Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Son tres cruces que existen en ese calvario y nos hemos acostumbrado
a ver solamente a una. Creo que es momento de no olvidar a esas dos
cruces que representan a los miles de cruces que están allí, ¿Cuántos
hermanos crucificados existen hoy? ¿Cuántos presos, cuántas mujeres
violentadas? ¿Cuántas situaciones de dolor existen hoy?
. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, grita el contagiado con
el virus que batalla contra la enfermedad y sus síntomas. También es el
grito de tantos que están perdiendo a sus seres queridos y no pueden ni
siquiera despedirse de ellos. Y… ¿no escuchamos esta queja en tantas
familias peruanas que no tiene recursos y necesitan salir del aislamiento
para poder seguir viviendo?
Las palabras que Jesús pronuncia, y que recogen los evangelios, están
en idioma arameo: Elohí, Elohí, lema sabachtaní? (Mc 15, 34). Algunos
estudiosos indican que la traducción más correcta no sería ¿por qué me
has abandonado?, sino más bien, ¿para qué me has abandonado? La
diferencia puede parecer un detalle intrascendente, pero nos permite
ampliar la mirada, ir más allá del dolor que sentimos o superar el riesgo
de quedarnos atrapados en un “pedir cuentas” a alguien por nuestro
sufrimiento. Al preguntar “para qué” ocurre esto que vivimos, podemos
abrirnos a un sentido mayor. Es muy posible que el dolor que nos causa
la enfermedad del coronavirus (o del dengue o de la tuberculosis), como
la pobreza y la injusticia, no tengan un porqué, un sentido que lo explique
del todo. Pero sí pueden tener un para qué, una finalidad, un horizonte
que estimule nuestra solidaridad, que avive nuestra confianza, que
refuerce nuestra unión, que nos haga más humanos, más creyentes, más
compasivos.
Nos podemos preguntar: ¿por qué Cristo pronuncia este grito tan
humano si Él es Dios? Porque Él ha querido ser uno de nosotros, ha
asumido todo lo nuestro, también el dolor. Desde que Dios se hizo carne
en la persona de Jesús, hemos quedado especialmente vinculados a Él
en su humanidad pues se ha hecho uno de nosotros, formando
verdaderamente con Él un solo cuerpo.
Pero somos nosotros los que dudamos en atribuir a Jesús estas palabras
porque deseamos un Dios todopoderoso, sublime, contemplándolo solo
en su excelsa divinidad, y nos cuesta aceptar la idea de verlo humillado.
Es entonces cuando debemos renovar nuestra fe y pedir comprender que
Aquel, que tantas veces hemos contemplado en su condición divina, se
ha asemejado en todo a nuestra humanidad, se ha identificado con
nuestra manera de ser, se ha humillado hasta morir como nosotros y por
nosotros.
Quinta Palabra
‘‘Tengo sed’’ (Juan, 19: 28)
La sed de agua que padece Jesús es signo de otra sed más profunda: la
sed de la verdad y la justicia, la sed de paz que hoy está presente en
medio de nosotros, la sed de la libertad, la sed de ser acogidos tantos
millones de migrantes en el mundo buscando por todas partes dónde
vivir dignamente, la sed del amor y la sed de la vida, hay tanta sed de
vida en esos niños que son abortados, sed de vida de tantos que viven
oprimidos, hambrientos en tantos sectores concretos de nuestra
sociedad. Jesús tiene sed de justicia para todas las víctimas inocentes,
Jesús tiene sed de que ellos alcancen realmente la vida.
Que con tu ayuda Señor podamos crear fuentes de agua, fuentes de vida
para que no falte el agua real y concreta en cada hogar del Perú y del
mundo, pero ayúdanos a saciar esa otra sed profunda y ayúdanos a que
podamos entregarle nosotros la comunidad de creyentes de esa agua
viva.
Sexta Palabra
‘‘Todo está consumado’’ (Juan, 19:20)