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LOS ETRUSCOS: PRINCIPALES CIUDADES ETRUSCAS

RAFAEL AGUSTÍ TORRES

HISTORIADOR DEL MUNDO ANTIGUO Y ESPECIALISTA EN ARQUEOLOGÍA CLÁSICA

MIEMBRO DE LA CLASSICAL SOCIETY & SOCIETY OF ANCIENT LITERATURE (UNIVERSITY


OF CAMBRIDGE)

MIEMBRO DE LA AMERICAN ASSOCIATION OF ANCIENT HISTORIANS


LOS ETRUSCOS: PRINCIPALES CIUDADES ETRUSCAS

INTRODUCCIÓN

La sociedad etrusca, después de su emergencia en el siglo VIII a.C. hasta su


romanización progresiva y su disolución en el mundo romano al comienzo de nuestra
era, nunca fue una sociedad unificada. Esta sociedad estaba compuesta por un
conjunto de ciudades-estado según el modelo griego de la “polis”, con un gran centro
urbano que dominaba sobre un territorio y sus centros secundarios. Estas unidades
urbanas evolucionaron gradualmente desde un sistema monárquico hasta un régimen
republicano, como fue el caso de Roma, sin embargo las evolución de las ciudades
etruscas hacia un régimen republicano no constituyó un proceso irreversible, como lo
demuestra el caso de la ciudad de Veyes, que regresó a una monarquía, atrayendo así
la hostilidad de las otras ciudades etruscas (Tito Livio, Hist. rom. V, 1, 6). Poco se sabe
sobre las instituciones políticas etruscas, lo que sabemos de ellas nos ha llegado a
través de pasajes alusivos en textos griegos o latinos, la arqueología complementa
estas fuentes, principalmente en forma de inscripciones, pero el conocimiento
imperfecto del idioma etrusco deja todavía muchos interrogantes al respecto. Entre los
siglos VII y VI a.C. estas ciudades-estado poseían, como hemos mencionado, un
régimen de tipo monárquico, los reyes, que en etruscología eran denominados
anteriormente como “lucumones” (una denominación que actualmente es muy
discutida) procedían de las grandes familias aristocráticas que formaban una
oligarquía; estas clases aristocráticas ejercían un poder cuyos atributos conocemos por
un pasaje de Dionisio de Halicarnaso:

“Una corona de oro, un trono de marfil, un cetro con un águila en el pomo, una túnica
púrpura con incrustaciones de oro y una capa púrpura bordada, como la vestían los
reyes de lidios y persas […], parece haber sido una costumbre tirrena para cada uno de
los reyes de su ciudad, que era precedido por un lictor, único, que llevaba un hacha
con un paquete de varillas y cuando había una expedición común de doce ciudades, las
doce hachas fueron entregadas a un hombre, el que había recibido el poder soberano”
(Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas, III, 61).

Por otro lado, poco se sabe sobre las instituciones de las ciudades republicanas, tenían
magistrados, incluido el “Zilath” (Zil, Zil(a)c o incluso Zilch) (Hus, A. 1980, p. 199) el
magistrado supremo elegido anualmente, y el “Maru” cuya función es aún menos
conocida. No conocemos con exactitud la extensión territorial exacta de cada ciudad,
aunque existieron líneas de demarcación (etrus. “Tular”) situadas en las fronteras
entre territorios (Jannot, J.-R. 2009, pp. 189-209); más allá de estas divisiones, los
etruscos fueron reconocidos como un todo, una entidad distinta, “Tuscum nomen”,
por sus vecinos latinos (Briquel, D. 2005, p. 36).

Reproducción de un cipo de demarcación (Cipo de Perugia)

Las ciudades de la Etruria histórica (Toscana), conscientes de su identidad lingüística,


cultural y religiosa, estaban más estrechamente vinculadas, formando una liga, la
Dodecápolis etrusca que los escritores griegos llamaron “dôdeka poleis” (doce
ciudades), Dionisio de Halicarnaso habló de doce “hegemoniai” (Antigüedades
romanas, VI, 75, 3), mientras que los escritores latinos hablaron de “duodecim populi”,
es decir “doce pueblos”. Esta liga de ciudades-estado se reunía anualmente en un
santuario federal común, el Fanum Voltumnae, cuya ubicación es hoy en día objeto de
intensos debates (Agustí Torres, Rafael 2017), estas reuniones, esencialmente de
carácter religioso, presuntamente eran presididas por un magistrado supremo, el
“Zilath mechl rasnal”, no hay un consenso generalizado acerca del significado de esta
expresión que podría aplicarse al magistrado de mayor rango de una ciudad
determinada, solo Tito Livio menciona este santuario cinco veces, al asociarlo con
reuniones políticas de lo que él denominó “omni Etrurirae concilium” (Consejo de toda
la Etruria) (Tito Livio, Hist. rom. IV, 23, 5) o “Etruscorum concilium” (Consejo de los
etruscos) (Tito Livio, Hist. rom. IV, 61, 2). Según los datos dispersos recopilados
procedentes de escritores antiguos, habría existido una institución que seguía el
mismo patrón tanto en la Etruria Padana (Padania) como en la Etruria Campana
(Campania); para la primera Tito Livio informa que los “maestros del territorio que se
extiende de uno a otro mar, los etruscos construyeron doce ciudades allí, y primero se
establecieron hacia el mar Inferior, luego, desde otras ciudades capitales se enviaron
tantas colonias que, con la excepción de la tierra de los vénetos, hundidas en la
esquina del Golfo, invadieron el país más allá del Po hasta los Alpes” (Tito Livio, Hist.
rom. V, 33, 9-10). Estrabón, evocando la Campania, menciona que los etruscos
“fundaron doce ciudades allí, una de entre ellas, llamada Capua”, sin embargo, estas
afirmaciones ampliamente utilizadas por los estudiosos modernos, actualmente no son
objeto de consenso unánime, numerosos aspectos son objeto de interrogantes y
controversias; si ciertos especialistas continúan viendo las dodecápolis Campana y
Padana como el resultado de una conquista, otros estudiosos señalan que la Campania
y la llanura del Po presentaban ya las mismas características arqueológicas que la
Etruria histórica (Toscana) en el transcurso del periodo villanoviano (Robert, J.-N. 2004,
pp. 77 y 80). La noción misma de dodecápolis está sujeta a dudas para estas dos
regiones y es difícil encontrar doce candidatas al título de verdadera ciudad (Jannot, J.-
R. 2007, p. 122).

El territorio etrusco

De hecho, los nombres etruscos de las principales ciudades (cuyos nombres fueron
posteriormente romanizados) han sobrevivido en inscripciones, algunas de estas
ciudades fueron fundadas por los etruscos y llevaban nombres enteramente etruscos,
otras, sin embargo, eran de origen itálico y fueron colonizadas por los etruscos quienes
etruscanizaron su nombre original. La cuestión de la existencia de tres dodecápolis
etruscas (Toscana, Campana y Padana) es pues, un asunto abierto totalmente a
debate, en este escenario tenemos un casi certeza (también hay discusión en este
tema) y es que la dodecápolis histórica etrusca constaba de doce ciudades entre las
más principales de la actual, y mayoritariamente, región de la Toscana. Esta liga
etrusca estaba formada por las siguientes ciudades: Caisra (Cerveteri), Clevsi (Chiusi),
Tarchuna (Tarquinia), Vei(s) (Veio), Velch (Vulci), Vetluna (Vetulonia), Pupluna
(Populonia), Velathri (Volterra), Velzna (Orvieto), Curtun (Cortona), Perusna (Perugia) y
Aritim (Arezzo), a las que se sumarían la Etruria padana: Felsina (Bolonia), Spina y la
ciudad de Kainua (Marzabotto) y quizá Ravenna, Cesena, Rimini, Módena, Parma,
Piacenza, Mántua y Milán; y la Etruria campana: Nocera, Capua, Nola y Acerra, y con
posibilidad de incluir también a Suessola, Herculano, Pompeya, Sorrento y
Pontecagnano (Salerno). Entre las ciudades etruscas se incluye también a Vipsul/Vipsl
(Fiesole), Rusellae/Roselle (cerca de la actual Grosseto), Ruma (Roma), Pisa, Siena,
Tlamn (Alamonte/Telamon), Urina (Saturnia), Svea (Sovana), Visentium (Bisenzio)
Regisoville (Regisvilla), Blera, Hurta (Orte), Soutrion (Sutri), Nepet (Nepi), Faleroi
(Falerios/ Cività Castellana), Capinna (Capena), Praineston (Palestrina) y Satrikon
(Sátrico), hasta un total de más de ciento cincuenta ciudades en toda la Península
Itálica, también se unieron a esta liga los pueblos no etruscos de los Faliscos y los
Capenos, ambos ansiosos por contrarrestar el expansionismo romano. Las
estimaciones demográficas para las ciudades etruscas más grandes oscilan entre los
25.000 y 40.000 habitantes cada una para el siglo VI a.C. Para cuando la dodecápolis
histórica surgió a la luz, las ciudades etruscas del norte (Padania) habrían sido
asimiladas por las invasiones de los celtas y las ciudades etruscas del sur (Campania)
por la infiltración de las ciudades itálicas.

