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POLÍTICAS PÚBLICAS PARA LA IGUALDAD EN

AMÉRICA LATINA

MARIANA YARMILA NARVÁEZ VARGAS

BOLIVIA

CLACSO

2019
La construcción de una política pública que atienda la emergencia de la igualdad
de género en el trabajo en Bolivia

Introducción

Para abordar el problema de la igualdad en el ámbito laboral es imprescindible entender


al trabajo como un mecanismo de inclusión, acceso al bienestar y dialéctica de aportes y
reconocimientos de las personas (CEPAL, 2012). Es decir, el trabajo es un derecho de
los seres humanos, que a su vez representa el motor económico de cualquier actividad
que contemple una labor o una tarea. Por esta razón, El Estado (Monedero, 2018) en su
dimensión garantista y velando por el bien común, tiene el deber de satisfacer ese
derecho a trabajar y a encontrar un trabajo en condiciones dignas.

Desde esa perspectiva, promover y fortalecer el acceso al trabajo debe ser un pilar
esencial de los Estados. Este rol del Estado en principio se vinculó el empleo con la
protección social bajo lo que se denomina la teoría del Estado. Si bien esta primera
vinculación dio lugar a la generación de políticas públicas que permitieran superar estas
cuestiones, ese derecho al trabajo no ha sido garantizado en igualdad de condiciones
para las mujeres.

La inserción de la mujer en el mundo del trabajo ha ido en crecimiento pero este


crecimiento no se ha visto reflejado en las medidas estatales adoptadas para promover
esta inserción, en un mercado cada vez más globalizado, basta con decir que las
brechas de género con respecto a indicadores esenciales del mercado de trabajo no se
han reducido de una forma significativa en más de veinte años (OIT). Esto significa que
aún en este siglo sigue estando latente la desigual2dad en el acceso al trabajo para las
mujeres.

Esta desigualdad deviene muchas veces de la situación económica que viven las
mujeres, la desigualdad en el acceso a la educación, capacitación y especialización;
ocasionando que se acepten salarios bajos en condiciones de trabajo deficientes, que
genera que frecuentemente se prefiera a hombres. Esto se suma a otros muchos temas
que dificultan el acceso de las mujeres, tales como las prácticas de contratación,
remuneración, segregación, ascenso y movilidad horizontal, condiciones y horarios de
trabajo inflexibles, la falta de acceso a los recursos productivos.
Por otro lado, un asunto importante a tener en cuenta es la distribución inadecuada de
las tareas familiares, la maternidad y el cuidado del hogar, que genera una doble labor
de la mujer. Sumando a la falta de medidas de apoyo como las de guardería siguen
restringiendo el acceso al empleo y a oportunidades económicas profesionales,
dificultando su participación en las actividades económicas. Del mismo modo el acoso y
la violencia laboral que se han incrementado en los últimos años, genera deserción en
las mujeres que han logrado ingresar el mundo del trabajo. La falta de medidas estatales
para contrarrestar esta situación ha impedido lograr una efectiva protección de la mujer
en este ámbito.

En muchas ocasiones, la falta de oportunidades de empleo en el mercado formal ha


afectado de manera desproporcionada a la mujer quienes se han visto obligadas a
ingresar al mercado informal. Este tipo de mercado supone mayores complejidades en
cuanto a un trabajo mal remunerado, ningún acceso a seguridad social ni a corto ni a
largo plazo, entre otros. Esto pone en la palestra una oportunidad de acción importante,
ya que de no generar políticas que consideren la igualdad de género como una cuestión
central, la situación laboral corre el riesgo de seguir fragmentándose.

Actualmente en Bolivia la participación de las mujeres en el ámbito laboral ha crecido


de manera considerable, por esta razón la Constitución Política del Estado adoptada en
el año 2009, establece en su artículo 49 que “El Estado protegerá́ la estabilidad laboral.
Se prohíbe el despido injustificado y toda forma de acoso laboral. La ley determinará las
sanciones correspondientes”. Bajo este paraguas, y en vista a la necesidad de incorporar
legislación que proteja y promueva el derecho al trabajo de las mujeres se adoptó la Ley
Integral Para Garantizar a las Mujeres una vida libre de violencia No 348, y la Ley
contra el acoso y violencia política hacia las mujeres No. 248.

El trabajo femenino en Bolivia está esencialmente vinculado a los sectores de comercio


y de servicios (pero no únicamente). Esto significa que el Estado debe formular políticas
públicas que faciliten el acceso de las mujeres un mercado laboral donde gocen de la
cobertura de los beneficios sociales de un trabajo digno.

