Está en la página 1de 21

LU XUN

(Biografía extraída de una página web del partido comunista:


http://www.antorcha.org/liter/luxun.htm)
Lu Xun (también escrito Lu Hsün, aunque su nombre verdadero era Zhou Shuren o
Chou Shu-jen) nació en 1881 en una familia de funcionarios del gobierno e
intelectuales en Shaoxing, provincia de Zhejiang, al sur de Shanghai, en la costa
este de China.
Durante el corrupto gobierno de la dinastía Ching, las potencias imperialistas
dominaban China y le imponían tratados injustos; la clase dominante feudal china
les concedía todo y reprimía al pueblo. Esto provocaba la ira y la rebelión de los
chinos.
Desde niño, Lu Xun se identificó con los pobres. Acudía con su madre al campo,
donde tenía contactos con niños campesinos cuya vida era muy diferente a la suya.
Llegó a odiar a su propia clase y a solidarizarse de los campesinos.
De joven se matriculó en la Academia Naval de Jiangnan (1898-99) y en la Escuela
de Ferrocarriles y Minas (1899-1902) en Nanjing. En 1902 fue a Japón para
estudiar lengua y medicina en la escuela provincial de Sendai, igual que otros
chinos progresistas, soñando en curar a los chinos que sufrían tantos malos tratos.
En época de guerra, sería médico militar y reforzaría la fe de mis compatriotas en
la reforma. Allí vio algo que le cambió la vida, como recuerda en el prefacio de su
primera colección de cuentos, Grito de llamada:
Eran los días de la guerra ruso-japonesa y había numerosas películas sobre
ella; cada vez que se exhibía una, yo debía aplaudir y gritar de entusiasmo, a
la par que mis camaradas. Un día -hacía mucho tiempo que yo no veía a un
compatriota- aparecieron chinos en la pantalla. Muchos. Uno de ellos estaba
amarrado y se le mantenía en el centro, rodeado de los demás. Todos eran
de cuerpo vigoroso, pero con un aire apático. De acuerdo con los subtítulos,
el que estaba amarrado era un espía al servicio de los rusos; los japoneses
iban a decapitarlo para que sirviera de ejemplo a los demás chinos y los que
lo rodeaban estaban allí para gozar del grandioso espectáculo de la ejecución
pública.
El año escolar no había terminado aún cuando ya me encontraba en Tokio,
porque después de esa película, el estudio de la medicina me parecía de
importancia muy secundaria. Si los ciudadanos de una nación ignorante y
débil, aún tratándose de seres vigorosos y resplandecientes de salud, sólo
son capaces de dejarse matar para servir de ejemplo a la multitud, o sólo
sirven para ser espectadores de un espectáculo tan desprovisto de interés,
bueno, dejarlos morir de enfermedad no es una gran desgracia, después de
todo. Lo primero que había que hacer era cambiar el espíritu del pueblo y
como en esa época yo pensaba que el mejor medio para influir en los
espíritus era, por supuesto, la literatura y el arte, decidí iniciar un movimiento
literario y artístico.
En 1906 dejó los estudios para dedicarse enteramente a la literatura. Decidió
escribir en lugar de sanar porque -como él mismo dijo- un cuerpo vigoroso es inútil
si el espíritu está enfermo. En 1909 regresó a China y entre 1910 y 1911 fue
profesor en Shaoxing y luego funcionario del Ministerio de Educación en Beijing
(Pekín) entre 1912 y 1926. También trabajó como instructor de literatura china en

1
la Universidad Nacional de Beijing entre 1920 y 1926, e impartió clases en la
Universidad de Xiamen (1926) y en la de Canton (1927).
En 1911, una revolución democrático-burguesa había derrocado la monarquía
feudal. Sin embargo, como observó Mao, a la burguesía nacional, como es débil
económica y políticamente y no ha roto por completo sus lazos económicos con el
imperialismo y feudalismo, le falta valor para llevar hasta el fin la lucha
antimperialista y antifeudal. Mucha gente tenía grandes expectativas en la
revolución de 1911; sin embargo, al ver cómo se comportó la burguesía nacional al
tener el poder, los jóvenes radicales como Lu Xun entendieron que hacía falta una
revolución mucho más profunda para liberar a China del feudalismo y del
imperialismo.
La revolución rusa de octubre de 1917 sobresaltó a los capitalistas e inspiró a los
oprimidos del mundo entero, entre ellos Lu Xun, a pesar de que aún no era
marxista. Describió así a los revolucionarios de Rusia: Sacrifican todo por sus
queridos ideales... hacen añicos las armas del enemigo con sus huesos y extinguen
las llamas del fuego con su sangre. Cuando se desvanezcan el fulgor de la espada y
el resplandor del fuego, ellos verán el primer vislumbre del alba, el alba de una
nueva época.
Ya antes de la revolución rusa, un reducido pero creciente número de intelectuales
y estudiantes chinos abrazaron el marxismo. En 1912, uno de los primeros
impulsores del comunismo en China, Li Dazhao, empezó a escribir ensayos
marxistas y a traducir obras de Marx y Lenin, lo que impulsó una nueva tendencia
política proletaria. Las sociedades estudiantiles organizaron centros para distribuir
literatura marxista, entre ellas la Nueva Sociedad Popular para el Estudio, formada
por Mao.
Todo eso ejerció una profunda influencia en la juventud china. El Movimiento 4 de
Mayo nació en 1919, cuando los estudiantes protestaron en Beijing (Pekín) contra
el Tratado de Versalles (*), y exigieron independencia nacional, democracia,
reforma del idioma, enseñanza de ciencias y una ruptura con la filosofía y
superstición confucianista.
Lu Xun atacó el confucianismo como una moral opresiva e hipócrita que encubría la
explotación, la injusticia, la desigualdad, la pasividad y el conformismo. Confucio,
que vivió 500 años antes de nuestra era, acentuó la obligación de obediencia a la
autoridad, propagó la sumisión del individuo al gobierno, a la familia y a las
ancianos, así como la aceptación incuestionable de la tradición.
Lo mismo que en Rusia, ya antes de la revolución, los escritores progresistas chinos
lucharon por simplificar el complejo alfabeto para poder alfabetizar a las masas, ya
que únicamente era comprendido por un reducido grupo de especialistas. Pero esto
sólo no bastaba. El lenguaje literario tradicional también era incomprensible para
las masas y Lu Xun es el primer escritor que utilizó el lenguaje popular (baihua) en
sus escritos, hasta entonces despreciado por los intelectuales.
Más tarde, Mao escribió que el Movimiento 4 de Mayo fue la línea divisoria entre la
vieja democracia y la nueva democracia en China. Antes, los intelectuales
burgueses y pequeño-burgueses constituían la fuerza política dirigente de la
revolución democrático-burguesa de viejo tipo en China. Después del 4 de mayo,
dijo Mao, el proletariado tomó la dirección de la revolución de nueva democracia. Lu
Xun fue una importante figura de dicho movimiento.
Mao describió el importante papel de Lu Xun en la formación de una nueva cultura
revolucionaria, como parte del Movimiento 4 de Mayo: Pero, a partir del
2
Movimiento 4 de Mayo, las cosas cambiaron. Surgió en China una fuerza cultural
fresca, totalmente nueva: la cultura e ideología comunistas, guiadas por los
comunistas chinos, o sea, la concepción comunista del mundo y la teoría de la
revolución social... Durante los últimos veinte años, a dondequiera que esta nueva
fuerza cultural ha dirigido sus ataques, se ha producido una gran revolución tanto
en el contenido ideológico como en la forma (por ejemplo, en la lengua escrita). Es
tan imponente y poderosa que resulta invencible allí donde llega. La movilización
que ha realizado tiene una amplitud sin paralelo en la historia de China. Y el más
grande y valiente abanderado de esta nueva fuerza cultural ha sido Lu Xun.
En 1918 se lanzó la nueva revista estudiantil Hsin Chingnien (Nueva Corriente) en
la que Lu Xun publicó su famoso cuento Diario de un loco, que deliberadamente
tomó su título de la obra del ruso Nikolás Gogol. Este relato narra en primera
persona las impresiones de un hombre que cree estar prisionero de unos caníbales
para criticar la cultura tradicional confuciana. En los caníbales está la naturaleza
opresiva de la tradición como sociedad antropófaga. Era la primera narración de
estilo occidental en China, escrita en un estilo claro y sencillo. El giro de Lu Xun
ayudó a la aceptación del relato breve como vehículo literario eficaz, huyendo de la
narración omnisciente tradicional y sustituyñendola por un solo narrador a través
de cuyos ojos se filtra la historia.
La revista Hsin Chingnien inició la revolución intelectual china con tres criterios:
espíritu analítico, pensamiento científico y lenguaje popular. Salieron otras revistas
de este nuevo movimiento literario, entre ellas Nueva Juventud, con la cual
colaboraba Lu Xun. Estas revistas atacaron todas las cadenas sociales del
tradicionalismo: la vieja literatura, la vieja ética, las viejas relaciones humanas, y el
confucianismo como filosofía opresiva y feudal dominante.
Contribuyó a divulgar del arte progresista del extranjero, como por ejemplo Franz
Masereel y Käthe Kollwitz, y al mismo tiempo a reelaborar el arte chino tradicional.
Esto tuvo una influencia importante en los carteles de la propaganda producidos
más adelante por el Partido Comunista, especialmente durante la revolución
cultural.
