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La Violencia Sobre Las Mujeres en La Edad Media
La Violencia Sobre Las Mujeres en La Edad Media
Estado de la cuestión
(La violence sur les femmes au Moyen Age. Un bilan
Violence against women in the Middle Ages
Emakumeen aurkako indarkeria Erdi Aroan gaiaren egoera)
Cristina SEGURA
Universidad Complutense de Madrid
Resumen: El patriarcado ha creado una realidad social desigual e injusta, pues divide a las personas atendiendo al sexo, hom-
bres y mujeres, estableciendo una jerarquía entre ambos. Esta situación en si misma genera violencia pues las mujeres no pueden deci-
dir sobre sus propias vidas. Además las mujeres sufren maltrato material por parte de los hombres, cosa que aceptan las leyes. La reli-
gión cristiana en aquel momento toleraba esta situación. La sociedad feudal, además, también es especialmente violenta. Atendiendo a
este marco histórico se exponen diferentes líneas de investigación.
Résumé: Le patriarcat a formé une réalité sociale injuste et des-égal. Il classifie les personnes selon leur sexe: hommes et fem-
mes, et établie une hiérarchie entre eux. Cette situation, elle même, génère violence car les femmes ne peuvent pas décider sur leurs vies.
Les femmes peuvent aussi souffrir agressions des hommes, situation acceptée par les lois. La religion chrétienne à ce moment là a accep-
té la situation. La société féodale, en plus, est aussi spécialement violente en elle même. Des différentes lignes de recherche sont analysé-
es en relation au cadre historique présenté.
Abstract: Patriarchy created an unfair and inequitable social situation, because it classifies people according to their sex -men
and women- and it establishes a hierarchy between them. This situation produces violence because women can not decide about their own
lives. Women also suffer aggressions from men, situation accepted by the laws. Christian religion tolerated this behaviour at that time.
Feudal society is also especially violent. Different research approaches are exposed according to this historical framework.
Laburpena: Patriarkatuak gizarte desberdindu eta bidegabea egituratu du; izan ere, pertsonak sexuaren arabera banatzen ditu: gizo-
nak eta emakumeak, eta bien artean hierarkia bat ezartzen du. Egoera horrek berez eragiten du indarkeria, emakumeek ezin dutelako euren bizit-
zaren gaineko erabakirik hartu. Gainera, gizonek tratu txarrak eragiten dizkiete emakumeei, eta legeek onartu. Erlijio kristauak onartu egiten
zuen egoera hori garai hartan. Gizarte feudala, gainera, bereziki bortitza da. Marko historiko horretan, hainbat ikerketa-ildo aurkeztu dira.
1. Introducción
n este escrito pretendo hacer una reflexión teórica sobre un tema tan impor-
E tante como es la violencia sobre las mujeres en la Edad Media hispana. Desde
el punto de vista científico está cobrando cada vez mayor espacio gracias a las impor-
tantes aportaciones, por calidad, no por número, que se están llevando a cabo gra-
cias al interés de historiadoras/es y foros como el que ofrece el Centro de Historia
del Crimen de Durango/Durangoko Kriminaren Historia Centroa, impulsado por
el profesor de la Universidad del País Vasco Iñaki Bazán que, desde sus inicios en la
investigación, se decantó por estos temas y que ha insistido con buenos resultados
en ellos. Mi aportación no es en absoluto contributiva y no va a suponer un avan-
ce en el conocimiento de dicho tema, sino que pretende ofrecer elementos teóricos
y metodológicos de reflexión, junto con instrumentos que colaboren en el avance
en esta línea de investigación.
La violencia sobre las mujeres es un tema de candente actualidad, pero ahora
tiene planteamientos sociales, políticos, sicológicos, sociológicos e, incluso, econó-
micos que en la Edad Media no se presentaban. En cambio, ahora, no hay preocu-
pación semejante desde el punto de vista científico, para establecer los anteceden-
tes históricos de una triste realidad, que se repite con tanta cotidianeidad que,
lamentablemente, casi se ha asimilado e incorporado a lo habitual en las noticias de
prensa.