Según, ONU Mujeres (Bolivia), la brecha más importante en el trabajo femenino es la


salarial. Conforme datos de la mencionada organización los varones ganan 50% más
que las mujeres. Esta brecha varía de acuerdo a los sectores. Datos del censo del 2012,
que no difieren mucho del 2016, muestran que en el sector primario de la economía
(explotación de recursos naturales) los hombres ganan cuatro veces más que las
mujeres; en el sector secundario (manufacturas) la diferencia es de dos veces; mientras
que en el sector terciario (servicios) la brecha es de 1,5 veces (Diario Nueva Economía,
2017). Dando lugar a la importancia en el rol del Estado como un actor más activo en la
generación de políticas públicas efectivas, para superar las brechas en el acceso al
mercado laboral de las mujeres en Bolivia.

En este contexto, el presente trabajo pretende en realizar una revisión y análisis de las
políticas adoptadas en Bolivia para promover y fortalecer el acceso al trabajo, con un
enfoque de género. Para ellos es imprescindible visibilizar los factores que suponen un
obstáculo para las oportunidades de empleo para las mujeres, entre las que destacan:
prestación de cuidados, penalización de la maternidad, violencia y acoso en el trabajo,
remuneración más baja para los mismos puestos laborales, entre otros.

A fin de abarcar el tema del modo más sustantivo posible, se realizará una breve
descripción de los antecedentes y los principales obstáculos en el acceso al trabajo para
las mujeres. A continuación se aterrizará en la situación específica de las mujeres
trabajadoras en Bolivia y las políticas introducidas durante los últimos años para
superar los obstáculos que se atraviesan. Posteriormente se realizará un análisis de los
resultados y finalmente, las conclusiones permitirán presentar un panorama de la
situación actual y esbozo de plan de acción para superar estas brechas.
Desarrollo

El trabajo como tal constituye un eje central de la sociedad, esta actividad representa
una generación de ingresos para el bienestar del núcleo familiar, y el desarrollo de las
capacidades. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el trabajo es
definido “como el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen
bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad
o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos”. En esta definición se
puede observar al menos dos aristas del trabajo, su dimensión social y su dimensión
económica.

Si bien el trabajo fue definido en función a quien ejercía poder económico en el hogar,
desde los años 60 y 70 los movimientos feministas empiezan a criticar esta forma de
entender la economía, intentando poner en la palestra la contribución de las mujeres al
sistema económico. De ese modo el sesgo de género estuvo siempre presente,
identificando a las mujeres con tareas domésticas y de cuidados, traspolando esta
realidad a una concepción asimétrica de la distribución del poder entre géneros, y sus
lógicas consecuencias.

A lo largo de los años las nuevas corrientes de derechos humanos, tendencias sociales,
familiares, etc, han ido progresivamente reconfigurando las condiciones de las
relaciones laborales y de los sistemas de seguridad social y protección basados en el
trabajo asalariado. De ese modo la presencia de las mujeres, ya sea por razones
económicas o de realización personal, ha ido adquiriendo cada vez mayor importancia
en el mundo laboral. Cabe señalar que sobre todo en las últimas décadas esas tareas
históricamente asignadas a las mujeres se han visto asimismo modificadas (Wanderley,
2008). Sin embargo, pese a que el incremento podría significar un cambio positivo, ha
marcado la precarización de las condiciones laborales y económicas, y la acentuación de
las brechas en el mercado laboral.

Si bien las brechas laborales pueden clasificarse no solamente en términos de género;


según CEPAL (2012) las condiciones más desventajosas y menos reguladas son las que
se refieren a mujeres, minorías étnicas y jóvenes de ambos sexos. Estas condiciones
sumadas a formas de discriminación tales como segmentación ocupacional (vertical y
horizontal) resultando el trato y salario diferenciado en trabajadores con las mismas
capacidades y responsabilidades, ponen en riesgo el acceso igualitario de las mujeres al
mundo del trabajo1 y su estabilidad CEPAL (2010).

Para clarificar la situación laboral de las mujeres, es imprescindible realizar una


aproximación a las dificultades que emergen de su presencia en el mundo labora, tal
como veremos a continuación.

