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I.E.S. “JUAN MANTOVANI” Prof. De Educación Superior en 2.

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Ciencias de la Educación PORTAFOLIO de
PEDAGOGÍA
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CLASE 03 Tema: La alianza escuela-familia


Estamos asistiendo a la clase 3, que nos plantea como
objetivo analizar el dispositivo alianza escuela-
familia, centrándonos en la comprensión de su génesis y
cambios que fueron atravesando al vínculo, a través del
tiempo.

Así mismo comenzaremos una reflexión desde la perspectiva del presente tema que
desarrollaremos en relación con la situación actual del escenario educativo frente al
contexto de pandemia. Preguntándonos sobre algunos de los desafíos que la realidad
presente plantea a esta alianza escuela familia.

Haremos desde el comienzo una aclaración que deberá permanecer cuando abordemos
las clases y materiales de la unidad. Nos referiremos con el término “escuela” en
numerosas ocasiones, siempre teniendo presente que estaremos refiriendo de manera
genérica a la institución educativa, y nuestra reflexión estará siempre orientada con una
mirada en particular a la educación secundaria.

  

Entre los siglos XVIII Y XIX fueron sucediendo un conjunto de dispositivos (producto de


ideas pedagógicas), en términos de Foucault, que fueron conformando a la escuela
moderna.

Se considera determinante en la configuración de esta escuela, a la obra de Juan


Comenio, que con su destacada incursión en la pedagogía, dio origen a una propuesta
que integró todos los elementos que caracterizaron a la escuela durante siglos.

La institución escolar así se va gestando y consolidando, sosteniéndose en una


sociedad que no sólo aceptaba sus valores, sino que se sometía a su discurso y a
su accionar “civilizatorio”.

PROFESORA: HERRERA, MARIANA 1 ALUMNA: MEZA, JESSICA


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Fue fortaleciéndose en forma acelerada como institución particular y referente dentro de


una sociedad que veía surgir a los Estados nacionales (un nuevo modelo político), y a
una estructura que incide en los individuos en una esfera de control de sus vidas, mayor
que la que conocieran bajo señores feudales y monarcas, un control más abarcante y
minucioso.

Las escuelas no escaparon a este control, y el liderazgo inicial de sus educadores se fue
fundiendo en manos del Estado- Educador.

Se puede pensar que la condición esencial para la conformación de la escuela moderna


surgiera de una cesión primaria (ya enunciada en la obra de Comenio), es decir, para que
existiera la escuela, las familias debieron ceder a sus niños a los educadores. Transición
que se fundamentaba en un discurso pedagógico (y especialistas), que prometía un
mejor trayecto educativo del niño. Recordemos que asomaba la división social del trabajo.
Comenius se entusiasmaba ante el hecho de que en conjunto los niños reforzaban su
ejemplo durante el trabajo escolar.

El niño fue así objeto de una decisión adulta conjunta, padres - educadores, y fue
colocado en una institución que prometía educarlo en forma más acabada puesto que su
función era específica y su tiempo estaba destinado por completo a ese fin. Sin duda, y a
pesar de la seducción de los argumentos, no fue sin obstáculos que la escuela se fue
abriendo paso e imponiendo su presencia.

La masividad de niños escolarizados generó una mayor necesidad de control de los


mismos y se requirió de la normativa necesaria para mantener la estructura escolar y
la obligatoriedad de la asistencia. En este sentido se entiende, ejercida la violencia
primera, la violencia simbólica, niños arrancados de sus hogares, una segunda etapa
fue de mayor agresividad: la presencia de las fuerzas públicas forzándolos a ir a la
escuela.

Así, aunque algunos niños se resistían a ser escolarizados, la gran mayoría aprendía a
convertirse en “alumno”, en sujeto heterónomo, obediente, sumiso, dependiente, y se
dejaba conducir por los laberintos de la escolaridad. Los padres sentían la seguridad de la

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labor que se ejercía con sus hijos. Los educadores actuaban fijando sus propias reglas en
su campo sobre sus educandos.

El acuerdo de adultos parecía mantenerse saludablemente. Había un orden


establecido y ese orden daba seguridad. Esta situación, sin embargo, irá sufriendo una
significativa transformación a medida que la sociedad vaya alterando su fisonomía.

Los referentes teóricos, explican el pasaje del niño del mundo hogar al mundo-escuela,
recurriendo a la figura de una alianza: la alianza escuela familia.

