Está en la página 1de 15

La violencia sobre las mujeres en la Edad Media.

Estado de la cuestión
(La violence sur les femmes au Moyen Age. Un bilan
Violence against women in the Middle Ages
Emakumeen aurkako indarkeria Erdi Aroan gaiaren egoera)

Cristina SEGURA
Universidad Complutense de Madrid

nº 5 (2008), pp. 24-38

A Teresa, a Maite y a Carmina, mis amigas

Artículo recibido: 14-IV-2008


Artículo aceptado: 12-V-2008

Resumen: El patriarcado ha creado una realidad social desigual e injusta, pues divide a las personas atendiendo al sexo, hom-
bres y mujeres, estableciendo una jerarquía entre ambos. Esta situación en si misma genera violencia pues las mujeres no pueden deci-
dir sobre sus propias vidas. Además las mujeres sufren maltrato material por parte de los hombres, cosa que aceptan las leyes. La reli-
gión cristiana en aquel momento toleraba esta situación. La sociedad feudal, además, también es especialmente violenta. Atendiendo a
este marco histórico se exponen diferentes líneas de investigación.

Palabras clave: Mujeres, Violencia, Patriarcado, Sociedad feudal.

Résumé: Le patriarcat a formé une réalité sociale injuste et des-égal. Il classifie les personnes selon leur sexe: hommes et fem-
mes, et établie une hiérarchie entre eux. Cette situation, elle même, génère violence car les femmes ne peuvent pas décider sur leurs vies.
Les femmes peuvent aussi souffrir agressions des hommes, situation acceptée par les lois. La religion chrétienne à ce moment là a accep-
té la situation. La société féodale, en plus, est aussi spécialement violente en elle même. Des différentes lignes de recherche sont analysé-
es en relation au cadre historique présenté.

Mots clés: Femmes, Violence, Patriarcat, Société féodale.

Abstract: Patriarchy created an unfair and inequitable social situation, because it classifies people according to their sex -men
and women- and it establishes a hierarchy between them. This situation produces violence because women can not decide about their own
lives. Women also suffer aggressions from men, situation accepted by the laws. Christian religion tolerated this behaviour at that time.
Feudal society is also especially violent. Different research approaches are exposed according to this historical framework.

Key words: Women, Violence, Patriarchy, Feudal society.

Laburpena: Patriarkatuak gizarte desberdindu eta bidegabea egituratu du; izan ere, pertsonak sexuaren arabera banatzen ditu: gizo-
nak eta emakumeak, eta bien artean hierarkia bat ezartzen du. Egoera horrek berez eragiten du indarkeria, emakumeek ezin dutelako euren bizit-
zaren gaineko erabakirik hartu. Gainera, gizonek tratu txarrak eragiten dizkiete emakumeei, eta legeek onartu. Erlijio kristauak onartu egiten
zuen egoera hori garai hartan. Gizarte feudala, gainera, bereziki bortitza da. Marko historiko horretan, hainbat ikerketa-ildo aurkeztu dira.

Giltza-hitzak: Emakumeak, Indarkeria, Patriarkatua, Gizarte feudala.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 24/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

1. Introducción

n este escrito pretendo hacer una reflexión teórica sobre un tema tan impor-
E tante como es la violencia sobre las mujeres en la Edad Media hispana. Desde
el punto de vista científico está cobrando cada vez mayor espacio gracias a las impor-
tantes aportaciones, por calidad, no por número, que se están llevando a cabo gra-
cias al interés de historiadoras/es y foros como el que ofrece el Centro de Historia
del Crimen de Durango/Durangoko Kriminaren Historia Centroa, impulsado por
el profesor de la Universidad del País Vasco Iñaki Bazán que, desde sus inicios en la
investigación, se decantó por estos temas y que ha insistido con buenos resultados
en ellos. Mi aportación no es en absoluto contributiva y no va a suponer un avan-
ce en el conocimiento de dicho tema, sino que pretende ofrecer elementos teóricos
y metodológicos de reflexión, junto con instrumentos que colaboren en el avance
en esta línea de investigación.
La violencia sobre las mujeres es un tema de candente actualidad, pero ahora
tiene planteamientos sociales, políticos, sicológicos, sociológicos e, incluso, econó-
micos que en la Edad Media no se presentaban. En cambio, ahora, no hay preocu-
pación semejante desde el punto de vista científico, para establecer los anteceden-
tes históricos de una triste realidad, que se repite con tanta cotidianeidad que,
lamentablemente, casi se ha asimilado e incorporado a lo habitual en las noticias de
prensa.
Desde el campo de la Historia de la Edad Media el tema de la violencia en gene-
ral ha tenido escasa atención, sobre todo comparado con otros, posiblemente menos
comprometidos, lo mismo se puede afirmar con respecto a la Historia de las
Mujeres en particular, tema de este coloquio, en el que participan las personas que
han iniciado estos estudios para la Península Ibérica, que han hecho aportaciones
muy encomiables y fundamentales para construir la Historia de la violencia ejerci-
da sobre las mujeres en diversos aspectos. De este grupo de investigadores/as se me
debe exceptuar, pues poco he escrito sobre este tema. No quiere decir que no me
preocupe, pero mis prioridades investigadoras han ido por otras vías. No obstante,
en algunas ocasiones1 me ha preocupado el tema de la “marginación de las muje-
res” que es un concepto que suele relacionarse con la violencia, pero nunca debe
identificarse, aunque bien es cierto que la marginación en si misma entraña vio-
lencia. Sobre ello insistiré después.
Hay historiadores que, todavía, discuten sobre la conveniencia de las investiga-
ciones sobre Historia de las Mujeres, pues consideran que sólo es una parte dentro
de la Historia. La atención a la violencia en las distintas sociedades también ha sido
escasa y, precisamente, se ha desarrollado en el campo que la analiza cuando se ejer-
ce sobre las mujeres, pero todavía es un tema emergente, aunque las primeras publi-

1
SEGURA, Cristina: «Las mujeres ¿son un grupo marginado?», Jornadas los marginados en el mundo
medieval y moderno, Instituto de Estudios Almerienses,Almería, 2000, pp. 107-118 y La cultura feme -
nina en los márgenes del pensamiento dominante, Coloquio Internacional Relegados al margen:
Marginalidad y Espacios Marginales en la Cultura Medieval, CSIC, Madrid, 7/9-III-2007 (en
prensa).