Los intelectuales jóvenes ponían en ridículo las viejas costumbres y la mentalidad
tradicional, como la lealtad personal al gobierno, el patriarcado, la superstición, las
distintas reglas de castidad para el hombre y la mujer y, especialmente, el dominio
de los monarcas y los señores de la guerra. Exigieron una crítica de las obras
clásicas y la creación de una nueva literatura.
Un movimiento utópico japonés llamado Atarashiki Mura (Nuevo Pueblo), fundado
por Mushakoji Saneatsu, atrajo a profesores y estudiantes chinos. En 1919, varios
colaboradores de Nueva Juventud y Nueva Corriente, entre ellos Lu Xun,
escribieron a favor del movimiento. Atarashiki Mura se basaba en la ayuda mutua y
el humanitarismo, y sus miembros renunciaban a toda propiedad privada con el fin
de cumplir con el ideal de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus
necesidades.
Un objetivo importante del Movimiento 4 de Mayo era la emancipación de la mujer,
que ni siquiera era ciudadana independiente en la sociedad feudal. No se le permitía
heredar propiedades, y tenía que ser pasiva y obediente al hombre. Era común
ahogar a las recién nacidas, pues las hijas se consideraban una carga. La ley
permitía al hombre tener concubinas (esposas secundarias) en la casa; de hecho
eso se consideraba apropiado en los círculos intelectuales. Si bien en la historia

3
china surgieron poetisas y pintoras, imperaba el proverbio: La falta de estudios
honra la virtud de la mujer.
En El sacrificio del Año Nuevo, escrita en 1924, Lu Xun retrata la postración de las
mujeres en China. El Movimiento 4 de Mayo denunciaba la opresión de la mujer y
promovía nuevos ideales de la familia y la posición de la mujer. Pedía guarderías
para el cuidado de los niños y organización cooperativa de los quehaceres de la
casa, con el fin de liberarla de esa carga. Apoyaba y albergaba a las mujeres que
luchaban para educarse o liberarse de una situación opresiva o de un matrimonio a
la fuerza.
Durante ese tiempo, el gobierno restringía severamente la libertad de expresión. En
cualquier momento decretaba estado de emergencia y suspendía la libertad de
expresesión, reunión, y desplazamiento. La policía tenía autoridad para controlar
todas las asociaciones políticas y sociales, y sus publicaciones. A las mujeres se les
prohibía participar en todo grupo o reunión política. También se prohibía incitar a
los trabajadores a romper un contrato, declararse en huelga, pedir aumentos,
dañar las buenas costumbres, corromper la moral social y dañar el bienestar local.
La policía debía aprobar toda publicación antes de ser difundida. En esas
condiciones, los escritores radicales como Lu Xun lanzaron las nuevas revistas,
desafiando y burlando a los censores.
En La verdadera historia de Ah Q, escrita entre 1921 y 1922, Lu Xun describe a un
campesino ignorante que padece una serie de humiliaciones y finalmente es
ejecutado durante la revolución de 1911, poniendo de manifiesto el elitismo de esa
revolución y la necesidad de atenerse a las realidades concretas que nos rodean
para superarlas.
En su obra Cómo decidí escribir cuentos Lu Xun escribió:
Por supuesto, un escritor no puede dejar de tener su propio punto de vista.
Por ejemplo, en cuanto a por qué escribo, sigo pensando como hace una
docena de años, cuando pensaba que debía escribir para concientizar a mi
pueblo, a la humanidad, para ayudarlos a mejorar. Odiaba la vieja costumbre
de calificar la narrativa como diversión y me parecía que el arte por el arte
era simplemente otra manera de decir pasar el tiempo. Por eso, mi tema eran
los parias de esta sociedad anormal. Mi meta era mostrar la enfermedad para
poder curarla.
Una obra posterior, Ye Cao (Hierba salvaje), escrita en 1926, es una colección de
poemas en prosa donde Lu Xun describe sus impresiones sobre la lucha contra el
imperialismo y los señores de la guerra que asolaban y dividían el país. En sus
obras insistió en denunciar ferozmente la dominación imperialista de China y a los
lacayos chinos. Muchas autoridades y comerciantes extranjeros exigían tratados a
su favor, pretextando que las leyes y costumbres tradicionales de China eran
arcaicas. Pero al mismo tiempo apuntalaban a los conservadores contra el
movimiento progresista porque querían proteger sus intereses en China.
Escribió que las fuerzas imperialistas querían someter a China con un cuchillo
invisible, tajando para sí grandes zonas de las ciudades, o concesiones, donde
gozaban de privilegios económicos y políticos especiales. Casi todos los que elogian
la vieja cultura china son los ricos que viven en las concesiones u otros lugares
protegidos porque tienen dinero y no sufren en las guerras civiles.
Hablando de la cultura y las viejas tradiciones feudales reaccionarias, Lu Xun dijo:
En la cultura china uno está al servicio de su amo, quien ha triunfado a costa de la
miseria de las masas. Los que alaban la cultura china, sean chinos o extranjeros, se
4
creen miembros de la clase dominante... Los adeptos de la vieja literatura tienen
una técnica favorita. Cuando se presenta una nueva idea, dicen 'herejía' y hacen
todo lo posible para destruirla. Si por medio de la lucha y a pesar de sus esfuerzos
esa idea se impone, de repente se dan cuenta de que 'es lo mismo que nos enseñó
Confucio'. Se oponen a todo lo extranjero, con el argumento de que es para
'convertir a los chinos en bárbaros'. Pero cuando esos bárbaros toman las riendas,
se dan cuenta de que ellos también son descendientes del Emperador Amarillo.
Manejaba con maestría la sátira, la ironía y el humor para desenmascarar la vieja
sociedad, y la manera en que las propias masas populares aceptaban y reforzaban
las tradiciones opresivas. Declaró orgulloso que escribió sus obras como me
mandaban. Pero no era ningún emperador quien me mandaba, ni el dólar dorado,
ni la espada, sino la vanguardia revolucionaria, por lo que obedecía con gusto.
En 1926, cuando el gobierno de un señor de la guerra del norte de China asesinó
brutalmente a unos estudiantes progresistas, Lu Xun observó: Los que se dejan
atrapar por una existencia innoble tendrán un punto de vista indiferente hacia la
esperanza en medio de las manchas de sangre, pero los auténticos luchadores
avanzarán con más resolución. Cuando en el sur del país estalló la revolución, sus
esperanzas revivieron y fue a Guangzho (Cantón), entonces centro de las fuerzas
revolucionarias.
En 1926 fue forzado por el gobierno a abandonar Fujian debido a su apoyo al
movimiento patriótico de los estudiantes de Beijing. Pasó a enseñar en la
universidad de Xiamen y en 1927 pasó a la universidad de Sun Yat-sen en
Guangzhou, pero dimitió de su cargo.
Durante varios años el Partido Comunista de China había colaborado con el
gobierno nacionalista Kuomintang de Chiang Kai-shek. Pero el 12 de abril de 1927,
el general Chiang Kai-shek traicionó la revolución con un golpe de estado, y ordenó
una masacre masiva de comunistas y masas revolucionarias. En la provincia de
Guangdong, Lu Xun vio a los jóvenes divididos en dos grandes campos... Muchas
veces los que asesinaban a los jóvenes también eran jóvenes, a quienes no les
importaba nada destruir la vida o la juventud, la cual no vuelve a existir. Escribió:
Antes creía en la evolución; estaba seguro de que el futuro sería mejor que el
pasado y lo nuevo mejor que lo viejo. La guerra civil hizo añicos su viejo modo de
pensar. Pero la firmeza e intrepidez de los comunistas ante la muerte le dio
esperanzas sobre la nación y la revolución.
En 1927 fue a Shanghai; estaba entusiasmado por estudiar el marxismo. Bajo el
régimen reaccionario del Kuomintang, a uno lo echaban a la cárcel por el simple
hecho de leer un libro con portada roja. Era muy peligroso tener libros de Marx,
Engels, Lenin y Stalin. Por eso Lu Xun halló la manera de estudiar el marxismo-
leninismo sin que el enemigo se diera cuenta. Con tales propósitos, un amigo
japonés le ayudó a alquilar un apartamento y, para despistar a la policía, puso su
nombre, Uchiyama Kanzo, en la puerta.
En 1931, el Kuomintang intensificó su campaña contra el combativo movimiento
cultural de izquierda: prohibió libros, censuró escritores, cerró librerías e impuso
leyes de publicación represivas. Arrestó y ejecutó a escritores izquierdistas. Fueron
tiempos difíciles y peligrosos, pero Lu Xun continuó su estudio de las obras
marxista-leninistas para analizar la situación y dirigir la lucha.
En 1933, Uchiyama Kanzo le ayudó a Lu Xun a alquilar otra habitación bajo el
nombre de Kamada Seiichi, otro amigo japonés que trabajaba en una librería.
Como precaución, Lu Xun puso una tabla con un letrero en la puerta que decía
5
Kamada Seiichi. En esa habitación clandestina de lectura, Lu Xun guardaba
centenares de los libros que tanto valoraba, por ejemplo, las obras de Marx, Engels,
Lenin y Stalin. También tenía postales y retratos de Marx, Engels, Lenin y de la
Comuna de París.
Lu Xun estudiaba en su habitación clandestina, a veces hasta la madrugada. Eran
días crueles y sangrientos; sin embargo, Lu Xun extrajo una gran fortaleza de las
obras de Marx y Lenin. Dijo: El marxismo es la filosofía más maravillosa. Podemos
entender aquellos problemas que antes nos confundían a través del análisis
marxista.
