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Todo arte tiene una unidad básica de producción que define quien es artista
y quien no. Quienes producen dicha unidad básica son profesores, es decir,
profesan dicho arte. En el caso del arte de la pintura, la unidad básica es
el cuadro. Quien pinta cuadros es pintor. Igualmente la escultura o estatua
es la unidad básica del arte de la escultura. Nadie puede reclamar para sí
el título de pintor si no ha pintado ningún cuadro. Nadie puede decirse
escultor si no ha hecho por lo menos alguna estatua. En nuestro arte mágico
la unidad básica es el truco (o como quieran ustedes llamarlo). Sin embargo
vemos el arte mágico parece ser diferente a los demás ya que hay muchos
magos que no ejecutan trucos. Hay coleccionistas, vendedores,
historiadores, estudiosos o simplemente simpatizantes de la magia que se
llaman a sí mismos magos. ¿Por qué? Creo que por la sencilla razón de que
--aparte de su simpatía por este arte-- conocen muchos de sus secretos, es
decir, conocen muchos de los métodos para ejecutar los trucos. En otras
palabras, conocen la «trampa». Esto nos demuestra que todavía existe una
inclinación muy fuerte hacia considerar el secreto y el conocimiento de los
métodos como pilar fundamental del arte mágico cuando en realidad no lo es.
Concentrarnos en el conocimiento los métodos o de la «trampa» de los trucos
nos retrasa más de cien años. Tenemos que vivir en nuestro tiempo y
comprender que el conocimiento de los métodos secretos no es tan importante
ya que éstos se pueden adquirir hoy con gran facilidad. Además, es ridículo
preocuparnos en demasía por el método o por la «trampa» ya que la mayoría
de los trucos tiene un solo y único método válido para realizarlo. La
multiplicicad de métodos válidos es casi exclusiva a la cartomagia, a la
numismagia y al mentalismo donde lo que proliferan son variantes y más
variantes de los mismos efectos realizados todos por diferentes métodos
pero dando al final el mismo resultado o efecto visible. En esos campos
donde lo que más abunda son los muchos «pases» para hacer lo mismo es muy
fácil que el mago «invente» métodos nuevos para lograr los mismos efectos
que ya se realizan por medio de otros pases ya que casi lo único que tiene
que hacer es cambiar unos pases por otros y ya piensa que inventó algo
nuevo. Pero bueno, me imagino que eso es divertido y alimenta el ego del
supuesto inventor y no seré yo quien le quite la idea ni la diversión a
nadie. Sin embargo tengo que volver a llamar la atención hacia el hecho de
que la mayoría de los trucos, y hablo específicamente de la magia
comunmente llamada «de salón«, la mayoría de los trucos, repito, tiene un
solo y único método válido. Toma, por ejemplo, la Bolsa-Huevo, solo tiene
un método válido: una pared de la bolsa es doble y hay una abertura por la
que sale y entra el huevo. Si la pared doble llega hasta abajo de la bolsa
o no o si la bolsa es negra o a cuadros o roja o si la abertura es
horizontal o diagonal son simples variaciones de lo mismo que no quitan ni
ponen absolutamente nada al método. Tengo que decir que hay quien ha
desarrollado rutinas de Bolsa-Huevo usando una bolsa sin doble pared pero,
¿alguien ha visto presentar estas rutinas? ¿Alguien las conoce? Las conozco
yo que leo todo lo que se me pone por delante pero dichos intentos han ido
a parar al cesto de basura por inútiles, por no ser un método válido para
ejecutar este truco. Han sido frutos de la preocupación desmedida que
tienen los magos por los métodos, es decir, por el secreto o la «trampa» y
por la intención de «inventar» algo nuevo y acariciarse el ego.
Sin embargo hay algunos trucos como El Periódico Roto para el cual existen
varios (o más bien muchos) métodos válidos. La clave aquí es la palabra
«válidos» y dicha palabra indica claramente que cualquier método que
escojamos va a servirnos. Si hacemos esto: escoger un método a la primera y
comenzar a usarlo, iremos desarrollando su presentación mediante la
práctica e iremos avanzando en el arte de la Magia sin perder demasiado
tiempo en la búsqueda del método «perfecto». Buscar el método perfecto es
un mal común, un error en el que caen muchos magos y me incluyo entre ellos
ya que en mi juventud perdí demasiado tiempo tratando de encontrar el mejor
método o la mejor rutina, cosa muy difícil para un joven e inexperto mago.
Me pasó con los Aros Chinos. Leí tanto sobre ellos tratando de encontrar,
en este caso no el método «perfecto» sino más bien la rutina «perfecta» que
no sabía cual pase incluir o cual dejar por fuera con el resultado de que
nunca estuve satisfecho con las rutinas que componía en el papel hasta que
me fui dando cuenta de lo estúpido de mi proceder y finalmente tomé una
rutina muy simple que encontré en un libro y la empecé a presentar y me
sorprendió el éxito que obtuvo. Esto es entonces lo que recomiendo: Si un
truco tiene varios métodos válidos no te preocupes por encontrar el método
«perfecto«; elige simplemente uno de ellos, comienza a presentar el truco
con dicho método y ve entonces perfeccionándolo mediante la práctica. Lo
anterior fue lo que me ocurrió con Mi Rutina Profesional con una Cuerda:
Junté varios trucos conocidos y comunes y me lancé a presentar en público
aquello. La rutina se fue perfeccionando mediante la práctica hasta el
punto de convertirse en algo muy efectivo pero también muy práctico. Ya
conté antes lo siguiente pero lo quiero repetir. Cuando el genial mago
francés Tabary presentó en un congreso de la FISM su famosa rutina con
cuerda usando métodos novedosos, un mago que lo había visto me recomendó
mucho que estudiara dicha rutina. Le contesté que yo ya tenía una rutina de
cuerda y lo que necesitaba ahora era un truco con un zapato, queriendo
decirle que yo el capítulo de la cuerda ya lo tenía cerrado y no porque me
crea que mi rutina es la mejor del mundo sino porque ya funciona para mí
generando efectos mágicos muy potentes. En esas circunstancias, ¿para qué
voy a querer cambiar? Tengo que agregar que he leído el libro de Tabary y
lo he visto actuar y admiro su trabajo y sus ideas pero simplemente yo ya
tengo una rutina de cuerda que es excelente en mi opinión y esta opinión
está forjada por la experiencia de muchos años.
Antes de dejar este tema debo decir que hay un campo de la magia en el que
el método sí que es más importante que el efecto y es en el campo
aficionado. El aficionado o amateur (amador) disfruta más con el método
ingenioso que con el efecto en sí y esto es totalmente comprensible pues la
magia es su afición querida y la mayoría de las veces no ejerce este arte
ante público profano sino ante colegas aficionados que al igual que él
saben apreciar los métodos distintos e ingeniosos. Algunos magos llamados
«profesionales» guardan por el resto de sus días ese amor por el método de
los trucos lo cual no está mal del todo pero no creo que ese amor personal
justifique afirmar por escrito que el método es más importante que la
presentación. Pero entremos en materia...
Los efectos que se hacían con música, es decir, sin hablar, eran simples y
directos y por tanto mágicos de por sí por el hecho de ser eminentemente
visuales. Por supuesto que el arte del presentador de dichos trucos tenía
mucho que ver con el grado de su impacto final pero siendo que son visuales
y por tanto mágicos de por sí, podemos afirmar que la magia presentada de
esta manera (sin hablar) es más «pura» que la que hacemos ahora la cual
incluye y combina elementos que no son estrictamente mágicos. Es por este
motivo que ahora nos cuesta más trabajo y estudio hacer que lo que hagamos
luzca más mágico. En efecto, como hemos visto, el simple hecho de hablar
nos permite introducir en nuestras presentaciones trucos mucho más
complejos cuyos efectos muchas veces son diferentes a los efectos de simple
aparición, desaparición y transformación. Si los efectos simples entran en
el espíritu del espectador por medio de la vista, los efectos modernos más
complejos lo hacen muchas veces por medios intelecturales o de comprensión
y por tanto exigen explicación verbal en muchos puntos de su procedimiento
porque sino algunas cosas no quedarían claras y el efecto no sería lo
preciso que debe ser.
La magia y el humor
Hace años vengo sosteniendo que es perfectamente posible que un mago que
actúe hablando puede eliminar todos los chistes y siempre que su acto esté
formado por trucos sólidos cuyo efecto sea verdaderamente mágico, obtendrá
un éxito importante ya que lo mágico entretiene y entretiene mediante la
emoción del asombro, que es la emoción más fuerte que puede crear nuestro
arte. Este concepto que vengo predicando hace décadas recién lo descrubren
ahora algunos llamados «teóricos» de nuestro arte. Quizás deberían haber
leído en su día El Puerco Sabio y algunos de mis otros escritos (y perdona
que parezca pedante). Se hubieran ahorrado años de andar escribiendo cosas
de las que ahora se tienen que retractar.
La alegría es también una emoción pero casi ningún mago que se proponga
generar emociones con su acto, considera seriamente generar alegría, cosa,
por otro lado, que generan sin tanto alarde todos los magos humorísticos y
hasta los no humorísticos. Sin embargo nadie considera seriamente que
dichos actos generen alguna emoción, cuando en realidad sí que lo hacen:
generan la emoción de la alegría. Aquí vemos reforzada la opinión de que
cuando el mago promedio habla de emociones se refiere exclusivamente a las
emociones sentimentales de amor, odio, tristeza, etcétera que ya
mencionamos.
Por causa de lo anterior es que vemos que cuando algún mago quiere hacer un
acto «emotivo» generalmente busca generar emociones meramente sentimentales
y lo intenta hacer mediante actos argumentados en los que hay
enamoramientos, nostalgias, añoranzas y tristezas usualmente en la esfera
de las relaciones personales o espirituales. Vemos así magos enamorados de
alguna flor que luego se vuelve una cabeza humana, otros que llegan a
alguna buhardilla donde descubren viejos recuerdos y el coranzoncito les
hace chup chup, otros son un niño pobre ante el escaparate de una
juguetería, etcétera. No digo que esté mal, lo que digo es que no debemos
obsesionarnos con querer crear un acto así y no ver más allá de eso porque
por cada acto «emotivo» que tiene éxito hay muchos otros que salen bodrios
por la simple razón de que nunca ha sido fácil transmitir las emociones
sentimentales sin caer en lo cursi. Para hacerlo bien se necesita la
sensibilidad de un poeta y esta es una cualidad que la naturaleza ha
repartido muy tacañamente, especialmente a los magos.
Podría creerse que en la época de Devant las cosas eran diferentes y que
esta presentación era apropiada a dicha época pero quienes crean eso tienen
que aclarar primero en qué basan dicha creencia. Yo creo lo contrario y me
baso en mis múltiples lecturas de la época y no solo de libros de magia
sino en novelas, poesía y obras de teatro. Basándome en eso les puedo decir
que lo cursi ha sido cursi ayer, mañana y siempre... de hecho, la palabra
cursi se originó en aquellas épocas para describir justamente las cosas de
mal gusto. Y para demostrar más lo que digo, cuando al dramaturgo español
José de Echegaray, cursi donde los hubiera, le dieron el Nobel de
Literatura en 1904, algunos que lo habían ganado antes protestaron por
considerar que el Nobel se había rebajado al ser entregado a un autor de
tan mal gusto justo por su cursilería. O sea que el buen gusto no es algo
moderno sino que viene de antiguo. Estos versos:
O sea...
He afirmado antes que los trucos simples y directos que formaban los actos
mágicos con música que estuvieron tan de moda hace pocas décadas tenían una
cualidad visual y por tanto no había que explicar nada para que fueran
efectivos, mientras que muchos de los trucos que hacemos ahora tienen una
cualidad intelectual y por tanto las explicaciones al público se hacen
obligatorias. Si encontrásemos alguna manera de reducir lo intelectual y
aumentar lo visual nuestros trucos ganarán impacto mágico. Lo intelectual,
es decir, las explicaciones, las podemos resumir estudiando bien nuestra
charla para concretar las ideas que queremos transmitir en pocas frases
bien articuladas.
Además nos cuidaremos bien de que entre estas frases bien articuladas se
incluyan algunas que transmitan ciertas ideas que nos interesa transmitir
para resaltar la imposibilidad de lo que pretendemos hacer y también
veremos que conceptos omitir en nuestra charla para enmascarar
sicológicamente ciertas acciones o circunstancias que no queremos que
aprecie el público. También usaremos las frases para hacer notar ciertos
detalles que en caso de no mencionarlos pasarían desapercibidos.
Reforzaremos de esta manera las acciones de claridad y limpieza.
