Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Del griego logos. El término logos es uno de las más importantes en la actitud racional
ante el mundo. Puede traducirse como pensamiento, razón, habla, discurso, concepto,
palabra, conocimiento; pero el término castellano más fiel es tal vez el término razón. Así
la biología es el explicar o dar razón de los seres vivos, la teología el explicar o dar razón
de Dios, la antropología el explicar o dar razón del hombre.
Hay una breve frase que muchas historias de la filosofía utilizan para resumir las
implicaciones de la aparición de la filosofía: la filosofía es el paso del mito al logos. Con
esta frase se quiere indicar que los primeros filósofos aceptaron estos dos principios:
El término Logos tiene una larga historia cultural y religiosa. Será estudiado aquí en sus
diversos sentidos, pero en un Diccionario sobre el Dios cristiano se privilegiará,
evidentemente, el concepto en la revelación del NT y en la teología cristiana. La revelación
cristiana, en el evangelio de san Juan, habla del misterio de Dios mencionando al Logos, al
que llama Dios y del que dice «se hizo carne» (n 1, 1.14). Son los datos de esta revelación
los que nos interesan. Sin embargo, buscamos en el pasado del término logos dentro y fuera
del AT antecedentes para su formulación y su proceso.
Pero el Logos universal era también participado en las cosas, era el logos spermatikós. El
logos, en cuanto razón, ley, pensamiento interior, no pronunciado, se llamó logos
endiáthetos, logos interno, distinguiéndose del logos prophorikós, logos pronunciado y no
sólo pensado.
Hay acuerdo entre la mayoría de los autores de que el Logos joánico no depende del
concepto helenista. Basta con ver las introducciones al evangelio de san Juan que han ido
suprimiendo o mermando sustancialmente el tema de la relación del logos de la filosofía
griegacon la revelación cristiana. «Sería engañoso sugerir, que para entender el Prólogo uno
debe entender primero el uso griego de logos». No puede afirmarse que san Juan conoció el
estoicismo, por ejemplo, de manera que pudiera influirle de algún modo en su concepto de
logos. Estamos con H. Kleinknecht; cuando dice: «La especulación helenista del logos es
algo fundamentalmente diversa del Logos neotestamentario».
2. EN EL JUDAÍSMO.
La Memrá de Yahvé crea, habla, bendice, perfecciona, actúa en las teofanías, sustituye
antropomorfismos, como boca, voz. En el Targum no se quiere decir directamente que Dios
habla o crea o se aparece, etc. Viene entonces, en cierto modo personificada, la Palabra, la
Memrá de Yahveh, a ejercer esas funciones. ¿Qué influencia puede haber tenido en Juan el
lenguaje targúmico de la Memrá? «El empleo absoluto de Logos en el Prólogo del cuarto
Evangelio y su dimensión hipostática intradivina (El Logos estaba junto a Dios y el Logos
era Dios), no es explicable por el empleo veterotestamentario de Debar Yahveh, ni por el
empleo targúmico del Memrá de Yahveh, ni por el empleo neotestamentario de Logos toú
Theoú». Se exige nueva revelación.
d. En Filón de Aelejandría. Filón acepta de algún modo el logos de los estoicos, pero lo
judaíza identificándolo con la Sabiduría. Por eso usa la especulación acerca de la Sabiduría
personificada que acompañó a Dios desde la creación. Aunque tiene la fe en la creación,
habla de un Logos previo, como una idea original, del tipo de Platón,que es anterior a la
realidad de este` mundo. Para Filón esta idea es el Logos, Filón personifica al Logos, lo
hace una . hipóstasis, pero criatura, lo hace media dor entre Dios y la creación. El Logos'j
de Filón no es, como para los estoicos, ,1 Dios mismo. Filón depende de los textos
sapienciales al hablar de su Logos: Éste «es imagen de Dios y mediante él todo el mundo
ha sido hecho»''. El Logos de Filón penetra el mundo y de modo especial el alma del sabio.
Aunque el Logos de Filón tiene parecidos materiales con el de Juan —Filón llama a su
Logos luz— con el trasfondo de la creación estas semejanzas se explican por un fondo
bíblico común y por los targumim que presentan la Memrá de Yahveh. En el Targum de
Onquelos y en el del Pseudojonatán no figura la Memrá de Yahveh, sólo aparece en el
Palestino representado en el codex Neofiti 1. De ahí lo toma Filón.
