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Vedat Sar
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CLÍNICAS
PSIQUIÁTRICAS
DE NORTEAMÉRICA
SAUNDERS Psychiatr Clin N Am 29 (2006) 227 – 244
Puntuación de la escala
Escala de corte Tasa de trastorno Tasa de de experiencias disociativas
Tasa de Número Instrumento en experiencias de identidad trastorno
Estudio inclusión (%) de sujetos de diagnóstico disociativas disociativo (%) disociativo Media DE > % EEDb
Pacientes psiquiátricos
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hospitalizados
Tutkun et al [8] 63,6 166 DDIS 30 5,4ª 10,2ª 17,8 14,9 14,5
Modestin et al [6] – 207 DDIS 20 0,4 5 13,7 13,5 12
Gast et al [5] – 115 SCID-D 20 0,9 4,3 – – 21,7
Friedl y Draijer [11] 50,4 122 SCID-D 25 2 8 20 18,1 29,5
Pacientes psiquiátricos
ambulatorios
Sar et al [9] 81,5 150 DDIS 30 2ª 12ª 15,3 14 15,3
Sar et al [10] 79,5 240 SCID-D 25 2,5 13,8 20 18,9 27,9
Unidad de urgencias
psiquiátricas
Sar et al [13] 43,3 44 SCID-D 25 13,6 35,7 23,3 19,1 38,6
DDIS: Dissociative Disorders Interview Schedule; EED: Escala de Experiencias Disociativas; SCID-D: Structured Clinical Interview for Dissociative Disorders.
aDiagnóstico confirmado clínicamente.
TRASTORNOS DISOCIATIVOS: PERSPECTIVA INTERNACIONAL
bPorcentaje de pacientes con una puntuación en la Escala de Experiencias Disociativas por encima del punto de corte.
229
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patrones de los síntomas entre las muestras turca y holandesa (es decir, sólo las seudo-
convulsiones fueron más frecuentes entre los pacientes disociativos turcos). Las seudo-
convulsiones se han conocido como el síntoma de conversión más prevalente en Turquía
[22,23].
El trastorno de conversión es extremadamente frecuente en Turquía. Todos los psi-
quiatras turcos se enfrentan virtualmente con centenares, si no millares, de pacientes con
trastorno de conversión a lo largo de sus carreras. En un estudio de cribado llevado a
cabo en un centro de atención sanitaria primario en una área semirrural cerca de Ankara
(Turquía), la prevalencia de los síntomas de conversión (es decir, disociación somato-
morfa) en el mes anterior fue del 27,2% y la tasa a lo largo de la vida aumentaba hasta el
48,2% [24]. Este fenómeno está exactamente de acuerdo con las tasas de alta prevalen-
cia obtenidas para los trastornos disociativos en Turquía. Un estudio de seguimiento de
2 años en Sivas (Turquía) demostró que el 47,4% de los pacientes diagnosticados de un
trastorno de conversión previamente tenían un trastorno disociativo según el DSM-IV en
el primer eje (es decir, un cuadro disociativo psicomorfo declarado) [25]. Este dato fue
del 30,5% en un estudio de cribado llevado a cabo entre pacientes hospitalizados con
trastornos de conversión en Elazig (Turquía) [26]. Las tasas obtenidas para el trastorno
de conversión sirven como un indicador directo de la prevalencia de trastornos disocia-
tivos como un trastorno psiquiátrico frecuente.
