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INTRODUCCIÓN A LA ARGUMENTACIÓN

Rossana Santos Salazar (2021)

Resumen

Este artículo forma parte de una serie de documentos destinados a introducir a


alumnos universitarios en la escritura académica. Persigue que el alumno se
apropie de algunas herramientas para construir de manera reflexiva y crítica sus
propios argumentos en torno a un tema controversial; y a partir de ellos elabore
un discurso argumentativo, sin recurrir al corta y pega de ideas ajenas, del que
lamentablemente hacen uso con frecuencia. No es una teoría sobre la
argumentación, sino una metodología para introducirse en la producción de
discursos de este tipo. Empleadas en el aula, las propuestas que aquí se
presentan son útiles para promover el diálogo y la reflexión crítica sobre
problemáticas actuales y cercanas, con el fin de que el estudiante defienda su
postura y sus ideas de manera convincente y las fundamente de manera clara,
coherente y organizada.

INTRODUCCIÓN

La argumentación supone la intencionalidad de modificar las representaciones


que un individuo o un grupo de personas tienen sobre un aspecto de la realidad
material o inmaterial. Esto también suele ocurrir cuando proveemos información
sobre un tema cualquiera. Compartimos nuestras representaciones con otros
individuos, quienes las aceptarán si las creen confiables y las rechazarán si sus
propias representaciones las contradicen en alguna forma. Es lo que ocurre en
una clase, por ejemplo, cuando actualizamos la información sobre una materia y

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presentamos como obsoleto un contenido que años atrás se ofreció como una
gran novedad. Esa intencionalidad, entonces, no es exclusiva de la
argumentación, pero es un aspecto fundamental de ella.

¿Cuándo nos vemos en la necesidad de argumentar y no solamente de informar?


Por lo general, esto ocurre cuando nuestras representaciones encuentran
resistencia en los demás. Van Eemeren afirma que el discurso argumentativo
consiste en un intercambio de movimientos verbales idealmente intencionados
para resolver una diferencia de opinión. (Eemeren & Houtlosser, 1999)

Un saber previo, una idea arraigada, una convicción instalada en la mente del
otro, le impide aceptar lo que decimos y validar nuestras palabras. ¿Y por qué
ocurre esto? Muchas de nuestras representaciones sobre la realidad se han
fijado en nuestra conciencia y constituyen parte importante de un sistema de
creencias que está en la base de nuestro accionar individual, y también de
nuestra participación en la vida social. Algunas constituyen saberes heredados
de nuestros padres y las sentimos parte de nosotros.

Por otro lado, algunas de nuestras creencias también están vinculadas con
nuestro mundo afectivo, por lo que a veces no solo discrepamos de algunas
ideas, sino que incluso nos desagradan. Sin embargo, para Von Eemeren, la
argumentación es una actividad de la razón, pues quien argumenta intenta
mostrar que se puede dar una explicación racional a la posición adoptada sobre
un asunto. Y nos recuerda que, aunque las emociones puedan desempeñar un
papel en la adopción de una posición, cuando la gente presenta sus argumentos
colocan sus consideraciones dentro del reino de la razón. (Van Eemeren, 1996 )

La argumentación surge de una confrontación con las ideas y las emociones que
otro posee con respecto a los mismos asuntos. El rechazo a las corridas de toros,
por ejemplo, no constituye solamente una digresión en torno a los derechos de
los animales, sino una respuesta fuertemente emocional ante un acto que se
considera cruel e inhumano. Las discusiones acaloradas en las que participamos
sobre temas controversiales se deben a este componente afectivo fuertemente
vinculado a nuestras convicciones. Algunos podrían sostener con cierto
fundamento que, cuando se trata de argumentar, la objetividad es solo un mito.
Por esta razón, quizás lo más adecuado sea hablar de niveles de objetividad, los

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cuales están en relación con la racionalidad de nuestros argumentos y la
solvencia con que estos sostienen nuestra posición. A continuación, revisaremos
algunas nociones o categorías útiles para analizar y comprender qué hay detrás
de la defensa de una postura y cómo enfrentar esa defensa de la manera más
efectiva.

Toda argumentación se dirige a la defensa de una idea o una conclusión, a la


que hemos llegado a partir de una serie de premisas en las que hemos confiado.
Llamamos TESIS a la idea que se defiende y ARGUMENTOS a las premisas en
las que la tesis se sostiene. Si en un tema como la corrida de toros, por ejemplo,
adoptamos una postura en contra, podríamos defender la tesis de que “deberían
prohibirse las corridas de toros”. La tesis constituye una afirmación que
representa una idea que tenemos sobre la realidad, un juicio que hemos hecho
sobre ella.

Jesús Tusón plantea una distinción interesante entre juicios de hecho y juicios
de valor; una distinción sumamente clara y fértil, por las implicancias que tiene
para analizar de manera crítica nuestras representaciones sobre la realidad. Las
categorías propuestas por Tusón obligan a distinguir, en primer lugar, el “hecho”
del “juicio de hecho”. El primero es el acontecimiento tal como se da más allá de
la manera como nosotros lo percibimos o lo comprendemos; es el elemento
fáctico sobre el cual emitimos un juicio, sea para definirlo, describirlo, explicarlo,
etc.

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En la imagen anterior, el hecho es lo que observamos en el piso, un único hecho,
con respecto al cual se emiten dos juicios diferentes intentando describirlo. La
terminología propuesta por Tusón nos invita a marcar una distancia entre la
realidad y nuestra percepción de ella, condición indispensable de la reflexión
crítica.

Los juicios de hecho son, para Tusón, afirmaciones de contenido fáctico que se
pueden juzgar como verdaderos o falsos, en tanto son comprobables,
verificables. Es necesario comprender entonces que un juicio de hecho no es
necesariamente un juicio verdadero. Si un médico emite un diagnóstico y
establece que su paciente sufre de una determinada enfermedad, su diagnóstico
constituye un juicio de hecho, sea que acierte o se equivoque.

Los juicios de valor, en cambio, aunque pueden referirse a los mismos hechos
no informan nada sobre estos, sino sobre la persona que emite ese juicio de
valor. Nos dicen sobre ella su educación, sus experiencias, su cultura, etc.,
desde las cuales manifiesta subjetivamente su aprecio o rechazo, su gusto o
disgusto, sus inclinaciones o sus expectativas; en fin, su valoración de los hechos
que observa.

Cuando argumentamos, la idea que defendemos puede ser un juicio de hecho o


de valor. Si afirmamos que el Sars Cov 2 que es causante del coronavirus tiene
un origen natural, estamos emitiendo un juicio de hecho; pero si digo que el 2020
ha sido un año funesto para la humanidad, emito un juicio de valor. No porque
estemos todos de acuerdo en un juicio de valor, este dejará de serlo, y tampoco
un juicio de hecho se convertirá en un juicio de valor porque haya controversia
en torno a él. Imaginemos un médico que después de exhaustivos exámenes
cita a su paciente para darle sus resultados. Ya con el paciente en la consulta,
le dice dos cosas: estás sumamente grave, te quedan seis meses de vida. No es
un ejemplo feliz para esclarecer este punto, pero es realmente un ejemplo muy
ilustrativo, así que insistiré en él. Equivocadamente, tendemos a pensar que los
juicios de valor u opiniones son afirmaciones sobre las que (existe) polémica y
los juicios de hecho son, en cambio, aseveraciones sobre las que todos estamos
de acuerdo. Si creemos esto, la primera afirmación del doctor sería
probablemente para muchos un juicio de hecho y la segunda, un juicio de valor;
pero no es así.
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Si nos guiamos de las definiciones aportadas por Tusón, el juicio de hecho es
aquel que se puede comprobar de manera fáctica y permite ser calificado de
verdadero o falso. Por lo tanto, cuando pasen los seis meses desde ese
momento, si el paciente sigue vivo, podremos decir que el pronóstico de vida
emitido por el doctor era falso. Y lo era porque el pronóstico simplemente no se
cumplió. La afirmación sobre la gravedad del padecimiento, en cambio, es un
juicio de valor, el cual probablemente esté muy bien fundamentado con
exhaustivos exámenes. A pesar de ello, no deja de ser un juicio de valor.

