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NÚMERO 007 2001Revista Internacional de Psicoanálisis

Aperturas

Las emociones vistas por el psicoanálisis y la neurociencia:


un ejercicio de conciliación
Autor: Pankseep, Jaak

Palabras clave

Afectos, Emocion, Neurociencia.

[Nota: Los términos afecto, sentimiento y emoción son utilizados por Panksepp indistintamente]

Para Panksepp, los neurocientíficos cognitivos y afectivos (aquellos que trabajan


en neurociencia afectiva, término propuesto por el propio Panksepp para nombrar
al "lugar donde todos los abordajes pueden "conciliarse" y trabajar
conjuntamente"), se encuentran en un momento en el que pueden establecer
conexiones entre entidades neurales concretas y diversos conceptos abstractos
psicológicos y psicoanalíticos.

La polaridad existente hasta la fecha se pone de manifiesto por el escaso número


de trabajos que tratan aspectos psicoanalíticos y cerebrales (40 trabajos de un
total de más de 240.000 citas) y curiosamente ninguno en revistas dedicadas a la
neurociencia, por lo que parece que dentro del psicoanálisis se está intentando el
acercamiento a la neurociencia, sin mucha reciprocidad.

Según el autor esto se debe en parte a que los neurocientíficos, muestran en


general cierto orgullo de ignorar aspectos de un alto nivel de integración,
especialmente algunos como los "estados centrales" que sólo pueden ser medidos
de manera indirecta. Por otra parte, Freud se distanció intencionadamente de los
aspectos cerebrales, en buena medida porque el conocimiento disponible sobre el
cerebro resultaba insuficiente para intentar cualquier aproximación. Un siglo
después, del abandono de la aspiración inicial de Freud de una psicobiología
coherente, quizás ha llegado el momento de intentar una adecuada síntesis entre
el pensamiento psicoanalítico y la neurociencia (Bilder, 1998).

Solms y Nersessian ofrecen una sinopsis de las opiniones de Freud sobre los


procesos afectivos, proporcionando un rico conjunto de ideas y preguntas para
generar asociaciones que pueden ser sometidas a evaluación entre los datos
emergentes de la neurociencia sobre las emociones y los puntos de vista
psicoanalíticos. Panksepp enfatiza que "todas las relaciones propuestas deben
mantenerse como provisionales hasta que sean sometidas a evaluación empírica
rigurosa".

El autor defiende que el fallo en someter sus ideas a la evaluación empírica


continúa siendo la crítica principal al psicoanálisis. Aunque dichas ideas tampoco
pueden ser descartadas, ya que en su mayor parte las tesis de Freud no han sido
evaluadas aún, lo cual sólo puede realizarse de manera efectiva a partir de los
avances en neurociencia, desde la neuroimagen a la psicofarmacología.
Asimismo, propone distinguir claramente entre las tesis sobre el funcionamiento
del psiquismo y la teoría de la técnica, pues para Panksepp, el hecho que el
psicoanálisis no consiga aliviar ciertos síntomas psiquiátricos (como los asociados
a la esquizofrenia o ciertos trastornos autísticos) no limita su credibilidad a la hora
de entender la emoción humana.

Aunque, afirma el autor, la neurociencia tiene una escasa tendencia a incorporar


dominios funcionales complejos en sus esquemas conceptuales, el momento
propicio ha llegado, y pone como ejemplo el trabajo de Solms (1997) donde los
datos psicológicos y neuropatológicos se combinan en forma efectiva para
destacar la naturaleza de los sueños, o de Damasio en la comprensión
neuropsicológica de los procesos afectivos (1994).

En su comentario sigue un paralelismo en la estructura con el de Solms y


Nersessian, centrándose en proponer conexiones conceptuales con los datos
existentes de la neurociencia. Remite para una revisión extensa de la neurociencia
de las emociones a otro trabajo suyo (Panksepp, 1998).

Una orientación general a la Teoría moderna de la emoción: Premisas y


sesgos prevalentes

Las teorías modernas de la emoción intentan en general cubrir todos los aspectos
esenciales pero sin destacar ninguno de los componentes sobre el resto. A
menudo queda en segundo plano o se omite el componente del estado afectivo
interno. Si bien para los no-especialistas este ingrediente es esencial (posición
que Panksepp comparte), es el que más se evita en el abordaje objetivo de los
aspectos emocionales. Sin embargo Panksepp cree que puede demostrarse de
manera creíble a través de los abordajes neurocientíficos:
1. Buscando procesos cerebrales esenciales que sincronicen las expresiones
somáticas y viscerales de las emociones,
2. que sean igualmente componentes claves de los aspectos mnésicos y
cognitivos de las emociones, y
3. combinando estos hallazgos experimentalmente con un estudio de informes
subjetivos de diferentes personas.

Panksepp ofrece una serie de presupuestos básicos, armónicos con los de Freud:
Los valores biológicos y los procesos afectivos neurales por medio de los cuales
se manifiestan penetran todas las estructuras cognitivas del cerebro-mente de los
mamíferos. El comportamiento emocional observable se modula probablemente
por un efecto de fondo de las emociones de bajo nivel (estado de ánimo), y es
dentro de estas influencias a largo plazo que la experiencia emocional puede
resultar crucial. Así, para Panksepp, en la infancia precoz no existe una línea
sostenida de pensamiento sin una línea sostenida de afecto, por lo que si se
quiere entender cómo se comportan las personas y los animales a largo plazo, hay
que comprender sus sentimientos. Sólo en la edad adulta, cuando ya están
establecidos los patrones de comportamiento, los hábitos de pensamiento y las
defensas, las conexiones evidentes entre el afecto y la conducta disminuyen. De
hecho, los reguladores afectivos quizá simplemente descendieron a niveles
preconscientes de procesamiento neural, ejerciendo aún controles fundamentales
sobre la mente y la conducta.

Respecto a la evidencia disponible: En el cerebro de los mamíferos existen varios


sistemas ejecutivos para los distintos procesos emocionales. Dichos sistemas no
son modulares y simples, sino que se ramifican ampliamente, interactuando con
múltiples procesos cerebrales específicos e inespecíficos. Para Panksepp la clave
en la investigación sobre la emoción es la caracterización de las energías
instintivas del ello o "sistemas de comando emocional" generadores de afecto (en
terminología del autor), que instigan y orquestan los diversos aspectos de lo
emocional en el cerebro.

