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EL DERROTERO DE LOS KILME
TITAQUÍN: PEDRO
BOHÓRQUEZ GIRÓN
Por Guillermo Daniel Ñáñez
viacuco@gmail.com
“Éste es el Titaquín –dijo Luis
Enríquez– señalando a Bohór-
quez y dándole por primera vez este
título, correspondiente al de «se-
ñor del país», que en otros tiem-
pos usaban los delegados del Hijo
del Sol”.
“El falso Inca” de Roberto J.
Payró
Los Kilme fueron una de las par-
cialidades que participaron del ter-
cer gran levantamiento contra el es-
pañol que los explotaba. Lástima
que fue a partir de un engaño ines-
crupuloso por parte de Pedro Bo-
hórquez Girón, el “falso inca”. En
1968 la historiadora tucumana Te-
resa Piossek Prebisch descubrió en
la Biblioteca Nacional de Río de
Janeiro la “Relación Histórica Cal-
chaquí” escrita en 1696 por el an-
ciano de la Compañía de Jesús Pa-
dre Hernando de Torreblanca a los
84 años donde describe lo aconte-
cido en el Tucumán. Consecuencia
de esa terrible historia es la llegada
de las familias de Kilme y Calianos
a estas tierras.
¿DE DÓNDE ERAN LOS
KILME?
Se sabe que en el Padre Pedro
Lozano argumenta que los indios
Quilmes eran provenientes de Chi-
le, lo que debo aclarar es que en
esa época se le decía Chile a la zona
de Catamarca, La Rioja y San Juan.
Los Kilme eran una de las tres par-
cialidades de los Capayanes que ha-
blaban lla lengua “Kakán”. Quien
aclara la cuestión fue el etnógrafo
y arqueólogo español Salvador
Canals Frau que nos dice: “Los
Capayanes habitaban el S.O. de
Catamarca, la mitad Oeste de La Rio-
ja y el Norte de San Juan hasta la
Cordillera de los Andes. Fuera de
estos Capayanes que moraban en
su antiguo habitat cordillerano, la
conquista española sorprendió
también a algunos grupos de expa-
triados, no sabemos si voluntaria u
obligadamente. Son las parcialida-
des de los Anguinaes, los Quilmes
y los Calianos que habían abando-
nado su patria y aún no habían po-
dido sentar pie muy firme en el Va-
lle de Yocavil. Allí los encontraron
los gobernadores Gonzalo de
Abreu en 1577 y Juan Ramírez de
Velazco en 1587, empeñados en
dura lucha con los Calchaquíes que
poblaban el Valle. Uno .v otro nos
dicen en sus conocidas cartas, que
los mencionados indios eran ad-
venedizos en la región, pero no
dicen a qué grupo étnico pertene-
cían. Sin embargo el P. Lozano (His-
toria de la Conquista, etc.Tomo IV
) posteriormente aclara que los
mismos procedían ‘de hacia la par-
te de Chile y que hablan llegado a
Calchaquí, para no someterse a los
Incas ‘:
Ahora bien, los autores han dis-
cutido sobre la posibilidad de que
los indios de estas parcialidades
hubiesen realmente venido de Chi-
le, olvidándose de que la región de
Cuyo, era ‘Chile ‘en tiempos de Lo-
zano. Y que lo siguió siendo hasta
la constitución del Virreinato de
Buenos Aires en 1776 ‘.
«Está claro, pues, que de donde
procedían aquellas parcialidades
era «de hacia la parte de Cuyo «
esto es, la región capayana. Por otra
parte el viejo Anguinan, sin duda,
lugar de origen de los Anguinanes,
estaba en el Valle de Famatina,
Quilmebis o pueblo de los Quilmes,
no lejos del Colorado, y el actual
INFORME ESPECIAL
valle del Río Blanco, en San Juan,
era antes llamado Valle de los
Calianos».
LAS GUERRAS
CALCHAQUÍES
Es básico para la comprensión
histórica de la etapa de la conquis-
ta y de la primera época colonial,
tener en cuenta la organización so-
cio-política de los indígenas. No en
vano los valles del oeste catamar-
queño permanecieron más de cien
años rebeldes a toda conquista.