Segregación laboral y salarios diferenciados

Estas condiciones sumadas a formas de discriminación tales como segmentación


ocupacional (vertical y horizontal). Se entiende que la segregación ocupacional
horizontal, refleja la desigualdad en la distribución de ocupaciones en un mismo nivel,
lo que se traduce en la concentración de mujeres en algunos sectores determinados, y las
excluye de otros que son considerados “para hombres”. La segregación vertical, es
entendida como la desigual distribución de mujeres y hombres en la jerarquía
ocupacional, segregando a mujeres a ocupar puestos considerados como de menor
responsabilidad. Resultando el trato y salario diferenciado en trabajadores con las
mismas capacidades y responsabilidades, ponen en riesgo el acceso igualitario de las
mujeres al mundo del trabajo2 y su estabilidad CEPAL (2010).

Doble jornada laboral

El aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral logró de cierta


manera reducir las tasas de dependencia en los hogares, sin embargo este incremento no
tuvo previsiones en gasto público ni en servicios sociales insuficientes para coadyuvar
con las tareas de la casa, esto significó que las mujeres realizaran una doble jornada
laboral (CEPAL, 2008). Con la lógica consecuencia de reducir las posibilidades de
insertarse oportunamente en el mercado laboral. Farah, Sánchez y Wanderley (2009)
documentan que las responsabilidades del cuidado social en las familias recaen sobre las
mujeres, limitando así su participación en las actividades remuneradas.

Es importante resaltar el impacto que tiene la doble jornada laboral en la economía, ya


que se ha constatado que el tiempo destinado al trabajo no remunerado (trabajo
doméstico), es mayor al tiempo dedicado a actividades remuneradas.

Papeles / roles societarios

1 Concepto acuñado en el marco de la OIT.


2 Concepto acuñado en el marco de la OIT.
Otro tema trascendental en la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo, es el rol
que se le atribuye centrado en las tareas de reproducción, generando que el mercado del
trabajo este en gran parte diseñado para hombres, con una importante carga
discriminatoria (Giosa y Rodríguez, 2009).

Asimismo, para Farah, Sánchez y Wanderley (2009) la posición de los individuos en el


mercado de trabajo y los niveles salariales no están determinados solo por criterios de
productividad sino también por costumbres, prejuicios, estereotipos, percepciones del
empleador o la empleadora, competitividad, protección social y oportunidades laborales.

Maternidad

El componente de la maternidad tiene dos elementos al menos, para tener en


consideración a la hora de abarcar este punto. El primero es el obstáculo que representa
ingresar al mercado laboral simplemente por la “posibilidad” de cumplir el rol de
madre. Por otro lado, las dificultades de cumplir ambos roles a la vez.

Cabe señalar que en muchos casos, el sector empleador (público o privado) continúa
considerando que la maternidad es incompatible con el empleo. Esto refleja una vez más
las expectativas sociales retrógradas sobre el rol de la mujer, limitando su capacidad de
contribución laboral.

Asimismo, se debe tomar en consideración la importancia de la licencia de maternidad,


esto considerado como un derecho legal de gozar con este tipo de prestación de
seguridad social de corto plazo. Si bien muchos países preven formas de protección a la
maternidad a las mujeres empleadas, cerca del 60 por ciento de las mujeres trabajadoras
en todo el mundo (casi 750 millones de mujeres) no se benefician del derecho legal a la
licencia de maternidad. (OIT 2016)

Asimetría en las condiciones laborales e institucionalidad laboral

Del mismo modo es importante resaltar la brecha de género en las condiciones de


trabajo, esto se ve reflejado en el hecho de que en muchas casos las mujeres que
ingresan al mercado laboral, son tomadas como reserva de mano de obra susceptible de
explotación en contradicción a las legislaciones y a los derechos humanos. Esta
asimetría en las condiciones laborales empeora el acceso y el respeto de los derechos en
pie de igualdad entre hombres y mujeres.
Asimismo, otra gran cantidad de mujeres trabajadoras pertenecen al sector informal y al
sector de servicios. Se debe contar con las previsiones necesarias para una
institucionalidad laboral a fin de garantizar condiciones dignas de trabajo.

Acoso laboral

Este es un asunto, si bien no esta complemente estandarizado, responde a un consenso


general de que tanto la violencia y como el acoso, ya sea física, psicológica y sexual, es
una práctica que tiene lugar en el mundo del trabajo. En términos generales, abordar la
violencia en el lugar de trabajo abarca diversos aspectos, además de la agresión física en
sí. En este sentido, y a fin de tener claridad en lo que se entiende por «violencia y
acoso», se hará referencia a la descripción de la OIT como “el continuo de
comportamientos que redundan en sufrimiento o daños físicos, psicológicos o sexuales”
en el lugar de trabajo.

