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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Quiero agradecer a L.A. Borgaard, un increíble lector beta. Escribir


puede ser un proceso muy solitario, así que agradezco haber encontrado a
una persona que conecta con todos mis personajes, entiende los tonos,
siente lo que escribo y encima conoce todas esas molestas reglas
gramaticales. L.A., muchas gracias por el tiempo y la energía que gastas
en ayudarme a poner a punto mis libros y por los grandes consejos y
ánimos.

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Capítulo 1

NOAH—PRESENTE

MI MENTE siguió registrando un sonido persistente y molesto. Logré


detenerlo durante un rato, pero volvió de nuevo.
«Beep –beep –beep».
¿Qué era ese ruido? A lo mejor logro averiguar de dónde viene y
pararlo. Agh; eso supondría abrir los ojos y tengo los párpados muy
pesados. No creo haberlos sentido nunca así.
El sonido era cada vez más alto, o yo era más consciente de ello. Y
olía raro. No a sucio, pero tampoco era un olor agradable. Era químico,
fuerte.
«Beep –beep –beep». ¿Qué es eso? ¿Es que hemos comprado un
nuevo despertador? Nunca hemos necesitado uno. El cuerpo de Clark tiene
la asombrosa habilidad de saber la hora hasta cuando está dormido y
nunca permitió que durmiéramos hasta tarde.
«Beep –beep –beep».
A lo mejor puedo alcanzarlo y detenerlo. Para eso no necesito abrir
los ojos, solo levantar el brazo. Ah, eso también resulta pesado. Y duele.
¿Por qué me duele el brazo? No solo el brazo, también la pierna. Las dos.
Y siento mucha opresión en el pecho, como si algo estuviera ardiendo.
¿Qué diablos está pasando?
Clark. Necesito a Clark. Él hará que mejore.

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Intenté llamarlo, pero sentía la lengua hinchada y la boca llena de


algodón. Hice un esfuerzo para concentrar cada gramo de energía
disponible. Sabía que solo podría pronunciar una palabra y todo iría mejor.
Él haría que todo mejorara.
—¿Clark?
La voz me salió débil y quebrada, completamente extraña.
—Oh, Dios mío, Noah. ¿Noah, puedes oírme? ¿Estás despierto?
En un abrir y cerrar de ojos, el dolor y el cansancio se transformaron
en rabia. Eso es, si pudiera parpadear, que no puedo, ya que hacerlo
requiere abrir y para eso hace falta fuerza en los ojos, fuerza que al parecer
no tengo. Un momento, ¿puedo alzar dos veces el peso de mi cuerpo y me
quejo de la falta de fuerza de mis párpados? ¿En serio? De todos modos,
esa no era la voz de Clark. Y lo bueno de la rabia es la adrenalina y eso me
dio fuerzas para pronunciar más palabras.
—¿Qué es lo que has hecho, Ben? ¿Dónde está Clark? ¿Qué le has
hecho a Clark?
Cuando se me empezó a aclarar la cabeza, sentí pánico. Un pánico
profundo, de los que te roban el aliento, un pánico que te acelera el
corazón y te hace sudar. No podía mover el cuerpo ni abrir los ojos y mi
amante no estaba allí. Fue esto último lo que realmente me aterrorizó.
—Si le has hecho daño, Ben…te juro que te mato. ¿Qué demonios le
has hecho a Clark?
Mi voz empezaba a ser más fuerte y el pitido también sonaba más
fuerte, o quizá más rápido, no estoy seguro. Con un gran esfuerzo por fin
logré abrir los ojos.
Delante de mí había una apagada y grisácea sombra blanca. Podía ser
cualquier cosa. Las paredes, los azulejos acústicos del techo, las luces
fluorescentes, las sábanas, todo era de un deprimente color blanco.
¿Dónde diablos estoy? Había una televisión sujeta a la pared, con
una bandeja de metal debajo y cerca, una puerta. Me cubrían unas sábanas
blancas, bastas y pesadas. Ah, y sin olvidar el pitido. El siempre presente
pitido.

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—Yo no he hecho nada. Has sufrido un accidente, Noah. Llevas


inconsciente varias semanas. He estado muy preocupado. Gracias a Dios
que por fin estás despierto.
Sentí que me tomaba una mano con las suyas y me obligué a enfocar
los ojos en la cara de mi hermano. Su habitual pelo perfecto estaba
desarreglado, tenía la camisa arrugada y los ojos húmedos. Nada de eso
era habitual en mi hermano, pero lo que más me llamó la atención fue que
parecía más viejo, no solo estaba demacrado. Su cara de estrella de cine se
veía más vieja.
La última vez que lo había visto había sido hacía dos años, lo que
hacía que tuviera, ¿qué?, veintiocho el mes que viene, solo un par de
meses más joven que Clark. ¿Tanto había envejecido en dos años? Un
momento, ¿había dicho semanas? Parpadeé y me obligué a centrarme en lo
que era importante.
—¿Dónde está Clark? —Mi hermano parecía ansioso y
sorprendido—. ¡Maldita sea, Ben, contéstame! ¿Qué le pasa? ¿Dónde
está? ¿Estaba en el accidente? Quiero verlo. Necesito verlo. ¿Dónde está?
El pánico casi me cegaba. No podía respirar y todo empezó a
volverse negro.
Clark no me hubiera dejado solo en un hospital a no ser que
estuviera… No. Ni siquiera me permití terminar el pensamiento. El pitido
estaba más cerca, era incesante, largo y continuado.
—¿Qué está sucediendo aquí? ¡Oh! Está despierto. Avisaré al doctor.
Una mujer corpulenta con uniforme rosa pasó al lado de mi hermano,
buscó por encima de mi cabeza y giró el dial de una máquina que tenía al
lado, logrando por fin parar ese horrible pitido. Ale-joder-luya.
—¿Señor Forman? ¿Puede oírme?
Cerré los ojos, respiré lentamente y me centré en la enfermera.
—Por supuesto que puedo oírla. Por favor, ¿me puede decir dónde
está mi pareja? Clark Lehman. ¿Es paciente aquí? ¿Está bien? Necesito
verlo. Por favor.
Ella pareció confundida, abrió la boca para contestar y entonces…

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—Señor Forman. Es maravilloso verlo despierto. Soy el doctor


García.
Un hombre de cabello oscuro, con un pantalón de vestir gris
marengo, camisa azul de manga larga y una bata blanca, agarró una
linterna del bolsillo y me iluminó los ojos.
—¿Puede seguir esa luz, señor Forman?
La luz se movió de un lado a otro. Le seguí la corriente durante unos
cinco segundos, antes de volver a mis preguntas.
—Dr…
—García. doctor García.
—Sí, lo siento. Escuche doctor García, me encantaría seguir su luz o
cualquier otra cosa, pero primero necesito que alguien me diga dónde está
mi pareja. De verdad que estoy empezando a asustarme. Debería estar
aquí. Sé que si pudiera, ya estaría. Necesito saber si algo le ha sucedido a
Clark.
Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Él no podía… No era
posible. Si lo estuviera, yo lo sabría.
—¿Está…? —Tragué e hice un esfuerzo para continuar—. ¿Clark…
está muerto?
Dolía hasta pronunciar las palabras. Era un dolor que consumía, que
no dejaba sentir nada más, un dolor de esos que no-dejaba-razón-para-
vivir. Cerré los ojos para paliarlo y volví a caer en la oscuridad.

CLARK—PASADO

BENJAMIN FORMAN medía más de metro ochenta, tenía los hombros


anchos, la cintura estrecha y los músculos definidos. Su cabello era
abundante, de color almendra y siempre en perfecto estado, con cada pelo
en su sitio; los ojos eran grandes y marrones y le brillaban cuando se reía,

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tenía unos labios rojos y llenos, la nariz recta, mandíbula fuerte y una cara
guapa perfectamente simétrica, que cualquier modelo podría haber
envidiado.
Estaba en las alineaciones de los equipos de baloncesto, béisbol y
fútbol del instituto. Pertenecía al consejo estudiantil, a los cuadros de
honor y dos tardes a la semana se ofrecía como voluntario para enseñar
inglés a estudiantes que lo tenían como segundo idioma. En el último año
había sido votado rey de la promoción, de la graduación, el más guapo y el
que más opciones tenía para triunfar. Y además, era mi mejor amigo.
Ahí estaba yo, el nuevo en la ciudad, pasando mucho tiempo con el
señor-tú-eres-demasiado-perfecto-para-ser-real. Esta debería ser la parte
en la que cuento que estaba colado por Ben. Y en un cuento de fantasía
hecho realidad, diría que después de meses y hasta años de angustia y
trauma, él habría admitido que estaba loca y profundamente enamorado de
mí. Pero no era el caso. A Ben le iban las chicas y yo nunca había tenido
más sentimientos que los de una amistad platónica. Simplemente no era mi
tipo. Aunque por otro lado, su hermano me había cautivado desde el
momento que lo vi. Noah Forman fue mi todo desde el primer día.
Intentar describir a Noah es como tratar de describir el viento durante
una tormenta. Uno puede sentirlo y olerlo alrededor aunque no lo pueda
ver. A veces, el viento es tan palpable que literalmente se puede probar sin
abrir mucho la boca. Y, si es una gran tormenta, el viento puede ser
salvaje y caótico, como si viniera de todas partes. Ese es Noah. No es que
uno no lo pueda ver, por supuesto; el hombre no es invisible. Es que su
esencia es tan poderosa que los ojos no son necesarios para verlo. Por lo
menos yo nunca los he necesitado; mi reacción hacia él siempre ha sido
visceral y abrumadora.
Ya sé que describir a alguien como salvaje, caótico y que se acerca a
uno desde todas las direcciones puede hacerlo parecer como una persona
voluble, alguien sin dirección o compromiso. Pero ese no es Noah, para
nada. De algún modo, logra unir lo salvaje y libre con la dedicación y la
seguridad. Y siempre ha estado comprometido conmigo, desde que lo
conocí, cuando yo tenía diecisiete años y Noah trece.

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MI MADRE y yo acabábamos de mudarnos a Emily City para vivir cerca


de mis tíos para que ellos pudieran ocuparse de mí en caso de que ella
muriera antes de yo cumplir los dieciocho años. Ah, sí; ¿he mencionado
que ese año estaba perdiendo a mi mejor amiga? No he cambiado de tema;
mi madre era mi mejor amiga. Y yo el de ella.
Nunca conocí a mi padre, lo que no suponía una tragedia griega ni
nada por el estilo. Mi madre y yo estábamos muy unidos; siempre
habíamos sido ella y yo. Nunca pensé mucho en mi padre, pero cuando
preguntaba, ella hablaba muy bien de él. Decía que era una buena persona,
que era un hombre serio, inteligente y guapo, con ojos azules como los
míos. Cuando se quedó embarazada no se conocían mucho, y cuando ella
se enteró de que yo venía de camino, ellos ya se habían separado, de forma
amigable, como todas las separaciones de mi madre. Nadie podía
permanecer enfadado con ella.
Mamá había pensado decirle que iba a ser padre, pero para entonces
él ya había dejado la ciudad en busca de pastos más verdes; además,
siempre había dicho que no estaba interesado en hijos o en el matrimonio.
Así que supuso que no había motivo para alterarle la vida. Tenía cuarenta
años, un buen trabajo como conservadora de obras de arte y siempre había
querido tener un hijo. Por lo tanto decidió tenerme. Consideraba que yo
era su responsabilidad, no la de él.
Nunca me impidió buscarlo ni me hizo sentir un traidor o algo por el
estilo si lo hacía. Pensé que quizá lo haría algún día, solo para ver cómo
era físicamente y hacerle saber que tenía un hijo por ahí. Pero aún no
había llegado ese momento cuando llegó el día que le diagnosticaron a mi
madre un cáncer de ovarios. Cuando los doctores lo descubrieron, ya no
podían hacer mucho por ella, más que sostenerle la mano durante las
agresivas sesiones de quimioterapia y mantener la esperanza de que
pudiera ser una de las pocas personas que sobreviviera a la enfermedad.
Era pequeña, apenas uno cincuenta y pesaba unos treinta y nueve
kilos. Yo había heredado la estatura, complexión y los ojos de mi padre y
a los dieciséis años ya era más alto y corpulento que ella. El día que me
habló del diagnóstico que le habían dado, nos sentamos en el sofá de

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imitación de cuero color púrpura que teníamos en nuestra pequeña casa de


la playa y yo la sostuve entre mis brazos mientras lloraba. Cuando nos
quedamos sin lágrimas ni pañuelos, me dijo que tendríamos que
mudarnos. Quería estar en algún sitio dónde yo pudiera quedarme si
pasaba lo peor y ella no lograba salir adelante.
Esa era mi madre, siempre tan franca. Nunca edulcoró las cosas ni
me trató como a un niño. Ambos sabíamos que sus posibilidades de
supervivencia eran escasas y no iba a insultar mi inteligencia pretendiendo
otra cosa. Yo amaba y apreciaba esa faceta de ella, aún cuando parte de mí
quería enterrar la cabeza en la arena y hacer de cuenta que no estaba
enferma, que no se estaba muriendo y que no iba a dejarme solo en el
mundo.
Así que ese día en el sofá, mi madre me dio la opción de encontrar a
mi padre o irme con ella a vivir cerca de su hermana en Emily City. Como
ver a mi padre no guardaba gran interés para mí, elegí lo segundo, sin
saber que podría encontrar mi verdadero hogar allí. Y no estoy hablando
de la casa de mis tíos. Me estoy refiriendo a Noah.

EMPECÉ el colegio a mediados de ese año, pero enseguida me puse al día.


Los trabajos de clase no me resultaban particularmente difíciles y
socialmente lo llevaba bien. En cuanto empezó la temporada, me uní al
equipo de béisbol, sabiendo que sería un modo de hacer amigos. No era un
gran atleta, pero tampoco terrible. Básicamente, lo hacía bastante bien,
suficiente para entrar en el equipo y no quedar mal.
Ben Forman era el mejor jugador del equipo. Podía haber sido el
capitán, salvo que los entrenadores reservaban ese privilegio a los
mayores. Así que Ben y yo jugamos juntos al béisbol y como ambos
éramos menores, también compartimos algunas clases. Y un día, durante
el almuerzo, me llamó para sentarme con él y otros chicos, cosa que se
convirtió en rutina. Y así fue como él se convirtió en la miga de pan en el
camino que me condujo a casa, que me llevó hasta Noah.

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Todo empezó un viernes cualquiera; no tenía ni idea de que mi vida


estaba a punto de cambiar. Diablos, la palabra cambio es un eufemismo;
mi vida iba a mejorar; iba a eclosionar; iba a comenzar.
Esa noche después del partido, Ben había invitado a parte del equipo
a dormir en su casa. Había oído decir a los otros que Ben llevaba un par de
años sin tener gente en casa y todos estaban muy entusiasmados con la
invitación. Casi rechacé ir porque me preocupaba por dejar a mi madre,
pero ella había insistido.
—Te vendrá bien pasar una noche lejos de aquí, querido. No te
preocupes por el temor a perderte algo excitante; contaré las veces que
vomite durante la noche y te informaré mañana cuando vuelvas.
El hecho de que pudiera bromear mientras su cuerpo se estaba
derrumbando delante de sus ojos era una prueba de su fuerza y buen
carácter.
—¿Estás segura? Sabes que si me necesitas, no me importa
quedarme.
Vivíamos en un apartamento pequeño de dos dormitorios, desde
donde se podía ir andando hasta la casa de mis tíos. Tenía mi propia
habitación, pero dormía en la de mi madre. De ese modo podía darle
cualquier cosa que necesitara durante la noche y ayudarla a ir hasta el
cuarto de baño cuando le venían las náuseas, que era constantemente.
Ella se alzó de la cama con manos temblorosas y me palmeó la
mejilla.
—Por supuesto que te necesito, dulzura. Eres todo mi mundo. Pero
tengo todas las medicinas, la enfermera vendrá a las cinco y es probable
que duerma casi todo el tiempo. Estaré bien.
La abracé con suavidad. Era piel y huesos y me preocupaba romperla
si apretaba muy fuerte.
—Lamento no poder ver tus partidos, querido. Ya sabes lo que me
gustaría poder hacerlo.
Le besé la frente y aguanté las lágrimas. Tenía la piel fría y pegajosa.

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—No pasa nada. De todos modos, me paso todo el partido calentando


banquillo.
Bueno, no era cierto. No era un gran jugador, pero sí lo bastante
bueno como para rotar. Y no es que tuviera la costumbre de mentir a mi
madre, pero no quería que se sintiera mal por perderse los partidos. Sabía
que si pudiera, estaría allí.

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Capítulo 2

NOAH—PRESENTE

LUCHÉ contra la oscuridad y oí la voz de mi hermano. Estaba tan


enfadado, que casi gritaba. Me llevó unos segundos recordar lo sucedido;
estaba en el hospital y Clark no estaba allí. Clark. Necesitaba a Clark.
—¡No lo llamaré!
—Ben, por favor. Su hermano aún no está fuera de peligro. Su
cuerpo aún está débil y no puede soportar estrés o tensión de más. Ya ha
visto lo disgustado que estaba. Literalmente se desmayó a causa del tema
y no sé cuándo volverá a despertarse o si lo hará. Ha preguntado por su
pareja y por lo que me dijo la enfermera Smith, hizo lo mismo cuando ella
entró. ¿Cómo no entiende lo endeble que es la situación, Ben?
—Es usted el que no entiende. No podemos llamar a Clark Lehman.
Él es…
Oh, no acaba de decir eso. ¿Acaba de negarse a llamar a Clark? ¿De
verdad?
—Lárgate.
Hola otra vez. Bienvenido.
Mi hermano y el doctor García se giraron hacia mí, claramente
sorprendidos al oírme hablar. Logré que mi brazo izquierdo trabajara lo
suficiente como para empujar y alzar el cuerpo a algo que se asemejara a
una posición sentada.

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—Ya me has oído, Ben. Vete de aquí.


Se acercó a mí con los ojos llenos de dolor.
—Noah, escúchame…
Me giré hacia el doctor.
—Él no tiene derecho a estar aquí, como tampoco tiene derecho a
mantener alejado a mi compañero. —Miré a Ben de mala manera, sin
intentar ocultar el enfado y el odio que sentía en ese momento—. Somos
homosexuales, no estúpidos, Ben; a pesar de lo que puedas pensar.
Estaba tan furioso, que quería romperle la maldita tráquea por
entrometerse entre mi amante y yo. Moví los dedos y suspiré con
frustración cuando me di cuenta de que no tenía fuerza. Bueno, tenía que
conformarme con ignorar a ese pedazo de mierda. Miré al doctor.
—Mi médico es el doctor James Reed. Tiene una copia de mi poder
notarial de asistencia sanitaria. Por favor, llámelo y luego a mi pareja.
Estoy alejado de mi familia, doctor García y no los quiero aquí. En
especial a él.
Señalé a mi hermano con la cabeza pero rehusé encontrar su mirada.
El médico lo miró con tristeza.
—No sienta pena por él, doctor García. No sé lo que le ha dicho
mientras yo estaba inconsciente, pero la última vez que mi hermano habló
conmigo o con el hombre que lo creía su mejor amigo fue hace más de dos
años. Pregúntele la causa, doctor García. ¿O se la imagina?
—Noah, por favor.
Ben se acercó a mí un poco más. Apreté la mandíbula y hablé entre
dientes.
—Oh, ya veo. No estás con ganas de jugar a las adivinanzas. ¿Es eso,
Ben? ¿O no quieres exponer tu odioso trasero? Escúchame. Ya hemos
tenido suficiente, ¿de acuerdo? No vas a cambiar lo que somos, y
mantener a Clark alejado de mí mientras estoy en el hospital es una bajeza,
incluso para ti. ¡La única razón de que sigas de pie es que no puedo mover
el cuerpo, pero eso no durará para siempre, así que hazte un favor y
lárgate!

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El doctor corrió hacia mí y me puso la mano en el hombro.


—Noah, por favor, cálmese. Llamaré a su compañero, ¿de acuerdo?
¿Ha dicho Clark Lehman, verdad? Es muy inteligente al tener papeles
notariales, Noah, pero mientras permanezca consciente no los
necesitaremos. Puede tomar sus propias decisiones, incluyendo las
personas que pueden visitarlo, así que permanezca con nosotros, ¿de
acuerdo?
Asentí y me permití relajarme. Clark no estaba muerto; mi homófobo
hermano lo había mantenido alejado de mí. Durante seis años no habíamos
pasado ni una sola noche separados. No podíamos, ni queríamos, dormir el
uno sin el otro. Ben dijo que llevaba semanas en el hospital, lo que
significaba que había mantenido a Clark alejado de mí todo ese tiempo.
Por lo menos tuve la suerte de permanecer inconsciente todo el
tiempo. Ni siquiera quise pensar en lo que debió haber pasado Clark,
sabiendo que estaba herido y hospitalizado y teniendo que permanecer
lejos. Lo más probable es que estuviera desesperado; con un poco de
suerte, ver que me encontraba bien lograría hacer que se sintiera mejor.

CLARK—PASADO

ESA noche ganamos el partido y cuando llegamos a casa de Ben, todos


estábamos de excelente humor. Recorrimos el salón de la casa, miramos
vídeos, jugamos a distintos juegos, comimos comida basura y luchamos en
el suelo. A medianoche, la señora Forman nos dijo que era hora de ir a la
cama.
—Uno de vosotros va a tener que dormir en la habitación de mi
hermano. Yo solo tengo una litera extra y la cama nido.
Los otros dos gruñeron y Ben puso los ojos en blanco de manera
cómplice. Estaba claro que existía una historia y yo tenía curiosidad por
conocerla, pero su madre había dicho que era hora de dormir y no solía
desobedecer a la mía. Menos a la de otro.

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—Yo dormiré en la habitación de tu hermano, amigo.


Agarré la mochila de detrás del sofá, dónde la había tirado al llegar.
—Señala el camino.
Ben se rió por lo bajo y se levantó del suelo, vino hacia mí y me
palmeó la espalda.
—Hombre valiente. Su habitación queda al final del pasillo, la última
puerta a la derecha. Tiene baño incorporado.
En las dos horas y media que llevábamos en la casa, no había visto ni
un pelo del hermano y no estaba seguro si se encontraba en la casa. Me
colgué la mochila al hombro y miré a Ben.
—¿Está dormido? ¿Tengo que entrar en silencio?
Los otros dos soltaron más risas y Ben solo se encogió de hombros.
—¿Quién sabe? Puede ser algo…imprevisible y ruidoso, razón por la
cual, el año pasado mis padres cerraron un hueco en el garaje y utilizaron
mucho aislamiento. De ese modo, su habitación está lo suficientemente
alejada de las nuestras y no tenemos que escuchar sus, ejem, ruidos.
Empezaba a ponerme nervioso. Me moví de un pie a otro y me mordí
el labio inferior.
—¿Qué clase de ruidos?
Jim y Pete, los otros dos del equipo, intercambiaron miradas antes de
meterse en la conversación.
—Hombre, el hermano de Ben es un ejemplar raro. He oído que el
año pasado…
Pete no llegó a terminar la frase porque Ben se giró hacia él y gruñó.
—Eh, cierra el pico. Es mi hermano, cretino.
Decidí dejarlo pasar. Ben tenía razón; no era el momento ni el lugar
de hablar mal de su hermano. Además, no había ruido peor que el de
escuchar a mi madre llorar dormida y yo he vivido eso durante meses.

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—La última puerta a la derecha. Os veré por la mañana, capullos. —


Lancé besos al aire, logrando que Ben se echara a reír y de ese modo
relajar el ambiente. Iba por el pasillo con la cara sonriente pensando en lo
protector que era Ben con su hermano. Él podía decir cualquier cosa de su
hermano, pero que a nadie se le ocurriera decir nada. Así deben ser las
cosas. Después de todo, la familia es la familia. Al ser alguien que iba a
perder a la única familia que tenía, lo entendía mejor que nadie.
Cuando llegué a la última puerta, llamé con suavidad, sin querer
despertar al hermano de Ben, si de verdad dormía. No hubo respuesta.
Abrí un poco la puerta y asomé la cabeza.
Había dos camas individuales y la luz de la luna que entraba a través
de la ventana me permitió ver que estaban vacías. Imaginé que podría
estar en el cuarto de baño y no quise que se sobresaltara al entrar en la
habitación, así que dejé la mochila en la cama más cercana y golpeé con
los nudillos la puerta del baño.
—¿Hola? Soy Clark Lehman, amigo de Ben. Esta noche voy a
compartir la habitación contigo.
Nada. Ni un sonido. También noté que no salía ninguna luz por
debajo de la puerta. Hmmm. Supuse que Ben no sabría que su hermano no
estaba, que quizá estaba durmiendo en la casa de algún amigo. Encendí la
luz y miré alrededor.
El suelo era de cemento manchado, no como las moquetas de pared a
pared que había en el resto de la casa. Las paredes del techo estaban
pintadas con una mescolanza de lápices, rotuladores y pintura. Encima
había capas de pósters de bandas de música; grupos de los que no había
oído hablar —Rob Zombie, The Butthole Surfers, Social Distortion, The
dead Walkmen y The Cure. Los muebles parecían haber sufrido una suerte
similar a las paredes; un trabajo de pintura amateur y un montón de
etiquetas de grupos. Una de las camas, la que supuse que usaba él, no
estaba hecha, pero aparte de eso, la habitación estaba limpia y ordenada.
Saqué el neceser de la mochila y entré en el baño. Al encender la luz
me encontré con una habitación simple; paredes blancas, armarios y
cortina de baño marrón. Un baño normal, pero parecía apagado y sin vida
comparado con el dormitorio vibrante que acababa de dejar.

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Me lavé los dientes y la cara y utilicé el baño. Volví al dormitorio y


apagué las luces, luego me quité la ropa y me quedé con el bóxer. Acababa
de mover el edredón cuando escuché el sonido de rechinar de dientes
detrás de mí.
—¿Quién diablos eres y qué haces en mi dormitorio?
Volví la cabeza y vi a un chico sentado a horcajadas sobre la ventana,
con la mitad del cuerpo fuera. Tenía el pelo púrpura y de punta, delineador
negro debajo de los ojos y tres aros en la oreja izquierda. Las uñas estaban
pintadas de verde y negro. La camisa negra llena de agujeros y unos
vaqueros también negros, sueltos y en las mismas condiciones.
Se bajó y entró en la habitación. Lo miré a la cara y me encontré con
unos bonitos ojos almendrados. De repente me quedé sin respiración al
darme cuenta de que estaba mirando mi futuro. Entonces no era capaz de
identificar mis sentimientos hacia él y pasaron años antes de que pudiera
averiguarlos; pero incluso en ese primer momento supe que él era mi
responsabilidad, mío para que yo lo cuidara, aún cuando no sabía su
nombre.
Noté que esa primera mirada también había removido algo en él,
porque en cuanto nuestros ojos se encontraron, su anterior expresión
enfadada se suavizó. Vino hacia mí y se paró tan cerca que pude sentir el
calor de su piel irradiarse hacia la mía. Era maravilloso.
Era unos quince centímetros más alto que él, lo que no era de
extrañar, porque al medir más de un metro ochenta, medía más que la
mayoría de la gente. Aún siendo más bajo, tenía los hombros tan anchos
como los míos. De nuevo no me sorprendía, ya que tanto su padre como su
hermano mayor eran grandes, y en cambio yo era más alto y larguirucho.
Estiró la mano y me agarró la mejilla en un gesto íntimo y tierno. En
lugar de alejarme, mi cuerpo se acercó instintivamente. Debería haber sido
incómodo, pero sentí que era la cosa más natural del mundo ir hacia él.
—Pareces un ángel. ¿Cómo te llamas?
Su voz era más calmada y menos amenazadora que cuando trepó por
la ventana y me descubrió en la habitación.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Clark.
Él asintió y cerró los ojos.
—Clark. Bien. Soy Noah y chico, eres la última cosa que me
esperaba.
Estaba a punto de preguntarle qué había querido decir cuando noté
las marcas en su cuello. Me recorrió una ola protectora. De algún modo
logré controlarme y solo pasé los dedos por las marcas con suavidad,
queriendo curarlas y alejar el dolor.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? ¿Alguien te ha hecho daño?
Mis preguntas parecieron confundirlo. Me di cuenta de que llevaba
mucho tiempo tocándolo y dejé caer la mano. Noah fue hasta el cuarto de
baño y encendió la luz, luego se inclinó sobre la encimera y miró por el
espejo mientras se tocaba los moretones.
—Uf. Mis padres están destinados a tener una bronca conmigo por
esto mañana. —Se dio la vuelta y me miró—. Son chupetones. No los
tenía cuando me fui esta noche a la cama, así que se van a dar cuenta de
que me escabullí.
Se encogió de hombros indicando que en realidad, no le importaba lo
que pensaran sus padres.
—Bueno, a lo mejor esto les enseña a no intentar castigarme.
Tras eso se quitó la camisa y dejó caer los pantalones y la ropa
interior al suelo.
—Voy a darme una ducha. Odio el olor a humo de cigarrillos.
Lo escuchaba mientras intentaba procesar lo que me estaba diciendo
y envolver mi cerebro alrededor de este chico tan diferente a cualquiera
que hubiera conocido. Pero entonces me distrajo su pene. No, no de modo
sexual. En esos momentos mis sentimientos hacia él, aunque
innegablemente intensos, no eran sexuales. La razón por la que se lo
miraba era porque se veía…colorido.
Él se dio cuenta de lo que miraba y bajó la vista antes de echarse a
reír.

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—En la fiesta a la que fui había una habitación arcoíris.


—¿Una qué?
—Una habitación arcoíris.
No tenía la más mínima idea de lo que estaba hablando. Se apoyó en
la encimera, cruzó los brazos y me miró especulativo. Pensé que estaba
tratando de decidir si podía confiar en mí y si yo era merecedor de su
tiempo. La respuesta debió ser afirmativa, porque siguió hablando.
—Es una habitación donde los hombres van para que les hagan una
felación. En la puerta hay un cuenco con lápices de labios y te pones un
poco antes de chupar. Todo el mundo se turna porque de ese modo,
cuando te corres, el pene te queda cubierto de un montón de diferentes
tonalidades.
Asombro sería un eufemismo para describir lo que estaba sintiendo.
A los diecisiete, nunca había tenido novia ni había besado a nadie y
ciertamente, tampoco me habían hecho una felación. Que me dijera con
tanta tranquilidad que eso era parte de los entretenimientos de una fiesta,
me dejaba sin habla.
Cuando se dio la vuelta, adelantó un paso, levantó la barbilla
mirándose en el espejo y se limpió la boca con el dorso de la mano
mientras se acercaba y alejaba de la luz.
—Supongo que el mío ya desapareció. Era rojo.
—¡¿Qué?!
No dejó de examinarse con detenimiento la mano.
—Rojo. Elegí esa tonalidad porque sé que dura, pero debe ser
frotada. Espero que haya sido después de haber terminado de chupar.
Se encogió otra vez de hombros, luego se alejó del espejo y fue hacia
la ducha. Ajustó la temperatura del agua y se metió. Yo estaba clavado en
el suelo, frente a la puerta del baño.
¿Acababa de decirme, el hermano de Ben, que había estado en una
fiesta sexual, que le habían hecho felaciones un montón de personas y que

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

él también las había hecho? Sacudí la cabeza, pensando que tenía que estar
alucinando.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 3

NOAH—PRESENTE

—¿NOAH, puede oírme?


Gruñí y abrí los ojos.
—Por supuesto que puedo oírlo, doctor García. Está parado a menos
de treinta centímetros de mi cara.
Se echó a reír y luego sonrió con timidez.
—Lo siento, Noah. Me preocupaba que lo hubiéramos vuelto a
perder.
Asentí, comprendiendo.
—¿Dónde está Clark? ¿Le ha dicho que puede venir? Debe estar
enfermo de preocupación.
El doctor García volvió a encender la linterna frente a mis ojos,
haciéndome girar la cabeza de lado a lado, muy satisfecho consigo mismo.
—Sí, la enfermera habló con él. Está de camino. Mientras esperamos
y usted está despierto, me gustaría hacerle algunas preguntas.
Sentí tal alivio al saber que Clark estaba de camino que estaba
dispuesto a decir que sí a todo.
—Sí, claro Doc. Lo que sea. Dispare.
—¿Cuál es su nombre completo?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me eché a reír.
—Guau. De entrada con las cosas duras, ¿eh? Mi nombre es Noah
Asher Forman.
Miró la tablilla que tenía sobre el regazo e hizo unas anotaciones.
—Estupendo. ¿Cuándo es su cumpleaños, Noah?
—El 29 de octubre. ¿Puede adivinar el tema de la mayoría de mis
fiestas de cumpleaños cuando era niño? Le voy a dar una pista; había
mucho negro y naranja.
Se rió, hizo otra anotación y volvió a mirarme.
—¿Sabe qué fecha es hoy, Noah?
—Mire, esta es una pregunta con truco, porque Ben ha dicho que he
estado aquí durante varias semanas. No es exactamente un período claro
de tiempo.
El asintió.
—Es justo. ¿Qué le parece si simplemente me dice la última fecha
que recuerda y yo haré las matemáticas necesarias, teniendo en cuenta que
sé el tiempo que lleva en este hospital?
—26 de diciembre.
El médico me miró fijamente y frunció las cejas.
—¿Y…Y el año?
Permaneció con los ojos clavados en los míos y con expresión
tranquila. Pero la tensión de su voz traicionaba su calma exterior.
—Aquí no hay respuestas equivocadas, Noah. La fecha completa,
incluido el año.
Me estaba cansando. Me recosté sobre las almohadas y cerré los ojos.
—26 de diciembre de 2007.
No hubo respuesta. El largo silencio era extraño. Abrí los ojos y lo
encontré con una mirada preocupada. Sacudió la cabeza, parpadeó y
empezó a escribir en su tablilla.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿Cuál es la última cosa que…?


—¿Noah?
¡Oh, gracias a Dios! El sonido de esa voz cálida, preocupada y
aterciopelada me envolvió y acomodó mis huesos. Todo lo que necesitaba
para relajarme era esa voz familiar y reconfortante. Era todo lo que
siempre había querido.
—Aquí estoy, Clark. Estoy bien. Lamento que Ben te haya
mantenido alejado, ángel, pero ahora todo está bien. Se ha ido y ellos
saben que este es tu lugar.
Miré hacia la figura que atravesaba la puerta con el corazón
acelerado y la anticipación de su tacto, de su olor y sabor. Seis años
viviendo juntos y aún me provocaba todo eso; siempre lo haría. Mi Clark,
mi ángel, mío.
Apenas se me acercó, me di cuenta de que algo no estaba bien. No se
lo veía igual. Quiero decir, estaba preocupado y ansioso, nada inusual,
pero había algo más. Su cabello rubio rojizo era más claro y largo que la
última vez que lo había visto y sabía que en unas semanas no crecía con
tanta rapidez como para tener ese largo. Sus brillantes ojos azules eran los
mismos, pero con algunas patas de gallo, algo nuevo. También tenía la
piel más oscura. Seguía siendo muy pálido (en realidad mi chico no se
pone moreno), pero definitivamente, para ser invierno, tenía más color que
lo que nunca recordaba haberle visto. Y lucía más pecas en el puente de la
nariz. Se me encogió el pecho. Amaba sus pecas; eran tan jodidamente
simpáticas.
Un momento. ¿Por qué se veía tan diferente y, si tenía que elegir una
palabra, más viejo? Como Ben. Y no me refiero a solo unas semanas más
viejo. ¿Cuánto tiempo llevaba en ese maldito hospital?
Clark debió haber notado mi angustia, porque apresuró el paso y
llegó hasta la cama con una mano buscando mi mejilla y la otra el pecho.
—¿Noah, estás bien? Respira, cielo.
El doctor García se levantó, un poco desconcertado.
Joder, tenía que calmarme o echarían a Clark de la habitación.