Freud conceptualizó tales procesos del ello no sólo como las bases de las
emociones y la personalidad, sino también como substratos esenciales de la
maduración de las funciones del yo. Por desgracia, Freud no disponía de una
forma creíble de realizar una taxonomía científica de las funciones del ello, que
permanecieron como uno de los elementos más ambiguos de su teoría.
La neurociencia afectiva ha proporcionado abundante evidencia de los tipos de
funciones básicas del ello contenidas en el cerebro de los mamíferos [nótese que
Panksepp se refiere casi siempre al cerebro de los mamíferos. Para él los
elementos básicos de las emociones están representados en el cerebro de los
mamíferos no humanos (con importantes analogías, sobre todo a nivel subcortical,
con el cerebro de los humanos) y propone que la investigación sobre la emoción
incluya como una etapa el trabajo con animales, lo cual es objeto de considerable
polémica dentro de los neurocientíficos], que van desde los sistemas de
BÚSQUEDA, pasando por los de RABIA, MIEDO, o CUIDADO, a aquéllos que
elaboran el JUEGO. Si quisiera, la neurociencia cognitiva podría destacar la
naturaleza neural de algunas de las defensas del yo que emergen cuando las
desenfrenadas funciones del ello llegan al control neural más elevado, en parte a
través del aprendizaje asociativo y en parte por medio de la evolución de procesos
neuropsicológicos más sutiles reguladores de la emoción, tales como las diversas
defensas conceptualizadas por Freud. La psicología evolutiva apenas empieza a
conceptualizar cómo las estrategias sociobiológicas reflejan de forma marcada las
presiones que permean nuestras racionalizaciones cerebrales más elevadas, pero
aún tiene que lidiar con la naturaleza biológica básica de los afectos.

Al intentar cubrir todos los aspectos (dejando fuera algunos de los más
importantes como la naturaleza subjetiva de las emociones), las modernas teorías
de la emoción no proporcionan las necesarias simplificaciones analíticas desde las
que poder desarrollar evaluaciones empíricas sólidas de los aspectos clave.
Panksepp afirma que Freud acertó situando el afecto (el principio del placer) en el
centro de su esquema. Sin esas funciones, ni siquiera se pueden hacer
computadoras realmente inteligentes (Clark, 1997), y los humanos parecen perder
su sentido común si se dañan los sistemas emocionales (Damasio, 1994; Picard,
1997).

Por supuesto, las funciones del ello han de clasificarse de manera más exhaustiva
de la que Freud pudo hacer, a través de una investigación conjunta psicológica y
neural, además de reconocer abiertamente que la investigación animal es
absolutamente esencial para resolver los detalles últimos de los sistemas
subyacentes con claridad adecuada.

Freud centró sus esfuerzos en discutir los procesos psicológicos más complejos
-cómo las funciones del yo y el superyó son moldeadas por la experiencia.
Panksepp ha basado su trabajo de los últimos 25 años en la suposición de que, la
clarificación de la neuroanatomía y la neuroquímica de las diversas energías del
ello en el cerebro de los mamíferos, debe ser la base de la comprensión de la
naturaleza fundamental de las formas básicas de experiencia emocional humana y
del control de la conducta. Trabaja bajo la premisa de que las energías del ello
aparecieron hace mucho en la evolución y que permanecen homólogas en las
especies cercanas en la evolución al ser humano (que él mismo reconoce no es
compartida por muchos de sus colegas).

Para Panksepp parece razonable asumir que la divergencia evolutiva ha sido


mayor en los estratos más recientes de la evolución cerebral, mientras que
permanece muy similar en los niveles más antiguos. De hecho, algunos de los
procesos superiores, como el lenguaje, a menudo tienden a homogeneizar
diversas entidades emocionales distintivas subcorticales en categorías más
amplias de valencia como activaciones de afecto positivas o negativas, pudiendo
confundir aspectos cerebrales más básicos. Estos conceptos no son más que
identificadores de clase de multitud de subprocesos que deben ser especificados
empíricamente, si bien se aceptan con mayor facilidad que las categorías más
concretas, quizás porque parecen simplificar las cosas, cuando de hecho es
posible que estén obstaculizando la investigación de sistemas cerebrales básicos.
Para Panksepp, la investigación conjunta en animales y humanos podría ayudar a
clarificar estos sistemas.

El estudio de los estados afectivos es uno de los aspectos más problemáticos de


la investigación animal. Los animales no pueden proporcionar informes verbales
de sus sentimientos, y en la actualidad sólo son razonablemente bien aceptadas
como indicadores de valencia las muy generales medidas de aproximación o
evitación, mientras que el grueso de la comunidad neurocientífica no acepta el uso
de índices más directos, como la cuantificación de diversos cambios espontáneos
conductuales y autonómicos. Para Panksepp, no obstante, no existe otra
alternativa para poder analizar los distintos procesos abarcados en las categorías
aproximación/evitación, que asumir que las diversas conductas animales pueden
ser usadas como un índice de los diversos procesos afectivos de sus cerebros.
Previamente cualquier tentativa de interpretación debería ser evaluada y
contrastada empíricamente. Para el autor, la triangulación entre la investigación
del cerebro de los mamíferos, el estudio de la conducta animal y el análisis
sistemático de la experiencia subjetiva humana constituye una estrategia robusta
para mantener un nivel creíble de progreso científico (Panksepp, 1998ª), así como
una forma de acceder a una monitorización más directa de la actividad cerebral.

