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El ARTE DE LA CONTEMPLACIÓN

CONSUELO MARTÍN

Índice

Prefacio 9

Introducción. Lo más sencillo es contemplar 11

CAPÍTULO I. Pienso, luego no vivo


La ilusión de pensar la realidad 15
Vida inauténtica y vida auténtica 18
Lo que pensamos no es lo que somos 20
¿Cómo salir del círculo del pensamiento? 22
En el ámbito de la mente pensante no hay paz 23
La libertad desde la luz 26
¿Con qué me identifico de la vida total? 28

CAPÍTULO II. Aprender a contemplar


Abrir los ojos 33
Ser lo que somos 36
Empezar reconociendo la ignorancia 37
Contemplar en el silencio 40
No soy los pensamientos, no soy las emociones 43
Las ilusiones..... 45
Discernimiento 47
Encontrar la mirada inocente 50

CAPÍTULO III. Vivir en la contemplación es vivir lo infinito

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Dejar de fabricar sueños 53
Sin creencias 55
La vida liberada 59

CAPÍTULO IV. El camino donde desembocan todos los caminos


Conocerme a mí mismo 61
Pasión por la verdad 64
La aparición del discernimiento 67
La luz que contempla 69

CAPÍTULO V. La aventura de vivir con lucidez


Penetrar en la lucidez tras las palabras 71
La verdad, ese estado luminoso 73
Dormir o despertar 74
La vida es un movimiento inteligente 76
El pensamiento mecánico corta el paso a la lucidez 79
Contemplar es la gran aventura 81
¿Qué es lo bueno y lo malo de la aventura? 83
La sabiduría, lucidez liberadora 85

CAPÍTULO VI. Esperar en la puerta


La puerta se abre desde dentro 87
Pensar cierra la puerta 89
La atención vigilante 90
El desengaño de lo ilusorio 92
La atención abre la puerta 96
Lo más importante que podemos hacer 98
La verdadera meta en la vida 100

CAPÍTULO VII. Investigar y contemplar

2
Un nuevo propósito 101
Ver directamente 109
La mente iluminada 112
Salir de la representación 116
Vivir el camino contemplativo 121

CAPÍTULO VIII. ¿Es posible trascender el pensamiento?


Cómo investigar 125
La pregunta por lo impensado 127
Cómo vemos caer las hojas de los árboles 129
¿Puede ser creativo el pensamiento? 132
La observación del proceso del pensar 133
Las creencias 135
Pensamiento y libertad 137
Evidencia 139

CAPÍTULO IX. El arte de contemplar es el arte de ser


La llamada del ser 141
La verdadera comprensión 145
Contemplando los valores 149

CAPÍTULO X. Despertar de los sueños


¿Qué es mi vida? 151
Al despertar 157
Necesitamos el silencio 159

CAPÍTULO XI. Contemplar lo Real es la vía directa a la realización


Una investigación realizadora 163
Inmersos en la realidad 165
Relatividad de la realidad objetivada 167
Las experiencias 169

3
Realizarse al contemplar 170

CAPÍTULO XII. Contemplar es romper límites


La creación del pensamiento 175
La visión directa 178
Amor sin límites 181
Romper los límites con la verdad 183

CAPÍTULO XIII. Solo comprender despierta


¿Qué significa comprender? 185
Salir de la ilusión 191
Comprender la vida 195
¿Cuándo despertamos? 199

CAPÍTULO XIV. Sabiduría en el vivir


Sin tiempo 205
El momento presente 210
Solo despertar libera 212
Soy el camino 215
La sabiduría silencia lo psicológico 217

Bibliografía y contacto 221

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Prefacio
[AC-9] El origen de este libro es la práctica de la contemplación, si es posible hablar de practicar
algo tan impersonal y creativo como el contemplar. Se ha realizado desde el silencio
contemplativo que se expresó en las investigaciones aquí recopiladas. Por ello no debe
extrañarnos el modo, ni sistemático ni analítico, de su presentación.
El intelecto tiene, sin duda, su función en la comprensión de la verdad que conduce al silencio,
pero cuando irrumpe la inspiración directa desde la Inteligencia impersonal, ha de dejarse
espacio abierto a una nueva manera de expresión que permita evocar Aquello que trasciende
las limitaciones lógicas.
Estaría bien que supiéramos, aun antes de comenzar la lectura de estas páginas, que su
contenido no trata de un acercamiento a la Realidad trascendente desde la razón, pero
tampoco mediante el sentir, tal como se propone en la vía místico-devocional, sino que es un
acceso inteligente que, al atravesar el intelecto personal, lo desborda.
Constataremos, quizá, que es posible hablar y escribir acerca de lo inexplicable e impensable,
tarea algo extraña habitualmente, pero bella y gozosa. Confío en que también será una alegría
para el lector con vocación contemplativa el acercarse al silencio creador desde estas
insinuaciones.
[AC-10] Doy gracias a la Inteligencia sagrada por empujar a mi persona a llevar a cabo esta labor
durante toda mi vida, y agradezco personalmente a los familiares y amigos el apoyo que me han
dado en este hacer.
En particular, doy gracias ahora a mi amigo Ángel Rojas, que me animó incansablemente a
publicar libros como este. También las doy a Jorge Viñes, que con su buen arte de editor se
esforzó en transformar unas investigaciones vivenciales en este libro. Y por último, pero no en
último lugar sino en el primero, doy gracias a los compañeros contemplativos que han estado
presentes en los retiros donde nacieron investigaciones como estas. ¿Y por qué no ampliar las
gracias al futuro? Lo haré en este momento teniendo en cuenta a los lectores a los que este
libro anime e inspire en el arte de hacer la mente contemplativa, porque con su actitud darán
un sentido luminoso a esta forma de expresión escrita.
CONSUELO MARTÍN
El Escorial (Madrid)
junio de 2007

Introducción

LO MÁS SENCILLO ES CONTEMPLAR


[AC-11] La contemplación no es algo separado de la vida; forma parte del vivir.
En un momento atemporal de nuestra existencia, descubrimos la contemplación, y con ella
descubrimos la vida auténtica y el significado profundo de la vida.

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No pensemos, por tanto, que la contemplación es ajena a nuestras actividades diarias. En todas
las situaciones del vivir se puede contemplar. Se vive con todo, y así todo puede ser
transformado. Contemplando descubrimos el porqué de la existencia, por qué sufrimos, por qué
amamos. La unidad que se crea al contemplar deshace todas las dudas que la separación creó, y
las preguntas que nos hacemos, todas aquellas que quedan sin aclarar desde el nivel del
pensamiento, encuentran respuesta en la contemplación.
A menudo, escuchamos que el camino contemplativo es difícil. Mientras dicen esto, los seres
humanos se enfrascan en grandes dificultades existenciales por no comprender... Pero
contemplar no es difícil ni fácil. Es sencillo, como lo es la verdad.
Al contemplar se avanza directo desde la verdad hasta la [AC-12] verdad. Y cualquier método o
intención estudiada que no deje nuestra mente en estado contemplativo será mero
entretenimiento del pensar o, dicho de otra manera, provendrá del mundo de los sueños.
Entretenerse en el campo mecánico de lo conocido, de lo que es habitual, parece fácil; pero no
hay nada que cree más dificultades que mantenerse distraído en lo falso, creyendo que es lo
verdadero.
Contemplar es acceder a lo natural; por eso ha de ser sencillo, aunque a partir de nuestros
hábitos nos parezca complicado. Si a un niño que solo sabe avanzar a gatas por el suelo se le
dice que ande erguido, es normal que le parezca difícil. Solo si, con confianza y decisión, lo
intenta una y otra vez acabará descubriendo que estaba en su naturaleza, y ya no usará más las
manos para asegurarse. Con ello cambiará su visión.
La mente contemplativa está hecha de lucidez sin esfuerzo. Comprobémoslo contemplando. Es
la única prueba posible.
Creemos que comprendemos algo cuando lo analizamos comparándolo con otras cosas. En eso
se entretiene el pensamiento. Pero comprender desde la verdad es algo distinto. En la
verdadera comprensión se presenta lo real directamente en una simple toma de conciencia. A
eso lo llamamos contemplar.
Cuando nos movemos dentro de la memoria del pasado, afirmamos y negamos, o aceptamos y
rechazamos sin salir nunca de la influencia invisible de lo ya sabido, de lo viejo repetido una y
mil veces por unos y por otros. La contemplación rompe este proceso mecánico; allí se vive en
lo nuevo. Sin separación entre el contemplador y lo contemplado, cesan las dependencias
creadas por los apegos y los rechazos, y se descubre lo que siempre estuvo presente: el ámbito
sagrado de la unidad total.
Para contemplar hay que atravesar el silencio. Desde el [AC-13] bullicio del pensar, sentir,
desear, temer, no se presentará la contemplación. Para contemplar hay que atravesar el
silencio, amplios ámbitos de profundo silencio. Es entonces cuando se hace en la mente un
espacio vacío envuelto en una gran serenidad, en una gran paz. Se deshace así lo que creía ser y
lo que creía eran los otros, lo que pensaba eran la vida o el mundo. Y una mente que no se
encuentra encadenada en las experiencias del pasado y los proyectos del futuro vive un
presente eterno.

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Estemos atentos a ese instante en el que sobreviene el silencio de lo psicológico, porque en él
puede revelarse la verdad por inspiración. Comprenderemos entonces que la vida no se copia,
no se repite, no se obedece, no se deduce lógicamente, no se conquista por la fuerza. La verdad
es lo que es más allá de las apariencias; es lo que soy. Y si la mente se encuentra en equilibrio,
silenciosa y serena, porque ha comprendido la lección de las apariencias, habrá revelación. Se
revelará lo siempre nuevo. Y podré vivir a partir de lo verdadero, recién estrenado en cada
instante atemporal.

CAPÍTULO I
Pienso, luego no vivo

LA ILUSIÓN DE PENSAR LA REALIDAD


[AC-15] El título de esta investigación no es una conclusión, aunque parezca categórico. Hemos
de inquirir sobre lo que es pensar y sobre lo que es vivir antes de que las conclusiones broten
naturales de nuestra comprensión.
Esta investigación es algo intransferible; es el propio pensamiento lo que se va a poner en
evidencia mientras nos comunicamos. Y nuestro propio vivir aparecerá mientras aprendemos a
distinguir lo falso de lo verdadero. En el proceso del pensar se forma lo que creemos ser. Y ahí
queda incluido todo lo que llamaremos nuestra vida, las emociones, las convicciones, la manera
de actuar, todo eso que nos parece nuestro. Pero mis ideas, mis sentimientos forman parte del
proceso de pensar de la humanidad. Los pensamientos pasan de unos a otros en un intercambio
repetitivo de actitudes copiadas.
Nos hemos acostumbrado a creer que nuestra vida es esta consecuencia de los pensamientos
siempre condicionados unos a otros, siempre mecánicos. Y no aceptaremos que no es así si no
observamos una y otra vez hasta descubrir qué es el pensamiento. Parece que las cosas son
como siempre han sido y [AC-16] nada puede hacerse al respecto. Pero hemos decidido dedicar
un tiempo a investigar sobre lo esencial de la vida; podemos observar y ver algo nuevo. Para ello
hemos de prescindir de nuestras posturas habituales, las de ser de una determinada manera
según lo que los demás piensan. Dejemos a un lado los proyectos pensados acerca de lo que se
ha de hacer para tener éxito en esto o aquello, y miremos de nuevas lo que el pensamiento es.
Puede parecer algo imposible, distraídos como estamos en tantas cosas; pero en un instante
lúcido, tal vez solo un asunto me interese: descubrir la verdad sobre mi vida, ver qué la está
moviendo y qué la está limitando a un movimiento siempre cambiante de pensamientos. Sin
duda es posible ver esto con todas sus consecuencias.
Es por amor a la verdad por lo que se hace una verdadera investigación filosófica, en el sentido
que la tradición griega da a esta palabra. Dejaremos las fantasías habituales sobre maestros

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espirituales y las extraordinarias experiencias debidas a su gracia, porque todas esas ideas se
han formado en el proceso mecánico del pensar. Se basan en el querer llegar a conseguir algo,
lo que no es sino un mal funcionamiento de nuestra mente.
No es fácil prescindir de todo lo creado por la actividad pensante, ya que creemos que es
nuestro único consuelo. Llevamos una vida de lucha y de dificultades para conseguir lo que
queremos; pero, al menos, nos parece que quienes nos consideramos espirituales tenemos el
consuelo de otra vida, de modo que realizamos prácticas para llegar a una meta soñada que se
ha denominado “realización”. Los escépticos, por su parte, tendrán otros consuelos basados en
otras fantasías relacionadas con placeres sensoriales o culturales.
Todo ello forma parte de la ilusión de pensar la realidad; por tanto, no es algo verdaderamente
religioso, en el sentido literal del término de volver a ligarnos a la Realidad verdadera. Nada de
eso nos libera del sufrimiento, pues no solo no nos [AC-17] unifica con lo Real sino que nos
retiene en la dualidad del pensamiento. Pienso, por ejemplo, que estoy aquí con mis errores,
mis fracasos o mis triunfos pasajeros, pero que puedo dirigirme a un ser excelso y supremo
mediante el cual puedo llegar a realizar mis deseos. O pienso que con voluntad puedo llegar a
ser un liberado o un santo. De este modo, la actitud de la mente no ha salido de la trampa de la
ambición, del querer ser algo distinto de lo que soy.
En otra época, esta ambición se ha vestido de una determinada manera, adornándola a la
usanza del momento. Algunas de estas vestimentas nos parecen ya caducas; me refiero a las
religiones antiguas, acaso no tan apreciadas actualmente excepto por los que tienen el gusto
por lo tradicional. Otras se arreglan según el gusto moderno, percibiéndose en el ambiente
actual una renovación de técnicas para obtener los deseos de forma milagrosa. Así, tenemos en
nuestros días una amplia gama de ofertas que nos prometen adquirir unas u otras energías.
En este contexto no se encuentra la verdad; solo el autoengaño del pensamiento colectivo que
se vive individualmente.
Hemos de verlo bien. Habrá pensamientos que empeoren algunas cosas y otros que las
mejoren. Pero siempre andaremos dando vueltas en la misma rueda de inconformismo y de
inquietud. A pesar de tanto trabajo en la dirección de mejorar lo que conocemos a base de
pensar, siempre se mantiene una insatisfacción de fondo. Es inevitable mientras nos
mantengamos en el mismo lugar de conciencia.
Cuando nos quedamos en silencio, en el vacío que quizá irrumpe instantáneo entre nuestras
actividades, notamos que algo está funcionando mal. Intuimos que la Realidad no es eso. Al
quedarnos a solas con nosotros mismos, ¿de verdad estamos a solas?, ¿no se estará repitiendo
una vez más la experiencia pasada en forma de pensamiento?
Hay una inquietud, una insatisfacción que no sabemos [AC-18] cómo llenar. Al mismo tiempo
oímos hablar de una paz, una gran belleza y un amor sin límites e intuimos que en esa dirección
está nuestra realidad. Es entonces cuando, a solas, intentamos parar el movimiento mecánico
de la acción y del pensar. ¿Qué sucede ahí? Habitualmente no me doy cuenta de la manera en
que actúo movido por los pensamientos condicionados por el pasado. Podría ser también que
un pensamiento frene otro. Pero aún después de haber conseguido el triunfo de controlar el

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pensamiento, permanece una inquietud constante que proviene de la intuición de que no se
está viviendo con autenticidad.

VIDA INAUTÉNTICA Y VIDA AUTÉNTICA


Hablaremos de la manera inauténtica de vivir para abrirnos a la posibilidad de descubrir lo
auténtico en la vida, que es lo más simple. Solo lo inauténtico es confuso y rebuscado. Hemos
de ver que el proceso de pensar y las consecuencias de actuar bajo su hipnosis es lo más
complicado. Nos damos cuenta por lo complicada que ha llegado a ser nuestra vida. Ni la
repetición ni la costumbre pueden ocultar el complejo y superficial arreglo que oculta la
desarmonía interior.
Si observamos cómo se fabrica nuestra vida, nos percataremos enseguida de cuántos conflictos
ocultan los engaños que crean los miedos y las ambiciones. Cuando quiero tener amor, no lo
tengo en absoluto debido a que mi actitud es egocentrada; y cuando quiero comprender a los
demás porque me conviene hacerlo, no los comprendo debido a que mi mente está centrada en
mis pensamientos interesados, y de esa manera no hay posibilidad de una apertura a lo Real
que se presenta continuamente y en cada situación.
Además del conflicto que supone no haber comprendido [AC-19] lo que aparece ante mí,
superpongo e instalo en mi conciencia algo imaginado: lo que he oído y he pensado que otros
hacen. Esta situación está muy lejos de ser una vida auténtica. No es vivir de primera mano; es
dormir y soñar que vivimos.
Veamos por qué se nos escapa siempre la investigación fundamental cuando analizamos las
cosas de nuestra existencia.
Decimos que amamos la verdad. Si es así, seremos filósofos en el verdadero sentido de la
palabra, es decir, amantes de la sabiduría, el único título que puede honrar a un ser humano. Si
existe esa llamada interior que ninguna exigencia externa puede ocultar, la lucidez se abrirá
camino en nuestra conciencia y la sinceridad creará autenticidad en nuestra visión. Lo que tengo
que lograr, lo que he de conseguir en la vida es evitar las insinuaciones de lo que creo ser.
Tomar por real lo que creo ser es lo que hace que mi vida sea una historia soñada, imaginada.
En un momento dado, quizás pare un momento el impulso condicionado y me pregunte: ¿Qué
es todo esto? ¿Para qué he vivido y sigo viviendo? Pero si ya he realizado la investigación
fundamental y he descubierto “aquello que soy”, y que eso es innombrable y coincide con
“aquello que es”, entonces no me sucederá esta detención. No hará falta que suceda porque no
estaré tratando de buscar una finalidad a mi vida distinta al hecho mismo de tomar conciencia
de ello, que es, precisamente, en lo que consiste vivir.
Cuando, como amante de la sabiduría que soy, miro qué es la realidad, qué es la vida, lo que
aparece enseguida son unas proyecciones trazadas sobre los raíles de los hábitos. Veo entonces
que acostumbro a interpretar las sensaciones de la manera en que siempre lo he hecho, y que
suelo pensar con las connotaciones que todos repiten sin cuestionar. Veo entonces que es a
este conjunto de hábitos a lo que llamo Realidad.

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Me bombardean de información por todos lados repitiendo [AC-20] que se trata de datos
nuevos, cuando son las mismas consignas del pasado presentadas según la moda actual.
Llamamos vida al conflicto en el que vivimos semiinconscientemente. No puedo ver lo que es
real; no lo puedo ver desde el lugar en que me encuentro, no lo puedo ver pensándolo.
Podríamos decir que esa zona del pensamiento, que es la mente condicionada, crea la vida
inauténtica, tal como siempre lo ha manifestado el hinduismo y tal como lo dijo en nuestra
época el sabio Krishnamurti. Por el contrario, la Vida auténtica, la Vida verdadera es expresión
espontánea de la mente incondicionada. Y esa capacidad mental libre es pura lucidez.
Mientras la mente permanece dormida, dependiente del pasado en los sueños que se repiten
en ella mecánicamente, no es más que una sombra de esa lucidez que es la verdadera
naturaleza mental. Al mirar desde la dependencia hipnótica del pasado, proyecto más y más
sombras sin darme cuenta de ello.
Eso es pensar. Se descubre observándolo.

LO QUE PENSAMOS NO ES LO QUE SOMOS


El instrumento pensante en el ser humano es solo un nivel más entre otros niveles diversos,
como son el sensorial o el emocional.
Lo que se llama objetivamente mundo y subjetivamente vida no es más que un simple
momento del proceso del mundo fenoménico, el cual se origina en la proyección de la
Conciencia. Así, mi pensamiento no es conciencia creadora; es solo una proyección que se
refleja entre el ver subjetivo y el plano objetivado de lo que denominamos realidad o mundo. A
la vez, las emociones y los pensamientos están interpenetrados entre sí, y con las sensaciones;
los tres forman un circuito cerrado en el mismo nivel que denominamos físico. Todo el proceso
de las sensaciones [AC-21] y emociones participa del pensamiento ya que toda percepción
externa o interna es interpretada y entra en ese círculo mecánico que constituye la vida
dormida, soñada.
El pensamiento no es lúcido. No tiene el resplandor de lo nuevo. Y el imaginar que no se piensa
porque se está sintiendo, no conduce a nada verdadero; pues al identificarse uno con las
emociones o sentimientos es cuando, por inconsciencia, más se está completamente dirigido
por los pensamientos. Es entonces cuando el pensar condicionado del pasado actúa en
nosotros, y es entonces cuando se obedecen consignas sin darse cuenta de nada. En el vivir
cotidiano se da la paradoja de que cuanto menos quiere alguien saber de la mente y sus
productos pensados, cuando menos quiere alguien ser intelectual sino vital o sentimental, más
domina su vida el pensamiento. Porque decir “No quiero pensar” es absurdo. Lo inteligente es
que el pensamiento sea visto ocupando su lugar; es poder verlo y darme cuenta de que no es
esa mi esencia. Al producirse en mí la desidentificación de la zona del pensamiento, ya sea por
madurez, por sabiduría o por comprensión, es decir, al comprender lo que es pensar, entonces
el vacío del que surge el movimiento de pensar se vive como plenitud, pues es pura lucidez. Y la
luz lo es todo.
Si me pregunto qué soy, siempre pienso que soy algo. Pero eso que creo ser no lo soy en
verdad, pues todo ello se reduce a una proyección pensada. Creo que soy una persona con unas

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cualidades, defectos, experiencias, títulos, costumbres, cultura memorizada..., pero sea cual sea
el objeto pensado, eso no es lo que soy.
¿Cómo descubro lo que soy en verdad para poder vivir desde ahí? La respuesta a esta pregunta
no pasa por ningún conocimiento, método ni consiga adquirida en el pasado. Es la serena
lucidez.
El amor a la verdad puede mantenernos despiertos natural [AC-22] y espontáneamente, porque
no existe esa meta que el pensamiento imagina conseguir sin esfuerzo. Se puede concentrar la
energía en una u otra dirección, podemos recurrir a la memoria privada o colectiva de la
humanidad, y de esa manera podemos llegar, tras reiterados intentos, a objetivar resultados
conocidos. Pero la lucidez, siempre desconocida y única, solo brotará por sorpresa, como brota
la naturaleza en primavera. Y la descubriré por amor a la verdad.
Lo que verdaderamente somos se revela en el mismo acto de estar lúcidos. Esa lucidez, que no
es interés por algo sino luz totalizadora, es plenitud y se expresa como belleza, serenidad y
armonía. A menudo buscamos las manifestaciones externas, pero no nos damos cuenta de que
el origen de lo que anhelamos es la lucidez que somos y que no reconocemos ser. Por
entretenernos con el pensamiento estamos perdiendo la conciencia de lo que somos. La
distracción en que el pensar nos tiene sumidos no nos permite vivir desde lo que somos. Nos
impide, por tanto, la vida consciente y creativa.

¿CÓMO SALIR DEL CÍRCULO DEL PENSAMIENTO?


A la verdad no se llega por un camino lineal. El pensamiento va en una sola dirección lógica y
lineal. Parte de un lugar para llegar a otro. Va de lo limitado a lo limitado. Así se consigue
apenas uno u otro fragmento de la realidad separado de los demás. Se llega, sin duda, a
interesantes descubrimientos científicos, filosóficos o psicológicos; pero cuando se trata de ver
la totalidad, ver qué somos, ver qué es la vida, no me servirá ese proceso de caminar de un lugar
conocido y, por tanto, limitado, a otro lugar también limitado. No sirve la lógica lineal para
descubrir una verdad totalizadora. Con ella solo se acuñan verdades relativas.
[AC-23] Únicamente con la luz que soy puedo descubrir el proceso del pensamiento. Y esa
lucidez llega cuando el pensamiento ha sido visto y comprendido. Es un círculo cerrado: solo soy
lúcido al eliminar el pensamiento, pero el pensamiento se elimina precisamente al ser lúcido.
¿No hay salida de este círculo? ¿Qué hacer?
La investigación verdadera parte del desengaño completo de que pensando se puede llegar a la
Realidad intuida o presentida. No hay manera de arribar a lo Real por la vía conocida, la
empleada una y otra vez para adquirir cosas o para resolver problemas.
La plenitud que añoro está fuera del pensamiento racional, tanto como está fuera de la emoción
irracional. Nadie, por tanto, puede alcanzar la plenitud pensando o sintiendo. Y sin embargo, es
posible el descubrimiento deslumbrante de lo Real. En un instante en que el pensamiento no
intenta nada, cuando desaparecen momentáneamente las creencias y las acostumbradas
pautas de conducta, ya sean sociales, políticas o culturales, es posible que surja en mí la
necesidad de vivir en lo verdadero dejando de moverme en las direcciones pensadas. La

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constante inquietud de desear algo nos mantiene en un movimiento que obstaculiza el paso
natural de la luz que somos.
Estamos diciendo que al pensar no vivimos desde esa luz, pero ello no significa que nuestra
meta consista en dejar de pensar. Lo que se persigue, finalmente, es que dejemos de creer que
somos el pensamiento.

EN EL ÁMBITO DE LA MENTE PENSANTE NO HAY PAZ


Aquello que pasa por la mente me hipnotiza de tal manera que de inmediato actúo, y vivo a
partir de esa reacción. Lo [AC-24] que, como pensamiento, pasa por mi mente es simplemente
una forma mental. Ya sea que hablemos de mente individual, mente colectiva o mente cósmica,
se trata siempre de la única mente, y no de mi mente como realidad separada, separación que
solo existe en la imaginación. Los pensamientos que se suceden están apareciendo en todas las
mentes. Y si veo cómo se crea el pensamiento, me daré cuenta de que actuar siguiendo sus
consignas es una locura; porque el pensamiento tiene fuerza psicológica precisamente por falta
de claridad, es decir, por la obnubilación de esa inteligencia que es nuestra naturaleza real.
Dejemos a un lado el pensamiento como instrumento. Cuando se observa el proceso del pensar,
se ve y se comprende en qué consiste, y esa comprensión le quita su fuerza obnubiladora, su
capacidad de hipnotizarnos; de esa forma, se mantiene en su lugar. En su propio espacio
limitado, tiene una misión instrumental con capacidad de ordenar los datos que se perciben y
de interpretarlos según ese orden. Al pensar de este modo, organizamos lo percibido para dar
forma a alguna situación externa. Esto lo sabemos hacer muy bien, y hasta hemos inventado
máquinas que nos sustituyen o quizá nos superan en esta tarea. Es un ámbito que conocemos
tanto que sobre él hemos depositado las esperanzas de nuestro ver, comprender y ser en la
vida, y nos hemos quedado atrapados en él. Por esto, lo que a partir de este momento me
interesa es desidentificarme. Porque en ese lugar no solo me muevo por motivaciones prácticas
haciendo lo que es útil a la persona externa, sino que se ha formado una gran cantidad de
energía parasitaria en el ámbito psicológico o interior de la persona. En el pensamiento
fermentan esas energías psicológicas parásitas que obstaculizan el poder vivir en libertad: son
las necesidades afectivas, la memoria condicionada, la angustiosa sensación de culpabilidad, el
temor, la inquietud imparable de la [AC-25] ambición y tantas otras cosas que ya conocemos.
Siempre y en todos los casos, se trata de una energía que depende de una interpretación
pensada y repetida por los demás y por mí. Y si nos encontramos en un momento dado
enredados en esos lugares, lo único inteligente que se puede hacer es huir de ahí.
Tengamos en cuenta que no hay salida dentro del círculo pensado, es decir, desde lo
psicológico. Y si en alguna ocasión nos parece que un problema se ha resuelto desde ahí,
observemos bien hasta que descubramos que estábamos mirando solo apariencias, solo
aspectos superficiales de la situación problemática, y enseguida veremos que la resolución de
estos aspectos triviales no toca la raíz del conflicto de nuestro vivir.
¿Sabemos qué es vivir en paz? Hay toda clase de problemas acechando en cualquier cosa que
hacemos, a causa de esa raíz conflictiva con la que nos movemos en la existencia y que dimana
de la mente pensante.

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En la actualidad, comenzamos a tomar conciencia en alguna medida de que algo hay que hacer
con los problemas que vivimos en nuestro interior y con los conflictos en relación con los
demás. Y cuando nos damos cuenta de ello, tratamos de resolverlos desde el mismo ámbito en
que se crearon. El pensamiento intenta dar soluciones a los conflictos que ese mismo
pensamiento ocasiona. Es evidente que no es posible resolver nada de este modo; sin embargo,
probamos una y mil veces a conseguirlo. Si el hecho de estar identificado con el pensamiento
crea un sinfín de inquietudes y luchas, ¿cómo es que quiero llegar a la paz desde ese mismo
error? Lo más que consigo es quitar un obstáculo que me impide vivir en paz mientras aparecen
una multitud de nuevos e incomprendidos obstáculos a su alrededor. Así, siempre estaré
ocupado en resolver algún asunto que luego deja paso a otro y a otro más, sin tregua.

LA LIBERTAD DESDE LA LUZ


[AC-26] No existe ninguna solución pensada. La única salida del error radica en comprender
dónde nos hemos quedado estancados por inatención. Y comprenderlo no es hablar o escuchar
hablar acerca de ello. La vía inteligente que fructifica en sabiduría es la observación de lo que
aparece en y desde la propia conciencia. Para investigar es insuficiente el mero entender las
palabras, darles un sentido lingüístico y archivar en un rincón de la mente pensante la
información. Si hago una investigación con la sinceridad de quien ve la necesidad de
comprender, no la llevaré a cabo simplemente para recopilar datos y guardarlos con miras a una
eventual repetición. Lo haré para que cambie el lugar de la conciencia desde donde vivo. Y el
cambio surgirá espontáneo a partir del interés de contemplar la verdad.
Ésta es la manera en que la verdad de mi vida puede revelarse.
El lugar donde habita lo verdadero es siempre nuevo. Lo incluye todo y, en su plenitud, la mente
se serena natural y bellamente. Cuando el pensamiento no tiene ya salida porque la
comprensión ha cerrado ya todas sus escapatorias hacia lo falso, se queda tranquilo; y al
abandonar esa inquietante tarea de evasión de lo Real, permite la transparencia para que se
produzca una renovación de la mente. Es ün momento de libertad.
Ninguna fantasía pensada da acceso a la libertad. La verdadera Libertad no depende de poder
viajar a distintos países o de experimentar distintas sensaciones o emociones. Hagamos lo que
hagamos, debemos saber que únicamente seremos libres al salir de la esclavitud a la que
estamos habituados: la inadvertida encerrona del pensar.
Nos liberamos por la lucidez misma de la Conciencia, esa [AC-27] Conciencia Una que es nuestra
propia naturaleza. Hay algo misterioso aquí; no podemos ocultarlo. Pero ese misterio solo le
parece confuso al pensamiento. En realidad está totalmente claro, más que la luz del día. Parece
oscuro porque no podemos entenderlo de la manera habitual con que pensamos los objetos.
Este es el misterio que tradicionalmente ha recibido el nombre de sagrado. Pocos han podido
vivir la Verdad de esa Conciencia sagrada, pues muchos se han conformado con la proyección
pensada, y lo que se piensa como sagrado no lo es. Pero si lo sagrado es desconocido, más
desconocida aún es la Vida. Sabemos lo que pensamos sobre ella, pero la Vida lúcida., la Vida
despierta no es nada de lo que pensamos o nos hemos acostumbrado a creer.

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No se puede vivir desde un fragmento inventado que se relaciona con otros fragmentos
igualmente inventados. La percepción de lo que me conviene y me va bien o mal, así como de
las relaciones que forjo a partir de esas conveniencias arbitrarias, están trazadas
reiteradamente desde el pasado pensado. Existe un juego a nivel biológico, afectivo y mental
que se manifiesta externamente. Sin embargo, todo ese movimiento inteligente aparece en una
conciencia ilimitada, luminosa, serena, bella, que es lo que en esencia soy. ¿Cómo podré
experimentar la plenitud de la Vida Una mientras me crea una parte separada del todo? Antes
habré de descubrir cuál es el juego que está haciendo la mente entre lo ilimitado y lo limitado,
entre la Inteligencia total y los aspectos relativos que de ella dimanan. Podré descubrirlo, pues
soy esa misma inteligencia sin limitaciones. Pero no lo descubriré pensando, sino dándome
cuenta de lo que está sucediendo.
Alguien podría objetar: “Conocer algo es pensar sobre ello. ¿Cómo puedo darme cuenta si no
pienso?” Y es precisamente para desvelar esta falacia por lo que hemos de investigar en nuestra
conciencia, sin dejar ninguna creencia preconcebida [AC-28] en la inatención. Hemos de mover
todas las ideas bajo la mirada de la lúcida atención, hasta encontrarnos con aquello
desconocido por tiempo y tiempo, aquello que en verdad somos, lo que en verdad Es. Entonces,
ya no me preguntaré qué sentido tiene la vida ni trataré de ajustarla a una u otra forma de
pensar. Ya no lucharé por conseguir cosas ni cualidades que adornen mi vivir. Y en un instante
fuera del tiempo, descubriré que soy la Vida total.
En el pensamiento no cabe esta experiencia. Ni siquiera la palabra “experimentar” cuadra con
tal vivencia. Pero los que tenemos vocación por hacer este descubrimiento sabemos de ese
anhelo de infinito que nada puede colmar. Miremos en esa dirección, contemplemos esa
desconocida luz, y sabremos entonces que es posible lo que parece imposible al pensamiento
del durmiente: ser pura conciencia, ser pura lucidez sin límites objetivados.

¿CON QUÉ ME IDENTIFICO DE LA VIDA TOTAL?


Al contemplar lo que hay bajo el pensamiento, notaré las carencias físicas y afectivas, o que no
tengo salud, que no sé cómo ganarme la vida, que hay alguien que no me quiere. ¿Son esas mis
limitaciones? ¿Dónde está mi identidad? ¿Soy esta persona que aparece por un tiempo? Aquí y
ahora soy un cúmulo de limitaciones, todas ellas creaciones de la mente. También el cuerpo
aparece ahora en el tiempo, entre otras creaciones mentales.
Dejemos de vivir desde el pensamiento. Apliquemos la luz de nuestra conciencia, y así
soltaremos esa identificación con los estados limitados y superficiales de la vida. Entonces
podremos ver cómo las energías que pasan por ese centro del movimiento [AC-29] universal
que llamo mi propio yo, no son sino la misma lucidez de la Vida incondicionada cuando se
expresa en las condiciones temporales. Al ritmo constante del movimiento temporal se
presenta lo eterno, lo que Es, como algo limitado en la superficie pensada de la objetividad. Y
ese bello contacto que se produce allí donde se une aquello eterno con lo finito, esa chispa del
resplandor de la luz, crea a su alrededor el anhelo de amor que sentimos. Si sentimos ese amor,
si intuimos que es ilimitado, sabremos que no estamos encerrados en una forma que se
desarrolla y se disgrega en el tiempo.

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Sería deseable que no solo sintiéramos el amor sino que, expandida la luz en todas las
direcciones, nuestra mente quedara iluminada y, con ella, la totalidad de nuestra vida. Así, no
tendríamos por un lado un bello sentimiento amoroso y por otro unas ideas egocentradas
inducidas por la pasada experiencia personal y la cultura colectiva. Así, ya no viviría más como
una persona con ciertas capacidades y ciertas barreras, con amigos y enemigos de los que
dependo, con triunfos y fracasos que me determinan a una condición de vida que experimento
como impuesta por otros.
Si el amor se amplía en la luz hasta el infinito, ¿dónde quedará esa persona aislada que creo
ser? Esa persona aislada es parte de la manifestación de aquello no manifestado, pero solo en
cuanto a forma. Si me desidentifico del proceso pensado que constituye la temporalidad que
me mantiene dependiente de lo relativo, asistiré a la expansión infinita de mi identidad, esa
identidad que yo creía ser, estrecha y relativa a un sinfín de causas determinantes. Entonces no
habrá ya deseos.
¿Cuántas veces he intentado no tener deseos mientras habito en la zona del pensamiento
condicionado y dependiente por naturaleza? Se trata de una tarea imposible, pues ahí creo
inevitablemente que me faltan muchas cosas. En realidad, [AC-30] adolezco de todo, porque
echo de menos el ser, la Vida verdadera. Pero cuando descubro que soy más allá de las formas
pensadas, no carezco ya de nada. Pensando, me podrán decir que sigo necesitando
alimentarme, vestirme, relacionarme con otros, estudiar, viajar. Sí, pero todo eso se vive desde
la libertad. Y podré comprenderlo de manera natural cuando lo viva.
Despertar a una vida nueva es consecuencia de un estado nuevo de conciencia. ¿Cómo se
podría participar de esa vida mientras se está en el sueño? y ¿cómo se podría comunicar? Solo
hay una posibilidad, y esa posibilidad única nace del hecho comprobado de que muchos de
nosotros ni estamos totalmente dormidos ni, en nuestra interdependencia vivencial, podemos
quedarnos al margen de lo Real en el ámbito imaginario de los dormidos.
Las mismas cosas suceden una y otra vez, y siempre nos parece que la solución a los problemas
consiste en cambiar el argumento de la novela. Me parece que el estilo de vida que me ha caído
en suerte es desfavorable; pero si fuera otro, si me sucediera lo que le sucedió a otra persona,
entonces todo iría bien. Creemos que si combinamos unas cuantas ideas, confeccionaremos
nuestra vida feliz y rápidamente. Así, el pensamiento se dispara en teorías colectivas e
individuales para mejorar la situación. Pero el conflicto persiste.
Si ya hemos intuido la amplitud y la grandeza de la Verdad que no puede encerrarse en ninguna
medida, abandonemos de una vez los intentos de cambiar a partir de ideas pensadas.
La Vida liberada está hecha de lucidez. No aparece en ella la angustia, la ambición, el deseo, la
envidia, el miedo, la tristeza, el aburrimiento. No aparece nada de aquello a lo que estamos
acostumbrados. No se participa de lo que viven por dentro todas las mentes identificadas con el
pensamiento. Esa gama de sentimientos es, en mayor o menor grado y en uno [AC-31] u otro
momento, el correlativo inevitable del funcionamiento erróneo de la mente estrecha. ¿Nos
hemos dado cuenta ya de que, debido a nuestro estado de distracción, se están programando
nuestras vidas a partir de ese mal funcionamiento mental? Nuestras situaciones en la vida son
reflejo del modo en que nos movemos a partir de nuestros pensamientos; pero mientras no

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seamos capaces de observarlo directamente, habremos de verlo a través del desengaño y
sufrimiento que van produciendo las experiencias vividas desde el error.
La puerta a lo infinito está en la lucidez. Pero si me vuelco hacia las formas y hacia las
apariencias, si me sumerjo en los pensamientos que provocan las distintas emociones, me alejo
de la observación.
La observación me libera del pensar, el cual me impide ver la vida tal como es. La vida que veo
proyectada a través de mis pensamientos es irreal, aparece a partir de la distorsión que el
pensar hace en mi conciencia. Liberemos la vida. Desde la lucidez que es anterior al pensar, lo
que Es se revela. La propia lucidez es lo Real. Vivir desde ella es vivir con autenticidad.

CAPÍTULO II

Aprender a contemplar

ABRIR LOS OJOS


[AC-33] Cuando aprendemos a contemplar, aprendemos a mirar por nosotros mismos de una
manera nueva. De este modo, es la propia actitud contemplativa de la mente la que va creando
la manera de vivir y de hacer. Dentro de la inteligencia de la Vida aparece ahora una situación
que posee unas condiciones muy favorables para hacer la mente contemplativa. Esta situación
consiste en estas investigaciones que compartimos acerca de la naturaleza de la contemplación.
Estemos, pues, atentos para que estas condiciones no sean menospreciadas o estropeadas por
los hábitos de nuestra personalidad.
Habitualmente, creemos que somos una unidad, una persona, una realidad separada, única.
Todo esto va a ir cayendo en las investigaciones que vamos a realizar a lo largo de este libro. No
somos ninguna unidad, sino un montón de intereses unidos; somos una variedad de hábitos y
de memorias que van saliendo en un momento o en otro.
¿Cómo puede ponerse orden y armonía en ese caos?
Si alguien pensara que no tiene ningún caos es porque no ha mirado bien todavía. Es necesario
observar y observar para [AC-34] ir penetrando en el caos. Ya tenemos bastantes películas
externas para distraernos y creernos que somos esto o lo otro. Cuando hay observación sincera,
cuando la mente contemplativa es capaz de ver, o sea, cuando tenemos ojos para ver, tal como
se dijo en nuestra tradición, entonces vemos que no somos esto ni aquello, ni lo que mostramos
a los demás ni lo que nos gustaría que los demás creyeran que somos. Simplemente, no somos
nada, lo cual es lo más extraordinario y maravilloso que puede sucedemos.

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Para que la mente se vaya tornando contemplativa, tenemos que pasar por ese baño de darnos
cuenta de que no somos absolutamente nada de lo que creemos ser. Puedo decir: “Pero yo soy
una persona”, “un hombre”, “un hijo de Dios”, “un europeo”, “un español”, “un joven”, “un
intelectual”, “un médico”, “un esposo”, “una madre”, “una amante”, “una esposa”... Pero no
soy nada de eso, no soy nada de lo que creo ser. Siguiendo el lenguaje de la tradición perenne
de sabiduría, se podría decir que ese baño de la verdad es una iniciación. De hecho, ésa es la
verdadera iniciación, y no las pruebas exteriores para ver cómo reaccionamos. Esas pruebas son
solo constataciones externas. La verdadera iniciación es el descubrimiento de que no soy nada
de lo que creo ser. Este es el auténtico fundamento de la contemplación.
Estas investigaciones acerca de la contemplación son una oportunidad, ya que existen unas
condiciones favorables para que podamos descubrir qué es contemplar. Solemos vivir con
muchas fantasías; por ejemplo, queremos alcanzar una meta, conseguir dinero, etc. Hay
personas para las cuales el dinero tiene su importancia, aunque lo que en verdad quieren, sobre
todo, es realizarse, ser creativos, ser felices, librarse del dolor y cosas de esta índole. Cuando
ven que no hay nada que puedan hacer a este respecto, les brota una actitud nueva. Es
entonces cuando empiezan a abrir sus ojos que hasta entonces estaban cerrados. [AC-35]
Cuando finalmente vemos, no nos preocupamos ya más por querer ser esto o aquello, o estar
de una manera o de otra.
Dejemos ya todo ese bagaje de deseos, incluidos los deseos de estar más sereno, más tranquilo,
tener más paz, ser más creativo, comprender más a los demás, ser mejor, más inteligente, más
libre, realizado, sabio, etc. Todo ese bagaje tiene que ir desapareciendo para que nuestra
contemplación sea verdadera. Incluso hay que dejar de lado toda clase de astucias, como es,
por ejemplo el afán de conseguir un método para contemplar. Al investigar, no nos interesa lo
que puede conseguir una técnica. Porque, efectivamente, una técnica se puede hacer mejor o
peor; todo depende de cómo esté colocada la persona. Pero dado que lo que verdaderamente
importa no es la colocación de la persona sino la colocación de la conciencia, ¿para qué ponerse
a hacer técnicas que se van a efectuar peor o mejor? Coloquémonos bien de una vez y nos
sobrarán las técnicas. Con una técnica no nos vamos a colocar bien en la conciencia. Ello solo
será posible al abrir los ojos a la verdad siempre nueva.
No hay ningún truco para ser lo que somos; y no lo hay por una razón muy simple: porque ya lo
somos. Los métodos y disciplinas, o también podemos llamarlos despectivamente “trucos”, son
para llegar de un lugar a otro: “Estoy aquí donde soy menos y voy a ir hasta allí donde voy a ser
más”. No es este el camino de la contemplación. Lo que soy está ya aquí, y siempre lo estuvo. Lo
que me impide verlo es solo un sueño, una distracción, una atrofia de mi visión. Esas
limitaciones, esos obstáculos son los que la contemplación va a ir disolviendo, ya sea poco a
poco, ya sea rápidamente o bien en un simple instante; no importa el tiempo. De hecho, a
medida que los errores van cayendo, va apareciendo la libertad; y un día, en un abrir y cerrar de
ojos, surge lo eterno.
Pero los errores no van cayendo porque yo aprenda a hacer [AC-36] algo, a comportarme de
otra manera, a hacer ciertos ejercicios… Eso no hace que caigan los errores; así se mantienen
iguales, solo que añado un adorno más. De esta manera, a todos los errores que colecciono les
añado además el error de creer que sé hacer esto o sé hacer lo otro, o de creer que cuando me

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pasa esto puedo evadirme de esta manera o de la otra; y entonces, en vez: de evadirme de la
manera habitual (viendo la televisión, por ejemplo), me evado haciendo unos ejercicios. Bueno,
no est{a mal; puede que sea una manera mejor de evadirse. Pero lo realmente óptimo es no
evadirse de ninguna manera para, en cambio, estar aquí, presente en este instante único y
maravilloso, en este instante que es sagrado porque es Real.

SER LO QUE SOMOS


Lo mejor es estar aquí, sin salir con la imaginación a ninguna parte. Entonces la contemplación
viene por sí sola. Es así que la contemplación adviene como una gracia, tal como se afirma en
nuestra tradición, o llega por inspiración, como dicen los artistas, o irrumpe sin hacer nada,
como dicen los hindúes. Y a partir de entonces puedes seguir haciendo cosas; pero ya no actúas
para conseguir algo, ya no te mueves por el impulso y la fuerza del deseo.
En resumen: no tenemos que cambiar nada de lo que hacemos, no vamos a hacer nada
diferente; sencillamente, vamos a ser lo que somos. Eso es aprender a contemplar.
Aprender a contemplar es aprender a ver; y aprender a ver es descubrir lo que somos y, por
tanto, es ser. Siendo así, la contemplación es algo que se nos escurre de entre las manos; que
no se puede coger y decir: “Es esto”, “Se define de tal manera”, etc. Es escurridiza para la mente
pensante, es escurridiza para nuestra persona, para lo que creemos ser.
[AC-37] Contemplar requiere, simplemente, darnos cuenta de lo que está sucediendo momento
a momento. En eso vamos a ocupamos, para eso serán las investigaciones que vamos a realizar.
No serán para acumular conocimientos; yo no vengo pertrechada con conocimientos, no vengo
provista de un bagaje de conocimientos que enseñar. De hecho, no sé lo que va a aparecer en
las investigaciones. En las contemplaciones vamos a vivir ese descubrimiento: de hecho,
contemplaremos cómo se vive desde el descubrimiento de la verdad, cualquiera que esta sea. Y
durante todo el día —porque no podemos pensar que contemplar es solamente hacer un rato
de silencio— vamos a estar en silencio1.