23
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me incliné hacia su mano y la cubrí con la mía; aspiré su olor


familiar y reconfortante y dejé que el aire me entrara y saliera de los
pulmones, mientras me bañaba una sensación de seguridad.
—Ahora que estás aquí estoy bien. Solo cansado y…y confundido.
Te ves diferente, más viejo, igual que Ben. —Cerré los ojos, respiré un
poco más y miré a mi amante—. ¿Cuánto tiempo llevo aquí, Clark? No
entiendo lo que sucede.

CLARK—PASADO

—¿ENTONCES desde cuándo conoces a mi hermano? No creo haberle


oído mencionar tu nombre. No es que suela escuchar lo que ese cretino
nervioso tenga que decir, pero la mayoría de sus amigos han estado por
aquí durante años y sé que te habría recordado.
De acuerdo, no era una alucinación. Noah era real y me hablaba
desde el otro lado de la cortina de la ducha.
—Yo, uh, he conocido a Ben hace un par de meses, cuando me mudé
aquí. Antes vivía en Seattle. ¿Tú, hum, vas a nuestra escuela?
La verdad es que por el modo de mencionar que había sido castigado,
habría pensado que estaba fuera del instituto. Asumía que los padres no
hacían eso a los hijos una vez graduados, aunque siguieran viviendo en
casa. No es que tuviera muchas referencias. Mi madre nunca me había
castigado, más que nada porque nunca habíamos tenido una relación
tradicional madre-hijo, pero también porque no había hecho nada que
mereciera un castigo. La respetaba y creía que si ella se tomaba el tiempo
de decirme que hiciera algo, probablemente fuera porque era lo correcto.
Además, era más del tipo de “¿Qué piensas que deberías hacer?” que del
“A mi modo o a la calle”.
El agua dejó de correr. Noah abrió la cortina de la ducha y agarró la
toalla del toallero. Se secó el cuerpo y salió de la ducha mientras se
restregaba el pelo.

24
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Es bueno saber que mi hermano me quiere lo suficiente como para


hablar de mí con sus amigos.
—¿Qué? No, él no ha dicho nada de ti.
Se echó a reír y colgó la toalla. Luego fue hasta el lavabo y puso
pasta de dientes en el cepillo.
—Estaba siendo sarcástico, chico. Si hubiera dicho una palabra de
mí, habrías sabido mi nombre. Dos y te habrías enterado de que soy muy
joven como para estar en el instituto.
Aunque era más bajo, había asumido que Noah era mayor que yo. Su
habitación, sus gustos en materia musical, su aspecto, su actitud, su
entorno social, todas esas cosas me hicieron pensar que era mayor.
—¿Cuántos años tienes?
Se enjuagó la boca y escupió. Luego se la secó con el dorso de la
mano.
—Trece.
Me quedé con la boca abierta. Pasó a mi lado de camino al
dormitorio, se metió en la cama totalmente desnudo y se tapó con las
mantas.
—Eh, lamento haberte asustado, chico. No le vas a contar a mi
hermano que me escapé, ¿verdad? Porque me delatará a mis padres y
luego tendría que escuchar otro sermón de mi madre acerca del sexo
seguro. De verdad que no quiero tener que lidiar otra vez con esa mierda.
No supe qué responder. Decir que estaba horrorizado no lo
describiría, pero parecía que sus padres tenían una idea de lo que su hijo se
traía entre manos y eso no lo frenaba. No creo que le hiciera bien a nadie
decírselo a Ben. Además, no quería traicionar su confianza. Incluso
entonces, me sentía leal a Noah.
—Yo, uh, no diré nada.
—Genial. Buenas noches, Clark. Me alegro de que nos hayamos
conocido. Algo me dice que nos vamos a ver mucho.

25
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Luego se puso de costado, ahuecó la almohada un par de veces y se


quedó dormido. Yo aún no me había movido de la puerta del cuarto de
baño. Por fin me dirigí hasta mi cama, me acosté y traté de dormir.
Durante todo ese tiempo, solo tuve una cosa en la mente: ¿Cómo iba a
ayudar a Noah? Porque estaba seguro de que necesitaba mi ayuda y de que
era mi trabajo proporcionársela.
No recuerdo cuando logré quedarme dormido pero, por la luz que
entraba por la ventana, creo que fue cerca del amanecer. Cuando me
desperté Noah ya se había ido. Me senté en la cama, me restregué los ojos
y suspiré.
Había permanecido despierto toda la noche, y seguía sin tener idea de
cómo ayudarlo. Ni siquiera sabía en qué tenía que ayudarlo; solo que algo
le pasaba y que…me necesitaba.
Salí de la cama, me lavé los dientes y la cara y me vestí. Luego
guardé el neceser y la ropa sucia en la mochila y salí a buscar a Ben.
Tenía que ir a casa para asegurarme de que mi madre estaba bien, pero
primero quería agradecerles a él y a sus padres su hospitalidad.
En cuanto salí de la habitación, pude escuchar gritos. Al principio me
encontraba demasiado lejos para entender las palabras, pero a medida que
me acercaba a la cocina me di cuenta de que Noah se estaba peleando con
sus padres.
—¡Por chuparle el cuello a alguien! Así fue. ¿No me digas que no
sabes cómo se logra un chupetón? —el tono de Noah era enfadado y
sarcástico.
—Eso no es lo que te estoy preguntando, Noah Asher Forman. Lo
que te pregunto es cómo, hum, lograste las marcas en el cuello, teniendo
en cuenta que anoche estabas castigado.
La voz le temblaba, pero intentaba mantener la calma.
—Y ya he contestado a la pregunta, madre. Las marcas las logré
mientras estaba ligando. Si hace tanto tiempo para ti que no puedes
recordar el proceso, entonces siento pena por papá.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Esto último lo escuché cuando casi había llegado a la cocina, donde


estaban sentados. Odiaba ver a Noah tan enfadado. Esa rabia no tenía
lugar en él.
—Ese no es un modo aceptable de contestarle a tu madre, Noah.
El padre de Noah se unió a la conversación. Era como si hubiera ido
a la misma clase de “trata de mantener las cosas calmadas” que la señora
Forman.
—¿No es aceptable para quién?
Acaba de llegar a la entrada de la cocina cuando oí la sarcástica
respuesta de Noah. Ben, Jim y Pete estaban comiendo los huevos revueltos
como si fuera una carrera. El señor Forman también estaba sentado con
una taza de café en una mano y el periódico en la otra, con expresión
innegablemente tensa. La señora Forman se encontraba de pie, al lado de
la cocina, con un delantal floreado, una espátula en la mano y la cara
ruborizada. Y Noah se hallaba de pie frente al frigorífico, con los brazos
cruzados sobre el pecho, un refresco en la mano y un mal gesto en la cara.
—No es aceptable para mí.
Las palabras me salieron sin pensar. La pelea no me incumbía y no
debería haber dicho nada. Pero tenía que intervenir. Alguien tenía que
detener a Noah antes de que consiguiera autodestruirse. La familia, con
todo su mimo, no lo estaba logrando porque no era lo que necesitaba.
Además, él era mío y me necesitaba para llevar bien las cosas. Lo supe
instintivamente, aún cuando no tenía ni idea del porqué.
Todas las cabezas se giraron hacia mí. Jim y Pete parecían
aterrorizados, Ben abrió la boca con asombro y los señores Forman se
quedaron confundidos. Pero yo no los miraba. Solo tenía ojos para Noah.
Él me miró y su lenguaje corporal cambió por completo. Dejó caer los
brazos a los costados, relajó los hombros, dejó atrás el enfado y vino hasta
mí.
—Lo siento.
Estaba de pie a mi lado y habló con la voz bastante baja y no creí que
los demás lo hubieran escuchado. Contesté en el mismo tono.

27
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No me gritabas a mí, Noah. A mí no me debes una disculpa.


Él me miró a los ojos.
—No. A ellos no les debo una disculpa. ¿Tú? Bueno, a ti te daré todo
lo que quieras. Siempre.
Con esa frase críptica pasó a mi lado, salió de la cocina y se fue a su
habitación.

ANTES de que terminara la temporada de béisbol, volvimos a dormir, en


algunas ocasiones, en casa de Ben después de los partidos. Empezaron a
asumir que me quedaría en la litera de la habitación de Noah, porque nadie
más quería hacerlo y porque Noah no hubiera dejado que nadie más
entrara en su cuarto. Conmigo estaba bien; nos divertíamos juntos. Nos
quedábamos hasta tarde jugando a las cartas y hablando de toda clase de
cosas: libros, películas, el colegio.
Me gustaba pasar tiempo con él y un día que estábamos solos me dijo
que era gay. Ya no se parecía en nada al chico enfadado y petulante que
aterrorizaba a su familia. Una noche nos quedamos hasta tarde charlando y
Noah me habló del kickboxing y de lo mucho que disfrutaba
practicándolo.
El gimnasio donde iba estaba en la parte baja de la ciudad, unas
cuantas horas conduciendo desde E.C. Norte, el suburbio donde vivíamos.
Sus padres no lo aprobaban y por eso, aunque a lo largo de los años
llevaron a Ben y a Noah en coche por toda la ciudad para jugar al fútbol y
al béisbol, se negaron a llevarlo para hacer kickboxing. Supongo que
pensaron que así lograrían que cambiara de parecer y volviera a los otros
deportes de equipo. La estrategia no les funcionó.
Se trasladaba en autobús, algo bastante más serio de lo que uno
pueda pensar. En esa época, Emily City no era una ciudad con buenos
transportes y las clases empezaban a las seis de la tarde y duraban dos
horas. Eso quería decir que Noah estaba solo en la parada del autobús por
la noche. Sonaba extraño, ¿verdad? Un niño Punk con mucho carácter y

28
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

que, sin embargo, tenía la disciplina requerida por el kickboxing y la


dedicación necesaria para ir y volver todos los días. Bueno, ese era Noah.
Un enigma envuelto en misterio y con una doble personalidad. Parecía que
hacía falta una vida para quitarle todas sus complicadas capas, pero no
había otra cosa en la que yo prefiriera pasar mi tiempo.
De todos modos, cuando me enteré de sus horarios, insistí en
recogerlo con el coche a la vuelta. Cuando me habló del tema, no podía
llevarlo a clase, porque a esa hora tenía entrenamiento de béisbol. Pero
después, iba a casa para asegurarme de que mi madre estuviera bien y
bajaba a buscar a Noah. Cuando finalizó la temporada de béisbol, añadí
como parte de mi rutina llevarlo a clase. Aprovechaba las dos horas que
entrenaba para hacer los deberes en el coche y luego lo llevaba a casa.
Noah no se quejaba por tener que ir en autobús y no tenía miedo de
que pudiera pasarle algo malo por estar solo por la noche. Pero yo lo tenía
por los dos, así que cuando insistí en llevarlo, aceptó y me dijo que no
podía rechazar la oportunidad de pasar tiempo a solas conmigo cada día,
hablando. Es gracioso lo feliz que me hicieron esas palabras.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 4

NOAH—PRESENTE

EN CUANTO pregunté el tiempo que llevaba en ese hospital, Clark miró al


médico con preocupación. Los dos se quedaron en silencio durante unos
segundos, luego el doctor García se aclaró la garganta.
—Has estado aquí veintiocho días, Noah. Pero… —titubeó y miró a
Clark; luego pareció recomponerse para continuar—: no es el 26 de
diciembre de 2007, hijo.
Clark soltó un grito ahogado y palideció. Giró la cabeza con
brusquedad hacia el doctor García.
—¿Él, ejem, piensa que es el 26 de diciembre de 2007?
El doctor García asintió. Clark se dio la vuelta y me miró con
lágrimas en los ojos.
—Oh, Noah.
Le temblaba el cuerpo y sacudía los hombros. Se inclinó hacia mí y
con cuidado me envolvió con sus brazos y me besó el cuello.
—Te quiero, Noah, siempre. Lo siento mucho, cielo.
Se me volvió a nublar la vista y me dolió el corazón.
—Yo también te quiero, ángel. Shhh. Estoy bien, Por favor, no llores
y no lo sientas. Solo dime la fecha, Clark. Puedo soportarlo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Como seguía apretándome las manos, le devolví el apretón y hundí la


nariz en su pelo, aspirando. De verdad que podía aguantarlo. Mientras
tuviera a Clark, podía soportar todo. Perder un poco de tiempo no era
importante. Él estaba bien. Estábamos juntos. El resto eran detalles sin
importancia.
Clark alzó la cabeza y me miró a los ojos. Luego se volvió hacia el
doctor García, quien asintió ligeramente con la cabeza. Clark aspiró
hondo, se aclaró la garganta y me miró.
—Es el 14 de diciembre de 2010.
—¿He estado en el hospital tres años?
El doctor García respondió de inmediato.
—No, hijo. Cálmese por favor. Hace cuatro semanas tuvo un
accidente de coche. Ese es el tiempo que lleva en el hospital. No sé porqué
no puede recordar los últimos tres años, pero averiguaremos la causa de
esa pérdida de memoria. Solo relájese, Noah.
Cerré los ojos. De acuerdo, he pasado cuatro semanas inconsciente
en un hospital y no podía recordar casi tres años de mi vida. Bueno, eso
explicaba por qué Ben y Clark se veían mayores. El último recuerdo que
tenía de ellos databa de tres años atrás, así que desde mi perspectiva, eran
mayores. Yo era mayor.
—¿Cielo? Todo saldrá bien, Noah.
Asentí y abrí los ojos.
—Lo sé, ángel. Estoy bien, solo cansado y un poco sorprendido. Pero
estás aquí, todo va a salir bien. Solo quiero descansar un poco.
Clark me puso la mano en el brazo y me dio un beso en la mejilla.
—De acuerdo, cielo. No me iré a ninguna parte. Estaré aquí cuando
te despiertes.
Me reí, la idea de algo diferente era tan ridícula que no estaba seguro
de porqué se molestaba en decirlo.
—Por supuesto que estarás, ángel. Aparentemente olvidé muchas
cosas, pero sé que nunca me dejarás.

31
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Una expresión de dolor le cruzó la cara. Le quise preguntar por ella y


borrarla, pero estaba tan cansado. Lo que necesitaba era una pequeña
siesta. Una siesta con el calor de mi amante a mi lado y su aroma terrenal,
a vainilla y picante inundándome.

CLARK—PASADO

—NO SÉ cuál es el problema. Honestamente no lo sé. Cuando era


pequeño, no era así. Era feliz y normal.
Ben y yo estábamos sentados en las escalinatas exteriores de nuestro
colegio, almorzando. Ben y sus padres se habían dado cuenta de que Noah
y yo nos llevábamos bien, razón por la que Ben se sentía cómodo
contándome cosas de su hermano. Creo que sabía que yo no podría hablar
mal de él.
—¿Cuándo cambiaron las cosas, Ben? ¿Cuándo se volvió tan…tan
enfadado?
Ben tomó un trago de refresco y dio un mordisco a su manzana con
una expresión pensativa en su cara guapa.
—No lo sé. Supongo que hace uno o dos años. Realmente no lo noté
hasta que se negó a seguir jugando al fútbol y al béisbol.
Tenía sentido que Noah soliera jugar también. Definitivamente tenía
una complexión atlética y a Ben y a su padre les encantaban los deportes.
—¿Por qué dejó de jugar? Me imagino que era bastante bueno, si se
parece en algo a su hermano mayor.
Le di un codazo y sonreí. Él me empujó con suavidad con el hombro
y me miró agradecido. Sabía que le preocupaba su hermano y
probablemente apreciaba poder hablar de él.
—Era mucho mejor que yo, Clark. No estoy siendo modesto, es la
verdad.

32
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Colega, ¿alguna vez te he acusado de modesto?


—Ja, ja, cretino.
—¿Entonces, qué ha pasado?
—No lo sé. A los doce años, simplemente se negó a seguir jugando.
Le dijo a papá que no quería practicar deportes tradicionales. Desde ese
momento le dio por el kickboxing.
Ya sabía eso. Pero nunca me había dado cuenta de que el kickboxing
había reemplazado otros deportes. Hice una nota mental de preguntárselo
a Noah.
—Pensé que las cosas con él estaban mejorando, Ben.
Y por “pensé” quise decir “sabía”. Porque Noah me lo había dicho.
Todavía seguía sin estar seguro de cómo ayudarlo y de la raíz de su rabia,
pero trataba de escuchar, de estar ahí para él y él había dicho que las cosas
en su casa habían mejorado.
—Sí, desde hace unos meses. Pero los últimos dos días mi casa ha
sido una jodida y completa pesadilla. Me he estado encerrando en mi
habitación con la música a todo volumen para no oírlos discutir.
El gimnasio llevaba cerrado un par de semanas debido a las
vacaciones del dueño. A mí me vino bien, porque era la última semana de
clase y no tener que llevar y traer a Noah significaba más horas para
estudiar para los exámenes finales. Además, mi madre estaba empeorando
y quería quedarme en casa con ella. Por supuesto, no tenía idea de lo que
había causado el último alboroto, porque llevaba dos semanas sin verlo y
me había resultado más duro de lo que había imaginado.
—Bueno, a lo mejor las cosas se calman ahora.
Ben se encogió de hombros.
—Eso espero. Es el último día de clase, lo que significa que tengo
que pasar los próximos dos meses en casa con él y mi madre. Por lo menos
mi padre puede escaparse a la oficina. ¿Dónde se supone que me tengo
que esconder?
Puse los ojos en blanco y me eché a reír.

33
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Búscate un trabajo o algo, perezoso de mierda. Eso te permitirá


salir de casa.
El frunció la nariz con disgusto.
—¿Por qué iba a hacerlo? Esto ya es trabajo. En cambio, quizá
encuentre una novia. Sue Belden parece interesada en mí y en una escala
de uno a diez, por lo menos es siete. Si le pido para salir, entonces podré
pasar el verano teniendo sexo. Es preferible eso a trabajar.
—Tu ambición es verdaderamente inspiradora, Ben.
—Bésame el trasero, cabrón.
Me levanté, sacudí las migas de los pantalones cortos, arrugué la
bolsa de papel del almuerzo y lo tiré al cubo de la basura.
—Eso sí que ha sido un tiro limpio, burro. ¿No te hubiera gustado ser
yo?
Ben arrugó la suya, tiró y falló. Me reí de él.
—Eso sí que es patético. Verdaderamente triste. Quizá deberías pasar
el verano con una pelota de baloncesto y no centrarte tanto en las tuyas. Al
parecer, necesitas practicar.
Ben me empujó hacia el colegio.
—¡Vete a la mierda! Era una bolsa de comida, no una pelota de
baloncesto. Además, ese no es mi mejor deporte y lo sabes.
—¿No? ¿Qué, ahora han convertido la masturbación en un deporte?
¿Tiene categoría olímpica o solo universitaria?
Disimuló la risa e hizo ver que se secaba las lágrimas. Luego me
pasó el brazo por los hombros y se apoyó en mí mientras caminábamos de
vuelta al colegio para terminar nuestras tres últimas clases antes de las
vacaciones de verano.
—Eres muy divertido, Lehman. ¿Lo sabías? ¿Has considerado la
comedia?

34
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

ERAN las vacaciones de verano y estaba contento de tener un descanso de


las clases y los deportes. Consideré la posibilidad de conseguir un trabajo,
pero al parecer a mi madre solo le quedaban unos meses de vida y quería
pasar con ella todo el tiempo que pudiera. A veces nos poníamos a ver
películas, otras le leía libros y revistas, pero la mayoría del tiempo
charlábamos, tratando de exprimir todos los recuerdos que podíamos en el
poco tiempo que nos quedaba juntos. Sabía que la iba a extrañar como un
loco cuando muriera, pero traté de centrarme en lo afortunado que era por
haber tenido una madre tan maravillosa.
Por la noche se iba a dormir muy temprano y teníamos programado
que viniera una enfermera, así que me quedaba tiempo para estar con los
amigos sin tener que preocuparme de que no pudiera tener lo que
necesitaba. El sábado siguiente al fin de las clases, Ben y yo teníamos
planeado ir a una fiesta en casa de un amigo. Llegué a las ocho para
recogerlo y apenas abrió la puerta, supe que algo no marchaba bien.
—Oh, mierda, Clark. Siento haber olvidado llamarte. No puedo ir
esta noche. Las cosas por aquí son un jodido lío.
—¡Benjamin Isaac Forman! ¡Cuida tu lenguaje!
La voz de su madre procedía de una esquina. Ben puso los ojos en
blanco y me susurró.
—¿En serio? Ya conoces algunas de las palabrotas que usa mi
hermano y a mí me reta por decir mierda y joder. En fin.
Se pasó los dedos por el pelo despeinado. Tenía la ropa arrugada,
como si hubiera dormido con ella puesta, ojeras pronunciadas y los ojos
inyectados en sangre. Nunca lo había visto tan desarreglado. No pensé que
eso fuera posible en el señor-Siempre-Impecable.
—¿Qué sucede, Ben? Te ves fatal.
Me hizo pasar y cerró la puerta.
—Encantador como siempre, Lehman. ¿Cómo lo logras? ¿Es ese tipo
de halagos la razón por la que no pareces poder ligar?
Bueno, por lo menos bromeaba. Era una buena señal.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No estoy intentando meterme en tus pantalones, Ben. ¿Es el tipo


de estupidez por la que no paras de recibir bofetadas?
Ben se agarró el pene a través de los pantalones y apretó.
—Chúpamela.
—Ahora sí que estás fantaseando, amigo —le palmeé la espalda—.
Es mejor que lo superes rápidamente, porque no tendrás nunca mi boca en
tu pene.
Debía estar verdaderamente cansado, porque dejó pasar mi
comentario sabiondo sin contestar.
—¿Quieres un refresco o alguna otra cosa?
Lo seguí hasta la cocina, donde su padre estaba tirado en una silla
hablando por teléfono y retorciendo ansioso el cordón entre los dedos.
—Treinta y seis horas. Porque no quiero que tenga ficha policial, por
eso. No creo que nadie se lo haya llevado. Solo está enfadado con nosotros
e intenta castigarnos dándonos un susto de mierda.
El señor Forman se volvió rápidamente a Ben y a mí, que estábamos
de pie al otro lado del frigorífico y dijo en silencio «no le cuentes a tu
madre que dije mierda». Luego siguió hablando.
—Sí, gracias, Harvey. Si oyes algo llámanos. Ya lo sé. Si no viene
pronto a casa, es lo que haremos.
Colgó el teléfono. Parecía derrotado.
—¿Nada?
Las palabras de Ben, más que una pregunta parecían un comentario
resignado. Su padre se levantó de la silla y vino hacia nosotros, palmeó el
hombro de Ben y sacudió la cabeza negando antes de salir. Intenté no
asustarme y esperé en silencio a que Ben me contara lo que pasaba,
preguntándome si podía llegar a oír los latidos de mi corazón, o solo eran
altos para mí.
—No sabemos dónde está Noah.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—He oído a tu padre decir treinta y seis horas. ¿Lleva fuera todo ese
tiempo?
—Sí.
Me mordí la uña y obligué a mi corazón a relajarse.
—¿Se había ido antes tanto tiempo?
Ben se sentó, cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza en
ellos.
—No. Por lo general, solo se escapa por la noche. Nunca se había ido
siquiera todo un día. Me estoy asustando. Mis padres no quieren llamar a
la policía porque no quieren que nadie conozca los problemas de la
familia. Pero entre las peleas de los últimos días y esta desaparición, estoy
verdaderamente preocupado por él.
Yo también lo estaba, y no solo porque no estaba bien que un chico
de trece años desapareciera durante tanto tiempo. Me preocupaba por
Noah. Él me importaba. Me dolía el estómago a causa de un sentimiento
que reconocía como miedo. El pecho me dolía por algo que no lograba
identificar. Me levanté y le di un codazo a Ben.
—Cámbiate. Vamos a buscar a tu hermano.
—¿Cómo? —me miró.
—Yendo puerta por puerta a casa de sus amigos. Uno de ellos dirá
dónde está con tal de perdernos de vista.
De inmediato, Ben se levantó con la primera mirada esperanzada que
le veía desde mi llegada.
—Sí. Es una buena idea. Conozco a algunos con los que suele
juntarse en el colegio. Siempre me pareció raro que fuera amigo de gente
bastante mayor que él, pero por lo menos no son chicos que dejaran de
estudiar, como otros.
Tenía razón. Por decirlo de alguna forma, el grupo de amigos de
Noah era raro. Ben y yo nos juntábamos con otros deportistas. Íbamos de
fiesta: lo que significaba beber cerveza con nuestros amigos y chicos con
sus novias. Noah iba con gente que no encajaba en un grupo social

37
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

tradicional y, si los rumores eran ciertos, organizaban fiestas con drogas y


sexo indiscriminado.
Algunos de sus amigos estaban en el instituto, otros lo habían
terminado, unos lo habían abandonado y de algún modo, todos eran
salvajes: pelo raro, tatuajes, piercings, fichas policiales, enfermedades de
transmisión sexual, abortos, peleas, consumo de drogas. Me parecía
extraño que ese tipo de gente permitiera a un chico de secundaria estar con
ellos, pero Noah era carismático, único y nada parecido a otros chicos de
su edad. Diablos, yo disfrutaba pasando tiempo con él. De hecho, no
prefería estar con nadie más.
No podía perder a Noah. Tenía que encontrarse bien. Tenía que
estarlo. Solo necesitaba encontrarlo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 5

NOAH—PRESENTE

AL DESPERTARME escuché sus susurros.


—Porque yo estaba en la habitación cuando Noah habló del tema con
el doctor García, y dejó muy claro que su hermano y el resto de la familia
no eran bienvenidos.
—¿Está segura, enfermera? A lo mejor le gustaría saber que tanto
Ben como sus padres siguen llamando para venir.
—Señor, solo le cuento lo que pasó. Su hermano estaba aquí,
tuvieron una pelea y Noah se desmayó durante horas, provocando pánico
general. Cuando volvió a despertarse, echó a su hermano de la habitación.
Me hizo sentir culpable escuchar lo que hablaban sin que lo supieran,
así que abrí los ojos y me uní a la conversación.
—Diría que no se debe hablar de un hombre a sus espaldas, pero
como estoy en la habitación, no creo que sea válido en esta situación.
Clark corrió hacia mí, me retiró el pelo de la cara y me acarició la
mejilla. Me miraba detenidamente, con el ceño fruncido por la
preocupación.
—¿Te hemos despertado? Lo siento; sé que necesitas descansar.
Sacudí la cabeza y me regodeé con su tacto. No era porque me
encontraba en el hospital. Clark siempre había sido muy amoroso y

39
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

afectuoso conmigo. Bueno, por lo menos desde que por fin había logrado
que accediera a tener una cita conmigo. Cita, que risa; nunca tuvimos una.
Pasamos de una amistad a un compromiso de por vida en un glorioso
momento. El recuerdo de ese día hizo que, a pesar del dolor, mi pene se
despertara.
—No. He dormido tanto que es bonito estar consciente de vez en
cuando. Escucha Clark, ahora mismo no tengo energías para lidiar con mi
hermano y mis padres. ¿Podríamos obviar todo eso de “son tu familia y te
quieren”, por favor? ¿Por lo menos durante un tiempo?
Debió verme muy mal, porque estuvo de acuerdo conmigo y dejó de
intentar convencerme para arreglar las cosas con el resto de la familia.
Bueno, supongo que es lo bueno de estar enclaustrado en una cama de
hospital.
Aunque la parte mala era la sensación de humedad que tenía en la
pierna.
—Hum, algo no va bien, no se siente bien —me moví lo mejor que
pude.
—¿Dónde, Noah? ¿Dónde te duele?
La enfermera vino y apartó a Clark del camino. Empezó a mirarme la
cabeza y los ojos antes de que pudiera atraer su atención.
—Aquí arriba no. Tengo la pierna…mojada o algo.
Levantó la sábana y la volvió a bajar con rapidez.
—Parece que la bolsa de la sonda pierde. Tenemos que cambiarla —
se volvió hacia Clark—. ¿Puede esperar fuera, señor Lehman?
Se me aceleraron los latidos del corazón y no de buen modo. Era
como si un elefante acabara de sentarse encima de mi pecho.
—No me dejes, ángel.
Clark me tomó la mano con la suya, me la apretó tranquilizándome y
miró a la enfermera.

40
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Me quedaré aquí. Necesito que me explique por qué tiene que
cambiar la bolsa. Ahora ya está despierto y creo que puede quitarle la
sonda.
La enfermera pareció un poco asombrada por el tono firme de la voz
de Clark, pero se recuperó con rapidez y le contestó.
—Bueno, tendré que preguntarle al doctor, pero imagino que la
sonda sigue siendo necesaria porque el señor Forman aún no puede
caminar ni ir al cuarto de baño y sigue teniendo limitados los movimientos
de los brazos, por lo que de momento, negociar con la cuña es demasiado
arriesgado.
Clark frunció el ceño, me miró evaluándome y volvió la vista a la
enfermera.
—Me gustaría hablar con el doctor. Puedo ayudarlo a usar la cuña
hasta que sea capaz de ir al cuarto de baño y luego también lo ayudaré con
eso. No hay razón para que lleve la sonda durante más tiempo. También
deseo que le quiten las vías. Me aseguraré de que beba el suficiente
líquido y tome todos los medicamentos necesarios.
Sé que algunas personas pueden llegar a sentir vergüenza o
incomodidad ante la idea de que su pareja haga esas cosas, pero yo solo
sentía gratitud. Era tan bueno que estuviera cuidándome. Siempre
habíamos hecho eso el uno por el otro (resfriados, gripes, resacas). Nos
turnábamos para frotar la espalda, hacer sopa, limpiar vómito. Los
hospitales y los catéteres eran algo nuevo para mí, pero no para Clark, que
ayudó a su madre con cosas mucho peores. Además, no sería la primera
vez que me sostenía el pene para ayudarme a hacer pis, solo que en
aquella ocasión fue a causa de una pierna rota, no de demasiado alcohol.

CLARK—PASADO

—COLEGA, conduces fatal.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Yo conducía y Ben iba de copiloto, con el directorio del colegio para


encontrar las direcciones de los amigos de Noah que habían ido allí. En
cada casa que habíamos estado hasta el momento, no habíamos logrado
nada.
Era: a) su amigo estaba fuera esa noche y los padres no sabían dónde
estaba o b) el amigo estaba en casa y nos había dicho que nos
perdiéramos.
—Bésame el trasero, imbécil —gruñí, luego le pegué en el brazo.
—¿Es una invitación, querido? —colocó la mano sobre el corazón y
empezó a aletear las pestañas de forma exagerada.
—Ya te gustaría, querido. ¿De quién es esta casa? —le pregunté,
poniendo los ojos en blanco.
—De Sally Jones.
Paré en la curva y aparqué el coche.
—Sí, la conozco. Estuvo en mi clase de historia. Parece agradable.
Ben sacó un poco de goma de mascar del bolsillo y me ofreció un
poco. Negué con la cabeza.
—Sí. Muy agradable. —Lo dijo con acento extraño.
—¿Qué quieres decir?
Me miró, pensando que bromeaba.
—Colega, se acostó con la mitad de la clase de los mayores. Una
guarra total. En una escala de uno a diez, no tiene más que cuatro y medio,
así que puede que tengas alguna opción. Quizá, si te la tiras, nos dirá
dónde está mi hermano. Voy a echarme una siesta y mientras, vas a hacer
el trabajo. ¿Cuánto tiempo necesitas, treinta, sesenta segundos máximo?
Le di un puñetazo en el estómago y él se dobló de dolor.
—¡Uf!
—Deja de pensar en mis proezas sexuales. ¿Cuántas veces tengo que
decirte que no eres mi tipo? Voy a hacerte un favor y hacer de cuenta que
no acabas de decir todo eso.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Lo que digas, Clark. La eyaculación precoz no está considerada


una proeza y a todo el mundo le gusta el “cerdo”1. ¿No has oído que es la
nueva carne blanca? —se apretó el pene y movió las cejas.
—Oh, no acabas de decir eso. Es posible que ya no pueda volver a
comer cerdo.
Ben se echó a reír.
—Puedes comerte mi cerdo cuando quieras, Clark. Ahora lárgate y
habla con la zorra de Sally.
Salí del coche, fui hasta la entrada y estaba a punto de llamar cuando
se abrió la puerta.
—Hola, Sally, estoy…
—Lo sé, buscando a Noah. Ya me han avisado.
Levanté las cejas, interrogante.
—Tim Berger me llamó cuando te fuiste de su casa. Y Rachel
McAllister. Y Jordy Stein. ¿Debería continuar?
Froté la acera con el pie. No había esperanza. Los amigos de Noah
estaban cerrando filas y no estábamos llegando a ninguna parte.
—No hace falta que sigas nombrándolos. Sé dónde he estado esta
noche. Lo que quiero saber es dónde ha estado Noah. O para ser más
preciso, dónde está. —Bajé la cabeza e intenté mirarla a los ojos—. Estoy
preocupado por él, Sally. Es mi amigo.
Pareció considerar mis palabras, luego asintió.
—Lo sé. Él me lo dijo. Últimamente no he salido mucho de fiesta
porque bueno…ya sabes… —No lo sabía, pero no hice intención de
interrumpirla; eso no me iba a llevar más cerca de Noah—. De todos
modos no lo he visto, pero por lo que he oído, está en una gran juerga.

1
Nota del traductor: En el argot inglés, pork, además de cerdo, vulgarmente, significa
tener sexo con alguien (es un juego de palabras)

43
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Mayor de lo habitual. Yo, umm, también estoy preocupada. Te diré dónde


van a estar esta noche, pero no puedes decir que he sido yo, ¿estamos?
Asentí frenéticamente. De repente, se me soltó el nudo que tenía en
el corazón ante la certeza de encontrar a Noah y asegurarme de que estaba
bien, de envolverlo en mis brazos y sentir su respiración contra mi cuerpo.
¿De dónde había salido esto último?
Me dio la dirección de un apartamento en las afueras de la ciudad,
dónde vivía uno de sus amigos y volví al coche. Ben había logrado
quedarse dormido; la ansiedad lo debió haber agotado. En cuanto cerré la
puerta, levantó la cabeza con brusquedad y me miró expectante.
—Tengo una dirección. Al parecer, hay una fiesta en casa de un
chico llamado Pat. No fue a nuestro colegio.
Ben se enderezó.
—Excelente trabajo. ¿Tuviste que comerla para conseguir eso o te
bastó un simple polvo?
Otro puñetazo en el estómago por mi parte y un gruñido más tarde,
conducíamos hacia las afueras para ir a buscar a mi Noah.

—NO HAY opción, gilipollas.