Esto de usar nuestras frases para hacer notar ciertos detalles es muy
importante pues en la magia no se trata se ser «subliminal» ya que el
público es muy poco observador. El público no es Sherlock Holmes. Sherlock
Holmes, el ficticio detective, conoció por primera vez al Dr. Watson en la
novela Un Estudio en Escarlata y lo sorprendió diciéndole: --Veo que ha
estado usted en Afganistán. --¿Cómo lo hizo? Pues porque inconscientemente
se fijaba en todos los detalles y su mente los procesaba casi
automáticamente. Él mismo explica en el segundo capítulo de la novela como
llegó a dicha conclusión:
La charla expositiva
Aquí tengo una baraja. Como pueden ver todas las cartas son diferentes. Le
voy a pedir que la mezcle bien. ¿Ya está mezclada? Ahora, usted, saque una
carta, mírela y muéstrela a todos los demás. Por favor, devuelta su carta
al mazo. Voy a mezclar ahora para perder bien su carta entre las demás.
Vamos a ver, usted mezcló la baraja, luego usted sacó la carta que quiso la
cual está ahora perdida entre todas las demás. Le voy a pedir que me diga
un número entre el 10 y el 20. ¿Cuál? El dieciseis. ¿No quiere cambiar? Muy
bien. Voy a ir contando las cartas una por una y cuando llegue a dieciseis
esa será su carta. (Se cuenta). Dígame, ¿cuál era su carta? ¿El tres de
corazón? ¡Aquí la tiene!
Por tanto, diseñaremos nuestra charla para resaltar los puntos que queremos
que el público recuerde, sean estos verdaderos o falsos. Además, por
omisión, es decir, por no decir nada al respecto, ocultaremos los puntos
que no queremos que el público note. Además, optimizando nuestra charla
para hablar solo lo preciso, evitaremos obstaculizar la comprensión del
público de lo que nos interesa que comprendan y también, en el caso
extremo, evitaremos que se aburran por hablar nosotros más de la cuenta.
Hay una pregunta obligada aquí y es, ¿qué ocurre con la comicidad? En
efecto, muchos magos, yo entre ellos, utilizan la charla para introducir
elementos de humor en sus rutinas. Sin entrar en profundidad ya que el tema
de la charla lo trataré más adelante, solo diré aquí que el humor no está
reñido con el tipo de charla que estoy recomendando aquí... siempre que los
chistes o gags vayan en el lugar que tienen que ir y no obstruyan los
momentos climáticos o las frases con las que vayamos a resaltar lo que
queremos que el público recuerde bien después. Como he dicho, más adelante
en el libro hablaré en profundidad de estos temas.
Veamos un ejempo simple que nos ayudará a comprender mejor todo lo que he
dicho hasta aquí. Usemos el truco del papel roto y recompuesto. Se trata de
un efecto muy simple en el cual el público tiene poco que entender y por
tanto trae ya de sí elementos visuales. No obstante eso, se puede presentar
mal, es decir, se puede presentar de manera que al final no cause todo el
asombro que podría causar. Voy a trascribir aquí la presentación que creo
adecuada e iré haciendo notar los puntos fuertes tanto de los gestos como
de la charla.
Charla: Muchas personas han visto algún mago pero muy pocas saben en
realidad en qué consiste la magia. Yo se los voy a decir. La magia es una
ilusión. ¿Qué es una ilusión? Algo que parece pero no es. Lo mostraré con
este papel.
Acción: Toma la mitad de los pedazos en una mano y conserva la otra mitad
en la otra y los muestra con ambas, abiertos en abanico y moviéndolos un
poco con los dedos como Arturo de Ascanio aconsejaba mover las cartas
cuando hacía el culebreo.
Tony Kardyro, otro mago menos conocido quizás pero igual de meritorio, dice
lo siguiente:
«En los viejos tiempos una de nuestras reglas de oro era... nunca digas al
público por adelantado lo que vas a hacer. Hoy día no estoy de acuerdo con
esta regla...¿Por qué? Porque los aparatos hoy día son muy superiores a los
de antaño. Nuestros métodos también son vastamente superiores. Hoy uno
puede decirle al público lo que va a hacer sin que esto revele el secreto.
Además, y esto es más importante, cuando el público sabe lo que vamos a
hacer estará listo para premiarte con su aplauso cuando tengas éxito con lo
que dijiste que ibas a hacer. Creo que esta es la razón por la que muchos
de nuestros trucos rápidos y sorpresivos nunca obtienen el aplauso que se
merecen.» (Deceptions Show and Lecture).
Podría citar más autores para sustentar mi punto pero basta con estos dos.
Ambos están de acuerdo en que si el público sabe de antemano lo que se va a
hacer esto es bueno para la presentación, es decir, que hace que el truco
sea más efectivo. Kardyro, sin embargo, señala que nuestros métodos son
vastamente superiores a los de antaño y por eso se puede avisar impunemente
lo que piensa uno hacer sin que haya el peligro de que el público descubra
el secreto. Yo pienso, sin embargo, que cualquier método, por antiguo que
sea, que pueda ejecutarse de una manera muy limpia y clara sin que se note
nada anormal puede engañar al público aunque éste esté avisado del efecto
final y este es el caso del truco del papel que estamos estudiando.
Hay otros trucos en los que es irremediable decir lo que uno se propone
hacer. Siguiendo con la cartomagia, tenemos el efecto de la carta al
número: alguien dice una carta y otra persona dice un número hasta el
cincuenta y dos. Si el mago quiere que el efecto valga la pena tendrá
OBLIGATORIAMENTE que decir de antemano que la carta va a aparecer al número
dicho. Decirlo potencia enormemente el efecto. No decirlo lo debilitará
porque será incomprensible en mayor o menor grado. Así de simple.
Anunciar de antemano lo que nos proponemos hacer no tiene por qué poner en
peligro el secreto del truco ya que éste se puede estructurar de manera que
cuando lo anunciemos la trampa ya esté hecha. También podemos agarrarnos al
hecho que señala Kardyro: que nuestros métodos son mucho mejores y por
tanto pasan desapercibidos aunque el público sepa más o menos lo que va a
venir. Ejemplo de lo primero es La Carta en la Naranja. Como se sabe, el
mago metió la carta en la naranja en su casa, antes de venir a la función,
por tanto esa parte del truco está hecha. Al principio se da forzada una
carta duplicada y la cual se rompe, etcétera y es después de dar a examinar
la naranja y darla a sostener a algún espectador cuando se dice que la
carta va a pasar al interior de la naranja. Como se ve, la trampa ya está
hecha y no existe nada que los espectadores puedan ver para descubrir el
truco. Al contrario, prestarán más atención tratando de ver algo que no va
a ocurrir (la trampa) porque ya ocurrió horas antes pero como ellos creen
que la trampa ocurre en el acto, al suceder el efecto anunciado de antemano
(la carta «elegida» aparece dentro de la naranja) y ellos no ver nada, la
sensación de asombro se potencia. También habremos logrado algo muy
importante lo cual es captar la atención redoblada de los espectadores ya
que de alguna manera les hemos lanzado un reto y por tanto redoblarán su
atención sobre lo que estamos haciendo.
Continúa el truco...
Charla: Si yo arrugo ahora el papel... miren que no tengo otra cosa en mis
manos que no sea esa bolita de papel la cual tengo en la misma punta de los
dedos. Nada más.
Este truco tan sencillo que acabo de detallar es el que uso normalmente
para abrir mis actuaciones ante públicos íntimos, es decir pequeñas fiestas
y eventos sociales ya que es a corta distancia que puede apreciarse
realmente y donde los detalles que les voy a mostrar rinden los resultados
más contundentes.
Para ello dobla el papel por el centro a lo largo y con un cuchillo que no
esté muy afilado pasado por el doblez, como muestra el dibujo de la
derecha, vas rasgando a lo largo del mismo hasta cortar completamente la
hoja en dos mitades.
Dobla una de las mitades por la mitad a lo largo obteniendo así una tira
larga y corta con el cuchillo pero solo un poco. Dobla hacia atrás la parte
superior y pega un pedazo de cinta adhesiva doble cara cerca del borde,
como muestra este tercer dibujo.
Coloca ahora la parte que doblaste hacia atrás encima de la otra procurando
que queden ambas bien parejas (aunque no hay que ser perfectos aquí) y
presiona sobre la cinta adhesiva, la cual está ahora entre dos capas de
papel, de manera que ambas queden bien pegadas entre sí. Vuelve a meter el
cuchillo entre en el doblez y termina de cortar el papel. El resultado
final será dos tiras pegadas en un extremo por cinta doble cara. Gracias a
la manera de cortar, ambas tiras estarán más o menos encuadradas.
El resultado final lo muestra este otro dibujo, del cual se han omitido las
manos para mayor claridad. Como puede verse, una de las tiras ha quedado
totalmente plegada hacia un extremo de lo otra. Le he dado tanta
importancia a la explicación de esta forma de plegar el papel ya que es la
más conveniente manera de hacerlo por lo que te recomiendo que la aprendas
desde ahora.
Bueno, una vez estés en la situación mostrada en el dibujo anterior, vas a
doblar hacia abajo la parte superior de la tira plegada, como muestra el
nuevo dibujo que aquí te pongo.
Este siguiente dibujo muestra como tienes que doblar la parte inferior del
papel plegado...
...y este muestra como doblas la parte delantera para formar un paquetito
compacto.
Para que el paquetito no se deshaga lo que hay que hacer es un doblez muy
marcado en elo centro, como muestra este dibujo. Este paso es muy
importante ya que al estar sujete tan sutilmente, cuando hagamos el truco
lo podremos desplegar con gran facilidad.
El papel puede pasarse de una mano a la otra sin preocuparse uno por el
duplicado ya que éste siempre queda bien oculto, como muestra el dibujo de
la derecha. La razón para pasárselo de una mano a la otra es para mostrar o
dejar ver ambas manos vacías mientras le habla uno al público.
Ahora ya estamos listos para empezar el truco. Con el papel sujeto como
muestra este nuevo dibujo, la mano izquierda desenrolla el papel. Hay otra
forma que a lo mejor es más elegante y consiste simplemente en sujetar el
papel con la derecha (ocultando el duplicado, por supuesto) y con un
movimiento del brazo soltar el extremo enrollado dejando que se desenrolle
solo por el impulso como una serpentina. Sea como fuere, se termina con el
papel desplegado sujeto con la mano derecha por donde está el duplicado.
Hay que evitar sujetarlo como muestra este nuevo dibujo ya que así
demostramos que estamos ocultando algo. Recuerda que el duplicado está
pegado y no va a caer. Por lo tanto no hace falta que lo sujetes. Tampoco
hace falta ocultarlo con todos los dedos: basta que cierres los dos dedos
medios, como muestra el dibujo superior y el duplicado quedará
perfectamente escondido detrás de ellos.
Los dedos pulgares de ambas manos entonces arrugan los trozos contra la
parte trasera del paquete duplicado (que ahora está hacia el público) y
terminando de arrugar todos los trozos, quedará una sola «bola» de papel
cuya parte que da hacia el público es el duplicado y los trozos estarán
bien arrugados detrás.
En este punto se toma la bola de papel entre pulgar e índice se muestra con
la palma de la mano hacia el público y los dedos bien abiertos, como
muestra el dibujo superior. No dejes de hacerlo así ya que esto le da gran
limpieza al truco.
Una vez hayas abierto los primeros pliegues, la mano derecha se queda
inmóbil y asume la postura natural que ya conoces y que vuelvo a poner en
este nuevo dibujo, mientras que es la mano izquierda la que se aleja de la
derecha abriendo la tira de papel en su totalidad. El público empezará a
reaccionar incluso antes de que hayas terminado de abrir todo el papel.
Muéstralo extendido entre ambas manos, marca una pausa de efecto y
finalmente, juntando ambas manos, arrugas todo formando una bola, la lanzas
al aire, la apañas y la descartas. Eso es todo.
Utiliza el método más fácil que encuentres para lograr el efecto que
buscas.
Los verdaderos grandes maestros que sentaron las bases modernas de nuestro
arte lo percibieron exactamente así: que para dominar nuestro arte hay que
dedicar tiempo a la práctica. No en balde Robert-Houdin afirma en su
célebre libro que lo más importante para dominar el arte de la
prestidigitación es «practicar, practicar, practicar». El tiempo de
práctica depende de la habilidad natural que cada uno tenga y así, el más
hábil necesitará menos tiempo mientras que el más torpe necesitará mas
tiempo pero al final, tanto hábil como torpe terminarán dominando cualquier
manipulación por «difícil» que esta parezca antes de acometerla.
Otro que vio claro este concepto fue Juan Mieg quien en su excelente libro,
El Brujo en Sociedad, nos dice:
¿Se entendió lo anterior? Me parece que sí pero para que se entienda bien
lo que es «fácil» y lo que es «difícil» te animo a que leas lo que sigue en
relación con el truco del papel roto que estamos tratando.