Lu Xun sabía que en cualquier momento lo podrían hallar y estaba preparado: los
libros podían ocultarse fácilmente en un momento. No importaba cuán terrible fuera
la situación o cuán difícil fuera la lucha: a donde iba Lu Xun llevaba sus libros. Poco
antes de morir declaró: Mientras me quede vida, continuaré estudiando.
Durante varios años leyó todos los libros sobre marxismo que conseguía y tradujo
muchos al chino. Dijo: Leía prácticamente todo el tiempo. Se armó con el marxismo
para analizar su propio modo de pensar. Comparó sus traducciones con el mito
griego de Prometeo, quien se robó el fuego para la humanidad: Estoy robando el
fuego a otro país para cocinar mi propia carne. Si así tiene mejor sabor, beneficiará
a los que la comen y no se desperdiciará.
A pesar de que lo calumniaron escritores de toda índole, Lu Xun nunca dejó de
escribir y militar por la revolución; al contrario, avanzó con más osadía. Como dijo:
Un revolucionario no tiene miedo de criticarse. Como se conoce muy bien, se
atreve a hablar abiertamente.
En el Prefacio a Dos corazones se declaró abiertamente en pro de la causa del
proletariado: Y mi sempiterno machacar sobre mí mismo, el modo en que sigo
'golpeándome la cabeza contra un muro' y mi conducta de babosa, como si todas
las miserias del mundo se encontrasen encarnadas en mí, un chivo expiatorio para
la humanidad, es una falta muy mala de los intelectuales de la clase media. Pero es
verdad que aunque inicialmente simplemente odié a mi propia clase que conocía
tan bien, y no sentí pena alguna ante su destrucción, luego los hechos me
enseñaron que el futuro le pertenece únicamente al proletariado naciente.
Habiendo lanzado su carrera literaria revolucionaria con el cuento, luego escogió
como arma principal el ensayo corto. Ante la represión de la cultura revolucionaria
y progresista por el Kuomintang y la intensa lucha en el mismo campo de la
cultura, Lu Xun escribió cientos de ensayos que servían de ejemplo e inspiración
para los nuevos combatientes culturales.
Manejando el humor y la sátira mordaz, retrató vivamente a una gran variedad de
personajes típicos que le hacían los recados a los imperialistas y señores feudales:
señores de la guerra crueles, reaccionarios sangrientos, como el Kuomintang,
aduladores serviles de los extranjeros, falsos marxistas.
Sus ensayos expresaron tanto profundo odio y furia contra el enemigo como verde
esperanza, ánimos para el pueblo y alegría por sus victorias. Algunas obras cortas
expresan sus sentimientos; otras contienen argumentos teóricos. No se limitó a los
géneros literarios conocidos; escogió muy variadas formas para expresar su arte y
comunicar su mensaje: diario, cartas a los amigos, esbozos y fábulas.
Lu Xun dijo a un grupo de escritores jóvenes: Si no hay cambios y si nosotros nos
dejamos arrastrar por la corriente, no haremos ninguna contribución a nuestra
época... Quizás no seamos capaces de dar voz a los cambios más cabales, pero eso
6
no nos debe desanimar. Incluso si no podemos presentar todo el ámbito de esos
cambios, por lo menos podemos mostrar un aspecto. Los edificios más enormes
están hechos de tablones y de ladrillos. ¿Por qué no podemos ser un tablón o un
ladrillo?
En 1930, en medio de una gran controversia alrededor del nuevo movimiento
literario, Lu Xun y otros 50 escritores fundaron la Liga de Escritores Chinos de
Izquierda, una organización del frente único. La Liga atacaba al gobierno del
Kuomintang, ponía en ridículo a los defensores del arte y la literatura tradicionales,
criticaba a la escuela de escritores que imitaban servilmente la cultura burguesa
occidental, y popularizaba literatura revolucionaria soviética y programas de la
izquierda.
Lu Xun, que se hizo comunista a comienzos de los años 30 (después de
establecerse como uno de los líderes de la revolución literaria), llegó a ser el más
famoso representante de la Liga. El gobierno no vaciló en atacarla y acosarla
duramente.
De agosto a octubre de 1930, los periódicos de Shanghai informaron del asesinato
de más de 100.000 comunistas y progresistas. Para sacar a la luz pública el
asesinato de escritores revolucionarios, Lu Xun escribió el artículo Las condiciones
actuales del arte en la China tenebrosa y lo mandó a publicar en el extranjero. Los
amigos le aconsejaron que no lo firmara, temiendo que lo mataran, pero les
contestó: Estas palabras se deben decir. Llévenlo a publicar y punto.
Vigilado por la policía, Lu Xun llevaba una vida semiclandestina y frecuentemente
desaparecía. Escribió bajo más de 130 seudónimos. Luchó para fortalecer los lazos
entre la literatura y la revolución, y declaró con orgullo sus simpatías a la
revolución dirigida por Mao. Dijo: Para pintar una imagen de la revolución, uno
tiene que ser revolucionario... ¡Cuántas veces he oído la palabra 'revolución'! En
Jiangsu y Zhejiang hablan de la revolución. Los que oyen la palabra tienen miedo.
Los que la pronuncian corren grandes riesgos. Pero la revolución no es una cosa
tan extraña. Es con la revolución como se corrige la sociedad, como la humanidad
avanza, como evolucionamos de los gusanos que fuimos una vez a seres humanos.
Pasamos de la barbarie a la cultura; no hay momento histórico que no pertenezca a
la revolución.
Para Lu Xun, los revolucionarios podían emplear selectivamente las viejas formas
del arte e infundirles nuevo contenido al servicio de la revolución, y así crear
nuevas formas artísticas. El Partido Comunista de China más tarde adoptó
oficialmente la posición que Lu Xun explicó en un ensayo en 1934: La tarea
apropiada del artista progresista es trabajar para las masas y esforzarse por crear
obras de arte fáciles de entender. Si empleamos viejas formas, por necesidad
tendríamos que eliminar ciertas cosas y, por tanto, tendríamos que reemplazarlas
con otras cosas. Como resultado surgirán nuevas formas, lo que en sí sería una
transformación.
En 1956, Mao afirmó: El arte no puede desligarse de los hábitos, sentimientos y
lenguaje del pueblo; no puede sustraerse a la evolución de la historia nacional...
Será útil el intento de interrumpir las tradiciones. Pero es engorroso atenernos a
una historia tan larga.
Por un lado, Lu Xun y otros escritores revolucionarios rechazaron lo feudal y lo
arcaico de la literatura tradicional; por otro lado, buscaron elementos positivos en
el legado literario nacional y descubrieron poesía de protesta, narrativa popular,
teatro, baladas y cuentos folclóricos. Una antigua tradición oral difundía cuentos y
7
narraciones dramáticas desde hacía siglos. La nueva generación de escritores
revolucionarios reconoció que esas obras literarias, creadas por la gente común y
corriente, les podían servir de ejemplo para crear nuevas obras revolucionarias.
Existen muchos ejemplos del heroísmo de Lu Xun en sus últimos años de vida. Con
otros compañeros, organizó la Liga en Defensa de los Derechos Civiles de China en
1933 y, como miembro ejecutivo del comité directivo, logró ayudar a muchos
revolucionarios encarcelados. Un dirigente de la Liga fue asesinado por un agente
especial del Kuomintang, el cual buscaba también a Lu Xun, y muchos le
aconsejaron esconderse. Sin embargo, asistió al entierro de su camarada y declaró
desafiante en Un lamento por Yang Chuan:
Quién pensara que tendría que derramar
estas lágrimas como lluvias del sur
por ¡otro hijo del pueblo!
Después de la invasión japonesa del norte de China en 1931, Mao llamó a formar
un frente único para combatirla. Lu Xun fue uno de los primeros en responder,
promoviendo la iniciativa y escribiendo en su favor. Lu Xun estimaba mucho y
seguía a Mao. Cuando se enteró de que el Ejército Rojo había concluido la Larga
Marcha para llegar al norte de Shenxi en 1935, mandó un telegrama secreto
felicitando al Partido Comunista de China y a Mao: El futuro de la humanidad y de
China está depositado en ustedes.
Dentro del Partido surgió una aguda lucha sobre cómo responder a la invasión
japonesa. Un dirigente, Wang Ming, promovió una línea oportunista de capitular al
gobierno reaccionario de Chiang Kai-Shek y del Kuomintang, bajo el lema de un
gobierno de defensa nacional. Lo respaldó Zhou Yang, secretario general de la Liga
de Escritores Chinos de Izquierda. Así, la lucha ideológica del partido se extendió al
campo del arte y la literatura. Sus seguidores fomentaban una literatura de defensa
nacional, pero Lu Xun lo calificó de burócrata y funcionario de la literatura y lanzó la
consigna, Literatura popular para la guerra nacional revolucionaria.
Durante su último año de vida, sufrió una tuberculosis avanzada, pero le daban
gran satisfacción sus charlas con los revolucionarios jóvenes sobre la Larga Marcha,
la política de frente único de Mao y la victoria del Ejército Rojo en Shenxi. Aunque
no podía ingresar en el Ejército Rojo, decía: Por lo menos soy capaz luchar en sus
filas, armado con una pluma.