Ben llevaba los últimos cinco minutos intentando convencerlos para
que lo dejaran entrar en el apartamento al que nos había mandado Sally,
pero el chico que estaba al otro lado de la puerta se negaba a abrir. La falta
de sueño y la personalidad agresiva de Ben, además del estrés por la
desaparición de Noah, estaban creando una situación potencialmente
problemática. Ben había pasado de golpear con suavidad y preguntar con
educación, a aporrear la puerta y exigir la entrada con palabras
definitivamente no aptas para nadie.
—¡Voy a echar la jodida puerta abajo si no abres ahora mismo,
jodido de mierda!

44
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Yo me había quedado atrás, cediéndole el control, pero esa


aproximación no funcionaba. Me adelanté y le agarré la mano en el aire
antes de que pudiera seguir aporreando la puerta y lo alejé.
—Bien. Lo primero, necesitas aprender adjetivos nuevos. Segundo,
tienes que calmarte o alguien puede llamar a la policía y luego tus padres
tendrán que preocuparse por los dos hijos.
El arrancó la mano de la mía y miró la puerta de mala manera.
—Esos mamones no van a llamar a la policía, Clark. Estoy seguro de
que tienen drogas y quién sabe qué más.
Traté de hacer que me mirara a los ojos y mantener la voz calmada,
esperando que surtiera efecto en él.
—No me refiero a ellos, Ben, sino a los vecinos. Seguro que en este
edificio hay gente que no tiene contrabando en su casa y a la que
probablemente no le guste el ruido que estamos haciendo. Eso sin
mencionar el hecho de que no estás llegando a ninguna parte gritando a
través de una puerta.
Se frotó la cara con las manos y pude apreciar el daño que se había
hecho al intentar que el amigo de Noah nos dejara pasar. Tenía los
nudillos despellejados y ensangrentados. Pasada la adrenalina, le iba a
doler.
—Bueno, ¿qué sugieres, Clark? No lo voy a dejar aquí.
Ni se me había cruzado por la mente la idea de dejar a Noah en ese
apartamento. Solo de oírselo decir a Ben, el nudo que tenía en el estómago
y que se había relajado al conseguir que Sally nos diera la dirección,
aumentó. Me mordí el labio inferior y traté de pensar qué hacer. No es que
tuviera un plan brillante.
—No lo sé, Ben. Solo cálmate un poco, ¿sí? Trataré de hablar con
Pat o como se llame, mientras tú te tranquilizas.
Ben no rechazó la propuesta y yo volví con rapidez al apartamento,
aspiré hondo y golpeé con suavidad.

45
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿Qué parte del “lárgate” no entiendes, cretino? ¿Te has golpeado


muchas veces la cabeza con el balón o algo por el estilo? No te voy a dejar
pasar, así que piérdete.
Me acerqué aún más a la puerta para mantener la voz baja y ser
escuchado al mismo tiempo.
—Mira, no estamos tratando de causarte problemas. Solo estamos
preocupados por Noah Forman. Por favor déjanos entrar para poder hablar
con él. Por favor.
Hubo un largo silencio, luego oí al chico a través de la puerta; ya no
gritaba.
—Eres Clark, ¿verdad?
No tenía idea de cómo sabía mi nombre, pero no me molestaba. Solo
quería llegar hasta Noah; necesitaba saber que se encontraba bien.
Empezaba a sentirme enfermo y si no lo veía pronto, estaba convencido de
que iba a vomitar.
—Sí, lo soy.
—Tú puedes entrar, pero el otro se queda fuera.
Miré a Ben. Tenía la cara roja por la rabia, los nudillos
ensangrentados y parecía estar a punto de derrumbarse. Volví la cabeza y
hablé a través de la puerta.
—Bien, entraré sin Ben. Gracias. Aprecio el gesto.
Fui hasta mi amigo, le puse las manos en los hombros y tomé
fuerzas.
—Ben, me van a dejar pasar, pero tú no puedes venir conmigo.
Se puso tenso.
—¿Por qué mierda no? ¡Es mi jodido hermano! Y no quiero que tú
entres en ese jodido apartamento.
Decididamente, cuando todo pasara, iba a tener que enseñarle nuevas
palabrotas.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Lo sé, Ben. Es probable que solo intente salvar el tipo, porque ha
estado peleándose contigo. ¿Qué importa quién de nosotros logra entrar
ahí? Lo importante es que saquemos a Noah y lo llevemos a casa. ¿No es
cierto?
Ben asintió reacio y murmuró algo entre dientes. Era la mejor
reacción que podía esperar, dada la situación, así que la aproveché y volví
al apartamento. Tras un golpe rápido, la puerta se abrió un poco. Sonreí
débilmente al ojo que me miraba del otro lado.
—Estoy solo. Gracias otra vez por dejarme pasar.
Dio un paso atrás y yo me escurrí por la abertura. El chico que me
había abierto la puerta era enorme, estaba tatuado, tenía piercings y,
basándome en cómo olía, estaba borracho a más no poder. El apartamento
era pequeño, oscuro y apestaba. Había algo en el aire que me quemaba los
ojos y los pulmones. Mi reacción natural hubiera sido dar la vuelta y salir
volando de ese lugar sucio y espeluznante. Pero no era lo que quería hacer.
No: en ese momento lo único que quería era a Noah.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 6

NOAH—PRESENTE

LA ENFERMERA trajo al médico y después de una larga conversación,


Clark insistió que me quitaran los tubos que tenía conectados al cuerpo;
me ardía el pene, pero por fin estaba libre de la maldita sonda y ya no
tenía nada pegado al brazo. Cuando me cambiaron las sábanas, Clark me
apoyó la espalda en la cama, me echó el pelo hacia atrás y me besó la
frente.
—Dime cuando necesites la cuña y yo te la traigo, cielo. ¿Has
escuchado al médico decir que las primeras veces será incómodo?
Asentí y le sostuve la nuca con la mano izquierda.
—No pensé que fuéramos a tener esta clase de conversación hasta
dentro de cincuenta años. Lo siento, ángel, no es un modo divertido de
pasar las fiestas.
Clark volvió a besarme la frente, me metió los dedos en el pelo y me
susurró al oído:
—Shhh. Estoy contigo, Noah. No hay un lugar mejor para pasar las
fiestas ni ningún otro día. Ya sabes que me gusta ocuparme de ti.
Hablando de eso, me parece que necesitas una manicura y un buen
afeitado.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Lentamente, levanté la mano izquierda y me pasé los dedos por la


mandíbula. Guau. Nunca había tenido la barba tan larga. Y las uñas
estaban desarregladas.
—Eso suena bien, Clark. Gracias.
Fue hasta el mostrador de las enfermeras y pidió lo necesario, luego
volvió a la habitación.
—Ahora nos traerán una afeitadora eléctrica para la barba más fuerte
y el resto lo haré con la maquinilla normal. Tengo el cortaúñas, así que
puedo empezar con los pies y las manos.
Eso hizo. Con suavidad me iba sosteniendo las manos; me masajeó
las palmas y me dejó las uñas rectas. Todavía me dolía el pene debido a la
sonda, pero no pude evitar que se me pusiera duro. El hombre que amaba
estaba conmigo, tocándome y no había modo de no reaccionar a su tacto.
Después de todo, llevaba haciéndolo desde que averigüé para qué me
servía el pene.
—Gracias, ángel. Ha sido maravilloso.
Miró el bulto que formaba la sábana y sus ojos azules se
oscurecieron y ardieron. Se inclinó para besarme, primero de forma suave
y gentil, pero en cuanto nuestras lenguas se encontraron y danzaron, se
volvió más apasionado y los dos gemimos. Cuando logramos separarnos,
solté un grito ahogado por la pérdida y Clark jadeaba.
—Bueno, cielo. Ahora toca pedicura.
Se apretó la erección, fue hasta el pie de la cama y doblo la sábana,
para exponerme los pies y me frotó la planta, el talón y el arco.
—Mmm. Se siente tan bien, Clark. —Terminó el masaje, me cortó
las uñas y empezó con el otro pie—. Eres tan maravilloso conmigo.
Iba a darme otro beso, pero fuimos interrumpidos por la enfermera,
que nos traía lo necesario para el afeitado. Clark se tomó su tiempo, quitó
la barba más poblada y dejó una pelusilla. Luego mojó una toalla con agua
caliente y me la puso en la mejilla para ablandar lo que quedaba. Después
me puso crema de afeitar, terminó de afeitarme despacio y me enjuagó con
una toalla limpia.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Ya estás, Noah. Todo liso. Es bueno ver de nuevo tu cara guapa,
aunque he de decir que el aspecto barbudo también resultaba sexy y
maravilloso.
Lo decía en serio y yo lo sabía; pero el guapo era Clark. Mis
facciones eran más duras que las suyas. Me sentí muy afortunado, porque
¿a cuántos sus parejas los amaban lo suficiente como para cuidarlos de ese
modo y pensar que, a pesar de estar tirados en una cama de hospital, eran
guapos?
—Gracias, ángel. ¿Me das otro beso?
Me miró con los ojos humedecidos y se inclinó para volver a
besarme en los labios con gentileza, suavidad y amor. Maldición, era
divino.
—Toda esa actividad me ha dejado agotado, Clark. ¿Te importa si
duermo una pequeña siesta?
Volvió a colocar la silla al lado de la cabecera de mi cama. Supongo
que el personal del hospital la había movido al cambiarme las sábanas.
Luego se sentó a mi lado, me tomó de las manos y me besó con ternura.
—Duerme, cielo. Estaré a tu lado cuando te despiertes. Para siempre.
Sí, lo haría.

CLARK—PASADO

UNA vez que me acostumbré a la oscuridad, miré alrededor del sucio


apartamento y vi gente en los sofás tocándose en varios estados de
vestimenta (o desnudez, depende de cómo se mire). Reconocí a algunos
del colegio, pero otros no me resultaban familiares. Había personas tiradas
en el suelo durmiendo o desmayadas. Un par de chicos estaban frente a la
televisión con la mirada vidriosa. Y dos chicas se estaban lamiendo y
besando en una esquina. Odiaba el hecho de que Noah llevara ahí casi dos
días.

50
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Refrené el deseo de vomitar y me volví al chico que me había dejado


pasar.
—¿Dónde, um, dónde está Noah?
Él me señaló con la barbilla una puerta al final de la habitación.
—Gracias.
Fui hasta allí, abrí y lo vi. Estaba sentado a la mesa, con un
encendedor en una mano y calentando un papel de aluminio que sostenía
con la otra. Salía humo o vapor y tenía en la boca lo que parecía un trozo
de plástico.
—¿Noah?
Levantó los ojos rojos y casi me eché a llorar. Se lo veía cansado,
sucio y agitado, pero no fue eso lo que casi me mató. Lo peor era la
tristeza que transmitía. Me acerqué, me agaché, le cubrí las manos con las
mías y apagué el encendedor. Luego dejé el papel de aluminio sobre la
mesa, levanté a Noah de la silla y lo puse en mi regazo, meciéndolo.
—¿Qué haces, Noah? — mi voz apenas era un susurro, pero él tenía
la cabeza metida bajo mi barbilla y me oyó.
—Dando caza al dragón blanco.
Llamadme ingenuo, pero nunca había escuchado esa frase y no
conocía el significado de la misma. No es que importara mucho. Tenía una
vaga idea: él se había ido de casa y había permanecido metido en un
agujero de apartamento tomando drogas. Quería saber por qué lo había
hecho, por qué se había peleado con sus padres la semana anterior, por qué
se había escapado de su casa y por qué estaba tomando drogas.
Me pegué mentalmente por no haberle preguntado la razón de su
rabia antes de que llegara a ese punto. Durante meses habíamos pasado
horas juntos; pensé que sabía que yo estaba allí por él, que me importaba,
que podía hablar conmigo. Tracé círculos en su espalda, lo apreté con
fuerza contra mi pecho y seguí meciéndolo.
—¿Qué ha sucedido, Noah? Háblame.
El se acurrucó aún más.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Ya no puedo más. No puedo. Pensé que era capaz de aguantar,


¿sabes? Así ellos no podrían odiarme; solo hasta cumplir los dieciocho
años, luego los mandaría al diablo. Pero todavía quedan cuatro años y no
soy capaz de seguir así tanto tiempo, porque tratar de evitar que me odien
hará que me odie a mí mismo. ¿Y cómo puedo escapar de mi mismo?
¿Cómo puedo lograrlo?
Intenté concentrarme en lo que me decía, traté de compaginar lo que
sabía de él y de su familia, pero tenía problemas para seguir la
conversación. Estaba bastante seguro que al decir “ellos” se refería a sus
padres. Y llegué a la conclusión de que las drogas eran su modo de
escapar de sí mismo. De todos modos, estaba perdido.
—¿Por qué iban a odiarte? Tus padres te quieren; lamento que no lo
puedas ver, pero tienes que creerme. He visto cómo son contigo.
Él resopló.
—Porque no me conocen. Es jodidamente irónico, ¿no crees? Puedo
hacer todo lo habido y por haber para echarlos: tomar drogas, escaparme,
maldecirlos y lo único que hacen es hablar conmigo o castigarme,
mientras dicen que me quieren. Pero si supieran la verdad me pondrían de
patitas en la calle.
Nada. No tenía modo de entender qué “verdad” era esa. Pero en el
resto tenía razón. Noah era el chico con peor comportamiento que conocía;
tenía a su familia aterrorizada. Ni siquiera podía empezar a imaginarme lo
que mi madre haría si yo sacara la mitad de mierda que él sacaba
impunemente.
—Bueno, estoy aquí porque me preocupo por ti, por el verdadero
Noah. Por favor, dime qué ha pasado. Ben dice que te has estado peleando
con tus padres toda la semana y luego simplemente te fuiste. ¿Qué han
hecho?
Él suspiró y se aferró a mi cintura.
—Nada que no hayan hecho un millón de veces antes. Estoy harto de
ser tan poca cosa. El lunes, mi madre llegó de la tienda muy agitada.
Supongo que se encontró con una amiga que trabaja con la madre de Sally
Jones. Lo que sea. Le dijo a mi madre que Sally se había quedado

52
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

embarazada, que no sabía de quién y que los padres de ella están forzando
a nuestros amigos a hacerse las pruebas de paternidad. Entonces mamá me
preguntó si yo era el padre.
Oh, Dios querido. Padre a los trece años; era una pesadilla. Sabía que
la familia de Noah podía ayudar económicamente, pero no creía que
estuvieran dispuestos a ayudar a criar al niño. Además, siempre les había
preocupado lo que pensaban sus amigos y si se llegaba a saber que su hijo
adolescente iba a ser padre, estarían furiosos.
—Oh, Noah, lo lamento.
—Es irónico, ¿no? Mi madre está asustada pensando que dejé
embarazada a una chica. Mientras tanto, soy uno de los pocos del grupo
que claramente no es candidato. ¿Sabes que se lo dije? Le dije que no
estaba en la lista, pero no me creyó; me dijo que sabía que yo practicaba
sexo ¿Y qué se supone que podía responder? ¿Sí, es cierto, pero a no ser
que se hayan logrado unos curiosos avances en la anatomía masculina,
nadie a quien yo penetre puede quedar embarazado? Es un modo seguro
de que me pateen el trasero y que me echen de casa, así que no se lo dije.
Es mejor tenerla pensando que voy a ser padre que informarle que soy
maricón. Jodidamente impagable, ¿verdad?
¿Era gay? Por el modo en que hablaba, parecía asumir que yo lo
sabía. Estaba claro que Ben no y Noah nunca me lo había dicho; no sabía
por qué pensaba que yo lo suponía.
Quizá, porque la primera vez que nos conocimos me dijo que había
estado haciendo felaciones en esa habitación arcoíris, pero la verdad es
que había pensado que era cosa de una fiesta rara que había tenido con sus
amigos. No me di cuenta de que era gay.
—¿Por qué piensas que te echarían si lo supieran? No hay nada de
malo en ser gay. ¿Te das cuenta, verdad?
Basándome en lo que me decía, asumí que se odiaba por su
orientación sexual y que quizá esa fuera la razón de su comportamiento
autodestructivo. Sabía que había grupos de adolescentes homosexuales y
supuse que podría encontrar uno para que Noah recibiera ayuda. No quería
que siguiera consumiendo drogas o algo peor.

53
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Por supuesto que lo sé, me encanta ser gay. Son mis padres los que
tienen problemas. Ya sabes cómo son.
Sí, lo sabía. Agradables y educados, eran personas que iban a la
iglesia y que aguantaban una interminable retahíla de porquería
proveniente de Noah. Cuando pensaba en los señores Forman, me venía a
la mente la palabra “sufridores”. Decidí que estábamos en un lugar dónde
lo mejor era la honestidad.
—Noah, me gustan tus padres. Piensa en todo lo que te aguantan.
Se me estaba durmiendo la pierna por la postura, pero Noah
temblaba y se aferraba con fuerza a mí y no quería soltarlo. Extendí las
piernas y me senté. Luego me apoyé contra la pared y lo seguí meciendo.
—Ah, claro, parecen agradables y que se preocupan, pero deberías
escuchar lo que dicen. Hace unos años, papá y yo estábamos en el centro
comercial y dos chicos iban de la mano. Él los miró con mala cara y me
sacó de allí como si fueran a hacerme daño o algo así. Empezó a hablar en
voz muy alta sobre maricones y cómo no les debían permitir actuar así
frente a personas decentes. No era algo poco habitual en él; dice cosas así
todo el tiempo. Y mi madre no es mucho mejor. Un día estábamos viendo
las noticias y hablaban sobre el aniversario de los disturbios de Stonewall,
ya sabes, ¿la cosa de los derechos civiles de los homosexuales en New
York? Mi madre cambió de canal y dijo que deberían haberlos matado a
todos.
No tenía idea. Había oído a Ben alguna que otra vez hacer
comentarios peyorativos sobre los homosexuales, pero siempre pensé que
eran charlas de vestuario, nada serio. Pero ser un chico gay creciendo en
una casa, con una familia así, tenía que doler.
—Oh, Noah, no lo sabía.
Lo abracé con más fuerza para darle un apretón reconfortante. Él
suspiró feliz.
—Sí, bueno, tú no pasas tanto tiempo con ellos. Si así fuera,
escucharías toda esa bazofia. Además, tu madre es tan estupenda que
probablemente no te des cuenta de lo poco tolerantes que pueden ser otros

54
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

padres. Apuesto a que se unió a la PFLAG2 o algo parecido cuando saliste


del armario.
Mi madre era maravillosa y tolerante. Le hablé a Noah de ella
durante nuestros viajes en coche al gimnasio. Un momento; ¿Noah
pensaba que yo era gay? ¿Por qué podría pensarlo? Quiero decir, nunca
había tenido novia o tampoco interés real en las chicas. Pero solo porque
estaba ocupado con la escuela y los deportes. No quería decir nada. ¿O sí?

2
Nota del traductor. PFLAG es la Asociación de Padres, Familia y Amigos de Lesbianas
y Gays

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 7

NOAH—PRESENTE

—OH, ESTÁ despierto.


Umm. En realidad no. Seguía con los ojos cerrados y eso no era
precisamente el signo internacional de estar despierto.
—Bueno, ahora lo estoy.
Abrí los ojos para encontrarme con una cara nueva. Un chico
simpático, más joven que yo. Y con eso quiero decir que era más joven de
lo que solía ser yo cuando tenía una memoria decente. Me llevaría tiempo
recordar que en las últimas cuatro semanas, de algún modo había pasado
de los veinticuatro a los veintisiete años, sin recordar los años entre
medias.
—Yo, uh, mi turno termina pronto y quería asegurarme de que
recibiera su baño.
Me miraba con lascivia y tenía un bulto significativo en sus
pantalones de uniforme. Si no fuera por ese horrible olor a antiséptico de
hospital, podría haber jurado que acababa de meterme en una grabación
porno.
En ese momento se abrió la puerta del cuarto de baño y salió Clark
secándose las manos con una toalla de papel. Me miró, luego a… ¿cómo
podía uno llamar a la gente que daba baños de esponja en hospitales?
¿Enfermero? ¿Celador?

56
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿Lo ha despertado?
Clark estaba con el ceño fruncido. Desde que llegó al hospital había
sido como un pit bull. Se aseguraba de que durmiera lo suficiente. Me
traía comida de la calle porque insistía que era más nutritiva, leía cada
papel que venía del laboratorio, de los escáneres y se pasaba horas en su
ordenador portátil buscando el significado. Al menos yo pensaba que eran
horas, porque seguía durmiendo la mayor parte del día y no era consciente
de ello. Aunque despierto o dormido, le estaba agradecido por el modo en
que siempre se había ocupado de mí, por cómo me había cuidado. Estaba
agradecido cada día de mi vida.
—No, ángel. Ya estaba despierto.
Supuse que el celador necesitaba un respiro. Era probable que
trabajara duro y no había razón para que sufriera la ira de mi amante por
cometer el atroz crimen de “sueño interruptus”.
—Oh, bien.
Tiró la toalla de papel a la papelera, se acercó a mi cama y ocupó su
asiento habitual a mi lado. Me acarició la frente y me retiró el pelo de la
cara. Su mirada de adoración me robaba el aliento y me derretía el
corazón. El celador se aclaró la garganta.
—Es hora de bañar al señor Forman, así que puede esperar fuera.
No había modo de que Clark permitiera eso. Era tan solo un escalón
menos posesivo de lo que yo era con él. Bueno, quizá más que un escalón.
¿Qué puedo decir? Él es mío. Mío. Y no me tomo bien que alguien cometa
una equivocación al respecto.
—¿Sabe qué, por qué no deja el carro con la esponja y el agua aquí?
Mi pareja puede llevar a cabo la tarea de bañarme. No necesitamos
ninguna ayuda.
—¿Baño?
Clark parecía sorprendido. El celador no podía simplemente
marcharse. Se acercó más a la cama, me puso la mano en el brazo, me
volvió a mirar con lascivia y se lamió los labios.
—No me importa, señor Forman. Es mi trabajo.

57
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me mordí el interior de la mejilla para no echarme a reír. ¿El hombre


estaba ligando conmigo? Por Dios, si estaba en la cama del hospital y mi
pareja estaba sentada justo a mi lado. Era ordinario. Ah, y poco
profesional.
—Bueno, a mí sí me importa. No quiero a nadie más que a mi pareja
cerca de mis partes privadas, ¿de acuerdo?
El celador murmuró algo entre dientes, pero se fue.
—¿Qué piensas, ángel? ¿Estás dispuesto a darme un masaje en todo
el cuerpo?
Alcé la vista hacia Clark y lo vi ruborizarse, se le aceleró la
respiración y su erección amenazaba con hacerle un agujero en los
vaqueros. Le agarré el pene y apreté.
—Esto contesta a la pregunta, ¿no es cierto? Realmente estás listo.
Quizá podamos hallar el modo de hacer del baño una experiencia
mutuamente satisfactoria.
Clark gimió.
—Poder tocarte es lo más satisfactorio que nunca haya
experimentado, Noah. ¿Estás seguro de que no te importa?
—Um. ¿Importarme tener al hombre que amo frotar sus manos
mojadas y jabonosas sobre mi cuerpo? Será un sacrificio, pero creo que
podré hacerlo.
Intentaba ser divertido, pero Clark vibraba de necesidad.
—Te quiero, Noah.
Se inclinó y me besó. Fue un beso suave, apenas una presión de sus
labios contra los míos. Pero la familiar electricidad me bañó y le recorrí
los labios con la lengua. Él se abrió a mí y le metí la lengua dentro de la
boca, moviéndola, disfrutando de su sabor. Clark me chupó y dio un
quejido, puso una mano en mi pelo mientras con la otra me sostenía el
cuello.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Retorcimos y giramos la lengua, luchamos, presionamos los labios.


Cuando por fin nos separamos en busca de oxígeno, mi sábana formaba
una tienda y el frente de los pantalones de Clark estaba húmedo.
—Joder, ángel.
Clark apoyó su frente en la mía, jadeando. Luego me acarició la
mejilla.
—Muy cierto. Contigo es mágico, Noah. Siempre lo ha sido. Todas
las veces, desde el principio.
Froté mi mejilla contra la suya.
—Somos una pareja de pena, ¿no es cierto, ángel?
Él lograba todo conmigo, siempre lo había hecho, pero el que
estuviera a punto correrme solo con un beso, era ya extremo. No creo
haber estado tan excitado la primera vez que tonteamos. Bueno, es cierto
que llevaba semanas en el hospital. Y antes de la primera vez con Clark,
yo no había tenido idea de lo bueno que podía llegar a ser; mejor que
cualquier fantasía que hubiera tenido.
—¿Qué quieres decir, Noah?
Me eché a reír y le toqué el pene endurecido.
—Estamos separados unas cuantas semanas y apenas nos tocamos,
prácticamente nos corremos en los pantalones. ¿Crees que para los otros
también será así?
Era una pregunta retórica. Él no podía saberlo porque nunca había
estado con otro hombre. Yo sí, pero no habían sido muchas veces y
ciertamente en nada que se asemejara a una relación.
—¿Te preguntas cómo es para otros, Noah? ¿Lo que sería estar con
otras personas?
A lo largo de los años, mis amigos me habían preguntado lo mismo;
si podía llegar a sentir que me había perdido algo porque Clark y yo
estábamos juntos desde que yo había cumplido los dieciocho años. Nunca
había entendido esa pregunta.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No, ángel, no lo hago. ¿Por qué iba a elegir estar con alguien más
cuando te tengo a ti? Eres el único hombre que siempre he querido y
nunca cambiará. Te quiero, Clark.
Me besó profundamente, luego me mordisqueó el labio inferior, la
garganta y el lóbulo. Joder, qué sexy. Me miró a los ojos, como si buscara
algo. Luego apoyó la cabeza en mi hombro y suspiró.
—No, cielo. No creo que sea así para toda la gente. Tú haces que mi
cuerpo reviva, Noah. Te quiero con todas las fibras de mi ser, siempre.
Me dolió el corazón por la fuerza de mi amor hacia él.
—Oh, Clark, tú también me haces lo mismo. Lo que siento por ti es
tan…grande, que lo consume todo. Te necesito, ángel.
—Yo también te necesito, Noah. Más que a nada.
Clark me colocó unas toallas debajo del cuerpo y miró las cosas que
el celador había traído en el carro. Mientras preparaba todo para lavarme,
ahí estaba yo, sentado en una cama de hospital intentando no correrme en
la ropa ante la mera anticipación de él tocándome.
Se acercó a la cama con una toalla mojada y noté que seguía teniendo
el pene duro. Atraje su cara para más besos dulces y suaves. De repente,
sentí humedad contra la mejilla. No recordaba haber visto llorar a Clark
antes que esa vez en el hospital. No lo hizo cuando murió su madre,
tampoco cuando mi hermano lo abandonó o cuando sus amigos lo
acosaron, ni siquiera cuando mis padres lo amenazaron.
Pero en los últimos días parecía algo frecuente. Solía despertarme de
la siesta y lo encontraba mirándome con los ojos llenos de lágrimas. O
decía algo inocuo, como ahora y él se ponía a llorar. No le encontraba
sentido, pero sí sabía que teníamos que salir de ese hospital. No era bueno
para ninguno de los dos.

CLARK – PASADO

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

SACUDÍ la cabeza para dejar de preguntarme porqué Noah pensaba que


yo era gay. Ya tendría mucho tiempo para pensar en mí mismo una vez
que lograra calmar a Noah y llevarlo a algún lugar seguro.
—Escucha, este tema de las drogas y de la rebelión no está ayudando
para nada. Entiendo que pienses que con ello castigas a tus padres o algo
así, pero en realidad te estás haciendo daño a ti mismo. Tienes trece años.
Sé que eres inteligente, muy inteligente y mucho más maduro que otros
chicos de tu edad. Te voy a pedir que des marcha atrás y pienses en lo que
has estado haciendo. Que lo hagas de verdad, Noah. Cuando termines, te
darás cuenta de que esto tiene que parar. Las drogas, las escapadas, el…el,
ejem, sexo casual. Tiene que terminar, Noah, o no llegarás a los dieciocho.
¿Lo entiendes?
Él suspiró contra mi cuello y asintió con la cabeza.
—Sí, Clark, lo entiendo.
Gracias a Dios.
—Pero dime una cosa —añadió al cabo de un momento—. Entiendo
lo de las drogas, incluso es posible que también lo de las escapadas. ¿Pero
el sexo? ¿Qué pasa si siempre uso preservativos? Al prohibirme el sexo
casual, ¿te estás refiriendo a que necesito tener a alguien estable? ¿Como
un chico? ¿Un novio?
¿Era eso a lo que me refería? La verdad es que estaba enfocado en su
extremada juventud como para tener sexo. Lo que quiero decir es que yo
era cuatro años mayor que Noah y no había tenido sexo, así que lo que
había querido indicar era su juventud. ¿Pero ayudaba decirle eso? Él
llevaba practicando el sexo durante Dios sabe cuánto tiempo y entendía
que había habido varias parejas. ¿Tenía alguna oportunidad de
convencerlo para que parara? No parecía posible.
A lo mejor, la idea del novio sería la más adecuada. Tenía que ser
menos dañina que lo que había estado haciendo y era la opción más
realista. ¿Entonces por qué no lograba pronunciar las palabras? ¿Por qué
dolía pensar en él con cualquiera, incluso con un chico estable?
—¿Clark?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me percaté de que no le había contestado.


—Oh, lo siento. ¿Sí?
—Lo que intento preguntarte de modo no tan disimulado es si tengo
alguna opción contigo.
¿Conmigo? ¿Quería que yo fuera su novio? Una parte de mí sintió
calidez, pero no sabía la razón.
—Noah, eres demasiado joven para mí. El año que viene seré mayor
de edad, y tú sigues en la secundaria. Eso no estaría bien. Además, cuando
en seis meses tenga dieciocho, las cosas contigo serán ilegales, además de
inmorales.
¿En serio esa había sido mi respuesta? ¿No “no soy gay”, o “me
siento halagado, pero no me van los hombres”? ¿Y qué diablos había sido
el comentario de “en seis meses”? ¿Quise decir que si saliera con él, sería
una relación a largo plazo?
—Sí, supuse que dirías algo así. Bueno, podría intentar convencerte y
recordarte lo que habías dicho, que era maduro para mi edad, decirte que
había estado con chicos mayores que yo, pero sé que sería inútil. Tienes
toneladas de auto control y eres muy recto como para tontear con un chico
más joven. Ni siquiera puedo estar enfadado porque son algunas de las
cosas que admiro en ti.
La puerta de la cocina se abrió y entró el chico que me dejó pasar.
—Noah, tienes que hacer que tu hermano se largue. Otra vez está ahí
fuera gritando. Si no para, seguro que uno de los vecinos se va a quejar. El
dueño ya me odia y si aparece otro coche de policía por aquí, me va a
echar.
Noah suspiró y despacio se separó de mí.
—Sí, lo siento Pat. Me iré. Gracias por dejarme quedar aquí.
—Está bien. Te veo luego, tío.
El amigo de Noah se marchó y los dos nos levantamos y estiramos
las piernas.
—¿Entonces qué tan mal están las cosas en mi casa?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Pensé en el modo en que se habían comportado los padres de Noah


cuando había estado antes en su casa.
—No tan mal.
El se echó a reír mientras salía de la cocina.
—Era de esperar. Me voy dos días sin decir palabra, vuelvo a casa
oliendo a humo y a alcohol y probablemente solo me digan que no lo
vuelva a hacer. Pero si supieran que me gustan los penes, me enviarían a
un jodido campo de reconversión —se frotó la cara con las manos—. La
verdad es que no sé cuánto tiempo más podré aguantar esto, Clark.
Lo rodeé con el brazo y lo saqué de ese desagradable apartamento.
—Todavía no tengo las respuestas, pero recuerda que no estás solo.
Te voy a ayudar, Noah. Juntos, lograremos salir adelante.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 8

NOAH—PRESENTE

—BUENO, cariño. Tengo la cama cubierta de toallas. Solo tenemos que


quitarte la bata.
Miré la cara ruborizada de Clark. Me estaba preparando para
lavarme. Después de quitar la sábana y la manta, me recorrió el cuerpo
con la mirada y se detuvo más tiempo en la zona donde la bata se
levantaba significativamente a causa de mi duro pene.
—Adelante, ángel, quítamela. Pero tengo que avisarte, a lo mejor hay
que aumentar el tiempo de la limpieza. Te deseo tanto que creo que voy a
explotar.
Se le oscurecieron los ojos y se acomodó el pene a través de los
pantalones.
—¿De verdad me deseas, Noah?
Se había acercado a la cabecera de la cama y se inclinó, dejando la
cara a tan solo unos centímetros de la mía, haciéndome jadear. Solo el olor
especiado, terrenal y a canela de su piel iba a lograr que me corriera, lo
juro. Nuestra primera vez juntos, estaba seguro de que su olor provenía de
una botella, porque ningún ser humano podía oler tan jodidamente bien de
forma natural. Pero después de vivir juntos todos esos años, supe que era
algo propio de Clark. Delicioso.
—Maldición, ángel. ¿No puedes ver cuánto te deseo? —estaba falto
de aire y tenía el cuerpo tenso, tratando de aguantar lo inevitable.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Quiero ver.
Me puso la mano en la espalda y me desató la bata. Sentí que sus
dedos me rozaban la piel y gemí. Con cuidado, me fue bajando las mangas
primero por un brazo, luego por el otro, acariciándome la piel.
—Clark.
Se quedó helado.
—¿Te hago daño, Noah?
—Dios, no. Se siente tan bien, ángel. Es tan bueno sentir que me
tocas.
Me resultaba difícil identificar la expresión de su cara: alivio o quizá
sorpresa, no estoy seguro. Tenía problemas para concentrarme porque me
estaba bajando la bata por el pecho y luego me la quitaba con suavidad.
Yo me estaba concentrando en respirar y no eyacular, pero cuando sentí
sus dedos apenas rozarme el pene mientras bajaba la bata, perdí la batalla.
—¡Oh! ¡Clark, Clark!
Grité con sorpresa y satisfacción mientras soltaba largos y espesos
chorros de semen en la barbilla, pecho y estómago. Diablos, no recuerdo
la última vez que me corrí tanto o tan rápido. Supongo que era por el largo
mes en el hospital.
Le sonreí con timidez y el corazón casi se me paró ante su mirada de
puro deseo. Estaba petrificado frente a mí, con la bata apretada en el puño,
el pene claramente queriendo salir de los pantalones, los ojos fijos en el
semen que tenía en mi cuerpo, la boca ligeramente abierta y la lengua
lamiendo esos dulces labios.
—¿Quieres un poco, ángel?
Él se puso rojo, pero asintió.
Con un dedo, recogí un poco de mi barbilla y se lo ofrecí. Él abrió la
boca y se metió el dedo dentro, chupándolo como si fuera mi pene. Gruñí.
—¿Puedes desabrocharte los pantalones para que pueda tocarte?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Sus manos volaron y se los desabrochó. Mi brazo izquierdo se


encontraba mucho mejor y la mano estaba bien, así que le recorrí el pene
con los dedos y traté de agarrarlo desde mi ángulo de la cama.
Francamente, era un desastre de masturbación, pero a Clark no parecía
importarle. Gemía y me apretaba las tetillas.
Mi pene aún no se me había relajado del todo y cuando mi amante se
inclinó y se metió los testículos en la boca, gruñí y pegué un salto, de
nuevo totalmente erecto. Clark me lamió como si fuera un cucurucho de
helado, pasó la lengua por la cabeza, luego me chupó hasta la raíz y
enterró la nariz en mi vello púbico.
—¡Sí! Oh, ángel. Es tan bueno.
A Clark le encantaba chupar y se había vuelto jodidamente bueno a
lo largo de los años, pero su técnica parecía aún mejor de lo que
recordaba. Chupaba fuerte, lamía y tragaba alrededor de mi pene mientras
lo mantenía enterrado en la garganta. Esa combinación era jodidamente
mortal y podía sentir la aproximación de otro orgasmo.
—Clark…Clark…voy a…
Apreté las sábanas con ambas manos, olvidando por completo que lo
estaba masturbando. Por lo general no soy un amante egoísta, pero joder,
las cosas que me estaba haciendo con esa dulce boca podían hacer que un
hombre se olvidara hasta de su nombre.
Al oír mi advertencia se retiró un poco, solo hasta dejar la cabeza
dentro, luego hundió la ansiosa y dispuesta boca en la ranura y me apretó
los testículos. Eso fue todo. Empujé las caderas hacia arriba, grité su
nombre y me corrí.
Mientras le llenaba la boca de semen, lo oí gemir; luego sentí un
calor líquido al costado del cuerpo y supe que él también se había corrido,
sin ser tocado. Me siguió chupando el pene hasta que quedó suave y mi
cuerpo se relajó. Me pesaban los dedos de los pies y los de las manos
estaban inertes; me sentía felizmente saciado. Clark alzó la cara y me
lamió el cuello, me besó la mejilla y apoyó la frente en la mía mientras me
acariciaba los brazos y el pecho. Ambos gemíamos.