Aunque Filón mencione el Logos 1300 veces en su obra, tanto aludiendo a la Palabra de
Dios como al pensamiento estoico de principio unitario del universo, «apenas si es
necesario hacer intervenir a Filón en la mediación joánica, que se vincula sobre todo a los
desarrollos del AT sobre la palabra (o la sabiduría) de Dios y a la doctrina targúmica del
Memrá de Yahvé». Sin embargo, Filón ha dado mucha importancia al Logos haciendo
especulación sobre él: «Si hay alguno que no es todavía digno de ser llamado hijo de Dios,
que se apresure a conformarse con el Logos, su primogénito, el más antiguo de los ángeles,
en cierta manera aran' gel y que tiene varios nombres: Es llamado, en efecto, Principio,
Nombre dé Dios, Logos, Hombre a imagen (de Dios), el Vidente Israel (...). Si no somos
aún capaces de ser considerados hijos de Dios, seámoslo, al menos, de su imagen invisible,
el santísimo Logos. Porque el Logos más antiguo es imagen de Dios»'". El Logos de Filón
tiende a resaltar la transcendencia de Dios, por eso es intermediario de la creación y de la
salvación.
3. EN EL GNOSTICISMO.
No parece haya que detenerse mucho en el estudio del gnosticismo como influencia para el
término Logos en el evangelio de Juan. En Jn 1, 14 se enseña la encarnación de modo
realista, idea contraria al gnosticismo. Por otra parte, Juan habla del Logos en el mundo,
para vitalizar al mundo (Jn 1, 9-10), mientras el Logos gnóstico se separa del mundo. No
hay certeza de que los textos gnósticos de cierto parecido con Juan sean anteriores a éste.
Todo indica que los pocos puntos de contacto se deben a influencias de Juan o de la Biblia
o la misma apocalíptica judía en los autores gnósticos. Las emanaciones gnósticas de la
divinidad dejan al Logos relegado entre tantos eones. El gnosticismo comprende al salvador
de modo doceta. «El realismo del término Sarx es una muralla contra cualquier clase de
docetismo». Los mismos gnósticos cristianos niegan la encarnación. San Ireneo lo advertía:
«Secundum autem nullam sententiam haereticorum Verbum Dei caro factum est».
Es necesario abordar el texto del Prólogo directamente, al menos en los textos en que
aparece Logos, Palabra.
Jn 1, 1: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2. Ella estaba en el principio con Dios.
Juan quiere hablar aquí del misterio de Jesús, de su preexistencia. Era, existía, y estaba
traducen el mismo verbo eimí, ser, en imperfecto, indicando intemporalidad, existencia sin
límites, un continuo existir. Esto queda avalado al afirmar que «la Palabra era Dios». Aquí,
la Palabra es sujeto y tiene artículo determinado, mientras que Dios está sin artículo, porque
es el predicado que se da a la Palabra. «En el principio era la Palabra» pareció a Juan el
inicio más apropiado para contar el misterio de Jesús. No se trata del principio de la
creación, como en Gén 1, 1 sino de la eternidad, de la que se habla en los textos
sapienciales que tratan del origen de la Sabiduría de Dios.
Existen otros textos que hablan de la preexistencia de Jesús. No sólo los himnos de Flp 2,
6s; Col, 1, 15; Heb 1, 2s hablan de preexistencia. Textos como: «Bebían de la roca
espiritual que les seguía, y la roca era Cristo» (1 Cor 10, 4); «Siendo rico, por vosotros se
hizo pobre» (2 Cor 8, 9; cf. 1 Cor 8, 6). De Jesús, más joven que el Bautista, decía éste: «Él
era antes que yo» Un 1, 31). Si Jesús es anterior a Abrahán es por su preexistencia Un 8,
58). El Logos «aunque inseparable de él (de Dios) en su esencia, puede ser distinguido de él
conceptualmente; participa de la naturaleza de Dios, preservando el monoteísmo judío.
Pero puede también ser pensado como separado de él, e incluso personificado, de modo que
se habla de él como de una persona en la más cercana relación posible con él». Cuando Jn
1, lb. 2 dice: ho Logos én pros ton Theón podemos traducir: El Logos estaba (vuelto) hacia
Dios, como indicando una relación dinámica, personal. Es la misma idea que se ve en Jn 1,
18: «Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre». Por eso puede hablar Juan de que el
Hijo del hombre sube «adonde estaba antes» (Jn 6, 62).