Desde el campo de la Historia de la Edad Media el tema de la violencia en gene-
ral ha tenido escasa atención, sobre todo comparado con otros, posiblemente menos
comprometidos, lo mismo se puede afirmar con respecto a la Historia de las
Mujeres en particular, tema de este coloquio, en el que participan las personas que
han iniciado estos estudios para la Península Ibérica, que han hecho aportaciones
muy encomiables y fundamentales para construir la Historia de la violencia ejerci-
da sobre las mujeres en diversos aspectos. De este grupo de investigadores/as se me
debe exceptuar, pues poco he escrito sobre este tema. No quiere decir que no me
preocupe, pero mis prioridades investigadoras han ido por otras vías. No obstante,
en algunas ocasiones1 me ha preocupado el tema de la “marginación de las muje-
res” que es un concepto que suele relacionarse con la violencia, pero nunca debe
identificarse, aunque bien es cierto que la marginación en si misma entraña vio-
lencia. Sobre ello insistiré después.
Hay historiadores que, todavía, discuten sobre la conveniencia de las investiga-
ciones sobre Historia de las Mujeres, pues consideran que sólo es una parte dentro
de la Historia. La atención a la violencia en las distintas sociedades también ha sido
escasa y, precisamente, se ha desarrollado en el campo que la analiza cuando se ejer-
ce sobre las mujeres, pero todavía es un tema emergente, aunque las primeras publi-
1
SEGURA, Cristina: «Las mujeres ¿son un grupo marginado?», Jornadas los marginados en el mundo
medieval y moderno, Instituto de Estudios Almerienses,Almería, 2000, pp. 107-118 y La cultura feme -
nina en los márgenes del pensamiento dominante, Coloquio Internacional Relegados al margen:
Marginalidad y Espacios Marginales en la Cultura Medieval, CSIC, Madrid, 7/9-III-2007 (en
prensa).
caciones que pueden relacionarse con él tienen mas de veinte años2, gracias a los tra-
bajos de Mª Teresa López Beltrán, Iñaki Bazán y Ricardo Córdoba, a quienes se debe
agradecer su decisión de abrir este camino con un gran rigor científico y dedica-
ción. No obstante, no ha sido una línea de investigación a la que se haya dedicado
la atención que merece, si exceptuamos a las personas citadas.
Posiblemente la dificultad de encontrar fuentes escritas suficientes y asequibles
puede ser un motivo de la escasa incidencia del tema, en comparación con otros,
mucho menos importantes, sobre los que hay una larga trayectoria. Posiblemente,
estos temas no tienen el carácter universal que tiene éste, pues, desde mi punto de
vista y, adelanto la tesis sobre la que me voy a centrar, todas las mujeres en la Edad
Media sufrieron violencia, diferente a la que sufrían los hombres, que sin duda tam-
bién fueron violentados. La sociedad feudal era, en si misma violenta. Pero, hay que
resaltar que lo que caracteriza a este problema es que en el caso de las mujeres, fue-
ron los hombres los que la ejercieron sobre ellas, cosa que no fue en absoluto recí-
proca. Las mujeres no han sido agentes de violencia de forma general, aunque en
algunas circunstancias hayan podido ejercerla, pero siempre fue de manera excep-
cional e individual, nunca fue el sexo femenino quien la ejerció de forma mayori-
taria sobre el otro sexo, cosa que sí se dio en la otra dirección, los hombres sobre las
mujeres, esto es lo que se considera actualmente como “violencia de género”. Bien
es cierto que esta situación no fue igual para todas las mujeres y la categoría, la clase
social de las personas, siempre imprescindible para valorar la realidad social, es posi-
ble que en este caso fuera aún más determinante.