EMPEZAR RECONOCIENDO LA IGNORANCIA


La palabra “silencio” tiene muchos niveles de profundidad, como seguramente ya sabemos. Y es
muy importante que realicemos la aventura de atravesar los diversos niveles de silencio, que
descubramos los sucesivos silencios. Ya el primero y más elemental, el silencio simple de estar
callado, es positivo; porque a veces, para no tener que cambiar ni siquiera el hábito de estar
todo el tiempo hablando, me digo: “Total, hablar exteriormente no tiene importancia; lo que
importa es el silencio interno”. De este modo, no soy capaz ni tan siquiera del primer y más
elemental nivel de silencio.
Nadie hace las cosas bien o mal. Todas esas clasificaciones “bien” o “mal”, “los que saben” o
“los que no saben”, etc., carecen de valor. Empezamos estas investigaciones siempre

1
Los seminarios de Consuelo Martín tienen lugar en silencio, interrumpido únicamente por sus charlas y las
correspondientes preguntas y respuestas. (N. del E.)

18
preguntándonos qué es contemplar, a pesar de que la mayoría [AC-38] de nosotros llevamos
muchos años contemplando, unos de una manera y otros de otra. Sin embargo, siempre
comenzamos preguntándonos qué es contemplar. Y así tiene que ser, porque nuestra persona
no sabe absolutamente nada; y no hay sabiduría sin dar un primer paso que Sócrates expresó
hace muchos años. Este primer paso es el reconocimiento de que no sé nada. Antes de este
paso puede que se conozcan muchas cosas, pero no hay sabiduría. Ésa es la diferencia.
El primer paso, por tanto, es reconocer que no sé nada; entonces puede empezar la sabiduría.
Por eso, nosotros empezaremos por reconocer que no sabemos lo que es contemplar. Ninguna
persona de las que estamos aquí lo sabe, ni lo sabrá nunca; porque contemplar no es para la
persona. La contemplación sucede a pesar de la persona, sucede a espaldas de la persona.
Contemplar es algo total, y no cabe dentro de la limitación de una persona. Tampoco cabe en lo
que llamamos nuestra mente, que son nuestros pensamientos; por este motivo, nunca
“sabremos” contemplar. Ni siquiera yo lo sé. Mi persona no se ha enterado todavía, ¡y eso que
he dedicado toda mi vida a ello!
Las personas solo buscamos mejorar nuestra “calidad de vida”. Si la persona hablara con
sinceridad, diría que aspira a mejorar su vida, a sentirse mejor, a ser más esto o más lo otro, a
tener menos defectos, a tener menos problemas, a mejorar sus relaciones con los demás, etc. Si
dijera que viene a realizarse o a ser espiritual, sería una persona más rebuscada, ya que posee
ciertas informaciones, ha leído libros espirituales, etc.; pero seguiría sin haber entendido nada
de lo que es la libertad, seguiría malinterpretándolo todo.
Su libertad, ¿qué es? Solamente un cúmulo de conflictos: “Quiero hacer lo que quiero, pero
quiero una cosa y después quiero otra y al mismo tiempo quiero las dos, y no sé lo que quiero, y
cuando hago lo que quiero, después me sucede lo que no quería que me sucediera”, y así todo
el tiempo. La [AC-39] persona no sabe lo que es la libertad. La persona no sabe lo que es la
belleza, porque la busca persiguiendo las formas, y precisamente por ello se le está escapando
todo el tiempo; y dedica muchísimo tiempo y muchísimo dinero a estar más bella, sobre todo
las mujeres, sin estar nunca conforme. Siempre quiere otra cosa. Y así sucede con todo.
La persona está siempre limitada. Está limitada y coartada en su libertad, es pura coacción y
limitación. Es limitada en su belleza, es limitada en su amor... Y buscando amor no encuentra
más que lo opuesto, porque el amor es la felicidad máxima y en la búsqueda no encuentra más
que problemas y sufrimiento. De hecho, en todas las búsquedas hay conflicto. Hemos de darnos
cuenta de esto. Mientras no lo descubramos, seguiremos buscando cosas. Cuando descubrimos
que el propio hecho de buscar crea conflicto, paramos y nos preguntamos: “¿Qué estoy
buscando?” Buscamos muchas cosas diferentes, y cada vez que busque tendré los conflictos
inherentes a toda búsqueda. Pero, ¿cómo podríamos no buscar? Si somos limitados, si la
persona es limitada, si estamos coartados y no tenemos libertad, si no somos lo que anhelamos
ser, ¿cómo puede ser que no busquemos?
Gustavo Adolfo Bécquer escribió: “Ansia perpetua de algo mejor, eso soy yo”. Se había dado
cuenta, ya desde muy joven, de que su vida era un ansia constante de algo mejor. No importa lo
que uno consiga, el ansia siempre está ahí. De modo que Bécquer consiguió ser un gran poeta,
como otros pueden conseguir tener muchísimo dinero, ser muy esbeltos, muy bellos,
reconocidos, tener muchos amigos, tener mucho poder. .. Pero no importa lo que uno consiga,

19
seguimos siendo un “ansia perpetua de algo mejor” hasta que descubrimos que no somos nada
de lo que creemos ser.
El ansia perdurará mientras no aprendamos a contemplar.

CONTEMPLAR EN EL SILENCIO
[AC-40] Contemplar es abrir los ojos para ver por primera vez.
Hemos visto muchas cosas, pero las hemos visto a través de las ilusiones, a través del
pensamiento, a través de la hipnosis del sueño, a través de lo que los demás nos han dicho, de
lo que leemos, de lo que hemos estudiado, de lo que nos comentan los compañeros de trabajo,
los amigos, etc. En consecuencia no nos damos cuenta de lo que las cosas son en sí mismas.
Comentamos y hablamos con compañeros de trabajo, con los amigos, etc., y a menudo
adoptamos como criterio las opiniones ajenas. Eso es lo que entonces defendemos, ésa es para
nosotros la verdad; no nos damos cuenta de que no hemos llegado a esa conclusión a través de
nuestro propio discernimiento, sino que se ha grabado en nuestra memoria, de modo que lo
que sucede en realidad es que simplemente repetimos verdades ajenas.
Sin contemplar, no nos daremos cuenta de todas esas cosas. Y eso es grave. Podemos
excusarnos afirmando que nadie se da cuenta de todo esto. Sí, es cierto, nadie se da cuenta;
pero miremos las consecuencias, observemos cómo está la humanidad a raíz de ello. O
podemos pensar que aunque nadie se da cuenta de esto, la gente sigue viviendo. Sí, eso es
cierto, pero ¿cómo viven? Viven absolutamente dormidos y llenos de conflictos, tapando los
errores y pretendiendo que otros resuelvan sus problemas y enfermedades; y cada vez que
tienen un problema psicológico o físico, aspiran a que un profesional se lo solucione con un
tratamiento para así seguir viviendo estúpidamente.
Esto no debe continuar para aquel que ya ha entreabierto los ojos, y todos los que nos
encontramos aquí reunidos estamos en ese caso; si no, no estaríamos. Nunca hubiéramos sido
atraídos a un retiro como éste si no hubiéramos ya entreabierto los ojos. Imposible. Estaríamos
en otro lugar, disfrutando de [AC-41] unas vacaciones a la manera convencional, como hacen
los demás, y no de esta extraña manera. Estos retiros no son vacaciones para nuestra persona,
sino una posibilidad de apertura a nuestro verdadero ser. No puede haber aquí nadie que no
intuya ya algo de lo que se va a investigar. No es posible, porque la Vida es inteligente y no pone
a una persona inadecuada en una condición así. Y si por algún misterio de la vida la pusiera, esa
persona no podría soportar estas investigaciones y se marcharía rápidamente. Alguna vez ha
sucedido, aunque muy rara vez.
Solo aquel que ya ha comprendido puede comprender. Extraña afirmación ¿no? Solo el que ya
ha abierto los ojos puede abrirlos. Por eso, todo lo que vayamos viendo, todo lo que vaya
apareciendo en estas investigaciones, en estas contemplaciones, por un lado será algo nuevo,
porque es nuevo totalmente para la personalidad; y yo diría que no solo nuevo, sino
revolucionario y hasta escandaloso para la personalidad. Pero al mismo tiempo es algo que ya
se sabe en lo profundo; es algo que se reconoce, que parece que no se escucha por primera vez,
porque ya hay algo en nosotros que lo reconoce. Es como cuando algo que se había olvidado se
recuerda de repente. ¿Cuánto tiempo hacía que lo habíamos olvidado? Tal vez meses, años o

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siglos de la humanidad; pero cuando lo escuchamos, lo reconocemos: reconozco que esto es
aquello que había perdido. Esto es lo que irá sucediendo al contemplar.
Hemos dicho que al contemplar iremos profundizando en el silencio. El silencio es
importantísimo para nuestro trabajo interior. El silencio externo, el que parece más fácil,
simplemente callar, es ya una gran ayuda para nuestra madurez psicológica. Necesitamos
madurar psicológicamente mientras aprendemos a contemplar, y el silencio nos ayuda a
madurar debido a que habitualmente no disfrutamos del silencio de forma voluntaria.
[AC-42] Hay personas que están en silencio porque no tienen más remedio; por ejemplo,
porque están solas. Inmediatamente ponen la televisión o hablan por teléfono con algún amigo
con el fin de evitar el silencio, o se ponen a hojear una revista o a comer. Pero cuando se ven
forzadas al silencio, entonces piensan: “¡Qué horrible, estoy solo!” ¿Y por qué les parece
horrible la soledad? Porque no se pueden evadir hacia las formas exteriores, hacia lo
establecido, hacia los hábitos adquiridos; en definitiva, no se pueden evadir hacia lo conocido.
Así, al quedarse callados, se ven forzados a ver algo de lo que aflora a nivel psicológico; por
ejemplo, ven que están aburridos, que no saben qué hacer, que tienen una inquietud o una
angustia que habían guardado durante años, o que están tristes por no haber comprendido
algo, o por haber perdido a una persona, o por su situación económica, etc.
Así, aun cuando todavía no tengamos el silencio interior; es decir, el silencio del pensamiento
aquietado, el simple hecho de quedarnos en silencio exterior ya nos hace madurar. Aunque
sigamos pensando, en el silencio exterior los pensamientos van a mostrarnos alguna cosa
gracias a que no caemos en la habitual evasión que nos conduce al sueño profundo. Entonces
notaré algún ruido en la máquina psicológica; sentiré que algo está sucediendo.
Cuando se está en soledad uno no tiene más remedio que mantenerse ahí, en esa “terapia” de
ver un poco los pensamientos. Así, estar callados voluntariamente nos permite madurar. Todas
estas cosas tienen valor cuando se hacen voluntariamente, ya que si no se hacen
voluntariamente nos abocamos rápidamente a evasiones. Cuando voluntariamente hay silencio
externo, no hay ninguna evasión. Aquí estoy, callado; y puesto que veo algún pensamiento, ya
hay alguna madurez.

NO SOY LOS PENSAMIENTOS, NO SOY LAS EMOCIONES


[AC-43] Pero después se puede profundizar un nivel más. Cuando empiezo a observar los
pensamientos, me doy cuenta de que primero los veo y luego me viene la emoción. Por
ejemplo, ante el pensamiento de tristeza “Estoy triste”, inmediatamente me viene la emoción
de tristeza. Pero si contemplo este mecanismo con detenimiento, me doy cuenta de que lo que
hay originalmente es un pensamiento de tristeza, y me doy cuenta de que eso no soy yo. No es
que yo esté triste, sino que me ha pasado por la cabeza un pensamiento dé tristeza. Si lo veo,
entonces ya me he separado un poco del pensamiento y, por tanto, se detiene el mecanismo.
Esto va a sucedemos esos días cuando estemos paseando por el campo, o por los claustros, o en
nuestra habitación, en el comedor o en cualquier situación que estemos. De repente, tenemos
un pensamiento y, o bien lo tratamos como siempre, creyendo que soy el pensamiento, o
puedo decir: “Ha pasado un pensamiento por mi mente, pero yo no soy ese pensamiento”. Si

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hago esto, me ahorro toda la retahíla de emociones que vienen detrás inherentes. De manera
que si el pensamiento es triste, me ahorro la tristeza; simplemente ha pasado un pensamiento
triste, como cuando ha pasado una mosca. Si el pensamiento es escéptico, me ahorro las
desesperaciones y el malestar del escepticismo. Si el pensamiento es de aburrimiento, me
ahorro la sensación de que no sé qué hacer, etc. Y lo mismo sucede con cualquier pensamiento.
Por ejemplo, ¿tengo un pensamiento de miedo? Bueno, pues ha pasado un pensamiento de
miedo, pero yo no tengo nada que ver con ese pensamiento. Lo mismo que ha venido se va a ir.
No hace falta demostrar que lo mismo que viene se va, porque ya lo sabemos: todos los
pensamientos vienen y se van. Entonces, ¿por qué me voy [AC-44] a identificar con él,
quedarme ahí encerrado y empezar a vivir todas esas emociones desagradables? Y es lo mismo
con todo el psiquismo, llámese miedo, angustia, tristeza, preocupación, envidia, odio, etc.
¿Y las emociones positivas? Con las positivas hace falta más “tratamiento” todavía. Porque
queremos librarnos de las emociones negativas, pero si no nos libramos de las positivas
tampoco nos libramos de las negativas; ese es el problema. Solemos rechazar las emociones
negativas, pero queremos las positivas. Tenemos que ver esto claro, porque sin esta base,
¿cómo voy a contemplar? Las emociones me van a estar interrumpiendo todo el tiempo.
Además, tampoco hay ninguna emoción positiva que sea verdadera. Por supuesto que es más
agradable una emoción positiva y me siento mejor con ella. Pero si pretendo librarme de las
emociones, debo abandonarlas todas, tanto las positivas como las negativas, pues la fuerza que
doy a unas está igualmente en las otras.
Actualmente hay muchas terapias para fortalecer las emociones positivas. Por ejemplo, puedo
afirmar desde que me levanto por la mañana: “Soy feliz, soy guapísima, soy muy inteligente,
todo me sale bien, todo el mundo me quiere”, etc. Está bien. El que quiera jugar a eso puede
hacerlo; y, por supuesto, es mejor jugar a eso que jugar a estar triste, que es contagioso y
bastante más molesto socialmente. Pero ese juego no tiene nada que ver con la verdad. Si me
identifico con las emociones positivas, igualmente me identificaré con las emociones negativas.
De modo que la observación, el contemplar, el aprender a tener una mente contemplativa
requiere distanciarse de los pensamientos, cualquiera que sea su índole. No importa que sean
agradables o desagradables, buenos o malos. Todas esas clasificaciones las ha hecho el
pensamiento también. Y las ha hecho para poder manejarse en el sueño de la [AC-45] vida, no
para descubrir la verdad y vivir desde la verdad. La verdad brota en el silencio y es siempre
nueva.
Hemos venido para descubrir la verdad; para eso aprendemos a contemplar. Entonces, todas
esas clasificaciones acerca de lo bueno y lo malo, lo útil y lo inútil, lo eficiente y lo ineficiente, lo
simpático y lo antipático, lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, todo esto, todos
estos opuestos, no tienen nada que ver conmigo. El verdadero ser está más allá de esos
opuestos. Entonces, cuando pasan los pensamientos he de considerarlos algo extraño, porque
de hecho lo son. Porque esos pensamientos se han grabado ahí, en esa cinta de la memoria que
retiene lo que oí, lo que me dijeron o la experiencia que un día tuve y que luego transformé en
pensamiento. Todos esos pensamientos son una grabación que hay en la memoria. No tienen
que ver nada con mi verdadero ser. No me los voy a llevar cuando me vaya de esta vida; no me
voy a llevar ni un solo pensamiento porque son algo ajeno, y tampoco me voy a llevar las

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sensaciones. Esto es obvio, porque los pensamientos, al igual que las emociones, también son
aspectos de lo Físico o de lo mecánico.

LAS ILUSIONES
Todo cuanto existe es la energía que funciona en este nivel de formas exteriores que
filosóficamente Se denomina “fenoménico”. La palabra “fenómeno” denota para los filósofos
algo similar a lo que describe la palabra “relativo” que han acuñado los científicos. Todo es
relativo para los científicos, y para los filósofos todo es fenoménico. La sabiduría de la India dice:
“Todo es ilusión”. Fenómeno e ilusión son sinónimos debido a que los fenómenos “aparecen”
ante un espectador que los contempla. Los griegos ya hablaban también de [AC-46] los
fenómenos en el sentido de lo que aparece, de las apariencias, de aquello que aparece según el
tipo de mente que tengo. De hecho, es el instrumento mental quien crea las apariencias; y lo
hace a partir de lo que perciben los sentidos que tengo, ya que construyo las imágenes a partir
de todos los mecanismos de percepción que poseo. No dispongo de otra cosa más que de estos
cinco sentidos y del pensamiento, y es a partir de ellos como creo las apariencias, ya se trate de
los fenómenos de los filósofos o del mundo relativo de los científicos en el que todo se
relaciona, donde todo parece real pero no lo es. Los hindúes lo han expresado con insistencia: lo
que perciben los sentidos es ilusión, es maya.
En la medida en que voy dando realidad a las ilusiones, o como quiera que lo llamemos:
apariencias, fenómenos, lo relativo o incluso sueños, que es un término todavía más fuerte que
el de ilusión; pues bien, en la medida en que doy realidad a los sueños, en esa medida no soy.
En ese caso, soy una especie de fantasma, soy una aparición que emerge en el tiempo. Pero si
no existiera el tiempo y si no existiera este instrumento físico con sus sentidos, no aparecería
nada. En la medida en que me identifico con ese fantasma, con esa aparición, con lo que
aparece en función de estas condiciones psicofísicas, es decir, mentales y físicas, en la medida
en que me identifico con lo que aparece, no soy nada y, por tanto, soy todo lo que sueño ser:
más feliz, menos feliz, más querido, menos querido, más elegante, menos elegante, más
inteligente, más rico, más pobre... Pero todo lo que parece que soy, eso no soy. Estoy dejando
de serlo constantemente, y de ahí el conflicto y la angustia interna. Porque cuando se está en lo
falso, necesariamente se vive en conflicto, angustiado y preocupado. Entonces, no nos
extrañemos si estamos preocupados. Nos decimos “Debería sentirme bien” —porque todo el
mundo quiere [AC-47] sentirse bien—, “y, sin embargo, estoy preocupado, angustiado,
nervioso, etc.”. En definitiva, siento malestar.
Todo el mundo quiere quitarse el malestar, pero nadie se percata de que necesariamente tiene
que existir ese malestar ya que se está viviendo en el error. Mientras no desaparezca ese error
que es la falsa identificación con lo que no es real, el malestar va a permanecer de un modo u
otro. Por supuesto, lo puedo tapar de mil maneras; por ejemplo, haciendo ejercicio físico para
convertirme en un gran gimnasta y tener un cuerpo esbelto. También puedo taparlo de manera
sentimental, haciendo obras de caridad, queriendo a todo el mundo para que los demás a su vez
me quieran, o bien aturdiéndome con todo tipo de drogas prohibidas o mediante medicinas
aceptadas socialmente. Hay infinidad de maneras de tapar ese malestar, pero él seguirá ahí y en
cualquier momento lo veré. Y si me acostumbro a taparlo, ya sea a base de alcohol o de

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cualquier otra forma, deterioraré el instrumento, atrofiaré el cerebro, embotaré los sentidos,
perderé concentración mental, claridad en la mente, y cada vez estaré más dormido.

DISCERNIMIENTO
A pesar de que estas actitudes no parecen tener mayor importancia, son graves ya que afectan
al instrumento que se me ha dado para descubrir algo verdadero en la vida, hasta que queda
inservible. Es lo mismo que si un músico que tiene un instrumento para tocar una bella melodía
se dedica a estropearlo sistemáticamente. Antes de que empiece a tocar la melodía ya sabemos
que la actuación va a ser un desastre, porque le faltan varias cuerdas y además está desafinado.
Por eso, si queremos contemplar con la intención de tener una vida [AC-48] mejor, hemos de
darnos cuenta, para empezar, de que no hay ningún truco para tener una vida mejor.
No existe una vida mejor y otra vida peor; eso es ilusorio. Lo único real es que los ojos de la
conciencia se vayan abriendo, que vayan descubriendo la verdad. A partir de ahí se irá
construyendo la vida de cada uno espontáneamente, sin ninguna preocupación por parte de
quien la está Construyendo. Es algo que sucede por sí mismo. Lo que va saliendo al exterior
sucede por sí mismo. Por ejemplo, si voy abriendo los ojos, el hecho de cuidar al instrumento
será algo natural, pues ningún músico que se precie prepara un concierto entreteniéndose en
estropear las cuerdas del violín o desafinando las teclas del piano un poco antes. Eso es
absolutamente obvio. Pues tan obvio como eso es que, cuando vamos abriendo los ojos, lo que
tenemos que hacer en la vida, cosas tan concretas como hacer algo o no hacerlo, lo veremos
con toda evidencia. No habrá necesidad de ajustarnos a ningún sistema de esos que dicen qué
es lo que tenemos que hacer, porque nos resultará obvio. Veré con claridad que “esto me va
bien” o “esto me va mal”. Sabré cuándo algo me permite estar más despierto y, por tanto, estar
más vivo, ser más verdadero, más real, y me daré cuenta de cuándo algo me atrofia, me
adormece, me deteriora y entonces no lo querré. Esto es discernimiento, es muy sencillo. Es,
simplemente, darse cuenta. Pero ese darse cuenta es consecuencia de una mente
contemplativa; no se produce antes de contemplar. Parece tan simple que podríamos pensar
que todo el mundo lo ve; sin embargo, no es así. Basta con mirar alrededor para advertir que no
hay discernimiento. Es decir, nadie ve lo que es verdadero y lo que es falso. Las cosas que
nosotros vemos obvias, otros no las ven. No hay discernimiento, porque la mente todavía no es
contemplativa; es decir, no ve desde la verdad, está sumida en el sueño y funciona a partir de
emociones, a partir de las [AC-49] experiencias que me han pasado, a partir de lo que los demás
dicen y desde la necesidad de mantener la situación emocional de un “yo”. Este funcionamiento
significa falta de discernimiento.
Cuando aparece el discernimiento, la persona ya no actúa con el fin de, por ejemplo, no quedar
mal o no disgustar a los demás, o no se gana la vida de una manera contraria a lo que en
realidad le gustaría hacer. Esa persona no tiene ya toda esa serie de impurezas. La mente
contemplativa acaba con eso porque aparece el discernimiento, y a través del discernimiento las
cosas son tan obvias como en el ejemplo del músico.
Hay que observar, observar y observar; y para ello, nuestra mente tiene que ser contemplativa,
porque si no, los pensamientos y las emociones la obnubilan. Son los mismos pensamientos y

24
emociones de siempre, ya que la memoria es repetitiva. Sucede que las personas con quienes
nos comunicamos las refuerzan, pues participan del mismo error.
Y entonces me digo: “¡Ah! los demás también piensan lo mismo; hay consenso, hay un montón
de gente que dice esto, de modo que sin duda es verdad”. Pero según mi experiencia, cuanta
más gente coincide en algo, más fácil es que sea falso. No creamos en el consenso, no creamos
en el voto de la mayoría y todas esas cosas, ni en el ámbito psicológico ni en el político ni en
ningún otro. Que haya un montón de gente que diga una cosa no es garantía de nada. En todas
las épocas el error ha sido lo más extendido, lo más común. No han sido muchos los que han
querido salir del sueño, es decir, salir del error. De modo que hacer lo que hacen los demás es
muy mal síntoma. Tomar como criterio de veracidad el hecho de que muchas personas lo
piensen es terrible. Denota una falta de discernimiento total. Podemos creer que si los
intelectuales dicen algo” entonces eso tiene que ser verdadero. ¿Los intelectuales? Estas
personas han seguido el mismo proceso de [AC-50] tomar lo que decían otros y repetirlo
después. Tampoco ellos saben lo que es verdad.
Contemplar es mirar de una manera nueva, limpia de emociones y de pensamientos. Cuando
miras así, con la mente contemplativa, puede ser que veas cosas que otros no ven y que digas
cosas que extrañen a los demás porque no están dentro del contexto convencional; o puede ser
que hagas cosas diferentes de lo que los demás esperan que hagas. ¿Y qué? Dices cosas que a
los demás les sorprende, haces cosas que no están dentro de lo que esperan los demás, ¿y qué
importa? Al principio, la gente se sorprende, pero luego te aceptan como una cosa rara. Te
ponen una etiqueta y siguen su sueño. El sueño va a seguir. No importa que alguien en un
momento dado se escandalice o se ponga en contra o piense que tu criterio es absurdo. Seguirá
en su sueño y te dejará a un lado como algo raro. “Lo raro” quiere decir lo que no está en la
norma, en lo establecido. Pero lo establecido se ha fijado desde el pensamiento, y el
pensamiento es algo mecánico, incoherente por naturaleza, que no viene de la verdad. Por
tanto, no hay que tomar nada de eso en cuenta, pues cada vez que lo tomo en cuenta estoy
debilitando mi capacidad de contemplar. Por eso es tan importante vigilar.

ENCONTRAR LA MIRADA INOCENTE


A lo largo de estas investigaciones vamos a aprender esta vigilancia. No se trata de ajustarnos a
una conducta determinada o preestablecida que diferencia pecados de virtudes. Aquí no hay
pecados ni hay virtudes. Por el contrario, cada ser humano tiene que ver por sí mismo. Y cada
vez que hay una distracción, lo que sucede es que, en lugar de mirar desde la verdad, desde el
discernimiento, me dejo llevar por los errores [AC-51] preestablecidos. Entonces se va creando
un obstáculo, un error, una limitación en mi manera de ver, y se va atrofiando mi capacidad de
contemplar. Es importante darse cuenta de esto. Debo partir del reconocimiento de que estoy
predispuesto a aceptar lo externo como si eso fuera la realidad, y no lo es. Por tanto, si ahora
me quiero poner a contemplar, no me queda otro remedio que hacer un camino. Ahora
estamos haciendo ese camino. Esto es ya contemplar.
El camino pasa por muchas revoluciones, en el sentido de que es revolucionario debido a que no
acepta lo comúnmente aceptado. No tengo que aceptar lo que estaba aceptando hasta ahora.

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Podría pensar: “Bueno, no aceptaré algunas cosas, pero otras cosas sí”. Pero no, no hay que
aceptar absolutamente nada. Y es en esa nada desde donde puede empezar a aparecer la
contemplación. Cuando miro sin dar nada por sentado, miraré como si viera por primera vez.
Tengo que dejar todo lo que he aprendido, tengo que olvidar todo lo que me han enseñado,
todas las astucias que aprendí en la vida, porque cualquier astucia que mantenga me va a
impedir ver. Se ha dicho en algunas tradiciones que la mente debe ser inocente, en otras que ha
de ser pura y, en nuestra propia tradición, Jesucristo dijo que teníamos que ser como niños, lo
cual significa lo mismo metafóricamente hablando. Es decir, la mente ha de partir de una
mirada limpia, pura, inocente. Eso quiere decir que para contemplar no vale ningún
conocimiento que tenga archivado en la memoria, ninguna astucia aprendida. Esos
conocimientos me sirven técnicamente para abrir una puerta, por ejemplo, sé que tengo que
meter la llave, y así otras muchas cosas. Eso es un conocimiento mecánico que se refiere a otra
cosa también mecánica. Pero todos los conocimientos psicológicos que tengo, todas esas
astucias están impidiendo que mi mirada sea contemplativa; me ciegan a la verdad.
[AC-52] Una persona con mente inocente no es necesariamente boba ni estúpida. Por el
contrario, una persona con una mente muy astuta, muy informada, con una mente muy fuerte,
puede ser estúpida porque su mente es estrecha y limitada. Una persona con una mente
inocente no es estúpida, pues es una persona que está abierta a la sabiduría. Encontremos esa
inocencia en nosotros, encontrémosla. No se busca, se encuentra; porque somos ya inocencia.
¿Dónde habríamos de ir a buscarla si no fuera así? Contemplar será, para nosotros, encontrar
esa mirada inocente.

CAPÍTULO III

Vivir en contemplación es vivir lo infinito

DEJAR DE FABRICAR SUEÑOS


[AC-53] Lo real, lo que somos, es infinito, ilimitado. En la vida nos encontramos con cosas
relativas y particulares que exigen una respuesta, y que nos demandan actuar de una manera u
otra. Hay dolor, eso es un hecho. Pero estamos perpetuando el sufrimiento debido a nuestra
preocupación por eliminarlo. Estamos haciendo imposible y frustrante la alegría de vivir por
nuestra impaciencia en querer conseguirla y retenerla. Todo se está fabricando en nuestra
mente.
Creemos que hay una realidad exterior a nosotros que es causa de nuestras dificultades y
problemas, pero eso no es más que una creencia de nuestra mente. Ningún ser humano que no
haya descubierto un instante totalizador de silencio podrá aceptar que esto es así, porque esta
creencia nos tiene totalmente hipnotizados. La mente está hecha de la materia de los sueños; es

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y fabrica sueños. Solo descubriremos que lo que tomamos por realidad no son más que sueños
cuando descubramos de qué materia están hechos y los veamos como lo que son.
Cuando investigamos de qué están hechos estos sueños a los que llamamos “nuestra realidad”,
los vemos como una fabricación [AC-54] temporal de la mente, es decir, de la mente total y de
todos sus reflejos que son las personas, cada una de las cuales percibe desde su propio punto de
mira que cree único. Pero desde el pensamiento no hay nada único; todo es repetición tras
repetición. A pesar de que pienso y creo que esos pensamientos brotan de mi interior, que son
míos, que son mis ideales, están repartidos por todas las mentes, y los medios de comunicación
hacen que sea más rápida “la repartición”. Son los mismos pensamientos de siempre que
aparecen ataviados con distintos ropajes, pero todos, sin excepción, son creados por los mismos
deseos y miedos.
Experimentar una realidad externa es estar involucrado emocionalmente en lo que sucede. Tan
pronto veo de qué material está hecha mi experiencia, pierde realidad. ¿Qué pasa si pierde
realidad; dónde quedo yo? ¿Qué pasa, si este mundo que percibo no es nada y tampoco lo soy
yo? Dejemos que el mundo y la persona no sean nada. Abrámonos a lo desconocido, a Aquello
que no tiene limitación y que no está pensado. Si ya hemos descubierto tan siquiera un instante
de infinitud y eternidad sabemos que, comparado con él, todo lo que estamos considerando
como real es pura imaginación. Si estamos tan distraídos que nos parece que no hemos
encontrado nunca un momento de realidad, y ello a pesar de que siempre estamos inmersos en
la infinita realidad que somos, entonces nos parece que no sabemos nada de Aquello, que solo
podemos fiarnos de lo que nos dicen los pensamientos y sentidos.
¿Qué podemos hacer entonces? Cojamos el hilo de la intuición. Si hemos intuido, aunque no sea
más que un instante, que Eso es auténtico... todo el resto puede ser soñado, pero si he intuido
que Aquello es la Verdad, entonces se me ha dado ya una fuerza para separarme,
desprenderme, desapegarme. Está claro que no me apego a lo que me disgusta y sí a lo que me
gusta, ese es el juego del sueño; y ésa es la llave que hay que [AC-55] abrir. Nos costará trabajo
hacerlo, ya que nuestra inclinación es huir de lo desagradable y agarrarnos a lo agradable. El
mirar de esa manera indica que no comprendo de qué está hecha esa realidad que estoy dando
a las cosas. No comprendo que lo valioso de una situación es que ahí está el Ser, lo eterno, lo
infinito que se está proyectando levemente en un pensamiento, en unas sensaciones. Y al no
comprender, lo distorsiono todo.
Cuando comprenda, me desengañaré. Mientras no lo haga, no me salvará el que me lo repitan.
Solo viendo por mí mismo de qué está hecho ese sueño que llamamos realidad podré
desengañarme. Si no es así, no hay posibilidad. Por tanto, hay que estar despiertos, ser
conscientes, darse cuenta de lo que está pasando. Tenemos una sensación y creemos ser ella.
Sin embargo, tenemos que ver que esa sensación es algo ajeno a nuestra verdadera identidad.
La sensación es algo que aparece biológicamente y normalmente nos identificamos con ella sin
darnos cuenta de cuál es su verdadera procedencia.

SIN CREENCIAS
El vivir auténtico es otra cosa, no es lo que creemos.

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Permitidme que os frustre vuestras creencias para que luego la vida no lo haga de una manera
más desagradable. Cada creencia errónea nos lleva a una frustración, y mientras no hayamos
visto la verdad estaremos engañados, habrá sufrimiento. Las creencias son pensamientos en los
que hemos puesto emoción; son algo muy querido para mí que mantengo y acepto
emocionalmente, y no se me ocurre que pueda haber una realidad más allá de eso. Puede que
en algunos momentos de soledad me diga: “Esto no puede ser todo, debe de haber algo más”.
Pero automáticamente lo tapo; surgen mil motivos para ello.
¿Me he parado a pensar si ésa es la vida que anhelo? Además, [AC-56] luego vendrá la muerte,
y ella va a acabar con esa vida condicionada en la que me he entretenido. Lo inteligente sería
que descubriera qué es la vida antes de que se me acabe en pleno sueño. Lo inteligente es
despertar. Tantos sentimientos altruistas que mantengo, al no estar fundamentados en la
verdad, son en realidad un obstáculo. Si quiero el despertar de los demás seres humanos, el
primer paso que debo dar es despertar yo. Todos somos uno, no existen otros fuera de mí.
Solamente existe la conciencia, la cual se expresa en esta diversidad de formas.
El amor es algo natural, no es ni un privilegio ni un premio. Cuando se reconoce la unidad
totalmente, no puede haber separación, no hay odios. Cuando el reconocimiento es parcial, es
un sentir oscuro, una sospecha. Antes de ver la unidad puede que haya un sentimiento de amor,
pero está distorsionado por todos los errores de la mente ignorante. Entonces, ¿desde dónde
ayudo? ¿Desde mi propia actitud errónea y limitada? En nuestra tradición se ha propuesto
como ideal el volcarnos hacia los demás, sin darnos cuenta de que no hay ningún otro. Solo hay
el aquí y el ahora; solo la presencia real; solo lo divino. Se nos propone que nos dediquemos a
los demás y no a lo divino. Desde la verdad, eso no se entiende. ¿Quiénes son los demás?
¿Quién soy yo mismo? Eso no lo he descubierto todavía. Primero tengo que descubrir de qué
está hecha toda esta realidad. Debo dejar de creer lo que afirma la “opinión pública”.
Tenemos que abandonar nuestras creencias erróneas ahí donde se están originando: en la
mente. No se trata de hacerlo con el cuerpo, ni es cuestión de tener sentimientos altruistas o
sensaciones. Eso son experiencias que una entidad que no conozco, llamada “yo”, tiene con
otras entidades también imaginadas y que igualmente desconozco de dónde vienen y de qué
están hechas. Tengo, por tanto, que encontrar ese “yo” ahí donde está: en la mente. Hay
muchos seres humanos que están en el corazón; pero ése es un lugar donde se originan
conflictos, porque [AC-57] el corazón siente ciegamente. El corazón debe colocarse mirando
hacia la inteligencia, hasta reconocerse una sola cosa con ella. En realidad, sentir y ver son uno.
Esta unidad se hace al contemplar. Esta energía, este motor potente que llamamos corazón,
tiene que mirar a la verdad. El motor para comenzar el camino de la contemplación es el amor a
lo verdadero, es el amor a Dios. Eso es lo que impulsa nuestra vida.
Nuestra tradición dice que amemos a Dios sobre todas las cosas; sin embargo, no parece que
eso se practique. ¿Por qué no se hace? Porque es absurdo que alguien que crea que lo Real es lo
que viene de las personas o de los sentidos se vaya a poner a amar una idea, un concepto, algo
que no se ve, una utopía. Hay que explicar, comprender y ver qué es Dios y qué son todas las
cosas, y entonces no hay ya necesidad de ejercer la voluntad. Al leer los libros que han escrito
algunas personas religiosas, a partir de este desconocimiento de lo real, a partir del
desconocimiento de lo que es su propio ser, surge una gran compasión al ver cuánto esfuerzo

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de voluntad se aplica en una dirección equivocada. ¡Cuánto sufrimiento inútil por no
comprender! No se ha entendido que no hay ningún mandato externo que nos diga que
amemos a Dios sobre todas las cosas. Primero tengo que descubrir a Dios, y entonces el amor
surge espontáneo, no por voluntad. Entonces ya no hay necesidad de creer en el amor porque
se es amor.
Cuando un ser humano contempla lo real en el vacío del silencio de su conciencia, descubre la
realidad y ve cuál es el camino de lo divino. Y no puede evitar amar porque el amor es
consustancial a su propia naturaleza. Cuando se mantiene ahí y lo va comparando con lo que
aparece en la pantalla de la mente y de lo sensorial, se da cuenta de la diferencia y empieza a
discernir. Ve que aquello que aparece en la pantalla mental no es real; y naturalmente, ama lo
que es real y eterno de manera espontánea y serena, en el silencio de la conciencia despierta.
[AC-58] No debemos preocuparnos de lo que vamos a hacer, sino de mantenernos despiertos,
es decir, de tener la mente contemplativa. Lo que actúa en el vivir es la vida misma; es la
inteligencia de la vida lo que actúa a través de todos estos personajes que aparecen en el
tiempo. Yo creo que actúo, pero no es verdad; hay energías por todos lados que me están
empujando a la acción, y lo hacen de acuerdo con mi visión y mi comprensión más o menos
limitadas. Pero ese “yo” que se fabrica en el pensamiento no es el actor de esta vida. La vida se
mueve por sí misma; tenemos que observarlo. El personaje es soñado, mientras que la vida es la
manifestación en el tiempo de aquello que es eterno.
Me debería preguntar: ¿Dónde está mi identidad en todo este juego? ¿Quién está viviendo?
La vida es la que vive. Lo absoluto, lo inmanifestado, lo eterno, lo que realmente soy se
manifiesta en la temporalidad como Vida. Soy todo, no hay nada separado. El pensamiento
establece la separación de acuerdo con las formas que aparecen en el tiempo. No puedo
comprender que puedo vivir desde el infinito, desde la totalidad, no siendo nada en realidad.
Ser todo es no ser nada. Es ser desde otro lugar y asistir a la manifestación como la
representación de eso que soy.
Solo por el amor contemplativo iré unificándolo todo y me quedaré solamente en la verdad que
intuyo en cada instantes irá desapareciendo la lucha que se produce en la separación. Tengo
que volver a mi origen, volver a hacer silenció en mi conciencia, y desde ahí veré Lo-que-Es. Seré
todo en expansión; pero ese punto misterioso que origina todas las cosas consiste en el darme
cuenta aquí y ahora. Ése es el punto en el que se concentra toda la dispersión, todo lo que se
había expandido hacia fuera en formas creando realidades en el sueño. En ese punto se
concentra todo; y es la entrada a lo infinito porque se abre sin límites. Cada cosa que creo ser,
todo aquello que amo, [AC-59] lo crea y lo ama mi ser infinito, lo que realmente soy, Lo-que-Es.
“Ser” y “soy” no son diferentes. Esto el pensamiento no lo entiende. Cuando lo vea seré el
verdadero amor en libertad. Tenemos que descubrirlo por nosotros mismos en ese estado
atemporal del aquí y el ahora en el que reside la lucidez.

LA VIDA LIBERADA
La vida es organizada y todo lo organiza; va poniendo a cada persona las lecciones adecuadas a
las preguntas que ésta va haciendo a la vida. Cuando el ser humano está dormido, está siempre

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preguntando en una oración permanente. Aunque muchos rechacen la palabra “oración”, orar
es lo que hacemos constantemente. Según sea nuestra oración, la vida nos proporciona la
lección adecuada. Este mecanismo nos permite comprender cuándo nuestra petición es
errónea. Cuando nos llega la lección nos disgustamos. Pues bien, esa lección es lo mejor que nos
podía pasar. ¿Lo mejor para qué? Lo mejor para comprender. Lo mejor no es mantenernos en
los hábitos ordinarios viviendo una vida inauténtica; no es vivir soñando. Lo mejor es
comprender, a fin de salir del engaño en el que estamos; y para ello, la vida en cada momento
nos está presentando un reto, una lección, un enigma por aclarar.
No es bueno que nos evadamos de lo que se nos presenta mientras que nos dedicamos a
fijamos en las vidas de otras personas, ya que miramos esas alternativas desde nuestra
perspectiva y esos otros lados tienen sus propias lecciones que no vemos. Cuando vivimos así,
nuestros sueños se entrelazan de tal manera con los de los demás que constituyen un caos de
sueños compartidos. Entonces el amor se ausenta del argumento de la historia. Cuando amo
desde ahí no tengo más que miedos y deseos. Sin embargo, solemos fabricar nuestro vivir desde
ahí.
[AC-60] ¿Cómo es la vida vivida desde el infinito, sin apegos? La vida liberada no es algo que
está lejos de mí, pero hemos volcado nuestra atención hacia afuera a tal grado que nos parece
que está muy lejos. Afortunadamente, esa visión de lejanía es soñada e irreal, y aunque nos
parezca que la realidad y lo verdadero está lejos, está siempre aquí y ahora; estoy en ello y vivo
a partir de ello, aunque no me dé cuenta. Vivo a partir de ese nivel infinito. Digamos que Dios
está aquí y ahora. Lo infinito, lo eterno, lo sagrado, la realidad total está siempre aquí. Me he
alejado mucho, pero eran sueños nada más. No me he podido mover de Aquello, porque es lo
único que hay.
En un instante se pueden caer las ilusiones. Depende de la fuerza de la lucidez. Si pienso que no
tengo lucidez, que no soy inteligente, me pongo un título y ahí me quedo. Si no hiciera caso de
mis pensamientos, si no me atribuyera ni cualidades ni defectos, estaría simplemente ahí,
dispuesto, dándome cuenta. En verdad, soy la inteligencia total en manifestación. Soy pura
inteligencia. ¿Y si no me lo creo? Pero entonces, ¿cómo es que me doy cuenta de trivialidades?
Aunque sean cosas limitadas, lo importante no es el objeto, que es una fabricación imaginada;
lo importante es que me doy cuenta. Ahí está la inteligencia que soy. Puedo seguirle la pista y
decir: “Éste es mi tesoro, voy a quedarme aquí”. Porque todo lo demás es imaginario. Lo único
verdadero, lo real es esta lucidez. No puedo decir que no tengo ni inteligencia ni lucidez, porque
me doy cuenta de que actúo con lucidez y con inteligencia. El que haga tonterías una y mil veces
no significa que no sea inteligente. El proceso de la inteligencia es así: aunque esté hecho de
pura inteligencia y amor, puedo entretenerme y creerme que soy cualquier cosa y actuar como
si lo fuera. Pero si no me sumerjo en creencias, si silencio el pensar, abierta mi mente a lo
infinito, contemplo, y la contemplación misma es ya vida liberada.

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CAPÍTULO IV

El camino donde desembocan todos los caminos

CONOCERME A MÍ MISMO
[AC-61] Solemos dar por hecho que nos conocemos a nosotros mismos, pero eso no es cierto.
No sabemos quiénes somos.
Partiendo de la base de que me conozco, quiero conseguir cosas, afirmarme, amar, ser amado.
Sin embargo, desconozco mi verdadera identidad. La vida que se está creando en torno a mí, la
que voy haciendo, la hago sobre este desconocimiento, sobre esta ignorancia de mi verdadera
identidad, y así es normal que esté llena de carencias, conflictos, incomprensión, dudas y toda
clase de malestares. Al desconocer mi identidad verdadera, es natural que todo aquello que
hago desde una identidad falsa e imaginaria, es decir, todo lo que voy haciendo a partir de lo
que yo creo que soy y a partir de lo que yo creo que es la realidad, esté trucado, tenga una base
falsa, sea ilusorio. Estoy creando una vida ilusoria a partir de un yo ilusorio, a partir de lo que
creo ser. Esto requiere investigar e investigar.
¿Acaso sé lo que soy? Creo que soy unos recuerdos, experiencias, [AC-62] títulos, nombres; creo
que soy pensamientos, sentimientos, emociones. Pero todo ello pasa y me deja una sensación
de constante cambio. Si observo mi vida, veo que estoy actuando a partir de un
desconocimiento de lo que es real, de lo que es mi verdadera naturaleza, y ese desconocimiento
de mi identidad crea una cantidad de problemas psicológicos que inútilmente quiero resolver
con esfuerzo, desarrollándome, comparándome, tratando de conseguir algo: voluntad,
concentración mental y todo lo demás.
Acepto métodos psicológicos, me creo todas las teorías y las aplico. Son explicaciones de lo
aparente, las cuales pueden tener algún sentido lógico o pueden coincidir más o menos con
nuestra historia personal. Sin embargo, los psicólogos las aplican siempre, coincidan o no.
Piensan que tengo conflictos debido a que en la infancia me pasó una cosa u otra, y yo me lo
creo a pesar de que puedo observar que a otra persona también le pasó aquello mismo y no
tiene ese conflicto.
Si observáramos detenidamente, veríamos hasta qué punto las explicaciones psicológicas de
nuestra vida están creadas por el pensamiento. Son teorías que se han hecho observando una
experiencia y aplicando esos mismos moldes a todo el mundo. Puede que alguna vez coincidan
los hechos con lo predecible, pero no es cierto que yo deba aplicar una teoría como si se tratase
de la verdad. No hay teoría para conocerme a mí mismo. Siguiendo unas teorías montadas
sobre otras teorías, unas ideas desarrolladas sobre otras ideas, unos conceptos edificados sobre
otros conceptos, no voy a conocer lo que verdaderamente soy. Una explicación lógica no me
descubre lo que soy. Quizá alguna zona de mi pensamiento se quede tranquila porque le han
dado una explicación, pero permanecerá un descontento general en la persona; porque, de
alguna manera, se siente lejos de su verdadera naturaleza. Las circunstancias de mi vida son
triviales, no tiene ninguna importancia [AC-63] el que racionalice o no lo que me sucede. Eso no
va a cambiar mi verdadera comprensión de lo que la vida es.