En las Intervenciones en el Foro de Yenán sobre Arte y Literatura escritas en 1942
Mao Zedong menciona frecuentemente a Lu Xun y describió los últimos años de su
vida en su obra Sobre la nueva democracia: Lo más sorprendente es que,
encontrándose el Partido Comunista absolutamente indefenso en todas las
instituciones culturales de las zonas dominadas por el Kuomintang, las campañas
en el terreno cultural sufrieran allí también una rotunda derrota. ¿Por qué ocurrió
esto? ¿No da motivo para reflexionar con seriedad? Precisamente en medio de
estas campañas, el comunista Lu Xun se convierte en el gigante de la revolución
cultural china. En 1942 las Intervenciones en el Foro de Yenán sobre Arte y
Literatura, Mao cita estas palabras de Lu Xun:
La condición necesaria para el frente único es tener un objetivo común... El
hecho de que nuestro frente no logre estar unido demuestra que no hemos
logrado unificar nuestros objetivos, y que algunos solo trabajan para grupitos
o, de hecho, solo para sí mismos. Si todos nos orientamos a servir a las
masas de obreros y campesinos, nuestro frente se unirá sin la menor duda.

8
En sus últimos años 20 Lu Xun vivió en Shangai, en la zona internacional. Fue
redactor de Benliu en 1928 y Yiwen en 1934. Viendo que la salud de Lu Xun se
deterioraba, sus amigos le aconsejaron que saliera del país, pero se negó,
diciéndoles: Prefiero trabajar y vivir menos años a vivir más tiempo sin trabajar.
Murió e 19 de octubre de 1936. La obra de Lu Xun fue recopilada y publicada en
1938 en veinte volúmenes y aún hoy sigue siendo extensamente leída en China.
Poco antes de morir, el 9 de junio de 1936 remitió una dura carta de respuesta a
Trotski que, además de criticar a Stalin como burócrata, tachaba también de traidor
a Mao Zedong por su alianza con el Kuomintang frente a los ocupantes japoneses.
La construcción del socialismo en la URSS, decía Lu Xun, demostraba la vaciedad
de las tesis de Trotski; quizá sus teorías eran tan elevadas que podían volar por las
alturas, mientras que las de Mao eran más terrestres, pero si dejamos entrar a los
japoneses en China sin resistir, concluía Lu Xun, entonces sus teorías aterrizarán
en el lugar más asqueroso de la tierra.
No alcanzó a presenciar la victoria de la revolución china de 1949. Sin embargo, el
nuevo movimiento literario que impulsó tuvo un profundo impacto en la cultura
china. El lenguaje literario arcaico y la vieja literatura de estereotipos cayeron en
desuso. Los escritores y maestros empezaron a usar un lenguaje más popular, lo
que facilitaba al pueblo estudiar e informarse. Se transformaron la poesía, los
ensayos, los cuentos, las novelas y el teatro. La crítica y la teoría literaria hicieron
grandes avances. La literatura mostraba más la vida y la sociedad real, y estaba
más al alcance de la gente común. Lu Xun dejó un legado de teoría y práctica a los
artistas revolucionarios por todo el mundo.
En 1942, Mao terminó Intervenciones en el Foro de Yenán sobre Arte y Literatura
con estas palabras:
Este díptico de Lu Xun debe ser nuestro lema:
Con el ceño endurecido desafío fríamente los mil dedos que me señalan,
Humillando la frente, cual manso buey, sirvo gustoso al niño.
Los 'mil dedos' son nuestros enemigos, y nunca nos someteremos a ellos por
feroces que sean. El 'niño' aquí simboliza al proletariado y las masas
populares. Todos los comunistas, todos los revolucionarios, todos los
trabajadores revolucionarios en el frente de la literatura y del arte deben
seguir el ejemplo de Lu Xun y ser 'mansos bueyes' del proletariado y de las
masas populares, doblando el espinazo para llevar la carga hasta exhalar el
último suspiro. Los intelectuales que pretendan integrarse a las masas y
servirlas, han de pasar a través de un proceso en el que ellos y las masas
llegarán a conocerse mutuamente. Este proceso puede implicar, e implicará
sin lugar a dudas, muchos sufrimientos y fricciones, pero si ustedes están
resueltos, podrán cumplir estas exigencias.
Poeta, cuentista, grabador en madera y líder revolucionario en el campo de las
artes, Lu Xun es el padre de la literatura china moderna y dedicó su vida a servir al
pueblo. Como dijo: En la resistencia actual, los escritores luchamos tanto por el
futuro como el presente, pues si perdemos el presente, no tendremos futuro.
No cabe duda que Lu Xun es el más grande escritor chino del siglo XX. Según el
escritor japonés Kenzaburo Oe, ganador del premio Nobel de Literatura en 1994,
además es el escritor asiático más grande del siglo XX. Quizá todo eso aún no sea
suficiente y haya que reconocer que en realidad es uno de los mayores del mundo.
Nota:
9
(*) El Tratado de Versalles de 1919 entregó a Japón la concesión alemana, una
zona con derechos económicos y políticos especiales para los imperialistas.

10
Lu Xun
EL SACRIFICIO DEL AÑO NUEVO

La víspera de Año Nuevo del viejo calendario1 se parece más que la actual a
una verdadera víspera de Año Nuevo; porque por no decir nada de las aldeas y
ciudades, hasta en el aire se siente que ya llega el Año Nuevo.
De las nubes bajas y pálidas del atardecer parten súbitos relámpagos
acompañados por el rumoroso sonido de las bombas de estruendo que celebran la
partida del Dios del hogar; mientras aquí no más las bombas de estruendo explotan
aún más violentamente y antes de que acaben de retumbar los cielos ya está el
aire lleno de un tenue olor a pólvora.
Fue en una noche como ésta que volví a mi solar nativo, a Luchen. Aunque yo
lo llame mi solar nativo, durante un largo tiempo no tuve casa allí, de modo que
tenía que alojarme provisoriamente en casa de un cierto señor Lu, que era el cuarto
hijo de su familia. Es miembro de nuestro clan y pertenece a la generación anterior
a la mía, de modo que yo debiera llamarlo “Cuarto Tío”.
Es un viejo erudito que ha estudiado el neoconfucianismo, y lo encontré muy
poco cambiado en todo sentido, simplemente un poco rnás viejo, pero sin bigotes
todavía. Cuando nos encontramos, después de unas frases banales, dijo que yo
estaba más gordo e inmediatamente después de decir que yo estaba más gordo
lanzó un violento ataque contra los revolucionarios.
Yo sabía que no se trataba de una cuestión personal, porque el objeto de su
ataque era en verdad Kang Yu-wei. Sin embargo, la conversación resultó ser difícil
entre nosotros, por lo que casi en seguida me encontré solo en el estudio.
Al día siguiente me levanté muy tarde, y después de almorzar salí a visitar
algunos parientes y amigos. Al otro día hice lo mismo. Ninguno de ellos estaba muy
cambiado, solamente un poco más viejos; pero todas las familias estaban muy
atareadas preparándose para “el sacrificio”.
Esta es la gran ceremonia de fin de año en Luchen, en la que la gente da
reverentemente la bienvenida al Dios de la Fortuna y le implora buena suerte para
el año próximo. Matan pollos y patos y compran cerdos, y limpian y friegan hasta
que los brazos de las mujeres se ponen rojos de frío en el agua.
Después que se ha cocinado la carne se arrojan algunas presas al azar, y esto
es lo que se llama el “ofertorio”.
Se hace a la madrugada, cuando se enciende el incienso y y entonces invitan
reverentemente al Dios de la Fortuna a que venga y se sirva de sus alimentos.
Sólo los hombres participan en la ceremonia, y después del sacrificio hacen
estallar petardos y cohetes como antes. Esto ocurre todos los años en todas las
familias, basta con que puedan comprar el ofertorio y los petardos; así es que este
año naturalmente seguían con la misma costumbre.
El día se puso muy nublado y por la tarde empezó a nevar, los copos más
grandes parecían pétalos de cerezos, y revoloteaban por el cielo, y esto, combinado
con el humo y el rumor de la actividad, hacía que Luchen pareciera estar
fermentando. Cuando volví al estudio de mi tío, el tejado ya estaba blanco de
nieve, el cuarto parecía más brillante, lo que hacía iluminar y destacarse muy
claramente la gran piedra roja con el símbolo de la longevidad que colgaba de la
pared, escrita por el santo taoísta Chen Tuan.
Uno de los pergaminos había caído y yacía enrollado bajo la mesa larga, pero
el otro seguía colgado alli, con las palabras: “Con comprensión y sereno espíritu”.

1
Se refiere al caiendario lunar china. (N. de T.)
11
Sin nada que hacer me puse a revolver los libros que estaban sobre la mesa
junto a la ventana, pero lo único que pude encontrar fue una pila de lo que parecía
ser un juego incompleto del Diccionario de Kang Hsi, un volumen de los escritos
filosóficos de Chiang Yung, y un volumen de Comentarios sobre los Cuatro Libros2.
De todas maneras, me decidí a partir al día siguiente, Porque el solo pensar
en mi encuentro con la mujer de Hsiang Lin el día anterior me hacía sentir muy
incómodo. Había ocurrido por la tarde. Yo había estado visitando a un amigo en el
barrio oriental de la ciudad y cuando salía la encontré cerca del río; y al notar cómo
me miraba fijamente me di cuenta que intentaría acercarse a mí.
De toda la gente que yo había visto esta vez en Luchen nadie había cambiado
tanto como ella: su cabello que cinco atrás tenía hebras grises ahora estaba
completamente blanco, y no parecía lá cabellera de una mujer de cuarenta años.