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 25/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

caciones que pueden relacionarse con él tienen mas de veinte años2, gracias a los tra-
bajos de Mª Teresa López Beltrán, Iñaki Bazán y Ricardo Córdoba, a quienes se debe
agradecer su decisión de abrir este camino con un gran rigor científico y dedica-
ción. No obstante, no ha sido una línea de investigación a la que se haya dedicado
la atención que merece, si exceptuamos a las personas citadas.
Posiblemente la dificultad de encontrar fuentes escritas suficientes y asequibles
puede ser un motivo de la escasa incidencia del tema, en comparación con otros,
mucho menos importantes, sobre los que hay una larga trayectoria. Posiblemente,
estos temas no tienen el carácter universal que tiene éste, pues, desde mi punto de
vista y, adelanto la tesis sobre la que me voy a centrar, todas las mujeres en la Edad
Media sufrieron violencia, diferente a la que sufrían los hombres, que sin duda tam-
bién fueron violentados. La sociedad feudal era, en si misma violenta. Pero, hay que
resaltar que lo que caracteriza a este problema es que en el caso de las mujeres, fue-
ron los hombres los que la ejercieron sobre ellas, cosa que no fue en absoluto recí-
proca. Las mujeres no han sido agentes de violencia de forma general, aunque en
algunas circunstancias hayan podido ejercerla, pero siempre fue de manera excep-
cional e individual, nunca fue el sexo femenino quien la ejerció de forma mayori-
taria sobre el otro sexo, cosa que sí se dio en la otra dirección, los hombres sobre las
mujeres, esto es lo que se considera actualmente como “violencia de género”. Bien
es cierto que esta situación no fue igual para todas las mujeres y la categoría, la clase
social de las personas, siempre imprescindible para valorar la realidad social, es posi-
ble que en este caso fuera aún más determinante.
En este escrito, insisto, pretendo reflexionar sobre los conceptos que se relacio-
nan con este tema y sobre las posibles vías de investigación que pueden derivarse,
teniendo en cuenta lo que hasta ahora se ha hecho en el medievalismo hispano, sólo
en relación a las mujeres. Así mismo, voy a hacer algunos planteamientos teóricos y
metodológicos que puedan ser útiles para avanzar por este camino, que me parece
importante. Por este motivo hay que valorar muy positivamente a las/os medievalis-
tas hispanas/os que vienen trabajando y publicando con notables resultados sobre
aspectos relacionados con la violencia sobre las mujeres. La mayoría de ellas/os me
acompañan en esta publicación y han colaborado en la reciente publicación coordi-
nada por Ricardo Córdoba de la Llave3, son personas que están investigando en esta
línea con trabajos muy valiosos, en los que se incluyen referencias bibliográficas
exhaustivas, por lo que remito a sus contribuciones para un mayor abundamiento en
esta línea de investigación.

2
CÓRDOBA DE LA LLAVE, Ricardo: «Las relaciones extraconyugales en la sociedad castellana
bajomedieval», Anuario de Estudios Medievales, 16 (1986), pp. 571-619; LÓPEZ BELTRÁN, Mª Teresa:
La prostitución en el Reino de Granada en la época de los Reyes Católico: el caso de Málaga, Málaga, 1985;
BAZÁN, Iñaki: La cárcel de Vitoria en la Baja Edad Media (1428-1530),Vitoria, 1992.
3
Mujer, marginación y violencia entre la Edad Media y los tiempos Modernos, Universidad de Córdoba,
Córdoba, 2006.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 26/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

2. Algunas precisiones terminológicas

Considero que es necesario valorar la violencia en el contexto histórico que se


produce, debe evitarse el anacronismo de llevar situaciones actuales a tiempos pasa-
dos. Ahora, cuando se hace referencia a la “violencia de género”, concepto que me
parece muy discutible, a lo que se está haciendo alusión es a la violencia material, es
decir al maltrato de obra sobre las mujeres: pegarlas, vejarlas, herirlas y matarlas por
algún hombre con el que han estado emparejadas, no a otras formas de violencias que
las mujeres también sufren, ellas solas y no sufren los hombres, como es, por ejemplo,
el acoso de hombres en situación de superioridad con respecto a ellas, como amos,
señores, maestros, jefes, clérigos, parientes, profesores, chulos, etc. Lo que actualmen-
te se entiende por “violencia de género” pienso que no responde de forma correcta
a lo que representan los dos términos, pues a lo que se refieren es al maltrato físico
que sufren las mujeres de manos de sus parejas en la mayoría de los casos, que en los
extremos, las lleva a morir asesinadas por hombres con los que previamente habían
mantenido una relación de amor.
Por tanto, pienso que sería más correcta la utilización de la palabra maltrato en
vez de violencia. La palabra violencia tiene un carácter más amplio, como después
valoraré para la Edad Media, mientras que lo que ahora sale a la luz son las agresio-
nes materiales que sufren las mujeres en los espacios domésticos. Esto también suce-
día en la Edad Media y me temo que el origen de esta situación y la mentalidad que
la mantienen no han evolucionado mucho desde entonces hasta ahora.
Con respecto a la palabra “género”, pienso que su uso es totalmente inadecuado
y responde a intereses políticos. El género es un concepto elaborado dentro de la
teoría feminista que tiene un contenido muy preciso4. Es una palabra técnica que no
es el equivalente a mujer/es. No debe establecerse la igualdad género=mujer/es pues
es un despropósito científico. Además, no debe olvidarse, que algunas tendencias
feministas no aplican el género en la elaboración de sus investigaciones, ni lo inte-
gran en su pensamiento. Las mujeres son seres humanos y el género es una cons-
trucción teórica que hace referencia a una determinada realidad social y, sobre todo,
es una categoría de análisis que señala las diferencias que la sociedad diseña para la
vida de las mujeres y de los hombres. Atendiendo al género la sociedad se divide en
dos grupos con desiguales derechos y obligaciones. Esta diferencia está condiciona-
da por el sexo de las personas, no por ningún otro tipo de condición que pueda
adquirirse.
El sexo viene dado por natura y, en esencia, no ofrece más que diferencias bioló-
gicas, pero, atendiendo a él, la sociedad ha establecido que cada persona tenga fija-
dos unos comportamientos, un espacio en la sociedad, unas posibilidades de actuar
que establecen una desigualdad entre ambos sexos y, además, marca una jerarquiza-
ción en beneficio de uno de los dos, el masculino. Éste, además, puede tomar deci-
siones sobre sí mismo, cosa que a las mujeres no se les permite, pues deben adecuarse