Las doce ciudades etruscas observaron una evolución urbanística gradual que pasó, a
través de un proceso de sinecismo, desde lugares proto-urbanos hasta vastos
complejos urbanos durante el siglo VII a.C., estos últimos se caracterizan en particular
por la presencia de poderosas murallas y patrones planimétricos caracterizados, en su
mayor parte, por una estricta regularidad rectilínea. La observación y el análisis de las
superficies de ocupación urbana etruscas descubiertas indican que estas últimas
conocen una evolución gradual desde el siglo IX a.C. (contexto crono-cultural
villanoviano) para construir, con el tiempo, las grandes ciudades del siglo VII a.C.
(Joncheray, C. 2013, p. 123). Estos datos de crecimiento urbano se atestiguan en todos
los casos de asentamiento etrusco desde la llanura de la Padania hasta la Campania
media. La emergencia de las ciudades-estado etruscas a lo largo del siglo VIII a.C. pasó
por un proceso, como hemos mencionado, de sinecismo, en este contexto la puesta en
perspectiva de este fenómeno de acreción combinado con la densificación del hábitat,
podría sugerir el núcleo del origen de la civilización etrusca (Irollo, J.-M. 2010, p. 85).
Sin embargo, diferentes elementos materiales hallados en el seno de dominios
espaciales de carácter rural, concurren para postular que otro esquema de forma de
organización del hábitat etrusco rivalizó en paralelo con la estructura de disposición
territorial vinculada a metrópolis como Velch, de hecho, a través de la documentación
arqueológica constituida por numerosas evidencias materiales, se puede observar a
partir del siglo IX a.C. el desarrollo de estructuras domésticas que se asemejaban a las
villas romanas. La lectura de indicadores materiales tales como los ricos utensilios
empleados en el simposium, objetos de orfebrería e inscripciones del tipo ex-voto,
extraídos en contextos de hábitats, ponen en evidencia que estos lugares pertenecían,
muy probablemente, a personajes opulentos de la sociedad etrusca tales como
jerarcas, altos oficiales militares o, también, a magistrados de renombre. Estas ricas
residencias contaban generalmente con imponentes explotaciones agrícolas y también
estaban complementadas, la mayoría de ellas, por infraestructuras más modestas en
forma de dependencias dedicadas al personal, talleres de herrería y de cantería, así
como establos para los animales.

Este esquema de organización del espacio territorial permanece en uso hasta


mediados del siglo VI a.C., por tanto, es posible constatar la coexistencia de un
desarrollo contínuo de las ciudades-estado etruscas por una parte, y la integración
difusa, pero siempre concreta y homogénea, en el seno del tejido territorial de Etruria
durante tres siglos.

La Dodecápolis etrusca

Por el contrario, durante la segunda mitad del I milenio a.C., las metrópolis adquieren
una preeminencia real y definitiva, lo que atestigua el efecto de una concentración, al
mismo tiempo, de los poderes políticos, religiosos, económicos y culturales, esta
ecuación podría estar sujeta a un probable proceso de migración de la población rural
en beneficio de las grandes ciudades de la dodecápolis (Irollo, J.-M. 2010, pp. 88-89).
Estas ciudades eran ricos y prósperos centros de producción de bienes y servicios,
algunos de los cuales se convirtieron en verdaderos centros maestros de joyería y
orificería, las producciones típicas de cada ciudad eran variadas pero podemos
destacar las siguientes: palas, palanganas, hoces, yelmos, escudos, amoladoras y
animales de granja variados (Arezzo); vino, esculturas de bronce, cerámica y bucchero
(Bolsena); bucchero, joyas, plata labrada, piezas de bronce, trigo, carne de cerdo y
jabalí (Caisra); cerámica y bucchero, jarrones, madera, cubas para vino (Clusium);
esculturas de bronce, vino, pinos, castaños y abetos (Perugia); hierro en bruto y
bronce, textiles, armas, yelmos (Populonia); lanzas, espadas, cuchillos, yelmos,
escudos, madera de abeto, tejas y tubos de terracota (Roselle); vino, aceite, semillas
de lino, materiales para el curtido de pieles, toba especial (Tarquinia); cerámica, carne
procesada (Veio), joyería, bronce, metales trabajados, minerales y muebles
(Vetulonia), cerámica, madera de abeto, trigo (Volterra); objetos de decoración,
estatuas de bronce, cerámica (Vulci).

A través de los restos de infraestructuras urbanísticas puestas al día por las


excavaciones arqueológicas, es posible determinar, de una manera global, una
tipología de elementos de fortificación y castramentación propias de las ciudades
etruscas; estas últimas generalmente se hallaban circunscritas por poderosos muros de
recinto levantados con piedras talladas. La arqueología está hoy en día en capacidad
de asegurar que esta forma urbanística defensiva se desarrolló a partir del siglo V a.C. y
poseían unos puntos de acceso situados al frente o en el flanco del muro defensivo,
que constituían puertas monumentales coronadas por arcos adornados con estatuas.
Por otra parte, los análisis planimétricos efectuados sobre las infraestructuras
urbanísticas etruscas, han sacado a la luz huellas de recintos perimetrales y de un
sistema rectilíneo de circulación peatonal, además de carreteras vehiculares y
ordenado, todo ello, por una cuadrícula regular y geométrica. Estos conjuntos de líneas
estrictamente perpendiculares y regularmente espaciados, implican un conocimiento
técnico en el campo de las aplicaciones afines respaldado por el uso de herramientas
de medición tecnológicamente avanzadas tales como el groma (“gruma”) y el gnomon,
además de la media pulgada, la plomada y el nivel. Los ejemplos más claramente
definidos de esta perspectiva geométrica de las infraestructuras urbanas etruscas
aparecen, en particular, en los yacimientos arqueológicos de Marzabotto, Velzna y
Caisra. Como contrapunto a estos elementos obvios, un examen más detallado de la
diversidad de los planes urbanísticos etruscos, destaca una relativa hetereogeneidad,
dentro del marco de estos datos, es posible observar que los diagramas urbanos de
centros como Spina o incluso Perugia, no se encuentran bajo una cuadrícula de vías
estrictamente rectilíneas u ortonormales. La lectura de estas formas ortonormales
conferidas a los principales complejos urbanos pone en perspectiva una interacción
entre la esfera de la religión y los cimientos infraestructurales y arquitectónicos, según
la arqueóloga Claire Joncheray:
“La limitación, asociada con la etrusca disciplina y el mundo de los arúspices,
corresponde tradicionalmente a la parte de las ciencias prestadas por los romanos al
mundo etrusco. Es el arte de delimitar los límites de la propiedad pública o privada;
corresponde al rito de los augures y prevalece sobre la disposición de los templos
según los textos de arquitectos y topógrafos romanos. El diseño de los ejes de la
ciudad, en la leyenda de la fundación de Roma, se refiere a las regiones del cielo que,
definida por los arúspices, presiden la elección de espacios espléndidos y dañinos en
los orígenes de Roma, ejemplo arquetípico de cualquier otra base” (Joncheray, C.
2013, p. 125).

