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ACTIVIDAD 1 Reunidos en grupos, les proponemos pensar y debatir

entorno a los siguientes interrogantes.

 ¿Siempre que yo enseño mis estudiantes aprenden?


 ¿Si yo enseño y ellos no aprenden, esto significa que lo que yo
hice no fue enseñar?
 ¿A mis estudiantes, puedo enseñarle lo que yo quiera y del modo
que me parezca? ¿Quién decide qué enseñar en la escuela
primaria?
 El docente ¿qué tal obediente debe ser respecto a las decisiones
de qué enseñar? Creen que todos las y los estudiantes ¿deben
aprender más o menos lo mismo cuando concurren a los mismos
años de la escuela?

Leer atentamente el siguiente texto para tener una idea clara en el


momento de responder las preguntas:

La palabra enseñanza es la que mejor caracteriza a los docentes en su


oficio. Sin enseñanza, no tiene sentido hablar de educación. Lo que
distingue de un educador de quien no lo es, es la enseñanza. Una definición
bien conocida, destaca a la enseñanza como “un intento de alguien de
transmitir cierto contenido a otra persona” (Basabe y Cols, 2007). En dicha
definición encontramos a dos sujetos, por un lado, uno que enseña, y por
otro al destinatario; y algo que se trasmite, se pasa o se comparte. En el
enseñar

Cabe reflexionar acerca de ¿cómo saber si la transmisión se produjo?


¿Quién enseña bien? ¿Cuál es la clave para enseñar?, son preguntas que
inquietan a profesores y pedagogos.

La enseñanza debe adecuarse al contexto y a las características particulares


de los destinatarios. Es el contexto el que determina la enseñanza. No es lo
mismo enseñar en una escuela situada en un barrio de clase alta, que una
escuela de los suburbios. No es lo mismo enseñar a chicos con „estas
familias‟ que con „otras‟. En el campo educativo, cuando se utiliza la
palabra contexto puede referirse a varias cosas, espacio geográfico, medio
socioeconómico, particularidades de la época, a la diversidad étnica, sexual
o cultural. El termino frecuentemente, es entendido como un obstáculo.
Muchas veces, las escuelas y quienes formamos parte de ellas, buscamos
recetas. Ante las dudas intentamos hallar respuestas. Cuando no se
encuentra el rumbo, nos gusta que alguien no oriente o guie y nos marque
el camino por dónde ir. Aunque del otro lado, los especialistas o
académicos advierten que ellos „no tienen recetas‟. Y la pregunta que nos
haces es ¿cómo salir de esa incertidumbre?

La primera receta apunta a pararse a reflexionar, solos y en equipo, sobre


qué vamos a hacer y por qué, y también sobre aquello que hicimos y cómo
salió. Esta primera receta sugiere darnos un tiempo para pensar sobre el
hacer, para empezar a actuar, aun cuando sea necesario flexibilizar
permanentemente el camino para llegar a la solución. Planificar nos
ayudará a reducir la improvisación, partiendo desde las necesidades del
contexto y no desde idealidades.

Habitar la enseñanza es algo más que dominar un tema o apoyar


aprendizajes. No se comparte solo un saber, sino que lo que comparte es el
propio deseo de saber. Es necesario abrir los lugares a la posibilidad de
otras experiencias, ir explorando diferentes posibilidades, diferentes modos
se ser y de hacer en el encuentro pedagógico. En el encuentro entre
profesores, estudiantes y conocimientos es necesario aventurarnos en
experiencias zigzagueantes que nos permitan pensar y repensar nuestras
prácticas docentes.

Trabajar con y por los estudiantes, es asumir la responsabilidad ética y


política por la enseñanza, reflexionando a partir de las propias inquietudes,
abriendo el juego de las preguntas, pensar y hacer de la escuela un lugar de
encuentro con lo desconocido, recuperando el deseo de aprender. Para que
ello suceda, es necesario que suceda una interrupción, pararse a pesar,
pararse a mirar, pararse a escuchar y demorarse en los detalles.

Y AHORA ¿CÓMO SEGUIR?... INCLUIR Y RECONOCER La escuela


que conocíamos, la que incluía a partir de la homogeneización ha perdido
legitimidad y eficacia, dejó de ser legitima porque actualmente la sociedad
no tolera la discriminación. La homogeneización y el disciplinamiento ya
no son posible y mucho menos deseables, aunque suele escucharse en las
salas de profesores la invocación por un mundo que ya no es.
El estudiante, y las nuevas subjetividades no se dejan moldear por la
escuela, ya que hay muchas otras agencias discursivas que operan sobre
ellas. Quizás muchos docentes vean esto como una derrota, pero no hay
que olvidar que en buena medida los docentes hemos luchado por
desmantelar la escuela burocrática y civilizadora, basada en la enseñanza
que Paulo Freire denominó “bancaria”.

