trece kilómetros a casa. Tenía el tiempo suficiente para
pensar en lo que iba a hacer el resto de la semana ya que no tenía casas para
limpiar.
Traducido por victoriavergara
Corregido por Anakaren

Mi teléfono sonó mientras entraba a la casa luego de un largo día en los


corrales.
Era Rush.
—Hola —dije, no solía recibir llamadas de él.
—Nan volvió a casa —dijo, no sonando muy contento con esto. No podía
decir que lo culpaba, pero entonces, pensé que amaba a su hermana.
—Sí —le dije, preguntándome que mierda tenía que ver eso conmigo.
—¿Sabes algo de un espejo en la casa de Nan?
¡Mierda! Me olvidé del espejo. Y Nan se encontraba en casa. Hijo de puta.
Reese habría tenido que ir a limpiar ayer. De repente, su dolor de cabeza tenía
muchísimo más sentido.
—La primera mañana que conocí a Reese, se cayó limpiando la ventana, y el
puto espejo se quebró a su alrededor. Los pedazos abrieron su mano. Tuve que
conseguirle unas puntadas. Me olvidé de la maldita cosa. Imaginé que Nan ni
siquiera lo notaría. —pero sabía que sí. Porque Rush me llamó. Si ella había sido
cruel con Reese, le daría una visita, y no sería una que ella quisiera tener.
—Probablemente no lo hizo. Excepto que Reese le contó acerca de ello y le
prometió pagárselo —dijo Rush, todavía sonando enojado sobre algo.
—¡Mierda! Debí reemplazar la maldita cosa. Yo sólo me encontré... ocupado
con unos asuntos y lo olvidé.
—Sí, debiste. Hoy le trajo a Nan un cheque por dos mil cuatrocientos
dólares, luego de que Nan hiciera que la despidieran de la agencia. Supongo que
perdió todos sus trabajos. Y está en la puta bancarrota. Iba a alejar el cheque de
Nan, pero temí que presentara cargos contra Reese o alguna otra mierda estúpida
como esa. Pienso que Reese tal vez necesite un poco de ayuda en este momento.
—¿Dos mil? ¡Qué demonios! ¿Cuánto quiere Nan por el maldito espejo?
Era la más mala y vengativa perra que jamás conocí. Cuando se ofreció a
ayudar a Harlow con una transfusión de sangre luego del nacimiento de Lila Kate,
pensé por un momento que había encontrado un corazón. Pero aparentemente no.
—Afirma que cuesta cinco grandes y que lo trajeron de París. Yo digo que
toda esa mierda son mentiras, pero está determinada a conseguir el dinero.
Imagino que yo detendré esto si tú no lo haces. Pero sé que si fuera Blaire a quién
jodieran, me gustaría ser quien arreglara la situación. Nadie más.
—Estaré ahí en la mañana. No dejes que Nan se acerque a Reese de nuevo.
Arreglaré esta mierda y traeré a Reese conmigo. No puedo terminar nada, porque
mi mente se encuentra siempre con ella. La quiero aquí.
—Nan se alejará por ahora. No me encontraba feliz, y ella sabe que estoy
enojado. También le informé que se metió con tu novia. No tomó esa información
bien. Creo que cuando me fui, se quedó despotricando acerca de no creer esta
mierda. —Rush rió entre dientes. Pero mi mente ya se encontraba en la siguiente
cosa. Tenía planes que hacer y una chica que convencer de mudarse a Texas
conmigo.
Después de finalizar la llamada con Rush, empecé a empacar e hice unas
llamadas a mi padrastro y al alcalde, diciéndoles que tenía unos asuntos por
resolver fuera de la ciudad, y dejándoles una lista de cosas con las que necesitaba
ayuda mientras me encontraba fuera.
Entonces me dirigí al aeropuerto y tomé el primer vuelo.

***

No ir directamente con Reese fue duro. Pero primero iba a lidiar con mi
“querida‖hermana".‖El‖avión aterrizó cerca de la medianoche. Había arreglado con
Rush que enviara al aeropuerto la camioneta que usualmente tomaba prestada
cuando me encontraba en la ciudad.
Fue un poco después de las dos de la mañana cuando llegué a la puerta de
Nan, luego de insertar el código en la caja de seguridad.
No me molesté en tocar, sólo ingresé el código y fui dentro. Escuchaba la
televisión y las risas en la sala de entretenimiento. Caminé a través del vestíbulo,
dirigiéndome hacia el ruido.
Nan yacía en el sofá con una copa de vino en su mano, contándole a otra
chica, sentada frente a ella, algo aparentemente hilarante. No veía a Nan como el
tipo de persona divertida. O como una buena contadora de historias.
Sus ojos se cruzaron con los míos, y se sacudió antes de que la ira brillara en
sus ojos. —No puedes irrumpir en mi casa de esta manera, Mase. Llamaré a la
policía —espetó.
—Por favor, hazlo. Justo llamaba a nuestro padre y le dejaba saber nuestro
problema con esto, puesto que ésta es su casa. Me dejó saber, más de una vez, que
era bienvenido a usarla cuando sea que quisiera.
Justo como sabía que pasaría, mis palabras la dejaron fría. Ella odiaba
cualquier razón para involucrar a Kiro en su vida. Y también sabía que tenía razón.
Ésta no era su casa. No pagó por ella ni por ninguna otra maldita cosa aquí. Me
enteré de esto último cuando llamé a Kiro mientras esperaba por mi vuelo. Pagó
por la casa, amueblada. Ese espejo no fue algo que haya comprado. Perra.
Perra malvada.
—No puedo creer que estés aquí por ella. Era mi sirvienta, Mase.
Seguramente puedes hacerlo mejor que eso. Es una clase de bajeza para un hijo de
Kiro. ¿Mi papito querido sabía que te acostabas con la servidumbre mientras te
encontrabas aquí? —Había una amargura en Nan que jamás ví en nadie de su
edad. Se la comía. La hacía cruel y descorazonada. Y tan malditamente frívola.
—Ésta es tu única advertencia, hermanita. Dices otra palabra negativa de
Reese, y me aseguraré que lo lamentes por años. ¿Me entiendes? Porque lo juro por
Dios, hablo muy enserio.
Su labio elaboró un gruñido, y se giró, mirando a su amiga. —Lo siento por
esto, Laney. Estoy segura de que él se irá una vez que haya terminado de quejarse.
Apenas una mirada a la pelirroja me bastó para saber que se encontraba más
interesada en que me quedara que Nan. —Llamé a Kiro. Éste lugar fue comprado
amueblado. El maldito espejo no costó cinco mil. Por otra parte, investigué un poco
más. Reese se cayó y se cortó la mano en tu casa con tus cosas mientras trabajaba.
Luego fue despedida por ello. Soy su testigo, porque me encontraba aquí, y fui el
único que la llevó al hospital para conseguirle puntos de sutura. Hay un registro
médico de las puntadas. De la manera en que lo veo, Reese necesita un abogado,
porque tiene un infierno de caso. Toda la situación es un puto juicio esperando
suceder. Resultó herida en el trabajo y luego la despidieron. Puede demandar a la
agencia de limpieza, y puede demandarte. ¿No haría eso los nuevos titulares?
Los ojos de Nan se agrandaron, y disfruté cada maldito minuto de esto
desde que mis palabras se hundieron en ella.
—Incluso iba a sugerir que te demandara por el dinero que ya te dio, más
un millón de dólares por daños y prejuicios. Eres la hija de KiroMannings, después
de todo. Bien podría ir a por mucho más. Puedes permitírtelo.
Nan dejó salir una risa que sonó forzada. —Ella no puede permitirse un
maldito abogado. Eso no va a pasar.
—Ella no tendrá que pagar por uno. Ya llamé al mío.
Nan tiró su copa de vino, y se levantó. —¿En serio, Mase? ¿También tú? La
maldita familia entera me odia. ¿Ahora te irás del lado de una chica a la que te
follas?
Di un paso hacia ella, recordándome que no les pegaba a las mujeres. Pero
maldición, era duro. Quería retorcer su cuello. —Nunca. Vuelvas. A. Llamar. A
Reese. Así. Es más de lo que te imaginarías. Ni siquiera sabe que estoy aquí,
porque no me contó esta mierda que sucedió contigo. Rush lo hizo. —Dejé que las
palabras se hundieran en ella. Luego añadí—: Traes el odio en ti misma, Nan. Deja
de ser una perra.
Dije todo lo que vine a decir. Girándome, me dirigí a la puerta.
—¿Rush te llamó? —Su voz sonaba más pequeña. Incluso el hermano que
adoraba, quién la amaba cuando nadie más lo hacía, se cansó de su mierda. Recibía
su merecido, finalmente.
—Sí, lo hizo. También odia ver a Reese sufrir en tus malévolas manos —dije,
mirándola.
Ya no lucía enojada. Deprimida era una mejor descripción. Era una lástima
que ni a una parte de mí le importara. Compartíamos un padre, pero odiaba a esta
mujer. No sólo por lo que le hizo a Reese, sino también por cómo trató a Harlow la
primera vez que vino a Rosemary Beach. No odiaba fácilmente, pero Nan sacaba
esa emoción en la gente.
—Espera. Aquí, toma el maldito cheque. No quiero más dinero. Pero
tampoco quiero verla de nuevo. No obtendrá su trabajo de regreso.
Regresé y tomé el cheque de su mano extendida. Ella simplemente dejó los
ahorros de toda la vida de Reese allí acostados sobre su mesa de café, debajo de un
tazón de fruta, como si se tratara de una servilleta.
Lo metí cuidadosamente en mi bolsillo, le di a Nan una última mirada de
lástima. —Espero que entiendas algún día que la arrogancia no tiene ningún
atractivo. Después de un tiempo, todos se alejan de ti para siempre. Líbrate de lo
que sea que es esa mierda que controla tu cabeza, y cambia. Porque ya perdiste a
todo el mundo. No pierdas a Rush también.
El dolor que cortó su expresión fue suficiente. Salí.
Estaba listo para cuidar de mi chica.
Traducido por Mariana Cald
Corregido por Mery St. Clair

Un timbre en la distancia interrumpió mis sueños, me volví en círculos en


busca de la fuente. No vi nada más que las nubes que me rodeaban. El sonido se
detuvo, pero luego volvió. Frustrada, tropecé, pero entonces lo comprendí. Se
trataba de un sueño.
Mis ojos se abrieron de golpe, y el sonido era mi teléfono. Frotándome los
ojos, me senté y lo busqué, todavía un poco desorientada. El sol aun no salía, y
seguía oscuro afuera. Había tardado una eternidad en dormirme.
Mi teléfono siguió sonando hasta que, por fin, vi la pantalla brillando en la
oscuridad. Salí de la cama y lo recogí de donde había caído al suelo. Botas de
vaquero. Mase.
—Hola —dije en un susurro ronco.
—Hay alguien en tu puerta. ¿Puedes abrir para que puedan regresar a la
cama y dormir? —dijo en con su profundo acento sexy al otro extremo de la línea.
Fruncí el ceño, y luego oí el golpe. Tardé unos segundos en registrar que
Mase se encontraba en mi puerta. Dejé mi teléfono en la cama y salí corriendo a
abrir la puerta. ¿Por qué estaba aquí? Su llamada telefónica anoche fue tan breve
que me preocupé. Ni siquiera me pidió que le leyera.
Esta era la razón. Venía a verme.
Abrí la puerta y entró en el apartamento, viéndose tan perfecto como
siempre. Fue entonces cuando recordé que mi cabello era un desastre. Ni siquiera
me arreglé frente al espejo.
Pero él estaba aquí. Simplemente no me importa nada más.
—Lo siento, te desperté, pero no quería dormir en la camioneta durante
toda la noche cuando puedo meterme en la cama y dormir contigo en mis brazos.
Me desmayé. Este hombre y sus palabras.
Sonreí. Me sentía tan feliz de verlo que no pude evitarlo. Sabía que tenía una
sonrisa tonta en mi cara. Pero tener Mase aquí me provocaba vértigo. No esperaba
verlo de nuevo tan pronto, y después de la semana que tuve hasta ahora,
necesitaba esto.
El solo estar a su lado arreglaba todo.
Cerró la distancia entre nosotros y pasó su mano por mi cabello con una
sonrisa divertida en los labios. —Me gusta esto. Verte así.
Quería fundirme con él. —Estás aquí. —Fue todo lo que pude decir.
Asintió. —Lo estoy. Hablaremos de ello mañana. Vamos a llevarte a la
cama.
Vendría conmigo. Esto era… Oh, mierda. Estaba soñando. Apostaba que
esto era un sueño. Era lo único que tenía sentido. No quería que esto fuera un
sueño. Quería que él estuviera aquí, maldita sea.
—Pellízcame —dije, mientras su mano se deslizó por mi espalda baja.
Frunció el ceño. —¿Por qué habría de hacer eso?
—Para demostrar que no estoy soñando —expliqué.
Su profunda risa me hizo sentir un hormigueo en todo el cuerpo. —¿Y si
mejor hago esto? —dijo, poco antes de que su boca cubriera la mía.
Comenzaba a abrirme para él cuando mordió suavemente mi labio inferior,
provocando que me sobresaltara. —¿Ves, nena? Estás despierta —dijo, deslizando
la mano por encima de mi trasero y dándole un apretón antes de volver a mi
espalda baja.
Quería más de eso, pero me estaba llevando a la habitación.
—¿Por qué estás aquí?—pregunté cuando tomó las sábanas y les echó hacia
atrás para mí. Me arrastré hacia ellas obedientemente.
—Porque necesitaba verte —dijo simplemente.
Lo vi quitarse las botas y desabrocharse la camisa de franela y tirarla en la
silla. Llevaba una camiseta que se ajustaba de manera perfecta, pude distinguir
cada línea hermosa que definía su pecho y espalda. Cuando se metió en la cama a
mi lado, levanté la sábana para él. No quería que pensara que aún tenía que dormir
sobre ellas. Todavía tenía sus vaqueros puestos. No podía estar cómodo.
—Puedes quitártelos si quieres. Dormirás mejor —dije, antes de que se
sentara en la cama junto a mí.
Hizo una pausa por un momento y luego empezó a desabrocharse los
vaqueros. Sentí su mirada en mí mientras lo hacía, pero yo estaba demasiada
concentrada en mirarlo directamente a la cara. Sus grandes manos quitaron
rápidamente los pantalones, y se deslizaron por sus gruesos y musculosos muslos.
Tuve que recordar respirar. Me olvidé de respirar.
—¿Seguro que estás bien con esto? Puedo dormir con mis pantalones, nena.
Se preocupaba de que no enloqueciera por tenerlo en ropa interior. Bueno,
comenzaba a enloquecer, pero por una razón diferente. Mase Manning en serio
lograba que los bóxer blancos se lucieran deliciosos. Entré en pánico después de
romper ese espejo, por lo que disfrutar de él en esa condición no estuvo en mi
agenda de ese día. Pero en este momento…
—Estoy bien. Quiero decir, estás bueno. Quiero decir, estoy bien, y… oh,
solo entra en la cama —divagué.
Mase sonrió. Luego se deslizó a mi lado, pero cuidó de no tocarme.
Reaccioné tan mal en nuestro manoseó la última vez, que ahora me sentía tímida.
Pero no estaba segura de tener el descaro de hacer un movimiento o pedirle que él
lo hiciera. La idea de tomar una decisión sobre ello era estresante.
No importaba. No ahora. Mase se encontraba aquí esta noche, de todas
maneras. Me acurruqué a su lado, y acurruqué contra él, pero no hice nada más.
Mirándolo, pude ver sus largas pestañas descansando sobre sus pómulos. Ya
había cerrado los ojos. Sonriendo satisfecha, también cerré los míos.