En este escrito, insisto, pretendo reflexionar sobre los conceptos que se relacio-
nan con este tema y sobre las posibles vías de investigación que pueden derivarse,
teniendo en cuenta lo que hasta ahora se ha hecho en el medievalismo hispano, sólo
en relación a las mujeres. Así mismo, voy a hacer algunos planteamientos teóricos y
metodológicos que puedan ser útiles para avanzar por este camino, que me parece
importante. Por este motivo hay que valorar muy positivamente a las/os medievalis-
tas hispanas/os que vienen trabajando y publicando con notables resultados sobre
aspectos relacionados con la violencia sobre las mujeres. La mayoría de ellas/os me
acompañan en esta publicación y han colaborado en la reciente publicación coordi-
nada por Ricardo Córdoba de la Llave3, son personas que están investigando en esta
línea con trabajos muy valiosos, en los que se incluyen referencias bibliográficas
exhaustivas, por lo que remito a sus contribuciones para un mayor abundamiento en
esta línea de investigación.
2
CÓRDOBA DE LA LLAVE, Ricardo: «Las relaciones extraconyugales en la sociedad castellana
bajomedieval», Anuario de Estudios Medievales, 16 (1986), pp. 571-619; LÓPEZ BELTRÁN, Mª Teresa:
La prostitución en el Reino de Granada en la época de los Reyes Católico: el caso de Málaga, Málaga, 1985;
BAZÁN, Iñaki: La cárcel de Vitoria en la Baja Edad Media (1428-1530),Vitoria, 1992.
3
Mujer, marginación y violencia entre la Edad Media y los tiempos Modernos, Universidad de Córdoba,
Córdoba, 2006.
4
LERNER Gerda: La creación del patriarcado, Barcelona, 1990; VVAA: Joan Scot y las políticas de la
Historia, Barcelona, 2006, entre la extensa bibliografía.
5
SEGURA, Cristina: «Las mujeres ¿son un grupo marginado?» ..., pp. 107-118.
En la Edad Media la violencia que sufren las mujeres no se reduce sólo al mal-
trato, como después voy a analizar, sino a un entramado social mucho más comple-
jo. Pero no debe olvidarse que, en el Medievo, las mujeres sufrían la violencia gene-
ral de la época y, además, la propia que se deriva de la supremacía del sistema patriar-
cal, que, desde mi punto de vista, es el principal generador de violencia sobre las
mujeres. Por tanto, posiblemente en esta época histórica, la confluencia de dos for-
maciones sociales eminentemente violentas, como son el sistema feudal y el patriar-
cal, diseñaron una situación especialmente grave para las mujeres. No obstante, quie-
ro insistir que esta situación no ha desaparecido para las mujeres, aunque se ha ate-
nuado, pues el sistema patriarcal todavía está presente y el capitalismo genera una
violencia diferente a la del feudalismo, más sofisticada, menos mediata.
Por tanto, los planteamientos básicos del sistema patriarcal entrañan violencia
hacia el grupo sometido, lo cual no quiera decir que haya maltrato material perma-
nentemente, pero debido al sistema de organización social las mujeres sufren la vio-
lencia derivada de la supremacía masculina sobre ellas y de su posición secundaria
en la sociedad, sean de una clase o de otra, con respecto a los hombres de su grupo.
Tampoco quiere significar esto que las mujeres sufran todas y continuamente una
violencia mediata o que se sientan en una situación de permanente agresión. Las
6
BLOCH, Marc: La sociedad feudal, Madrid, 1986.
características de la sociedad fueron así, pero las mujeres supieron crear espacios de
libertad, de solidaridad y de creación de sabiduría.También hay que tener en cuen-
ta que algunas mujeres fueron violentas, maltratadotas y otras fueron delincuentes e,
incluso, criminales. Pero todas estas actuaciones, tanto las amables como las malig-
nas, fueron excepcionales, la realidad social de las mujeres en la Edad Media es que
sufrieron la doble violencia derivada del patriarcado y del feudalismo, sistemas socia-
les imperantes en aquel momento histórico.
