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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

Facultad de Ciencias Sociales


E.P. TRABAJO SOCIAL

LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO


CONSECUENCIA DE LA IDEOLOGÍA SOCIAL
PATRIARCAL
Chahua Fernández, Sandra Belén

Cuando empecé a preguntarme sobre qué tema debería abarcar este ensayo,

comencé a nombrar cada problema de nuestra sociedad y la factibilidad que tenía yo, para

poder extenderme al respecto. Sin embargo, en ese proceso entendí que la sociedad tiene

demasiados problemas, y para delimitarnos, también el Perú. Aunque nuestro país ya

no sea considerado un país tercermundista, sino por lo contrario en los últimos años

presenta una economía favorable al desarrollo y con oportunidad de convertirse en un

país de primer mundo (Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial de Perú, 2014),

su población aún presenta conflictos alarmantes, para los que se observa que el estado

no se incline a intentar solucionar, y aun peor, que varios son causados por el mismo.

Después de varias horas de estudio, deduje que el problema que más nos afecta y

a los que van dirigidos todos los demás es “la violencia”; la discriminación es violencia,

la pobreza es causa de violencia, las peores muertes son de violencias, la mayoría de

suicidios son por víctimas de violencia, la corrupción es representación de la violencia

política e institucional, los prejuicios, estereotipos que ofenden son violencia; un sistema

totalmente dirigido a la violencia es lo que representamos hoy en día.

En las últimas décadas, la violencia que más se cuestiona, es la de género, y por

ello, en el presente ensayo decidí investigar a profundidad sobre si existe o no una

violencia de género, y porqué esta se inclina a que su víctima sea la mujer.


Se han armado grandes bandos respecto al tema, por un lado y en su gran mayoría,

las feministas que comentan firmemente su postura sobre esta violencia, generada

particularmente en las mujeres de parte de los hombres; y por el otro lado, personas que

intentan desacreditar la idea de que existe una mayoría de violencia de este sector,

generalizan la violencia, enfatizan que existe un problema más grande que las mujeres,

que no existe una denigración al género, que simplemente son problemas de

discriminación, prejuicios y los feminicidios son homicidios pasionales o de pareja.

Las afirmaciones e interrogantes más frecuente que se utilizan para invisibilizar

el problema de la violencia que sufren las mujeres son:

Decir por ejemplo de que tal problema, como tal, no existe, puesto que «las

mujeres también maltratan a los hombres, a eso también se le debería llamar

violencia de género», « ¿Por qué no denuncian las feministas también estos

crímenes?» y «¿Por qué los hombres no pueden acogerse a la Ley Contra la

Violencia de Género?» (La violencia es violencia, pero no siempre es de género,

2018, párr. 4).

Aunque en cierta parte estas cuestiones no están del todo erradas, pues está

comprobado que en mayor porcentaje mueren los hombres por violencia, esta violencia

no es causada generalmente por mujeres, sino por otros hombres, lo que descarta que

ellos sean víctimas de género en su totalidad. Y ante esta falta de mayoría, no podríamos

convertirlo en un problema social.

María de Jesús Izquierdo, académica y feminista europea, “plantea su proclividad

hacia un feminismo de voluntad universalista que debe explicar por qué los hombres,

sobretodo, se matan a sí mismos” (Valenzuela, 2020, p. 78).

En el 2011, cuando se realizó el congreso “Vida. Muerte y resistencia en la

frontera norte”, en la ciudad de Juárez - México, uno de los ejes del evento era analizar
dos décadas de feminicidio sistemático en la ciudad; para lo cual la doctora Izquierdo

comentó que “luchar contra el feminicidio en ciudad Juárez traicionaba al feminismo”,

ella construyó esa idea en base a datos estadísticos sobre muertes violentas en México,

donde se registraban que en los últimos años, habían asesinado más hombres que mujeres,

y la mayor probabilidad de que ellos mueran era por violencia. Es por ello que Izquierdo

suele cuestionar a quienes “luchan contra el feminicidio”, al concentrarse solo en las

mujeres, pues presentan una imputada falta de interés en asuntos más amplios de la vida

social. Y de esta manera empobrecen las ambiciones de pretensiones universales que

representan al feminismo (Valenzuela, 2020).