Dicha triangulación permitiría el abordaje científico de la experiencia afectiva en


animales. Partiendo de la base de que se reconocen profundas homologías en las
distintas especies de mamíferos en cuanto a la estructura anatómica, dinámica
fisiológica y codificación neuroquímica de los procesos cerebrales, se podrían
validar muchos de los hallazgos procedentes de la investigación sobre el cerebro y
la conducta de los animales, estudiando la experiencia subjetiva humana. En este
sentido existen correspondencias neurofisiológicas y neuroquímicas que apuntan
a las homologías entre el cerebro humano y el de los mamíferos, destacan los
trabajos con estimulación cerebral localizada (Panksepp, 1995), y más
recientemente la estimulación magnética transcraneal en cuanto a la fisiología.
Las modernas técnicas de neuroimagen proporcionan correlatos neuroanatómicos
del procesamiento emocional (George et al., 1996).
El autor lamenta el corticocentrismo que propician algunas de estas técnicas,
mucho más sensibles a los cambios en la corteza que a nivel de las estructuras
subcorticales, absolutamente esenciales para generar las emociones básicas. De
hecho, hipotetiza Panksepp, sería posible que la inhibición cortical de procesos
inferiores suprimiera la experiencia consciente del afecto en humanos, dando lugar
a la internalización o "ligazón" de las energías emocionales, como Freud discutió
ampliamente. En cualquier caso, la mayor parte de la teorización freudiana se
centró asimismo en los niveles cognitivos más elevados, donde las energías
instintivas son manejadas con diversos mecanismos regulatorios emocionales
como la represión, proyección, formación reactiva, etc. (casi imposibles de
plantear en animales, quizás con la excepción de algunos procesos de memoria
que parecen gobernar la expresión emocional). En opinión de Panksepp, la
herencia común subcortical, de la que emergen las energías del ello en las
distintas especies de mamíferos, proporciona una base sólida y esencial para la
comprensión de la naturaleza de los procesos afectivos y de las funciones
cerebrales más elevadas regulatorias de la emoción, si bien por el momento sólo
puede monitorizarse de forma indirecta.

Panksepp señala sus coincidencias con Freud, entre las que destaca el hecho de
que al colocar el afecto en el centro de su análisis, Freud reconoció que la
asignación de valor a la conducta y los procesos psicológicos más elevados era la
función clave de las emociones. Igualmente al registrar la importancia de los
eventos del mundo externo, los afectos permeabilizan las funciones conscientes
más elevadas del cerebro-mente. Más aún, Freud veía el afecto como proveniente
de mecanismos biológicos fundamentales (presumiblemente circuitos cerebrales)
que guiaban las tendencias instintivas a la acción. Los programas cerebrales del
afecto (con diversos códigos químicos, fundamentalmente neuropeptidérgicos)
que se han descubierto recientemente probablemente son la infraestructura
inmediata de dichos procesos.

El afecto es un proceso neurodinámico generado internamente,


probablemente relacionado de forma estrecha con los circuitos emocionales
subcorticales

El autor señala la necesidad de que la neurociencia moderna incorpore la noción


freudiana que los diversos tipos de afecto son funciones intrínsecas de asignación
de valor de los sistemas neurales. Freud distinguió entre la qualia emergente de
las modalidades exteroceptivas, y los afectos. Panksepp denomina a estas
funciones cerebrales afectivas, qualia emocional o evolutiva (equalia abreviado).
Parece probable que el proceso neural "del que el afecto es una percepción" sea
fundamentalmente inconsciente (durante sus etapas evolutivas precoces), y que
se hizo preconsciente y más adelante consciente a medida que ciertos tipos de
sistemas neurales adicionales evolucionaron. El autor afirma que hay que aceptar
que una gran parte de la infraestructura para lo emocional opera automáticamente,
con pocas causas conscientes, pero siempre (al menos en los mamíferos) con el
potencial para causar abundantes efectos en la conciencia. Los estados afectivos
pueden constituir el "fondo" en las relaciones figura-fondo que constituyen las
experiencias ordinarias de la conciencia. Si bien la mente consciente no está
preparada para focalizar sobre los procesos de fondo tan fácilmente como sobre
los contenidos figurativos, los estados afectivos probablemente sean esenciales
para la aparición de cualquier forma de conciencia a lo largo de la evolución.

Se alinea con Freud en su asunción que la mayoría de las fuentes primitivas de la


mente yacen sumergidas bajo lo que aparece en la consciencia. Propone
mantener abierta la posibilidad de que existan diversas áreas de conciencia en el
cerebro que se comunican pobremente entre sí en condiciones normales (no sólo
la variedad hemisferio derecho - hemisferio izquierdo), y que cuando una está
activada las otras se desactiva.

El substrato neural que permitió la emergencia de las emociones en la evolución


cerebral puede, de acuerdo con la teoría psicoanalítica básica, proporcionar las
bases fundamentales para el desarrollo del yo, lo cual aún debe ser evaluado
empíricamente. Sin embargo, Panksepp prevé que el yo brote de áreas muy
primitivas del cerebro donde los sistemas emocionales básicos interaccionen con
las representaciones neurales básicas del cuerpo (Panksepp, 1998ª), si bien su
desarrollo alcanza posteriormente múltiples y complejos componentes adicionales
psicológicos y neurales. En este punto, Panksepp opina que la evolución cerebral
estableció, en un nivel bajo del neuroeje, un "cuerpo virtual" neurosimbólico que
representa al organismo como una entidad coherente (como resultado de un
acrónimo Panksepp denomina SELF a esta entidad, la forma más primitiva del yo
de Freud).. Sugiere que este SELF hipotético podría ubicarse en las áreas
centromediales del tronco cerebral - área gris periacueductal (PAG) y las zonas
colicular y tegmental que la rodean-, pero su influencia se distribuye ampliamente
por todo el cerebro por vías directas e indirectas. Cree que los diversos sistemas
emocionales crean sus experiencias afectivas interaccionando con una estructura
del yo así de diseminada. El nivel basal de reverberación dentro de este sistema
constituye un epicentro sobre el que los diversos placeres y displaceres de la vida
se manifiestan.

Dada la centralidad de un sistema así de asignación de valor a todo lo que el


animal hace, Panksepp discrepa de la idea que los sentimientos pueden ser
epifenómenos causales ineficaces en el cerebro humano (asunción ampliamente
difundida entre los neurocientíficos que estudian la conducta).

Panksepp opina que las bases neurales del cuerpo virtual del SELF permiten la
interacción de los estímulos externos (percepciones simples) y los valores internos
(estados emocionales) con una representación motora coherente y estable del
cuerpo. En este esquema, los sentimientos reflejarían en último término los
distintos tipos de disposición a la acción que permeabilizan las extendidas
neurodinámicas del SELF.

La anatomía de las estructuras neurales subyacentes concuerda con la idea que el


tronco cerebral centromedial contiene ingredientes esenciales para la coherencia y
la disposición a la acción del organismo. 1) El PAG contiene una convergencia
masiva de múltiples sistemas emocionales fuertemente conectados con sistemas
sensoriales y motores de la médula espinal. 2) Los colículos inmediatamente
superiores contienen una convergencia masiva de la mayoría de los principales
sistemas sensoriales externos. 3) Entre ambos existen mapas motores que
pueden producir movimientos corporales coherentes.

