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[Nota: Los términos afecto, sentimiento y emoción son utilizados por Panksepp indistintamente]
Las teorías modernas de la emoción intentan en general cubrir todos los aspectos
esenciales pero sin destacar ninguno de los componentes sobre el resto. A
menudo queda en segundo plano o se omite el componente del estado afectivo
interno. Si bien para los no-especialistas este ingrediente es esencial (posición
que Panksepp comparte), es el que más se evita en el abordaje objetivo de los
aspectos emocionales. Sin embargo Panksepp cree que puede demostrarse de
manera creíble a través de los abordajes neurocientíficos:
1. Buscando procesos cerebrales esenciales que sincronicen las expresiones
somáticas y viscerales de las emociones,
2. que sean igualmente componentes claves de los aspectos mnésicos y
cognitivos de las emociones, y
3. combinando estos hallazgos experimentalmente con un estudio de informes
subjetivos de diferentes personas.
Panksepp ofrece una serie de presupuestos básicos, armónicos con los de Freud:
Los valores biológicos y los procesos afectivos neurales por medio de los cuales
se manifiestan penetran todas las estructuras cognitivas del cerebro-mente de los
mamíferos. El comportamiento emocional observable se modula probablemente
por un efecto de fondo de las emociones de bajo nivel (estado de ánimo), y es
dentro de estas influencias a largo plazo que la experiencia emocional puede
resultar crucial. Así, para Panksepp, en la infancia precoz no existe una línea
sostenida de pensamiento sin una línea sostenida de afecto, por lo que si se
quiere entender cómo se comportan las personas y los animales a largo plazo, hay
que comprender sus sentimientos. Sólo en la edad adulta, cuando ya están
establecidos los patrones de comportamiento, los hábitos de pensamiento y las
defensas, las conexiones evidentes entre el afecto y la conducta disminuyen. De
hecho, los reguladores afectivos quizá simplemente descendieron a niveles
preconscientes de procesamiento neural, ejerciendo aún controles fundamentales
sobre la mente y la conducta.
Freud conceptualizó tales procesos del ello no sólo como las bases de las
emociones y la personalidad, sino también como substratos esenciales de la
maduración de las funciones del yo. Por desgracia, Freud no disponía de una
forma creíble de realizar una taxonomía científica de las funciones del ello, que
permanecieron como uno de los elementos más ambiguos de su teoría.
La neurociencia afectiva ha proporcionado abundante evidencia de los tipos de
funciones básicas del ello contenidas en el cerebro de los mamíferos [nótese que
Panksepp se refiere casi siempre al cerebro de los mamíferos. Para él los
elementos básicos de las emociones están representados en el cerebro de los
mamíferos no humanos (con importantes analogías, sobre todo a nivel subcortical,
con el cerebro de los humanos) y propone que la investigación sobre la emoción
incluya como una etapa el trabajo con animales, lo cual es objeto de considerable
polémica dentro de los neurocientíficos], que van desde los sistemas de
BÚSQUEDA, pasando por los de RABIA, MIEDO, o CUIDADO, a aquéllos que
elaboran el JUEGO. Si quisiera, la neurociencia cognitiva podría destacar la
naturaleza neural de algunas de las defensas del yo que emergen cuando las
desenfrenadas funciones del ello llegan al control neural más elevado, en parte a
través del aprendizaje asociativo y en parte por medio de la evolución de procesos
neuropsicológicos más sutiles reguladores de la emoción, tales como las diversas
defensas conceptualizadas por Freud. La psicología evolutiva apenas empieza a
conceptualizar cómo las estrategias sociobiológicas reflejan de forma marcada las
presiones que permean nuestras racionalizaciones cerebrales más elevadas, pero
aún tiene que lidiar con la naturaleza biológica básica de los afectos.
Al intentar cubrir todos los aspectos (dejando fuera algunos de los más
importantes como la naturaleza subjetiva de las emociones), las modernas teorías
de la emoción no proporcionan las necesarias simplificaciones analíticas desde las
que poder desarrollar evaluaciones empíricas sólidas de los aspectos clave.