Nunca se dice de Jesús la expresión repetida a propósito de los profetas: «Vino la palabra
de Dios sobre...» No expresaría su relación con Dios. Él es la Palabra del Padre. Juan ha
hablado en lenguaje paradójico del Logos: es Dios y está con Dios, es idéntico y distinto. El
lector se encuentra de lleno con el misterio.
La gloria del Hijo es participación de la del Padre, está «llena de gracia y de verdad». La
gracia y la verdad, binomio no griego, traducen el hésed y el emet específico de Dios en el
AT (cf. Ex 34, 6b). La teofanía del Logos encarnado supera todas las demás.
El Apocalipsis presenta su palabra como una espada aguda saliendo de su boca (Ap 1, 16;
2, 12; 19, 15; 19, 21). La palabra es su única arma. Ap 19, 13 lo llama «Palabra de Dios»,
es la revelación por excelencia. «El Revelador no es designado como el Logos, en sentido
absoluto porque habla la Palabra o las palabras de Dios, sino que, a la inversa, sus palabras
alcanzan su vigencia y fuerza porque él es el Logos, es decir, el divino Revelador y
portador de salvación». Es posible que algunas expresiones presenten a Jesús, a la vez,
como Logos eterno y como portavoz encarnado de la palabra de Dios, por ejemplo: «Así
habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios». En la expresión:
«La Palabra de Dios y el testimonio de Jesús» (Ap 1, 2.9; 6, 9; 20, 4) hay una hendíadis que
viene a decir cómo el testimonio de Jesús es, por antonomasia, la palabra de Dios.
IV. La SS. Trinidad desde el análisis de Jesús como Palabra en la teología de Agustín
y de Tomás
San Agustín dedica quince libros al estudio de la Trinidad. Aunque se trata de un misterio
reconocido por él como inefable, se acerca a él con su máxima: sea revisado por la mente,
lo que se afirma con la fe. Es cierto que ante este misterio hay que acentuar el crede ut
intelligas que habla de una fe piadosa y fiel y él basa en Is 7, 9: si no creyereis no
entenderéis.
En otro intento de explicación de la Trinidad, san Agustín parte del logos humano y
proyecta su ser sobre el Logos divino. El pensamiento nace en nuestra alma, así el Verbo
nace en Dios. Se trata de un verbum inmanente. En el punto de partida del Santo está el
hecho de que las criaturas son imágenes y vestigios divinos. Por eso su estudio de la
Trinidad se basa en la creación visible y en las Sagradas Escrituras. «Es, pues, necesario
conocer al Hacedor por las criaturas y descubrir en éstas en una cierta y digna proporción,
el vestigio de la Trinidad»". No se trata de hacer menos árida la explicación. El hombre es
la imagen más perfecta. En él se encuentran semejanzas de la Trinidad: «Hay como dos
cosas cuando la mente se ama, la mente y su amor; y cuando la mente se conoce hay
también dos realidades, la mente y su noticia. Así, pues, la mente, el amor y su noticia, son
tres cosas y las tres son unidad»".
Otras veces, el parecido está en la memoria, inteligencia y voluntad, llegando a decir que
las tres son una misma sustancia, pero relativas entre sí.. Cree san Agustín que así como
Cordero o Vid son metáforas dichas de Jesús, no sucede esto con Hijo y Verbo. La
selección de estas palabras ha sido para enseñarnos una verdad. Otras imágenes: «El alma
se recuerda, se comprende y se ama; si vemos esto, vemos ya una trinidad; aún no vemos a
Dios, pero sí una imagen de Dios». San Agustín trata de penetrar en el conocimiento de la
Trinidad y cree hasta el final haber encontrado un vestigio en el interior del ser humano: el
pensamiento con su verbo engendrado, que son como padre e hijo, añadiendo como tercer
elemento la voluntad. Sin embargo, reconoce el misterio y la distancia insalvable que hay
desde el vestigio a la realidad trinitaria de Dios.
El Logos
La palabra Logos es el término con el cual la teología cristiana designa en lengua griega al
Verbo de Dios, o Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Antes de que San Juan
consagrara este término adoptándolo, los griegos y los judíos lo habían utilizado para
expresar concepciones religiosas que, bajo diferentes títulos, han ejercido una influencia
cierta en la teología cristiana, y a las cuales es necesario hacer referencia.