***

La siguiente vez que abrí los ojos, el sol se filtraba por las persianas, y Mase
me envolvía en sus brazos. Eché mi cabeza hacia atrás para ver si estaba despierto.
Sus ojos aún seguían cerrados, pero sus brazos me rodearon con más fuerza
mientras una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—¿Estás despierta? —preguntó aturdido, luego poco a poco abrió los ojos y
se encontró con mi mirada.
—Sí —respondí, sintiéndome demasiado bien en mi vida a pesar de ser una
chica sin trabajo, ni dinero.
—Umm… ¿Quieres contarme de tu semana ahora o después del café y los
waffles?
Sonriendo, le di un beso en su brazo. —¿Es tu forma de pedirme que te haga
unos waffles?
Se encogió de hombros, sonriendo como si supiera que iba a conseguir lo
que sea que quisiera. —Puede ser.
Besé su brazo de nuevo. —Tienes que dejar que me mueva para poder hacer
eso.
Bajó la cabeza, y pasó sus labios suavemente sobre mi frente. —Pero se
siente tan bien tenerte acurrucada en mis brazos.
Concordé que este era mi lugar favorito. En la tierra.
—¿Por qué no me cuentas de tu semana ahora? —dijo en un tono más
serio.
Me preguntaba por mi semana como si ya lo supiera. —Hablé contigo
anoche por teléfono. Ya sabes todo sobre de mi semana —dije, probándolo.
—No…‖ Sólo‖ sé‖ lo‖ que‖ me‖ has‖ dicho.‖ Quiero‖ toda‖ la‖ historia. Que nada
quede fuera. —El humor en su voz desapareció. Lo sabía. Por eso vino aquí.
—¿Quién te lo dijo? —pregunté, moviéndome hacia atrás, o al menos,
intentando hacerlo. Su dominio sobre mí no aflojaba.
—Tu deberías. —Fue su respuesta.
—No es tu problema.
Eso llamó su atención. Sus ojos se abrieron de par en par, y se movieron
rápido. Pensé por un segundo que se levantaría, pero me hizo rodar sobre mi
espalda y colocó una mano en cada lado de mí cabeza y se cernió sobre mí. —
Cualquier cosa que te afecte es mi problema. Eres mía. Aunque no sepa lo que pasó
ese día. Incluso si Nan no fuera mi hermana. Este sería mi problema, porque te
duele. Sé que te causa dolor. —Su voz se suavizó en esa última frase. Bajó su
cuerpo, pero no se presionó contra mí. Acarició mi cuello por un momento, y todo
mi cuerpo volvió a la vida. Una sensación de calor se extendió por mi cuerpo—.
Cuando te hacen daño, me destroza. Cuando eres feliz, siento que soy el dueño de
este jodido mundo.
Este hombre era demasiado. —Tú tienes un rancho que dirigir y una vida en
Texas. No quiero molestarte con mis problemas.
Mase suspiró y me besó en la mandíbula antes de volver a encontrarse con
mi mirada. —Sí, tengo un rancho que dirigir, y está en Texas. Pero tú estás sobre
todo eso. Si me necesitas, tú vienes primero.
Un te amo estaba allí mismo, en la punta de mi lengua. Quería que lo
supiera. Pero él no me había dicho esas palabras aún. Tenía miedo de que pensara
que yo estaba confundida y era una ingenua por lo nuestro. Así que me guardé
esas palabras. Pero yo las grité en mi cabeza y mi alma. Amaba a este hombre.
—Tu cheque está en el bolsillo de mis vaqueros. Nan me lo regresó anoche.
No le debes nada. Ella no compró ese espejo. Kiro compró la casa amueblada. Es
todo suyo, y al él no le importa un jodido espejo.
Lo miré fijamente. No sabía qué decir. Vi la furia en el rostro de Nan. Y no
estaba tan segura de que ella concordara con esto. Cuando Mase se fuera, los
policías podrían a aparecer y arrestarme. Ese dinero era mi prueba de que tenía la
intención de pagarle. —Necesito que ella tenga ese dinero, Mase.
Sacudió la cabeza. —Está controlado. No te molestará de nuevo.
Cuando él se fuera, ella lo haría. —No me puedes proteger de todo.
—Puedo protegerte de mi hermana. Y joder, sí, puedo protegerte de todo.
Cualquier mierda que se cruce en mi camino. Lo arreglaré —Bromeaba, pero podía
ver la seriedad en sus ojos.
—Mase —comencé, pero colocó su dedo sobre mis labios.
—Yo me encargo. Lo manejaré. Ella es quien teme que la demandes. Te
lastimaste en su casa mientras trabajabas, y luego fuiste despedida. No se
comunicará contigo de nuevo. Demonios, probablemente no va a respirar el mismo
aire que tú por un tiempo. Fui muy cuidadoso con mis amenazas de lo que le haría
si se metía contigo una vez más.
—No la demandaré porque me caí y rompí su espejo.
—Pero eso no lo sabe ella, nena. Y es todo lo que importa. —Rodó lejos de
mí y se puso de pie. Fui bendecida con una vista de su trasero en esos calzoncillos
blancos. Dios bendiga a Estados Unidos y el culo de Mase Manning.
—¿Levantarás ese trasero tuyo y me harás unos waffles? Porque, nena, si
sigues mirándome como si fuera comida, no podré con la tentación de meterme en
la cama y hacer exactamente lo que tengo en mente.
Me encantaría que volviera a la cama e hiciera cosas conmigo. Pero no
quería tener que pedírselo. No sabía cómo hacer eso. Sabía que él me deseaba, pero
aun así… la idea era tan vergonzosa.
¿Cómo se le pide a un hombre que toque tu vagina?
Encogiéndome ante ese pensamiento, me puse de pie y le dediqué una
sonrisa.
—Te haré unos waffles. Ponte los vaqueros, así no estaré distraída.
Mase río mientras me apresuraba al baño a cepillarme el cabello y los
dientes.
Luego fui y le preparé a mi chico su desayuno mientras que él se encontraba
al otro lado de la barra y me observaba.
Traducido por Verito
Corregido por Daliam

Si ella se inclinaba otra vez y me mostraba ese lunar, me volvería loco.


Había comido mis waffles y sobrevivido a ella agitando el batidor manual sin
sostén bajo su camiseta. Esa fue una vista malditamente agradable. Pero ahora
estaba limpiando la cocina, y seguía inclinándose.
Me había ofrecido a limpiar, pero me había empujado por la pequeña
esquina y dijo que lo haría más rápido ya que conoce donde están todas las cosas.
Así que ahora me estaba dando una vista de su trasero y ese lunar. Mi lunar.
Amaba ese lunar.
Demonios, estaba caliente. Me tenía tan enrollado, y estaba tratando tan
duro de ser bueno. Pero sabía cómo se sentía ese trasero en mis manos y esos
dulces pezones apretados bajo mi lengua.
Gruñendo, me alejé de la vista más linda que he visto y caminé para
sentarme en el sofá.
Me hundí en él y tuve que ajustar mi maldita polla. Mis vaqueros se sentía
de repente muy apretados, y el cierre me dejaría una marca si no me controlaba
pronto. Necesitaba pensar en otra cosa además del cuerpo de Reese.
La primera cosa asesina de erecciones en la que podía pensar: mi madre.
Ella hubiese querido saber dónde estaba. Necesitaba llamarla y explicarle. Solo
había llamado a mi padrastro. No me había explicado a ella. Lo que significaba que
me haría muchas preguntas. Estaba listo para decirle sobre Reese. Quería hablar
sobre ella. Mi madre era probablemente la única persona que quisiera escucharme
hablar sobre ella.
—¿Estás bien? —la voz de Reese se infiltró en mis pensamiento, y me giré
para verla caminando hacia mí. Esas largas piernas y... mierda, esos pechos se
balanceaban. Ella necesitaba un sujetador. Yo necesitaba que ella usara un
sujetador. La erección que había desinflado estaba de vuelta con una venganza.
Joder.
—Estoy bien —le aseguré, vino y se hundió a mi lado, sentándose sobre sus
piernas y acurrucándose a mi lado. Carne suave presionada contra mí, y yo estaba
latiendo. El dulce olor a canela encontró mi nariz, y estiré mis piernas con la
esperanza de darme un poco más de espacio en estos vaqueros.
—No te ves bien. Estás haciendo una mueca —dijo ella, alcanzó mi cara y
ahuecándola. Tan malditamente dulce.
—Estoy tratando de ser bueno, nena. Pero mirarte lo hace muy difícil —
admití.
—Oh —dijo suavemente. Casi un susurró. Sus ojos cayeron a mi regazo, e
inspiró una respiración.
No había manera de ocultar que estaba duro como una roca. No había
tenido que lidiar con esta mierda desde la secundaria. No tenía erecciones a menos
de que supiese que iba a pasar algo. Sin embargo, una mirada a Reese, y mi polla
se paraba por atención.
—Luce como si estuviese apretado ahí —dijo, aun susurrando como si
alguien además de mí pudiese escucharla.
—Así es.
Tomó otra respiración rápida, luego estiró su mano para tocar mi pierna.
Estaba realmente cerca de comenzar a rogarle que me tocara. Mi cerebro estaba
perdiendo sangre, y toda se dirigía al sur. —¿Podrías sacarlo y dejarme... quiero
decir, puedo tocarlo?
¡Demonios, sí!
Mis manos fueron al cierre y lo abrieron en tiempo record, luego bajo mis
pantalones por mis piernas lo suficiente para que mi polla salga libre. Me miraba
tan intensamente que juro que estaba a punto de explotar solo por su mirada.
Las yemas de sus dedos trazaron suavemente la cresta dura a través de mis
calzoncillos. No había sacado esos. No estaba seguro de que estuviese lista para
realmente verla.
—¿Puedes sacarla? —preguntó, sus ojos mirando los míos, luego cayendo
de vuelta a mi regazo.
La chica me preguntaba como si fuese a decirle que no. Mi polla había
decidido hace más de un mes que solo quería actuar para ella. Le pertenecía tanto
como le pertenecía yo.
Pausé un momento y miré su cara para asegurarme de que estaba lista para
esto antes de bajar mis calzoncillos y dejarle ver lo que estaba pidiendo. Realmente
no quería que saliese corriendo para mojarse la cara con agua al ver mi polla. La
idea de asustarla me destrozaría.
Sus manos se movieron como en cámara lenta hasta que un dedo recorrió la
dura cabeza hinchada y las venas a través de la longitud. No podía respirar. El
oxígeno se rehusaba a entrar a mis pulmones. —Dime como tocarlo —dijo,
pasando el dedo de vuelta a la cabeza.
¿Quería que me pusiera a hablar ahora? —Envuelve... —dije, luego respiré
buscando más aire—. Envuelve tu mano a su alrededor, y deslízalo de arriba abajo.
Hizo exactamente lo que dije, y estrellas comenzaron a nublar mi visión.
Tuve que pestañear muchas veces para aclararlo. Miré su pequeña mano alrededor
de polla, y dejé salir el maldito pre-semen. Se detuvo. Sus ojos subieron a los míos.
—¿Te gusta esto? —preguntó, respirando pesadamente. Esto la excitaba.
Demonios, sus pezones estaban duros y empujando a través de esa delgada
camiseta.
—No tienes idea —respondí con dificultad.
Apretó su agarre cuando deslizó la mano hacia arriba, y sus ojos se abrieron
cuando el claro fluido apareció en la punta.
—Jooooder —gemí, y dejé caer mi cabeza en el sofá. Estaba en una especie
de paraíso, y no quería salir de ahí.
—¿Demasiado apretado? —preguntó, inocentemente.
—Dios, nena, no. Muy bueno —jadeé.
Su agarre permaneció apretado, y comenzó a mover mi polla de arriba abajo
con más vigor. Mi boca se abrió, y tomé el brazo del sofá para sostenerme.
—¿Ya llegaste, o... llegarás más? —preguntó mientras el presemen recubría
mi polla bajo su agarre. Ella no había retrocedido, en cambio, lo había usado para
lubricación.
—Mantente así, y voy a... explotar.
La pequeña pícara sonrió. Estaba disfrutándolo. Joder, eso era casi
demasiado. Quería aguantar y disfrutar esto por más tiempo. No iba a asustarla y
venirme sobre su mano. Pero hacer que se fuera para terminar bajo mi propia
mano no sonaba muy atractivo.
Giré mi cabeza para mirarla, y ese fue el error. Tenía su labio inferior entre
sus dientes, y con cada movimiento de su mano, sus pechos rebotaban. Estaba
listo.
—Me voy a correr —dije, sacando su mano de mí.
—Espera, no —dijo, alcanzándome de nuevo.
—Nena, voy a...
El tirón hacia arriba y su olor me golpearon a la vez. Grité su nombre
exactamente como lo hice cuando la advertí. Continuó moviendo su mano en mí, y
seguí corriéndome. Cayendo atrás contra el sofá, creo que pude haber gemido. Ya
no estaba seguro. Mi cerebro estaba confuso y mi cuerpo tarareaba con un placer
tan intenso que no estaba seguro de que podría caminar otra vez.
Luego su mano se detuvo, e inhale una gran respiración.
—Demonios, eso fue... increíble —dije, mirando a su pequeña mano cubierta
con mi liberación.
Solo la vista de eso tenía a mi polla volviendo a la vida otra vez. Demonios,
ella me estaba convirtiendo en un animal. Acababa de tener el mejor orgasmo de
mi vida por su mano.
—Déjame limpiarte —dije, levantando mis calzoncillos y poniéndome de pie
para subir mis vaqueros por mis caderas—. Voy a buscar una toalla húmeda —
comencé, pero ella se puso de pie sonriendo.
—Yo lo lavaré —me aseguró. Luego me empujó hacia abajo—. Parece que
necesitas un momento.
Mi chica hacia bromas. Reí, y ella me lanzó una mirada hacia atrás y me
guiñó un ojo. Ella malditamente me guiñó.
Traducido por Kells
Corregido por Daliam

Lave mis manos bajo el agua tibia y miré la sonrisa tonta en mi cara. Yo hice
eso. Hice a Mase gemir y gritar e incluso agarrar el sofá como si su vida
dependiera de ello hasta que acabó. Yo. Lo hice. Y ni una sola vez había ido a ese
lugar oscuro. Estuve envuelta en ver a Mase y sabiendo que fui la que le dio ese
placer. Fue demasiado. Conseguí enloquecerme por ello.
Entonces la manera en que me observó, con asombro, como si fuera un
maravilloso regalo. Siempre me hizo sentir especial, pero en ese momento, me
sentí como una diosa. Su diosa.
—Tú estás totalmente complacida contigo misma—dijo su voz profunda, y
observé a través del espejo mientras caminaba detrás de mí. Tenía una perezosa,
sonrisa satisfecha en el rostro, la puse ahí. Estaba satisfecha conmigo.
—Lo estoy —admití.
Aparto mi cabello lejos del cuello y presiono beso allí. —Umm, es hermoso y
sexy —dijo con un susurró—. Pero también demasiado caliente.
Sentí piel de gallina cubrirme cuando su lengua se movió rápidamente y
lamió mi cuello. —Solo tengo un pequeño problema con ello —dijo, entonces
mordisqueo mi oreja.
—¿Sí?
Su mano se presionó contra mi estómago y me jalo contra él. —Sí, lo tengo.
Me viste venirme sobre tu mano. Ahora quiero verte venir sobre la mía —dijo,
mientras sus dedos tocaban la cintura de mis pantalones.
Hemos intentado eso antes. Entré en pánico. No quería arruinar esta
mañana. —¿Qué pasa si no estoy lista? —pregunté, incapaz de negar como la
punta de sus dedos se deslizó por la parte superior de mis pantalones me hizo
temblar de excitación.
Se detuvo un momento, y entonces su boca dejo un rastro de besos por mi
cuello y sobre mi hombro. —Pensé sobre eso. He estado pensando sobre eso.
Necesito que te quedes conmigo cuando te toque. Así que quiero intentarlo de
nuevo, pero no pararé de hablarte. Te tranquilizaré todo el tiempo y te aseguraré
que soy yo. ¿Podemos intentarlo?
Mi pecho estaba adolorido, pero el espacio entre mis piernas se sentía en
llamas. Quería esto. Mi cuerpo lo quería. Y amaba a Mase. Él quería esto. —Está
bien —respondí.
—Buenas noticias —gruñó. Me levantó como a un niño y me llevó a la cama
y se recostó a mi lado—. Hueles tan bien. Cuando regresé a casa, me recosté en mi
cama esa noche, y podía oler un rastro de ti. Me provocaba. Te quería ahí.
Conmigo —susurró en mi oído, mientras lentamente comenzaba a introducir sus
manos dentro de mis pantalones. No tenía ropa interior abajo, y él estaba a punto
de descubrirlo.
Cuando bajo lo suficiente para darse cuenta, se detuvo. —Nena, no estás
usando ropa interior —dijo con voz profunda.
Volteé mi cabeza así podía verlo.
Sus ojos se parecían mucho a cuando lo toque. Esto lo excitaba mucho. La
humedad entre mis piernas empeoró, y me avergonzaba que descubriera cuán
encendida estaba.
—Abre tus piernas. Por favor, para mí. Déjame tocarte. Quiero verte correrte
para mí. Sentir tu humedad en mi mano. ¿Puedes darme eso, Reese? Lo deseo
demasiado.
Trague nerviosamente. —Ahora estoy mojada —dije sintiéndome
mortificada incluso al decirlo.
Sus ojos brillaron con algo tan intenso que hizo que mi corazón se detuviera.
Sus dedos se deslizaron por encima de mi montículo y sus pliegues. La necesidad
anhelante que tuve toda la mañana ahora era un latido, y tuve que tomar su brazo
para evitar salir disparada de la cama.
—Oh, demonios —dijo con un gemido, y enterró la cabeza en el cuello—. El
coño más dulce en el mundo está mojado para mí.
Estaba feliz con eso. Hubiera dado un suspiro de alivio, pero sus dedos
empezaron a moverse, y todo lo que podía hacer eran sonidos y aferrarme de sus
brazos y tomar en mis puños la sabana.
—Eso es todo de mí. Mi mano entre tus piernas. Mis dedos tocando tu
pequeño coño. Yo, nena. Yo. Es todo mío. Siempre cuido de ti. Nada ni nadie va a
herirte. —Su voz susurrada en mi oído. Temblaba y me aferraba a él.
Quería mantenerme en ese momento, y hacía un trabajo maravilloso. No
estaba segura si podría estar en cualquier otro lugar.
—Cuando estés lista, voy a poner mi boca justo ahí —dijo, mientras pasaba
su dedo sobre mi punto más sensible—. Voy a lamer este botón hasta que grites y
arañes mi espalda mientras te vienes en mi cara. Lo amarás. Juro que sí. Vas a
sostener mi cabeza ahí y rogarme que no me detenga. Porque así será.
La sensación que se construye dentro de mí crecía, y sabía que era. Una
ocasión‖ me‖ di‖ cuenta‖ antes‖ que‖ las‖ cosas…‖ pasaran.‖ Tuve‖ fantasías‖ en‖ mi‖ mente‖
con chicos en la escuela cuando estaba en mi cama por la noche. Pero esto era algo
más fuerte. Era similar, pero más grande. Lo quería. Lo quería con Mase.
—Eso es, nena. Déjame tener tu placer. Dámelo. Quiero verte caer por mí.
Quiero ver a mi chica sentirse bien en mis brazos. Eres tan hermosa.
Con esas palabras, me vine, gritando su nombre mientras mi cuerpo
temblaba y él me apretaba fuerte. Su mano sosteniéndome, arropándome y
llevándome entre las olas de éxtasis conmigo. Coreé su nombre. Lo escuche a lo
lejos.
Estaba diciéndome nena y que fue increíble.
No quería regresar. Este viaje era el que quería vivir.
Pero eventualmente, se alivió, y lentamente descendí a la tierra. Los brazos
de Mase aún seguían a mí alrededor, manteniéndome cerca, y su mano permaneció
en mí. Su respiración era fuerte, y sus ojos estaban oscurecidos y cálidos mientras
me miraban. —Dios, eres hermosa —respiró, cuando parpadeé y finalmente me
concentré en él.
Aún no podía hablar. Eso no había sido en absoluto lo que experimenté en
mi cama cuando fui joven. Mis dedos no me hicieron eso. ¿Incluso fue saludable?
Era tan Bueno que debería ser peligroso. Y quería hacerlo. Ahora.
—No quiero mover mi mano. Está cubierta de ti, y quiero mantenerla de
esta manera —dijo, moviendo su cabeza para presionar un beso en mi nariz—. Esa
fue la cosa más erótica que he visto. Lo juro por Dios, me tuviste tan envuelto en ti
que no podía ver bien. Voy a quedarme en esta cama y hacerte venir una y otra vez
si me lo permites.
Lo dejaría. Me agradaba esa idea. Mucho.
Traducido por *~ Vero ~*
Corregido por Michelle♡