Esta idea de una alianza remite a un pacto de buena voluntad, a un contrato con


intereses comunes, a un acuerdo de partes. El campo común es el niño, hijo para los
unos, alumno para los otros. Al niño le toca asumir repentinamente una nueva identidad,
aceptando, entendiendo y dominando sus códigos.

Este dispositivo, la alianza escuela-familia, significó


la génesis de la institución escolar, fue un dispositivo fundante y determinante de la
misma existencia de la escuela. Y al analizar este hecho se advierte que más allá del acto
concreto de desplazamiento de un hijo de un ámbito a otro, existe un desplazamiento más
sutil: la concesión (o cesión) de la autoridad sobre el niño.

Para el padre, el hecho de ceder parcialmente su autoridad, es algo nuevo y extraño,


mientras que para el maestro es una forma de reforzar la legitimidad de su rol y para
el niño es un redoblar su condición de “vigilado”, su heteronomía, su dependencia. Es
responder a dos señores. El esquema funciona, si el orden social lo acompaña.

Para la alianza escuela-familia quedaba claro que el niño tenía un doble rol: hijo y


alumno, el padre ejercía su poder en el hogar, el maestro en la escuela, el niño en el
hogar era posesión del padre, en la escuela del maestro.

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Una autoridad compartida para la familia, una autoridad adquirida por el educador,


una autoridad duplicada sobre el niño, en definitiva, era la autoridad el elemento común
de sus campos, la expresión de poder socialmente aceptada.

Los aliados se reparten la autoridad, y este ejercicio de poder estaba basado en la


convicción de la necesariedad del disciplinamiento del infante para su desarrollo social.

Así la escuela estructurada, tenía autoridad, predicamento, y determinaba los rumbos


sociales. Era “la Escuela” con mayúscula. Reinaba como tal, como centro de formación,
como poseedora de saberes.

Es entonces precisamente esa función, su función específica, la que se ve seriamente


dañada, cuando el devenir social deja de lado los valores propios del mundo que la vio
nacer y va adquiriendo nuevos referentes, orientaciones y filosofías, y se introducen en
su panorama otras agencias que, sin proponérselo, compiten con ella en su rol de
educar: los massmedia, el avance tecnológico, los nuevos símbolos sociales a los que
ahora está sujeta.

La escuela siente que le ha tocado a ella el turno de ser objeto de violencia y se la ha


despojado de su legitimidad, de su apostolado del saber, de su hegemonía.

Es un hecho que el avance tecnológico ha causado en gran medida el debilitamiento de la


escuela. Los niños aprenden también fuera de la escuela, sin necesidad de gradualidad,
de normativa, encierro, de relaciones asimétricas, y sin siquiera disciplinamiento.
Aprenden en un contexto social que los coloca en epicentro de múltiples miradas y
estudios científicos especializados.

El otrora niño-adulto que no tenía espacio propio, o el más tarde niño-niño,


infantilizado en gran medida por el proceso de escolarización, se conjugan en el niño
entronizado que exhibe entre sus atributos una tendencia marcada a
la desinfantilización: niños desrealizados o hiperrealizados, muestran esta realidad.

A su vez, es ahora el adulto el que, viviendo en una sociedad de incertidumbres, de


relativismo moral, fragmentación, individualismo, transformación constante, parecería

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estar bajo un proceso de infantilización. La adaptación del adulto es difícil y lucha por
encontrar su espacio social, sucumbe a los mandatos de actualidad, se metamorfosea y
deja de entenderse a sí mismo, buscando que se encarguen de ello los especialistas
(profesionales y no profesionales) en los laberintos de la mente.

En este cuadro social alterado, la institución escolar fue quedando a la deriva, las


familias como núcleos fuertemente estructurados han quedado a la deriva y los niños,
carentes de límites y de referentes han quedado especialmente a la deriva. Los tres
componentes de la alianza luchan por su supervivencia buscando acomodarse al nuevo
orden.

                                                             

Como afirmamos antes: la escuela perdió su rol civilizatorio: debe adaptarse al afuera,


a las familias. En una sociedad regida por la lógica de mercado, la escuela tiene que salir
a competir, es ahora la escuela la que tiene que satisfacer las demandas, estas
constituyen una verdadera sobrecarga que complejizan su tarea.  Es para las instituciones
escolares un constante desafío decidir qué demandas deberá priorizar: ¿Las del Estado?
¿Las de los padres? ¿Las del padre? ¿Las de la madre? ¿Las de los alumnos? ¿Las de
otras agencias?