Asumamos entonces que, ante la terrible declaración del doctor, su paciente


tomó la acertada decisión de buscar una segunda opinión y después de varios
años de tratamiento y cirugías muy arriesgadas, logró superar la enfermedad.
¿Podríamos decir que el médico no tenía razón con respecto a la grave situación
de su paciente? Si costó tanto su recuperación¸ es posible que no estuviera
equivocado. Dado su conocimiento y experiencia en el tema, valoró la condición
del enfermo y la calificó. Pero los conocimientos y experiencias de otro doctor le
permitieron evaluar de distinta manera la gravedad de su padecimiento y afirmar
que aún había esperanzas para él. Las opiniones o juicios de valor no pueden
calificarse de verdaderas o falsas; pero podemos afirmar si son sólidas o débiles
en función de si se asientan en razones fundamentadas y verdaderas, o no.

Dicho esto, la tesis de una argumentación puede ser un juicio de hecho o un


juicio de valor. Los primeros suelen ser menos controvertidos, porque si las
evidencias que respaldan un juicio de hecho son contundentes, estas hacen que
la polémica se desvanezca. La controversia en torno a los juicios de valor, en
cambio, no desaparece tan fácilmente, aun cuando se respalden en evidencias,
porque involucran además la mirada subjetiva de quien emite el juicio, su
perspectiva, su apreciación personal; las cuales están determinadas por una
serie de factores que no necesariamente comparte con otros que observan los
mismos hechos, pero los valoran de otra manera.

Una tesis, entonces, es un juicio (de hecho o de valor) que se defiende y las
ideas que la respaldan son sus argumentos.

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EL PLANTEAMIENTO DE LA TESIS

Para introducirse al mundo de la argumentación resulta sumamente útil


reconocer el problema en torno al cual se debate; es decir el que levanta la
controversia. En el tratamiento de un problema existe una diversidad de
perspectivas con respecto a las cuales es posible discrepar. Podemos estar en
desacuerdo, por ejemplo, con respecto a la definición del problema, a su
gravedad, a la forma de solucionarlo, a la factibilidad de las soluciones, etc.
Tenemos en estos casos una controversia. La resolución de problemas implica
en ocasiones el análisis de un caso con el fin de definirlo, categorizarlo, para
tomar decisiones a partir de esa definición. Buscamos definir, clasificar el caso
para saber qué hacer, para valernos de las experiencias previas de casos
semejantes. Algunos son difíciles de clasificar. Una característica de más o de
menos, nos descoloca e impide que la respuesta sea diáfana y fácil. Entonces
vuelve a aparecer la controversia. ¿De qué tipo de caso estamos hablando?,
¿qué consecuencias tiene que sea de un tipo o de otro?, ¿qué decisiones
podemos o debemos tomar en un caso o en otro?, y ¿qué consecuencias tienen
esas decisiones? En esta situación se halla, por ejemplo, un médico cuando
existe polémica en torno al diagnóstico de una enfermedad; y también un fiscal,
cuando debe definir el tipo de delito en que ha incurrido un presunto criminal.

La ventana de la controversia

Para representar mejor esta diversidad de perspectivas podemos hacer un


esquema que permita organizarlas. Puede que no funcione para todas las
controversias posibles, pero con seguridad permite analizar un número
importante de ellas.

Las controversias suelen girar en torno a una problemática y una posible manera
de solucionarla. Sabemos que algunos problemas pueden agravarse si no
intervenimos y entonces proponemos soluciones, las cuales pretenden que en
un futuro el problema deje de existir. Esta idea sencilla puede introducirse en un
plano de cuatro cuadrantes. A este plano lo llamaremos la VENTANA DE LA
CONTROVERSIA. Desde ella miraremos la problemática en torno a la cual se
produce la polémica e identificaremos los aspectos discutibles en torno a ella.

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I II
El problema La solución

III IV
Pronóstico del Pronóstico de la
problema solución

Consideramos problema (I) una acción, suceso o fenómeno que tiene


repercusiones negativas. También se consideran un problema un conjunto de
hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin. Una
repercusión nos habla de un efecto, es decir un hecho consecuente cuyo
pronóstico (III) quizás podemos prever. Si somos optimistas, buscaremos una
forma de resolver el problema, sugeriremos una solución (II), con el fin de evitar
los efectos negativos del problema. Su ejecución también tiene un resultado
previsible, al que llamaremos pronóstico del problema (IV)

Es muy importante reconocer que en este esquema nos estamos moviendo en


el plano de las representaciones, no de los hechos y que reconocer algo como
un problema es representárselo negativamente y ver algo como una solución, es
todo lo contrario.

Si nos acercamos al polémico tema del lenguaje inclusivo encontraremos


discrepancias, por ejemplo, en torno a si el español es un idioma sexista o no.
Quienes piensan que lo es, advierten de los efectos de ese sexismo instalado en
el sistema lingüístico, por lo que sugieren una serie de experimentos lingüísticos
encaminados a hacer del español una lengua más inclusiva con respecto al tema

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del género. Las posturas son muy diversas, pero la controversia más fuerte la
encontramos entre quienes consideran que el masculino genérico es un rasgo
sexista del idioma castellano y quienes piensan que no lo es. No todos los
hispanohablantes reconocen un aspecto negativo en el masculino genérico
cuando lo emplean para referirse a grupos mixtos de personas. Por el contrario,
ven negativas las propuestas de modificación que otros sugieren como
soluciones.

Propongo prestar atención a este aspecto de la controversia porque la


argumentación se sostiene sobre un hecho pragmático fundamental: tenemos un
interlocutor o un público que piensa diferente. Por ello, es necesario analizar en
qué radican nuestras diferencias de pensamiento. Solo así seremos capaces de
ofrecer argumentos convincentes y demostrar la validez de nuestras
representaciones.

Claro está que a pesar de haber defendido sólida y coherentemente nuestras


convicciones, esto no obliga a nadie a aceptarlas y menos a asumirlas como
propias. Pero si es lo que pretendemos, es importante que evaluemos la
consistencia lógica de nuestra argumentación y fundamentemos con suficiencia
nuestra posición. Para hacerlo, debemos contar con algunas categorías y
estrategias. A continuación, propongo algunas que nos servirán no solo para
escribir, sino también para analizar una diversidad de discursos argumentativos.

Sugiero que antes de proceder a definir nuestros argumentos ubiquemos la tesis


que vamos a defender en uno de los cuadrantes mencionados y desde allí
analicemos la posible controversia que genera.

I. Definición del problema

La controversia podría girar en torno a la concepción misma del problema, si las


distintas posiciones no perciben los efectos como negativos. Podríamos estar
ante una postura que ve un problema donde alguien más no lo ve.

La discrepancia también podría estar alrededor de las causas del problema, del
diagnóstico que se hace de él y los factores que se consideran involucrados. La

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determinación de la naturaleza de un caso clínico (por ejemplo, si es natural o
artificial) es importante para la toma de decisiones. La definición del problema
implica en ocasiones una categorización, una clasificación. Esa definición
realmente no resuelve el problema, en el sentido de que no desaparece ni a este
ni a sus efectos, sino solo en cuanto orienta la acción de quién tiene a su cargo
responder ante él.

II. Propuesta de solución

Una propuesta de solución tiene por objetivo dar fin al problema. Cuando hay
responsabilidad moral o legal, esta consiste en actuar de acuerdo con lo que la
situación exige; pero esto implica el discernimiento sobre cómo proceder en esa
circunstancia particular. Ante un caso X, nos preguntamos ¿qué corresponde
hacer? Muchas veces la solución que se propone para responder a un problema
está ya establecida por códigos escritos en papel o códigos de costumbres que
parecen grabados en piedra y que señalan claramente la decisión que debemos
tomar. Para reducir el margen de nuestras respuestas y que el destino de las
personas no dependa de la iluminación de un individuo o la falta de ella,
establecemos normas y protocolos de respuesta ante determinadas situaciones.
Sin embargo, nuestros saberes se modifican y nuestras costumbres también. Y
con el tiempo, no vemos las cosas de la misma manera. Y, entonces, aparece
nuevamente la controversia.

III. Pronóstico del problema

Anteriormente señalamos que a un problema se le reconoce como tal por sus


efectos. Sin embargo, además de definirlo, solemos evaluar su gravedad y sus
alcances. Si el problema no es atendido a tiempo, ¿qué consecuencias tendrá a
corto, mediano o largo plazo? La magnitud del problema depende del daño que
causa; por lo tanto, es importante evaluar ese daño midiendo ámbitos de
impacto, el número de afectados, las posibilidades de revertir el impacto, los
daños colaterales. De esta evaluación depende que consideremos que la
atención de un problema es urgente o prioritaria o no. Tenemos aquí una nueva
posibilidad de discrepancia.