Su rostro, consumido y enjuto, había perdido su anterior expresión de tristeza y
ahora parecía tallado en madera. Sólo el ocasional brillo de sus ojos mostraba que
era una criatura viviente. En una mano llevaba una canasta, con un plato roto,
vacío; y en la otra, un bastón de bambú más alto que ella, roto en una punta: era
evidente que se había convertido en una pordiosera.
Yo me detuve esperando que viniera a pedirme dinero.
—¿Ha vuelto? —Me preguntó primero.
—Sí.
—Ha hecho muy bien. Usted es un intelectual, y ha viajado mucho y ha visto
mucho. Yo quiero preguntarle algo. —Sus ojos apagados brillaron de pronto.
No me hubiera imaginado nunca que me hablaría de ese modo, así es que el
asombro me impidió contestarle.
—Se trata de esto. —Se acercó otros dos pasos, bajó la voz y susurró en tono
confidencial:— Después que una persona muere, ¿se convierte en fantasma o no?
A mí me asustó un poco al ver cómo fijaba en mí sus ojos, y sentí que un
escalofrío me recorría la espalda. Su pregunta me había puesto más nervioso que
esas que inesperadamente suelen formularle a uno o en un examen. Personalmente
yo nunca me había preocupado por la cuestión de la existencia de los fantasmas,
pero ahora, ¿qué podía contestarle a ella?
Después de un minuto de vacilación pensé: “La gente de aquí cree
tradicionalmente en los fantasmas; sin embargo, parece que ella es escéptica,
aunque quizá fuera mejor decir que tiene esperanzas: ella espera que exista la
inmortalidad, y al mismo tiempo espera que no. ¿Por qué aumentar el sufrimiento
de esta desgraciada? Para darle algo en qué creer será mejor decirle que sí”.
—Yo creo que puede haber —dije entonces con voz trémula.
—Entonces también habrá un infierno.
—¿Qué? ¿Un infierno? —grandemente desconcertado, sólo atiné a eludir la
pregunta—. ¿Un infierno? Según la razón, debiera haber uno, pero no es seguro. De
todos modos, ¿qué importancia tiene?
—Entonces, ¿la gente de una misma familia que ha muerto se volverá a
encontrar?
—Bueno, si se volverán a encontrar o no…
Comprendí ahora que estaba haciendo un papel de estúpido; con todas mis
vacilaciones y mi cuidadosa reflexión había sido incapaz de aguantar tres
preguntas. De inmediato perdí toda seguridad, y quise decir exactamente lo
contrario de lo que le había dicho antes.
—En este asunto, para serle franco, no estoy muy seguro. En verdad,
tampoco estoy seguro en lo que se refiere a los fantasmas.

2
Estos son escritos disico del confucianismo. (N. de T.)
12
Para evitar más preguntas me alejé rápidamente y me refugié en la casa de
mi tío, sintiéndome muy perturbado. Pensé para mí: “¿Puede ser peligrosa para ella
mi respuesta? Quizá lo que ocurre es que cuando otra gente está con ánimo de
fiesta ella se siente sola. ¿Pero no habrá otra razón? ¿No será que tiene un
presentimiento? Si hubiera alguna otra razón, y algo llegara a ocurrir, entonces se
me podía responsabilizar a mí por esa respuesta, hasta ciero punto punto”.
Acabé, sin embargo, por reírme de mí mismo, pensando que ese encuentro
casual no podía tener ninguna significación y yo lo estaba tomando tan a pecho. No
era de extrañarse que alguna vez un maestro hubiera dicho que yo era un caso
neurótico.
Además, yo había dicho bien claramente: “No estoy seguro”, contradiciendo
mi respuesta anterior, de modo que si algo llegara a ocurrir, yo no tendría la culpa.
“No estoy seguro”, es una frase sumamente útil.
Los jóvenes inexperimentados y torpes a menudo echan sobre si el resolver
los problemas de las gentes o elegir los médicos, y si por casualidad las cosas salen
mal, probablemente se los haga responsables; pero simplemente con utilizar esta
frase: “No estoy seguro” uno puede librarse de toda responsabilidad. En esta
ocasión sentía aún con más fuerza la necesidad de esa frase, dado que al hablar
con una pordiosera no había manera de prescindir de ella.
Sin embargo, seguí sintiéndome incómodo. Y aún después de dormir toda la
noche seguía pensando en eso, como si tuviera el presentimiento de que fuera a
ocurrir alguna desgracia. En ese tiempo nevoso, en el sombrio estudio, esta
incomodidad mía no hacía más que aumentar. Sería mejor que me fuera: al día
siguiente volvería a la ciudad.
En el restaurante de Fu Hsing solían cobrar un dólar por una gran fuente de
aletas de tiburón hervidas; era un plato barato y delicioso y me pregunté si habría
aumentado su precio.
Aunque los amigos que solían acompañarme a comerlo en otros días ya no
estaban, las aletas de tiburón eran algo que había que enfrentar aunque fuera solo.
De todas maneras me decidí a partir al día siguiente.
A causa de que a menudo había tenido la experiencia de que cosas que yo
esperaba que no ocurrieran y que no quería que ocurrieran, ocurrían
invariablenemente, temía con desesperación que éste resultara otra vez uno de
esos casos.
Y en verdad empezaron a ocurrir cosas extrañas. Hacia el atardecer escuché
gente conversando en el otro cuarto como si discutieran por algo; de un momento
cesó la convesación, y sólo escuché que mi tío decía en alta voz al salir: “Ni más
temprano ni más tarde, justo ahora, ése es un signo seguro de una mala persona”.
Al principio me asombré, después me sentí molesto pensando que esas
palabras pudieran referirse a mí. Miré al otro cuarto pero no vi a nadie. Me contuve
con dificultad hasta que entró su sirviente antes de la cena para preparar un poco
de te, y sólo entonces tuve oportunidad de averiguar algo.
—¿Con quién estaba enojado el señor Lu hace un rato? —le pregunté.
—Con la esposa de Hsian Lin —me contestó brevemente el servidor.
—¿La esposa de Hsiang Lin? ¿Qué pasó? —volví a preguntar.
—Muerta.
—¿Muerta? —mi corazón dio un salto y probablemente mi rostro cambió de
color. Pero como él no levantó la vista no se debe haber dado cuenta. Después
pude controlarme y seguir preguntando:— ¿Cuándo murió?
—¿Cuándo? Anoche o esta mañana, no estoy muy seguro.
—¿Cómo murió?
—¿Cómo murió? Pues, de miseria, por supuesto.
13
Me contestó plácidarnente y siempre sin levantar la cabeza para mirarme, y
salió del cuarto.
Sin embargo, mi agitación duró poco, porque ahora que algo que yo sabía
inminente ya había ocurrido, no tenía necesidad de refugiarme en mi “No estoy
Seguro”. o en la expresión del sirviente “Murió de miseria”, para consolarme.
Mi corazón se sintió más aliviado. Sólo de tanto en tanto parecía sentir algún
peso. Yo quería la cena y mi tío me acompañó con solemnidad. Yo quería
preguntarle acerca de la esposa de Hsiang Lin, pero sabía que aunque había leído
Los Duendes y los Espíritus Son Propiedad de la Naturaleza, había retenido muchas
supersticiones y en la víspera de este sacrificio estaba fuera de la cuestión
mencionar algo como la muerte o la enfermedad. En caso de necesidad se podían
usar alusiones veladas pero infortunadamente yo no sabía cómo hacerlo de modo
que aunque las preguntas me llegaba a la punta de la lengua no podía hacer más
que morderlas.
Por su solemne expresión sospeché súbitamente que me contemplaba
pensando que había elegido no más temprano ni más tarde sino exactamente ese
momento para venir a molestarlo, y que también yo era una mala persona, de
modo que para tranquilizarle le dije que pensaba partir de Luchen al día siguiente y
volver a la ciudad. El no insistió mucho en que me quedara. Así es que terminamos
tranquilamente la comida.
En invierno los días son cortos y ahora que nevaba la oscuridad ya cubría la
ciudad. Todos estaban muy atareados dentro de las casas, pero fuera reinaba la
mayor tranquilidad. Gruesos copos de nieve caían sobre las calles y lo hacían a uno
sentirse más solitario todavía.
Yo me senté solo bajo la lámpara de aceite vegetal y pensé:
“Esta pobre mujer abandonada por la gente en el polvo como un juguete
fatigoso y gastado, una vez dejó su propia impronta en el polvo; y esos que gozan
de la vida se deben haber maravillado de que ella quisiera prolongar su existencia;
pero ahora la ha barrido la eternidad. Yo no sé si los fantasmas existen o no; pero
en este mundo cuando acaba una existencia sin sentido, para que alguien que
cansa a la gente ver no se vea más; eso es bueno tanto para el individuo afectado
como para los otros.”
Escuché con atención para ver si podía oir la nieve cayendo en la calle, y
seguí pensando en esto hasta que gradualmente me fui sintiendo menos incómodo.
Pero fragmentos de su vida que había visto u oído hacía mucho tiempo se
combinaban ahora ante mí para formar un todo.
No era de Luchen. Cierto año al comienzo del invierno, cuando la familia de
mi tío quiso cambiar de doncella, la vieja señora Wei que actuó como introductora,
la trajo. Su cabello estaba ceñido con vinchas blancas, llevaba una pollera negra,
una chaqueta azul y una blusa blanca, tenía unos veintiséis años y un rostro pálido
aunque sus mejillas eran rosadas. La vieja señora Wei la presentó como la esposa
de Hsiang Lin, y dijo que era una vecina de la familia de su madre, y que desde la
muerte de su esposo había trabajado fuera.
