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Capítulo I
LA ASIMETRIA ORGANICA
la infancia sobre los zurdos, éstos guardan toda su vida una prefe-
rencia instintiva por el uso de la mano izquierda 7. Si estamos obli-
gados a ver en ello la presencia de una disposición congènita a la
asimetría, es forzoso admitir que inversamente, en cierto número de
hombres, el uso preponderante de la mano derecha resulta de la
conformación de su cuerpo. La opinión más plausible puede ser ex-
presada en una forma matemática no demasiado rigurosa: de cada
cien hombres, al menos dos son, por naturaleza, zurdos y rebeldes a
toda influencia contraria, mientras que una proporción sensiblemente
mayor se compone de diestros hereditarios. Entre ambos extremos
oscila la masa de hombres que, dejados a su impulso, podrían ser-
virse más o menos igualmente de una u otra mano, con una ligera
preferencia, en términos generales, a favor de la derecha s. Así, pues,
no es necesario negar la existencia de tèndencias orgánicas hacia la
asimetría; pero, salvo en casos excepcionales, la vaga disposición a
la destreza, que parece extendida en la especie humana, no bastaría
para determinar la preponderancia absoluta de la mano derecha, si
influencias extrañas al organismo no vinieran a fijarla y reforzarla.
Pero aunque admitiéramos que por un don especial de la natu-
raleza la mano derecha se sobrepone siempre a la izquierda en sensi-
bilidad táctil, fuerza y habilidad, quedaría aún por explicar por qué
un privilegio institucional viene a reforzar ese privilegio natural, por
qué la mano mejor dotada es la única entrenada y cultivada. ¿Acaso
la razón no aconsejaría tratar de corregir, por educación, la falta de
firmeza del miembro menos favorecido? Bien al contrario, la mano
izquierda es comprimida, mantenida en la inactividad, y metódicamen-
te estorbada en su desarrollo. El doctor Jacobs nos cuenta que en el
transcurso de sus giras de inspección médica por las Indias holan-
desas observó a menudo que los hijos de los indígenas tenían el brazo
izquierdo completamente atado, para aprender a «no utilizarlo» 9 .
Nosotros hemos suprimido las ataduras materiales, pero nada más.
Uno de los signos que distinguen al niño «bien educado» es la
incapacidad de su mano izquierda para cualquier acción indepen-
diente.
7 Wilson, pp. 140 y 142.
8 Wilson, pp. 127-128; Jackson, pp. 52 y 97. Este autor estima en un
17 por 100 el número de diestros por naturaleza, aunque no explica cómo ha
obtenido esa cifra; Van Biervüet (pp. 142 y 373) no admite la existencia de
«auténticos ambidiestros». Según él, el 98 por 100 de los hombres serían dies-
tros, aunque sólo efectuó mediciones entre adultos. La palabra «ambidiestro»
tiene para él un sentido mucho más restringido, donde lo que importa no son
las dimensiones de los huesos o la fuerza de los músculos, sino la posible utili-
zación de uno u otro miembro.
9 Jacobs, p. 33.
110 La preeminencia de la mano derecha
1 La mayor parte de los hechos etnográficos en los que se apoya este estu-
dio provienen de los Maories o, más exactamente, de la muy primitiva tribu
de Tuboe, cuyas representaciones han sido relatadas con admirable fidelidad
por Elsdon Best en sus artículos de las Transactions of the New-Zealand Ins-
titute (en adelante Tr. N.-Z. I.) y del Journal of the Polynesian Society (en
adelante ]. P. S.).
2 Nuestra exposición de la polaridad religiosa sólo pretende ser un rápido
esquema. La mayor parte de las ideas contenidas aquí le serán familiares al
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112 La preeminencia de la mano derecha
4 En una carta que tuvo o bien enviarme M. Meillet, por la que le estoy
muy agradecido, señalaba que esa explicación ya había sido apuntada por él
en Quelques hypothéses sur les interdictions de vocabulaire dans les langites
indo-européennes, pp. 18 y ss.
5 Igualmente, y por la misma razón, «los nombres de enfermedades y do-
lencias, como la cojera, ceguera y sordera, difieren de una lengua a otra»;
Meillet, loe. cit.