La importancia de tomar en cuenta esta cuestión es precisamente las consecuencias que


genera, pues este tipo de conductas abren más la brecha de género (aunque no
exclusivamente). Una de las consecuencias es la importante deserción laboral de las
mujeres, sin contar con el daño físico y emocional que genera.

Políticas públicas necesarias

Como se pudo observar en la sección anterior, la desigualdad en el ámbito laboral tiene


diversas aristas, muchas de ellas están determinadas en gran medida por el modelo
económico y la dinámica de la productividad elegida por cada país (CEPAL, 2012),
Esta tendencia es decidida en el momento de establecer, ahondar y/o minimizar las
brechas laborales y del acceso a la protección social de los diversos grupos, conforme a
sus características en términos de educación, experiencia, sexo, zona de residencia y
otros factores.

En este marco, se ha visto que los modelos neoliberales y la influencia de la


globalización, en vez de mejorar la situación de las mujeres, en muchos casos he
generado mayores obstáculos. En términos generales en una economía liberal prima el
capital, dejando de lado la parte social, las diferencias y las oportunidades. De ese modo
los grupos más vulnerables se ven segregados en este tipo de economía. El caso de las
mujeres entonces, entendido como un grupo en situación de vulnerabilidad3 no escapa a
esta afectación.

Es aquí que el rol del Estado es imprescindible para dotar de mecanismos suficientes
para generar equilibrio social y garantizar los derechos de todos los ciudadanos. Entre
las políticas y estrategias más generales que podrían ser efectivas para superar estas
desigualdades están: inversión en educación temprana, incremento de la productividad,
fomento a una división mas equitativa de las responsabilidades del hogar y la
disminución de los estereotipos de productividad que afectan principalmente a las
mujeres.

En el caso que nos ocupa específicamente, las políticas y estrategias deben construirse
en dos momentos, uno referido a las mujeres que van a incorporarse en el mercado
laboral y el otro relacionado con las mujeres ya insertas en el mercado laboral. En el
primer caso, se deben incluir acuerdos específicos sobre la duración de las jornadas, la
flexibilidad horaria y el trabajo a distancia, tomando en cuenta los derechos laborales
adquiridos. Asimismo, es imprescindible la estimulación y la facilitación de una mayor
participación de los hombres en las tareas de cuidado (Giosa y Rodríguez, 2009). En
relación al segundo momento, es importante tomar medidas en contra la discriminación
por sexo, para lo cual una legislación coherente e integral puede ayudar a establecer la
corresponsabilidad social en las tareas de cuidado.

Del mismo modo, se pueden adoptar medidas para enfrentar las dos situaciones, para lo
cual es indispensable considerar políticas de conciliación entre la vida laboral y la
familiar para reducir las brechas (OIT/PNUD, 2009). En este sentido, adoptar
mecanismos de cuidado de niños pequeños aumenta la tasa de participación y los
ingresos de las mujeres.

Situación en Bolivia

Las desigualdades socio-económicas de la sociedad boliviana, estuvieron siempre


caracterizadas por la estratificación del universo laboral por género, etnicidad y clase.
Asimismo, la economía estuvo (y en gran medida aún está caracterizada), según
Wanderley por estos cinco rasgos: bajo crecimiento económico, el divorcio entre los

3 Anotamos a las mujeres como grupos en situación de vulnerabilidad, en concordancia con lo


establecido por algunas legislaciones como la boliviana, que concibe que las mujeres no son
grupos vulnerables per sé, si no que existen algunas condiciones que podrían ponerlas en
situación de vulnerabilidad.
sectores impulsores de crecimiento y los sectores generadores de empleo, la
concentración del empleo en el sector informal (no regulado y sin protección social),
migración laboral nacional e internacional y el crecimiento del empleo en sectores de
servicios y comercio de baja productividad y remuneración.

Estas características suponen un serie de obstáculos a la población boliviana, que se ve


afectada en proporciones distintas según el grupo población y su calidad de inserción al
mercado laboral. En ese marco, la creciente incorporación de las mujeres en actividades
generadoras de ingresos importa una serie de desventajas. Estas están concentradas en el
acceso desigual de derechos y beneficios sociales, oportunidades desiguales de
desarrollo personal y laboral, remuneraciones inferiores por trabajos equivalentes, entre
otros. Una particular característica de Bolicia es la presencia étnicas y su interacción
con las relaciones de género en el sistema laboral boliviano. Las mujeres indígenas se
insertan en las actividades más precarias y peor remuneradas en el área urbana del país.