Pero, José Manuel Valenzuela, el autor del libro “Heteronomías en las Ciencias

Sociales”, en oposición a Izquierdo, responde la interrogante: “¿La lucha contra el

feminicidio, en verdad traiciona al feminismo?” Al diferir, él, en este asunto, afirma

que…

La lucha contra el feminicidio no traiciona al feminismo, por el contrario, se

inscribe en la agenda insoslayable de los movimientos sociales y de aquellas y

aquellos que sueñen un mundo mejor, un nuevo proyecto nacional, un mejor

horizonte civilizatorio. (…) Los feminismos buscan transformar las relaciones

sociales desde un orden no patriarcal con sus expresiones sexistas, machistas

y misóginas. Dado que el feminicidio es la expresión límite de la acción

misógina, la lucha antifeminicida debe también orientarse a la

deconstrucción de ese orden capitalista-patriarcal.

Mientras tanto, persiste la responsabilidad social, no solo feminista de evitar

que las mujeres sean asesinadas por el solo hecho de serlo, por vivir en cuerpos

de mujer, especialmente en lugares donde el feminicidio convive con la

impunidad y las instituciones devienen cómplices y protectoras de los asesinos.


En lugar de colocar el tema de la traición asumiendo como propio y exclusivo el

poder de interpretación y enunciación, valdría la pena colocar la perspectiva

integradora (…) de construir un mundo donde quepan todos los mundos

(Valenzuela, 2020, pp. 94 – 95).

De esta forma sumamos al feminicidio, como consecuencia de una violencia de

género instaurada en la sociedad por una ideología machista y patriarcal, que subordina

el papel del sexo femenino, y al que debemos poner fin.

Rita Segato en una entrevista para la revista “La Tinta”, asegura que el problema

de la violencia de género no es un problema de hombres y mujeres, sino, es un síntoma

de la historia de la sociedad y la precariedad de la vida.

La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el hombre, por su mandato de

masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte, de ser el potente, pero tiene

muchas dificultades para poder serlo. Y esas dificultades no tienen que ver como

dicen por ahí, porque está afectado por el empoderamiento de las mujeres, que es

un argumento que se viene utilizando mucho, que las mujeres se han empoderado

y que los hombres se han debilitado, por ello y por lo tanto reaccionan así…, el

mundo se mueve de una manera que no pueden controlar y los deja en una

situación de precariedad, pero no como consecuencia del empoderamiento de las

mujeres, sino como una consecuencia de la precarización de la vida, de la

economía, de no poder educarse más, leer más, tener acceso a diversas formas de

bienestar (Segato, 2017).

Con lo dicho anteriormente, Rita direcciona su afirmación a decir que también

“hay formas de agresión entre varones que son también violencia de género, (...) los

varones son las primeras víctimas del mandato de masculinidad” (Segato, 2017). Son
víctimas de una estructura jerárquica como es la estructura de la masculinidad, son

víctimas de otros hombres, no de las mujeres. Este mandato de masculinidad según lo

entiendo, representa esa creencia no escrita, pera pasada en generaciones al cual llamamos

machismo.

Cuando hablamos de violencia machista, no se trata de un caso puntual, de un

hombre o varios, sino, hablamos de la ideología que se forma de la creencia social que

mujeres y hombres somos distintos y cumplimos roles distintos en la sociedad. Ese

proceso de socialización donde el hombre es superior y mejor que las mujeres, es más

fuerte y más inteligente. Su origen se trata de la historia primigenia de nuestras

instituciones que no accionan a eliminarla, hasta la sociedad que con el paso del tiempo

mantienen esa primera matriz civilizatoria patriarcal (Argueri, 2011).

El machismo, como construcción cultural, es un modo particular de concebir el

rol masculino, modo que surge de la rigidez de la mayor parte de las sociedades

del mundo contemporáneo, para establecer y agudizar las diferencias de género

entre sus miembros. Es así como se generan expectativas de comportamiento en

torno del varón que incluyen valores y actitudes, conformando de este modo una

concepción ideológica asentada en la superioridad del macho en relación con la

hembra, superioridad que se ha pretendido fundamentar desde distintas

perspectivas ideológicas a lo largo de la historia del pensamiento (Leone de

Quintana, Marín de Magallanes y Rodríguez, 1993, p. 276).

Esta concepción del machismo implica entonces una posición de superioridad

física y psicológica del varón respecto a la mujer, una actitud de desvalorización de las

capacidades femeninas y en consecuencia una actitud discriminante en el plano social,


laboral y jurídico, donde la mujer ocuparía un lugar subordinado y limitado a necesidades

domésticas y sexuales (Daros, 2014).

Pero esta política de dominación patriarcal o pensamiento machista no solo se

representa en los agresores de las víctimas de violencia, sino también en nuestro sistema

social, político, judicial y estatal.