4
LERNER Gerda: La creación del patriarcado, Barcelona, 1990; VVAA: Joan Scot y las políticas de la
Historia, Barcelona, 2006, entre la extensa bibliografía.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 27/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

a unos determinados comportamientos, si pretenden ser mujeres honradas y reco-


nocidas como tales.
Por todo ello, considero que la forma correcta sería “maltrato a las mujeres”, en
lugar de “violencia de género” que es a lo que explícitamente se están refiriendo en
la actualidad. Mi propuesta es mucho más dura, convierte a los hombres en maltra-
tadores, no en violentos que es más suave e, incluso, desde cierta óptica puede ser
casi un halago, un signo de masculinidad. La utilización de la palabra “genero” ocul-
ta al sujeto, las mujeres, que sufren la agresión. Por tanto, es más políticamente
correcto la utilización de “violencia de género” que “maltrato a las mujeres” o “vio-
lencia sobre las mujeres”.
La marginación es otro término al que quiero dedicar alguna atención. La mar-
ginación en la sociedad supone la existencia de un centro y unos márgenes que es
donde se coloca a las personas que no se adecuan, que no aceptan, que no quieren
vivir en el centro conforme a las pautas que establece la sociedad dominante. Esta
decisión o esta situación, no sólo la tienen las mujeres, también los hombres. Los/as
marginados/as son personas excéntricas que viven voluntariamente de una forma
que no es la correcta para la sociedad, los motivos pueden ser varios, buscados o no.
Bandidos, leprosas/os, herejes, esclavas/os, pobres, brujas o prostitutas y, actualmen-
te, los movimientos alternativos son considerados también como marginales. En teo-
ría, una persona puede salir de cualquiera de estos grupos e integrarse en el centro
de la sociedad y dejar de ser marginado/a, en la práctica es mucho más complicado.
Pero las mujeres no pueden dejar de pertenecer a un sexo que no goza de la misma
situación ni consideración en la sociedad que el otro. Las mujeres no pueden tomar
ningún tipo de decisión que les lleve a tener un reconocimiento social semejante al
que tiene el otro sexo.
A las mujeres les viene por natura su situación secundaria en la sociedad a todas,
pertenezcan a cualquier clase social, incluso a las dominantes. Por ello, considero que
las mujeres, como grupo, no deben ser consideradas como grupo marginal, sino, por
el contrario, como grupo oprimido5. Esta me parece la denominación correcta, de
la que, además, se deriva una situación de violencia hacia ellas. Puesto que hay un
grupo dominante, el masculino, que toma las decisiones que afectan a la vida de las
mujeres sin darles opción, no a modificarlas, ni siquiera a opinar sobre ellas. Por lo
menos en la Edad Media y todavía en la actualidad en las sociedades del tercer
mundo. Por ello, aunque la marginación entraña violencia, considero que no es
totalmente correcto establecer una identidad entre ambos conceptos. Las mujeres
que sufren violencia no son sólo las marginadas, sino todas, como después iré valo-
rando, partiendo de la base de que considero a todo el grupo mujeres, como grupo
oprimido.

5
SEGURA, Cristina: «Las mujeres ¿son un grupo marginado?» ..., pp. 107-118.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 28/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

3. La violencia en la Edad Media. El sistema patriarcal

Marc Bloch en su trabajo, todavía no superado, sobre la sociedad feudal6, concluía


que aquella formación social fue especialmente violenta y masculina. Sin duda aque-
llos siglos fueron violentos, pero me temo que, lamentablemente, los siguientes lo han
seguido siendo, aunque han procurado ocultar la violencia o, en el peor de los casos,
institucionalizarla. En la Edad Media, posiblemente, no había la preocupación bur-
guesa por mostrar un aspecto amable que no siempre se correspondía con la realidad,
y se hacen más patente las actuaciones violentas y más duras. Los hombres que vivie-
ron inmersos en las costumbres propias del sistema feudal consideraban que aquello
era lo correcto, aunque siempre debía de haber algunos cuya bondad o maldad desta-
caba y así lo han recordado las fuentes escritas.

En la Edad Media la violencia que sufren las mujeres no se reduce sólo al mal-
trato, como después voy a analizar, sino a un entramado social mucho más comple-
jo. Pero no debe olvidarse que, en el Medievo, las mujeres sufrían la violencia gene-
ral de la época y, además, la propia que se deriva de la supremacía del sistema patriar-
cal, que, desde mi punto de vista, es el principal generador de violencia sobre las
mujeres. Por tanto, posiblemente en esta época histórica, la confluencia de dos for-
maciones sociales eminentemente violentas, como son el sistema feudal y el patriar-
cal, diseñaron una situación especialmente grave para las mujeres. No obstante, quie-
ro insistir que esta situación no ha desaparecido para las mujeres, aunque se ha ate-
nuado, pues el sistema patriarcal todavía está presente y el capitalismo genera una
violencia diferente a la del feudalismo, más sofisticada, menos mediata.

