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Perfil criminológico de Luis Alfredo

Garavito Cubillos
Alias “La Bestia’’

Motivaciones criminales: Es evidente que el placer sexual


pudo haber sido una motivación en la carrera criminal Garavito,
pero no parece que el placer sexual fuera lo que le directamente le
impulsara a matar, había también un comportamiento dominado
por la ira (expresado en las mutilaciones, desmembramiento,
descuartizamiento, e intenso sufrimiento infligido a los menores
incluso estando vivos) y un deseo de venganza generalizado,
verbalizado por el propio Garavito, (desplazada a los menores) que
probablemente contrarrestara sus sentimientos de humillación
(recordemos la probable victimización infantil sufrida por su padre,
las violaciones a las que fue sometido en la infancia y el acoso
escolar del que parece que fue víctima) dichos sentimientos de
humillación y frustración podrían provocarle las referidas
reacciones de ira. Es posible incluso, que estos estados emocionales
alterados solo fueran compensados por el sentimiento de poder
que experimentaba ante la indefensión que provocaba en sus
víctimas. Los motivos sexuales iniciales fuero evolucionando hacia
un sadismo placentero, al comienzo solo agredía sexualmente a sus
víctimas, posteriormente las agredía sexualmente y las torturaba, y
finalmente “sólo” las torturaba y las asesinaba. Además, se observa
en Garavito una necesidad de reconocimiento (muy propia de los
psicópatas) que vemos en la forma con que Garavito expresa
admiración hacia Hitler: “Yo admiraba mucho a Hitler, quería llegar
a ser como él, conseguir poder para hacerme respetar. Siempre
anhelé ser importante, estar en la televisión, en la prensa y que
todo el mundo hablara de mí. Me gustaba él porque fue una
persona humillada y de un momento a otro alcanzó un poder.
Admiraba de él esa situación, yo me quería vengar de muchas
personas. Yo pensaba que una persona que me mirara mal había
que fusilarla. Me gustaban los campos de concentración…”

Modus operandi: El modus operandi de “La Bestia” solía ser


siempre el mismo, primero recorría su zona de caza e identificaba
su objetivo, escogiendo a sus víctimas como un depredador. Los
localizaba en parques, canchas de futbol, mercados, terminales de
autobuses o barrios de nivel socioeconómico bajo. Después
abordaba a los menores con simpatía, interesándose por ellos o
entablando conversación y con ofrecimientos económicos por
alguna labor que realizara el niño (arriar ganado, llevar cajas,
acompañarle para ayudarle cuando simulaba cojera o alguna que
otra minusvalía, etc.) se ganaba su confianza. Posteriormente, les
guiaba hasta las afueras de la ciudad, Los llevaba a sitios alejados,
pero cerca del casco urbano, para evadir retenes policiales o
militares y peajes. Solían ser campos de caña de azúcar, cafetales,
establos, matorrales y 15 cañadas bien conocidos por él, donde se
podían perpetrar sus crímenes sin ser visto y después ocultar los
cadáveres. Mientras tanto iba bebiendo alcohol, generalmente una
botella de brandy. En ocasiones ofrecía alcohol a los menores,
Después los amarraba, posteriormente les golpeaba; pateándoles el
estómago, pecho, cara, y espalda. Seguidamente les rompía las
manos. les daba puñetazos en los riñones y costillas hasta
rompérselas. Después de realizar este ritual, sacaba un arma blanca
(cuchillo) o un destornillador, con el fin de desmembrarles los
dedos, las manos, ojos y orejas. Finalmente abusaba sexualmente y
como acto de consumación de su sadismo les degollaba con un
cuchillo, todos sus actos los realizaban en el día, ya que Luis
Alfredo, decía temerle a la oscuridad. Después sacaba su libreta de
anotaciones, y hacía una marca por cada niño asesinado y anotaba
alguna referencia con el fin de recordar el lugar y la fecha del
asesinato consumado, representándolo con una raya, al igual que
en su almanaque señalaba la fecha de sus asesinatos. Además de
esto, recortaba noticias de periódico en las que se mencionaban los
casos de asesinato guardándolos como un trofeo (Aranguren; 2002;
Ponce, 2011).