Lorena Álvarez, periodista y escritora peruana, reconocida con la Condecoración

Orden al Mérito de la Mujer 2019 por promover el derecho de las mujeres a vivir una

vida libre de violencia. Narra en la conferencia organizada por “TEDXTUKUY” en el

año 2019 “el papel de la víctima perfecta”, como testimonio del largo proceso al que fue

sometida por las autoridades estatales al hacer una denuncia por violencia de género a

quien era su esposo hasta ese momento.

La periodista enfatiza en como la sociedad idealiza a una víctima de violencia de

género. La víctima perfecta, como muchos nos la imaginamos, es sumisa, tímida, no tiene

autoestima, no es líder, muchas veces no tiene estudios, gana muy poco dinero o puede

depender totalmente de su pareja y no podemos más que sentir compasión. De acuerdo a

estas ideas, Lorena rompía totalmente el estereotipo de victima que la sociedad había

implantado, era una mala víctima – así se refiere ella- la inseguridad que sentía al

denunciar porque no se observaba como capaz de ser una víctima, se volvió realidad

cuando las personas empezaron a dudar de la violencia que ella afirmaba que había vivido.

Expresa, la periodista Álvarez (2019)

A pesar de la evidencia objetiva, los peritajes, hicieron imposible que se me niegue

el derecho a ser víctima y que la sociedad me reconozca como una. Durante mi

peritaje físico, el doctor que estaba revisando mi cuerpo me preguntó: ¿qué, y así

porque así le pegó? , ¿Muy raro no?


Por todo lo que pasé, entiendo por qué callan - porque cuestionan tu

pasado, tu presente, a tu familia, tener que rogar porque te crean, que no sea tu

palabra contra la suya y la de toda la sociedad apoyándolo, porque no luces como

una “víctima”. Pero así como la sociedad no nos cree, la justicia hace lo mismo,

¿y por qué? Porque la justicia es parte de la sociedad, son personas que la

componen, son los policías, los jueces, fiscales, comparten los estereotipos, la

falta de enfoque de género y el machismo (conferencia TEDxTukuyWomen).

En su conclusión, Lorena Álvarez expresa que el sistema de justicia termina

convirtiéndose en un agresor, porque te maltrata y sin compasión te obliga a aguantar

buscando defender tu verdad.

Si ponemos en números las cifras de mujeres violentadas, 7 de cada 10 mujeres

peruanas han sido víctimas de violencia física, sexual o psicológica por parte de sus

parejas (INEI 2016), el 29,3% recurrió a alguna institución en búsqueda de ayuda, de

acuerdo con la ENDES; es decir, 3 de cada 7 denuncia, pero solo una va a llegar hasta el

final y las otras dos se van a arrepentir a lo largo del proceso. La pregunta en cuestión,

ahora es: ¿Por qué abandonan el proceso? Lorena Álvarez responde: “Porque el sistema

te revictimiza, te obliga a contar con lujo de detalles lo que te pasó innumerables veces,

y acaba siendo un proceso torturador, lento y frustrante. Porque te hace sentir culpable

todo el tiempo, y desalienta tu denuncia” (2019). El sistema cuestiona muchas veces la

resiliencia de las mujeres víctimas, el salir adelante en los años que dure su caso se vuelve

una duda de tu verdad ante la justicia que muchas veces te juzga por seguir con vida. El

proceso de Lorena duró más de dos años, porque no veían en ella una víctima destrozada

y consideraron su caso poco relevante.

El reporte estadístico de casos con características de feminicidio atendidos por

los servicios del” Programa Nacional Aurora”, presenta que entre los meses de Enero a
Noviembre del año 2020, hubo un total de 121 mujeres asesinadas por violencia de

género, del cual el 15% de ellas son menores de edad y el 83% mujeres adultas, la mayoría

de mujeres asesinadas en Lima Metropolitana. Pero las estadísticas no quedan ahí,

efectivamente el 73 % de este número resultan ser víctimas de sus parejas, el mayor

porcentaje de feminicidio, lo que significa, que estas mujeres probablemente no

denunciaron su caso con anterioridad; el 18 % víctima de su expareja, el 14 % de un

desconocido, el 10% de un conocido y el 6% de un familiar (MIMP, 2020).

Después de estas estadísticas podemos entender que no importa donde estemos,

nunca sabremos donde está el agresor, nunca sabremos cómo es, porque cualquiera puede

serlo, y cualquiera también puede ser una víctima. La historia de la sociedad nos ha

impuesto una forma de pensar única, estereotipamos todo, el estado lo hace, pensamos

que el hombre debe ser fuerte y valiente, y si no lo es, probablemente tampoco sea un

agresor o un asesino.