La esencia del sistema patriarcal es violenta en si misma, además de injusta. Divide


la sociedad en dos grupos atendiendo sólo al sexo de las personas. Los dos grupos
son desiguales en lo referente a posibilidades sociales y en las relaciones que hay
entre ellos, el patriarcado establece la superioridad del grupo masculino, a cuyas
imposiciones de todo tipo las mujeres deben someterse. Por tanto, se establece una
relación jerárquica, pues los hombres son los que deciden sobre el comportamiento
y las posibilidades sociales de las mujeres, sin que ellas puedan intervenir, ni opinar.
Todo ello entraña un sometimiento de las mujeres a los hombres que pueden dis-
poner sobre ellas a su entera voluntad. La ley laica y la religiosa consagran esta situa-
ción de subordinación de un grupo al otro.

Por tanto, los planteamientos básicos del sistema patriarcal entrañan violencia
hacia el grupo sometido, lo cual no quiera decir que haya maltrato material perma-
nentemente, pero debido al sistema de organización social las mujeres sufren la vio-
lencia derivada de la supremacía masculina sobre ellas y de su posición secundaria
en la sociedad, sean de una clase o de otra, con respecto a los hombres de su grupo.
Tampoco quiere significar esto que las mujeres sufran todas y continuamente una
violencia mediata o que se sientan en una situación de permanente agresión. Las

6
BLOCH, Marc: La sociedad feudal, Madrid, 1986.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 29/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

características de la sociedad fueron así, pero las mujeres supieron crear espacios de
libertad, de solidaridad y de creación de sabiduría.También hay que tener en cuen-
ta que algunas mujeres fueron violentas, maltratadotas y otras fueron delincuentes e,
incluso, criminales. Pero todas estas actuaciones, tanto las amables como las malig-
nas, fueron excepcionales, la realidad social de las mujeres en la Edad Media es que
sufrieron la doble violencia derivada del patriarcado y del feudalismo, sistemas socia-
les imperantes en aquel momento histórico.

La sociedad patriarcal no ofrece posibilidades a las mujeres para modificar su


situación, ellas debían aceptar el diseño de su vida impuesto por los hombres.Todas
ellas, pertenecieran a una clase social o a otra, estaban sometidas a esta situación de
inferioridad y subordinación que, en si misma, es violenta. Las mujeres no tenían más
que una posibilidad para escapar a esta violencia estructural que supone el sistema
patriarcal. Esta única posibilidad, desde mi punto de vista, era abandonar su casa e
ingresar en un beaterio o en un convento. La vida religiosa era la única vía que se
ofrecía a las mujeres para escapar de los espacios domésticos en los que se les había
recluido.

Los espacios domésticos, exclusivos de las mujeres, en la Edad Media y en todos


los tiempos son espacios de opresión femenina. En ellos se encerraba a las mujeres
para que se mantuvieran aisladas y dedicadas a los trabajos reproductores propios,
que configuran a la familia patriarcal como unidad de producción, generadora de
plusvalías que benefician al grupo masculino7. Aunque ésta es la situación teórica,
que en buena medida se correspondía con la realidad social, quiero señalar que,
incluso en los espacios domésticos, las mujeres supieron establecer relaciones positi-
vas y creadoras para eludir la subordinación y la violencia endémica. El beaterio o
el convento eran un espacio de libertad para las mujeres que escapaban a la violen-
cia endémica que suponía la subordinación patriarcal. En estos espacios, las mujeres
podían decidir sobre su cuerpo, sus actividades, sus relaciones y formarse un pensa-
miento propio y diferente al que el patriarcado pretendía imponerles8.

Las manifestaciones de la violencia patriarcal se constatan en la imposibilidad de


las mujeres de disponer de su cuerpo y de libertad para actuar, pues estaban some-
tidas a su padre primero y, después, a su marido. La ley confirma esta situación y en
sus diferentes disposiciones insistía en el tratamiento desigual a hombres y a muje-
res y en la diferente responsabilidad que se daba a los actos de cada uno de ellos. El
maltrato a la propia mujer, a la hija o la hermana no suponía ningún delito, pues se
consideraba que la mujer era pertenencia de la familia, como una posesión más,
sobre la que se podía disponer a entero capricho.

7
SEGURA, Cristina: «Actividades remuneradas y no remuneradas de las mujeres en la España
Medieval», Rentas, producción y consumo en España en la Baja Edad Media, Universidad de Zaragoza,
2001, pp. 109-120.
8
SEGURA, Cristina: «La vida conventual: ¿Opresión o liberación para las mujeres de la Edad Media?»,
Estudios sobre la mujer. Marginación y desigualdad, Diputación de Málaga, Málaga, 1994, pp. 41-53.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 30/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

Tampoco puede olvidarse que a las mujeres nunca se les daba opción para deci-
dir sobre su vida, era su padre primero y su marido después quien decidía por ellas.
Por tanto, vivían en una situación de una violencia endémica pues podían querer no
casarse y permanecer solteras o casarse con otro hombre que no fuera el elegido para
ellas, o irse al convento o cualquier otra posibilidad de vida y no tenían otra opción
que aceptar lo dispuesto por su padre y después del matrimonio por su marido. La
falta de libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo era un elemento per-
manente que generaba violencia sobre ellas y condicionaba sus vidas.