Además del gran solapamiento con los trastornos disociativos, los pacientes con tras-
torno de conversión tienen puntuaciones de síntomas psiquiátricos globales cerca de las
de los pacientes psiquiátricos generales, lo que sugiere una comorbilidad psiquiátrica
general elevada [27,28]. En un centro de atención sanitaria primario cerca de Ankara
(Turquía), los síntomas de conversión se observaron con mayor frecuencia entre los suje-
tos que tenían un diagnóstico según la Clasificación Internacional de Enfermeda-
des (CIE)-10 [24]. Depresión, trastorno generalizado de ansiedad y neurastenia fueron
los trastornos psiquiátricos más prevalentes entre ellos. Sin embargo, la comorbilidad
del trastorno disociativo es un predictor significativo de este patrón (es decir, comorbili-
dad psiquiátrica general superior incluyendo trastorno de somatización, trastorno distí-
mico, depresión mayor y trastorno de personalidad límite, con conducta autodestructiva
e intentos de suicidio) [25]. Había una elevada comorbilidad entre el trastorno disociati-
vo y el trastorno de personalidad límite en este espectro, mientras que el trastorno de
ansiedad generalizado fue la única categoría distribuida homogéneamente entre los gru-
pos disociativo y no disociativo.
Estudios en Holanda y Turquía documentaron que los pacientes con trastorno de
conversión refirieron valores elevados de trauma en la infancia [25,29]; además, dos
estudios turcos documentaron que los pacientes con trastorno de conversión con un tras-
torno disociativo refieren un trauma en la infancia con mayor frecuencia que los que no
lo tienen [22,26]. Por el contrario, un estudio holandés en pacientes con trastorno de
conversión o dolor pélvico crónico no demostró una relación entre el trauma en la infan-
cia y la disociación; sólo la disociación somatomorfa se relacionó con el abuso físico en
la infancia. Después de controlar por el grado global de psicopatología, los autores reco-
mendaron que los médicos estuvieran más alertas a experiencias potencialmente trau-
matizantes recientes o trastornos psiquiátricos comórbidos [30]. Otro estudio holandés
no encontró valores elevados de facilidad de hipnosis entre los pacientes con trastorno
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de conversión en comparación con controles normales [31]. Aunque los pacientes te-
nían frecuentes historias de trauma en la infancia y puntuaciones de disociación altas,
después de controlar el efecto de la psicopatología global, los autores concluyeron que
el papel del trauma en la infancia y la disociación en el trastorno de conversión no está
claro. Ellos destacan que las escalas de disociación psicomorfa podrían no ser capaces
de valorar la disociación en el trastorno de conversión, pero que una medida específica
para la disociación somatomorfa podría demostrar mejor esta relación [32]. Un estudio
en pacientes con dolor de cabeza y lumbalgia crónicos en Turquía apoyó esta observa-
ción (es decir, no había relación entre el trauma en la infancia y las puntuaciones en la
EED; sin embargo, los pacientes con una historia en la infancia de abandono tenían pun-
tuaciones de disociación somatomorfa superiores) [33]. Véase el artículo de Lyons-Ruth
en otro lugar en este número, respecto al trauma físico o sexual en la etiología de los tras-
tornos disociativos.
La gran superposición con los trastornos disociativos psicomorfos y la relación en-
tre el trauma en la infancia y los síntomas somatomorfos apoyan la noción de Janet de
que el trastorno de conversión es el aspecto somatomorfo de la disociación [34,35]. Un
grupo holandés [36] estableció la hipótesis de que existe una similitud entre las respues-
tas defensivas animales evolutivas a la inminencia predadora variable y el daño y ciertos
síntomas disociativos somatomorfos de pacientes que refieren un trauma y que tienen un
trastorno disociativo (p. ej., inmovilización y anestesia-analgesia). Deben ser exploradas
otras vías para facilitar el tipo somatomorfo de la disociación y la elección de un sínto-
ma determinado (p. ej., seudoconvulsiones). Existe un interés creciente en esta cuestión
entre los médicos y los investigadores en neurología (v. el artículo de Bowman en este
mismo número).
Además de apoyar una hipótesis orbitofrontal del trastorno disociativo [52], este estu-
dio fue al menos capaz de demostrar una anomalía significativa en la perfusión cerebral
de estos pacientes. No se proporcionaron datos obtenidos de grupos de control con
otros trastornos psiquiátricos, por lo que todavía no se ha probado la especificidad de
estos hallazgos para los trastornos disociativos (p. ej., no se conoce la contribución
de la depresión).