Contenido [ocultar]
1 El Logos en el Helenismo
2 La Palabra en el Judaísmo
El Logos en el Helenismo
La teoría del Logos aparece por vez primera en Heráclito, y es indudablemente por esta
razón que fue considerado por San Justino (Apol. I, 46) como un cristiano antes de Cristo
entre los filósofos griegos. Según Heráclito, el Logos, al que identifica aparentemente con
el fuego, es aquel principio universal que anima y gobierna el mundo. Esta concepción solo
podía hallar lugar en un monismo materialista. Los filósofos de los siglos quinto y cuarto
antes de Cristo eran dualistas, y concebían a Dios como trascendente, de manera que ni en
Platón (lo que quiera se haya dicho sobre el tema) ni en Aristóteles encontramos la teoría
del Logos.
Reaparece en los escritos de los estoicos, y son ellos particularmente quienes la desarrollan.
Dios, de acuerdo a los estoicos, "no hizo el mundo como un artesano hace su trabajo, sino
que es penetrando completamente toda materia que Él se hace demiurgo del universo"
(Galeno, "De qual. incorp." en "Fr. Stoic.", ed. von Arnim, II, 6); Él penetra el mundo
"como la miel el panal" (Tertuliano, "Adv. Hermogenem", 44); este Dios tan íntimamente
compenetrado con el mundo es fuego o aire encendido; en tanto Él es el principio que
controla el universo, es llamado Logos; y en cuanto Él es el germen del que se desarrolla
todo lo demás, es llamado Logos seminal (logos spermatikos). Este Logos es al mismo
tiempo una fuerza y una ley: una fuerza irresistible que conduce al mundo entero y todas las
criaturas a un final común; una ley inevitable y sagrada de la que nada puede sustraerse, y
que todo hombre razonable debe seguir voluntariamente (Cleantes, "Himno a Zeus" en "Fr.
Stoic." I, 527 - cf. 537). En conformidad con sus hábitos exegéticos, los estoicos hicieron
de los diferentes dioses personificaciones del Logos, por ejemplo, de Zeus, y sobre todo de
Hermes.
En Alejandría, Hermes fue identificado con Thoth, el dios de Hermópolis, conocido luego
como el gran Hermes, "Hermes Trimegistos", y representado como el revelador de todas las
letras y toda religión. Simultáneamente, la teoría del Logos se conformó al dualismo
neoplatónico corriente en Alejandría: no se concibe al Logos como naturaleza o necesidad
inmanente, sino como un intermediario a través del cual el Dios trascendente gobierna el
mundo. Esta concepción aparece en Plutarco, especialmente en su "Isis y Osiris"; desde
temprana data en el primer siglo de la era cristiana, influenció profundamente al filósofo
judío Filón.
La Palabra en el Judaísmo
Con bastante frecuencia el Antiguo Testamento presenta el acto creador como la palabra de
Dios (Gn.1, 3; Sal. 32, 9; Si. 42, 15); a veces parece atribuir a la palabra acción por sí
misma, aunque no independiente de Yavé (Is. 55, 11; Za. 5, 1-4; Sal. 106, 20; 147, 15). En
todo esto podemos ver solo audaces figuras retóricas: la palabra de creación, de salvación,
o, en Zacarías, la palabra de maldición, es personificada, pero no concebida como una
hipóstasis divina distinta. En el Libro de la Sabiduría esta personificación se implica más
directamente (18, 15 s), y se establece un paralelo (9, 1-2) entre la Sabiduría y la Palabra.
Además del autor del Libro de la Sabiduría, otros judíos alejandrinos antes que Filón
habían especulado acerca del Logos; pero sus obras nos han llegado únicamente a través de
los raros fragmentos que autores cristianos y Filón mismo han preservado. Sólo Filón nos
es conocido cabalmente; sus escritos son tan extensivos como los de Platón o Cicerón, y
esclarecen cada aspecto de su doctrina; de él es de quien mejor aprendemos la teoría del
Logos según fuera desarrollada por el judaísmo alejandrino. El carácter de su enseñanza es
tan diverso como sus fuentes:
· a veces, influenciado por la tradición judaica, Filón representa al Logos como la Palabra
creadora de Dios ("De Sacrific. Ab. et Cain"; cf. "De Somniis", I 182; "De Opif. Mundi",
13);
· o, de acuerdo con la doctrina estoica, el poder que sostiene el mundo, el lazo que asegura
su cohesión, la ley que determina su desarrollo ("De Fuga", 110; "De Plantat. Noe" 8-10;
"Quis rer. divin. haeres sit", 188, 217; "Quod Deus sit immut.", 176; "De Opif. Mundi",
143).