EL SUPRA-EFECTO
Pero vayamos más allá. El efecto particular del truco del papel roto y
recompuesto es perfectamente definible en pocas palabras: Rompes un papel y
lo recompones mágicamente. Se trata de un efecto particular que puede ser
más o menos engañador según la manera más o menos magistral en que lo
ejecutes. Pero aparte del efecto hay algo que llamo el supra-efecto el cual
no es particular sino general y amplio. El supra-efecto es la suma de todos
los efectos particulares de un acto de magia, en otras palabras, la
impresión que se lleva el público cuando te ve trabajar de una manera
limpia y convincente, primero, sin que se note la trampa por ningún lado y,
segundo, siendo manipulada su apreciación para resaltar las cualidades
realmente mágicas de lo que ven. El supra-efecto es entonces la sensación
final que queda con el público de que está viendo --y al final ha visto--
una sucesión de eventos para los cuales no tiene la menor explicación hasta
el punto de que bien temprano en la actuación ha decidido el espectador
simplemente renunciar a intentar explicarse la causa de lo que ve,
rindiéndose así a disfrutar de la emoción del asombro.
Si los analizamos fríamente veremos que todos los trucos de magia son de
una total intrascendencia. Algunos han llamado la atención hacia una verdad
innegable y es que si uno tuviera verdaderos poderes mágicos no se
dedicaría a hacer lo que hacemos nosotros los ilusionistas. Hay otros que
habiendo estudiado igualmente los trucos de magia han hecho un enunciado
para descalificar algunos de ellos. Por ejemplo: ¿Qué sentido tiene romper
un papel si al final lo voy a mostrar nuevamente entero? ¿De qué sirve?
Esto lo he leído más de una vez. Es curioso que quienes sostienen esto
último no lo aplican a todos los trucos de nuestro arte, porque a todos
ellos se le puede aplicar: ¿Para qué devolver una carta al mazo y mezclarlo
si al final va a salir arriba? ¿Para qué hacer que alguien escriba algo en
papel y lo oculte si al final le vamos a decir lo que escribió? Etcétera.
¿Pero son de verdad intrascendentes los trucos de magia o mejor dicho, sus
efectos? Asumamos que lo son pero creo que la intrascendencia al hablar de
trucos mágicos es irrelevante y lo creo porque si analizamos eventos que
son tomados por sobrenaturales por quienes los presencian (o incluso oyen
hablar de ellos), vemos que dichos eventos tampoco son muy trascendentes
que digamos pero esto no evita que las personas miren dichos eventos con
ojos de absoluto asombro. Me estoy refiriendo a los milagros aceptados como
verdaderos de las distintas religiones. Por ejemplo: la estatua de una
vírgen llora sangre o lágrimas, según. ¿Qué sentido tiene? Otro: a una
señora se le hacen las heridas de Cristo. No le veo el sentido y me parece
intrascendente ya que no cumple ningún fin práctico... que es lo que me
imagino que buscan los que ven intrascendentes los trucos de magia. Sin
embargo estos hechos generan asombro y al parecer es este mismo asombro el
que hace que nadie se cuestione si tienen un fin práctico o no. Creo que
igual pasa con nuestros trucos de magia: Aceptando que son tan
intrascendentes como los milagros religiosos modernos, el arte reside en
impactar o asombrar tanto al público que ni siquiera tenga la posibilidad
de pensar en si es trascendente o no. Su mente tiene que quedar tan
inundada de asombro ante la fuerza mágica del efecto del truco o lo que es
casi lo mismo, ante la falta total de explicación de lo que está viendo que
la idea de si lo que ha visto tiene un fin práctico o no lo tiene ni
siquiera le pase por la cabeza. Ahí está el verdadero arte del ilusionista:
en hacer olvidar por medio de su buen desempeño la intrascendencia de los
trucos de magia.
Hay estar convencidos de un hecho: ¿Que persona que se vea ante un evento
generador de asombro se va a poner a pensar en si lo que acaba de ver tiene
un fin práctico o no lo tiene? ¿Acaso no hemos visto hasta el cansancio
espectadores asombrados por el simple e intrascendente hecho de que le
hayamos adivinado la carta que sacó?
La verdad es que ni siquiera tendría que estar tocando este tema. Lo hago
porque hay aquellos que han escrito libros y artículos transmitiendo estas
ideas absurdas y sin fundamento. Se ve claramente que o no actúan o actúan
muy poco o son muy tontos.
Volvamos al truco del papel roto lo que nos permitirá tratar sobre los
elementos verbales y gestuales que nos permiten resaltar lo bueno y ocultar
lo malo.
Elementos verbales son la misma charla que dice al público que rompe pero
que es todo una ilusión. Creo que se genera en el público una anticipación:
la idea de que el papel va a estar entero al final de todo ronda su mente
de forma quizá no enteramente definida pero tangible en todo caso. Esto
hace que el espectador se fije con más atención en las acciones del
artista. Con su atención fija en dichas acciones no detecta pase alguno que
delate la trampa. Recuerda que el papel duplicado está oculto desde el
principio hasta el final y por lo tanto eres tú quien propone lo que es la
«apariencia normal» de la mano y de las acciones sin que dicha «apariencia»
se desvíe en ningún momento de lo que has propuesto desde un principio.
Esto es posible en este truco por su estructura particular. En otros puede
no ser posible y usaremos entonces otros subterfugios.
LO VISUAL
He hablado ya varias veces del método más fácil y alguno podría decirme que
el más fácil de los métodos sería utilizar algún aparato, digamos, la bolsa
de cambio para cambiar un papel por otro. ¿Es realmente la bolsa de cambio
un método más fácil que el de tener el papel oculto tras los dedos? No lo
creo ya que lo más lógico es que el público sospeche inmediatamente que en
la bolsa está la trampa con lo que la trampa se hace evidente y el truco
fracasa. Para que no fracase habría que buscar la manera para que la bolsa
no «cantara» la trampa pero esto es realmente difícil en este truco (no así
en otros donde la bolsa de cambio se puede utilizar con éxito). Si no lo
crees, inténtalo ahora mismo: piensa en alguna manera para hacer que la
bolsa no despierte sospechas en el contexto de este truco. Verás que no es
fácil y por lo tanto el uso de la bolsa o de cualquier otro aparato en este
caso no es el método más fácil para lograr el efecto final que queremos que
es la recomposición mágica del papel de una manera que genere la mayor
cantidad de asombro posible. La bolsa (o cualquier otro aparato visible)
falla en alcanzar estas condiciones esenciales y por tanto no es un método
válido para lograr el efecto asombroso y antes de hacer el método más fácil
lo hace más difícil ya que tenemos la dificultad agregada de disimular el
verdadero motivo de la bolsa, cosa que no es fácil como acabo de demostrar.
Siempre recuerdo al mago sueco que apareció una mañana en una tiendecilla
de magia que tenía yo entonces en Barcelona. Ya lo he contado antes pero
vale la pena que lo repita. El mago sueco venía en un barco de crucero,
actuando. Al mirar las cajas decoradas con dragones y estrellas, los tubos
multicolores y cromados y los aparatos diversos que tenía yo de adorno tras
el mostrador, el mago sueco me dijo: --Vengo a comprar algunos trucos pero
no quiero magia fácil como esas cajas y tubos que usted tiene ahí. --No le
hice mucho caso y le mostré algunos trucos que le gustaron y repitió: --No
me interesa la magia fácil como esos cajones y tubos. --No me aguanté y le
dije: --¿Usted cree que esas cajas y tubos son magia fácil? Si le parece
tan fácil le apuesto que no se atreve usted esta noche a salir con ellos a
actuar en su barco. ¿Verdad que no? Usted presenta el billete quemado, el
amarre de la chaqueta y trucos como esos que ya tienen el éxito asegurado
porque ese éxito es intrínseco a esos trucos en manos de un presentador
medianamente bueno. Esa sí es magia fácil.
Y aquí, antes de que parezca que me contradigo, ya que he dicho que nada en
la magia es «difícil» y ahora digo que los trucos con aparato no son
«fáciles», tengo que aclarar que me he estado refiriendo todo este tiempo a
los pases de mano y las manipulaciones que es donde los conceptos «fácil» y
«difícil» se han aplicado tradicionalmente en nuestro arte. Es una falacia
considerar la habilidad manual como una dificultad. Es como preguntarle al
hombre que camina el alambre en el circo si lo que hace es difícil. No debe
serlo para él ya que lo hace todas las noches, dos veces los sábados y tres
los domingos durante años y años. Toda habilidad manual requiere un
entrenamiento pero una vez hecho dicho entrenamiento y dominada la
habilidad, el pase de manos o lo que sea queda dominado y nos pertenece. A
partir de ese momento lo podremos ejecutar con gran facilidad y veremos que
cualquier truco en que podamos usar dicho pase ya dominado se convierte
automáticamente en fácil para nosotros.
Otro truco
Dejamos el papel roto y veamos otro truco simple y conocido y las maneras
de convertirlo en realmente asombroso. Sé que todos conocemos el truco de
las tres cuerdas desiguales que se hacen iguales. Es un truco excelente por
muchos motivos: es relativamente fácil de hacer, es portátil, se puede
hacer rodeado y con el público muy cercano y tiene un efecto muy bueno.
También es visual aunque no en el grado del papel roto. No me atrevería a
hacerlo sin hablar pero hablando podemos agregarle los elementos verbales
que junto con los gestuales lo conviertan en un evento que genere mucho
asombro.
Pero cuando se levantaron se dieron cuenta de que ahora las tres estaban
del mismo tamaño. Una, dos y tres.
Las tres chicas estaban tan contentas porque ahora eran iguales y se fueron
a dormir esa noche. Se acostó la primera, se acostó la segunda y se acostó
la tercera. Pero cuando se levantaron al día siguiente se dieron cuenta de
que todo había sido un sueño nada más y que nunca habían dejado de ser...
una pequeña, una mediana y una grande.
¿Te gustó esa historia? Claro que sí. A muchos magos les gusta porque es lo
que nos han hecho creer que tenemos que hacer para presentar correctamente
la magia. La verdad es que la historia no tiene nada de malo. Más bien, si
se mira es buena. La pueden usar si quieren pero les diré que una historia
nunca se puede comparar con la charla meramente expositiva a la hora de
generar un efecto que produzca mayor cantidad de asombro. La razón, creo
yo, es que por más buena que sea la historia, nunca le aporta casi nada al
truco más bien todo lo contrario: es el truco el que le aporta todo a la
historia, específicamente una ilustración de la misma.
Hay que notar, sin embargo, que a pesar de ser una historia, en esta charla
no podemos escapar a la obligación de explicar lo que estamos haciendo o lo
que hemos hecho. Incrustadas en la historia encontramos frases claramente
explicativas y es por lo que ya he dicho en relación con la charla mágica
la cual es irremediablemente explicativa, aunque en el caso de una historia
las explicaciones sean más leves ya que están incluídas en la misma
narración.
Veamos ahora como sería la presentación del truco de la otra manera y luego
analizaremos.
La mediana. Una punta se la voy a dar a esta señora y la otra punta a este
caballero. Entre los dos tiren de la cuerda a ver si pueden hacer que
cambie de tamaño.
Usted sujete una punta de la larga, usted sujete el centro y usted la otra
punta. Tiren de la cuerda.
¡Tiren! ¡Tiren fuerte! ¿Cambian las cuerdas de tamaño? No. ¿Y por qué no
cambian de tamaño? ¡Porque ninguno de ustedes es mago! El mago soy yo.
Pasen para acá.
Ahora tengo yo las tres cuerdas que ustedes mismos han tenido en sus manos
y examinado. La pequeña, la mediana y la larga y no tengo en mis manos nada
más que esas tres cuerdas. Los invito ahora a que experimenten una ilusión.
Las tres cuerdas las van a ver del mismo tamaño.
--Como pueden ver, no estiran sino que son sólidas. Sin embargo todo esto
no es más que una ilusión. Las tres cuerdas son distintas. Esta es la
pequeña, esta la mediana y esta la larga. Lo que pasa es que las ven todas
del mismo tamaño porque la ilusión es muy buena. Ahora abran bien los ojos
y van a ver algo que no van a olvidar fácilmente.
(Las tres cuerdas vuelven a ser diferentes y se muestran por separado dando
fin a la rutina).
La segunda, pedirle a los espectadores que tiren de las cuerdas para ver si
cambian de tamaño.
La tercera, tomar las cuerdas en una mano y mostrar las manos palma arriba
y extendidas. Esto es lo mismo que hicimos antes en el truco del papel roto
y ya sabemos que significa limpieza y honradez y así es interpretado por
los espectadores.