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IV. Pronóstico de la solución

Puesto que toda solución tiene por objetivo resolver un problema, podemos
proyectar la solución y evaluar sus alcances y su capacidad de atacar las causas.
evitar los daños o revertirlos. Podemos en ese sentido medir su efectividad o
calcularla. También podemos argumentar en torno a la factibilidad de una
solución; en otras palabras, a las posibilidades de llevarla a cabo por factores
humanos o logísticos, por ejemplo. Finalmente, también podemos considerar los
impactos negativos de la aplicación de una solución; consecuencias indeseadas
que podrían devenir en un problema mayor que el que estamos tratando de
resolver. Estos pueden ser algunos aspectos alrededor de los cuales se debate
cuando se está por tomar una decisión de cualquier índole.

La ventana de la controversia nos ofrece cuatro perspectivas de análisis que


podemos aplicar a un problema cualquiera. Pero vayamos a los ejemplos, que
estos siempre son buenos para ilustrar y aterrizar las ideas.

El mundo atraviesa por una pandemia que pone en peligro la vida de las
personas y podemos comprobar que los debates han girado en torno a estos
cuatro aspectos del problema.

¿El covid-19 fue creado en un laboratorio o es un virus de


origen natural? Una serie de científicos y organizaciones
han formado equipos de investigación para indagar el origen
de este virus. Las tesis de algunos apuntaban inicialmente a
que el coronavirus era resultado de un experimento humano
y que quizás haya sido un arma biológica que se le escapó
de las manos a su creador. Muchos científicos han echado
por tierra estas teorías y han concluido que el virus tiene un
origen completamente natural. De esta controversia, nacen
dos tesis enfrentadas:

• El coronavirus tiene un origen artificial.


• El coronavirus tiene un origen natural.

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Una variante del virus fue detectada en el Reino Unido,
por lo que se le conoce como la variante británica. Se
desató una controversia en torno a su gravedad, pues esta
se evalúa en base a diversos criterios como la
transmisibilidad, la gravedad de la infección, las
posibilidades de reinfección, o la letalidad, con respecto a
las cuales las investigaciones eran aún muy incipientes.
Algunos sostenían que esta era una variante más
peligrosa, mientras otros afirmaban que no, porque
aunque es más contagiosa no es más letal. Estas dos tesis tienen relación con
el pronóstico del problema:

• La variante británica es más peligrosa que la cepa original del virus.


• La variante británica es menos peligrosa que la cepa original del virus.

El mundo espera con ansias una pronta solución a la crisis mundial desatada por
el coronavirus. La esperanza de muchos descansa en la aplicación de una
vacuna que al inmunizar a los seres humanos pueda detener los contagios. Sin
embargo, no todos están de acuerdo con esta solución o, estando de acuerdo
con la vacunación, no lo están con respecto a cómo esta se implementaría.
También debemos recordar que existen tres tipos principales de vacunas contra
el COVID-19 y la discrepancia podría girar en torno a cuál de ellas es la más
efectiva para protegernos del contagio. Por ejemplo:

• Las vacunas ARNm son más efectivas para evitar el contagio del
coronavirus que las de vectores virales.
• Las vacunas de vectores virales son más seguras que las vacunas
ARNm.

Pero allí no termina la posibilidad de discrepar, pues existe una campaña global
en contra de las vacunas. Los denominados “antivacunas” afirman que estas son
dañinas y que causan más daños que beneficios. Por otro lado, hay quienes
apuntan a que la vacuna está impidiendo que respondamos eficientemente al
problema. Intentamos volver a nuestra “normalidad” cuando la pandemia nos ha
mostrado que esta tiene problemas y que es necesario hacer cambios en

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nuestros estilos de vida y en la forma como nos relacionamos con el medio
ambiente. Por ello, hay quienes sostienen que los resultados de una vacunación
contra el Covid-19 impiden que estemos en condiciones de enfrentar una nueva
pandemia si esta llegara a producirse. Dos posibles tesis se desprenden de esta
discrepancia:

• La vacuna contra el Covid-19 distrae a la humanidad de los cambios que


es necesario hacer en el estilo de vida para que el sistema inmunológico
pueda enfrentar una nueva pandemia en el futuro.
• La vacunación no impide que la humanidad haga los cambios que sean
necesarios para lograr que el sistema inmunológico responda de manera
eficiente en caso de una nueva pandemia futura.

Hasta aquí podemos reconocer que la ventana de la controversia nos permite


ver cuatro posibles debates en torno al mismo tema: la pandemia del
coronavirus. Quizás ya tenemos identificada la tesis que sustentaremos, pero
este ejercicio es útil para proyectar mentalmente las posibles objeciones de
nuestro destinatario a nuestra posición. Quizás de este análisis también
podamos extraer algunos argumentos convincentes para defenderla.

I. El problema II. La solución

-El coronavirus tiene un origen artificial. -Las vacunas ARNm son más efectivas para evitar el
-El coronavirus tiene un origen natural contagio del coronavirus que las de vectores virales.
-Las vacunas de vectores virales son más seguras
que las vacunas ARNm.

III. Pronóstico del problema IV. Pronóstico de la solución

-La variante británica es más peligrosa que la La vacuna contra el Covid-19 distrae a la humanidad
cepa original del virus. de los cambios que es necesario hacer en el estilo de
-La variante británica es menos peligrosa que vida para que el sistema inmunológico pueda
la cepa original del virus. enfrentar una nueva pandemia en el futuro.
La vacunación no impide que la humanidad haga los
cambios que sean necesarios para lograr que el
sistema inmunológico responda de manera eficiente
en caso de una nueva pandemia futura.

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LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ARGUMENTOS

Las controversias más difíciles de enfrentar son las que implican aspectos de
contenido ético, es decir juicios de valor. No obstante, eso no significa que no
podamos defender este tipo de juicios, porque un juicio de valor no es una simple
cuestión de gustos o la mera expresión de un sentimiento. A propósito de esto
Blackburn afirma lo siguiente:

“Si situamos la ética en el conjunto de las manifestaciones del pensamiento


crítico propio del ser humano, también se la puede concebir como el examen de
la justificación racional de nuestros juicios morales. La ética tiende a permitirnos
hacer evaluaciones morales mejor pensadas, más críticas y racionales del
comportamiento ajeno, de la organización de la sociedad o de nuestras propias
decisiones.” (Blackburn, 2006)

Una vez definida la tesis que defenderemos, debemos encontrar los argumentos
que la respaldarán. ¿Con qué ideas fundamentaremos nuestras convicciones?
Algunas de estas constituyen saberes aprendidos en la comunidad, ideas que
hemos aceptado como verdades, sin mayor cuestionamiento. No podremos
sustentar sólidamente una idea que hemos adoptado ingenuamente, por lo que
será necesario someterla a prueba. Hacerlo consiste en indagar cuál es su
fundamento; en qué nos basamos para defenderla.

Frecuentemente se suele representar la estructura de la argumentación como


una pirámide en la que la tesis ocupa la cima. Al igual que la construcción de una
pirámide no es el resultado de un simple apilamiento de piedras, la
argumentación tampoco es el resultado de una acumulación de ideas favorables
a la tesis que defendemos. Su construcción requiere de esfuerzo, habilidad,
ingenio y capacidad organizativa. La solidez de cualquier construcción depende
de la calidad del material que utilizamos. La argumentación igualmente depende
de los argumentos que sostienen nuestra posición.