En el modus operandi de Garavito se pueden distinguir tres etapas:

En un principio, abordaba a los niños con el objetivo de violarlos, en


esta etapa parece que no se registran homicidios. Posteriormente,
las violaciones eran seguidas de torturas, y finalmente, además de
las agresiones sexuales y de las torturas, las víctimas terminaban
siendo asesinadas brutalmente de manera sádica (muchas veces
decapitadas). En esta última fase, se ha señalado que es probable
que Garavito encontrara más placer en el asesinato mismo que en
la violación, por lo que algunos niños empiezan a aparecer sin
rastros de violación, pero sí con señales muy marcadas de tortura y
muerte cruel y sádica. Los amarraba con las cuerdas que
previamente había comprado, les gritaba, golpeaba e insultaba y
posteriormente les agredía sexualmente de forma muy violenta. En
sus etapas iniciales como asesino realizaba un corte en el abdomen
extenso destrozando el aparato digestivo. A los niños de Bogotá ́ en
1992, les cortó el pulgar del pie derecho, después de escuchar en
un bar de mala muerte de esta ciudad, que, al asesinar a una
persona, era de buen agüero cortarlos (Aranguren, 2002).
Manipulaba los cadáveres (necrofilia) y se quedaba con ellos
durante horas. Incluía en su ritual asesino cortes,
descuartizamiento, puñaladas, golpes y quemaduras.
Acostumbraba a guardar la ropa de los niños dentro del rastrojo,
lanzaba las botellas de licor lejos o se las llevaba, muchas veces se
llevaba la ropa interior de los niños. Comenzó́ también a
coleccionar fotos de los niños, le gustaba la de los carnets del
colegio. Y sin darse cuenta empezó́ a dejar evidencias. Era normal
que regresara a la escena de los crímenes, les hacia un tipo de
seguimiento a los cadáveres, se quedaba por algunas horas en el
sitio y luego se marchaba. Se dedicó́ también a coleccionar
almanaques y señalaba con un círculo los días en los que mataba,
trazaba líneas y marcaba la ciudad. Por otro lado, escribía en un
diario muchas de sus “hazañas” y guardaba en una gran maleta
negra periódicos, tiques de bus y hospedajes junto con un diario de
sus viajes (Mejía, 2006).
El modus operandi puede evolucionar a lo largo de la carrera
criminal de un delincuente; de hecho éste puede mejorar su
competencia a la hora de cometer delitos, perfeccionando su
técnica, sus actos de precaución o desarrollando una más eficiente
conciencia forense y así hacerse más organizado y por lo tanto más
difícil de descubrir, o por el contrario, puede sufrir algún deterioro
por surgimiento o empeoramiento de un trastorno mental o por el
abuso de drogas, lo que puede influir en una progresiva
desorganización de sus conductas, lo que incrementa el riesgo de
ser descubierto. En el caso de Garavito se observa que durante las
primeras etapas de su carrera criminal sus asesinatos y agresiones
sexuales van perfeccionándose a base de repetirse, no parece
existir un deterioro en su estado mental, ni siquiera parece que el
abuso de alcohol interfiera negativamente en su capacidad de
infligir daño a sus víctimas, más bien se observa un escalamiento de
su violencia que es cada vez más cruel y sádica. Puede que ya en la
fase criminal más próxima a su captura en abril de 1999, se muestre
algo más descuidado que al inicio o en la fase intermedia, pero no
parece deteriorado y excesivamente desorganizado, se trata más
un descuido producido por la rutina, que una pérdida de
competencia en su letalidad causada por el deterioro, de hecho los
gritos de su última víctima fueron escuchados por causalidad por un
vagabundo que pasaba accidentalmente por la zona de confort
donde habitualmente cometía sus fechorías.