Luego hemos agregado un pase de manos para contar las tres cuerdas por
separado y dejar convencido al público de que ahora son, efectivamente,
iguales.
El dar las cuerdas al público es algo que podemos hacer en esta versión
porque no estamos atados a una historia como en la versión anterior. No es
que con una historia no podamos dar las cuerdas a examen, por supuesto que
podemos pero si uno opta por usar una historia lo más probable es que sea
uno de los «justificadores» de la magia y no teniendo el hecho de pasar las
cuerdas la tan cacareada «justificación» lo más probable es que ni se le
ocurra hacerlo ya que esta actitud «justificadora» genera usualmente una
mentalidad que de alguna manera prohibe acciones tan rotundas.
Como este pase, como dijimos, imita una acción real, si lo hacemos bien el
público se autoconvencerá de que las tres cuerdas son ahora iguales ya que
al entrar por la vista, el más confiable de los sentidos, impacta
directamente el cerebro saltándose las facultades críticas y de
razonamiento. Por eso es que este pase es tan bueno pero hay que
practicarlo hasta el cansancio para hacerlo realmente bien. Entonces una
vez dominado hay que hacerlo como ya dije: con alevosía y ventaja para
lucirnos ante el único espectador que está al tanto del secreto: nosotros
mismos.
No hay que quedarse corto en esto, por favor. Si dominan bien el pase,
háganlo con toda la desfachatez que puedan. Para eso han invertido su
tiempo en casa cuando podían haber estado viendo películas porno.
Como he dicho, esta cuenta imita una cuenta real y hay que hacerla llamando
toda la atención del público hacia la acción. Por lo tanto deberá parecerse
lo más posible a la cuenta normal que pretende imitar o por lo menos no
dejar ver ninguna torpeza por parte del ejecutante. Por este motivo la
práctica es lo más importante en este caso y similares. Práctica, práctica,
práctica... hasta que la cuenta nos salga perfecta y sin pensar. No importa
el tiempo que tome ya que una vez que la hayamos dominado será nuestra para
siempre y no tendremos que dedicarle más tiempo.
Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lograr que
nuestros trucos sean lo más sorprendentes posible y es por eso que esta
cuenta se incluye en la rutina. Gracias a ella podemos mostrar limpiamente
las tres cuerdas por separado (aparentemente) e iguales de tamaño. Es esta
cuenta, realizada como ya expliqué, lo que pone el punto final y culminante
a la construcción de la rutina agregando elementos de limpieza y claridad
que harán que genere mucho más asombro final.
Los pases bien ejecutados son un arma muy poderosa en manos del
ilusionista. En el caso presente, la cuenta falsa muestra con toda claridad
que lo que se tiene son tres cuerdas iguales y nada más. Esto convence o
mejor todavía, hace que el público se auto-convenza de que solo son tres
cuerdas iguales y separadas. ¿Acaso no lo acaba de ver con sus propios
ojos? Y recuerda que la vista es el sentido en que más confiamos por lo
tanto, cualquier pase que engañe a la vista es muy poderoso y el público
casi que no tiene defensa contra él. Llegándole la información ya
falsificada a su cerebro sin que él ni siquiera lo sospeche (debido a la
perfección en la ejecución), las facultades deductivas se ven sobrepasadas
y ni siquiera pueden entrar en juego. Pero te repito, los pases de esta
clase se tienen que practicar hasta la perfección ya que no hay
misdirection posible puesto que se hacen a plena vista y consciencia del
público.
Como soy poco amigo de absolutos no quiero que vayan a entender lo que he
dicho como que todos los trucos que hagamos en un espectáculo tienen que
ser de estas mismas características, es decir, visuales. No es esto lo que
quiero decir. Los trucos intelectuales tienen su lugar en cualquier
actuación y noten que estoy hablando de «actuación». Nadie sale ante un
público formal a presentar un solo truco sino que siempre sale a presentar
un programa de ellos. En dicho programa hay cabida para trucos de todas las
clases pero si el supra-efecto que queremos crear es el de que somos unos
magos que ejecutamos maravillas y asombramos fuertemente a nuestro público
entonces lo mejor es que la mayor parte de lo que hagamos tenga fuertes
elementos visuales. En este caso usaremos los trucos intelectuales como
intermedios o cambio de ritmo para después volver al ataque con trucos de
visualidad impactante. Los trucos intelectuales aportarán a nuestro
programa elementos de altísima calidad tales como el humor, la
participación del público, efectos que hacen pensar y otros de los cuales
nos ocuparemos más adelante cuando vuelva sobre este tema. Antes de
dejarlo, sin embargo, quiero que quede claro que una buena actuación de
ilusionismo deberá incluir elementos diversos y variados tanto en su
característica principal, es decir visual o intelectual, así como en su
duración, sus colores, el tipo de aparatos o material que utilice, la
variedad de los efectos en sí y todo lo que sea necesario para mantener el
interés del público durante los cuarenta y cinco o sesenta minutos que
actuemos.
LA VARIEDAD
«...sin embargo, quiero que quede claro que una buena actuación de
ilusionismo deberá incluir elementos diversos y variados tanto en su
característica principal, es decir visual o intelectual, así como en su
duración, sus colores, el tipo de aparatos o material que utilice, la
variedad de los efectos en sí y todo lo que sea necesario para mantener el
interés del público durante los cuarenta y cinco o sesenta minutos que
actuemos.»
Esto se deberá a que como solo actúa con la baraja se habrá sentido aludido
por mis ideas, digo yo. En vez de la variedad, la cual yo considero como un
recurso de primera línea para lograr mantener el interés y la atención del
público, mi crítico, que se refiere despectivamente a lo que yo recomiendo
como un «mosaico«, alega que la variedad TIENE que ser de emociones y no de
material, color, duración, efecto y todo lo que yo digo. Es decir que su
razonamiento lo hace para anular el mío y justificarse él por solo usar la
baraja en sus espectáculos pero yo le digo al amigo que pare y piense bien
en lo que escribe antes de escribirlo ya que lo que digo yo no va reñido en
lo más mínimo con lo que dice él... por más que no quiera verlo. Por
supuesto que la variedad que yo propongo incluye la variedad de emociones
como dice él solo que ni siquiera me pasó por la cabeza mencionarlo antes
por la sencilla razón de que es SUPER-OBVIO. Es más que obvio y se cae por
su propio peso que si los trucos que componen nuestro programa son
variados, igual de variadas serán las emociones o más bien el grado de
emoción que causen y por ser esto tan obvio ni siquiera lo mencioné. Que él
logre generar distintos grados de emoción solo con una baraja... bueno, lo
felicito pero él es un consagrado con muchos dones y yo no estoy
escribiendo para él sino para la inmensa mayoría de magos que no desean
trabajar solo con una baraja. ¿Qué sería de nuestra magia si todos
quisieran trabajar solo con la baraja?
VOLVAMOS A LO VISUAL...
Hago elegir una carta a una espectadora pero no libremente sino que le doy
forzada una roja de valor bajo a intermedio, es decir del 2 al 6 y esto lo
hago porque después voy a darle un rotulador negro y grueso a la
espectadora para que le escriba su nombre en la cara y si la carta fuera
negra o figura, la firma no se vería casi. Dando una carta roja de valor no
muy alto el nombre de la espectadora será muy visible.
Con la baraja dentro del estuche pero sin cerrar la solapa doy el mismo a
un espectador y digo: --Todas las cartas están dentro del estuche. ¿Es o no
cierto? ¿Queda alguna por fuera? --El espectador contesta que no; que todas
están dentro del estuche. Recupero entonces el estuche y cierro la solapa.
Muestro limpiamente el estuche sujetándolo con la misma punta de los dedos
y pido la bolsa de papel, preguntando antes si tenía algo raro. Echo la
baraja dentro de la bolsa y digo: --La carta elegida y firmada, perdida
entre todas las demás de la baraja; la baraja dentro del estuche y todo
dentro de esta bolsa de papel... ¡Triple protección! ¿Cómo voy a adivinar
yo esa carta en estas condiciones? ¡Imposible! Tendré que adivinarla
directamente... (a la espectadora que está en escena) Leyéndole a usted el
pensamiento por medio de la telepatía. Míreme. No tenga miedo... no va a
doler. Ponga la mente en blanco. (Pausa). ¡No tan en blanco! Ya la veo. Su
carta es roja... por la parte de atrás. (Al público). No critiquen que por
algo se empieza. Ya la veo. Por delante también es roja. De corazones. Es
baja. Par... Su carta es el cuatro de corazones. ¡Esa es! Todavía estoy
captando más cosas pero estese tranquila que no voy a decir nada.
Tiro hacia arriba del cuchillo y éste sale con la carta clavada de cara al
público. Hay un impacto visual cuando los espectadores ven la carta de cara
con el nombre escrito en letras negras y gruesas. No hay duda de que es la
mismísima carta elegida y el misterio de cómo ha sido posible clavarla
habiendo estado ésta perdida en la baraja y dentro del estuche es muy
fuerte. Hago notar también que en la charla hemos incluído frases que
resaltan los puntos del truco que nos interesan que queden clarísimos para
los espectadores, como ya te he explicado en el caso del truco del papel
roto.
Casi siempre nos enseñan que para revelar una carta, primero hay que
sacarla (de la manera que sea) pero de dorso al público. Luego se pregunta
cuál es la carta y finalmente se gira ésta de manera misteriosa para
mostrar que, en efecto, es la elegida. Se nos aconseja incluso que finjamos
alguna duda antes de girar la carta cara arriba para generar suspenso. Esto
es lo que recomiendan Hugard y Braue en su Royal Road to Card Magic, que en
su edición francesa seguro estuvo en manos de ciertos cartomagos que luego
enseñaron que así es como se tenía que hacer.
¿Por qué funciona tan bien de esta manera y no dejando para el final la
revelación de la carta? Creo que ya lo he dejado claro pero voy a resumir:
Hay varios motivos, por ejemplo, si adivinas antes la carta y luego la
localizas o haces aparecer de una forma mágica tienes dos efectos en vez de
uno. Igualmente si dejas para el final revelar la identidad de la carta
normalmente le vas a tener que preguntar al espectador cuál es el nombre de
ésta. Aparte de la debilidad de esta situación, si el espectador se quiere
hacer el gracioso y decir otra carta, aunque el resto del público sepa que
está mintiendo, tu final se irá a pique. También, y en el caso específico
del truco de la carta clavada (pero puede aplicarse a otros), al sacar la
carta clavada de dorso realmente no estás haciendo nada maravilloso. Es
realmente cuando dicen en voz alta el nombre de la carta y tú la giras
(giro que sigue siendo un evento no-mágico) y el público la ve que se
produce el efecto mágico el cual se reduce entonces a una simple
localización.
Sin embargo, sabido por todos el nombre de la carta puesto que tú la has
adivinado de antemano, el concepto de la identidad de la carta elegida
desaparece de la escena y ya nadie se preocupa más de eso. Por ello cuando
la carta aparece DE CARA y con la firma de la espectadora repentina y
sorpresivamente y a la vista de todos, se logra un efecto VISUAL de primer
orden, cosa rara en un truco de cartas. Dicho efecto es equiparable al de
una aparición o producción.
Pero hay algo más. Al final, cuando se saca la carta clavada de la bolsa,
ésta sale de cara al público. Anunciada previamente la identidad de la
carta, no tiene sentido que ésta salga ahora de dorso al público. Sacándola
la cara agregamos un efecto altamente visual, similar a una aparición, como
ya dije: la carta que todos conocen sale de cara y además lleva el nombre
de la espectadora bien grueso y negro. Este es un elemento que se ha
incluído justamente para reforzar el efecto de la identidad de la carta
elegida golpeando repentinamente la vista de los espectadores. Como dije:
un efecto visual similar a una aparición.
Meto la baraja en la cajita del aparato y digo que antaño los magos tenían
mecanismos maravillosos que llamaban autómatas. Agrego que dichos autómatas
tenían formas de animales o personas y mediante mecanismos internos de
relojería ejecutaban trucos sorprendentes. Todos esos autómatas han
desaparecido y a los magos modernos solo nos queda este sencillo pato de
madera el cual, internamente, tiene también un mecanismo pero muy sencillo
y primitivo, el cual solo puede hacer que el pato mueva el cuello. Sin
embargo, ese simple movimiento es suficiente para que el pato se comunique
con nosotros y adivine la carta elegida.