Panksepp asume (si bien recalca que no existe evidencia científica aún para sus
afirmaciones) que este SELF primitivo fija los organismos como criaturas
coherentes con sentimientos y una forma básica de identidad, pero también que
sus conexiones neurales ampliamente diseminadas, especialmente las dirigidas
hacia las áreas corticales frontales, pueden proporcionar diversas formas de
activación y coherencia afectivas a lo largo del neuroeje. La amplia extensión
neural de estos sistemas permite la construcción de abundantes tipos de
expresión emocional a partir de los sentimientos básicos. En esta visión, la
esencia de los sentimientos afectivos surge de varios sistemas operativos
emocionales básicos interaccionando con las extendidas redes del SELF, mientras
que los procesos más elevados mnésicos / asociativos extenderían y modificarían
estas formas de disposición a la acción con contenidos cognitivos (visión
compatible con la freudiana, al menos como principio general).

Freud distinguía tres formas de ansiedad, un ejemplo paradigmático de un afecto.


La evidencia sugiere la existencia de diversas formas de ansiedad de proceso
primario en el cerebro. Un sistema masivo va de la amígdala central al PAG. Otro
es el sistema de ansiedad de separación, que discurre del cíngulo y la región
preóptica ventral a través del tálamo dorsomedial hasta el PAG, que gobierna los
procesos de vinculación a la largo de la infancia, y que probablemente es un
elemento clave para el desarrollo de un apego seguro. Parece probable que la
activación precoz de este sistema pueda promover depresiones en el futuro.

Con respecto al preconsciente, existen diversas explicaciones alternativas


posibles y no es posible hacer ninguna declaración sobre la relación entre la
neurociencia y las inferencias freudianas. Pueden producirse diversas formas de
aproximación y escape/evitación estimulando circuitos transdiencefálicos
específicos bidireccionales que discurren entre el PAG y otras áreas del sistema
límbico. No puede asimilarse simplemente aproximación a placer y viceversa.
Existen múltiples formas de "bueno" y "malo" en el cerebro, como indican los
patrones de conducta emocional coordinada tan distintos que pueden evocarse.
Se requiere más investigación antes de poder determinar de manera fiable qué
áreas cerebrales median qué cualidades afectivas.

En cualquier caso, Panksepp sugiere que los afectos básicos estarían más
estrechamente relacionados con sistemas básicos instintivos de disposición a la
acción (Panksepp, 1998ª), mientras que los afectos motivacionales estarían más
ligados con los sistemas perceptivos (Solms, 1996). En último término, ambos
tipos de afecto son mediados por capacidades integrativas sensitivo-motoras
intrínsecas, no aprendidas de regiones subcorticales (arcaicas en términos
evolutivos), que pueden establecer diversos tipos de estados afectivos
neurodinámicos dentro del cerebro.
Para Panksepp, Freud no reconoció adecuadamente la existencia de sistemas
emocionales dedicados a los distintos procesos sociales. Aunque dio mucha
atención a la sexualidad, no pudo apreciar la probable existencia de sistemas
instintivos básicos para la devoción maternal (ternura), apego social (amor),
ansiedad de separación (tristeza) y capacidad de juego (alegría), todos
fuertemente representados en la línea media del tálamo y la corteza límbica (área
frontal, cíngulo anterior e ínsula). Generaciones posteriores del pensamiento
psicoanalítico desarrollaron varios de estos temas bajo la rúbrica de las
"relaciones de objeto", pero gran parte de la discusión se hizo como si fueran
derivados, no verdaderos procesos emocionales básicos. Actualmente se puede
hipotetizar que dichas psicodinámicas surgen bajo los auspicios de los diversos
sistemas básicos socio-emocionales. El modo en que las emociones sociales más
elevadas (presumiblemente funciones superyoicas) como la envidia, la culpa, los
celos emergen de estos sistemas constituye uno de los capítulos apasionantes de
la neuropsicología, en la que empieza a aparecer investigación de orientación
psicoanalítica (Lewis, 1998). El refinamiento de las emociones sociales más
elevadas puede proceder de formas de aprendizaje "preparadas" que emergen de
las neurodinámicas de las tendencias emocionales más básicas reverberando a lo
largo de los canales evolutivamente preparados del SELF extendido (que incluye
las conexiones con otras áreas cerebrales).

Del mismo modo, la dominancia social y la sumisión surgen de procesos de


aprendizaje ligados a estos sistemas básicos, y una comprensión más profunda de
las dimensiones sociales puede proporcionar datos importantes de la eficacia del
psicoanálisis en el tratamiento de trastornos "neuróticos". Para Panksepp, la
técnica clásica podría reflejar, y quizás operar, a través de el establecimiento de
relaciones de dominación-sumisión. Una observación consistente con la conducta
animal es que los animales sumisos suelen exhibir una conducta más social (una
especie de asociación libre comportamental), mientras que los animales
dominantes exhiben un comportamiento menos amistoso y típicamente sólo
responden si se les solicita activamente. A veces la terapia se termina
abruptamente cuando esta relación asimétrica resulta psicológicamente intolerable
para el paciente. Por otro lado, la terapia llega a una conclusión más satisfactoria
cuando el paciente inicialmente sumiso, a partir de la elaboración de las energías
emocionales negativas, emerge con una actitud más individualizada y dominante o
de aceptación frente a la vida.

Las áreas cerebrales que generan todas estas respuestas afectivas deben ser
anatómicamente distintas de los sistemas tálamo-corticales que median la qualia
básica que deriva de las sensaciones exteroceptivas. Si bien estos sistemas
interactúan con múltiples zonas del cerebro, permitiendo a los valores
permeabilizar  las percepciones a medida que los estímulos externos acceden a
los sistemas internos de valoración, para ayudar a establecer patrones de
conducta aprendidos más complejos. En la amígdala es donde más se han
estudiado las conexiones adquiridas (LeDoux, 1996), pero se pueden anticipar
numerosas áreas donde estos fenómenos tienen lugar. Por ejemplo, gran parte del
aprendizaje social y de la regulación emocional transpira (cursivas añadidas)
dentro de la corteza frontal y el área anterior del cíngulo, especialmente para la
frustración y las pérdidas sociales (Devinsky, Morrel, & Vogt, 1995; Drevets et al.,
1997). Recientemente existe documentación que apunta que la psicoterapia puede
mejorar la hiperactivación de dichas áreas cerebrales (Schwartz et al., 1996).