Podría morir como un hombre feliz. Me daban pena los demás hombres en
el mundo, porque nunca sabrían cómo se veía Reese cuando acababa. Yo sí. Ella
era mía. El latido en mi pecho era fuerte. Luché para calmarlo. Pero Dios, lo quería.
Reese salió del dormitorio vestida con pantalones vaqueros cortos azules y
una blusa de color amarillo pálido que ató en su cintura. Se veía joven y fresca.
Quería llevarla de vuelta a la cama y hundirme en todo ello. Verla ponerse traviesa
y montar mi mano como si su vida dependiera de ello.
Pero me había dado suficiente hoy. No iba a presionarla de nuevo. No
cuando habíamos tenido tanto éxito esta mañana. Mi charla y el mantenerla
conmigo todo el tiempo, no sólo había funcionado, pero también la excitó más.
Cuanto más hablaba, más caliente se ponía.
Era suficiente por ahora.
—¿Cuándo tienes que irte? —preguntó, interrumpiendo mis pensamientos y
me recordó que tenía que dejarla.
—Quería hablar contigo acerca de eso —le dije, preguntándome cómo
pedirle que viviera conmigo a varios estados de distancia. Sonaba un poco loco,
pero, sinceramente, no me importaba. Era mi única.
Su ceño se frunció, e inclinó la cabeza como si me espera.
—Quiero que te mudes a... Texas... conmigo... a... mi casa.
Eso no había sido fácil en absoluto.
La forma en que su mandíbula cayó abierta y sus ojos se convirtieron en
platos demostró que había ido todo mal. Mierda.
—¿Q-qué? —escupió.
Pasé mis manos por mi cara y reprimí un gruñido de frustración. Ella me
hizo decir esa mierda. Me perdí tanto a su alrededor que no podía pensar con
claridad. Sólo solté las cosas así nomás. Nunca había deseado nada tanto como
quería a esta mujer en mi cama todas las noches durante el resto de mi vida.
—No tienes un trabajo, excepto por tu concierto en Harlow, y no tienes
familia aquí. No hay razón para quedarse. Puedo obtener otro empleo de profesor
de lectura para trabajar contigo en Fort Worth. Eso sería lo único manteniéndote
aquí. Te quiero conmigo, Reese. Odio no tenerte cerca.
Esos ojos expresivos la delataban. Le gustaba la idea, pero también la
asustaba. Éramos nuevos.
Nuestra amistad era de casi dos meses ahora, pero como pareja, éramos
nuevos.
—Tú me quieres allí... contigo —dijo, sonando como si estuviera perdida en
un sueño.
—Sí —respondí con firmeza.
Encerró en un puño una parte de su cabello y miró a su alrededor con
nerviosismo. Entonces comenzó a caminar de ida y vuelta en un pequeño círculo.
Casi como si se paseara.
Esperé. Estaba pensando, y quería que pensara bastante sobre esto. Entonces
quería que dijera que sí y empacara sus maletas.
—Tú‖ no…‖ hay‖ tantas‖ cosas.‖ Necesito‖ tiempo.‖ Necesitamos‖ tiempo.‖ Estoy‖
instalada aquí, y tengo amigos. Tengo a Jimmy. Tengo un lugar que es mío. No se
puede... no podemos vivir juntos así como así. Odio cuando te vas, también, pero...
pero Mase. —Se detuvo y dejó caer las manos a los costados como si estuviera
llevando el mundo sobre sus hombros—. Hay tantas cosas que no sabes. Y no estoy
lista para contártelas. Tanto que hay dentro de mí. Es oscuro, y es... no es un lugar
al que quiero llevarte. Pero necesito tiempo. Necesitamos tiempo. Me gusta esto.
Cuando vienes a la ciudad, podemos pasar tiempo juntos. Y nuestras
conversaciones nocturnas y mi lectura para ti. Y me gusta el Dr. Munroe. Me está
ayudando, y estoy a gusto con él. No puedo simplemente irme contigo porque
quiero estar cerca de ti.
Discutir con ella era mi reacción instintiva. Era bueno en debate. Podría
llegar a una razón de que todo eso no importaba.
Lo que me detuvo fue la mirada suplicante en sus ojos. No quería que
discuta. Quería que dejara pasar esto.
Lo haría. Por ella. Por ahora.
—Bueno. Entonces sé que cuando estés lista, voy a estarlo también —dije
finalmente.
Dejó escapar un profundo suspiro y me sonrió débilmente. —Gracias por
quererme.
Palabras que llevaría de regreso a Texas conmigo, que iba a cargar como un
dolor en mi pecho cada vez que pensara en ellas.
Mi chica nunca debería tener que agradecer a nadie por quererla. En algún
lugar de su mente, pensó que no era digna. Eso era lo que más dolía.
De pie en la puerta después de llevarla a almorzar y besarla por más de una
hora, sabía que tenía que dejarla. De nuevo. Mi mundo de vuelta en casa estaba
llamándome. Tenía que ir a manejar el rancho y la vida que había hecho para mí.
La abracé con fuerza una vez más y le susurré al oído—: Cuídate. Y
extráñame cuando me haya ido.
Traducido por Mery St. Clair
Traducido por Michelle♡

Tomé la cuchara que Jimmy me entregó y la hundí en el bote de helado con


venganza. Necesitaba comida para la depresión. Había estado confundida desde
que Mase se marchó esta mañana. Pude haberme ido con él. Me lo pidió.
Si hubiera dicho que sí, lo hubiera perdido mucho antes. Él no había estado
a mi lado el tiempo suficiente para conocerme realmente. Solo conocía pequeñas
partes de mí, ¿Qué pasaría cuando los recuerdos salieran a la luz y me quedara
bajo el agua caliente de la ducha gritando y destruyéndome a mí misma? Él no
había visto eso. Pensaría que soy una loca. Porque era seguro de que lo estuviera.
A veces, el pasado se abría paso y cuando ocurría, me volvía loca.
Mantenía todo eso oculto de él. Conocía solo la superficie, casi nada. Solo
conocía lo suficiente. Mi pasado me marcó.
Arruinó mi habilidad de acercarme a alguien.
Excepto Mase. Le estaba permitiendo entrar. Hoy quedó demostrado.
—¿Quieres hablar de ello o solo comer? —preguntó Jimmy con el ceño
fruncido.
—No quiero hablar de eso —contesté, y metí otra cucharada de helado a mi
boca.
—El hombre vino desde Texas un martes por la noche para que esa bruja
malvada te diera tu dinero y asegurarse de que estuvieras bien antes de regresar a
su casa al día siguiente a trabajar. Creí que deberías ser toda sonrisa y risitas. No
estar molesta e intentando comer todo ese bote de helado.
No se lo diría a Jimmy. Si lo hacía, le contaría más y más, y no quería
permitir que mi pasado entrara. No esta noche. —Solo odio cuando se marcha —
dije en su lugar.
—Umm, chica, eso lo hace el resto del mundo. Él tiene que trabajar —
concordó Jimmy.
Eso hizo que una risa saliera de mí, pero murió casi al instante. Las chicas en
Fort Worth no tenían que verlo marcharse. Él vivía allí. Con ellas. Podían verlo y
hablar con él. No tenía que volar los bordes de un estado para arreglar sus
problemas.
—Lo que sea que estés pensando, detente, por favor —dijo Jimmy,
señalándome con su cuchara—. El hombre trajo su trasero hasta aquí por ti. No
hace eso por nadie más. Diablos, dudo que siquiera sonría en Texas. Sonríe
demasiado solo para ti. Ahora podrá descansar esa sexy boca un poco.
Reí. Fuerte.
Jimmy se echó hacia atrás y sonrío. Satisfecho consigo mismo.
El sonido de mi teléfono hizo que se pusiera de pie y se despidiera. —Es ese
sexy trozo de carne Texana. Hablaremos mañana.
Bajé la mirada hacia el teléfono, esperando ver las botas de vaquero, pero
era una llamada desconocida. No se lo dije a Jimmy.
—Adiós, Jimmy. Y gracias —grité.
Me lanzó un beso y cerró la puerta detrás de sí.
Esperé hasta que desapareció de la puerta antes de responder.
—Hola.
—Crees que él es tuyo, pero no lo es. Me follaba a mí antes de conocerte, y
me follara después de ti.
Sostuve el teléfono en mi mano durante mucho tiempo después de que la
mujer terminó la llamada.
Una hora después, Mase me llamó para decirme que estaba a salvo en su
casa, pero cansado. Me llamaría mañana.
***

A la mañana siguiente, me rehusé a pensar en la extraña llamada telefónica.


Debió ser un número equivocado. Ella nunca dijo el nombre de Mase. Empujé eso
a un lado y finalmente llamé a Blaire Finlay para programar un encuentro con ella
para la siguiente semana y limpiar su casa. Luego fui a la tienda y pagué mis
cuentas de la semana.
Regresé a mi apartamento y limpié de arriba abajo. Para cuando llegó la
hora de mi reunión con el Dr. Munroe, me sentía mejor. Había recobrado el
control, y sabía que cuando llamara a Mase esta noche, todo estaría bien.
Solo lo extrañaba.
Eso era todo.
Traducido por Kyda
Corregido por Laurita PI

Me desvestí y me recosté en la cama mientras escuchaba a Reese leerme su


libro más nuevo. Esta noche parecía extraña o nerviosa. No estaba seguro de cuál.
Tuve que ayudarla varias veces. Una vez que llegó al final del capítulo dos, iba a
dejar que se detuviera. Este libro era más difícil, y parecía cansada.
—¿Quieres que continúe? —preguntó.
—Así está bien. Estás mejorando mucho, nena. Me siento tan orgulloso de ti
—Y lo estaba. Ya leía al nivel de un estudiante de cuarto grado. El doctor Munroe
dijo que era porque en la escuela realizó un gran esfuerzo por aprender, y lo hizo.
Simplemente no le enseñaron cómo lidiar con su impedimento. Ahora que
trabajaba en ello, aprendía fácilmente utilizando los conocimientos que le
enseñaron.
—Mi escritura no es la mejor, pero hoy escribí una carta. No fue una real. Se
suponía que escribiera una falsa dirigida a alguien agradeciéndole por un regalo.
Solo me equivoqué en dos palabras. El doctor Munroe lució muy complacido —El
orgullo en su voz hizo que mi pecho se apretara. Amaba saber que se encontraba
orgullosa de sus logros. Debería hacerlo.
—Espero que me escribas una carta —le dije. La mantendría todo el día
metida en mi bolsillo y la sacaría cuando necesitara mi dosis de Reese.
Se rió suavemente. —No estoy preparada para eso todavía. Permíteme
mejorar. No quiero que el doctor Munroe corrija una carta que escribí para ti. Así
que tendría que llegarte sin editar.
Nada que me diera podría ser menos que perfecto. Porque sería de ella. Lo
que hubiera escrito. Si se equivocada en cada letra y en cada palabras, entonces esa
era la maldita forma en la que se suponía fuera. Porque las habría escrito para mí.
—No me importa cuántos errores tenga, Reese. Sería de ti. Eso es todo lo
que importa —le dije.
Suspiró con suavidad. —Dices las cosas más dulces.
Podía decir cosas aún más dulces si me dejara. Me sentía tentado en
intentarlo. Juro por Dios, aún podía olerla en mi mano. Puse esos dedos en mi
nariz y los olí durante todo el maldito día.
—¿Qué vistes, Reese? —pregunté.
—Tu camiseta, ¿qué más usaría?—respondió. Podía escuchar la diversión
en su voz.
—Recuéstate en tu cama para mí —La ponía a prueba. Me detendría si se
resistía aunque sea una vez.
—De acuerdo —exhaló—. Me encuentro en mi cama.
Maldita sea. Sí. Se hallaba dispuesta a jugar.
—¿Estás acostada? —La quería sobre su espalda con sus piernas abiertas
para mí.
—Sí. —Su respuesta fue rápida y sonaba ansiosa. Sabía lo que yo quería.
—Nena ¿dejarás que esas piernas bonitas se abran para mí? —Esperé, sin
saber si iría así de lejos.
Después de unos pocos segundos, contestó—: Sí.
Saqué mi polla endurecida de mis bóxers y la envolví con mi mano. La
imagen de Reese acostada sobre su espalda en mi camiseta y con sus piernas
abiertas para mí, me tenían listo para volver al maldito avión.
—Sabes qué quiero que hagas, ¿verdad?
—Sí —susurró.
—¿Lo harás? ¿Puedo escucharte dándote placer?
Su respiración excitada. —¿Tú lo harás?
—¿Haré qué, nena?
—También, ¿lo harás?
Sonriendo, acaricié mi longitud. —Ya lo hago. Saber te encuentras en tu
cama con las piernas abiertas y usando mi camiseta me tiene tan excitado que
duele.
—Oh —dijo, entonces dejó salir un suave gemido.
Que... me... jodan... lo hacía. —¿Dónde se encuentran tus dedos?
—En mi... allá abajo —respondió.
Oh, sí. Cerré los ojos y dejé que su voz y su imagen tocándose se apoderaran
de mis pensamientos. —¿Estás mojada por mí?
—Sííí —contestó, con su respiración entrecortada.
—Juega con él con delicadeza por mí. Haz que mi dulce coño se sienta bien.
No me encuentro junto a ti para encargarme. Necesito que lo hagas y me dejes
escucharte. Quiero escuchar esos sonidos que emites.
—¡Ahhh! —gimió. Le encantaban mis palabras.
—Frota ese clítoris duro e hinchado. Quiero besarlo. Tanto... Deslizar mi
lengua a lo largo de los puntos sensibles y chupar ese caliente botón dentro de mi
boca hasta que tires mi cabello y grites mi nombre.
—Ooooh, Dios —gimió.
—Eso es. Piensa en mi cabeza entre esas piernas. Todas abiertas para mí.
Puedo lamer toda esa dulzura. Solo yo. Justo allí contigo. Solo nosotros, nena. Tus
puños apretados en mi cabello y mis manos... mis manos en tus muslos suaves y
cremosos, manteniéndote abierta. Inhalándote.
—¡Mase! ¡Oh... aaaah!
Su orgasmo me dio el mío. Escuché mientras lo montó hasta acabar y deseé
encontrarme allí para verlo.
38
Traducido por Val_17
Corregido por Josmary

Durante la próxima semana, no sólo le leí a Mase en la noche. Terminamos


nuestras‖veladas‖haciendo‖otras‖cosas…
Sonriendo ante mi secreto, pasé tiempo extra cepillándome el cabello.
Limpié la casa de Harlow dos veces y me reuní con Blaire Finlay. Necesitaría a
alguien tres días a la semana. Tenía que hablar con Harlow de trabajar en su casa
dos días y en la de Blaire tres días para satisfacer las necesidades de todos. La
actual señora de la limpieza de Blaire aún no se retiraba, así que había tiempo para
resolverlo. Tenía dos semanas más.
A principios de la semana, Jimmy descubrió que hoy era mi cumpleaños.
Decidió que me llevaría a celebrar. Lo celebré sola la mayor parte de mi vida.
Recordaba tener un pastel una vez cuando tenía siete años. Mi madre hizo uno e
invitó a los niños del vecindario. Pensé que lo hizo por mí, y por un momento, me
sentí muy especial.
Luego, más tarde ese día, la encontré de rodillas frente a uno de los papás
en la fiesta. Él decía cosas que no quería recordar mientras ella le agarraba los
muslos y le daba una mamada. Ese hombre vivía al otro lado de la calle con su
esposa y dos hijos.
No sólo me di cuenta de que algo andaba mal con mi madre, sino que
preparó la fiesta para acercarse a ese hombre. No a mí. Fue mi primer y último
pastel de cumpleaños.
Esta noche tendría un nuevo recuerdo. Jimmy quería que fuéramos a bailar
y comer pastel. Así que íbamos a hacer precisamente eso. Celebraría mis veintitrés
años con alguien que se preocupaba por mí.
Retrocediendo y mirándome en el espejo, me sentí bastante bonita. El
vestido que llevaba puesto era de color naranja suave y me recordaba una puesta
de sol. No tenía tirantes y caía hasta la mitad del muslo, se ceñía a la cintura con un
cinturón marrón tejido. Me puse las botas de vaquera que compré para complacer
a Mase. Aun no las había visto, pero utilicé un poco de mis ahorros para
comprarlas. Se encontraban en oferta a mitad de precio, así que sólo gasté
demasiado pero no un montón.
El golpe en la puerta fue seguido por un—: ¡Abre, cumpleañera!
Sonreí y fui a abrirle la puerta a Jimmy.
Dejó escapar un bajo silbido e hizo girar su dedo en el aire para que me
diera una vuelta. —Voy a tener que actuar como si fuera heterosexual esta noche
para mantener a los hombres alejados de ti. Maldita sea, mujer, te ves bien.
Riendo, agarré el pequeño bolso que compré el año pasado en una tienda de
segunda mano, pero nunca tuve la oportunidad de usar. Era de color dorado
metálico pero simple, con una fina cadena. —Vamos a bailar —le dije, tomó mi
mano y la metió en el hueco de su brazo.
—Me sé mover, chica. Sólo espera.
No tenía ninguna duda de eso.