Plano de la antigua ciudad de Marzabotto (Charles Gates, Ancient Cities, The


archaeology of urban life in the Ancient Near East, Egypt, Greece and Rome, p. 723, fig.
592. Routledge, London, 2003)

Además, a través de la lectura de textos antiguos, se puede observar que la


intervención de dignatarios religiosos etruscos no se limitaba al dominio exclusivo del
culto a las divinidades, los arúspices también manifestaban una preferencia especial
por los ritos fundacionales de una ciudad. Esta intervención tomó forma en la
determinación para la ubicación de los lugares urbanos en relación con los puntos
cardinales, también denominada “demarcación etrusca”, concretamente las ciudades-
estado de las tres (¿) dodecápolis etruscas generalmente observan una orientación
precisa y recurrente, de hecho, los edificios aparecen alineados regularmente en dos
líneas de ejes estrictamente perpendiculares: el decumano (sentido este-oeste) y el
cardo (sentido norte-sur). Los estudios arqueológicos y planimétricos proceden de
antiguos complejos urbanos que consolidan y acreditan estos comentarios referidos en
los antiguos textos griegos y romanos.

Dibujo de la ciudad y necrópolis etrusca de Norchia (James Gurney)

PRINCIPALES CIUDADES ETRUSCAS (DODECÁPOLIS TOSCANA)

A continuación vamos a describir algunas de estas importantes ciudades etruscas:

Arezzo (etrus. Aritim): Arezzo se levantó en tiempos pre-etruscos en una zona habitada
desde edad prehistórica, como lo demuestra el descubrimiento de herramientas de
piedra y el llamado “Hombre del Olmo” que data del Paleolítico (descubrimiento que
se produjo cerca de la aldea del Olmo durante los trabajos de excavación en la línea
ferroviaria del tren Roma-Florencia en 1863). La zona situada en la confluencia de
Valdarno, Valdichiana y Casentino es el paso natural para el cruce de los Apeninos. Hay
evidencias de asentamientos estables pre-etruscos en una zona no muy lejana de la
actual ciudad, el cerro San Cornelio, donde se han encontrado trazas de muros de
difícil datación, ya que se encuentran dominados por poderosos muros romanos. El
asentamiento etrusco surge a mitad de la colina de San Donato, ocupada por la ciudad
actual. Se sabe que la Arezzo etrusca, con un nombre casi idéntico al actual, Aritim,
existía ya en el siglo IX a.C. Arezzo fue una de las principales ciudades etruscas, y muy
probablemente sede de una de las doce lucumonias. De este periodo destacan obras
de arte de excepcional valor, como la Quimera (hoy conservada en Florencia), cuya
imagen se ha convertido, prácticamente, en un símbolo de la ciudad. Al surgir el
poderío de Roma, la ciudad de Arezzo junto a otras ciudades aliadas etruscas, intentó
contener la tendencia expansionista romana, pero el ejército aliado de Arezzo, Volterra
y Perugia fue derrotado en Roselle, cerca de Grosseto, en el año 295 a.C., y por tanto
en el siglo III a.C. Arezzo fue conquistada por los romanos que latinizaron su nombre,
Arretium.

Caere/Cerveteri (etrus. Caisra): Situada a poca distancia del mar Tirreno (6 kilómetros)
entre dos cursos de agua hoy conocidos como Fosso della Mola y Fosso del
Manganello que se unen al sur de la ciudad formando el Fosso Vaccina y sobre una
elevación del terreno (Caere estaba defendida en tres de sus lados por altos
despeñaderos de toba creados por la erosión fluvial, y fortificada en la parte oriental
con muros de grandes bloques de piedra), está situada a unos 50 kilómetros de Roma;
la antigua Caisra etrusca y Caere romana es hoy la actual ciudad de Cerveteri (la
antigua Caisra etrusca era de un tamaño casi treinta veces mayor al de la actual
Cerveteri, llegando a cubrir una superficie de 148 hectáreas). El territorio de la Caere
independiente se extendía al sur, hasta el Tíber o cerca de este río y limitaba con los
territorios de Veyes (lat. Veii) al este y Tarquinia (lat. Tarquinii) al norte, al oeste se
encontraba el mar. Probablemente Alsium era una ciudad dependiente de Caere,
Artena estaba próxima al territorio de Veyes, pero parece claro que pertenecía a
Caere. Por la parte de la costa (ya en tiempos romanos) era cruzada por la Via Aurelia,
que seguramente tenía un ramal que se desviaba hacia la ciudad; otra vía llevaba de la
ciudad a la Via Clodia. Por su posición geográfica mantenía también relaciones con las
ciudades del Lazio, en particular con Roma, extendiendo sus intereses comerciales
también hacia Campania, el golfo de Nápoles y Salerno. Sus orígenes están envueltos
en el mito, Dionisio de Halicarnaso menciona a Caere entre las ciudades que como
Pisa, Saturnia y Also habrían sido tomadas por los Pelasgos. Fueron precisamente los
Pelasgos, que llegaron de la región griega de Tesalia los que, según la tradición, la
llamaron Agylla/Agila. Las fuentes también mencionan un origen tirreno. La ciudad fue
fundada por los etruscos, con bastante seguridad sobre un asentamiento anterior, y
quienes le dieron su nombre que derivaría, según Estrabón, del griego antiguo
chaîre/kaire (khire o kairea), un grito de saludo a los invasores que, según José Velada
Tejada y Jesús Gracia Artal “es el resultado de un juego de palabras, que en su
adaptación latina chaere, está próxima al nombre de la ciudad” (Velada Tejada, José y
Gracia Artal, Jesús “Estrabón. Geografía: Libros V y VI III. Edit. Gredos, Madrid, 2001).
En la historia de Eneas aparece la ciudad que los griegos siempre mencionan como
Agila, gobernada por un rey de nombre Mezencio, un tirano cruel que extendió su
poder hasta las ciudades vecinas. Ya el historiador Heródoto denominaba Agila a
Caere. El nombre fue modificado a Caisra (¿de kairea?) por los etruscos, como
testimonian las láminas de oro halladas en Pyrgi. Leyendas posteriores conectadas con
el periodo etrusco son recogidas por Virgilio en la Eneida.

Antiguo grabado que reproduce la ciudad etrusca de Caisra (actual Cerveteri)