En cuanto a las defensas más sutiles, al margen de procesos asociativos,


pudieran incluir diversas formas de aprendizaje implícito mediado internamente,
incluyendo condensaciones, desplazamientos, proyecciones y transferencias. Por
ejemplo, como Freud enfatizó explícitamente, las experiencias emocionales
excesivas tempranas, con ciertos estados emocionales negativos, pueden
promover rutas diferentes de auto-organización dentro de los procesos jerárquicos
que controlan la conducta. Existe poca investigación al respecto si exceptuamos el
hecho que ciertas experiencias pueden sensibilizar las respuestas emocionales,
quizás promoviendo la capacidad de las funciones más elevadas de disparar
sistemas emocionales subcorticales, proceso definido como un incremento en la
"permeabilidad límbica". En cualquier caso, el objetivo de la terapia sería
establecer unas resonancias emocionales más armónicas dentro de las
infraestructuras neurales primitivas. Panksepp sugiere una aproximación del
psicoanálisis a las terapias somáticas con efecto conocido sobre el estado de
ánimo.

Un aspecto empírico clave es la clarificación del modo en que los diversos estados
afectivos se representan en el cerebro. La respuesta más probable es
"ampliamente", sin embargo, el neocórtex no parece una ubicación probable (por
más que el procesamiento cortical esté afectado de forma masiva por las
emociones), pese a lo cual, se queja el autor, la investigación de la emoción se
mueve en una era corticocéntrica (lóbulo frontal, corteza límbica), mientras que se
presta menos atención a la creciente evidencia sobre los extensamente
ramificados circuitos de comando subcorticales que generan y sincronizan
diversas conductas emocionales y los cambios corporales asociados, esenciales
para generar emociones (Panksepp, 1998ª). Como ejemplo menciona el hecho de
que los opiáceos generan más efectos de recompensa en áreas como el PAG o la
tegmental ventral que cuando se administran en áreas más elevadas como la
amígdala o la corteza frontal (David & Cazala, 1996). Lamentablemente, para la
mayoría de los sentimientos se desconoce cuál de los niveles (cortical o
subcortical) es el más importante.

Según la visión subcortical, todos los sistemas emocionales básicos se modulan


por un gran número de inputs, que van desde los simples estímulos señal que
entran en los sistemas emocionales (p.eje. el olor de los felinos para las ratas) a
los asociativos de niveles más elevados. También existirán parámetros fisiológicos
y hormonales intrínsecos que modulan la sensibilidad de los circuitos, y sobre
todo, parece haber una forma substancial de codificación neuropeptidérgica dentro
de la mayoría de los sistemas emocionales. A modo de ejemplo, los opioides
endógenos y la oxitocina son esenciales para la regulación de las emociones
sociales, el factor liberador de corticotropina (CRF) media una forma de ansiedad
muy básica, o la sustancia P es importante para instigar la agresión.

Para Panksepp, la interacción de los sistemas emocionales con los estratos más
bajos como el PAG pueden ser esenciales para la creación de estados afectivos
que son entonces difundidos ampliamente por el cerebro. Si esto fuera así,
identificar los diversos correlatos neuroquímicos y neurodinámicos que
acompañan a los distintos tipos de emoción y la evaluación de sus papeles
causales a través de líneas paralelas de investigación, serían claves para la
comprensión de la naturaleza de los afectos. Si bien en este momento no puede
darse una respuesta definitiva a la pregunta de Solms y Nersessian "¿de qué son
percepciones los afectos?", sí que es un momento en el que pueden realizarse
trabajos empíricos relevantes. En este sentido, urge a los investigadores a dedicar
más atención a regiones cerebrales como el área centromedial del mesencéfalo y
el núcleo reticular del tálamo, donde se coordinan por primera vez las valencias
emocionales y los eventos externos con un mapa coherente del cuerpo y las
percepciones desencadenadas exteroceptivamente. Pueden ser áreas cerebrales
críticas donde los procesos del yo y del ello comienzan su lucha por la primacía
que reverbera a través de los niveles subsecuentes de desarrollo neural de cada
individuo y cada especie. Con cada nuevo estrato de desarrollo, aparecen nuevas
oportunidades a la emergencia de defensas, actividades de desplazamiento, y
sensibilizaciones neurales que son muy difíciles de desentrañar.

Los afectos básicos pueden reflejar distintas resonancias neurodinámicas


del SELF primitivo
Freud consideraba que el afecto estaba controlado de alguna forma por "la
cantidad de excitación presente en la mente". En la actualidad se han identificado
numerosos agentes neuroquímicos, específicos e inespecíficos, en cada uno de
los "programas afectivos" del cerebro. Algunos son muy generalizados, e
intervienen en casi todas las respuestas emocionales y cognitivas [p.eje.
noradrenalina (NA), serotonina (5-HT), acetilcolina (Ach) o glutamato], mientras
que otros, especialmente los neuromoduladores peptídicos, tienen efectos más
discretos limitados a estados afectivos concretos. Así, la oxitocina promueve
estados afectivos positivos, mientras que el CRF y la colecistoquinina (CCK)
promueven los negativos. Panksepp asume que la activación de estos sistemas
genera respuestas afectivas distintivas, pero el trabajo empírico relevante
escasea; además, le resulta difícil imaginar cómo podría evaluarse en humanos
sin una investigación de los contenidos mentales con la aportación de los métodos
que proporciona el psicoanálisis. Propone que en un primer momento se trabaje
sobre cada sentimiento y motivación, dejando para un segundo tiempo la relación
de los hallazgos con generalizaciones previas como el principio del placer
freudiano.

Respecto a la conceptualización sobre qué es la excitación "libre" y la "ligada", por


el momento es un terreno meramente especulativo. Como sugieren Solms y
Nersessian, una forma provocativa de distinguir entre los aspectos "cuantitativos"
y los "cualitativos" de la vida afectiva sería centrarse en los sistemas más
generalizados compartidos por todos los sistemas funcionales discretos, que
contribuirían substancialmente a la dimensión cuantitativa del afecto, mientras que
los neuromoduladores más específicos influirían más en las diferencias
cualitativas entre afectos.