Mi tío frunció el ceño; mi tía comprendió de inmediato que a él le disgustaba
porque se trataba de una viuda. Sin embargo, cuando la tía vio cuán respetable
era, con sus grandes y fuertes brazos y piernas, y su expresión mansa, con todo el
aspecto de ser modesta y trabajadora, no le prestó atención al ceño de mi tío, y la
tomó. Durante el período de prueba trabajó desde la mañana hasta la noche, como
si se aburriera cuando no hacía nada; y era tan fuerte que podía hacer el trabajo de
un hombre; por eso al tercer día arregló todo y se le fijó un salario de quinientas
monedas por mes.

14
Todos la llamaban la esposa de Hsiang Lin. No le preguntaban su propio
nombre, pero como fue presentada por alguien de la aldea Wei, que dijo que era
una vecina, era presumible que su nombre también fuera Wei. No era muy locuaz,
sólo contestaba cuando se le hablaba, y aun entonces sus respuestas eran breves.
Ya había pasado casi un mes en casa cuando supimos poco a poco que ella tenía
una suegra muy severa en su casa, y un cuñado más joven que era tallista. Su
esposo, que también había sido tallista, había muerto en la primavera última, Era
diez años más joven que ella, y esto era todo lo que se logró saber de su vida
anterior.
Los días pasaban uno tras otro, pero ella seguía trabajando como siempre;
comía cualquier cosa y no se mezquinaba en las más duras labores. Todos decían
que la doncella que trabajaba en casa del señor Lu realizaba más trabajo que un
hombre. Al final del año barría, limpiaba los pisos, mataba los pollos y los gansos y
se sentaba a cocinar la carne del sacrificio, completamente sola, de modo que la
familia no tenía que contratar servicio extra. Ella por su parte también estaba
satisfecha; gradualmente la huella de una sonrisa empezó a aparecer en la
comisura de sus labios y su rostro se tomó más blanco y más relleno. Apenas
acababa de pasar un año y medio cuando volvió de lavar arroz en el río
completamente pálida diciendo que había visto desde lejos a un. hombre en la orilla
opuesta que se parecía mucho a su cuñado y que probablemente había venido a
buscarla. Mi tía, muy alarmada, hizo una minuciosa investigación, pero no pudo
obtener más informaciones.
Cuando mi tío se enteró, frunció el ceño y dijo: “Esto es malo. Se debe haber
escapado de la familia de su marido.” No pasó mucho tiempo sin que esta sabia
deducción se viera confirmada.
Dos semanas después cuando todos empezaban a olvidar lo ocurrido, la vieja
Wei llegó de pronto trayendo consigo una mujer de treinta y tantos años que dijo
ser la suegra de la doncella. Aunque la mujer parecía una aldeana, actuaba con
mucha desenvoltura. Después de los habituales saludos y frases de cortesía, se
disculpó y dijo que el objeto de su viaje era llevarse a su casa a su nuera, porque
había mucho trabajo al comienzo de la primavera, y sólo tenían viejos y niños en la
casa, de modo que la necesitaba.
—Si es su suegra la que la busca, ¿qué puede objetarse? —dijo mi tío.
Entonces, se le ajustaron las cuentas. Se le adeudaban mil setecientas
cincuenta monedas, porque nunca había tocado un centavo de su sueldo; y ahora
mi tía le dio todo el importe a su suegra. Esta también tomó las ropas, agradeció al
señor y la señora Lu y se fue. Ya era cerca del mediodía.
—¡Oh, el arroz! ¿No fue la esposa de Hsiang Lin a lavar el arroz al río? —
exclamó súbitamente mi tía. Probablemente sentía hambre, y por eso se acordó del
arroz.
Entonces todos se pusieron a buscar la canasta de arroz. Mi tía fue primero a
la cocina, después al zaguán, después al dormitorio; pero no se la encontraba por
ninguna parte. Mi tío fue afuera y tampoco la pudo encontrar; sólo cuando fue
directamente a la orilla del río pudo verla, estaba sobre la orilla con un manojo de
verdura al lado.
Algunos dijeron que un barco con una vela blanca había anclado allí por la
mañana, pero como el barco estaba totalmente cubierto por la vela, no sabían
quién estaba adentro, y por otra parte nadie le había prestado la menor atención.
Pero cuando la esposa de Hsiang Lin llegó a lavar el arroz y acababa de arrodillarse
junto al agua, dos hombres de aspecto campesino saltaron súbitamente a tierra, se
apoderaron de ella y la subieron a bordo. La esposa de Hsiang Lin gritó un instante,
pero después calló, probablemente porque la habían amordazado. Entonces bajaron
15
dos mujeres, una era forastera y la otra la vieja señora Wei. Cuando esta gente
trató de espiar lo que había en el bote, no pudieron ver bien, pero parecía que ella
estaba atada en la cubierta.
—¡Es una vergüenza! Pero... —dijo mi tío.
Ese día mi tía tuvo que preparar sola el almuerzo y mi prima Ah Niu encendió
el fuego.
Después del almuerzo volvió la señora Wei.
—¡Es una vergüenza! —le dijo mi tío.
—¿Qué significa esto? ¿Cómo se atreve usted a venir aquí? —mi tía, que
estaba lavando los platos, empezó a reprenderla apenas la vio—, usted misma la
recomendó y después conspiró para llevársela, provocando todos estos trastornos.
¿Qué va a pensar de usted la gente? ¿Está usted tratando de convertirnos en el
hazmerreír del pueblo?
—¡Ay de mí, ay de mí! Yo fui vilmente engañada, y ahora he venido a tratar
de arreglar las cosas. Cuando ella vino y me pidió que le buscara trabajo, ¿cómo
podía adivinar que lo hacia sin el consentimiento de su suegra? Lo siento
muchísimo, señor y señora Lu. Por ser tan vieja y estúpida y descuidada he
ofendido a mis protectores. Sin embargo, es una suerte para mí que su familia sea
siempre tan generosa y buena. Esta vez estoy segura de encontrarle a alguien que
sea realmente buena para compensar mis errores.
—Sí, pero... —dijo mi tío.
Y así terminó el episodio de la esposa de Hsiang Lin, y antes de mucho
tiempo fue completamente olvidado.
Sólo mi tía, debido a que las doncellas que se tomaron después eran
haraganas o ladronas sin que una sola de ellas valiera nada, hablaba todavía de la
esposa de Hsiang Lin. En tales ocasiones solía decirse: “¿Qué se habrá hecho de
ella?” Cuando lo que quería decirse era que le gustaría tenerla de vuelta. Pero al
Año Nuevo siguiente también ella perdió toda esperanza.
La festividad del Año Nuevo casi había terminado cuando a vieja señora Wei
vino a presentar sus saludos, y dijo que era porque había estado en la aldea Wei
para visitar a la familia de su madre y se había quedado allí unos días, que llegaba
tarde. En el curso de la conversación se llegó naturalmente a hablar de la esposa
de Hsiang Lin.
—¿Esa? —dijo alegremente la señora Wei—. Tiene suerte ahora. Cuando la
suegra se la llevó a su casa ya la había prometido al sexto hijo de la familia Ho, de
la aldea Ho; poco después de llegar a la casa la pusieron en el palanquín de novia y
la despacharon
—¡Dios mio! ¡Qué suegra! —exclamó mi tía asombrada.
—Usted, señora, habla como una gran dama. Nosotros, la gente de campo,
no nos impresionamos por eso. Ella todavía tenía un cuñado más joven que se tenía
que casar, y si no le encontraban un marido a ella, ¿de dónde sacarían el dinero
para casarlo a él? Pero su suegra es una mujer muy inteligente y capaz, que sabe
cómo hacer negocios, así es que la casó a una familia de las montañas. Si la
hubiera casado con alguien de la misma aldea no le hubieran dado mucho dinero;
pero pocas mujeres están dispuestas a casarse con alguien que viva en medio de
las montañas. Por eso es que le dieron ochenta mil monedas. Ahora se ha casado el
segundo hijo, y sólo le costó cincuenta mil, y con todos los gastos del casamiento
todavía se quedó con diez mil monedas. ¿Dígame si no es una mujer capaz?...
—Pero, ¿y la esposa de Hsiarig Lin quería casarse?
—Nadie le preguntó si quería o no. Es claro que cualquiera habría protestado,
pero la ataron con una soga, la metieron en el palanquín de novia, la llevaron hasta
la casa del marido, efectuaron la ceremonia en el zaguán y los encerraron en su
16
cuarto. y eso fue todo. Pero la esposa de Hsiang Lin tiene un temperamento muy
fuerte. Supe que peleó fuerte, y todos dicen que seguramente porque había
trabajado en la casa de un intelectual era distinta de los demás. Usted y yo, señora,
hemos visto mucho. Cuando las viudas se vuelven a casar, algunas lloran y gritan,
otras amenazan con suicidarse. Otras, cuando han sido llevadas hasta la casa del
novio, se niegan a casarse, y algunas hasta llegan a romper las velas. Pero la
esposa de Hsiang Liii era distinta de las demás. Dicen que gritó y maldijo todo el
camino, de modo que cuando llegó a la aldea estaba completamente afónica.
