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LA EDAD ANTIGUA

La Edad Antigua o Antigüedad es un período tradicional, muy utilizado en la periodización de la


historia humana, definido por el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones que
tuvieron escritura, llamadas por ello «civilizaciones antiguas». Tradicionalmente ha sido el
período inicial de la historia propiamente dicha, iniciada con la invención de la escritura,
precedida de la prehistoria. Algunos esquemas periódicos consideran que existe una etapa
denominada «protohistoria», entre la prehistoria y la Edad Antigua, definida por el
surgimiento de las primeras civilizaciones sin escritura.

Durante la Edad Antigua surgieron y se desarrollaron cientos de civilizaciones de gran


importancia en todos los continentes, muchas de las cuales generaron productos,
instituciones, conocimientos y valores que aún se encuentran presentes en la actualidad,
desde Sumeria (IV milenio a. C.) y el Antiguo Egipto, pasando por las antiguas civilizaciones
védicas en la India, la China Antigua, las antiguas Grecia y Roma, el Imperio aqueménida en
Persia, la Antigua Sudamérica, entre muchos otros.

En el curso de la Edad Antigua surgieron las ciudades y el proceso de urbanización, el Estado, el


derecho y la ley, así como grandes religiones como el budismo y el cristianismo.

CARACTERÍSTICAS

Sea cual fuera el criterio empleado, coincidiendo en tiempo y lugar, unos y otros procesos
cristalizaron en el inicio de la vida urbana (ciudades muy superiores en tamaño, y diferentes en
función, a las aldeas neolíticas); en la aparición del poder político (palacios, reyes) y de las
religiones organizadas (templos, sacerdotes); en una compleja estratificación social; en
grandes esfuerzos colectivos que exigen la prestación de trabajo obligatorio; en el
establecimiento de impuestos y el comercio de larga distancia (todo lo que se ha venido en
llamar «revolución urbana»).1 Este nivel de desarrollo social, que por primera vez se alcanzó
en la Sumeria del IV milenio a. C. (espacio propicio para la constitución de las primeras
ciudades-estado competitivas a partir del sustrato neolítico), llevaba ya cuatro milenios
desarrollándose en el Creciente Fértil.2 A partir de ellas, y de sucesivos contactos (tanto
pacíficos como violentos) de pueblos vecinos (culturas sedentario-agrícolas o nómada-
ganaderas que se nombran tradicionalmente con términos de validez cuestionable, más
propios de familias lingüísticas que de razas humanas: semitas, camitas, indoeuropeos, etc.),
se fueron conformando los primeros estados de gran extensión territorial, hasta alcanzar el
tamaño de imperios multinacionales.

Tableta de arcilla sumeria con escritura cuneiforme de finales del III milenio a. C. La innovación
de la escritura es de tal magnitud para el desarrollo de la civilización que se identifica con la
historia misma.

Procesos similares tuvieron lugar en diversos momentos según el área geográfica


(sucesivamente Mesopotamia, el valle del Nilo, el subcontinente indio, China, la cuenca del
Mediterráneo, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África); en algunas zonas
especialmente aisladas, algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aun no habrían
abandonado la prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o
la contemporánea de la mano de las colonizaciones de los siglos XVI al XIX.
Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del Mediterráneo Oriental
pueden ser objeto de la protohistoria, pues las fuentes escritas por romanos, griegos, fenicios,
hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas, permiten hacerlo.

La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización grecorromana


(siglo V a. C. al siglo II d. C.) o, en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a. C. al siglo V
d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos sociopolíticos —los de
ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría sostenida por el
trabajo esclavo—, a diferencia de los imperios fluviales del antiguo Egipto, Babilonia, India o
China, para los que se definió la imprecisa categoría de «modo de producción asiático»,
caracterizados por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide del imperio y el pago de
tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de condición social libre (pues
aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de trabajo principal).3

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