La escuela debe readaptar sus componentes rígidoss, revisar sus metodologías,


contenidos, tornarse democrática, abierta participativa, convertirse en centro asistencial y
además, educar. Todo esto siendo a su vez hipercontrolada desde distintas esferas, tanto
que algunos autores hablan de la “escuela paralítica”.

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Entonces ¿Qué ha ocurrido con la alianza escuela-familia? ¿Cuál es la relación que


existe entre ambas instituciones en naufragio? ¿Cuál es la realidad de sus lazos?
¿Hay alianza? ¿Aliados? ¿Existe un acuerdo genuino, reflexivo, maduro, adulto?

Surgen aún más preguntas: ¿Qué actitud recíproca tienen los “aliados” del siglo
XXI? ¿Se buscan o se rechazan? ¿Se siguen necesitando? ¿Cuál es hoy la base de esa
necesidad, si la hay?

El postmodernismo instauró un orden diferente, cuyos valores y lineamientos están


sujetos en gran medida a la lógica de mercado, a la que la escuela, naturalmente, no
pudo escapar.

En este nuevo contexto, en el que la crisis de autoridad se hace palpable al punto que
toda autoridad resulta sospechada, emerge una institución escolar debilitada, que no
estaba preparada para recibir modificaciones abruptas y continuas, ni para uno de sus
más desestabilizadores resultados: las relaciones simétricas.

La escuela está en crisis y lo sabe, también lo saben las familias que adoptan una
actitud de ofensiva desordenada. Los padres por su parte, sienten esta refracción y
actúan desautorizando a la escuela, descalificándola con frecuencia: “¿Para qué sirve lo
que hacen allí?, muestras de las marcas sociales del disconformismo de la actualidad.

Si hoy, aunque tan desgastada, la alianza aún se mantiene, es porque los padres


necesitan de la institución escolar, sus hijos están más resguardados, están
siendo “atendidos”. La escuela soluciona los problemas sociales, aunque no
necesariamente resuelve lo educativo.

Frente a esta realidad sin embargo, la escuela sabe que tiene oportunidad
de sobrevivir. Percibe el riesgo de debilitar aún más su alianza con los padres , pero le
cuesta asumir una actitud decidida y abrir sus puertas a una verdadera participación,
hacer real su comunidad educativa.

En realidad, la escuela teme a los padres, a que la autoridad de éstos se imponga en su


recinto, a que se expongan sus propias debilidades, a que se irrumpa en su especificidad,

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a no saber interactuar, a convertir su alumno en un híbrido sobre el que definidamente no


podrá ejercer casi influencia, dejará de ser su producto. ¿Qué motivaría entonces su
tarea? ¿No perdería su razón de ser?

La escuela observa a sus “pequeños” manejar un lenguaje simbólico de adultos y no llega


a entender demasiado bien cómo hacer para tutelarlos, para protegerlos, son niños
desprotegidos que no se dejan proteger. Observa también a las familias que aún le
delegan, ya no autoridad, sino responsabilidad, entregan a sus hijos a otra paternidad.

Los educadores reaccionan ante esto constituyéndose en severos jueces de los padres y
éstos exhiben una actitud de despreocupación - “que la escuela se haga cargo” - del
“campo común”. El campo común (alumno -hijo) frente a esta tirantéz, se siente liberado
del doble tutelaje, juega al adulto. Y sin embargo no entiende por qué sufre, porqué se
rebela, por qué se siente indefenso.

Familia y escuela se desconocen y se juzgan mutuamente, sin


embargo, se necesitan, se siguen necesitando, y lo saben.                                   

La escuela sabe que sola no puede, que debe


generar vínculos habituales y no ocasionales, potenciar
relaciones funcionales y no disfuncionales, que tarde o temprano deberá abrir sus puertas
a una participación verdadera y ofrecer un ámbito de colaboración de las partes.

Sabe que necesita re-pensarse, encontrar las líneas de su identidad y no olvidar o


permitirse deformar su razón de ser. Tal vez sería oportuno que encontrara sus propias
fuerzas desde una perspectiva razonable entre lo que proyecta de la sociedad, y lo que
busca modificar en ésta.

Es necesario que continúe siendo una “sociedad embrionaria” tal como la


concebía John Dewey, que recupere el respeto por haber demostrado una labor reflexiva
sobre su propia existencia, que encuentre las bases de su legitimidad en el diseño
de nuevos ideales que den repuesta a las necesidades sociales, y reasuma su función
educativa marcando rumbos a través de ella.