Cuando la sacaron de la silla, aunque los dos portadores y su joven cuñado usaron
toda su fuerza, no la pudieron hacer quedarse quieta durante la ceremonia. Apenas
se descuidaron y la aflojaron un poco (¡bendito sea Buda!) se tiró contra una
esquina de la mesa y se abrió un agujero en la cabeza. Empezó a correr la sangre y
aunque usaron dos puñados de cenizas de incienso y la vendaron con dos trozos de
paño rojo no pudieron detener la hemorragia. Por fin tuvieron que agarrarla entre
todos para poder encerrarla con su marido en la cámara nupcial, y desde allí los
siguió maldiciendo. ¡Dios mío, fue algo realmente terrible! —sacudió la cabeza, bajó
los ojos y no dijo más.
—Y después, ¿qué pasó? —preguntó mi tía.
—Dicen que al día siguiente no se quiso levantar, —dijo la señora Wei
levantando la vista.
—¿Y después?
—¿Después? Después se levantó. Al fin de año tuvo un bebé, un niño, que
cumplió dos años este Año Nuevo. En estos días, cuando estuve en casa, algunos
vecinos habían ido hasta la aldea Ho, y cuando volvieron dijeron que la habían visto
a ella y a su hijo, y que los dos estaban gordos. Allí, no hay suegra que la mande,
el hombre es un tipo fornido que gana bien, y la casa es propia. Ya ve, ha tenido
suerte.
Después de esto, mi tía dejó de hablar de la esposa de Hsiang Lin.
Pero en un otoño, unos dos años después que llegaran estas noticias de la
fortuna de la esposa de Hsiang Lin, fue ella misma la que apareció en el umbral de
la casa de mis tíos. Sobre la mesa depositó una canasta redonda y en la mano traía
un pequeño rollo de mantas. Todavía llevaba el cabello sujeto con vinchas blancas,
y vestía una pollera negra, una chaqueta azul y una blusa blanca. Pero su rostro
era enjunto y sus mejillas habían perdido los colores. Tenía los ojos bajos, y éstos
habían perdido el brillo de antaño. Como la vez anterior, fue la vieja señora Wei la
que la trajo y la que le explicó a mi tío:
—Realmente fue como un trueno en un cielo sereno. Su esposo era tan fuerte
que nadie se hubiese imaginado que moriría de fiebre tifoidea. Al principio pareció
mejorar, pero después comió un plato de arroz frío y le volvió la enfermedad. Por
suerte ella tenía el niño; puede trabajar, ya sea talando madera, recolectando té o
alimentando los gusanos de seda; de modo que al principio pudo seguir adelante.
Pero ¿quién se iba a imaginar que al niño se lo iba a llevar un lobo? Aunque era al
final de la primavera llegó un lobo a la aldea, ¿quién iba a imaginarse eso? Ahora
está sola. Su cuñado vino a hacerse cargo de la casa y la echó, de modo que no le
quedó más remedio que venir a pedir ayuda a su antigua ama. Afortunadamente,
esta vez no hay nadie que pueda venir a llevársela, y por suerte usted en este
momento necesita una doncella, entonces la traje; pienso que alguien que ya esté
acostumbrado a trabajar con usted sería mejor que una muchacha enteramente
nueva...
—Fui muy estúpida, verdaderaiente muy estúpida... —la esposa de Hsiang Lin
alzó sus ojos inquietos y empezó a hablar—. Yo sólo sabía que en invierno cuando
nieva, las bestias salvajes no tienen qué comer en sus madrigueras y tienen que
17
bajar a las aldoas. No sabía que también vienen en la primavera. Me levanté al alba
y abrí la puerta, llené una canasta con habas y llamé a mi Ha Mao, para que viniera
y se sentara en el umbral y pelara las habas. Era muy obediente y siempre hacía lo
que yo le decía. Después corté madera en la parte de atrás de la casa y lavé el
arroz. Cuando el arroz estuvo en la sartén y quise hervir las habas, llamé a Ha Mao,
pero no hubo respuesta; y cuando salí a mirar, sólo encontré las habas diseminadas
por el suelo, pero Ha Mao no estaba. Nunca iba a jugar a las otras casas y en todos
los lugares donde fui a preguntar nadie la había visto. Me desesperé y envié gente
a buscarlo. Sólo por la tarde, en uno de los riscos vieron uno de sus zapatitos
atrapados en una mata. “Eso es un mal signo”, dijeron. “lo debe haber llevado un
lobo”. Y así fue. Cuando llegaron a la madriguera, allí estaba, yaciendo en la cueva,
con todas sus entrañas ya devoradas y su manita aferrada todavía a la canastita de
las habas. —Al llegar aquí rompió a llorar y no pudo seguir hablando.
Mi tía estuvo indecisa al principio, pero después de oír esta historia sus ojos
estaban enrojecidos. Después de pensarlo un instante le dijo que tomara su
canasta y sus mantas y fuera a la habitación de servicio. La vieja señora Wei, como
si se hubiera librado de una pesada carga, suspiró; la esposa de Hsiaiig Lin parecía
un poco más civilizada que la primera vez que vino, y sin que se le enseñara el
camino mansamente
Y todos seguían llamándola la esposa de Hsiang Lin.
Pero había cambiado mucho. No habían transcurrido tres días cuando su amo
y su ama comprendieron que ya no se movía tan de prisa como antes, le flaqueaba
la memoria, y en su rostro impasible no se dibujaba nunca una sonrisa; por eso mi
tía expresó que distaba mucho de estar satisfecha de tenerla a su servicio.
Cuando recién llegó la mujer, aunque mi tío frunció el ceño como siempre a
causa de las dificultades en el servicio, no objetó con mucha fuerza, pero en
secreto previno a mi tía que aunque esa gente parezca digna de compasión, son
una mala influencia moral; así, aunque se le podía utilizar para el trabajo ordinario
no debía participar en los preparativos del sacrificio, y ellas —mi tía y mi prima—
tendrían que preparar solas toda la comida, porque de otro modo ésta sería impura,
y los antepasados no la aceptarían.
El acontecimiento más importante en la casa de mi tío era el sacrificio de la
víspera de fin de año y antiguamente ésta había sido la época de más trabajo para
la esposa de Hsiang Lin; pero ahora no tenía nada que hacer. Cuando se puso la
mesa en el centro de la sala y se corrieron las cortinas ella recordaba todavía cómo
se hacía y quiso poner los vasos y distribuir las presas.
—iEsposa de Hsiang Lin, deja eso! ¡Lo haré yo! —dijo apresuradamente mi
tía.
Ella retiró prestamente sus manos y fue a buscar los candelabros.
—¡Esposa de Hsiang Lin, deja eso! Ya los traeré yo —volvió a decir mi tía.
Después de dar varias vueltas sin encontrar nada que hacer, sólo atinó a irse
con paso inseguro, lo único que hizo ese día fue estar sentada junto a la chimenea
y avivar el fuego.
La gente del pueblo seguía llamándola “la esposa de Hsiang Lin”, pero en un
tono distinto al que usaban antes; y aunque todavía hablaban con ella, sus modos
eran mucho más fríos. A ella no le molestaba esto en absoluto, y mirando al frente
con expresión inmóvil, contaba a todo el mundo su historia, esa historia que
ocupaba día y noche su pobre cabeza.
—Fui muy estúpida, verdaderamente muy estúpida... —solía decir—. Yo sólo
sabía que en invierno, cuando nieva, las bestias salvajes no tiene qué comer y
tienen que bajar a las aldeas. No sabía que también vienen en la primavera. Me
levanté al alba y abrí la puerta, llené una canasta con habas y llamé a mi Ha Mao,
18
para que viniera y se sentara en el umbral y pelara las habas. Era muy obediente y
siempre hacía lo que yo le decía. Después corté madera en la parte de atrás de la
casa y lavé el arroz. Cuando el arroz estuvo en la sartén y quise hervir las habas,
llamé a Ha Mao, pero no hubo respuesta; y cuando salí a mirar, sólo encontré las
habas diseminadas por el suelo, pero Ha Mao no estaba. Nunca iba a jugar a las
otras casas, y en todos los lugares donde fui a preguntar nadie lo había visto. Me
desesperé y envié gente a buscarlo Sólo por la tarde, después de buscar por todas
partes, en uno de los riscos vieron uno de sus zapatitos atrapado en una mata.
“Eso es un mal signo”, dijeron, “lo debe haber llevado un lobo”. Y así fue. Cuando
llegaron a la madriguera, allí estaba, yacente en la cueva, con todas sus entrañas
ya devoradas y su manita aferrada todavía a la canastita de las habas... —Al llegar
a este punto rompía a llorar y no podía seguir hablando.
Su historia era bastante eficaz, y cuando los hombres la escuchaban solían
dejar de sonreír y se alejaban desconcertados, mientras que las mujeres no sólo
parecían perdonarla sino que sus rostros inmediatamente perdían su mirada
despectiva y terminaban por unir sus lágrimas a las de ella. Había algunas viejas
que no la habían oído hablar en la calle, y que iban especialmente a buscarla para
oír su triste historia. Cuando su voz desfallecía y rompía a llorar, entonces ellas se
le unían, derramando las lágrimas que se habian juntado en sus ojos. Después
suspiraban y se iban satisfechas, intercambiando comentarios.
Ella por su parte, no pedía más que la dejaran relatar su historia una y otra
vez a menudo reunía tres o cuatro personas para que la escucharan. Pero no pasó
mucho tiempo hasta que todo el pueblo ya la sabía de memoria, hasta que incluso
en los ojos de las señoras más bondadosas y más temerosas de Buda no se veía ni
el rastro de una lágrima. Más tarde, ya todos en el mercado, podían recitar su
historia a la par de ella, y los cansaba, y los exasperaba oírla.