Tesis

Argumentos

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La calidad de los argumentos

Un primer criterio con el cual evaluaremos la calidad de un argumento es la


objetividad. Esta se mide en función de la veracidad de los hechos que
respaldan nuestras ideas. Los juicios de hecho con los que fundamentamos
nuestra posición deben ser verdaderos; sin embargo, puede que no siempre esté
en nuestras manos la comprobación de su veracidad. En esos casos podemos
apoyarnos en la confiabilidad de una institución seria o de un especialista;
podemos recurrir a fuentes confiables que proporcionan datos científicamente
comprobados y seguros. También es posible citar la opinión de expertos que han
llegado a juicios de valor coincidentes con los nuestros, pero debemos recoger
adicionalmente los hechos en los que sostienen su posición. Esto es necesario
para no caer en la falacia de que una autoridad en el tema siempre tiene la razón.
Las opiniones de autoridad o de sentido común pueden reforzar la
argumentación, pero por sí mismas no son suficientes para sostener una tesis

Por otro lado, si nuestras premisas corresponden a juicios de hecho que son de
conocimiento general, podríamos no necesitar mayor respaldo; pero si no es el
caso, es imprescindible proporcionar la fuente de donde proviene la información
que sustenta la tesis. No basta con decir que algo está “científicamente
comprobado”. Debemos señalar explícitamente, quién y cómo ha llegado a dicha
comprobación.

Un segundo criterio es la pertinencia. Las premisas deben guardar relación


directa con la tesis no solo con el tema. Es fundamental que el argumento esté
dirigido realmente a demostrar la tesis, no solo a que el destinatario sienta
simpatía por ella. Por ejemplo, cuando se debate sobre si hay vida o no en el
óvulo ya fecundado, los índices de pobreza y embarazos no deseados no es
información pertinente para determinarlo; como tampoco lo son los resultados de
las encuestas de opinión para determinar si un político es corrupto o no lo es.

Un tercer criterio con el que medimos la capacidad de los argumentos de


demostrar la tesis a la que sirven es la suficiencia. La objetividad y la pertinencia
no bastan. Es preciso evaluar si de los argumentos que planteamos realmente
se desprende la conclusión a la que llegamos. Si una sola premisa es suficiente
para derivar la conclusión, su suficiencia es absoluta. Si la premisa requiere de

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otras para desprender del conjunto de ellas la conclusión decimos que su
suficiencia es relativa. Este criterio muchas veces requiere analizar el conjunto
de los argumentos y no cada uno de manera individual, porque la suficiencia
puede estar en la relación que existe entre las premisas y no particularmente en
cada una de ellas. Si buscamos demostrar que una política educativa no es
efectiva, por ejemplo, no basta con señalar que no ha logrado determinados
objetivos. Esta premisa tendría una suficiencia relativa. Será necesario incluir
entre las premisas que dicha política buscaba alcanzar precisamente esos
objetivos, la cual sería también una premisa de suficiencia relativa, pues la
eficacia de una acción se mide en función de los objetivos que ella misma
persigue y no de otros. Los argumentos de suficiencia absoluta son difíciles de
hallar, pero se considera, por ejemplo, que la prueba de ADN es de suficiencia
absoluta para comprobar la paternidad biológica.

Los ejes de la argumentación

Buscar los argumentos consiste en construir los cimientos en los que se


sostendrá la tesis que vamos a defender, pero esto es algo que debemos hacer
de manera reflexiva. No se trata de cortar y pegar argumentos ajenos y
acomodarlos en cualquier lugar de nuestro discurso. Para propiciar esa reflexión,
podemos analizar el tema sobre el cual gira nuestra tesis de acuerdo con lo que
llamaremos los ejes de la argumentación. Propongo cinco, pero eso no significa
que sean los únicos.

I. Eje jurídico o eje del derecho

Existen tantos factores por los que podríamos no estar de acuerdo que, para no
atropellarnos entre nosotros, creamos instituciones para que diriman en caso de
que existiese un conflicto de interés o de opinión, y lo hacen considerando
aquellos principios y valores que hemos acordado respetar. Así, por ejemplo, la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), promulgó,
el 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
un documento que marca un hito en la historia, pues establece, por primera vez,

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los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero
y se convierte de este modo en un ideal común para todos los pueblos y naciones
del planeta. El primer artículo de la declaración dice así:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,


dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente
los unos con los otros.” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948.)

La dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano de ser respetado
y valorado como ser individual y social, con sus características y condiciones
particulares, por el solo hecho de ser persona. La libertad, el derecho a actuar
según la propia decisión y voluntad, es una condición básica de esa humanidad.
Sin embargo, no estamos solos en el mundo y, de tanto en tanto, nuestras
voluntades entran en conflicto y debemos limitar en alguna forma esa libertad
para poder convivir en paz. Por ello, nuestro poder, es decir la capacidad que
tenemos de actuar de acuerdo con nuestra voluntad, va a ser regulado en alguna
forma. Las sociedades gestionan la libertad y el poder de las personas a través
de sus leyes, que establecen nuestros derechos y deberes. Los derechos
protegen la libertad. Los deberes y prohibiciones, en cambio, la restringen,
porque eventualmente obligan a ir en contra de la voluntad propia o impiden
actuar de acuerdo con ella, en favor del bienestar o la seguridad de todos.

Sin embargo, toda ley es un mensaje, el resultado de una comunicación, y es


emitida en un contexto y de acuerdo con las representaciones que los individuos
tienen de la realidad en el momento en que se emite. Los seres humanos
cambiamos y cambian nuestras representaciones, sin lugar a duda. Por ello, las
leyes no son inamovibles y a veces la controversia gira precisamente en torno a
su contenido. Pero cuando no es así, las leyes representan nuestras reglas de
convivencia, son un fundamento que legitima nuestro punto de vista o nuestra
conducta, y en ese sentido, constituyen un argumento.

Cuando una autoridad decide, por ejemplo, sancionar a un empleado o


despedirlo, su decisión entra en conflicto con los intereses del empleado, por lo
que la decisión que toma tiene que sustentarse en normas establecidas por la
institución en que laboran o de manera general en las leyes laborales que rigen
para todos los trabajadores de ese país.

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Si a través de un medio de comunicación nacional, un periodista transmite una
noticia falsa, el periodista no puede esgrimir simplemente su libertad de
expresión, porque una persona cuya honra se ha visto perjudicada por la noticia
puede denunciarlo amparándose en el artículo 132 del Código Penal, que
sanciona la difamación.

Como vemos, las leyes constituyen una fuente importante de argumentos en


algunos casos de controversia. Pero la historia nos ha mostrado que una ley no
es siempre justa. San Agustín (1951) llega, incluso, a decir que no es ley la ley
que es injusta. Puesto que en el plano moral no hay verdades absolutas, las
leyes pueden considerarse buenas hasta el momento en que ya no lo parecen
tanto. Ese tipo de evaluaciones que son muy frecuentes, ya no corresponden al
eje jurídico sino más bien al eje de la ética.

II. Eje ético o del plano moral

Para Blackburn, la ética es una manifestación del pensamiento crítico, pues nos
permite “hacer evaluaciones morales mejor pensadas, más críticas y racionales
del comportamiento ajeno, de la organización de la sociedad o de nuestras
propias decisiones”. (Blackburn, 2006) Aunque en nuestras legislaciones hay un
componente moral asociado a principios de justicia, equidad, dignidad humana,
etc., la moral no es solo la que nos imponen las leyes. Existen códigos morales
que aprendemos desde muy pequeños y que nos dictan lo que es correcto y lo
que no lo es en los distintos ámbitos de nuestra vida. Y sabemos, además, que
estos códigos morales no son universales pues varían de una cultura a otra y
también varían con el tiempo.

Estos códigos nos indican cómo enfrentar problemas individuales, pero también
están detrás de decisiones políticas o luchas colectivas en donde alineamos
nuestra manera de pensar con las de otros que comparten nuestro punto de
vista. En este sentido, los códigos morales de algún modo explican nuestro
comportamiento; por tanto, podemos también emplearlos para explicar las
conclusiones a las que llegamos, nuestras creencias y nuestras convicciones.

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Los argumentos del eje ético deben apelar a valores y principios que
compartimos. Recordemos que al argumentar buscamos modificar las
representaciones del otro con el fin de que se alinee con nuestro punto de vista.
Es distinto justificar nuestras acciones que convencer a alguien más de que
piense o actúe en uno u otro sentido. En el primer caso, la propia conciencia guía
nuestros actos y actuamos de acuerdo con nuestro libre albedrío. Pero en el
segundo, es necesario apelar a las representaciones compartidas. Por ello, no
es recomendable, por ejemplo, que esgrimamos argumentos religiosos para
convencer a un público que no comparte la misma fe.