66
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Bueno, según parece, en lugar de limpiarte, logré hacer un


desastre. Tiempo para ese baño. Solo voy a buscar un poco de agua
caliente, porque creo que la que está en el cuenco ya está fría.
Volvió a arreglarse los pantalones, se abotonó y llevó el carro al
cuarto de baño. Admiré la forma en que los pantalones le cubrían el
trasero y me sorprendió mi tiempo de recuperación. Acababa de eyacular
dos veces en los últimos treinta minutos y mi pene hacía un valiente
esfuerzo por levantarse ante la vista del firme trasero de Clark. Bueno, era
un trasero magnífico y mi pene echaba de menos a su pareja. Tomé nota
mental de preguntarle al médico cuándo iba a salir de ese hospital.
Clark era un hombre reservado. Tanto que me sorprendió que hubiera
estado dispuesto a chuparme allí. Era imposible que fuera a aceptar tener
relaciones sexuales en ese lugar. Pero si no lograba meterme dentro de él o
tenerlo en mí pronto, estaba seguro de que iba a volverme loco.

CLARK – PASADO

—¿CREES que podría ser gay?


Era domingo por la tarde y mi madre y yo estábamos en el salón,
charlando. Ella estaba sentada en el sofá, con un edredón tapándole las
piernas, y yo estaba tirado con la cabeza apoyada en su regazo y los pies
colgando.
—Bueno, querido, creo que eres el único que puede contestar esa
pregunta. ¿Quieres decirme a qué viene eso?
Sabía que no nos quedaban muchas tardes más como esa, juntos los
dos, hablando. Los médicos, cuando vieron que el tratamiento no
funcionaba, habían dejado de intentar curarla. La parte positiva fue que
dejó de vomitar cada dos horas. Lo malo, por supuesto, era que cada día
podía ser el último.

67
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No lo sé. Supongo que nunca estuve interesado en las chicas ni


pensé mucho en el tema. Pero la semana pasada Ben y yo fuimos a buscar
a Noah y él me dijo algo.
Ella me alisaba el pelo igual que cuando era pequeño. Yo era
probablemente el doble que ella, pero seguía teniendo un efecto calmante
en mí.
—¿Ben te ha dicho algo?
Cerré los ojos e intenté memorizar todo lo que estaba sintiendo, así el
recuerdo de mi madre cuidándome podía durarme el resto de mi vida.
—No fue Ben. Fue Noah.
—Ahhh. Ya veo. ¿Así que él siente lo mismo por ti?
Abrí los ojos y la miré.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que quiero saber es si Noah te quiere. ¿Asumo que te dijo que
se había dado cuenta de lo que tú sentías por él?
Fruncí el ceño, confundido.
—No, eso no es lo que pasó. Noah me dijo que era gay. Pero lo hizo
como si pensara que yo ya lo sabía y que yo también lo era. ¿Qué quieres
decir con eso de “lo que siento por él”? ¿Qué es lo que siento por él?
Mi madre rió con suavidad. Diablos, iba a echar de menos esa risa.
—Como he dicho, querido, solo tú puedes contestar a eso. Pero te
digo una cosa: nunca te he visto iluminarte como cuando hablas de Noah.
Y lo que es seguro es que pasas más tiempo con él que con cualquier otro
amigo.
—Porque él me necesita, mamá. Necesita que lo lleve a sus clases de
kickboxing y a alguien con quien pueda hablar.
Me dirigió esa típica mirada de “madre”. Ya saben, ¿esa que no dice
nada, pero te mira como si supiera que tú sabes que acabas de soltar un
montón de tonterías? Sí, esa misma.
—Además, me…me gusta pasar tiempo con él.

68
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Entonces está bien.


—¿Bien? ¿Qué quiere decir eso?
—Quiere decir que tienes un amigo con quien te gusta estar y que
disfruta estando contigo. Suena como si él estuviera interesado en tener
algo más que amistad y piensa que tú estás abierto a la idea. Y no te he
escuchado decir que no podía ser, así que supongo que tendrás que ver
hacia dónde te lleva.
Veis, ese es el problema de tener una madre idealista. Nada la
desconcierta. Parecía que estábamos discutiendo lo que íbamos a cenar esa
noche y yo le preguntara si quería pan de ajo o bollitos? Oh, saca los dos,
querido y a partir de ahí, veremos hacia dónde va.
—Lo nuestro no va a llevar a ninguna parte, mamá. Él solo tiene
trece años. Ya lo sabes.
Ella no había dicho nada al hecho de que él tenía pene, como si es no
formara parte de la ecuación. Bueno, para ella probablemente no. Mi
madre era muy partidaria de la mentalidad abierta y la igualdad. Había
crecido durante la época del movimiento por los derechos civiles, había
protestado contra la guerra de Vietnam, había ido a Washington D.C. a
protestar por toda clase de causas. Mi madre era una hippie total. Dios, la
quería. Muchísimo.
—Y tú solo tienes diecisiete, Clark. Eres responsable, inteligente,
maduro y mi mejor amigo. Pero, querido, el hecho de que te trate como a
un adulto no significa que lo seas. Sigues siendo un niño.
Me acurruqué más cerca de ella y presioné la cabeza contra su
estómago.
—Hay demasiada diferencia de edad.
—¿Te dije alguna vez qué edad teníamos tu padre y yo cuando te
concebimos?
—Tú tenías cuarenta y él…
Uh. Creo que nunca lo había preguntado. La verdad es que no
pregunté muchas cosas. Supongo que no pienso en él muy a menudo. Ella
terminó mi frase cuando quedó claro que no sabía la respuesta.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Veinticuatro. Yo tenía cuarenta y él veinticuatro. Así que, si no


calculo mal, la diferencia de dieciséis años que había entre nosotros es
cuatro veces la tuya con Noah. No se trata de vuestros años cronológicos,
se trata de vuestras almas y vuestros seres. Si esos conectan, la edad de
vuestros recipientes es irrelevante.
Oh, Dios, ayúdame con esa charla metafísica. Quería a mi madre, la
adoraba, pero nunca había sido capaz de meterme en toda esa palabrería
de tierra-espíritu-tarot-cartas.
—Bueno, eso es diferente. Vosotros erais adultos, independientes.
Estabais los dos al mismo nivel. Noah y yo no estamos en esa fase. A él
aún le queda un año de secundaria y cuando vaya al instituto, yo estaré en
la universidad. Además, en noviembre cumpliré dieciocho. En ese
momento, será ilegal que esté con él. Para la policía, la edad del recipiente
es totalmente relevante, mamá. A ellos no les importa la conexión de seres
y almas.
—¿Ilegal? ¿Entiendo que fantaseas con tener sexo con Noah?
—¡No! No he dicho eso —me puse rojo.
Ella me palmeó la cabeza.
—Querido, los humanos son seres sexuales. Esos sentimientos son
normales. No hay razón para sentirse avergonzado por tenerlos. Y no es
ilegal ser amigo de alguien más joven que tú. Lo que es ilegal es meter tu
palo en su fuego.
De inmediato me vino a la mente nuestra conversación cuando yo
tenía los doce años sobre dolorosos pájaros y abejas. No había habido ni lo
uno ni lo otro, pero si un plátano, un condón y una descripción detallada
del cuerpo masculino, eyaculación incluida y del cuerpo femenino,
incluyendo un sermón sobre lo horrible que resultaba cuando los hombres
no lograban averiguar dónde quedaba el clítoris o qué hacer con él. Se
había metido de lleno en la teoría de “una mujer soltera puede criar muy
bien a un chico, gracias”. Bueno, parece que el vergonzoso juego de
“inmoviliza la lengua en el clítoris” había sido en vano. Gruñí para mis
adentros, recordando cómo al principio había pensado, luego deseado y

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

finalmente rezado para hubiera estado bromeando cuando me lo había


sugerido. No había sido una broma.
—Dicho eso, es probable que tengas razón. Es mejor mantener las
cosas platónicas con Noah. Pero deberías pensar mucho en lo que hay bajo
la superficie, Clark, porque lo más importante es que te conozcas a ti
mismo. Y si estás fantaseando con tener relaciones sexuales con otro
hombre, eso debería ayudarte a contestar la pregunta que me has hecho
antes.
Cerré los ojos y pensé en lo que me había dicho. El hecho de que sus
palabras me hicieran pensar en cómo se sentiría el pene de Noah “debajo
de la superficie” de su ropa y lo que yo podría hacer para ponerlo “largo y
duro”, hizo que me diera cuenta de que, como siempre, ella tenía razón.
Necesitaba entenderme a mí mismo. A pesar de lo que pudiera o no
pudiera pasar con Noah (y no podría ser nada), yo tenía que vivir conmigo
mismo.
Noah había utilizado esas mismas palabras para explicarme la razón
de su modo de ser tan autodestructivo. Su problema radicaba en que se
conocía lo suficiente para saber que no era la persona que sus padres
pensaban que era y odiaba vivir una mentira. Yo no había estado viviendo
una mentira, por lo menos no intencionadamente.
Para mí, era más una cuestión de falta de consciencia. Simplemente
no había pensado en mi mismo ni en lo que quería. Bueno, lo haría. Me
enfocaría en ello, en quién era y en quién quería convertirme. Pero más
tarde. Después de todo, mi madre no estaría por aquí para siempre y
mientras la tuviera en mi vida, me centraría en ella y acumularía todos los
recuerdos que pudiera.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

NOAH—PRESENTE

ESTABA de nuevo en mi habitación, después de todo un día de pruebas.


Había empezado con un examen neurológico, seguido con una resonancia
magnética, una tomografía computada y un electrocardiograma. Nunca
había estado en tantas máquinas ni me habían pinchado así. El problema
era que se habían centrado tanto en mi cabeza que habían olvidado mi
cuerpo, que se encontraba más cansado y dolorido como un demonio.
—Muy bien, Noah. Ahora lo que me gustaría hacer es…
—Doctor García, con todos mis respetos, él ya ha tenido suficiente
por hoy.
Ese es mi fuerte compañero. Me recliné en la cama del hospital y
cerré los ojos. Clark se ocuparía de las cosas, yo no tenía que
preocuparme.
—Por supuesto, señor Lehman, lo entiendo. Ya casi hemos
terminado. Solo quiero hacer algunas…
—Puede llamarme Clark y por hoy ya no habrá más. Está cansado, le
debe doler todo el cuerpo y necesita descansar. Vuelva mañana y veremos
si se siente bien para hacer más pruebas.
No lo miraba mientras hablaba con el médico, pero daba igual,
porque podía verlo en mi mente. De pie, alto, delgado, con las manos
cruzadas sobre el pecho firme, las piernas probablemente abiertas para
parecer más autoritario, el largo, grueso, rosado y delicioso pene cargando

72
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

hacia la izquierda porque, bueno, cuelga de ese lado. El pensamiento del


pene de Clark me provocó la habitual respuesta Pavloviana y gruñí.
Se produjo un corto silencio, luego el doctor García nos deseó
buenas noches, prometió volver a primera hora de la mañana y se fue.
Sentí el calor de Clark cerca. Sus labios me rozaron la mejilla y trazo
círculos en mi vientre.
—Mmm. Se siente bien, ángel. Gracias por hacer que se vaya. Te
quiero.
—Dios, durante mucho tiempo pensé que no volvería a escuchar esas
palabras. Yo también te quiero, Noah. Mucho. Te quiero muchísimo.
Tenía la voz quebrada y sorbía las lágrimas. Mi pobre chico había
estado muy preocupado. Abrí los ojos y le pasé la mano izquierda por el
pelo.
—Estoy bien, ángel. No llores. El brazo izquierdo está casi curado y
veo que el derecho cada vez está más fuerte. Dicen que me quitarán las
escayolas de las piernas en unos días. Luego estaré como nuevo y
podremos volver a lo mismo que estábamos antes de verme metido en este
hospital.
Lo que dije se suponía que era para hacer que se sintiera mejor, pero
pareció surtir el efecto contrario. Sus lloriqueos se tornaron en un llanto
que le hacía temblar todo el cuerpo. Traté de cambiar de tema.
—¿Clark, estás bien con el trabajo? Has estado aquí todo el tiempo.
¿Tienes tanto tiempo libre?
Mientras le hacía la pregunta, me di cuenta de que no sabía si seguía
en la misma compañía. Clark era un gurú informático y justo al terminar
los estudios logró conseguir un gran trabajo como diseñador informático
para una gran empresa. Siguió con ellos cuando volvimos a E.C. Oeste
después de mi graduación.
—Estoy bien. De hecho, ahora trabajo para mí mismo. Soy consultor
de un grupo de empresas y puedo trabajar desde lejos. Solo necesito un
WiFi y el hospital lo tiene. He podido hacer muchas cosas mientras
dormías.

73
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

No era de extrañar que estuviera tan emocional. Entre el tiempo que


pasaba ocupándose de mí y el que pasaba trabajando, probablemente no
hubiera podido dormir mucho. Tiré de su mano.
—Ven aquí, ángel.
—Qu…¿qué?
—Métete en la cama, Clark. Necesito que me abraces.
—No quiero hacerte daño, Noah.
—Ah, venga ya. Sabes que puedo aguantar un poco de dolor. A
veces hasta me gusta, si eres tú quien me lo proporciona.
Moví las cejas en un intento de relajar las cosas y aliviar la tensión.
Funcionó, porque se echó a reír y se metió en el hueco que había hecho
para él. Levanté el cuello para que pudiera pasar el brazo y me puse de
costado, apoyé la cabeza en su pecho, puse el brazo izquierdo sobre su
estómago y le agarré los testículos.
Nunca fui uno de esos niños que dormía con un osito o una manta,
pero desde el primer día que dormimos juntos desnudos, sostenerle los
testículos en la mano se había convertido en mi posición habitual para
dormir. No me gustaba tener capas de pantalón y ropa interior
separándome de lo que era mío, pero estábamos en un hospital y tenía que
bastar.
—Durmamos una pequeña siesta, ángel. Creo que los dos la
necesitamos.
—Ah, me gustará. He perdido más ocasiones de dormir contigo de
las que podría contarte. Lo máximo que puedo dormir sin ti son dos horas.
No sabes lo cansado que he estado estos últimos…ejem, ¿seguro que vas a
estar cómodo? Necesitas descansar, cielo.
—Esto es lo más confortable que he estado desde que me desperté en
este lugar. Es bueno sentir tu cuerpo, ángel. Yo tampoco puedo dormir sin
ti. Y sé que esta cama tiene que ser mejor que la silla en la que has estado
durmiendo desde que llegaste.

74
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Suspiró y sentí cómo relajaba el cuerpo detrás de mí. Cerré los ojos y
me quedé inmediatamente dormido, con la paz que me daban el calor y la
seguridad del cuerpo de Clark.

CLARK – PASADO

MI MADRE murió ese otoño, cuatro días después de mi decimoctavo


cumpleaños. Se las arregló para aguantar hasta que yo no tuviera que
mudarme con mis parientes. Podría quedarme en nuestro apartamento
hasta terminar el instituto.
Su enfermedad resultó muy cara. Tenía seguro médico, pero entre los
deducibles, los copagos y los costes del tratamiento, había excedido su
límite anual y tuvo que utilizar sus ahorros. Aunque yo estaría bien,
porque me había dejado un pequeño seguro de vida, suficiente para la
universidad si era cuidadoso con el dinero o encontrara un trabajo de
media jornada para cubrir gastos.
Toda la semana que siguió a su muerte, dormí en casa de mi tía. Eso
le dio tiempo para ir al apartamento y quitar las medicinas, devolver la
cama de hospital que habíamos alquilado, quitar la ropa de mi madre de
los armarios y sus cosas del cuarto de baño. Le pedí que dejara lo demás.
En algún momento tendría fuerzas para revisar todas sus cartas y diarios y
mirar viejas fotos. Demonios, iba a echarla de menos.
Su funeral fue bonito. Fue como si la tierra hubiera sabido que ese
día, uno de los suyos volvía a casa. El tiempo, que por lo general era frío
en noviembre, se atemperó. Hubo un cielo muy azul, salpicado de blancas
y sedosas nubes y decorado con un doble arcoíris. Mientras bajábamos el
ataúd a la tierra, las hojas de los árboles danzaron y una leve brisa pasó a
mi lado como una suave caricia, secándome las lágrimas antes de que
pudieran llegar a las mejillas.
Mucha gente vino ese día a recordarla, sus amigos de la infancia que
aún vivían en Emily City, aquellos de todo el país que volaron para verla,

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

su hermana y sus primos y hasta algunos de mis amigos, incluidos los


Forman. Mientras bajaban el ataúd, Noah me miraba. Sus ojos
almendrados me dieron fuerza y confort. Después de enterrarla, todos
fueron a casa de mi tía Shirley y se sentaron a contar historias de ella.
Los Forman también vinieron, pero solo se quedaron unos minutos.
Por un segundo me pregunté si las historias los habían echado; mi madre
no era un florero y casi todas las historias eran de su juventud, que había
pasado recorriendo el país con diferentes hombres y luchando por diversas
causas.
—Clark, ¿estás seguro de que no quieres quedarte con nosotros?
Tenemos mucho espacio, querido. Las chicas están contentas de compartir
habitación y puedes utilizar la de Tracey.
Ya se habían ido todos y yo ayudaba a mi tía a limpiar los últimos
platos y vasos.
—Gracias, tía Shirley, pero quiero irme a casa. Aunque no rechazaré
una comida casera de vez en cuando.
Ella me palmeó la espalda. No eran las palmadas que me daba mi
madre, pero tenían que bastar.
—No hay problema con eso, Clark. Eres siempre bienvenido. Ahora
esta es tu casa, ¿me oyes? No se te ocurra alejarte.
—Sabes que no lo haré —la abracé—. Buenas noches, tía Shirley.
Llegué a casa después de las diez. Suspiré mientras dejaba las llaves
en el cuenco que había al lado de la puerta y miré alrededor. Eso era todo;
estaba solo. Bueno, seguía teniéndola en el corazón y eso no cambiaría
nunca.
Me di una larga ducha y dejé que el agua caliente me cayera por la
espalda y aliviara un poco la tensión. Fue el rato de mayor quietud en
varios días y el cansancio por fin pudo conmigo. Cuando sentí que se me
cerraban los ojos, cerré el grifo y me sequé. En la habitación me puse unos
pantalones de algodón y me metí debajo de las mantas. Estaba a punto de
cerrar los ojos, cuando sonó el timbre de la puerta.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

¿Qué demonios? El reloj de la mesilla de noche marcaba las once.


Fui despacio hasta el salón y me acerqué a la puerta sin hacer ruido, en
caso de que la persona que estuviera fuera no quisiera nada bueno. Miré
rápidamente por la mirilla y confirmé mis sospechas, pero no de mala
manera.
Abrí la puerta y sonreí por primera vez en una semana.
—Noah Forman. ¿Debería molestarme en preguntar qué haces aquí a
estas horas?
Noah alzó sus cautivadores ojos almendrados y cuando miró los míos
azules, se me aceleró el corazón. Se metió las manos en los bolsillos y se
movió de un pie a otro. Por primera vez desde que lo conocía, parecía
nervioso.
—Quería ver si estabas bien. Yo…pensé que te vendría bien un poco
de compañía. ¿Puedo pasar?
Di un paso atrás y la dejé espacio para entrar, luego cerré la puerta
con llave.
—Estoy cansado, Noah. Muy cansado.
Sacó la mano del bolsillo, entrelazó sus dedos con los míos y me
llevó al dormitorio.
—Vamos.
Lo seguí, demasiado agotado para reunir el autocontrol necesario
para apartar esa cálida mano que se sentía tan adecuada.
—¿Qué haces?
—¿Qué puerta? —preguntó mientras nos llevaba por el pasillo.
—La segunda a la izquierda.
Un momento. ¿Qué? ¿Por qué permitía que me llevara a mi
habitación?
—Noah, no es una buena idea.
Entró conmigo, se sentó en el borde de la cama y se quitó los
zapatos. Por primera vez vi lo que llevaba: un par de viejos y gastados

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

pantalones de algodón que le envolvían esa firme vara que tenía debajo,
que me hizo desear querer tocar y apretar; una camiseta de kickboxing que
se había quedado estrecha a medida que él se hacía más grande y que le
marcaba los músculos bien definidos. Se lo veía bien, muy bien. Cuando
terminó, trepó a la cama y se metió dentro.
—Ven, Clark. Prometo no intentar nada contigo. Se te ve fatal. Hoy,
durante el funeral, me tenías preocupado. ¿Cuándo ha sido la última vez
que dormiste en condiciones?
Hacía tanto tiempo que no podía contestar. Ciertamente no desde que
mi madre había muerto e incluso antes, porque al final estaba tan enferma
que gemía y estaba inquieta todo el tiempo. Había sido imposible dormir
con todo eso.
—No recuerdo —me encogí de hombros—. Supongo que estoy muy
cansado.
Sonreí con timidez y Noah extendió la mano.
—Solo dormir, Clark. Te lo prometo. Ven aquí; soy más adorable
que un osito de peluche. Te garantizo una buena noche de sueño o te
devuelvo el dinero.
Me metí en la cama, apoyé la cabeza en la almohada y me cubrí hasta
los hombros.
—No te pagué nada.
Noah sonrió, me dio la espalda, se acomodó contra mi pecho y apoyó
la cabeza en mi almohada.
—Uh. Buena respuesta. Sí señor, buena. Buenas noches, Clark. Te
amo.
—Noah —mi tono era de advertencia.
—No me digas “Noah”. Tengo catorce años, no soy un anfibio de
sangre fría y sé lo que siento. Entiendo que no lo quieras escuchar porque
te hace sentir incómodo, o lo que sea. Pero eso no significa que no sea
cierto. No lo volveré a decir, pero es verdad. Ahora cierra los ojos y
duerme.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Increíble, pero eso fue lo que hice. Por primera vez desde que podía
recordar, dormí bien y profundamente toda la noche. Y sostuve a Noah
Forman en mis brazos todo el tiempo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 10

NOAH—PRESENTE

—LO QUE digo es que el problema no parece físico.


Por fin me habían quitado las escayolas de las piernas y empezaba a
recuperar el uso completo del brazo izquierdo. Tenía el cuerpo cubierto de
moretones amarillos. ¿Cómo diablos no iba a ser todo físico?
—Explíquemelo, doctor García. No sé de qué está hablando.
—Noah, he hecho todas las pruebas imaginables y no puedo
encontrar la causa de su pérdida de memoria. Mi mejor suposición es que
puede tratarse de un tipo de reacción causada por el estrés post traumático.
Claro, hablaba de la pérdida de memoria. El internista y las
enfermeras se habían ocupado de mis lesiones físicas, pero el interés del
doctor García se centraba casi exclusivamente en mi cerebro. Pensé en lo
que había dicho. ¿No podía recordar nada de los últimos tres años a causa
de una especie de bloqueo mental?
—¿Se refiere al accidente? ¿Estoy estresado a causa del accidente y
por eso no puedo recordar?
El doctor García asintió.
—Bueno, ciertamente es parte de ello. Podría ser todo, es difícil de
decir. Lo raro es que no tiene ningún problema con la memoria reciente.
Parece recordar todo desde que se despertó. Su memoria lejana también es
excelente hasta un día concreto. Entonces se produce un borrón. Ahora

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

bien, si esa fecha correspondiera a su accidente, no sería raro. Pero


hablamos de tres años y no existe una razón física para que tenga una
laguna semejante.
Clark me tenía agarrado de la mano y pude sentir cuando se tensó.
Lo miré y me preocupé. Se había quedado lívido. Estaba blanco y parecía
a punto de vomitar.
—¿Ángel, estás bien?
—Yo…Sí…No…Uh…
Se volvió hacia el doctor.
—¿Qué puede causar eso? Lo que quiero saber es si es posible que el
estrés post traumático se deba a otro episodio estresante, de esa época, de
cuando dejó de recordar.
El doctor García se encogió de hombros.
—Ciertamente es posible. El cerebro es un órgano complicado. Cada
día aprendemos cosas nuevas, pero en el esquema de las cosas, no
sabemos cómo reacciona a los traumas, tanto físicos como emocionales.
—Se levantó para irse, y añadió—: Es muy posible que todo vuelva,
Noah. A lo mejor cuando se vaya a casa mañana, algo le activa la
memoria.
—¿Me voy mañana? —Imagino que la sonrisa me iluminó la cara
cuando miré a Clark—. ¿Has oído eso, ángel? ¡Nos vamos a casa!
El doctor García se echó a reír.
—No se haga el sorprendido. Lleva días molestándonos. Físicamente
está mucho mejor. Su fisioterapeuta me ha dicho que nunca ha visto a
alguien recuperarse con tanta rapidez y tiene miedo de que le dé una
patada si no sale de aquí. Con la ayuda de Clark, no veo razón por la que
no se pueda marchar. Por supuesto, va a tener que tomar las cosas con
calma; nada de hacer ejercicios agotadores y duerma mucho, por lo menos
durante las próximas semanas.
Asentí frenéticamente. A casa. Por fin podíamos irnos a casa y
dormir en nuestra cama. Y también hacer otras cosas en esa cama. Y en el
sofá. Ah, y en la ducha también podría estar bien. ¡Yupi!

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

CLARK – PASADO

LA SIGUIENTE semana fue extraña. Resultó duro lidiar con la realidad de


volver a casa y no ver la sonrisa de mamá esperándome, ir a dormir sin
que su beso de buenas noches me diera calidez, y despertarme sin
escuchar su voz. Cuando me sentía muy deprimido, sacaba uno de los
álbumes antiguos y empezaba a mirar fotografías. Eso siempre lograba
hacerme sonreír.
El día de Acción de Gracias cené con mis tíos y volví a casa a las
ocho, con cuatro bolsas repletas de sobras. Traté de explicarle a mi tía que
era físicamente imposible consumir esa cantidad de comida antes de que
se estropeara, pero ella continuó murmurando algo acerca de chicos
creciendo mientras llenaba las bolsas. Al final decidí que seguir la
corriente era mejor que discutir.
Mientras me aproximaba al apartamento, noté una figura sentada en
el suelo, apoyada en la puerta. Al acercarme, vi el pelo verde estilo
mohicano y mi pene de inmediato se levantó en señal de saludo. Me
reprimí y volví a recordar la diferencia de cuatro años. Noah levantó la
cabeza.
—Feliz día de Acción de Gracias. ¿A qué debo el honor?
—¿Hablabas en serio cuando decías que me podías ayudar?
Su voz sonaba cansada y muy decaída.
—Por supuesto que sí, Noah. Pasa, veré si puedo hacer algo de
comer —dije bajando los ojos hasta las bolsas y poniendo los ojos en
blanco.
Noah se puso de pie y se sacudió los pantalones. Había crecido unos
cinco centímetros desde que lo había conocido y apenas era un poco más
bajo que yo. Espió dentro de las bolsas y sonrió.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Tiene buena pinta. ¡Tengo tanta hambre! No he comido en todo el


día.
Fruncí el ceño, preguntándome por qué no había comido el día de
Acción de Gracias y le alcancé dos bolsas para sacar las llaves del bolsillo.
Apenas entramos, vacié las bolsas y le calenté un gran plato. Repitió,
luego se comió un trozo de tarta de calabaza y una de nueces. Cuando me
vio sacudir la cabeza sonriente, soltó una risa y se frotó el estómago plano.
—Estoy en edad de crecer.
Era tan adorable. Sonreí.
—Mi tía Shirley debe ser adivina.
—¿Qué? —alzó una ceja con expresión interrogante.
—Mientras me llenaba las bolsas de comida no dejó de repetir cosas
acerca de chicos creciendo. No importa —moví la mano en el aire para
indicar que cambiáramos de tema—. Me gusta tu pelo. ¿Cuándo te lo has
cambiado?
Él se rió por lo bajo y su expresión se tornó diabólica.
—Después de que mi padre se quejara de lo largo que tenía el pelo y
me dijera que necesitaba un corte. ¡Cuidado con lo que deseas, papá!
Brindó en silencio por su padre y se terminó el vaso de agua. Me
senté frente a él con los codos sobre la mesa y la cara apoyada en las
manos.
—¿Qué pasa, Noah?
Él empujó el plato y suspiró.
—Hoy ha sido un día horrible. Se suponía que íbamos a ir a casa de
los abuelos. Mis padres estaban revoloteando a nuestro alrededor,
asegurándose de que estuviéramos impecables. Entonces mi padre
comentó que una de mis primas iba a ir con su compañera de habitación.
Por el tono de su voz y la cara de horror de mi madre, pude asumir que no
era solo su compañera de habitación, ¿sabes? Mi madre se quejó, diciendo
que “eso” no era apropiado para los niños. Luego llamo a mi tía para
decirle que no debería permitir que la compañera de mi prima viniera a la

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

cena familiar, ya que no era de la familia. No sé qué contestó mi tía, pero


basándome en la actitud de mi madre, quedó claro que mi prima y su
amiga por supuesto que iban a asistir. Mientras pasaba eso, Ben estaba en
el sofá ojeando una revista, como si todo fuera perfectamente normal. Te
digo, Clark, me hubiera resultado imposible sentarme a esa mesa y
aguantar a mis padres sin sacarle el ojo a alguien con el tenedor. Así que
monté una pelea, salí enfadado hacia mi dormitorio y me negué a abrir la
puerta cuando llamaron. Al final se fueron sin mí, sin duda después de
considerar qué sería más socialmente apropiado: si llegar tarde o ir con
una persona menos.
Mientras hablaba retorcía los dedos y se sonaba los nudillos. Estiré la
mano y tomé la suya.
—¿Te he dicho lo orgulloso que estoy de ti?
Pensé que iba a hacer un comentario sarcástico, pero no fue así. Solo
esbozó una sonrisa suave y desgarradora.
—No has vuelto a tomar nada desde que hablamos, ¿no?
Sacudió la cabeza.
—Te prometí que no lo haría y no lo he hecho. ¿Pero qué voy a
hacer, Clark? No puedo aguantar mucho tiempo más. Algo tiene que
pasar.
Me levanté, fui hasta la mesa que había al lado de la puerta y volví
con un sobre.
—Uno de los antiguos amigos de mi madre es el decano de un
internado en el Este. Estuvo en el funeral y le hablé de ti —le tendí el
sobre con el formulario de entrada y el folleto del colegio—. Es muy
conocido y exclusivo. El tipo de lugar del que tus padres estarán
encantados de alardear ante sus amigos. Y lo mejor es que allí puedes ser
tú mismo; no tendrás que ocultarte. El decano tiene una mentalidad muy
abierta, tiene una alianza entre heterosexuales y gays y prometió que nadie
hablará con tus padres sobre tu vida personal. Si quieres, tienes plaza,
Noah.
Él parecía sorprendido y confundido.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Pero si voy allí tendría que estar separado de ti. Yo…no quiero
eso.
Oh, Noah. Ese chico me rompía el corazón sin siquiera intentarlo. Le
apreté la mano.
—Hay teléfonos. Podemos hablar todas las veces que quieras;
además, es posible que sea lo mejor. A medida que vayas creciendo, me
tendré que preocupar más por mis habilidades para resistir tus encantos.
Me reí hasta que vi la mirada ardiente de Noah.
—¿Sí? —Me aclaré la garganta, aparté la mano y me removí
incómodo en mi asiento—. Para, Clark. No te cierres a mí. Es una simple
pregunta. Lo que se interpone entre nosotros, ¿es el tema de la cárcel o
porque no estás interesado en mí, porque me consideras un pozo sin fondo
de necesidades emocionales? La verdad, Clark. Eres la única persona en
quien puedo confiar, no te atrevas a quitarme eso por miedo.
Ese era el problema de resistirse a Noah. No hablaba como una
persona de catorce años. Tenía que recordarle constantemente a mi pene
que él era muy joven, para que se bajara y no me avergonzara. Diablos, no
solo era mi pene; sentía una sacudida en todo el cuerpo por la necesidad de
envolverlo, tocarlo, olerlo, saborearlo.
—Creo que es seguro decir que estoy muy interesado en ti, Noah.
Pero es verdad que eres muy joven para mí, así que no puede pasar nada
entre nosotros.
—Por ahora —parecía determinado.
Me relajé un poco ante el pensamiento de que algún día podría dejar
de refrenarme.
—Sí. Por ahora.

NOAH llenó la solicitud para el internado y después enseñó a sus padres la


carta de aceptación; ellos se quedaron encantados. No sería justo decir que
estaban contentos porque su hijo iba a ir a una escuela de lujo, de la que

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

podían presumir. La verdad es que los Forman querían a Noah y les


preocupaba. Él había estado girando fuera de control, sin que nada pudiera
frenarlo y había creado un ambiente de tensión en la casa. La idea de que
fuera a un lugar donde poder estudiar y comportarse les dio esperanzas
para el futuro. Realmente querían lo mejor para su hijo.
El colegio empezaba en sexto grado, pero Noah iba a estar en
noveno. No sería el único alumno nuevo y como no tenía problemas para
hacer amigos, no estaba preocupado. Aún así, utilizó toda esa parrafada de
“me perdí los tres primeros cursos” como excusa para explicar la razón de
querer ir a la escuela de verano. Algo acerca de empezar a conocer gente y
acostumbrarse al internado antes de que los demás llegaran. Pero la verdad
es que estaba desesperado por largarse de Dodge.
Así que en mayo terminó la escuela secundaria, Ben y yo nos
graduamos en el instituto y nuestras vidas se movieron hacia nuevas
direcciones. Una semana después de la graduación, el lunes por la mañana,
Noah tenía su vuelo de vuelta al Este. El domingo por la noche apareció
en mi casa, algo que no me sorprendió.
—Conozco las normas, Clark. Pero estaré fuera cuatro años. ¿Podrías
solo abrazarme esta noche? Solo acurrucarnos, nada de empalmarnos.
En ese momento, probablemente le hubiera dado lo que quisiera. Me
sentía devastado porque iba a dejar de ser una parte regular de mi vida.
Pero fue su voz ansiosa y casi suplicante la que me convenció. Por cómo
reaccionaba mi cuerpo ante su cercanía, no podía seguir mintiéndome a mí
mismo con respecto a mis sentimientos por Noah. No había otra forma de
explicar mis dolorosas y persistentes erecciones. Por supuesto no le dije
nada, porque sabía que no sería bueno para él. Pero me dolía el corazón de
pensar que estaríamos tan lejos y de tener la certeza de que ese
enamoramiento pasaría. En su nueva escuela habría otros chicos (buenos e
inteligentes) y él se daría cuenta de que yo no era nada especial.
Así que esa noche lo sostuve entre mis brazos, sabiendo que
probablemente fuera la última vez. Fue todo lo que pude hacer para
aguantar las lágrimas que siguieron. Lo envolví con mi cuerpo y él se
acurrucó contra mi pecho, metió una pierna entre las mías y presionó con
firmeza su cuerpo contra mi costado.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Algún día dormiremos así todas las noches.