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El conocerme a mí mismo es otra cosa, es una vivencia directa. Por eso, para llegar a descubrir
mi identidad necesito un método que no se parece en nada a los demás métodos; es un método
que no es mecánico ni pensado. Para descubrir lo que soy no necesito acercarme a nada ajeno o
desconocido, solo tengo que abandonar el funcionamiento equivocado que hay en mi mente; y
al deshacerse este funcionamiento, aquello que queda es Lo-que-Es. La sabiduría no es adquirir
algo nuevo, sino quitar lo falso. Adquirir información nunca ha sido sabiduría, aunque por error
lo creamos así. Podemos estar muy informados y no tener nada de sabiduría; porque vivimos
llenos de conflictos, sin comprendernos a nosotros mismos ni a los demás, aunque nos sobre
por todas partes información. No es conocimiento técnico, religioso o psicológico lo que
requiero para descubrir lo que soy.
El camino único en el que desembocan todos los demás es el de descubrir mi propia identidad; y
ello se logra de una manera creativa. Al ser creativa, no hay ahí ningún molde, lo tengo que ir
descubriendo yo mismo. ¿Y cómo comienza este camino que tengo que hacer yo solo? Este
camino comienza cuando nace una fuerte necesidad de descubrir la verdad de todo lo que me
rodea y de esto que creo ser. Entretenido entre las cosas, queriendo unas y realizando otras, no
estoy dándome cuenta de cómo funciona mi mente ni qué es lo que está pasando. En esta
inadvertencia se están acumulando posos que destruyen mi visión, estoy cargándome de
pensamientos que luego utilizo como si fueran mi verdadera manera de ser. Y luego, es a eso a
lo que llamamos “lo que yo soy”. Así, mi carácter, mi personalidad están hechos de retazos de
todo lo que he acumulado por inadvertencia, por no darme cuenta del funcionamiento de mi
mente.

PASIÓN POR LA VERDAD


[AC-64] El primer punto que necesito es la vocación intensa de vivir la verdad. Si no tengo esa
vocación no hay nada que hacer. Hay que intensificar esto, la primera fuerza de arranque;
porque si no, huelga todo. Esta llamada, esta necesidad imperiosa, este amor a la verdad es una
gran pasión, porque el amor a la verdad no es una cosa fría, como podría parecer. Por el
contrario, es una intensa pasión ante la cual todas las demás pasiones conocidas son
insignificantes. Esta fuerza, esta pasión por la verdad es el arranque, el comienzo mismo del
camino. Si está ahí, el camino se irá haciendo; si no, no se puede hacer nada hasta que brote,
solo tener paciencia.
Este amor a la verdad no tiene que ver con la edad, la profesión o la situación económica o
social. Es independiente de eso. Todo ello pertenece a la obra de teatro que estoy
interpretando, y eso no es lo que soy. Si considero que son más importantes esas circunstancias
que descubrir qué es lo que soy, habré cerrado el camino. Las circunstancias son historia y la
historia está en el tiempo, no hace falta ser profeta para saberlo. Cuando quiero retener algo,
no lo puedo hacer, está pasando; y como todo lo que sucede, pasa.
Mi existir es transitorio, es pasajero en el tiempo. Pero yo no soy eso, no soy lo que está
apareciendo en la historia y por tanto, no soy esa historia; tengo que darme cuenta de ello. Si
estoy completamente identificado con esa historia, ni siquiera se me podrá pasar por la cabeza
el hecho de que pueda ser algo más. Lo que soy está por encima, está más allá de mi función y

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de lo que sea que haga. Para tratar de mejorar mi historia podré recurrir a la psicología, a las
tradiciones religiosas, a las actividades sociales. Si es así, no debo engañarme: nada estoy
haciendo en el camino de lo esencial, de lo que es auténtico y directo: el descubrir qué es lo
real, qué es la realidad.
[AC-65] Para saber qué es la realidad tengo que saber quién es éste que quiere saber. Debo
descubrir qué es lo que hay de real en mí, qué es lo que soy que es previo a todo. Descubrir mi
verdadera identidad es algo enormemente creativo y transformador. Conforme voy
descubriendo que no soy lo que parece, se abren dentro de mí unas posibilidades inmensas de
comprensión, amor, creatividad, belleza, paz, armonía, claridad, nitidez. Todo eso está ahí en
potencia, eso es lo real, eso es por lo que nos movemos. Nuestra tradición dice: “en Dios
estamos, en Dios nos movemos”. Aquello por lo que nos movemos, lo que nos está empujando,
eso que es desconocido para nosotros, eso es lo real.
Miremos con atención y cuidado. Porque para poder aceptar en un momento dado que yo no
soy ese personaje que dura un tiempo y que no tiene mucha trascendencia, he de estar atento
viéndolo en el funcionamiento de mi vida. Si en un momento dado descubro que eso es verdad,
que el personaje es ciertamente ilusorio, entonces ya no se trata de un pensamiento más.
La verdad está viva y tiene que crecer, tiene que abrirse un espacio para empezar a construir
una vida nueva y transformar el vivir. Abrirse a la verdad no es una actividad más. Estamos
arriesgándonos a una revolución, a que se acabe el sueño; pero también a perder todos los
miedos, dependencias, culpabilidades, apegos. Todo esto va a ocurrir en el camino.
¿Tenemos suficiente amor y pasión por la verdad para comenzar esta aventura? Si no es así,
¿qué puedo hacer? Lo que puedo hacer es leer un libro de vez en cuando, escuchar a alguien
que haya vivido esa aventura, ir dándome ánimos... y poco a poco irá creciendo en mi interior
esa necesidad. Si es suave, la escucharé de vez en cuando como una cosa secundaria, pues para
mí lo primero será lo material (dinero, cuerpo, familia, etc.) y solo después puede ser que
escuche esa pequeña llamada. Esa débil llamada no tendrá todavía fuerza suficiente para
abrirme [AC-66] paso a lo nuevo; pero cuando vaya cobrando suficiente intensidad, cuando sea
una pasión que en todo momento siento, entonces ya no será algo personal, porque con ella
todas las situaciones personales se terminan, y me iré dando cuenta de que esas situaciones no
son reales. A medida que vaya viendo una y otra vez la irrealidad de lo que pienso sobre mí y
sobre la vida, esa pasión se irá tornando más y más poderosa.
Puede que nos preguntemos: ¿Qué hay de verdad en todo esto?, ¿qué es esa identidad?, ¿qué
es real?, ¿hay algo real?, ¿será que no hay nada que sea real? Pero esta posición escéptica no es
correcta, porque si no hubiera nada real no habría tampoco apariencias. Vivimos apariencias
porque hay una realidad que las proyecta. Estamos limitados porque hay una plenitud, y cuando
falta esa plenitud se siente la limitación. Tenemos deseos, y esos deseos vienen precisamente
de esa plenitud que somos, aunque no seamos conscientes de ello. Todos los anhelos que
tenemos nos están diciendo que hay algo más: el origen de donde ellos provienen.
Verdaderamente, el camino real, el camino auténtico, nos está llamando desde todas partes.
Nos parece que no sabemos dónde encontrarlo, que nos perdemos entre tantas cosas que se
nos presentan en la existencia. Pero si miramos bien, con la pasión de descubrir la verdad en

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cada cosa, en todas las situaciones de la existencia, en los sentimientos, pensamientos, ideas,
relaciones con los demás, sufrimientos, alegrías, en todo lo que vivimos, descubrimos que todo
nos está llamando. Creemos que nos llama lo externo, pero eso se presenta solo para
recordamos su limitación, para que veamos que viene de algún lugar. Nos recuerda que hay un
foco, una potencia inmensa que lo está proyectando. Amo a las personas porque, en el fondo,
noto que soy amor, noto que esta separación no es real. Noto que lo real no es fragmentado.
Amo porque estoy amando al ser.
Me entretengo en pequeños amores y me quedo atrapado [AC-67] tratando de conseguir esto o
aquello. Pero es por amar a la belleza del ser por lo que quiero rodearme de cosas bellas. Busco
lo bello porque amo la belleza, que es el reflejo de lo real.
Lo-que-Es nos está llamando desde todos los lugares. Así que solamente hay un camino
inteligente: darme cuenta, sin entretenerme en las formas ni en lo que aparece. Darme cuenta
de dónde surge mi necesidad de amor, de dónde surge mi inteligencia, de cuál es el origen de
todos mis deseos, es liberador. Pero no es una búsqueda teórica. Por el contrario, en esta
investigación tenemos que estar haciendo el camino. No investigamos para pensarlo, porque
pensar no sirve de nada, sino que investigamos para verlo, para darnos cuenta.

LA APARICIÓN DEL DISCERNIMIENTO


Podemos descubrir lo que somos en cualquier momento de nuestra vida. ¿Qué es lo que ahora
se manifiesta con este deseo, sufrimiento, tristeza o alegría? ¿Quién está ahí, detrás de esa
expresión? Observo una emoción, y al observarla la veo como algo separado hasta que se
disuelve. Es una energía que ha surgido del mismo modo que surgen las olas en el mar. Observo
la emoción y puedo mantenerme ahí despierto, dándome cuenta de cuál es su base. ¿Por qué
tengo miedo?, ¿por qué alegría?, ¿de dónde surgen? Siento sufrimiento porque me falta algo,
noto alegría porque estoy descubriendo algo que me recuerda a Aquello, siento la sensación
agradable de algo estético porque me está recordando la belleza del Ser.
En un momento dado puedo soltar la identificación con el pensar para solo ver lo que hay ahí,
más allá de lo que aparece en el tiempo, de la situación, de las formas, de las personas, de lo
que estoy habituado... Observando y observando se van cayendo los hábitos del pensamiento.
Haciendo esta observación silenciosa, empieza entonces a aparecer algo nuevo en mi [AC-68]
conciencia: el discernimiento. Es algo nuevo, algo que no conocía ya que creía que todo se
fraguaba en el pensar. Si observo serenamente, me doy cuenta de lo que está sucediendo; veo
que aparece una capacidad nueva, especial. Es la capacidad de la luz del Ser de iluminar por sí
misma, de descubrir por sí misma la verdad. Ahora seguramente la estamos descubriendo, la
estamos viviendo. Esa capacidad es la capacidad de ver la verdad directamente; no verla porque
lo diga una persona, ni por análisis ni razonamiento, sino con una total evidencia, dándome
cuenta con total certidumbre de que eso es así.
Esto requiere fundamentalmente no estar en el pensamiento, ya que en él no existe la
posibilidad de ver la verdad directamente. En este momento, esta investigación se hace para
aprender a ver la verdad, para tener discernimiento. No tiene por objeto recoger información,
guardarla en la memoria y aplicarla en un momento dado, que es lo que habitualmente

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hacemos. En el trabajo de autoconocimiento las cosas no funcionan de esa manera. Esta
investigación tiene como finalidad precisamente el poder ver la verdad directamente. El ver
directamente es algo nuevo. Todo el mundo cree tener discernimiento, pero no lo tiene casi
nadie. Creemos que sabemos lo que es verdad o no, pero eso no es cierto ya que nuestras
opiniones se basan en repeticiones de la memoria. La capacidad de ver directamente es algo
nuevo y precioso. Es una joya. En la tradición de la India se habla de “la joya del
discernimiento”.
Cuando tienes esa capacidad, empieza el verdadero, el auténtico camino. Jamás se tienen más
dudas a ningún nivel, ya sea metafísico, psicológico o moral, pues las dudas son solo inherentes
al pensamiento. La verdad brilla por sí misma y es evidente, como es evidente la luz del día. Ya
no hay ninguna duda en mi vida cuando hay discernimiento. Sé que suena un poco fantástico.
Nos preguntamos: “¿Cómo puede ser eso?”, porque estamos acostumbrados a estar en el
pensamiento. [AC-69] Creemos que ésa es nuestra morada, pero no lo es. Somos una
inteligencia, una luz con capacidad de iluminar y ver por sí misma. ¿Por qué la mantenemos
tapada?

LA LUZ QUE CONTEMPLA


Estoy dedicando mi vida a concienciar a las personas de esto, de que son una luz por ellas
mismas, de que pueden mirar directamente. No hago otra cosa. No intento persuadir a nadie
para que siga una tradición, ideología o grupo ni para que haga algo o deje de hacerlo. Siempre
me pareció extraordinariamente importante que los seres humanos pudieran ver por sí mismos.
Algunos me dicen que no pueden. He observado que cuando uno no puede ver por sí mismo
surgen toda clase de problemas. Entonces se sigue a alguien, se hace lo que aparece en los
medios de comunicación o lo que otros dicen que hay que hacer. En esos casos se actúa de
manera moral o inmoral, según las circunstancias; pero eso no es lo esencial. Lo primero y
esencial es ver la verdad. La actitud correcta y adecuada brota entonces inmediatamente y de
manera espontánea.
Cuando soy una luz por mí mismo, cuando puedo iluminar con la propia luz que soy, la vida se
va haciendo creativa y cada instante del vivir muestra su verdad. No necesito normas morales,
porque no se me ocurriría hacer daño a ningún ser humano una vez que ya me he dado cuenta
de que no estoy separado de él. En lo profundo de mi identidad no hay separación entre las
personas o entre distintas formas de expresión de la misma realidad. No tendré que esforzarme
en amar y ser amado, porque el estado de lucidez está acompañado siempre de amor; basta
con estar despierto y mirar la vida con los ojos del discernimiento abiertos.
La mente se puede ir tornando contemplativa. Contemplar [AC-70] implica separarse del
pensamiento a fin de ver lo real. El acto contemplativo es a la vez una iluminación y un estado
de amor. Ambos no se pueden separar. Cuando el sentimiento de amor está separado, entonces
es ciego, está cargado de errores y cae en actuaciones egocéntricas; es natural que sea así.
Cuando mediante la contemplación se produce el desprendimiento de mi persona y, por tanto,
el de las otras personas a la vez, entonces descubro un estado de unidad de conciencia.
Solamente ahí brota el Amor. En cambio, en la separación solo experimentaré algún

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sentimiento de afinidad o rechazo al moverse las emociones a las que llamo amor pero que no
son Amor.
El amor aparece en un estado contemplativo. Cuando la mente está iluminada, es decir, cuando
me doy cuenta, eso es amor. Antes de vivirlo no me lo creo, porque estoy acostumbrado a
percibir con el pensamiento, y éste es una mera representación, es árido y no conoce la
plenitud. Cuando me doy cuenta percibo con todo el ser, y desde lo profundo aparece esa luz
que me hace ver. Esa percepción luminosa está siempre acompañada de un estado de
serenidad, plenitud, amor. Así, amo todo aquello de lo que me doy cuenta. La situación puede
ser agradable o desagradable, pero en ningún caso dejaré de amarla. Amo la vida en todas sus
manifestaciones; no pierdo la capacidad de juicio, pero la mirada no está puesta en buscar lo
trivial. La mirada verdadera ama todo: lo agradable y lo desagradable, lo bueno y lo malo. La
mirada verdadera no hace separaciones; pero al mismo tiempo que lo ama todo, está libre,
desapegada. Nos cuesta creerlo, porque pensamos que el amor es apego. Pero cuando de
verdad hay amor, no se puede retener nada, se ama el movimiento de la vida, el que todo esté
cambiando y pasando, porque todo se ve como un bello reflejo de Aquello que es eterno e
inmutable.
La contemplación es el camino de todos los caminos, y el amor es la consecuencia natural de
contemplar.

CAPÍTULO V

La aventura de vivir con lucidez

PENETRAR EN LA LUCIDEZ TRAS LAS PALABRAS


[AC-71] Comparada con la belleza del despertar a la lucidez, cualquier aventura palidece hasta
diluirse. Es la única vivencia que permanece entre los cambios constantes de la temporalidad.
Empezaremos por investigar cómo adentrarnos en este estado lúcido desde el que
comenzaremos estas reflexiones. No es algo difícil, por cierto, esta penetración en la lucidez. Lo
complicado, por el contrario, es el mundo que surge a partir de las diferentes maneras de
distraernos, y esto lo hemos aprendido a hacer muy bien. La vía nueva, la inusual, pero sencilla y
directa, consiste simplemente en dejar la distracción.
Puede ser que nos distraigan las imágenes o las percepciones sensoriales, pero los
pensamientos y hasta las palabras nos distraen aún más y de manera más imperceptible. En
efecto, si en estos momentos nos limitásemos a entender el significado de las palabras y a
relacionarlo con nuestros pensamientos, no saldríamos del lugar habitual en el que nos
encontramos, donde pensamos, comparamos, juzgamos. Y no descubriríamos entonces aquello
en que consiste la gran aventura de la existencia: la entrada a la lucidez.
[AC-72] Se pueden entender las palabras y no estar lúcido; se pueden comprender los
conceptos por comparación con otros del pasado y hasta imaginar nuevas combinaciones de

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conceptos y, sin embargo, no estar lúcido. Podría ser que estuviéramos haciendo un enorme
trabajo en esa zona superficial donde se piensa, comparando ideas, aceptándolas o
rechazándolas según unos u otros criterios interpretativos sin que nada hubiera allí de lucidez.
En realidad, la claridad luminosa no se adquiere mediante ningún esfuerzo voluntario, pues no
se trata de algo que añadimos a lo que ya conocemos. La lucidez es lo que somos detrás o
debajo de todo lo que añadimos al pensar. Mantenerse lúcido consiste, por tanto, en soltar
todo lo que creemos, lo que nos han enseñado, lo que oímos a través de los medios de
comunicación, lo que estudiamos de nuestra tradición cultural o de otras, etc. Si prescindimos
de todo esto que hemos ido adquiriendo, nos encontramos en el silencio lúcido, en la mera
capacidad de “darnos cuenta”.
Creemos ser todas esas cosas que se han ido instalando en nuestra confusa idea acerca de la
realidad. Hemos dado por hecho que somos un cuerpo con el que tenemos un estrecho
contacto a través de las impresiones del sistema nervioso en el cerebro, y luego unas emociones
y unos pensamientos cambiantes de los que nunca indagamos el origen. ¡Cuán impermanente y
confuso es todo lo que imaginamos ser!
La identificación con tantas cosas relativas es causa habitual de frustraciones. No estar lúcido, es
decir, estar dormido es precisamente caer en identificaciones imaginarias, no verdaderas. Es
soñar que estamos viviendo, que estamos en la realidad sin estarlo. Por el contrario, ser lúcido
es haber vuelto al estado originario en el que simplemente somos la luz que ve. Y ésa es nuestra
única posibilidad de mantenemos conscientes.
[AC-73] Puede ser que a muchos de nosotros nos parezca eso poco. Puede que imaginemos la
realización como algo más satisfactorio. Pero al avanzar por la lucidez no hay garantía previa de
que conseguiremos algo. En verdad, solo se descubre ese luminoso camino al no desear nada.
Antes de desengañarse de los deseos no es posible esta penetración en la luz, por el simple
hecho de que estaremos demasiado entretenidos en conseguir unos y otros objetos, y nuestra
energía se consumirá en esa actividad agotadora. La ambición de ganar y el miedo a perder
tendrán absorbida a la persona por completo. ¿Lo hemos observado ya?

LA VERDAD: ESE ESTADO LUMINOSO


En la lucidez nada buscaremos y nada aceptaremos. Solo la verdad. Pero la verdad no es lo que
pienso o lo que alguien dice. No es lo que se está diciendo ahora tampoco. La verdad es un
estado de lucidez que surge en mi conciencia y por el cual puedo ver todo tal como es. Si a lo
largo de estas investigaciones me encuentro con la verdad, no será mía ni de nadie. Es todavía
más simple que eso: habré accedido a un estar lúcido desde donde contemplaré con claridad
cualquier situación. Lo que ahora estamos haciendo es movilizar la mente para que ese estado
surja del fondo de nosotros mismos, donde permanecía oculto por los pensamientos.
Hay disputas entre los que mantienen unas u otras verdades. Se negocia con eso a lo que se ha
dado el nombre de “verdad” cuando no se trata más que de creencias u opiniones. Aquello que
se revela por la lucidez es evidente por sí mismo; no necesita demostraciones, y aquí no las
haremos. Lo que hacemos aquí es movilizar las distintas zonas mentales; las sacudimos de
manera inesperada para que se desprendan [AC-74] los errores y la mente quede en su

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desnudez, en su pura naturaleza luminosa. Investigamos con el fin de que se produzca un
descubrimiento de la verdad en la lucidez. Los que hemos investigado a solas o junto a otros
investigadores sabemos que no conseguimos nada en particular con ello. Se trata de algo
completamente distinto. Al ampliar la conciencia está creándose la verdad nueva en cada
momento, en cada apertura a la lucidez. Se deshacen los prejuicios que estábamos tomando por
realidades, las creencias heredadas y repetidas sin reflexión, las fantasías que brotaban
inconscientes de emociones como los miedos o las ambiciones. Todo lo relativo, todo lo que es
creado por el pensamiento, se deshace en la visión lúcida y aparece la luz. Esa inteligencia o
foco de luz va iluminando realidades según el estado de conciencia del que mira.

DORMIR O DESPERTAR
Damos por hecho que el estado de vigilia en el que nos encontramos al despertar cada mañana
es la realidad. Pero si observamos con atención, veremos que esa noción de realidad no es
consecuencia de la lucidez sino, más bien, de la falta de lucidez. En efecto, a lo largo de todo el
día nos vemos por completo programados. Estamos programados por los sueños que recibimos
y comunicamos en las relaciones conscientes e inconscientes de un vivir mecánico. En verdad,
ese estado no se diferencia mucho de las ensoñaciones particulares que vivimos en la noche
mientras dormimos.
Ser lúcido es algo totalmente diferente a lo que solemos llamar “estar despierto” o a lo que
acostumbramos denominar “estar atentos a algo” o “estar concentrados en algo”. Si me
distraigo en una cosa que no es el trabajo, me recrimino a fin [AC-75] de concentrarme en lo
que se supone que debo hacer. Pero puedo estar concentrado en el trabajo y no estar lúcido.
Quizá esté, por el contrario, repitiendo mecánicamente lo que siempre hice.
Puede que sea muy eficiente, incluso puedo ser un adicto a la eficiencia en el trabajo, porque
me he habituado a la actividad incansable y a buscar la obra perfecta. Y ello está bien con
relación a lo que hago para los demás, es decir, a mi aportación social. No obstante, todo eso
puede hacerse sin estar lúcido en absoluto. Lo comprobaré cuando un día acabe con una
tensión crónica o si en un momento dado tomo conciencia de no sentirme en paz conmigo
mismo, sereno, realizado y feliz, sino lanzado en carrera imparable al exterior, alienado de mi
ser real.
Los demás quizá no reconozcan mis esfuerzos por ser eficaz y puede que me invada el
desánimo. En síntesis, no consigo las metas que me había propuesto en el mundo imaginario de
lo pensado y por las que me esforzaba. Por tanto, me frustro o me deprimo. Luego no estaba
lúcido, sino dormido; estaba eficiente y esforzadamente dormido.
Muchos dormidos siguen a otros dormidos. Lo vemos a menudo. Muchas personas en el sueño
adquieren la habilidad de manipular a otras dormidas también. Ni el que manipula ni el que es
manipulado están lúcidos. La persona con lucidez no necesita manipular, está libre de todo ello.
No requiere tampoco que las cosas sean de una manera o de otra, o que las personas
respondan a sus expectativas. En verdad, la persona lúcida no necesita nada.
Al escuchar esto, es probable que digamos enseguida que necesitamos comida, un techo, afecto
y muchas cosas más, y no solo pan y agua como se servía a los esclavos de galeras en otros

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tiempos. Algunos partidarios de la austeridad piensan que es sabiduría limitarse a esos límites
mínimos para subsistir, [AC-76] pero esto no es así. El conjunto psicofísico que denominamos
persona tiene muchas necesidades. En un momento de la vida serán afecto o amistad; en otro,
un viaje o un refugio material donde protegerse, y no solo de la lluvia sino de la sociedad, que
arrastra con sus costumbres y roba la intimidad. Cada nivel de este microcosmos que es el ser
humano tiene unas demandas adecuadas que varían según la pureza y la claridad de la mente.
Al afirmar que la persona lúcida no tiene necesidades no estoy diciendo que ha de vivir siempre
en completa austeridad. Se ha idealizado ese aspecto, que es solo uno más de los muchos a los
que la vida nos somete en nuestro aprendizaje. Quizá alguien pase por un periodo de austeridad
durante un tiempo, o quizá no. La imagen de una persona austera como una persona
bondadosa no es más que una imagen. Si alguien quiere adaptarse a una de esas imágenes y
busca amoldar su vida a ella, puede hacerlo. Pero que no se engañe creyendo que eso es
sabiduría.
La lucidez no consiste en seguir una forma de ser y quedarse atado a ella, sino en estar libre de
toda forma particular. Quien se amolda a una idea tiene que estar pendiente de responder a
ella en las variadas situaciones que le presente la vida, forzando y distorsionando los hechos. Y
eso es esclavitud, no la libertad de la sabiduría. La persona despierta no se siente impelida a
seguir ninguna idea o imagen preconcebida. Por eso decimos que no hay en ella necesidades.

LA VIDA ES UN MOVIMIENTO INTELIGENTE


La vida, que es inteligencia en acción, se ocupa de que cada persona tenga cubiertas las
necesidades adecuadas a lo que está aprendiendo en cada momento. No se me escapa que [AC-
77] esto le parecerá fantasioso al pensamiento, el cual está condicionado a la lucha por la
existencia. Sin embargo, está escrito en los Evangelios, los cuales se supone que fueron o son la
inspiración de tantos cristianos. Pero no parece que muchos hayan creído lo que se lee allí. Por
ejemplo, aquella comparación con los lirios del campo ataviados con bellos vestidos sin
necesitar preocuparse por ellos mismos. ¡Cuánto más el ser humano será cuidado por la
inteligencia de la vida! Lo que sucede es que las cosas no son como el pensamiento las imagina.
Acostumbrado a luchar por conseguir lo que necesito, me imagino que, si no me preocupara,
daría rienda suelta a los deseos de no trabajar y de pasar el tiempo en diversiones. Nada más
lejano a eso que la lucidez. Lo que en la lucidez sobrevendrá será una actitud en la que no
tendré el deseo o la ambición de actuar; pero no por eso dejaré de hacerlo. Actuaré movido por
la inteligencia de la vida, y no por mis deseos o miedos. Y solo entonces comprenderé cuán
inteligente y luminoso es ese movimiento de la vida que me impulsa a mí mismo y a todo
cuanto está apareciendo en la existencia temporal.
Si me identifico con esa forma que se mueve en el tiempo y que aparenta ser una realidad
separada, me preocuparé por hacer esto o lo otro hasta el extremo de que mi vivir contendrá
una permanente inquietud y angustia. Trataré de no decir lo que pueda perjudicarme y de hacer
lo que creo que me reportará los efectos deseados según mis planes, y así estaré siempre
pensando y calculando. Desde luego, la vida no responderá a mis cálculos, porque la dirigen
otros motivos, y así creeré que las cosas a veces me salen bien y a veces mal. Al no responder a

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mis calculadas motivaciones, pensaré que las cosas surgen al azar, sin sospechar que las mueven
otras causas que se me escapan. Pero desde la lucidez de mi mirada puedo darme [AC-78]
cuenta de que aquello que está sucediendo lo está moviendo la inteligencia de la vida total. Esa
inteligencia es lo que en verdad soy. Así, estar lúcido es ser; es, simplemente, ser lo que en
verdad somos, mientras que distraernos es ponernos disfraces de lo que no somos.
Creemos que somos lo que aparece, y luego nos entristecemos, nos deprimimos o angustiamos
porque aquello que aparece es cambiante. Las capas con las que me estaba recubriendo no son
permanentes. Creí que era importante debido a que ocurrió algún motivo accidental; pasó el
motivo y ya no lo soy. Creí ser una madre muy querida, y pasaron los años y los hijos se
despreocuparon de mí. Creí ser alguien imprescindible en el trabajo cuando muchos dependían
de mí, pero cambió la situación y dejé de ser valorado. Llegué a creer con obstinación que era
un cuerpo, y en un momento dado el cuerpo se desintegró. Y si aún no he visto esta
impermanencia en mí, al menos lo compruebo en otros. También me parecía que yo era mis
pensamientos, y al observar vi que fueron cambiando en las distintas épocas; las circunstancias
me han ido empujando a ello. Me identificaba con un grupo religioso, político, cultural o
económico, y después comprobé que aquello no era más que un conjunto de ideas para
conseguir unos deseos. De todo aquello con lo que me identifique tendré que desengañarme. La
vida me va presentando oportunidades para aprender que no soy lo que parece, pero si mi
desengaño no es aún definitivo, me siento frustrado en mis esperanzas y mis deseos.
Ni la sociedad ni las demás personas tienen la culpa de esta frustración, aunque una y otra vez
quiera creerlo así. Mi falta de lucidez ha ocasionado ese estado negativo de tristeza, de
agresividad, de inquietud en el que me encuentro a veces. Por no estar despierto sucedió todo
lo que me ha ido sobreviniendo. Y seguirá siendo así, si no despierto. Los demás intentan [AC-
79] conseguir lo que les parece mejor, igual que lo hago yo. De modo que nadie arruina mi vida.
Ninguna persona tiene capacidad para estropear la vida de otro, ni tampoco para arreglarla.
Dejemos esas fantasías. Solo la toma de conciencia de lo Real librará a una persona de los
sufrimientos que los errores ocasionan. No deduzcamos de esto que a una persona despierta ya
no le pasa nada malo. Caemos en la ilusión de esperar que todo nos irá bien según nuestras
perspectivas imaginadas, y para conseguirlo hacemos terapias o practicamos raras técnicas
cuando creo que soy desgraciado, o las cosas me van mal, y soy feliz si las cosas me van bien. No
es así la realidad. Ninguna cosa exterior puede crear la felicidad ni deshacerla. ¿Por qué insisto
en jugar ese juego? ¿Por qué no trato de comprender cuál es el movimiento inteligente en que
consiste el existir?

EL PENSAMIENTO MECÁNICO CORTA EL PASO A LA LUCIDEZ


Es posible mantenerse sereno en la paz y en la alegría profunda que proviene de ser
independiente de los cambios externos. Sin duda puedo lograr esa independencia y esa
serenidad. Pero para ello no es suficiente con proponérmelo ni con programar mi mente
pensante; de modo que todos esos métodos que consisten en cambiar los pensamientos tienen
muy poco alcance, si es que tienen alguno. Esa serenidad brota solamente de la verdadera
comprensión. He de haber comprendido lo que la realidad es. Y para ello he de ver el proceso

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que se está dando en mi pensamiento; entonces dejaré de darle realidad. De lo contrario, serán
para mí reales todos los pensamientos que estoy proyectando en los datos sensoriales [AC-80]
compartidos, y así permaneceré atrapado en mi imaginación.
Tengo que darme cuenta en cada momento. La lucidez cortará la sucesión mecánica de
pensamientos en sus causas y efectos, acciones y reacciones. Mientras crea que todo consiste
en ese vivir arrastrado por un pensar repetido, estoy perdiéndome esa gran aventura de la vida
que es el vivir lúcido. Mientras me crea tan astuto en ese nivel superficial, mientras me crea
capaz de cambiar las situaciones y dirigir a las personas con teorías y trucos psicológicos o
chantajes afectivos, estoy en un nivel muy grave de inmadurez, tenga la edad que tenga mi
cuerpo. Me falta lucidez, y por eso desconozco por completo qué es real y qué es irreal en la
vida.
Suelo estar tan ocupado en tratar de conseguir algo para ser feliz que difícilmente hallo una
parada para ver cuál es el anhelo verdadero de plenitud que hay en mi conciencia. ¿Qué es lo
que no me permite cesar de buscar la felicidad desde una inquietud constante? Si mirara ese
anhelo de plenitud, de paz que produce en mí la sensación de carencia, si alguna vez puedo
mirarlo al desocuparme de tantos quehaceres adquiridos y quedarme en la contemplación,
podré descubrir su origen. Contemplaré ese anhelo de plenitud y veré que se origina en lo real,
en lo que es más allá de las apariencias, en aquello donde habita la plenitud. Brota de mi propio
ser, de allí donde la felicidad es naturaleza, porque en el ser no hay carencias.
La conciencia es lo único real. A eso lo llamamos Ser, Lo-que-Es; es lo que está ahí sin espacio y
sin tiempo. Aceptar esto podría convertirse en una teoría pensada más, pero es posible verlo
directamente gracias a la creciente lucidez. Y eso es lo que importa; porque en el momento en
que descubrimos lo verdadero, vivimos desde la verdad.
En un estado de lucidez la verdad es una evidencia por sí [AC-81] misma. No tiene sentido ni
cabe dudar desde ahí. Lo que cuenta es si he descubierto la verdad o no la he descubierto. Si
aún aparecen pensamientos de duda y los escucho, eso significa que tendré que seguir
investigando con sinceridad. En el camino, podría adherirme a cualquier teoría o seguir ideas,
pero eso cortaría el paso a la lucidez en mi mente. Lo más sano es no aceptar nada de lo que no
tenga evidencia directa o, al menos, una clara intuición.
Hay quien dice que es necesario caminar con ayuda de ideas ajenas o siguiendo doctrinas a las
que la gente concede autoridad. Se considera que esta es la manera de que no se pierdan las
personas que todavía no han comprendido. Pero la persona que sigue y repite algo sin
comprenderlo ya está perdida en la oscuridad. Cuando hay una cierta intuición de que la
realidad no es como parece y brota una vocación sincera por descubrir lo real, aun cuando sea
débil todavía, eso es suficiente para descubrir el camino del despertar. Esa intuición se abrirá
paso con la luz de nuestra propia comprensión. A partir de la intuición, la luz irá iluminado
nuestra mente y nuestra vida. Pero se ha de comenzar por no aceptar nada que no vea por mis
propios ojos, por los ojos de la inteligencia que soy, los de la mente contemplativa.

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CONTEMPLAR ES LA GRAN AVENTURA
La aventura maravillosa del vivir no depende de lo que me suceda o de lo que suceda a los
demás. Es algo así como ver el argumento de una película mientras estoy en la sala de cine. Al
salir sigo siendo la misma persona que antes: Puedo haber pasado por un fuego y no me he
quemado; puede haberse producido un terremoto y no me ha afectado. De esa misma manera,
cuando la propia identidad no está apegada [AC-82] a los sentidos y a los objetos sensoriales, ya
que hay lucidez, cualquier cosa que suceda en el argumento no me incumbe. Al ser yo la luz que
ve, y no los objetos iluminados por ella, me mantengo fuera de la representación temporal. Veo
entonces que todo lo que está pasando sucede en la relatividad de la temporalidad.
Si aludimos a lo eterno como un estado de lucidez que no queda afectado por el tiempo, nos
estamos refiriendo a lo real. Pero cuando creemos que el tiempo es real y que la realidad es esa
continuidad de proyecciones, nos equivocamos. Las formas están siempre en cambio incesante,
se hacen y se deshacen; no son, sino que están apareciendo. Igual que se proyectan imágenes
en una pantalla, la luz de la vida está proyectando argumentos en la pantalla de la conciencia
objetivada. Y como el cambio es constante, me frustra la desaparición de algo siempre que me
aferró a ello como real e imagino que continuará. Ahí aparecen las tragedias. La aventura de
vivir lúcido pasa por descubrir que es posible ser libre de lo que sucede en el existir. Darme
cuenta tiene más importancia de lo que creo. Parece que darme cuenta es añadir algo a lo real;
sin embargo, toda suposición existencial o incluso cualquier teoría filosófica que se base en esta
suposición está en un error.
¿Cómo es posible que la realidad sea algo que está ahí fuera y que el darme cuenta de ella sea
algo que añado? ¿Cómo es posible imaginar que el que conoce copia exactamente en su mente
una realidad exterior? Esto no tiene ninguna consistencia ni lógica ni metafísica. Sin embargo,
pocos han sido los seres humanos que se han aventurado a investigar la realidad apartándose
de ese pueril supuesto. Hacerlo implica, desde luego, contradecir el pensamiento habitual que
interpreta las sensaciones en la forma en que convencionalmente lo hace casi toda la gente.
[AC-83] Así es cómo se ve la realidad cuando no se observa serena y lúcidamente. Y pocas veces
se observa así, porque nos parece que nos falta tiempo. Excepto para ocuparse de su negocio,
su familia y sus diversiones, nadie tiene tiempo para dedicarlo a descubrir qué es la realidad. Y
mientras, se van creando actitudes y situaciones irreales una tras otra. Las consecuencias
siempre son angustia, tensión, miedo o malestar en general.
Sin duda, estaría bien que en un momento dado nos dijéramos: “No voy a ir tras de ninguna
cosa, no ambiciono nada, no estoy interesado en ganar algo. Simplemente quiero mantenerme
lúcido para ver qué es todo esto. Porque ya sé que cuando gano, pierdo; que cuando me
ilusiono, luego me desilusiono; que cuando me quieren en un aspecto, no me quieren en otro, y
así todo lo demás”. Si aún no he llegado a comprender estas cosas, habré de pasar una y otra
vez por reiteradas experiencias hasta verlo. Nunca se sabe cuántas experiencias harán falta para
comprender. Podrían llegar incesantemente una tras otra y, sin embargo, al ser interpretadas
con las ideas del pasado, poco aprenderé. En realidad, es la lucidez, es el detenerme a ver lo que
sucede, lo que me aclarará. Sin una mente lúcida, contemplativa, mi mirada estará confusa al
enfrentarme a los riesgos del vivir.

42
¿QUÉ ES LO BUENO Y LO MALO DE LA AVENTURA?
Una y otra vez se presentan inteligentemente las situaciones. Pero se podría decir igualmente
que yo mismo me voy presentando a mí mismo; porque la inteligencia total, es decir, la
inteligencia que es y que soy, va escogiendo los movimientos del vivir a partir siempre de los
que se han ido haciendo [AC-84] en la mente. Las interpretaciones de lo bueno y de lo malo que
surgen en mi mente están en relación con mis ideas sobre lo que es real en cada experiencia.
Es posible que en un momento dado todo sea simplemente adecuado, más allá de lo bueno y lo
malo. Es posible trascender los opuestos al comprender que todo cuanto transcurre tiene como
fin abrirme más y más a la lucidez. Porque la única verdad es mantenerse en ese estado
verdadero que es la lucidez. Esta es la aventura insólita de la mente contemplativa.
Desde el estado de no separación del que hablaban los místicos, cuando contemplaban desde la
unidad de conciencia, ¿qué es lo bueno? Los opuestos siguen ideas de valoración relativas. Pero
todo lo que aparece en un momento dado es un motivo para aprender cuando lo vivo desde el
contemplar. Hay, desde luego, cosas malas o corruptas. Esas palabras tienen un sentido. Pero
esa maldad o corrupción lo es con relación a algo, y deja de serlo sin esa relación.
Todos queremos que exista armonía entre los seres humanos, y queremos que se respete y que
permanezca todo aquello que resulta favorable a ese bienestar. En consecuencia, los actos que
interfieren o rompen esa cadena aparentemente benéfica son malos respecto al bien previsto.
Pero esos actos, en sí mismos, no son más que movimientos en distintas direcciones dentro del
aprendizaje de los seres humanos. Así, cuando las cosas van mal, podemos ver que lo que se nos
presenta es la oportunidad de no quedarnos en el lugar donde estábamos anquilosados y de
poder descubrir algo más.
Lo relativo vale solo dentro del ámbito de su relatividad, y no fuera de él. El problema brota
cuando se da valor absoluto a lo que no lo tiene. No es lucidez tener una posición agnóstica que
derive en falta de principios morales. A partir de esas teorías escépticas, pareciera que todo
debe importar lo mismo, pero no es así. En realidad, todo ser humano tiene sus ideas, [AC-85]
sus metas, sus móviles para actuar, lo cual es perfectamente válido en su contexto. Al decir de
manera absoluta “Nada importa”, se expresa una idea más que oculta en su ignorancia la falta
de lucidez.

LA SABIDURÍA, LUCIDEZ LIBERADORA


La persona lúcida actúa desde la claridad de su visión. Al ser esa persona espontánea y creativa,
la vida surge ante ella sin motivación particular ni deseo; confiada a sí misma y a la vida, esa
persona vive en libertad. Los demás añoran esa libertad sin saber lo que es realmente ser libre,
ya que se mantienen erróneamente dependientes de que las cosas sean de una manera o de
que las demás personas respondan de un cierto modo.
Solo la lucidez descubre la libertad, porque solo ella nos desapega, nos desidentifica de las cosas
que erróneamente creemos reales. Tan libres podemos llegar a ser que hasta dejemos de
depender del yo, es decir, del sujeto que se piensa libre. Si alguien se cree libre, pronto temerá

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dejar de serlo. Si alguien se cree diferente de los demás, nunca podrá ser libre del todo, pues
tendrá carencias que colmar y enemigos con los que pelear. La claridad total de la sabiduría
coincide con la libertad sin un sujeto que experimente ambas. No habrá alguien, habrá libertad.
Eso mismo podemos decir de quien se siente feliz o sabio. ¿Quién es feliz? ¿Quién sabio? Un ser
humano separado de los demás no puede ser feliz; solo puede creerse feliz por momentos.
Tampoco puede saber; solo creer que sabe. Ninguna persona, por tanto, sabe nada. Puedo
tener mucha información, pero la sabiduría no es algo que se tiene; la sabiduría es por sí misma.
Sin embargo, sí puedo descubrir que soy sabiduría al tomar conciencia de que soy lucidez.
[AC-86] Por tanto, para ser sabio no necesito tener ningún conocimiento en particular. Aunque
adquiriese alguno, no dependeré de él si verdaderamente aspiro a la libertad. Solo la sabiduría
me liberará; y es muy distinta del conocimiento. La sabiduría es pura lucidez y es mi propia
naturaleza. Podría ser que una persona, después de haber leído innumerables libros no tenga
lucidez. Y ese es un caso bastante común en nuestros días. Conocerá muchos trucos técnicos o
sociales, pero carecerá de la verdadera libertad, la cual nace de la mente lúcida, clara y serena.
En la aventura de ser lúcidos aparece la libertad total y la alegría no condicionada, la alegría
originaria que no tiene motivo. Lo motivado deriva pronto en su opuesto, como ya habremos
observado. El gozo y el amor no condicionado a nada ni a nadie, una paz profunda que ni la
lucha externa puede eliminar, la plenitud, todo ello es connatural a la conciencia lúcida. Y ya nos
habremos dado cuenta de que esta es la gran aventura de nuestra existencia. Cualquier otra
imaginada será un simple juego pasajero en el que nos entretendremos mientras
desembocamos en la gran aventura del despertar de la conciencia.

CAPÍTULO VI

Esperar en la puerta

LA PUERTA SE ABRE DESDE DENTRO


[AC-87] El título de esta investigación es un tanto extraño pero muy significativo, como
veremos.
En los lamasterios de la antigüedad, cuando algún joven “tenía vocación de ser lama o monje y
llegaba allí con esas intenciones, le dejaban que estuviera en la puerta en posición meditativa,
en la postura de loto, inmóvil, quieto; no durante horas, sino durante días. E inmóvil permanecía
hasta que al fin se abría la puerta y podía entrar al lamasterio. Cuando me enteré de esto, me
pareció un acto cruel que no lo dejaran entrar de inmediato; pero después he ido
comprendiendo lo adecuado que era el ejercicio, porque lo mismo sucede en el camino interior,
cuando una persona va hacia el descubrimiento del Ser. Quizá si alguien no es capaz de

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permanecer en la puerta un tiempo, tampoco podrá mantenerse en la otra puerta que va a
encontrar dentro, en lo profundo. Y si lo que ocurre fuera es lo mismo que lo que está
ocurriendo en el interior, tal como vemos cuando lo sabemos mirar bien, ¿para qué dejar pasar
a una persona que no va a ser capaz de hacer el verdadero camino? Veamos por tanto qué es
esto de la puerta.
[AC-88] Un día cada uno de nosotros arriba a una puerta; quizá alguno ya la haya encontrado. Al
profundizar en el silencio interior aparece cierta paz, hasta que llega un momento en que se
tropieza con una puerta. Más tarde o más temprano hay algo en nosotros que dice
tajantemente: “No más allá”.
La limitación se halla en distinto lugar en cada persona. Pero donde quiera que esté situada, el
reto del camino de la sabiduría, de la vía contemplativa es mantenerse ahí, en la puerta, a la
espera. No intentemos entrar por nosotros mismos, no queramos abrir personalmente la puerta
y entrar. No pretendamos eso porque la puerta no se abre por ese lado, se abre del lado de
dentro. Si a pesar de todo nos esforzamos en ello, comprobaremos que nos damos golpes
contra algo, pues la puerta no se puede abrir de este modo; su apertura escapa a nuestra
voluntad personal, condicionada y egoica. Forzar su apertura, es decir, intentar contemplar con
todo ese bagaje de esfuerzo personal, no tiene ningún sentido. Más bien retrasaremos el
momento de apertura de la puerta.
Recordemos aquellas palabras de Jesús según los Evangelios: “Llamad y se os abrirá”. No nos
aconseja abrir por nosotros mismos. Llamar es tener la actitud adecuada, y no se consigue de
repente ni puede llegar en una situación egocentrada. Por eso se requiere gran paciencia.
Algunos místicos, como Teresa de Ávila, han hablado de lo necesaria que es la paciencia. Y la
máxima paciencia sobreviene al darnos cuenta de que nuestra persona no tiene nada que hacer
en el proceso de la sabiduría, que ello es algo que se produce en lo profundo de la conciencia y
de lo cual la persona no se entera. Es entonces cuando aprendemos a esperar sin proponernos
nada.
No creamos que la respuesta a la llamada interior viene de alguien extraño a nosotros. No hay
allí ningún portero, ni San Pedro, ni un ángel, ni Dios. No es eso; pero tampoco se [AC-89] abre
la puerta porque así lo quiera el sujeto, y si así lo creo es porque mi identidad está atrapada en
la persona. No es ni lo uno ni lo otro. La puerta se abre, en efecto, y no la abro yo, mi persona;
pero aquello desde donde se abre la puerta es mi verdadera identidad. No es cierto, por tanto,
que yo estoy “a la puerta”; estoy dentro ya. Ésa es una misteriosa situación incomprensible para
el yo pensante, fundada en la verdad de que no soy lo que creo ser.

