Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Virgen Maria Fray Petit de Murat
La Virgen Maria Fray Petit de Murat
La Virgen es la causa de fecundidad hacia la humanidad. Ella formó la cabeza y tiene que
formar los miembros. Tiene misión directa sobre nosotros. María es una pupila simplísima
que va hacia Dios, ha llegado a ser lo que debíamos ser nosotros. Es la plenitud, el
acabamiento, la idea ejemplar de Dios en la humanidad. En cambio nosotros nos
complicamos las cosas reflexionando sobre nosotros mismos, pareciéndonos a esos árboles
cargados de lianas. No perdamos tiempo analizando nuestras miserias, démoslas a Jesús, El
las devorará. Dejemos obrar el artificio como María.
El que no encontró a María, no encontró la plenitud del alma. Ella es la puerta. Mirando a
María todo se hace fácil. En ella se ha plenificado esa actitud de Dios, que nosotros, con
nuestros apegos, destruimos. La mejor definición de María es “receptividad comunicante”:
“Haced lo que El os diga”. Es pura adoración, ha logrado una perfecta unidad con Dios, su
hacer está asumido por Dios. No presenta ningún blanco al demonio porque ha
desaparecido para dar lugar a Cristo. La Virgen no desperdicia nada, no deja nada para sí.
Fue virginal en todo, tocaba las cosas sin tocarlas. No se le pegó la menor partícula de
polvo. Dejó Nasareth como si nunca lo hubiese conocido.
La humildad, al hacernos desaparecer, abre nuestras potencias para recibir a Dios. Pero ha
de ser una humildad no retraída, estéril, sino una humildad que aspira, que es una sed de
Dios. La ubicación perfecta es la de María. Su humildad es puro apetito de Dios. Ella tenía
como nadie esa actitud de dependencia, atraída a Dios a la tierra: “A los hambrientos
colmará de bienes”. En la medida que no soy nada por mí mismo, aspiro a Dios en Quien
lo tengo todo. El Verbo es la palabra de Dios y María es la palabra viviente del Verbo
encargado. Toda su actividad va hacia Dios porque es una pura palabra que se exhala hacia
El.
Si la Iglesia hace la ascética de separarlos, es para que se encuentren sus espíritus. Cristo no
podría tomar las cosas de otra manera. El no nombra a María porque ella no tiene nombre:
es El. Al pie de la Cruz, le dice: “Mujer, he ahí a tu hijo”, lo que hemos engendrado los
dos. Todo se deduce del desposorio de Jesús y María. La actividad de María en nuestra
formación es que está ansiando envolvernos y meternos en Ella. Por eso la perfecta
consagración a Jesús es entregarse a María. La actividad de María es solamente dar a Jesús.
Ella es el medio concreto para que se plasme en nosotros Cristo.
Tenemos que morar en María, entregarnos totalmente a Ella como el niño en el seno de la
madre. En la medida en que estamos cavilando, nos estamos muriendo. Estamos asistidos
cuando somos esclavos de María, no pasa nada que nos sorprenda o nos turbe. Tiene que
haber una voluntad concreta de esclavitud, en ella amaremos a Dios, no por sus dones, sino
por El. La libertad se cumple cuando somos los más rendidos esclavos: abandono interior
por nuestra sujeción absoluta. Cuanto más nos sujetamos a esa otra Voluntad, tanto más
libre seremos: ¡Señor, yo no quiero ser nada, sino una pupila que mira! La esclavitud se nos
da para que podamos sujetarnos libremente a Dios. Vamos a ser felices el día en que
sepamos ser esclavos. El hombre es allí tan real que se hace eterno. Somos nosotros
mismos cuando llegamos a esa unidad con Dios. El hombre es teológico por naturaleza ya
que su fin es Dios. Sus facultades existen para conocer el Sumo Bien y la Suma Verdad.