Cabe señalar también que las relaciones de género asignan a las mujeres la
responsabilidad del cuidado en el seno de las familias y de las comunidades. Por tanto
sus modalidades de inserción laboral dependen de las alternativas de conciliación de las
actividades de cuidado.
Asimismo, según datos de ONU Mujeres (2017), se destaca que las mujeres en Bolivia
dedican 4 veces más tiempo a los quehaceres de la casa que los hombres y aun así pasan
casi 38 horas semanales en actividades laborales frente a 47 horas de los hombres. Esto

puede ser contrastado con datos del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, en los
cuales se puede observar la distribuciones actividades de un día promedio, evidenciando
el tiempo que dedican las mujeres al cuidado del hogar y la familia.

Del mismo modo, ONU Mujeres observa que 7 de cada 10 mujeres bolivianas generan
ingresos en el mercado informal en condiciones precarias de trabajo y continúan
asumiendo gran parte del trabajo de cuidado no remunerado. Por otro lado, la brecha
salarial entre hombre y mujeres se amplió casi 7 veces en el sector privado entre 2010 -
2017.

Una de las características importantes del mercado laboral boliviano es que se encuentra
estructurado por estratos sociales, las mujeres de mayores ingresos tienen un alto
crecimiento en la participación de cargos mayores, en una jerarquía estructurada y
formal, pero las mujeres de bajos ingresos tienen una participación en los sectores
menos productivos y de estructuras informales. Esto resultan que las mujeres de bajos
ingresos tienden a ser las primeras en perder un puesto laboral y las ultimas en ser
reincorporadas al mercado laboral. (FUNDACION ARU, 2014).
tABLA 2.

La presencia mayoritaria de las mujeres en empleos informales tiene que ver con
deficiencias de la estructura productiva del país y las responsabilidades familiares de
cuidado asumidas prácticamente por las mujeres por cuenta propia.

Las construcciones sociales de género atraviesan sesgadamente todas las estructuras


de normas e instituciones, limitando la libertad de desarrollo personal. Por lo cual, la
segmentación sexual del trabajo que sobreviene internamente en los hogares tiene su
efecto directo en los mercados laborales; por lo que se traduce en menores
remuneraciones o ingresos directos; a causa de una subvaluación de ocupaciones
tradicionalmente femeninas y esto refleja una subvaluación del trabajo reproductivo
que por naturaleza la mujer ejerce, situación explicada por la división del trabajo no
mercantil del hogar en forma desproporcional sobre la población femenina (Martínez
Torríco, 2017).
Una de las posibles y principales explicaciones de esta situación; usualmente para
mujeres de menor edad y/o casadas, responde a los costos altos que generan su

TABLA 3.

contratación para los empleadores, de acuerdo a las normas, como pago de subsidios
prenatales, natales y de lactancia (art. 32, Ley N° 252; art. 9, Resolución Ministerial
N°1676).

El interés por acortar las brechas de género en el plano laboral, no sólo se fundamenta
en argumentos respaldados por instrumentos jurídicos, sino también en argumentos
de eficiencia económica y social. Estos factores, sobre las bases de la teoría del capital
humano, responde al nivel de educación, especialización profesional y a las diferencias
en los años de experiencia que existe entre varones y mujeres, son limitadas por una
estructura laboral formal.

Según Las Naciones Unidas (2015), la elección del empleo informal es una estrategia
de supervivencia que no sólo se vincula a las insuficientes oportunidades de trabajo
formal y a la fallas del sistema de protección social y de legislaciones laborales, sino
también al análisis de los costos y beneficios de ocupaciones formales dadas ciertas
características y aspiraciones personales.

La economía informal es heterogénea y estratificada, y en ella hay una estrecha


asociación entre calidad de los empleos y género, pues los varones dominan los
eslabones más altos de la jerarquía ocupacional, mientras que las mujeres están
concentradas en los más bajos, determinado por sistemas integrados y estructuras
avanzadas para mantener la permanencia de dichas participaciones.