Los orígenes de Caere datan probablemente de mediados del siglo IX a.C., es decir del
periodo villanoviano, como han puesto de relieve algunas investigaciones
arqueológicas, que han revelado la presencia de una ocupación estable de la zona con
asentamientos (un poblado urbano modesto) y necrópolis etruscas, con tumbas de
fosas para la cremación y para la inhumación. Caere, como la gran mayoría de las
ciudades etruscas, surgió de un asentamiento que pertenecía al área de influencia de
la cultura de Villanova. En la península itálica la transición entre la Edad del Bronce y la
del Hierro se caracteriza significativamente por la evolución de los enterramientos de
inhumación, típicos de la cultura apenínica, a la progresiva implantación de la
cremación, particularmente en las zonas que se adscriben a la cultura proto-
villanoviana y, más al norte, a las culturas de Golasecca y del Este. Son características
de las culturas proto-villanoviana y villanoviana las urnas funerarias bicónicas, con la
tapa en forma de yelmo para los hombres y de tazón para las mujeres, acompañadas
de vasos y otros objetos personales. Sin embargo, en Caere y otras zonas del sur de
Etruria y del Lazio, en el siglo VIII a.C., se observa la aparición de urnas más elaboradas
en forma de cabaña, que siempre pertenecen a guerreros a los que se supone un alto
estatus dado el ritual funerario especial, y que se podrían relacionar con la aparición
de la figura del paterfamilias. A finales del siglo VIII a.C. es cuando el poder de Caere
comienza a destacar, sobre todo a costa de sus vecinas Tarquinia y Veyes que, junto
con Vulci, eran hasta entonces los centros predominantes de la Etruria meridional,
periodo de gran desarrollo que culmina a inicios del siglo VII a.C. En este momento la
inhumación ya había vuelto a sustituir a la cremación como forma predominante de
enterramiento, y aparece la tumba de cámara, que será el tipo de sepulcro preferido
de la aristocracia etrusca hasta la total romanización al comienzo de la época imperial.
Estas tumbas, que se agrupan normalmente bajo grandes túmulos como los de la
necrópolis de la Banditaccia, indican la importancia creciente del grupo familiar y
gentilicio. Signo también de la consolidación de una estable y rica aristocracia, son
estas primeras tumbas de cámara, rodeadas después de túmulos, enterramientos que
se extienden en más de 400 hectáreas en torno a Caere. En el mismo sentido apuntan
las pruebas epigráficas, que documentan en Caere el progresivo asentamiento de la
fórmula onomástica bimembre, praenomen + gentilicio, a lo largo del siglo VII a.C. Del
crecimiento económico de Caere, son testimonio las importaciones de objetos
preciosos y de prestigio procedentes del Próximo Oriente (durante el periodo
orientalizante).

Caere (tumbas de túmulo de la necrópolis de la Banditaccia, siglo VI a.C.)

También al siglo VII a.C. corresponde la llegada a Caere de ceramistas griegos,


probablemente eubeos o cumanos y posteriormente corintios, que trabajaban en la
tradición del modelo tardo-geométrico y de los que en algunos casos, como el de
Aristonoto de Calcis, conocemos incluso el nombre porque firmaban sus obras. Poco
después aparece en Caere el bucchero, una pasta de tierra arcillosa negra que será
típica en delante de la cerámica etrusca de calidad, que acabaría generalizándose para
la producción estándar y que se exportaba a los mercados de toda Etruria. En cuanto a
la metalurgia, Caere destaca, junto con Tarquinia, en el campo de la toréutica. Se han
hallado en las tumbas de Vetulonia y Palestrina (Praeneste) objetos de metalistería,
como calderos de bronce adornados con cabezas de leones y grifos, de tipos griego y
oriental procedentes de Caere. También de Grecia se importó la técnica de la
decoración arquitectónica en terracota y, sobre todo, el techado con teja de los
edificios, como ponen de manifiesto las tumbas de la época, que reproducían
fielmente la estructura real de las casas y en las que también se observa el uso de
piedra, ladrillo crudo y una elaborada carpintería. En el siglo VI a.C. los grandes
túmulos, con excepciones como el Túmulo Polícromo, son sustituidos por tumbas, en
forma de cubo de un modelo casi estandarizado, en las que las ofrendas funerarias son
bastante menos lujosas que en el siglo anterior. A este periodo corresponde también
el predominio de los comerciantes jonios que importan además de nuevos productos,
estilos artísticos y costumbres orientales. Así aparecen los emporia (como el de
Caere/Pyrgi y Tarquinia/Gravisca) santuarios dedicados a diosas que se relacionan con
la actividad comercial o la fertilidad, como Afrodita, Hera, Deméter, Fortuna o Mater
Matuta. En particular Afrodita aparece bajo la forma de la diosa fenicia Ishtar, en
templos que siguen la práctica heredada de Lidia y Babilonia de la prostitución
sagrada. Esto se convirtió para los romanos en un tópico sobre los etruscos, recogido
siglos después por Plauto y por Lucilio, que aluden a las “scorta Pyrgensia”, las
prostitutas de Pyrgi. La relación de Caere con los ritos griegos era particularmente
estrecha y, como el puerto adriático de Spina, poseía también su propio “thesaurôs”
en el santuario griego de Delfos. A partir de esta época se documentan en Caere
nuevos pintores, coroplastas y broncistas procedentes de Jonia, o que trabajan en la
tradición de la escuela griega, y que muchas veces realizan encargos en otras ciudades.

En el siglo VI a.C. las poderosas familias aristocráticas agileo-ceretanas que habían


iniciado su expansión en el mar, encuentran en los cartagineses a los mejores aliados
para frenar la intensa actividad griega en la costa tirrénica, de la que Caere distaba 6
kilómetros dominando parte de dicho litoral. La guerra se desencadenó, sobre todo,
contra los focenses. La noticia histórica sobre la batalla que los enfrentó la recoge
Heródoto, es la denominada batalla de Alalia que se libró entre el año 540 y 535 a.C. La
flota de Caere, la de otras ciudades tirrenias y la cartaginesa emprendieron una
expedición naval con rumbo a aguas de Córcega, al mar llamado Sardonio (o Sardo, es
decir el mar de Córcega, actual Tirreno). Los focenses habían fundado en la costa
oriental sarda la ciudad de Alalia veinte años antes. Los etruscos y cartagineses
atacaron a los griegos que les hicieron frente, en el combate naval estos obtuvieron
una victoria pírrica, con cuantiosas bajas en hombres y en barcos. Los marineros de las
naves griegas apresadas se sortearon entre los cartagineses y etruscos,
correspondiendo la mayor parte de este botín humano a los ceretanos quieren
mataron a todos sus prisioneros. Desde entonces, diversas calamidades atribuidas a
castigos divinos asolaron la ciudad de Caere, hasta que se consultó al oráculo de Delfos
y la Pitia les ordenó hacer las ceremonias que en la época de Heródoto (mediados del
siglo V a.C.) aún realizaban los ceretanos: funerales y sacrificios en honor de los
prisioneros sacrificados, un certamen ecuestre y gimnástico y otras ceremonias en su
honor. Cuando Roma fue atacada por los galos (390 a.C.), los romanos enviaron a
Caere sus pertenencias más preciadas de carácter religioso, entre ellas estaban
además los sacerdotes y las vírgenes vestales, este suceso es relatado por Publio
Valerio Maximo, quien subraya que “un agradecido recuerdo testimonia dicho gesto,
tan piadoso y hospitalario de los ceretanos: los ritos sagrados pasaron a llamarse
caeremoniae” (Publio Valerio Maximo, Hechos y dichos memorables. I. 1.10). Esto
sugiere unas relaciones entre ambas ciudades ya establecidas anteriormente y que se
caracterizaron durante largo tiempo por un espíritu de alianza y colaboración. Ya en la
época de los reyes, Caere estuvo en guerra con Tarquinio Prisco (616-578 a.C.) que les
derrotó y saqueó su territorio; muerto Tarquinio, la ciudad de Caere se alió con la de
Veyes y la de Tarquinia contra Servio Tulio. En el año 509 a.C., tras el derrocamiento de
la monarquía romana, el rey Tarquinio el Soberbio y sus dos hijos mayores, Tito
Tarquinio y Arrunte, se exiliaron en Caere. La riqueza de Caere sufrió un duro revés en
el transcurso del siglo V a.C. cuando el mundo etrusco entró en crisis por factores de
índole política, social y bélica. En el año 474 Hierón I, tirano de Siracusa, derrotó a la
flota etrusca en las aguas de Cumas (Cuma/Cumae), cortando las posibilidades de
comunicación entre la Etruria Campana con la Etruria Central. La ciudad fue atacada
por Dionisio I de Siracusa (430-367 a.C.) quien asoló las costas toscanas con el objetivo
de acabar con la piratería practicada por las ciudades etruscas. Dionisio desembarcó en
Pyrgi, el puerto de Caere, y saqueó el templo de Lucina de donde obtuvo un gran
botín, también saqueó el territorio de los alrededores.