***

Nos dirigimos a la ciudad en vez de salir de ella, pero sabía que no había
ningún lugar para bailar en Rosemary Beach. Frunciendo el ceño, miré a Jimmy,
que cantaba “Born in the U.S.A”, y daba golpecitos en el volante como si fuera una
batería.
—¿A dónde vamos a bailar? —pregunté.
—Em, a un lugar llamado Flora Bama —respondió, lanzándome una sonrisa
demasiado grande. Algo ocurría.
—Pero no estamos saliendo de la ciudad —señalé.
Asintió. —Sí. Primero tengo que ir a dejar algo al club.
Bueno, eso tenía sentido. Me senté y vi pasar la pequeña ciudad cuando nos
detuvimos en la entrada trasera del club, donde estacionaban los trabajadores.
Jimmy llevó el auto hasta un camino de grava que parecía conducir hacia el agua.
¿Iba a entregar algo en la playa?
—Aquí estamos —dijo, sonriéndome mientras abría la puerta. Condujo tan
cerca de la playa como pudo.
—Sólo tienes que caminar por el sendero de madera hacia esa luz que está
por delante —dijo Jimmy, señalando hacia lo que parecía la cima de una pequeña
carpa desde aquí. Había palmeras en el camino.
—¿Necesitas que entregue algo? —pregunté, tratando de averiguar lo que
me pedía.
—Síp. Sólo tú puedes entregarte. Feliz cumpleaños, Reese. Te ves increíble.
Ahora, sigue ese camino —dijo con un guiño, luego volvió a subirse a su auto y se
marchó. Me quedé mirando entre el camino y el lugar por donde Jimmy se acababa
de ir.
Entonces comencé a entenderlo. Jimmy me vino a dejar. A mí. Me di la
vuelta y me encaminé por el sendero de madera. A mitad de camino, no pude
soportarlo más, así que empecé a correr. Sabía quién me esperaba al final. Sabía
con quién me vino a dejar. Y quería llegar allí.
Una vez que pasé la hilera de palmeras, lo vi.
Llevaba una camisa blanca abotonada con las mangas arremangadas hasta
los codos y un par de pantalones cortos color caqui. Se encontraba de pie en el
interior de una carpa blanca iluminada por la luz de las velas, con un pastel de
cumpleaños de tres pisos a su lado. Era de un bonito color rosado pálido y brillaba
bajo las tenues luces. Globos plateados llenaban la carpa.
—Feliz cumpleaños, Reese —dijo Mase, sonriendo.
Dejé escapar una risa de sorpresa, luego me puse a llorar y corrí hacia él.
Me encontró a mitad de camino, me levantó en sus brazos, y enterró la cara
en mi cuello. —Sorpresa.
Me eché hacia atrás y lo besé con fuerza. No sabía de qué otra manera
expresar la emoción que me invadía. Era tan abrumadora, me sentí como si fuera a
hacer combustión por la felicidad. Hizo todo esto por mí. Un pastel y globos. Y lo
más importante: él.
—¿Cómo supiste que era mi cumpleaños? —pregunté, a pesar de que la
respuesta era obvia: Jimmy. Pensé en decirle a Mase pero me preocupó que
pensara que le estaba pidiendo que regresara otra vez. No quería eso, así que no
dije nada.
—Debiste decírmelo tú, no Jimmy. Nunca quiero perderme tu cumpleaños.
Jamás.
Me limpié las lágrimas de la cara y le sonreí a este maravilloso hombre que
por alguna razón quería estar conmigo. —Tú y tus palabras —dije, luego lo besé de
nuevo.
Sus grandes y fuertes manos se envolvieron alrededor de mi cintura y me
mantuvieron allí mientras nos probábamos y alimentábamos el uno del otro.
Tenerlo aquí conmigo era el mejor regalo de cumpleaños. Incluso sin el pastel y los
globos. Él era perfecto.
—Vamos, tienes que apagar las velas, y luego te daré pastel —murmuró
contra mis labios.
—Eso es un montón de pastel para nosotros —dije, ni siquiera tratando de
fingir que no me encantaba la idea de que me hubiera conseguido un pastel
gigantesco.
Se rió entre dientes. —Comeremos hasta hartarnos, puedes llevarte un poco
a casa, y luego podemos enviar los restos a los amigos.
Me gustó esa idea. —Puedo comer mucho —dije, mirando el glaseado
cremoso y lamiendo mis labios. Tendría que caminar sin parar durante días para
quemar esas calorías.
Mase me guiñó un ojo. —Muy bien. Me gusta la idea de ese culo caliente
balanceándose un poco más.
Realmente necesitaba controlarme.
Metió una vela en el piso superior y se encogió de hombros. —Iba a poner
veintitrés velas, pero Harlow señaló que la brisa aquí era fuerte. Nunca las podría
mantener encendidas. Así que usaremos solo una.
Sacó un fósforo y se movió para proteger la vela mientras la encendía.
—Pide un deseo, nena.
No podía pensar en nada que no tuviera‖ en‖ este‖ momento…‖ excepto‖ por‖
una cosa. Pero sabía que los deseos no borraban el pasado. No podían cambiar lo
que ya sucedió. Así que en su lugar, agradecí por lo que tenía y apagué la vela.
Mase comenzó a cortar un enorme trozo de pastel, tomó un tenedor y lo
levantó hacia mí. —Ven a sentarte conmigo. —Hizo un gesto hacia el sillón blanco
que se encontraba en la esquina con vistas al golfo.
Se sentó y abrió los brazos para que me apoyara. Tenía la mitad de mi
cuerpo encima de él cuando sus brazos me envolvieron.
—Ese pedazo es demasiado grande —dije, mirando el relleno rojo.
—Vamos a compartir —me informó—. Abre.
Hice lo que me dijo, y deslizó un bocado en mi boca. La dulce crema del
glaseado y el relleno de frambuesas estaban deliciosos. —Mmm —dije con
aprobación.
—Me gusta verte comer. Y alimentarte —dijo Mase, mientras levantaba otro
pedazo de pastel. Comenzó a moverlo a mi boca, pero negué con la cabeza.
—Tu turno —le informé.
—Ver la manera en que sacas la lengua para lamerte los labios y oírte gemir
es mucho mejor que comer este pastel —dijo, y me limpió un poco de glaseado de
la cara.
Abrí la boca, tratando de no reírme cuando me dio otro bocado.
—Sí, ahí está esa lengua —dijo, sonando completamente fascinado al verme
comer mi pastel.
Terminé de masticar y tragué, luego volví a negar con la cabeza. —Necesito
un descanso entre bocados —le dije, riendo mientras sostenía otro pedazo frente a
mi cara.
—Me gustan tus botas —dijo, en vez de discutir conmigo—. Quiero verte en
nada más que esas botas.
Mi compra valió totalmente lo que costó.
—Por favor, come más para mí. Es tan jodidamente sexy —rogó, pasando la
nariz por mi cuello.
Riendo, me giré y lo miré. —¿Cómo verme comer va a ser sexy?
Mase sonrió, pasó una mano por mi espalda, y me apretó el trasero. —Por
varias razones.
—Come un pedazo —dije, levantando el tenedor y sosteniéndolo en su
boca.
Comió obedientemente, y besé el glaseado de sus labios.
—Ahora puedo ver la ventaja de que yo también coma pastel —dijo cuándo
me aparté.
Sonriendo, me recosté en su pecho y disfruté la vista de las olas
estrellándose frente a mí. Mis piernas se enredaron con las suyas, y él continuó
alimentándome. Se lo permití.
Porque amaba a este hombre.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Pachi Reed15

Reese se dio por vencida con el trozo de pastel, y finalmente bajé el plato.
Tenía que admitir que el solo verla comer me satisfacía, sabiendo que era un pastel
de cumpleaños que yo elegí para darle.
Me moví para que pudiera colocarse entre mis piernas. La acerqué hacia mí
antes de darle su primer regalo.
—Feliz cumpleaños —dije, levantando la caja más grande que se encontraba
a mi lado.
Se quedó sin aliento cuando tomó la caja. Me miró fijamente antes de
regresar su atención a la caja. —¿Me trajiste un regalo? —preguntó, emocionada
—.‖Quiero‖decir,‖pensé‖que‖tú‖eras‖mi‖regalo,‖pero‖esto…
Sonriendo, besé su sien. —No, esta es tu fiesta, y yo soy tu único invitado,
porque soy egoísta y te quiero solo para mí. Y este es tu primer regalo.
—¿El primero? —preguntó, y asentí.
Luego, me sorprendió. Abrió el regalo como si tuviera cinco años.
Observarla abrirlo fue más excitante que darle de comer pastel, y eso que ya estaba
jodidamente excitado.
Cuando abrió la tapa de la caja, sacó el bolso azul de Michael Kors que
Blaire me ayudó a escoger.
—También hay una cartera que combina allí dentro.
La tocó con reverencia, como si estuviera hecha de oro fino en lugar de
cuero. —Esto es caro, ¿verdad?
En realidad, no. Podría haber sido peor. Pero le dije a Blaire que tenía que
ser práctico. Reese necesitaba un bolso para uso diario, no algo demasiado caro
que la pusiera nerviosa de llevar.
—Es un lindo bolso para que lo uses en lugar de tu mochila —expliqué.
Sonrió y lo puso de regreso dentro de la caja, luego se giró y me besó
suavemente en los labios. —Gracias. Es el regalo más lindo que he tenido.
Esto no había terminado. Me agaché y levanté el siguiente regalo.
—¿Hay más? Pensé que bromeabas.
—Es mejor que lo creas.
Una vez más, rasgó el papel como una niña pequeña, y me encontré a mí
mismo deseando haber grabado este momento para verlo una y otra vez.
Abrió la caja para encontrar tres conjuntos de pijamas de seda francesa.
Levantando uno de los shorts, lo sostuvo en alto y luego lo tocó con su rostro.
Regresándolo a su lugar, levantó la camisola. Era un rosa pálido con encaje blanco.
—Se siente tan suave —dijo con asombro.
Debería. Eran de la mejor calidad.
—Me gusta la idea de que uses mi camiseta. Pero también sé que te gustan
tus shorts y blusas de tirantes porque son suaves. Así que te conseguí otras cosas
suaves con las cuales dormir. Porque cuando estés conmigo no necesitarás mi
camiseta para cubrirte.
Colocó la prenda dentro del elegante envoltorio y dejó escapar un suspiro
de felicidad. —Esos conjuntos van a estropear el resto de mis pijamas de por vida.
Eso estaba bien. Le daría esas caras pijamas francesas si eso es lo que quería,
tanto tiempo como quisiera.
Otra vez, me besó y susurró un gracias contra mis labios.
Tomé la tercera caja. La más pequeña. Y esa era más para mí que para ella.
—El último —dije mientras le entregaba la caja rectangular.
Lo abrió con más cuidado, como si tuviera miedo de romper lo que fuera
que hubiera dentro.
Dentro se encontraba una sencilla llave situada entre terciopelo.
—Es la llave de mi casa. Cuando estés lista, puedes mudarte en el momento
que desees.
La tomó y la sostuvo en su mano por unos segundos y no dijo nada.
Finalmente, levantó sus ojos para que se encontraran con los míos. —Un día,
cuando conozcas todo de mí, puedes volver a regalarme esto. Pero ahora, no lo
conoces todo. No puedo aceptarlo.
Ella creía que su oscuro pasado cambiaría cómo me sentía. Nada de lo que
pudiera decirme cambiaría eso. La amaba.
Pero no usaría esas palabras para convencerla. Ella tendría que decidir esto
a su propio ritmo. No iba a obligarla. La quería en mi cama, en mi casa. Quería que
fuera nuestra casa. Pero no hasta que estuviera lista para eso. No hasta que ella me
quisiera.
No hasta que quisiera un para siempre.
40
Traducido por Beluu
Corregido por Josmary

Actuaba como si el hecho de que no aceptara la llave no fuera la gran cosa.


Pero así se sentía. Mi pecho no dejó de doler desde que se la devolví. Pero Mase
nunca lo volvió a mencionar ni se mostró molesto.
Sostuvo mi mano y caminamos juntos por la playa. Me persuadió de comer
unos bocados más de torta, y luego nos abrazamos en el diván, observando la luz
de la luna en el agua.
La única cosa que estaba mal es que no me besó de nuevo. No me miró con
esos ojos llenos de necesidad. Era como si me estuviera sosteniendo a un brazo de
distancia mientras estaba justo allí, conmigo. Antes, había sido coqueto y juguetón.
Luego de la llave, todo eso cambió. Él cambió.
Una vez que volvimos al apartamento, me dijo que me adelantara y usara el
baño primero. Que se prepararía para la cama después de mí. No se vio superado
por el deseo por mí, o me tomó en sus brazos una vez que estuvimos en la
privacidad de mi apartamento. Fue amable y educado, pero eso era todo. Nada
más.
Me puse uno de los nuevos pijamas que me dio. Este era blanco con detalles
en plateado. También pensé que era el más sexy. Justo ahora, quería ver esa chispa
y saber que no lo perdí cuando no acepté su llave.
¿Por qué no la acepté? Tomarla no significaba que fuera a usarla. No me la
dio pensando que iba a mudarme al minuto en que la aceptara. Lo dijo. Era su
manera de dejarme saber que la oferta estaba allí para que la aceptara cuando
estuviera lista.
Necesitaba hablar con él.
Manejé mal todo el asunto.
Abrí la puerta del baño y caminé a la habitación.
—No, Cordelia. No estoy allí. Estoy fuera de la ciudad. Volveré el domingo,
probablemente. Quizás antes. No estoy seguro.
Me quedé inmóvil fuera de la puerta. ¿Quién era Cordelia? Mi estómago se
retorció, y mi corazón se hundió al oírlo decir que era posible que volviera a casa
antes. Lo arruiné de verdad.
—No es mi culpa que las dejaras. Y no, no puedes entrar a mi casa mientras
no‖estoy.‖La‖dejé‖cerrada…‖Cord,‖vamos.‖Para‖de‖jugar‖conmigo.‖No‖seas‖así.
Estaba molesto. Y la llamó Cord.
—Como dije, volveré a casa el domingo —espetó, y luego metió su teléfono
en su bolsillo con un suspiro.
Me alejé de la puerta y respiré varias veces para calmarme. No significaba
nada. Cordelia podía ser alguien con quien trabajaba o algún familiar. O
simplemente una amiga.
—¿Quién era? —pregunté, mientras abría ampliamente la puerta. No era mi
intención preguntar, pero necesitaba saber.
Mase volvió su atención del suelo a mí. Su mirada me devoró lentamente
mientras abarcaba mis pijamas nuevos. Cuando finalmente llegó hasta mi rostro,
sus ojos estaban encendidos con ese calor que extrañé más temprano. —De verdad
me gusta la seda francesa —dijo, acercándose a mí.
Casi lloré de alivio.
Su mano se posó en mi cadera y luego se deslizó para a cunar mi trasero.
—No te gusta dormir en bragas, ¿o sí, nena?
—No. —Lo observé mientras sus ojos se volvían oscuros y cálidos.
—Seda cubriendo este trasero es más de lo que cualquier hombre puede
soportar. Quiero besar mi peca. Y verla asomarse debajo del encaje. —Me giró—.
Pon tus manos en el respaldo del sofá y resalta este dulce trasero para mí, sólo un
poquito. Por favor, Reese —susurró mi nombre tan cerca de mi oído que su aliento
le hizo cosquillas a mi piel.
Hice exactamente lo que me pidió, su gruñido de satisfacción hizo que
valiera la pena.
Sus manos se deslizaron por mis caderas y muslos mientras se ponía de
rodillas detrás de mí. Sus labios suaves y la barba áspera en su mandíbula rozaron
la parte trasera de mis muslos. Dejó un camino de besos por cada uno hasta que
encontró la peca que nunca había visto, pero que él parecía amar.
El sonido satisfecho en su garganta mientras besaba ese lugar hizo que mis rodillas
se debilitaran. Me aferré al sofá justo cuando su lengua lamía el punto debajo de
mi trasero.
—Oh, Dios. —Me incliné para prepararme mejor, porque de otra manera iba
a terminar en el suelo.
—Puedo olerte. Quiero extender estas piernas y besarte allí. Sólo yo, Reese.
Estos somos tú y yo, nena. —Su voz estaba tensa, y sabía que me daba la opción.
Por eso confiaba tanto en él. Siempre se preocupaba especialmente de no dar un
paso de más o de impulsarme a hacer algo que no quisiera.
—Bien. —Esa era la única palabra que podía formar en el momento.
Estaba esperando que extendiera mis piernas donde estaba parada, pero Mase se
puso de pie y me tomó en sus brazos. Mi jadeo de sorpresa lo hizo sonreír mientras
me llevaba a la habitación. —Mi chica pertenece a una cama —dijo suavemente, y
me dejó dulcemente en mi cama deshecha—. Sigue mirándome. Durante todo el
tiempo, quiero esos ojos aquí —me instruyó mientras señalaba sus propios ojos.
Asentí.
Acarició la parte interna de mis espinillas con cuidado adicional. Se me
hacía difícil inhalar, y él jugaba con mis piernas. ¿Qué iba a suceder cuando en
realidad pusiera su cabeza entre ellas?
Me corrí escuchándolo por teléfono diciéndome que quería hacer esto. Pero
la realidad era aterradora. Tomé puñados de las sábanas y observé mientras la
mano de Mase iba más allá de mis rodillas, abriendo mis piernas, dándole a mis
muslos atención extra-especial.
—Ojos en los míos, Reese. —Su tono era ronco y profundo. Esto lo excitaba.
Volví mi mirada a la suya y me guiñó. —Así está mejor. Quiero esos bonitos
ojos azules en los míos. Cuando te bese, no los cierres. Mantenlos en mí. ¿Está
bien?
—Sí —respondí entre jadeos.
Las comisuras de sus labios se curvaron mientras bajaba su cabeza,
manteniendo su mirada fija en la mía. —Abre más para mí —susurró, mientras
presionaba un beso en mi rodilla.
Más. Oh, Dios.
Comencé a cerrar mis ojos, cuando un pequeño pellizco de sus dientes hizo
que los abriera volando.
Me sonreía. —Ojos en mí —repitió—. Si los cierras de nuevo, te daré vuelta
y morderé tu trasero. Y es algo que de verdad quiero hacer. Así que no me tientes.
¿Entonces iba a morderme si cerraba mis ojos? Oh, Dios.
Mase dejó besos por la parte interna de mis muslos. Sus párpados se
cerraron hasta que tuvo esa mirada sexy que me hacía estremecerme. Yo hacía
ligeros sonidos que ni siquiera reconocía. Pero ver la cabeza de Mase moverse
hacia abajo causaba una explosión de sensaciones en mi cuerpo.
Gruñó cuando su boca alcanzó su destino, y sus ojos destellaron con una mirada
hambrienta justo antes de que sintiera su lengua rozar el lugar donde más
palpitaba.
Cuando cerró sus labios alrededor de ese pequeño punto y chupó, sacudí
mis caderas, incapaz de detenerme, y grité su nombre.
—Ojos, Reese. Mírame ahora, nena.
—No‖puedo…‖no‖pares‖—rogué.
Su lengua se deslizó sobre mí de nuevo y rodeó mi clítoris. —No quiero
parar. Haré esto por siempre, si quieres, pero necesito que me mires. Obsérvame.
Quiero que veas quién te está haciendo sentir bien. Que te quedes aquí conmigo.
Obligué a mis ojos a abrirse, y su mirada se fijó en la mía inmediatamente. Amaba
sus ojos.
—Ahí están esos ojos bonitos con los que sueño —murmuró, mientras
continuaba utilizando su lengua para darme un tipo de placer que nunca imaginé
que existía.
Con cada caricia de su lengua, sentía la presión construyéndose dentro de
mí. La explosión estaba por llegar. Mis piernas temblaban, y mi visión comenzaba
a desenfocarse. El nombre de Mase salía de mis labios una y otra vez, pero no
podía detenerme.
—Eso es —me animó. Su susurro sexy sólo lo empeoró, mientras la calidez
de su aliento cosquilleaba donde estuvo su lengua—. Dámelo. Déjame tenerlo.
Termina en mi rostro.
Con esas palabras finales, me derrumbé.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Pachi Reed15