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La adhesión de las familias vendrá así por añadidura, y los hijos serán resituados en un
esquema en el que el respeto mutuo de los adultos será una base de seguridad
emocional para ellos. La escuela volverá a ser un sitio importante para los niños, de
menos encierro, de mayor apertura, con una dinámica que integre todo su universo y que,
en consecuencia, se asemeje más a la realidad: sin estereotipos, sin doble discursos, sin
fisuras.

De acuerdo a Miguel Ángel Santos Guerra, para que esto sea posible deberá ocurrir un
“colapso de certidumbres”. Y en este sentido Sandra Carli señala que, son los niños los
que invitan a redefinir la escuela, y menciona la necesidad de una mirada en tres
dimensiones para repensarla, esta triple visión integra los elementos más importantes
del pasado del presente y del futuro: volver a colocar la condición humana en
el proceso educativo, adoptar una nueva posición educadora y potenciar demandas y
autocríticas.

Culminamos la clase con una referencia a W. Carr, quien señala en este sentido,
resultaría útil que la escuela deje de mirar al postmodernismo como una amenaza a la
educación emancipadora y lo perciba como un desafío para reconceptuar la educación y
la democracia. Se hace necesaria la inteligencia social, puesto que es la que desarrolla la
capacidad de resolver los problemas sociales.

Acaso… ¿No tienen los educadores en sus manos el mejor instrumento concebido


para transformar, construir y generar progreso?

                 

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Ensayo científico                           
Retomando las afirmaciones sobre el estado de quiebre o de
debilidad actual de la alianza escuela-familia, el rol desdibujado
del sujeto alumno-hijo, la necesidad y posibilidad de que la escuela
se reinvente frente a una sociedad que demanda su reafirmación, direccionaremos ahora
la reflexión hacia el contexto actual de pandemia que estamos atravesando como
sociedad y como docentes en ejercicio y/o en formación. Con la intención de comenzar a
pensar de qué manera es posible que las instituciones educativas y las familias se
dispongan, frente a este nuevo escenario socio-educativo, a unificar sus fuerzas, a
visualizar la realidad presente como una oportunidad de recomenzar a fortalecer  o
construir nuevos lazos entre ellas, con el propósito de sostener la educación y trayectoria
de sus hijos-alumnos.

Entonces, recordamos que la pregunta problematizadora en torno al cual se realzará el


ensayo científico es:

¿Cuáles son los desafíos actuales para la educación secundaria en la enseñanza y


el aprendizaje en tiempos de pandemia?

Ahora bien, desde nuestra unidad nos proponemos afinar la mirada de esa parte de la
realidad educativa a indagar, y en este sentido nos planteamos como una posibilidad,
direccionar la reflexión considerando el siguiente interrogante:

En el contexto actual ¿De qué manera puede resignificarse la alianza escuela-


familia, de modo que contribuya al sostenimiento de la trayectoria escolar de los
alumnos y a las prácticas de enseñanza-aprendizaje?

PROFESORA: HERRERA, MARIANA 9 ALUMNA: MEZA, JESSICA


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Como hemos mencionado antes al presentar el ensayo, se ofrecerán algunas fuentes de


base que les permitan comenzar a introducirse en el abordaje del tema del ensayo, y
continuar así con la búsqueda, investigación y recopilación de información en otras
fuentes, desde sus equipos de trabajo.

Estas fuentes que se recomiendan considerar, son documentos pedagógicos de Unicef


Argentina, organizados en la serie: LOS EQUIPOS DE CONDUCCIÓN FRENTE AL
COVID-19: CLAVES PARA ACOMPAÑAR Y ORIENTAR A LOS DOCENTES, LAS
FAMILIAS Y LOS ESTUDIANTES EN CONTEXTOS DE EMERGENCIA.

Se encontrarán disponibles en la sección: materiales de estudio.

Será hasta la próxima clase.

ACTIVIDADES de la Clase:

 Continuar trabajando en la carpeta personal del alumno.

Guía de lectura de la clase:


¿Qué relación se establece entre la alianza escuela-familia y el origen de la
institución, escolarización?
2- Frente a una alianza escuela-familia en quiebre, debilitada ¿Qué
consecuencias se evidencian en el sujeto pedagógico?
3- ¿Qué se demanda de la escuela para su sobreviviencia?
Descargar y leer los documentos pedagógicos de sección materiales de
estudio.

Bibliografía:

Mirta Citera (2007) Alianza escuela-familia, ¿Alianza escuela-familia?

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