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QUÉ QUEREMOS DECIR CON

‘ÉTICA MILITAR’?
Martin L. Cook & Henrik Syse (2010) What Should We Mean by ‘Military
Ethics’?, Journal of Military Ethics, 9:2, 119-122

Entre nosotros, los editores de la Revista de Ética Militar, hemos pasado


varios años observando conferencias dedicadas a la ‘ética militar’,
observando eventos de entrenamiento militar que afirman su dedicación a
ese tema, leyendo artículos presentados a una revista con ese titulo, y
escuchando a ponencias presentadas en conferencias académicas
supuestamente relacionadas con las cuestiones de ética militar.

Cualquiera que haya tenido experiencias similares, se quedará sorprendido


por la gran diversidad de actividades teóricamente reunidas bajo esa
rúbrica. Hemos observado cómo los cadetes son exhortados a ser
moralmente buenos por entrenadores de fútbol y reinas de belleza. Hemos
escuchado argumentos filosóficos exquisitamente elaborados que clarifican
los conceptos centrales tales como ‘no combatiente’ y ‘doble efecto’.
Hemos oído cómo abogados militares repasan las leyes del conflicto
armado (LOAC) frente a formaciones obligatorias del personal militar a la
hora de cumplir con el requisito de su ‘formación anual’ de la Convención
de Ginebra. Hemos escuchado a funcionarios pensativos y soldados
anticipando las complejidades de sus futuras acciones en el combate y
reviviendo y sufriendo sus acciones pasadas que continúan perturbando la
conciencia. Hemos observado presentaciones religiosas de la
fundamentación del oficio militar en las básicas creencias religiosas
presentadas por capellanes y personal militar motivado religiosamente.

Por supuesto, nadie tiene la autoridad exclusiva para dictar cuáles de esas
actividades podrían considerarse como ‘ética militar’. Y, por supuesto,
diferentes personas, grupos y disciplinas académicas abordaran los
problemas y las cuestiones a su manera. Sin embargo, creemos que podría
ser útil definir explícitamente nuestro entendimiento básico de lo que es y
debería ser la ética militar, como inicio a nuevas debates, y también como
una declaración editorial para esta revista, una declaración sobre la cual
invitamos al debate a nuestros lectores.
En primer lugar, sobre todo, ética militar es una especie del género de ‘ética
profesional’. Es decir, existe para servir a los profesionales que no sean
especialistas en ética, pero que deben realizar funciones que se
encomienden a la profesión de la manera más honrosa y adecuada posible.
Es análoga a la ética médica o a la ética jurídica en el sentido de que su
función principal sea la de ayudar a los miembros de esas profesiones a
considerar los desafíos morales y dilemas inherentes a su actividad
profesional y, ayudando a los miembros de la profesión a comprender
mejor las exigencias éticas que se les imponen, para capacitarlos y
motivarlos a actuar adecuadamente en el cumplimiento de su deber
profesional.

Las consecuencias prácticas de este entendimiento del ámbito de estudio


son que proporcionan un marco conceptual a través del cual se pueda
evaluar el valor de distintas actividades de ética militar descritas
anteriormente. Cuando se aplica ese marco de esa forma, algunas de ellas
resultan esenciales para la actividad mientras que otras son más marginales,
complementarios o quizá esencialmente irrelevantes.