4. La ley consagra la violencia patriarcal

La norma consuetudinaria patriarcal que recluye a las mujeres en los espacios


domésticos, dedicadas a las tareas productivas y a las reproductoras, y que limita su
libertad para decidir por si mismas, fue refrendada por las leyes que se dictaban, injus-
tas en si mismas, para las mujeres, pues en la legislación se tenía en cuanta el sexo de
la persona. La ley no era igual para todas/os y ésta es una característica de las nor-
mas jurídicas medievales, que incluían diferentes categorías de aplicación, atendien-
do a diversas circunstancias, siendo el sexo de las personas, posiblemente la más
determinante para valor la consideración que recibían los delitos femeninos. La pri-
mera característica es que los delitos más penados y perseguidos son los que están
relacionados con el cuerpo de las mujeres, es decir, el adulterio y la violación que
aunque ellas la sufren, no les depara la protección conveniente. Debe recordarse que
el adulterio era sólo delito y pecado femenino. Los hombres no cometían este peca-
do/delito, aunque estuvieran casados, y sólo podían tener algún problema legal en el
caso que fuera una mujer casada, de su misma clase social o de otra superior, con la
que habían mantenido relación, por atentar al honor del marido. En cambio, ellas
eran castigadas con la muerte y con las penas del infierno, por no haberse manteni-
dos fieles.
El castigo que puede tener el adultero, que no recibe esta denominación, es por
haber atentado contra una propiedad de otro hombre. En estos casos, como en tan-
tos, el castigo era diferente para hombres y para mujeres. La adultera era castigada
con la muerte, mientras el delito que cometía el hombre que con ella yacía, deriva-
do de ir contra una propiedad privada del cabeza de familia, se castigaba en algunos
casos con una multa, 300 sueldos9. Fue el rey Alfonso X, en el Fuero Real, quien por
primera vez inició una tímida reprensión sobre los hombres que estando casados
yacieran con una mujer diferente a la suya. No obstante, en los catecismos y textos
religiosos durante la Edad Media el adulterio sigue siendo pecado exclusivamente
femenino.
Algo semejante puede decirse sobre la violación, la gravedad del hecho depende
de si la violada era soltera o casada. La violada que reclamaba amparo debía tener

9
Las mujeres medievales y su ámbito jurídico, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1983. En este
libro hay numerosos ejemplos, puesto que la norma era común en los diversos reinos cristianos de la
Península Ibérica.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 31/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

mucho cuidado en poder probar satisfactoriamente que había sido forzada. Se decre-
taba que un número determinado de mujeres debían jurar con ella ante el escriba-
no, corroborando que había sido violada contra su voluntad, su sóla palabra no era
suficiente. Sólo de esta forma se reconocía y podía recibir ayuda y reparación.
Cuando era una mujer casada, la situación era más complicada; en este caso se con-
sidera la violación como un delito cometido por el violador, pues había atentado
contra la propiedad de otro hombre. Pero la mujer debía probar convenientemente
el hecho y que no había facilitado ni consentido, para ello necesitaba que un deter-
minado número de mujeres la acompañasen en el juramento de su inocencia. El
número de cojuradoras se determinaba en cada fuero.
La inocencia de la violada debía ser clara y manifiesta, pues, en el caso de estar
casada, podía ser considerada como adultera, poniendo en peligro su vida. Si la vio-
lada era soltera, en los fueros de los lugares de Frontera, dados para tierras en proce-
so de repoblación, el problema se podía solucionar con la boda con el violador10. Hay
que recordar que los fueros y las leyes emanadas del poder responden al diseño de
la sociedad que el legislador pretende imponer, pero no se corresponden en todos
los casos con la realidad social, para conocer ésta hay que consultar también la docu-
mentación de aplicación del derecho.
En las leyes medievales se contempla también la posibilidad de que un marido,
por los motivos que considere convenientes, repudiara a su mujer o la abandonara y
se casara con otra, sin darle a ella ninguna posibilidad de opinar al respecto. Junto a
estos tres casos, adulterio, violación y repudio, que me parecen de extrema gravedad,
aparecen otras violencias que se ejercían sobre las mujeres de forma legal y que, en
si mismas, no lo eran, pero lo eran por la forma de desarrollarse, que las trasforma-
ba en violencia sobre el sexo femenino.Voy indicar algunas muestras de ello.
La boda, por ejemplo, que era por decisión paterna, sin que la novia pudiera opi-
nar; los hombres tampoco decidían siempre sobre esto, pero si podían en muchos
casos. La viuda perdía la tutela de sus hijos si volvía a casarse, cosa que no sucedía en
el caso del viudo que podía contraer un nuevo matrimonio sin perder la tutela de
los hijos.
Las mujeres no podían, en muchos casos, apelar directamente a la justicia para que
se resolviera cualquier afrenta que hubieran recibido o problema que les surgiere. En
estos casos las mujeres necesitaban que algún hombre de su familia fuera quien inter-
viniese en su nombre. Otras muchas situaciones semejantes a las anteriores demues-
tran la situación de minoridad en la que se encontraban las mujeres ante la ley, ellas
no tenían voz en los espacios público y, por ello, eran grandes sus dificultades para
hacer valer sus derechos. Esta situación es injusta y antinatural y, por tanto, engen-
draba violencia sobre las mujeres. Esta estructura jurídica patriarcal era la que el
poder dominante pretendía imponer, lo cual no representa que la realidad social se
adecuara a ella totalmente, las mujeres supieron a lo largo de los tiempos buscar espa-