Panksepp critica la vaguedad del concepto hidráulico de pulsión, que dificulta que
los neurocientíficos trabajen con él para relacionarlo con los componentes
inespecíficos, al disponer de descripciones más específicas de cómo estos
sistemas operan en el cerebro. Por ejemplo, la NA controla la eficiencia del
procesamiento cortical de la información incrementando los efectos de las señales
que llegan respecto al ruido de fondo; La 5-HT tiende a disminuir el impacto de la
información en la corteza; y la Ach focaliza los recursos atencionales.

Periódicamente se ha intentado relacionar estos sistemas con afectos concretos,


especialmente el miedo, pero los datos apuntan de manera consistente a la
existencia de efectos amplios e inespecíficos en el procesamiento de la
información afectiva y cognitiva. Si bien estos sistemas actúan globalmente, si nos
concentramos en áreas concretas del cerebro, parecen tener efectos
cualitativamente distintos sobre los recuerdos afectivos dentro de circuitos
cerebrales muy específicos, como el del miedo en la amígdala (McGaugh, Cahill,
& Roozendaal, 1996). Hay que ser cautos, ya que la especificidad en lo cualitativo
puede ser el resultado global de la neurodinámica de los circuitos, junto con los
efectos en las llamativamente distintas subpoblaciones de receptores sobre los
que actúan los neurotransmisores aminérgicos.
Cabe asimismo la posibilidad que un mismo sistema químico pueda tener
simultáneamente consecuencias cuali y cuantitativas. Esto es especialmente
evidente en el caso del glutamato, que parece operar directamente en
prácticamente todos los procesos afectivos y emocionales identificados en
animales. Un gran número de respuestas emocionales pueden activarse con la
estimulación glutamatérgica de distintas áreas cerebrales. Sin embargo, parece
necesario que este estímulo adquiera cierta intensidad y active ciertos sistemas de
control emocional más específicos (como los sistemas neuropeptídicos) para que
estos efectos tengan lugar (incorporando así los componentes cuali y
cuantitativos). Por otra parte, un neurotransmisor metabólicamente relacionado, el
ácido gamma-aminobutírico (GABA), el neurotransmisor inhibidor por excelencia,
ejerce controles inhibitorios locales sobre los mismos potenciales
neuropsicológicos y conductuales. Así, podría imaginarse el glutamato como
controlando los componentes cualitativos y cuantitativos excitatorios de cada
respuesta emocional, mientras que el GABA puede hacer lo mismo, controlando
los componentes inhibitorios de esas respuestas, tanto en circuitos restringidos
funcionalmente como en redes cerebrales extensas. Sin duda, la actividad tónica
de todos estos sistemas puede contribuir a un concepto general como el de
"pulsión", pues es conocido que los cerebros con niveles de GABA bajos son muy
excitables, tendentes a la actividad epiléptica, igualmente producido por la
facilitación glutamatérgica. Si la situación es la inversa, los organismos se vuelven
inconscientes.

Continuando su crítica al concepto de pulsión, Panksepp opina que hay


demasiadas influencias distintas para subsumirlas dentro de un concepto único,
excepto como un identificador de clase general. Además señala que el término ha
sido usado de demasiadas maneras en la historia de la psicología para resucitarlo
como un concepto explicativo principal en cualquier sistema. El uso tradicional del
término cayó en desuso cuando se percibió que era intrínsecamente ambiguo y
podía carecer de poder explicativo (Bolles, 1975). En una reciente revisión, el
autor (Panksepp, 1998b) lo relegó a aquellas funciones motivacionales
regulatorias específicas como el hambre, la sed, la termorregulación, con
elementos detectores interoceptivos específicos en los estratos mediales del
diencéfalo. Otros emplean el concepto de pulsión para neurotransmisores como la
dopamina (DA) que ayudan a regular las funciones apetitivas generalizadas (lo
que Panksepp denomina función de BÚSQUEDA), si bien debe aclararse que
dichos circuitos no regulan al alza otras conductas afectivas energéticas tales
como el juego y el miedo, lo que hace conceptualmente confusos términos como
sistemas de activación conductual general o de facilitación, empleados para
referirse a los mismos.

El autor señala que el debate terminológico se extiende en paralelo en la


neurociencia, así se propone sustituir el término "sistema límbico" (e incluso la
amígdala) por terminologías anatómicas más precisas. Plantea que es difícil que
alguna vez se tengan localizaciones neurales concretas para conceptos
psicoanalíticos como ello, yo o superyó, pero que se deben continuar usando
como identificadores de clase de los tipos de categorías o procesos globales que
el cerebro contiene. Algunos deberán abandonarse cuando se pierda su valor
explicativo, lo cual para Panksepp ya ha sucedido para el término "pulsión".

No obstante, el autor reconoce que el uso del término que Freud hacía es distinto
del suyo (diversos estados cerebrales que surgen directamente de detectores de
necesidades corporales). Para Freud la pulsión representa una tensión o
activación generalizada que acompaña a los distintos desequilibrios
homeostáticos. Así, si se pretendiera reforzar el concepto freudiano con los datos
de la neurociencia moderna, habría que concentrarse en los sistemas de
activación e inhibición generales antes descritos (glutamato y GABA), pero
también en los circuitos ascendentes de la DA, NA, y 5-HT bien conocidos y otros
menos estudiados como los histaminérgicos. La mayoría de estos sistemas
responden a ciertas variables de estado corporal, como los niveles de esteroides
circulantes o los estados de alerta. Podría proponerse que la activación de la DA y
la NA, junto con la quiescencia de la 5-HT promueve la pulsión, mientras que la
situación inversa tiende a reducir la percepción de un sentimiento global de
tensión pulsional. Panksepp señala que para apoyar esto sería necesario que
añadiera capacidad de comprensión sobre las observaciones existentes
concernientes a la psique humana, sobre lo cual se carece, por el momento, de
datos relevantes.