En el Perú existe la regla de ley N° 30364 que “es la norma promovida por el

Estado con el fin de prevenir, erradicar y sancionar toda forma de violencia contra las

mujeres por su condición de tales, y contra los integrantes del grupo familiar, producida

en el ámbito público o privado”(Ministerio de la mujer y poblaciones vulnerables, 2016).

La norma establece medidas políticas e integrales para la prevención, atención y

protección de las víctimas, como reparación de los daños causados; además dispone la

sanción y reeducación de los agresores sentenciados. Con el fin de garantizar al grupo

familiar y a la víctima una vida libre de violencia, asegurando el ejercicio plena de sus

derechos

Es importante tener en cuenta que la violencia de género se puede manifestar

tanto en el ámbito privado como público, ya que por mucho tiempo la política del estado
se ha enfocado en la violencia familiar como un problema derivado de la relación de

pareja o expareja, si bien este es un problema recurrente, es necesario enfocarnos además

del ámbito familiar, en la violencia de género que se manifiesta que se manifiesta también

en el ámbito público de manera frecuente, como por ejemplo el acoso sexual en los

espacios públicos que restringe el derecho al libre tránsito de las mujeres. De acuerdo a

una encuesta realizada en el 2013 por el Instituto de Opinión Pública de la Pontificia

Universidad Católica del Perú en 19 regiones, “7 de cada 10 mujeres manifestaron haber

sufrido al menos una modalidad de acoso sexual callejero. Esta misma situación afectó a

9 de cada 10 mujeres en la región Metropolitana de Lima y Callao, el acoso se manifestó

como silbidos, ruidos molestos, piropos, tocamientos y rozamientos” (p. 6).

El Reglamento de la Ley 30364 establece en el artículo 8, las modalidades de la

violencia hacia las mujeres mencionando también aquellas que operan en el ámbito

público de la siguiente manera

Las modalidades de violencia son: Los actos de violencia contra las mujeres

señalados en el artículo 5 de la Ley. Estas modalidades incluyen aquellas que se

manifiestan a través de violencia en relación de pareja, feminicidio, trata de

personas con fines de explotación sexual, acoso sexual, violencia obstétrica,

esterilizaciones forzadas, hostigamiento sexual, acoso político, violencia en

conflictos sociales, violencia en conflicto armado, violencia a través de las

tecnologías de la información y comunicación, violencia por orientación sexual,

violencia contra mujeres indígenas u originarias, violencia contra mujeres

afroperuanas, violencia contra mujeres migrantes, violencia contra mujeres con

virus de inmunodeficiencia humana, violencia en mujeres privadas de libertad,

violencia contra las mujeres con discapacidad, entre otras (2019, pág. 11).
El Reglamento de la Ley también establece como tipos de violencia los

siguientes: (art. 8): “Los tipos de violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo

familiar señalados en el artículo 8 de la Ley, los cuales son: violencia física, violencia

psicológica, violencia sexual y violencia económica o patrimonial” (2019, pág. 11).

A manera de conclusión es muy importante mencionar los puntos tocados en el

presente ensayo, para poder esclarecer la relación entre ellos.

Primero, comprender que si existe la violencia de género, y que afecta

principalmente a las mujeres por el mero hecho de serlo; esta se enfoca en la agresión que

reciben y puede ser de tipo física, psicológica y/o sexual, basado en una situación de

desigualdad, que se encuentra en la ideología de la sociedad llamado orden patriarcal.

Segundo, afirmar que la especificidad que hace que la violencia se catalogue

«machista» o «de género» está amparada en la creencia de que, el hombre que la ejerce y

por extensión todos los hombres en su totalidad, tienen autoridad sobre las mujeres. Esto

generalmente no ocurre a la inversa, es decir, las mujeres que ejercen maltrato sobre sus

parejas no lo hacen al amparo de una idea que les lleve a pensar en la superioridad de las

mujeres en su totalidad. Porque no existe ningún lugar en el mundo organizado

social y/o políticamente en torno a la superioridad de las mujeres. No hay ideología

diseñada para oprimir y discriminar a los hombres como colectivo humano. Por tanto,

cuando una mujer agreda, maltrate o asesine a un hombre, será violencia, reprobable y

condenable, pero no de género, puesto que no ocurre con la cantidad ni frecuencia

suficiente, ni existe sistema social o ideológico alguno que lo ampare.

Tercero, tener en claro que el objetivo actual del movimiento feminista debe ser

desvelar los diferentes mecanismos de opresión que imposibilitan la igualdad y cambiar

radicalmente el orden patriarcal infringido en la sociedad que se presenta en expresiones


machistas y misóginas. De esta manera me refiero a la ideología machista impuesta en la

sociedad a lo largo de la historia y al sistema de opresión patriarcal relacionado al estado

al vulnerar a las víctimas de violencia de género con sus acciones, demostrando total

desinterés de esclarecer los casos presentes además de minimizarlos, y torturarlas al

seguir con su revictimización.

