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Cuarta palabra:

´´Dios mío Dios mío porque me has abandonado´´

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (27,46) .

Alrededor de la hora nona clamó Jesús en arameo con voz fuerte: “¡Elí, Elí! ¿Lamá
sabactaní?, esto se: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

Palabra del Señor. R/ Gloria a ti Señor Jesús.

Meditación

Queridos hermanos, en esta cuarta palabra, después de haber meditado sobre el amor
infinito de Cristo cuando ha intercedido por los mismos que le condenaron y crucificaron
porque no sabían lo que hacían (Lc 23,34); después de haber escuchado esas palabras de
esperanza pero que a la vez son certeza: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 43, 42-43);
y contemplar a una madre sumida en dolor que no logra comprender que su hijo tenga que
morir por la salvación del mundo.

Se nos sitúa ante la imagen de la angustia de Jesús en el madero de cruz; el redentor está
abandonado, como cordero inmolado está expiando los pecados de los hombres en el
madero de la cruz, siendo el vértice de la redención.

Es necesario ver en todo hombre desvalido la prolongación del abandono de Cristo en el


calvario; es Él mismo quien se identifica con las personas desamparadas en el hogar, en la
enfermedad, en las cárceles, aquellos que padecen la pobreza y la miseria, Cristo mismo se
identifica con el perseguido injustamente, con el migrante, con el marginado social, con el
que no tiene a nadie que le ame.

Ante el madero de la cruz desfilan los hombres abandonados por una sociedad que venda
sus ojos para no ver el sufrimiento de sus hermanos, Cristo se identifica con ellos y les
repite las palabras de compasión y de solidaridad elevando a Dios una oración. Con
Jesucristo colgado en aquel tortuoso madero de la cruz, sintamos el desamparo de los
pobres y del pueblo que nos exige construir una sociedad donde la esperanza tenga lugar.
Descubramos las llagas del sufrimiento de estas multitudes, atendamos con sensibilidad el
grito de su abandono, seamos solidarios con aquellos que sufren, y es precisamente la
invitación que nos hacía el Papa Francisco el año pasado el 27 de marzo en la homilía de la
bendición Urbi et Orbi cuando nos decía “Estamos todos en la misma barca” no podemos
hacernos los desentendidos del dolor de nuestros hermanos. Debemos tener valentía y
coraje para promover la justicia en favor de los pobres y el heroísmo para defenderlos.

El mundo necesita hombres de corazón grande y generoso que tenga la audacia de recoger
el dolor y las lágrimas del pueblo, que sientan la pobreza de las comunidades que sufren
vivamente.

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