Posteriormente Caere ayudó a Roma contra los galos y ambas ciudades firmaron un
tratado definido por Tito Livio como de “hospitalidad oficial” (“ut hospitium publice
feret”) esta relación oficial de hospitalidad fue dictada, entre otras disposiciones, en un
senadoconsulto a instancia de Marco Fulvio Camilo, tras la derrota que inflingió a los
galos de Breno. Sin embargo, cuando Caere asumió una actitud favorable a Tarquinia
en la guerra que esta mantuvo contra Roma, los romanos no dudaron de intervenir
con las armas y Caere fue obligada a una sumisión completa (353 a.C.) teniendo que
firmar un acuerdo de paz con Roma de cien años de duración, que se acordó sólo por
los servicios prestados pasados, según Tito Livio, o a cambio de la cesión de la mitad de
su territorio, según Dión Casio. Al parecer fue en esta época que Caere recibió la
ciudadanía romana, pero sin derecho de voto, y la expresión “in tabulas Caeritum
referre” era equivalente a una ciudadanía limitada “civitas sine suffragio”. En todo caso
fue la primera en recibir este estatus que los romanos ofrecieron muy limitadamente,
y que al parecer se consideró un honor cuando, en otras circunstancias, era la
imposición de las exigencias romanas el precio a pagar por una derrota militar. El
desarrollo y la expansión económica de los que disfrutaba Caere desde mediados del
siglo IV a.C. terminaron en torno al año 273 a.C. cuando se rebeló frente a Roma, las
consecuencias fueron la pérdida de toda la zona litoral, incluido el puerto de Pyrgi
(Caere poseía tres puertos, el principal era Pyrgi – actual Santa Severa -, el segundo era
el de Punicum – actual Santa Marinella – y el tercero era el de Alsium – actual Palo -) y
la pérdida de autonomía para elegir a sus propios magistrados, evidenciado en un
grafito encontrado en un hipogeo en el centro de la ciudad que menciona a un tal Cayo
Genucio Clusino como pretor, magistrado procedente de Roma originario de Tarquinia.
Durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) Caere fue una de las ciudades
etruscas que proveyeron suministros a Publio Cornelio Escipión, y se cree que en aquel
tiempo aún era nominalmente independiente. Fue en esta época cuando las relaciones
entre Roma y las ciudades de Etruria se reajustaron y estas se convirtieron en territorio
romano. Una vez perdida toda importancia política, Caere se convirtió en un pequeño
municipio romano. Durante el resto de la República romana la ciudad entró en
decadencia. En época Julio-Claudia se construyó el teatro y el Cesareon, de donde
proceden estatuas de la familia imperial y el llamado “trono de Claudio”, en el que
aparecen las personificaciones de Caere y de otras ciudades etruscas. Estrabón (siglo I
a.C. – siglo I d.C.) dice que en sus tiempos era una ciudad insignificante que sólo
conservaba vestigios de una grandeza anterior, y que la vecina ciudad de Aquae
Caeretanae (actual Bagni del Sasso), donde estaban los baños, tenía más habitantes
que la ciudad antigua.

En 1561, el fraile dominico Leandro Alberti supuso en su “Descrittione di tutta Italia”


que la aldea de Cerveteri surgió sobre la antigua Caere. Su hipótesis contrastaba con la
de otros estudiosos, para quienes Cerveteri correspondía al poblado medieval de Ceri.
En 1838, Luigi Canina, en su “Descripción de la antigua Ceri”, confirmó la tesis de
Alberti, ofreciendo una planta aproximada de la ciudad etrusca y de su necrópolis. En
aquel tiempo Cerveteri era un poblado minero. Así la describe G Dennis:

“Prosiguiendo el camino en aquella dirección, después de siete millas, nos


encontramos entre este poblado y una torre solitaria sobre la costa, llamada torre
Flavia. Aquí se atraviesa un río, conocido con el nombre de Vaccina; deteniéndonos
sobre el puente, quizá recordásemos que este riachuelo tan insignificante ha sido
honrado por el canto de Virgilio: es el Caereritis amnis de la Eneida. Junto a sus riberas
acampó Tarconte con sus tropas etruscas, y Eneas recibió de la diosa, su madre, las
armas divinas y el profético escudo historiado de las futuras glorias de Roma.” G.
Dennis, The Cities and Cemeteries of Etruria. London (1848)

Chiusi (etrus. Clevsi): El área de donde surge la Chiusi etrusca viene poblada de forma
estable durante el trascurso de la Edad de Bronce Final y comienzo del Hierro I, en
torno al siglo X a.C. Los nuevos asentamientos comenzaron eligiendo las vías de
comunicación, en vez de las zonas más aisladas, como el monte Cetona que había sido
elegido por asentamientos precedentes. El hábitat se desarrolla sobre tres colinas
sobre la cual surgirá después la ciudad medieval y moderna. En el siglo VII a.C. se
introduce en el territorio chiusino el rito de la inhumación y se difunde la tumba de
cámara con pilastras. Convertida, en el siglo VI a.C., en una de las principales ciudades
de la Dodecápolis etrusca, Chiusi además se convirtió en un gran centro de
importación de productos procedentes del Ática, haciendo de lugar de distribución de
productos griegos por todo el territorio etrusco. Conjuntamente a estos productos se
desarrolló también una consistente producción local, donde destaca la producción de
bucchero. El siglo V a.C. es testimonio de la producción escultórea en piedra fétida (un
tipo de piedra calcárea típica del área de Chiusi), se debe esperar a los siglos IV y III a.C.
para ver el nacimiento de la fabricación de los característicos sarcófagos y urnas, sobre
todo en alabastro y en mármol alabastrino. En el transcurso del siglo III a.C. Chiusi es
absorbida por la civilización romana. Chiusi entró en contacto con Roma, debido a una
alianza entre Chiusi, Arezzo, Roselle, Volterra y Vetulonia en ayuda de los latinos en su
enfrentamiento con el rey de Roma Tarquinio Prisco. Al final de este siglo, periodo de
apogeo de la ciudad, el lucumon Lars/Laris Porsenna/Pursenas asedió Roma, quizá
conquistándola. Según la tradición, Porsenna, marchó contra Roma en apoyo del rey
Tarquinio el Soberbio cuando fue despojado del poder durante la proclamación de la
Republica romana en el año 509 a.C.

En aquella época Roma se encontraba en una fase de transición hacia la república, el


rey Tarquinio el Soberbio era rechazado por la población a causa de los continuos
abusos de poder, violencia y mala administración. Exiliado, pidió ayuda a Porsenna que
no dudó en emprender una guerra contra Roma. Según la leyenda romana, asedió
Roma pero, lleno de admiración por los actos de valor de Horacio Coclite, de Muzio
Scevola y de Clelia (en el Puente Sublicius), desistió de conquistarla retornando a
Chiusi. Esta leyenda fue probablemente creada por los historiadores romanos Tito Livio
y Tácito, durante la edad imperial, para ocultar la derrota romana contra los etruscos
de Porsenna. De hecho, según otra versión, Roma fue ocupada y dominada por los
etruscos durante un largo tiempo, según muchos historiógrafos, el rey etrusco llegó a
un acuerdo con la ciudad aunque no entregó el trono a Tarquinio. Por Plutarco
sabemos que se erigió una estatua hecha de cobre de Porsenna cerca del Senado y que
la ciudad tuvo que pagar el diezmo durante muchos años. También Plinio el Viejo deja
entender:

“(…) in foedere quod expulsis regibus populo romano dedit Porsena, nominatium
comprehensum invenimus, ne ferro nisi in agro culturam uterentur.”