PENSAR CIERRA LA PUERTA


Lo real en mí, lo que en verdad soy, es aquello desconocido [para el yo pensado. Y mientras me
crea que soy el pensamiento y las emociones que le siguen, no me estaré enterando de nada. En
esa limitada condición me entretendré imaginando toda una epopeya sobre lo que me hacen
los demás, ya sean mis enemigos, mis amigos, Dios, la sociedad, etc. En cambio, cuando me doy
cuenta de que no hay sino uno —o mejor expresado, no hay sino “no-dos”—, al eliminar la

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dispersión del conocimiento dual2, entonces, y no antes, todo fluye en la armonía anterior a la
mente pensante.
Al encontrarnos identificados con el pensar, al creernos que somos sus creaciones, hemos de
luchar contra la distracción y la distorsión que el pensamiento produce. El pensamiento es una
fábrica de dividir: deshace todo, lo hace añicos... Nada queda ahí de lo Real mientras pensamos
o creemos esto o lo otro, es decir, mientras soñamos despiertos. Si nos vemos identificados con
ese movimiento que deshace lo Real, nuestra intención ha de ser salir de esa dispersión.
[AC-90] Pero luchar contra la distracción habitual es algo muy especial. No requiere los
esfuerzos a los que estamos acostumbrados; de hecho, esos esfuerzos condicionados fomentan
la distracción. Para luchar contra ella lo único inteligente y eficaz es comprender el acto mismo
de pensar. Es tal el hábito de vivir a partir de lo pensado que no me doy cuenta de que lo hago
sin parar, y así continúo proyectando y proyectándome hacia fuera mediante artefactos y
situaciones que son continuación de mi pensamiento. Pero aunque nada hubiera fuera para
distraerme, el conflicto interno emocional y mental es suficiente para obstaculizar la atención a
lo Real.
Queremos distraernos porque tenemos miedo a caer en la nada. Al no saber qué hacer ni qué
pensar, nos aburrimos. Nos falta sabiduría, nos falta comprensión de la realidad y visión de lo
verdadero, y esta carencia fundamental se expresa en la necesidad compulsiva de hacer y de
pensar sin parar. Aun cuando no hayamos caído en el extremo de depender de situaciones,
personas o máquinas para vivir distraídos, basta con la necesidad de pensar, basta con esa
dependencia interna para cerrar la puerta. Es entonces cuando con gran paciencia hemos de
mantenernos allí donde la puerta se cerró, observando cómo se cierra, es decir, observando el
pensamiento.

LA ATENCIÓN VIGILANTE
Al contemplar entramos en diversos espacios de la conciencia, atravesamos silencios,
descubrimos nuevas zonas desconocidas hasta entonces. Pero hay un momento en que ya no se
produce más profundización, ya no se puede entrar más allá. Así lo vivimos.
Llegado a ese punto, no intentemos avanzar. Por el contrario, mantengámonos esperando en la
puerta, porque ese es [AC-91] el mejor intento que podemos hacer para profundizar en la
conciencia. Consiste en tener la firmeza suficiente para estar ahí, sin oscilaciones y con plena
atención. Es preciso permanecer ahí, en ese lugar nuevo donde soy más verdad, donde se siente
más realidad, donde se percibe el equilibrio de la mente que da autenticidad a esa vivencia.
Si he descubierto esa serenidad, esa armonía, esa claridad interior o simplemente una paz
desconocida, allí me quedo, esperando sin esperar nada en particular. Encontraré una intensa
atención envuelta en gran lucidez, pues la atención, disponible siempre, no se está empleando
en pensar y en sentir emociones. Existe una inmensa energía en esa atención, una [energía que
no va encaminada en ninguna dirección, una energía-atención abierta a lo infinito.

2
La partícula “dis” implica diversidad, como ocurre en la palabra “dispersión” o también en la palabra
“distracción”. (N. de la A.)

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¿Cuánto tiempo esperaré vigilando? No se puede decir cuánto, ya que la lucidez no se mide ni
en minutos ni en años ni en vidas. La lucidez descansa en la eternidad, y no tiene sentido dudar
o desesperar. Si me canso de esperar, o me comparo y acabo deduciendo que es difícil
contemplar o “que no sirvo para esto”, debo darme cuenta de inmediato de que estoy
pensando, de que he dejado de mantenerme atento y he vuelto a caer en la distracción
habitual. Cada vez que hago caso de las insinuaciones del pensamiento, como por ejemplo
pensar que no me están sucediendo las experiencias que me dijeron o que leí en algún libro, es
decir, cuando caigo en la tentación de aceptar esos comentarios de la zona mecánica del
pensar, estaré restando fuerza a la atención y no podré permanecer ahí a la espera.
La espera vigilante va acumulando fuerza, firmeza y atención. Desde un vivir alucinado a partir
de una mente dispersa que no sabe por dónde anda, que no sabe lo que quiere ni lo que es,
puedo llegar a encontrar una mente firme que sabe en qué consiste la existencia; y ello no
conceptualmente, sino [AC-92] con evidencia existencial. La firmeza mental se expresará luego
en todos los ámbitos, pero no debo ir detrás de sus efectos. Acumular esa atención es lo que
importa.
Cuando la energía mental se centra, se nota en todos los ámbitos. Sobreviene una especial
dignidad en el vivir. Ésa es la actitud o la etapa que en las tradiciones de la India se ha llamado la
concentración de la mente (dharana) en la meditación. Pero cuando la mente se concentra para
buscar algo, la actitud no es correcta. La concentración debe producirse espontánea por el
interés mismo de contemplar. Por amor a la verdad contemplada, por amor a la Realidad
sagrada, la mente recoge las energías dispersas en un foco de luz.

EL DESENGAÑO DE LO ILUSORIO
Cuando se valora por encima de todas la cosas la presencia de lo sagrado, sobreviene la actitud
contemplativa de la mente. Pero para poder desengañarse de la fascinación por las formas
cambiantes y perecederas antes se ha de ver claramente la diferencia entre lo que aparece y Lo-
que-Es. El verdadero desengaño no es una desgana superficial, no consiste en despreciar una
cosa para conseguir otra. No es cansarse de una pareja manteniendo la avidez por conseguir
otra, no es sacrificar un deseo para acceder a algo mejor, como por ejemplo esforzarse por
tener buena conducta a fin de adquirir buena fama o ir al cielo en el futuro. Los sacrificios se
hacen para conseguir algo, por eso mismo son inválidos desde el punto de vista de la verdad.
Cuando el desengaño brota de la verdadera comprensión, de la visión directa de lo falso y lo
verdadero, entonces, y solo entonces, florece la libertad. Es ahora cuando se produce el giro de
la mente hacia la claridad, hacia la luz. Ahí he de [AC-93] mantenerme vigilante, pero sin estar a
la expectativa de nada en particular. Eso significa que hay que cortar la consciencia de algo,
desactivar en la mente los objetos de la conciencia, a fin de quedarme en la sola Conciencia.
La filosofía occidental considera, hasta el momento, que solo existe “conciencia de algo”. Se
cree, por tanto, que no es posible cortar esa relación dual del conocer. Pero en la tradición
advaita de la India se afirma, por el contrario, que cuando hay dualidad no aparece lo Real sino
meras relaciones ilusorias.

47
Para ir más allá de esas ilusiones o proyecciones de la mente, tiene que terminar la dualidad,
tiene que cesar la conciencia de algo y dejar paso a una identificación con la Conciencia pura. Al
permanecer ahí, en la pura Conciencia, estoy en contacto ya con lo Real, la puerta ya está
abierta al infinito. Es la puerta de lo desconocido, de lo innombrable.
Al hablar de consciencia concebimos lo opuesto: la inconsciencia. Pero Aquello que nos es
desconocido no tiene opuesto. La luz tiene su opuesto para nosotros en la oscuridad, pero al
profundizar en lo luminoso se va comprendiendo que “lo opuesto, las tinieblas, no existen; se
trata, simplemente, del nombre con que denominamos la falta de claridad, son las limitaciones
que la mente pone a la luz.
Solo Aquello desconocido puede denominarse sagrado con propiedad, no las formas que el
pensamiento proyecta como objetos sagrados, personas sagradas, libros o lugares sagrados.
Si nos preguntamos: Al despertar de este sueño, ¿con qué nos encontraremos?, la respuesta es:
Con nada. “El Nirvana” fue la respuesta del Buda, la nada. Incluso podemos añadir: Nada de lo
pensado.
Queremos traer la realidad al pensamiento, interpretarla como se hace habitualmente,
clasificarla o tenerla programada en el ordenador donde podremos controlarla. Pero no es
posible [AC-94] hacer esto. Al creer que la realidad pensante en la que me muevo es
omnipotente, al pensar que cualquier cosa puede ser entendida desde el pensamiento, no salgo
de una parte ínfima de la conciencia.
Lo que denominamos “la realidad” se interpreta a través del pensamiento a partir de datos
sensoriales, es decir, no es más que el movimiento limitado de la energía biológica y pensante.
La realidad que se crea con la energía biológica que incluye el pensar es un recinto muy limitado
de conciencia. Sin embargo, tengo la arrogancia de creer que es la única realidad que existe y
trato de incluir en ella cualquier otra dimensión de la que oigo hablar. Entiendo la realidad
según pautas predeterminadas y la demuestro a partir de premisas convencionales. Así, la
creencia de que todo lo posible está incluido en el pensamiento aleja tanto de lo Real que ni
siquiera se hace el menor intento de salir de la ilusión del conocer.
Cuando se intenta sacar un poco la cabeza fuera de este estado de hipnosis y se nota que hay
otra realidad, no se debe cometer el error de volver y dejarse otra vez engañar como si nada se
hubiera visto.
Si hemos vislumbrado algo nuevo, mantengámonos ahí. Si hemos notado ya la brisa de lo Real,
ese vislumbre debe revolucionar nuestra vida. Nuestra actitud debe afianzarse en la evidencia y
en la confianza de que vamos en la dirección verdadera. ¡Mantengámonos en el punto máximo
de nuestro descubrimiento! Ésa es nuestra puerta.
Nos parece difícil porque sentimos que vamos contracorriente; y no solo de lo que los demás
hacen y de las modas de nuestro tiempo, sino también contra la corriente del hábito interno,
del surco que se ha ido haciendo en nuestra mente durante la rutina mecánica dirigida por el
pensar.
[AC-95] En el proceso denominado “involución” la mente va discurriendo por un camino más y
más denso hasta alcanzar el nivel físico. Al irse densificando la luz en la mente, esta crea formas

48
que son distorsionadas por la limitación de la mirada. Cuando en un ser humano la mirada no
distorsiona porque la mente está despierta, el proceso involutivo no distorsiona ya la realidad.
Esta se ve entonces como la manifestación, el reflejo y la creación de la luz. Hay que
comprender que quien permanece dormido se encuentra en el movimiento de densificación de
la energía. En el momento en que alguien se da cuenta de este suceso inconsciente, ¿qué
sucede? Sucede que, de repente, existe un punto de consciencia en el ser humano y entonces el
proceso se invierte, se produce un giro y se comienza a mirar en dirección a la luz, en vez de a su
sombra.
Para que este giro se produzca no es preciso esperar a convertirse en un cuerpo-mente
extremadamente denso, a vivir solo situaciones físicas sufrientes con las consecuencias que ello
conlleva: desequilibrio de energías, enfermedades, egoísmo. Quizá conocemos ya el intento de
armonizar la energía por un lado mientras se desarmoniza por otro; lo podemos ver en nosotros
mismos y a nuestro alrededor. Esa manera de vivir que lleva a la angustia se fundamenta en la
aceptación inconsciente de la vía involutiva, cuya tendencia es irse densificando más y más.
Para equilibrar la angustia se utiliza entonces la mecánica, la electrónica, la química, se aplican
teorías y más teorías y con todo ello el desorden va en aumento. ¿Lo hemos observado ya?
Si es la luz lo que atraviesa y crea todo el proceso de la temporalidad, con sus aparentes
realidades sólidas, densas y separadas, el ser humano, en un momento dado, puede tomar
conciencia de esa luz, puede parar la identificación hipnótica con el proceso temporal y
reconocer: “Soy luz. No me distraeré más creyéndome las formas que parecen ocultar la luz que
[AC-96] soy”. En eso consiste el giro de la mente hacia el origen. Y si al girar noto en un instante
que me encuentro con una aparente pared, reconoceré que esa limitación es temporal y me
negaré a aceptarla y a volver a caer hacia abajo, hacia la superficie de la conciencia, volviendo a
vivir entre sueños. Me negaré a seguir el movimiento involutivo. Me mantendré ahí, en la
puerta, allí donde he concienciado algo nuevo. ¿A qué viene creer que soy una forma tras otra
del fluir del tiempo? ¿Qué sentido tiene dejarme llevar del error de separatividad y caer en el
sueño que conlleva sufrimiento para mí y para los demás?
Es fácil darse cuenta de que, según sea mi desengaño, mayor o menor será mi firmeza para
mantenerme alerta esperando en la puerta. Si es evidente para mí que detrás encontraré algo
maravilloso, que tras ella se encuentra la realidad añorada, llamaré en la entrada y aguardaré,
tal como se nos aconseja en los Evangelios: “Llamad y se os abrirá”. Y la llamada es la atención,
la quietud lúcida.

LA ATENCIÓN ABRE LA PUERTA


La atención aumenta con la firmeza de la mente. El quedarme fijo, sin distracción, ya aumenta la
atención. Al mover la mirada, al distraerme, comienza imperceptiblemente el decaimiento y el
sueño. Por eso, cuando mantengo la atención ahí, en ese punto inespacial, y la lucidez va
aumentando, estoy llamando a la puerta y en un momento dado la puerta se abrirá. Se abrirá a
un estado de paz, a un ámbito de libertad desconocido hasta entonces, a un estado de claridad
y evidencia imposible de concebir por el pensamiento. Desde allí, si sigo el impulso de
adentrarme en lo desconocido, la vuelta a lo Real se produce con la luz encendida. Al pasar por

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cada campo [AC-97] existencial, todos reciben Aquello. Esa comprensión, ese estado de amor
incondicionado, esa alegría y libertad de ser, se refleja en todos los niveles de la existencia, y la
persona y quienes la rodean lo perciben.
La persona no es quien ha llegado a conseguir algo, solo recibe su reflejo. La persona no puede
ser ni libre ni feliz ni sabia porque no es nada en sí. No es más que una acumulación temporal de
energía. Así sucede, así siempre sucedió y sucederá. En nuestra época, con sus peculiaridades,
este hecho no es distinto de épocas anteriores ni de las que vendrán. Lo que sucede en el
tiempo es ilusorio, y lo Real se descubre al ir contracorriente, al caminar hacia la luz. Y ese
descubrimiento no esta en el tiempo, es una escapada de él. Si me identifico con la persona y
con las demás formas temporales, viviré las consecuencias inevitables de la impermanencia, las
carencias y las limitaciones, y me debatiré entre los vaivenes que las circunstancias impongan a
esas formas.
Pero si me desidentifico, sabré lo que es la libertad; porque no dependeré de las leyes que
mueven a esas formas. Ellas se irán moviendo mientras mi identidad lo contempla en libertad.
Si contacto con un punto de lo desconocido, cuando regrese no seré la misma persona, mi
identidad estará en un ámbito no-temporal. Quizá siga haciendo lo mismo que hacía antes, pero
ahora ya no creeré que las formas que aparecen son la realidad. Lo único que tendré interés en
hacer a través de todas las actividades será transmitir la verdad descubierta, por muy difícil que
pueda parecer expresarla en medio de los condicionamientos o las creencias. Y lo haré mientras
profundizo más y más en la luz. Aunque la puerta apenas se haya entreabierto a lo Real, desde
allí brotará el aroma, la paz y la claridad que irán trazando un camino de sabiduría. Así se irá
transformando la vida. Así veré cuán ilusorio es el interés de [AC-98] cambiar mi vida y la de los
demás, de cambiar las cosas externas, las opiniones, los deseos, los proyectos. Todo ello nace
de una proyección ilusoria de la Realidad.
La clave de esta investigación está en mantenerme en la puerta de lo Real, ahí donde descubra
que hay más luz. Y sabré distinguir el resplandor por la rendija de la puerta. ¿Cómo no voy a
reconocer cuándo hay más luz, si es de luz de lo que estoy hecho, de lo que está hecha mi
conciencia, de lo que está hecha mi verdadera identidad? ¿Cómo no saber si ahora es de día si
tengo los ojos abiertos? Solo con abrir los ojos, si están sanos, ya es suficiente para ver la luz del
día. De la misma manera, y aún con mayor evidencia, reconoceré la luz interior.
Pasarán los años, pero mi firmeza en mantenerme en la luz que vislumbro, que contemplo, no
menguará. El cuerpo estará más sano o más enfermo, más fuerte o más débil, pero la decisión y
la firmeza no siguen al cuerpo sino a la lucidez, a la atención.

MÁS IMPORTANTE QUE PODEMOS HACER


En oriente, las tradiciones india y china han considerado a los ancianos como los más dignos de
respeto. Respetaban en ellos la sabiduría. Ahora, en la situación en que nos encontramos
socialmente, limitada extremadamente a lo físico, sucede al revés: las personas, conforme van
envejeciendo en su energía, empeoran en su estrecha mente pensante, la única que han
desarrollado. No brilla así la sabiduría en los mayores y, por tanto, no pueden aconsejar a los
jóvenes.

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Es muy llamativo el desorden de la mayoría de los jóvenes, pero nos pasa desapercibido el lugar
anquilosado y superficial desde el cual dan ejemplo los maduros y los mayores. Sin salir [AC-99]
del pensamiento, a cualquier edad se está perdido. Es más patético, sin embargo, ver cómo
llega el final de una vida sin que el individuo haya comprendido lo esencial del vivir. Hay que
darse cuenta de que, desde el nivel del pensamiento, todo lo que se hace para ayudar a la
humanidad cae en los errores de la limitación del pensar. Al pensar se vive una actividad
rutinaria, no se está viviendo lo nuevo, lo vivo del instante presente.
Cuando tengamos un despertar y nos demos cuenta de ello en nuestra acción cotidiana,
mantengamos esa atención, por pequeña que nos parezca. Guardémosla como lo más valioso, y
aumentará al quedarnos centrados en ella. Es lo más importante que podemos hacer: descubrir
la distracción, ser conscientes de nuestro sueño.
No hay disculpa para dejar de hacerlo, como puede ser el exceso de trabajo, etc. Me puedo
mantener despierto en cualquier circunstancia que me encuentre. En silencio, en conversación,
trabajando, jugando, triste o alegre puedo constatar lo que está sucediendo, lo que le sucede a
la persona con la que me estaba identificando. No soy una persona que a veces está contenta y
a veces preocupada o aburrida; soy la atención que se da cuenta.
Tanto si las energías psicofísicas están equilibradas como si se encuentran desequilibradas, en
un momento dado puedo darme cuenta y permanecer entonces en esa lucidez. Evitaré así todo
el sufrimiento originado por la carga interpretativa del pensamiento. Si hay dolor, soy aquello
que se da cuenta de que ha aparecido un dolor; si hay alegría, lo mismo. Tanto lo favorable
como lo desfavorable son impermanentes y pasarán igualmente, pero la atención que los
contempla permanecerá inconmovible.

LA VERDADERA META EN LA VIDA


[AC-100] En la puerta de lo Real, a la cual se llega gracias a la atención, podré observar cómo las
cosas buenas o malas vienen y se van, cómo los vientos soplan a favor o en contra de lo que me
había propuesto en la vida. Veré entonces que mi meta en la vida no consiste en lograr que las
circunstancias se coloquen de cierta manera que estimo adecuada, ya sea en las relaciones con
los demás, en el trabajo o en la salud. Mi verdadera meta, el propósito de mi vida es
mantenerme despierto, equilibrado en la atención, de manera que pueda hacerse el camino a
contracorriente de la involución al que nos referimos antes: el camino que mira a la luz.
Cualquiera que sea el nivel de atención, de lucidez descubierto en un instante, me pararé ahí,
me quedaré a la puerta esperando, mientras la luz ilumina el espacio infinito de la Conciencia.

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CAPÍTULO VII

Investigar y contemplar

UN NUEVO PROPÓSITO
[AC-101] Vamos a dedicar este espacio a ver en qué consiste investigar y qué es contemplar,
porque aprender a contemplar es un camino largo y profundo. Y, por supuesto, ya sé que lo que
todos queremos es aprender a vivir, pero resulta que aprender a contemplar y aprender a vivir
es simultáneo y, de hecho, es lo mismo. Porque aprender a vivir a base de fórmulas, de trucos,
de arreglar algo por un lado para después desengañarme por otro no es verdadero aprendizaje.
Para aprender a vivir hemos de contemplar, porque hemos de comprender primero lo que la
vida es antes de poder llegar a vivirla, antes de querer hacer nada. Ya sé que nuestra
mentalidad, sobre todo la occidental y, en general, la mentalidad del ser humano en esta época,
está orientada a querer actuar, a hacer algo. Antes de comprender se quiere ya actuar, y
pretendemos realizar así la acción correcta y adecuada y hacer lo que conviene, lo que es
bueno, lo que es perfecto, etc. Eso es obviamente una fantasía.
Toda actuación que no derive de una comprensión será limitada, inarmónica, desequilibrada,
conflictiva, y podríamos [AC-102] seguir poniendo calificativos negativos y no acabaríamos. Y así
es como vivimos.
Hemos dicho que el camino de la contemplación es un camino profundo, sin fondo. Es un pozo
sin fondo y una vía que llega al infinito, que no tiene meta. Entonces, tanto los que ya llevamos
un tiempo contemplando, ya sean años o vidas, como los que empezamos ahora a enterarnos
de que es posible hacer algo con nuestra mente, todos tenemos muchísimo que aprender.
Se supone que el interés, el propósito que nos mueve a aprender a contemplar, es serio y
auténtico, ya que ¿quién querría aprender a contemplar por frivolidad? Eso no tiene ningún
sentido. ¿Quién va a ir en contra de lo establecido, contracorriente, solamente por distraerse?
Ya sé que los seres humanos buscan cosas raras y exóticas, pero en cuanto ven que la cosa se
pone seria, rápidamente se van a algo más fácil, es decir, más superficial.
El propósito de aprender a contemplar y a investigar —vamos a ir viendo cuán relacionada está
una cosa con la otra— pasa por aprender a vivir en silencio.
El silencio tiene muchos estadios, muchos niveles. El más sencillo es callar, sencillamente callar.
Es el nivel más sencillo, pero no es algo de lo cual se deba prescindir. Si bien es cierto que se
puede hablar estando al mismo tiempo en un estado interior de silencio profundo, ello ocurre
cuando ya se vive desde ese silencio profundo. Sin embargo, cuando todavía se está
aprendiendo a contemplar, el hecho de estar en silencio, de vivir en silencio es muy beneficioso
y siempre se ha establecido como una gran ayuda; no una pequeña, sino una gran ayuda. Por
supuesto, hay muchos silencios interiores a los que podremos tener acceso; pero dado que son
grandes las dificultades para profundizar en la mente e ir poniéndola contemplativa, debemos
facilitar al máximo este proceso.

52
[AC-103] Estamos haciendo ahora, en este tiempo que nos ha regalado la vida, un ensayo
equivalente al que realizan los científicos que se encierran en un laboratorio para descubrir algo
muy importante. En nuestro caso, la finalidad es descubrir lo más importante de todo: qué es la
Realidad, qué es la verdad de todo lo que vivimos. Podremos así responder todas esas
preguntas que parece que no tienen respuesta. Pero antes de haberlas respondido, ¿qué
sentido tiene nuestro vivir?
La respuesta que buscamos no es intelectual; no basta con tener información. La respuesta es
algo real, es algo que se vive, que se vivencia; por eso hay que buscarla a través de nuestra
conciencia, tenemos que profundizar en la conciencia misma, en nuestra propia conciencia.
Parece que nuestra conciencia no es nada. Tenemos la ilusión de que la realidad está afuera y
que nuestra conciencia no es nada más que un darnos cuenta, ajeno a ella, una entidad
misteriosa y extraña que está como fuera de la realidad y que es algo fantástico,
metafísicamente inconcebible, que está dándose cuenta de la realidad que está fuera. Son
fantasías con las que vivimos, y no nos percatamos de ello.
Cuando empezamos a investigar, vemos que la creencia de que hay una conciencia separada y
aparte de la realidad no tiene ningún sentido. Lo cierto es que esta mente que percibe, con sus
limitaciones y sus capacidades muy puntuales e instrumentales, está creando la realidad que
percibe, está marcando, está dando forma a aquello que llama “realidad”, al mismo tiempo que
forma parte de la Realidad total. Si solamente formara parte de la “realidad”, ¿cómo podría
verla, dado que solamente se puede ver una cosa cuando uno se separa de ella? Pero si
nosotros somos un cuerpo-mente que está separado de la realidad, ¿cómo podríamos entonces
ver la Realidad absoluta a través de nuestras limitadas y estrechas percepciones? Lo que
sucede, en verdad, es que construimos [AC-104] en nuestra mente una representación de la
Realidad, y ello constituye lo que denominamos “realidad”, la cual, a su vez, forma parte de la
Realidad también.
Todo parte del gran error de creernos separados. La separación es la base de todos nuestros
errores, que empiezan por ser metafísicos y luego acaban por ser conflictos en la vida, en
general, y en nuestra propia vida, en particular; porque cuando no está la verdad brillando en
nuestra mente, entonces todo se realiza a partir del error y, por tanto, todo resulta conflictivo,
contradictorio, equivocado y, además, produce sufrimiento.
Eso sí nos importa: que produce sufrimiento. Podemos decir que lo que nos interesa no es
entender la vida, sino ser felices; pero es precisamente por no comprender la vida por lo que
estoy dándome golpes de un lado para otro y no puedo ser feliz. Esos golpes nos hacen daño.
Para ilustrar este proceso suelo recurrir a la metáfora de aquel individuo que está encerrado en
una caverna o en una habitación oscura y dice: “Solamente quiero vivir bien, estar alegre y
feliz”; pero como no ve nada de lo que hay a su alrededor, se da golpes con todo cada vez que
se mueve. Así, un día se hace una herida porque se ha dado contra la pared, otro día tropieza y
se cae, etc. Hasta que no se ponga luz ahí, hasta que no haya luz, ¿puede haber “calidad de
vida”? Imposible. Por eso, lo primero de todo es que “la luz se haga”, tal como afirma nuestra
tradición. Primero la luz. Porque es originaria, es el origen de todo y la causa suprema sin la cual
no hay comprensión y, por tanto, no hay vida verdadera.

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El silencio es propicio para que descubramos que lo que necesitamos es la luz y para que
abramos puertas y ventanas para que la luz penetre. Por eso vamos a tratar de vivir de un modo
diferente al que estamos acostumbrados, un modo que será favorable para que ello ocurra. Si
hiciéramos lo que siempre [AC-105] estamos haciendo, si además de los pensamientos que nos
pasan por la cabeza estuviésemos todo el día hablando, estaríamos completamente volcados y
entretenidos en los pensamientos, como un niño que está jugando con los juguetes y ni se
entera de que es la hora de ir al colegio. Así, generalmente estamos todo el día entretenidos
con los pensamientos que pasan, o intercambiando pensamientos al igual que los niños
intercambian juguetes o cromos. Así vivimos.
Pues bien, estos días no vamos a hacer eso. Vamos a crear ya desde fuera una vida más
favorable a la contemplación. Por cierto que, necesariamente, esa vida favorable a la
contemplación coincide en esencia, aunque no en detalle, con la que tradicionalmente han
llevado todos los contemplativos de las distintas tradiciones, tanto orientales como
occidentales, ya sean las cristianas, judías, musulmanas, hindúes, budistas, taoístas, etc.
Siempre, cuando alguien ha tomado conciencia de que tenía que encender la luz, de que tenía
que llegar a ese lugar donde hay luz, las condiciones de vida que esa persona ha llevado eran las
naturales para favorecer eso y, además —éste es un punto importante— esas circunstancias
eran las que espontáneamente resultaban más agradables para esa persona. Aprender a
contemplar no consiste en hacer un sacrifico y aburrirnos; no consiste en no pasarlo bien, no ver
la televisión, no hablar con todo el mundo, no tomarnos unas copas, o no hacer las mil y una
cosas que puede que estemos acostumbrados a hacer.
Si verdaderamente amamos la contemplación, nos dedicaremos a hacer lo que verdaderamente
queremos: vivir una vida que sea la más agradable para una mente que empieza a ser
contemplativa. Si esa vida nos parece muy forzada es porque nuestra mente está todavía lejos
de la contemplación; si nos parece agradable es porque está más cerca de la contemplación. Ahí
hay toda una gama de posibilidades; pero en cualquier [AC-106] punto en que nos
encontremos, lo coherente es que nos agrade una vida sencilla, es decir, silenciosa, con una
comida sencilla con paseos por la naturaleza, sin cosas artificiales, sin grandes efectos
sensoriales: sensaciones intensas, experiencias, drogas, espectáculos para distraer la mente,
etc. En la medida en que nos agrade este tipo de vida, estaremos en soledad aunque nos
encontremos entre mucha gente; porque estaremos en silencio, en vez de estar
entreteniéndonos unos a otros para no aburrirnos. Parecerá que estamos en soledad, pero en
verdad estaremos con nuestra conciencia. Porque en la contemplación una gran verdad que se
descubre, básica, es que la soledad no existe; es un invento de la mente.
En realidad, no puede haber soledad ni compañía ya que solamente hay una realidad y
solamente hay una conciencia. Así que, ¿compañía de quién? ¿Solo con respecto a qué? Cuando
se es la totalidad, ¿qué soledad hay ahí? Cuando se llega a la Conciencia, a la cual está
absolutamente unida toda la humanidad, todos los seres, todas las realidades relativas, todo lo
que tiene un tipo de mente y todo lo que tiene otro tipo de conciencia, es decir, seres humanos,
animales, piedras, montañas, nubes, firmamento, planetas y cualesquiera otros seres que pueda
haber con cuerpo físico o sin cuerpo físico, cuando se llega ahí, decíamos, no hay soledad. Todo
lo que se pueda concebir, lo que pueda concebir la inteligencia, todo lo que sea posible crear
son realidades que se proyectan. De modo que hay mucho más que el campo limitado en el que

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nos movemos y que acostumbramos a percibir de acuerdo con los sentidos que tenemos en
esta etapa de la conciencia que llamamos nuestra vida y que tiene una duración de entre
ochenta y cien años, más o menos.
Hacemos muy mal en limitarnos de esa manera. Primero, nos limitamos a creer que la realidad
es eso que interpreta nuestra mente y que está proyectado hacia fuera; después, nos [AC-107]
limitamos a lo que nuestro instrumento mental y físico puede captar. En nuestros días
ampliamos la percepción mediante aparatos, pero eso sigue quedando dentro de la limitación
de nuestra mente, de lo que concibe nuestra mente. Para que nuestra mente conciba algo más
es necesario ampliar la conciencia algo más. Eso no lo hacen los aparatos. Los aparatos (amplían
dentro de la misma dirección que se percibe en la mente mecánica. De esta manera, esa
ampliación de la mente mecánica, que llamamos progreso material, consiste simplemente en
crear aparatos que funcionan más rápido, que tienen múltiples aplicaciones, que manejan más
información, etc. Pero todos esos aparatos se hacen a imagen y medida de lo que nuestra
mente concibe según la comprensión de la mayoría de las personas que crean esos aparatos.
Esos aparatos no tienen esencialmente nada nuevo. No hay nada nuevo en el progreso. Lo que
se llama el progreso humano no aporta nada realmente nuevo. Esto puede escandalizarnos,
pero es así. Nada, por muchos inventos que haya, nada es nuevo. Todo eso no es más que un
dar vueltas sobre lo viejo.
Así como nuestro pensamiento funciona, así funciona un ordenador: se le meten unos datos
que remueve y unifica y, posteriormente, saca otra información que es el conjunto de unos
datos con otros; la memoria guarda esos datos, los saca en un momento dado, los vuelve a
guardar, los vuelve a sacar de nuevo..., exactamente igual a como lo hace el pensamiento:
acumula información, datos repetidos que la memoria graba y que vuelve a sacar como una
grabadora, etc. De esa manera funcionan la mente o las computadoras. Por eso no hay nada
nuevo en el progreso humano; y todas las demás ciencias que han culminado en este progreso
técnico tienen el mismo origen radical.
El origen de toda esta confusión es que el ser humano no ha colocado su mente de manera
contemplativa. Tiene la mente [AC-108] alienada hacia fuera, extrovertida; y allí es donde se
produce lo que se ha llamado la dualidad: creer que la realidad está básicamente separada en
yo y lo otro. Considero “la realidad” lo otro y, a la vez, yo estoy inmerso en la realidad, no sé ni
cómo ni de qué manera porque no tiene ningún sentido. Todas las teorías del conocimiento que
ha elaborado la filosofía a partir de este error dual son incoherentes y absurdas. No se puede
saber cómo el ser humano conoce. Toda mi vida he estado investigando esto. Para investigar la
realidad había que investigar la epistemología o teoría del conocimiento, es decir, investigar
cómo conoce la mente. La conclusión a la que se llega, no al investigar intelectualmente sino al
investigar en la propia conciencia, es que todo lo que se descubre así, todo lo que se crea así,
son realidades imaginarias, son imágenes, “una realidad virtual”, representaciones.
La capacidad de nuestra mente, verdaderamente extraordinaria, consiste en la habilidad de
representar imágenes, como lo hace una cinta grabadora, como una película, como una
televisión, etc. Observemos hasta qué punto ahora, en lo externo, se ha llegado a tal paroxismo
de imágenes que casi ya nadie vive las cosas directamente, sino a partir de las propias imágenes.
Absolutamente se vive en imágenes. Solo falta que a la hora de la comida nos baste para

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alimentarnos con la imagen de nuestro menú mostrado en una pantalla. Todo se comunica a
través de imágenes: con palabras, con conceptos, etc.; todo son representaciones en la mente.
Pero ¿qué vivimos directamente? Todavía nos queda esa parte biológica cada vez más
rebuscada y más maltratada a base de drogas y de extrañas manipulaciones químicas, la parte
biológica de comer, dormir, relaciones sexuales, etc. Vemos que está todo muy manipulado y,
sin embargo, no nos damos cuenta de que a la mente le pasa lo mismo; no nos damos cuenta de
que hay una manera de vivir directamente, en vez de a base de representaciones.
[AC-109] Es fácil darse cuenta de que el ejemplo de la comida es absurdo, pues vemos que
solamente con sentarse delante del televisor y ver la comida no es suficiente para alimentar el
cuerpo. Lo que solemos hacer, entonces, es ver la televisión para informarnos de qué recetas
hay para comer, y después las preparamos en la cocina. Sin embargo, en la mente no lo vemos
tan fácilmente; no vemos la diferencia entre ver directamente la verdad y representarnos
imágenes y conceptos. Nos parece que la única realidad que tiene el ser humano es la que
resulta de representar y representar cosas. Parece imposible vivir directamente, alimentarse
directamente de la verdad y no a través de representaciones de lo que otros han dicho, de
teorías, de imágenes de los sentidos o percepciones sensoriales interpretadas según lo
convencional. Y como nos creemos que esto es la realidad, nunca vivimos directamente.

VER DIRECTAMENTE
Cuando la mente empieza a vivir directamente, entonces es cuando se puede decir que la
mente se está haciendo contemplativa, que empieza ese camino contemplativo. Es lo que
Platón llamaba “noesis” (nous significa inteligencia). La noesis platónica es el camino de la pura
inteligencia. El “comprender”, el “mirar directamente”, según se decía en nuestra tradición; el
mirar no las cosas, sino las esencias de las cosas, aquello por lo que las cosas son. Yo suelo
emplear el término “verdades” refiriéndome a estas esencias. Platón utilizó el término “ideas”,
pero ahora por “idea” entendemos cualquier imagen que aparece en el pensamiento.
La contemplación de las verdades incluye la contemplación de la totalidad de nuestro ser;
porque cuando nuestra mente se va haciendo contemplativa, deja el fragmentario [AC-110]
instrumento representativo, lo va dejando como una cosa que funciona espontáneamente, igual
que dejamos que funcione la respiración ella sola, que la circulación de la sangre ocurra sola,
espontáneamente, sin manipularla... Y de la misma manera que eso sucede en lo biológico, que
la vida se encarga de que circule bien la sangre si no hay obstáculos, de que la digestión se haga
bien si no hay obstáculos, nuestra mente debería dejar de la misma manera que el pensamiento
se encargara de formular conceptos y palabras en esta aventura del mundo físico en la que
estamos, y entonces podríamos solamente ocuparnos ya de contemplar. De ese modo sucedería
aquello que nos recomendó Jesús y que nadie cree: contemplaríamos la verdad y lo demás
vendría por añadidura, espontáneamente. Es lo mismo que recoge el evangelio de san Lucas,
cuando Jesús estaba con dos hermanas, y mientras una estaba atareada haciendo cosas, la otra

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estaba simplemente aprendiendo a contemplar. Al quejarse la primera, Jesús dijo: “Tu hermana
ha elegido la mejor parte”, es decir, contemplar3.
Porque hay dos maneras de vivir: volcándose hacia la actividad o contemplando. La gente que
vive volcada hacia la actividad puede pensar que si la gente contemplara nadie haría nada, que
en el mundo hay mucho que hacer con tantos problemas y sufrimiento, y no se puede uno
quedar ahí parado como los hindúes, con las piernas cruzadas y dejando que los demás se las
arreglen como puedan. Protestas de este tipo las he oído muchísimas veces, y son muy
infantiles. Las personas que piensan de esta manera no se han dado cuenta de que no hay una
realidad que implica actuar en la vida y otra distinta que incluye contemplar, sino que
solamente hay una realidad; [AC-111] y que si se vive superficialmente, entonces se vive
alienado, volcado a la acción antes de haber comprendido.
Si se toma conciencia de lo que la realidad es en verdad, se empieza a poner la mente
contemplativa, se aprende a contemplar, se empieza a comprender la vida, y la vida fluye
entonces espontáneamente a partir de esa contemplación, con lo cual la actividad surge
creativa, armoniosa, adecuada y, por supuesto, brota a partir de las verdades eternas, es decir,
brota a partir de la verdad, brota a partir de la belleza, a partir del amor, a partir de la justicia,
de la armonía, de la paz, de la alegría, etc.
Esto parece un programa demasiado optimista para ser verdadero. Siempre será simplemente
un ideal o una ilusión para el que no haya profundizado en su mente, pero no así para quien
profundice en su mente mediante el movimiento minucioso y cuidadoso del contemplar. Es algo
que se ha de realizar cuidadosamente, porque no se puede hacer rápidamente, tal como
estamos acostumbrados a actuar; no se puede realizar de cualquier manera, ni utilizando una
fórmula que instantáneamente nos clarifique qué hay que hacer para contemplar.
Hace poco tiempo una persona que tenía la mente completamente extrovertida, hacia fuera,
me preguntó qué podía hacer para poner su mente contemplativa ya, en aquel mismo
momento. Esa visión de que se puede aprender a contemplar rápidamente con una fórmula me
deja perpleja. Tantas cosas habría que hacer... Habría que empezar por descubrir cuántas cosas
falsas se mantienen en la mente y a través de las cuales se vive, y eso requiere investigar con
mucha paciencia y cuidado, investigar para que vaya cayendo lo falso. Esto es justamente lo que
estamos haciendo ahora.
Y la investigación requiere ya de la contemplación. Cuando investigamos de verdad, como
ahora, ya estamos hablando [AC-112] de contemplar, ya estamos poniendo la mente
contemplativa sin habérnoslo propuesto; porque si no, no podríamos contemplar la verdad. Si
estamos en el lugar habitual y convencional del pensamiento, no se puede descubrir la verdad.
La verdad es algo misterioso, extraño y rarísimo que nadie aceptaría desde el pensamiento. De
hecho, no se puede aceptar desde el pensamiento. El pensamiento ya tiene fabricada su
realidad virtual, con la cual está jugando y entreteniéndose todo el día. No se le puede hablar de
la verdad absoluta. De manera que, cuando hacemos una investigación como ésta, estamos ya
colocando la mente de una manera contemplativa sin que nos lo hayamos propuesto. Y si por

3
Lucas 10, 38-42, encuentro con Marta y María: “María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada”. (N.
del E.)

57
algún motivo no queremos contemplar, si hay alguna rebeldía en nosotros, entonces no
podemos investigar y decimos: “Esto no es para mí”. Pero si decimos: “Sí, esto es lo que yo he
estado anhelando, esto es lo que yo necesito”, es porque estamos poniendo la mente en estado
contemplativo. Eso significa que ya está en otro lugar. No nos creamos que todo el mundo está
en el pensamiento y que ese es el sitio cumbre del ser humano y que no hay nada más.
En la mente hay muchos lugares. Básicamente, la mente que usamos en la actualidad tiene un
lugar mecánico que yo suelo llamar “el pensamiento” y que es la zona donde normalmente
estamos, la cual tiene varias zonas a su vez, varios lugares: la mente lógica, la mente sensorial,
etc. Pero toda esa mente es mecánica: recibe datos e imágenes y los manipula tal como lo hace
un ordenador.

LA MENTE ILUMINADA
La tradición de la India llama “mente iluminada” a la mente intuitiva. Me gusta esta manera de
referirse a ella. Que [AC-113] la mente esté iluminada no quiere decir que sea ella misma la que
produce la luz, sino que es un instrumento creado por la luz. Eso tiene una importancia enorme
a la hora de contemplar. Porque si me creo que todo lo voy a hacer con la mente, que todo se
puede manipular con la mente, que en la mente está todo, como algunas veces se oye,
entonces estoy perdido; porque quiero dar un protagonismo a un instrumento que básicamente
tiene que ponerse en actitud receptiva hacia la luz.
Por eso, la posición correcta de la mente es la posición de la Virgen María: “Hágase en mí según
tu palabra”. Es decir, un vacío de lo conocido y una rendición a lo Real. Pero vamos a explicarlo
mejor, más filosóficamente: se trata de hacer un vacío de lo conocido para que pueda revelarse
lo desconocido. Esa es la mente iluminada. La mente mecánica no puede estar iluminada; está
entretenida manipulando datos. Ya lo sabemos, ¿no? Está volcada hacia lo sensorial,
interpretando los datos sensoriales y creando imágenes interpretativas.
No es necesario explicar demasiado qué pasa cuando estamos identificados en ese lugar,
porque es una experiencia común de todos nosotros, pero lo recordaremos brevemente. Lo que
sucede cuando estamos ahí es que estamos confusos, lanzados a la acción sin comprensión, y
entonces tenemos conflictos, se contradicen unas cosas con otras, no sabemos qué hacer,
tenemos dudas, a veces llegamos a la angustia, al no comprender la vida... Lo he resumido muy
rápido ya que sabemos de sobra de lo que estamos hablando, así que no hace falta dedicarle
mucho tiempo.
Cuando empezamos a abrir las puertas a la mente iluminada, ¿qué actitud es la adecuada? No
es preciso aniquilar la mente mecánica; la conservamos ahí como un instrumento más, lo mismo
que si me preguntara si al hacer un dibujo estoy dibujando con la mano o con la inteligencia. Si
dijera que [AC-114] dibujo con la mano, ¿qué voy a dibujar? Si digo que dibujo solo con la
inteligencia, ¿me cortaré entonces la mano para poder dibujar con la inteligencia sin que la
mano me distraiga? Eso ya no sería un dibujo en esta manifestación. Lo mismo sucede con la
mente: no tengo que cortar ninguna zona no tengo que acallar forzadamente el pensamiento ni
nada de eso, como tampoco me tengo que cortar una mano para no hacer nada malo con ella.