¿Cuál es el valor preciso de este concepto en los escritos de San Juan? El Logos no tiene
para él el significado estoico que con tanta frecuencia tenía para Filón: no es el poder
impersonal que sostiene el mundo, ni la ley que lo regula; tampoco encontramos en San
Juan el concepto platónico del Logos como el modelo ideal del mundo; el Verbo es para él
la Palabra de Dios, y en consecuencia se alinea con la tradición judaica, la teología del
Libro de la Sabiduría, de los Salmos, de los Libros Proféticos, y del Génesis; él perfecciona
la idea y la transforma al mostrar que este Verbo creador, que desde toda la eternidad
estaba en Dios y era Dios, se hizo carne y habitó entre los hombres.
Esta diferencia no es la única que distingue la teología joánica del Logos del concepto de
Filón, al que no pocos han querido asemejarla. El Logos de Filón es impersonal; es una
idea, un poder, una ley; a lo máximo podría ser comparado con aquellas entidades semi-
abstractas, semi-concretas a las que la mitología estoica había prestado cierta forma
personal. Para Filón, la encarnación del Logos debe haber carecido absolutamente de
significado, tanto como su identificación con el Mesías. Para San Juan, por el contrario, el
Logos aparece a la entera luz de una personalidad concreta y viviente; es el Hijo de Dios, el
Mesías, Jesús. La diferencia es igualmente vasta cuando consideramos el papel del Logos.
El Logos de Filón es un intermediario: "El Padre que engendró todo ha otorgado al Logos
el insigne privilegio de ser un intermediario (methorios) entre la criatura y el creador… no
es sin principio (agenetos) como lo es Dios, ni engendrado (genetos) como lo sois vosotros
[la humanidad], sino intermedio (mesos) entre estos dos extremos" (Quis rer. divin. haeres
sit, 205-06). El Verbo de San Juan no es un intermediario, sino un Mediador; Él no es
intermedio entre dos naturalezas, divina y humana, sino que las une en su Persona; de Él no
puede decirse, como del Logos de Filón, que no es agenetos ni genetos, porque es al mismo
tiempo uno y otro, no en tanto es el Verbo, sino en cuanto es el Verbo encarnado (San
Ignacio, "Ad Ephes." vii, 2).
Los Padres Apostólicos no mencionan la teología del Logos; una pequeña referencia
aparece solamente en San Ignacio (Ad Magn. viii, 2). Los Apologistas, por el contrario, la
desarrollan, debido en parte a su entrenamiento filosófico, pero más particularmente a su
deseo de declarar su fe de un modo familiar para sus lectores (San Justino, por ejemplo,
insiste vigorosamente en la teología del Logos en su "Apología" destinada a los paganos; en
muy menor medida en su "Diálogo con el judío Trifón"). Esta ansiedad por adaptar la
discusión apologética a las circunstancias de sus oyentes acarreaba sus peligros, ya que así
era posible que los apologistas cayeran dentro de las líneas de sus adversarios.
En cuanto a la naturaleza divina del Verbo, todos los apologistas estaban de acuerdo, pero
para algunos de ellos, al menos para San Justino y Tertuliano, parecía haber en esta
divinidad una cierta subordinación (Justino, "I Apol." 13 - cf. "II Apol." 13; Tertuliano,
"Adv. Prax." 9, 14, 26).