Que Porsenna prohibió a los romanos el uso del hierro pero no para su utilización en la
agricultura. El acuerdo de paz fue sin embargo muy favorable para la ciudad, que pudo
mantener su ordenamiento republicano, recuperar la libertad de los prisioneros y del
Janículo, monte ocupado por las tropas etruscas. A pesar de que la tradición presenta
a Porsenna como rey de Chiusi, hay elementos que nos permiten pensar que contara
además con el apoyo de otras ciudades etruscas aliadas o sometidas, esto haría más
comprensible del porqué Tarquinio el Soberbio, después de intentar en vano
reconquistar el trono de Roma con la ayuda de las ciudades de Veio y Tarquinia, se
dirigió a Porsenna y este último aceptó atacar y dominar Roma por un largo tiempo.
Las palabras de Tito Livio “Non unquam alias tantus terror senatum invasit, adeo valida
res tum Clusina erat magnumque Porsennae nomem” (“Pero primeramente el Senado
tenía miedo, tanta era la potencia de Chiusi y la fama de Porsenna”), en efecto harían
pensar en un ejército particularmente numeroso y bien armado del cual debía de
formar parte, entre otras, las tropas de Chiusi.

Lars/Laris Porsenna/Pursenas rey etrusco de Chiusi

Tito Livio, además, refiere que Porsenna con el tratado de paz obtuvo la devolución,
por parte de los romanos, del territorio que estos habían arrebatado a los de la ciudad
etrusca de Veyes. Plinio el Viejo, en su descripción del legendario mausoleo del
soberano, llama a Porsenna, no rey de Chiusi, sino “rey de Etruria” (Naturalis Historia
XXXVI) y, además, reporta una historia etrusca según la cual un rayo fue evocado por
Porsenna para que destruyera al monstruo Olta que amenazaba la ciudad de Volsini,
llamando a Porsenna “rey de Volsinii” (Naturalis Historia II, 140). También la epigrafía
sugeriría una relación entre Porsenna y Volsini. Esto ha sido puesto en evidencia por
Giovanni Colonna que indica que el nomen (segundo nombre) del rey, se podría
reconstruir como Pursenas o Purzenas, un nombre hasta entonces no atestiguado y
que sólo en Volsini podríamos encontrar, en edad arcaica, el nombre propio personal
Purze, del cual habría derivado, con el añadido del sujeto adjetival “–na”, que
constituiría la forma normal de los patronímicos. Además, Dionisio de Halicarnaso y
Floro señalan también a Porsenna como rey de toda Etruria.

Fiesole (etrus. Vipsl): Vipsl fue una de las más importantes ciudades etruscas de las
pendientes meridionales de Apenino Tosco-Emiliano. Esta zona estaba comprendida
entre las poblaciones de Prato y Fiesole y tuvo un periodo de gran crecimiento en
época arcaica donde se desarrolló en el área actual de Gonfienti (Prato) y que, una vez
abandonada en el siglo IV a.C. por causas aún desconocidas, la población etrusca se
concentró sobre la más segura colina de Fiesole donde toma el nombre de Vipsl en el
siglo IV a.C., a partir del siglo III a.C. Vipsl se convirtió en ciudad aliada de Roma.

Orvieto (etrus. Velzna): Orvieto está situada en el valle del Paglia, sobre una colina de
tufo, a una altura aproximada de 200 metros sobre el nivel del mar. Esta era una
posición privilegiada, la ciudad era prácticamente inexpugnable, desde la que se podía
observar el movimiento de gentes a gran distancia. En este lugar estratégico se crearon
asentamientos durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, pero no hay vestigios
relevantes de poblaciones villanovianas. El núcleo propiamente etrusco, a su vez, fue
muy importante aunque quedan pocos vestigios de la antigua ciudad. Sobre el nombre
etrusco de Orvieto hay discrepancias entre los estudiosos, algunos proponen el
nombre de Velzna, del cual deriva el latino Volsinii, para otros Volsinii se identifica a su
vez con Bolsena. El nombre actual, Orvieto, deriva del latín Urbs vetus, esto es “ciudad
vieja”, que aparece durante la Edad Media. Hay algunos estudiosos que diferencian
entre dos Volsinii: una “veteres” es decir, vieja, que sería Orvieto, y una “novi”, es
decir, nueva, la actual Bolsena. Está tomando consistencia también la hipótesis de que
este fuera el lugar de Salpinum, nombre romano de una gran ciudad etrusca de la
época.

Orvieto conoce su mayor época de esplendor entre mediados del siglo VI a.C. y el final
del siglo V a.C. Muchas inscripciones encontradas han permitido conocer la existencia
de una rica clase de comerciantes. Las tumbas están dispuestas en círculo alrededor de
la roca orvietana. Entre estas tumbas son notables las que comprenden el núcleo
llamado del Crocifisso del Tufo y de la Cannicella, mientras hacia el sur y hacia el oeste
numerosas tumbas se alejan de la ciudad siguiendo las ondulaciones de las colinas.
Todo supone la existencia de una gran e importante ciudad, cuyos restos quedan
todavía bajo los edificios de la ciudad moderna. El máximo estudioso de Orvieto,
Pericle Perali, defiende que en la ciudad se construyeron 17 templos (aunque según
estudios más recientes serían 12), de ellos el más notable es el llamado Templo del
Belvedere, situado en la zona nororiental de la ciudad. Muchos objetos decorados y de
terracota arquitectónica han aparecido en numerosos lugares, también durante
excavaciones casuales, y todo hace suponer que la misteriosa ciudad etrusca yace
todavía sepultada debajo de la roca. Desde 1960 las excavaciones son llevadas a cabo
con asidua tenacidad en la necrópolis orvietana, en los cementerios que se cree
rodeaban la antigua Volsinii, y también en los restos del templo que podría ser, de
acuerdo con la interpretación de diferentes arqueólogos, el famoso Fanum Voltumnae,
para otros localizado cerca del lago de Bolsena donde fue edificada la nueva Volsinii,
templo que constituía el santuario nacional de los etruscos. A partir de finales del siglo
V a.C. y según atestiguan inscripciones estudiadas por Massimo Pallottino, aparecen
nombres no siempre etruscos, lo que hace pensar que la aristocracia mercantil de la
ciudad se mezcló con elementos extranjeros, hasta el punto de admitir a gente de
diverso origen entre las familias de primer rango. Volsini fue ciertamente la última
ciudad etrusca en ceder ante Roma y no fue por ser vencida en el campo de batalla,
sino que sucumbió ante un mundo nuevo, en evolución.

Populonia (etrus. Pupluna): Populonia era una ciudad situada sobre el mar y que
dominaba desde su alta posición el golfo de Baratti y el acceso a la isla de Elba. Fue
edificada sobre un asentamiento preexistente de pueblos establecidos durante la
época villanoviana para trabajar los minerales desembarcados de las naves que hacían
el trayecto con la isla de Elba. La situación topográfica de Populonia es interesante
también desde el punto de vista paisajístico, con las colinas descendiendo suavemente
hacia el mar Tirreno y las grandes tumbas mirando hacia el mar. Las necrópolis se
encuentran en una zona corta de la línea de la costa del golfo, en parte situadas en el
declive de la Porcareccia, del Fosso del Conchino y de la Cava del Tufo. Otras están
situadas más al este, entre ellas las de la Fredda y las del Piastrone. Una larga y gruesa
muralla rodeaba el promontorio en toda su longitud haciendo unión sobre Poggio della
Guardiola, que constituía la defensa extrema, la ciudad podía aislarse de la tierra firme
mientras era prácticamente inexpugnable por el mar. Se han encontrado muchos
restos de escorias procedentes de la laboración de los minerales procedentes, entre
otros, de lugares como la Porcareccia o San Cerbone. Se han encontrado pozos y
galerías, de donde se extraía el estaño y la casiterita, y también hornos de difusión
cuyo uso se destacó en torno al siglo VIII a.C., grande fue también la notoriedad de
Populonia en el comercio de los minerales teniendo probablemente el monopolio de la
navegación hacia la isla de Elba. Las tumbas mismas han proporcionado objetos de uso
común, la mayor parte procedentes de Grecia y del Próximo Oriente, lo que demuestra
la importancia del tráfico marítimo. Sobre el moderno lugar de Baratti se encontraba el
puerto etrusco, protegido por un largo muelle construido con bloques de arenisca
(piedra sedimentaria). Durante todo el tiempo del florecimiento de la cultura etrusca,
Populonia no entró en crisis continuando su expansión gracias al comercio próspero,
primero con el cobre y después con el hierro, emitiéndose también una rica serie de
monedas en oro y plata.