Panksepp afirma que Freud acertó situando el afecto (el principio del placer) en el
centro de su esquema. Sin esas funciones, ni siquiera se pueden hacer
computadoras realmente inteligentes (Clark, 1997), y los humanos parecen perder
su sentido común si se dañan los sistemas emocionales (Damasio, 1994; Picard,
1997).
Por supuesto, las funciones del ello han de clasificarse de manera más exhaustiva
de la que Freud pudo hacer, a través de una investigación conjunta psicológica y
neural, además de reconocer abiertamente que la investigación animal es
absolutamente esencial para resolver los detalles últimos de los sistemas
subyacentes con claridad adecuada.
Freud centró sus esfuerzos en discutir los procesos psicológicos más complejos
-cómo las funciones del yo y el superyó son moldeadas por la experiencia.
Panksepp ha basado su trabajo de los últimos 25 años en la suposición de que, la
clarificación de la neuroanatomía y la neuroquímica de las diversas energías del
ello en el cerebro de los mamíferos, debe ser la base de la comprensión de la
naturaleza fundamental de las formas básicas de experiencia emocional humana y
del control de la conducta. Trabaja bajo la premisa de que las energías del ello
aparecieron hace mucho en la evolución y que permanecen homólogas en las
especies cercanas en la evolución al ser humano (que él mismo reconoce no es
compartida por muchos de sus colegas).
Panksepp señala sus coincidencias con Freud, entre las que destaca el hecho de
que al colocar el afecto en el centro de su análisis, Freud reconoció que la
asignación de valor a la conducta y los procesos psicológicos más elevados era la
función clave de las emociones. Igualmente al registrar la importancia de los
eventos del mundo externo, los afectos permeabilizan las funciones conscientes
más elevadas del cerebro-mente. Más aún, Freud veía el afecto como proveniente
de mecanismos biológicos fundamentales (presumiblemente circuitos cerebrales)
que guiaban las tendencias instintivas a la acción. Los programas cerebrales del
afecto (con diversos códigos químicos, fundamentalmente neuropeptidérgicos)
que se han descubierto recientemente probablemente son la infraestructura
inmediata de dichos procesos.
Panksepp opina que las bases neurales del cuerpo virtual del SELF permiten la
interacción de los estímulos externos (percepciones simples) y los valores internos
(estados emocionales) con una representación motora coherente y estable del
cuerpo. En este esquema, los sentimientos reflejarían en último término los
distintos tipos de disposición a la acción que permeabilizan las extendidas
neurodinámicas del SELF.
Panksepp asume (si bien recalca que no existe evidencia científica aún para sus
afirmaciones) que este SELF primitivo fija los organismos como criaturas
coherentes con sentimientos y una forma básica de identidad, pero también que
sus conexiones neurales ampliamente diseminadas, especialmente las dirigidas
hacia las áreas corticales frontales, pueden proporcionar diversas formas de
activación y coherencia afectivas a lo largo del neuroeje. La amplia extensión
neural de estos sistemas permite la construcción de abundantes tipos de
expresión emocional a partir de los sentimientos básicos. En esta visión, la
esencia de los sentimientos afectivos surge de varios sistemas operativos
emocionales básicos interaccionando con las extendidas redes del SELF, mientras
que los procesos más elevados mnésicos / asociativos extenderían y modificarían
estas formas de disposición a la acción con contenidos cognitivos (visión
compatible con la freudiana, al menos como principio general).
En cualquier caso, Panksepp sugiere que los afectos básicos estarían más
estrechamente relacionados con sistemas básicos instintivos de disposición a la
acción (Panksepp, 1998ª), mientras que los afectos motivacionales estarían más
ligados con los sistemas perceptivos (Solms, 1996). En último término, ambos
tipos de afecto son mediados por capacidades integrativas sensitivo-motoras
intrínsecas, no aprendidas de regiones subcorticales (arcaicas en términos
evolutivos), que pueden establecer diversos tipos de estados afectivos
neurodinámicos dentro del cerebro.