Quiero repetir cosas que ya he dicho pero que quiero que queden bien
claras: El pato, con su pico, saca la carta elegida de entre todas las
demás. Al igual que en el caso de la carta clavada, la elegida en este
truco también saldrá de cara al público pero hay más. Cualquier carta que
no sea un cuatro nos va a debilitar el final. Es por eso que siempre doy
forzado un cuatro: Porque tiene que quedar clara la identidad de la carta
sin que haya que mirar con detenimiento ni pensar nada. Por esta razón es
que normalmente evitamos usar figuras en este tipo de truco. En el caso del
pato hay un elemento adicional y es el pico. Dicho pico cruza sobre el
centro de la cara de la carta ocultando total o parcialmente los puntos. En
el caso de un cinco, el público verá un cuatro. Igual ocurre en el caso de
un seis porque la realidad es que con el pico en el centro solo se pueden
ver claramente los cuatro palos de las puntas. Como lo que se quiere es que
la carta sea reconocida inmediata y automáticamente vemos que no nos queda
más que forzar un cuatro si es que queremos que el impacto visual de ver de
golpe la carta en el pico del pato resulte. La duda, los movimientos
adicionales (como sacar la carta del pico y mostrarla) o cualquier otro
paréntesis en este momento lo único que hará es debilitar el clímax visual
que queremos conseguir.
Del interior de un sobre saco tres libros diferentes y los doy a tres
personas distintas para que los revisen y vean que son normales. Recojo los
tres libros y los doy a una sola persona junto con el sobre y le digo que
de los tres elija uno, lo oculte y los dos restantes los meta en el sobre
para que yo no sepa por eliminación cual libro escogió. Como los libros
tienen todos cerca de ciento veinte páginas, pido a tres espectadores más
que digan cada uno una página en este rango. Supongamos que uno dice 70,
otro 101 y el tercero 28. Pido entonces a una cuarta persona que de esas
tres páginas elija una y supongamos que dice 101. Tomo entonces una pizarra
y tiza (o una libreta y rotulador) y escribo algo que no muestro al público
y habiendo terminado de escribir pido al espectador que tiene el libro
elegido que lo abra a la página 101 y que lea en voz alta la primera
palabra que aparece en dicha página. El espectador lo hace y supongamos que
lee la palabra «barco». --¿La primera palabra de la página elegida
libremente en un libro desconocido es barco?, --pregunto y sin esperar la
respuesta digo: --Mire lo que yo escribí antes de que usted siquiera
abriera el libro, --y diciendo esto giro la pizarra y se ve en ella la
palabra «barco».
Hecho de esta manera el final arranca una exclamación del público ya que no
se ha perdido tiempo entre la lectura de la palabra y el giro de la pizarra
y la palabra escrita en la pizarra golpea, de alguna manera, la vista del
público. De cierta manera habremos agregado un factor de visualidad al
final. En este caso la visualidad o impacto visual lo damos con la manera
inmediata en que giramos la pizarra o libreta y el público ve que la
palabra escrita es la misma que acaba de leer el espectador. Creo que aquí
la actuación o el histrionismo se convierte en nuestro enemigo ya que si en
vez de girar inmediatamente la pizarra para que se vea la palabra, o mejor
dicho, para que ésta golpee visualmente al público, nos ponemos «actores» y
pretendemos de palabra u obra generar suspenso en este punto, los segundos
así perdidos comenzarán a contar en nuestra contra. Girando la pizarra sin
esperar más tiempo obtendremos la mayoría de las veces una exclamación del
público, cosa muy poco común tratándose de un truco de tipo intelectual
pero aquí vemos entonces que hasta algunos trucos intelectuales pueden
realzarse con elementos de impacto visual para magnificar el clímax.
Sé perfectamente que hay Tests de Libro que son, digamos, «obras maestras»
y que este mío tan simple y breve quizás no te llegue a convencer después
de su simple lectura. Te diré que a lo mejor tendrás razón pero yo me apoyo
mucho en el concepto del Supra-Efecto que ya he discutido anteriormente en
el libro, es decir que la suma de todos los trucos que hagas en una
presentación dan también una impresión al público acerca de tu potencia
como mago. El concepto del Supra-Efecto nos dice que cada truco va
aportando lo suyo para crear esta impresión final y no importa que este sea
breve, directo y simple; lo que importa es que su efecto es sorprendente y
visual. Esta impresión queda con el público y se suma a los efectos de tus
otros trucos. Esto no quiere decir que tengamos que renunciar a los trucos
que podamos considerar «obras maestras», por el contrario, es muy necesario
que en tu acto existan algunos de estos que serán los que tu público
recordará más que los otros. Ya hablaremos más adelante de esto.
Hay que notar que la mayor parte de las veces, los magos generamos estos
«momentos mágicos» sin darnos cuenta de ello y casi siempre no coinciden
con la «trampa» la cual habremos hecho momentos antes. Por ejemplo, cada
vez que hacemos un escamoteo de moneda, la trampa está hecha antes pero
hacemos pases mágicos sobre la mano que supuestamente contiene la moneda y
es en ese momento que se supone que ocurre la magia. Hay más ejemplos, por
supuesto, pero ahora que ya estarás pensando en esta línea no te costará
nada pensar en varios de ellos. Pero hay otros trucos en los cuales el
momento mágico casi que coincide con la «trampa», por ejemplo: estás
haciendo los aros chinos y tienes un aro llave en una mano y uno normal en
la otra. Los acercas y los enlazas secretamente pero casi al instante los
muestras engarzados. Es en el momento de mostrarlos engarzados que tienes
que crear el «momento mágico», es decir, hacer como si la magia ocurriera
en ese momento. En otras ocasiones el «momento mágico» coincide plenamente
con la «trampa» como en el caso de la manipulación de cartas, por ejemplo,
en los que la aparición de ellas coincide exactamente con el pase secreto
que hace posible la tal aparición. Sin embargo la mayor parte de los trucos
de magia entra en la categoría inicial: la «trampa» no coincide con el
«momento mágico» y eso a veces hace que el mago pase por alto crear o
remarcar el momento mágico con la suficiente fuerza como para hacer que
genere la mayor cantidad de asombro posible.
Un truco ideal para demostrar esta idea es el de los Vasos Antigrávicos que
ya expliqué en mi revista El Puerco Sabio y que voy a volver a explicar
aquí junto con algunas consideraciones nuevas. Este truco es ideal para
explicar la idea de los «momentos mágicos» porque es un truco atípico, es
decir, no es el tipo de truco que los magos solemos presentar. A muchos les
parece que no tiene final que es lo mismo que decir que no tiene un
«momento mágico» apreciable pero eso lo vamos a resolver, según verás a
continuación.
Unos años más tarde aprendí otra variante, esta vez con cuatro vasos, uno
de ellos trucado con un cordel de nylon. Esta versión la he explicado en mi
libro Repertorio Mágico y puedo afirmar que resulta ante el público pero
por algún motivo no terminaba de gustarme.
Nada es estático en esta vida y las ideas de uno son una de las cosas que
más cambian (o debieran cambiar) y hace unos pocos años se me metió en la
cabeza la idea de ir a la raíz de los trucos y de probar primero las
versiones originales de ellos antes que las variantes posteriores y me
acordé inmediatamente del truco de los vasos tal como aparecía en el libro
de Scarne y decidí probarla. Ahora ya sabía varias cosas del truco por
ejemplo que es de origen japonés y que al parecer quien lo enseño en
Occidente fue Ten Kai y su explicación apareció publicada en la revista
Genii por los años cuarenta. Entonces varios magos adoptaron el truco y
también se puso a la venta. También sabía ya que el gimmick original de
cuentas y cordel había sido reemplazado por uno de metal, mucho más seguro
de manejar. Sabiendo lo anterior y con nuevas ganas me puse manos a la obra
y preparé el material del truco. Lo primero que hice fue preparar un
gimmick de metal el cual se muestra en las imágenes inferiores.
Para presentar el truco muestra primero los vasos, saca los pañuelos y da
los vasos a examinar. Vuelve a meter cada pañuelo en su vaso dejando una
punta afuera tal como estaban antes. Deja los vasos con dos personas del
público y toma el libro y el pañuelo blanco doblado. Ponte el pañuelo bajo
el brazo y muestra el libro pasando sus hojas frente al público para que
vean que es un libro totalmente normal.
Ahora pones el libro sobre el pañuelo con su lomo hacia el público y abres
la tapa según la foto siguiente.
Toma los extremos colgantes del pañuelo y dóblalos, cada uno por su lado,
sobre el libro. Cierra la tapa aprisionando así el pañuelo y gira el libro
llevando hacia arriba el lado del libro por donde pasa el pañuelo por fuera
y donde el gimmick habrá quedado centrado y hacia ti. La foto siguiente
muestra el libro ya dado vuelta y listo para ponerle los vasos encima.
Hecho lo anterior recupera los vasos de mano del público y ponlos boca
abajo sobre el libro de manera que un diente del gimmick entre en cada uno
de ellos tal como muestra el siguiente dibujo.
La colocación de los vasos la hago teniendo el libro sujeto con la mano
izquierda. Entonces la derecha lo toma por atrás metiendo el pulgar entre
ambos vasos pero sin apretar todavía a fondo. La mano izquierda se aparta y
pone dos de sus dedos sobre los vasos sujetándolos bien contra el libro y
es en este momento que el pulgar derecho aprieta hacia abajo hasta hacer
contacto con el libro y aprisionando los vasos contra los dientes del
gimmick. La foto inferior muestra este momento. He omitido la mano
izquierda pero en la práctica dos de sus dedos presionan los vasos contra
el libro, como ya quedó dicho.
La mano derecha entonces termina de girar poniendo los vasos al revés sin
que caigan según muestra la foto siguiente.
Esta foto está tomada de abajo hacia arriba para mostrar el pulgar entre
los dos vasos pero no es muy conveniente mostrarle este ángulo al público
para no darle que pensar. Es mejor presentarle el aparato en un ángulo más
bajo tal como muestra la foto que encabeza este artículo.
Ahora viene un detalle que deja al público muy perplejo. Dices: --Y los
vasos no están pegados. Si estuvieran pegados yo no podría sacar estos
pañuelos de su interior sin que nada obstruya su salida, --y lo que haces
es tirar de las puntas de ambos pañuelos una por una, sacándolos
completamente de los vasos. Este es el segundo «momento mágico». Cuando lo
hago digo: --Vean como el pañuelo sale sin ningún obstáculo. Los vasos no
están pegados. Están sujetos mágicamente por una fuerza enigmática y
misteriosa.
Para terminar me acerco a una tercera persona y le pido que agarre en vaso
con cada mano. Cuando los tiene bien sujetos suelto el libro y separo la
mano dejándolo sobre los dos vasos que ahora sujeta el espectador. Entonces
levanto lentamente el libro y digo: --Y como ven, estos vasos jamás han
estado pegados al libro. --Y este es el tercer «momento mágico».
Es importante que estudies cada truco que presentes y le busques a cada uno
el punto o los puntos de su ejecución donde te conviene hacer un «momento
mágico» para hacer con tu arte que dichos trucos sean mucho más efectivos y
asombrosos.
El paréntesis anti-contraste
Todos los que están familiarizados con las teorías de Arturo de Ascanio
saben mucho de paréntesis. El más mencionado es el paréntesis de olvido, un
ardid sicológica de gran utilidad, sobre todo en el tipo de cartomagia
llena de sutilezas que practicaba el maestro y que practican hoy muchos
cartomagos. Pero hay otro paréntesis enunciado por Ascanio que se menciona
menos y es el paréntesis anti-contraste. Lo podemos ilustrar con un
ejemplo. Tomo una moneda y la pongo en mi mano izquierda. Cierro los dedos
sobre ella y ahora, en vez de abrir la mano y mostrar que ha desaparecido,
comienzo a hablar acerca de la alquimia, los metales, los cuatro elementos
y el infinito. Tomo diez, veinte, treinta segundos hablando de ello. Por
fin abro la mano y la moneda ha desaparecido. Al haber hecho un bache en el
tiempo entre el momento en que el público dejó de ver la moneda (cuando
cerré los dedos izquierdos sobre ella) hasta que por fin abrí la mano, cada
segundo transcurrido ha ido contando en contra mía con el resultado de que
mientras más tiempo pase cerrada la mano, menos efecto mágico tendrá el
truco.
Pero ¿quién dijo que hay que eliminar los gags? Lo único que hay que hacer
es cambiarlos de lugar. Todos los gags que querramos los podemos poner al
principio, es decir, antes de comenzar el truco mágico. Como ya esto lo he
escrito antes, permítanme que reproduzca lo que escribí en relación a otro
truco (con lo cual vemos que el recurso se puede aplicar a trucos
diversos):
Efecto: El mago toma una varita mágica y anuncia que va a enseñar un truco
de magia a una persona del público y llama a un espectador a escena. Le
dice entonces al espectador que lo primero que hay que aprender es a
manejar la varita mágica y aquí se hace el chiste de la varita que se
rompe.