Tales valles fueron de un importan-
cia trascendental en lo que se refie-
re al emplazamiento y localización
de las primeras agrupaciones urba-
nas españolas. Valles enteros se
agruparon tras sus jefes naturales
y luego formaron ligas entre los dis-
tintos valles o regiones. En la Que-
brada de Humahuaca el bravo
Viltipoco pudo reunir un cuantioso
número de guerreros; al Sur el im-
Los maltratos retratados por Guamán Poma de Ayala
batible Juan Calchaquí; más al Sur
todavía, la legendaria figura de mitayos, indios sometidos volun- peso de la contienda. Entre ellos
Chelemín (líder de los Hualfines), el tariamente y que prestaban servi- hubo una tribu que se distinguió
último de los grandes jefes indíge- cio personal remunerado, aunque por su bravura, la del huafines, a la
nas del llamado “Gran Alzamiento”. en la práctica su situación respec- que pertenecía el líder de ese en-
Desde el primer momento de la con- to al conquistador era apenas tonces, el cacique Chelemín. El ori-
quista los españoles se enfrenta- mejor que la de aquellos. gen de esta guerra fue muy signifi-
ron con el problema de organizar a Esta situación produjo tres gran- cativo: el encomendero Juan de
los aborígenes que habían someti- des levantamientos, conocidos en Urbina descubrió una mina de oro
do para mantenerlos en la obedien- la Historia con el nombre de gue- a la entrada de Calchaquí, por el lado
cia, aprovecharlos como mano de rras calchaquíes. La primera, enca- del valle de Catamarca y los indios,
obra y convertirlos a la fe católica bezada por el cacique Juan Calcha- temerosos de que se los obligara a
según lo establecían las Leyes de quí, estalló en 1562 y significó para trabajarla, lo mataron junto con toda
Indias. Así surgieron repartimientos los españoles la pérdida de tres su familia. Los españoles reaccio-
llamados encomiendas y reduccio- ciudades: Londres I, en la actual naron violentamente y esto desen-
nes por los cuales uno o más pue- provincia de Catamarca; Cañete, cadenó una lucha que duró siete
blos indígenas quedaban bajo la au- en la de Tucumán, y Córdoba, en años y que costó la pérdida de dos
toridad de un encomendero o feu- Calchaquí. ciudades más: Londres II ubicada
datario, o de una orden religiosa. La segunda comenzó en 1630 y cerca de la primera, y Nuestra Se-
Había encomiendas de aunque en ella intervinieron las tres ñora de Guadalupe, en Calchaquí.
yanaconas, indios sometidos por naciones, más adecuado es llamar- Para los diaguitas significó la de-
la fuerza cuya condición era equi- la alzamiento diaguita puesto que rrota total con la ejecución de
parable a la esclavitud, y de los diaguitas soportaron el mayor Chelemin y el desarraigo de las tri-
INFORME ESPECIAL
bus que, según la costumbre in-
caica adoptada por los españoles,
fueron reducidos al yaconazgo,
arrancados de sus solares nativos
y repartidos por tierras lejanas.
Las otras dos naciones kokanas
corrieron diferente suerte. Los
pulares, obligados por las circuns-
tancias, dieron la paz, es decir, se
declararon vasallos del rey y per-
mitieron que en sus tierras algunos
españoles hicieran estancias, debi-
lidad que les costó la amistad con
los calchaquíes. Estos conservaron
su independencia casi cuarenta
años más gracias al agotamiento del
ejército español, a su ubicación
geográfica en valles protegidos por
altas montañas, y a la fama de su
bravura, pues era pueblos que cul-
tivaba el arte de la guerra como la
actividad varonil por excelencia.
El período de paz que se inició en
1637 estaba, pues, cargado de ten-
siones. Pulares y diaguitas forma-
ban una masa descontenta, sobre
todo los últimos que alentaban un
sordo deseo de rebelión. Los
calchaquíes desconfiaban de los
españoles y si años después del
cese de las hostilidades permitie-
ron la instalación de dos misiones
jesuíticas en su territorio, fue por-
que ellas estaban formadas por sólo
cuatro hombres desprovistos de ar-
mas. Los españoles, insatisfechos
con los resultados de tantos años
de lucha y temerosos a su vez de
algún ataque de los calchaquíes, los
constriñeron con un semicírculo de
puestos de control formado por las
ciudades de Salta, San Miguel de
Tucumán y Pomán, y por los fuer-
tes de Andalgalá y del Pantano.
Existía el ambiente propicio para que
se desencadenara una tercera gue-
rra y tanto los indios como españo-
les lo sabían. Es deber el aclarar que
en estas guerras, que duran desde
1562 a 1637 se habla de los bravos
Hualfines, pero para nada se men-
ciona a los Kilme o Quilmes. Esto
es así porque los Kilme son nue-
vos en la zona.