Para Panksepp, Freud no reconoció adecuadamente la existencia de sistemas
emocionales dedicados a los distintos procesos sociales. Aunque dio mucha
atención a la sexualidad, no pudo apreciar la probable existencia de sistemas
instintivos básicos para la devoción maternal (ternura), apego social (amor),
ansiedad de separación (tristeza) y capacidad de juego (alegría), todos
fuertemente representados en la línea media del tálamo y la corteza límbica (área
frontal, cíngulo anterior e ínsula). Generaciones posteriores del pensamiento
psicoanalítico desarrollaron varios de estos temas bajo la rúbrica de las
"relaciones de objeto", pero gran parte de la discusión se hizo como si fueran
derivados, no verdaderos procesos emocionales básicos. Actualmente se puede
hipotetizar que dichas psicodinámicas surgen bajo los auspicios de los diversos
sistemas básicos socio-emocionales. El modo en que las emociones sociales más
elevadas (presumiblemente funciones superyoicas) como la envidia, la culpa, los
celos emergen de estos sistemas constituye uno de los capítulos apasionantes de
la neuropsicología, en la que empieza a aparecer investigación de orientación
psicoanalítica (Lewis, 1998). El refinamiento de las emociones sociales más
elevadas puede proceder de formas de aprendizaje "preparadas" que emergen de
las neurodinámicas de las tendencias emocionales más básicas reverberando a lo
largo de los canales evolutivamente preparados del SELF extendido (que incluye
las conexiones con otras áreas cerebrales).
Las áreas cerebrales que generan todas estas respuestas afectivas deben ser
anatómicamente distintas de los sistemas tálamo-corticales que median la qualia
básica que deriva de las sensaciones exteroceptivas. Si bien estos sistemas
interactúan con múltiples zonas del cerebro, permitiendo a los valores
permeabilizar las percepciones a medida que los estímulos externos acceden a
los sistemas internos de valoración, para ayudar a establecer patrones de
conducta aprendidos más complejos. En la amígdala es donde más se han
estudiado las conexiones adquiridas (LeDoux, 1996), pero se pueden anticipar
numerosas áreas donde estos fenómenos tienen lugar. Por ejemplo, gran parte del
aprendizaje social y de la regulación emocional transpira (cursivas añadidas)
dentro de la corteza frontal y el área anterior del cíngulo, especialmente para la
frustración y las pérdidas sociales (Devinsky, Morrel, & Vogt, 1995; Drevets et al.,
1997). Recientemente existe documentación que apunta que la psicoterapia puede
mejorar la hiperactivación de dichas áreas cerebrales (Schwartz et al., 1996).
Un aspecto empírico clave es la clarificación del modo en que los diversos estados
afectivos se representan en el cerebro. La respuesta más probable es
"ampliamente", sin embargo, el neocórtex no parece una ubicación probable (por
más que el procesamiento cortical esté afectado de forma masiva por las
emociones), pese a lo cual, se queja el autor, la investigación de la emoción se
mueve en una era corticocéntrica (lóbulo frontal, corteza límbica), mientras que se
presta menos atención a la creciente evidencia sobre los extensamente
ramificados circuitos de comando subcorticales que generan y sincronizan
diversas conductas emocionales y los cambios corporales asociados, esenciales
para generar emociones (Panksepp, 1998ª). Como ejemplo menciona el hecho de
que los opiáceos generan más efectos de recompensa en áreas como el PAG o la
tegmental ventral que cuando se administran en áreas más elevadas como la
amígdala o la corteza frontal (David & Cazala, 1996). Lamentablemente, para la
mayoría de los sentimientos se desconoce cuál de los niveles (cortical o
subcortical) es el más importante.