Con todo lo que me he burlado de las gráficas que otros autores han
utilizado, no me queda más que tragarme las palabras en este momento y
echar mano de ellas.
Mientras más tiempo pasa entre los puntos B y C menos fuerte es el efecto
final del truco.
Volvamos a las gráficas. La que vemos abajo muestra que el truco empieza en
el punto A y avanza normalmente al punto B que es cuando el objeto del
efecto queda oculto a la vista del público. Mira el paréntesis que sigue y
la línea intermitente. Con ellos he querido significar el episodio risible
de la varita que se rompe, etcétera. La mayoría de los magos pone este
incidente entre los puntos B y C con lo cual el tiempo entre ambos se
alarga y debilita el efecto final. Dirán algunos que no pasa nada puesto
que el público se está riendo. Bueno, pero si sigues mi sistema se reirán
igual y además tendrás el efecto mágico fuerte al final.
EL PRINCIPIO DE ELIMINACIÓN
Vamos a otro tema. Todos conocemos las cartas de la baraja, por supuesto.
¿Alguien me puede decir por qué las puntas de los naipes son redondeadas?
Les voy a decir por qué. Si tomamos algunas cartulinas perfectamente
rectangulares con sus vértices en punta, como es normal en la geometría y
empezamos a manipularlas y a jugar con ellas, llegará pronto un momento en
que algunos de dichos vértices se doblen. ¿Y por qué se doblan? Simplemente
porque están ahí... porque existen. Si dichos vértices en punta no
existieran simplemente no habría nada que se doblara. Por eso es que si yo
recorto dichos vértices y dejo chaflanes ahora no hay nada que pueda
doblarse. Las cartas antiguas eran cartones rectangulares con los vértices
en punta. El problema era que dichos vértices se doblaban y entonces los
fabricantes, para eliminar el problema, simplemente eliminaron los vértices
y así tenemos las cartas con sus vértices redondeados.
Y ahora otra pregunta: ¿por qué puédense recortar dichos vértices? Por la
sencilla razón de que no son necesarios para que el naipe exista. Pero no
solo eso, al recortarlo ganamos una ventaja y es que el naipe se hace mejor
que si estuviera intacto.
Otra dificultad del truco es una artificial pues surge por la falta de
análisis de quienes lo han explicado en libros sin darle el debido estudio.
Tal como se suele leer el artista primero muestra un aro normal y lo corta
en dos para mostrar lo que ocurre cuando uno realiza esta acción. Luego
toma el aro al que dió media vuelta y lo corta, obteniendo el único aro
grande y finalmente toma el aro al que dió vuelta entera, repite el corte y
obtiene dos aros encadenados.
¿Qué tiene de malo la secuencia anterior? Casi todo. Debería ser evidente y
lo es con muy poco análisis, que el resultado que más sorprende no es el de
los dos aros encadenados que ponemos de final sino más bien el del único
aro gigante. Creo que lo que ocurre es que la mente «lógica» de los magos
nos hace ir de menor a mayor en la presentación: aro sin vuelta, aro con
media vuelta, aro con vuelta entera, sin tomar en consideración que eso es
solo la preparación secreta y que el verdadero orden ascendente se debería
referir al efecto mágico causado: nada, leve, fuerte. Ordenando así, por
magnitud de efecto, nos acordamos de las puntas de los naipes y nos
preguntamos: ¿qué podemos recortar cuya falta haga más fuerte el truco y
así llegamos a la conclusión de que podemos tranquilamente eliminar los
aros «nada» y «leve» y dejar solo el «fuerte». En otras palabras eliminamos
el aro normal y el de la vuelta entera que producirá los dos aros
encadenados y nos quedamos solamente con el de la media vuelta el cual
produce como clímax el resultado más fuerte de todos: el aro único y
gigante.
Hay entre nosotros un refrán que dice: No hay truco bueno ni malo sino
truco bien o mal presentado... o algo así. Recoge el refrán los frutos de
la observación y la experiencia y como tal es cierto. El problema es que no
nos sirve como soporte de trabajo ya que se refiere a una situación ideal y
compara al mago novato con el veterano, porque, ¿quién sino el novato es el
que generalmente presenta mal un truco? ¿Quién sino el veterano experto es
el que puede tomar el mismo truco y presentarlo de manera genial? Vemos
entonces que si bien el refrán recoge una verdad que parece indiscutible,
aparte de no encerrar justicia ni equilibrio, tampoco sirve de herramienta
de trabajo al mago novato. Ese mismo novato dentro de algunos años podrá
quizás presentar genialmente el mismo truco que hoy hace de manera
mediocre. Esto también es fruto de la observación general.
Por tanto, y grosso modo, podemos afirmar que hay trucos malos dependiendo
de la capacidad presentativa en un momento dado en la carrera del
ilusionista. Si éste no tiene las habilidades necesarias para presentar
efectivamente entonces el truco, independientemente de su calidad, le
saldrá «malo». Esto es evidente por la simple observación.
Los trucos «buenos» serían entonces los que ofrecieran mayores facilidades
al ilusionista para su efectiva presentación según los recursos con que
cuente en un momento dado de su carrera.
No quiero dejar el tema sin antes advertir que al final de todo sí creo que
existe una pequeña cantidad de trucos que son realmente malos y según me
parece son aquellos que están fuera del alcance de cualquier modificación
en su ejecución y aquellos cuyo efecto final sea débil sin que podamos
hacer nada para reforzarlo por más recursos, habilidad, experiencia y
talento que tengamos. Es perfectamente posible que venga un superdotado y
los presente de manera magistral pero como superdotados hay muy pocos, para
todos los efectos prácticos creo que es mejor dejar por fuera los trucos
que, según nuestra experiencia y capacidad, estén fuera de nuestro alcance.
Esto último no es otra cosa que volver a enunciar lo mismo que he estado
diciendo hasta ahora: que la clasificación de los trucos en buenos y malos
depende enteramente de nuestra experiencia y capacidad en un momento dado
de nuestra carrera y de esto no nos escapamos ni los que tenemos muchísimos
años en esto. Siempre encontraremos trucos que seremos incapaces de
presentar correctamente pero por supuesto, mientras más experiencia y
conocimiento, menos trucos de estos habrá. De todas maneras no es algo que
nos deba preocupar ya que con la enorme cantidad de trucos que existen para
todos los niveles nunca nos faltará repertorio.
¿Se dan cuenta ustedes como «bueno» y «malo» son términos subjetivos y
relativos a la experiencia y conocimientos que se tengan en un momento
dado? Lo que le pasaba al forista es que seguramente por el estado de su
experiencia y conocimientos en ese momento no concebía ninguna manera en
que ÉL pudiera presentar el truco en mención. Se quejaba de la falta de
justificación porque ÉL, con sus conocimientos de ese momento, no le
encontraba ninguna y así todos los los defectos que le veía al truco los
podríamos explicar fácilmente tomando en cuenta el estado --en ese
momento-- de su experiencia y conocimientos. Lo bueno es que tanto la
experiencia como el conocimiento no están estáticos sino que están en un
contínuo estado de flujo hacia adelante y estoy seguro de que la
visualización del video aportó algo positivo a dicho flujo en el caso del
amigo forista.
Hay otros entre nosotros que comienzan igual: aprendiendo algunos trucos
sueltos e incluso llegan al principio a presentarlos ante amigos y
familiares pero luego se dan cuenta de que presentar trucos de magia no es
lo que les interesa. Les interesa más estudiar, conocer e incluso practicar
en privado su arte. Puede ser que entren a una sociedad mágica y entonces a
veces se animan, entre personas afines, a presentar alguna cosilla. Sin
embargo hay quienes nunca han sido vistos presentando truco alguno. El
ilusionismo es para ellos una afición que les llena el espíritu y se
complacen de estar entre personas con el mismo gusto. Asisten a
conferencias y admiran sinceramente a los artistas consagrados y aún sin
consagrar a quienes se alegran de ver actuar. A veces también son críticos
implacables.
Entre las dos categorías anteriores es que está la inmensa mayoría de los
que profesan el ilusionismo. Solo he descrito su carácter y no quiero que
se crea que pienso que sea malo pertenecer a alguno de estos dos grupos.
Todo lo contrario: por mis convicciones anarquistas defiendo en todo
momento la libertad personal para elegir cada uno lo que querramos sin que
nadie nos obligue a hacer lo que no nos interesa hacer. De hecho, entre
estos colegas, especialmente de los que forman el segundo grupo descrito en
el párrafo anterior a éste, de entre estos colegas, repito, es que salen
los comerciantes y fabricantes de trucos de magia, los editores de libros,
los dignatarios de las distintas sociedades, los historiadores de nuestro
arte y otros elementos que realizan tareas cruciales para el progreso del
ilusionismo.
Es curioso que la mayor parte de los teóricos de nuestro arte vienen del
mundo de la magia social. Es por esto que casi todas sus teorías
principales solo tienen aplicación en el campo de la corta distancia y
rodeados de espectadores que se comportan, no con la simplicidad de un
público formal en un teatro o salón, sino como complicados entes sociales.
De ahí que dichas teorías graviten tanto alrededor de la sicología del
engaño y en como crear un ambiente mágico en que los espectadores se
olviden de cuestionar o retar al artista y renuncien a sus criterios
personales para dejarse llevar de la mano. Recordemos que en casi todo
grupo social, sobre todo joven, que es donde comenzamos normalmente a
actuar, hay líderes del grupo que resienten el hecho de que alguien les
arrebate la voz cantante y les arrebate la atención de los que podríamos
llamar sus subordinados. Estos líderes sociales muchas veces serán los que
reten al mago o intenten explicar los trucos solo para lucirse y reafirmar
su posición ante el grupo. Ante esta realidad, ciertos magos sociales de
intelecto han ido en las últimas décadas desarrollando sus teorías en
cuanto a la presentación de la magia. Dichas teorías son la mayoría
referentes al engaño y como protegerse de los espectadores y pocas son
sobre las partes más intuitivas y artísticas del ilusionismo.
Es por las razones que acabo de mencionar que el ilusionista que trabaje o
quiera trabajar ante público formal debe analizar muy a fondo lo que lee y
debe saber distinguir entonces lo que se aplica a su campo de trabajo y lo
que es principalmente auto-defensa ante público social. Ante un público
formal no hay necesidad de auto-defensa.
Supongamos que vas a actuar en una fiesta privada donde hay, digamos,
cuarenta personas. Esto es un público muy menor, sin duda alguna.
Supongamos ahora que el dueño de la fiesta sea el líder de este grupo.
¿Crees que va a arruinar su propia fiesta haciéndote la vida imposible,
tratando de revelar tus trucos o haciendo comentarios fuera de lugar? Por
el contrario, su lucimiento en esta fiesta está en haberte contratado para
que sus amigos vean que él puede ofrecerles lo mejor. Si no fuera él el
líder del grupo sino alguno de los invitados, ¿crees que va a ponerse en
evidencia como un envidioso? Esta es mi experiencia en todos los años que
tengo en esto.
Veo que me he ido por la tangente ya que lo que quería tratar en esta
sección titulada «La actuación como un todo» es justamente eso: la
actuación como un todo. Después de que el pichón de ilusionista aprende
unos cuantos trucos y decide dedicarse profesionalmente (ya sea a tiempo
completo o parcial) lo primero que tiene que hacer es agrupar los trucos,
las unidades básicas, para formar un acto o programa. Esto es independiente
de que los trucos que realice sean de magia de cerca o de escenario. En
realidad no hay la menor diferencia: el acto o programa lo tiene que armar
en base a los trucos que conozca. En este proceso verá sin duda que habrá
puntos en los que le falte algún truco o dos y tendrá que aprender a
hacerlos para llenar los baches que percibe en su nuevo espectáculo. Esto
ocurrirá porque empezaremos a ver el espectáculo, acto o programa como un
todo y no como una simple agrupación de trucos. Esto no quiere decir para
nada que el programa tenga que tener una línea argumental o temática. Quien
quiera irse por este camino es libre de hacerlo y le deseo suerte. Yo
prefiero y abogo por la variedad. También por la versatilidad que es
hermana de la practicidad.
Si quisiera montar un acto con línea argumental, no sería libre sino que la
línea argumental sería la que me indicara los trucos que tengo que hacer.
Esto lo considero demasiado trabajoso y prefiero dedicar mi esfuerzo hacia
algo más constructivo, según mi opinión, y no solo eso sino tener la opción
de armar otro programa diferente sin tanto estrés, cosa que no pueden decir
muchos de los que han montado actos temáticos y se han quedado toda la vida
con ellos porque no han podido generar otro mejor o siquiera igual que el
primero.