Entonces, encontramos argumentos en el eje ético, cuando sustentamos la tesis


en valores o principios; cuando apelamos al respeto de los derechos de las
personas o de los animales, más allá de si están o no reconocidos legalmente.
En el eje ético consideramos cuál es el derecho que estamos protegiendo y si
hay derechos de otros en conflicto. ¿Cuáles son y de quiénes? Si es así,
debemos considerar si nuestra jerarquía de valores nos está llevando a hacer
prevalecer un derecho sobre otro y por qué.

Por ejemplo, la deontología, es una rama de la ética aplicada a los problemas


morales particulares que se plantean a los profesionales. Diversas situaciones
obligan a los profesionales, abogados, médicos, profesores, etc., a tomar
decisiones que van más allá de las cuestiones técnicas o profesionales, pues
someten a prueba sus valores y sus principios. Este es el caso, por ejemplo, de
Desmond Thomas Doss, un soldado del ejército de los Estados Unidos que se
negó a matar a un soldado enemigo o llevar un arma al combate debido a sus
creencias religiosas. Doss se declaró objetor de conciencia y debido a ello sirvió
a la armada norteamericana como paramédico asignado a uno de los pelotones
de la 77.ª División de Infantería. Salvó alrededor de 75 soldados heridos durante
la batalla de Okinawa, donde fue herido cuatro veces. Doss ayudó a su país a
salvar las vidas de sus compañeros, y recibió por ello la Medalla de Honor de
manos del presidente Harry Truman, a pesar de no haber disparado nunca un
arma. Su historia fue llevada a la pantalla grande en la película Hasta el último
hombre.

18
III. Eje ideológico

La palabra ideología tiene múltiples usos y en algunos de ellos hasta tiene una
connotación peyorativa. Para este abordaje de lo ideológico delimitaremos el
concepto y nos referiremos con este término al conjunto de ideas que
compartimos sobre cómo se ejerce el poder en la sociedad.

La sociedad además de un conjunto de personas es un conjunto de relaciones y


una de las relaciones que tiene más importancia en la forma como aquella se
conforma y estructura es la relación de poder. Existen relaciones de poder en las
distintas esferas de la vida social. En el ámbito familiar, laboral, vecinal, político,
económico, etc., algunos tienen mayor poder que otros. Esto depende de la
cultura, de la economía y del régimen político, entre otros factores.

En el eje ideológico indagamos sobre las relaciones de poder que establecemos


¿Qué ideas sobre el poder respaldan nuestra postura? ¿Se fundamentan de
manera objetiva? ¿En qué radica el poder que estamos reconociendo? ¿Es un
poder legítimo y ampliamente reconocido? ¿Ese poder es cuestionado por algún
sector de la sociedad? ¿Por qué?

Ciertas formas de dominación de unos sobre otros han sido aceptadas y


legitimadas por siglos, en diversas sociedades. Una serie de luchas
reivindicativas han perseguido equilibrar las condiciones de sectores que han
sido injustamente discriminados, y aún luchan por ello. Sin embargo, no todos
somos conscientes de las ideologías que sustentan esas formas de dominación.
Algunas de ellas normalizan la discriminación y la justifican esgrimiendo
condiciones supuestamente naturales, cuando en realidad son solo coartadas
que disfrazan prejuicios y estereotipos sin fundamento.

Nuestra idea del poder es un aspecto importante que debemos considerar


cuando analizamos los fundamentos de nuestra postura. En el debate sobre el
aborto, por ejemplo, un sector de la sociedad, no exclusivamente femenino,
considera que la mujer tiene o debe tener poder absoluto sobre su propio cuerpo.
Otro sector piensa, en cambio, que ese poder no alcanza a la vida que se ha
engendrado en su cuerpo y que habita dentro de la mujer desde la concepción
hasta su nacimiento. Por otro lado, la sociedad, a través del Estado, se atribuye
el poder de defender la vida del no nacido, en tanto se trata de un ser indefenso

19
y penaliza el aborto, en la idea de que la sanción inhibirá a la mujer de dar fin al
embarazo. El debate, como podemos ver, no solo gira en torno al tema ético
sobre el derecho a la vida, sino también involucra un asunto de poder.

Otro ejemplo de debate en el plano ideológico es el que proponen los partidarios


del antiespecismo, un movimiento que defiende los derechos de los animales y
que lucha por acabar con toda forma de explotación animal bajo la premisa de
que el ser humano es un animal más y de que ninguna especie es superior a
otra. Especismo y antiespecismo constituyen dos ideologías enfrentadas en
torno al poder que ejercen los seres humanos en función de su especie.

Otro debate muy actual es aquel acerca de si el currículum escolar debería o no


incluir temas de educación sexual, pues hay quienes sostienen que los padres
deberían tener poder sobre el contenido que se imparte a sus hijos al respecto y
que la formación sobre este tema tendría que ser una responsabilidad exclusiva
de los padres.

IV. Eje político

Para Aristóteles, el hombre es un animal político, pues vive en sociedad y, en


mayor o menor medida, participa en los asuntos públicos. En esa participación
política, el hombre manifiesta una tendencia o una voluntad a influir en el medio
social cuando comunica sus representaciones mediante la palabra o las deja ver
a través de sus acciones.

El hombre interviene en una diversidad de campos sociales: familiar, laboral,


educativo, político, etc. Dicha intervención se considera política cuando con ella
el hombre busca contribuir a reproducir o a transformar la estructura social
existente. Nuestros discursos no son meras expresiones de nuestro
pensamiento, sino que eventualmente persiguen influir en la realidad misma para
mantenerla o transformarla. Pierre Bourdieu señala que los sujetos sociales o
agentes tienen un conocimiento más o menos adecuado de ese mundo social y
son conscientes de que se puede obrar sobre ese mundo obrando sobre el
conocimiento que se tiene de él. En la conciencia de ello, los sujetos ejercen un
poder simbólico que es “el poder de construir lo dado por la enunciación, de

20
hacer ver y de hacer creer, de confirmar o de transformar la visión del mundo, la
acción sobre el mundo; por lo tanto, el mundo”. (Bourdieu, 2003)

Considerando, entonces, que toda argumentación constituye la manifestación de


un punto de vista sobre la realidad, el eje político nos invita a reflexionar sobre
qué aspecto de la realidad queremos cambiar o cuál esperamos mantener. Es
evidente, por ejemplo, que las posturas que defienden la introducción de una
perspectiva de género en el currículo escolar buscan un cambio, con el que
sectores más conservadores no están de acuerdo. Son dos discursos con una
orientación política diferente.

En el eje político, entonces, reconoceremos los argumentos que esgrimimos


considerando el futuro y las expectativas que tenemos sobre él, lo que queremos
cambiar de la realidad o lo que queremos mantener de ella.

V. Eje histórico

Si el eje político es el eje del futuro, el histórico es el eje del pasado. En el eje
histórico analizamos cuál es la historia de este asunto en el mundo y cómo dicha
historia respalda lo que afirmamos. Por supuesto, también es importante
reconocer si hay hechos que nos contradicen, para pensar qué podemos decir
al respecto.

El siguiente es uno de los argumentos que se esgrime en el Informe GEM, antes


conocido como Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el
Mundo, y que presenta datos estadísticos que demuestran que la educación
transforma el desarrollo. Entre las conclusiones a las que llega el informe se
encuentra que la educación es un factor importante en la solución de los
problemas medioambientales. A continuación, algunos de los datos recogidos
que respaldan esta conclusión:

“Es más probable que una persona instruida use el agua y la energía de
manera eficiente y recicle los desechos domésticos. En 29 países de
desarrollo alto o medio, el 25% de la población que no había completado
los estudios secundarios manifestó inquietud por la situación del medio

21
ambiente, en comparación con el 37% de quienes había terminado la
enseñanza secundaria y el 46% de los que habían recibido educación
superior. Esta preocupación se traduce en medidas positivas para el medio
ambiente: En Alemania, el 46% de las personas que habían recibido
educación superior firmó una petición o participó en una manifestación
en conexión con el medio ambiente durante los cinco últimos años, en
comparación con el 12% de quienes no habían completado la enseñanza
secundaria.” (UNESCO, 2020)

El informe GEM afirma, además, que el mundo tiende hacia la paridad de género
y que esto es constatable si analizamos los porcentajes de niñas que se
matriculan en la escuela y finalizan sus estudios.