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El actuar bien o mal está en otro lugar, la mano es inocente. Igualmente, el pensamiento es solo
un instrumento.
No tengo que eliminar el pensamiento, sino que tengo que dejar de estar apegado a él, tengo
que dejar de identificarme con ese pensamiento como si fuera yo mismo. Debo soltar esa
relación que mantengo con el pensamiento que llega al extremo de haberme creído que soy yo
mismo, y entonces dejo simplemente que el pensamiento funcione a su aire. Así, funcionará de
acuerdo con los datos de fuera y con los de dentro, siendo los de dentro la inspiración que viene
de la verdad y los de fuera los datos sensoriales aportados a través del instrumento físico, la
comunicación con los demás en el pensamiento, etc. Así se hace una adecuación de dentro a
fuera. Pero yo no tengo que estar ahí, identificado. La Conciencia, por sí misma, incluye todas
sus formas, todos sus instrumentos, así que mi identificación huelga. Debo simplemente estar
en ese lugar de mente iluminada donde estoy receptivo, en vez de estar activo manipulando la
realidad para cambiarla, para hacer las cosas bien, para mejorar, para hacer lo que los demás
esperan, para lograr éxito... Esa actitud activa es la que crea ambición, estrés, angustia,
malestar, culpabilidad, miedo y todas esas cosas que conocemos ya muy bien.
Todas las anteriores sensaciones y sentimientos negativos suceden por el lugar en que me
encuentro en la conciencia, no porque tenga el sistema nervioso mal y deba ir al neurólogo,
[AC-115] ni porque soy malo y no aprendo a ser virtuoso y a ajustarme a unas normas de ética.
No es nada de eso. Dejemos todas las ciencias, las físicas, las éticas, etc. Todo ese sufrimiento
sucede por distracción, sucede porque me he identificado y me he dormido en esa zona,
volcado hacia la manifestación exterior, hacia la representación; es como si me hubiera
quedado pegado a la pantalla del televisor o del ordenador y ya no percibiera ninguna realidad
más, como si estuviera ahí en la pantalla y mi única realidad fuera la pantalla y lo que sale en
ella. Casi, casi nos sucede así. Veámoslo, porque eso es lo que sucede en nuestra mente. Nos
hemos quedado pegados a esa pantalla. Nos creemos que todo lo que pasa por ella somos
nosotros, que ésa es nuestra vida.
Hay que salir de ahí. Ésa no es la realidad. Pero no basta que nos lo digan. Nos lo han dicho en
todas las épocas todos los seres humanos que han tenido sabiduría, y hemos desoído.
Pensamos que eran personas extraordinarias que tenían unas ideas muy interesantes, que eran
buenos y tenían una actitud adecuada hacia los demás... Pero sus afirmaciones nos parecen algo
ajeno, algo que no tiene que ver con nosotros, como si nosotros estuviéramos hechos de otra
cosa. No. Todos los seres humanos: los sabios, los que se consideran mediocres, los del montón,
los intelectuales, los que no tienen preparación, los modernos, los que están anticuados... todos
los seres humanos, se coloquen donde se coloquen según las interpretaciones de valoración
que hace la mente pensante, todos los seres humanos tenemos la posibilidad de descubrir
nuestro origen.
A veces esa capacidad está tan tapada que parece imposible lograrlo, otras veces empuja tanto
esa necesidad que parece que vamos a llegar a lo Real de inmediato; pero eso no quiere decir
que haya diferencias entre los seres humanos. Los seres humanos son siempre una
manifestación de la Inteligencia. Si la Inteligencia está más cerca, si el ser humano ha dejado
[AC-116] un espacio, un vacío, y esa inteligencia o esa luz penetra más entonces decimos que
hay sabiduría. Si el ser humano está cerrado soñando en su pantalla de televisión privada,

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envuelto en sus pensamientos, entonces no puede entrar la luz, no puede haber sabiduría. Eso
es todo.
Tenemos que dejar de identificarnos con la pantalla, si es que se puede. Porque a veces nos
parece que no se puede, pero el que se pueda o no se pueda es el gran misterio que cada uno
tiene que descubrir dentro. No podemos ir a un profesional a que nos diga las posibilidades que
tenemos de liberarnos en esta vida, de descubrir la Realidad y la Verdad, y de unirnos a Dios.
No, no es así. Aunque, “por sus síntomas o por sus hechos lo conoceréis”, tal como expresa
nuestra tradición. Ocurre como con la fruta: por sus signos externos se ve si está madura o no,
de manera obvia. Si una fruta, una manzana por ejemplo, está ya un poco rojita y tiene buen
color, es muy fácil que esté madura. Si está verde, todavía no ha madurado. Pero es en su
interior donde se va realizando la madurez. Ningún profesional va a acelerar eso. La maduración
solo se realiza desde el interior. La capacidad contemplativa de nuestra mente la hemos de ir
descubriendo y haciendo nosotros. Cada uno de nosotros. Nadie lo puede hacer por nosotros.
Estas investigaciones las estamos haciendo cada uno de nosotros. Lo importante es lo que cada
uno comprende. Lo importante de esta investigación es lo que cada uno de nosotros ha
comprendido, y el significado que tiene esa comprensión como disposición de apertura hacia la
mente iluminada.

SALIR DE LA REPRESENTACIÓN
A medida que la mente va tornándose iluminada se comienza a vivir por inspiración. La
Inteligencia va traspasándonos, [AC-117] y entonces se hace realidad aquello que dice nuestra
tradición acerca de “vivir en gracia”, o que el despertar es una “gracia divina”, etc. Es decir, se
revela la verdad, y el amor se expresa a través de nosotros, así como la belleza, y así la persona
es simplemente un instrumento de manifestación en este plano de densidad cósmica que
llamamos el mundo físico. A la vez, la persona está aquí, en el tiempo, haciéndose y
deshaciéndose momento a momento: Las células están en constante cambio, la mente está en
movimiento; si hay una vocación de aprender, la mente está constantemente descubriendo y
aprendiendo algo nuevo, etc. La persona es algo que está haciéndose y deshaciéndose. El
“deshacerse” de la persona es ir haciéndose más receptiva, más transparente a la verdad y a la
luz. Y el ir “haciéndose” significa hacerse instrumento de esa Inteligencia, de esa Luz, de esa
Verdad, de ese Amor de la Unidad.
Entonces, a partir de ese punto de descubrir que la realidad no es lo que nos parecía desde la
mente pensante, a partir de esa apertura a lo que denominamos “poner la mente
contemplativa”, en ese darse la vuelta, en ese girar empiezan a verse todas las cosas de una
manera nueva, y una vida nueva brota de esa nueva visión contemplativa. No puede brotar de
otro lugar. No se trata de ninguna fórmula pensada; porque cualquier fórmula pensada, sea
antigua, moderna, ingeniosa, repetitiva, social, antisocial, de una tradición, de otra, o cualquiera
que sea el ámbito de donde la cojamos, siempre será una mera representación, siempre será
una realidad virtual, no una realidad viva.
Cabe destacar que la Realidad viva de la que hablamos no es una realidad cualquiera. Hay
muchas realidades que no son vivas, pues no son más que representaciones o imágenes. Hay

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muchas realidades virtuales, pero solo hay una Realidad viva. Ese es otro gran misterio para la
mente pensante. Porque la [AC-118] mente pensante piensa que se pueden hacer muchas
representaciones de la Realidad; y, por supuesto, dentro de ese nivel interpretativo hay
muchísimas posibilidades y habrá representaciones más iluminadas o menos, según en qué
lugar esté mi identidad. Mi representación del vivir puede ser más adecuada, más armoniosa o
más bella si he abierto ya el hueco a la luz y esa luz va expresándose en todo lo que va
apareciendo en la temporalidad. Pero todo lo que aparece en la temporalidad, por muy bello,
armonioso, verdadero o adecuado que parezca, nunca es lo Real. Es siempre aparición en el
tiempo, en la Realidad; es algo impermanente que viene y se va. ¿No lo hemos visto ya?
Podríamos preguntarnos por qué estamos tan apegados al tiempo, aunque si así lo hacemos
significa que estamos en el pensamiento, y el pensamiento es ya temporalidad.
En la temporalidad nace el pensamiento, y nos creemos que el tiempo es real porque creemos
que el pensamiento es lo Real. No concebimos que haya algo sin tiempo. Pues bien, cuando
aprendemos a contemplar, aprendemos a vivir fuera del tiempo, a vivir sin tiempo desde un
lugar iluminado. Entonces se ve que todos los demás lugares funcionan en la temporalidad,
aunque vivimos sustentados en un impulso verdadero, en un impulso iluminado o con una
inspiración de lo Real o de lo Divino o de lo Sagrado, como lo queramos llamar. Desde ese lugar
vivimos con inspiración, o también podría decirse que vivimos según la voluntad de Dios, tal
como lo expresa el lenguaje religioso. “Es la voluntad de Dios”, se dice en nuestra tradición. Esa
voluntad de Dios de la que hablamos no consiste en una serie de normas que debemos seguir;
ésa es la representación que ha hecho el pensamiento de la voluntad divina. Las maneras
humanas de decir estas cosas se deben a que la religión ha querido adaptar lo Real con el fin de
que pudiera ser entendido por todas las mentes, pero [AC-119] es evidente que no ha
producido mucho efecto dado que de todas maneras no se entiende.
Cada ser humano busca la verdad según su vocación, pero no se consigue nada intentando
explicarla mediante conceptos simplistas, como por ejemplo representar a Dios como una
persona y cosas de esa índole. Digamos las cosas tal como son, hagamos una penetración más
filosófica, más cercana a la sabiduría. Porque si seguimos la inclinación antropomórfica de
concebir todo a imagen de lo humano, nos quedamos encerrados en la creencia de que la obra
de teatro que se está representando aquí, en este lugar pensante, es la Realidad, la cual incluye
un personaje especial que es Dios, con todos sus santos, con todas sus revelaciones, sus
mandamientos y sus sacramentos, incluyendo todo en la misma obra de teatro.
Es necesario salir ya de esa representación y dejar de abonar la imagen de un Dios justiciero que
premia a los buenos y castiga a los malos. Para empezar, habría que ver qué es eso de lo bueno
y lo malo. Con estas ideas solo nos mantenemos dentro de la obra de teatro con el mismo
argumento: los que son buenos, los que son malos, el fingir ser virtuoso, la hipocresía de
adaptarse, de pretender actuar de acuerdo a las normas, la culpa, el miedo a ser castigado, etc.
Todo eso forma parte del argumento de esa obra de teatro; y aunque pasa el tiempo, algunos
siguen anclados ahí, pasan los años y ese argumento sigue imperando en nuestra vida, con
todos esos anexos escatológicos de lo que pasará después en la muerte, de cómo se castigará a
los malos y se premiará a los buenos.

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Y aun cuando haya una zona escéptica en la mente y el pensamiento diga: “No, todo eso no me
lo creo”, la representación sigue a pesar de todo. Y esas fuerzas que no se han proyectado en
una religión se proyectan en fuerzas materiales: conseguir más poder o energía para poder
manipular a los demás...
[AC-120] El caso es que, cuando estamos “ilusionados”, estamos en la ilusión, cualquiera que
sea nuestro ilusionamiento. No importa a qué personajes imaginarios hayamos recurrido para
que nos den un poder u otro, son imaginarios; pero aun así, tienen su fuerza dentro del mundo
ilusorio. No son reales, pero tampoco las personas somos reales. Sin embargo, dentro de este
plano físico en el que habitamos, si una persona me da un golpe, yo recibo el golpe en el cuerpo
y me resulta desagradable. Es decir, todos esos ámbitos tienen sus efectos, aunque sea solo
dentro del mundo ilusorio en que vivimos. Si no queremos salir de él o pensamos que no
tenemos la fuerza necesaria para salir de ese mundo de sueños ilusorio, entonces nos ponemos
a la tarea de mejorarlo según las ideas que tengamos, o bien tratamos de ayudar a los demás
porque hay mucho sufrimiento o, por el contrario, tratamos de ser más astutos que nadie, de
buscar algunas fórmulas de magia para conseguir nuestros deseos, etc. Así, cada cual actuará
según lo que más fuertemente impresione a su personaje dentro del espectáculo de la obra de
teatro. En consecuencia, nos dedicaremos a cambiar la sociedad o a aprender a tener poderes
parapsicológicos, o puede que nos adecuemos a las normas de una religión y las sigamos
fielmente desde la creencia de que Dios ayuda a los que hacen eso, etc.
Efectivamente, cada uno tiene la ayuda y los desengaños adecuados al tipo de error que elige.
Al final, todos se fundamentan en el mismo error básico: me creo un ser separado e indefenso;
en consecuencia, tengo que recurrir a otros seres para que me den poder, ya sea pidiéndoselo
por las buenas o bien manipulándolos, o bien engañar o ser hipócrita, fingir o encontrar algún
truco, sea el que fuere, o rogar, o pedir a los que considero superiores porque tienen autoridad
en este mundo o en otros mundos, etc. A esto se han limitado las religiones y todas las ciencias:
a conseguir manipular unas energías [AC-121] u otras, unos niveles u otros desde un lugar u
otro. Y no es que eso no tenga sus efectos. Tiene efectos. Todo lo que elijamos tiene efectos
dentro del mundo soñado. Así, transformamos el sueño de una manera o de otra. Cuando
estamos en el pensamiento, estamos cambiando de lugar las cosas todo el tiempo,
constantemente estamos tratando de mejorar el sueño. Pero hasta ahí, todo es ilusorio.
La verdad comienza cuando quiero ya salir de ese sueño, y entonces la mente empieza a
tornarse contemplativa. Para salir del sueño no tengo que recurrir a ningún profesional de
ninguna ciencia, ni de las llamadas científicas ni de las llamadas humanísticas o sociales o
tradicionales o religiosas; ninguna. Es necesario profundizar en la conciencia.

VIVIR EL CAMINO CONTEMPLATIVO


Afortunadamente, todo ser humano está hecho de esa conciencia, de modo que se trata de
profundizar en uno mismo. Obviamente, no hay que ir muy lejos para hacerlo, pero sí hay que ir
muy lejos en el sentido de alejarse de las convenciones, alejarse de las creencias, alejarse de lo
que uno pensaba que era la realidad, alejarse de lo que todo el mundo dice. Tengo que alejarme
de todo eso, y ello ocurre solamente cuando he comprendido Lo-que-Es. Por tanto, es necesario

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que se aclare nuestra visión, profundizar en nuestra conciencia, ver lo verdadero, que es
simultáneo a dejar caer lo falso o, lo que es lo mismo: purificarnos, sensibilizarnos.
Empezar a vivir con una mirada nueva es el punto de arranque de una vida nueva. Pero no lo
haremos proyectando anhelos en el futuro, porque eso sería ya una representación pensada,
sino viviendo el instante presente, el ahora en el que estamos conscientes y despiertos,
viviéndolo intensamente.
[AC-122] “Intensamente” no es tener muchas experiencias sensoriales. Vivir intensamente es
vivir desde un lugar profundo, y para profundizar no hay que hacer ningún esfuerzo ni físico ni
mental, sino solamente utilizar, usar lo que ya está siempre ahí, que es la capacidad de darme
cuenta. Basta, pues, con usar la inteligencia.
Seguramente que en esta investigación nos hemos percatado de algunas cosas. Por ejemplo,
que darse cuenta no es aceptar una teoría u otra, no es estar de acuerdo o en desacuerdo; no,
no es eso. No tiene nada que ver con pensar ni con comparar unos pensamientos con otros.
Hemos dicho que eso corresponde al aparato pensante. Por el contrario, darse cuenta es una
comprensión directa e inmediata de la realidad que no requiere de la mediación mental. A
partir del darse cuenta empieza un estado de equilibrio mental al que tradicionalmente en
nuestra tradición se ha llamado “la vía contemplativa”. Ya se utilizaba el término contemplar en
la tradición griega desde Pitágoras, dentro de cuya escuela se hablaba del acto de contemplar. A
su vez, Pitágoras lo había aprendido de los egipcios e hindúes. Ese ha sido el camino
contemplativo filosófico. Posteriormente se habló del camino contemplativo dentro de la
tradición cristiana por parte de algunos religiosos (los místicos cristianos) que habían
descubierto una vía directa para vivir de verdad, a la que ellos calificaban de “unión con Dios”.
De este modo, además de los filósofos, también los místicos de las diversas religiones (que no
solo la cristiana) descubrieron el camino contemplativo, teniendo mayor o menor repercusión
en la religión que los sostenía.
Pues bien, ahora dejaremos las representaciones, tanto las de nuestra tradición como las de las
tradiciones orientales u otras, y utilizaremos lo esencial para contemplar: la vida sencilla y la
investigación desde la verdad. Descubriremos así [AC-123] que lo falso cae por su propio peso.
Este enfoque no obliga a aceptar una teoría o una doctrina desde dentro, desde la mente, o a
tomar un concepto en contraposición con otro concepto, sino que se afina el instrumento, se va
afinando la mente hasta que se encuentra tan pulida que refleja plenamente la luz de la
Inteligencia, y entonces se manifiesta la capacidad de darnos cuenta.
Hay quien cree que ver la verdad es conseguir algo muy interesante, como una fórmula o una
información. Ver la verdad no es eso, no consiste en tener una información nueva. Ver la verdad
se parece más a desengañarse de lo falso. Ver la verdad es vivir la verdad, y vivir la verdad es ser
la Verdad, lo cual es incomprensible para el pensamiento. En consecuencia, no hay una teoría
por un lado y luego una práctica por otro. La contemplación y la vida coinciden, son una misma
cosa. La mente contemplativa crea la vida contemplativa, y cuando la verdad es contemplada se
hace uno mismo la Verdad. La Verdad constituye la propia naturaleza del que la contempla; por
tanto, ya no se profesa una religión, ni se forma parte de un grupo, ni se siguen normas. No hay
ninguna norma. La verdad se tiene que expresar, y se expresa, en la mera felicidad de

63
expresarse. La vida verdadera, armoniosa, auténtica, impregnada de amor y de belleza brota de
la verdad, y es gozoso vivirla. Se quiere vivir aquello que es expresión de la verdad.
Si uno tiene el conflicto de, por una parte, tener el ideal de ser bueno pero, en verdad, gustarle
más lo otro, lo que llaman ser malo, ese conflicto implica enfermedad mental, esa mente está
enferma, es decir, está distorsionada, está alienada hacia las representaciones, se está creyendo
muchas cosas falsas; esto es lo que significa ese conflicto. Sin embargo, cuando la verdad
empieza a iluminar la mente, nos vamos abriendo a esa dimensión, y el vivirlo es un acto
gozoso.
[AC-124] Contemplar es, en todos los sentidos, la cosa más maravillosa que podemos hacer. Es
regresar a nuestra verdadera naturaleza, a ser lo que somos. No es cuestión de ajustarse a un
molde que por una parte nos gusta pero que por otra está en conflicto con nuestros hábitos e
inclinaciones. Esos hábitos equivocados no se van a quitar a golpes. Solo la comprensión los
arranca de raíz de verdad. Si trato de quitarlos a golpes, queda la raíz, y la planta vuelve a crecer
una vez y otra; sucede entonces que se quiere hacer una cosa, pero luego se hace otra bien
distinta porque aparecen toda clase de “tentaciones”.
Los hábitos que nos destruyen debido a que van en dirección opuesta a nuestra naturaleza, no
hay que taparlos; eso es una hipocresía que crea un gran malestar en nuestro interior. También
es absurdo tratar de eliminarlos violentamente, porque vuelven una y otra vez, y así nuestra
vida es una guerra constante. Solo comprender arranca la raíz; y lo hace por una sencilla razón:
porque lo falso no es verdadero, no es real. Cuando estamos en lo Real se disuelven los
conflictos y los hábitos destructivos, pues no son reales. La irrealidad de nuestra posición
mental ha creado una irrealidad en la vida; crea falsedad, conflicto. El vivir desde lo Real
deshace esa irrealidad, es así de simple. Pero tenemos que irlo viendo cada uno de nosotros
poco a poco, en nuestra propia conciencia y en nuestra vida.

CAPÍTULO VIII

¿Es posible trascender el pensamiento?

CÓMO INVESTIGAR
[AC-125] Si lo que intentamos es hacer una verdadera investigación filosófica, indagaremos por
amor (fileo) y será una investigación en la propia conciencia (vichara). De otra manera no
tendríamos acceso a una verdad vivencial. La mente que investiga ha de estar en contemplación
para trascender las opiniones pensadas. Y si no lo hiciésemos así, nunca comprenderíamos la
profunda sabiduría que nos legaron aquellos investigadores hindúes, ni tampoco la más cercana

64
de algún filósofo griego. Investigaremos ahora movidos por el mismo amor a la verdad
desconocida, y puede que nos encontremos unidos en una contemplación lúcida y espontánea.
La verdadera investigación filosófica ha sido y es, ante todo, contemplación de la verdad. Y la
verdad, si no es simple relación lógica entre conceptos, apunta a un adentrarse en la conciencia
más allá del pensamiento, un adentrarse en la conciencia que somos y en la conciencia que es;
apunta a nuestra verdadera identidad. No existe un contemplar privado, egocentrado, aunque
así lo parezca cuando se piensa. Y no es posible tampoco un investigar creativo que se limite al
simple [AC-126] captar, interpretar y repetir conceptos. Quien lo intentara así, estaría lejos del
amor por la verdad que movió a los sabios orientales y occidentales.
En una investigación como ésta hemos de superar el campo de las computadoras, sin limitarnos
a recibir información, compararla y repetirla; y así, en la conciencia, en lo único real, podrá
trazarse un movimiento de aprendizaje directo que producirá una evidencia inmediata, no
racional e impulsada siempre por el amor a lo verdadero. El movimiento de aprender, al que se
refería a menudo Krishnamurti, es un ampliar la conciencia en la lucidez de la que está
constituida, no una acumulación de datos para construir teorías y contrateorías.
Hasta aquí hemos venido poniendo unas bases sencillas, pero esenciales, para poder acceder a
una investigación de la verdad en la propia conciencia. Si nos sorprende lo hasta aquí
comentado es porque lo que es útil en el ámbito de lo conocido, en el de lo técnico o funcional,
siempre mecánico, no lo es cuando lo que se pretende es un inquirir en lo esencial, como es el
caso de proponernos comprender el acceso a lo Real no pensado.
Nos situaremos, por tanto, en actitud de autoobservación; daremos un giro al mirar,
contemplaremos para descubrir de primera mano lo que hay, y así estaremos en una situación
previa al acto de manipular los datos mediante el pensamiento.
La relación de separatividad entre el que enseña o muestra la verdad de algo y el que aprende
es solo aparente aquí, en este lugar donde realizamos la investigación. El que enseña y el que
aprende, como el que pregunta y el que responde, surgen ambos simultáneamente en el mismo
movimiento dialéctico de la conciencia que somos. Si tenemos esto presente desde el principio
de la investigación, evitaremos caer en las ilusiones de separatividad que aparecen a menudo
cuando [AC-127] aprendemos juntos. Dejándonos llevar, sin más, por la dialéctica espontánea
que el amor a la verdad traza en la conciencia, surge la pregunta y, simultáneamente, la
respuesta que ella misma lleva consigo.

LA PREGUNTA POR LO IMPENSADO


Así como una piedra, al caer en la superficie del agua, imprime una vibración que repercute en
círculos concéntricos, así suele caer una pregunta en nuestra conciencia. Pero la pregunta: “¿Es
posible ir más allá de los círculos de la temporalidad pensada?”, la encontramos ya en un punto
entre el pensar y el intuir. Si instalados en el pensar no hubiera ninguna intuición, no se
plantearía la cuestión. Porque así como el pez se mueve en el agua y no inquiere sobre lo que
hay fuera de ella, así el pensamiento no puede preguntarse por lo que hay más allá del mismo
pensamiento. La pregunta planteada surge, pues, como un sinsentido para el pensamiento. Si
tiene sentido será a su pesar y desde una capacidad diferente de conocer.

65
Estamos habituados a juzgar y a sacar conclusiones sobre toda clase de cosas, a combinar
relaciones. Y a esta forma de conocimiento secuencial le damos la autoridad que conviene en
cada caso. Pero en estos momentos nuestra posición es diferente. Al hacer esta clase de
preguntas que desbordan al pensamiento, no vamos detrás de un conocimiento relativo, sino
de una visión global que incluya y sobrepase toda relación diferenciada.
Al preguntarnos por la trascendencia del pensar no nos referimos a eliminar, parar o anular el
pensamiento, como es costumbre en los métodos, técnicas, o podríamos decir también
“trucos”, concebidos para tener experiencias inusuales [AC-128] meditando. El trascender algo
no es huir de ello ni dejarlo a un lado. Trascender el pensamiento es abrirnos a un lugar allende
el pensar, desde el cual el proceso pensante se ve tal como es. ¿Y después? Después nada, todo
permanecerá en su sitio y no habrá especulación ya que retenga las dispersas energías. Se habrá
traspasado aquella atmósfera rarificada.
Observemos la diferencia. No tratemos de hacer ninguna presión o supresión de algo. Nada se
forzará ni controlará. Me pregunto quién fue el que difundió la consigna de que el pensamiento
ha de ser controlado o aniquilado. ¿A quién se le pudo ocurrir semejante cosa, sino al
pensamiento mismo? Cuando lo observamos atentamente, nos damos cuenta enseguida de que
es el pensamiento el que piensa que no tiene que pensar más. Nunca a la inteligencia, que es
lucidez, se le ocurre eliminar algo. La lucidez comprende, integra todo en la armonía de la luz.
De la claridad de la inteligencia brota la comprensión del pensamiento, brota la visión de Lo-
que-Es, que no cambia nada de lugar; mientras que, del propio pensamiento, confuso ante las
contradicciones inevitables en su ámbito, surge el deseo de eliminar lo no comprendido o de
huir de ello.
Al ver esto con claridad, quedamos libres de un cúmulo de métodos y sistemas forzados para
acabar con el pensamiento y meditar (difíciles de realizar y, por otra parte, bastante
frustrantes), y comprendemos lo que tratan de decirnos quienes han abierto un camino en la
lucidez. ¿Tendrán éxito intentos absurdos y desequilibrados? A veces sí, lo que es triste, porque
entonces la mente queda inutilizada. Quedarse sin pensar no es un estado de inteligencia, a no
ser que ya esté ahí la lucidez inspiradora en el pensar mismo.
Cuando por repetición de palabras u otras “astucias” se embota la mente del obediente
seguidor, de manera que se queda en blanco, no se ha dado allí un avance en la realización
humana, [AC-129] más bien se ha producido un deterioro lamentable. Mirémoslo con cuidado,
aun cuando estemos bajo la influencia de costumbres y tradiciones religiosas orientales y
occidentales. Ceremonias, oraciones, gestos repetitivos se intensifican hasta dejar en ocasiones
a la mente en un estado de aturdimiento soñoliento por el que algunos creen vivir ese silencio
mental del que han oído hablar.

CÓMO VEMOS CAER LAS HOJAS DE LOS ÁRBOLES


Abriremos aquí un camino nuevo. No tendremos en cuenta nada de lo que ya nos es conocido,
lo que tiene que ver con condicionamientos ensalzados por la moda actual o respaldados por
tradiciones antiguas. Porque las erróneas interpretaciones de los textos antiguos son tan
comunes como la pereza del investigador para observar por sí mismo.

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Los aforismos de yoga de Patanjali tienen una definición muy famosa de lo que es el yoga (la
unión con lo Real), que se suele enunciar así: “Yoga es la cesación de las modificaciones de la
mente” (citta vritti nirodhah)4. Patanjali intentó decir algo distinto de lo que entendemos por
control. Podría ser poner orden, equilibrar o dirigir el pensamiento en la mente. Pero eso no es
meta en sí, sino más bien efecto. Al proponerme desde el pensamiento poner orden o
armonizar el mismo pensamiento, [AC-130] ¿qué éxito puedo tener en esa empresa? Si desde
allí, con un pensamiento más, quisiera comprender lo que el mismo pensar es y crear por esta
comprensión la armonía, estaría intentando lo imposible. Cuando pienso que debo poner orden
en el pensar, y es un pensamiento quien lo piensa, lo que estoy creando es conflicto, lucha entre
los pensamientos que veo desordenados y el control que quiero ejercer sobre ellos,
imponiéndoles una manera de pensar ideal.
Controlar los pensamientos pensando no hace sino crear un problema adicional, además del
que ya vivía en medio de la contradicción pensada. Patanjali, que sin duda tendría experiencia
directa de lo que expresaba, no querría decir eso. Estaba describiendo los efectos que se
producen cuando la mente se encuentra en equilibrio, es decir, cuando desde la comprensión
reina la claridad.
Antes de caer en la identificación con el pensar, en la mente hay orden y armonía. Si entonces
aparecen pensamientos en la superficie de la conciencia, se ven como tales y no se produce
identificación o errónea interpretación, y la ausencia de identificación evita actuar por
compulsión. Cómo vemos caer las hojas de los árboles o la lluvia que cala la tierra, cómo
miramos pasar las nubes en el cielo, así podemos ver pasar los pensamientos por la superficie
de la conciencia infinita. Ya sean recuerdos u opiniones escuchadas, así contemplados no
compelen a la acción ni crean emociones de temor, tristeza o ambición.
El pensamiento, en sí mismo, no tiene por qué crear ninguna emoción, como tampoco la crean
las hojas que caen o el ver pasar las nubes. Eso solo sucede cuando un pensamiento se
convierte en creencia y, a partir de las emociones, compele entonces a la acción. El
pensamiento es, por tanto, la perpetuación mecánica del pasado que impide la creación del
presente por miedo de lo que sucederá o por deseo de repetir [AC-131] lo ya sucedido.
Observemos hasta qué punto el pensamiento es pasado y cómo vivir en él no es un vivir real
sino un sueño, una representación repetida. Solo podemos descubrir lo que la vida es desde la
verdad que encontramos allende el pensar.
Con el pensamiento repito el pasado al desear experimentar lo placentero y evitar lo
desagradable. Así, los pensamientos son formulaciones que nos hacemos sobre el pasado y el
futuro a partir de lo que dije o me dijeron; son las opiniones que he leído o escuchado, las
consignas con las que me han educado y que he guardado por miedo o ambición. El
pensamiento no se alimenta sino de memoria. Al igual que una máquina, se manifiesta tal y
como ha sido programado; no hay en él ninguna apertura a lo nuevo. No está, por tanto, vivo,

4
La concepción más amplia de “modificaciones mentales” incluye a los pensamientos pero también a todas las
demás modificaciones, como son las emociones, los sentimientos o cualquier otra sobreimposición de la mente
sobre lo Real. La expresión sánscrita también se traduce como “aquietamiento de las fluctuaciones mentales”, pero
parece que la primera traducción es más precisa. Sea como fuere, ambas expresiones aluden, en esencia, a la
quietud o al silencio mental propio de la contemplación. (N. del E.)

67
ya que lo que vive se caracteriza por ser nuevo en cada instante. Las conclusiones de lo
mecánico, por más información que acumulen, estarán muertas para la creación de la vida.
Seguimos aceptando, sin embargo, que cuanta más información tengamos, más vivos y
creativos podremos ser. Eso es una quimera. Es fácil ver que nuestras mentes, abarrotadas de
datos, están muertas para la plenitud y la belleza de la verdad viva. Si no fuera así, no
conoceríamos el aburrimiento, el desánimo, la ansiedad y todos esos síntomas patológicos que,
por ser tan comunes, consideramos normales.
Solo la verdad está viva. Y la verdad es anterior al pensamiento; no es pensada, si bien es cierto
que pueden darse pensamientos de verdades relativas y también de intuiciones. Los
pensamientos acerca de verdades relativas solo son exactos relativamente y solo son
verdaderos en el momento que son formulados, porque la realidad está en constante
movimiento y toda relación verdadera, vista en un instante específico, deja de serlo al momento
siguiente.
[AC-132] El pensamiento relacional es apenas un reflejo momentáneo, como un relámpago. Sin
embargo, nuestra mente archiva y acumula las verdades momentáneas, y las guarda, listas para
ser colocadas de nuevo en cualquier momento. Esta colocación está siempre fuera de tiempo y
de lugar, porque el instante verdadero, aun no habiendo sido conocido como nuevo por falta de
lucidez, es único e irrepetible; es siempre un recién nacido, que no sabe nada del pasado e
ignora el porvenir. Cuando aplicamos lo pasado al presente único, mantenemos la ambigüedad
del mundo de los sueños, siempre viejo y falto de creación viva. Más que “lo viejo” habríamos
de decir “lo muerto”, para referirnos con propiedad al pensamiento.

¿PUEDE SER CREATIVO EL PENSAMIENTO?


Lo que hemos venido afirmando respecto al pensamiento no se aplica al pensamiento en sí
mismo, sino a nuestra manera de vivir identificados con el pensar.
Hemos dicho que puede darse un pensar sobre verdades relativas e intuiciones. Este pensar es
un instrumento alineado con la lucidez pues presenta formas adecuadas a las relaciones que se
establecen en el vivir cotidiano, ya que las coloca según un orden inteligente, un orden
inspirado por lo Real tras el pensar. No es diferente al trabajo que efectúan las máquinas
cuando son útiles, aun sin ser creativas. Incluso puede tratarse de un pensamiento sobre
intuiciones, como la poesía o la filosofía inspiradas, que son intuiciones de aquello que está más
allá del pensar y a lo cual el pensamiento da forma.
Pero para que el pensar sea vínculo de creación (aun cuando él mismo no sea creativo), hemos
de morar en aquel lugar [AC-133] creador donde nace la luz; y viviendo en esa libertad que
siempre crea lucidez, el pensamiento puede entonces dar forma a una inspiración. Así es el
pensamiento que honra a la humanidad, y que a veces puede ser científico si parte de la
experiencia y señala verdades relativas, a veces filosófico si tiene su origen en la intuición de
verdades totalizadoras, y a veces poético si transporta la verdad sentida o presentida en
imágenes bellas.

68
La actividad creativa no siempre se reduce a una obra de arte específica. Cualquier gesto,
actitud, palabra o simple mirada, cuando son expresados desde un estado de lucidez, poseen el
invisible sello de autenticidad que proviene de la inspiración y producen un concepto, una idea
o un pensar que son instrumento de la creación de luz. La vida, en esa libertad del pensar, es
vida espontánea. Como función manifestadora de símbolos, el pensamiento puede entonces
quedar integrado en una vida creativa; porque una poesía inspirada, por ejemplo, no pierde su
fuerza inspiradora cuando es copiada en un ordenador. De la misma manera, el uso del
pensamiento no resta autenticidad a la creatividad espontánea del vivir. Quede claro que
entendemos por “vivir auténtico” eso mismo que Heidegger insinuó al hablar de la existencia
“que escucha la llamada del Ser”.

LA OBSERVACIÓN DEL PROCESO DEL PENSAR


Ya habremos visto que el pensamiento es un obstáculo para la plenitud de la vida debido a que
identificamos pensar e inteligencia. La realidad, sin embargo, es que el hecho de pensar no es
más que una forma de presentar la lucidez de un modo particular, que será tanto más adecuado
a la situación cuanto más fuerte sea la claridad de visión. Esta adecuación [AC-134] no depende
del pensar mismo, al contrario de lo que solemos creer, pero es por creerlo así por lo que
llenamos la mente con pensamientos de otros, con la intención de aprender a pensar mejor. No
obstante, todo ese pensar soñando lleva inevitablemente a la frustración.
El camino no es tratar de ser o de pensar mejor. Lo que he de aprender es a darme cuenta del
pensamiento que, por distracción, identifico conmigo mismo. Pocas veces se ha planteado esto
entre los muchos caminos que se enseñan para meditar; por el contrario, se suele creer que
todo ese mundo conceptual es conflictivo y difícil de controlar, motivo por el cual los
practicantes prefieren dejarlo y dedicarse en cambio a la observación de las sensaciones
corporales, que resulta un quehacer más cómodo. Además, en lo sensorial se encuentran
efectos rápidos de relajación y energía vital. ¿Me conformaré con ellos? Si lo hago, nada
esencial descubriré; no comprenderé el pensar, que se mantendrá en el mismo desorden
habitual, aunque por momentos logre que su discurrir sea algo más lento, y fácilmente
comprobaré que al volver de los ejercicios mi mente sigue en conflicto.
Me preguntaré, quizá: ¿Qué hacer cuando se presenten los retos del vivir que no he
comprendido? ¿Podré sentir entonces la paz de la relajación? Si me centro en las sensaciones,
¿podré responder con inteligencia a esos retos? Profundizando desde el nivel sensorial, llegaré a
un bienestar vital, pero la mente pensante mantendrá ocultos sus secretos para mí.
Se da la curiosa paradoja de que justo los maestros o discípulos que desaconsejan el
permanecer en la mente, porque consideran lo intelectual obstáculo del espíritu, son los más
encerrados en el pensamiento, los que más compulsión tienen con las ideas en las que creen. Lo
he observado con sorpresa a lo largo de la vida. Precisamente, quien huye de lo mental está
dominado sin darse cuenta por ello, pues le falta [AC-135] el autoconocimiento que produce la
observación del pensar. Quizá quienes no se hayan planteado este dilema estén trabajando con
la mente de alguna manera. Pero los que ya se han determinado a no hacer nada mental son
dominados por el pensamiento a nivel inconsciente, ya que aquél les impulsa aunque no se den

69
cuenta, entretenidos como se encuentran con las emociones que sus ideas y creencias les han
producido.
Podemos hacer innumerables cosas mientras nos sensibilizamos, como pasear por la naturaleza
o seguir técnicas milenarias orientales. Pero no creamos que ésa es la vía directa hacia la verdad
liberadora. Todo el tiempo que vivamos sin haber comprendido el pensar seremos marionetas
de esos fantasmas pensados. Nuestra vida será una vida imaginada, no real, y esto sucederá a
pesar de habernos sensibilizado y de experimentar elevados sentimientos.
Cuando el pensamiento no ha sido trascendido, tiene una gran fuerza; no por sí mismo, pues
hemos visto cómo es un instrumento formativo de lo concreto, sino por la identidad proyectada
en él. Es la fuerza de lo que yo creo ser, de aquello que soy pero que enajeno. Lo Real es
potencia pura; y cuando sale de sí, se proyecta distorsionado en lo que creo que soy.

LAS CREENCIAS
Una creencia es un pensamiento que tiene la fuerza de la identificación con lo que creo ser, y
que erróneamente mantenemos debido a la inatención. ¿Cómo se han ido formando esas
creencias? ¿Cómo es que los pensamientos se han petrificado hasta el extremo de parecer
realidades? ¿Cómo hemos llegado a creer que somos solo eso que creemos? De hecho, nos
defendemos haciendo apología de nuestras creencias. Muchos [AC-136] de los ámbitos
llamados espirituales no se diferencian nada en esto de los llamados científicos, culturales o
socio-políticos. En cada grupo, sea religioso, científico o social se enarbolan unas creencias que
son intocables porque se viven con gran intensidad, se viven como si fueran lo Real.
Si damos a la palabra “sagrado” su valor de intuición de lo infinito más allá del pensamiento,
veremos que nunca algo limitado que se opone a algo limitado puede ser considerado sagrado.
Lo sagrado no cabe en una ley nacida en la experiencia sensorial ni en una consigna nacida de
una revelación novelada. Lo sagrado no admite fórmulas; por eso no hay textos sagrados, ni
ideas, ni teorías espirituales que sean totalmente válidos. Tampoco hay actividades ni técnicas
de ninguna clase que tengan ese sabor sagrado que solo conoce quien, trascendiendo el
pensamiento, descubre la infinitud de lo Real.
Y si intuimos ya que somos lo sagrado, ¿qué hacemos entretenidos en la búsqueda de lo
prefabricado por el pensamiento de otros? ¿Dónde buscamos la verdad? ¿Pretendemos
encontrarla entre los restos de pensamientos construidos a partir de limitadas
interpretaciones? Lo que ha sido clasificado por el pensar no es aquello absoluto que intuimos
como verdadero o sagrado.
La verdad no se mantiene rígida; solo el pensamiento puede conservarse en la memoria. La
verdad que nació en un instante, en ese mismo instante termina como verdad temporal. Muere
con cada pulsación del corazón, porque no es del tiempo. No puede, por eso, introducirse en el
cauce de los pensamientos que corre en la temporalidad. La verdad pertenece a lo atemporal.
Si en un instante un ser humano tiene una inspiración, de ahí no pueden deducirse series de
verdades pensadas. Para comprender la existencia, he de sorprenderla en un latido vivo [AC-
137] de mi conciencia lúcida. De ahí la necesidad de contemplar por mí mismo, a fin de superar

70
toda clase de creencias y de vivir en el estado siempre nuevo de lo impensado. ¿Concluiremos
entonces que la verdad' que aparece al investigar termina o se escapa de inmediato? Si estamos
en el carril del pensamiento, la verdad no durará nada. Solo una mentira puede continuar
creando argumentos imaginados.
Mi identidad, el objetivo último de toda auténtica investigación “vichara”, no está en lo que
aparece y desaparece, como se afirma una y otra vez en los textos de sabiduría hindú. Solo en
un instante intuyo y vivo lo verdadero, y desde allí puedo ser movido hacia lo atemporal
mediante el contemplar. Una planta, al florecer en toda su belleza para enseguida desaparecer,
nos incita a preguntarnos: ¿De dónde ha surgido, a dónde ha ido? Aquello que no es símbolo
pensado, Aquello que el pensar no toca, sorprende como un rayo no esperado. Ilumina y vuelve
a lo eterno, y solo desde el silencio del pensamiento es posible ver la dirección de su vuelo.

PENSAMIENTO Y LIBERTAD
¿Puedo observar dónde me encuentro ahora? ¿Analizo conceptos?
Ordenar datos según un modo inteligente es tarea mecánica del instrumento pensante,
mientras que la inteligencia misma, que es su origen, es pura lucidez. Si analizo, estoy en el
pensamiento; y si analizo los conflictos del pensamiento, como ha hecho el psicoanálisis, lo hago
con el pensamiento mismo, el cual crea conflicto porque no es lúcido. La contradicción se
perpetúa así.
Conocemos, sin duda, interesantes teorías psicológicas; pero la conciencia de los seres humanos
no se libra del error [AC-138] aplicando una teoría científica o no científica. Dejemos, por tanto,
el análisis del pensamiento, esa capacidad mecánica de combinar datos. El analizar promete una
libertad imposible al pensar condicionado.
No intentemos aclarar con el pensamiento la inmensidad de la vida humana, tan intensa en sus
anhelos como en sus frustraciones. Veamos si podemos contemplar en directo más allá del
pensar. Los sistemas teóricos mejor estructurados han demostrado ser castillos de arena
expuestos al viento de la verdad, las ideas se disuelven en el vacío de los moldes pensados. Así,
al observar la formulación y desaparición de los pensamientos según las épocas, nos
independizamos de la concepción cultural. Aunque con discernimiento podamos ver las
intuiciones que laten en tanto pensamiento contradictorio, lo Real ha de ser descubierto en el
instante por nosotros mismos; y para descubrirlo habremos de ver lo que el proceso del pensar
nos oculta. Ni la autoridad o el prestigio que las emociones egocentradas han dado a las ideas,
ni el temor disimulado tras la adhesión a ideologías dogmáticas, escépticas o agnósticas tienen
fuerza de persuasión para quien ha desvelado ese misterio.
¿Quedará alguna afirmación con autoridad después de descubrir lo que es el pensamiento?
Nada limita la libertad que produce el descubrir lo verdadero. Seremos libres en la verdad,
como tantas veces hemos oído decir en las tradiciones filosófico-religiosas de Oriente y
Occidente; y no se referían a la libertad condicionada que deseamos pensando, la que sueña
con manejar a otros o pasar experiencias imaginadas, ni a la libertad que surge del vacío de lo
Real y que conduce a un vacío cada vez mayor. La verdadera libertad pasa por la comprensión

71
del pensamiento. Y comprender el pensamiento y trascenderlo es un mismo acto. Por ello, no
hay ningún esfuerzo que hacer, como venimos viendo. [AC-139] Ser conscientes de lo que se
está creando al pensar es suficiente para quedar libre de sus efectos. Pero al menor parpadeo
caemos en lo convencionalmente establecido como normal y que no es más que la pauta del
vivir alienado en la rutina.
Tendríamos que estar despiertos, mucho más despiertos de lo que acostumbramos en esa
vigilia cotidiana que, ante la lucidez, no es más que un simple dormitar soñando. ¿Y de dónde
obtendremos esa capacidad? Creemos no tenerla debido a que vivimos con la poca energía que
dejan pasar nuestros pensamientos o creencias. Pero, ¿sabemos algo del potencial que se
encuentra detrás o antes de lo pensado?
En el campo del pensamiento y en el físico (ambos forman un mismo ámbito relacional), hay
diferencias entre las personas a partir de su mayor o menor facilidad para computar datos,
según las circunstancias biológicas y sociales, pues las maquinas funcionan de diversas maneras
según su construcción y también según el uso al que se dediquen. Pero independientemente de
las cualidades biológicas de la persona y de la utilización social a la que haya dedicado su
cerebro, y sin tener en cuenta los haremos que guarda la memoria al pensar, en esencia todos
somos inteligencia, lucidez no canalizada por condición alguna.

EVIDENCIA
En el momento en que tengamos la necesidad interna de ver veremos. Y conforme nos vayamos
abriendo a la verdad intuida por amor a la verdad, el movimiento de darnos cuenta de lo que
aparece creará espacios lúcidos abiertos a lo atemporal y el vivir será expresión de una
conciencia más y más amplia que descubrirá una mayor libertad.
Dejando a un lado los datos adquiridos y acumulados en [AC-140] el tiempo que condicionan
cuanto toco y hacen de mi actuar una acción pensada, descubro una personalidad insólita:
puedo darme cuenta de todo lo que se está moviendo y de las energías que sustentan ese
movimiento mientras pienso. No es saber algo, como construir una casa, hablar un idioma o
hacer una ensalada, ya que el saber es información y se agota en su misión técnica. No es esa
capacidad pensante que incluye lo cultural. Es una toma de conciencia directa, una evidencia a
salvo de cualquier vacilación.
Al darme cuenta (sin dirección a un objeto, porque esto sería ya pensar), la lucidez ilumina lo
que aparece en lo que Es; y eso es inteligencia en su estado puro, es inspiración. No hay medida
en ella, aunque después de ella se puedan pensar todas las medidas imaginables.
Por inspiración surgen las proporciones adecuadas en una estatua; y después se miden y se
toman de modelo, como hicieron los griegos. Por inspiración se concibe una poesía y es posible
luego medir las palabras y los ritmos. Por inspiración aparece una melodía y podemos medir en
ella los sonidos y los silencios. ¿Dónde tiene su origen esa inspiración?
En el ámbito de lo conocido analizamos las diferencias, pero en el estadio anterior o posterior al
pensar todo ser humano es lucidez ilimitada, y de ahí su inspiración. Desde ese espacio lúcido
puede iluminar lo que sucede bajo la mente, puede descubrir su verdadera identidad en la

72
lucidez y liberarse entonces de las apariencias condicionantes. Y así, por el simple acto de darse
cuenta de lo que piensa, estrenaría la libertad de Ser como estrenan los campos la luz cada
primavera.

CAPÍTULO IX

El arte de contemplar es el arte del ser

LA LLAMADA DEL SER


[AC-141] Contemplar mientras se investiga es dejar que la mente se movilice con las verdades
que van apareciendo, dejando un espacio abierto para que la verdad penetre y para que surja
entonces espontánea desde dentro (no desde el pensamiento) la respuesta a la verdad. Esta
verdad que aparece espontánea se percibe con evidencia. ¿Y qué es una evidencia? Es una
serena paz, el equilibrio de ser lo que somos. La verdad no se piensa, se es,
El arte de contemplar es el arte de ser. El avanzar en la contemplación es avanzar en el ser que
somos verdaderamente y que se evidencia cuando contemplamos. Esto no se puede
comprender desde la idea errónea que tenemos los humanos de que una cosa es conocer y otra
es ser. Cuando pensamos, siempre lo hacemos desde la dualidad primigenia de la mente que
escinde lo Real en dos: el que mira y lo mirado, el contemplador y lo contemplado. Así no
podemos comprender; y por eso mismo creemos que el contemplar nos aleja del ser, cuando es
realmente lo contrario.
Creemos que la verdad está objetivada y que el yo que la [AC-142] contempla está aparte de la
realidad, y al pensar de esa manera no es posible que coincida el contemplar con el ser. Pero, ¿y
si no fuera así?, ¿y si la realidad fuera una y estuviera hecha de conciencia?, ¿y si todo fuera
creación de esa conciencia y, al contemplar, creáramos? De hecho, eso es lo que sucede: la luz
de la conciencia es la creadora de realidades. La luz que ve, al ver crea; contemplar es realizar.
Una vida contemplativa es, así, una vida de realización.
Aquel que comienza a tener la mente contemplativa empieza entonces su realización, y no
antes. Antes de ello, por mucho que se esfuerce en su realidad proyectada, no descubrirá lo que
es el ser. El ser es “Ser”, lo cual quiere decir que solo se puede descubrir siéndolo. Proyectando
en una pantalla mental nunca llego a ser. Somos una llamada del Ser, pero estamos
constantemente inmersos en miedos, limitaciones, angustias, de modo que nos hallamos en la
ilusión de que no somos, de que nos falta algo.
De alguna manera somos conscientes de que creemos que no somos, de que hay algo que nos
falta, y de ahí surgen los deseos, emociones, etc. Se nos plantea entonces el dilema de tratar de
llegar a ser, de modo que proyectamos el anhelo hacia fuera para llegar a continuación a creer
que no somos. En este círculo vicioso solo hay un punto verdadero: la llamada del Ser.