10
SEGURA, Cristina: «Aproximación a la legislación medieval sobre la mujer andaluza: el fuero de
Úbeda», Las mujeres medievales y su ámbito jurídico..., pp. 87-94.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 32/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

cios propios en los que relacionarse entre ellas y ejercer su libertad de pensamiento.
Pero esto no era la norma, era la excepción.
Además de la realidad legal diferente para cada sexo, no debe olvidarse que las
mujeres recibían también un trato discriminatorio por la iglesia oficial. La norma
religiosa mantenía una perfecta alianza con la civil y los delitos eran también peca-
dos. La iglesia contribuyó a aumentar la violencia que la sociedad ejercía sobre las
mujeres a través de unas leyes eminentemente patriarcales, que sometían a las muje-
res a los hombres de su familia, en la que debían tener unos comportamientos muy
bien definidos, de atención a todo lo doméstico y de obediencia. Por tanto, la mujer
que incumplía de alguna manera lo establecido por norma legal y transgredía lo
definido para ella, no sólo era una delincuente, sino también una pecadora.
La violencia que se ejercía sobre las mujeres, mediante el conducto legal laico y
religioso, era algo endémico al sistema patriarcal y, por tanto, a la sociedad medieval.
Por ello, las mujeres se encontraban en una situación de gran violencia permanen-
te, pues estaban sometidas a unas leyes que defendían al grupo dominante, los hom-
bres. Ellas sólo tenían obligaciones y limitados derechos, mientras que los hombres
tenían obligaciones y todos los derechos. Bien es cierto que esta situación en el caso
de mujeres y hombres para la Edad Media, también estaba condicionada por la clase
social y la religión de cada persona.
También hay que insistir en que las costumbres de la sociedad feudal eran duras,
bruscas e, incluso, crueles para la mentalidad actual, no se parecían en nada a las
galanterías de tiempos más modernos o la ideal adoración a la dama del amor cor-
tés, que no era otra cosa que juegos de nobles. Por ello, vuelvo a lo que indicaba al
principio: la sociedad medieval desarrollaba una doble y coincidente violencia, la
emanada del patriarcado y la propia de la sociedad feudal. No me voy a detener aquí
en la violencia feudal, pues no compete ahora. No obstante, si quiero indicar que a
partir del siglo XII se inició una cierta modificación en la situación de las mujeres,
no necesariamente beneficiosa para todo el sexo femenino, derivada de la moda
imperante en el momento: el amor cortés. Según sus planteamientos el caballero
debía proteger a las damas, todas ellas colocadas en una situación de minoridad que
convertía a las mujeres en objetos bellos, adorables, débiles y pasivos a los que había
que proteger, en teoría a todas, pero en la práctica sólo a las de su grupo. Las muje-
res no tenían consideración de sujetos, el amor cortés las convertía en seres secun-
darios, casi objetos, pues no tenían autonomía propia. Por otra parte, este juego cor-
tesano sólo afectó a las capas más altas de la sociedad.
Por todo lo indicado, considero que las mujeres en la Edad Media, todas, incluso
las que pertenecían a los grupos privilegiados, sufrían violencia, una violencia
estructural y endémica, propia de este tipo de formación social. Pero, además, algu-
nas, en diferentes situaciones, pudieron sufrir malos tratos concretos, fueron vejadas
e, incluso, escarnecidas por la justicia. Otras, además, vivieron en situaciones que
generaban violencia propia y permanente, como es el caso de la prostitución. Esta
violencia específica, derivada de la forma de vida de algunas mujeres, debía ser aña-
dida a la estructural que afectaba a todo el sexo femenino.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 33/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

5. Fuentes y métodos de trabajo

Voy a enunciar fuentes y métodos, de forma somera, sobre todo como un primer
estadio para iniciarse en estudios e investigaciones sobre un tema universal, pues ha
estado presente a lo largo del tiempo en las diversas formaciones sociales que se han
sucedido. Advirtiendo que, aunque hay investigaciones muy sólidas, todavía es tema
emergente dentro de los estudios históricos en general, aunque posiblemente se le
haya dedicado una mayor atención cuando las investigaciones se han hecho consi-
derando a las mujeres como el sujeto social sobre quien se ha ejercido la violencia.
Pienso que todavía la andadura no es muy larga para establecer metodologías pro-
pias pero que podrán establecerse próximamente; sin duda, teniendo en cuanta la
valía de los trabajos que se van a presentar a este coloquio11 y los reunidos en la
reciente publicación coordinada por Ricardo Córdoba de la Llave12, ya citada.Todo
ello supone el inicio de la normalización de una línea de investigación nueva que
ha avanzado con pasos seguros y firmes y que, cada vez, irá ocupando el sitio que le
corresponde entre las nuevas investigaciones que están dotando al medievalismo de
aportaciones trascendentes y enriquecedoras.
Las fuentes primordiales para estudiar este tema son las relacionadas con los casos
que llegaron a la justicia. Por ello, en primer lugar, en la documentación concejil se
encuentran procesos sobre sucesos violentos sufridos por las mujeres y, asimismo, en
los archivos de protocolos notariales.También pueden haberse conservado procesos
judiciales reseñados en el Registro General del Sello, esto en el caso que dichos pro-
cesos no quedaran en la instancia concejil, sino que se apelara al Rey para que
mediara y considerara la sentencia impuesta. No obstante, éste es un trabajo com-
plicado pues hay que consultar un número elevado de documentos, lográndose esca-
sas informaciones en la mayoría de los casos. Además, es frecuente que la documen-
tación aporte sólo informaciones parciales y sea difícil seguir cada caso desde su ini-
cio hasta el desenlace. En los protocolos notariales y en la documentación sobre liti-
gios, frecuentemente las mujeres son víctimas, pero también suelen aparecer como
delincuentes, como agentes de violencia.
Ésta es la documentación básica para establecer casos de violencia o mejor de
maltrato sobre las mujeres, puesto que justicia se hace sólo en casos en que haya una
causa material. Un método mucho más complicado es ir estableciendo casos de mal-
trato de obra, de palabra o de muerte en las crónicas y en los textos de carácter his-
tórico. Estas fuentes no son propias para el tema, pero hay que consultarlas pues hay
en ellas referencias accidentales a algún suceso violento en el que se produce mal-
trato sobre alguna mujer concreta. Estas informaciones son muy útiles para valorar
el suceso en si mismo y la consideración que recibía, pues esto es una muestra del
pensamiento dominante sobre las agresiones a las mujeres o los delitos por ellas
cometidos.