A menudo nos encontramos en circunstancias en las cuales se escuchan


charlas filosóficas. A menudo éstas vienen desarrolladas lógicamente de
forma maravillosa, son conceptualmente claras, rigurosamente
argumentadas y, en definitiva, profesionalmente irrelevantes. En otras
palabras, los artículos en los cuales filósofos argumentan acerca de los
puntos de vista de otros filósofos, por muy interesante que sean para los
cánones de la disciplina, realmente no pertenecen a la ética militar, en
nuestra opinión. Aquí la prueba es muy sencilla: ¿Es eso lo que se discuta
en este artículo este tipo de cosas que podría ayudar a proporcionar
verdadera orientación para formuladores de políticas, comandantes
militares y líderes, o para la toma de decisiones operativas? Podría existir
un lugar dentro de la disciplina de filosofía para dichos argumentos
conceptuales e intra-filosóficos, pero salvo que se puedan ejercer sobre la
actividad profesional del personal militar de manera significativa, son
meros ejercicios académicos de interés principal para otros académicos en
el mismo ámbito de estudio. Huelga decir que las comunidades académicas
existen para hacer precisamente eso: para formular las preguntas de interés
para un diálogo interno de la disciplina. Y, por supuesto, no queremos ser
malinterpretados: no sugerimos que dichas cosas sean malas (o buenas, en
este sentido). Son cuestiones que se deciden por las propias disciplinas.
Pero todas tienen en común que no proporcionan ayuda útil a la profesión, a
menos y hasta que se pueda demostrar que son realmente relevantes. Así
como la ‘ética médica’ o la ‘ética jurídica’ las que en caso de que no
produjeran ni guías prácticas y tangibles para prácticas profesionales ni
políticas en estos ámbitos, serían irrelevantes, del mismo modo es
irrelevante ese tipo de trabajo filosófico relacionado con conceptos
derivados de prácticas militares.

Con frecuencia, a nuestra revista se envían los artículos que contienen


argumentos conceptuales y lógicos del ámbito de la filosofía. En algunos
casos, los publicamos, por supuesto, siempre que cumplan las exigencias
académicas requeridas. Sin embargo, y de conformidad con nuestro
argumento mencionado anteriormente, se requiere de dichos artículos y sus
autores que presenten sus argumentos que son pertinentes a los retos reales
de la práctica militar. Sin duda, esa práctica se construye sobre los
requisitos filosóficos y culturales los que no son siempre claros para la
propia profesión, y, por ese motivo, podrían necesitar una explicación en un
lenguaje o entorno que no sean del todo propios de la profesión. Pero si se
aleja demasiado del ámbito actual de la ética militar profesional, pertenece
a otro lugar.

En segundo lugar, mantenemos que la evaluación crítica de las leyes del


conflicto armado es un componente básico de la ética militar que se
entiende como ética profesional (o del oficio). La mayoría de las
profesiones reales cuentan con un cuerpo de leyes únicos para ella,
proporcionando tanto permisos como restricciones a la profesión que se
distingan de los de ciudadanos comunes. Como mínimo, los profesionales
necesitan buenos conocimientos prácticos de ese cuerpo de leyes. Además,
dado que la tecnología y la práctica del uso del poder militar se cambian
continuamente y se desenvuelven, forzosamente la ley va a la zaga y
requiere reinterpretación para que se quede relevante y útil para orientar esa
actividad cambiante. Por lo tanto, las exploraciones de límites de la
orientación jurídica vigente, y las propuestas para modificación de la ley
para mantenerla relevante para los caracteres cambiantes de la práctica
militar, pueden contribuir de manera eficaz al cuerpo de ética militar
profesional.

En tercer lugar, las contribuciones históricas que presentan las


contribuciones al pensamiento crítico sobre la guerra y la profesión militar,
son una pieza esencial del entendimiento cabal de la ética militar
profesional. Sin embargo, al igual que ocurre con la contribución de
filósofos, las contribuciones históricas se rijan por una serie de
consideraciones análogas. El análisis histórico como ejercicio
exclusivamente histórico no es una contribución a la ética militar
profesional, por muy interesante que sea ese trabajo para los cánones de la
disciplina de historia. Sin embargo, en la medida en que las raíces históricas
de la profesión y su ética profesional ayuden a iluminar y guiar el desarrollo
continuo de la profesión, es un componente de gran valor de la ética militar
profesional. Además, algunos pensadores en la historia de la ética han
dejado una huella en la ética militar contemporánea, y muchas veces
profesores y profesionales hablan de ellos, por lo que las nuevas lecturas de
sus textos centrales pueden considerarse que tengan relevancia como tal.