—Fui muy estúpida —verdederamente muy estúpida, —solía comenzar.
—Sí, usted sólo sabía que cuando nevaba las bestias salvajes no tenían qué
comer y bajaban a las aldeas —le interrumpían el relato y se iban.
Ella se quedaba parada con la boca abierta mirándolos con una expresión
asombrada y después se iba lentamente, completamente desconcertada. Pero ella
seguía con su tema, y siempre, de cualquier tema relacionado, tal como el de las
canastas, las habas, y los niños, pasaba a su propia historia e intentaba referirla. Si
veía un niño de unos dos o tres años, decía: “Ah, señor, si mi Ha Mao estuviera
vivo, sería así de alto...” Los niños, al ver la mirada de sus ojos se asustaban y
buscaban refugio detrás de las polleras de sus madres. Entonces volvía a quedarse
sola y otra vez se iba desconcertada Más tarde, todos ya conocían su tema, y
bastaba que hubiera un niño cerca para que alguien le preguntara con una sonrisa
sarcástica: “Esposa de Hsiang Lin, si tu Ha Mao estuviera vivo, ¿no sería así de
alto?”
Ella, probablemente no llegaba a comprender que su relato, después de haber
sido escuchado y degustado por los vecinos durante tanto tiempo, ahora les sabía
mal, y sólo excitaba en ellos disgustos y desprecio; pero del modo como la gente le
sonreía ella parecía saber que eran fríos y sarcásticos, y que no necesitaba decirles
nada más. Simplemente los miraba y no les decía una palabra.
En Luchen la gente celebra el Año Nuevo a lo grande: desde el vigésimo día
del duodécimo mes en adelante la gente empieza a prepararse para la fiesta. Esta
vez en casa de mi tío consideraron necesario tomar una sirvienta para la
temporada, pero todavía quedaba mucho que hacer, así que llamaron otra
sirvienta, Liu Ma, para ayudarla. Había que matar pollos y gansos, pero Liu Ma era
una mujer devota que no probaba la carne, que no mataba seres vivos y que se
limitaba a lavar la vajilla del sacrificio. La esposa de Hsiang Lin, aparte de encender
19
el fuego, no tenía otra cosa qué hacer, y descansaba, sentada mirando cómo Liu Ma
lavaba la vajilla. Empezó a nevar.
—¡Dios mío!, yo fui verdaderamente estúpida... —dijo la esposa de Hsiang Lin
como si hablara consigo misma, mirando al cielo y suspirando.
—¡Esposa de Hsiang Lin, ya empiezas de nuevo! —dijo Liu Ma, mirándola con
impaciencia—. Quiero preguntarte: esa herida que tienes en la frente, ¿te la hiciste
entonces?
—Sí, sí —contestó con vaguedad.
—Quiero hacerte otra presunta: ¿qué hizo que consintieras después de todo?
—¿Que consintiera yo...?
—Sí. Lo que pienso es que debes haber consentido; porque si no...
—¡Dios mío!, es que no tienes idea de lo fuerte que era.
—No te creo. No creo que haya sido tan fuerte que verdaderamente no se lo
hayas podido impedir. Debes haber consentído, sólo que prefieres achacarlo a su
fuerza.
—¡Dios mío, sí, sí! Tú puedes hablar... Trata por ti misma y verás —se sonrió.
La cara arrugada de Liu Ma se quebró también en una sonrisa; sus ojillos
recorrieron la frente de la esposa de Hsiang Lin y se fijaron en sus ojos. La esposa
de Hsiang Lin, como si se sintiera incómoda, dejó de sonreír, desvió la vista y miró
los copos de nieve.
—¡Esposa de Hsiang Lin, ése sí que fue un mal negocio! —dijo Liu Ma en tono
misterioso—. Si hubieras aguantado un poco más, o te hubiera matado a golpes
habría sido mejor. Pero como están las cosas, después de vivir con tu segundo
esposo menos de dos años, eres culpable de un gran crimen. Piénsalo; cuando en
el futuro vayas al otro mundo, los espectros de esos dos hombres se pelearán por
ti. ¿Con cuál irás? El rey de los infiernos no tendrá más recurso que partiste en dos
y dividirte entre ellos, verdaderamente...
Entonces, en su rostro se dibujó el terror. Esto era algo que no había oído
nunca en las montañas.
—Creo que será mejor que tomes tus precauciones de antemano. Debes ir al
Templo de los Dioses Tutelares y comprar un umbral para que te sustituya, de
modo que miles de personas puedan pisarlo y arrodillarse allí para compensar tus
pecados en esta vida y evitar el tormento en la otra.
En ese momento la esposa de Hsiang Lin no dijo nada, pero esto la
impresionó profundamente porque a la mañana siguiente cuando se levantó,
grandes círculos violetas enmarcaban sus ojos. Después del desayuno fue al
Templo de los Dioses Tutelares en el extremo occidental de la aldea y pidió comprar
un umbral. Los sacerdotes del templo no quisieron al principio y sólo cuando la
vieron derramar amargas lágrimas consintieron de mala gana. El precio fijado fue
de doce mil monedas.
Hacía va mucho que habja dejado de hablar con la gente a causa de que la
historia de Ha Mao había sido recibida con tanto desprecio; pero la noticia de su
conversación con Liu Ma aquel día se desparramó por la ciudad y mucha gente
volvió a interesarse por elIa y otra vez la paraban en la calle para hacerla hablar.
En cuanto al tema, lógicamente había cambiado y ahora se trataba de su herida en
la frente.
—¡Esposa de Hsiang Lin, quiero hacerte una pregunta!, ¿por qué consentiste
después de eso? —le gritaban.
—¡Oh, qué lástima! Haberte dado semejante golpe, y total, para nada —solía
decir otro, mirando significativame su cicatriz.
Probablemente ella comprendía por sus sonrisas y el tono de su voz que se
estaban burlando de ella, de modo que los miraba fijamente sin decir palabra, y al
20
final ya no volvía la cabeza. Todo el día andaba con los labios apretados, llevando
en la frente la cicatriz que todos consideraban una marca de vergüenza,
deslizándose silenciosamente por la calle, barriendo el piso, lavando la galería,
preparando el arroz.
Sólo desnués de un año de trabajo recibió de mi tía su salario y lo cambió por
doce dólares de plata, y con ellos fue al extremo occidental de la ciudad, pero en
menos tiempo del que se necesita para un almuerzo estuvo de vuelta. Parecía
mucho más consolada y en sus ojos brillaba una nueva luz; le contó a mi tía que ya
había comprado un umbral en el Templo de los Dioses Tutelares.
Cuando llegó la época del sacrificio de invierno, trabajó con más fuerza que
nunca y al ver a mi tía sacar los utensillos del sacrificio y llevar la mesa con Ha Niu
al medio de la sala fue a buscar las copas y los palillos.
—iDeja eso, esposa de Hsiang Lin! —le gritó mi tía.
Ella retiró la mano como si se hubiera quemado, y al mismo tiempo su cara
tomó un color de ceniza, y en lugar de irse a buscar los candelabros se quedó de
pie en medio de la sala, completamente perdida. Sólo cuando vino mi tío a quemar
el incienso y le dijo que saliera, se fue.
Esta vez el cambio en ella fue muy grande, porque al día siguiente no sólo
tenía los ojos hundidos sino que su espíritu parecía definitivamente roto. Es más, se
tornó muy tímida, no sólo tenía miedo a la oscuridad, sino también a las sombras,
de modo que a la vista de cualquiera, hasta de sus propios amos, parecía tan
asustada como un ratoncito que hubiera salido de su cueva durante el día. Por lo
demás, estaba sentada en una actitud estúpida, como una estatua de madera. En
menos de medio año, su cabello empezó a encanecer, y su memoria fue
empeorando hasta el punto de que se olvidaba continuamente de ir a preparar el
arroz.
—¿Qué le ha pasado a la esposa de Hsiang Lin? Habría sido mejor no
retenerla la última vez. —A veces mi tía hablaba así delante de ella, como si la
estuviera amenazando.
Pero ella siguió así, y ya no hubo esperanzas de que mejorara. Después,
decidieron librarse de ella y le dijeron que e fuera a casa de la vieja señora Wei.
Mientras yo estuve en Luchen sólo hablaban de eso como un proyecto; pero a
juzgar por lo que ocurrió después, es lo que deben haber hecho.
Pero si ella se convirtió en pordiosera después de salir de la casa de mi tía o
si primero estuvo en casa de la vieja señora Wei y después se convirtió en
pordiosera, es lo que no sé.
Refiero toso esto porque me desperté al oír los petardos que explotaban junto
a mi ventana. Vi el resplandor de las linternas amarillas del tamaño de habichuelas
y oí el chisporroteo de los fuegos artificiales, mientras en la casa de mi tío se
celebraba el sacrificio. Sabía que ya estaba cerca el alba. Me sentí aturdido, oyendo
como en un sueño el sonido continuo y distante de los petardos que parecan formar
una densa nube de ruido en el cielo y que se unían con los copos de nieve para
formar una capa que envolvía la ciudad.
Envuelto en todo este bullicio, descansado y tranquilo, la duda que me había
torturado desde el alba hasta el anochecer fue barrida por esta atmósfera de fiesta
y sólo sentí que los santos del cielo y de la tierra habían aceptado el sacrificio y el
incienso y todos andaban borrachos de alegría por el cielo, preparándose a dotar a
las buenas gentes de Luchen de una inconmensurable buena suerte.

7 de febrero de 1924.

21

También podría gustarte