“A nivel mundial, entre 1995 y 2018 la matriculación femenina


representó el 55% del aumento total de la matriculación en primaria y
secundaria, un incremento de 180 millones, pasando de 469 millones a
649 millones. A Asia Central y Meridional le corresponde el 47% del
aumento total y al África Subsahariana el 38%. El incremento mundial
de la matriculación de las mujeres concuerda con una tasa bruta de
matriculación combinada en la educación primaria y secundaria que
pasó del 73% al 89%. “ (UNESCO, 2020)

El índice de paridad de género en la educación primaria y secundaria en el


mundo aumentó, lo que demuestra que el mundo está avanzando hacia la
paridad de género. Esta tendencia mundial es encabezada por la India donde las
chicas matriculadas superan a los chicos en los niveles de primaria y secundaria.

La información recogida en el informe GEM sirve para demostrar la importancia


de la educación en el desarrollo. Al igual que en este caso podemos valernos
de ejemplos o datos estadísticos de instituciones que sirven para respaldar lo
que afirmamos, o de investigaciones que refieren a hechos estudiados
seriamente y que permiten demostrar nuestra tesis. Todos ellos pueden ser
argumentos convincentes a los que podemos recurrir. Aunque las conclusiones

22
a las que llegamos a partir de los datos recogidos pretendan extenderse al
presente o al futuro, la información constituye una constatación de un hecho
anterior por lo que corresponde al eje histórico.

Los ejes jurídico, ético, ideológico, político e histórico solo son una guía para la
búsqueda de los argumentos. No es necesario mencionarlos en el texto mismo.
Tampoco es imprescindible que propongamos un argumento por cada eje.
Puede ser, entonces, que hayamos encontrado más de un argumento del eje
ético y ninguno del eje jurídico.

Los cinco ejes de la argumentación nos orientan en la identificación de premisas


pertinentes y convincentes que tengan capacidad de fundamentar con
suficiencia nuestra postura. Una vez que hemos definido la tesis y los
argumentos con que la defenderemos, podemos esbozar el esquema
argumentativo convergente que orientará la escritura del texto.

Un esquema convergente se vería así:

Tesis: Las municipalidades deberían erradicar el comercio ambulatorio


informal. (propuesta de solución)

Argumentos:

• Regular y controlar el comercio ambulatorio es una función de las


Municipalidades de acuerdo con el Artículo 83, numeral 3.2 de la Ley
Nº 27972, Ley Orgánica de Municipalidades. (eje jurídico)
• El comercio ambulatorio informal está ligado a actividades delictivas.
(eje histórico)
• El comercio ambulatorio informal representa un peligro para la salud y
la seguridad de las personas. (eje histórico)
• El consumidor debe tener posibilidades de reclamar formalmente el
producto si este no se encuentra en buen estado y el comercio
ambulatorio informal no lo permite. (eje político)
• La existencia del comercio ambulatorio informal no es justa para las
personas que trabajan formalmente. (eje ético)

Estos argumentos no solo son útiles para defender la tesis de manera positiva,
sino también para contradecir una posición opuesta a la nuestra. Podemos
imaginar que uno de los argumentos que esgrimiría alguien que está de acuerdo
con el comercio ambulatorio informal es que no se puede impedir a alguien que

23
trabaje porque de ello depende su sustento. Sin embargo, en el esquema
encontramos una respuesta posible a dicho argumento, y es que debido a los
costos de la formalidad, competir contra el comercio informal es casi imposible.
Muchos negocios que son la fuente de ingresos de numerosas familias dejan de
ser rentables, y al tener que cerrar, otros ciudadanos son los que pierden su
empleo.

EL DISCURSO ARGUMENTATIVO

Disponerse a escribir el texto argumentativo exige tejer finamente los


argumentos en favor de un discurso que busca modificar las representaciones
de un destinatario con respecto al tema que hemos decidido abordar.

El texto argumentativo parte de la premisa de que existe un “otro” que no


comparte nuestra posición o nuestras ideas. Esta presunción constituye el
reconocimiento de una controversia; en otras palabras, de dos discursos
opuestos enfrentados. El texto argumentativo, por lo general, contempla ese
discurso contrario y eventualmente lo refuta. Esto quiere decir que la
argumentación no se limita a exponer ideas e información que demuestran la
tesis que defendemos, sino que además puede contradecir las ideas que podrían
esgrimirse para sustentar la tesis contraria.

Defender una tesis implica ofrecer información que corrobore su verdad, si se


trata de un juicio de hecho; o demuestre su solidez, si se trata de un juicio de
valor. Cada argumento apoya la tesis demostrándola. Refutar consiste, en
cambio, en debilitar la posición contraria mostrando la invalidez o debilidad de
sus argumentos y, en consecuencia, de la tesis que estos fundamentan. Refutar
no es suficiente para demostrar una tesis, es solo un recurso adicional, pues
probar que el otro está equivocado, no es suficiente para concluir que tenemos
la razón.

El texto argumentativo tiene un objetivo y para conseguirlo debe pensar en las


estrategias que sirven mejor a su propósito. Las estrategias discursivas que
sirven para la exposición son igualmente útiles para argumentar: definición,
comparación, ejemplificación, etc.

24
Argumento por definición

Una definición puede ser un buen argumento para dilucidar una controversia. Por
ejemplo, en el debate en torno a la necesidad de distinguir el homicidio del
feminicidio y de considerarlo como un tipo específico y diferente de delito, una
definición explicada puede ser un argumento convincente:

La tipificación del feminicidio como un delito penal ha sido una conquista


importante en la lucha contra la violencia de género en el Perú, pues en nuestro
país se ejerce sobre las mujeres una particular forma de violencia estructural y
sistemática que va de diversas formas progresivas de maltrato y abuso físico y
psicológico hasta la muerte. El término homicidio no era adecuado ni suficiente
para designar este tipo de delito, pues el feminicidio es el crimen que se comete
cuando se da muerte a una mujer por el hecho de ser mujer y en el ejercicio del
poder que el hombre se atribuye en un contexto de relaciones desiguales entre los
géneros. El feminicidio y el homicidio se distinguen principalmente en que en el
primero los factores que dan origen al crimen son el machismo o la misoginia; en
otras palabras, tiene que haber una motivación derivada de la creencia en la
subordinación de las mujeres al género masculino. Si una mujer es víctima de un
asalto a mano armada y es asesinada por resistirse al asalto se está ante un caso
de homicidio; pero si su esposo o un extraño pretenden tener relaciones sexuales
con ella en contra de su voluntad y, por resistirse, es asesinada, el delito es el
feminicidio; porque la causa que da origen a la muerte es el ejercicio abusivo del
poder que el hombre pretendía ejercer sobre ella.

Como podemos ver el razonamiento que está en la base de esta argumentación


tiene por premisa que el feminicidio es el delito que comete un hombre contra
una mujer por el hecho de ser mujer, y este constituye un tipo de delito diferente
por lo que merece una tipificación penal distinta. Puesto que la definición es una
de las premisas, decimos que se trata de un argumento por definiciòn, aunque
esta pueda ser complementada con otras estrategias, como en este caso, con la
ejemplificación.

25
Argumento causal

Un argumento causal no es la exposición de factores que dan lugar a una


consecuencia, sino una fundamentación que tiene entre sus premisas una
relación causal. Veamos un ejemplo:

Los gobiernos han recurrido por mucho tiempo a políticas públicas


asistencialistas que han pretendido resolver el problema de la pobreza ofreciendo
atención de emergencia para satisfacer necesidades urgentes de alimentación,
abrigo o salud; sin embargo, estas soluciones son solo paliativas y poco efectivas
a largo plazo, porque estas carencias son solo el síntoma de la pobreza, no sus
causas. La pobreza tiene que ser atendida desde una perspectiva
multidimensional que contemple los problemas de educación y empleo que
padecen los distintos sectores sociales de acuerdo a su edad, género, raza, lugar
de residencia, etc. Estos problemas impiden que los sectores pobres salgan del
círculo vicioso de la pobreza, pues sin educación y sin un empleo estable están
imposibilitados de lograr una economía sostenible en el tiempo, lo que los hace
vulnerables y permanentemente dependientes de dichos programas
asistencialistas.

El razonamiento que está en la base de esta argumentación es que para


solucionar un problema, debemos combatir las causas y no solamente los
síntomas. Puesto que los programas asistencialistas no atienden a las causas
del problema de la pobreza sino a sus síntomas, no son una forma efectiva de
acabar con ella. Entre las premisas tenemos la causa de la ineficacia de dichos
programas, por eso estamos ante un argumento causal.