6 Del bajo-latín directum; cfr. Diez, Etymologisches Wörterbuch der roma-
nischen Sprachen, 5, p. 272, s.v. ritto.
7 Agregar al skr. sadhyá, según Liden, «Armenische Studien», en Göteborgs
Högsk. Arskr., XII, PP- 75 y ss. M. Meillet, que nos remite a esta nota, consi-
dera la etimología como irreprochable y muy probable.
Los caracteres de la derecha y de la izquierda 119
17 Ver Gilí, Myths and songs in the South Pacific, pp. 128 y ss., y 297 y ss.
El hebreo famin, el sánscrito dákshina, el irlandés dess, designan a la vez la
derecha y el sur; ver Schrader, s.v. Himmelsgegenden. Para los Griegos, el
este es la derecha del mundo, el oeste la izquierda; cfr. Stobée, Ecl., I, 15, 6.
18 Por eso el sol es el ojo derecho de Horus y la luna su ojo izquierdo,
^o mismo ocurre en Polinesia. Cfr. Gilí, p. 153. En las representaciones cris-
tianas de la crucifixión, el sol luce sobre la región situada a la derecha de la
cruz, donde triunfa la iglesia nueva, mientras que la luna ilumina el lado del
mal ladrón y de la sinagoga caída, ver Mâle, L'art religieux du XIII siècle en
France, pp. 224 y ss., y 229.
19 Ver Simpson, op. cit., y cfr. supra, p. 36.
20 Best, en J. P. S., t. VII, p. 123, y t. IX, p. 25; Tregear, p. 506.
122 La preeminencia de la mano derecha
Mas para la expresión de las ideas, las manos sólo son accesorias,
pues son, ante todo, instrumentos con los que el hombre actúa sobre
los seres y las cosas que le rodean. Es, por tanto, en los diversos
ámbitos de la actividad humana donde habrá que ver a las manos
en acción.
A través del culto el hombre busca, ante todo, comunicarse con
las energías sagradas, a fin de alimentarlas, acrecentarlas y derivar
hacia él los beneficios de su acción. Para esas relaciones saludables
sólo está verdaderamente cualificado el lado derecho, pues participa
de la naturaleza de las cosas y los seres sobre los que deben actuar
los ritos: los dioses están a nuestra derecha; por eso nos dirigimos
a la derecha para rezar 4; el pie derecho es el que se ha de utilizar
para entrar en el lugar santo 5 ; es la mano derecha la que presenta
a los dioses la ofrenda sagrada ó , y ella también la que recoge las
gracias del cielo y las transmite en la bendición 7. Para ayudar al buen
efecto de una ceremonia, para bendecir o consagrar, los Hindúes y
los Celtas dan tres veces la vuelta a una persona o un objeto, de
izquierda a derecha, como hace el sol, presentando la derecha. Así
derraman sobre el ser encerrado en el círculo sagrado la virtud santa
y bienhechora que emana del lado derecho. El movimiento y la acti-
tud contrarios serían, en circunstancias similares, sacrilegos y fu-
nestos a .
Pero el culto no consiste solamente en la adoración confiada de
los dioses amigos. El hombre quiere olvidar las potencias siniestras
que pululan a su izquierda, aunque no pueda lograrlo, pues ellas
saben imponer su atención con golpes mortales, amenazas que hay
que eludir o exigencias que han de ser satisfechas. Toda una parte
del culto, y no la menos importante, tiende a contener y apaciguar a
los seres sobrenaturales malvados o irritados, a desterrar y a destruir
las influencias perjudiciales, y en este ámbito es el lado izquierdo el
4 Ver Schrader, s.v. Gruss. Cfr. El Bokhari, Les traditions islamiques, tr.
Houdas y Marcais, I, p. 153.
5 El Bokhari, I, p. 157. A la inversa, se entra con el pie izquierdo en los
lugares encantados por los djinns (Lane, Modern Egyptians, p. 308).
6 Cuando la mano izquierda interviene, no hace más que seguir e imitar a
la mano derecha: ver White, Ancient history of the Maoris, I, p. 197. Y aun
así es vista con malos ojos; cfr. Sittl, p. 51, n. 2, y pp. 88 y ss., y Simpson,
p. 291.