Los teólogos alejandrinos, estudiosos profundos de la doctrina del Logos, evitaron los
errores antes mencionados respecto de la concepción dual del Verbo (véase, sin embargo,
un fragmento de las "Hipotiposis", de Clemente de Alejandría, citado por Focio, en PG
CIII, 384, y Zahn, "Forschungen zur Geschichte des neutest. Kanons", Erlangen, 1884, xiii
144) y la generación en el tiempo; para Clemente y para Orígenes el Verbo es eterno como
el Padre (Clemente "Strom." VII, 1, 2, en PG IX, 404, 409, y "Adumbrat. in Joan." i, 1, en
PG IX, 734; Orígenes, "De Princip." I, xxii, 2 ss, en PG XI, 130 ss; "In Jer. Hom." IX, 4, en
PG XIII, 357, "In Jo." i, 32, en PG XIV, 77; cf. Atanasio, "De decret. Nic. syn." 27, en PG
XXV, 465). En lo referente a la naturaleza del Verbo, su enseñanza es menos segura: en
Clemente, por cierto, encontramos solo unos pocos indicios de subordinacionismo
("Strom." IV, 25, en PG VIII, 1365; "Strom." VII, 3, en PG IX, 421; cf. "Strom." VII, 2, en
PG IX, 408); en cualquier otro lugar él afirma explícitamente la igualdad del Padre y del
Hijo y la unidad ("Protrept." 10, en PG VIII 228, "Paedag." I, vi, en PG VIII, 280; I, viii, en
PG VIII, 325, 337 - cf. I, ix, en PG VIII, 353; III, xii, en P. d., V*I, 680). Orígenes, por el
contrario, defendía frecuente y formalmente ideas subordinacionistas ("De Princip." I, iii, 5,
en PG XI, 150; IV, xxxv, en PG XI, 409, 410; "In Jo." ii, 2, en PG XIV, 108, 109; ii, 18, en
PG XIV, 153, 156; vi, 23, en PG XIV, 268; xiii, 25, en PG XIV, 441-44; xxxii, 18, en PG
XIV, 817-20; "In Matt." xv, 10, en PG XIII, 1280, 1281; "De Orat." 15, en PG XI, 464,
"Contra Cels." V, xi, en PG XI, 1197); sus enseñanzas acerca del Verbo evidentemente
adolecían de especulación helénica: en el orden del conocimiento religioso y de la oración,
el Verbo es para él un intermediario entre Dios y la criatura.
Luego del Concilio de Nicea, habiendo extirpado todo peligro de subordinacionismo, fue
posible buscar en la analogía del habla humana alguna luz sobre el misterio de la
generación divina; los Padres griegos se refieren especialmente a esta analogía para
explicar cómo esta generación es puramente espiritual y no implica disminución ni cambio:
Dionisio de Alejandría (Atan., "De Sent. Dion." 23, en PG XXV, 513); Atanasio ("De
decret. Nic. syn." 11, en PG XXV, 444); Basilio ("In illud: In principio erat Verbum" 3, en
PG XXXI, 476-77); Gregorio de Nazancio ("Or." xxx, 20, en PG XXXVI, 128-29) Cirilo
de Alejandría (" Thes." iv, en PG LXXV, 56; cf. 76, 80; xvi, ibíd., 300; xvi, ibíd., 313; "De
Trinit." diál. ii, en PG LXXV, 768-69), Juan Damasc. ("De Fide Orthod." I, vi, en PG
XCIV, 804).
San Agustín estudió más detalladamente esta analogía entre el Verbo divino y el habla
humana (véase especialmente "De Trinit." IX, vii, 12 s, en PL XLII, 967, XV, x, 17 s, ibíd.,
1069), y dedujo de ella enseñanzas aceptadas por mucho tiempo en la teología católica.
Compara al Verbo de Dios no con la palabra hablada por los labios, sino con el habla
interior del alma, con lo cual podemos en alguna medida captar el misterio divino;
engendrada por la mente, permanece allí dentro, es igual a ella, es la fuente de sus
operaciones. Esta doctrina fue luego desarrollada y enriquecida por Santo Tomás,
especialmente en "Contra Gent." IV, xi-xiv, opúsc. "De natura verbi intellectus"; "Quaest.
disput. de verit." iv, "De potent." ii-viii, 1, "Summa Theol." I-I, xxvii, 2; xxxiv. Santo
Tomás expone de un modo muy claro la identidad de significado, mencionada ya por San
Agustín (De Trinit. VII, ii, 3), entre los términos Hijo y Verbo: "eo Filius quo Verbum, et
eo Verbum quo Filius" ("Summa Theol." I-I, xxvii, 2; "Contra Gent." IV, xi). La enseñanza
de Santo Tomás ha sido honrosamente aprobada por la Iglesia especialmente en la
condenación del Sínodo de Pistoya por Pío VI (Denzinger, "Enchiridion" 1460). (Véase
JESUCRISTO; TRINIDAD.)
Fuente: Lebreton, Jules. "The Logos." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York:
Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09328a.htm>.