11
La violencia de género en la Edad Media. Emakumearen aurkako indarkeria Erdi Aroan. V Coloquio del
Centro de Historia del Crimen de Durango. Durangoko Krimenaren Historiado Zentroko V Mahai-Ingurua,
7-8 de noviembre de 2007.
12
Mujer, marginación y violencia. Entre la Edad Media y los tiempos modernos, Córdoba, 2006.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 34/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

En cualquier investigación hay que partir del análisis de la norma legal, laica y
religiosa, sobre los actos violentos que los hombres podían hacer a las mujeres y
sobre los delitos que ellas cometían. Es importante establecer qué castigos se pueden
aplicar o qué pecado representa en el caso de la legislación religiosa. Bien es cierto
que son muy escasas las referencias a maltrato sobre mujeres de la propia familia, las
mujeres dependían del padre, hermano o marido que podía tratarlas de la forma que
considerase conveniente, pues eran consideradas como objeto propio de la familia.
Esta violencia difícilmente se recoge en la documentación y, sin duda, debía ser habi-
tual y, por ello, la más numerosa.
Para llegar a valorar como delito el maltrato sobre las mujeres tuvo que produ-
cirse un largo proceso social, hasta llegar a ser consideradas como sujetos sociales,
cosa que sólo a partir de Olimpia de Gouges13, desde mi punto de vista, se empezó
a plantear. Lo cual no quiere decir que algunos delitos contra las mujeres no fueran
castigados en la Edad Media, pero hay que matizar cada caso. Por ejemplo, en la
legislación medieval aparecen frecuentes normas condenando la violación, lo cual
no puede considerarse como un rechazo a la violencia sobre las mujeres, sino que se
castigaba la agresión a un bien del patrimonio familiar y a un hecho determinado.
Además de la normativa laica y religiosa, tienen un gran interés las fuentes lite-
rarias para poder valorar la mentalidad dominante sobre este asunto. Bien es cierto,
que, la valoración que estos actos tienen en la actualidad, no tiene nada que ver con
el pensamiento que sobre ellos había en la Edad Media, por lo que el silencio debía
ser grande sobre actos cotidianos que hoy consideramos violentos. Por ello, las fuen-
tes deben ser sometidas a una estricta crítica y contrastadas con otras de diferente
tipo.
Algo semejante a lo indicado sobre las fuentes literarias debe hacerse con las
fuentes iconográficas que también pueden ofrecer escenas de violaciones o de otro
tipo de maltrato sobre las mujeres. En ellas hay informaciones de las costumbres más
habituales o cuáles eran las formas de tratar a las mujeres, todo ello aporta impor-
tantes datos que deben tenerse en cuenta al valorar esta situación. También deben
relacionarse con las informaciones que aportan las fuentes consideradas como emi-
nentemente históricas.
No debe olvidarse que en las fuentes se manifiesta la violencia o el maltrato
material a las mujeres, pero es mucho más difícil percibir la violencia social sobre
ellas que se consideraba como normalidad. Hay que tener presente que la conside-
ración mayoritaria sobre las mujeres era que estaban, por natura, como Eva, inclina-
das al mal. Por ello, el padre o el marido podía reprenderlas no sólo de palabra, sino
también de obra, para que se comportaran debidamente. La “corrección marital”,
sobre la que se escribe con gran autoridad en esta misma publicación, era recomen-
dada a los maridos en los tratados morales. La sociedad laica y la doctrina religiosa
aceptaban plenamente esta situación y, no sólo toleraban, sino que aconsejaban que
se dieran castigos materiales a las mujeres que, a criterio de su padre o marido, lo
merecían.

13
BLANCO, Oliva: Olimpia de Gouges, Ed. del Orto

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 35/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

Las investigaciones sobre este tema no deben hacerse atendiendo sólo a un tipo
de fuente, pues los resultados pueden ser parciales. Es necesario tener en cuenta el
conjunto de informaciones que pueden darse. El análisis de cada situación debe
hacerse atendiendo a un método de trabajo que debe cumplir los siguientes pasos.
En primer lugar hay que conocer la consideración que las mujeres reciben en cada
formación social. A continuación es necesario establecer la norma legal, laica y reli-
giosa sobre el castigo que se pueda imponer a un maltratador. Es decir, cual es el tra-
tamiento jurídico que reciben las agresiones a las mujeres por hombres y, sobre todo,
por hombres de su propia familia.
Tras establecer el marco jurídico se debe pasar a valorar la aplicación de las nor-
mas y el tratamiento que recibían estos casos, tanto en los procesos sobre los que hay
información de demandas de mujeres, como en los catecismos o manuales de con-
fesores. En los tratados doctrinales hay que analizar si consideraban como pecado la
violencia material sobre las mujeres. En ambos casos, la relación familiar entre los
procesados debe ser considerada como prioritaria para valorar cada suceso. Tienen
gran interés los procesos cuyo objeto es algún suceso violento en el que haya parti-
cipado alguna mujer, bien como agente del delito o, sobre todo, cuando las mujeres
demandaban justicia por sentirse agredidas materialmente en sus derechos.