Hay veces que las similitudes no son aparentes para el artista. Pondré un
ejemplo. Hace algunos años actuó en Panamá el mentalista israelí Guy Bavli
y si bien los trucos que presentó eran bastante disímiles, todos compartían
un elemento: su duración. En efecto, todos sin excepción, duraban alrededor
de diez minutos. Al principio todo fue bien hasta que como al tercer truco
todos los espectadores comenzamos a notar esta similitud. Poco a poco el
espectáculo se fue haciendo pesado y hasta aburrido, a pesar de que los
trucos individuales no eran para nada malos. Como a la hora y cuarto
ocurrió algo muy curioso. Terminó el artista un truco y aproximadamente una
tercera parte del público se levantó y literalmente huyó de la sala antes
de que pudiera el artista comenzar un nuevo truco. Sabían esas personas que
si empezaba un nuevo truco se iban a tener que aguantar diez minutos más de
un espectáculo que para ese momento se había puesto muy aburrido.
Para decir verdad, hubo en los trucos del mentalista otros factores
repetitivos, tales como la participación del público en escena, pero el de
la duración fue el más patente y creo que fue el que generó el sentimiento
de tedio en gran parte del público. Lo digo porque tanto yo como el otro
ilusionista con que asistí sentimos el mismo tedio aunque por respeto al
artista y por el interés profesional que teníamos en ver su todo su
espectáculo, permanecimos en la sala hasta el final.
No tengo que dar ejemplo alguno de este tipo de rutina ya que hay muchas y
muy notorias en el ilusionismo moderno.
LA CHARLA
--Aquí tengo un vaso. Voy a poner el vaso sobre la mesa. Ahora saco un
pañuelo rojo. Voy a meter el pañuelo rojo en este cono de papel y voy a
dejar el cono de papel en esta otra mesa.
--Había una vez un palacio de cristal que estaba sobre una planicie. Había
un príncipe que quería visitar ese palacio de cristal y fue donde una bruja
y le dijo: --Señora bruja, quiero visitar el famoso palacio de cristal.
--La bruja le dijo entonces: --Te voy a meter en mi cono mágico, --lo cual
hizo... etcétera.
--Les voy a mostrar algo increíble con un pañuelo de seda y este vaso. Es
tan increíble que cuando el famoso Ripley lo vió dijo «No me lo creo».
Este es el vaso. Es un vaso muy fino. Este vaso me lo ro... ¡lo compré! Lo
compré en una tienda muy fina que se llama «Todo a dólar». Lo voy a poner
en esta mesa para que lo puedan vigilar bien y vean que no me acerco a él
para nada... etcétera.
La charla sigue siendo expositiva pero ahora tiene también los adornos
artísticos del humor.
LOS PRÓLOGOS
Al igual que la charla en forma de historia hay un recurso que podemos usar
para darle un giro a la charla particular de algunos trucos del programa y
que resulte novedoso, aportando así variedad. Se trata del prólogo o
introducción. Este recurso consiste en preceder el truco con dos o tres
párrafos ya sean cómicos, ya sean serios, en relación con el truco que se
presentará a continuación. Por ejemplo:
--¿Quién anda ahi? --Soy un ladrón. --¿Un ladrón? ¿Y qué busca usted en
esta casa? --Busco dinero. --Pues déjame encender la luz para buscarlo
contigo.
Hace poco adquirí un libro (caro, por cierto) en el que su autor, Jim
Steinmeyer, da ejemplos de algunas de sus rutinas con charla incluida. Pues
resulta que más de tres cuartas partes de las rutinas incluyen prólogos de
cuatro, cinco y seis párrafos. En dichos prólogos el autor se extasía con
su prosa y aprovecha para dejar caer nombres de «autoridades» y conceptos
filosóficos al estilo de:
Lo anterior no es una cita directa del libro, por supuesto, pero sí ejemplo
fiel las frases principales de los prólogos que preceden los trucos que
explica. Imagínate cuatro, cinco o seis párrafos incluyendo frases
similares. Imagínate la mitad o las tres cuartas partes de tus trucos
precedidos de cuatro o más párrafos por el estilo. No tengo ni que decirte
que al cabo de tres trucos que comiencen de esta manera tu público notará
el patrón y esto traerá el aburrimiento, además del aburrimiento propio de
tener que escuchar estas peroratas. Recuerda que un programa de ilusionismo
no es ni una conferencia ni una clase universitaria. Más todavía, la
mención de sabios, eruditos, literatos y otras autoridades intelectuales
que solo tú en la sala conoces como para mostrarle a tu público que eres
instruído y sabes algo que ellos no saben es totalmente de mal gusto y
además inútil desde el punto de vista de la presentación efectiva. No solo
es inútil sino que también cuenta en tu contra por cuanto va a debilitar tu
presentación por todo lo que ya he dicho hasta aquí. Es simple palabrería
vana y pedante.
Lo que le debe haber ocurrido al célebre autor del libro que he mencionado
es que puesto a escribir «el guión mágico» no ha encontrado otro punto del
mismo para extenderse que el prólogo (como te lo he dicho) y esto se
comprueba fácilmente al ver que luego del prólogo todos los trucos que
explica, es decir su charla, bajan a la tierra y se convierten en
expositivas... como te lo he dicho.
Lo bueno de todo esto es que lo más probable es que quien intente hacer
esos trucos (buenos, por cierto) con esos prólogos, se dará cuenta una vez
esté ante el público, que aquello no funciona lo bien que creyó y se vea
obligado a ingeniárselas para no hacer el ridículo la próxima vez.
Como todos sabemos este truco funciona con un «flap» que nos permite
mostrar las pizarras limpias. Juntamos las pizarras y el flap cae de una a
otra descubriendo lo escrito. Para que caiga el flap lo que hay que hacer
es, teniendo juntas las pizarras, darles la vuelta. Sin embargo esta es una
acción que no podemos cubrir fácilmente ya que no podemos por lógica
esconder las pizarras. Sin embargo, por medio de un subterfugio sí que
podemos darle la vuelta a las pizarras y que la acción pase desapercibida.
Esto lo logramos numerando las pizarras con el pretexto de mostrarlas con
toda limpieza. La acción se ejecuta así.
LA MAGIA Y EL TEATRO
================
De «actor» a «teatro» no hay más que un paso y uno muy pequeño, tengo que
decir. Desde antaño hay quienes han estado insistiendo en que no solo somos
actores sino que el ilusionismo es teatro. Se han enredado muchos entonces
tratando de cambiar la manera clásica de presentar nuestro arte para darle
un argumento y una «justificación» tarea que ha resultado más difícil de lo
que esperaban principalmente porque nuestro arte del ilusionismo tiene su
carácter propio y se resiste a que se lo cambiemos.
Algo que hay que tener en cuenta es que por lo general, los actos
argumentados de ilusionismo suelen resultar cortos: diez minutos o algo más
y por tanto, hablando de practicidad, no son muy aptos en el tiempo actual
en que tenemos que presentar programas completos de cuarenta y cinco
minutos a una hora. El acto argumentado, eso sí, puede muy bien formar
parte de un programa más largo pero démonos cuenta de que el resto del
programa tendrá que ser estructurado de la manera clásica: un truco tras
otro.
Bueno, y con esta demostración vamos a terminar. Miren que todo lo que
hemos tratado puede aplicarse a los trucos que ya uno presenta para
mejorarlos enormemente. También es importantísimo estudiar desde todos
estos ángulos cualquier nuevo truco que querramos agregar a nuestro
repertorio. Solo me resta desear que mis ideas sean útiles.
MAGIA SELECTA
MAGIA SELECTA
Prólogo
Quería que este libro fuera diferente a los que he compuesto hasta ahora y
si bien explico en él una aceptable cantidad de efectos en todas las ramas
de la magia, también encontraras en sus páginas una serie de artículos que
espero que sean de tu interés y les puedas sacar provecho. Son artículos,
algunos de corte histórico, otros, digamos, teóricos ya que tienen que ver
con la parte artística o la parte técnica de la magia. Algunos serán
polémicos. Ya se sabe que es lo que se puede esperar de mis escritos.
Una de mis obsesiones es intentar hacer entender a los magos que el mayor
poder para nosotros, individual y colectivamente, está en no hacer todos lo
mismo. Ya sé que un truco que hemos visto presentar por alguna gran
estrella de nuestro arte como Tamariz o Copperfield ejerce tal seducción
sobre algunos magos, quizás demasiados, que les anula el criterio y les
hace copiar no solo el truco sino hasta los gestos y dichos del original.
No me explico como una persona puede anular su personalidad propia y asumir
la de otro individuo. Esto puede pasar en un adolescente pero lo he visto
hacer a hombres que parecían hechos y derechos.
El peor de los casos es el que señalo arriba: el mago que no solo hace los
trucos de otro famoso sino que hasta le copia los gestos, la charla y los
matices. Sin embargo no hay que llegar a tanto para caer en falta. El solo
hecho de presentar los mismos efectos ya hace que el público tenga la
impresión (correcta en muchos casos) de que todos los magos hacemos lo
mismo. No me canso jamás de repetir esto.
El otro día leí algo en una revista de magia que me gustó mucho. Escribía
alguien que enseñaba magia a magos ya hechos, algo así como clases de
perfeccionamiento. Le pedía a sus alumnos que hicieran una lista de los
trucos que presentaban en su repertorio en ese momento. Acto seguido les
pedía que hicieran una lista de los trucos que desearían hacer. Comparando
una lista con la otra se veía claramente que la primera era una basura
comparada con la segunda. Entonces el profesor les preguntaba por qué se
contentaban con hacer trucos que ellos mismos consideraban mediocres y no
se ponían a aprender y ensayar los que en realidad deseaban hacer y que,
encima, eran superiorísimos. Que esto sirva para abrirnos los ojos.
Yo tengo muchas páginas llenas de trucos que desearía hacer. Por muchos
años las he tenido pero no había hecho nada al respecto. Hace cerca de
cuatro años decidí pasar a la acción y he comenzado a dominar uno por uno
varios de estos trucos. Esto me ha dado mucha alegría y seguridad en mi
mismo cuando actúo. Te recomiendo que cuando leas un libro o una revista de
magia tengas a mano muchas tiras de papel y vayas marcando las páginas en
las que haya algún truco que crees que te gustaría hacer. Después vuelve
sobre dichas páginas y vuelve a leer los trucos. Si te parecen todavía
buenos, saca una fotocopia de la página o páginas y mételas en una carpeta
de anillas. así irás formando tu libro de trucos deseados y no tendrás que
irlos buscando de libro en libro con la consiguiente pérdida de tiempo.
Pero no basta solo coleccionar estas páginas. Hay que pasar a la acción.
Hay que buscar los materiales, ensayar los trucos y finalmente, hacerlos
ante el público. Entonces sentirás una sensación de realización que no te
puedo explicar.
Los trucos que incluyo en este libro son todos buenos, según mi criterio.
Por supuesto que no puedo pretender que te gusten todos y que corras a
ejecutarlos ya que tu criterio puede ser diferente al mío. Sin embargo, te
pido que los leas todos con esa dosis de imaginación de la hablé hace un
rato y te veas con los ojos de la mente haciéndolos. Esta es la forma
correcta de leer un libro de magia y no como si fuera una novela.
En relación con los otros artículos que encontrarás en estas páginas creo
que ya dije que algunos eran de carácter histórico. Considero que el
conocimiento de la Historia de la Magia, aunque en principio no sea un
conocimiento a fondo, es uno de los factores que más nos ayudarán a elevar
nuestra magia individual, lo cual hará que colectivamente también la
elevemos. Es importantísimo saber lo que ha ocurrido antes y hasta donde
han subido el listón los que nos precedieron. No saberlo nos expone a creer
que estamos haciendo la gran cosa y lo que estamos es quedándonos cortos.
Todos los magos con quienes he comentado la historia de la magia y lo que
en este campo se ha hecho con mucha anterioridad a nosotros, han bajado la
cabeza con humildad y han aceptado el hecho de que el desconocer lo que ha
ocurrido antes de nosotros es uno de los factores que nos llevan a
contentarnos con muy poco.
Marko
Malini no era un figurín, todo lo contrario. Era bajito, tenía las manos
pequeñas y los brazos cortos y además hablaba con una voz ronca y con un
fuerte acento centro-europeo. Sin embargo todo esto lo supo manejar en
favor suyo y lograr la admiración general de todos los que lo conocieron y
lo vieron trabajar. Viajó por todo el mundo, casi nunca actuando en grandes
teatros como sus contemporáneos sino más bien para grupos selectos en
hoteles de lujo, residencias y mansiones. Llevaba muy poco material y
muchas veces podía actuar con los artículos que estaban a la mano. Malini
era un saltimbanqui de la Edad media, un charlatán de otros tiempos
transplantado a la primera mitad del siglo veinte.