El FALSO INCA
Roberto J. Payró tiene dos cuen-
tos escritos hacia 1904, uno se lla-
ma simplemente “Chamijo” y el se-
gundo y más importante “El falso
Inca”. Ese fue mi primer contacto
con la historia de Pedro Bohórquez
Girón y con los personajes que lo
rodean, entre ellos el padre
Hernando Torreblanca..
Pedro Chamijo –se dice que esta-
fó a Pedro Bohórquez Girón y tomó
su nombre- nació en Andalucía, a-
proximadamente en 1602. Lo que
conocemos de su vida, desde que
desembarco en Perú en 1620, es una
seguidilla de actos-delictivos que
culminaron, hasta adquirir caracte-
rísticas novelescas y trágicas, en el
Tucumán.
Llego a esa gobernación en 1656
y, afortunadamente para los estu-
dios históricos, ese período de su
existencia es el más abundantemen-
te documentado. Venía huyendo de
la fortaleza-presidio de Valdivia, en
Chile, lugar a donde lo habían con-
finado por sus crímenes que abar-
caban una amplia gama: hurto, es-
tafa, abigeato, estupro, homicidio
culposo, rebelión contra la autori-
dad real, etc.. Al fugar cruzó los An-
des, bajo a Mendoza y se dirigió al
norte, hacia el Tucumán. Cuando
llego allí era hombre maduro, mun-
dano, de gran experiencia en su pro-
fesión de embaucador. Dicen que
poseía encanto personal, sagacidad,
buena pluma y expedición en el ha-
blar. El sabía que tarde o temprano
la justicia descubriría su paradero
y con ello vendría su fin. Debía apu-
rarse en encontrar una solución.
El Tucumán (Se denominaba el
Tucumán a un territorio de unos
700.000 kilómetros cuadrados de ex-
tensión, formado por las actuales
provincias de Jujuy, Salta,
Tucumán, Catamarca, La Rioja, San-
tiago del Estero y parte de Córdoba
Jueves 20 de Julio de 2006
y Chaco), apenas poblado por 700
españoles más sus mujeres, hijos e
indios amigos, que dominaban la
llanura y parte de la región monta-
ñosa, aunque no los extensos e in-
trincados valles calchaquíes, po-
blados por tribus numerosas y be-
licosas, asiento de supuestas mi-
nas de oro y plata.
El cuadro de situación era el si-
guiente: El territorio era gobernado
por Alonso de Mercado y Villacor-
ta, hombre de poca experiencia en
asuntos de la región. Los
encomenderos o feudatarios, eran
los dueños de la tierra conquista-
da. Los misioneros jesuitas, esta-
blecidos desde 1643 en tierra
calcháquí, en las misiones de San
Carlos y Santa María. Y por último
y fundamental las tribus
calchaquíes que sumaban veinte mil
almas y contaban con cuatro mil
guerreros. Una vez realizado su
estudio Bohórquez concluyó en
que, salvo el obispo Maldonado y
Saavedra, del que desconfiaba
instintivamente, los restantes sec-
tores le servirían para consumar el
siguiente plan: transformar a los
valles calchaquíes en su reino, a
los veinte mil indios en sus súbdi-
tos, y a los cuatro mil guerreros en
su ejército particular. Nada podría
hacer contra él la justicia virreinal;
sería tan fuerte, que podría desa-
fiar al poder real. Eso era lo que
siempre había ambicionado: ser
soberano de un territorio propio.
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Maldonado de Saavedra:
el Obispo desconfiado
EL PLAN
Cumplió la primera en la peque-
ña, ínfima ciudad de Pomán. Lo
acompañaba desde Chile su aman-
te, una bravía mestiza araucana ins-
pirada por el odio a los españoles y
dada al culto de la brujería. A ella le
encargó dos misiones a cumplirse
entre los indios de las encomien-
das de la jurisdicción: cultivar el
resentimiento hacia el conquistador
ya que no hay fuerza proselitista
más rápida que ésta, y difundir la
especie de que él era nieto del últi-
mo Inca; que había venido al
Tucumán en secreto, disfrazado de
caballero español, con el designio
de liberar a los pueblos aborígenes
y destruir a los conquistadores; que
debían obedecerlo y seguirlo. A los
españoles les dijo que venía de cru-
zar los Andes, peleando gloriosa-
mente contra los araucanos, y que
se dirigía al norte, encargado por el
virrey de hacer la entrada al Gran
Paitití. Entretanto su compañera
mestiza llevaba a cabo su labor pro-
pagandística y la fama de la venida
del Inca libertador y vengador re-
basó los límites de la jurisdicción
de Pomán para llegar a los valles
calchaquíes, a oídos de las tribus
que los habitaban, tan deseosas de
preservarse independientes.