Primero contemplemos el orden natural. El alma es tan grande, tan rica, que tiene que
desplegar sus perfecciones en muchísimos individuos, sin agotarse jamás. Una persona
tendrá tal don en grado eminente, y tendrá otros en segundo y tercer plano; en otra florecerá
tal otra virtud, de manera que jamás existe igualdad entre dos almas. Cada uno de nosotros
tiene tal posibilidad de perfección, y de ella deberemos rendir cuenta Dios.
Ahora bien, si esto ocurre en el orden natural ¿qué diremos en el orden sobrenatural de la
Gracia?..La Gracia es ese don preciosísimo que se adhiere a nuestra alma con la
vehemencia de la paloma que se une a la fuente de agua. Ella está indigente en nosotros
porque el único lugar en la tierra en que puede posarse, es el alma humana. Para ella fue
creada, para que le diera tal esplendor, que la hiciera semejante a Dios. Es capaz de darle a
tu alma la máxima belleza.
Jesús no tuvo mejor manera de explicar lo que es la Gracia que con la comparación del
mercader que encontró una perla de gran valor y fue y vendió cuanto tenía para comprarla,
y con la mujer que habiendo perdido un dracma, da vuelta toda la casa hasta encontrarlo. Y
luego las palabras de Jesús a la Samaritana: “Si comprendieras el don de Dios…” Por la
Gracia, cuando hemos comprendido nuestro bautismo y somos fieles, podemos colocarnos
entre los coros angélicos.
Y ahora vamos a lo nuestro: ¡Cómo sería el alma de la Virgen, plena de Gracia! La Virgen
tenía en sí la Gracia de todos los santos. Ella actualizó al máximo su condición de criatura.
No solo no pensó jamas en otra criatura, sino que jamás pensó en si misma, toda su vida fue
un potentísimo impulso hacia Dios. Fue un abismo de transparencia que sólo reflejaba a su
Dios. Por eso, cuando queramos ofrecer a Dios un anhelo, un arrepentimiento, una ofrenda,
no dudemos de hacerlo por María, sepamos que entrará en ese impetuoso torrente que lleva
sólo a Dios. En la Esclavitud a María estamos seguros, como el niño en el seno de su
madre.
A María no hay que rogarle desde afuera, a María hay que entregarse. Permitidme que os
prevenga: que nunca sea vuestro Rosario como una adulación a una dama muy poderosa
para pedirle algo temporal. Que vuestro Rosario sea una ofrenda. A Ella le confió Dios la
plenitud de la Gracia dándole la fecundidad espiritual para qué, así como engendró la
divina Cabeza, engendra a sus miembros, el Cristo total.
La Asunción
Hoy Dios nos habla con el despliegue mas magnifico de la mujer. No solo se despliega
hasta el cielo, sino que es el mismo cielo. María es la mujer tal cual es en la mente divina.
¡María eres Tú, como Dios te quiere! Es la mujer en toda su plenitud.
Estamos viviendo una tremenda época de mentira. El hombre iguala a la mujer dándole
derechos que la igualan a él, pero solo pretende someterla a la peor servidumbre. Cuando se
desata la concuspicencia del hombre, la mujer es su primera víctima. Pronto veréis a las
mujeres llevadas y traídas como en mercado de esclavas como mercaderías sin precio.
¿Por qué la Iglesia, ante la disminución de días de fiestas de guardar impuesta por los
gobiernos, ha preferido posponer fiestas solemnísimas como San Pedro y San Pablo, la
Ascensión, y otras y a ésta la solemnizó más aún todavía, conservando el ayuno de
preparación? Para mostrar a la mujer su misión excelsa. Para mostrarle que toda ella es
sacramental no sólo un alma, sino también su cuerpo. Si es consagrada la virginidad, será
coronada con la maternidad más exquisita, la maternidad del espíritu. Y se selló su boda
con el “sí” ante el altar, su cuerpo será también sacramento creador de vida.
Sed mujeres que con vuestra sola presencia estéis proclamando pureza, castidad, dignidad.
El hombre necesita esas mujeres que cual brisas puras refresquen las sienes cansadas. El
hombre necesita la mujer casta que sólo inspira pensamientos castos y elevados.
1953.