7 Ver Génesis, 48, 13 y ss.
8 Sobre el pradakshina y el deasil, ver Simpson, pp. 75 y ss., 90 y ss. y
183 y ss., y sobre todo la monografía de Caland, «Een Indogermaansch Lus-
tratie-Gebruik», en Versl. en Mededeel. d. Kon. Akad, v. Wetenscb., Afd.
Letterk,, IV, 2. Encontramos restos de esta observación en todo el ámbito indo-
europeo.
Las funciones de las dos manos 125
no deja de ser cierto que las funciones guerreras de las dos manos
han podido, a veces, contribuir de rebote a determinar su carácter
y sus relaciones. Imaginemos un pueblo agricultor que prefiere los
trabajos pacíficos al pillaje y la conquista, y que no recurra a las
armas más que para defenderse. La «mano del escudo» subirá tanto
en la estima colectiva como la «mano de la lanza» pierda de su
prestigio. Ese es, notablemente, el caso de los Zuñis que personi-
fican los lados izquierdos y derecho del cuerpo en dos dioses her-
manos. El primero, el mayor, es reflexivo, sabio y de buen consejo;
el segundo es impetuoso, impulsivo, hecho para la acción 32. Por muy
interesante que sea este desarrollo secundario que modifica sensible-
mente la fisonomía de los dos lados, no debe hacernos olvidar la
significación, religiosa en principio, del contraste entre la derecha y
la izquierda.
Lo que es cierto para el arte militar vale también para otras
técnicas; así, un documento inestimable sobre los Maoríes nos da
cuenta del porqué de la preponderancia de la derecha en la industria
humana. Se trata de la iniciación de una joven en el oficio del telar,
grave asunto envuelto en misterio y lleno de peligros. La aprendiza
está sentada en presencia del maestro, artesano y sacerdote, ante dos
postes esculpidos, puestos en tierra, que forman un telar rudimenta-
rio. En el poste derecho residen las virtudes sagradas que constituyen
el arte del tejedor y proporcionan ayuda eficaz en su trabajo, mien-
tras que el poste de la izquierda es profano y vacío de todo poder.
Cuando el sacerdote recita sus encantamientos, la aprendiza muerde
el poste derecho para absorber su esencia y consagrarse a su vocación.
Quede bien entendido que sólo la mano derecha entra en contacto
con el poste sagrado, cuya profanación sería funesta para la iniciada,
y la misma mano conduce transversalmente de izquierda a derecha el
hilo, también sagrado. En cuanto a la mano profana, sólo coopera
humildemente y de lejos, a la obra augusta que se lleva a cabo 33. Sin
schichte der Kultur, pp. 352 y ss, que el escudo provenga del garrote de parar
golpes, cuyo manejo suponía una gran destreza. Más aún, no faltan pueblos
que ignoran el uso del escudo, como es el caso de los Maoríes (Percy Smith, en
J. P. S., t. I, p. 43, y Tregear, p. 316), donde, sin embargo, la distinción entre
derecha e izquierda se encuentra especialmente pronunciada.
32 Ver Cushing, po. cit., pp. 290-291, y «Zuñi fetiches», en Ann. Rep. of
the Bur. of Ethn., II, pp. 13 y ss. Cfr. un pasaje curioso del Hermes Trime-
gisto en Stobée, Ecl., I, p. 59, y Brinton, «Lefthandedness in North-American
aboriginal Art,», en American Anthropologist, 1896, pp. 176-177 (sobre los
Chinos).
33 De la misma forma que no puede ser tocado por la mano izquierda, el
poste sagrado no debe ser sorprendido, mientras esté levantado, ni por la noche
ni por un extraño (profano). Ver Best, en Tr. N.-Z. I, t. XXXI, pp. 627
y ss, 656 y s s , y Tregear (que le sigue), pp. 225 y ss.
130 La preeminencia de la mano derecha
zurdos había sido más fuerte entre los primitivos que entre los civilizados. Pero
los testimonios sobre este punto son vagos y de escaso alcance; cfr. Colenso,
en TV. N.-Z. I., I, p. 343; Wilson, pp. 66 y ss, y sobre los hombres de la
Edad de Piedra, Wilson, pp. 31 y ss, y Brinton, pp. 175 y ss.
5 En particular, Hamelin, Essai sur les életnents principaux de la représen-
tation, p. 76.
134 La preeminencia de la mano derecha