No dije nada porque sabía que para ese entonces, él ya me habría
olvidado. El simple pensamiento lograba que se me formara un nudo en el
estómago. No sé si me leyó la mente, si me conocía demasiado bien o
podía sentir la tensión de mi cuerpo, pero me pasó la mano por el
estómago y murmuró contra mi cuello.
—Ya lo verás, Clark. Volveré en cuatro años y empezaremos a vivir
nuestra vida. Solo te pido que para entonces no tengas a nadie en mi cama.
Estaré volviendo a ti y cualquiera que en ese momento esté en mi camino,
no se quedará mucho tiempo.
Me eché a reír y le acaricié la espalda.
—Muy bien, chico duro.
Levantó la cabeza y me miró a los ojos.
—Soy duro solo con los demás. Contigo no, Clark. Nunca, jamás te
lastimaré.
Por supuesto, yo sabía que podía hacerlo. Era más bajo que yo, pero
mucho más fuerte y duro. Honestamente, en una pelea, creo que Noah
podría con cualquiera, pero no conocía a nadie lo suficientemente idiota
como para poner a prueba esa teoría. Además, dejando de lado la fuerza
física, me tenía completamente a su merced.
—Sé que no me harás daño, Noah. Lo sé.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 11

NOAH—PRESENTE

—NOAH, tenemos que hablar de algo que dijo el doctor García.


Estaba sentado a mi lado, me tenía abrazado y me acariciaba el pelo.
Yo apoyaba la cabeza en su pecho y le agarraba los testículos con una
mano mientras que sostenía la suya con la otra.
—¿Te preguntó por qué tenías que bañarme dos veces al día? Ya era
hora de que la gente de aquí empezara a preguntarse el motivo.
Él rió por lo bajo.
—No creo que lo estén haciendo, cielo. Las paredes del hospital no
son tan gruesas y tú no sabes mantener la boca cerrada. Gracias a Dios.
—¿Sí? ¿Te gustan los ruidos que logras arrancarme, ángel?
Lo dije con voz ronca y baja y subí la mano por su entrepierna para
empezar a acariciarle el pene.
—Dios, Noah —respiraba con dificultad y tenía los ojos cerrados—.
De verdad que quiero hablar contigo. No puedo hacerlo cuando me pones
tan caliente.
Reacio, retiré la mano y le besé el cuello.
—Muy bien, ángel. ¿De qué tenemos que hablar? —Se produjo un
silencio prolongado y cuando lo miré a la cara, parecía asustado—. ¿Qué
sucede, Clark?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Se aclaró la garganta y me contestó con un susurro.


—No quiero volver a estar lejos de ti. No me dejes, Noah, por favor.
Solo dame una oportunidad.
¿Qué diablos? Lo miré profundamente a los ojos asustados.
—¿De qué hablas, ángel? Nunca te dejaré. Cuenta con ello, ¿de
acuerdo? Dime qué sucede.
Cerró los ojos y después de un segundo me contestó.
—Sé lo que pasó el 27 de diciembre de 2007. Ya sabes, ¿el primer
día que no recuerdas? Sé lo que pasó.
Se me encogió el pecho, como si alguien hubiera dejado caer un peso
de cincuenta kilos. No me gustó el tono de su voz y sospeché que no me
sentiría bien cuando escuchara lo que tenía que contarme, pero no dije
nada. Él seguía con los ojos cerrados y la frente arrugada, concentrado.
—El doctor dijo que no existía una razón física para tu pérdida de
memoria, que quizá fuera a causa de algo sucedido en esa época.
—Me estás asustando, Clark. No creo que quiera saberlo. Dejemos el
pasado donde está y volvamos a nuestra vida habitual.
Él emitió un sonido extraño y estrangulado, como un sollozo, luego
abrió esos ojos azules cristalinos y me miró.
—Necesito contarte lo que pasó, Noah. Tenemos que despejar las
cosas antes de que salgas mañana. Es la única manera de que podamos
tener la vida que queremos.
Me preparé. Podría soportarlo; lo que fuera, podría soportarlo. Podría
resistir cualquier cosa mientras tuviera a Clark.
—Bien. Dímelo.
Me dio un beso firme en la cabeza, luego me apretó la mano y
empezó a hablar con voz temblorosa.
—Acabábamos de cerrar el trato para la casa en E.C. Oeste, pero aún
no nos habíamos mudado porque había que arreglar muchas cosas y
pensamos que tendría más sentido quedarnos en el apartamento.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Hasta ahí me acordaba, así que asentí.


—La mañana del 27, recibimos una llamada de la señora que vivía al
lado de la nueva casa y nos dijo que los sótanos estaban inundados. Nos
levantamos para ir y en ese momento llamó tu hermano.
Eso era nuevo. No recordaba haber hablado con mi hermano en más
de dos años. Pero mientras Clark seguía, empecé a revivirlo en mi mente y
los recuerdos empezaron a volver.
—Ben estaba enfadado, muy enfadado. Hacía mucho tiempo que no
lo veías y quería hablar contigo. Esperamos que esa vez fuera para hacer
las paces, así que yo fui a la nueva casa y tú a ver a tu hermano. Pensé que
entre nosotros todo estaba bien. —No sabía por qué, pero sentí dolor en el
pecho. Oh, Dios, empezaba a recordar, los recuerdos empezaban a volver
lentamente—. A partir de ese momento, ya no pude volver a contactar
contigo. No contestabas el teléfono y no sabía dónde estabas. Me tenías
muy preocupado. Me ocupé de la tubería rota y volví al apartamento, me
lavé y me fui a buscarte.
No. No. Por favor, no.
—No pude encontrarte por ninguna parte. No estabas en la casa de
nuestros amigos, tampoco en la pizzería que había al final de la calle ni en
el café de la esquina. Al final empecé a buscar en bares y a llamar a los
hospitales, pero tampoco funcionó. Tenía un susto de muerte, ya no sabía
dónde buscar y tú seguías sin contestar el teléfono.
Hundí los dedos en el pecho de Clark con tanta fuerza que le clavé
las uñas; seguro que le quedarían marcas. Tenía el corazón en la garganta
y los ojos muy abiertos y horrorizados.
—Ya era tarde, casi medianoche. Volví a nuestro apartamento,
suponiendo que lo único que me quedaba por hacer era llamar a tu
hermano.
Los recuerdos de esa noche me asaltaron en forma de una gran ola de
arrepentimiento y dolor. Recordaba. ¿Qué había hecho?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Estabas sentado en el sillón viejo del salón que trajimos de la casa


de tu abuela. Había un hombre que no conocía y él…él estaba de rodillas
frente a ti con…
Lloraba. Mi ángel apenas podía hablar. Quise detenerlo; todo había
vuelto, esa noche y todas las que siguieron. Recordé cada miserable
momento de los últimos tres años. Si solo pudiera encontrar el modo de
cambiarlo; pero no podía. Diablos; ni siquiera era capaz de abrir los labios
para decirle a mi ángel que dejara de hablar y de revivir esa horrible
noche.
—Tenía tu pene en la boca y cuando me oíste entrar, solo…me
miraste. Tan solo me miraste ahí parado y no dijiste nada.
Lo recordaba. Había sido la peor noche de mi vida. La devastación
en la hermosa cara de Clark. Ese día lo destrocé, tan seguro como las
lágrimas que le caían, lo podía ver. Lo amaba más que a nada en el mundo
y lo quebré.
—Lo siento, ángel, era un estúpido. Perdóname, Clark, por favor,
perdóname.
Sentía los temblores de su cuerpo. Me coloqué encima de él y lo
rodeé con mis brazos para que lo único que pudiera sentir fuera mi peso y
mi calor envolviéndolo.
—¿Me perdonas, Noah?
—¿Por qué, ángel? Fui yo. Tú no has hecho nada malo.
—Oh, sí que lo hice. Renuncié a nosotros y me marché. Fui un
idiota, Noah; pero ahora lo sé y no volverá a pasar. Siempre lucharé por
nosotros, solo dame otra oportunidad.
Nunca había esperado oír esas palabras, no merecía escucharlas. El
único que había cometido una equivocación había sido yo, era yo el que
había roto nuestras promesas y su corazón.
—Ángel, lo único que quiero es que vuelvas. Sé que estás aquí solo
porque estoy en el hospital, pero no tengo mucho orgullo como para no
aceptarlo. Te tomo de cualquier manera que pueda, incluso si es por
lástima. Pero te demostraré que no volveré a hacerte daño; te recordaré lo

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

buenos que éramos juntos. Y sé que decidirás quedarte, incluso cuando me


recupere.
Era difícil distinguir sus lágrimas de las mías. El uno sostenía las
mejillas del otro y llorábamos, con las caras juntas.
—Esta vez me quedaré para siempre, Noah: como siempre dije que
lo haría. No quiero irme, y no tiene nada que ver con tus lesiones. He
estado viviendo en Los Ángeles, ¿sabes? De haber seguido allí, no hubiera
podido llegar tan rápido.
—¿Qué? No entiendo.
—He vuelto, cielo. Al final me di cuenta de lo idiota que había sido
todos estos años y decidí guardar las cosas en una bolsa y volver a casa.
Había planeado cortejarte, volver a ganarte. Pero ni siquiera llevaba
tiempo como para encontrar un hotel cuando sonó el teléfono y era mi tía,
para decirme que el hospital había encontrado su número en un antiguo
contacto de emergencia que tenías en tu teléfono. Le dijeron que estabas
herido y que querías verme.
Tuve que echarme a reír, simplemente tuve que hacerlo.
—¿Cortejarme para volver conmigo? Te he estado esperando; sabía
que al final volverías a mí. Te esperé todo ese tiempo, no son necesarios
los cortejos. Soy tuyo, Clark, siempre lo he sido y siempre lo seré. Tuyo.
Solo tuyo.

CLARK – PASADO

ESA mañana temprano, llevé a Noah a casa de sus padres para que pudiera
volver a escabullirse a su dormitorio antes de que el resto de la familia se
despertara y lo llevara al aeropuerto, fuera de mi vida. Nos dijimos adiós,
prometimos mantenernos en contacto a través del teléfono y del correo
electrónico, luego nos quedamos sentados en el coche, mirándonos.
Vi necesidad y esperanza en sus ojos y sí, quizá hasta amor, pero no
estaba seguro de que no fuera un reflejo de mis sentimientos hacia él.

92
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Esperé que no; más que nada, deseé que lo que sentía por mí fuera real y
que siguiera ahí cuando terminara el instituto.
—Ah, a la mierda —murmuré mientras me inclinaba sobre la
consola, lo agarraba por la nuca y lo atraía hacia mí para besarlo.
Él emitió un quejido y se derritió contra mí, con el cuerpo flexible y
deseoso, tan diferente del chico tenso y controvertido que era ante el resto
del mundo. Tenía los labios suaves y cálidos y compartimos una caricia
tierna de labios y lenguas antes de obligarme a apartarme.
—Cuatro años.
Noah jadeó mientras ponía la mano detrás de la espalda y abría la
puerta del coche. Salió, se despidió en silencio con la mano y se metió en
la casa de sus padres.

PASÉ los cuatro siguientes sin verlo. Logró encontrar excusas para evitar
viajar a su casa durante las vacaciones: escuela de verano, un viaje al
extranjero, vacaciones con amigos, torneos de kickboxing, etc. etc. etc.
Los señores Forman fueron algunos fines de semana a visitarlo. Por lo que
me decía Ben, cuando los acompañaba en alguna ocasión, Noah estaba
realmente ocupado y tenía muy poco tiempo para estar con ellos. Por
supuesto, yo sabía la verdad y es que no quería estar con su familia, así
que daba todas las excusas posibles para evitarlos.
Los Forman estaban tristes porque lo echaban de menos, pero
encantados con lo bien que le iba en el colegio. Creo que todos, menos yo,
esperaban problemas disciplinarios y una posible expulsión en las
primeras semanas, pero eso nunca pasó. Noah no iba a hacer nada que lo
hiciera tener que volver a vivir con sus padres.
Así que se quedó en el internado al otro lado del país y yo me quedé
en Emily City para ir a la universidad. Me costaba menos dinero ir a la
estatal que a las privadas o a las que estaban fuera y pude estirar un poco
más el dinero del seguro de vida de mi madre.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Por alguna razón que no entendí en ese momento, Ben también


decidió ir a la estatal. Recibió ofertas de toneladas de grandes facultades y
sus padres tenían dinero más que suficiente como para pagar cualquiera de
ellas, pero se quedó en la estatal. Compartimos habitación los cuatro años
(primero en la residencia, más tarde, en la fraternidad).
Ben era un excelente amigo y un compañero de habitación divertido.
Pasamos juntos la mayoría del tiempo libre, hicimos un buen grupo de
amigos con otros chicos de la fraternidad e incluso coincidimos en algunas
clases. Lo único que no compartimos fueron las citas dobles.
Ese hombre pasaba por las novias como el agua. Apenas me aprendía
el nombre de la última cuando ya estaba con otra. Y parecía que cada
chica tenía alguna amiga o pariente que quería presentarme.
Yo parecía estar bailando en la punta de un clavo, pero nunca sentí
que estuviera ocultado mi orientación a mis amigos, aún cuando no les
dije que era gay. En mi mente, no importaba, porque no había conocido a
ningún chico con el que quisiera salir. Claro que sabía que era probable
que nunca lo conociera, porque estaba perdidamente colgado por Noah. Lo
mejor de mis semanas era hablar por teléfono con él. Había motivos para
no compartir esa información y la más importante era que Noah no quería
que su familia supiera que era gay.
De todos modos, nunca le dije a Ben o a ninguna de sus novias que
en general no me interesaban las chicas y siempre rehusé los arreglos que
me ofrecían. Pero una vez, la última novia de Ben me dejó anonadado. Era
un sábado por la noche y yo había estado hasta tarde estudiando en la
biblioteca. Me iba a especializar en Computación y muchas noches de los
fines de semana, las pasaba con los libros y el portátil. Cuando volví, las
luces de nuestra habitación estaban apagadas y supuse que Ben habría
salido con su última novia, Cheryl o quizá Cheri. Lo que fuera.
Abrí la puerta, dejé caer la mochila sobre el escritorio que estaba más
cerca y encendí la luz. En ese momento escuché los gruñidos y miré hacia
las camas. Ben se encontraba en la suya con una Cheryl/Cheri
completamente desnuda. Me puse rojo.
—Mierda; lo siento, Ben, no me di cuenta que estabas aquí. Me iré
durante un rato.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No tienes que irte, Clark —se escuchó la voz alta de la chica—,si
te quieres unir, eres muy bienvenido.
Se me desencajó la mandíbula y miré a como-se-llamara. Tenía valor
para hacer proposiciones a otro, estando su novio al lado, diablos, hasta
posiblemente dentro de ella. Era extraordinario, pero Ben no parecía
afectado y me pregunté si estaba borracho.
—Um, sí, no creo que a Ben le gustara, Cher…ejem. Simplemente
me iré.
En ese momento, Ben intervino en la conversación.
—No me importa, Clark, puedes unirte.
Eso sí que me sorprendió aún más. Ben era un chico muy generoso; a
menudo me invitaba a cenar, a viajar y cosas de ese tipo. Nunca acepté, a
pesar de que sus padres le habían dado una tarjeta de crédito ilimitada.
Tenía bastante y no necesitaba nada más. De todos modos, eso llevaba la
generosidad a un nivel nuevo y extraño.
—Estoy bien, Ben, gracias.
Y con esas palabras salí de la habitación tan rápido que pensé que
dejaría detrás de mí el dibujo del sendero del Correcaminos. ¿Qué diablos
era eso?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 12

NOAH—PRESENTE

CLARK se metió en la entrada de nuestra casa y parpadeó sorprendido.


—Es…bonito. Está como lo habíamos planeado.
Cuando compramos la casa, la pintura rosa estaba descascarillada,
faltaban la mitad de las contraventanas, las ventanas estaban rajadas y las
tejas podridas. Ya podéis imaginar mi sorpresa cuando Clark me propuso
que hiciéramos una oferta de compra. Es cierto que era asequible, pero
también un agujero. Aunque él ya había imaginado cómo quedaría y me lo
contó con todo lujo de detalles mientras íbamos hacia allí. Accedí a la
compra, no porque yo la hubiera visto en mi imaginación, sino porque era
lo que él quería.
—Recordé cada palabra, ángel. Pintura blanca, contraventanas
negras, ventanas de madera, tejas grises, puerta roja. No estaba seguro con
respecto a las plantas, porque dijiste muchas flores y arbustos, pero espero
que lo apruebes.
Él asintió. Estaba sin palabras.
—Es perfecto, Noah. Perfecto. Entremos, hace demasiado frío para
que estés sentado aquí.
Salió del coche, vino hasta mi puerta y me ayudó a salir. Me
encontraba mucho mejor; las piernas apenas estaban tensas, nada que un
poco de estiramiento y unas cuantas patadas no pudieran resolver. Podía

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

manejarme solo, ¿pero por qué desperdiciar una oportunidad para


presionar mi cuerpo contra el de Clark? No soy estúpido.
—Ven, cielo. Apóyate en el coche mientras saco mi bolsa del
maletero.
Me acomodó con cariño contra el lateral del coche, abrió con rapidez
el maletero, se colgó el bolso al hombro y con el brazo libre me rodeó la
cintura. Me apoyé en él mientras íbamos al porche delantero. Podía sentir
los planos duros de su cuerpo y sus músculos largos y estilizados debajo
de la camisa.
—Estás más fuerte y musculoso.
Se ruborizó y me apretó la cintura.
—No tanto como tú pero sí, estos últimos años he ido mucho al
gimnasio.
Se me encogió el corazón y sentí dolor. Tragué con fuerza e hice la
pregunta que me rondaba la cabeza, aunque ya conocía la respuesta. La
sabía.
—¿Por qué? ¿Ibas a la caza o algo? ¿Esperabas encontrar un nuevo
novio?
La reacción de Clark fue tan repentina y rápida que casi me hizo
perder el equilibrio. Dejó caer el bolso, se giró para quedar frente a mí y
me agarró por los hombros mirándome con fijeza.
—Nunca. Nunca he querido otro novio. Mi corazón es tuyo. Te lo
prometí, Noah. Nos prometimos eso y no hay dolor en el mundo que lo
vaya a cambiar. Cuando me mudé, hubo un par de si-él-puede-estar-con-
otros-hombres-yo-puedo-hacer-felaciones. Pero esa fase no duró. Si no
podía estar contigo, estaría solo. Nunca nadie pudo ocupar tu lugar. Dime
que lo entiendes.
Me apretaba los hombros con más fuerza y me clavaba los dedos
profundamente, como para dejar marcas. Joder, eso me estaba excitando.
Esa pasión, esa posesividad, el dolor. Me ponía tan caliente que podía oír
que había tocado a otros hombres sin exigirle los nombres para
encontrarlos y arrancarles el pene.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Dime, Noah. Dime que entiendes que siempre he sido tuyo.


Incluso cuando no estaba, cuando estábamos separados. Dilo.
Gruñí, le agarré el pelo y atraje su cara para darle un beso salvaje.
Nos lamimos y entrechocamos los dientes. Moví la cabeza a un lado para
cambiar el ángulo y nos besamos con tanta fuerza que, al chocar los labios
y los dientes, pude probar el sabor de la sangre. No importó. Gimió, yo
gruñí y le empecé a meter y sacar la lengua de la boca para mostrarle
exactamente lo que estaríamos haciendo cuando por fin dejáramos el patio
delantero y nos metiéramos en la casa.
Cuando la necesidad de oxígeno fue tan abrumadora que temí que
nos fuéramos a desmayar, tuve que apartar la boca y lo tiré del pelo para
que me mirara.
—Sé que eres mío, Clark; siempre lo he sabido. Incluso cuando
estabas lejos, ángel. Tú me perteneces.
—Bien.
Se volvió a poner el bolso al hombro y me rodeó la cintura con el
brazo, me llevó hasta la puerta y buscó las llaves en el bolsillo. El beso me
había dejado aturdido, pero no pude dejar de notar que seguía teniendo las
llaves de nuestra casa en su llavero. Cuando abrió la puerta, contuve la
respiración.
—Oh, Dios mío.
Se quedó en la entrada y miró alrededor. Los suelos de madera
pulidos, sin pintura, devueltos a su estado natural; las paredes de color
amarillo pálido y una chimenea de ladrillo flanqueada por estanterías.
—Noah, es perfecto; como lo imaginé. ¿Cómo lograste hacer todo
esto? —recorrió con las manos la carpintería original.
—En estos últimos años, he tenido muchas noches y fines de semana
libres. Tardé meses en lograr quitar las capas de pintura de la madera,
porque tuve que hacerlo a mano para no arruinarlo. Me alegro de que te
guste.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Lo llevé hasta la cocina y le mostré las baldosas blancas y negras, los


azulejos blancos como en las estaciones del metro, y las encimeras de
mármol blanco.
—Lo has recordado.
Recorría la cocina casi con reverencia, mirando todos los detalles.
—Por supuesto que lo he recordado. Me contaste cómo se vería
nuestra casa y era imposible que lo olvidara.
Le mostré el lavadero, el comedor, el cuarto de baño al lado del
vestíbulo y los dormitorios laterales. En cada habitación tenía la misma
reacción: daba un grito ahogado, luego sonreía y se asombraba de que
hubiera recordado qué pared había que derribar y el color de cada una, e
incluso qué luces había que reemplazar. Yo estaba muy orgulloso de mí
mismo. Por fin, lo llevé al dormitorio principal.
—Derribé la pared que había entre esta habitación, la de al lado y el
baño incorporado. Y como decías, había suficiente espacio para un bonito
cuarto de baño, un vestidor y un pequeño estudio.
Clark estaba asombrado y feliz. Pero cuando entró en el vestidor se le
llenaron los ojos de lágrimas.
—Es mi ropa.
Estaba colgada al lado de la mía. La espantosa noche de tres años
atrás, cuando se marchó, nunca volvió, ni llamó ni pidió sus cosas. Tan
solo cambió su número de teléfono y desapareció de mi vida.
Me coloqué detrás de él, apreté mi pecho contra su espalda y le rodeé
con los brazos su estómago firme y plano, apoyando la barbilla en su
hombro.
—Sí, es tu ropa y está colgada en nuestro armario. Como tu cepillo
de dientes está en nuestro cuarto de baño y el champú que te gusta tanto
está en nuestra ducha. Es nuestra casa. No pienses que por haber hecho un
pequeño viaje van a cambiar las cosas. He estado esperando, Clark,
esperando que volvieras a casa.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

CLARK – PASADO

EL OTOÑO del último año, Ben rellenó los papeles para el Máster. Un día
llegué y lo encontré en su escritorio, mirando pensativo una carta. Fui
hasta él y le revolví el pelo antes de sentarme en una esquina del sofá.
—¿Qué pasa, hermano?
Me miró, se mordió el labio inferior y dejó caer la carta sobre el
escritorio antes de unirse a mí en el sofá. Se sentó, apretando su costado
contra el mío, pero sin mirarme a los ojos. Tenía la mirada clavada en el
regazo y se mordía las uñas.
—Me han aceptado en la Universidad de Chicago.
Intenté girar el cuerpo para abrazarlo.
—¡Es genial! ¿No es uno de los mejores programas del país? ¡Debes
estar encantado!
Ben siempre había sido una persona tan feliz, el alma de la fiesta.
Aparte de la preocupación por su hermano, nada lo entristecía y hasta ese
día, nunca lo había visto nervioso.
—Um, si, supongo. Tú te quedas aquí, ¿verdad?
En la estatal, básicamente lo que había logrado era que en vez de
cuatro años, haría la carrera en cinco y me graduaría con un BS y un
Máster.
—Sí, un año más.
—También he sido aceptado aquí. Puedo quedarme.
Me reí y le palmeé la pierna mientras intentaba salir del sofá.
—Claro que la lograste, eres brillante. Pero vas a dejar atrás a estos
patanes y Chicago será increíble. Vamos a celebrarlo, hermano.
Él me agarró del brazo. Cuando lo miré sorprendido, no fui capaz de
reconocer su expresión.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—De hecho, no somos hermanos, Clark. ¿De verdad piensas que


debería ir a Chicago?
Me desprendí, de pronto inusualmente incómodo con mi mejor
amigo.
—Bueno, eres lo más cercano a un hermano que nunca tuve, cretino.
Y por supuesto que deberías ir. Es un magnífico programa y te encantará
vivir en la ciudad. Venga, vamos a buscar a la pandilla y salgamos a
celebrarlo. Incluso invito la primera ronda de zorras pelirrojas del bar.
Es una bebida, gente. Claro que con Ben, era posible que conociese a
una pelirroja y la añadiera a su interminable lista de ex novias, pero yo no
me refería a eso.

POR suerte, los exámenes de ese año finales tuvieron lugar pronto y antes
de la graduación, tuve tiempo de llevar mis cosas de la fraternidad al
apartamento. Seguiría yendo a la universidad estatal otro año más, pero ya
no sería miembro activo de la fraternidad (cuatro años habían sido más
que suficientes. De todos modos, la mayoría de mis amigos se estaban
marchando para hacer algún máster, volver a casa o trabajar en otra parte).
Ben volvió a casa de sus padres después de la graduación. Se
quedaría allí unos días para hacer compras y luego se iría a Europa durante
el verano, antes de empezar a estudiar otra vez. Intentó convencerme para
que me fuera con él, pero me negué, aduciendo falta de dinero y
negándome a aceptar su invitación. Todo era cierto, no me estaba
inventando nada. Aunque lo que más me contenía era la esperanza de
volver a ver a Noah.
Él había terminado el instituto la misma semana que la graduación de
Ben. Seguíamos manteniendo nuestra charla telefónica semanal y nos
escribíamos todo el tiempo, pero no me había dicho qué iba a hacer al
terminar el colegio y no quise preguntar. No estaba seguro si era para no
hacerlo sentirse obligado a cumplir la promesa que me había hecho hacía
cuatro años, o porque no quería oírle decir en voz alta lo que siempre
había sabido, que se le había pasado y que ya no estaba interesado en mí.

101
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Cuando me fui a la universidad, mi tía había guardado los muebles,


la vajilla y otras cosas de mi madre en un depósito. La semana siguiente a
la graduación de Ben, apareció mi tío con una furgoneta de alquiler
cargada con todas las cosas. Logré que un par de amigos me ayudaran y
por la tarde, ya teníamos todo en el nuevo apartamento.
Mi tío me llevó a cenar antes de conducir una hora para volver a su
casa de los suburbios. Acababa de terminar de hacer la cama y estaba
tratando de decidir si desembalaba la caja con los utensilios de cocina,
cuando escuché que llamaban a la puerta. Con cuidado, pasé por encima
de las cajas y el resto de las cosas desparramadas en el suelo y fui hacia la
puerta.
Cuando abrí, tuve que levantar mis ojos azules para encontrar los
suyos almendrados. Medía casi un metro noventa y dos y sus hombros
anchos parecían aún más imponentes que cuando era niño. Vestía unos
pantalones de loneta deshilachados y una camisa Henley de manga larga
encima de una camiseta. Llevaba pulseras de tela y cuero en ambas
muñecas y una tira de cuero trenzada en el cuello, con un disco con el
símbolo del ying/yang pintado. Tenía el pelo castaño largo, con mechas
más claras por el sol; una sombra que no era precisamente una barba
propiamente dicha, más bien parecía que no se había afeitado en un par de
días. Y sostenía el bolso más grande que había visto en mi vida.
Se me secó la boca, el corazón se me aceleró y el pene se me
endureció con tanta rapidez que me dolió. Noah.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 13

NOAH—PRESENTE

CLARK agachó la cabeza y noté cómo se estremecía y empezaba a sacudir


los hombros. Lo giré hacia mí.
—No más lágrimas. Ya estamos en casa y todo está bien —no pude
seguir hablando, porque me cubrió la boca con la suya.
—Te he echado mucho de menos, Noah.
Murmuró las palabras en mi boca mientras me empujaba fuera del
vestidor hasta tocar la cama con las piernas. Me quitó la sudadera y la
camiseta con sus manos cálidas.
—Joder, Clark, sí—gemí excitado y empuje mi pene contra el suyo.
Agachado, me desabrochó los pantalones y los dejó caer hasta mis
pies, luego me quitó los zapatos y los calcetines y cuando me quedé
desnudo, Clark miró la cama por encima de mi hombro.
—Es nuestra cama.
Intenté quitarle el suéter, pero me seguían doliendo los brazos y los
hombros y mis movimientos eran limitados. Clark se hizo cargo y se
desnudó. Joder, el pene de ese hombre era espectacular. Largo y grueso,
estaba levantado y sobresalía recto. Sus testículos grandes y colgantes eran
igual de apetecibles. No me podía decidir cuál de los dos quería lamer y
chupar primero.

103
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Claro que es nuestra cama. Ya sabes cuánto me gusta. De


momento, no creo que pueda extender los brazos lo suficiente como para
que puedas atarme a los postes, pero estoy seguro de que podremos hacer
algo con los listones de arriba.
Clark me llenó de besos el cuello.
—Lo que quieras, cielo. Lo sabes, ¿verdad? Te daré lo que quieras,
Noah.
Siempre tuve un lado más oscuro que Clark y él lo sabía, por
supuesto, porque había sido la razón de que introdujéramos algo de morbo
en nuestra relación sexual. Siempre supe que, al contrario que yo, Clark
podía haber permanecido totalmente satisfecho con una relación sexual
tradicional y no es que yo no la disfrutara. Gocé cada momento con él,
pero también quería algo más (no más o menos, solo algo más que añadir
al conjunto).
Lo pusimos en práctica de vez en cuando a lo largo de nuestra
relación, pero nunca quise llevarlo muy lejos. Aunque durante estos tres
años de separación, aprendí mucho más. No es que haya estado tonteando
con otros hombres, pero todas esas noches de soledad me dejaron mucho
tiempo para ver porno y definitivamente gravité hacia un tipo
determinado. Ahora que él estaba de vuelta, había unas cuantas fantasías
que quería explorar. No enseguida, pero malditamente pronto.
—Vamos a la cama.
Clark me llevó hacia un lado de la cama, quitó el edredón y me
recostó sobre las sábanas. Luego se metió él, subió el edredón y pasó las
piernas a ambos lados de mi cintura. Buscó mi boca con la suya y
volvimos a besarnos con pasión. Era tan bueno y adecuado estar con él,
tenerlo en nuestra casa y en nuestra cama. Empujé el pene contra el suyo.
—Te deseo, Clark. Muchísimo.
Podía sentir sobre la cadera el rastro húmedo que dejaba su pene y mi
trasero se apretó en respuesta.
—Yo también te deseo, Noah, pero tu cuerpo aún no está curado y no
estoy seguro de lo que podemos hacer.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Gruñí desilusionado. Quizá necesitaba estirar los músculos antes de


poder tomar parte en relaciones acrobáticas, pero aunque me resultara
duro ponerme sobre manos y rodillas o doblar las piernas como me
gustaba, aún sin ser la cosa más confortable del mundo, en este momento
estaba fuera de cuestión y yo estaba muy caliente.
—¿Noah? —las manos de Clark eran suaves y gentiles en mis
mejillas.
—¿Sí? —miré sus ojos cálidos y afectuosos.
—Estos últimos años he tenido mucho tiempo para pensar en
nosotros, en ti, en lo que creía que te excitaba. Si no te gusta puedes
decirme “no”, ¿de acuerdo? Te prometo que nos ocuparemos de ello.
Mientras hablaba, me acariciaba suavemente el pene. Gemí, haría
cualquier cosa que él quisiera.
—¿A qué estoy diciendo “no”?
—¿Quieres que te penetre la boca, Noah?
Oh, Dios. El pene pulsó en su mano, los ojos se me pusieron en
blanco y dejé de respirar. Las palabras y la imagen de Clark haciendo eso
eran tan jodidamente eróticas que no podía hablar. Asentí.
—Puedo hacerlo, Noah. Puedo darte lo que necesites.
Se sentó y me arrastró hasta los pies de la cama. Me quedé recostado
de espalda, con la cabeza colgando. Clark se agachó para dejar la cabeza
cerca de la mía, me puso una mano debajo y me habló al oído en voz baja
mientras me acariciaba el pecho con suavidad.
—Ahora te voy a tomar, Noah, te voy a meter el pene en la boca y no
voy a parar hasta que no esté listo. Tu trabajo es quedarte ahí y tomarme.
¿Me entiendes?
Como siempre, su voz y su tacto eran tranquilos y gentiles, pero
había un tono acerado que era nuevo en nuestra relación. Eso, unido al
modo en que planeaba dominarme, fue suficiente para hacer que casi
explotara. Clark debió haber notado el rumbo que estaban tomando las
cosas, porque me miró el cuerpo, me rodeó el pene con la mano y apretó.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Corrección. Tienes dos trabajos, quedarte ahí y aceptar mi pene en


tu boca y en tu garganta, sin correrte, Noah —apretó un poco más—. ¿Nos
entendemos el uno al otro?
Yo había cerrado los ojos, pero los volví a abrir ante la pregunta y
busqué sus ojos azules. Seguía siendo mi Clark, mi ángel. Pero, joder, se
había vuelto aún más sexy.
—Contéstame, Noah. ¿Entiendes que no puedes, que no te correrás?
No lo harás hasta que yo te lo permita.
Mis cuerdas vocales hicieron un sonido que jamás había escuchado.
Era un quejido, un gemido, un ruego y un suspiro agradecido, todo a la
vez. Tragué con fuerza y logré contestar.
—Entiendo.
Titubeé, sin estar seguro si él aprobaría lo que iba a decir, pero todo
era tan cercano a mis fantasías que tenía que continuar. Lo miré a los ojos
y dejé salir mis deseos.
—Gracias, señor.
Me preocupaba que sintiera repulsión, pero él ni se inmutó. Solo me
acarició el cabello y me besó la mejilla.
—Me alegra que nos entendamos, Noah.
Y después de eso, se puso de pie y me quitó el elástico que me
sostenía el pelo, me recorrió los brazos con las manos hasta llegar a las
muñecas y las aprisionó. Cuando no me pude mover, se colocó a
horcajadas sobre mi cabeza y bajó los testículos hasta mi boca.
—Lámelos.
Oh, Dios mío. Sí. Sí. Sí. Sí.
Saqué la lengua y se la pasé por los testículos. Él bajó un poco más,
hasta dejarlos aplastados contra mis labios y yo se los lamí enteros.
Cuando sentí que la presión aumentaba, entendí lo que quería y abrí la
boca para chupar primero uno y después el otro.
Tenía la nariz apretada contra su ingle y su olor almizclado me
llenaba. Eso, unido a su sabor y a su tacto, era un afrodisíaco increíble.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Luchaba para controlarme, para evitar derramar mi pasión sobre el


estómago, algo aún más difícil cuando Clark soltó una de sus manos de
mis muñecas y empezó a acariciarse.
Mirar a un hombre masturbarse es erótico en cualquier circunstancia.
Ver a mi amante hacerlo, lo es más. Pero verlo masturbarse mientras me
tenía dominado y forzándome a lamerle y chuparle los testículos, bueno,
eso hacía que tuviera el pene más duro de lo que nunca había estado y que
me dolieran los testículos.
Moví las caderas, incapaz de detenerme. El olor del cuerpo de Clark,
el sabor de su sudor y su almizcle en mi boca, la sensación de su calor y
fuerza dominándome, eran tan excitantes que no pensé que fuera a ser
capaz de evitar el orgasmo.
Me puse a pensar en historias tristes, conté hacia atrás, reviví
mentalmente los partidos de baloncesto, pero nada funcionó. Cuando sentí
que empezaba el cosquilleo y pensé que no iba a ser capaz de aguantarme,
encontré la única cosa que me podría hacer resistir: mi deseo de obedecer
a Clark. De algún modo eso evitó que me corriera, aunque me puse aún
más duro.
Clark se alejó de mi boca con un sonido, luego apuntó el pene hacia
mi boca. Me lamí los labios y la abrí todo lo que pude mientras él iba
bajando lentamente. Había pasado mucho tiempo desde que me había
metido el pene de Clark en la boca, o para el caso cualquier pene, porque
en su ausencia no había estado con nadie y era enorme. Quiero decir, era
un hombre verdaderamente bien dotado. Sin embargo, estos últimos años
había pasado mucho tiempo con juguetes sexuales en ambas partes de mi
cuerpo y la invasión no era algo que no pudiera manejar.
Clark se enterró en mi boca y en mi garganta hasta que pude sentir su
vello púbico y sus testículos sobre la cara. Se inclinó sobre mi cuerpo y
me chupó el pene mientras metía y sacaba el suyo. Me encantaba la
sensación de la piel satinada y cálida que recubría esa dureza; ningún
consolador se sentía igual. Gemí alrededor de su pene, terriblemente
excitado ante la certeza de que él controlaba su placer y el mío.
Tuve que hacer un esfuerzo extraordinario para no eyacular, pero me
preocupaba perder la batalla. Era todo tan bueno.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