Sabía con certeza que no volvería a ver nada más hermoso en mi vida.
Levantando mi cabeza, presioné un beso en el interior de su muslo. Antes de
que pudiera regresar por completo de su clímax, me recosté a su lado para poder
meterla dentro de mis brazos y abrazarla. Nunca me dejó ni una vez. Sus ojos
estuvieron llenos de deseo. Ni una vez vi miedo en ellos, y los había estado
observando con detenimiento. Cuando le pedí que me dejara bajar a sus piernas,
sabía que le pedía demasiado. Estaba preparado para detenerme en el momento en
que entrara en pánico.
Pero ella se quedó conmigo. Ninguna oscuridad de su pasado vino a
quitarnos eso. Cuando gritó mi nombre y se estremeció debajo de mí, en ese
momento, me sentí como el rey del mundo.
Sus ojos parpadearon contra su mejilla mientras los abría y cerraba varias
veces. No insistí en que los mantuviera abiertos cuando su orgasmo la golpeó. Ella
había estado perdida en su propio placer, y la quería así. Disfruté la forma en que
el placer recorrió su cuerpo y se la llevó por un momento.
Sosteniéndola con fuerza contra mí, presioné un beso en cada uno de sus
párpados. Hizo un pequeño sonido que me recordó a un gatito. Fue casi un
ronroneo.
—¿Qué me has hecho, Reese Ellis?
Echó su cabeza hacia atrás y me miró. —Creo que eres tú quien me ha hecho
algo a mí —replicó, una sonrisa tímida pero satisfecha en sus labios.
Riéndome entre dientes, enterré mi rostro en su cabello e inhalé. —Dios,
nena, no tienes ni idea. Me tienes a tu jodida merced. Y ni siquiera me importa.
Reese se me acercó y pasó su mano sobre mi cabeza, deslizando sus dedos
en la cinta de cuero que usaba para amarrarme. Con un tirón, liberó mi cabello,
luego envolvió mis mechones alrededor de sus dedos mientras jugaba con ellos,
sin dejar de sonreír como si supiera el secreto de toda la felicidad.
—Me encanta tu cabello —suspiró.
—La próxima vez que besé tu dulce coño quiero tus manos en mi cabello —
dije, cerrando mis ojos mientras ella comenzaba a masajear mi cuero cabelludo.
—Tengo miedo de perder el control y jalonearlo.
—Sería jodidamente caliente si lo haces.
La suave risa de ella me hizo sonreír.
Nos abrazamos en silencio durante varios minutos. Sus manos se quedaron
en mi cabello, jugando con él y frotando mi cabeza. Nunca me había sentido tan
feliz.
—Gracias por esta noche. Solo tuve una tarta de cumpleaños y una fiesta
una vez en mi vida, que yo pueda recordar. Y terminó siendo un día que prefiero
olvidar. Pero tú me diste una fiesta de cumpleaños de cuentos de hadas. Me sentí
especial.
Su confesión envío una dolorosa punzada de dolor a través de mí. Mierda.
Odiaba escuchar cómo esta hermosa mujer fue abusada e infeliz. Se merecía una
vida de cuentos de hadas, pero en cambio vivió un infierno. Pasaría el resto de
nuestras vidas asegurándome de que tuviera fiestas de cumpleaños solo aptas para
una jodida reina. Cuando estuviéramos viejos y canosos, tendría tantos buenos
recuerdos que no podría recordar uno malo. Pasaría el resto de mi vida borrando
esa mierda.
—Mi mejor regalo fuiste tú —dijo, y presionó un beso en mi mandíbula.
Toda mi ira contra la injusticia de su vida se desvaneció. Ella se encontraba a
salvo y en mis brazos. Era mía.
Traducido por Mary Warner
Corregido por Vannia

El sonido de un teléfono me despertó. Incorporándome, miré alrededor y


entrecerré los ojos contra la luz del sol viniendo a través de la ventana. El sonido se
detuvo, y escuché la ducha corriendo en el baño. Mase había dejado la puerta bien
abierta. ¿Eso era una invitación para espiar? Porque en serio quería verlo desnudo
y húmedo.
Sonriendo, arroje las mantas y empecé a levantarme cuando el teléfono sonó
y vibró en la cama. Mirando alrededor, vi el delgado teléfono plateado de Mase
tendido justo debajo de su almohada. Lo agarré. Podía usar eso como excusa para
entrar al baño mientras se bañaba. No es que esperara una excusa.
Conociendo a Mase, confiaba que lo hiciera.
Cubrí mi boca para reprimir una risita, y su teléfono sonó y vibró de nuevo.
Alguien en serio trataba de ponerse en contacto con él. Dejé de reír, y la idea de
que podía ser una emergencia, me golpeó.
Bajé la mirada al teléfono para ver un mensaje de texto de alguien llamado
Major. No quería leerlo, pero mis ojos se enfocaron en las palabras sus bragas, y no
pude evitarlo.
Deslizando mi dedo por la pantalla, abrí el mensaje de texto.
Major: Cord vino insistiendo en que dejó sus bragas debajo de tu cama la
otra noche. Se encontraba determinada en conseguirlas. La dejé entrar. Pero
hermano, parecía cabreada contigo. ¿La follaste?
Leí el mensaje una y otra vez. No era mi mensaje para leerlo. Invadía la
privacidad de Mase, pero no podía parar, Cord. Cordelia. Habló por teléfono con
ella‖antes.‖¿Se‖encontraba….‖se la follaba?
Sus bragas…
La otra noche…
Oh, Dios. Me iba a enfermar.
La urgencia de tirar su teléfono contra la pared y gritar hasta que todo el
dolor en mi pecho cesara era fuerte. ¿Cómo podía hacer esto? Mi Mase era tan
bueno conmigo. Era dulce y atento. Fue tan paciente conmigo, y se preocupaba por
mí.
Y‖era‖un…‖mentiroso.
Todo en mi cuerpo se entumeció. Excepto mi corazón, que se había roto en
mi pecho.
La ducha se cerró, y finalmente me moví del punto donde había estado
congelada. Moví mis dedos a través del mensaje y me detuve solo un minuto para
pensar en ello antes de presionar eliminar. Luego puse su teléfono de vuelta donde
lo dejó. Sin mirar hacia el baño, salí de la habitación y tan lejos a través del
apartamento como fuera posible. Me paré en la esquina más alejada y esperé.
Vendría a buscarme. No lo quería acercándose.
No podía permitirme pensar en todos los lugares en los que me tocó.
Cuando se iba, la tocaba a ella. Tenían sexo.
Todo tenía sentido ahora. Como pudo ser tan paciente conmigo. No
necesitaba sexo de mí. Lo conseguía regularmente de vuelta en Texas. Me cubrí la
boca con la mano para evitar gritar en agonía.
Esto era demasiado. No sabía que se sentiría así. El repentino, brutal final
del amor.
No me había enamorado antes, pero ahora que terminó, el dolor era
demasiado.
No haría esto de nuevo. Amar. La felicidad que brindaba era solo una cosa
fugaz. No valía la pena esto.
Su cuerpo llenó la entrada. Una toalla envuelta alrededor de sus caderas, y
su cabello aún goteaba agua que se arrastraba por su pecho desnudo. —¿Reese? —
Su voz sonaba preocupada.
Se preocupaba por mí un montón. La chica rota que necesitaba ayuda. No
podía leer, escribir, o tener sexo. Iba a repararme. ¿Era eso lo había sido para él?
¿Un proyecto?
—¿Qué está mal, nena? —preguntó, mientras empezaba a caminar hacia mí.
No podía permitirle tocarme. Nunca más.
—¡No! —grité, alzando mis manos para mantenerlo lejos—. No te me
acerques —advertí.
Se detuvo, pero la mirada en sus ojos fue la que una vez habría pensado era
miedo. Ya no pensaba eso. Él no conocía lo que era el miedo. O el dolor.
—¿Reese, qué está mal? —preguntó con cuidado, estudiándome.
—Vete. Quiero que te vayas. No regreses. No te quiero aquí. —Alcé mis
manos, pero giré mi mirada hacia la puerta. No podía mirarlo, porque mi corazón
se hallaba confundido. Creyó haber visto dolor en sus ojos. No lo hizo. Pensé haber
visto un montón de cosas cuando me miraba que realmente no vi.
—Nena, ¿Qué pasó? No hagas esto. No me apartes. Déjame llegar hasta ti.
Pensaba que esto se debía a mi pasado. Podía oírlo en su voz. Le hablaba a
la chica rota. Por la que sentía pena. A la que compadecía. —Quiero que te vayas.
¡Vístete y vete! —grité la última parte. No me escuchaba. Quería que se fuera. No
podía seguir de pie aquí mucho más. La ruptura en mi pecho me hacía querer
acurrucarme y mantenerme junta.
—No voy a dejarte, Reese. Tienes que decirme que está mal. Puedo
ayudarte…
—¡No! No soy tu caso de caridad personal. Me encontraba bien antes de ti,
y estaré bien después. ¡Pero necesitas irte! Llamaré a la policía si no te has ido en
cinco minutos.
Mase empezó a llegar hacia mí de nuevo, y grité con todos mis pulmones. —
¡Jesús, Reese! ¿Qué pasa? —me gritaba ahora, también.
Nivelé mi mirada con la suya. —Tú. Tú estás mal. Eres malo para mí. No te
quiero aquí. Quiero que me dejes sola. Me has forzado a hacer cosas que no quería
hacer. Me has tocado en lugares que no me gusta ser tocada. No te quiero ver de
nuevo. Nunca. ¡Solo vete!
Decir esas palabras dolió. Eran una mentira. Sabría que eran una mentira,
pero me sentía desesperada. No se iba. No escuchaba.
Cuando lo vi darse la vuelta y marcharse, casi colapsé. Iba a dejarme.
La realización de que Mase iba a salir por la puerta y no volver destruyó
cualquier parte de mí que quedaba.
Nunca debí haberlo amado. No se suponía que amara o fuera amada. Esta
era una lección que debí haber aprendido ya.
Quería que el entumecimiento se expandiera, pero se desvanecía. La
pérdida me envolvió.
Si solo nunca hubiera sabido cómo se sentía creer que era especial para
alguien más.
Mase reapareció, y sostenía su lona en la mano. Caminó hacia la puerta sin
mirar hacia mí, pero se detuvo justo antes de llegar allí. Sus ojos se cerraron con
fuerza, y dejó escapar un suspiro inestable. —Lo siento —fue todo lo que dijo.
Entonces caminó hacia la puerta y la abrió. Con no más que una larga pausa,
se paró allí. Esperé a que se marchara y me dejara sola. De nuevo.
—Cuando te des cuenta de lo que has dicho y lo que has hecho, llámame.
Estaré esperando. Quiero abrazarte más que cualquier cosa ahora mismo y
ayudarte a pasar a través de esto, pero no me dejarás acercarme a ti. Así que voy a
hacer lo que quieres, porque no puedo arreglar nada por ti. Esta vez, tienes que
hacerlo tú misma. Pero cuando entiendas que estabas equivocada, llámame, Reese.
Estaré esperando. Esperaré por siempre si tengo que hacerlo.
Entonces Mase Manning salió por mi puerta y fuera de mi vida.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Vannia