Reinders et al [53] investigaron a 11 mujeres con TID empleando un paradigma de
provocación de síntomas y tomografía por emisión de positrones. Concluyeron que exis-
ten diferentes patrones de flujo sanguíneo regional para diferentes sentidos del yo.
Demostraron cambios específicos en la actividad cerebral localizada, consistentes con la
capacidad de su sujeto para generar al menos dos estados mentales distintos de auto-
consciencia, cada uno con su propio acceso a la memoria autobiográfica relacionada con
el trauma. La corteza prefrontal medial y las cortezas asociativas posteriores parecían
tener un papel integral en la experiencia consciente.
En un estudio turco basado en la tecnología de la TC por emisión de fotón único,
4 de 5 pacientes con trastorno de conversión (astasia-abasia) tuvieron defectos de per-
fusión temporal, y un paciente tuvo un defecto parietal izquierdo [54]. Un estudio pos-
terior en dos pacientes con trastorno de conversión (con trastorno grave de la marcha)
mostró una ausencia casi total de respuestas de potenciales evocados somatosensoria-
les en el cuero cabelludo durante el período sintomático, que se normalizó después de
la recuperación [55]. Los autores establecieron la hipótesis de que esto probablemen-
te está causado por la inhibición de señales aferentes a nivel del tálamo más que en
áreas somatosensoriales primarias. El tálamo, como el principal relevo de los estímu-
los aferentes a la corteza, modula las señales sensoriales y motoras, y puede contro-
lar la implicación selectiva de áreas corticales implicadas en la función motora y cog-
nitiva [56].
Los hallazgos de estos estudios preliminares señalan la necesidad de estudios con-
trolados adicionales. La relación y las posibles diferencias entre los trastornos disociati-
vos, depresivos y de ansiedad debe aclararse empleando diseños apropiados de los estu-
dios (p. ej., grupos de control no disociativos). Además de las medidas del rasgo,
también es importante el empleo de escalas del estado. La elevada comorbilidad es una
norma más que una excepción en estos grupos diagnósticos y entre los pacientes con
trastorno disociativo en particular, por lo que debe tenerse en cuenta el efecto de la gra-
vedad global del cuadro psiquiátrico.
bajos, seleccionados entre la población normal, indicó una relación entre la disocia-
ción y trastornos de la memoria que parecían estar confinados a la experiencia subje-
tiva de la memoria [59]. Un estudio con RM funcional en disociadores altos y bajos
sanos dio lugar a resultados compatibles con la conceptualización de la disociación no
patológica como un estilo de procesamiento de la información caracterizado por dis-
tintas capacidades de atención y de memoria (es decir, aumento de la memoria de tra-
bajo verbal) [60].
Dorahy et al [61] estudiaron la relación entre el aumento de la vigilia, el funcio-
namiento inhibidor, la disociación y el procesamiento de la información. Los partici-
pantes con trastorno de identidad disociativo mostraron un mayor grado de ansiedad
autodeclarada y de inhibición reducida en el contexto negativo, pero no en el contex-
to neutral. El grado de preparación negativa para las muestras de depresión y de
población general permaneció estable en todos los contextos, como los grados de su
ansiedad. En un estudio posterior, los pacientes con trastorno de identidad disociati-
vo mostraron inhibición cognitiva efectiva en el contexto neutral, pero no en el ansio-
so [62]. La muestra con trastorno de ansiedad generalizado mostraba los hallazgos
opuestos, por lo que este funcionamiento reducido puede no estar directamente expli-
cado por la ansiedad. Los autores proponen que la inhibición reducida en el trastor-
no de identidad disociativo puede representar una reorganización funcional adaptati-
va de las operaciones cognitivas en contextos percibidos como amenazadores. Estas
observaciones también pueden tener implicaciones para la psicoterapia de los tras-
tornos disociativos.