Los sistemas neuroafectivos cerebrales orquestan diversas expresiones


internas y externas llamadas afectos básicos

Panksepp considera especialmente importante que la neurociencia considere la


distinción freudiana entre las modalidades perceptivas y motoras dirigidas hacia el
interior y el exterior, dedicando más interés a los (postergados hasta ahora por la
tradición conductual de la neurociencia) procesos dirigidos hacia el interior
descritos por Freud. Las emociones experimentadas internamente pueden ser
vistas como influencias modulatorias a largo plazo que figuran de manera
preponderante en la planificación de conductas y en la selección más deliberada
de acciones futuras, más que en la mera emisión de actos emocionales impulsivos
(que sólo es un componente, transitorio, de la respuesta emocional global). Del
mismo modo, la mayor parte de la actividad cerebral consciente, tanto afectiva
como cognitiva, no está dedicada simplemente a generar la conducta, sino a la
planificación de estrategias conductuales futuras.

Igualmente señala la necesidad de un esfuerzo compensador en la investigación


del componente motor de la emoción. En este sentido, en situaciones donde
acciones explícitas se inhiben por reglas sociales aprendidas, muchas respuestas
motoras del sistema nervioso continúan siendo observables en diversas tensiones
corporales, pequeñas contracciones musculares, posturas o gestos, al igual que
en numerosos efectos a nivel corporal, autonómicos y/o hormonales. Dichas
respuestas deberían figurar en el análisis de los estados afectivos de conciencia al
igual que las formas más groseras de disposición a la acción que se manifiestan
típicamente en las variedades de acciones motoras instintivas que caracterizan los
estados emocionales eruptivos en los animales. De hecho, el psicoanálisis se
encuentra en la mejor posición para intentar analizar estos pequeños pero
poderosos signos que parecen reflejar una batalla entre las diversas energías del
ello y los controles yoicos, si bien los abordajes verbales quizás tengan que ser
suplementados con el análisis etológico de las tendencias neuromusculares (tanto
groseras como más sutiles). De hecho estos datos pueden ser un reflejo más
fidedigno del estado afectivo de un sujeto que su propio discurso, especialmente si
como sugieren algunas líneas de investigación, las funciones del lenguaje del
hemisferio izquierdo evolucionaron tanto para mentir y ocultar como para la
comunicación directa y clara.

Freud reconoció dichos aspectos en su concepto de energía afectiva "ligada", y


Solms & Nersessian animan a conceptualizar el modo en que las acciones
voluntarias-instrumentales derivan evolutivamente de las acciones afectivas más
primitivas del sistema nervioso. Una respuesta simple y directa sería que los
cambios en los estados afectivos internos, al relacionarse tanto con acciones
motoras implícitas y explícitas, probablemente refuerzan los patrones de conducta
precedentes. Los estados afectivos pueden constituir los principales refuerzos
para el desarrollo de los patrones de conducta a largo plazo. El insistir en la
investigación de los correlatos neurales del aspecto motor de las emociones
podría ser un abordaje complementario. En este sentido, es ampliamente
reconocido por los embriólogos que el aspecto motor aparece en el sistema
nervioso antes que el aspecto perceptivo, sugiriendo su primacía en la evolución
cerebral. Esta primacía es de particular interés en el estudio de la consciencia
afectiva y Damasio (1994) ha enfatizado el papel del cuerpo en la experiencia
afectiva. Panksepp apunta a que serán las representaciones neurosimbólicas del
"cuerpo virtual" del SELF las que supondrán una mayor influencia en la
comprensión de la naturaleza fundamental del afecto dentro del cerebro.

Las distintas resonancias de los sistemas emocionales sobre el "cuerpo virtual"


pueden dar lugar a neurodinámicas específicas emocionales, que son difundidas
ampliamente por el cerebro, constituyendo así la verdadera esencia de las
emociones. A medida que los sentimientos se transmiten por el cerebro,
presumiblemente interaccionan con las capacidades para "amortiguar" la
información de las áreas cerebrales más elevadas. Es posible que sea a través de
estas interacciones asociativas como la energía instintiva "libre" quede ligada en
redes más elevadas de inhibición y regulación. Es decir, y de acuerdo con el
pensamiento tradicional freudiano, las primitivas funciones del ello junto con las
funciones básicas de la identidad del SELF están estrechamente relacionadas con
las energías afectivas "libres" que emergen de los sistema de comando emocional
ya comentados, mientras que las acciones más deliberadas, volitivas y guiadas
por la moral (las funciones más elevadas del yo), sólo pueden surgir al amparo de
diversas formas de inhibición, la capacidad de amortiguar la información de la
memoria de trabajo y de módulos cerebrales más elevados. Según esta hipótesis,
la mayor parte de las emociones y el pensamiento siguen a la conducta, más
dedicados a preparar futuras estrategias conductuales más que a la generación de
acciones instintivas.
Existen razones para pensar que el estimulante primario de la actividad cerebral
es el glutamato, y el GABA el principal inhibidor, con un ajuste fino del
procesamiento de la información en las distintas áreas cerebrales ejercido por la
NA (aumentándola) y la 5-HT (reduciéndola), mientras la ACh ayuda a construir un
foco atencional que está bajo el control directo del SELF emocional.
Aparentemente, los distintos neuropéptidos hacen que partes restringidas de los
mecanismos de control afectivo (ampliamente distribuidos) se ocupen de los tipos
específicos de problemas vitales. La comprensión íntima del funcionamiento
conjunto de estos sistemas permanece como un reto para todas las ciencias que
estudian la mente.

Conclusión

Existen numerosas razones para entender las dificultades de ambas disciplinas


para aproximarse.

En cualquier caso, durante las fases tempranas de la evolución cerebral, se


crearon diversos mecanismos neurales que permitieron a los animales afrontar un
conjunto limitado de situaciones amenazantes. Muchos estaban localizados en la
médula espinal y en la parte baja del tronco del encéfalo. Sobre estas
capacidades, relativamente reflejas y predecibles, la evolución añadió funciones
orquestales para propósitos más generales que pudieran coordinar diversas
funciones corporales, para poder afrontar de forma más flexible con los aspectos
clave para la supervivencia. Algunos de estos sistemas de coordinación son los
circuitos emocionales básicos y arquetípicos que comparten todos los mamíferos,
concentrados en la línea media del mesencéfalo y el diencéfalo, y en zonas más
elevadas tradicionalmente denominadas sistema límbico. A medida que la
competencia por los recursos se hizo más intensa, los mecanismos de aprendizaje
generales, añadieron estratos de flexibilidad cognitiva, permitiendo a los animales
conceptualizar sus circunstancias al poder comportarse con grados variables de
anticipación y reflexión. Estas capacidades biológicas sutiles derivan de los
desarrollos evolutivos más recientes del cerebro de los mamíferos, como el
neocórtex.