Cuando la puerta se cerró detrás de mí, dejé caer mi maleta y me incliné,


apoyando las manos en mis rodillas para buscar aire. Recordándome que lo que
ella‖debía‖atravesar‖ya‖era‖suficientemente‖duro.‖Dejarla…‖oh,‖Dios, no podía solo
dejarla. Se encontraba en una maldita esquina pareciendo completamente
destrozada, y no sabía por qué.
Cada respiración dolía. La opresión en mi pecho era como una tenaza
rodeando mis pulmones. Mi corazón se sentía igual. Irme sin ella parecía
imposible. Pero si quería tener una oportunidad en el futuro con Reese, debía
dejarme entrar. El pasado la perseguía. La controlaba. Esa escoria de vida que
tuvo le había hecho esto. Pensé que podía abrazarla a pesar de todo y darle todo
mi amor para que lo superara. Pero esos demonios seguían allí en sus ojos.
Todo lo que podía hacer para ayudarla era fingir que no veía eso en ellos.
No le ayudaba a destruirlos y superarlos. Mi amor no era suficiente. Quería que lo
fuera. Dios, quería ser suficiente. Pero necesitaba encontrar la fuerza dentro de sí
misma.
Cuando lo hiciera, podría aceptar que la amaba. Que la adoraba. Que la
quería a ella y a toda la mierda de su pasado. Lo quería todo.
Poniéndome de pie, hice una mueca de dolor.
No me dirigí hacia mi camioneta. En su lugar, fui al apartamento de Jimmy.
No podía dejarla sin saber que alguien la cuidaría. Cuando necesitara que la
rescatara, alguien debía llamarme. Sabía que ella no lo haría.
Podría no quererme, pero que me condenaran si no era cierto que yo sí la
necesitaba.
Tocando en la puerta de Jimmy, intenté tomar una profunda respiración.
Pero no pude.
La puerta se abrió de golpe, y su sonrisa inmediatamente se convirtió en un
ceño fruncido. —¿Mase?
Parecía estar esperando a alguien más. No quería pensar en quien,
considerando que vestía un par de pantalones de seda roja y su pecho estaba
desnudo y aceitado.
—Quiere que me marche. No, me ordenó que me marchara —corregí—,
pero necesito que me llames si necesita algo. No la dejes sufrir. Puede creer que no
me necesita, pero dejaré todo por estar con ella.
Jimmy se apoyó en la puerta. Tenía la mirada pensativa. —Bueno, mierda.
¿Qué tiene esa chica en la cabeza? Está loca por ti.
Era su pasado. Esos jodidos demonios en sus recuerdos. Pero no podía
decirle eso.
—Si me necesita, llámame. Estaré aquí.
Asintió.
Agarré el asa de mi maleta y peleé contra la emoción. Esto era todo.
Realmente iba a dejarla. —Cuida de ella. Asegúrate de que esté a salvo y cierre
bien la puerta en las noches. No la dejes caminar a su trabajo. No la dejes caminar a
casa, tampoco. Mantenla a salvo para mí. Por favor —Le supliqué. Pero en este
punto, le suplicaba a todo el mundo.
Lágrimas llenaron sus ojos. —Mierda. Esa chica —Sacudió la cabeza—, tiene
algo en su pasado que oculta, algo oscuro. Lo he visto en sus ojos. Te llamará. Te
ama.
Le pedí a Dios que tuviera razón. —Cuando me vaya, necesitará a alguien.
Sé ese alguien.
Limpió sus lágrimas, luego asintió. —Lo haré.
—Gracias.
Me dirigí de regreso a las escaleras y a mi camioneta.
Arrojé mi maleta en el asiento trasero, pero hice una pausa antes de entrar.
No podía marcharme sin decírselo.
Regresé a su puerta con un propósito y toqué. No vino, pero esperé.
—Reese, sé que puedes escucharme —dije a través de la puerta.
Toqué otra vez, pero no respondió.
—Me voy. Quieres que me vaya, así que me iré. Pero sé que te amo. Voy a
amarte el resto de mi vida. Si no me llamas, aun estaré en Texas amándote.
Esperé, pero nunca abrió la puerta.
Después de varios minutos, supe que no abriría. Iba a dejarme hacer esto.
Incapaz de detenerme, golpeé la puerta con mi puño una vez más y grité tan
fuerte como pude—: ¡Te amo, Reese Ellis! ¡Te amo tan condenadamente tanto!
Escuché la puerta de al lado abrirse, pero no me giré a ver quién era. Esperé
afuera de su puerta con la esperanza de que la abriera.
Pero no lo hizo.
9 semanas después
Traducido por FaBiis
Corregido por Mery St. Clair

Abrí mi puerta para encontrar a Jimmy al otro lado. Él tenía un cappuccino


en cada mano. Alguna vez fue una vista reconfortante. Nada me conforta ahora.
Las pesadillas de mi pasado estaban de vuelta con una venganza. Yo rara vez
dormía de cualquier forma. Cappuccino en la mañana y una taza de café en la
tarde eran la única forma de hacer el trabajo todos los días.
—¿Lista solecito? —preguntó. Asentí y tome mi mochila
—Si —respondí, tomando la taza que me ofreció.
—Te odio. Quiero tu piel. No es justo que estés tan bronceada —se quejó.
—Trabajo bajo el sol. Por supuesto que voy a estar bronceada —le recordé,
rodando los ojos. Él se queja de mí bronceado al menos dos veces por semana.
—Bronceándote y mirando hombres calientes rotando en el club. Estoy
trabajando en el departamento equivocado —dijo con un bufido.
Ambos sabíamos que Darla no lo dejaba trabajar en el campo de golf del
Club Kerrington. Jimmy tenía una cara que las mujeres amaban. Trabajó como
servidor, y las mujeres llegaban en masa a coquetear con él y darle una buena
propina. Por supuesto el no sería tan popular. Había varias mujeres que jugaban al
golf, pero no muchas. La mayoría de ellas jugaban tenis. Los hombres dominaban
el campo de golf.
—Hace mucho calor ahí afuera, y los hombre están todos vestidos con
pantalones cortos y camisas tipo polo. No es exactamente un atuendo sexy. No te
estás perdiendo de nada.
Jimmy abrió la puerta de su carro y rodo los ojos en mi dirección.
—Chica, he visto el trasero caliente de Rush Finlay en pantalones cortos y
camisa polo, y es suficiente para derramar agua helada en mis pantalones.
—¡Dios, Jimmy! —No podía dejar de reír, pero sinceramente, no pudo ser
más descriptivo.
Me hundí en el asiento de pasajero, puse mi mochila en el suelo y mi café en
el portavasos, así podría colocarme el cinturón de seguridad. Viajar con Jimmy de
ida y vuelta del trabajo era más fácil ahora que trabajáramos en el mismo lugar.
Jimmy había arreglado que nuestros horarios coincidieran todas las semanas.
—Mantenlo real, nena —respondió mientras subía dentro.
Alguna veces Jimmy lo mantenía real solo buscado hacerme reír. Sólo
recientemente había sido capaz de lograrlo, y no era a menudo. Pero le doy un
punto: desde el momento en que Mase Manning había salido de mi vida, Jimmy
había sido mi sombra.
No podía ir a ninguna parte sin consultar con él. Entraba en pánico si no
sabía en donde estaba, y siempre se quedaba hasta tarde conmigo. Durante un
tiempo, se sentaba y tomaba mi mano mientras me iba a dormir por la noche. Él
nunca lo mencionó, pero yo sabía que estaba tratando de tomar el lugar de mis
llamadas telefónicas nocturnas. Las que no tenía más.
Yo había dejado mi trabajo de limpieza con los Carter, simplemente porque
no podía ver a nadie que me recordara a Mase, y ahí había la posibilidad de que él
apareciera en cualquier momento para una visita. No estaba segura de cómo iba a
manejar eso. También le dije a Blaire Finlay que no podía limpiar para ella. Los
Finlay también me recordaban a Mase.
Una vez que estuve sin trabajo, Jimmy ofreció conseguirme trabajo como
una chica del carro del campo de golf en el club. Yo le había dicho acerca de mi
dislexia entonces, y él me había ayudado a llenar la solicitud. Cuando me había
preguntado si quería leerle en la noche, me había roto y encerrado en mi
habitación. No tuvo que preguntar para deducir el porqué. Él era un hombre
inteligente.
Ahora me pregunta, —¿Thad sigue viniendo mucho durante tus turnos? —
Suspiré y puse la cabeza contra el asiento
—Thad simplemente juega mucho al golf. El no viene solo durante mis
turnos. Jimmy dejó escapar una risa divertida.
—Sigue diciéndote eso, polluelo. Pero rubio no juega al golf a menos que
esté con Woods o Grant. No es algo que lo haya visto hacer por sí mismo. Hasta
que te pones en ese pequeño atuendo y empiezas a repartir cervezas.
No quiero pensar en Thad viniendo a verme. No quería que nadie viniera a
verme. No de esa manera.
¡Te amo, Reese Ellis!
Ese grito roto que había sido tan fuerte que mis vecinos lo oyeron era todo
lo que se instaló en mi pecho. Todo lo demás se había ido. Encontrar cualquier
emoción fue difícil para mí. Sólo por la noche, cuando estaba dormida y el pasado
volvía a torturarme, gritaba y lloraba.
Durante las últimas nueve semanas, había tratado con momentos de
debilidad. Una vez casi me convencí de que me había imaginado ese mensaje de
texto. Y cuando no podía hacerme creer eso, traté de convencer a mí misma que
podía vivir con él teniendo sexo con otras personas. Si yo lo tenía en mi vida, sería
suficiente. Lo perdonaría por necesitar el sexo tan mal que tuvo que tenerlo en otro
lugar.
Luego, en mis momentos más bajos, me culpaba a mí misma por faltarme
un tornillo en la cabeza. Por no ser capaz de darle lo que su cuerpo necesita. Yo le
había empujado a los brazos de ella.
Él me quería sin embargo. Lo había con todo el aire en sus pulmones.
Después de semanas de ninguna palabra de él, tuve que aceptar que se
había ido. Yo lo había despedido, y se había ido. No fácilmente, pero se había ido.
Ahora alguien más, probablemente Cordelia, estaba cuidando de sus necesidades.
Ella lo estaba amando y haciendo sonreír. Era todo lo que yo no había sido para él.
Así que sólo sobreviví. Cada día, me levanté y sobreviví el día. Todas las
noches, sobreviví las pesadillas. Entonces lo hice otra vez. Una y otra vez.
Y sola.
Debido a que lo había hecho abandonarme.
—Tierra a la pequeña Reese. ¿A dónde fuiste, mujer? Te hice una pregunta.
Sacudí los pensamientos de Mase lejos. Regresarían a llenar el vacío
después.
—Lo siento, ¿qué lo preguntaste?
—Te pregunté si querías tomar tú examen escrito y obtener su permiso de
conducir mañana ya que estamos libres del trabajo.
El Dr. Munroe me había estado ayudando a estudiar durante dos semanas.
Yo estaba tan preparado como podía estarlo.
—Sí. Eso sería bueno —le contesté.
La emoción no llegó. Yo había pensado una vez que nunca iba a conducir un
coche. Ahora estaba cerca de lograr ese objetivo, y no pude sentir incluso un poco
de alegría. Debido a que la única persona que quería conmigo, la única persona
con la que quería compartir esto, no estaba aquí.
Yo lo había empujado lejos. Yo había amado demasiado. Con una mente y
cuerpo rotos, había amado por completo. Y él había necesitado más que esa mente
y cuerpo rotos.
Imágenes de él tocando a una mujer sin rostro y haciendo cosas con ella que
me hizo a mí me torturaban cada vez que me permitía pensar en ello. Yo quería ser
todo. Yo quería ser suficiente para él.
—No te emociones demasiado. Voy a tener que detenerte hasta que te
calmes —dijo Jimmy sarcásticamente.
Forcé una sonrisa para él.
—No comprare esa mierda falsa, Reese —contestó.
Era todo lo que tenía. Mierda falsa.
Traducido por Kath1517
Corregido por Daliam

Balanceando el hacha, dividí el trozo de madera que necesitaba para


arreglar la cerca. Pero no pude detenerme. Levantando el hacha de nuevo, la
balanceé una vez más, arruinando la perfecta pieza que había creado. Luego la
balanceé otra vez. Y otra. Y otra.
No estaba seguro de cuando comenzaron los gritos, pero cuando levanté la
mirada para ver a mi madre de pie frente a mí, con las manos en las caderas,
frunciéndome el ceño con desaprobación, supe que debí haber hecho mucho ruido.
Mierda.
Ella había esperado a que me quebrara. Había tenido la precaución de pasar
a través del día sin emociones mientras su atención estuviera en mí. Sacarte de
encima a Maryann Colt cuando ella pensaba que necesitabas hablar era casi
imposible.
Solté el hacha y miré al suelo a los pequeños trozos de madera que ahora
eran sólo buenos como leños. Los había aniquilado. Tendría que conseguir otra
pieza ahora para poder arreglar la maldita cerca.
—No creo que la madera te haya hecho algo —dijo mamá, levantando una
de sus cejas.
No contesté. Sólo me dejé caer sobre mis talones y comencé a recoger el
desastre que había hecho.
—Ya he tenido todo lo que puedo soportar, Mase Colt Manning. Has sido
un caparazón de mi niño por meses, ¿y ahora pierdes la cabeza y comienzas a
gritar y a darle una paliza a ese tronco con un hacha? Tienes que hablar conmigo.
Me estás dando ataques de ansiedad. Estoy preocupada por ti.
Por nueve semanas, me las he arreglado para vivir sin mi corazón. Esto no
era una vida. Mi vida era una mujer que no me quería. Esto era una existencia. Una
existencia vacía y superficial.
No le he contado a mi madre sobre Reese, pero Harlow sí. Mamá me había
preguntado por ella la semana después que Reese me echara de su lado. Había
estado tan abrumado por el dolor de sólo el sonido de su nombre que me había
levantado de un salto y huido de la mesa. Mamá no la había mencionado de
nuevo.
Pero ahora necesitaba que lo hiciera. Necesitaba hablar de Reese. Quería
contarle a alguien sobre ella. Llenar mi vacío con el recuerdo de ella.
—La amo —dije simplemente.
Ella levantó sus dos cejas esta vez.
—Ya más o menos me había dado cuenta, cariño. Cuando corriste como si
los fuegos del infierno te persiguieran el día que te pregunté por ella, revelaste eso.
—Ella es mi vida, mamá. Reese. Ella es. La única. Pero no me quiere. —Sólo
decirlo envió un rayo de agonía a través de mí. Hice una mueca, sin ser capaz de
ocultarlo de mi madre.
—Entonces es una tonta —dijo mamá, con toda la convicción de una madre
que amaba a su hijo.
—No. Es brillante. Es hermosa. Es como un brillante rayo de sol. Ella‖ es…‖
Su‖vida‖mientras‖crecía…‖—Me detuve y tragué la bilis que subió por mi garganta
sólo de pensar por lo que ella había pasado. Como había sufrido mi chica—. Fue
malo, mamá. Oscuro. Tan oscuro y retorcido como puede ser la vida de una chica.
Pero no es una tonta.
El rostro de mi madre cayó. Pude verla luchando por aguantar las lágrimas
en sus ojos.
—Oh, cariño. Debí haber imaginado que cuando mi hermoso chico de gran
corazón se enamorara, se enamoraría completamente. Nunca hiciste nada a
medias. No diste tus primeros pasos, echaste a correr. No dijiste tu primera
palabra, cantaste una línea completa de una canción. Y simplemente no tomaste
partido por los indefensos en la escuela, fuiste expulsado por atar a un matón en el
asta de la bandera. Mi bebé nunca ha hecho nada a medias. Lo hiciste con tanta
determinación que arruinó los intentos de todos los demás por destacarse.
Caminó alrededor de mi desorden y se dejó caer a mi lado. Sentí las
lágrimas quemando mis ojos cuando tomó mi rostro en sus manos y me miró con
tanto amor y dolor, porque eso era lo que ella era. Mi mamá sufría conmigo.
Siempre lo había hecho.
—Eres un buen hombre. El mejor. Amo a tu padrastro, pero ni siquiera el
suyo se compara con el corazón que tú tienes. Fuiste lo mejor que pude llegar a
hacer en esta vida. No puedo superar el haberte creado. Ser tu madre es un regalo
que me trae alegría cada día de mi vida. Moriré sabiendo que dejé un hombre en
esta tierra que dejará un rastro de bondad donde sea que vaya. —Se detuvo, y supe
que había‖ un‖ “pero”‖ viniendo—. Pero por primera vez en tu vida, estoy viendo
como dejas que alguien te destruya. Extraño tu sonrisa y tu risa. Quiero esas de
vuelta. Nunca dejaste que un obstáculo sin conquistar en tu vida. ¿Por qué lo estás
haciendo ahora? Si la amas, entonces ve por ella. Ninguna mujer en su sano juicio
podría rechazar está cara.
Estiré mi mano y limpié las lágrimas del rostro determinado de mi madre.
—Necesito que ella venga a mí. Si tenemos alguna oportunidad en el futuro,
necesito que ella venga a mí. Siempre he tomado lo que quise y conquistado mis
pruebas, pero nada ni nadie me ha importado lo que ella me importa. No puedo
conquistarla, mamá. La amo. Nunca quiero obligarla a hacer nada. Incluso
amarme. Tiene que amarme por su cuenta.
Mamá dejó salir un sollozo y envolvió sus brazos alrededor de mí y me
sostuvo contra ella. Cerré mis ojos y luché contra la emoción amenazando con salir.
La última vez que mi madre me había visto llorar fue cuando tenía tres años y
rompí mi brazo cayendo de un trampolín. Incluso cuando Harlow quedó en un
coma, había llorado en privado.
Nunca superaría perder a Reese. Si ella nunca regresaba a mí, estaría roto
por el resto de mi vida.
Traducido por Ana Avila
Corregido por Yani B