7
SEGURA, Cristina: «Actividades remuneradas y no remuneradas de las mujeres en la España
Medieval», Rentas, producción y consumo en España en la Baja Edad Media, Universidad de Zaragoza,
2001, pp. 109-120.
8
SEGURA, Cristina: «La vida conventual: ¿Opresión o liberación para las mujeres de la Edad Media?»,
Estudios sobre la mujer. Marginación y desigualdad, Diputación de Málaga, Málaga, 1994, pp. 41-53.
Tampoco puede olvidarse que a las mujeres nunca se les daba opción para deci-
dir sobre su vida, era su padre primero y su marido después quien decidía por ellas.
Por tanto, vivían en una situación de una violencia endémica pues podían querer no
casarse y permanecer solteras o casarse con otro hombre que no fuera el elegido para
ellas, o irse al convento o cualquier otra posibilidad de vida y no tenían otra opción
que aceptar lo dispuesto por su padre y después del matrimonio por su marido. La
falta de libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo era un elemento per-
manente que generaba violencia sobre ellas y condicionaba sus vidas.
9
Las mujeres medievales y su ámbito jurídico, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1983. En este
libro hay numerosos ejemplos, puesto que la norma era común en los diversos reinos cristianos de la
Península Ibérica.
mucho cuidado en poder probar satisfactoriamente que había sido forzada. Se decre-
taba que un número determinado de mujeres debían jurar con ella ante el escriba-
no, corroborando que había sido violada contra su voluntad, su sóla palabra no era
suficiente. Sólo de esta forma se reconocía y podía recibir ayuda y reparación.
Cuando era una mujer casada, la situación era más complicada; en este caso se con-
sidera la violación como un delito cometido por el violador, pues había atentado
contra la propiedad de otro hombre. Pero la mujer debía probar convenientemente
el hecho y que no había facilitado ni consentido, para ello necesitaba que un deter-
minado número de mujeres la acompañasen en el juramento de su inocencia. El
número de cojuradoras se determinaba en cada fuero.
La inocencia de la violada debía ser clara y manifiesta, pues, en el caso de estar
casada, podía ser considerada como adultera, poniendo en peligro su vida. Si la vio-
lada era soltera, en los fueros de los lugares de Frontera, dados para tierras en proce-
so de repoblación, el problema se podía solucionar con la boda con el violador10. Hay
que recordar que los fueros y las leyes emanadas del poder responden al diseño de
la sociedad que el legislador pretende imponer, pero no se corresponden en todos
los casos con la realidad social, para conocer ésta hay que consultar también la docu-
mentación de aplicación del derecho.
En las leyes medievales se contempla también la posibilidad de que un marido,
por los motivos que considere convenientes, repudiara a su mujer o la abandonara y
se casara con otra, sin darle a ella ninguna posibilidad de opinar al respecto. Junto a
estos tres casos, adulterio, violación y repudio, que me parecen de extrema gravedad,
aparecen otras violencias que se ejercían sobre las mujeres de forma legal y que, en
si mismas, no lo eran, pero lo eran por la forma de desarrollarse, que las trasforma-
ba en violencia sobre el sexo femenino.Voy indicar algunas muestras de ello.
La boda, por ejemplo, que era por decisión paterna, sin que la novia pudiera opi-
nar; los hombres tampoco decidían siempre sobre esto, pero si podían en muchos
casos. La viuda perdía la tutela de sus hijos si volvía a casarse, cosa que no sucedía en
el caso del viudo que podía contraer un nuevo matrimonio sin perder la tutela de
los hijos.