En eso, Clark me chupó con fuerza antes de apartarse. Añoré la


sensación de su boca, pero me sentía aliviado, porque supuse que así
lograría mantener control sobre el inminente orgasmo.
Se alzó y apoyó las manos sobre el colchón mientras seguía encima
de mi cara, penetrándome la boca. Pensé que en esa posición empujaría
con más dureza. En cambio, me metió el pene tan adentro que no pude
respirar, luego se quedó quieto y estiró la mano para agarrar el mío,
recorriéndolo con un dedo y hablándome con suavidad.
—Córrete, Noah. Ahora.
Empujé las caderas hacia arriba y exploté, el orgasmo más poderoso
de mi vida. Clark no quitó el pene hasta que terminé de derramar semen
caliente sobre el estómago y el pecho y seguía sin poder respirar, lo que,
por extraño que parezca, parecía acentuar la sensación. Cuando por fin lo
hizo, di bocanadas de aire.
—Muy bueno, Clark —era duro pronunciar las palabras con la
garganta dolorida y los pulmones ardiendo, pero necesitaba que lo
supiera—. Ha sido tan, tan bueno.
Con suavidad me movió y volvió a colocarme la cabeza sobre la
almohada, luego se recostó a mi lado y me besó la cara, el cuello, la
mejilla, detrás de la oreja.
—Te amo, Noah.
Quise abrazarlo, pero tenía el cuerpo completamente desmadejado
tras esa experiencia.
—Yo también, Clark. Te amo muchísimo. Ha sido maravilloso,
ángel. Gracias.
Se acurrucó contra mi cuello y presionó su cuerpo cálido contra el
mío. En ese momento sentí su dureza contra la pierna y me di cuenta que
no se había corrido. Le rodeé el pene con la mano.
—Eh. ¿Qué es esto, por qué no terminaste?
Me puso una pierna encima y se quedó apoyado en las manos, sobre
mi cuerpo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Quería concentrarme en ti, asegurarme de que disfrutaras y de que


no llevábamos las cosas demasiado lejos.
Me miró a los ojos.
—¿Era eso lo que necesitabas, verdad Noah?
Sabía que detrás de esa pregunta había una conversación. Sobre
nuestra vida sexual y lo que me excitaba. Diablos, de todos modos había
estado esperando el momento de hablar con él, pensando el modo de
explicarle lo que quería. Pero si me tenía que basar en esta sesión, estaba
claro que él ya tenía una idea y que la charla sería más bien una
confirmación. Pero eso podía esperar hasta más tarde, hasta que
hubiéramos dormido un poco y por supuesto, hasta que él se hubiera
corrido.
—Casi, ángel. Necesito una cosa más.
Se inclinó y me besó, luego fue recorriéndome con la lengua hasta el
oído.
—Lo que quieras, Noah. Solo dímelo, te daré todo.
Sus palabras contenían una cierta dosis de desesperación, pero no
pude concentrarme en ellas en ese momento. Necesitaba que eyaculara, así
que metí la mano entre los dos, le rodeé el pene y empecé a acariciarlo
como recordaba que le gustaba, no muy fuerte, con caricias largas y lentas
mezcladas con algunas rápidas. Todo el tiempo le susurraba al oído cuánto
lo quería y lo bien que me hacía sentir. No pasó mucho tiempo antes de
que me cubriera la mano con semen y gimiera.
Luego se levantó y fue al baño a buscar una toalla mojada para
limpiarme el cuerpo. Entonces por fin pude relajarme y dormitar. Lo
último que recuerdo es que busqué con la mano los testículos de Clark,
mientras él me susurraba al oído.
—Gracias por dejarme volver a casa, Noah. Te quiero.

109
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 14

NOAH—PRESENTE

CUANDO me desperté, seguíamos en la misma posición: su cuerpo


pegado al mío, mi mano rodeándole los testículos, abrazados con las
piernas entrelazadas y él con la cabeza enterrada en mi cuello. Le besé la
cabeza y sentí su sonrisa.
—¿Ya estabas despierto o fue un momento estilo bella durmiente?
Me besó el cuello, siguió bajando con la lengua hasta mi pecho y
succionó una tetilla. Gemí enterrándole los dedos en el pelo y lo atraje
hacia mí para darle un beso apretado, largo y mojado, exploramos con la
lengua y con las manos recorrimos piel desnuda, hasta que a mi estómago
le dio por interrumpir con un rugido. Clark soltó la risa.
—Mmm. ¿Estás intentando decirme algo, cielo? Por favor, no te
aguantes, que no hay razón para sutilezas.
—No estoy tratando de decirte nada, joder, el estómago es un total
arruina-momentos. Estoy pensando quitármelo.
Clark me mordió la lengua con suavidad y se sentó.
—¿Qué tal si en vez de eso, te doy de comer? Dame un minuto para
ver si hay algo comestible en la cocina. Si no, voy a comprar algo.
—No quiero que te vayas —moví los dedos entre los suyos.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Oh, cielo. Lamento haberte hecho daño. No debería haberme ido.


Por favor créeme cuando te digo que no volverá a suceder. Pase lo que
pase, me quedaré a tu lado.
—Y yo no volveré a darte motivo para que vuelvas a marcharte. Te
adoro, Clark y me aseguraré de que nunca lo olvides.
Levanté el cuerpo, me quedé sentado detrás de Clark y apoyé la
cabeza en su espalda.
—Te ayudaré en la cocina.
—Noah, se supone que deberías estar tomándotelo con calma.
Puedes hacerme compañía, pero te quedas sentado.
Fuimos abrazados hasta la cocina. No era algo nuevo o resultado de
la separación. Desde el primer día, Clark había sido extremadamente
cariñoso. Me adoraba y siempre encontraba una razón para que nuestros
cuerpos se tocaran y estuvieran en contacto. Me encantaba eso de él, me
gustaba cómo me hacía sentir y lo orgulloso que estaba de nosotros como
pareja.
Me senté a la mesa y lo miré rebuscar en el frigorífico y vaciarlo. Me
sentí agradecido de que estuviera de vuelta, había estado tan solo, tan
increíblemente incompleto sin él.
—Ni siquiera voy a abrir algunas de estas cajas. Estuviste en el
hospital seis semanas y no hay modo de que estas cosas sigan siendo
comestibles.
Cuando terminó, miró en el congelador y encontró unos bagels,
salchichas y Tater Tots3.
—Bueno, no va a ser un desayuno de campeonato, pero te llenará ese
estómago rugiente. Más tarde, mientras duermes la siesta, saldré a hacer
compras.

3
Nota del traductor: conocido también como Tots, es una fritura de patatas. Esta marca
es conocida por ser crujiente, pequeña y de forma cilíndrica. En slang, tater significa
patata.

111
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Ni hablar. No vuelvo a dormir solo nunca más. Iremos juntos a


hacer las compras, me vendrá bien caminar un poco. Piensa en ello como
una terapia física.
Le debió haber gustado el comentario, porque dejó la comida sobre la
encimera, vino hacia mí y me dio un beso suave y dulce.
—Te quiero, Noah.

DESPUÉS del desayuno nos dimos una ducha, fuimos a hacer compras y
al final nos sentamos en el sofá con unos pantalones de algodón. Yo estaba
apoyado en el brazo del sofá y Clark sentado entre mis piernas y recostado
contra mi pecho. Tenía el ordenador portátil y estuvo trabajando mientras
yo cambiaba los canales y hacía ver que miraba la televisión, cuando lo
único que hacía era disfrutar con la sensación del cuerpo de Clark,
sabiendo que estaba en casa conmigo y sintiendo la calma y la seguridad
que siempre me había transmitido.
—Si sigues haciendo eso, no va a haber manera de concentrarme.
—¿Haciendo qué? Si no me he movido.
Movió el trasero y me di cuenta de que me había puesto tan duro que
presionaba con insistencia mi zona favorita.
—Mmm. Me encanta sentirte así, pegado a mí, Noah.
Seguía frotándose y pensé que iba a perder la razón si no me dejaba
que lo penetrara.
—Dios, Clark, han pasado tres años. ¿Vas a hacer que te suplique?
Él se rió por lo bajo y siguió así, sin darme nada más. Después, dejó
el ordenador en el suelo, se desnudó y me cubrió con su cuerpo.
—¿Quieres mi trasero, Noah? —Asentí, me lamí los labios y esperé
no estar babeando—. Muy bien, pero lo hacemos a mi manera. Siéntate.

112
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me apresuré a hacerlo, con el corazón acelerado y el pene a punto de


hacer un agujero en los pantalones. Clark bajó el elástico a lo largo de mi
erección y lo soltó de golpe sobre mis testículos.
—Agh. Joder.
—¿Te gusta? —me preguntó, inclinado sobre mi y mirándome a los
ojos.
Apoyé la cabeza contra el respaldo del sofá y le devolví la mirada.
—Sí —tragué—. Sí, me gusta.
Asintió, entendiendo.
—Entonces se quedará ahí. Dejaré que sientas la presión en los
testículos mientras yo me penetro con tu pene. ¿Sigues teniendo el
lubricante en el cajón de la mesilla?
Contesté jadeando, con el cuerpo temblando de anticipación y
excitación. Clark se levantó y fue al dormitorio. Cuando volvió con la
botella medio vacía, sonreía burlonamente.
—Por lo que se ve, has sido un chico ocupado durante mi ausencia.
Por un momento sentí pánico, no quería que pensara que había
habido otros hombres en nuestra cama.
—No lo he usado con nadie más, solo cuando estaba solo y me
masturbaba. No hubo nadie más, te lo juro.
Los ojos de Clark se suavizaron e inmediatamente acortó la distancia,
me acarició la mejilla y me besó con suavidad.
—Shh. Lo sé, cielo. Solo bromeaba porque vi todos tus juguetes
sexuales, el cajón está bastante lleno. No veo la hora de que los probemos.
Asentí y contuve las lágrimas. Joder, ¿cuánto tiempo me llevaría
olvidar lo que había hecho y dejar atrás ese capítulo de nuestra vida? Él
había dicho que me había perdonado y sabía que era cierto, así que tendría
que encontrar el modo de perdonarme a mí mismo o el pasado
ensombrecería nuestro futuro.

113
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Olvidé todo cuando vi a Clark humedecerse los dedos y llevarlos


hacia atrás. No podía ver cómo se penetraba, pero su mirada y el modo en
que abría aún más las piernas me indicaron lo que estaba haciendo. El
pene me chorreaba y los testículos me dolían por la necesidad de alivio y
la presión del elástico. Joder, qué bien se sentía. Cuando terminó de
prepararse, me cubrió el pene con lubricante, me arrastró hasta el extremo
del sofá y se colocó a horcajadas sobre mis piernas, de espaldas a mí.
—No te muevas, Noah. Yo estoy al mando.
Clavé los dedos en los almohadones, planté los pies en el suelo y
miré cómo mi amante empezaba a bajar sobre mi pene, que tenía agarrado
con una mano mientras se sostenía con la otra. Cuando tocó su entrada,
empezó a empujar hacia abajo hasta que pude atravesar el primer anillo de
músculos y entré en su calor.
Clark se deslizó a lo largo de mi pene y pude sentir cómo se movía
para acomodarlo. Cuando me tenía completamente dentro, se quedó
sentado encima de mis testículos, con mi pene llenándolo y haciendo que
ambos gruñéramos. Quería empujar hacia arriba y moverme dentro y fuera
de ese calor, pero él me había dicho que no lo hiciera.
—Por favor, ayúdame a correrme —al final tuve que pedirle.
Clark gimió y meneó las caderas, luego se alzó un poco y volvió a
bajar a lo largo de mi longitud. Se penetró profundamente para volver a
levantarse y dejar solo la cabeza dentro de su cuerpo.
—Se siente bien, Clark, tan bien.
—Tócame, Noah. Acaríciame mientras yo me meto tu pene.
Dios, sí.
Moví la mano que tenía apretada en el sofá y disfruté con el tacto
suave y cálido del pene de Clark. De repente movió las caderas con
brusquedad y cuando soltó un grito ahogado, supe que se había tocado el
punto sensible. Incrementó la velocidad y mantuvo el mismo ángulo
mientras subía y bajaba con rapidez. Mi mano volaba sobre su pene en un
intento desesperado de llevarlo a la cima.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Clark, estoy muy cerca, jodidamente cerca. Por favor, déjame.


Joder. Por favor.
Justo cuando creí que iba a gritar por la necesidad denegada, Clark
apoyó la cabeza en mi hombro y soltó un grito.
—Ahora, Noah. Córrete conmigo ahora.
Le mordí el cuello y lo llené de semen mientras sentía un calor
líquido correr por los dedos. Me llevé la mano a la boca y lamí mientras él
me miraba con la cabeza ladeada. Sus ojos azules se oscurecieron y sacó la
lengua para lamer conmigo.
—Tan jodidamente excitante, Noah. Me vuelves loco.

CLARK—PASADO

ME PUSE de lado para dejarlo entrar en el apartamento, pero ninguno de


los dos dijo nada; solo nos miramos. Cerré la puerta sin apartar la vista de
la suya y con lentitud acorté la distancia que nos separaba. Supuse que si
no quería que me acercara, me podría detener, pero no lo hizo. En cambio
gimió, dejó caer el bolso y cerró los ojos cuando nuestros labios se
encontraron.
A lo largo de mis noches solitarias, me había acompañado el
recuerdo de mi primer beso con Noah, el primero con cualquiera, mi único
beso. Pensé que durante todos esos años lo había idealizado en mi mente,
que no podía haber sido tan increíble como lo recordaba, pero ese segundo
beso me dejó claro que, si acaso, había olvidado los detalles de lo bueno
que había sido.
Los labios suaves, su aliento en mi cara y la lengua jugando con la
mía; sus manos envolviéndome y manteniéndome cerca, su pecho
musculoso apretado contra el mío, mis brazos rodeándole el cuello y los
dedos jugando con su pelo. Y una sensación que no había experimentado
cuando nos habíamos basado en el coche: su miembro presionando contra

115
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

el mío. Mi pene se había llenado con tal rapidez que casi se me doblaron
las rodillas. Estaba seguro de que podía explotar en los pantalones solo
besándolo y sintiendo su cuerpo apretado contra el mío. Pero quería más.
Le recorrí el pecho, las tetillas, le acaricié el estómago y por fin le
metí la mano debajo de la camisa.
—Agh.
Noah gimió cuando sintió mi piel contra la suya; fue el sonido más
excitante que había escuchado en mi vida. Bajé la mano hasta su pene
duro y ambos temblamos.
Bueno, si el hecho de que aún no hubiera demostrado ningún interés
por las chicas y las horas pasadas estos últimos años viendo porno gay no
habían sido suficientes para convencerme, el hecho de estar
completamente perdido por el tacto, el olor y el sabor de Noah,
ciertamente sí fueron suficientes para certificar el hecho: era gay. «Bueno,
mamá», pensé, «supongo que ya sabemos hacia dónde van las cosas. Por
fin».
—Dime lo que quieres, Noah —murmuré contra su cuello mientras
le mordisqueaba la piel.
Él se separó reacio y bajó el bolso, luego abrió un bolsillo lateral y
rebuscó con manos temblorosas.
—Dime qué podemos hacer. Traje mi partida de nacimiento para
probar que tengo dieciocho años, los papeles que indican que estoy
empadronado en el estado, así estamos en el mismo escenario o lo que sea,
y los análisis que demuestran que estoy limpio de cualquier maldita
enfermedad conocida. Los tengo aquí, déjame buscarlos.
—Sé cuándo fue tu cumpleaños y en el resto te creo, Noah.
Cuando me incliné para levantarlo, pude ver su nuca. Recorrí con los
dedos la tira de números que le bajaba por el cuello largo hasta meterse en
la camisa.
—¿Qué es esto? ¿Te has hecho un tatuaje?
Me cubrió la mano con la suya y la apretó antes de hablar con voz
grave.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Es un recordatorio constante del día que supe que existía una razón
para seguir adelante, para ser un hombre decente. El día que conocí a mi
ángel.
240396…
Veinticuatro de marzo de mil novecientos noventa y seis, el día que
conocí a Noah. Se había marcado por mí. Gruñí excitado y recorrí con la
lengua los números tatuados en la piel, lo giré y chupé, dejándole una
marca en la parte delantera del cuello. De repente sentí un abrumador
deseo de continuar hasta dejarle el cuerpo entero cubierto de pequeños
moretones, y fuera evidente que yo era su dueño.
—¿Te gusta, Clark?
—Diablos, sí. Me hace sentir que me perteneces.
—Eso es porque te pertenezco. Siempre fue así y siempre lo será,
ángel.
Con un gruñido, hundí los dedos en ese firme trasero y apreté su
entrepierna contra la mía.
—¿Quieres ir al dormitorio?
Noah me apretó, jadeando. Cuando por fin logró recuperar el control,
se separó y agarró el bolso.
—Joder, sí. Si no consigo tener un poco de acción pronto, mi pene va
a comprar un billete de ida al pantalón de alguien.
Fue por el pasillo hacia el dormitorio. «Qué gran trasero», pensé con
un gemido bajo y gutural, luego tragué y fui detrás de mi futuro.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 15

NOAH—PRESENTE

NOS sentamos en el sofá y disfrutamos de esa sensación de bienestar.


Rodeé a Clark con los brazos y lo apreté, sintiéndome profundamente
sosegado.
—Mmm. Me gusta cuando tú tienes el control.
Suspiró y me besó el cuello.
—Lo sé. Siento no haberlo hecho antes, pero era joven y no entendía.
Me acurruqué contra su cuello.
—No quiero que hagas nada que te resulte incómodo, ángel. Tiene
que ser bueno para los dos o no funciona, ¿sabes?
Se levantó y mi pene se salió de su trasero y ambos gruñimos. Luego
se puso los pantalones y la camisa, me colocó los míos y se sentó a mi
lado, mirándome a los ojos.
—¿Noah?
—¿Sí?
—¿Podemos evitar subterfugios y llamar a las cosas por su nombre?
—Asentí—. Puedo con el tema de la dominación, pero no puedo hacerte
daño, cariño; de verdad que no. Lo que te quiero decir es que un poco de
bondage, quizá algún que otro azote, está bien, pero no puedo con la

118
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

tortura y la humillación, como tampoco hacer nada en público. Al igual


que el resto de nuestra relación, tiene que quedar entre nosotros.
Me gustó lo indecible que no solo entendiera mis necesidades, sino
que las viera como una extensión de nuestro amor y no como algo
depravado, retorcido y enfermo.
—¿Has pensado mucho en ello, verdad?
—Por supuesto que sí. Pasé mucho tiempo preguntándome si una de
las razones de tu engaño había sido tu insatisfacción con nuestra relación
sexual, que no te hubiera dado lo que necesitabas dentro y fuera del
dormitorio. Quiero satisfacerte, Noah, mucho, pero no sé lo lejos que
puedo llegar.
Cerré los ojos e intenté explicar lo que quería.
—Yo solo… —Clark me acarició los brazos, luego me tomó las
manos en las suyas y la apretó mientras yo intentaba encontrar las
palabras—. ¿Recuerdas que pides por mí cuando salimos a comer fuera?
—Asintió—. Me gusta, pero solo contigo, con nadie más. Con el resto del
mundo siento que tengo que estar siempre en guardia. No puedo mostrar
debilidad, he de ser fuerte y controlar todo. Pero cuando estoy contigo
puedo bajar mis defensas y dejarme ir. No solo se trata de que puedo
cederte el control, es que me encanta hacerlo, me hace sentir seguro y
protegido. No quiero que me humilles, ni que hagamos pública nuestra
vida sexual y no estoy interesado en daño real. Cuando me rindo y tú estás
al mando, siento que no tengo ninguna preocupación porque te estás
ocupando de todo y me estás cuidando. Eso es lo que quiero. ¿Tiene
sentido lo que digo?
Clark me besó profundamente con los ojos llenos de lágrimas.
—Lo tiene. También es endemoniadamente sexy. Me encanta
cuidarte, cielo, dentro y fuera de la cama.
Apoyé la frente contra la suya y sentí que la tensión se evaporaba. Ni
siquiera podía estar asombrado por lo fácil que había resultado la
conversación, porque entre nosotros siempre había sido así. Siempre
habíamos estado compenetrados.

119
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

CLARK—PASADO

CUANDO llegamos al dormitorio, Noah dejó caer la bolsa y se giró hacia


mí. Estábamos parados al pie de la cama, apenas separados el uno del otro;
yo seguía esperando que las cosas se volvieran incómodas. Después de
todo, no nos habíamos visto en cuatro años; sí, habíamos hablado por
teléfono religiosamente, pero no era lo mismo. Además, salvo el beso de
despedida, nunca habíamos tenido una relación física. Pero no hubo
extrañeza; en cambio, el aire estaba lleno de calor y anticipación.
Noah se quitó la camisa y la camiseta de un solo movimiento y pude
admirar su pecho esculpido mientras se quitaba los zapatos, el cinturón y
dejaba caer los pantalones al suelo. Sin darme cuenta, me estaba quitando
la ropa al mismo ritmo que él y quedamos desnudos, uno frente al otro.
Nos devoramos con la mirada y recorrimos libremente el cuerpo del otro.
No me entraba en la cabeza que quisiera mirarme cuando podía
mirarse al espejo. El hombre era espectacular, con un pecho y unos
hombros anchos y musculosos. Estaba todo bronceado y lo cubría una fina
capa de vello oscuro que finalizaba en unos sugestivos rizos en la base de
su duro pene. Y esos ojos almendrados me cautivaban, igual que la
primera noche que lo conocí.
—Eres tan bello, Clark, siempre lo has sido.
Me ruboricé y sacudí la cabeza. Él era impresionante, maravilloso.
Temblé con la necesidad de tocar ese magnífico cuerpo.
—¿Puedo…quiero…me dejarías probarte, Clark?
Oh, Dios, era lo más sexy que había oído. El fuerte y duro Noah de
pie frente a mí, completamente desnudo y pidiendo permiso para
chuparme.

120
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me senté al borde de la cama y abrí las piernas, invitándolo. Vino


hacia mí y se dejó caer de rodillas entre las mías, agachó la cabeza y me
lamió los testículos. ¡Dios, qué jodidamente bueno!
Me agarró con fuerza por las caderas y empezó a lamer y chupar mis
testículos con gusto. Podía oír el ruido que hacía y sus gemidos. Cada
tanto levantaba la cabeza y frotaba la mejilla contra mi pene. Sentía su
asomo de barba contra la piel sensible de la cabeza del pene y no aguanté.
—¡Ah, ah, ah! Noah, qué bueno. Qué bueno. Me voy a correr. Ya.
¡Oh!
Al oírme, levantó la cabeza y solo chupó la cabeza mientras yo me
corría dentro de su boca. Pude oír sus gemidos ahogados y sentí una
humedad caliente en la pierna.
—¡Dios, Noah!
Luché por respirar y lo agarré por las axilas para alzarlo. Se quedó
parado entre mis rodillas y me encontré de lleno con un pene aún duro y
chorreante.
—¿Te corriste solo por chuparme?
Lo limpié con la lengua, demorándome más de lo necesario. Había
pasado demasiadas noches solitarias fantaseando con Noah (en cómo
podía verse con más años, en cómo sería el sabor de su piel, en cómo
sentiría su pene con mi lengua). Mientras saboreaba su semen, decidí que
la respuesta a esas tres preguntas era la misma: sexy, excitante y adictivo.
—Lo siento, es que…eres…no puedo evitarlo.
Me levanté y nos quedamos de pie, apretados el uno contra el otro.
Lo miré a los ojos.
—No te disculpes. Resultó más sexy de lo que pude imaginar. Me
encanta saber que te excito tanto, cielo.
Me puse tenso cuando se me escapó la palabra. ¿De dónde había
salido?
—Dios —jadeó Noah mientras volvía a besarme. Le apreté el labio
inferior entre los míos y con la lengua, busqué la suya; presionamos,

121
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

chupamos y gemimos, luego nos subimos a la cama y nos metimos debajo


de las mantas.
Noah se colocó encima, pegándose a mi cuerpo. Era cálido, duro y
perfecto. Lo puse de espaldas contra el colchón y lo besé profundamente.
—Mpf. Clark, por favor.
Empujó el pene hacia arriba y yo gruñí y le chupé de nuevo el cuello,
dejándole más marcas mientras le recorría el cuerpo con las manos, le
pellizcaba las tetillas y sentía el roce del vello de su estómago, pene y
testículos.
—¡Oh, Clark! Necesito que me penetres. ¡Por favor, por favor,
penétrame!
Gruñí y le mordí el pecho, le succioné los pezones hasta que se
convirtieron en dos montículos duros que pedían atención. Empecé a bajar
la mano desde los testículos hasta su hendidura.
—Tengo una botella de lubricante en el bolsillo lateral del bolso —se
ruborizó y cerró los ojos.
—¿Lo habías planeado, cielo?
—Llevo cinco años planeándolo, Clark. Y adoro cómo me llamas.
—Es lo que pienso de ti —le acaricié las mejillas—. Llevo
haciéndolo desde hace mucho tiempo, Noah. ¿Te parece bien?
—Mejor que bien.
Froté la nariz contra la suya y le di un beso en el cuello antes de ir a
buscar el lubricante. Noté que estaba sin abrir y sonreí, volví a la cama y
me arrodillé entre sus rodillas.
Me lubriqué los dedos y se los pasé por la hendidura antes de
centrarme en el apretado anillo de músculos de la entrada. Masajeé esa
zona con suavidad hasta que sentí que se relajaba, luego metí un dedo.
—Ahh.
Gimió sin apartarse. Curvé el dedo y empecé a moverlo hasta sentir
una bola pequeña y lisa; la froté mientras me metía su pene en la boca y

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

empezaba a chuparlo. No podía metérmelo todo como había visto en las


películas porno y supuse que necesitaba un poco más de práctica. No
pareció importarle, gemía y lloriqueaba, decía mi nombre mientras me
apretaba la cabeza y yo seguía lamiendo y chupando al mismo tiempo que
le añadía un segundo y luego un tercer dedo en el trasero, y los abría para
ensancharlo y prepararlo para mí.
No soy Don Dotado ni nada por el estilo. Bueno, no creía serlo y no
tenía idea de lo grandes que eran otros cuando se ponían duros. Pero sí
sabía que era tan grande como algunos de esos actores porno y mi pene
medía, por lo menos, unos cinco centímetros más que el de Noah, por lo
que no quería lastimarlo.
Estaba concentrado en él, disfrutando con sus gemidos, con la
calidez que me rodeaba los dedos y el sabor de su pene en la boca cuando
me apartó la cabeza.
—Estoy a punto, Clark. Quiero terminar contigo dentro de mí.
Le besé la punta del pene, me lubriqué un poco más los dedos y se
los metí. Luego me puse en cuclillas y le coloqué las piernas alrededor de
mi cintura. Me incliné y alineé el pene con su entrada y empujé hasta
pasar el anillo de músculos. Cuando Noah soltó un quejido, me detuve y lo
besé.
—¿Quieres que me aparte? ¿Es demasiado doloroso?
—¡Ni se te ocurra! —me agarró las caderas y las retuvo—. Lo que
pasa es que tienes un pene enorme, pero se siente bien; diferente, pero
bueno. No te detengas.
No lo hice. Empujé con suavidad y le besé las mejillas, le chupé el
lóbulo de la oreja y le lamí el cuello. Cuando sentí su cadera contra la mía,
supe que ya estaba dentro.
—Te siento tan bien, Noah, tan caliente y estrecho. ¿Estás bien,
puedo moverme?
—Yo también te siento bien —tenía los ojos cerrados y jadeaba—.
Sí, muévete, métemela.

123
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Menos mal que acababa de eyacular, porque si no lo hubiera hecho


en ese mismo instante. Estaba muy cerca de correrme. Me moví,
disfrutando con la sensación de su cuerpo dentro y fuera. Gemimos y él
me pasó las uñas por la espalda mientras yo le lamía el sudor del cuello.
Cambié el ángulo de los embistes hasta que golpeé el punto correcto
y el cuerpo de Noah se sacudió.
—¡Ahí! Justo ahí.
Seguí presionando una y otra vez. Sudábamos y su pene estaba
aprisionado entre nuestros cuerpos, frotándose contra la piel mojada
mientras yo entraba y salía de su interior.
—¡Ah, hazme terminar…por favor, Clark…más fuerte…oh!
Ahí…más fuerte…voy a…tan cerca. Por favor, haz que me corra… ¡Sí!
Su pene pulsó y sentí humedad entre ambos mientras se apretaba
alrededor del mío y no pude aguantar. Lo agarré con fuerza por los
hombros y empujé lo más hondo que pude, derramándome en lo más
profundo mientras dejaba escapar un grito triunfante.
—Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. Ha sido tan bueno. Eres tan bueno,
Clark.
Lo besé y lo apreté contra mí. Después, levanté la cabeza, le aparté el
pelo de la cara y lo miré a los ojos. Parecía aturdido y satisfecho, pero
también un poco triste.
—¿Qué sucede, Noah?
Se ruborizó y apartó la cara, pero no me mintió. Nunca lo hizo.
—Estoy siendo tonto, no te preocupes.
—¿De qué estás hablando? Cuéntamelo.
—Estoy un poco celoso. No se me ocurrió pensar que habías estado
con otros hombres. Quiero decir, por supuesto, sí. Durante cuatro años
estuviste en la universidad, solo. Estoy comportándome como un estúpido.
Lo besé y le lamí los labios.

124
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Nunca estuve con nadie, nunca. Tú eres el primero, Noah. El


primero en todo.
—¿Sí? —Parecía sorprendido y feliz.
—Mmm, mmm —Asentí—. Si no estabas seguro, no deberías haber
dejado que lo hiciéramos sin preservativo. Por favor, nunca dejes que
nadie haga eso, cielo.
—Tú no eres cualquiera, confío en ti. Sé que nunca me harás daño.
Diablos, ni siquiera me habrías tocado, sin importar que yo me hubiera
tirado a ti. Además, ahora que te tengo, no habrá nadie más.
Me encantó oír eso. Por encima de todo quería que fuera cierto, pero
no quería encadenarlo; seguía siendo tan joven.
—Noah, no tienes que hacerme esa promesa. Sé que estuviste con
otros, pero solo tienes dieciocho años y puedes querer experimentar más.
Además, en comparación con tus otros amigos, soy una persona un poco
aburrida.
—¿Clark? —me puso las manos en las mejillas y me hizo mirarlo.
—¿Sí?
—Cuando era más pequeño, estaba dispuesto a dejar pasar toda esa
mierda de “solo tienes trece años y puede que no sepas lo que sientes”. Era
una tontería y lo sabía, pero lo dejé pasar. Ahora soy un adulto y sé lo que
quiero. Desde que te vi la primera vez en mi dormitorio, quise estar
contigo. Eras un ángel que venía a rescatarme. Mi ángel. Conocerte solo
aumentó ese deseo. Prefiero estar sin hacer nada contigo todos los días de
la semana, a hacer de todo con cualquier otro. Y después de lo que acaba
de pasar, no vas a ser capaz de sacudirme de tu lado. Nunca.
Pensé en insistirle que se lo pensara un poco más, decirle que tenía
toda una vida por delante y que lo esperaría. Pero yo también llevaba
mucho tiempo esperándolo. ¿Acaso no tenía su edad cuando él se había
marchado? No había conocido a otros ni había tenido interés en ninguno.
¿Entonces por qué esto era diferente? Noah tenía razón; era un adulto y
tenía que creer que conocía sus sentimientos.
—De acuerdo. Gracias, cielo.

125
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Sonrió, se acurrucó todo lo que pudo contra mi cuerpo, enterró la


cabeza en mi cuello y me agarró los testículos con su mano grande.
—Y, ¿Clark?
—¿Sí?
—No ha habido otros. Bueno, sí los hubo antes de que nos
conociéramos y algunos después, pero solo fueron masturbaciones y
mamadas, nada más. Dejé de tontear con otros un par de días después de
irme de la casa de Pat, cuando estuve tan hecho polvo. Así que tú también
eres el primero.
—¿De verdad? Pero dijiste…
—De verdad. Y no dije nada. Tú asumiste y yo no te corregí, porque
te deseaba y creía que así me darías más opciones, que no haría que
sintieras que te estabas aprovechando de mí. No es que haya funcionado.
Quién sabe, si no hubieras aparecido, a lo mejor me habría ligado a toda la
población gay de Emily City. Pero apareciste y no lo hice. Así que aquí
estamos, un par de ex vírgenes, con una botella entera de lubricante y todo
un verano por delante antes de que empiecen las clases. ¿Tienes alguna
idea de lo que podríamos hacer para pasar el tiempo?