Como siguiente etapa pasó a la
ciudad de San Miguel de Tucumán
(La primera ciudad de San Miguel
de Tucumán, cuyas ruinas se levan-
tan al suroeste de la actual ciudad
tucumana de Monteros, fue funda-
da en 1565 y trasladada al actual
emplazamiento en 1685). Allí hizo
contacto con el poderoso cacique
calchaquí Pedro Pivanti. Este bajó
a la ciudad, lo conoció y, como otros
tantos, quedó fascinado, conven-
cido de que era Inca, garantía de
libertad y soberanía para las tribus
montañesas y vengador de los abu-
sos cometidos por los conquista-
dores. Regresó a las montañas y allí
desarrolló una intensa campaña a
favor del supuesto soberano. Lo-
gró amalgamar a las tribus del sur
de los valles, donde estaba instala-
da la misión de Santa María.
Un día de marzo de 1657, acom-
pañado por la mestiza que represen-
taba el papel de Colla (Nombre
quichua con que se designaba a la
esposa del Inca), hizo triunfal en-
trada en el territorio que desde ese
momento, hasta comienzos de 1659,
habría de ser su reino. Se instaló en
Tolombón, pueblo indio situado no
lejos de la misión de Santa María.
La tercera etapa de su plan:
ganarse el apoyo de los dos misio-
neros que asistían en ella, los pa-
dres Eugenio de Sancho, superior
de las misiones calchaquíes, y Juan
de León. Los misioneros eran hom-
bres dominados por un sentimien-
to de derrota, de frustración provo-
cado por la esterilidad de sus es-
fuerzos, por la indiferencia con que
los indios recibían sus enseñanzas.
Sin embargo, por influencia de este
hombre al que todavía no conocían
personalmente, la situación cambia-
ba de modo radical. Los indios se
acercaban a la misión de Santa
María, asistían a misa, enviaban a
sus hijos a clases de catecismo,
pedían bautismo y confesión, co-
mulgaban, se casaban según el rito
católico. Les sorprendía el cambio,
pero más aún aquello que lo provo-
caba: la creencia, por parte de los
indios, de que un caballero espa-
ñol era descendiente del último
Inca, y éste, católico ferviente, apro-
vechaba la confusión para exigirles
que se convirtieran al cristianismo.
Sancho y León decidieron no in-
formar a los superiores de la Orden
acerca de ella, sin embargo, desde
el primer instante, se transformaron
en partidarios decididos de Bohór-
quez, el Inca andaluz. León lo con-
sideraba instrumento de un milagro.
Sancho, como la única salvación de
las misiones, como el único medio
por el cual adquiriera sentido la la-
bor misional en los valles.
Luego sucedió algo que en esos
momentos tendría que haberse to-
mado como un indicio, una nume-
rosa tribu de hualfines, encomen-
dada en la jurisdicción de Pomán,
influida por la prédica de la mestiza,
al enterarse de que el supuesto Inca
estaba en los valles, huyó para
reunírsele y fue acogida por él. Fu-
gas de este tipo, a tierras todavía,
no sojuzgadas y de difícil acceso
habían sido, en dos ocasiones an-
teriores. Recordemos que en dos
ocasiones fueron las dos primeras
guerras calchaquíes. La primera es-
talló en 1562 y significó para los
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españoles la pérdida de tres ciuda-
des, de cuatro fundadas por enton-
ces. La segunda comenzó- en 1630
y concluyó siete años después.
Costó a los españoles la pérdida de
dos ciudades más. La tercera gue-
rra calchaquí fue la desatada por
Pedro Bohórquez en 1658 y que sig-
nificó el fin de la nación calchaquí.
Fue el padre Sancho quien escri-
bió al gobernador del Tucumán,
Mercado y Villacorta, la carta que
lo convenció de las ventajas y be-
neficios materiales y espirituales de
sostenerlo. Fue Juan de León
quien, mediante dos cartas y apa-
sionados informes verbales, indu-
jo a los cabildantes de Pomán a
aceptar a Bohórquez, alentando sus
ambiciones de riqueza.