Las mujeres no podían, en muchos casos, apelar directamente a la justicia para que
se resolviera cualquier afrenta que hubieran recibido o problema que les surgiere. En
estos casos las mujeres necesitaban que algún hombre de su familia fuera quien inter-
viniese en su nombre. Otras muchas situaciones semejantes a las anteriores demues-
tran la situación de minoridad en la que se encontraban las mujeres ante la ley, ellas
no tenían voz en los espacios público y, por ello, eran grandes sus dificultades para
hacer valer sus derechos. Esta situación es injusta y antinatural y, por tanto, engen-
draba violencia sobre las mujeres. Esta estructura jurídica patriarcal era la que el
poder dominante pretendía imponer, lo cual no representa que la realidad social se
adecuara a ella totalmente, las mujeres supieron a lo largo de los tiempos buscar espa-
10
SEGURA, Cristina: «Aproximación a la legislación medieval sobre la mujer andaluza: el fuero de
Úbeda», Las mujeres medievales y su ámbito jurídico..., pp. 87-94.
cios propios en los que relacionarse entre ellas y ejercer su libertad de pensamiento.
Pero esto no era la norma, era la excepción.
Además de la realidad legal diferente para cada sexo, no debe olvidarse que las
mujeres recibían también un trato discriminatorio por la iglesia oficial. La norma
religiosa mantenía una perfecta alianza con la civil y los delitos eran también peca-
dos. La iglesia contribuyó a aumentar la violencia que la sociedad ejercía sobre las
mujeres a través de unas leyes eminentemente patriarcales, que sometían a las muje-
res a los hombres de su familia, en la que debían tener unos comportamientos muy
bien definidos, de atención a todo lo doméstico y de obediencia. Por tanto, la mujer
que incumplía de alguna manera lo establecido por norma legal y transgredía lo
definido para ella, no sólo era una delincuente, sino también una pecadora.
La violencia que se ejercía sobre las mujeres, mediante el conducto legal laico y
religioso, era algo endémico al sistema patriarcal y, por tanto, a la sociedad medieval.
Por ello, las mujeres se encontraban en una situación de gran violencia permanen-
te, pues estaban sometidas a unas leyes que defendían al grupo dominante, los hom-
bres. Ellas sólo tenían obligaciones y limitados derechos, mientras que los hombres
tenían obligaciones y todos los derechos. Bien es cierto que esta situación en el caso
de mujeres y hombres para la Edad Media, también estaba condicionada por la clase
social y la religión de cada persona.
También hay que insistir en que las costumbres de la sociedad feudal eran duras,
bruscas e, incluso, crueles para la mentalidad actual, no se parecían en nada a las
galanterías de tiempos más modernos o la ideal adoración a la dama del amor cor-
tés, que no era otra cosa que juegos de nobles. Por ello, vuelvo a lo que indicaba al
principio: la sociedad medieval desarrollaba una doble y coincidente violencia, la
emanada del patriarcado y la propia de la sociedad feudal. No me voy a detener aquí
en la violencia feudal, pues no compete ahora. No obstante, si quiero indicar que a
partir del siglo XII se inició una cierta modificación en la situación de las mujeres,
no necesariamente beneficiosa para todo el sexo femenino, derivada de la moda
imperante en el momento: el amor cortés. Según sus planteamientos el caballero
debía proteger a las damas, todas ellas colocadas en una situación de minoridad que
convertía a las mujeres en objetos bellos, adorables, débiles y pasivos a los que había
que proteger, en teoría a todas, pero en la práctica sólo a las de su grupo. Las muje-
res no tenían consideración de sujetos, el amor cortés las convertía en seres secun-
darios, casi objetos, pues no tenían autonomía propia. Por otra parte, este juego cor-
tesano sólo afectó a las capas más altas de la sociedad.
Por todo lo indicado, considero que las mujeres en la Edad Media, todas, incluso
las que pertenecían a los grupos privilegiados, sufrían violencia, una violencia
estructural y endémica, propia de este tipo de formación social. Pero, además, algu-
nas, en diferentes situaciones, pudieron sufrir malos tratos concretos, fueron vejadas
e, incluso, escarnecidas por la justicia. Otras, además, vivieron en situaciones que
generaban violencia propia y permanente, como es el caso de la prostitución. Esta
violencia específica, derivada de la forma de vida de algunas mujeres, debía ser aña-
dida a la estructural que afectaba a todo el sexo femenino.