126
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 16

NOAH—PRESENTE

ME DESPERTÉ solo; de nuevo. Llevaba tres años haciéndolo y seguía sin


estar acostumbrado a ello, seguía odiándolo. Pero ahora era diferente; esta
vez podía olerlo en las sábanas.
Me apreté contra la almohada que tenía a mi lado. Sí, ese era Clark,
no una elaborada versión de mis habituales sueños (de un Clark riendo,
gimiendo, corriéndose, Clark…solo Clark).
Me froté los ojos y lo recordé todo. Clark había vuelto a mí. Sentía el
corazón más ligero y había desaparecido ese constante dolor de estómago
que me había acompañado los últimos tres años. Las sábanas estaban frías,
lo que indicaba que no era solo una ida al baño en mitad de la noche.
Me levanté y lo encontré en el salón, sentado en el sofá hecho un
ovillo, intentando mantenerse caliente. Volví al dormitorio, quité la manta
de la cama y volví al salón.
—¿Eh, estás bien?
Me miró y sonrió.
—Sí. No podía dormir y como no quería dar vueltas en la cama y
despertarte, me vine aquí.
Me senté a su lado y puse la manta alrededor de los dos. Clark apoyó
la cabeza en mi hombro y dibujó ochos con los dedos en mi pecho.

127
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Si me hubieras despertado, podías haber mezclado mi ensalada,


dado la vuelta y penetrado hasta que te hubieras corrido en nuestra cama.
Seguro que eso te habría ayudado a dormir.
Esperé no haber sido demasiado explícito, pero después de la noche
anterior supuse que ya habíamos dejado de dar vueltas alrededor de mis
necesidades sexuales y que podía hacer bromas sin que se enfadara.
—Guau, Noah; es imponente hasta para ti. De una sola vez, has
logrado convertir la frase en una de doble sentido de tres maneras
distintas.
Me reí y moví las cejas.
—¿Qué puedo decir? Me inspiras. En un minuto te demostraré
cuánto, pero primero dime qué te mantuvo despierto.
No habló durante varios minutos.
—Ya hemos dejado claro que la cama sigue siendo la misma. Y este
es nuestro viejo sofá y esa la mesa baja. También reconozco la del
comedor; lo único que falta es…
—Lo quemé.
—¿Qué? —Tosió sorprendido.
—El sillón de tela escocesa de mi abuelo, en el que estuve sentado
aquella noche, lo quemé. Lo llené de keroseno y encendí una cerilla.
Levantó la cabeza de mi pecho y se quedó mirándome.
—Dios, Noah.
—Me aseguré de estar en un sitio grande de cemento, sin nada de
combustible alrededor. Aún así, la tela de poliéster se quemó a lo bestia y
casi me chamuscó las cejas. Pero valió la pena.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, bajando la voz y los ojos.
—Porque mirarlo me recordaba el momento que jodí nuestras vidas.
Era quemar ese sillón o…
—No me refería a eso.

128
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Su voz era un susurro. Me llevó un momento entender lo que había


dicho y cuando lo hice, siguió hablando sin que pudiera responder.
—Pasé mucho tiempo enfadado, Noah. Al principio era contigo por
haberme engañado y porque lo hubieras hecho en nuestra casa, sabiendo
que iba a verlo. Después, me enfadé conmigo mismo por no haber visto
las señales, porque no había logrado darte lo que necesitabas y tuviste que
desear a alguien más, y me enfadé porque te llevé a un punto en que
quisiste que te pillara. Tenías que saber que lo haría. Fue a propósito,
¿verdad?
—Sí, Clark —levanté la voz—, pero no es como…
—Sí, lo hiciste a propósito y cuando me di cuenta, me jodió. Yo era
feliz y pensé que tú también lo eras. Odié haber estado tan fuera de onda
contigo y con tus necesidades. Me hizo cuestionarme todo, hacerme sentir
que nunca podría satisfacerte. Durante años repasé la escena de esa noche
una y otra vez. Me pregunté cuántos hombres habría habido antes que ese.
Me pregunté cuántas indirectas no había captado hasta que, al final, tuviste
que traerlo a casa para que te encontrara. Pensé que si no hubiera sido tan
denso, hubiera notado que no estabas satisfecho con la vida que teníamos
y que quizá podría haber cambiado y haber sido lo que tú querías. O a lo
mejor solo necesitabas un descanso; eras tan joven en esa época, que a lo
mejor solo querías experimentar un poco más, o quizá…
Solo se me ocurrió un modo de callarlo y así poder controlar la
conversación. Me puse a horcajadas en su regazo y le devoré la boca. Con
mi lengua por fin logré frenar las palabras y hacer que empezaran los
gemidos. El sabor de su boca en la mía y la sensación de su cuerpo contra
el mío casi lograron distraerme, pero era demasiado importante que le
explicara la razón de mi estupidez de tres años atrás. Separé la boca y
sonreí al ver su expresión aturdida.
—Mi turno —le besé el cuello—. Tengo que explicarte lo que pasó
aquella noche, porque tienes que entender que no había otros hombres y
que yo era feliz, ángel. Era malditamente feliz y estaba satisfecho con
nuestra vida.
—¿Entonces por qué, Noah? —Parecía confundido— ¿Por qué me
echaste de tu lado?

129
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Porque quería probar que no podías dejarme, que te quedarías a mi


lado a pesar de todo.
No dijo nada, solo me miró con expresión asombrada y la boca
abierta con incredulidad.
—Sí, lo sé. No fue mi mejor momento. Lo tenía todo planeado; tú
entrabas y nos veías, yo me disculpaba contigo, tú me perdonabas y él lo
comprendería. Pero cuando vi el dolor en tus ojos, me di cuenta de lo
estúpido que había sido, que no tenía que demostrarle nada a él, que
algunas cosas no se pueden perdonar y una de ellas es lo mucho que te
había herido en ese momento.
Clark sacudía la cabeza con los ojos cerrados y las cejas fruncidas.
—No entiendo… Tengo tantas preguntas… ¿Quién es él? ¿A quién
no necesitas demostrar nada?
—A Ben.
—¿Tu hermano? ¿Qué tiene que ver tu hermano en todo esto?
Traté de mentir, cambiar de tema, o rehusarme a contestar. ¿Cuánto
más daño podía hacerle mi hermano a Clark? Pero le debía la verdad.
—Ese día discutimos. Cuando llamó, quedé con él y discutimos por
el mismo tema de siempre (que yo fuera gay, la homofobia de mi familia),
ya sabes cómo son las cosas. Ben estaba enfadado porque yo no hubiera
ido en Navidad. Le contesté que no iba a ir a un sitio donde no éramos
bienvenidos. Me contestó que no era justo por mi parte pretender que mi
familia entendiera la elección de mi estilo de vida.
Me reí por lo bajo ante esa última tontería y puse los ojos en blanco,
pero continué.
—Le dije que mi familia debía apoyarme y querer estar conmigo a
pesar de todo, que su amor debía ser incondicional. Sus palabras fueron
que no había nada incondicional, incluidos tus sentimientos por mí.
Respondí que estaba equivocado y me retó a probarlo. Es evidente que me
volví jodidamente loco, porque acepté y entonces él me lanzó el guante.
Dijo que si esperaba que mi familia, a pesar de todo apoyara con quién yo
quisiera dormir, entonces lo mismo tenía que valer para ti.

130
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Clark seguía asombrado, pero también triste y horrorizado. Las


lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Pensé que diría que las
peleas entre hermanos eran la estupidez más grande del mundo, pero no lo
hizo; en cambio, se estremeció y la voz le tembló cuando empezó a hablar.
—Y yo demostré que tenía razón. Hice exactamente lo que dijo que
haría, te dejé. Lo siento, Noah.
¡Maldita sea, no! No iba a permitirle que se sintiera mal por eso.
—Clark, para. En primer lugar, aquí estás, ¿no es cierto? Lo que
significa que él está equivocado. Y para ser claros, siempre supe que
volverías. Además, existe una gran diferencia entre esperar a que mis
padres acepten con quién yo quiera acostarme (algo que no les concierne
para nada) y esperar que mi amante acepte que me acueste por ahí, en
especial sin haberlo hablado antes y mucho más en nuestra casa. Y
refregártelo por la cara del modo en que lo hice. Fue mucho, demasiado,
pero no lo supe hasta que te vi parado frente a mí con expresión de dolor.
Y para ese entonces, ya era demasiado tarde y el daño estaba hecho. Así
que me quedé helado, no me salían las palabras, y luego ya te habías ido.
Se secó las lágrimas que le caían por la cara con el dorso de la mano.
—No me fui porque me habías engañado, eso podría haberlo
superado. No habría sido fácil, porque dolió como el demonio, pero lo
habría logrado. Dejé de estar enfadado por ver cómo te la chupaban,
mucho antes de dejar los límites de la ciudad.
Tragó, se controló y continuó hablando.
—Lo que no podía superar era verte sentado ahí sin decir palabra.
Cada vez que levantaba el auricular para llamarte, o me metía en el coche
para volver a casa, cada vez que iba a mandarte una carta, cada maldita
vez que hacía alguna de esas cosas, te recordaba mirándome sin decir
nada, me acordaba de que habías querido que te pillara y supe que lo que
habías querido era que me fuera, que lo nuestro terminara y que, como no
lo podías hacer tú, me empujaste a hacerlo.
—Oh, Clark…No…

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Y mi justificación durante años fue que estaba haciendo lo que tú


querías. Estaba siendo fuerte y al estar lejos como tú querías, probaba lo
mucho que te amaba. Pero fui estúpido, debí haber hablado contigo,
haberte preguntado por qué lo habías hecho e intentado arreglarlo. Tardé
tres años en averiguarlo, pero volví en cuanto lo hice.
Bueno, ya no quedaba nada por decir. Sí, prefería que no se hubiera
marchado, pero lo comprendía. Diablos, lo entendí cuando pensé que me
había dejado porque lo había engañado una vez. Pero irse porque pensaba
que llevaba tiempo engañándolo, porque creía que llevaba tiempo
orquestándolo para lograr que se fuera, era aún una razón mejor. Además,
ya estaba de vuelta, como siempre supe que pasaría.
—Bueno, agradezcamos que esa pesadilla haya terminado y que lo
hayas superado. Estás de vuelta y todo está bien.
—¿Eso es todo? —la vena del cuello le palpitaba y tenía el cuerpo
tenso—. ¿Vuelvo y los últimos tres años desaparecen? Volvemos a estar
juntos, en armonía y unidos como siempre, como si solo se hubiera tratado
de una pesadilla. ¿Cómo es posible, cómo puede ser tan fácil, Noah?
—¿Fácil? ¿Estás diciendo que la separación fue fácil para ti? Porque
yo cada día creía que me desquiciaba más. Me obligaba a comer, a beber,
a dormir y a respirar, todo para estar entero cuando volvieras a mí.
—No, cielo. Me sentí miserable con la separación. Pero nosotros, fue
tan fácil volver a estar juntos desde el día que entré en el hospital.
—Por supuesto que sí. Estamos bien juntos, Clark. Se supone que
tiene que ser suave y fácil. Cuando algo está bien, no debe ser duro y para
nosotros nunca lo fue, ¿o sí? Estar juntos siempre ha sido la cosa más
natural del mundo. Lo que está mal es la separación, así que no lo
volvamos a repetir, ¿de acuerdo?
Por fin se relajó y me besó en la mejilla.
—Noah, aunque quisiera, nunca podría volver a esa noche, ni
manejar las cosas de modo diferente. No puedo volver a empezar y
recuperar esos años perdidos. Pero te puedo prometer que a partir de ahora
no volveremos a separarnos, ni siquiera un poco. Pase lo que pase, te
puedo prometer un final feliz.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Le lamí el cuello, la barbilla y los labios.


—Mmm, mmm.
Trastabillamos hasta el dormitorio sin dejar de besarnos, tocarnos y
frotarnos el uno contra el otro. Cuando llegamos a la cama, me subí hasta
el cabecero y lo miré expectante. Tenía el corazón acelerado, respiraba
con dificultad y mi cuerpo estaba sobrexcitado. Clark gateó hasta mí con
los ojos brillantes. Instintivamente bajé la mano y empecé a tocarme el
pene mientras lo miraba devorarme con ojos ardientes. Cuando llegó, me
lamió varias veces el pene, me abrió las piernas y enterró la cara en mi
trasero.
—¡Clark!
Me lamió la hendidura, metió la lengua hasta el anillo de músculos y
empezó a penetrarme y chuparme de forma alternada. Dejé de jugar con
mi pene y me sujeté las piernas por debajo de las rodillas, para levantarlas
y separarlas, así él podría utilizar las manos y llevarlas hasta mi abertura.
En un segundo, tenía la lengua y los pulgares enterrados en mí, sentía
las paredes de mi cavidad y presionaba contra ese punto interior que me
volvía totalmente loco. Se me dieron la vuelta los ojos y emití unos
sonidos más animales que humanos. En algún momento debió haber
apartado la boca, porque de repente sentí que me penetraba con su largo y
grueso pene.
—¡Sí, Clark, sí! Hondo, penétrame bien profundo.
Entrelazó los dedos con los míos mientras me bombeaba el ano,
malditamente duro y jodidamente bueno. Nuestros gemidos llenaban el
aire, estábamos cubiertos de una fina capa de sudor y de vez en cuando
nos besábamos.
Traté de tocarme el pene para poder gozar más con las sensaciones y
correrme, pero teníamos las manos entrelazadas.
—Voy a hacer que te corras solo penetrándote, Noah.
Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. Entre ese monstruoso pene que me
estaba rasgando por dentro, el cuerpo inmovilizado debajo del de Clark y
ahora esas palabras, iba a desmayarme de placer.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿Me sientes, Noah? ¿Metido muy profundamente dentro de ti? Me


voy a correr tan hondo que me vas a saborear.
Lloriqueé y lo besé; me temblaba todo el cuerpo. Clark acentuaba
cada palabra con un embiste fuerte.
—¿Listo para que te llene, cielo?
Asentí. Temblaba de necesidad.
—Quiero oírtelo decir, Noah. Quiero que me supliques.
Eché la cabeza hacia atrás, con los ojos llenos de lágrimas de
felicidad.
—Por favor penétrame, Clark. Por favor haz que me corra; necesito
que me dejes correr.
Apretó su boca sobre la mía, me penetró con la lengua y me dio un
último y triunfal embiste. Luego se quedó quieto, con el pene pulsante y
los ojos cerrados, repitiendo mi nombre una y otra vez. Nunca había
estado más bello. Me uní a su éxtasis con el orgasmo más potente de mi
vida.
Clark se dejó caer encima de mí y me lamió el cuello mientras
trataba de recuperar el aliento. Le acaricié la espalda y le susurré palabras
de amor y devoción.
Al rato se separó y me ayudó a levantarme para ir a la ducha. Allí me
apoyé contra su cuerpo y dejé que me lavara, totalmente aturdido.
Cuando volvimos a la cama casi amanecía y estábamos rendidos. Me
enrollé alrededor de Clark y sonreí cuando se pegó a mi cuerpo,
rellenando todos los huecos y recovecos. Dormí profundamente,
convencido de que íbamos a estar bien.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 17

NOAH—PRESENTE

—CLARK, entre el tiempo que estuve en el hospital y el confinamiento en


casa, me estoy volviendo loco. Necesito salir.
Era sábado por la tarde y estaba frente al ordenador revisando los
correos electrónicos, mientras Clark trabajaba en el suyo. Me sentía
mucho mejor, incluso había vuelto a hacer ejercicio y planeaba volver a
trabajar media jornada a partir del lunes
—Tim ha mandado un correo. Al parecer, unos cuantos van a salir
esta noche. Hay un karaoke en el Swallows Nest. ¿Quieres que vayamos,
ángel?
Clark cerró el ordenador.
—No he vuelto a ver a Tim y a Frank desde que me marché. ¿Qué tal
están?
Se me encogió el estómago al pensar en esos años perdidos y traté de
pensar en otra cosa.
—Bien, por lo menos eso creo. En realidad no los he visto mucho.
Prácticamente dejé de hacerlo cuando te fuiste. Pero cada tanto, me siguen
enviando correos para invitarme a salir. Por suerte, esta noche es una de
ellas.
Clark me sentó en su regazo y me abrazó.
—¿Por qué dejaste de salir con nuestros amigos, cielo?

135
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

No tenía una respuesta adecuada. Cuando Clark se marchó, no tenía


ni siquiera ganas de respirar, ya no digamos socializar, así que detuve el
botón de mi vida y esperé a que volviera a casa.
—No lo sé. Supongo que era más fácil, así no tenía que seguir
explicando la razón por la que no estabas aquí.
—¿Por qué querrían que se lo explicaras? Pensé que habían dejado
de mencionar mi nombre, por lo menos en tu presencia.
Ah, ya, olvidé mencionar esa parte.
—No le conté a nadie lo que pasó. Todos piensan que te fuiste
temporalmente, por trabajo. No les dije que había sido un completo
imbécil y que te habías tomado un respiro de la relación.
Me besó el cuello y subió, trazando un sendero con su lengua hasta la
oreja.
—Gracias.
—¿No estás enfadado?
Volvió a mi boca y con la lengua me la abrió, empujó y yo me
derretí.
—No, más bien estoy agradecido porque no hayas tenido que
explicar la razón de mi estupidez. Nunca me perdonaré el haberte dejado,
Noah.
—Oh, ángel, tienes que hacerlo, así yo podré perdonarme por haberte
alejado. No podemos seguir arrastrando la culpa.
—Todo mejorará —me acarició la frente y me lamió el lóbulo—.
Cuando pase el tiempo, todos esos años que hemos estado separados serán
un recuerdo borroso.
Era cierto. Ya casi sentía como si no nos hubiéramos separado nunca,
como si todo hubiera sido una pesadilla.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

EN CUANTO llegamos a la puerta de The Swallows Nest4, me arrepentí


de haber sugerido salir de casa. Solo había tres hombres en el parking y
todos miraban a Clark; cuando entramos, la cosa amenazó con empeorar.
Relajé los puños para que la sangre fluyera. Le pasé el brazo por la
cintura y lo apreté contra mi cuerpo. Necesitaba calmarme. Clark me
sonrió y apoyó la cabeza en mi hombro mientras entrábamos y como
siempre, totalmente ajeno a las miradas de admiración.
Tim fue el primero en vernos. Corrió hacia nosotros y fue a abrazar a
Clark, pero de inmediato se detuvo y bajó las manos. Bien.
—Hola, Clark, no puedo creer que estés aquí. ¿Cuánto hace, dos, tres
años? ¿Cuánto te quedas?
Clark extendió la mano libre y le apretó el hombro, provocando una
mirada de pánico en Tim. Joder. ¿Tan malo soy? Bueno, sí, supongo que
lo soy.
—He vuelto, Tim. Volverás a verme con mucha frecuencia y por lo
que veo, a este chico también —se echó a reír y me abrazó.
—Noah me ha dicho que se había tomado una temporada sabática a
nivel social, pero ya no.
—Me alegro —contestó Tim, sonriendo—. Os hemos echado de
menos, chicos. Vamos a buscar a Frank, estará encantado de veros.
Lo seguimos hasta la barra. Los camareros llevaban pantalones que
parecían una segunda piel y camisetas blancas apretadas, con un dibujo
con el nombre del bar, solo que las palabras “the” y nest” eran pequeñas y
a lo largo del pecho, en grande, la palabra “swallows”.
Desde la última vez que Clark había estado allí, el bar había
cambiado de nombre y dueño y era la primera vez que veía las camisetas;
se echó a reír en voz alta. Unos de los camareros, que estaba detrás de la
barra, lo vio y sonrió con autosuficiencia.

4
Nota del traductor: literalmente, The Swallows Nest significa El Nido de la Golondrina.
Pero “swallow” también significa tragar, engullir y tiene una connotación sexual. Es un
juego de palabras.

137
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No es un anuncio falso, guapo. Me encantaría probártelo. Tengo


un descanso en diez minutos.
Atraje a Clark hacia mí y miré al camarero con mala cara.
—Nos fiamos de tu palabra, guapo. Él está fuera de tu alcance.
Escuché una risita a mi lado y cuando me giré, Clark sacudía la
cabeza mientras me miraba ojos brillantes. Cuando nuestras miradas se
encontraron, me sonrió con ternura.
—Te quiero.
Mi enfado desapareció y lo besé, al principio con suavidad y luego
con un poco más de fuerza, hasta que todo dejó de existir, menos él. Le
recorrí con las manos los brazos, luego la espalda y apreté su duro trasero.
—Joder, si no vais a compartir, por lo menos hacedlo en un lugar
privado, así los demás no nos morimos.
Sonreí con suficiencia al camarero y dejé que Clark me condujera
hasta donde estaban nuestros amigos. Tim había localizado a Frank
hablando con dos hombres que no reconocí. Uno de ellos tenía la mano en
la cadera y miraba con enfado al otro.
—Grrr, si no tuvieras ese apretado trasero y las tarjetas de crédito de
tu madre, no te saldrías con la tuya.
Cuando nos acercamos, levantó la vista y recorrió el cuerpo de Clark
con la mirada. Iba a abrir la boca para decirle que ni se le ocurriera,
cuando intervino Tim.
—Frank, mira quién está aquí; Clark por fin ha vuelto. Ah, Terry, si
quieres morir, intentar ligar con Clark es el modo más rápido, algo que no
te recomiendo para nada.
Terry puso los ojos en blanco, resopló y se llevó a su amigo a la
barra.
—Vamos a mi casa a ver una peli porno, es evidente que esta noche
no estoy logrando nada. ¿Crees que es porque no me puse suficientes
adornos?
Su amigo se echó a reír y lo rodeó con el brazo.

138
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Zorra, el único adorno que hubiera encajado, hubiera sido un


bastón.
Frank se rió y nos saludó.
—¡Noah, Clark! Chicos, me alegra tanto que hayáis venido. Ha
pasado demasiado tiempo.
Instintivamente, él también fue a abrazar a Clark, pero al verme
extendió la mano. Clark me miró con ternura y sonriente se la apretó
mano. Sí, habían pasado tres años, pero nuestros amigos seguían
recordando que yo era un cretino posesivo al que no le gustaba que nadie
tocara a Clark, y a este seguía sin importarle.
Es gracioso, pero en el pasado apenas había pensado en ello. Era una
reacción natural y, como estábamos juntos desde que tenía dieciocho años,
nunca me di cuenta de que no era normal. Pero durante los últimos tres
años, cuando no estaba arreglando nuestra casa, solía encontrarme con los
amigos de vez en cuando, por primera vez sin Clark a mi lado.
Normalmente me centraba en él y al estar solo, vi más gente de lo que
nunca había hecho y una de las cosas que más noté fue que a los demás no
les molestaba que sus parejas abrazaran a los amigos; algunos hasta
intercambiaban besos. Bueno, a mí sí me molestaba. Los hombres tenían
que mantenerse alejados de Clark; él era mío.
Justo en ese momento llegó corriendo un chico bajito, que se abrazó
a Clark y lo rodeó con brazos y piernas, dándole un beso sonoro en la
mejilla.
—¡Hola, guapo! No esperaba verte aquí, tan sexy como siempre. Los
pantalones acentúan magníficamente la bestia que llevas ahí.
Tim y Frank parecían aterrorizados y yo estaba anonadado. Nadie,
salvo yo, había intentado hablar y tocar a Clark de ese modo. Hubiera
podido arrancar al chico de los brazos de mi amante y enseñarle modales,
pero era mucho más pequeño que yo y no me pareció una pelea justa.
Clark soltó una carcajada profunda.
—Es estupendo verte otra vez, Zach. Fue una decisión de último
minuto; Noah quería salir de casa.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Zach dejó a Clark y levantó la cabeza para mirarme. Tenía unos ojos
marrones que le llenaban la cara de duende.
—Oh, mierda, por supuesto, Noah. Te reconozco por todas las
fotografías que había en la habitación de Clark. Es genial conocerte por fin
y gracias por lograr que salga. Necesito con desesperación un compañero
de escenario.
Estaba tan ocupado tratando de procesar a ese duendecillo angelical
con vocabulario de marinero, que no registré del todo el comentario de
haber estado en el dormitorio de mi ángel. Él lo miró y suspiró.
—Aaron se niega a subir al escenario. Yo estaba listo para cantar la
canción de Sonny & Cher, pero se negó. Dice que no quiere cantar en
público, aunque sea Cher. ¡Cher! Te juro, Clark, que si esta tarde no me la
hubiera chupado y me hubiera penetrado hasta volverme loco, habría
empezado a preguntarme si el hombre era uno de los nuestros.
Detrás de mí, una voz profunda se unió a la conversación.
—Otra vez no. Pensé que ese tema ya lo habíamos resuelto hace
mucho; aquí mismo, si no me equivoco.
Di vuelta la cabeza y vi a un rubio alto de mirada amable que se
acercó y miró a Zach con adoración mientras lo abrazaba y lo besaba en la
cabeza. La cara de Zach se iluminó al verlo, entrelazó los dedos con los
suyos y le besó la mano. Después de darle otro beso en la cabeza, el rubio
miró a Clark.
—Hola, Clark, siento que no hayamos estado en tu casa. La mudanza
ha sido una locura.
Se separó de Zach, abrazó a Clark, se dio la vuelta y me abrazó.
Apenas era unos cinco centímetros más bajo que yo y pudo hablarme al
oído.
—Tú debes ser Noah. Hemos oído hablar mucho de ti, no podemos
esperar para conocerte mejor.
Me palmeó la espalda antes de soltarme y volver a colocar a Zach
delante de su cuerpo, apoyarse en su hombro y acariciarle el estómago.
Clark tenía los ojos brillantes y sonreía; era obvio que se alegraba de

140
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

verlos y no quise hacer una escena. Además, estaba más sorprendido que
enfadado.
—Noah, estos son mis amigos Zach Johnson y su pareja, Aaron
Paulson. Conocí a Zach cuando me mudé a Los Ángeles y fue mi
salvavidas. Me llevó por ahí, me presentó a sus amigos e incluso me
ayudó a encontrar un apartamento. Y ahora vive en E.C. Oeste.
Aaron miró con alegría a su pareja, pero Zach hizo caso omiso a los
elogios.
—Por favor, no ha sido nada. Pero ya que piensas que fui tan útil,
entonces te pido que me devuelvas el favor. Tú eres Sonny, yo soy Cher y
vamos a cantar, así que sacúdete el pene y en marcha.
Clark soltó una risotada.
—Creo que el dicho habla de sacudir la pierna, Zach.
Este besó a su pareja, tomó a Clark de la mano y lo separó de mí para
llevarlo al escenario.
—Oh, por favor, Clark. ¿Por qué diablos alguien querría sacudir una
pierna? Ahora bien, sacudir penes…
Frank y Tim seguían en el mismo sitio, paralizados y mirando el
intercambio sin decir palabra. Yo miraba a Clark mientras trataba de
procesar lo que acababa de pasar, cuando oí la voz de Tim.
—Eh, Aaron, quizá quieras decirle a Zach que se tome con calma el
tema del toqueteo. En realidad, a Noah no…
—No te preocupes, Tim, Zach y Clark son viejos amigos. Además
Noah no tiene motivos para preocuparse y lo sabe.
Luego se giró hacia mí.
—Te ves estupendamente bien, Noah. Cuando Clark nos dijo que
habías tenido un accidente, nos preocupamos. Pero nadie diría que
estuviste herido.
No sabía por qué estar más enfadado, si porque Clark hubiera
hablado con Aaron o porque en este momento estuviera en el escenario
con Zach, que prácticamente se restregaba contra él mientras hacía una

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

buenísima versión de “I got you, Babe”. Cuando nos sentamos y vi la


mirada de anhelo de Aaron mientras lo escuchaba cantar y la de adoración
que Zach le devolvía desde el escenario, lo supe. Esos dos estaban locos el
uno por el otro y ninguno era una amenaza. Buena cosa, porque Clark
parecía disfrutar de verdad, así que yo también lo hice. Me relajé, bebí la
cerveza y por primera vez en mucho tiempo, disfruté de la salida y con
mis amigos.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 18

NOAH—PRESENTE

AL VOLVER a casa, nos dimos una ducha rápida y nos metimos en la


cama de costado, mirándonos el uno al otro durante unos segundos antes
de que Clark me abrazara por la cintura y presionara mi cuerpo contra el
suyo. Podía sentir su dureza y él la mía. No me resistí, dejé que hiciera y
me pusiera dónde quisiera.
—¿Te has divertido esta noche? —Inclinó la cara y yo ladeé la
cabeza con anticipación.
—Mmm, mmm. Ha sido agradable salir y volver a ver a todos. Me
gustó conocer a tus amigos.
Me lamió la comisura de los labios y cuando me abrí a él, se metió
en el interior de mi boca. Nos besamos, nos tocamos y disfrutamos del
placer de estar juntos.
—Zach es una gran persona. No lo tuvo nada fácil, hasta el punto de
que llegué a preguntarme si alguna vez sería capaz de tener una relación o
una conexión profunda con otra persona. Siempre parecía tan divertido y
feliz por fuera, pero cerrado y distante por dentro. Cuando conoció a
Aaron y los vi juntos, supe que ya no tenía que preocuparme.
Le chupé el cuello y le recorrí el pecho con la mano hasta bajar a la
entrepierna.

143
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Sí, parecen felices juntos. Son una buena pareja. Extraña, pero
buena.
Cuando le acaricié los testículos pesados y cálidos, ya empecé a tener
problemas para hablar, porque Clark gemía en mi boca. Empezó a bajar y
me besó el cuerpo, me succionó y lamió las tetillas, enterró la lengua en
mi ombligo y me chupó el pene. Temblaba mientras enredaba los dedos en
su suave cabello.
—Qué bien se siente, ángel. No te detengas.
Chupó un poco más antes de retirarse. Gemí en señal de protesta,
pero Clark me empezó a besar los testículos.
—Esta noche quiero saborearte entero.
Los lamió y siguió por el perineo y más abajo. Se me cortó la
respiración anticipando lo que venía y doblé y levanté las rodillas para
darle mejor acceso, luego…
—Dame un minuto, tengo que ir a buscar algo al armario. —Gruñí y
lo atraje hacia mí—. No te preocupes, cielo. Prometo comerme ese
maravilloso trasero que tienes, la boca se me hace agua. Enseguida vuelvo.
Salió de la cama, fue al armario y volvió de inmediato. Levanté la
vista y lo vi con unas cuantas corbatas. Mi pene se estremeció y empezó a
soltar un líquido perlado. Clark me miró apreciativamente.
—Supongo que eso es un sí.
¿Me había hecho alguna pregunta? Levanté los brazos hasta el
cabecero, esperando haber interpretado bien, hecho que Clark confirmó
atándome las muñecas a la cama. Cuando terminó, metió los dedos entre la
piel y la corbata.
—No están muy apretadas, ¿verdad, cielo? —Era tan malditamente
dulce y ferviente.
—Están perfectas, ángel. Me siento muy bien.
—Cierra los ojos. —Suspiró con alegría y relajó los hombros.
Obedecí y sentí que me deslizaba otra corbata por la mejilla y los
ojos. Me los tapó con un nudo flojo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿También vas a ponerme una mordaza en la boca?


—Nunca —me lamió y besó los labios—. Me encantan los sonidos
que haces y me encanta besarte, así que nada de mordaza.
Mi cuerpo se estremeció y sentí que Clark se levantaba de la cama.
—Dos minutos. Espérame.
Tiré de las corbatas y me reí; como si me pudiera ir a alguna parte.
Enseguida volvió y reanudó su festín con mi cuerpo. Volvió a lamerme
las tetillas, el ombligo, el cuello; yo me relajé en la cama y dejé que el
placer me inundara.
—Haces que me sienta tan bien, ángel.
Me subió las rodillas hasta el pecho y se metió los testículos en la
boca, los lamió, siguió hasta el perineo y se metió en la hendidura. Luché
para respirar y cerré con fuerza las manos en los barrotes del cabecero.
—Oh, sí, Clark. Chúpame la entrada, méteme la lengua. Se siente tan
bien.
Me lamió toda la hendidura, luego endureció la lengua y me penetró
mientras me acariciaba el pene, yo gemía y movía las caderas de arriba a
abajo para masturbarme con su mano y empujar aún más el trasero contra
su lengua húmeda. Los gemidos y suspiros felices de Clark se mezclaban
con los míos y eso me excitaba aún más. Cuando estaba a punto de
correrme, Clark se apartó y solté un quejido de frustración.
Lo sentí levantarse y salir de la habitación. Después de unos minutos
se subió a la cama y me besó profundamente.
—Voy a intentar algo nuevo, cariño. Si no te gusta, dímelo.
Temblé al sentir una gota fría en la pierna y oí que buscaba algo en la
mesilla de noche. Luego abrió un frasco de lubricante y lo dejó caer al
suelo con un ruido seco.
—Mantén las piernas levantadas para mí, Noah.
Menos mal que había hecho mucha gimnasia y era flexible. Aún así,
no estaba completamente recuperado del accidente y no era tan fácil como
antes estar en la misma postura durante mucho tiempo. Apoyé los talones

145
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

en el colchón y levanté las caderas y separé las piernas, pensé que para
Clark, pero en cambio sentí algo resbaladizo, frío y duro rozarme la
entrada y solté un grito ahogado.
—¿Qué es esto?
—Un consolador frío. ¿Te parece bien?
¿Qué diablos? Me empujó esa dureza helada a través de los músculos
internos del ano, primero masajeando, luego penetrándome y jadeé.
—Frío, está muy frío.
Clark se inclinó y me besó, metiendo y sacando la lengua al mismo
ritmo que movía el consolador. Al principio la sensación no era cómoda,
aunque sí extrañamente erótica. Después de unos cuantos embistes, la
incomodidad dio paso al placer y mi pene empezó a pulsar y chorrear
contra mi estómago, mientras sentía que mi trasero se abría a la invasión.
—Más, por favor. Sí, oh Dios, penétrame, sí.
Mi cuerpo se acostumbró a los embates fríos y en algún momento se
volvió insensible. En ese momento Clark lo retiró y con un solo empujón,
metió muy profundamente su pene largo, grueso y caliente. El cambio de
temperatura fue tan súbito que me produjo hormigueos por todo el canal.
—¡Agh!
—Te necesito, Noah, te necesito tanto.
Gruñía al embestirme, yo jadeaba y le salía al encuentro. Los sonidos
secos de piel contra piel llenaban el aire y nos movimos juntos una y otra
vez, con su cuerpo en el mío y la mano volando por mi pene, hasta que
sentí cómo se tensaba y empezaba a correrse en mi interior mientras yo
bañaba nuestros pechos con semen.
Clark se inclinó y me chupó la oreja. Podía sentir los latidos
acelerados de su corazón y los esfuerzos que hacía por respirar. Después
de unos cuantos segundos, se separó, me quitó la venda de los ojos y me
soltó las muñecas.
—¿Estás bien, cielo?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Estoy genial —lo atraje y lo besé—, maravilloso, feliz. Esto ha


sido jodidamente sexy.
—Buscaba algo frío —rió—, bueno, frío y caliente.
—Mmm, objetivo cumplido. Una lengua caliente, más un consolador
helado, más un pene caliente es igual a un trasero feliz.
—Tonto —me acarició las costillas.
Se echó a reír y me hizo cosquillas. Yo ataqué y apenas le toqué las
axilas, sabía que iba a saltar. Rodamos por la cama, manchando todo con
semen y riendo a carcajadas.
—Te quiero, Noah —soltó Clark mientras se quedaba quieto y me
rodeaba con los brazos.
—Yo también a ti, ángel. Siempre.
Nos acurrucamos el uno contra el otro y nos quedamos dormidos.
Estaba en la cama mirando cómo dormía cuando escuché unos
nudillos en la puerta. Sí, lo miraba dormir; el hombre estaba hermoso: la
piel marfileña relajada, las mejillas sonrosadas y a menudo con una ligera
sonrisa en sus labios rojos. Bueno, también lo veía así cuando estaba
despierto. ¿Qué puedo decir? La verdad es que me quitaba la respiración.
Debía estar totalmente exhausto, porque ni se movió cuando
llamaron por segunda vez. Me levanté, me puse un par de pantalones y salí
del dormitorio cerrando la puerta con suavidad, luego apuré el paso para
abrir antes que llamaran con más fuerza y lo despertaran. La camisa en la
mano era lo único que me contenía de darme una palmada en la espalda
por haberlo dejado tan satisfecho que seguía durmiendo a pesar de
semejantes ruidos.
Abrí, dispuesto a decirle a quien fuera que hablara en voz baja, pero
vi la cara preocupada de mi hermano. ¡Mierda! Me había olvidado de
llamar a Ben después de dejar el hospital.
—Hola, pasa.
—Gracias a Dios que estás aquí. Estaba aterrorizado.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Fui hasta la cocina y le hice una seña para que me siguiera. Era la
habitación más alejada del dormitorio y allí podíamos hablar sin despertar
a Clark. Además, era una apuesta segura decir que una conversación con
cualquier miembro de mi familia podía mejorar con una buena dosis de
alcohol.
—Lo siento. Fui a la puerta lo más rápido que pude. Todavía no
estoy al cien por cien, ¿sabes?
Me señalé las piernas. La verdad es que iba realmente bien; en mi
futuro inmediato no habría maratones ni patadas estilo mariposa, pero ya
llegarían.
Ben me alcanzó en la cocina y me dio un abrazo apretado.
—No me refería a la puerta, Noah. Desde que me echaste, he
llamado al hospital cada tanto y ellos se han negado a decirme nada.
Esperé que recobraras la maldita memoria y me llamaras, pero nunca lo
hiciste. Así que hoy decidí ir allí, pensando en escabullirme en tu
habitación, pero no pude encontrarte. Después me dijeron que ya no eras
paciente.
Me apartó pero me mantuvo agarrado por los hombros mientras me
miraba malhumorado.
—Pensé que habías muerto, imbécil. Eres mi hermano y te quiero.
No me apartes, Noah.
Lo empujé y fui al frigorífico a sacar un par de cervezas.
—Tranquilízate, Suzie Q, estoy bien. No tienes que enloquecerte. Se
supone que el mariquita Forman soy yo, no tú —le alcancé la cerveza y
me senté. Ben puso los ojos en blanco.
—No eres mariquita, Noah.
—No te pongas políticamente correcto conmigo, hermano mayor.
Recuerdo todas las palabras que utilizaste a lo largo de los años. Es
posible que sigas usándolas, solo que ya no lo haces delante de la oveja
rosa de la familia.
Ben se echó a reír.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Oh, venga ya, Noah. Tú no eres gay.