Otra semana pasó, y me las arreglé para sobrevivir. Era todo lo que hacía.
Con cada día que pasaba, sentía que me perdía a mí misma un poco más. El horror
de mi pasado tomando el control lentamente. El progreso que logré en los últimos
dos años se fue. No podía alejar los recuerdos de mi padrastro.
Tendría que ver a un terapeuta pronto, no dormía mucho ahora, y cuando lo
hacía no era para nada tranquilo. Mi peso bajaba, y tenía ojeras bajo mis ojos que
ya no podía ocultar más. Necesitaba ayuda.
La única cosa que me retenía era saber que tenía que hablar acerca de Mase.
No podía hablar sobre él. Dolía demasiado.
—¿Reese Ellis? —preguntó una voz femenina. Bajé las cervezas que cargaba
en el refrigerador, y me di la vuelta.
Una atractiva mujer madura con cabello largo y rizado en las puntas hasta
los hombros me miraba como si estuviera estudiándome. Yo sabía que ella no era
miembro de aquí. Los vaqueros desgastados y las botas que llevaba puestas no se
parecían a nada que las damas usaban en este lugar. Luego estaba el sombrero de
vaquero sobre su cabeza. Un claro indicativo de que se encontraba fuera de lugar.
—¿Sí? —respondí.
Ella no sonrió ni dijo nada de inmediato. Pero continuó asintiéndome.
Aunque no me miraba, se veía como si tuviera ganas de sacudirme.
Miré alrededor para ver si había alguien más cerca o solo éramos nosotras.
—Me imaginé que serías hermosa, pero como siempre, cuando mi chico
hace algo, lo hace a lo grande —dijo, y una triste sonrisa tocó sus labios.
No sabía de qué hablaba, o lo que ella pensaba que hablaba. Decir gracias no
parecía lo correcto.
—Esas ojeras y la mirada vacía en tus ojos me dicen todo lo que necesito
saber. Así que déjame decirte lo que tú necesitas saber —dijo ella, caminando hacia
mí—. He visto a mi hijo pelear batallas por todo aquel al que ama y ganarlas.
Cuando tenía siete, su primo fue golpeado en la escuela por un matón. Mi bebé se
enteró de eso. La siguiente cosa que supe, tenía que recoger a mi chico de la
escuela porque había sido suspendido por envolver a otro niño al asta de la
bandera con cinta adhesiva. Estaba horrorizada. Hasta de que me di cuenta de que
se trataba del niño que molestaba a su primo. Llamándolo por apodos y
empujándolo en los pasillos. Ese día en particular, el agresor introdujo la cabeza de
su primo al inodoro, con orina en él, y tiró de la cadena. Después del incidente de
la cinta adhesiva, nadie volvió a molestarlo otra vez.
»Cuando tenía diez, la bibliotecaria de su escuela, quien siempre le llevaba
galletas y le apartaba los mejores libros, fue despedida debido a que el consejo
escolar dijo que no tenía dinero para mantener una bibliotecaria a tiempo
completo. La señora Hawks tenía más o menos unos setenta años, pero amaba a
esos niños, y mi hijo era su favorito. Así que mi bebé consiguió una petición
conjunta y luego se presentó ante diferentes empresas de la ciudad que se
comprometieron a donar fondos para la causa. La señora Hawks no perdió su
trabajo. De hecho, él recolectó tanto dinero que a ella le subieron el sueldo.
»Cuando tenía diecinueve, se enteró de que su hermana pequeña tenía el
corazón roto a causa de un chico al que únicamente le importaba quién era su
papá. Él me preguntó si podía ir a visitarla, y lo dejé ir. Ese chico que rompió el
corazón de su pequeña hermana encontró su camioneta justo afuera de la ciudad,
completamente inmersa en el agua.
Se detuvo y rio. —Mase Colt lucha por quien ama. Es lo que hace. Y sé que
trató de luchar por ti. Quería conquistar tus batallas. Y por la pequeña
investigación que he hecho, me enteré de que envía un cheque mensual al doctor
Astor Munroe que cuesta más de lo que puedo compartir. Recibe informes
semanales del progreso de una chica llamada Reese Ellis. Él está luchando tus
batallas. Lo que significa que te ama, también. El problema es que mi chico lo hace
a lo grande cuando se trata de cualquier cosa. Y cuando decidió enamorarse, lo
hizo de una manera masiva.
Se detuvo y me señaló con el dedo. Ahora podía ver a su hijo en la
determinada mirada que tenía puesta en mí. ¿Cómo no lo noté antes?
—Ahora necesita a alguien que luche por él. Porque se ha perdido a sí
mismo. Es una cáscara del hombre que crié. Camina por la vida sin alegría. Me
dice que se ha ido con su corazón. Se fue contigo. Por lo que si lo amas por lo
menos una pequeña pizca de lo que él te ama, entonces, lucha por él. Se lo merece
más que nadie. Es hora de que alguien luche sus batallas.
Una gota cayó sobre mi brazo, y extendí una mano para encontrar mi cara
bañada en lágrimas. Mi corazón estaba de regreso, y se retorcía de dolor mientras
escuchaba a la madre de Mase decirme cómo me necesitaba. Se encontraba herido
por mi culpa.
Ya no me importaba el texto. O la otra mujer. Si Mase me necesitaba para
pelear por él, lo haría. Lucharía contra quién demonios fuera Cordelia, también.
Me gustaría luchar hasta que ya no pudiera hacerlo nunca más.
—¿Dónde está? —pregunté.
—En casa. Piensa que fui a visitar a mi hermana en San Antonio.
—¿Cómo llego a él? ¿Dónde está su casa?
Una sonrisa se extendió por los labios de la otra mujer. —Puedo llevarte
directo a él.
Cerré el refrigerador. —Déjeme decirle a mi jefe que me voy. Entonces
estaré lista para partir.
—Soy Maryann Colt, por cierto —dijo, extendiendo su mano para que la
sacudiera—. Y es un placer conocer a la mujer que mi hijo ama. Estaba
aterrorizada, pero puedo ver que hizo una buena elección.
Su aprobación envió la primera sensación de calidez a través de mí que
había sentido en diez semanas, dos días, y veinticuatro horas.
Traducido por Josmary
Corregido por Yani B

—Está bien, tengo que confesar que soy un idiota, porque esta mierda me
está comiendo vivo —dijo Major mientras entraba al granero con una montura
arrojada sobre el hombro.
Continué frotando mi caballo Appaloosa, Kryptonite, e ignoré su
comentario. Tenía que limpiar el establo del semental a continuación y no tenía
tiempo para ocuparme de Major y su drama.
—Me estoy tirando a Cordelia. Estamos follando desde hace dos meses. Es
muy buena chupándome la polla. Lo siento, pero soy un hombre y vino a mí, y la
dejé que me la chupara. Entonces le di la vuelta sobre el caballete y la follé. Fue un
momento de debilidad. Estaba caliente, y ella vino pavoneándose usando estos
pantalones vaqueros muy cortos que mostraban parte de su culo y un pequeño top
que apenas cubría sus tetas. Es sensual, hombre. Te pregunté si todavía follabas
con ella, y no respondiste. Pensé que significaba que no te importaba.
Era por eso que Cordelia me dejó en paz. Podría pagarle a Major por esto. —
Me alegro de que te esté atendiendo bien. —Le di unas palmaditas a Kryptonite,
luego me giré para dejarlo entrar al establo, que ya se encontraba limpio.
—Así que, ¿no te importa que esté aprovechando ese trasero? —preguntó.
—Me hiciste un favor. Ella no aceptaba un no por respuesta.
Major dejó escapar un suspiro de alivio. —Gracias a Dios. Me preocupada
que tuvieras este humor de perros porque te robé tu vía de desahogo.
Ni siquiera respondí eso. No vi el punto.
—El día que vino a buscar sus bragas, estuve a punto de follarla. Estaba
vestida con una falda corta, lucía como una jodida estrella porno. Pero te llamé y te
envié un mensaje y no respondiste. La dejé ir en ese momento. Pero al día
siguiente, cuando vino al granero, follamos. No saliste de tu casa esa semana. Fue
la semana en que te la pasaste de mal humor.
Justo a tiempo. Empezó las cosas con ella cuando de verdad necesitaba a
todo el mundo fuera de mi vista. Sin contar lo que le habría dicho si ella hubiera
comenzado esa mierda en ese momento. No la quería, pero no había necesidad de
decirle algo hiriente. No se lo merecía.
—De todos modos, ¿dónde estuviste durante esa semana? ¿Cuándo te envié
un mensaje? Volviste enojado con el mundo. Y has estado jodido desde entonces
¿Fue Rosemary Beach? ¿Esa chica que fuiste a ver?
No iba a hablar de esto con él.
Espera, ¿qué mensaje?
El mundo a mi alrededor se detuvo, y mi pecho vacío, de repente se sintió
más pesado que el plomo. Por favor, Dios, no. Que no sea lo que estoy pensando.
—Major —dije, casi con miedo de preguntar. ¿Quería la respuesta? ¿Podría
vivir con esto?
—¿Sí?
—¿Qué mensaje?
—Ese que te envié, de que Cord encontró sus bragas bajo tu cama y
preguntándote si aún querías follar con ella.
No… no… no…
—Major, nunca vi ese mensaje. ¿Cuándo me lo enviaste?
—Te‖dije…
—No. ¡Necesito saber el día y la hora en que me enviaste ese maldito
mensaje!—grité. Los caballos relincharon, pero mi cabeza palpitaba, y una pesadez
se fue apoderando de mis pulmones.
—Mierda, amigo. Verificaré. Cálmate —gruñó, buscando su teléfono y
revisando los mensajes de texto.
—Uh…‖el‖29‖de‖junio‖a‖las‖nueve‖de‖la‖mañana.‖También‖te‖llamé‖dos‖veces‖
antes de eso. Ninguna respuesta.
Dejé caer las herramientas de mis manos, y caminé hacia la puerta. Seguí
caminando. Simplemente seguí jodidamente caminando. Caminé hasta que estuve
tan lejos de Major como pude, hasta que mi casa desapareció de la vista.
Entonces, incliné mi cabeza hacia atrás y dejé que todo saliera en un furioso
rugido.
Ella vio ese mensaje. Eso fue lo que la envió al rincón, mirándome como si
se hubiera roto. Un texto de mierda la alejó de mí.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Fany Keaton

Maryann Colt habló todo el camino en autodesde el aeropuerto. Logró


dormir durante todo el vuelo. Yo no fui capaz de hacer nada más que mirar por la
ventana. Mis pensamientos se encontraban en Mase y el chico que ella describió.
Sonó exactamente como el hombre del cual me había enamorado. Un mensaje me
hizo dudar de todo. Todo lo que él había hecho era mostrarme lo mucho que me
amaba, y yo ni siquiera le permití explicarse.
No era un caso de caridad. No intentaba arreglarme. Solo luchaba mis
batallas porque me amaba.
Él ni siquiera sabía sobre el mensaje. o borré antes de regresar su teléfono a
su lugar. No tenía ni idea de lo que cambió esa mañana. Y ahora iba a presentarme
en su casa sin anunciar. Sabía por su madre que él me quería, pero eso no
significaba que yo no tuviera que luchar por él.
Pudo haber seguido adelante con alguien más. Cordelia pudo haberlo
mantenido caliente por la noche, pero no quería pensar en eso.
En su lugar, escuché a Maryann hablar. Tenía que concentrarme en sus
palabras, no en lo que me enfrentaría pronto. Pero sin importar qué, lucharía. Él
luchó por mí una vez. Ahora lucharía por él.
—Su casa es siguiendo ese camino. Debe estar en la cama a estas alturas. Es
tarde, y se ha estado yendo a dormir después de cenar. Pero toca la ventana del
lado izquierdo de la casa si no abre la puerta. Te dejaré que camines desde aquí.
No quiero que vea mi camioneta. Está todo en ti ahora. Debes ir a mostrarle a mi
chico que vale la pena luchar por él.
Abrí la puerta de la camioneta y salí de un salto.
Maryann señaló el camino de tierra iluminado por la luna justo detrás de su
casa. —Sigue ese camino. Te llevará justo a su puerta.
Comencé a caminar en ese camino, me detuve y miré hacia atrás. La pillé
secándose los ojos. —Gracias —dije—. Sé que lo haces por él. Pero también me has
salvado.
No esperé su respuesta. Me dirigí hacia la colina. Apenas podía ver algo a
la distancia. El techo de metal resplandecía con los rayos de luna, y los seguí. Mi
corazón latió por primera vez en meses. Iba a verlo. Vería a Mase.
Si Cordelia estaba allí, debía mantener mi calma y no intentar sacarle los
ojos. Pero cuanto más me acercaba a su cabaña, más comprendía que no podía
atacarla‖solo‖porque‖lo‖tocaba.‖Si‖él‖también‖la‖tocaba…
Me iba a enfermar. No podía pensar en eso.
Había una camioneta negra similar a la plateada de su madre estacionada
afuera. Era el único vehículo, y quise suspirar de alivio. Podía pelear la batalla
contra Cordelia después. Justo ahora, quería concentrarme en conseguir su perdón.
Subí los escalones del pórtico y me detuve. Ahora que me encontraba aquí
sin Maryann apoyándome, me congelaba de miedo. Pero no llegué tan lejos para
nada. Volé por primera vez en mi vida y dejé el único lugar seguro que conocí en
mi vida para venir aquí. Para enfrentarme a un hombre al cual eché de mi vida.
La última vez que escuché su voz, gritó a través de mi puerta que me
amaba.
¿Lo seguía haciendo? ¿Si estuviera en su lugar hubiera esperado tanto
tiempo?
La puerta se abrió antes de que yo tuviera tiempo suficiente de tocar,
revelando a Mase sin camiseta. Las sombras cubrían su rostro, pero conocía ese
pecho. También conocía esos calzoncillos. Tenía que decir algo. Todo mi cuerpo
pareció congelarse. —Vine a pelear por ti —solté, y luego rompí en llanto.
Traducido por Jules
Corregido por Fany Keaton

Reese se encontraba aquí. En mi casa. En mi pórtico. Y estaba llorando.


Di un paso hacia la oscuridad, todavía preguntándome si era un sueño y si,
después de todo, logré dormir un poco esta noche.
—¿Reese? —le pregunté, temiendo que si la tocaba, me despertaría.
—Lo‖siento.‖Es‖que…‖verte…‖Iba‖a‖ser‖fuerte‖y‖decirte‖que‖te‖amo,‖que‖metí‖
la‖pata‖y‖te‖amo‖y…
A la mierda el sueño. Me acerqué a ella y la atraje a mis brazos.
Se encontraba aquí. Se encontraba aquí. Se encontraba aquí.
Sus brazos se envolvieron a mi alrededor y me abrazaron con fuerza. Tal
como lo recordaba. La canela dulce llegó a mi nariz, y yo sabía que mi imaginación
no era tan buena. Había tratado de imaginar su olor más de una vez y no podía.
Esta era mi Reese.
—Te amo. No voy a irme. Estoy aquí para hacer que vuelvas a quererme.
Me encuentro vacía sin ti —sollozó en mis brazos.
¿Trataba de convencerme de que la dejara quedarse conmigo? ¿En serio
creía que debía rogarme para que la quisiera a mi lado?
—Reese,‖yo…
Se apartó y me miró con ojos grandes y aterrorizados. —No. No digas nada.
Solamente‖escúchame.‖Me‖equivoqué.‖Vale‖la‖pena‖luchar‖por‖ti.‖Yo‖era…‖Soy‖un‖
desastre. Tengo que superar muchas cosas, pero voy a hacer que valga la pena. Te
amaré más de lo que jamás podría amarte ella. Más de lo que podría cualquiera.
Pasaré el resto de mi vida demostrándote que valgo las molestias. No voy a dejar
pasar un día sin mostrarte lo mucho que te amo. Voy a mudarme aquí. Voy a
buscar‖una‖casa‖y‖un‖trabajo.‖Voy‖a‖prepararte‖las‖comidas‖y‖yo…
Cubrí su boca con la mía y detuve a su adorable y disperso discurso. Su
grito de sorpresa fue seguido de un gemido, y me besó como si necesitara
probarme para vivir. Mientras esos labios carnosos se apretaban contra los míos, se
me filtró su dulzura. Acuné su cara y la hice retroceder para poder mirarla a los
ojos.
Seguían llorosos de su emoción instantánea cuando me vio. Pero eran
hermosos. Mis hermosos ojos azules. Con los que he soñado. Los que siempre me
sostendrían.
—¿Vale la pena luchar por mí? —le pregunté, con ganas de oírla decirlo una
vez más. Había lucido tan condenadamente determinada la primera vez que lo
dijo.
—¡Sí! —dijo, recuperando la fiereza.
—¿Y contra quién crees que debes luchar por mí?
El dolor apareció en sus ojos. No quería eso. Iba a asegurarle que no había
nadie, pero ella habló primero. —Contra‖ cualquier‖ persona…‖ Voy‖ a‖ luchar‖ con‖
quien sea —dijo al final.
Hablaba de Cordelia. Ese maldito mensaje de texto.
—Cariño. Desde el momento en que esos labios tocaron los míos, fui tuyo.
No, tacha eso. Desde el momento en que salí de la habitación y vi tu dulce culo en
el aire y te oí cantando fuera de tono, fui tuyo. De nadie más. Nunca. Antes, sí,
hubo otras. Y una vez tuve‖una‖relación‖de‖“amigos‖con‖beneficios”‖con‖una‖chica.‖
Nada más. Pero al instante en que entraste en mi vida, se terminó. Ella no lo tomó
bien, y trató de hacerme cambiar de opinión. Pero todo lo que vi, todo lo que mi
corazón veía, era a ti. A nadie más.
—Cordelia —dijo en voz baja.
—Sí. Pero el mensaje que viste de Major fue porque llegué a casa del trabajo
para encontrarla en mi cama. Le pedí que se fuera y la amenacé con llamar a mi
mamá si ella no salía de mi cama. Incluso lavé las sábanas para deshacerme de su
olor. Diablos, hasta compré un colchón nuevo y sábanas nuevas. No quiero dormir
en ninguna parte donde haya alguien más que tú. Nunca.
—Dejó sus bragas ese día —dijo en voz baja y sus ojos brillaban con nuevas
lágrimas—. A eso se refería el mensaje de texto.
Asentí. Metí un mechón de cabello detrás de su oreja. —Si hubiera sabido
que era por eso que me mirabas como si fuera un monstruo, me habría quedado y
luchado por ti. Pero pensé que era el pasado, los demonios que te acechaban. Pensé
que había ido demasiado lejos y que necesitabas espacio. —Me detuve y respiré
hondo—. Pensé que me llamarías. Esperé. Estuve esperando. Iba a esperar para
siempre.
Frunció los labios, y me incliné para besarle el rostro. No quería que llorara.
La tenía aquí. Conmigo.
—No voy a dejar que te vayas. Te quedarás conmigo. No puedo dejar que
me abandones. Me volveré loco —le dije, mientras le besaba las mejillas y la nariz,
y luego le di un beso casto en la boca.
—No quiero irme —dijo.
Dios, la amaba. —Ven adentro —le dije, deslizando la mano sobre la de ella
y llevándola a la casa—. Acuéstate conmigo. Quiero abrazarte.
Reese se detuvo y la miré de nuevo. —No. Esta noche quiero abrazarte —
dijo; su expresión determinada una vez más.
—Si eso es lo que quieres —concordé.
Le quité las botas y bajé sus pantalones vaqueros. Me dejó desvestirla sin
reservas. Cuando le desabroché el sujetador, no toqué ni miré, solamente agarré mi
camiseta desechada y la deslicé por su cabeza.
Enterró su nariz en ella e inhaló, envolviendo sus brazos alrededor de sí
misma. Me encantaba cuando abrazaba mi ropa como si fuera yo.
Luego se arrastró hacia mi nueva cama de dos plazas, puso su espalda
contra la cabecera y tendió los brazos en mi dirección.
En tanto que la emoción luchaba con el entretenimiento, fui capaz de evitar
que se liberaran las lágrimas que escocían mis ojos. Me acerqué a ella y puse mi
cabeza contra su pecho para escuchar sus latidos.
Cuando nos quedamos así, pasó los dedos por mi cabello. Envolví su cintura
con mis brazos y disfruté de su aroma. El sonido de su corazón aumentaba el ritmo
cada vez que deslizaba mi mano hacia abajo, hacia la parte inferior de su cuerpo, y
luego, volvía hacia arriba.
—Cada paso que he dado en la vida me ha traído a ti —dijo en un susurro—
. Y porque ahora estoy aquí, no me arrepiento de nada. Por todas las cosas malas
que pasaron, a cambio, he sido recompensada con algo aún más hermoso. Has
hecho que valga la pena. Eres mi regalo de la vida. Pasé por lo malo y sobreviví.
Mi recompensa fue que Dios me dio a ti.
Ya no me importaba contener las lágrimas.
Lloré en sus brazos.
Traducido por Lauu LR
Corregido por Laurita PI