Voy a enunciar fuentes y métodos, de forma somera, sobre todo como un primer
estadio para iniciarse en estudios e investigaciones sobre un tema universal, pues ha
estado presente a lo largo del tiempo en las diversas formaciones sociales que se han
sucedido. Advirtiendo que, aunque hay investigaciones muy sólidas, todavía es tema
emergente dentro de los estudios históricos en general, aunque posiblemente se le
haya dedicado una mayor atención cuando las investigaciones se han hecho consi-
derando a las mujeres como el sujeto social sobre quien se ha ejercido la violencia.
Pienso que todavía la andadura no es muy larga para establecer metodologías pro-
pias pero que podrán establecerse próximamente; sin duda, teniendo en cuanta la
valía de los trabajos que se van a presentar a este coloquio11 y los reunidos en la
reciente publicación coordinada por Ricardo Córdoba de la Llave12, ya citada.Todo
ello supone el inicio de la normalización de una línea de investigación nueva que
ha avanzado con pasos seguros y firmes y que, cada vez, irá ocupando el sitio que le
corresponde entre las nuevas investigaciones que están dotando al medievalismo de
aportaciones trascendentes y enriquecedoras.
Las fuentes primordiales para estudiar este tema son las relacionadas con los casos
que llegaron a la justicia. Por ello, en primer lugar, en la documentación concejil se
encuentran procesos sobre sucesos violentos sufridos por las mujeres y, asimismo, en
los archivos de protocolos notariales.También pueden haberse conservado procesos
judiciales reseñados en el Registro General del Sello, esto en el caso que dichos pro-
cesos no quedaran en la instancia concejil, sino que se apelara al Rey para que
mediara y considerara la sentencia impuesta. No obstante, éste es un trabajo com-
plicado pues hay que consultar un número elevado de documentos, lográndose esca-
sas informaciones en la mayoría de los casos. Además, es frecuente que la documen-
tación aporte sólo informaciones parciales y sea difícil seguir cada caso desde su ini-
cio hasta el desenlace. En los protocolos notariales y en la documentación sobre liti-
gios, frecuentemente las mujeres son víctimas, pero también suelen aparecer como
delincuentes, como agentes de violencia.
Ésta es la documentación básica para establecer casos de violencia o mejor de
maltrato sobre las mujeres, puesto que justicia se hace sólo en casos en que haya una
causa material. Un método mucho más complicado es ir estableciendo casos de mal-
trato de obra, de palabra o de muerte en las crónicas y en los textos de carácter his-
tórico. Estas fuentes no son propias para el tema, pero hay que consultarlas pues hay
en ellas referencias accidentales a algún suceso violento en el que se produce mal-
trato sobre alguna mujer concreta. Estas informaciones son muy útiles para valorar
el suceso en si mismo y la consideración que recibía, pues esto es una muestra del
pensamiento dominante sobre las agresiones a las mujeres o los delitos por ellas
cometidos.
11
La violencia de género en la Edad Media. Emakumearen aurkako indarkeria Erdi Aroan. V Coloquio del
Centro de Historia del Crimen de Durango. Durangoko Krimenaren Historiado Zentroko V Mahai-Ingurua,
7-8 de noviembre de 2007.
12
Mujer, marginación y violencia. Entre la Edad Media y los tiempos modernos, Córdoba, 2006.
En cualquier investigación hay que partir del análisis de la norma legal, laica y
religiosa, sobre los actos violentos que los hombres podían hacer a las mujeres y
sobre los delitos que ellas cometían. Es importante establecer qué castigos se pueden
aplicar o qué pecado representa en el caso de la legislación religiosa. Bien es cierto
que son muy escasas las referencias a maltrato sobre mujeres de la propia familia, las
mujeres dependían del padre, hermano o marido que podía tratarlas de la forma que
considerase conveniente, pues eran consideradas como objeto propio de la familia.
Esta violencia difícilmente se recoge en la documentación y, sin duda, debía ser habi-
tual y, por ello, la más numerosa.