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En el tratar de llegar a ser ya existe una llamada del Ser. El punto básico para comenzar una vía
contemplativa dentro de la vía humana de realización reside en que intuyo que soy. De hecho,
ya soy, pero es como si no lo fuera porque no me lo creo; pero en eso ya hay algo real en
nosotros, algo que está tapado por imágenes y pensamientos pero que ya está ahí. Y hay un
camino sencillo para desvelarlo: contemplar directamente lo que somos. Cuando nos hallamos
en un vacío mental esa contemplación nos transporta instantáneamente a lo que [AC-143]
somos; sin embargo, lo usual es que obstaculicemos el encuentro a través de las realidades que
inventamos. Por tanto, lo tengo que intentar una y otra vez, ya que tengo muchas realidades
inventadas que me están obstaculizando y que se resumen en todo aquello que creo que soy
pero que no soy.
El camino de nuestra propia tradición, desde los platónicos hasta los neoplatónicos, es la ascesis
dialéctica y la contemplación de la verdad. Es cierto que hay caminos magníficos en Oriente,
pero los de Occidente han sido pasados por alto, no se han entendido como caminos de
realización. Los estudiosos de filosofía conocen la dialéctica platónica como una teoría, pero
nunca se han planteado aplicarla a sí mismos, de modo que se ha olvidado su capacidad
realizadora. Sin embargo, es un camino muy directo y adecuado para nosotros. Consiste en no
tener en cuenta lo que creemos ser, lo que nos falta, nuestros defectos y cualidades, para en
cambio contemplar directamente aquello que anhelamos profundamente. Ello nos lleva
directamente al lugar de donde proviene nuestro anhelo. Eso es una ascesis contemplativa. Por
ella nos ponemos en contacto directo con los valores que vienen directamente del Ser: la
belleza, la bondad y la verdad.
Investiguemos sobre ese anhelo profundo.
Podría pensar que no he encontrado en mí de forma clara ese anhelo profundo de amor, belleza
y verdad. Si ya lo he encontrado, no hay nada más que hacer; solo lo contemplo. Pero si no lo
veo claro, no importa; puedo rastrearlo desde donde me encuentre, pues todos los deseos
vienen a partir de ese anhelo. ¿Dónde van a iniciarse si no? Ahí adquieren su fuerza.
Todos los deseos son llamadas del Ser que se han entretenido en las formas, en lo cambiante.
Quizá no los reconozco todavía como llamadas directas, ni tan siquiera como esencia de esos
valores primordiales, pero eso es lo que son.
[AC-144] Hemos de mirar bien nuestros deseos: el deseo de que me aprecien, de tener más
fuerza, seguridad, equilibrio... Todo ello lo buscamos fuera. Pero tomando, por ejemplo, el
deseo de algo bello, debo mirarlo e ir a donde veo belleza, y debo ver que esa belleza es un
reflejo de la belleza que me está llamando desde el Ser. Nunca voy a saciar los deseos en las
formas, veré pasar formas bellas cambiantes y me entusiasmaré o defraudaré; ellas están
reflejando belleza, pero no son la belleza. Lo que está en lo profundo de mi anhelo es la belleza,
en sí misma. Si tengo deseo de que me quieran, hay que mirar cuándo surge, de dónde viene.
¿Me siento carente de amor? Entonces me he alejado del amor que soy; por eso lo busco en los
actos de los otros. Debo observar que esos deseos vienen directamente del amor, que es
expresión del Ser.
El Ser, es decir, la Realidad me está llamando a partir de esos deseos. ¿Por qué no escucho la
llamada y me pongo en contemplación de ese amor que anhelo? ¿Por qué no empiezo a

74
contemplar? Debo hacerlo insistentemente, todos los días, y preguntarme: ¿por qué necesito
amor?, ¿cuál es el amor que necesito? Si lo necesito es porque sé lo que es, es porque ese amor
está en mi conciencia y, por tanto, puedo contemplarlo en cualquier momento. Cuando lo
contemplo, le devuelvo la fuerza que le había quitado y que había puesto en otras personas o
en situaciones externas, etc. Al contemplar, recojo toda la energía que había volcado en las
formas y la remito a su origen.
Contemplar es devolver las cosas a su verdadero lugar. Cuando me percato de mi anhelo,
descubro que todo está en mí mismo y contemplo entonces directamente aquello que me está
llamando desde tantos reflejos.
A contemplar se aprende contemplando, jamás pensando. En cada momento debemos estar en
contemplación de aquello que intuimos y debemos mirarlo desde ese lugar contemplativo. [AC-
145] No tiene sentido aceptar ideas sobre lo que la contemplación es, ideas que surgen del
pensamiento; debo aprender a contemplar. De esa manera, no actuaré en la vida diaria de
cualquier modo, sino que se habrá abierto ante mí un camino contemplativo y sabré cuál es la
dirección de mi realización, independientemente de los acontecimientos exteriores. Estaré
movido por mi visión verdadera, sin condicionamientos externos.

LA VERDADERA COMPRENSIÓN
No se puede actuar en lo humano sin inteligencia. Es necesario comprender los principios y los
fundamentos de la Realidad. Comprenderlos, que no aprenderlos (en el sentido de abarcar el
saber, que no en el de “adquirir conocimientos”).
Ya hemos visto que comprender y ser no están separados. Cuando comprendo, soy aquello que
comprendo; no hay comprensión si no llego a ser aquello que he comprendido.
Estamos acostumbrados a creer que cuando se habla de inteligencia se habla de información y
conocimientos. Pero no estamos hablando de eso. La verdadera inteligencia es comprensión. La
comprensión es un abarcar total, y eso, en último término, es ser. Comprender es contemplar y
ser, entonces comprendes. La vida de la persona contemplativa es un comprender constante; es
ensanchar, ampliar nuestra conciencia, descubrir que no tiene límites. Eso es verdaderamente
comprender.
Cada ser humano hace aquello que comprende, porque no se puede hacer más que aquello que
se comprende; así, todo el mundo actúa según su visión. Cuando la visión es estrecha, lo natural
es que haya caos. Entonces se buscan técnicas y caminos, pero como no hay claridad de visión,
lo normal es darse golpes contra todo, pues cuando la mirada es limitada [AC-146] no hay
comprensión. A los que tenemos la vocación de buscar la verdad directamente se nos debe
incitar a comprender más, a “darnos cuenta” y, por tanto, a forjar una mente contemplativa.
De la contemplación de la verdad, de la comprensión verdadera surge espontáneamente la
acción adecuada. Sin embargo, casi nadie se cree esto, de modo que vamos buscando que otros
nos den las respuestas sobre lo que debemos hacer. Cuando hay confusión en la mente es
mejor no actuar, porque entonces los actos serán causa de una confusión aún mayor. Si estoy
confuso es mejor parar y empezar a darme cuenta de lo que sucede, en qué situación está la

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mente, mirar, observar serenamente qué está pasando. En el momento en que me doy cuenta
de lo que sucede, la acción surgirá espontánea. Ya no me preocuparé, ni dudaré, ni consultaré
con nadie. Una vez que haya visto con claridad, actuaré a partir de esa visión.
Es muy importante comprender esto, porque para actuar bien no es preciso ir a buscar a alguien
que nos indique qué debemos hacer. La conducta espontánea, creativa, realizadora no resulta
de que alguien me diga lo que debo hacer; es la que surge espontánea de mi comprensión, y es
expresión directa de mi propio ser. No es posible encontrar la paz al resolver los problemas
externamente, sino que es justamente al revés: cuando encuentro la paz en mi interior,
entonces los problemas se van resolviendo; no como yo pienso, sino a su manera, en su orden
justo. Seguirá habiendo toda la gama de ciclos de altibajos en el existir, existirá la dualidad
externa, pero le habré quitado el veneno de mi apego. Seguirá habiendo sensorialidad, pero no
habrá esa identificación con lo agradable o desagradable que crea apego, rechazo,
desesperación, manipulación... Todo eso se acaba.
No hay que forzar nada para conseguir algo exteriormente; lo que es preciso es ir hacia dentro,
buscar el origen, buscar [AC-147] los principios que lo mueven todo. La mente condicionada
proyecta un mundo y una vida, y mientras vivamos en tales errores no podremos cambiar nada.
Todo lo que nos sucede son llamadas del Ser, y así es como deberíamos mirarlo. Ir al origen es la
vía.
La tradición platónica tiene un aspecto muy bello. No está tan claro en los textos antiguos, pero
lo he ido clarificando con mi propia vivencia: El camino es contemplar lo verdaderamente real,
lo auténtico. Por ejemplo, no debo fijar mi mirada en lo negativo. De pasada, veré todos los
errores que está creando una mente confusa, pero no he de concentrarme en analizar cualquier
cosa que aparezca distorsionada; eso no es real, solo es una falta de algo. Por ejemplo, el odio
no es más que la misma energía del amor, solo que desordenada; la agresividad es la misma
energía del amor que, por distorsión, se ha dispersado y alienado hasta aparecer irreconocible.
¿Cómo pueden retornar a su origen el odio o la agresividad? Simplemente, contemplando el
amor que anhelo, y entonces esa energía, que se ha manifestado de esa manera errónea, se
integra en el amor mismo. Cuando contemplo el amor no soy más que amor, y de ahí mi
conducta surgirá espontánea desde ese amor que contemplo.
Nada negativo es verdadero, y eso es lo que confiere belleza al camino contemplativo. No hay
nadie culpable de nada internamente, solo hay una visión errónea. Cuando no nos damos
cuenta de ello, actuamos de una manera que crea conflictos. Lo inteligente es empezar desde
ese momento mismo en que aparece el conflicto: tan pronto veo que me he equivocado,
empiezo a mirar cuál es el verdadero sentido de mi vida, ¡y lo voy a encontrar en mí mismo! De
esta manera tan sencilla, partiendo de mis deseos puedo rastrear el origen de los mismos.
Si anhelo fuertemente los valores primordiales, me pongo [AC-148] a contemplarlos. Si todavía
no tienen mucha fuerza, quizá sea porque hay capas en medio que los hacen irreconocibles.
Entonces tengo que mirar bien, tengo que reconocerlos donde quiera que estén. Por ejemplo, si
tengo un deseo fuerte de viajar, puede que sea un deseo de libertad. Cuando lo vea debo
preguntarme: ¿qué libertad busco? La contemplaré una y otra vez y me daré cuenta de que esa
libertad está en mí y que la estoy proyectando en formas. Entonces veré que no quiero ser libre,
sino que soy libertad.

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Profundizar en nuestra conciencia transforma lo externo; pero hemos de hacerlo sin especular
mentalmente, porque si especulamos no funciona. Los adolescentes tienen que ver por ellos
mismos, no seguir lo que dicen los padres o educadores. La mayoría de las veces buscan la
libertad fuera, y ni siquiera saben lo que es. Para alcanzarla deben ir directamente a esa libertad
que anhelan. Todos nosotros somos como adolescentes que nos hemos quedado dormidos y
nos sentimos frustrados en nuestro sueño. El error de no comprender lo que es la libertad nos
mantiene en un círculo vicioso: ignoro la llamada del ser y me resigno; es algo que la sociedad
nos ha enseñado. Mi vida es una vida apagada, muerta, sin sentido. ¿Por qué? Porque no he
vivido interiormente esos valores primordiales, así que no he podido expresarlos y tampoco
puedo vivirlos afuera. Por eso me siento triste y aburrido y mi vida es inauténtica.
No es buscando experiencias como nos realizamos, sino comprendiendo cualquier cosa que se
nos presente. Si vivo desde mi propio ser y vivo su llamada, soy consciente de las situaciones
cuando ellas se presentan y las experimento sin involucrarme emocionalmente en ellas. Eso no
significa que sea apático, sino que mantengo una serena alegría que viene del Ser. Como no
dependo de las situaciones, no hay altibajos; lo que sucede es que soy consciente de lo que está
pasando [AC-149] por la pantalla de mi conciencia. Esto que aparece en la pantalla no lo miro
desde el pensamiento, sino que me mantengo en una posición contemplativa, que es el lugar
verdadero. Debo encontrar ese lugar silencioso, de mente aquietada, porque ese lugar está ahí
y es la puerta que conduce a mi verdadero ser. Al contemplar, voy siendo lo que
verdaderamente soy.

CONTEMPLANDO LOS VALORES


Cuando no vemos los valores primordiales del amor, la bondad y la belleza debemos confiar en
llegar a tener la intuición, aunque sea pequeña, de que existen, de que son la llamada del Ser y
de que la contemplación es el camino. Si no existe esa intuición, ¿cómo vamos a confiar en algo
que no hemos visto? La verdadera confianza se sustenta en la intuición que alguna vez hayamos
tenido acerca de esa verdad. Partiendo de esa confianza se irán abriendo las posibilidades de
contemplar esos valores. Aunque esa intuición sea muy pequeña, ahí está la puerta. Si me
quedo entonces en silencio para permitir que eso aflore, descubro un vacío en mi mente. En esa
actitud contemplativa aparece una vida nueva.
Todo es cambiante en el tiempo. Si buscamos una seguridad en lo externo, estamos perdidos;
ahí no hay ni equilibrio ni paz, solo hay frustración. Tenemos que darnos cuenta de ello y ver
que las cosas son proyecciones de la realidad interna que puedo contemplar directamente, tal
como han hecho los sabios de todas las tradiciones. Si miramos a los sabios y leemos lo que
escriben a partir de esa sabiduría interior, veremos que viven desde esos valores que todos
anhelamos: la paz, la alegría, la bondad, la belleza, el amor.
Contemplar es muy fácil cuando se intuyen y anhelan los [AC-150] valores; y al intuirlos, se
aman. Se percibe ese anhelo directamente por amor a la belleza, a la bondad, a la justicia,
porque estoy mirando aquello que amo. Juan de la Cruz dijo: “Contemplar es estar amando al
amado”. Es dejar lo externo para mantenerse en atención al interior; y luego ya nada más

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queda, simplemente estar amando al amado. ¿Y quién es “el amado” ? Es el Ser y los valores
que dimanan directamente de Él: el amor, la paz, la belleza; es lo divino y sus expresiones.
Cuando los místicos nos hablan de la atención al interior y del recogimiento, no sabemos lo que
quieren indicar, porque estamos tan volcados hacia fuera que nos parece que lo interno son los
pensamientos. Es un error terrible estar inmerso en un mundo condicionado, ese mundo no es
lo originario. Lo originario viene de antes y está más allá del pensar y el sentir. El amor a esos
valores nos llevará directamente allí. No es algo técnico ni analizable. Por amor a la belleza y a la
verdad estoy contemplando esa belleza y esa verdad.
Podría dudar sobre si amo la verdad lo suficiente; pero sí, es seguro que la amo, aunque no me
dé cuenta y la busque en mi vida allí donde no está. ¿Cómo no amar a mi propio ser?, ¿cómo no
voy a amar lo Real, lo divino? No me doy cuenta, pero lo estoy buscando constantemente en los
reflejos, en lo externo.
Estas investigaciones que realizamos son totalizadoras. Son para ir viendo la verdad en cada
instante. No son para procesar datos y saber mucho, sino para que en cada instante se revele la
verdad y para situarnos en ella.
Contemplar es ser. Aprender a contemplar es aprender a ser. Estamos aprendiendo a ser.

CAPÍTULO X

Despertar de los sueños

¿QUÉ ES MI VIDA?
[AC-151] ¿Es posible estar despertando de instante en instante en la vida diaria? Veamos cómo
vive aquel que lo está haciendo. En cada instante, en cada momento, sea lo que sea que me
esté sucediendo, vigilo lo que pasa en la mente y suelto el pensamiento, no lo tomo en cuenta.
Observo la energía reactiva mecánica, dándome cuenta de la situación, de los estímulos que
vienen de fuera, de los impulsos que tengo preparados mecánicamente para reaccionar. De este
modo estoy en otro lugar: estoy despierto. Así de simple es aprender a despertar. No es algo
misterioso. La iluminación es de lo más sencillo, aunque no acertamos con el punto de equilibrio
mental en el que sucede.
Cuando vivimos sin luz, soñando, y caemos en la mecanicidad todo resulta complicado, porque
cualquier cosa puede desencadenar una situación llena de problemas, ofensas... Es lo mismo
que cuando estoy soñando: se suceden una serie de imágenes. ¿Quién sabe lo que puede
pasar? Ahí soy la víctima: estoy proyectando, y estoy a expensas de esas imágenes que se

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proyectan. Cuando nos levantamos de la cama decimos: [AC-152] “He estado soñando, pero ya
estoy en la realidad”. Pero, ¿estamos verdaderamente en la realidad? Esto requiere una
investigación y observar; porque a lo mejor estoy haciendo lo mismo que en el sueño, aunque
con otra base: la base que nos proporcionan nuestros sentidos vigílicos.
Nuestro organismo físico, como instrumento orgánico, es perfecto, es muy válido, aunque es
limitado; es un instrumento de la inteligencia, pero con limitaciones. Los sentidos nos ofrecen
una percepción de la realidad, pero convivimos con otros seres, por ejemplo, los animales, que
tienen otros sentidos diferentes y otras percepciones. Nuestros sentidos limitados nos
proporcionan una percepción limitada de lo infinito, de lo Real, condicionada al instrumento
mediante el cual son percibidos. La percepción en sí es inocente: percibimos colores, sonidos,
dolor o armonía. Pero, ¿y la interpretación que hacemos de nuestra percepción y con la cual
formamos nuestro mundo, nuestra realidad, nuestra vida? No son más que imágenes mentales.
Llamamos “estado de vigilia” a este despertar precario, aunque a lo que realmente nos está
despertando es a los sentidos biológicos corporales, que son algo muy limitado, así que
solamente nos despierta a ese nivel.
Despertar a lo Real requiere de una mente despierta; y sin embargo, la tenemos dormida, de la
misma manera que mientras estábamos en la cama proyectando imágenes estábamos creando
una vida ilusoria. ¿Con qué proyectamos imágenes? Ocurre igual que durante la noche: las
proyectamos mediante recuerdos de la memoria, con experiencias que no hemos comprendido,
con miedos que tenemos de que nos suceda algo, con deseos de lograr felicidad... Con todo esto
fabricamos nuestra existencia, pero eso no es la vida real. La vida no tiene esos límites, no es
una novela, no se crea a partir de deseos y miedos. Es algo espontáneo, una creación constante
de la inteligencia; [AC-153] es el gozo de la plenitud de ser. No sabemos cómo es la vida,
enfrascados como estamos en vivir los sueños.
Las energías físicas constituyen un instrumento inocente que funciona de manera orgánica, pero
que tiene sus limitaciones. Si lo conociéramos, si no dependiéramos de él, si no le exigiéramos
más de lo que puede dar, sería un buen compañero de trabajo en esta experiencia existencial
que compartimos. Por desgracia, este buen compañero que se nos ha dado, y mediante el cual
percibimos la belleza de la naturaleza, está totalmente dominado por el pensamiento. Se le
exige más de lo que puede dar, le creamos adicciones con sustancias químicas..., en definitiva,
no estamos dejando que el cuerpo físico funcione de manera natural. Esto sucede porque la
mente sueña y tiene delirios de grandeza de querer conseguir en lo limitado una felicidad que
intuye pero que no se encuentra en la limitación. Así, forzamos y enfermamos al cuerpo. No hay
otro arreglo para la vida desordenada y sin sentido que vivimos, que despertar. Soñando no
podemos ajustar nuestra vida a los valores, ya que proyectamos otros intereses egocéntricos.
Nada tiene arreglo desde fuera. Tratar de arreglar los problemas afuera solo crea conflictos,
enfermedades y malestar.
Siento que hay una gran oportunidad de despertar, como si el desengaño colectivo fuera
inminente. No sé hasta qué punto es exacta esta percepción, pero me parece que hay muchas
personas a punto de desengañarse o desengañadas ya del sueño. Siento que muchos os habéis
cansado ya de soñar; y si no os habéis cansado todavía, basta con que dejéis pasar un tiempo
hasta que se produzca el desengaño. La vida se encarga de ello. Todo es muy inteligente. Y una

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vez desengañados, ¿a qué esperáis para despertar? Debéis poneros manos a la obra, u os vais a
pasar la vida quejándoos. Solo hay una salida verdadera: la salida a la libertad sin retorno que
reside en comprender, en daros cuenta de lo que está sucediendo; y eso significa [AC-154] ver
el pensamiento, saber de lo que está hecho, cómo funciona, su mecanicidad, cómo se proyecta,
cómo os hipnotiza. Ver y ver, eso es lo que despierta. Todo lo demás puede ser más o menos
agradable, pero pertenece al sueño.
Todas las cosas del sueño están en la temporalidad. El tiempo es pensamiento, y al pensar, lo
estamos creando continuamente. Todo lo que está en la temporalidad está moviéndose
constantemente, nada permanece inmóvil. ¿Qué hago gastando mis energías en hacer cosas en
la temporalidad? El tiempo es solo un aparecer y desaparecer. ¿Qué hago atrapado en el
tiempo? Cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, no tiene sentido continuar en ello,
aunque me he alejado tanto de la inteligencia que mi actuar prosigue de manera compulsiva.
El ser humano ¿de verdad puede elegir?, ¿tiene libertad? Si respondemos desde el sueño,
diremos, por supuesto, que sí. Lo que sucede, en verdad, es que estamos soñando que tenemos
libertad, pero mirémoslo bien y veremos que no es así. Tenemos una conducta reactiva, vivimos
esclavos de los miedos y ambiciones, nunca estamos contentos con lo que tenemos...
Constantemente estamos siendo empujados a actuar de una manera determinada, no podemos
actuar hacia fuera con libertad. Pero, ¿podré por lo menos estar internamente como quiero?
No. Dependeré de los acontecimientos externos y de las emociones que han ido creando mis
errores. La mecanicidad no es libertad. Mientras duermo no puedo ser libre.
A pesar de que cuando estamos en esa zona superficial de la conciencia no actuamos con
libertad, sino de una manera compulsiva, hay una salida a todo esto. Es posible una salida. De
hecho, lo que de verdad somos, no lo que soñamos, es libertad. Y ahí está la salida: en lo
profundo de nuestra misma conciencia. Cuando esa voluntad compulsiva se disuelve por
comprensión y empieza a actuar esa otra voluntad creadora y [AC-155] creativa de la
inteligencia divina que somos, llámese la voluntad de Dios o la voluntad divina, entonces no solo
somos libres, sino creadores y creativos. Al ser nosotros mismos la Inteligencia que se expresa
en este universo, estamos creando todo el universo. Cuando me identifico con la Inteligencia, la
acción es espontánea y libre a la vez. No puedo dejar de hacer lo que hago y, a la vez, soy
absolutamente libre haciéndolo. Desde la Inteligencia que soy, en cada instante hay una cosa
adecuada y perfecta. Esa es la creación y la creatividad del momento. Cuando la Inteligencia
traspasa la mente, comienza un estado espontáneo de pura libertad.
El camino del despertar provoca el contacto con la inspiración constante, y todos los actos de mi
vida, sean los que fueren, están así conectados con esa inspiración. Entonces mi vida será
inspirada, actuaré en libertad creativa. La única libertad es la divina, la libertad de la Inteligencia
en acción: La Creación. El universo se está creando momento a momento, se crea a partir de la
Inteligencia que Es. Si nos ponemos en línea con ella, entonces nuestro vivir es una creación de
la Inteligencia constante, y así vivimos por inspiración y estamos haciendo todo el tiempo una
obra de arte en todos los aspectos de nuestra vida, siempre. Esta es la vida de una persona
despierta, esto es despertar. Independiente de lo que suceda, el despierto está siempre en esa
actitud contemplativa y recibiendo esa inspiración, y lo demás aparece espontáneamente.
Como dicen los Evangelios: “Lo demás se os dará por añadidura”. Si estoy volcado hacia lo

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externo, calculando, tratando de colocar las cosas bien, me estoy perdiendo la inspiración, eso
es obvio. Mientras sueño puedo hacer todo tipo de teorías absurdas con el pensamiento, pero
la causa de los infortunios que tengo en la vida es la propia sugestión de creerme los
pensamientos y, por tanto, de creerme el sueño. Así, me creo lo que no Es.
[AC-156] Tengo que despertar, mirar la verdad directamente. Lo que realmente soy está más
allá de los sueños. Lo Real no lo encuentro en lo proyectado, tengo que descubrir la Inteligencia
que soy. ¿Que estoy condicionado por mis hábitos? Por supuesto, son años y a lo mejor, siglos
de repetir las mismas cosas. Pero los hábitos los he hecho yo mismo, yo mismo estoy
concediendo realidad a lo que no la tiene, así que soy yo mismo quien debe quitar la realidad a
lo que no es real y empezar a mirar de una manera nueva desde la verdad que voy
descubriendo. Entonces es cuando veré que la vida es otra. La vida no es algo objetivo, la vida
no es nada, sino la Inteligencia que se expresa en la temporalidad, en ese movimiento
constante.
Lo Real es esa conciencia, esa luz. Debo mirar la luz para despertar. Solo despierta en mí lo que
ya está despierto desde toda la eternidad. En nuestra tradición se ha dicho: “Solo sube al cielo el
que bajó del cielo”. Solo Lo-que-Es llega a ser. Tengo que mirarlo despacio una y otra vez.
¿Puede haber algún ser humano al que no le interese saber Lo-que-Es en realidad? Si no me
interesa, es que estaré fabricando realidades ficticias. Tengo que descubrir lo que es la realidad,
saber a qué atenerme en la vida, descubrir incluso quién soy yo, qué es esto a lo que llamo “mi
vida”. ¿Qué voy a hacer?, ¿dejarlo a los especialistas? Para ellos no es más que un trabajo;
incluso los llamados filósofos, si es que queda alguno hoy día, solo repiten lo que han dicho los
demás. Pero no surgió así la filosofía en Grecia. Filosofía es amor a la sabiduría, a la verdad; es
una vocación para todos el despertar a la verdad, es decir, para todo aquel que se ha
desengañado suficientemente del sueño. Si no me he desengañado suficiente ¿qué pasará?
Nada, seguiré viviendo las experiencias soñadas e interpretadas y me iré desengañando, pero
¿quién sabe cuándo?
Me puedo tomar todo el tiempo que quiera. El tiempo es soñado, está en la mente, de modo
que puedo hacer uso de él [AC-157] en el sueño tranquilamente. ¿Que me sorprende la
muerte? Nada; si tengo vocación de soñador, seguiré soñando sueños agradables o
desagradables. Al dejar el cuerpo, la situación de la mente no cambia. Pero si mi vocación es la
de despertar, debo hacerlo aquí, ahora, cuanto antes, ya que cualquier situación que me
suceda, le dé importancia o no (por ejemplo, el morir, al que se le suele dar mucha importancia
por el apego al cuerpo), cuando me sorprende esa situación, ese reto, sea cual fuere, si estoy
despierto es algo más que constato, que atestiguo desde la Inteligencia, desde la conciencia que
soy, y entonces hay suficiente libertad para aceptar libremente esa voluntad de la Vida con
naturalidad.

AL DESPERTAR
Al despertar puedo ver la aparición y desaparición del cuerpo; ésa es una manera de vivir en
libertad: no depender de lo externo, es decir, no depender de la identificación con un cuerpo.
Con cuerpo o sin él, sigo siendo lo que soy; esto debo descubrirlo por mí mismo. Lo importante

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es que recordemos siempre, ahora, en este instante, que todos los instantes son iguales.
Debemos plantearnos la siguiente pregunta: Si en este instante estamos despiertos, ¿por qué en
otro instante estamos dormidos? ¿A qué se debe que en un instante dado vea la verdad y
mantenga el equilibrio? En ese instante estamos en un lugar verdadero, pues la verdad no se
puede ver más que desde la verdad; si no, no la veríamos. En ese instante estamos abriéndonos
a la mente iluminada, estamos en ese lugar desde donde se recibe la luz. Desde ahí empieza el
despertar del ser humano.
Desde la visión de la verdad hay un despertar. Mantengámonos ahí, que esa verdad que hemos
descubierto ilumine [AC-158] nuestra vida constantemente. ¿Qué podemos hacer para que
ilumine permanentemente nuestra vida? Solamente mantenernos ahí, en ese lugar desde
donde hemos visto la verdad. Si la veo y luego me despisto debido a que vuelvo al pensamiento,
observo simplemente ese vaivén. En esa observación se va poniendo en equilibrio mi mente;
todo depende del grado de lucidez, del grado de atención.
Mi mente, como todas las mentes, está hecha de inteligencia. Solo falta darme cuenta y veré
cómo se va poniendo en equilibrio ella sola. ¿Intuyo una verdad? La contemplaré y veré cómo
se produce el equilibrio de la mente. Este es el estado contemplativo. Sabemos que está ahí,
mantengámonos en ese estado. ¿Que nos distraemos? No importa, volvemos al estado que
hemos descubierto; eso es todo, no hay nada más, eso irá haciendo un camino. Llegará un
momento en que lo raro será caer en el sueño y lo normal mantenernos ahí, donde llega la luz.
¿Cuándo llegará el momento? No se sabe. Depende del amor que tengamos a la verdad, del
interés con que lo mantengamos... Con actitud amorosa y decidida, regresemos a la
contemplación una y otra vez, y contemplemos todo desde ahí. Descubrir la verdad no es como
comprar algo, no es un instrumento para algo; descubrirla coincide con vivirla, despertar es vivir
desde la verdad. Se requiere, primeramente, vocación por lo auténtico; después esa
autenticidad momentánea se amplía a ser auténticos siempre, a vivir establemente desde la
verdad. Esa disciplina nos mantendrá una y otra vez vigilantes: Ver siempre lo que pasa, darnos
cuenta, sin caer en ese dicho castellano: “dormirse en los laureles”. Si vivo desde un estado de
plenitud, si veo que hay más armonía en mi vida, tengo que estar vigilante, dándome cuenta
siempre y en toda situación de lo que sucede, con sus limitaciones.
Poco a poco voy descubriendo que no soy yo quien mantengo ese estado de lucidez, sino que se
mantiene solo, que [AC-159] lo mantiene la luz. Yo solo estoy disponible, atento a la luz, y ella
sola se encarga de iluminar. Me mantendré despierto a la luz que soy en profundidad; y cuanto
más esté en ello y más lo sea, habrá más plenitud, paz, alegría, espontaneidad, amor sin
motivo..., todo eso que añoramos, todo eso de lo que nos gusta hablar, pero que no es
verdadero hasta que despertamos. No es posible vivirlo antes, desde el lugar donde vivimos
generalmente, porque está lleno de errores.
El amor es espontáneo e inevitable a partir de una mirada despierta, porque es una mirada en
totalidad que no hace separaciones, enemigos, venganzas, odios; nada de eso tiene ya sentido
al despertar. No luchemos contra las emociones, deshagámoslas en la plenitud del amor
estando despiertos; de otra manera estamos gastando nuestras energías estérilmente en un
sueño emocional. Salgamos de las emociones manteniéndonos despiertos. Entonces, el amor,

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que no es una emoción más sino una atracción a la unidad, estará ahí en un estado profundo de
paz y belleza que lo abraza todo.
Si observo que en mi vida caigo de una emoción en otra, no debo luchar desde ese lugar sino
abandonarlo y despertar. Mantendré mi mente en equilibrio desde la verdad y veré cómo las
emociones se disuelven en ese estado de serenidad, paz, claridad, potencia y evidencia que es
característico de la sabiduría. Debo abrirme a los espacios de la Inteligencia. Nada hay que
merezca más la pena que volver a la lucidez para despertar.

NECESITAMOS EL SILENCIO
Nos identificamos con la zona superficial del pensamiento. Es necesario que hagamos un
silencio de lo pensado, de lo sentido, ya que es de la máxima importancia que cada cual [AC-
160] descubra por sí la trascendencia del despertar; no solo que lo vea de pasada o lo intuya,
sino que viva con ello. Es imprescindible hacer esta aventura de adentrarnos en la conciencia.
Cuando hablamos de silencio nos referimos al silencio de lo sensorial, de las emociones y del
pensamiento. ¿Solo en ese silencio es posible despertar a lo Real? Sí, solamente. Después de
que hayamos despertado y hayamos aprendido a vivir en silencio, podremos vivir lo Real
despiertos, lúcidos, incluso con pensamientos y emociones. Esas modificaciones mentales no
interrumpen ya lo Real que somos una vez lo hemos descubierto y nos hemos afianzado en ello.
Pero cuando todavía proyectamos como real lo externo, lo sensorial, lo pensado es preciso que
hagamos silencio y que nos adentremos voluntariamente a investigar en nuestra conciencia
para tomar contacto con lo que es nuestra verdadera naturaleza, con aquello que está ahí
esperándonos: Lo-que-Es, lo verdadero.
Es necesario el silencio porque, aunque intuyamos la verdad, luego en la vida no vivimos con
ella. El alcance que tiene adentrarse en la conciencia es enorme. Al hacerlo, dejamos de dar
realidad a lo que no es real y vivimos aquello que es real directamente en nosotros mismos.
Intuirlo es lo primero; si no, nada hago. Tengo que intuirlo, verlo, tener una evidencia; pero
además, debo encontrarlo dentro de mí mismo, vivir con ello, descubrir qué es lo Real a fin de
poder actuar con discernimiento y darme cuenta de lo que no son más que simples sueños.
Tengo que notar en el interior de mi conciencia esa diferencia de cuándo estoy soñando o estoy
despierto. Debo conocer lo que es soñar y lo que es ser. Si me distraigo y caigo una y otra vez en
la ilusión de que lo Real son las apariencias soñadas, es porque todavía no tengo el
discernimiento para distinguirlo bien; me falta realizar la capacidad de la inteligencia que soy de
distinguir claramente lo Real de lo soñado. [AC-161] Tengo que encontrarla y realizarla en mí
mismo; nadie me la puede dar. Hay una gran cantidad de fantasías sobre los sueños. Muchos
son símbolo de situaciones reales vividas dentro que se han expresado así para que fueran
entendidas, pero a su vez, han dado pie a mucha confusión. Más que interpretar nuestros
sueños, que de poco sirve, hagamos silencio, un silencio donde todos los sueños se deshagan.
El camino hacia la verdad, lo divino, lo sagrado es algo que el ser humano hace en sí mismo,
dentro de sí. Es adentrarse en la conciencia, dejando la zona superficial donde todo es sueño e
ilusiones. La verdad la descubro en el silencio profundo de mi conciencia; entonces, y no antes,
me libero de lo falso, ya sea terrenal o espiritual. Se acaban ahí toda clase de hipnosis colectivas

83
o privadas; cesa también la sustitución de unos sueños (los materiales) por otros (los
espirituales). Los sueños,: sueños son, como decía Calderón de la Barca, sea cual sea su índole.
Cuando doy forma a Aquello que no tiene forma, y lo adoro o me apego a ello, me mantengo en
un nivel infantil de la mente llamado idolatría o dependencia, y no se deshace el sueño de la
mente. Al adorar lo externo, el sueño prosigue, aunque se cambien los ídolos materiales por los
espirituales; el sueño solo se extingue adentrándonos en la conciencia.
Aquí y ahora, en este instante presente, hacemos este experimento desprovisto de toda
parafernalia de técnicas, fórmulas, imágenes, sin nada: Si lo Real Es, está aquí y ahora. Lo Real
es pura conciencia, es Inteligencia, y lo que llamo “yo mismo” es expresión de esa inteligencia.
Si soy expresión de ella, puedo retrotraerme al origen, puedo descubrirlo aquí y ahora.
No soy ningún personaje desligado de la conciencia divina, de la inteligencia, no; lo único que
me separa de la realidad, que es lo que soy y lo único que Es, es que mi mente se entretiene
[AC-162] imaginando, soñando. La realidad única que siento, que intuyo en mi interior, la
proyecto a las formas externas. Eso es lo que estoy haciendo siempre; y como he adquirido ese
hábito, me encuentro en esa situación de estar volcado hacia las formas que son solamente
reflejo de lo Real.
He de dar la vuelta, hacer un giro. Mi mente está enviciada por unos hábitos, los míos y los de la
humanidad, que me han sido enseñados, que han sido mi modelo y me mantenían dormido. De
ahí, esa importancia de girar la mente. En principio nos parece difícil y sorprendente, pero
debemos mirar bien todo aquello que hemos ido creando. Es normal que nos parezca
complicado escuchar: “Deja de mirar las formas. Mira hacia dentro, da una vuelta, gira. Tú
proyectas esas formas con tu luz; gira y mira directamente a la luz”. Es habitual que nos
sorprenda, que nos parezca difícil, que creamos que no estamos logrando nada. Todo eso es
natural, pero debemos traspasarlo.
No nos dejemos llevar por los pensamientos, los cuales nos mantienen en el mismo lugar en el
que estábamos. Debemos desoír esas voces del pensar habitual y mantenemos a la escucha de
la verdad. Entonces cada uno de nosotros contemplará, aunque lo hará a su manera peculiar,
según el espacio que haga en su mente y según su silencio interno. De ahí la importancia de
crear ese espacio silencioso. ¿Cuántas veces lo intentaremos? Infinitas, todas las que sean
necesarias, una y otra vez. El camino se atraviesa en soledad, en silencio. Vivir con la luz es lo
único que cuenta.

84
CAPÍTULO XI

Contemplar lo real es vía directa a la realización

UNA INVESTIGACIÓN REALIZADORA


[AC-163] Una investigación que sea realizadora no se hace con una zona de la conciencia (la
mente pensante) que se limita a acumular datos para relacionarlos; se verifica con la totalidad
de la conciencia, sin división entre el que piensa, los datos y la comparación con el recuerdo del
pasado.
La investigación realizadora lleva a la unidad. Por eso una acción como esta no se limita a
escuchar y comprender unas palabras escuchadas, ni siquiera a entender y relacionar conceptos
a los que las palabras se refieren. Si lo hiciéramos así, no traspasaríamos la superficie de la
conciencia en la que habitualmente nos movemos. Y no se puede hablar de realización directa
en ese angosto lugar.
Propongámonos una investigación total. En ella no habrá separación entre el que expresa una
verdad y quien la recibe en ese mismo momento. Porque lo único que existe en realidad en una
investigación así es la verdad; no hay lugar para otra cosa. Es una investigación tan amplia que
todo [AC-164] queda incluido en ella. A ese tipo de investigación es a lo que llamamos un estado
contemplativo. Es un estado nuevo en el que se contempla la verdad, y esa contemplación de la
verdad irá abriendo un camino de lucidez en nuestra conciencia.
La lucidez es lo esencial al investigar. Lo importante, lo verdaderamente realizador es el camino
que hace la luz al encontrar la verdad, y no objetivar ideas, frases o consignas para recordarlas y
ampliarlas. Esto será adecuado en el ámbito de lo técnico, pero no al tratar con mi propia
conciencia. No hablaremos, por tanto, de cómo debe realizarse este camino ni daremos normas
o técnicas para actuar en cada situación. Ese no es el camino de la realización directa.
¿Cómo nos realizamos entonces? Nos realizamos en el instante mismo en que tomamos
conciencia de Lo-que-Es; ahí empieza el proceso de realizarse. Esa irrupción es instantánea, en
el sentido de que la realización es aquí y ahora, sin acumular datos para más adelante. No hay
un después, cuando la visión de lo verdadero ha horadado la cinta del tiempo.
La capacidad de contemplación de la verdad nos realiza desde el interior. Y eso quiere decir que
no podremos adquirir la realización como una donación o adquisición. Nada ni nadie puede
darnos un contacto con lo Real. No se produce por vía exterior. Lo externo es interpretación de
lo percibido por los sentidos, y ninguna interpretación es capaz de tocar lo Real. Descubriremos
la realidad que somos al profundizar en nuestra Conciencia.
Abrir un camino hacia la verdad es abrirlo hacia nosotros mismos. Lo que experimentamos fuera
es solo una circunstancia para que esta toma de conciencia profunda se produzca en nuestro
interior. Y si no se produce en nuestro interior, de nada sirve intentarlo con técnicas o métodos
repetidos en el tiempo. Si no se ha producido el contacto real desde mi conciencia, [AC-165]
todos los intentos, austeridades, iniciaciones, sensibilizaciones quedarán como algo añadido. Y

85
por haber añadido tantas cosas con el propósito de llegar a ser algo más, no nos hemos dado
cuenta del hecho simple y básico de que ya estamos realizados.
No acumulemos más cosas para tapar Lo-que-Es. Más bien, hemos de quitarnos lo que ya nos
hemos echado encima si queremos descubrir lo que somos en verdad. No añadamos teorías
sobre la realización humana, con sus sistemas y métodos característicos. No coloquemos más
capas que ocultan la identidad que siempre fuimos. Lo que hemos de hacer es mantenernos
despiertos, vigilantes, con gran seriedad en esta vocación, para que aquella verdad, por tanto
tiempo oculta, se nos revele.

INMERSOS EN LA REALIDAD
¿Debemos desechar todos los caminos, todos los métodos útiles para aprender que ha ido
encontrando el ser humano? No. Comprendamos el sentido, aun cuando parezca paradójico, de
la verdad que armoniza los opuestos.
Todas las experiencias son realizadoras. Todo lo vivido aparece para ser comprendido y se da en
un movimiento de aprender. La vida entera es un conjunto de maneras diversas de contactar
con lo Real, armonizadas siempre en la inteligencia. Debido a que todo está hecho de realidad,
todo se realiza; ahora bien, lo falso es lo imaginado o inventado sobre lo Real, que es una
sobreimposición de la propia materia consciente. Por ejemplo, una sirena o un dragón no son
reales, no tienen realidad sensorial, pero tienen una realidad imaginada constituida por la
misma conciencia que constata las realidades sensoriales. Así, nuestro vivir se forma en una
interrelación [AC-166] de realidades sensoriales y de evocaciones mentales, ya sean estas
razonadas, interpretadas o imaginadas.
¿Todo ello nos realiza? Sí, aunque no es la realización directa.
Empezábamos esta investigación hablando de una realización instantánea, o más bien
atemporal, la cual llamamos directa. Ahora estamos viendo que nos encontramos siempre
inmersos en la realidad, que en lo Real nos movemos y vivimos. No podría ser de otra manera,
pues nada puede haber fuera de lo Real. Lo que no es real es una imaginación que está
sustentada en la realidad. Con base en lo Real fantaseamos, con base en lo Real nos
equivocamos. ¿Cuál es esta base de realidad? Esto es lo que hemos de preguntarnos, porque si
nos vamos a realizar como seres humanos habremos de hacerlo en contacto con la realidad.
Desde el principio se está insinuando lo que la Realidad es. Vemos que cualquier cosa que
aparezca se presenta en mi conciencia y entonces soy consciente de ella, de lo contrario nada
aparecerá ante mí. Aparecerá como objeto de los sentidos, como emoción, como idea pensada,
es decir, se presentará en distintos niveles existenciales, pero siempre tendrá su razón de existir
para mí, una razón que radica en el hecho ser consciente de su existencia. De este modo, soy
consciente de una idea verdadera que se adecúa a lo experimentado o a lo constatado desde el
concienciar mismo. Es así que en este mundo relacional, cualquiera que sea el nivel en que nos
hallemos y su grado de relatividad, siempre permanecerá el ser consciente, la lucidez como la
realidad de la que están hechos todos los objetos concienciados.
Ésta es la base de la realidad: la conciencia.

86
Puedo no darme cuenta de algo, pero la conciencia permanece siempre en la vigilia y en el
soñar, y permanece igualmente en el sueño profundo sin sueños donde la conciencia [AC-167]
no diferenciada crea una continuidad que se constata al despertar. La dualidad del consciente y
del inconsciente tiene como base una conciencia unitaria que, siendo anterior y estando más
allá de la dualidad, es su sostén. Por eso, la realización directa es una toma de conciencia, es un
darme cuenta. Y para eso se han hecho tantas filosofías y religiones: para que el ser humano
despierte del sueño de la conciencia y se dé cuenta de su proyección objetiva.
¿Por qué resulta tan difícil esta toma de conciencia si lo Real no está hecho de otra cosa sino de
la conciencia misma? Si todo está creado por la luz a distintas frecuencias o vibraciones, ¿cómo
es que se manifiesta oculta la realidad mientras pienso durmiendo o mientras pienso en vigilia?
La creación de la conciencia ha pasado por muchos estados. Ha llegado a crear entidades e
hipnotizarse con ellas en el tiempo, como si fuera por siempre. Pero toda esa creación es
impermanente. Y si lo observamos, no podremos dejar de descubrir que todo está cambiando y
transformándose, apareciendo y desapareciendo en el seno de lo único real.
Quiero realizar mi vida de una cierta manera, pero nada de lo creado por la mente se mantiene
y llegará un momento en que faltará hasta el cuerpo físico con el cual me identifico como
imprescindible para vivir. Si nada permanece, es que todo eso, aunque esté hecho de realidad,
no es real en sí mismo.