Roselle: La antigua Roselle estaba situada a 10 km. de la actual Grosseto, en un punto


entre el valle dell´Ombrone y la Maremma grosetana, en la orilla del antiguo lago Prile,
siendo una antigua lucumonia de la Etruria central. Conserva una superposición de
edificios y muros pertenecientes a la civilización villanoviana, etrusca y después
romana. El descubrimiento de vasos áticos de figuras rojas testimonia los contactos
comerciales de la ciudad de Roselle con Grecia y las colonias griegas de la Italia
meridional. Fundada en el siglo VII a.C. viene citada por Dionisio de Halicarnaso como
una de las ciudades que ayudaron a los latinos en la guerra contra Tarquinio Prisco. Se
desarrolló a costa de las lucumonias cercanas, en particular de Vetulonia. En el año 294
a.C. fue conquistada por los romanos. Se convierte primero en un municipio romano y
después, con Augusto, en colonia. De esta época destacan el Foro y la basílica, un
sistema de almacenamiento de agua procedente de la lluvias y un edificio termal,
además de restos de un anfiteatro. Estos edificios fueron sacados a la luz durante los
años cincuenta del siglo pasado gracias a una larga campaña de excavaciones llevadas
adelante por el arqueólogo Aldo Mazzolai.

Tarquinia (etrus. Tarchuna/Tarchna): Tarquinia es actualmente un municipio de


aproximadamente unos 16.000 habitantes, en Viterbo (LZ) y dista de Roma unos 45
kilómetros. De los restos existentes y de las excavaciones arqueológicas se desprende
que Tarquinia ya existía en el siglo IX a.C. Tarquinia se descubre casualmente: en
efecto, en 1827, fueron encontradas en la localidad que entonces se llamaba Corneto
algunas tumbas de cámara decoradas con figuras que representaban la vida cotidiana,
episodios de la mitología griega y alegorías que muestran eventos cotidianos, como la
muerte de algún personaje. Poco tiempo después fue descubierta también la
verdadera ciudad etrusca de Tarquinia, gracias a algunos restos de caminos y vías
entrecruzadas y rectas (el lugar originario de la ciudad etrusca de Tarquinia, conocida
como la “Civita”, se encuentra sobre una meseta alargada al norte de la ciudad actual).
El monumento más importante es la denominada “Ara della Regina”, base de un
amplio templo rectangular cuya historia es poco conocida. Los muros estaban hechos
de bloques de tufo escuadrados que seguían las ondulaciones de la colina y datan
probablemente entre finales del siglo V a.C. y mediados del siglo IV a.C.

Tarquinia, el Ara della Regina


Durante la antigüedad se consideraba a Tarquinia como la más antigua de las ciudades
etruscas, pues su nombre estaba unido al del legendario Tarconte, hermano o hijo de
Tirreno, quién, según Heródoto, habría conducido a los etruscos desde Lidia hasta las
costas de la Italia central. Siempre, según la leyenda, Tarconte justo en el lugar donde
se encuentra la actual Tarquinia, encontró a Tagete, una especie de niño prodigio
salido del interior de la tierra, y que reveló a los etruscos los secretos de la adivinación.
Se dice que de ella derivaron muchos ritos y ceremonias de la antigua Roma, e incluso
en la época imperial un collegium de 60 arúspices siguió existiendo allí. Tarquinia
permaneció en la sombra durante el periodo en el que floreció su rival, Caere, pero
conoce un gran esplendor cuando se abre al comercio griego, es en este periodo
cuando sus habitantes fundaron el emporio marítimo de Gravisca. Se dice que ya era
una floreciente ciudad cuando Demarato de Corinto llevó allí a sus trabajadores
griegos. El siglo V a.C. fue el de su mayor poderío y prosperidad, cuando su territorio se
extendía desde el mar al lago de Bolsena y hacia el sur llegando hasta el río Mignone y
a los montes Ciminos, considerándose a Tarquinia como una de las más importantes
ciudades etruscas. Su nombre está ligado a dos de los antiguos reyes de Roma,
Tarquinio Prisco y Tarquinio el Soberbio, a este último las ciudades de Tarquinia y
Veyes intentaron restaurarlo en el trono de Roma después de su expulsión. En el año
358 a.C. los ciudadanos de Tarquinia capturaron y ejecutaron a 307 soldados romanos;
la guerra resultante acabó en el año 351 a.C. con una tregua de cuarenta años,
renovada por un periodo similar en 308 a.C. Tarquinia cayó bajo el dominio romano en
el año 281 a.C. desconociéndose cuando se convirtió en municipio; en 181 a.C. su
puerto, Gravisca, (mod. Porto Clementino) situado en una insalubre posición en la
costa baja, se convirtió en colonia romana. Exportaba vino y explotaba pesquerías de
coral. No se tienen muchas noticias de ella en época romana, los autores clásicos
mencionan el lino y los bosques de su extenso territorio (en esta región se encontraba
también el importante centro de Tuscania, etrus. Tusena). Especial mención merece la
imponente necrópolis tarquiniense de Monterozzi donde se hallan algunas de las más
hermosa tumbas decoradas etruscas.

Tumba de los Leopardos (Tarquinia) siglo V a.C.


Veio (etr. Vei(s)/Veyes, lat. Veii/Veius): Veio está situada a 16 kilómetros al NNO de
Roma, se halla en la actual comuna de Formello, en la provincia de Roma. Fue
construida sobre una colina fácilmente fortificable debido a la proximidad de las
riberas del Tíber que permitían conectar con las colinas Albanas y hacia la Campania.
Toda la orilla derecha del Tíber, en el territorio comprendido entre Fidene y la costa
tirrénica, pertenecía a Veio. En el siglo IX a.C. durante el pleno desarrollo de la
civilización villanoviana, Veio era ya un gran centro, que tuvo un ligero ralentamiento
en la fase orientalizante, quizá debido a que estaba en conflictos con Roma; tuvo su
mayor periodo de esplendor entre finales del siglo VII a.C. y el inicio del siglo V a.C. Se
la consideraba una de las ciudades más ricas de la Liga Etrusca debido a su privilegiada
situación en la frontera meridional de Etruria. Su gran sistema de comunicaciones por
medio de excelentes carreteras es evidente además por el número de puertas, siete,
que se abrían en los muros de su ciudad, a cada una de las cuales correspondía una vía
de acceso (algunas de ellas se encontraban ya en uso en época villanoviana).

Plano del territorio de Veio y sus principales lugares

La colina de tufo estaba ocupada completamente por Veio, mientras que en su parte
meridional, la llamada Piazza d´Armi, surgía un templo construido al inicio del siglo VI
a.C. A lo largo de la carretera que comunicaba la ciudad con el cauce del Tíber fueron
encontrados los restos de un antiguo santuario, de una piscina, de un altar y de una
fosa destinada a los sacrificios. Todo el complejo fue destruido en época romana,
cuando Veio fue conquistada y arrasada por el ejército del general romano Marco
Furio Camilo en el año 396 a.C., a partir de entonces Veio pasó a formar parte de la
República romana. Toda el área sagrada del Portonaccio estaba rodeada de un muro
que rodeaba el templo, del cual solo quedaron las bases, durante mucho tiempo se
pensó que estuviera dedicado a Apolo por una estatua de este dios allí encontrada. Sin
embargo el templo estaba destinado a Mnerva como lo atestiguan algunas
inscripciones sobre un exvoto encontrado.