“Civilizar a los bárbaros” fue una consigna de enorme potencia política


porque funcionó como soporte de un sistema exitoso, por suerte pocos se
animan a reivindicarla por su evidente sesgo discriminatorio. “¿Es el
lenguaje de la diversidad la solución? Pienso que no. En el uso que se viene
haciendo de “diversidad” y de “atención a la diversidad” hay una distancia
descriptiva: la diversidad está ahí fuera, es ajena a mí, no soy yo, son ellos,
los diversos (y por tanto, no tiene por qué implicarme; tan sólo la describo,
la catalogo), pero son eso: sujetos connotados con atributos de
diferenciación, en vez de historias personales de cada ser”.

La diversidad de tradiciones culturales y estilos de vida fueron uno de los


enemigos durante la configuración de nuestro sistema educativo. Nuevas
voces demandan un cambio en el discurso y en las prácticas escolares
frente a la diversidad, aunque frecuentemente generan nuevos enunciados
de la exclusión. En las primeras visiones los niños eran salvajes o
diferentes que debían ser civilizados, adaptados y moldeados, en las
últimas cada niño es como es y soló podemos mirarlos sin intervenir en su
historia. Así pasamos de la omnipotencia de querer dejar una marca en el
otro a la prepotencia de impedir que cualquier otro deje una marca en
nosotros; de la imposición de un arbitrario cultural a una tolerancia donde
la diversidad es inexpugnable.

La función de la escuela es dejar la marca del mundo en los estudiantes


para que ellos puedan, dejar una marca en el mundo. Sin perder de vista
esta idea, el nuevo lema en educación debe ser incluir a todos (Siede;
2007), lo cual implica abrirles las puertas de la experiencia cultural que han
llevado a cabo las generaciones anteriores, con sus conquistas histórica,
con sus preguntas abiertas y sus tensiones. Educar debe ser habilitar lo
público a las nuevas generaciones, para que ellos participen en la
construcción de lo común. Chicos y chicas tienen derecho a esperar que
una perta al mundo se abra en la escuela. La escuela puede provocar,
invitar sin someter, dar herramientas para labrar la propia subjetividad u
para construir proyectos colectivos. Es por ello que los chicos y chicas
tienen derecho a que la escuela los ponga en contacto con lo que no
conocen e, incluido con lo que no les interesa porque no han tenido
oportunidad de dejarse interesar.

La escuela no puede quedar indemne en este proceso, pues cada estudiante


porta una biografía y a la vez una singularidad que busca ser reconocidas
en el espacio público del aula. El desafío de la pedagogía actual es habilitar
la palabra de la diferencia, para que la escuela y el mundo se enriquezcan
con el nuevo aporte, para que cada uno sea interpelado por la mirada de los
otros. Reconocer a cada uno implica abandonar la imagen del desierto, de
la tierra vacía en la mente de los otros, del estudiante que es definido como
alguien que no sabe, no quiere, no puede, no dicen no hace, no acepta, no
busca o no encuentra. Sólo empezamos a supera la imagen del desierto
cuando dialogamos con nuestros alumnos para saber qué saben, qué
quieren, qué pueden, qué dicen, qué hacen, qué aceptan, qué buscan y qué
encuentran. Reconocerlos como sujetos de derecho es entender que cada
cual tiene una historia y unas circunstancias.

El aula un escenario para trabajar en equipo

Estanislao Antelo (2014) nos propone pensar nuestras prácticas docentes a


partir de los siguientes interrogantes: ¿A qué llamamos enseñar? / ¿Por
qué hay que enseñar? / ¿Para qué enseñar? / ¿Qué hay que enseñar? /
¿Cómo hay que enseñar?

En la discusión en equipo, la perspectiva de una persona moviliza la de


otra, una idea sugiere otra y reconciliando ideas diferentes, se produce una
liberación de la inteligencia, para esta actividad les proponemos analizar
nuestras prácticas educativa a partir de los siguientes interrogantes.

¿Cuáles creen que son las causas que llevaron a las y los estudiantes a
repetir?, ¿Cuáles son las causas que llevaron a las y los jóvenes a
abandonar la escuela?, ¿En qué aspectos tiene la escuela mayor
posibilidad de incidir en revertir esas tendencias?

También les proponemos indagar acerca de ¿Qué tipos de aprendizajes


y/o habilidades se desea que logren los alumnos?, ¿Qué tipo de
enseñanza se considera que promueve este aprendizaje y/o habilidad?
¿Qué tendremos que modificar como colectivo docente para lograrlo?,
¿Con qué instrumentos vamos a evaluar si se ha alcanzado el logro?

Y para finalizar esta primera parte, les sugerimos explorar e indagar… ¿Si
tuviéramos que pensar en el uso de “recetas” o estrategias para ser
incorporadas en propuestas de enseñanza, qué criterios priorizaríamos y por
qué?

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