La cuarta y última conclusión podemos obtenerlas de las estadísticas, donde se

observa claramente que existe gran porcentaje de violencia de género en nuestro país y

un número considerable de feminicidios, que comprendemos son consecuencia de lo

anterior.

Reflexión

Entonces teniendo toda la evidencia sobre la mesa, nos preguntamos ¿qué hacen

los poderes del estado para detener esta problemática? Si bien existe la Ley 30364, esta

norma no detiene la violencia existente, solo sanciona y por como vemos la justicia que

debe aplicarla, muchas veces ni lo hace.

Para dar solución a esta problemática social, debemos empezar por la raíz, la

causante de todo el problema, la ideología social del machismo que eleva el orden social

del patriarcado. Cada uno de los estados del mundo debe desmontar el “mandato de

masculinidad”, “el pensamiento ideológico machista”, promoviendo una educación moral

en valores de igualdad, donde el hombre no sea superior a la mujer, ni ella a él, además

donde también deban incluir la eliminación de la discriminación por cualquier índole

como raza, lengua, edad, religión, orientación sexual, etc. De esta forma inculcamos una

sociedad equitativa para hombres y mujeres, una sociedad generosa y un sistema político

no patriarcal, sino igualitario donde no exista la violencia de género, porque no existen

los papeles diferentes entre hombres y mujeres. Un sistema judicial direccionado a


atender sin prejuicios y estereotipos tanto a mujeres como varones, para establecer su

función principal que es fomentar y cumplir con la justica.

Como trabajadores sociales debemos tener en cuenta, que la violencia de género,

es apenas el comienzo de una lista de problemas sociales y psicológicos que la sociedad

agudiza, sin mayor relevancia. Es el principio de una lista de carencias y vulnerabilidades

donde se debe ahondar en su intervención para brindar una ayuda efectiva.

Es importante comprender también que la violencia de género contra las mujeres

es un problema estructural y sistémico, y como profesionales entender que no se debe

caer en visiones reduccionistas que cargan a las mujeres o su familia con responsabilidad

del problema, por lo contrario entender que tiene una sola causa y este es el pensamiento

ideológico social machista establecido a lo largo de la historia en la sociedad, el cual debe

ser eliminado con apoyo educativo y psicológico, tanto en agresores como en víctimas.

Para culminar este apartado, se torna importante citar a la antropóloga feminista

Rita Segato cuando afirma: "La violencia de género es síntoma de un mal social general",

por ello tiene sentido reconocer que las mentes de la humanidad tienen la respuesta para

culminar con la violencia de género, comenzando por el cambio del pensamiento

patriarcal del orden masculino a uno dirigido por la cultura de paz, respeto e igualdad.
Referencias

Álvarez, L. (2019). (12 de junio, 2020). ¿Cómo son las víctimas de violencia de
género? TEDxTukuyWomen. https://www.youtube.com/watch?v=VV-i6nzyrJs
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http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/15889/IOP_12
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La violencia es violencia, pero no siempre es de género. (30 de noviembre, 2018).
Pikara Magazine. https://www.pikaramagazine.com/2018/11/la-violencia-es-
violencia-pero-no-siempre-es-de-genero/
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imaginario social. Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 25 (n°2), pp.
275-284. https://www.redalyc.org/pdf/805/80525209.pdf
Ministerio de la mujer y poblaciones vulnerables. (2016). LEY 30364. Ley para
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integrantes del grupo familiar.
https://www.mimp.gob.pe/webs/mimp/ley30364/sobre-ley-
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MIMP- Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra


las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar. (Enero – noviembre, 2020).
Reporte estadístico de casos con características de feminicidio atendido por el
Programa AURORA.

MIMP. (2019). «Decreto Supremo que modifica el Reglamento de la Ley N° 30364, Ley
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MIMP DECRETO SUPREMO N° 004-2019-MIMP».
https://observatorioviolencia.pe/wp-
content/uploads/2018/06/marzo_2019_modifica-el-reglamento-de-la-ley-n-
30364.pdf.
Segato, R. (22 de setiembre, 2020). Una falla del pensamiento feminista es creer que la
violencia de género es un problema de hombres y mujeres /Entrevistado por
Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda. Revista La Tinta.
Valenzuela, J. (2020). Heteronomías en las Ciencias Sociales. Procesos investigativos y
violencia simbólica, Buenos Aires, Argentina: Editorial CLACSO

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