LOS MISIONEROS
Es raro que los sacerdotes no in-
formaran el éxodo de los hualfines al
gobierno, ni que informaran a sus
superiores el hecho que un supues-
to Inca sea el instrumento de una
conversión al catolicismo en masa
por parte de los indios más indómi-
tos de los Valles Calchaquíes. En
Pomán se adhirieron a la posición
de los misioneros cuatro miembros
del cabildo, dos de ellos poderosos
feudatarios, y el lugarteniente de
gobernador de la ciudad, todos ce-
gados por la ilusión de poseer los
valles, sus indios y sus riquezas. Este
viajó a Córdoba en tiempo récord
(Hizo el trayecto entre Pomán y Cór-
doba en sólo doce días) para entre-
gar a Mercado y Villacorta las cartas
de Sancho y León, y otra con su fir-
ma y la de los cuatro cabildantes.
Eran siete personas en total, que por
escrito expresaban su apoyo al fal-
so Inca e instaban al gobernador a
viajar a Pomán, para conversar con
él y decidir si convenía o no que
permaneciera en los valles como Inca
de los calchaquíes. Por otra parte,
por ese medio se le ofrecí, la posibi-
lidad de que, bajo su administración,
los calchaquíes se sometieran man-
samente, y que los yacimientos de
los cerros pasaran a manos españo-
las. Mercado y Villacorta quedó con-
vencido de la gran oportunidad.
Sólo una persona sospechaba de
Pedro Bohórquez Girón, era el obis-
po Maldonado y Saavedra. Aún an-
tes de sabes quién era Bohórquez,
se opuso a que viviera entre los re-
beldes, calchaquíes. Consideraba
que elle no redundaría en el enri-
quecimiento de la gobernación
pues afirmaba que en los valles no
había minas; redundaría, en cambio,
en el fin de la paz tan duramente
ganada después de la guerra de la
década del 1630, que duró más de
siete años. Cuando se enteró de que
el sujeto era un embaucador de lar-
ga trayectoria, su oposición fue
denodada pero nadie escuchó sus
advertencias, ni siquiera Francisco
Vásquez de la Nota, provincial de
la Orden para la Provincia Jesuítica
del Paraguay a la que el Tucumán
pertenecía.
Jueves 20 de Julio de 2006
Mapa El Tucumán: El lugar de los levantamientos calchaquíes
Pedro Bohórquez también triun-
faba en los valles. Ahora extendía
su dominio hasta el norte de la re-
gión y vivía en su gran estancia de
Tucumanahao, la región más fértil
del territorio, no lejos de la misión
de San Carlos donde asistían los
padres Pedro Patricio y Hernando
de Torreblanca. Este último escribe
en su Relación Histórica de Cal-
chaquÍ: «Bohórquez, desde que
entró a Calchaquí, trató de conjurar
a los indios... Llamó a... los caci-
ques... (y) tuvo con ellos pláticas
secretas, de modo que cuando es-
cribió al señor gobernador, ya tenía
amasado el negocio. Y saliendo
(para) Pomán, prosiguió siempre
hablando en secreto a los indios...
Llevó, cuando fuimos, gran canti-
dad de flechas... y las repartió. Y yo
no hice entonces reparo sino des-
pués que «hice reflexión de la cos-
Tucumán dibujado por Guamán
Poma de Ayala
tumbre de los indios que de aquella
manera hacen la conjuración para
romper la guerra”.
LA CONJURA
La realidad es siempre suma de
causas. El odio del obispo al go-
bernador determinó el triunfo mo-
mentáneo del falso Inca y la irrup-
ción de la tragedia hacia todas las
parcialidades, incluso la de los
Kilme y Calianos, que nos interesa.
Tan pronto Bohórquez obtuvo el
poder deseado, regresó a su reino
calchaquí. Gozaba de una vida de
seguridad y abundancia protegido,
alimentado y regalado, como esta-
ba, por sus veinte mil súbditos. Su
nuevo proyecto era extender su
dominio hasta las actuales provin-
cias de Catamarca y La Rioja, al sur,
y hasta Potosí, al norte. Además,
descubrir los mentados yacimien-
tos y explotarlos en interés propio.