En el cerebro humano, con un grado muy destacable de encefalización los


mecanismos regulatorios de la emoción de orden elevado (las funciones
superyoicas) se han añadido con tal profusión, que constituye un reto intentar
desentrañar los estratos resultantes de influencia y contrainfluencia. No obstante,
los valores emocionales que fueron establecidos en las primeras fases de la
evolución cerebral han permanecido íntimamente coordinados con las funciones
recientemente adquiridas (en términos evolutivos), entre ellas, las tendencias
emocionales construidas socialmente que deben su existencia a funciones
cognitivas. Es imposible imaginar sentimientos como los celos o la culpa sin la
existencia de ciertos pensamientos, y por ende memorias de trabajo, en el
cerebro. Por otra parte, las emociones básicas pueden sentirse sin actividad
cognitiva que las preceda (al menos sin participación cortical), si bien se producen
numerosos cambios cognitivos cuando se experimenta una emoción.
Panksepp cree que la naturaleza primitiva de las emociones, conscientes e
inconscientes, debe partir de la premisa de la comprensión de los procesos
neurales subcorticales que coordinan ciertos tipos de disposición a la acción,
como por ejemplo los que se ponen de manifiesto en diversos estallidos
emocionales. En los humanos, las elevadas funciones del yo y el superyó pueden
controlar la expresión externa de estas fuerzas eruptivas, pero su control en
cuanto a la expresión interna es mucho menor.

La "gran red intermediaria" del cerebro sólo podrá ser desentrañada con un
abordaje conjunto desde lo molecular a la psicodinamia global. Para ello, el
psicoanálisis necesita invertir más intensamente en el estudio de las
manipulaciones experimentales, especialmente las psicofarmacológicas,
estudiando los informes subjetivos de las dinámicas y las experiencias internas
tras la inducción sistemática de cambios en el grado de activación de sistemas
cerebrales específicos. Existen finalmente los instrumentos para ello (técnicas de
transcripción computerizada, análisis espectral y procesamiento de los datos
acústicos...).

En cuanto al diseño de situaciones experimentales, las hipótesis deberían basarse


en líneas de trabajo en investigación animal que sugiriesen formas,
particularmente claras y seguras, de modificar la reactividad emocional [En este
sentido propone la realización de estudios con opiáceos como la naloxona y su
antagonista la naltrexona, probados seguros en humanos clínicamente, y con
datos procedentes de la investigación animal, donde los opioides desempeñan un
papel fundamental de un "principio del placer" cerebral].

Los cerebros humanos están diseñados para proyectar afecto (al igual que
percepciones) de vuelta al mudo externo, e incluso los animales de estudio
parecen imbuir los eventos ambientales neutrales con elementos afectivos, ya que
exhiben un condicionamiento contextual con marcada facilidad.

En cuanto al progreso de la investigación propone dos líneas paralelas: por un


lado, intentar entender cómo el cerebro de los animales genera los afectos que
progresa lentamente, según Panksepp por la ceguera conceptual autoimpuesta
por algunos neurocientíficos, "los animales no pueden sentir"; por otro, realizar
estudios fenomenológicos de las experiencias emocionales subjetivas en
humanos, donde se choca con el papel "ocultador" que desempeña el hemisferio
izquierdo en la comunicación verbal, muy influenciado por factores sociales. En
este sentido, es donde el psicoanálisis puede resultar una bendición para los
empeños empíricos en este área. Evaluar situaciones donde los individuos están
deseando confiar su intimidad puede ayudar a ver, más claramente, los
sentimientos profundos tras la superficie de la deseabilidad social. De hecho,
apunta a que estudios de ese tipo podrían ayudar a definir la especificidad de
acción y la eficacia de agentes psicofarmacológicos.

En opinión del autor, la comprensión de cómo la mente emerge de las funciones


cerebrales requiere conceptualizar nuevas entidades coherentes como el SELF
que él propone. Se debe considerar que el cerebro de todos los mamíferos puede
generar diversos sentimientos básicos, incluida la alegría [a partir de aceptar
dichas posibilidades, han descubierto lo que parece una forma de risa primitiva en
ratas de laboratorio (Panksepp & Burgdorf, 1998)]. Ha llegado el momento para los
neurocientíficos de considerar seriamente la evidencia que apunta a la existencia
de estados afectivos internos que son causalmente eficaces en el gobierno de la
conducta. Debería buscarse una nueva conciliación entre todas las disciplinas que
buscan sinceramente revelar los estratos más profundos de la naturaleza humana,
tarea en la que el psicoanálisis debe ocupar un lugar destacado, dada la
complejidad del funcionamiento de la mente, que escapa a ninguna de las
tecnologías de la neurociencia.

El mayor legado de Freud puede ser, sigue  Panksepp, su voluntad de


conceptualizar cuan profundamente los sentimientos se engranan en nuestro ser y
la intensidad con que los procesos inconscientes influyen las experiencias
conscientes. Es una pena que sus ideas no pudieran ser comprobables
empíricamente en el momento en el que se desarrollaron, pero apuntó en la línea
correcta dejando un mapa teórico de una psicología profunda con el que poder
acceder a la comprensión de los grandes misterios de las mentes humanas y
animales.

Para aquellos que creen que nunca se comprenderá la naturaleza de la


experiencia subjetiva ya que la "distancia explicativa" es simplemente demasiado
grande, Panksepp hace notar que la "distancia predecible" continuará
disminuyendo marcadamente a medida que crezca el conocimiento
neurocientífico. El psicoanálisis puede resultar un apoyo inestimable para la
neurociencia si pudiera clarificar científicamente patrones consistentes en el
aspecto experiencial de la vida. A la inversa, la neurociencia puede proporcionar
un conocimiento de los fundamentos, esencial para comprender el funcionamiento
de la mente. Por supuesto, el ingrediente crítico para todas las modalidades de
pensamiento será su capacidad para generar predicciones que puedan ser
apoyadas o descartadas por medio de metodologías científicamente aceptables.
Para el psicoanálisis, el reto está en la medida en que puede renovar la teoría
freudiana en un modo de pensamiento moderno y dinámico que continúe
rejuveneciendo a partir de la evidencia acumulada.
 

Bibliografía

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