En cuarto lugar, tenemos la contribución de la religión a la ética


profesional. Éste es un ámbito complejo. Ciertamente, para mucha gente la
conexión entre sus convicciones religiosas y su actividad profesional puede
ser profunda e integral. Sin embargo, creencias confesionalmente
específicas no pueden servir de base de una ética profesional general en una
sociedad pluralista. Los debates voluntarios de dichos asuntos entre
personas afines en sentido religioso son de valor y tienen su lugar. Pero
incluso en ese contexto, es importante evitar cualquier insinuación de que
otros miembros de la profesión los que basan su comprensión personal de
su ética de manera diferente, son en cierto modo deficientes. Se debe añadir
que las clarificaciones de lo que ciertas afirmaciones, tradiciones o textos
dentro de una influyente tradición religiosa tienen que decir sobre la ética
militar, puede, con certeza, ser relevante por las mismas razones que las
indicadas en la rúbrica de ‘contribuciones históricas’.

Por último, hay un papel para los exhortatorios en la ética militar


profesional. Pero quizá sobre todo, en una profesión en la que se exige
valentía y espíritu (lo que los Griegos llaman thumos), llamamientos no
racionales que motivan, desempeñan un papel en el fomento de esas
actitudes y conductas. Relatos y ejemplos de personas y acciones
ejemplares pueden proporcionarnos modelos a emular y motivación a nivel
más profundo que el análisis racional. Pero ellos también deben utilizarse
con precaución, ya que pueden fallar fácilmente y llevar al cinismo. Y, por
supuesto, la selección de ejemplos y héroes adecuados presupone una
comprensión excelente y precedente de la conducta militar y de la virtud.
En resumen, la ética militar es fundamentalmente práctica y profesional. Se
destina a servir al oficio de armas. Está ahí para asistir a los profesionales
atentos a considerar detenidamente los problemas y las cuestiones reales.
Como en otro cualquier ámbito de ética aplicada profesional, únicamente
los que se han tomado un tiempo para entender el campo de actividad
profesional que pertenece a la profesión, son verdaderamente capaces de ser
de mucha ayuda. Eso requiere que se aprenda el lenguaje de la profesión.
Se necesita una comprensión profunda de las limitaciones bajo las cuales la
profesión ejerce sus responsabilidades. E incluso requiere una comprensión
de la estructura interna y la dinámica de la profesión dentro de la profesión
militar, por ejemplo, la función de rango, promoción, división de
especialidades militares, etc. El objetivo primordial de la Revista de Ética
Militar es proporcionar un foro internacional en el que dicha escolaridad
puede encontrar una salida distinguida.

Si bien se destina a orientar a autores y lectores, e incluso a ofrecer críticas


sobre ciertas formas de discurso que a veces llevan el nombre de ética
militar, esta declaración no pretende ser demasiado restrictiva. Admitimos
que el ámbito de la ética militar, al igual que los demás ámbitos de estudio
y campos de especialización complejos, constituye un gran rompecabezas
en el que muchas piezas diferentes y formadas desigualmente constituyen
un todo. A veces, en nuestro camino puede aparecer una pieza extraña la
que no encaja fácilmente en el marco sucintamente descrito más arriba. Sin
embargo, podemos descubrir que de alguna manera nos ayuda a ver la
imagen más grande, y por lo tanto, no obstante, lo publicamos. En efecto,
una buena revista académica siempre debería funcionar de esa manera:
nuestros artículos deberían abordar el tema principal de la revista y en
realidad contribuir al pensamiento y la práctica de su audiencia principal.
Pero también debería ser capaz de sorprender e incluso, en el sentido
socrático, irritar a sus lectores de vez en cuando. Esperamos que nuestra
revista continúe haciéndolo, en la mejor tradición de la verdadera ética
militar.

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