Más adelante, cuando se sintiera
lo suficientemente fuerte, se apro-
piaría de todo el Tucumán. Es claro
que el gobernador, los vecinos de
Pomán, los misioneros y los indios
esperaban los beneficios prometi-
dos, pero a ninguno jamás le llegó
nada. El gobernador pasó serios
aprietos cuando la noticia de su
desacierto llegó a oídos del virrey.
Trató inútilmente de sacar a Bohór-
quez de los cerros: intentó dos ve-
ces asesinarlo, pero no lo consi-
guió. Los vecinos de Pomán que, al
igual que él, aguardaban cargas de
oro y también contingentes de in-
dios calchaquíes para todo servi-
cio, quedaron aguardando. Por el
contrario, tanto ellos como los ve-
INFORME ESPECIAL
cinos de otras ciudades veían im- Bohórquez se encontró muy pron-
potentes la fuga hacia los valles de to encerrado en la cárcel de Lima.
sus antiguos servidores y escla- Permaneció en ella más de siete
vos, atraídos por los encanta- años al cabo de los cuales le dieron
mientos del Inca andaluz. Los mi- garrote vil. Al cadáver le cortaron
sioneros esperaron en vano la cons- la cabeza para exponerla como es-
trucción de iglesias. Titaquín –Pe- carmiento ante todos aquéllos que
dro Bohórquez Girón– no les deja- intentaran levantarse contra el po-
ba tiempo para trabajar en labores der real.
productivas por entretenerlos con A Mercado y Villacorta recibió
prácticas guerreras y, si alguno osa- sólo una leve sanción del rey quien
ba disentir, recibía crueles castigos, reconoció que su error había sido
cuando no la muerte. Lo único que provocado no sólo por su debili-
los mantenía unidos alrededor del dad, sino por la sostenida presión
soberano era la promesa de que de otros sectores.
muy pronto vencerían a, los espa- Los vecinos de Pomán y de las
ñoles y se adueñarían de sus ciu- restantes ciudades, tan perjudica-
dades y posesiones. dos por la acción del falso Inca,
acompañaron al gobernador en sus
LA ÚLTIMA GUERRA CAL- campañas y rehicieron sus propie-
CHAQUÍ dades afectadas por la guerra.
Las primeras víctimas resultaron Los misioneros, humillados y con
los misioneros que tuvieron que sus misiones de los valles perdidas
huir en forma infamante de los va- para siempre, permanecieron en el
lles mientras el falso Inca ordenaba Tucumán, obligados a enfrentar la
el saqueo e incendio de sus con- opinión pública.
ventos e iglesias. Las siguientes Quienes llevaron la peor parte
víctimas fueron los fuertes, ciuda- fueron los indios. El caudillo que
des y estancias del Tucumán que les había. prometido libertad, bien-
tuvieron que hacer frente a los fu- estar y venganza, los abandonó a
riosos malones inspirados por el su suerte. Enfrentaron con bravura
andaluz. Don Alonso de Mercado al ejército invasor que comandaba
y Villacorta, se mostró eficiente Mercado y Villacorta, pero cayeron
como militar. Enfrentó a Bohórquez derrotados por la superioridad que
en la batalla decisiva del fuerte de a los españoles conferían las armas
San Bernardo, en Salta, y lo derro- de fuego. El castigo que merecie-
tó. Esta derrota fue el fin del falso ron por haberse levantado en se-
Inca y la muestra de su cobardía. guimiento de un vasallo traidor al
Bohórquez fue presa del.miedo a rey, que intentó hacer su reino pro-
sus ex súbditos y solicitó un indul- pio, fue terrible: el desarraigo. A los
to a la Audiencia de Charcas. Se lo veinte mil se los arrancó de su sue-
concedieron y bajó a la ciudad de lo natal, poseído durante siglos por
Salta para entregarse a la autoridad, su raza, y se los repartió por el dila-
con la esperanza de llegar a Char- tado Tucumán, por Santa Fe. En
cas, hacer su defensa ante la Au- cuanto a las parcialidades de Kilme
diencia y salir libre. Por otro cami- y Calianos, fundaron la ciudad de
no había despachado a su compa- Quilmes luego de ser traídos a pie,
ñera mestiza llevándose todas las desangrados y con pocas familias
riquezas acumuladas durante el sobrevivientes. Sobre ellos cayó el
incanato. El indulto era una trampa mayor peso de una culpa que fue
para hacerlo salir de los valles y de muchos.
BIBLIOGRAFÍA
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