Plano del santuario etrusco de Portonaccio (Veio)

Esta estatua, como otras encontradas en la zona, están atribuidas a Vulca el escultor
que, como narra Plinio, fue llamado a Roma por el rey Tarquinio Prisco para modelar la
estatua de Júpiter que se colocaría en el templo del Campidoglio. Vulca es el único
artista etrusco del que se conserva el nombre y el único del cual se ha conservado su
taller de trabajo. Este artista trabajó entre los años 510 y 490 a.C. y es cierto que tuvo
una influencia notable sobre el arte contemporáneo romano. Todas las estatuas de
Vulca, procedentes de Caere, formaban la decoración del techo del templo.
Numerosas son las necrópolis de Veio: Vaccherecchia, Monte Michele, Picazzano,
Casale del Fosso, Grotta Gramiccia, Riserva del Bagno, Oliveto Grande y Macchia della
Comunità, las cuales han aportado cerámicas tradicionales y los famosos recipientes
de terracota negra (bucchero), además de pinturas. La tumba más famosa allí
encontrada es la conocida como Grotta Campana, excavada en 1843, una tumba de
cámara que contiene los más antiguos frescos etruscos conservados. Después de la
rápida destrucción por parte de los romanos en el 396 a.C., Veio nunca más fue
reconstruida. Livia, la esposa de Augusto, tuvo una finca en la ciudad, sin embargo Veio
fue abandonada durante la época imperial romana y olvidada hasta su
redescubrimiento en el siglo XVII por Raphael Fabretti. Los restos de la antigua Veio se
encuentran cerca del pequeño pueblo de Isola Farnese.

Vetulonia (etrus. Vetluna): Vetulonia era una aglomeramiento urbano situado sobre
una colina que dominaba la llanura de Grosseto, ocupada en parte por un lago
actualmente desaparecido. Durante el siglo VI a.C. Vetulonia se dotó de una poderosa
línea de murallas hechas de bloques de piedra calcárea, mientras la acrópolis con sus
lugares sagrados se encontraba un poco más al noreste, en el cruce de las carreteras
que salían de Buriano y de Grilli, con sus sepulturas en poceto, rodeadas por un círculo
de piedras, y otros túmulos rudimentarios, datables entre los siglos VIII y VII a.C.
Excepcionalmente se han encontrado urnas cinerarias en forma de cabaña del periodo
villanoviano, ya que estas son más frecuentes en territorio del Lazio. Las tumbas de
Vetulonia han aportado interesantes y ricos materiales orientalizantes y también de
fabricación local: espejos, candelabros, trípodes, inciensarios, junto a joyas, fíbulas,
pendientes hechos en filigrana y en la técnica llamada “a granulación”, en la cual los
etruscos fueron maestros. De particular interés son dos tumbas monumentales, la
Tomba della Pietrera y la Tomba del Diavolino, conocida también como Pozzo
dell´Abate. La primera es una colina artificial, delimitada por un tambor de piedra que
mide 60 metros de circunferencia, en su interior se encuentran dos cámaras
sobrepuestas. Las esculturas en piedra que han sido halladas están expuestas en el
Museo Arqueológico Nacional de Florencia. El lugar fue descubierto a finales del siglo
XIX por el arqueólogo italiano Isidoro Falchi.

Volterra (etrus. Velathri): Volterra fue edificada sobre una amplia terraza a 550 metros
de altura sobre el nivel del mar y desde donde dominaba el valle de la Cecina y del Era.
La población fue extendiéndose hacia zonas más bajas, hasta una altura de 458 metros
sobre el nivel de mar, fortificándose y asumiendo una función de perno de toda la
Etruria septentrional. En su momento de mayor esplendor llegó a controlar las zonas
marítimas sobre la costa entre las actuales Cecina y Livorno, así como el curso medio
del río Arno. Sobre las colinas de la Badia y de la Guerruccia se encuentran las
necrópolis villanovianas, que atestiguan la antigüedad del asentamiento. La vida en la
ciudad se mantuvo estable, sin disturbios, sobreviviendo en ella distintas tradiciones.
Las mismas paredes escarpadas de los acantilados, que son una parte importante del
paisaje de Volterra, podrían ser el borde de una llanura donde preexistirían otras
necrópolis. El potente cinturón defensivo de la ciudad, con una longitud de más de
siete kilómetros, no incluía a la necrópolis, la cual poseía otra defensa muraria de 1,8
kilómetros de extensión. Dos de las puertas etruscas están hoy en día en un óptimo
estado de conservación, entre estas, destaca la denominada Porta all´Arco que
conserva tres cabezas en piedra muy desgastadas por el paso del tiempo y que
probablemente representaban a personas ilustres o a divinidades. La prosperidad de
Volterra constituyó la base del poderío de una oligarquía agraria, que disfrutaba del
vasto territorio cultivable sobre las colinas que la circundaban, esta realidad se
constata a partir del siglo VI a.C. y salvó a la ciudad de la crisis que hizo decaer a otros
centros urbanos sobre la costa. Volterra reforzó su puerto situado en Vada, este
interés marítimo de la ciudad está documentado, además, por una serie de emisiones
monetarias que tienen como símbolo al delfín.

La Porta all´Arco una de las entradas a la ciudad etrusca de Volterra practicada en la


muralla defensiva, siglos III-II a.C.

Vulci (etrus. Velch): Vulci estaba situada sobre la orilla derecha del río Fiora, a unos
100 kilómetros al norte de Roma, 20 kilómetros al noroeste de Tarquinia y a 12
kilómetros del mar, en el territorio de lo que hoy es Montaltro di Castro, en la
provincia de Viterbo en la Maremma laziale. Sus artesanos la convirtieron en un centro
importante y rico desde el siglo IX a.C., y destacó, además, en la producción cerámica y
en el trabajo de la piedra hasta el siglo IV a.C. Su contribución al comercio con los
mercaderes griegos en la importación de cerámicas corintias, jónicas y áticas, fue muy
importante, por estas razones Vulci guió varias veces a la liga de las ciudades etruscas
contra Roma. La población surgía sobre un llano de tufo, que hasta el día de hoy está
parcialmente inexplorado. Las necrópolis de Cavalupo, Ponterotto, Polledrara, Campo
de Maggio, Camposcala y de Osteria, están fechadas desde el siglo VIII a.C. hasta la
época imperial romana y contienen millares de tumbas de tipología diversa: fosas,
túmulos, tumbas cuadradas, tumbas de cámara y otras de corredor. La mayor parte de
las sepulturas, también las más ricas, están datadas entre finales del siglo VII a.C. y
mediados del siglo V a.C. Entre las necrópolis de Cavalupo y la de Ponterotto, no lejos
de un antiguo asentamiento villanoviano, en 1857 fue descubierta la tumba François,
así llamada por el nombre del arqueólogo, Alessandro François, que realizó el
descubrimiento.

Escena de la tumba François (Vulci) ejecución de los prisioneros

Es una tumba en “T” muy compleja arquitectónicamente y con una excepcional


decoración pictórica. Otras tumbas muy destacadas de esta zona son el grandioso
túmulo de la Cuccumella (18 metros de alto y 75 metros de diámetro), la Rotonda, la
Tomba dei Tori, Tomba dei Inscrizioni o la Tomba dei Due Ingressi. En la necrópolis de
Osteria están presentes diversas tumbas con cámara caracterizadas por el techo
esculpido, como era usual en las habitaciones etruscas. El Museo Arqueológico se
encuentra en los locales del Castillo de la Abadía, donde pueden admirarse entre otros
el riquísimo ajuar de la Tumba de la Panatenaica y más cerámica etrusca y griega,
bronces, sarcófagos, exvotos y elementos arquitectónicos que en un tiempo adornaron
las tumbas y los templos. La escasa importancia de Vulci en época romana tardía
puede inferirse del hecho de que no aparece en el mapa del Imperio conocido como
Tabula Peuntingeriana. Desafortunadamente, no queda ninguna documentación de las
excavaciones efectuadas durante el siglo XIX en el área urbana, durante las cuales se
sacaron a la luz edificios públicos del foro y un templo jónico, cuyas columnas se
conservan en la Villa Guglielmi de Montaltro di Castro. En 1958, se halló fuera de la
puerta septentrional, una favisa votiva (siglos I a.C. – I d.C.) vinculada al culto de un
manantial, que ha proporcionado numerosos exvotos de terracota.
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