La complejidad de esta problemática demuestra que requiere medidas para


desestructurar los mecanismos y sistemas que reproducen la discriminación y
subordinación de las mujeres, lo cual indica que existe aún una segregación marcada
por sexo en los mercados laborales: y se asientan en la división sexual del trabajo
como factor estructurante de las relaciones de género y la naturalización de las
desigualdades y jerarquías. Los ingresos percibidos por los hombres son 47% mayores
que aquellos logrados por las mujeres, independientemente del grado de calificación
requerido para el trabajo (Informe nacional del estado plurinacional de Bolivia, Beijing,
2.4). Por tanto, los avances logrados por las mujeres en el campo de la educación no
repercuten en la obtención de oportunidades igualitarias en el ámbito laboral.

Las mujeres en general, y las mujeres indígena originaria campesinas en particular, han
ingresado a espacios tradicionalmente masculinos, lo cual es un fundamental avance.
Sin embargo, estos espacios se caracterizan por prácticas y ejercicios del poder
asentados en modelos patriarcales, lo cual plantea la continuidad del acoso y la
violencia política, la dificultad de compatibilizar el trabajo entre los ámbitos público y
privado, sin generar un avance real y efectivo.

En respuesta a esta realidad desde el 2006 Bolivia atravesó grandes transformaciones


económicas, políticas y sociales. El cambio de patrón productivo y la lucha por la
igualdad social caracterizaron (aunque simbólicamente) el ascenso de Evo Morales. En
este nuevo contexto, y según cifras de ONU Mujeres, el Producto Interno Bruto (PIB)
boliviano creció una tasa de 5,04% en promedio entre 2006 y 2015, alcanzando 4,85%
en 2015 y 4,3% en 2016; todo ello en un contexto internacional favorable y debido a un
prudente manejo macroeconómico.

Otro de los grandes avances de Bolivia se dio a nivel social, partiendo de la aprobación
de la Constitución Política del Estado (CPE) en 2009, producto de un proceso
constituyente sin precedentes, que ha dado margen al reconocimiento de derechos de
poblaciones históricamente marginadas, tales como mujeres y pueblos indígenas
originarios campesinos.

Entre otros datos importantes a destacar en Bolivia, es que la entre 2006 y 2015, la
pobreza extrema se redujo en más de 20 puntos porcentuales (de 38% a 16,8%),
mientras la pobreza moderada se redujo en poco más de 21%, lo que implicó una
disminución en términos absolutos de aproximadamente 1,4 millones de pobres a nivel
nacional.

Es importante entonces resaltar, que estas transformaciones sociales implicaron la


presencia de las mujeres en el empleo, que estuvo claramente caracterizada por
dificultades. La incorporación de la mujer estuvo acompañada con dobles turnos o
jornadas laborales, y se mantienen aún como las principales responsables de los
trabajos domésticos y no remunerados. Se debe reconocer que en Bolivia los derechos
económicos no han alcanzado un progreso relevante y aún el rol económico y
productivo de las mujeres se encuentra altamente invisibilizado y subvalorado.

A ello se suma la ausencia de estadísticas de género y la escasa disponibilidad de datos


oficiales que reflejen la situación de las mujeres en la economía, especialmente en áreas
rurales, lo que contribuye a esa falta de reconocimiento al aporte de las mujeres en la
economía del país.

Las relaciones de género y los roles históricamente asociados a los hombres y mujeres
también impactan en el tema productivo, donde los problemas descritos están
estrechamente vinculados con la problemática de la dimensión “privada” del trabajo: el
trabajo doméstico y el trabajo de cuidado no remunerados. Estas tareas, no valoradas
social ni económicamente, recaen fundamentalmente sobre las mujeres y niñas,
particularmente sobre las más pobres, sumiéndolas en un círculo vicioso de
informalidad, precariedad laboral, y postergación de otros derechos.
Cabe señalar que en la CPE reconoce la cual de género como uno de los pilares del
desarrollo, reconociendo de esta manera la igualdad de condiciones entre hombres y
mujeres y sancionando toda forma de discriminación fundada en razón de sexo,
orientación sexual, identidad de género, estado civil, embarazo, entre otros, priorizado
de esta manera los valores de igualdad, inclusión, complementariedad, igualdad de
oportunidades, equidad social y de género.

En este sentido, el articulo 49 de la Constitución Política del Estado adoptada en 2009


tras un proceso constituyente sin precedentes, establece como un principio la protección
estatal del derecho al trabajo, la protegerá la estabilidad laboral. Del mismo modo,
prohíbe el despido injustificado y toda forma de acoso laboral. Si bien no se refiere
específicamente a las mujeres, es un marco de protección amplio que refleja que Bolivia
ha realizado avances incorporando en su legislación temas de cuestión trascendental.