RELATIVIDAD DE LA REALIDAD OBJETIVADA


Las cosas están pensadas en el tiempo y en el espacio. Filósofos y científicos han descubierto
que todo está constituido en el espacio y el tiempo. De hecho, la realidad aparente es tan
relativa debido precisamente a que consiste en formas espaciales [AC-168] y temporales de la
mente que se relacionan causalmente, relación que es la base de todo conocer, comparar y
constatar.
El universo conocido está compuesto por formas y nombres, como señaló la tradición filosófica
vedanta advaita. Estas estructuras mentales son espacio-temporales y crean la realidad
conocida, percibida e interpretada. En la búsqueda de los últimos vestigios de lo Real se ha
llegado incluso a la comprensión de simples fórmulas matemáticas que ordenan
inteligentemente las realidades relativas y que describen relaciones entre situaciones. Así, el
observador y lo observado están en una interrelación tal de pregunta y respuesta que se crea un
objeto conocido en la misma conciencia. Eso es todo.
La física, al investigar los fenómenos subatómicos, sabe ya que es fantasmagórica esa realidad
externa sólida y permanente que concebimos antes de investigar. Es una creación que se hace y
se deshace en la mente cósmica como en la mente individual. Pero tanto la mente que nos
parece personal como la cósmica impersonal están ambas hechas de inteligencia, de luz, y esa
luz puede ser consciente de sí misma y darse cuenta del movimiento mental que se presenta
ante ella. Nosotros, en concreto, podemos darnos cuenta del proceso de nuestro pensamiento,
podemos ver cómo aparecen y desaparecen los símbolos o fonemas que se interpenetran.

87
Es posible ver cómo se crean los mundos de realidades relativas mediante el pensamiento. Es lo
que la humanidad ha intentado durante siglos. Pero estamos sumidos en este sueño hipnótico
de los nombres y formas hasta el extremo de que, a pesar de las contradicciones que
encontramos en el vivir, a la oposición de creencias que no coinciden con lo que Es y al
sufrimiento que ellas conllevan, no nos desengañamos. Seguimos considerando que la realidad
es como se nos aparece en base a nuestras interpretaciones y prejuicios.

LAS EXPERIENCIAS
[AC-169] La solución a nuestra insatisfacción constante se imagina en el logro de un nuevo
empleo, otra pareja, o en vivir en diferente país. Y más concreto aún: si aquella persona me
valorara, si me quisieran más en mi familia, si me obedecieran, si me comprendieran...,
entonces me realizaría, hallaría mi plenitud. Pero, ¿qué sucede? ¿Acaso alguna situación es
realizadora?
La vida, movida por la inteligencia, nos va presentando las experiencias que necesitamos:
sensaciones físicas, relaciones afectivas, responsabilidades, amistades, potencia para actuar o
poder para movilizar a otros... Y surge en la vida de cada persona una situación concreta que es
síntesis de la demanda en ese momento. Sin embargo, hay momentos de soledad en los que
seguimos sintiendo que no estamos viviendo la plenitud que anhelamos en lo profundo. Sigue
habiendo en nosotros una llamada hacia algo más allá de lo que vivimos.
Comienza a surgir la sabiduría cuando ya no se proyecta esa demanda en las experiencias
externas físicas, psicológicas o espirituales, cuando no se busca más esa realidad añorada en
objetos de conciencia imaginados, pensados. Sin referir ese anhelo de realidad a las formas y
significados que pasan por la conciencia, se puede dar un giro a esa necesidad interna y
quedarse en contemplación de lo que está sucediendo y de lo que es origen de aquellos
acontecimientos. A esto se puede llamar la vía directa de realización. ¿Y las indirectas? Serán
vías indirectas todas aquellas en las que no se dé esta capacidad de discernir entre Lo-que-Es y
lo que aparece. Cualquier existencia humana conlleva una cierta realización, casi siempre
inconsciente. Es un engañarse y un desengañarse, volver a engañarse e intentar en otro objeto
la realización y volver a desengañarse. Nadie puede decir que no conoce esta vía.

REALIZARSE AL CONTEMPLAR
[AC-170] La vía contemplativa conduce a la realización directa. En ella no hay nada que cambiar
mediante la voluntad, aunque los cambios se sucedan. Ningún esfuerzo físico o mental se
requiere ahí. Avanza sin grandes sacrificios ni pesados estudios. Se trata solo de una nueva
colocación de la mente, para hacerla contemplativa. Consiste en ver con claridad, y en ninguna
otra cosa se apoya para sus descubrimientos. Creemos que para llegar a ver se requieren
muchos esfuerzos, hasta que observamos que al hacer un esfuerzo no vemos nada.
Me esfuerzo por conseguir algo concreto, y en el esfuerzo voy creando formas y situaciones,
pensando las cosas que temo o deseo que me sucedan. Es un mundo ilusorio sobre el fondo de
la conciencia. Y en esa creación me puedo perder en el tiempo. El tiempo mismo es ya una

88
creación de la mente. Habré de salir de lo temporal para estar libre de tanta ilusión. Pero, ¿es
posible salir del tiempo? Solo si me doy cuenta de lo que soy, de lo que está más allá de la
temporalidad, de aquello que no es pensado porque es anterior a toda toma de conciencia.
Antes que comience el movimiento del pensar está lo eterno, como origen y fundamento del
pensamiento mismo.
Ninguna cosa que cambia es por sí misma; solo se mueve en la conciencia. Se ha hablado de lo
divino, de lo que incluye todo porque es su causa, del creador o de los dioses creadores como
potencias varias de la inteligencia única. Al descubrir una luz en el interior de la conciencia, a
menudo se la ha llamado nuestro “ser”. A partir de ahí se explicaron sutiles metafísicas. Aquel
espíritu, esa chispa luminosa de lo divino que está en nuestro interior y que es causa de nuestra
demanda de realización, esa demanda que no se conforma con nada que no sea lo infinito,
coincide con lo total, con lo sagrado, con [AC-171] la divinidad, como afirma insistente la
tradición vedanta advaita.
Con el pensamiento no lo entenderíamos nunca. Lo holístico, lo unitotal de lo sagrado es
ininteligible para una reflexión lógica, ya lo sabe la ciencia. Tendremos que vivenciar aquel
estado donde no hay separaciones a fin de podernos dar cuenta de que la totalidad de la
conciencia inteligente no es algo aparte de mi identidad profunda más allá de los límites de la
persona. Y el pensamiento no lo podrá entender, por más que lo intente, porque, como una
máquina, funciona de manera dual, bivalente, por contraste de opuestos. ¿Cómo un ordenador
de respuestas programadas en el juego de la dualidad podría imaginar lo indiviso?
Intuimos la Unidad porque hemos sentido alguna vez el amor. Lo pensamos, sin embargo, como
cierta poesía añadida a la realidad. No captamos hasta qué punto esa intuición nos conduciría a
lo Real, si la siguiéramos en contemplación. Guiados por los condicionamientos mentales, casi
siempre nos hemos quedado en los símbolos. Y como estos no son reales por sí mismos, su
simple manejo hace al intelectual más escéptico con cada lectura. Orgullosos de su
escepticismo, por ser consecuencia de tanto estudio comparativo en el ámbito conceptual, no
caen en la cuenta de que su mente padece una enfermedad que la encierra en sí misma y la
incapacita para abrirse a la verdad de lo Real. Las consecuencias de esta actitud existencial son
negativas. La depresión y el aburrimiento por falta de sentido en su vivir acompañaría siempre a
estas personas, si no estuvieran, por momentos, sostenidos por el placer sensorial que la
estructura física aporta.
Sí, el escepticismo es una terrible enfermedad, tan grave como el fanatismo que se produce al
identificarse con cualquier creencia o doctrina relativa negando las demás. El escepticismo no se
acaba pensando o estudiando unas u otras [AC-172] teorías. Únicamente concluye, y ello de
manera espontánea e instantánea, al descubrirse un estado de conciencia no dual que no
depende del pensar y es anterior a él.
No se trata de un estado extraño. Si soy consciente, la luz con la que soy consciente está ahí
antes de ser pensada; así, puedo soltar aquello de lo que soy consciente, los objetos exteriores y
quedarme en la luz. Allí donde no se encuentra escisión alguna, desaparecerá el conflicto.
La separación entre el contemplador y aquello que contempla se disuelve en el silencio mental
del estado contemplativo. Desembocamos entonces de manera natural en lo Real. Nadie en

89
particular desemboca; es la conciencia misma la que, en un insólito despertar, se descubre
sumida en la unidad de origen. Esta vivencia es lo único que nos aportará la plenitud que
anhelamos.
En nuestra naturaleza esencial no hay separación. Encerrados en una habitación oscura
clamamos por la realización que nos dará la plenitud que intuimos. Queremos ser felices, pero
nuestra felicidad implica descubrir que podemos romper las paredes de la habitación. Al
hacerlo, encontraremos la luz que nos rodea.
Esto es posible solo desde la luz misma que la oscuridad oculta. Si no fuera posible, no existiría
en nuestro interior la demanda de su descubrimiento. Si no intuyéramos ya que somos la luz
infinita, no nos sentiríamos mal con las limitaciones en que vivimos. Las criaturas limitadas se
encuentran bien en la limitación. Todas las formas están bien como formas relativas, incluyendo
la forma de nuestro cuerpo físico. ¿Qué podrían anhelar más allá de su naturaleza? ¿Qué
sucede, sin embargo, con el ser humano que no se conforma con sus limitaciones aparentes?
Sin duda, intuye lo ilimitado, y no tendría que parar de investigar hasta encontrarlo. Ésa es la
única vía directa para realizarnos.
[AC-173] Al descubrir lo que intuimos como incierto y misterioso, podemos encontramos con
algo inesperado: ya estamos realizados desde siempre, porque somos la realidad única que
incluye esa plenitud buscada. No somos los personajes que aparecían en sueños. No somos lo
que creíamos ser mientras dormíamos en el sueño de la vida relativa. Con toda la fuerza que
produce el darnos cuenta de la verdad, con esa inmensa capacidad de inteligencia que somos,
podemos abrimos a la luz. La inteligencia no es una especialización en unos u otros objetivos, es
la potencia de todo; y aunque esté canalizada en una u otra dirección, esa inteligencia potencial
está siempre en el fondo de toda mente humana. No podría ser de otra manera, porque esa
inteligencia que a veces creo que me falta por identificarla con sus objetos, es simplemente lo
que ya soy en esencia.
Recogido en mi interior, al reunir lo que había quedado disperso por la inatención, contemplaré
la luz. Una vez recogida la conciencia, antes esparcida en ideas, experiencias y creaciones
mentales pensadas, será sencillo el arte de contemplar. Tendré entonces esa capacidad, esa
gran energía que creía no poseer. Podré contemplar.
La sabiduría, la comprensión de la verdad hace por sí misma el trabajo de separar lo Real de lo
irreal, de armonizar la energía que se encontraba dispersa y de contemplar la verdad. La
realización se produce en el movimiento inmóvil del contemplar en libertad. Las circunstancias
externas en nosotros se ajustan a otras circunstancias en la interrelación incesante del mundo
relacional. Pero lo que soy en esencia es libertad, y realizarme es ser libre en una instantánea y
eterna contemplación.

90
CAPÍTULO XII

Contemplar es romper límites

LA CREACIÓN DEL PENSAMIENTO


[AC-175] Las creencias crean los límites. Los verbos “creer” y “crear” parece que tienen una
misma raíz. Cada cosa que acepto como real en mi mente me está creando a mí y está creando
mi vida; es como un juego de magia. ¿Por qué? Porque todo lo hace la mente: la mente crea
imaginativamente, todo es imaginación. Shakespeare dijo: “Todo está hecho de la materia de
los sueños”5. Ciertos sueños los vivimos en la cama y no les damos importancia; muchos otros
los vivimos en estado de vigilia y les damos mucha importancia. Pero todo lo que percibimos
mentalmente, ya sea en sueños o en vigilia, está hecho con la mente, con lo que se cree; no es
Lo-que-Es.
Para descubrir esto debo salir de esa zona; no hay otra vía. Dando vueltas al pensamiento no
voy a conseguir descubrir la verdad. Con la mente pensante seguiré fabricando ilusiones y
creencias, y cambiaré algunos aspectos del sueño. Los sueños no solo son agradables, también
son desagradables. [AC-176] En los agradables no nos importa permanecer, pero cuando son
desagradables se convierten en tragedias, y entonces queremos salir de ellos. Ahí se halla la
demanda de la mayoría de nosotros: deseamos salir de lo desagradable. Veamos hasta qué
punto es inevitable que aparezca lo desagradable en lo soñado.
La carrera de evitar lo doloroso y buscar lo placentero es una manera muy infantil de ver la vida,
pero es la manera más usual. Solo un cambio de estado de ser permite salir de ahí, y es a eso a
lo que los sabios hacen alusión. En esta época, muchos buscan mejorar de vida porque hay
mucho malestar, desengaño, descontento. Cuantas más experiencias, más desengaños. Sin
embargo, buscamos en la superficie cómo mejorar con fórmulas, sin ir nunca al origen de por
qué está sucediendo esto.
El origen es que esta realidad que se está creando por arte de magia en nuestras mentes es un
mundo pensado, y el pensamiento es limitado; y al ser limitado es insuficiente para el ser
humano. La Realidad es total; no es una parte sino un todo indivisible. En la limitación,
inevitablemente hay inquietud, angustia, sensación de falta de plenitud, inconformismo. En la
realidad que el pensamiento crea, necesariamente hay esta limitación que se traduce en
insatisfacción constante. Puedo taparla, pero ese vacío de realidad no va a desaparecer
mientras viva una realidad pensada, imaginada.
Estamos mirando cuál es la realidad, cómo investigarla; no vamos a hacer ningún análisis
intelectual. No vamos paso por paso desde lo más elemental a lo superior. Estas son unas
investigaciones holísticas, en el sentido que la ciencia da a esta palabra: en cada cosa que
tomamos está el todo. El pensamiento no lo puede entender. No es que algo sea un símbolo o

5
“Porque estamos hechos de la misma materia con que se tejen los sueños”, palabras de Prosper en La tempestad.
(N. del C.)

91
un reflejo del todo, sino que es el todo. ¿Por qué? Porque solo aparece el análisis y la
temporalidad a través de nuestra [AC-177] mente. Tiempo y espacio crean un proceso mental,
pero en lo Real no hay tal. Estas investigaciones se hacen instantáneamente; eso quiere decir
que no se pueden tratar desde el mismo lugar del intelecto en el que nos encontramos
habitualmente.
El intelecto es una especie de ordenador, pero aquí no vamos a trabajar con la mente pensante;
estaremos abiertos directamente a la Inteligencia. Es otra manera de hacer una investigación:
serenamente se da paso a la verdad, en la cual ni se acepta ni se rechaza nada; solo se ve, y el
ver produce discernimiento. Con el cerebro hacemos comparaciones con todas las ideas
programadas, incluimos lo actual en lo viejo. Jesús aconsejaba no poner vino nuevo en odres
viejos, porque estaba dando una palabra nueva, viva, directa de su vivencia.
Nos confundimos debido a que tanto la verdad vivida directamente como las apariencias de
verdad (los conceptos) se visten de la misma manera. Cuando recibimos palabras con los
términos usuales filosóficos o técnicos, recibimos envueltos en ellas unos conceptos trabajados
en la mente pensante. Estos conceptos ¿de dónde vienen?, ¿son repetición de otros conceptos
o son expresión directa de la lucidez, de la visión de la verdad? Ese es el punto que tenemos que
ver. En esta investigación y en todos los momentos y siempre que leamos o escuchemos una
conferencia, deberíamos hacerlo desde un lugar de lucidez donde el discernimiento, la fuerza de
la luz, actúa directamente, desde ese lugar donde es posible ver directamente lo que es
verdadero de primera mano en contraste con lo que es repetición de conceptos.
Si escuchamos desde la lucidez, tendremos discernimiento por nosotros mismos y habrá
evidencia de si aquello es la verdad, si es adecuado seguir manteniendo esa comunicación. No
necesitaremos preguntar ni fiarmos de lo que nadie nos diga. La verdad, o se ve por
discernimiento o no se ve. Al[AC-178] desengañarme de las creencias pensadas entro en un
ámbito nuevo de la mente, y allí ya no es preciso agarrarse a nada ni depender de nadie ni
preguntar. Cuando alguien obedece a una tradición le catalogan como alguien importante: de
swami en la tradición hindú, de santo en la tradición cristiana o de lama en la tradición tibetana.
Pero el hecho de obedecer a una organización es absolutamente opuesto al camino de
liberación del ser humano. La obediencia es un obstáculo en el camino de la libertad.

LA VISIÓN DIRECTA
Observemos que las organizaciones religiosas, políticas o sociales se corrompen más y más con
el tiempo, ya que están constituidas por seres humanos confusos. Aunque en un principio
tuvieran una idea verdadera, no la mantienen viva y, por tanto, se corrompen de igual manera
que las aguas estancadas. El pertenecer a alguna organización nos aparta del camino. El hecho
de obedecer, aunque sea a un maestro, ya es contrario a la liberación. Es preciso romper
estructuras para poder avanzar. Si nos aferramos a estructuras establecidas no podremos dar
un paso más.
Obedecer significa decir: “No investigo más, me dejo llevar por otro, sigo algo sin haberlo visto”.
Esto, es obvio, no puede ser el camino de la verdad. Vamos a ponernos en el extremo: ¿Y si
obedecemos a una persona con sabiduría? El hecho de obedecer es funesto; ni tan siquiera a un

92
sabio debemos obedecer. Podemos estar con él o mirar desde donde él mira. No hay que seguir
a ningún maestro cualificado de cualquier religión, ni tan siquiera a Buda o a una persona tan
libre como Krishnamurti. No hay que seguir a nadie, porque obedecer es ya el obstáculo. De
hecho, [AC-179] ninguna persona con sabiduría incitaría a nadie a que le obedeciese; y si
alguien lo hace, es un síntoma claro de que no es sabio.
La actitud inteligente para hacer la investigación es colocarse en ese lugar donde es posible ver
la verdad por uno mismo, sin fórmulas. Las ideas que presentamos aquí son tan extrañas que no
sirven para organizar ninguna doctrina con ellas, no se pueden acuñar. Solamente tienen la
intención de abrir las mentes de quienes las recibimos con vocación para contemplar. Una vez
que la mente está abierta al contemplar, se abre también a la Inteligencia. Hacia fuera solo
vemos formas e interpretaciones de la mente que nos limitan. Cuando profundizamos en la
conciencia, rompemos las limitaciones y lo hacemos con valentía, libertad y alegría interior. Ese
es el camino de la sabiduría.
En un momento dado tengo tristeza, creo que pierdo algo, me da miedo, quiero retener. Es
porque estoy dando realidad a los pensamientos que pasan por mi mente, sin prestar atención a
la verdad contemplada. En la contemplación de la verdad no sobrevendrá ninguna preocupación
a la mente, no me preocuparé por los personajes del sueño. Esto no significa que no sienta
amor; al contrario, es precisamente entonces cuando empiezo a sentir amor por lo verdadero y
lo auténtico de aquellas personas, y no por los sueños que de ellas tengo. Esto es sutil, pero
creo que lo podemos captar. Comprendamos que no se trata de indiferencia. Nada importa lo
que cada persona sueñe, tal y como no me importa lo que he soñado por la noche, ya sea ello
agradable o desagradable. Al despertar por la mañana, me levanto de nuevo y veo que solo ha
sido un sueño.
¿Tenemos la evidencia de que esto es un sueño? Este es un punto muy importante, y hemos de
mirar y mirar el pensamiento hasta comprobarlo. Cuando contemplamos el pensamiento [AC-
180] vemos de qué está hecho, vemos su mecanización, vemos que no es la Realidad. Lo
descubrimos por nosotros mismos. Eso es lo importante. Creer lo que otro dice no tiene
importancia. Intuir la verdad cuando alguien nos la dice también es importante, pero solo si se
mantiene esa intuición, no cuando después de tenerla seguimos con el condicionamiento
anterior. La intuición es muy importante, tanto que lo demás pierde valor. Seguirla es vivir todo
lo que la vida nos presenta a partir de esa intuición. Si no lo hacemos así es porque no tenemos
evidencia total. Sigamos entonces contemplando. Esas verdades tienen que movilizar todo el
error, mover todas las falsas estructuras. No hace falta ningún esfuerzo, basta solo con
contemplar.
El contemplar la verdad y mantenerse en ella rompe los límites y abre a la libertad. Hay que
recordarla, mantenerla constantemente ahí. Las limitaciones se rompen ellas solas, y las
consecuencias de esa ruptura son inmensas. Las limitaciones acarrean sufrimiento. ¿Nos
interesa acabar con el sufrimiento? Eso es indudable, a todos nos interesa. Pero no vamos a la
raíz de donde viene; generalmente queremos taparlo, disimularlo, distraernos. Al distraerse, la
gente se está alejando de su propio ser, y el huir del propio ser va a traer sufrimiento. Y sin
embargo, esto es lo que hacemos... precisamente para no sufrir. Esto nos debe hacer reflexionar
muy seriamente.

93
Debemos mirar esta verdad. Mientras nos sintamos limitados tendremos muchas carencias, y
eso traerá muchos deseos para tapar esas limitaciones, para intentar llenar ese vacío. Eso,
indudablemente, nos sucederá; habrá épocas en que las limitaciones nos pasarán
desapercibidas y otras veces inesperadamente aparecerán y se sentirá el latigazo fuerte de la
limitación, de no comprender la vida: ¿para qué vivo?, ¿quién soy?
[AC-181] Cuando aparece el sufrimiento de no comprender el sentido de la vida no debo correr
a taparlo; debo quedarme con él, con ese malestar, con esa angustia, y debo mirar de dónde
viene, tengo que tener fuerza para mantenerme ahí. Y esa fuerza me la da la contemplación. Si
estoy completamente absorbido por el pensamiento, no puedo hacerlo, no puedo soportarlo. A
medida que aprenda a ver cómo todo eso sucede en la superficie de mi conciencia iré
adquiriendo sabiduría, y ello conllevará la ruptura de las limitaciones que hasta entonces me
parecían inevitables en la condición humana. Podremos entonces darnos cuenta de que no
somos lo que parece ser y seguir haciendo la obra en conjunto, provistos ahora de otra paz y
creatividad. Siempre habrá cambios, pero ya no importarán las transformaciones que aparezcan
en esta vida.

AMOR SIN LÍMITES


El cambio de vida viene desde dentro, y la labor realizada produce un estado de plenitud
cuando es auténtica. La ruptura de las limitaciones, que es la libertad, produce autenticidad, no
una vida mejor según los criterios convencionales. Lo que la libertad produce no es algo que
puede ser aplaudido fuera; lo que produce es más y más autenticidad y más creatividad desde
dentro. En una vida creativa hay plenitud. Ello significa que se han roto las limitaciones; pero
mientras nos creamos una persona no podremos aceptar que no tenemos límites.
Se puede llegar a vivir la plenitud a pesar de que la persona es limitada. ¿Por qué? Porque la
persona es solo lo que aparece, no lo que es. Lo que Es en nosotros es infinito, sin límites, y no
se va a satisfacer más que con lo ilimitado. Lo que [AC-182] aparece es limitado; la persona no
es libre, depende de todo: cuerpo, edad, estudios, educación, las experiencias que le han
marcado, etc.
En síntesis, tiene unas posibilidades limitadas. Lo que tengo que hacer es descubrir que no soy
la persona que creo ser, que esa persona es solo un atuendo con el que aparecemos en la
temporalidad. Si estuviéramos separados los unos de los otros el amor no sería posible.
Del amor solo conocemos un reflejo, pero intuimos su grandeza. En las relaciones humanas hay
negocios psicológicos, afectos, cariños, pero el amor es otra cosa. Si en las relaciones hay algo
de amor es porque intuimos algo de la unidad de conciencia que hay detrás de la persona. Si
nos enamoramos de verdad, no solo de las formas, es porque hemos tenido acceso a algo que
trasciende a la persona; y entonces, en un momento privilegiado, decimos que los dos nos
sentimos uno. Sin embargo, el amor puede pasar en un momento como una ráfaga que casi no
vemos y podemos seguir creyendo que estamos separados. Cuando contemplamos el amor en
sí mismo, desde la verdad de no estar separados, nuestro amor es espontáneo e inseparable en
nuestra vida. No es un amor para algo sino que es en sí mismo. Cualquier forma que aparezca
desde la unidad de conciencia de lo divino, de lo sagrado, es tratada con comprensión y amor. El

94
amor es hacia toda la manifestación en todas las formas posibles en las que esta se manifiesta;
nada queda excluido. En lo personal, esto es diferente. Puedo tener afecto a la familia, amigos
etc., y no es cuestión de deshacer lo que haya ahí de auténtico. Lo que sea falso se deshará al
comprender, lo verdadero quedará integrado en el estado de amor y habrá libertad en ese
verdadero amor.
Por mantener el amor a las formas estamos perdiendo el verdadero amor. ¿Cómo se busca el
amor? No se puede buscar, [AC-183] porque no es un objeto de la conciencia sino una atracción
hacia la unidad. Cuando se contempla la unidad, el amor surge espontáneamente. No puede
evitarse. Se expresará de acuerdo a la personalidad que encuentre, pero no importa cómo se
exprese. Cuando existe el amor, se expresa en las diferentes personalidades pero siempre se
vive en plenitud, total belleza y total libertad. Ese amor no es algo establecido de antemano, no
es algo que haya que hacer. A partir de ahí empezará la libertad. El florecimiento interior del
amor es el florecimiento de la libertad; ambos van juntos. El amor rompe los límites creados por
el pensamiento, pero si no los rompe cae en conveniencias, negocios o arreglos provisionales.

ROMPER LOS LÍMITES CON LA VERDAD


La vida empieza y acaba en un instante. Por eso, cada instante es completo, pleno. Cada
instante en una visión de la verdad es total, porque la verdad nos abre a la totalidad. De
instante en instante deberíamos estar abiertos así; entonces todo fluiría, seríamos lo pleno, la
totalidad desde dentro, sin límites. Luego, en la temporalidad, aparecería lo que fuera adecuado
de acuerdo a lo que en el tiempo esté pasando, en concordancia con esa totalidad y plenitud
que soy.
La plenitud interna es la fuente y la causa, es donde está mi identidad. No soy solo bueno, soy la
bondad en sí misma, he roto los límites. Esto hay que descubrirlo. Cualquier imagen que trate
de retener requiere mucha tensión y falta de libertad. No soy una persona inteligente, soy la
Inteligencia. Puedo despreocuparme por la imagen porque me vivo como inteligencia, como
bondad. Esta es la diferencia. Cuando contemplo, todo se expresa a través de mí. La vida es
inteligencia manifestada en el tiempo. Esto se puede ver con todos [AC-184] los valores. Qué
descanso supone cuando descubro que soy todo esto.
En la contemplación hay libertad de la dependencia a las formas; se han roto los límites. Pero es
necesario reflexionar seriamente, con sinceridad, para que sea una realidad vivida. La sinceridad
viene de la verdad. Si no hay verdad, nada tiene valor. La pregunta verdadera brota de dentro y,
al formularse, deja abierto un camino para que la respuesta lo recorra hasta llegar al lugar
desde donde surgió la pregunta sincera.

95
CAPÍTULO XIII

Solo comprender despierta

¿QUÉ SIGNIFICA COMPRENDER?


[AC-185] Para damos cuenta de lo que significa comprender tenemos primero que remover
todo lo que llamamos conocer, saber, entender. El término comprender lo dejaremos para algo
diferente, algo que es verdaderamente una revolución dentro de nosotros.
Todos pensamos que comprendemos cuando simplemente hemos entendido lo que las palabras
significan. Pero no, eso no tiene que ver con comprender; de hecho, podemos entender
perfectamente lo que significan las palabras y no haber comprendido. Si no, fijémonos, por
ejemplo, en lo que hacen los filólogos con los textos filosóficos de sabiduría: entienden
perfectamente las palabras pero no comprenden, y cuando uno de ellos lee uno de esos textos
dice: “Qué sinsentido”. Lo mismo sucede en nuestra vida. Con una zona superficial de nuestra
mente entendemos, es decir, conocemos las palabras, las relacionamos unas con otras;
tenemos un archivo de información y con él aquilatamos, comparamos, negamos, afirmamos,
opinamos, etc. Entonces decimos: “Sí, ya entiendo”, pero no hemos comprendido nada. Esto
sucede una y [AC-186] otra vez en los seres humanos sin que nos demos cuenta de que nos falta
lo esencial en el vivir: comprender.
Vivimos sin comprender lo que es la vida. Tenemos emociones y pasiones sin comprender por
qué estamos viviendo identificados con esas emociones y esas pasiones. Sufrimos sin
comprender, nos alegramos sin comprender, va pasando el tiempo sin comprender lo que el
tiempo es. Enfermamos, tenemos salud, envejecemos o morimos sin comprender lo que son la
vida y la muerte. Es un programa muy desagradable, pero de hecho así sucede. Y decimos en el
título de esta investigación que si no hay comprensión no hay despertar. Es absolutamente así,
no tengamos duda, comprobémoslo. Si no hay comprensión, no hay despertar. Cuando no
comprendemos pasamos por la vida dormidos; no nos basta con entender, ni siquiera con
entender muchas cosas. Podemos estudiar muchas cosas y no comprender nada. De hecho, es
algo habitual en nuestra sociedad encontrar personas con un cúmulo de informaciones que, a
pesar de que conocen muchas cosas, no comprenden nada. Y soy un poco drástica al decir: “No
comprenden nada”; a lo mejor comprenden algunas cosas. Pero no, eso no funciona así. O se
comprende desde la totalidad o no se comprende nada. No puedo comprender una cosa y otra
no. Puedo entender de algo específico; por ejemplo, puedo entender de mecánica, puedo
entender de física, puedo entender de literatura, puedo entender de una cosa y no de otra.
Puedo conocer algo y no conocer otra cosa, pero la comprensión no es algo que se realice de
manera parcial, porque para comprender de verdad tengo que comprender desde la totalidad.
Por tanto, o comprendo todo o no comprendo nada. Es verdaderamente extraño pero así es.
Puedo tener unos conocimientos y otros no, puedo entender un idioma y no entender otro,
pero no puedo decir que comprendo algo cuando no estoy comprendiendo lo demás. [AC-187]
Es lo mismo que decir que amo a una persona pero a otra la detesto; eso significa que no he

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descubierto el amor. Podemos decir: “Sí, yo sé lo que es el amor porque amo a esta persona,
aunque a esta otra no”. Pero eso no es amor. Lo mismo pasa con la comprensión. La
comprensión en nuestro idioma tiene la partícula “con”, que es muy significativa porque indica
“junto con”, pues no es posible comprender una cosa aislada. La comprensión llega por
inspiración; y cuando sobreviene un estado de comprensión, todo queda comprendido. Cuando
no hay ese estado de comprensión, de contemplación de la verdad, no se puede comprender
aunque se sepan cosas aisladamente, no se enlazan entre ellas, no se puede integrar el
rompecabezas. Se conoce muy bien una ficha por todos los lados, pero no se sabe dónde encaja.
Y por eso una persona puede saber muchísimas cosas sin comprender la vida: sabe de piezas
aisladas pero no sabe dónde colocarlas.
El mundo en que vivimos es un mundo relativo; esto es algo que hemos oído muchas veces y ya
nos suena como algo aceptado. Que el universo sea relativo y que la realidad sensorial,
interpretada, pensada que conocemos y con la que nos movemos sea relativa, incluyendo
nuestras personas, nos parece algo trivial, pero es algo muy significativo porque, si entendemos
bien lo que significa “relatividad” y que todo está en relación con todo, al final lo que estamos
diciendo al decir que la realidad es relativa es que no hay tal realidad en sí misma, sino que es
una serie de relaciones de nada. Tienen razón los budistas: todo esto es nada; y también los
cristianos, aunque no lo entiendan así, cuando afirman que Dios creó todo esto de la nada. Todo
está hecho de nada; solo son relaciones y relaciones, “fórmulas matemáticas” como dicen los
físicos. Fórmulas matemáticas quiere decir relaciones mentales, proyecciones de nuestra
mente.
El mundo no es una realidad en sí; es algo proyectado, [AC-188] algo de lo cual se puede tomar
medidas, pero que no se puede ser. Lo Real es aquello que puedes ser. Descubrir la realidad es
ser la Realidad. Cuando comprendes eres aquello que comprendes, aunque nos suene extraño.
Cuando comprendes abres tu conciencia, y la Conciencia abraza aquello que es comprendido.
Esa partícula “con” implica ese abrazo de todo; y cuando eres aquello, entonces sí comprendes.
En lenguaje popular suele decirse que hasta que una persona no vive una cosa no la comprende.
Cuando lo eres, lo comprendes; cuando no lo eres, especulas sobre relaciones, relaciones y
relaciones: dos más dos, cuatro; más dos, seis, etc. Relaciones; eso es la realidad relativa: algo
hecho de la nada, pura proyección. También podemos decir que está hecha de conciencia, ya
que no hay nada más que Conciencia; pero la realidad relativa no es una realidad en sí misma,
sino que se compone de proyecciones que se hacen en la Conciencia, y como tales, no son
reales en sí mismas. Precisamente por eso es tan importante comprender; porque comprender
no es coger una realidad y, envuelto en esa ilusión de que aquello es una realidad en sí misma,
desmenuzarla, analizarla, hablar sobre ella, compararla con otra. Eso no es comprender; eso es
pensar sobre ello, tomar mediciones. Los hindúes dicen que el mundo es maya. En sánscrito
Maya significa “medida”, así que el mundo son solo medidas. Los físicos dicen que son puras
fórmulas matemáticas, solo relaciones, exactamente relaciones, medidas: de aquí a allí, cinco
centímetros. ¿Y qué es el aquí y el allí? Es un secreto. Así pues, se trata de relaciones ¿entre
qué?, de medidas ¿de qué?
Esas preguntas son inusuales; solamente se las hacen los filósofos. Son preguntas
impertinentes, diríamos. Todo el mundo está tomando medidas: “Hay tanta distancia de aquí a

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aquí”, “Vamos a comparar esto con lo otro”, etc. Pero nadie se pregunta: ¿Comparación de qué
con qué? ¿Medir qué con [AC-189] qué? ¿Relaciones de qué? ¿Cuál es la realidad en sí?
Solamente a partir de esa realidad hay verdadera comprensión; comprensión de lo que es
nuestra vida.
No pensemos que las disquisiciones metafísicas están alejadas de nuestra vida, porque aunque
parezca paradójico, son lo más cercano a nuestra vida. Cuando descubrimos esa verdad
metafísica, entonces es cuando comprendemos realmente la vida. Más cercano y más práctico
no se puede ser. Sin embargo, como lo vemos todo al revés, nos parece que eso no nos interesa.
Me interesa conseguir cosas, que las personas se comporten como a mí me conviene, tener un
puesto importante... Presto atención a todo lo provisional, a todo lo que está en el tiempo, a
todo lo que cambia; me interesan las imágenes, las apariencias, las opiniones. Todo eso me
interesa, pero no me interesa qué es lo Real, qué es verdad en mi vida. A eso no le doy
importancia; por eso, últimamente a la metafísica se la ha dejado bastante de lado. Parece que
ese tipo de preguntas sobre la realidad no interesa a las personas, a la mente moderna. Importa
tener más producción en el trabajo, ser más eficiente, conseguir más cosas, vivir experiencias
que han tenido otras personas, conseguir más y más ilusiones..., en definitiva, acumular
relaciones, toda esa cantidad de relaciones hechas de nada.
Pues bien, si alguien tiene la vocación de comprender —palabra que, como ya hemos visto,
denota lo holístico, es decir, que no es saber algo de química o de otra cosa, sino comprender,
abarcarlo todo—, si alguien quiere saber lo que la realidad es, no podrá hacerlo en el lugar
mental habitual donde nos encontramos. Lo digo de una manera categórica. Hay una evidencia
total para mí de ello, por haberlo vivido.
No es posible comprender en el lugar habitual donde el ser humano se encuentra, entretenido
como está con sus pensamientos y sus emociones: “¿Por qué me ha pasado esto a mí?”, [AC-
190] “¿Qué haré en tal situación?”, “Tengo que conseguir esto” “Tengo que convencer a esta
persona para que haga esto otro”... De esa manera, con todas esas preocupaciones e
inquietudes, no es posible comprender. Y si no comprendo no amo; por tanto, no es posible el
amor.
¿Cuándo es posible la comprensión?, y, por tanto, ¿cuándo brota el amor de esa comprensión?
Porque sin ese caldo de cultivo de la comprensión no puede brotar el amor. ¿Cuándo de esa
comprensión brota el amor? Cuando el ser humano ha trascendido, cuando se ha desapegado
de esa especie de ordenador biológico que es el pensamiento, esa máquina de dar
interpretaciones, siempre las mismas, pero que nos tiene muy entretenidos. Tal como las
computadoras que siempre van manejando los mismos datos, la gente se entretiene
manipulando los datos que ofrece el pensamiento de una manera o de otra; pero de ahí no va a
salir nada más que lo que se ha programado. Además, todo lo que se ha programado está
condicionado por las mentes de los que lo han programado. Así, es preferible que, atravesando
mi propia mente, descubra un lugar de verdad. Al descubrir un lugar verdadero donde es
posible contemplar la verdad surge la comprensión. Y luego, si en el aparato se ha programado
una frase que tiene sabiduría, puedo tener discernimiento para percibir que allí hay sabiduría; si
leo un libro donde hay sabiduría, comprendo por qué está dentro de esa contemplación de la
verdad aquella expresión, comprendo que la persona que expresó eso estaba en ese lugar.

98
Entonces se produce esa comunión, la “comunión de los santos” quizá diríamos según nuestra
tradición, la “comunión de los sabios” se podría decir también.
Pero si santo es el que ama, habría que decir que sin sabiduría no hay verdadero amor. Sin
sabiduría, el amor que existe es el amor que conocemos, con apegos: amo lo mío, lo [AC-191]
que me gusta, lo que me apoya, etc.; o también el amor biológico, que me produce una
satisfacción física; o el amor afectivo, con dependencias psicológicas, o el amor mental: mis
ideas, mis opiniones, etc., pero no el amor que viene de la comprensión de la unidad.
Cuando hemos comprendido que no estamos separados, el amor que brota de esa comprensión
es un amor puro, es un amor que no está contaminado con nada egocéntrico, al igual que la
verdad, contemplada en ese lugar luminoso por donde pasa la luz, es una verdad pura que no
está contaminada de opiniones, que no depende de lo que me han dicho, de lo que he leído, de
lo que la mayoría de la gente piensa, etc. Tengo que distinguir muy bien lo que significa
comprender para no confundirme creyendo que estoy comprendiendo cuando simplemente
entiendo cosas. Entender cosas es descifrar símbolos: descifro símbolos del lenguaje o descifro
símbolos matemáticos, símbolos técnicos u otros. Entonces entiendo. También hay a quien le
interesa descifrar símbolos religiosos. Entonces entiende de eso, de descifrar símbolos. Pero eso
no es comprensión; comprender es integrar cada una y todas las cosas en una totalidad, y esa
totalidad está hecha de luz.

SALIR DE LA ILUSIÓN
Hemos dicho que todas las cosas, toda la creación está hecha de la nada: correcto. Está hecha
de nada, lo cual quiere decir que no es por sí misma, que solamente es un reflejo, una
proyección, una mala interpretación, digamos, de la luz; una interpretación muy limitada, al
menos, según los instrumentos que cada uno tiene. Porque según mis instrumentos sensoriales,
y según las claves de interpretación que [AC-192] se me han dado desde niño por la educación
que he tenido, así voy proyectando las cosas. Otro ser humano en otro ambiente proyectará
otra cosa, y otro ser vivo con otros sentidos tiene otra posibilidad de acceso sensorial al mundo;
por ejemplo, los animales u otros seres. Entonces, ¿cómo creo que a partir de esos
instrumentos limitados estoy captando la única y la verdadera Realidad?, ¿cómo creo que a
partir de las interpretaciones de mi cultura, de lo que he aprendido, etc., estoy interpretando
correctamente, estoy comprendiendo la Realidad? No es así; ésta es una manera muy estrecha
de vivir. El vivir a partir de las sensaciones de los sentidos es algo limitadísimo. De hecho, ya se
ha descubierto con algunos aparatos que hay muchas más ondas vibratorias y muchísimas más
energías de las que captan los sentidos. Incluso algunos animales captan cosas que no capta el
ser humano, al igual que nosotros captamos cosas que no captan los animales. Según el
instrumento, así se perciben unas ondas u otras, un nivel u otro de vibración, unas u otras
energías. Pero las percepciones posibles son innumerables. ¿Tendrían que ser innumerables los
instrumentos? Ningún instrumento está capacitado para captar por completo la Realidad. La
percepción que nos proporciona cualquier instrumento es siempre limitada, y el pensamiento
que la interpreta lo hace según una terminología, unos símbolos o unos valores determinados
que se han ido transmitiendo de generación en generación en las diferentes culturas. Todo eso
es limitado.

99
Si el ser humano tiene la vocación y la demanda de descubrir lo que está más allá de eso,
aquello desconocido a lo que quizá algunos aluden con la palabra “Dios”, “la Realidad absoluta”
o “la verdadera Realidad”, es necesario que haga un trasvase de su identidad. ¿Es posible? Sí, es
posible; precisamente porque todas las apariciones, es decir, todo lo que va apareciendo en la
Conciencia surge a partir de esa luz que [AC-193] lo proyecta todo. De la misma manera que se
proyecta una película en una pantalla, el ser humano que está en la superficie, en la pantalla,
analizando su película particular con la limitación de sus sentidos y de sus interpretaciones
pensadas, el ser humano que está ahí en su película particular, como es esa misma luz, puede
retrotraerse hasta el foco luminoso que la proyecta, puede llegar a la luz misma que está
creando todo aquello, y así empieza a comprender. Cuando se va acercando a la luz, ese
resplandor de la luz es comprensión; y esa comprensión despierta del sueño de creer que era
realidad aquello limitado, con todo lo que esa creencia conlleva en forma de terribles
preocupaciones, de angustias insoportables... Cuando lo decimos en abstracto no nos damos
cuenta de todo lo que supone el estar en la ilusión.
Los hindúes de la tradición vedanta advaita, los advaitines, acostumbran poner un ejemplo que
es muy significativo, propio de su cultura, aunque podríamos poner cualquier otro. Este ejemplo
típico es el de una persona que va caminando y, de repente, se encuentra con una cosa
atravesada en el camino. Inmediatamente piensa: “Una serpiente”. La persona interpreta su
percepción según su limitada visión: “Puede ser una serpiente”, “puede ser venenosa”, “me
puede matar”, y aparecen la angustia, la adrenalina, la preocupación en la mente; o puede salir
corriendo, o bien quedarse paralizada. No sabe qué hacer, lo pasa muy mal, hasta que se fija
más detenidamente; adquiere un poco de serenidad para poder mirar más, porque si no, no
podría hacerlo, y entonces descubre que aquello era simplemente un palo retorcido, no una
serpiente. En el momento de comprender eso, ¿qué sucede? Se acabó la angustia, se acabó el
sufrimiento, se acabó la preocupación; se siente libre de seguir paseando, disfrutando del
maravilloso día, pero no antes de que se produzca esa comprensión, porque ahí aparecía algo
amenazador.
[AC-194] Ese ejemplo es característico precisamente del cambio de comprensión. Cuando me
creo las apariencias —la apariencia de la serpiente—, cuando me creo que es realidad lo que
aparece, entonces acepto el argumento de la película, el argumento que me dan los medios de
comunicación, los amigos, los colegas o jefes en el trabajo, mi familia, etc. Y cuando en un
momento de serenidad puedo contemplar las cosas tal como son, desde un lugar más iluminado
de la conciencia, entonces se deshace todo aquello. Cuántas veces me han dicho: “Cuando me
envuelven las emociones me quedo atrapado en ellas. ¿Qué puedo hacer para salir de mis
emociones?”.
Las emociones negativas son terribles, acaban con la salud de una persona, destrozan la vida no
solo de quien las tiene sino de todos los que le rodean. ¿Qué hacer con las emociones? Solo
comprender; pero hay que saber lo que es comprender.
Cuando comprendes, despiertas del sueño de las emociones, despiertas del sueño de creerte
que hay ahí una serpiente venenosa que te puede atacar, despiertas; y cuando despiertas, ya
está. Constantemente estamos buscando trucos pensando que “aquello” es una serpiente, es
decir, desde dentro de la ilusión. Estamos buscando muchísimas fórmulas, tácticas astutas para

100
enfrentarnos con esa realidad ilusoria; hasta que descubrimos que aquello no era lo que
pensábamos, que era pura apariencia, y en ese momento dejamos todos los trucos y dejamos la
angustia de, por ejemplo, estar seguros a base de acumular dinero, de tener seguros de
accidentes, de estar seguros contra la enfermedad, de tener cerca una clínica por si acaso, y
todas esas cosas que están al orden del día. Todo el mundo tiene un miedo terrible y busca unas
ilusorias seguridades, pero luego la vida sorprende, no tiene en cuenta los seguros que la
persona tenía, y ataca por el lado más inesperado.
[AC-195] Pues bien, una vez que hemos comprendido, una vez que se ha comprendido lo
ilusorio de todo eso, ya no hay más esa preocupación que acaba con nuestra energía, de cómo
me aseguraré, de cómo aseguraré a los míos, a mi familia, cómo haré para que mi hijo estudie
para que luego no se vea sin trabajo... Una vez que comprendo, no quiere decir que me
convierta en “un pasota”, que ya no me importe lo que les pase a mis hijos, que no me importe
si estoy enfermo o sano; no, no es eso. Lo que sucede es que la persona actúa en cada nivel de
una manera adecuada desde la comprensión. Se acaban las angustias cuando la persona
descubre que no es una serpiente aquello, sino una cuerda, y actúa entonces adecuadamente a
la situación; por ejemplo, retira el palo y sigue paseando tranquilamente, adecuadamente. No
es que ya no le importe el paseo; sigue disfrutando de su paseo, pero no con esa angustia, con
ese malestar, con esa preocupación. Ya no se obnubila la mente empleando las evasiones que
ya conocemos, drogándola con sustancias que la emboten para que no haya sufrimiento o
descentrándola con cualquier clase de distracción para evadir la inquietud sobre qué hacer o no
hacer.