Markowitsch [63] describió que existen similitudes entre las formas orgánica y psi-
cogénica (disociativa) de la amnesia retrógrada. Estableció la hipótesis de que la amne-
sia psicogénica y orgánica podía estar causada por la desincronización (o bloqueo) de los
mecanismos desencadenantes o las vías. La recuperación de la amnesia retrógrada se
considera, en consecuencia, como una rehabilitación de la sincronía o como un meca-
nismo de entrada desbloqueado. Esto le llevó a definir el «síndrome del bloqueo amné-
sico» [64,65], que se considera relacionado con un metabolismo cerebral alterado que
puede incluir cambios en varios sistemas de transmisores y hormonales (agonistas del
ácido γ-aminobutírico, glucocorticoides, acetilcolina). Es incierto si la depresión contri-
buye a este síndrome, pero puede ser una posibilidad.
Otro tema bien investigado, aunque todavía controvertido, ha sido la alexitimia. En
una población joven no clínica en Suiza [66], ambas características de la personalidad,
como la alexitimia y el neuroticismo, y hasta un grado modesto factores ambientales en
términos de la falta de atención de los padres, contribuyeron a la varianza de la disocia-
ción. Sin embargo, un estudio turco [67] describió, después de un análisis multivariado,
que la alexitimia no estaba relacionada con la disociación entre los pacientes psiquiátri-
cos ambulatorios. Este estudio sugería que la disociación es fundamentalmente una
construcción diferente de la alexitimia, que estaba estrechamente relacionada con el
estado y el rasgo de ansiedad.
La despersonalización es un concepto mayor de la psicopatología clínica tradicio-
nal [68]. Al igual que la ansiedad, la despersonalización puede formar parte de cual-
quier trastorno psiquiátrico, incluyendo la esquizofrenia. También puede contribuir a
un trastorno psiquiátrico por sí misma: trastorno de despersonalización. Esta presencia
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permaneció a un nivel subclínico. Estas observaciones dieron lugar, además, a que los
autores considerasen que, a pesar de su aspecto exterior ordinario, ciertos tipos de fami-
lias disfuncionales podrían tener importancia en la aparición de trastornos disociativos,
y los traumas en la infancia diferentes del abuso sexual o físico también pueden tener un
impacto grave.
Un estudio holandés demostró que, además, el abuso sexual y físico, la disfunción
materna está relacionada con el grado de disociación, mientras que la disociación
puede estar relacionada también con el abandono [74]. Se demostró una mayor preva-
lencia de abuso sexual o físico en los pacientes con trastorno de conversión, mientras
que la gravedad de la disociación se correlacionó con la disfunción de los padres por
parte de la madre, pero no del padre [29]. En Japón se ha descrito un tipo de persona-
lidad dual del trastorno disociativo [75]. Este cuadro endémico denominado hikiko-
mori (aislamiento social) se originó principalmente entre hijos jóvenes de familias de
clase media y alta con relaciones seudomutuas. Las relaciones familiares estrechas
también son apoyadas culturalmente en Oriente Medio (p. ej., en Israel [76] y en Tur-
quía). Muchos patrones familiares observados en la investigación en Norteamérica
sobre familias de pacientes esquizofrénicos hace unas décadas pueden tener alguna
importancia para preguntar sobre familias de sujetos disociativos en varias culturas
(como, seudomutualismo [77], separación de la pareja [78], madre esquizofrenogéni-
ca [79] y doble vínculo [80]).
