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DE LA INSTITUCION
Profesiones, sujetos e individuos
ante la reforma del Estado
Fran\:ois Dubet
Traducción de Luciano Padilla
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CONCLUSIÓN
Los problemas
12. Cf. el texto de Bourdieu acerca de la vida de los internos en un liceo <le pro-
vincias durante los años cuarenta (Le Nouvel Observateur, 31 de enero de 2002) . La
institución que debía encarnar el imperio del espíritu en realidad reposaba sobre un
mundo domin ado por la omnipotencia <le los ad ul tos y por la violencia de los jóvenes.
Uno está más cerca de Va lles, de Gcnet y de Martin du Gard que del encantamiento
monástico del liceo Janson-de-Sailly descrito por Régis Debray.
CONCLUSIÓN/ 4 27
vez para los trabajadores y para quienes son sus objetos. Es posi-
ble diferenciar cuatro tipos de problemas que no obedecen a cir-
cunstancias especiales, pero que derivan del carácter de la muta-
ción que hemos intentado descri bir por medio de la experiencia de
los actores.
Legitimidad y autoridad
18. También sabemos que las delegaciones de policía y las distintas jurisdiccio-
nes no tienen las mismas funciones ni las mismas prácticas, tampoco las mismas nor-
mas; las «Oportunidades» de ser inculpado y las maneras de ser juzgado no son las
mismas en todo el territorio. Cf. J. Commaille, Territoires de justice: ime sociologie
politique de la carte judiciarie. París, PUF, 2000.
19. F. Dubet y M.Duru-Bellat, L'hypocrisie seo/aire. París, Seuil, 2000.
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20. Acerca de las actitudes de las clases populares con relación a la escuela: F.
Dubet et al., École, (ami/les, le malentendu. París, Textuel, 1997; J.-P. Pourtois y G.
Delha ye, «L'école: connotations et appartenances sociales», en Revue Franfaise de Pé-
dagogie, 54, 1981.
CONCLUSIÓN/ 433
EL regreso de La autoridad
25. Eso no significa que dichas reivindicaciones sean ilegítimas; por el contrario,
su identificación con el interés general a veces se emparenta con un golpe político.
CONCLUSIÓN / 4 3 7
El liberalismo
27. Muchas veces, sin saberlo, toda una parte de la sociología se inscri be en una
evolución, especialmente cuando su obsesión por lo micro y por las interacciones cara
a cara reduce la vida social a intercambios de identidades y a arreglos constantes. Bajo
pretexto de constructivismo, la disociación de las interacciones y de los procesos de in-
tegración social es, entonces, total; y la vida social tiene plenas opotunidades de redu-
cirse al estado de un mercado, entre otros, mercado que no informa cultura alguna ni
sistema de vínculos sociales. Desde ese punto de vista, que el interaccionismo y el
constructivismo estén en boga puede considerarse la otra cara, más human a y más so-
cia l, del liberalismo teórico.
28. M. Walzer, «La critique communitaire du libéralisme », en A. Berten, P. Da
Silveira y A. Pourtois, Libéraux et communitaires. París, PUF, 1997.
CONCLUSIÓN/ 439
El derecho
29. Para una cabal defensa del derecho, cf. A. Supiot, Critique du droit du tra-
vail. París, PUF, 1994.
30. N. Luhmann, La légitimité par les procédures. Presscs Universitaircs de La-
va!, Le Cerf, 2001.
CONCLUSIÓN ! 441
cho. Las injurias, las agresiones y los robos no son condenables por
el mero motivo de que violen reglas de derecho. El conocimiento de
éste no basta para garantizar su respeto; nada hay más falso y más
ingenuo que afirmar, como se hace a menudo, que los jóvenes delin-
cuentes o los «locos del volante» pasan al acto porque ignoran el de-
recho, cuando probablemente lo conocen mejor que la mayor parte
de las personas. Únicamente calculan sus oportunidades de ser cap-
turados y adoptan cierta racionalidad jurídica. Se vaciaría de su sen-
tido el derecho si éste fuera socializado en extremo. Por ende, hace
falta que un actor ya instituido anteceda al uso del derecho. Como
señala Robert Ballion en el caso de la escuela, con la crisis de la dis-
ciplina escolar uno se ve tentado a virar hacia un sistema casi com-
pletamente construido sobre el reglamento y el derecho, que no son
sino otros tantos rnicrocontroles que procuran no tanto educar
como afianzar la paz. Además, esos reglamentos minuciosos y jurí-
dicos son perfectamente inaplicables en virtud de su propia preci-
sión. La mayoría de los desvíos de los alumnos son percibidos como
delitos, y traen aparejados pareceres desproporcionados, mientras
que las conductas de huida y de evitación se vuelven racionales. 31 Ar-
mar escándalo es un delito, entregarse a la ensoñación una conducta
norma l; estar ausente es un delito, expresar verbalmente disculpas
una conducta adecuada; en definitiva, bajo pretexto de derecho, la
institución renuncia a instituir, a operar sobre las disposiciones de
los alumnos; se atiene a establecer un clima pacificado sin contenido.