COMPRENDER LA VIDA
Estamos buscando mejorar la vida con buena voluntad. En la sociedad, cada uno a su manera y
según el grupo al que pertenezca —los ecologistas por un lado, los políticos por otro lado, los
religiosos por otro—, cada uno con toda su buena voluntad busca solución a problemas como la
drogadicción, la enfermedad, el sufrimiento, etc. Lo hacen con buena voluntad, pero no van al
fondo de la cuestión. Podríamos preguntamos: “¿Qué haré para comprender la vida?”, y
entonces la cosa sería muy diferente.
[AC-196] Si preguntara dentro de un conjunto de personas con distintas opiniones “¿Qué hago
para comprender la vida?”, cada cual ofrecería un programa diferente: el católico y el
protestante expondrían sus diferentes versiones, el budista diría otra cosa distinta, el escéptico
ofrecería otra interpretación... Todos tendrían un programa para comprender la vida, pero eso
solo es comprender en el sueño, es entender teorías dentro del sueño, es seguir soñando.
Ninguna teoría —da lo mismo que sea social, religiosa, económica o política— nos puede decir
cómo comprender la vida. Se nos ha dicho que esas disciplinas aportan un sentido de la vida,
unos ideales, unas ideas; pero peor que no tener ninguna idea es tener unas ideas que se
enfrentan contra otras ideas. No hay paz entre los que tienen unas ideas y los que tienen otras.
Incluso algunos llegan a matar por pensar de manera distinta a los otros. Matan a los que tienen
opiniones diferentes. Hasta ese extremo se puede llegar. Eso no es comprender la vida, desde
luego. Pero dentro del sueño nos parece que comprender la vida es tener unas ideas y discutir

101
sobre ellas. Para comprender de verdad es necesario que pasemos a un nuevo estado en la
conciencia. Entonces sabremos lo que es la sabiduría.
La sabiduría, por supuesto, no es saber mucho. Se puede tener sabiduría sabiendo muy poco o
no sabiendo casi nada, sabiendo apenas lo imprescindible. La sabiduría no tiene nada que ver
con tener conocimientos. Puedes tener apenas los conocimientos imprescindibles —conocer tu
nombre, tu número de identificación fiscal, el nombre de la calle donde vives y cosas de ese
tipo— y, sin embargo, tener sabiduría. Y otra persona puede tener grandes conocimientos,
incluso muy a la moda, de los últimos, sin tener sabiduría. La sabiduría brota de un estado de
comprensión. Es un estado nuevo, no nos engañemos. No se fragua en el pensamiento, no se
crea allí; es un estado diferente de lo conocido.
[AC-197] Poner la mente contemplativa es colocarnos en la posición en la que ese estado nuevo
puede aparecer, puede brotar. En realidad, ese estado está siempre ahí, presente, de modo que
términos como “aparecer” o “brotar” no son realmente adecuados ya que eso es Lo-que-Es. La
Realidad está ya ahí. Como decía Jesús: “Muy cerca de nosotros está el reino de los cielos”, tan
cerca que no hay distancia. Las distancias siempre son pensadas, aparecen en el mundo de
maya, de lo ilusorio, de lo medido. En lo Real no hay distancias; lo Real está siempre ahí, en su
sitio. Cuando empieza a surgir un estado de atención en nosotros, un estado de lucidez,
notamos que lo Real está ahí y que se expresa en nuestro psiquismo personal como un estado
de plenitud sin necesidad de hacer nada. Esto es extraño, porque para sentirnos bien parece
que necesitamos tener una persona al lado, tener tantas cosas, etc. Sin necesidad de nada
puede existir esa plenitud. No quiere decir que el cuerpo no necesite cosas. El cuerpo necesitará
abrigarse si hace frío, comida, etc. Y también tiene necesidades según a lo que esté
acostumbrado: si está acostumbrado a tantos grados de temperatura y le pones a otros más
bajos, habrá problemas. Los instrumentos necesitan unas condiciones, y el cuerpo hay que
cuidarlo del mismo modo que una máquina hay que ponerla en orden y un instrumento musical
hay que afinarlo.
Pero lo que de verdad somos —porque ni remotamente somos el cuerpo—, lo que realmente
somos no necesita nada para vivir en plenitud. Y ésta es la satisfacción y la alegría de los sabios,
algo que resulta incomprensible para aquellos que no han tocado la sabiduría. ¿Cómo un
individuo que vive en una cueva y a quien nadie conoce, a quien nadie valora, que no tiene
familia, que no tiene nadie que le quiera o que no es importante, cómo puede ser, sin embargo,
que tenga esa expresión de alegría y de felicidad durante todo el [AC-198] día? Descubramos
eso. Descubramos cómo es posible que de la comprensión profunda de la sabiduría brote ese
estado de plenitud.
Plenitud es más que alegría, es una alegría sin objeto. Porque normalmente la alegría la
condicionamos a algo: estoy contento porque me ha pasado algo bueno, porque mi hijo ha
pasado un examen, estoy contento porque me han regalado un objeto de mi agrado, estoy
contento porque la bolsa ha subido y tenía intereses en ello, estoy contento por algo. Pero
cuando esa alegría es condicionada, no es nada, es echar agua en un cacharro lleno de agujeros:
se va; rápidamente se va, porque aparece en el tiempo y desaparece en el tiempo. Podemos
darnos cuenta de ello, ¡es tan fugaz! Podemos estar muchísimo tiempo, a lo mejor hasta años,
con un deseo, y cuando por fin lo conseguimos, la alegría de conseguirlo no dura nada.

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Podemos observarlo: ¿Cuánto dura la alegría de conseguir el deseo, después de haber estado
años detrás, con voluntad para conseguirlo? Nada, ya me he acostumbrado; ya tengo aquel
objeto, ya tengo por fin aquel mueble, o ya he conseguido una casa más grande, o ya he
conseguido el puesto de trabajo que quería, ¿y qué? Es una lata, todos los días tengo que hacer
lo mismo... Ya he conseguido que todos me respeten, que me llamen “jefe”, que todos me
tengan miedo, ¿y qué? Sigo igual de aburrido, como si nada.
Pero aquella persona que no ha conseguido nada de eso, ya sea que todo el mundo la respete,
que todo el mundo la admire, tener muchísimo dinero o tener objetos valiosísimos, puede estar,
sin embargo, siempre en un estado de plenitud interior. Plenitud quiere decir que no falta nada.
“Quien a Dios tiene nada le falta”, se dijo. Por supuesto, tener a Dios no es coger al personaje y
mantenerlo al lado de uno. Tener a Dios no es tener a alguien; es ese estado de presencia de lo
Real. Cuando se ha hablado de la presencia de Dios, se habla [AC-199] de la presencia de la
Realidad, de Lo-que-Es, de Lo-que-Somos; es Aquello por lo que todo aparece, pero que no
aparece sino que es. Y se protesta, cuántas protestas ha habido del tipo: “Nadie ha visto a Dios”,
“Eso de Dios es un invento, porque ¿dónde está Dios?”... Lo Real no puede aparecer, porque lo
que aparece está hecho de la nada. Ese estado de presencia de lo Real, esa Realidad no aparece;
es.

¿CUÁNDO DESPERTAMOS?
Nosotros, en la medida en que nos creemos que somos lo que aparece —nuestro cuerpo físico,
nuestra altura, nuestra edad, género, condición, etc.—, en la medida en que creemos que
somos lo que aparece estamos errando, no damos en el blanco, estamos equivocados; entonces
nuestra vida tiene que ser necesariamente insatisfactoria. En la medida en que vamos
comprendiendo, despertamos a Lo-que-Es, a lo Real; y en esa medida, aparece en nosotros la
serenidad, la paz, la alegría interior que no depende de nada, el amor como atracción a la
unidad de la Realidad suprema, que es Una. Por tanto, el amor es algo absolutamente
necesario. Si no hay división, si no hay separación, ¿cómo puede haber diferencias, conflictos,
luchas? Lo único que puede haber es amor. La comprensión por tanto, no es algo que está
encerrado, no es algo que está limitado al plano intelectual, como normalmente se cree. La
comprensión inunda absolutamente todo. Comprender es ver desde la totalidad. Para ver desde
la totalidad es necesario que yo sea, que lo que ahora creo que soy se disuelva y que mi
identidad se amplíe hasta la totalidad. Ésta es una extraña situación para el pensamiento. Mi
identidad tiene que expandirse infinitamente, y entonces veo desde esa totalidad, desde esa
identidad expandida.
[AC-200] Cuando mi identidad está limitada, estoy creando complicaciones por todos los lados,
separaciones, luchas, conflictos debido a esa misma limitación de lo que creo ser. Y las luchas y
los conflictos que crean los demás excitan una reacción mía de la misma clase: acciones y
reacciones en cadena surgen de mantenerse en un estado limitado, de creernos que somos lo
que aparece. Pero no somos las apariencias, tengámoslo claro; no somos lo que aparece. Lo que
aparece no es nada, es una cosa ínfima. Podríamos decir que es nada, como dicen los budistas, y
diríamos la verdad: es una nada; es una nada coloreada por la Conciencia. En el tiempo parece
que esa nada tiene vida; pero el tiempo es creación también de la mente, el pensamiento está

103
ocasionando el tiempo, digamos que el tiempo es un subproducto de este instrumento
pensante que es la mente. Sin pensamiento no hay tal tiempo, sin pensamiento desaparece la
historia: la historia de la humanidad, la historia de un pueblo, la historia particular de un
individuo, etc. Cuando estamos más allá del pensamiento desaparecen todas las historias. Lo-
que-Es no le sigue el juego a la memoria, porque la memoria es el recuerdo de lo que aparece,
mientras que Lo-que-Es no requiere memoria porque, como está siempre ahí de instante en
instante, es eterno. Lo que está en el tiempo requiere un aparato que lo grabe, que es la
memoria, porque si no, se está yendo todo el tiempo; y aún con la memoria se va, porque la
memoria se va también, puesto que también es un aspecto temporal.
Solo hay una cosa que mantener en nuestra mente; dejemos todo lo demás, solo una cosa hay
que mantener: lo Real está aquí y ahora, es eterno, está fuera del tiempo, y la comprensión
brota de vivir desde ahí, no de otra manera. Puedo pensar que, si no estoy en ese lugar, no
tengo muchas expectativas en la vida, no tengo muchas esperanzas. Pero en realidad sí tengo
una gran esperanza: ir a ese lugar. Las demás esperanzas [AC-201] no cuentan. Si no estoy ahí,
mi propósito de vida, mi sentido de la vida, mi plan, mi amor supremo, mi ideal es traspasar ese
nivel y estar en el nivel donde la comprensión se produce, es decir, pasar de las tinieblas a la luz,
como se ha dicho de una manera simplificada en una Upanisad. Pero las tinieblas entretienen
muchísimo, de ahí la dificultad de aprender a contemplar. Tenemos que intentarlo una y otra
vez.
Las tinieblas no solamente entretienen, sino que acaparan de manera muy sutil. Por ejemplo,
aparecen pensamientos como: “Sí, puedes ir a otro lugar; pero si lo haces, entonces abandonas
esto. ¿Cómo será tu vida si dejas las personas que te rodean y tus proyectos?”. Todos esos
pensamientos son nada, son ilusorios. No es que los proyectos y los planes y lo que vivamos no
sean inteligentes. Todo, dentro de la manifestación está hecho de conciencia y es reflejo de la
Inteligencia; pero cada plano se ocupa de su nivel correspondiente: el nivel físico se ocupa del
físico, y el mental del mental, etc.
Soltemos esa identificación. Creemos que nada funcionará si no nos identificamos con ello, pero
eso no es verdad. Todo funciona mal precisamente por identificarnos con ello, todo funciona
mal debido a que tenemos esa angustia del ejemplo anterior, de creer que hay una serpiente
cuando lo que hay es una rama. Cuando veamos Lo-que-Es realmente, actuaremos de manera
adecuada a Lo-que-Es. Cuando en una persona hay atención, no actúa de manera inadecuada;
actúa de manera adecuada, y con mayor sencillez, desde luego, porque es más sencillo tener
delante un palo que tener una serpiente, mucho más sencillo. Entonces, ¿la vida se hace más
sencilla? Sí, seguramente se hace más sencilla, pero sin duda se vuelve adecuada; es adecuada
desde otro nivel, desde un nivel de comprensión. Por ejemplo, una persona que está en la
atención cumple con sus responsabilidades, [AC-202] llega a la hora que ha prometido llegar,
hace lo que se ha comprometido a hacer, actúa sin distorsionar lo que los demás están
haciendo, no perjudica a los demás. Una persona que no esté atenta está en sus
preocupaciones, está en sus enredos, en sus líos, no piensa en los demás, no se acuerda, se le
pasa la hora a la que había quedado, se olvida de hacer lo que había prometido, etc.
La atención es una iluminación. Puede suceder que te distraigas de alguna cosa, pero
básicamente la atención es una iluminación. Entonces, básicamente actúas de una manera

104
adecuada. No exageremos y pensemos que los sabios nunca se olvidan el paraguas, porque sí, a
veces, los sabios se olvidan mucho de los paraguas; no hay que exagerar en este sentido. Pero,
esencialmente, en lo que se ve como importante, en lo esencial hay una adecuación de todos
los niveles. Por ejemplo, el cuidado del cuerpo físico. Se puede tener cuidado del cuerpo físico
de una manera compulsiva, como tanto se ve en esta sociedad: con angustia, amargándose uno
la vida y amargándosela a los demás porque tengo que pasar análisis médicos todo el tiempo,
por ejemplo. Ésa es la forma de vivir cuando no se comprende lo que es la vida. Sin embargo,
cuando hay comprensión no hay una despreocupación por el cuerpo físico, sino una atención en
darle lo que es necesario y proveerle de un cuidado razonable. Y si se ve que en un momento
dado hay peligro de enfermedad, se puede utilizar un producto que ayude, que sea natural, que
no tenga efectos peores que los que resuelve. Pero la persona que está angustiada, va a por
todas. Se puede tomar una droga terrible que le quite el resfriado, por ejemplo, pero que le deje
una enfermedad de por vida, y luego seguirá con esa enfermedad, tomando cosas que le
compliquen otras, etc.
Lo que está pasando actualmente con la medicina es muy significativo; es significativo de lo que
pasa en todos los ámbitos. [AC-203] En el ámbito de la pedagogía, por ejemplo, tampoco se les
permite a los niños que espontáneamente brote de ellos lo que es natural, sino que hay que
educarlos de una manera determinada, hay que procurar que desde pequeños desarrollen la
inteligencia porque luego hay una competencia enorme, se les enseña a manejar los
ordenadores a partir de los dos años, y cosas por el estilo, para que luego no se queden atrás.
Sin embargo, las teorías siempre se quedan atrás porque la vida es nueva en cada momento y
siempre vienen cosas inesperadas. Pero las personas siguen preocupándose por la serpiente,
según el ejemplo de la filosofía advaita, ya sea en medicina, en pedagogía o en cualquier otra
disciplina que elijamos.
La actitud de la persona con sabiduría, de la persona que comprende, es una actitud
serenamente despierta. La persona es serena porque sabe que lo Real, que lo verdadero no es
en absoluto ni un peligro, ni un conflicto, ni una desaparición, ni una muerte, ni nada de eso. Lo
Real está ahí, es eterno, es siempre, y esa certeza produce la única confianza verdadera. No es
que produzca “una” confianza, sino “la única” confianza verdadera.
El intuir, el contemplar o el unificarse con lo Real son las tres etapas que van produciendo la
única confianza verdadera; las otras no son verdaderas: ni el confiar en personas, ni el confiar
en la economía, ni el confiar en la tradición, ni el confiar en las autoridades científicas o
religiosas, ni el confiar en nada. La única confianza verdadera, y la única libertad verdadera, es la
que nace de lo Real. De esa comprensión y de esa serena lucidez brota la única verdadera
libertad. Las otras cosas son remedos, son caricaturas de la libertad; no es verdadera libertad,
sino lo que creemos que es libertad. Hacer lo que quiero en un momento dado suele estar
movido por corrientes, energías, impulsos, ideas que no veo. Eso es hacer [AC-204] lo que
quiero. Cuando todo eso se ha comprendido brota la verdadera libertad: la libertad de ser lo
que realmente soy en un instante eterno. Nada de lo que aparece es real. En este sentido, ser
libre es no estar limitado, no estar condicionado.
Las personas creen que ejercen su libertad cuando siguen condicionamientos, cuando
obedecen, cuando siguen pautas, cuando siguen impulsos, ya sean biológicos o sociales; así

105
entienden que están ejerciendo su libertad. Pero la libertad es no estar limitado por nada, no
estar coaccionado por nada, no tener ningún condicionante, no repetir. En otras palabras, ser
nuevo en cada instante; eso es ser libre. Que nada del pasado te esté empujando, que nada del
pasado te esté impulsando a actuar y a vivir, ni del pasado de hace siglos —tradiciones, etc.— ni
del pasado de lo que oíste ayer. Que nada del pasado te afecte, que vivas en este instante
eterno sin tomar en cuenta lo que oyes alrededor del pasado, ajeno a lo que aparece, a lo que
se mueve en el sueño; porque si empiezas a escuchar esas voces, como le pasó a Ulises con las
sirenas, fácilmente acabas embaucado. Tienes que estar bien atado al mástil, bien centrado en
ese foco de luz que es tu verdadera naturaleza para que no te dejes llevar por esas voces
ilusorias del pasado, siempre del pasado. Porque lo eterno no habla de esa manera
espectacular, lo eterno no es así, no es un canto que entusiasma, que hipnotiza. Lo eterno está
siempre ahí, y es necesario aprender a escucharlo. Coloquemos nuestra identidad en otro lugar
distinto para poder escuchar aquello que es eterno, que no pertenece al pasado. ¿Estamos
despiertos para vivir? ¿Estamos lúcidos? ¿Hay sabiduría en nuestra vida?

CAPÍTULO XIV

Sabiduría en el vivir

SIN TIEMPO
[AC-205] Vamos a realizar una investigación para descubrir lo Real.
Aun empleando nuestra razón, nuestro intelecto, no nos quedaremos con los conceptos ni los
pensamientos que vayan apareciendo en nuestra mente. Vamos a profundizar en la conciencia.
Para ello debemos aflojar todas las tensiones. No hay que barajar ideas, pensamientos, sino
investigar, aprender a mantener nuestra mente en un lugar donde existe lucidez. Investiguemos
para descubrir si es posible que en la mente haya un lugar hacia la lucidez, hacia la inteligencia
total, que permite ver la verdad directamente. Si no es posible, no hay nada que hacer. Si no
podemos ver la verdad directamente, si no sabemos ser una luz para nosotros mismos, si no
podemos ser capaces de descubrir directamente lo que es verdadero y separarlo de lo falso, si
eso no es posible, estamos perdidos y podemos caer en doctrinas, comparaciones y conflictos
que acaban en frustraciones.
Cuando decimos que vamos a hacer una investigación, quiere decir que adoptamos una actitud
interna capaz de descubrir un lugar nuevo a partir de nuestra inteligencia habitual, [AC-206] de
abrirnos a un espacio de inteligencia ilimitado. No es difícil observar que, aunque creemos
darnos cuenta, miramos de una manera limitada, parcial. Investigaremos lo que es verdadero y
falso sobre lo que aparece y no es. Este es el camino de la sabiduría, que no está en el tiempo. El
ser humano puede encontrarse en el camino en cualquier época, en cualquier lugar, situación,
edad, no importa su cultura ni tradición religiosa.

106
El camino de la sabiduría es distinto a lo que se suele pensar que es. Me he dado cuenta de que
los seres humanos no saben lo que es el camino, y eso es lo que vamos a investigar. No
debemos buscar fórmulas o informaciones. El camino verdadero no consiste en nada de eso; así
solo jugamos con información. El camino de sabiduría no discurre por ahí, no tiene nada que ver
con los juegos de descubrir cosas, conocimientos técnicos y demás.
A la sabiduría no se le puede atribuir ninguna religión o ciencia; no busquemos de manera tan
inmadura. Solo hay un camino: la propia conciencia del que investiga. Es en nosotros mismos el
único lugar donde podemos hallarla. Compartir, intercambiar, animarnos unos a otros, como lo
estamos haciendo ahora, es algo que debemos hacer cada uno de nosotros.
Estamos acostumbrados a pensar que el ser creyentes de una religión basta para “salvarnos”,
pero eso significa falta de lucidez, pues ser creyente significa aceptar algo que me dicen de
fuera, algo que está establecido con un objetivo para conseguir algo. Las religiones, sectas o
sociedades de cualquier clase son grupos de poder que, no es que no tengan que ver nada en
absoluto con la sabiduría, sino que se forman en torno a unas ideas que se aceptan sin
sabiduría.
Cuando en el ser humano empieza a despuntar la sabiduría, éste comienza a liberarse de todas
las dependencias en [AC-207] las que están basadas las religiones, las ciencias o las filosofías, es
decir, se libera de todo aquello que aparece en lo relativo para conseguir algo en el ámbito
superficial. Quiero decir que ahí no hay una demanda de profundizar, sino de aceptar consignas
exteriores. ¿De qué vale eso? Vale superficialmente, como montones de creencias aprendidas.
Pero cuando a una persona le llega el sufrimiento y se derrumba, no le vale para nada tener
tantas lecciones aprendidas basadas en teorías o en leyendas y mitos. Todo ello se puede
comparar con los cuentos que se relatan a los niños. Pero cuando somos adultos necesitamos la
verdad; no queremos dormirnos, como los niños, sino despertar. La sabiduría comienza cuando
queremos despertar, y la llamada a ese despertar debe ser interna, nunca la podemos imponer.
Solo se impone lo que viene de fuera: política, religión, etc. El ser humano se abre desde dentro
para despertar y ver entonces las cosas de una manera diferente.
Cuando alguien vive con sabiduría es como un extraño. Solo es bien acogido el que se ajusta a
las normas de un grupo. Pero el que vive con sabiduría, ése es un incomprendido del que nadie
sabe nada. Pasa desapercibido, hace cosas que nadie hace, incluso se llega a pensar que está
loco. Démonos cuenta, sin embargo, de que lo importante no es lo que parece, sino Lo-que-Es.
La persona que se abre a la sabiduría descubre realmente lo que es la Realidad. Esto nos espera
a todos. Todo lo demás, ante esto, son trivialidades: importantes en el momento temporal en
que las vivimos para conseguir algo, pero que se desvanecen, se acaban, porque están en el
tiempo. Solo parecen importantes en la temporalidad.
En cada etapa de la vida nos creemos que lo temporal es la realidad y, sin haber observado
cómo pasa el tiempo, queremos atraparlo, pero inmediatamente ya se ha pasado. Al recordarlo
con la memoria, vemos que aquello ya es otra historia. ¿Cómo [AC-208] puede ser tan
importante y, al pasar, dejar de serlo?, ¿cómo es esto de la temporalidad? Me entretengo con lo
que va a pasar, pero se va a desvanecer de la misma manera que pasó lo anterior. Las próximas
generaciones se reirán de las costumbres actuales, de lo que nos parece tan importante, del

107
mismo modo que nosotros, por nuestro lado, también lo hemos hecho con las anteriores. Así
estamos atravesando la ilusión del tiempo.
Hay sabiduría cuando podemos ver el paso del tiempo serenamente, cuando podemos verlo tal
y como es. Ver las cosas en su relatividad significa que están todas relacionadas y que ninguna
es por sí misma. En mi juventud, por ejemplo, dependo de mi belleza, de la moda, de mi salud,
de las opiniones de los demás, y así todo, absolutamente todo.
Y eso va a pasar.
Este mundo relativo es una interrelación de cosas que no se sostienen por ellas mismas, que
dependen unas de otras, que no tienen soporte en sí mismas. Esto lo han descubierto los
científicos. Desaparecieron las teorías sobre la materia, están todas en desuso. Así se ve hasta
qué punto no hay soporte sustancial para lo fenoménico; no hay la célebre sustancia que
proponían los filósofos ni la materia que inventaron los científicos; todo son relaciones. Las
matemáticas y la lógica lo definen muy bien: “Esto es a aquello como aquello es a lo otro”. ¿Qué
verdad hay ahí? Hay verdades relacionadas, que está bien poder manejar, pero es triste que nos
quedemos encerrados en ellas; si lo hacemos, nos convertiremos en unas computadoras
biológicas, unos bio-computer, como dicen los ingleses. La única diferencia que tendremos
entonces con las máquinas es que las nuestras serán unas relaciones biológicas, pero
prácticamente seremos lo mismo que ellas.
En el fondo del ser humano hay un anhelo de ser lo que somos. No nos conformamos con lo que
aparece. El proponernos metas es muy limitado; el no traspasar la mente lógica acarrea [AC-
209] estados psicológicos desagradables, como depresiones y angustias. Es lo que estamos
manejando de manera habitual. Ponemos entonces el instrumento físico y mental en manos de
especialistas, que a su vez trabajan de manera limitada. Ya es de dominio público que eso no es
una buena solución. ¿Por qué? Porque son conocimientos parciales. Si tenemos un problema
grave, creemos que necesitamos ponernos en manos de especialistas. Pero, si somos
conscientes y nos damos cuenta de que ese camino que casi toda la humanidad sigue no es el
verdadero, que no nos conduce a lo que anhelamos profundamente en el fondo del corazón,
¿por qué no lo cambiamos?
Cuando tenemos ese atisbo debemos ponernos manos a la obra y trabajar directamente para
entrar en el camino de la sabiduría, lo cual significa vivir a partir de mi propia comprensión, una
vez que he tenido la demanda interior de ver por mí mismo. Comprender no es entender; seguir
a otros tampoco lo es. Hemos de investigar en libertad. El camino de la sabiduría está hecho de
libertad. Solo en un instante en el que somos libres puede aparecer una lucidez o una
iluminación en nuestro interior, y esa luz viene del ámbito de la sabiduría, no de lo conocido y
repetido.
Siempre que estemos dependiendo de cosas nos va a parecer que el camino de la sabiduría es
un camino lejano y difícil, pero en la medida en que vayamos librándonos de esas dependencias
nos daremos cuenta de que entramos naturalmente en el camino. Libertad y sabiduría van de la
mano. La sabiduría en el vivir empieza y termina con libertad, no como reacción contra lo
establecido. En libertad no se da ni la acción ni la reacción del que sigue algo, sino visión exacta
de Lo-que-Es. Se actúa en adecuación a lo que se ha comprendido, no en contra; no se actúa

108
siguiendo nada, sino a partir de la comprensión. Aparece momentánea y espontáneamente, no
es algo que se acumula.
[AC-210] Los que venís haciendo estas investigaciones desde hace tiempo os habéis dado
cuenta de que no consisten en una acumulación de conocimientos. En el momento en que
entramos en el ámbito de la sabiduría todo es nuevo, todo es único, y el pasado y el futuro no
tienen ninguna importancia, ya que son imaginación de nuestra mente; no son Lo-que-Es.

EL MOMENTO PRESENTE
Vamos a llegar a un punto que considero muy importante en la práctica de lo que significa vivir
con sabiduría: es el captar el instante presente.
El instante presente no es nada, porque cuando nos preguntamos dónde está ya se ha ido. Estar
en el presente implica captar lo inasible, lo que el pensamiento no puede captar por ser
instantáneo. Mantenerse así, en un punto de equilibrio, en un instante que se escapa, nos
parece difícil, pero vamos a ponerlo más difícil todavía: mantenernos durante todo el tiempo
ahí, hasta deshacer el tiempo.
No hay ninguna dificultad. Solo es difícil para el pensamiento, que vive en la continuidad del
tiempo, pero es absolutamente natural y espontáneo cuando no se está en el pensamiento. Es
algo que debemos descubrir cada uno de nosotros. Cuando no estoy proyectado ni hacia el
pasado ni hacia el futuro, ¿dónde estoy? Esto es lo que tenemos que investigar, esto es abrirnos
a una dimensión nueva. Seguro que algunos ya lo hemos descubierto, ésta es una primera
etapa; luego viene vivir desde ahí, que, pase lo que pase, ninguna sacudida nos lleve al pasado o
nos proyecte al futuro donde se crean deseos y miedos.
La vida, en su inteligencia, nos va poniendo todas las situaciones necesarias para que
comprendamos y nos liberemos. [AC-211] Los que vamos caminando por el camino de la
sabiduría estamos vacunados de crearnos protecciones, porque no existe ninguna protección en
el mundo relativo. El mundo relativo de las energías físicas, el cuerpo físico o el pensamiento es
algo que está en movimiento constante, en cambio permanente; incluso se hacen y deshacen
las formas. Si esto es así, ¿qué seguridad vamos a conseguir? Nunca en esa vida relativa voy a
alcanzar esa seguridad y firmeza que imagino.
Una vez que lo sé, ya no me esfuerzo; sobre todo porque comprendo que es un camino
equivocado. Podríamos decirnos: “¿Este camino conduce a alguna parte? No. Pues entonces no
daré más pasos en la dirección que iba”. Ahí empieza la sabiduría. Cuando ésta acompaña a un
ser humano, la vida se transforma de tal manera que podría pasarme horas, días, años hablando
de cómo se transforma. Es algo muy diferente de la vida condicionada que conocemos, y,
aunque hablar de ello no es vivirlo, puede decirse que no habrá más dependencias de personas
o situaciones, que jamás nos aburriremos ni estaremos tristes. ¿Por qué? Porque estaré
aprendiendo en cada instante, y ese aprender es una expansión en la conciencia
completamente nueva. No hay nada más importante que descubrir lo nuevo en una conciencia
plena. En la apertura a la sabiduría, cada instante aparece absolutamente nuevo, ya que es
creación de la conciencia total. Es como si se abriera una ventana de repente y entrara un
resplandor que nos abre a la luz. Cada instante es un estallido del resplandor de la luz.

109
Vivir en el presente es algo que el pensamiento no conoce, y pensamos que es algo aburrido y
repetitivo. El pensamiento es útil cuando ocupa el lugar que le corresponde, pero nos hemos
identificado con él y así hemos fabricado una cárcel. También tengo una mano que me es muy
útil y me sirve para muchas [AC-212] cosas, pero si me creyera que soy solo una mano, qué vida
tan limitada llevaría. Sin embargo, eso no quiere decir que deba cortarme la mano.
Hay seres humanos que al leer sobre estos temas dicen: “El pensamiento es el culpable”, y se
quedan en emociones y sensaciones vitales. Esto es una limitación improcedente, porque
pensar que se puede hacer una cosa u otra ya es estar pensando, y si por un momento se
consiguiera eliminar por completo el pensamiento, sería una catástrofe, sería quedarse
dormido. No es sabiduría el ir contra los instrumentos con los que la vida nos ha equipado para
vivir esta aventura existencial de la vida. No debemos menospreciar ningún instrumento. Por el
contrario, debemos cuidarlos, ya que nos van a ser útiles en nuestra aventura. El error no está
en los instrumentos sino en quedarnos atrapados en una zona limitada, y es sabiduría darnos
cuenta de eso. Desde la limitación no podemos hacer nada. Solo el darnos cuenta parará todas
esas exigencias de deseos y ambiciones, y nos sacará de la alienación en la que está el ser
humano. La salida mágica es la siguiente: De lo condicionado se sale comprendiendo que no soy
nada de lo conocido, ya sean pensamientos, deseos, emociones, situaciones, etc. Entonces salgo
de ahí y empiezo a vivir con sabiduría.

SOLO DESPERTAR LIBERA


Antes de la sabiduría hay muchos problemas que requieren muchas soluciones, una para cada
problema. Pueden ser mentales, de relación, materiales, etc. Pero a partir de la sabiduría no
buscamos diferentes soluciones para cada problema; todos los problemas tienen una única
solución. Eso simplifica mucho las cosas. Si damos con esa solución única, se han acabado [AC-
213] nuestros problemas. No es que la vida se vaya a hacer a la medida de nuestros deseos, sino
que ya no tendremos tales deseos.
Mantenernos simplemente despiertos, dándonos cuenta de todo, es la única forma de
comprender y liberarse. Cuando estamos en el pensamiento es cuando tenemos muchas pegas,
pero el estar alerta, el darnos cuenta abrirá todas las puertas. Ese es el único camino. La
verdadera manera de llamar a la puerta no es invocar a un Dios misericordioso que me premia o
castiga según su humor; eso es infantil, son historias.
Cuando estamos pensando, cuando vivimos en el cascarón, nos falta madurar, observar, mirar,
darnos cuenta. Cuando se ve una verdad que normalmente no vemos en la vida diaria, ¿qué
utilizamos para verla? Solo la simple inteligencia; ella nos basta para darnos cuenta. En ese
“darse cuenta” no hay ya que razonar; en el “estar despierto” ya no necesitamos los recuerdos,
lo que han dicho o hecho otros. La verdad tiene una inmensa fuerza por sí misma, cuando la
hemos visto. Ese lugar desde donde hemos visto unas verdades es un lugar distinto del que
habitualmente solemos estar.
Cuando vemos algo como una evidencia, allí no hay pensamientos. Es solamente observar,
simplemente darnos cuenta de Lo-que-Es, ver. Debo mantenerme ahí, pase lo que pase. Lo más
fácil es quedarnos en los mecanismos viejos, por eso hay que estar atentos, no debemos ni

110
lamentarnos ni culpabilizarnos de nada, solo despertar. En el momento en que veo que esa
persona a la que trato como “yo” está reaccionando de la misma manera mecánica de siempre,
simplemente debo darme cuenta; eso es lo que cura: verlo. Normalmente funcionamos con los
mecanismos programados de siempre, y la respuesta es automática. Cuando esto sucede y no lo
veo, es que estoy dormido.
En investigaciones como ésta estamos aprendiendo a damos [AC-214] cuenta, a ver
directamente con la inteligencia. Cualquiera que sea la situación en la que nos encontremos
dentro de la mecanicidad, podemos darnos cuenta; esa posibilidad está dentro de nosotros, y
utilizándola aprenderemos a usar todo el potencial que tenemos. Usamos la inteligencia total
que somos del mismo modo en que se abre una ventana dando paso a la luz: La inteligencia ve
lo que pasa. Si hay una reacción mecánica producto del pasado, solamente la veo, y eso es
liberador. Sin argumentar ni analizar; ese darse cuenta no es obra del pensamiento. Se trata de
ver, no de pensar. El ver tiene una fuerza máxima, ya que es la inteligencia que mueve todo.
Todo está hecho de luz e inteligencia que mueve todos los universos. La fuerza de la luz lo
disuelve todo. Recordemos: nunca interpretar, solo mirar. Ver es la solución a todos los
problemas.
Todos los problemas surgen de la inatención. El despertarnos nos deja libres de todo, ya que no
somos la persona, sino la luz. Ya no viviremos con angustia ni miedos; desaparecerán, y solo
estaremos atentos a lo que vaya surgiendo naturalmente, momento a momento. Cuando veo
que no soy la apariencia ni dependo de las apariencias, entonces sé lo que es vivir con sabiduría.
Las personas que viven estos estados y los pueden enseñar, tienen un estado de serenidad y paz
profunda, de amor hacia todos sin condiciones, son espontáneas, la vida actúa a través de ellas.
Si me mantengo libre y despierto, entonces vivo con sabiduría. No sé lo que haré, pero viviré en
libertad, desde un amor incondicionado, que es lo que soy: la Conciencia Única. Es un estado de
paz, de belleza, de amor espontáneo; es la verdadera naturaleza del ser humano. Al descubrirlo
en profundidad, empiezo a vivir con sabiduría un nuevo estado de ser ajeno a la mecánica
determinista que nos rodeaba mientras no comprendíamos la vida. Es el descubrimiento de la
verdadera libertad.

SOY EL CAMINO
[AC-215] Hemos dicho que la sabiduría no es una cualidad que se tiene, sino que el ser humano
tiene la posibilidad de abrirse a la sabiduría, a lo Real, a su verdadera naturaleza, y que esto no
se hace mediante conocimientos o información. Estamos abriendo internamente ese camino,
que no tiene ninguna meta. Es ampliar la conciencia sin límites. No está hecho de etapas, está
hecho de nosotros mismos.
Nosotros somos el camino, estamos abriéndonos a nosotros mismos desde lo profundo de
nuestro ser, desde lo que intuimos como lo más sincero. Desde otro punto de vista se puede
decir que el camino se hace con mayor sinceridad. Es un camino sin calificaciones, sin errores.
Nuestros extravíos no tienen importancia, tampoco los de los demás; ambos se quedan en la
superficie pensada. En este camino siempre estamos empezando aquí y ahora. Somos siempre
nuevos. Podemos preguntarnos: “¿Pero no tenemos un pasado por detrás?”. Pero ¿quién tiene

111
pasado? El pensamiento es el que nos lo recuerda, pero no es nada real. Tenemos que darnos
cuenta de que estamos naciendo en cada instante.
Sabiduría es tomar conciencia de ello y vivir en consecuencia. No es un ideal, es la verdad de lo
que la vida es, el verdadero significado de lo que es vivir; así de sencillo. El sentido de nuestra
vida es muy simple: descubrir lo que son las apariencias, dejarlas caer y quedarnos con lo Real.
Eso es para vivirlo totalmente consecuentes con ello. Es saber que no existe el tiempo y vivir a
partir de ahí. Es saber que el pasado lo inventa el pensamiento, por lo que el argumento de la
vida se ha creado en el tiempo. Si veo que esto es verdad, debo vivir en consecuencia. Descubrir
estas verdades conlleva ser coherentes con ellas y vivir de acuerdo con ellas. Todo esto es para
ser vivido. Cuando lo vivo, lo soy. No son opiniones [AC-216] ni teorías filosóficas, religiosas o
psicológicas; no es nada de eso. Es algo constatable en cada instante de nuestro vivir, es un
descubrimiento que se hace en mí mismo.
Cuando investigamos es para descubrir, vivir y ser esa verdad descubierta. Nos parece muy
fuerte, porque solemos tomarlo de una manera superficial, pero no es algo para recibirlo con la
mente o con el corazón. Cuando se descubre una verdad así, eso debe transformar
completamente nuestra vida; y la vida efectivamente se transforma cuando vivimos esa verdad.
Mente y corazón se unifican en la luz.
Si me doy cuenta de que el pensamiento crea el pasado debido a que le doy realidad en lo
psicológico, me libero al comprenderlo, mientras que si me doy cuenta de que sigo creyéndome
los pensamientos que pasan en la superficie de mi conciencia, si eso me sucede, ya sé que no
estoy viviendo con sabiduría, que estoy atrapado. Para salir de ahí de nada me vale la erudición
ni leer libros de personas que vivieron o viven en sabiduría. Todo ello tiene el valor de que
puede propiciar que lo viva yo también, pero la sabiduría es el descubrimiento de la verdad en
mi propia conciencia.
Investigar es un empujón para que nuestra vida se transforme verdaderamente. Descubrimos la
verdad para ser totalmente transformados por ella. Deshacemos lo que nos ataba, lo que nos
limitaba una y mil veces en formas establecidas. Deshacemos las formas pensadas al mirarlas
con una mirada nueva, diferente, desde la verdad.
Tenemos la creencia de que estamos enfrentándonos a realidades objetivas, y nos dejamos
llevar por todo al hacer lo que los demás hacen o dicen. Lo cierto es que somos nosotros
quienes creamos esas realidades con las cuales nos enfrentamos: falta de amor, armonía,
ignorancia, tristeza y todo lo demás que ya conocemos. Así surgen nuestros problemas, y
después buscamos inútilmente una solución para cada uno de [AC-217] ellos. Todo eso es
imaginado; nada se resuelve fuera, donde buscamos la solución. De lo que se trata es de no
crear ningún problema más. Si mi mente crea más problemas y trato de buscar soluciones, no
vivo, porque lo hago enajenado. Debo ir directamente a la causa: deshacer mi identificación con
la memoria psicológica.
La memoria y el pensamiento son útiles, aunque son instrumentos limitados. El problema es
que hemos creado una realidad psicológica por el hecho de identificarnos con ellos, y eso nos
suscita emociones. Lo psicológico no es una realidad objetiva sino que es lo que me pasa a “mí”.
Pero podemos hacer un silencio en ese ámbito; eso es sabiduría.

112
LA SABIDURÍA SILENCIA LO PSICOLÓGICO
Se ha hablado del silencio. Los sabios, los místicos hacían silencio. Nosotros muchas veces
tratamos de ir haciendo silencio en la mente, pero creemos que hacer el silencio es relajarnos, y
no; el silencio es algo más que eso. Yo lo llamo “silencio creador”.
Hacer silencio no tiene por meta eliminar tensiones y seguir viviendo la misma vida de siempre.
Eso lo hacen muchos seres humanos: buscan el silencio como una solución desesperada a los
problemas que causa la identificación con lo irreal. El verdadero silencio, sin embargo, es
silencio del ámbito de lo psicológico, y aparece cuando se ha dado paso al discernimiento.
Consiste en ver las apariencias como apariencias, en contraposición a la visión normal, en que
acostumbramos ver las apariencias como realidades. Con discernimiento vemos las apariencias
como lo que aparece; la mente no tiene nada más que hacer que ver las apariencias. Lo Real
está siempre ahí, permanece, es lo que queda. Cuando no me engaño con las apariencias, [AC-
218] mi verdadera naturaleza, es decir, lo Real es lo que está ahí, no tengo que hacer nada más.
Vivir en sabiduría no es mejorar la vida; eso no tiene sentido. El verdadero sentido de avanzar
por el camino es librarnos de lo falso.
Una vez que nos hemos dado cuenta de que lo que aparece no es Lo-que-Es, ¿quién perdería el
tiempo en arreglar lo aparente? Si vemos lo que es irreal, lo inteligente es ir a lo Real. La
cuestión es despertar, no adquirir cualidades. Cuando vamos deshaciendo lo irreal, ese lugar
que se vacía lo habita la sabiduría, la claridad, la lucidez, la serenidad, el amor incondicionado y
total que no depende de nada, la belleza sin forma ni objeto, simplemente en sí misma, la paz
profunda, la armonía. Cuando se despierta se sustituye el mundo psicológico por el mundo de la
sabiduría.
Esto se va haciendo suavemente al ir descubriendo que lo que vivía eran apariencias, no
realidades. El trasvase se va haciendo solo. A esto se le ha llamado “la eliminación del ‘yo’”, y es
absolutamente liberador, ya que tras el “yo” está toda esa serie de cosas tan repetitivas que
carecen de sentido. Cuando desaparece el “yo” se lleva tras de sí toda la parafernalia
psicológica.
Esa barrida que hace la sabiduría es definitiva, y va tan rápida como sean nuestra contemplación
de la verdad y nuestro desengaño del error. Aquello que se ha eliminado por sabiduría no
vuelve más, se acabó. Una vez que he visto algo y lo comprendo, nunca más me atormentará en
la vida. Por eso debemos comprender, por eso debemos tener la mente despierta para esa
comprensión nueva.
Es importante que vea cómo está mi cuerpo-mente y mis hábitos de vida. No cambiarlo, sino
verlo. Debo darme cuenta de que todo lo que está sucediendo en mi vida es consecuencia de mi
manera de verla. Cuando mi visión cambia, adquiero sabiduría. Entonces mi vida se crea de otra
manera, pero ello [AC-219] ocurre a partir de lo que he visto y comprendido, nunca con
voluntad, que no conduce a nada. Mi vida será la expresión de mi comprensión. Tal y como esté
situada mi conciencia, mi vida será más o menos armoniosa, ordenada, clara. Eso siempre será
así, es inevitable.

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La importancia está en ver lo que está sucediendo en mi vida, mirar las condiciones de mi
mente. ¿Estoy correctamente situado, abierto a la luz, a la sabiduría, para que aquello se vaya
expresando? o, por el contrario, ¿estoy atado a normas, principios o a hacer las cosas como me
han dicho otros? Ya sabemos a lo que estamos atados. Si no lo sabemos, no tenemos más que
mirar y lo veremos.
Hemos visto que hacer silencio es hacer silencio de lo psicológico. Si nos quedamos en una
actitud de serena quietud, de lucidez, todo lo que venga de la actitud condicionada o psicológica
deberá ser desoído. Por ejemplo, si viene a la mente un recuerdo del pasado, se retira
suavemente. ¿Cómo lo hacemos?; No hay más que una manera, y es no tomarlo en cuenta, no
darle realidad. Todo lo demás que intente será un fracaso. Solo debo ver que no me interesa, y
quedarme entonces en silencio serenamente. Es una actitud interna de no dar realidad a nada
condicionado. Todo esto también vale para los planes de futuro. Lo que vale es el instante
presente vivido con lucidez. La liberación de lo falso pasa por mantener esa lucidez. Mi trabajo
consistirá, tanto en contemplación silenciosa como en la vida, en no dejarme llevar por ningún
pensamiento. Solo los pensamientos útiles de tipo técnico deben ser escuchados. El ámbito de
lo psicológico se ha creado a espaldas de la sabiduría por no comprender. Así se ha creado mi
historial, que consta de todo lo que no he comprendido. Al hacer silencio, ese historial puede
desaparecer.
Cuando dejo mi mente en silencio, porque he comprendido que estoy viviendo un mundo de
apariencias y porque quiero [AC-220] comprender la verdad, esa demanda silenciosa tiene
sentido. Ahí hay seriedad, serenidad y propósito. Cuando esto sucede, van apareciendo en la
conciencia nuevos ámbitos desde los que vivir, surge una vida nueva, vivo desde la sabiduría.
Se pueden distinguir dos maneras de acercarnos a este camino de sabiduría. Aunque son lo
mismo, desde fuera se pueden ver como diferentes. Una manera es hacer momentos de silencio
para poner la mente contemplativa en soledad, lo cual significa no estar pendientes de las
situaciones externas ocasionalmente, con el fin de tornar la mente contemplativa. Esto lo
haremos tanto más cuanto mayor sea nuestra vocación de descubrir la verdad. Otra manera es
hacer esto mismo en cualquier momento; a ser posible, siempre. Me coloco entonces
permanentemente en esa actitud, en ese silencio de lo psicológico donde no hay nadie que
quiera, piense, necesite. Es un vacío de mi “yo psicológico”, y la mente se queda contemplativa.
Mi actitud contemplativa se irá ampliando con naturalidad. Desde ahí todo lo que haga será la
respuesta en la acción, pero yo no hago nada realmente; veo que viene el reto, veo que es para
mí y respondo, sin intermedio de emociones psicológicas.
No son diferentes los momentos de meditar y de actuar en interrelación. Es una unidad. Lo
importante es ver cómo está colocada mi mente, a qué doy o no realidad. Cuando lo hago como
un experimento, en soledad, es sencillo. Llegará un momento en que esta actitud silenciosa se
convertirá en mi naturaleza, y entonces permanecerá como expresión espontánea de mi
verdadero ser.
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