Pasquini et al [81] concluyeron que no sólo los abusos en la infancia intrafamiliares
suponían para el paciente un factor de riesgo, sino que pérdidas mayores u otros sucesos
vitales graves sufridos por la madre durante los 2 primeros años de vida de un paciente
son factores de riesgo para la aparición de trastornos disociativos. Una posible explica-
ción de estos hallazgos fue que el vínculo desorganizado o inseguro puede aumentar la
susceptibilidad a las experiencias traumáticas y la propensión a la disociación en la vida
adulta (es decir, la conducta de vínculo desorganizado en el niño se relaciona con pérdi-
das y otros sucesos gravemente angustiosos en la vida del cuidador) [82]. Ozturk [83]
documentó que las niñas, hermanas en el orden inmediatamente siguiente, tienden a pre-
sentar trastorno de conversión quizás debido a que ocupan una posición especial en el
sistema familiar [84]. Este papel se caracteriza por asumir responsabilidades de adulto a
una edad precoz (p. ej., cuidar de los hermanos) sin mostrar ninguna oposición y conti-
núan haciéndolo en la vida posterior (sobreajuste complaciente) [38]. Estos hallazgos
fueron replicados en una gran serie de pacientes hospitalizados diagnosticados de histe-
ria en la década de 1970 [39].
Además de los estudios nosológicos, los estudios de la familia son importantes para
aclarar y tratar los trastornos disociativos entre los niños y los adolescentes. Han sido
publicados en Turquía estudios y series de casos de niños y adolescentes disociativos
[85-88]. Un cribado entre estudiantes de instituto reveló la relación entre el trauma en la
infancia, la disociación, el suicidio y la automutilación en este grupo de edad; no hubo
diferencias de género en las puntuaciones promedio en la DES [89]. En un estudio sobre
una muestra normativa en Suecia, el 8,8% de los adolescentes refirieron puntuaciones
por encima del punto de corte de 2,5 en el Cuestionario de Disociación, con una relación
entre mujeres y varones de 2,6:1 [90].
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De manera destacada, la respuesta final a esta pregunta todavía no está clara: ¿qué
es la disociación? Aunque la disociación puede afectar a varias facultades mentales,
como la consciencia, la memoria, la percepción del yo y de los demás, la percepción del
entorno, el humor, la conducta y tanto las capacidades motoras como sensoriales, una
definición global de la disociación es difícil (v. los artículos de Dell y Way en este
mismo número). ¿Cuál es el centro de esta condición humana, que se caracteriza por la
pérdida de la armonía externa e interna? ¿Cuál es el origen de los sentimientos insopor-
tables de vacío, aburrimiento y soledad? ¿Por qué existe tal preocupación por la muerte,
el suicidio y la autodestrucción que resiste a las herramientas de tratamiento biológico
conocidas? Además de diversos efectos de las culturas locales, ¿se puede hablar de efec-
tos disociogénicos de la sociedad sobre el individuo en este Zeitgeist de consumismo y
globalismo [93]?
Los trastornos disociativos son portadores categóricamente modernos de dos con-
ceptos básicos en psicopatología clínica: la despersonalización y la identidad [94].
Al hacerse popular, el concepto de identidad ha desaparecido de la psiquiatría; la cate-
goría de trastorno de identidad del DSM-III ya no existe. Para la confusión de la iden-
tidad, no existe otro hueco restante que los trastornos disociativos, excepto el trastorno
de personalidad límite, que extiende la cuestión a un trastorno de personalidad a largo
plazo. En una edad supuestamente ateórica de la nosología y la clasificación psiquiá-
tricas, el contacto alterado de la psiquiatría con la psicopatología clínica general [95]
ha enturbiado la importancia de estos conceptos en la práctica clínica. Sin embargo,
incluso en un período de creciente reconocimiento del trauma psíquico, la histeria no
tiende a desaparecer de las clínicas psiquiátricas y de la medicina en general; estos
pacientes están en todas partes si se mira simplemente. Ninguno consigue hacer un tra-
tamiento habitualmente apropiado; sigue siendo una población de la psiquiatría más
prometedora [96], pero aún escasamente tratada. Aunque el camino clínico aún está
lleno de baches, gracias a las oportunidades sin precedentes actuales para la comunica-
ción en todo el mundo, se espera que una perspectiva científica internacional sobre los
trastornos disociativos y la disociación contendrá y corregirá las aberraciones causadas
por controversias locales.
Bibliografía
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