Para llegar a valorar como delito el maltrato sobre las mujeres tuvo que produ-
cirse un largo proceso social, hasta llegar a ser consideradas como sujetos sociales,
cosa que sólo a partir de Olimpia de Gouges13, desde mi punto de vista, se empezó
a plantear. Lo cual no quiere decir que algunos delitos contra las mujeres no fueran
castigados en la Edad Media, pero hay que matizar cada caso. Por ejemplo, en la
legislación medieval aparecen frecuentes normas condenando la violación, lo cual
no puede considerarse como un rechazo a la violencia sobre las mujeres, sino que se
castigaba la agresión a un bien del patrimonio familiar y a un hecho determinado.
Además de la normativa laica y religiosa, tienen un gran interés las fuentes lite-
rarias para poder valorar la mentalidad dominante sobre este asunto. Bien es cierto,
que, la valoración que estos actos tienen en la actualidad, no tiene nada que ver con
el pensamiento que sobre ellos había en la Edad Media, por lo que el silencio debía
ser grande sobre actos cotidianos que hoy consideramos violentos. Por ello, las fuen-
tes deben ser sometidas a una estricta crítica y contrastadas con otras de diferente
tipo.
Algo semejante a lo indicado sobre las fuentes literarias debe hacerse con las
fuentes iconográficas que también pueden ofrecer escenas de violaciones o de otro
tipo de maltrato sobre las mujeres. En ellas hay informaciones de las costumbres más
habituales o cuáles eran las formas de tratar a las mujeres, todo ello aporta impor-
tantes datos que deben tenerse en cuenta al valorar esta situación. También deben
relacionarse con las informaciones que aportan las fuentes consideradas como emi-
nentemente históricas.
No debe olvidarse que en las fuentes se manifiesta la violencia o el maltrato
material a las mujeres, pero es mucho más difícil percibir la violencia social sobre
ellas que se consideraba como normalidad. Hay que tener presente que la conside-
ración mayoritaria sobre las mujeres era que estaban, por natura, como Eva, inclina-
das al mal. Por ello, el padre o el marido podía reprenderlas no sólo de palabra, sino
también de obra, para que se comportaran debidamente. La “corrección marital”,
sobre la que se escribe con gran autoridad en esta misma publicación, era recomen-
dada a los maridos en los tratados morales. La sociedad laica y la doctrina religiosa
aceptaban plenamente esta situación y, no sólo toleraban, sino que aconsejaban que
se dieran castigos materiales a las mujeres que, a criterio de su padre o marido, lo
merecían.
13
BLANCO, Oliva: Olimpia de Gouges, Ed. del Orto
Las investigaciones sobre este tema no deben hacerse atendiendo sólo a un tipo
de fuente, pues los resultados pueden ser parciales. Es necesario tener en cuenta el
conjunto de informaciones que pueden darse. El análisis de cada situación debe
hacerse atendiendo a un método de trabajo que debe cumplir los siguientes pasos.
En primer lugar hay que conocer la consideración que las mujeres reciben en cada
formación social. A continuación es necesario establecer la norma legal, laica y reli-
giosa sobre el castigo que se pueda imponer a un maltratador. Es decir, cual es el tra-
tamiento jurídico que reciben las agresiones a las mujeres por hombres y, sobre todo,
por hombres de su propia familia.
Tras establecer el marco jurídico se debe pasar a valorar la aplicación de las nor-
mas y el tratamiento que recibían estos casos, tanto en los procesos sobre los que hay
información de demandas de mujeres, como en los catecismos o manuales de con-
fesores. En los tratados doctrinales hay que analizar si consideraban como pecado la
violencia material sobre las mujeres. En ambos casos, la relación familiar entre los
procesados debe ser considerada como prioritaria para valorar cada suceso. Tienen
gran interés los procesos cuyo objeto es algún suceso violento en el que haya parti-
cipado alguna mujer, bien como agente del delito o, sobre todo, cuando las mujeres
demandaban justicia por sentirse agredidas materialmente en sus derechos.