Argumento de analogía

Una estrategia argumentativa muy común es la analogía. Esta consiste en una


comparación que pretende destacar las semejanzas entre dos hechos, objetos
o situaciones para llegar a una conclusión sobre uno de ellos. Es un tipo de
26
razonamiento inductivo que, en cierto modo, generaliza a partir de uno o más
casos (fuente) una conclusión y la aplica a un caso nuevo (término). Un juez
utiliza la analogía, por ejemplo, cuando invoca la jurisprudencia y a partir de una
serie de decisiones judiciales previas extrae un principio general aplicable a un
nuevo caso o situación no previsto de modo expreso en las normas legales.

Una analogía es una comparación que habla a favor de una idea. Por lo tanto, si
las semejanzas son el argumento, quien quiera refutarlo tendrá que apelar a las
diferencias.

Es importante distinguir entre una analogía persuasiva y una analogía


argumentativa. La primera puede establecer conexiones entre dos realidades de
naturaleza distinta para presentar una idea, pero no prueba nada. Veamos la
siguiente analogía:

“En Brasil, frente a Manaus, el río Solimões se une al río Negro y sus aguas no se
mezclan: es el «encuentro de las aguas». Las diferencias de temperatura,
densidad y composición son tan grandes que solo al cabo de varios kilómetros de
curso las aguas comienzan a entreverarse, hasta fundirse en un gran caudal,
conocido como río Amazonas. El contacto de dos lenguas tiene algo de
«encuentro de las aguas»: al principio pueden permanecer aisladas, pero antes
o después acaban por transferirse rasgos muy variados. Si los contactos han de
abocar en una nueva variedad entremezclada o en una mera anécdota,
dependerá de sus hablantes y no tanto de las lenguas.” (Moreno Fernández, 2003)

Por ejemplo, esta bella comparación establecida por Moreno Fernández entre el
contacto de lenguas y el encuentro de las aguas es sugestiva y atractiva, e
incluso puede provocar en el destinatario una simpatía por su punto de vista,
pero no puede considerarse un argumento. Para que una analogía tenga valor
argumentativo debe comparar realidades realmente semejantes, pero lo que
importa en la analogía no son solo las características o propiedades que estas
realidades comparten, sino sobre todo las relaciones que existen entre ellas.

Si establecemos una analogía entre una realidad A (fuente) y una realidad B


(término) cuyas características son semejantes, lo que se busca demostrar es

27
que si una cualidad de A, tiene relación con un elemento X, la misma cualidad
en B también tiene o debe tener relación con ese elemento X. Veamos con un
ejemplo cómo podríamos utilizar la analogía para argumentar en favor de un
producto.

Bticino es una empresa italiana que fabrica productos especialmente en los


campos de la distribución de energia y de la intercomunicación en inmuebles. El
éxito de la marca a nivel internacional se debe a que los productos y los procesos
de fabricación son sometidos a una constante actividad de control y
certificación. Los dispositivos Bticino son altamente reconocidos por su calidad,
funcionalidad, seguridad y durabilìdad. Living Now es la nueva serie de
mecanismos inteligentes de Bticino para el control personalizado de los
dispositivos domóticos y ha sido creada con los mismos estándares de producción
para asegurar la calidad, funcionalidad, seguridad y durabilidad que han
caracterizado a la marca por más de 30 años. En este nuevo lanzamiento, Bticino
combina los conocimientos y la experiencia de la marca con las nuevas
tecnologías electrónicas, para seguir brindando globalmente soluciones
inteligentes y de excelencia técnica que garanticen por muchos años más la
satisfacción de sus clientes..

Este párrafo busca establecer una analogía entre los productos vendidos
tradicionalmente por Bticino y su nueva línea Living Now. Las características
compartidas, como la empresa que los fabrica y los estándares de calidad que
rigen su producción se relacionan con la satisfacción de los clientes, que es lo
que aquí se ofrece para los nuevos usuarios de la línea Living Now.

Argumento por ejemplificación

Decimos que estamos ante un argumento por ejemplificación cuando


empleamos uno o más casos para corroborar nuestras premisas o nuestro
razonamiento. Los ejemplos son muchas veces más persuasivos que una
estadística, así que acompañar los números o porcentajes con una historia
puede ser una manera eficiente de mover los ánimos del destinatario hacia
nuestra postura. Sin embargo, debemos recordar que, por lo general, una historia
no es suficiente para demostrar una idea. Ilustremos la estrategia con el siguiente
ejemplo:

28
Comúnmente se piensa que la discriminación es un problema que atañe

exclusivamente a la conciencia y a la conducta individual. En los últimos años,

sin embargo, hemos advertido que no es así y que la discriminación es, sobre todo,

un problema estructural. La discriminación es el rasgo de un orden social

marcado por relaciones de dominación/subordinación que reproducen y

perpetúan la marginación, la exclusión social, y que tiene un fuerte impacto en

el ejercicio de derechos y en las posibilidades de desarrollo de determinados

colectivos. (Solis, 2017) En el 2020, la muerte de George Floyd fue la gota que

derramó el vaso de la discriminación racial en los Estados Unidos y que provocó

una indignación global, pues el mundo entero fue testigo del abuso de poder

ejercido por un policía contra un afroamericano a quien asfixió y asesinó

durante una detención, a pesar de haberle advertido que la presión que ejercía

sobre su cuello no le permitía respirar. En los Estados Unidos, los afrodescendientes

son aún víctimas de un racismo estructural, que hace de ellos una población

vulnerable en muchos sentidos, pues debido al racismo muchas veces son

arrestados y condenados injustamente; la desigualdad social además reduce sus

posibilidades de acceso a la salud, educación y a trabajos bien remunerados. La

brecha racial en los Estados Unidos es una muestra evidente de que la

discriminación no es un problema individual, sino de la estructura de la

sociedad, por lo que cualquier solución exige que lo reconozcamos como tal.

El racismo estructural que ha saltado a la vista tras lo ocurrido al afroamericano


George Floyd y las manifestaciones del Black Lives Matter es un ejemplo que
corrobora la idea de que la discriminación no es un problema de naturaleza
individual, sino que debe ser visto como un problema social y estructural.

Argumento de autoridad

A diferencia de las estrategias argumentativas anteriores que se distinguen por


el contenido de las premisas que utilizamos para sustentar la tesis, el argumento
de autoridad es un recurso de persuasión. Como su nombre lo indica, consiste
en respaldar nuestras palabras en una autoridad en el tema, o en una institución
seria que pueden proveer algúna idea o dato que apoye nuestro razonamiento o
nuestra postura. Veamos un ejemplo:

29
“Después de siglos de dominación económica, política y cultural, Occidente ha
terminado imponiendo su relato único de superioridad sobre el resto del mundo
mediante la colonialidad del poder (Quijano, 2000): Occidente ya no necesita
colonias ni ejércitos para continuar su dominio imperial. Las jerarquías raciales,
epistémicas y culturales que impuso a partir del siglo XV siguen vigentes al día de
hoy mediante la reproducción del patrón de explotación basado en la creencia
de que lo europeo y occidental representa el ideal a alcanzar. Este proceso no
habría sido posible sin la existencia de lo que De Sousa Santos (2017)
denomina epistemicidio, es decir, la aniquilación de saberes comunitarios y
ancestrales, y de las formas en que estos saberes se construían y transmitían, sobre
todo después del nacimiento del método científico, convertido por Occidente en
una herramienta garante de objetividad contra la “subjetividad”
e “irracionalidad”1 de los pueblos colonizados y subalternizados.” (Guerra,
2020)

En el párrafo anterior, Paula Guerra afirma que la hegemonía de Occidente se


sostiene hoy porque las jerarquías raciales, epistémicas y culturales que impuso
a partir del siglo XV siguen vigentes. Para respaldar esta idea, cita al sociólogo
portugués Boaventura de Sousa Santos, doctor en Sociología del derecho por la
Universidad de Yale y catedrático de Sociología en la Universidad de Coímbra,
quien aporta la categoría del epistemicidio, la cual muestra un aspecto de cómo
se ejerció el poder sobre las colonias en los territorios colonizados.