Las víctimas de Garavito


Eran niños varones, nunca niñas, campesinos, escolares, con
escasos recursos, trabajadores ambulantes, mayoritariamente de
entre los 6 y 13 años de edad (excepcionalmente se han
documentado 6 víctimas de 14 a 16 años) y físicamente agraciados.
Se estima que asesinó y violó a más de 200 niños (Beneke y
Rodríguez, 2002), y en la última fase de su carrera criminal, cuando
asesinaba además de agredir sexualmente, sólo 2 de sus víctimas
lograron escapar con vida (Aranguren, 2012)
El periódico El País (El País, 1998ª, citado por Tapias, 2006),
muestra algunas características sociodemográficas de las víctimas
de asesino en serie:
 Todos los niños eran de un estrato social humilde
 Los niños habrían sido objeto de seguimiento por parte de su
victimario
 La mayoría de los niños andaban por las calles para hacer
recados domésticos o desempeñaban actividades laborales,
lo cual facilitaba su seguimiento
 La mayoría de los contactos iniciales con los menores
ocurrieron en zonas céntricas o de galerías de los municipios
 La mayoría desapareció al medio día (Nunca de noche).

 promedio de edad de 10 años y todos ellos eran niños


varones de entre 8 y 4 años (sólo 12 tenían 16 años)

 Todos los cadáveres fueron arrojados en lugares de cultivo


agrícola

 De los cuerpos hallados en campos de caña de azúcar solo se


hallaron restos óseos

 Los cadáveres fueron arrojados en el momento de la siembra


de caña y solo descubiertos en el momento de la quema
previa al corte

 La mayor parte de cadáveres mostraban señales de lesiones


y cortes causados por elementos corto-contundentes y arma
blanca, así ́ como desmembramientos