Para Panksepp, la interacción de los sistemas emocionales con los estratos más
bajos como el PAG pueden ser esenciales para la creación de estados afectivos
que son entonces difundidos ampliamente por el cerebro. Si esto fuera así,
identificar los diversos correlatos neuroquímicos y neurodinámicos que
acompañan a los distintos tipos de emoción y la evaluación de sus papeles
causales a través de líneas paralelas de investigación, serían claves para la
comprensión de la naturaleza de los afectos. Si bien en este momento no puede
darse una respuesta definitiva a la pregunta de Solms y Nersessian "¿de qué son
percepciones los afectos?", sí que es un momento en el que pueden realizarse
trabajos empíricos relevantes. En este sentido, urge a los investigadores a dedicar
más atención a regiones cerebrales como el área centromedial del mesencéfalo y
el núcleo reticular del tálamo, donde se coordinan por primera vez las valencias
emocionales y los eventos externos con un mapa coherente del cuerpo y las
percepciones desencadenadas exteroceptivamente. Pueden ser áreas cerebrales
críticas donde los procesos del yo y del ello comienzan su lucha por la primacía
que reverbera a través de los niveles subsecuentes de desarrollo neural de cada
individuo y cada especie. Con cada nuevo estrato de desarrollo, aparecen nuevas
oportunidades a la emergencia de defensas, actividades de desplazamiento, y
sensibilizaciones neurales que son muy difíciles de desentrañar.
Panksepp critica la vaguedad del concepto hidráulico de pulsión, que dificulta que
los neurocientíficos trabajen con él para relacionarlo con los componentes
inespecíficos, al disponer de descripciones más específicas de cómo estos
sistemas operan en el cerebro. Por ejemplo, la NA controla la eficiencia del
procesamiento cortical de la información incrementando los efectos de las señales
que llegan respecto al ruido de fondo; La 5-HT tiende a disminuir el impacto de la
información en la corteza; y la Ach focaliza los recursos atencionales.
No obstante, el autor reconoce que el uso del término que Freud hacía es distinto
del suyo (diversos estados cerebrales que surgen directamente de detectores de
necesidades corporales). Para Freud la pulsión representa una tensión o
activación generalizada que acompaña a los distintos desequilibrios
homeostáticos. Así, si se pretendiera reforzar el concepto freudiano con los datos
de la neurociencia moderna, habría que concentrarse en los sistemas de
activación e inhibición generales antes descritos (glutamato y GABA), pero
también en los circuitos ascendentes de la DA, NA, y 5-HT bien conocidos y otros
menos estudiados como los histaminérgicos. La mayoría de estos sistemas
responden a ciertas variables de estado corporal, como los niveles de esteroides
circulantes o los estados de alerta. Podría proponerse que la activación de la DA y
la NA, junto con la quiescencia de la 5-HT promueve la pulsión, mientras que la
situación inversa tiende a reducir la percepción de un sentimiento global de
tensión pulsional. Panksepp señala que para apoyar esto sería necesario que
añadiera capacidad de comprensión sobre las observaciones existentes
concernientes a la psique humana, sobre lo cual se carece, por el momento, de
datos relevantes.
Conclusión
La "gran red intermediaria" del cerebro sólo podrá ser desentrañada con un
abordaje conjunto desde lo molecular a la psicodinamia global. Para ello, el
psicoanálisis necesita invertir más intensamente en el estudio de las
manipulaciones experimentales, especialmente las psicofarmacológicas,
estudiando los informes subjetivos de las dinámicas y las experiencias internas
tras la inducción sistemática de cambios en el grado de activación de sistemas
cerebrales específicos. Existen finalmente los instrumentos para ello (técnicas de
transcripción computerizada, análisis espectral y procesamiento de los datos
acústicos...).
Los cerebros humanos están diseñados para proyectar afecto (al igual que
percepciones) de vuelta al mudo externo, e incluso los animales de estudio
parecen imbuir los eventos ambientales neutrales con elementos afectivos, ya que
exhiben un condicionamiento contextual con marcada facilidad.
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