Si vemos nuestro texto como un macroacto de comunicación, las citas


constituyen un microacto en el que referimos las palabras de otro con mayor
capacidad de influir en nuestro destinatario. Si se trata de un personaje o una
institución que este conoce, no será necesario presentarlo; en caso contrario,
debemos proporcionar los datos que nos permiten invocar sus palabras como
palabras de autoridad.

Algunos podrían decir que este tipo de argumento no es más que una falacia,
pero en la argumentación ocurre lo mismo que cuando consultamos un doctor.
Le creemos al especialista, al que está preparado, al que tiene más experiencia,

1
El entrecomillado no es de la cita original.

30
al que sabe más. Por lo tanto, si queremos convencer a alguien de que tenemos
la razón, una autoridad en el tema es un buen recurso. Sin embargo, no debe
bastarnos con sus palabras, debemos explicar el razonamiento que está detrás
de ellas. Tampoco podemos hacer hablar a la autoridad por nosotros. Por ello,
la cita literal debe ser mesurada y bien elegida.

Todo lo dicho hasta aquí muestra la complejidad propia de los textos


argumentativos. Sin embargo, sabiendo con claridad qué es lo que queremos
demostrar y habiendo elegido en atención a nuestro destinatario cuáles son los
argumentos más convincentes, podremos elegir las estrategias más adecuadas
para sustentar con coherencia y firmeza; pero también con claridad y concisión
nuestras ideas.

A continuación, podemos leer un texto que responde al esquema convergente


propuesto anteriormente.

“La informalidad es un ancla para el desarrollo de nuestro país”, afirma Jessica

Luna (2020), CEO de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú - COMEXPERU. Y


este problema es aún más grave cuando prolifera por las calles de la ciudad sin
ninguna posibilidad de control o fiscalización. Esto es lo que ocurre actualmente
con el comercio ambulatorio informal en nuestras ciudades. Los Municipios
deberían asumir su responsabilidad e impedir que este se siga ejerciendo en
nuestro país, pues si bien el trabajo es un derecho inalienable, la informalidad
no lo es.

El Artículo 83, numeral 3.2 de la Ley Nº 27972, Ley Orgánica de Municipalidades,


señala que son funciones específicas exclusivas de las municipalidades distritales,
“Regular y controlar el comercio ambulatorio, de acuerdo con las normas
establecidas por la municipalidad provincial”. Sin embargo, las autoridades
claudican de su obligación de fiscalizar y sancionar el comercio ambulatorio
informal, incluso cuando la actividad se realiza fuera del marco legal que rige
para todos los peruanos. Uno de los problemas generados por la proliferación del
comercio ambulatorio informal es la invasión de los espacios públicos, pues los
comerciantes, por ejemplo, se toman la libertad de atestar las calles con sus
productos, lo que dificulta tanto el tránsito peatonal como el vehicular. Esto es lo
que ocurre, generalmente, en el emporio comercial de Gamarra en el distrito de

31
La Victoria y en la zona comercial de Mesa Redonda en el Cercado de Lima,
durante las semanas previas a las fiestas navideñas.

Aunque informalidad e ilegalidad no son sinónimos, sabemos que las actividades


que no pueden ser sujetas a control o supervisión son la alternativa ideal para
quien ha decidido actuar al margen de la ley. Por ello, el contrabando y la
piratería son los grandes proveedores de este tipo de comercio. Y en algunos
sectores con la venia de las autoridades, se comercializa incluso mercancía
robada. Debemos aceptar, entonces, que el comerciante ambulatorio informal
termina formando parte de una red delincuencial que los clientes sostienen al
adquirir los productos que ellos ofrecen.

Tampoco podemos ignorar que el comercio ambulatorio informal siempre ha


representado para los ciudadanos un permanente peligro. Además de los riesgos
que implica, por ejemplo, comprar un dispositivo eléctrico de mala calidad, unos
lentes de sol sin protección UV, o una medicina adulterada o vencida, tenemos el
gravísimo peligro que representa la venta ambulatoria en el rubro de alimentos.
Los lugares de venta no suelen contar con condiciones de salubridad mínimas
que garanticen que los productos lleguen a los consumidores en perfectas
condiciones. Asimismo, los alimentos que se venden a la intemperie están
expuestos a una serie de agentes contaminantes, como insectos, el plomo
expulsado por los motores de los vehículos o los microorganismos nocivos que
cuando se levanta polvo caen sobre los alimentos.

En estos casos, el consumidor debe tener posibilidades de reclamar formalmente


si el producto comprado no se encuentra en buen estado o le causa algún daño;
sin embargo, el comercio ambulatorio informal no lo permite. El Código de
Defensa y Protección al Consumidor exige a los establecimientos formales contar
con un libro de reclamaciones, un documento de naturaleza física o virtual en
el que los consumidores puedan registrar sus quejas o reclamos sobre los productos
o servicios ofrecidos en un determinado establecimiento comercial. Pero los
comerciantes informales no responden por un mal servicio o un producto en mal
estado. En este sentido Indecopi, el organismo público responsable de proteger a
los consumidores frente a la adquisición de productos y servicios en general, está
atado de manos porque el comerciante no está identificado como tal en ningún
sistema.

32
Uno de los argumentos más fuertes a favor del comercio ambulatorio informal es
el que aduce que no se le puede impedir a alguien trabajar porque de ello depende
su alimentación, su seguridad y su salud, así como la de su familia. Sin embargo,
este tipo de comercio compite de manera desleal con los negocios formales. Y al
hacerlo, tarde o temprano genera que sean simplemente otros los que van a
atravesar por el mismo problema. La existencia del comercio ambulatorio
informal no es justa para las personas que trabajan formalmente, pues cumplir
con las normas las obliga a encarecer sus productos, debido a los costos del pago
de local, la licencia municipal, la autorización sanitaria, arbitrios, serenazgo,
entre otros. Sin considerar que el comercio ambulatorio informal permite,
además, al comerciante la evasión de impuestos. Esta competencia desleal
ocasiona el cierre de negocios formales, la pérdida de empleos y la migración del
comerciante formal hacia la informalidad.

Hay suficientes razones de peso para exigir a las autoridades municipales que
erradiquen el comercio informal ambulatorio. Sin embargo, puesto que el
comerciante informal no cumple con una serie de obligaciones que rigen para
todos los ciudadanos del Perú, sería necesaria también la intervención del
gobierno, con medidas que motiven, pero a su vez obliguen al comerciante
ambulatorio a que se formalice.

El texto anterior aborda el problema del comercio ambulatorio informal y tiene


como tesis una propuesta de solución: que los municipios erradiquen el comercio
ambulatorio informal. En este caso, se trata de un juicio de valor. Los
argumentos, que provienen de los ejes ético, político, jurídico e histórico, han
sido desarrollados empleando principalmente dos estrategias: la argumentación
causal y la argumentación por ejemplificación. El último de los argumentos se
emplea para refutar la posición contraria.

La argumentación es una invitación a la reflexión crítica, al cuestionamiento de


los distintos puntos de vista que existen en torno a un asunto. Pero toda reflexión
necesita categorías de análisis y cuando la reflexión ha dado sus frutos en una
postura que deseamos compartir, necesitamos estrategias para lograr que
nuestra audiencia o nuestros lectores sintonicen con nuestra posición y se
adhieran a la lógica de nuestro razonamiento. La práctica de la argumentación

33
es fundamental en la vida académica universitaria, que por su naturaleza es el
espacio natural de la reflexión crítica y el debate de ideas.

A lo largo de la vida nos vamos formando un sistema de creencias que se


fundamenta en ideas que simplemente hemos tomado del entorno, porque
constituyen el pensamiento dominante. Quizás hemos aceptado como verdad
algunas de ellas, porque están tan extendidas que hasta nos parecen de
absoluto sentido común. Y nos sentiremos cómodos con ellas, hasta que la duda
aparezca y tomemos conciencia de que, como ocurre con cualquier conjunto de
creencias, las nuestras están plagadas de supersticiones, estereotipos y
prejuicios. Si hemos llegado ingenuamente a una conclusión adoptando el
pensamiento dominante, la argumentación puede ayudarnos a racionalizar las
categorías que manejamos y nuestras conclusiones. Sin lugar a duda, la
reflexión y el análisis de sus fundamentos nos devolverá con más fuerza a
muchas de nuestras ideas; pero ahora serán realmente nuestras, porque
sabemos por qué creemos en ellas.

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