 En las necropsias se determinó́ que una parte importante de


los menores habían sido víctimas de agresiones sexuales muy
violentas
La(s) escena(s) de los crímenes:
La escena del delito es el lugar que el criminal ha elegido para
comete el crimen. Permite reconstruir, o al menos intentarlo, los
hechos ocurridos e identificar conductas del victimario y de sus
víctimas que pueden ser útiles en la investigación policial. En el
análisis de la escena del crimen hay que tener en cuenta el
Principio de Transferencia de Locard (1928, citado por Garrido,
2006), que establece que cuando un criminal interactúa con la
víctima, algo de él se transfiere a ésta y a la escena, así como de
manera inversa, algo de la víctima y el escenario se transfieren al
criminal.
En el caso de la perfilación criminológica, la escena del crimen
permite analizar las evidencias físicas y las psicológicas con el
propósito de conocer el comportamiento que tuvo el criminal en el
momento de cometer el delito. En el caso de Garavito, los
primeros de cadáveres aparecieron en varios municipios del Valle
del Cauca. Se trataba bien de cadáveres con restos de tejido
blando, lo que permitía una mejor identificación, bien de restos
óseos muy deteriorados dispersos en zonas de cultivo, establos,
cañaduzales (campos de caña de azúcar), cañadas, etc., lo que
dificultó en gran medida el proceso de identificación de las
víctimas.
Cerca de los restos, en ocasiones se encontraron botellas de licor,
cabuyas, restos de ropa y otros elementos que indicaban señales
de tortura, violación, estrangulamiento y maltrato. Algunos de los
esqueletos presentaban vestigios de piel, retazos de ropa y
cabuyas (cuerdas hechas de pita) atadas al cuello al igual que
cortes en el cuerpo, en piernas, glúteos, brazos y espalda, la
mayoría desnudos y amarrados con nylon. También aparecieron
algunos cadáveres decapitados con sus restos dispersos por el
terreno. Del estudio de las diferentes escenas del crimen se
deduce que Garavito actuaba según un patrón migratorio.
En Pereira, escogió́ para sus crímenes terrenos ubicados en zona
semiurbana, posiblemente con el objetivo de evadir retenes de la
policía situados entre una ciudad y otra, con espesa vegetación y
cercanía de una carretera con gran flujo de vehículos, pero no de
peatones. Se identificaron claramente tres cementerios
clandestinos en esta ciudad: La Villa, Nacederos y la vía a Marsella.
Lugares frondosos, con arbustos altos, inhóspitos y poco
transitados pero cercanos a la ciudad. Allí dejó un total de 34
niños. “Nacederos” es un terreno ubicado a solo 50 metros de la
Avenida 30 de agosto, la principal de la ciudad diagonal al batallón.
La vía a Marsella es una depresión ubicada a 5 metros de una
carretera muy transitada y la Villa Olímpica es un lugar
abandonado cerca a varios escenarios deportivos. Los
investigadores del CTI de Pereira (Cuerpo Técnico de Investigación)
Adscrito a la Fiscalía General de Colombia, encontraron patrones
de conducta en el análisis óseo de las víctimas: lesiones en la
quinta vértebra cervical, causadas por arma corto punzante, que
lesionó las estructuras anatómicas del cuello causando la muerte,
las lesiones fueron causadas por un sujeto diestro de mayor
estatura que la víctima, la causa de muerte fue shock
hipovolémico, y hemorragia masiva. Se recuperaron pruebas para
asegurar que todos los crímenes estaban relacionados y podían ser
realizados por la misma persona.
El escenario criminal más sorprendente por sus características es
“El Basurero”, en la salida a Marsella. Con cerca de un kilómetro y
medio de extensión y dominada por un tupido bosque nativo, esta
zona presenta grandes dificultades de acceso. El área donde se
hallaron los restos no supera los 150 metros a partir de una
planicie que gravita entre la parte alta del bosque al lado de la
carretera y la parte más baja a orillas del río Otún. En esta
extensión también se encontraron ropa, zapatos, periódicos,
ataduras, que señalan que algunas víctimas estuvieron maniatadas.
El asesino eligió la ruta más fácil para acceder y salir del bosque, si
se tienen en cuenta el número de víctimas encontradas (8 víctimas)
y las pendientes, ondulaciones y zonas inundadas de esta zona. El
terreno, las dificultades de acceso, la cercanía a zonas pobladas,
que presentaban los escenarios elegidos por Garavito para su
propósito y las bondades de una zona cubierta por un bosque se
convirtieron en unos de sus mejores aliados, y un patrón que se
encontraría en la mayoría de hallazgos de restos cadavéricos de
víctimas en otras regiones del país. De hecho, se puede identificar
que los casos del 92 al 94 (El País, 1998b; citado por Tapias, 2006)
presentan coincidencias: La mayoría de los cuerpos habían sufrido
el cercenamiento del pene, se encontraron huellas de mordeduras
en sus rostros y degollamientos. La edad de los niños encontrados
estaba entre los 9 y 12 años. Todos eran de sexo masculino. Los
sitios que servían para arrojar los cuerpos eran diferentes. No
había relación entre uno y otro; rastrojos, riberas de ríos,
inmediaciones de instalaciones públicas, etc., en estos casos los
cadáveres eran reconocibles. De otro lado, estaban los hallazgos de
cadáveres en campos de caña de azúcar donde la acción de
animales y las condiciones de humedad del cultivo contribuyeron a
descomponer rápidamente los cuerpos (Mejía, 2006).

Tipos de escenas criminales:


A partir de los datos aportados y considerando el escenario en el
que se han llevado a cabo los delitos descubiertos en el caso, se
puede afirmar que Garavito tenia preferencia por escenas
exteriores. Si tenemos en cuenta la dinámica de las interacciones
con sus víctimas, observamos que solía contactar con sus víctimas
en lugares públicos (la escena primaria); posteriormente los
conducía a lugares apartados donde les agredía sexualmente o los
asesinaba (una escena secundaria o intermedia); y finalmente, en
bastantes de sus crímenes, trasladaba los cuerpos a otro lugar no
demasiado alejado del anterior para ocultar los cadáveres (escena
final). Finalmente, si utilizamos el criterio de escena tipo
organizada/desorganizada (Holmes y Holmes, 2009, citado por
Jiménez; 2012) originalmente elaborado por el FBI Garavito era un
criminal del tipo mayoritariamente organizado, ya que sus crímenes
eran planeados y no espontáneos; las víctimas eran extrañas, pero
respondían a un patrón concreto (parece que no agredió a nadie
conocido ni a familiares). Controlaba la conversación en sus
interacciones con sus víctimas y la escena del crimen. Primero
sometía a sus víctimas y en muchas ocasiones las martirizaba antes
de matarlas, usaba métodos de control (ataduras, mordazas o
amenazas de muerte); llevaba a cabo diversos actos violentos sobre
una misma víctima, usaba armas que llevaba consigo antes de
perpetrar los asesinatos y no dejaba demasiados indicios en la
escena del crimen (al menos en una primera etapa de su carrera
criminal). Por todo ello podemos considerar que las escenas del
crimen en el Caso Garavito son de tipología mayoritariamente
organizadas y que es poco probable que estemos ante un asesino
serial psicótico sino más bien son propias de un criminal organizado
y nada impulsivo que no ha perdido contacto con la realidad.
El método de aproximación a las víctimas:
Es el método de acercamiento a las víctimas, por el que se
establece el primer contacto con ellas. Garavito, inicialmente no
era violento con sus víctimas. Contaba con una gran capacidad para
generar confianza en los menores. Les engañaba, les hacía
promesas, intentaba darles pena o les ofrecía dinero. Después de
llevarlos al sitio donde los iba a matar los hacia desvestir y caminar,
y los iba trasladando a otro lugar diferente. No utilizaba la sorpresa,
ni asaltaba inicialmente a los menores cuando estaban distraídos o
durmiendo. Según el modelo de Turvey podemos considerar que
Garavito utilizaba el engaño como método de aproximación a sus
víctimas (Jiménez, 2012)

Los métodos de ataque y de control sobre las


víctimas:
Es el procedimiento que usa el criminal, una vez ha contactado con
la víctima, para dominarla. Según Turvey, (2008; Citado por
Jiménez, 2012) puede ser de distinto tipo: Amenazas; Uso de fuerza
con o sin armas; y Amenazas verbales y usos de armas. Garavito
utilizaba en distintos momentos de sus crímenes alguno de ellos o
todos estos métodos para dominar a sus víctimas.

Actos de precaución:
Son los que lleva a cabo el criminal en la escena del crimen o en la
fase preparatoria, o incluso durante su carrera criminal para
intentar salvaguardar su identidad. Garavito, era el hombre de las
mil caras, cambió su aspecto físico en múltiples ocasiones, se
cambió de nombre, pasaba por ser miembro de fundaciones de
ayuda a la infancia, se camufló como panadero, vendedor
ambulante, empleado de supermercado, tuvo heladería, fue falso
monje misionero, enfermo lisiado, administrador de restaurantes y
bares, adivinador y limosnero (Aranguren, 2012). Y en la escena del
crimen intentaba, al menos en la primera etapa de su carrera
criminal, elegir víctimas desconocidas, agredir en lugares de difícil
acceso y ocultos a la vista de la gente, amordazaba a sus víctimas,
las intimidaba o amenazaba hasta aterrorizarlas, hacía desaparecer
los restos de botellas de alcohol que consumía, las ropas de su
víctimas, los elementos con los que las maniataba, incluso en una
primera etapa parece que hay indicios de que ocultaba a sus
víctimas después de asesinarlas. Posteriormente, parece sus actos
precautorios eran más descuidados y negligentes, se emborrachaba
hasta casi perder la conciencia, no amordazaba a los menores con
lo que estos podían gritar y ser escuchados, dejaba restos de ropa
de sus víctimas junto a los cadáveres, que casi no ocultaba…

La firma del criminal:


En la firma se dejan ver las motivaciones psicológicas del criminal.
Es evidente que no todos los delitos tienen firma, pero en aquellos
en los que aparece se pueden reconocer las necesidades
emocionales que pretende satisfacer el criminal cuando realiza sus
crímenes y lleva a cabo acciones que son aparentemente
innecesarias para la completar un crimen sexual o un asesinato con
éxito. Por la extrema e innecesaria violencia con la que Garavito
actuaba sobre sus víctimas, ocasionándoles un innecesario
sufrimiento antes de matarlas, por las mutilaciones,
desmembramientos y descuartizamientos de las mismas, parece
evidente que estamos ante una necesidad de expresar ira y
venganza y posiblemente sadismo (una parafilia por la que el
agresor se excita sexualmente con el dolor de sus víctimas). Uno de
los cuerpos de los 250 niños que asesinó tenía sus genitales en la
boca (El País, 2015) Por otra parte, la obsesión por recibir
reconocimiento lo llevó a convertir en fetiche cada artículo de
prensa que sobre él o sus actos se publicó en prensa. En una maleta
que había dejado al cuidado de una mujer le encontraron recortes
de periódico con las noticias de sus asesinatos. También guardaba
los tiquetes de los buses intermunicipales que tomaba con sus
víctimas, después de engañarlas con promesas de trabajo como ir a
conseguir leña o vacas. (El País, 2015). Después de las muertes de
sus víctimas sacaba una libreta y anotaba: fecha, lugar y rayitas;
una raya por cada niño muerto. En su casa, que ya sólo utilizaba de
guarida, escondía los recortes de periódicos que hablaban de los
niños que desaparecían, las pesquisas policiales que nunca
lograban desvelar lo ocurrido y el drama de las familias. También se
encontró en su casa un calendario de pared o almanaque, donde
iba señalando las fechas de sus crímenes. Por todo ello, se podría
considerar que además sus delitos satisfacían sus necesidades de
autoafirmación y reconocimiento.

Aplicación del perfil geográfico en el caso de


Garavito:
Con la elaboración de perfil geográfico se intenta analizar los
desplazamientos del criminal, su capacidad de movimiento y los
lugares en los que actúa, con la finalidad de localizar la zona desde
donde inicia su actividad criminal (puede ser su residencia habitual,
temporal, el lugar donde trabaja o el domicilio de un familiar o
conocido) para así poder capturarle.
Garavito, llegó a recorrer cinco veces toda Colombia, viajaba sin
rumbo fijo. Parece que recorrió unas cinco veces Colombia,
pasando por 59 municipios del país y violando y asesinando al
menos en 11 de ellos (13 si tenemos en cuenta algunas víctimas no
confirmadas) de los 32 departamentos en los que está dividida
Colombia. Llegó a inventar dos Fundaciones, una para ancianos y
otra para menores, lo que le permitían dar charlas en escuelas y en
otros lugares donde podía estar cerca de niños.
Garavito era un asesino móvil o itinerante que preparaba y
planeaba sus actos con cierto detalle, que viajaba buscando
trabajos temporales que le permitieran obtener dinero suficiente
para seguir matando y que le proporcionaran un fácil acceso a los
lugares donde se encontraban sus víctimas.
Una parte importante de su actividad criminal se llevó a cabo por
los departamentos del Eje Cafetero y norte del Valle del Cauca. En
estas zonas, las poblaciones están situadas a una corta distancia
entre sí, lo que le facilitaba cambiar de escenario rápidamente
después de haber cometido sus crímenes, reduciendo así el riesgo
de ser descubierto. Solía dejar su equipaje guardado en las
terminales de autobuses o en residencias baratas ubicadas en los
alrededores, visitaba cantinas, se emborrachaba con un licor-
aperitivo llamado “De la Corte” y con cerveza, que siempre tomaba
sin enfriar, escogía la víctima casi siempre de unas características
similares, y con ofrecimientos económicos a cambio de que el
menor alguna tarea (arriar ganado, llevar cajas, ayudarle a caminar
cuando simulaba una discapacidad, etc.), se ganaba su confianza.
Después los trasportaba en taxi y entablaba diálogo con ellos. Los
llevaba a sitios alejados, pero cerca del casco urbano para evadir
retenes y peajes. Solían ser campos de caña de azúcar, cafetales,
establos o cuadras para el ganado, matorrales o cañadas. Los
movilizaba por la zona, que él conocía muy bien.