Asimismo, el artículo 14, que establece el principio de no-discriminación, y el artículo


338, que reconoce la importancia económica del trabajo doméstico. La formulación del
principio de igualdad en la Constitución de Bolivia es extremadamente detallada e
incluye varias formas de discriminación que son especialmente relevantes para las
trabajadoras del hogar: el artículo 14 prohíbe la discriminación basada en el sexo, color
de piel, idioma, condición social o económica, ocupación profesional, nivel educativo o
embarazo.

El artículo 338 se refiere específicamente al trabajo del hogar, estableciendo que “El
Estado reconoce el valor económico del trabajo del hogar como fuente de riqueza y
deberá cuantificarse en las cuentas públicas”.

En el contexto establecido por la CPE, se promulgaron diversos instrumentos legales


para garantizar los derechos de las mujeres y la igualdad de género: Ley del Órgano
Electoral, Ley del Órgano Judicial, Ley de Régimen Electoral, Ley del Tribunal
Constitucional, Ley Marco de Autonomías y Descentralización, Ley de Deslinde
Jurisdiccional, Ley de Lucha Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, Ley
de Ministerio Público, Ley de Seguridad Ciudadana, Ley de Acoso y Violencia Política
contra las Mujeres, Ley Integral contra la Trata y Tráfico de Personas, y la Ley Integral
para garantizar a las Mujeres una vida Libre de Violencia.
Se hará hincapié en la Ley Integral Para Garantizar a las Mujeres una vida libre de
violencia No 348, define en su artículo 7 lo siguiente: “Violencia Laboral: Es toda
acción que se produce en cualquier ámbito de trabajo por parte de cualquier persona de
superior, igual o inferior jerarquía que discrimina, humilla, amenaza o intimida a las
mujeres; que obstaculiza o supedita su acceso al empleo, permanencia o ascenso y que
vulnera el ejercicio de sus derechos.”

Regulado mediante la Ley No 243 denominada “Ley contra el acoso y violencia política
hacia las mujeres” en su artículo 20 incorpora en el Código Penal esta figura y señala
que: “Quien o quienes realicen actos de presión, persecución, hostigamiento y/o
amenazas en contra de una mujer electa, designada o en el ejercicio de la función
político – pública y/o de sus familiares, durante o después del proceso electoral, que
impida el ejercicio de su derecho político, será sancionado con pena privativa de
libertad de dos (2) a cinco (5) años”.

Conclusiones

El presente trabajo permitió reflejar el debate sobre el acceso al trabajo desde un


enfoque de género. Se evidenció los obstáculos que generan la desigualdad de acceso
entre hombres y mujeres, y se pudo observar que la brecha de género es transversal a
muchos ámbitos de la sociedad.

Sobretodo se apreció que la situación de la mujer en el mercado laboral es un debate


latente, que se ha incrementando durante los años. Del mismo modo, aun persisten
estereotipos culturales que recurrentemente ponen a la mujer en situación de
vulnerabilidad.

Las dificultades que enfrentan las mujeres se dan en dos momentos, uno al ingresar al
mercado laboral, que es de hecho difícil, y por si fuera poco, otro desafío es mantenerse
en ese mercado. Se evidencia que en muchos casos debido a la segregación laboral, el
desarrollo de capacidades no es tomado en cuenta, lo que genera mayor quiebre en las
condiciones laborales. Del mismo modo, persisten las enormes diferencias salariales
entre hombres y mujeres para los mismos puestos y con las misma experticia.

Se ha visto también que aún en este siglo el tema de la maternidad genera grandes
problemas en el trabajo. Las mujeres son discriminadas por la posibilidad de ser madres,
y más aún el hecho de no tener las condiciones adecuadas para gozar de una maternidad
digna. Se resalta la importancia de contar con la previsión de una licencia de
maternidad, de espacios de cuidado y de personal de apoyo para este fin.

Asimismo, la falta de institucionalidad laboral conlleva a la poca prevision en términos


de seguridad social, poniendo en peligro la protección del pleno empleo de las mujeres
en sectores informales.

En este sentido, se evidenció la necesidad de construir estrategias e implementar


políticas para superar estas dificultades. Asimismo, el nexo existente entre le modelo
económico y productivo y las políticas sociales, deja traslucir la importancia del rol
garantista del Estado, y la distribución efectiva de los recursos en la consecución de los
fines de protección.