Hoy regresaríamos a Rosemary Beach para empacar mis cosas. Mase no


aceptó que fuera a ninguna parte sin él, así que por dos días, usé ropa que
pertenecía a Harlow que dejó cuando hace un par de años atrás se quedó en su
casa. Todas eran demasiado cortas y ajustadas, pero me las arreglé para hacerlo
funcionar.
Sin embargo, Mase no me dejaría salir de la casa vestida con esa ropa. Le
preocupaba que alguien me mirara. Major me vio la primera mañana vestida con
un par de pantalones cortos de Harlow y una camiseta, y le ofreció a Mase su
testículo izquierdo por mí. Mase lo golpeó en la cara. Fue un desastre.
Cuando Maryann llegó a la casa, enojada y preguntándole a Mase porqué
rompió la nariz de Major, le contó lo ocurrido, y ella comenzó a reír. Entonces giró
sobre sus talones y se fue.
Esa mañana me desperté en una cama vacía, que después de la forma en que
Mase me sostuvo en un férreo abrazo las dos noches anteriores, me sorprendió. Me
levanté y caminé hacia el baño para escuchar la ducha corriendo y a Mase
cantando. Al contrario de mi forma cantar, la suya era hermosa. Su voz tenía un
borde rasposo, pero fluía de una forma que me erizó la piel. Nunca lo había
escuchado cantar. Con un padre como Kiro, tenía sentido que tuviera una voz
acorde a sus genes.
No reconocí la letra, pero me atrapó. Abrí la puerta y entré al baño. No me
notó, pero su cabeza se hallaba inclinada hacia atrás debajo del agua, y aún
cantaba.
Tomaría tus demonios si me dejas entrar. No los retengas, nena, porque todo lo que
quiero dar es más.
Giró la cabeza, y detuvo su canto cuando su mirada se encontró con la mía.
Esto no era algo que necesitara pensar y planear. Este hombre me amaba, y
sabía que nunca amaría a nadie más de la forma en que lo amaba. Estaba dispuesto
a tomar cualquier cosa que le lanzara, siempre que al final pudiera sostenerme.
Tomando el borde de mi camiseta, la saqué por encima de mi cabeza y la
lancé al piso. Al segundo siguiente, me quité las bragas y me dirigí hacia la puerta
abierta de la ducha. Mase, inmóvil, deslizaba la mirada a través de mi cuerpo
desnudo.
Entrando a la caliente corriente de agua, bajé la mirada a sus gruesos y
marcados muslos y la arrastré hacia arriba para ver que se hallaba duro y listo.
Sintiéndome valiente y segura, alcancé el jabón y comencé a enjabonar mis manos
mientras Mase permanecía quieto. No se movió, ni siquiera parpadeó. Sus ojos
seguían cada uno de mis movimientos. Me acerqué y deslicé las manos sobre su
rígida y sedosa dureza.
Un gemido gutural emergió de su pecho, y levanté la mirada para ver que
sus pestañas habían bajado a esa encapuchada expresión que amaba.
Acariciándolo con mis húmedas y jabonosas manos, observé cómo su mandíbula
se tornaba laxa, y retrocedía para recargarse contra la pared. Deslicé una mano
para a cunar su apretado saco y comencé a enjabonarlo.
—Reese —gimió, alcanzando mi mano.
—Déjame —le rogué, presionando mis pechos contra su pecho.
—Ah…joder.
Mantuve mi agarre firme y lento mientras la punta de su pene enrojecía.
Comenzó a escurrir un claro fluido, y me excité por escucharlo venirse. Apresuré el
paso, y contuvo el aliento.
—Voy‖ a…venirme.‖ Mierda,‖ nena,‖ voy‖ a‖ venirme‖ —dijo, entonces un
profundo grito cayó de sus labios mientras su liberación se precipitaba sobre mi
estómago y mis manos.
—No te muevas —jadeó, y vi sus ojos enfocarse en mi estómago cubierto de
él—.‖Oh,‖maldita‖sea…no‖te‖muevas.‖Déjame‖verte.‖Así.
Sintiéndome valiente, atravesé con la punta del dedo el reguero blanco de
su clímax que me cubría. Entonces levanté la mirada para verlo. Sus ojos se habían
calentado de nuevo, un brillo posesivo grabado en ellos.
—Frótalo —dijo en un ronco susurro.
Hice lo que ordenó. Usé ambas manos y lo masajeé en mi piel hasta que
desapareció.
Estiró la mano detrás de sí, tomó la barra de jabón y comenzó a enjabonar
sus manos. Alejándose de la pared, cerró el espacio entre nosotros hasta que sus
manos cubrieron mis pechos. Entonces comenzó a lavarme. O a ellos, a conciencia.
Pellizcó mis pezones y los apretó con gentileza antes de moverse hacia mi
estómago. Cuando llegó al lugar donde froté su liberación en mi piel, lo lavó con
un toque reverente que causó que el dolor entre mis piernas se convirtiera en una
punzada.
Para el momento en que movió las manos entre mis piernas, tuve que poner
ambas manos a cada lado en la pared. Mis piernas comenzaron a doblarse, y Mase
susurró en mi oído que era hermosa. Que era suya. Que amaba cada parte de mí.
Que ver su venida en mí lo puso loco de necesidad.
Sosteniendo sus hombros, sentí construirse mi liberación, y sabía que me
encontraba a punto de ser golpeada con un orgasmo que muy probablemente me
pondría de rodillas.
Mase deslizó un brazo en mi cintura y me sujetó mientras presionaba mi
clítoris una vez más. Me sostuvo cuando el placer se estrelló contra mí, y mis
rodillas al final cedían y se doblaban.
Para el momento en que volví a la tierra, me había levantado y me sacaba de
la ducha. Me secó y me sentó en el borde de su cama. Cuando terminó, se secó con
rapidez, y entonces me deslizó sobre a la cama.
Su boca cubrió la mía mientras su duro y desnudo cuerpo me rozaba.
Arqueé la espalda, tratando de sentirlo más mientras, continuaba elevándose
encima de mí. Esta sería otra razón por la agradecería mis piernas largas. Las
envolví alrededor de su cintura y lo forcé a bajar en mí.
—Sí, Dios, sí, eso se siente bien —dije contra su boca, mientras mis pechos
por fin chocaban contra su pecho y mi centro se encontraba abierto para él
mientras lo acariciaba con su gruesa erección.
Mase alejó su boca de la mía y la enterró en mi cuello. Respiraba con
dificultad. Y me di cuenta que sus manos se encontraban en puños encima de mi
cabeza.
—¿Mase? —pregunté, pasando los dedos por su espalda, disfrutando la
sensación de sus músculos moviéndose bajo mi toque.
—Quiero…no‖ puedo…‖ Dios,‖ nena‖ —gimió, y tensó los puños como si
peleara duro contra algo.
Sentí la hinchazón de su erección saltar contra mí, y entonces, lo supe.
Quería penetrarme. Estuve tan envuelta en sentirlo cerca que nunca me asusté.
El dolor de mi pasado. El dolor que una vez marcó cada contacto, sexual o
de otra índole, ya no existía en mi vida. Este hombre era mi mundo. Me amaba. Era
gentil y cuidadoso conmigo. Y quería sentirlo tan cerca de como fuera posible.
Quería saber cómo era ser uno con él. Esto no era sucio o incorrecto. Era hermoso y
puro.
Alzando las caderas, moví la mano y lo acomodé hasta que su punta se
encontró en mi entrada. En una estocada, estaríamos unidos. Esto era para lo que
el sexo fue hecho, una conexión mágica entre dos personas que se amaban tanto
que se completaban con sus cuerpos, aunque fuera solo un momento. Al igual que
los corazones ya unidos.
—Hazme el amor, Mase. Muéstrame cómo es el amor. Por favor —agregué
las últimas palabras para recordarle todas las veces que me preguntó si podía
tocarme‖terminando‖con‖un‖“por‖favor”.‖Quería‖esto‖tanto‖como‖él‖deseó‖aquello.
—Eres mi vida —me susurró al oído, mientras entraba en mi interior,
llenándome.
Mis ojos se inundaron de lágrimas, y envolví los brazos a su alrededor
sosteniéndolo cerca. Con una gentileza que solo había conocido de él, comenzó a
penetrarme, mientras besaba mi cara y mi cuello y me decía que era hermosa. Que
éramos hermosos.
Nunca creí que algo podía sentirse así de completo.
Deslizando mis piernas arriba y abajo por su espalda y por su perfectamente
definido trasero, me deslicé dentro del lujo de ser amada por Mase.
—Te amo —jadeó en mi oído.
—También te amo —dije en un pequeño grito.
—Quiero venirme en tu interior. Pero no lo haré hasta que te sientas lista —
dijo, mientras besaba mi cuello.
Lo quería dentro de mí. Pero no me hallaba en control de natalidad.
Necesitaba hacerlo. Nunca lo había necesitado antes.
—Dios, Reese, eres tan estrecha. Lo juro, nunca quiero salir de ti —dijo en
un gruñido.
Levanté mis piernas para que sus estocadas llegaran más profundo,
entonces lo sentí frotar algo en mi interior, e instantáneamente estallé en la más
brillante explosión que alguna vez hubiera sentido. Su nombre salió de mis labios,
y bloqueé mis piernas a su alrededor para sostenerlo y no derrumbarme.
Su cuerpo tembló mientras gritaba mi nombre. Mientras vibraba sobre mí,
levanté la mirada para ver sus ojos cerrados con fuerza y su cabeza echada hacia
atrás. Sudor brotaba de su frente, y una pequeña gota rodó de su cara para caer en
la mía.
Cuando por fin abrió los ojos, me miró con franqueza. —No puedo
disculparme por eso, porque, Dios Reese, lo juro, los ángeles cantaron, y esta casa
se sacudió desde los cimientos.
Sonriendo, pasé mis manos por su húmedo cabello y bajé su boca a la mía.
—¿Por qué te disculparías? —pregunté contra sus labios.
—Por venirme dentro de ti —dijo en un susurro.
Todavía permanecía en mi interior. Me sentí tan perdida en las
repercusiones del cielo que no lo noté.
—Oh —respondí.
—Cuando cerraste tus piernas, traté de detenerme hasta que terminaras,
pero eres tan estrecha. Y tan malditamente preciosa cuando te dejas ir. Y me
apretaste con un guante, nena. Me vine antes de darme cuenta.
No arruinaría este momento porque nos perdimos en nosotros. —Mase, eso
fue…eso‖fue‖m{s…‖m{s‖de‖lo‖que‖nunca‖imaginé.
Rodó sobre su espada, aún en mi interior. Me gustaba que no sintiera prisa
por dejarme. Lo quería tan cerca como fuera posible. Ahora me encontraba encima
de él. —Te amo, eres mi mundo. Pero existen dos cosas muy cerca, ocupando el
segundo lugar —dijo en tono serio—. Tus largas piernas y ese apretado pequeño
coño van a poseerme si no tienes cuidado —agregó con una sonrisa bromista.
Riendo, lo besé. Porque era mío.
Traducido por Mery St. Clair
Corregido por Jadasa

Escribí mi dirección con un marcador en cada caja, ahora apilada al lado de


la puerta principal de Reese. Ella se hallaba ocupada limpiando la ahora nevera
vacía. Jimmy acababa de marcharse después de abrazarla al borde de las lágrimas
durante su despedida.
Él hizo justo lo que le pedí. Estuvo allí para ella. La mantuvo a salvo. Y le
debía al hombre una. No sabía cómo se lo pagaría, pero lo haría. De alguna
manera.
Reese se agachó, distrayéndome con su pantaloncillos cortos subiendo por
sus piernas y mostrándome mis pecas favoritas. —Esas pecas, nena. Si quieres
terminar esto sin mi boca en tu trasero, entonces no te agaches —le advertí,
mientras cerraba la puerta y rodeaba las cajas para dirigirme hacia ella.
Se levantó y se giró para sonreírme. —Lo lamento. Tenía que limpiar hasta
el fondo de la nevera.
—No te disculpes. He decidido que quiero besar ese trasero. Inclínate otra
vez —dije con una sonrisa maliciosa.
Reese retrocedió, poniendo sus manos enfrente de ella para detenerme. —
No. Nunca saldremos de aquí si no te detienes. Tuvimos sexo en el sofá, en la
cama, encima de la barra y en el tocador. Y solo han pasado como treinta y seis
horas desde que llegamos aquí. Nunca terminaremos.
Agarré sus manos y la estiré hacia mí, cuidando no lastimarla. —Nena, ¿de
quién es ese coño? —pregunté, deslizando mi mano hacia la parte delantera de sus
pantaloncillos cortos.
—Tuyo —dijo en un suspiro.
Mi monstruo posesivo rugió a la vida. —Eso es correcto. Y quiero jugar con
mi coño. Y escuchar a mi chica gritar mi nombre.
Los ojos de Reese brillaron, conteniendo la respiración. Sabía que la tenía.
Era tan fácil de convencer. Las primeras veces, tuve cuidado y nos tomábamos
nuestro tiempo. Me aseguraba que estuviera conmigo y supiera que la adoraba y
que nunca la lastimaría.
Ella ya no necesitaba eso. Todo lo que tenía que hacer, era hablarle sucio y
se derretía contra mí; lista para que hiciéramos lo que fuera. Una vez más, esta
mujer me hacía sentir como el rey del mundo.
Un golpe en la puerta impidió que le quitara su blusa y jugara con sus tetas.
Retrocedí con dificultad, murmurando una maldición, porque era probable que
alguien más viniera a despedirse. Reese necesitaba saber que la extrañarían. Que
más gente aquí se preocupaba por ella además de Jimmy. Y por esa razón, no me
quejé.
—Yo me encargaré. La señorita popularidad tiene más invitados —bromé.
Su risa musical me siguió.
Abrí la puerta, esperando ver a alguien conocido, pero en cambio, fui
recibido por un hombre alto y de aspecto distinguido vestido con lo que sabía era
que un traje Armani, porque tenía uno igual para los eventos especiales. Su cabello
oscuro y piel bronceada me hizo pensar que era italiano. Había algo en la forma de
sus ojos. Eran cafés, pero familiares.
—¿Aquí vive Reese Ellis? —preguntó, su acento no tan marcado como
esperaba. Me recordaba a la versión de un mafioso al estilo Hollywood.
—Sí —contesté, sin agradarme que este hombre conociera el apellido de
Reese y la estuviera buscando.
—Soy Reese Ellis —dijo ella, viniendo detrás de mí.
Mierda. No quería que lo conociera. Algo en ese hombre no me gustaba.
—¿Puedo ayudarle? —preguntó ella, estudiando al hombre con curiosidad.
—Nena, yo me encargo —susurré, ocultándola detrás de mí con un brazo y
asegurándome de que mi cuerpo la cubriera.
La comisura de la boca del hombre se curvó como si mi acción le hiciera
gracia. —Me alegra ver que Reese tiene a alguien que la proteja. Sin embargo, he
esperado veintitrés años para conocerla. —Extendió su mano hacia mí—. Soy
Benedetto DeCarlo, el padre de Reese.
Abbi Glines
Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con
estrellas de rock, paseando en su yate los fines de
semana, haciendo paracaidismo o surfeando en Maui.
Está bien, quizá ella necesita mantener su
imaginación sólo enfocada en su escritura. En el
mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando a
niños (que siempre suelen aparecer que no le
pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales,
escondida bajo las sábanas con su MacBook con la
esperanza de que su marido no la descubra viendo a
Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose a Barnes & Noble para pasar horas
perdida en libros.

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