Estaba sentado relajado, bebiendo la cerveza. Pensé que bromeaba y
me reí, di la vuelta a la silla y me puse a horcajadas.
—Uh, bueno, si tú lo dices. Pero no sé de qué otra forma explicarías
el conjunto boca-pene-trasero que hay en esta casa.
De acuerdo, a lo mejor eso había sido un poco tonto, pero seguía
medio dormido y era la primera cerveza que bebía desde hacía mucho
tiempo, casi me la había tragado y francamente, en lo referente a mi boca,
nunca me había contenido ni censurado mucho.
Ben parecía un poco nervioso, pero después soltó una risita
arrogante.
—Por un momento me engañaste, Noah, casi te creí.
—Bueno, todos necesitan creer en algo. Yo creo que voy a beber otra
cerveza —me levanté y fui a sacarla—. ¿Quieres una?
—No, con esta está bien. En serio, Noah, quizá sea el momento de
que te busques una novia. Blaire tiene una amiga que, en una escala de
uno a diez, es un nueve o un nueve y medio. ¿Quieres que te la presente?
Lo miré a los ojos y supe que hablaba en serio.
—¡Dios, Ben! En una escala de uno a diez, eres un completo idiota.
—¿Por qué? ¿Qué he dicho?
La verdad es que algunas personas deberían llevar un alcoholímetro
conectado a la laringe por orden judicial.
—Ben, aún no te has terminado una cerveza y ya has tratado de
concertarme una cita con una mujer.
—¿Y? ¿Por qué no puedes tener a alguien fijo? ¿Qué hay de malo en
ello?
—¡Ben! Ya tengo a alguien fijo, el mismo desde hace casi una
década. Ya sabes, eso es algo así como unos diez años, en oposición a tus
relaciones de toda la vida, un récord que creo que dura más o menos diez
días.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¡Eh! Con Blaire llevo casi tres semanas.


—En un mundo lleno de gente normal, tú, amigo mío, eres una
marca de diseñador. —Sacudí la cabeza con incredulidad y decidí que era
mejor cambiar de tema—. Mira, lamento que te hayas preocupado.
Cuando me desperté en el hospital, había bloqueado los últimos tres años
de mi vida y lo que recordaba de ti no era precisamente feliz, ¿sabes? Si
no me equivoco, no estábamos precisamente en buenas relaciones. Solo
logré recordar todo cuando Clark me dio pistas.
Ben levantó la cabeza con brusquedad.
—¿Clark? ¿Tú…has hablado con Clark? ¿Cuándo?
Vi trepidación en sus ojos, o quizá temor. ¿De qué diablos iba todo
eso?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 19

NOAH—PRESENTE

ME ESTABA preguntando qué cosa había hecho que mi hermano se


pusiera tan nervioso, cuando oímos un ruido y giramos para ver al hombre
del momento en carne y hueso. Literalmente. Clark debió haberse
despertado y empezó a buscarme, sin darse cuenta de que teníamos
compañía. Estaba completamente desnudo, frotándose los ojos y delicioso.
No sabía si taparlo para que nadie pudiera ver su maravilloso cuerpo o
lamerlo de los pies a la cabeza.
Al verlo, a Ben se le desencajó la mandíbula. Se lo quedó mirando
con algo parecido al estupor, luego saltó hacia atrás con tanta fuerza que
tiró la silla. Al escuchar el ruido, Clark alzó la vista, se puso rojo y salió
de la cocina, murmurando que volvía enseguida. Ben no había dejado de
mirarlo y cuando se fue, empezó a temblar.
Mi hermano parecía estar derrumbándose y Clark se había ido a
vestir, o sea que iba a tener que manejar la situación yo.
—¿Ben, qué diablos? ¿Estás bien?
Me levanté y me acomodé el pene. Eh, Clark había estado desnudo,
¿recuerdan? Vista frontal y trasera, receta para una erección instantánea,
sin necesidad de ningún ingrediente más.
—É…e…él estaba…

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Llegados a ese punto, ya barajaba la posibilidad de que mi hermano


hubiera tomado algo; estaba pálido y tembloroso, con los ojos
desenfocados y petrificados. Y, cosa extraña, tenía una erección brutal.
Hmm, una vez vi que había Viagra en su botiquín. A lo mejor había
espolvoreado alguna pastilla con setas. Aspiré hondo y fui hacia él
despacio. Ben tragó con dificultad y me miró.
—Pensé que se había ido.
—Solo porque creyó que era lo que yo quería. Pero me quiere y ha
vuelto.
Casi lo había alcanzado, cuando pasó a mi lado con tanta rapidez que
caí contra la encimera. Me agarré y levanté la vista para ver cómo
levantaba el puño y Clark, ya vestido con vaqueros y camiseta, se tapaba
para minimizar el impacto.
Yo estaba herido, pero no muerto y ni en broma iba a dejar que nadie
tocara a mi ángel. Pegué un salto con el puño en alto y puse a Ben de
rodillas, agarrándose la nariz con una mano y la oreja con la otra. Iba a
golpearlo en el ojo cuando Clark se colocó entre mis brazos y presionó su
cuerpo contra el mío.
—Noah, para. Por favor, no te pelees con tu hermano por mi causa.
Por favor, cielo, no quiero que lo hagas.
Mi ira se evaporó. Cuando tenía a Clark, no había sitio para el
enfado. Le recorrí el cuello y la cara con las manos para ver si se había
hecho daño. Mi hermano no había logrado pegarle, pero quería
asegurarme. Necesitaba sentir que no le había pasado nada. Le toqué la
nariz, las mejillas, los ojos, luego lo cubrí de besos.
—¿Y qué hay de lo que yo quiero?
Miramos a Ben, que estaba de rodillas en el suelo. Se había quitado
las manos de la cara, pero miraba a Clark.
—Durante años fuimos los mejores amigos y compañeros de
habitación. Pensé que estábamos ahí, el uno para el otro; también pensé
que…que nos queríamos.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Parecía tan perdido que sentí pena por él. Ya habíamos dejado atrás
aquello de sentirse traicionado cuando pensó que su amigo había seducido
a su hermano y su reacción cuando le dije que estaba enamorado de Clark.
Le expliqué bastantes veces que había sido yo el instigador, que Clark no
me había convertido en gay. Sí, de hecho había tenido que deletreárselo.
No me preguntéis cómo el señor Magna Cum Laude no lo había
averiguado él solo.

AL TERMINAR la universidad, le confesé a mi hermano que era gay.


Esperé hasta ese momento porque era más fácil mentir y que mis padres
me pagaran los estudios, que decir la verdad y verme cargado de
préstamos estudiantiles durante toda la vida. Sí, es patético, pero Clark me
convenció de que estaba siendo fiscalmente responsable.
Tampoco es que importara mucho. Durante toda la carrera, vivimos
en el mismo apartamento de un dormitorio. Cuando entré en la universidad
estatal, a él solo le quedaba un año de estudios y empezó a trabajar. Mi
familia pensó que éramos compañeros de piso, como antes había pasado
con mi hermano. Claro que nunca dejamos que nos visitaran, nada
complicado porque Ben nunca nos pidió venir y a mis padres no les
importaba, siempre que fuéramos a visitarlos durante las vacaciones.
La universidad quedaba a poco más de una hora de E.C. Norte,
donde ellos vivían, así que solíamos hacer los viajes en el día y
repartíamos el tiempo entre las dos familias. A mis padres siempre les
había gustado Clark, sentían pena porque había perdido a su madre y lo
dejaban compartir con nosotros las comidas de las fiestas. Lo bueno es que
estábamos juntos y lo malo es que no podíamos tocarnos. Eso lo hacíamos
en la casa de su tía. Pobre Shirley, tenía que aclararse la garganta
constantemente para recordarnos que había más personas en la sala.
Cuando por fin me gradué y ya no dependía de ellos, estaba listo para
decírselo. Por alguna razón, Clark pensó que sería más fácil empezar con
Ben; estaba seguro de que mi hermano lo aceptaría y que sería un aliado a
la hora de hablar con mis padres. Como yo esperaba que los tres se

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

espantaran y me desheredaran, no me importaba a quién se lo soltaba


primero.
Por desgracia, Clark había sido exageradamente optimista con
respecto a la reacción de mi hermano. Cuando le expliqué que era gay y
que Clark y yo nos íbamos a vivir juntos a E.C. Oeste, se volvió loco. Se
lo dijo a todos los amigos de la universidad, dando como resultado años de
soledad para Clark, hasta que logró que algunos lo escucharan y volvieron
a reconectar.
Después de eso, me negué a hablar con Ben si no se disculpaba con
Clark. Él no podía mantener una conversación conmigo sin insultar al
hombre que yo creía que era su mejor amigo. Así fueron las cosas. Lo
borré de mi vida durante dos años, hasta ese fatídico día, cuando logró
convencerme para que me comportara como el mayor cretino del planeta.
Pero esa historia ya la habéis oído.

DE CUALQUIER manera, después de la horrible noche que alejé a Clark,


Ben me dijo que entendía cómo me sentía y que lo lamentaba. La verdad
es que le creí, pensé que por fin había aceptado el hecho de que su
hermano fuera gay. A partir de entonces, logramos mantener una relación
relativamente decente.
—Tu amistad significó mucho para él, Ben, pero no puedes esperar
que me abandone para salvarla; como yo tampoco estoy dispuesto a
hacerlo. Acabas de intentar emparejarme con una mujer así que, por
alguna razón desconocida para mí, veo que el tema de la homosexualidad
te resulta confuso, pero intenta comprender que tú y yo no sentimos lo
mismo por Clark. Él y yo estamos enamorados. ¿Por qué no lo entiendes?
Ben se levantó y miró a Clark con los ojos llenos de lágrimas.
—No le has contado nada.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Clark había permanecido
inusualmente quieto.
—No me correspondía hacerlo a mí —contestó.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Ben se dejó caer en la silla que antes había tirado al suelo; yo me


senté muy atrás, abrí las piernas y puse a Clark en medio. Se tensó, algo
que nunca le había pasado cuando lo tocaba, aunque enseguida se relajó y
se derritió contra mí, pero noté su expresión de incomodidad y que mi
hermano no nos miraba.
—¿Qué diablos está pasando? ¿Qué es lo que Clark no me ha dicho?
Ben se removió en la silla y miró la mesa con tanta intensidad que
me pregunté si intentaba agujerearla.
—Mis opciones para que lo dejes pasar son…
—Unos grados más bajas que un infierno congelado, un par de
kilómetros más allá de la desesperanza. Así que habla, Ben.
Se tocó la nariz y la movió tiernamente.
—Oh, venga ya —puse los ojos en blanco—. No está tan mal, Ben,
no es que te la haya roto.
—Es posible que lo hayas hecho. ¿Por qué me pegaste tan fuerte?
No le iba a decir la verdad; que el momento que vi a mi ángel
amenazado, me invadió tal ira que todo se volvió rojo y quise matar a la
persona responsable, aunque fuera mi hermano. Pero en cambio abracé a
Clark, apoyé la cabeza en su hombro y moví las cejas.
—Eh, enfilabas hacia su boca y tengo un interés especial en que esa
zona de su cuerpo en particular funcione perfectamente.
—Noah, no lo hagas.
Clark me habló con un tono de advertencia que no comprendí. Ben se
negaba a hablar, solo se removía incómodo en la silla; algo pasaba, pero
no lograba descifrarlo. Decidí que la mejor forma de obtener una respuesta
era observar la expresión de Clark. Nos conocíamos tan bien que no
necesitábamos comunicarnos con palabras, algo que nos venía muy bien
cuando estábamos en fiestas con mucha gente y en la cama. Era algo que,
junto con la conexión, no habíamos perdido con la separación y nunca lo
haríamos.
—¿Puedes levantarte un momento, ángel?

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Mientras hablaba, le palmeaba la espalda. Él pegó un salto y me miró


con cara de preocupación.
—¿Estás bien, cielo? ¿Te he hecho daño en las piernas?
—Ángel —me eché a reír y le acaricié la pierna—, si me hiciera
daño ponerme a horcajadas, tendríamos un jodido problema. Literalmente.
Clark desvió los ojos hacia Ben con expresión preocupada, luego
echó los hombros hacia atrás y lo miró con determinación.
—Es hora de que hables con tu hermano, Ben. Ya ha pasado mucho
tiempo. Durante muchos años fuiste un buen amigo y te quiero de verdad.
Gruñí y le clavé los dedos en los muslos. Él se inclinó, me besó en el
cuello y me acarició el estómago, haciendo que la tensión desapareciera,
pero no antes de que Ben notara mi reacción.
—Jesús, Noah. ¿Qué diablos te pasa?
Clark contestó sin dejar de acariciarme.
—No le pasa nada. Es un poco posesivo y no le gusta oírme decir
que quiero a nadie, aparte de él. —Mi ángel me miró a los ojos y me
enterró los dedos en el pelo—. Aunque sepa que no es la misma clase de
amor; sabe que nunca podría amar a nadie más, porque él siempre ha sido
todo para mí.
Me encantaba que siguiera impasible ante mis celos y explicara por
qué su pareja se volvía un lobo rabioso a la mínima indicación de alguien
queriendo acercarse a su compañero. Estaba claro que esos años de
separación no habían logrado hacer desaparecer la familiaridad existente
entre nosotros. No había dejado de tocarme, mientras hablaba mirando a
mi hermano.
—Me contó lo que le dijiste hace años, que lo empujaste a traer a ese
hombre a nuestro apartamento para que yo lo descubriera. Se equivocó al
hacerlo y yo fui un completo loco al irme. Pero tú tuviste algo que ver en
ello, Ben.
Le temblaba la voz y los dedos. Le rodeé la cintura y apoyé la cabeza
en su estómago, esperando reconfortarlo.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—No sabes lo que me hubiera gustado que tus motivos hubieran sido
otros; aburrimiento, deseos de experimentar, incluso pensar que yo no era
bueno en la cama. Cualquiera de las miles de razones que barajé en esas
interminables noches sin dormir hubiera sido mejor que la única que no
tuve en consideración: tu traición. Él es tu hermano y los dos necesitáis ser
parte de la vida del otro, siempre animé a Noah a ello. Pero permíteme ser
muy claro al respecto: no lo perderé otra vez, Ben, ni siquiera durante un
minuto. No me voy a marchar. Ahora dile la razón por la que lo hiciste o
lo haré yo.
Cuando vi cómo lo miraba a través de la mesa de la cocina, por fin
logré encajar todas las piezas, en ese momento lo supe, supe lo que había
pasado. Una oleada de celos me recorrió y solté un rugido mientras mi
cuerpo se sacudía. Cerré los puños y salté sobre mi hermano, iba a
romperle el cuello.
Me miró con pánico y Clark me tocó el pecho con mucha suavidad.
—Es tu hermano, Noah. Tu hermano. Siéntate, cielo, por favor.
Lo agarré por los hombros y lo puse detrás de mí para protegerlo de
Ben, luego estiré los brazos hacia atrás y lo pegué a mi cuerpo. Ben nos
miraba con la boca abierta. Clark me acarició la mejilla, se sentó y me
puso entre sus piernas abiertas y se quedó detrás de mí mientras yo miraba
a mi hermano. Bueno, le lanzaba dardos con los ojos, pero ese es un modo
de mirar, ¿no?
Ben mantenía los labios apretados y se negaba a hablar, así que lo
hizo Clark.
—Bien, lo diré yo.
—No tienes que decirme nada, ángel —seguí con la mirada clavada
en Ben—, ya me lo imagino. Intentó ligarte.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Capítulo 20

NOAH—PRESENTE

CUANDO lo acusé de intentar algo con Clark, Ben levantó la cabeza y


asustado, empezó a hablar apresuradamente.
—No, no lo hice, en realidad no, mmm…
Ya había tenido suficiente, apenas podía contenerme. Me tapé los
ojos con las manos y le susurré a Clark:
—No me gusta que me dejen fuera. ¿Qué ha pasado entre vosotros
dos y cuándo ha sido?
Clark me besó el cuello y me rodeó con los brazos. Podía sentir los
latidos de su corazón contra mi espalda y su respiración en mi oído. Su
olor terrenal y a vainilla me llenó y calmó; el hecho de que me hubiera
colocado entre él y mi hermano hacía que fuera capaz de continuar
sentado, alejado de mi hermano.
—¿Recuerdas cuando volvió de su viaje de graduación por Europa y
quiso salir una última vez antes de irse a Chicago?
En esa época, ya llevábamos dos meses viviendo juntos. No me
gustaba el rumbo que tomaba la historia. Empecé a temblar y a transpirar.
—Shh, cielo, no fue nada serio. Él se emborrachó mucho y, uhm,
trató de besarme y ehm, tocarme, pero yo lo empujé y no pasó nada. Lo
juro.
Ben saltó con mirada aterrorizada.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¡No soy gay!


—¿Me vas a decir que no ha sucedido, Ben? —le grité—. ¿Vas a
llamar mentiroso a Clark?
—No, no he dicho eso. ¡Pasó, pero no soy gay!
No había negado el intento de seducción. Así que mi hermano era
gay. Supuse que eso explicaba esa necesidad maniática de mantener
constantes relaciones con mujeres y que esas relaciones no duraran más
que un tubo de pasta dentífrica.
—De acuerdo, no eres gay, solo intentaste montártelo con otro
hombre. Por lo que sé, un comportamiento totalmente heterosexual; lo que
tú digas. Solo dime cuál era el plan maestro, Ben. ¿Si no lo podías tener
para ti, entonces nadie podría? ¿Por esa razón me convenciste para
engañarlo? No sé cómo no lo vi venir antes.
—¡No, por supuesto que no! ¡Lo hice para salvarte de él! Intenté
hablar contigo, razonar, pero eras tan condenadamente testarudo que nada
funcionó. Clark te había convencido de que lo amabas; si yo no me metía
en el medio, nunca te habrías alejado de él.
Puse los ojos en blanco ante semejante afirmación.
—Dios, Ben. ¿Nunca te cansas de ti mismo? ¿Por qué querría
alejarme de él?
—¡Porque no puedes tener una vida con él, Noah! Nunca podrás
casarte, ni tener hijos, ni una familia de verdad. No podrás acceder a los
mismos trabajos que la gente normal, no tendrás amigos. Todos te mirarán
cuando pases por la calle y sabrán lo que haces con él. El único modo de
que tengas una vida normal es alejándote de Clark, créeme. Yo lo hice y
funcionó.
Tenía la mirada enloquecida y movía las manos. Comprendí que no
se estaba refiriendo a mí, solo verbalizaba un diálogo interno que
probablemente se repetía constantemente.
—Guau, cuando abres la boca, sueltas toda una sarta de locuras.
—¿Qué? ¡Es cierto!

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Ben soy gay, ya lo era antes de conocer a Clark; era gay cuando se
fue todos estos años y lo seré el resto de mi vida. Tengo amigos, un buen
trabajo y él me ha dado lo más parecido a una verdadera familia que he
tenido. Y me importa un bledo si cuando voy por la calle la gente sabe lo
que he estado haciendo, aunque puedo asegurarte que no creo que su
imaginación se aproxime a lo que de verdad compartimos, y no hay modo
de que puedan captar lo jodidamente bien que uno se siente.
—Noah, tómatelo con calma —dijo Clark sobre mi hombro.
—¿Por qué debería hacerlo? Comprendo que él no quiera pensar en ti
con otro hombre, ¿pero estás escuchando las tonterías que dice? —Me
volví hacia mi hermano—. Deberías ganar el premio del homosexual-más-
patéticamente-sobre-compensado del año. ¿De verdad te acuestas con
todas esas novias bonitas como un modo de seguir manteniendo tu penoso
trasero en el armario? ¿Qué planes tienes a largo plazo, hermano mayor,
casarte con alguna de ellas, vivir una agradable pequeña vida en el exterior
mientras por dentro te mueres poco a poco? ¿O quizá vas a correr a las
saunas o a los bares para lograr un poco de acción hombre-hombre? Eh, si
tienes suerte, podremos leer las memorias de tu mujer contando todo
cuando los niños sean mayores y ella te abandone. ¿Eso te suena a vida
normal, Ben?
Mi hermano nunca nos había visto como pareja. Cuando empezamos,
él estaba fuera haciendo el máster y solo nos veíamos en las vacaciones,
cuando íbamos a pasar el día a casa. Siempre me pregunté la causa de que
él y Clark no se hablaran por teléfono y que, en las raras ocasiones que
visitaba a mi padres, Ben nunca hubiera insistido en pasar tiempo con su
amigo. Pero no había pensado mucho en el tema, porque eso nos había
ayudado a ocultar la relación a mi familia.
Luego, casi al mismo tiempo que se graduó y volvió a Emily City, yo
salí del armario y no nos vimos mucho por una razón totalmente diferente.
En ese momento pensé que mi hermano no podía lidiar con el hecho de
que Clark y yo fuéramos homosexuales. Pero al parecer, lo que había
podido con él, había sido el modo de manejar sus propios sentimientos y la
idea de que nosotros éramos pareja.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Ben estaba pálido y parecía totalmente derrotado, pero yo no lograba


encontrar una razón para sentir pena por él. Al negarse a aceptar su
condición, elegía su propia tortura y me resultaba imposible respetar eso.
Además, deseaba a Clark, a mi Clark. Pensé en todos eso años que habían
sido amigos y vivido juntos. ¿Habría estado mi hermano mirándole el
cuerpo, babeando por su pene y buscando excusas para rozarlo?
Sin poder contenerme, solté un rugido y me giré, poniéndome a
horcajadas de Clark y embestí su pene con el mío, poniéndome duro al
instante y obteniendo la misma respuesta. Fue satisfactorio pero no
suficiente, necesitaba más. Tenía que demostrarle a Ben que Clark me
pertenecía.
Lo besé con desesperación y lo reclamé una vez más. Lamí y chupé
mientras me temblaba el cuerpo y me retumbaba la cabeza. Mío. Mío. Mío.
Cuando por fin nos separamos para respirar, Clark jadeaba y tenía los
labios hinchados.
—Nadie más te toca ni te mira; no me importa si es mi hermano, tú
eres mío.
Clark amoldó su cuerpo al mío y me acarició los brazos mientras me
hablaba al oído con suavidad.
—Shh. Por supuesto que soy tuyo; de nadie más. No deseo a nadie,
solo a ti. Nunca quise a nadie más que a ti, Noah.
Eso me calmó un poco, pero seguía mirando con mala cara a mi
hermano; no sentía ninguna piedad.
—Él es mío.
—Noah, solo estaba atravesando un mal momento, intentando
reconciliarse con lo que era y yo pasaba mucho tiempo con él. No me
desea, nunca lo hizo. Estaba confuso con respecto a sus deseos y a los
hombres en general y proyectó esos sentimientos en la persona que tenía
más cerca.
Estaba convencido de lo que decía porque nunca creyó que fuera tan
guapo y deseable. Cuando íbamos por la calle, la gente daba vuelta la
cabeza para mirar su piel de alabastro, su pelo rubio rojizo, sus ojos azules

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

cristalinos y su cuerpo estilizado. Pero no era solo la apariencia lo que


atraía a los demás. Clark era cálido, divertido, seguro de sí mismo e
inteligente. Ninguno de nuestros amigos hubiera dudado en dejarme de
lado para tratar de estar con él. Bueno, por lo menos lo hubieran intentado,
aunque yo les hubiera pateado el trasero.
Apenas podía imaginarme lo duro que tuvo que ser para mi hermano
estar tan cerca de Clark todos esos años y no poseerlo. Si era gay, lo que
llegados a ese punto yo tenía muy claro, debió haber vivido una maldita
tortura. Y yo odiaba que Clark minimizara la realidad de los sentimientos
de Ben, porque ya lo había hecho conmigo cuando era pequeño y me decía
que se trataba de un enamoramiento tonto. Oír esas palabras como hombre
que había sentido ese amor durante casi media vida, tenía que ser
insoportable.
Maldita sea, sentía pena por él, en realidad me dolía. De hecho, no
era una mala persona; había sido buen amigo para Clark y siempre intentó
cuidarme, incluso en mi época de cretino. Bueno, esa estúpida
provocación lanzada años atrás casi nos mata a todos, pero Clark tenía
razón: no era el único responsable, todos habíamos jugado un papel y yo el
principal.
Además, estaba seguro de que mi hermano pensaba que lo había
hecho para salvarme. Había estado enamorado de Clark durante tanto
tiempo que probablemente justificara esos sentimientos diciéndose que
solo se limitaban a un hombre. Cuando le había dicho que Clark y yo
estábamos juntos, es posible que creyera que había caído bajo un hechizo
similar.
—Clark, no digas eso, ¿de acuerdo?
Frunció el ceño y me miró.
—Es posible que Ben haya estado confundido con respecto a los
hombres, pero no cambia lo que ha sentido…—tragué y contuve un
gruñido, apreté y relajé los puños—, o sigue sintiendo por ti. No es justo
que lo subestimes.
Miraba a Clark y no pude ver la cara de Ben. Pero lo oí; soltó un
gemido, luego fue a más y terminó con la cara entre las manos y llorando.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

¿QUÉ le dices a tu hermano de treinta y un años y “finalmente declarado


gay”? Diablos, ¿cómo me había dado cuenta de que por fin lo había
asumido? No tengo respuesta a todas estas preguntas. Clark le dijo que
seguía siendo su amigo, que si nos necesitaba ahí estábamos, que lo
queríamos y que lo escucharíamos cuando estuviera listo para hablar. No
le pegué cuando Clark lo abrazó ligeramente al marcharse. He de confesar
que los dos mostramos gran compasión.
Cuando se fue, nos quedamos de pie, mirando la puerta y yo me
pregunté si Clark alguna vez había tenido algún interés en mi hermano y si
habrían terminado juntos de no haber estado yo en el medio.
—No hay ninguna opción.
—¿Lo he dicho en voz alta? —pregunté, girando la cabeza hacia él.
—No, pero sé lo que estabas pensando. Ben es extraordinario, pero
no es mi tipo. Te puedo asegurar que nunca pensé en él más que como
amigo. Claro que ser tu hermano hubiera frenado cualquier cosa, pero
nunca hemos llegado a ese extremo porque, estando tú o no, él y yo nunca
hubiéramos sido pareja.
—Pero es guapo —dije escéptico—, verdaderamente guapo. Bueno,
seamos claros, es más que guapo. Lo que quiero decir es que, venga ya,
con ese cuerpo y esa cara, Ben es muy sexy.
Clark se echó a reír y me abrazó.
—Cielo, el tema del incesto no me excita, así que dejemos de lado
eso de que “mi hermano es sexy”, ¿de acuerdo? Además, no soy ciego y sé
cómo es Ben, pero a mí no me dice nada.
Le chupé el cuello y le acaricié el brazo tan ligeramente que parecía
más una cosquilla.
—¿Ah, sí? ¿Quién te dice algo?
Clark gimió y me fue llevando de espaldas hasta el dormitorio.

163
DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—Un hombre que puede patearme el trasero, pero que en cambio


quiere salvarlo —me chupó el cuello tan fuerte que seguro había añadido
otra marca, luego me quitó la camisa y los pantalones—. Un hombre que
es tan duro que la gente cruza la calle para evitar ponerse en su camino,
pero que se vuelve un malvavisco cuando estamos solos.
Se quitó la ropa y me besó hasta dejarme sin sentido, luego se sentó
en el borde de la cama.
—Un hombre que se enfrentó al mundo con orgullo y dignidad, pero
que cae de rodillas cuando me mira.
Gemí, caí de rodillas y me metí su largo, caliente y duro pene en la
boca. No se parecía en nada a un vibrador. Hasta había comprado uno que
pensé que tenía el mismo tamaño que el de Clark, solo para pretender
¿sabéis? Pero esa cosa solo logró provocarme dolor de mandíbula. La
herramienta auténtica era suave como el terciopelo, cálida y sabía a sudor,
a sexo y a Clark.
—Un hombre que no ha necesitado nada de sus padres desde antes
de ser adolescente, pero que necesitó todo de mí desde el primer día.
Me separó la boca de su pene y me levantó. Luego me colocó de
espaldas sobre la cama y gateó hasta quedar encima de mí. Me miró a los
ojos y me besó las mejillas.
—Un hombre cuya cara parece áspera y ruda cuando mira a otros,
pero que a mí me mira con adoración y suavidad.
Recorrió con los dedos mi pecho y estómago, luego siguió más
abajo. Me acarició varias veces el pene y los testículos.
—Un hombre que piensa por sí mismo y sabe cómo utilizar la
cabeza, pero que elige acatar lo que yo pienso, lo que yo opino.
Agarró el lubricante de la mesilla, se cubrió los dedos y los frotó
contra mi abertura. Empujé hacia abajo, salí al encuentro de sus dedos,
loco por una cabalgada.
—Un hombre a quien nunca le importó lo que pensaban los demás,
pero que presta atención a cada una de mis palabras.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

Me dio un beso que me dejó el corazón palpitante y el cerebro


derretido. Gemí y le rodeé la espalda con brazos y piernas.
—Un hombre del que me enamoré incluso antes de saber lo que eso
significaba.
Y se deslizó dentro de mi cuerpo, abriéndome; en ese momento
perdimos la capacidad de hablar. Solo quedaron manos que acariciaban y
tiraban, bocas que gemían y besaban y caderas que embestían y
golpeaban.
Planté los pies en el colchón y arqueé la espalda para poder recibir
sus embates. El cuerpo me ardía, consumido por la certeza de que por fin,
después de haberle sido negado durante todos esos años, era reclamado,
poseído, tomado.
—Pronto, Noah.
Clark me gruñó las palabras al oído mientras me embestía con fuerza
en el trasero y tiraba de mi pene. Una y otra vez, dentro y fuera, tan
malditamente hondo, tan jodidamente fuerte y tan increíblemente bueno.
—Uh, huh. Uh, huh. Uh, huh.
No había palabras, solo sonidos; me estaba dando todo lo que
necesitaba, todo lo que había ansiado y soñado durante los pasados tres
años, así que en ese momento hablar no estaba dentro de mis habilidades.
—Ahora, Noah.
Podía sentir cómo su pene pulsaba dentro de mí, mientras me asía el
trasero con una mano y lo atraía con fuerza y con la otra seguía tirando de
mi pene.
—¡Oh!
Mi cuerpo reaccionó inmediatamente, soltando chorros de semen
sobre el estómago y el pecho. Nos quedamos recostados el uno contra el
otro, jadeando y acariciándonos. Cuando por fin el corazón me empezó a
latir con normalidad y fui capaz de respirar y pensar lo suficiente como
para hablar, me sentía muy abrumado por la emoción.
—Oh, ángel, no sé qué decir.

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DE NUEVO EN CASA| Cardeno C.

—¿Qué tal un beso en lugar de palabras? Me encantan tus besos.


Eso podía hacerlo. Una y otra vez, durante el resto de mi vida.

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Author

CARDENO C, con su incorregible debilidad por el romance, quiere añadir


un poco de felicidad y algunos “AWWWS” a la vida de los lectores.
Escribir es una hermosa pausa de la vida real, del mundo corporativo y de
su trabajo voluntario con organizaciones para los derechos de las personas
homosexuales.
Cardeno siente a menudo que los personajes escriben sus propias
historias, y solo espera tener suficiente tiempo para poder plasmar esas
historias. A Cardeno le gusta saber cosas de los lectores, así que por favor,
escriba unas líneas para compartir sus pensamientos.

Visite su página web en http://www.cardenoc.com y en Facebook


como Cardeno C
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Ste 2 PMB# 279
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Esta historia es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la
imaginación del autor o usados para la ficción y cualquier semejanza con personas vivas o muertas,
negocios, eventos o escenarios, es mera coincidencia.

Portada: Reese Dante http://www.reesedante.com


Diseño de portada: de Mara McKennen
Traducido por: Georgette Asi

La licencia de este libro pertenece exclusivamente al comprador original. Duplicarlo o reproducirlo


por cualquier medio es ilegal y una violación a la ley de Derechos de Autor Internacional. Este
eBook no puede ser prestado legalmente o regalado a otros. Ninguna parte de este eBook puede ser
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cualquier duda, contacta con Dreamspinner Press 5032 Capital Cir. SW, Ste 2 PMB# 279,
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Publicado en los Estados Unidos de América


Primera Edición
Septiembre 2010

Edición eBook en Español


eBook ISBN: 978-1-61372-800-0

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