La investigación policial:
Durante las investigaciones tuvieron en cuenta muchas hipótesis
para explicar el homicidio de tantos niños, la que finalmente tomó
más fuerza tuvo que ver con la aparición de un asesino único por lo
que se intentó realizar un perfil. Después de reunirse algunas
pruebas en su contra, confeso sus crímenes y brindo información
de algunos de los sitios donde se encontraban las fosas de más
niños. Se le practicaron pruebas psicológicas y psiquiátricas y fue
declarado imputable. En la indagatoria se acogió a sentencia
anticipada por confesión.
El diagnóstico psiquiátrico emitido previo al juicio fue que Garavito
sufría un trastorno antisocial de la personalidad, es decir, y una
alteración mental de entidad insuficiente para impedirle
comprender y prever las consecuencias de sus actos. Por ello se
consideró imputable a los efectos de determinar su responsabilidad
penal. Es decir, Luis Alfredo Garavito padece un trastorno de
personalidad, pero no es un demente ya que conserva y conservaba
durante su carrera criminal unas facultades mentales suficientes
como para darse cuenta del mal que hacía a sus víctimas y por ello
debe pagar por los hechos ilícitos cometidos. (Mejía, 2006)

Conclusiones:
Desde el punto de vista criminológico nos encontramos ante un
violador serial pederasta, sádico y psicopático que evoluciona y se
transforma, además, en un asesino serial de los más prolíficos de la
historia mundial reciente. Tal y como establece el modelo del triple
riesgo delictivo (Redondo, 2008) aplicado al caso de Garavito, es
muy posible que en la formación de este asesino en serie no solo
hayan intervenido aspectos biológicos y psicológicos (personales),
sino también culturales (sociales) y específicos del contexto
(ambientales o de oportunidad). En la comprensión por la sociedad
del fenómeno criminal de los asesinos múltiples de esta magnitud
intervienen aspectos relacionados con la construcción de valores
sobre lo que está “permitido o “prohibido” que distancian la
influencia que tiene la misma sociedad en la gestación de estos
criminales. Finalmente, la violencia implícita en el caso Garavito,
por muy excepcional que pueda ser la actividad criminal de este
asesino en serie y violador multi-reincidente, no puede estudiarse
como un defecto aislado o individual, por el contrario, deber ser
contextualizada contando con los aspectos sociales, políticos,
geográficos, económicos, culturales y de oportunidad de Colombia
que intervinieron tanto en la formación del victimario como en la
situación de impunidad que durante años rodeó a las víctimas. El
contexto sociocultural en el que se desenvuelve Garavito tiene su
origen en la extrema violencia que desde los años 50 del s. XX hasta
prácticamente la actualidad asola Colombia. En este ambiente, la
violencia se ve favorecida por la impunidad, los vacíos legales, la
incompetencia de las instituciones que deben velar por la
seguridad y la indiferencia social ante las desapariciones de los
niños de la calle. Queda reflejado que en la formación de un
asesino en serie intervienen aspectos inherentes al individuo (su
historia personal, sus frustraciones, el trato recibido por un padre
cruel y una madre indiferente y ausente, la violencia sufrida por sus
iguales, sus burlas y aislamiento al que fue sometido) pero también,
interviene la misma sociedad y los patrones culturales que toleran
las diversas formas de violencia (que van desde la violencia
intrafamiliar hasta la violencia del Estado), así como las condiciones
de vulnerabilidad (de oportunidad) que la incompetencia de las
instituciones hacen que los más vulnerables (en este caso los niños
de la calle: loteros, limpiabotas, vendedores de fruta, abandonados
sin más o los que se veían obligados a ejercer las prostitución) sigan
siendo las potenciales víctimas propiciatorias de otros futuros
asesinos y violadores seriales parecidos a Luis Alfredo Garavito. Tal
y como afirma Oscar Díaz, el psiquiatra que participó como forense
en el juicio de Garavito al ser entrevistado (El País, 2015): “Mientras
no seamos conscientes de lo que estamos haciendo, y las
autoridades no intercambien información para atrapar a los
delincuentes, y trabajen en equipo, estamos en nada. Como no
hacemos investigación profunda, no tenemos argumentos, no hay
cómo acusar, luego hay impunidad. Y esa impunidad genera
violencia. Al no creer la gente en la justicia, la toma por su cuenta”.

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