Además, pese a la extensión formal de los derechos de los alumnos
- libertad de prensa, reuniones de delegados, consejos estudiantiles-,
los reglamentos internos permanecen disimétricos, pues aunque los
alumnos logren hacerse con sus derechos, los conflictos contra un
docente están perdidos de antemano y los alumnos ni siquiera creen
en los derechos con que cuentan ... 32 De igual modo, por sí solo el de-
recho no puede establecer la confianza necesaria para la relación mé-
¿Instituciones democráticas?
33. ].-]. Rousseau, Du contrat social, en CEuvres completes, t. 11. París, Galli-
mard, La Pléiade, 1964, p. 360 [El contrato social, Madrid, Espasa-Calpe, 1998].
CONCLUSIÓN / 443
El oficio
37. H ace falta recordar que esta afirmación demoró mucho en imponerse en
Francia, merced a la muy prolongada resistencia de las distintas modalidades de sufra-
gio censitario. Cf. P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen. París, Ga llimard, «folio », 2001.
38. Empieza a observarse derivados de ese tipo cuando los contratos que prece-
den a una intervención quirúrgica, siquiera benigna, estipulan que el enfermo puede
morir a causa de eUa, por obra de la anestesia, y que él acepta correr ese riesgo.
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ción obedece a la libertad negativa, a la libertad otorgada por un
poder que se autolimita, se prohíbe ir más allá de su propio ámbi-
to. Eso exige que las esferas de justicia estén fuertemente separadas
y que la debilidad y la dependencia en un ám bito no deriven implí-
citamente rumbo a una desigualdad general extendida a otros ám-
bitos.39 La separación entre registros de desigualdades produce
igualdad. Esa afirmación puede parecer trivial; sin duda lo es, ex-
cepto si se toma en consideración los hechos. Los alumnos más
vulnerables también son los peor tratados: son relegados a clases
de alumnos atrasados, se les asignan los docentes menos experi-
mentados, tienen menos viajes escolares, a veces pasan al comedor
después de los demás, y al dolor de ser mal alu mno se suma el de
verse humillado. Los «malos enfermos», los que tienen enfermeda-
des «sucias» cuya responsabilidad les compete, también reciben
tratos peores que los «buenos enfermos ». ¿Hace falta recordar que
la «justicia de clase» todavía conserva algo de su atractivo y que el
estatuto social del reo alivia o agrava la pena y los escrúpulos que
intervendrán en el momento de su juicio?
La democracia también es una herramienta de legitimidad,
pues implica un deber y procedimientos de explicación y de justifi-
cación que la desaparición de lo sagrado requiere y que la guerra
de los dioses convoca inexorablemente. 4 0 Ese deber de dar explica-
ciones supera muy ampliamente la mera relación entre el profesio-
nal y su objeto y, además, depende de la exhibición de finalidades
de las instituciones. Ahora bien, dicha exhibición es por lo menos
oscura, pues en verdad ya no se sabe a quién «pertenecen» las ins-
tituciones tan pronto como ya no pertenecen a las distintas figuras
de lo universal que se han ido sucediendo. ¿A quién pertenece la es-
cuela; y quién puede definir sus finalidades? ¿A quién pertenece el
hospital; y quién fija sus objetivos y políticas? ¿A quién pertenece
el sistema de previsión social? Formalmente, la respuesta es simple:
a la nación y a sus representantes. En la práctica, no es nada de eso;
y la mayor parte de las decisiones surgieron de negociaciones in-
ternas de los aparatos, de sus segmentos y de sus corporaciones.
Esa situación hace que en realidad uno no se pueda explicar fuera
El reconocimiento
41. H ay que recordar que esa igualdad es una ficción, un proyecto radicalmen-
te no socia l: C. lefort, L'invention démocratique. París, fayard, 1981.
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48. Evidentemente, esas metáforas no son juicios estéticos, y sería absurdo decir
que la sinfonía es «totalitaria», mientras que el concierto sería «fascistizante », por más
que la forma del cuarteto me conmueve más. Pero eso no tiene importancia alguna.