En cuanto a lo que se refiere a Bolivia se pretendió rescatar los avances en la políticas


sociales en el gobierno “progresista” de Evo Morales, sin hacer mención explícita a
ello. Se resalta el cambio de patrón que tuvo lugar en Bolivia en lo que se denomina el
modelo económico, social, comunitario y productivo, como un modelo de transición
del neoliberalismo al socialismo, con el objetivo de realizar una redistribución más
eficiente que en líneas generales permitiría la resolución de problemas sociales
enraizados generando políticas sociales estables, retomando el protagonismo del
Estado como agente redistribuidor, dotado de capacidad para transferir los recursos
de los sectores excedentarios a los generadores de empleo e ingreso.

Realizar aproximaciones retóricas, sin embargo, carecen e sustancia si no van de mano


con evidencias prácticas, de lo cual emerge una mirada hacia las políticas sociales
implementadas en Bolivia, un buen referente para observar los alcances logrados en el
Octavo Informe de progreso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para Bolivia
publicado por UDAPE (2015) que en 2015 dio a conocer una serie de datos, que
reflejan avances en el ámbito económico y social, tal es así que entre 2006 y 2015, la
tasa media de crecimiento del producto interno bruto fue del 5%, y según el
Documento del programa de país del Consejo Económico Social de Naciones Unidas
E/ICEF/2017/P/L.14 , en el ámbito social se logró la erradicación de la pobreza entre
2005 y 2014 a casi la mitad (de 38,2% a 17,3%). Asimismo, se implementaron pol íticas
de protección social redistributivas, como el Bono Juancito Pinto en educación, el Bono
Juana Azurduy en salud materno infantil, y la Renta Dignidad como renta universal de
vejez, que han permitido mejorar la situación grupos poblacionales focalizados.

Al margen de estos datos de reducción que llaman la atención, en el tema específico


de desigualdad de género en el ámbito laboral, se ha visto la adopción de legislación
pionera en Latinoamérica para abordar el tema de la mujer. Bolivia es uno de los
paìses con mayor representación femenina en puestos políticos. Basta con resaltar que
la representación de las mujeres en las Asamblea Legislativa Plurinacional, Cámara de
Diputados alcanza al 49% para la legislatura 2015-2020. La representación de las
mujeres Cámara de Senadores alcanza al 44% para la legislatura 2015-2020 y
actualmente una mujer ocupa el cargo de Presidente de la Cámara de Senadores. Es
frente a esta realidad que se adoptó la ley 348.

Del mismo modo se debe resalta la adopción de la una ley de violencia contra la mujer,
lo que genera un gran precedente en el ámbito que nos ocupa. Otro hito de vital
trascendencia es la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) sobre Trabajo Decente para los Trabajadores Domésticos (C189). Estos
son solo dos ejemplos de los avances legislativos que se han logrado en el país.

Si bien durante los últimos años, Bolivia ha progresado significativamente en el ámbito


de los derechos de las mujeres y ha dado respuesta a los compromisos internacionales
adquiridos, el simple hecho de tener legislación avanzada no es suficiente ya que se
deben adoptar mecanismos de implementación efectiva. Los mismos que deben ir de la
mano con una coordinación institucional eficiente y la asignación racional de
presupuestos.

Sumado a ello la distribución de recursos es imprescindible para acelerar los procesos


de inclusión social, así como la reestructuración del mercado de trabajo, que vaya en
correlación con el crecimiento económico del país.

Por otro lado, es importante resaltar en términos de indicadores, que la mayoría de ellos
no disgrega la situación específica de género. Esta situación impide analizar la situación
real del avance en relación a las brechas en participación, salarios y educación con la
desigualdad en la calidad de la inserción laboral, lo que nos abre una oportunidad
importante para ampliar nuestro entendimiento sobre cuáles son las restricciones que
enfrentan las mujeres en el mercado laboral e indicar su importancia relativa.
Reducir las desigualdades y cerrar las brechas que aún se encuentran latentes en
Bolivia, requiere mayor trabajo estatal, acciones más focalizadas, medidas y
normativas que respalden directamente a la mujer en su inserción al mercado laboral y
mayor compromiso político con la realidad de las mujeres bolivianas. Si bien existe un
avance con el reconocimiento en la Constitución Política del Estado de igualdad entre
el hombre y la mujer respecto a sus derechos, obligaciones y oportunidades, este
reconocimiento debe ir acompañado con el cambio real y mayor espacio para que la
mujer pueda ingresar al mercado laboral sin tener que responder al castigo de una
sociedad aún patriarcal y marcada por estereotipos.
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