6. Líneas de investigación posibles

El primer paso sobre el que se debe insistir es la reflexión sobre la violencia


estructural de una formación social en la que confluye la sociedad feudal y el siste-
ma patriarcal. Aunque esto está implícitamente reconocido por las/os investigado-
ras/es sobre Historia de las Mujeres, pienso que sería muy conveniente explicitarlo
y demostrarla de forma contundente. Esta situación estructural debe ser previa para
una mejor comprensión de los posibles caminos que puedan seguirse para profun-
dizar en aspectos concretos de la violencia sobre las mujeres. Por ello, considero que
una línea de investigación importante es valorar las características y los mecanismos
mentales y de poder que posibilitan que pueda maltratarse a las mujeres de la pro-
pia familia sin sufrir el agresor ni castigo, ni pena.
Otra línea que puede dar lugar a muy buenos resultados es todo lo relacionado
con las uniones matrimoniales. Entre otras situaciones reales, hay que destacar la
fuerza a las mujeres a casarse con individuos que rechazan o que no conocen. El
abandono frecuente de las mujeres por las ausencias de sus maridos, los cuales bus-
can nuevas uniones matrimoniales a pesar de que la bigamia estaba castigada.
También hay que conocer la frecuencia del repudio, que se toleraba cuando eran los
hombres quienes lo hacían. Junto a todo esto, hay que investigar el maltrato dentro
de la familia, tema que entraña graves dificultades por el gran silencio que sobre él
se cierne, pero que es prioritario para conocer cómo se desarrollaba la vida de las
mujeres. Las violaciones deben ser estudiadas y ponderadas desde las múltiples posi-
bilidades cuyo estudio ofrece, pues debían ser frecuentes y suponen una agresión de
obra con consecuencias materiales y que puede acarrear secuelas de todo tipo. No
deben olvidarse las agresiones sexuales dentro de la propia familia que se silenciaban

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 36/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

con bastante frecuencia. Igualmente es importante, aunque difícil, conocer como se


producían las agresiones a las mujeres, dentro de la familia y fuera de ella.
Otro tema importante es analizar en que circunstancias se les obligaba o se veían
abocadas a dedicarse a la prostitución. La prostitución es uno de los posibles temas
en los que más se ha investigado y con buenos resultados. Requiere, desde mi punto
de vista, un tratamiento propio, ya que no afecta nada más que a unas determinadas
mujeres, pero, aceptando que en sí misma es violencia y supone maltrato sobre las
mujeres, hay que tener en cuenta varias circunstancias propias en sus análisis. En
principio hay que considerar que no todas las mujeres estarían forzadas aunque esto
es muy complicado de delimitar.
Posiblemente lo que no debe olvidarse es que junto con su situación propia, algu-
nas de ellas sufrían maltrato, agresiones y muerte. Las prostitutas no formaban parte
de ninguna familia que les defendiera, ni tenían la entidad legal que les prestaba el
núcleo familiar. Cualquiera de las violencias que se ejercían sobre estas mujeres, no
se consideraban como falta o delito, ya que no gozaban de la protección legal que
tenían las mujeres honradas, integradas en una familia con un hombre del que
dependía y que les ofrecía la cobertura honorable, que todas las mujeres, por si mis-
mas, no tenían. Esta circunstancia no se daba para las prostitutas, tampoco para las
moras o las esclavas propias. La violación de una mujer de alguno de estos grupos
no tenía ningún castigo o pena. Sólo en el caso de una esclava ajena, si el amo recla-
maba justicia.
Éstas son algunas posibles vías de investigación. Unas han gozado de atención,
otras todavía están muy poco exploradas. Hay que partir de la realidad de que éste
no es tema que haya despertado la atención y el respeto que merece por parte de
ciertos investigadoras/es en relación a la Edad Media hispana, a pesar de que los
pasos que se han dado hasta ahora, han sido sólidos y provechosos. Bien es cierto que
es tema nuevo y difícil, pero sobre el que debe insistirse pues es una parte impor-
tante del pasado femenino que aportará un conocimiento necesario para completar
la realidad social en la que vivieron las mujeres en la Edad Media hispana.
La prostitución, el divorcio, las agresiones, las violaciones, las muertes o los aban-
donos, son los temas preferentes hasta ahora. En ellos se han producido aportaciones
muy importantes, pero creo que ha predominado un criterio contributivo, que ha
sido fundamental para construir una parcela de la Historia de las Mujeres no cono-
cida. En la situación actual de las investigaciones, con el conjunto de nuevos cono-
cimientos aportados, considero que es fundamental teorizar y establecer una meto-
dología propia para este tipo de investigaciones que constituyen un campo específi-
co dentro de la Historia de las Mujeres. La violencia debe ser contextualizada den-
tro de la violencia general de la sociedad y, sobre todo, hay que aplicar, en estas inves-
tigaciones, las categorías de análisis imprescindibles en cualquier investigación de
Historia Social en la que las mujeres son sujetos sociales, como el género, la clase
social, el estado civil y la religión, en el caso de la Edad Media.
Mi pretensión es humilde, me he limitado a plantear temas, interrogantes o cami-
nos en la investigación.Todo ello para incitar a la reflexión científica y social y con-
tribuir a denunciar la existencia de una línea continua de maltrato sobre las mujeres

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 37/38 D.L.: BI-1741-04
La violencia sobre las mujeres en la Edad Media. Cristina Segura
Estado de la cuestión

que la sociedad patriarcal ha amparado y que se prolonga a lo largo de los tiempos


hasta la actualidad. La Historia, como en tantos sucesos, también en este tema, debe
ser un instrumento de denuncia y de educación, para contribuir a erradicar prácti-
cas endémicas injustas con las mujeres y acabar con mentalidades patriarcales toda-
vía presentes en sociedades que se consideran desarrolladas. Por todo ello felicito y
agradezco a los organizadores y patrocinadores de este encuentro, Iñaki Bazán, Cesar
González Mínguez, la Universidad de País Vasco y al Centro de Historia del Crimen
de Durango/Durangoko Kriminaren Historia Centroa por su iniciativa para propi-
ciar un espacio de contenido científico y proyección social importante. La Historia
del pasado no es pasado, hay que interactuarla con la realidad social del presente. Así,
además de su valor científico, es algo vivo, no muerto como muchos dicen, y útil
para mejorar la realidad social de las personas, en este caso concreto de las mujeres.
Gracias.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374


nº 5 (2008), pp. 38/38 D.L.: BI-1741-04

También podría gustarte