Casi más útil que el libro de Dai Vernon es una carta que el mago Tex
McGuire le escribiera a T. Nelson Downs, otro grande de la magia. En esta
extensa carta, McGuire le explica a Downs paso a paso todo el espectáculo
de Malini. Al parecer McGuire fue en alguna ocasión manager o asistente de
Malini y aunque Dai Vernon niega este hecho y afirma que McGuire estaba
loco, ¡eso no fue obstáculo para que Vernon aprovechara el contenido de
esta carta a la hora de escribir su libro! La carta ha sido publicada (y la
vende) Karl Fulves y creo que la he visto traducida al español y publicada
por la Escuela mágica de Madrid en su boletín.
Hay un capítulo sobre Malini en el libro de Ricky Jay, “Learned Pigs and
Fireproof Women” el cual es muy interesante y contiene muchas fotos que yo
no había visto antes y también Okito en su “Okito on Magic” (pags. 38-40)
le dedica algunas líneas. Finalmente, en "Stars of Magic" (esta excelente
colección de fascículos mágicos está traducida y editada en español) Dai
Vernon le dedica un fascículo entero a Malini y después de contar algunos
de sus hechos, explica tres de sus trucos: la desaparición de una moneda,
el cambio de color o "pintaje" de una carta y lo que se considera su obra
maestra en cartomagia: "Las Cartas Clavadas". De esto es de lo que vamos a
hablar tú y yo ahora.
En este truco Malini hacía elegir muchas cartas, de ocho a doce, y las iba
encontrando todas clavándolas con una navaja con los ojos vendados. Eso es
el truco. Como te darás cuenta por la cantidad de cartas, es un truco
extremadamente difícil de presentar. Se aparta del principio de tres
elecciones que siempre hacen los magos y que está al alcance de todos
manejar. Con tantas cartas la cosa cambia y se necesita un artista... o
desarrollar bien la técnica presentativa para hacerlo que creo que fue lo
que habrá hecho Malini. Si se piensa un poco se verá que no hay forma
posible en que un mago pueda poner este truco en su repertorio y comenzar
desde el primer día con ocho o doce cartas. Mi impresión es que Malini
tiene que haber comenzado con una sola y de ahí habrá ido aumentando el
número hasta crear algo que solo él podía hacer de forma satisfactoria.
Esto lo deduzco por el hecho de que el truco ya existía desde hacia mucho
usando una sola carta. De hecho, dicen que era el truco favorito de Charles
Bertram, uno de los principales magos de salón de la Inglaterra del siglo
pasado. Dicho truco se explica con bellas fotos de Mademoiselle Patrice,
una alumna de Bertram, en "The Modern Conjurer" (pags. 102-106).
Estas dos explicaciones son con una sola carta elegida. Al parecer solo
Malini lo hacía con tantas cartas como hemos dicho. Quiero llamar la
atención hacia otra versión del efecto, esta por Kaplan y explicada en su
famoso libro el cual se encuentra traducido al francés pero como en esta
versión hay que usar dos barajas preparadas, cambiar una por otra, etc. no
nos preocuparemos más de ella por ser poco elegante. Lo bueno es hacer este
truco con una baraja normal y corriente y evitarnos líos y complicaciones.
Lo presente dos veces más y lo dejé. No fue sino años más tarde cuando
releí "The Modern Conjurer" cuando noté que Mademoiselle Patrice (y por
deducción, Bertram, su maestro) se vendaba antes de comenzar. Tiempo
Después leí la carta de McGuire a Downs y al explicar este truco dice así:
Por si esto fuera poco, más adelante hay una nota que específicamente dice:
Cuando las cartas se eligen y se regresan, Malini esta vendado.
Y más adelante:
Cuando Malini está vendado hace el papel, por supuesto, de que no puede
ver, caminando cuidadosamente y titubeando -además, hace que un niño lo
guíe de regreso al escenario.
Tengo además razones para pensar que Dai Vernon sacó sus dos métodos
publicados de la carta de McGuire ya que McGuire, al explicar el truco que
nos ocupa, comete un error y da dos maneras de hacerlo (sin duda por lo
difícil que es seguir las operaciones de la mano con la baraja si Malini se
movía con ella entre el público, recordar que este no es un truco de magia
de cerca o sobremesa sino más bien de salón). Además Malini era una persona
muy reservada en cuanto a sus secretos y consideraba a Vernon un simple
aficionado. Ni borracho como a menudo estaba Malini, le confiaría a
aficionado, por bueno que fuera, sus métodos. McGuire en cambio habrá
tenido la ocasión de ver trabajar a Malini varias noches seguidas y de
fijarse bien en lo que hacía. Al final de cuentas, el método, si era así o
era asa, tiene poca importancia. Lo que importa es que funcione y no nos
vamos a enredar más en esto. Solo he hablado sobre el tema para exponer mi
idea de que Dai Vernon solo vio el programa de escena de Malini en una
ocasión: cuando era niño y lo llevo su padre a un exclusivo club masculino
de la ciudad. Muchos años después conoció personalmente a Malini y si bien
confiesa Vernon que Malini lo influyó tremendamente, lo que es razonable,
no creo yo que lo hubiera invitado a ver sus actuaciones las cuales se
daban en lugares exclusivos a los cuales no es ni cómodo ni conveniente
invitar a extraños. ¿Y qué importancia tiene esto? La de que aprendas que
alguien puede decir que es experto en un tema y a lo mejor no lo es tanto
aunque, eso si, pueda saber del tema más que tú y que yo y que no es sino
hasta que uno profundiza e intenta ejecutar lo que te dicen, cuando se da
cuenta de que la persona no es lo que parece.
¡Por fin! Malini hacía sacar la cantidad de cartas que hemos dicho y al
parecer, la manera en que los espectadores las elegían no era la típica de
extender la baraja entre las manos. Malini lo que hacia era "riflear" el
extremo delantero de la baraja y las personas metían los dedos y sacaban
una carta. A la hora de hacer regresar las cartas iba al primer espectador,
rifleaba el extremo delantero de la baraja y hacia que la persona metiera
su carta cerca del centro. Malini terminaba de meterla del todo y
aprovechaba para hacer un break debajo de la elegida.
Ahora pide al espectador que le ayuda que le guíe la mano en que sujeta el
cuchillo o navaja abierta sobre cada uno de los montones que hay sobre la
mesa y empuja cada uno esparciendo las cartas, quedando estas como muestra
el dibujo.
A partir de aquí el método de clavar las cartas era distinto. Malini iba
mezclando las cartas sobre la mesa con la punta del cuchillo pero sin tocar
el grupo de elegidas. Al acercarse el cuchillo a dicho grupo, Malini
arrastraba con la punta del mismo la siguiente carta elegida y la mezclaba
entre las de los otros grupos, alejándola de las otras elegidas y
haciéndola pasar por debajo de las otras indiferentes hasta llevarla a un
punto aparte de todas donde la pudiera controlar con la vista mientras que
con la punta de la navaja o cuchillo mezclaba entonces las otras cartas
indiferentes pero sin tocar el resto de las elegidas.
Para la última carta había que hacer algo especial y al parecer Malini lo
que hacia era clavar la última contra la mesa y soltar la navaja. Entonces
inclinaba la mesa de forma que el resto de las cartas cayeran al suelo
menos la clavada. Pidiendo el nombre de la última carta, sacaba la navaja
con la misma y la mostraba.
LUIS ZINGONE
CIUDAD DE NUEVA YORK — 1934 — FRENTE TELÓN — TIEMPO DEL ACTO 12 MINUTOS
Ahora podemos hablar. ¿Te has dado cuenta de lo largos que son los trucos
que vemos presentar hoy día? No es raro ver que un truco dure 10... 12...
15 minutos. Alguien me contó una vez que vio a un conocido mago presentar
un juego que dura ¡22 minutos! Bueno, pero alguien me dirá. es que mientras
se presenta el juego el mago tiene chistes, situaciones, detalles cómicos y
el público se lo pasa de lo más bien. Vale, digo yo, ¿pero que somos?
¿magos o cómicos? No me malinterpreten, no es que este en contra del humor
en la magia. Mis propios trucos tienen mucho de humor pero trato de que no
duren tanto tiempo. Veámoslo así: tienes 30 minutos para hacer tu
actuación. Treinta minutos son treinta minutos, ni más ni menos, eso no se
puede cambiar. En treinta minutos puedes hacer, digamos, dos trucos, tres,
cuatro, cinco... hasta ocho o diez (me estoy refiriendo a magia hablada
cuyos trucos toman un poco más de tiempo. Por supuesto que si fuera magia
con música se podrían hacer muchísimos más pero por no ser este mi campo no
voy a hablar de ello). Lo único que puede variar es el número de trucos que
hagas. Sin embargo estarás actuando treinta minutos ya sea que hagas dos
como que hagas diez trucos. Eso quiere decir que estarás hablando también
treinta minutos. Este es otro factor inalterable: treinta minutos hablando.
¿Entonces, si tienes que hablar treinta minuto que más te da hacer dos que
diez trucos? Actuar actuaras lo mismo y hablar también. Eso quiere decir
que los mismos chistes y situaciones que metes en treinta minutos con dos
trucos los puedes meter en treinta minutos con diez. ¿Si o no? ¡Por
supuesto! Lo único que tienes que hacer es distribuirlos entre varios
trucos. ¿Pierdes en humor? ¡Clara que no! Puedes decir la misma cantidad de
chistes y ocurrencias (recuerda que tienes siempre treinta minutos). Lo que
pasa es que ganas en magia pues en el caso de dos trucos la gente solo ve
dos efectos mágicos mientras que en el de diez... Y fíjate bien, los trucos
demorados usualmente tienen el efecto mágico al final de todo. Toma por
ejemplo "La carta en el cigarrillo". Lo vi presentar a un colega en
televisión. Diez minutos de ¿cómo te llamas? y ¿de donde eres? y ¿a que te
dedicas? con los dos espectadores que le ayudaban y luego chistes varios
para al final de los diez minutos, en 30 segundos, una carta sale de dentro
de un cigarrillo. ¿Eso es magia o que?
Para ser justo tengo que admitir que el público del estudio se reía mucho
durante su presentación (no así, creo yo, los televidentes ya que mi mujer
se levanto a mear y Después fui yo... al regreso todavía no había terminado
el truco). Lo que quiero decir es que no hace falta sacrificar la magia
para lograr carcajadas del público. Como todo el que ha hecho algo de magia
sabe, los chistes y situaciones son intercambiables en su mayoría. Eso
quiere decir que puedes usar tus chistes y situaciones con verdaderas
trucos de magia y no estos culebrones. Puedes reducir los procedimientos
preliminares del truco "La carta en el cigarrillo" por ejemplo, pasando
varios chistes y situaciones cómicas a otro truco. De esta manera ganas un
truco más sin perder risas. Si el truco duraba 10 minutos y ahora dura 5,
quiere decir que puedes meter otro de 5 y así tendrás el mismo número de
risas pero el doble de magia. Te sugiero lo siguiente:
Este mago no era ningún desconocido siendo que era un destacado cartomago
de Nueva York y alguno de sus trucos aparece en "Expert Card Technique".
Aparte tenía su número de escena compuesto, como ves por trucos más o menos
clásicos pero por los comentarios que hace Max Holden se entiende que los
presentaría de forma excelente. Mira que son cinco los trucos que
ejecutaba. Mira el tiempo: ¡12 minutos! Mira la fecha: ¡1934! ¡Hace 60
años! Hace sesenta años un tipo salía y hacia cinco trucos hablados en 12
minutos y con su presentación y charla conseguía "un continuo chorro de
carcajadas". Hoy día cualquiera sale y al cabo de 12 minutos apenas va por
el segundo truco.
Podría ponerte más ejemplos de estos pero creo que con los que hay ya es
suficiente.
En relación a Thurston, hace poco se ha publicado en dos volúmenes un gran
cuaderno que
Thurston compuso con detalles y fotos de sus aparatos así como
presentaciones y charlas completas de los diversos trucos que hacía. Ha
comentado la obra Jim Steinmeyer, el famoso creador de trucos y uno de los
puntales de la magia de David Copperfield. Este señor escribe:
HOWARD THURSTON
PROGRAMA DE 45 MINUTOS — PHILADELPHIA — 1935
He dicho que la magia normal tiene que ser cómica. Quizás la frase no es
correcta de esta manera. Lo que quiero decir es que la magia normal ya es
cómica. El mago pide un reloj, lo machaca... ¿qué hace la gente? ¡Ríe! El
mago muestra una bolsa vacía. le pide a un señor que cacaree y le dice: -Lo
felicito, ¡acaba usted de poner su primer huevo! -y a la vez saca un huevo
de la bolsa. ¿Y la gente que hace? ¡Ríe! Todos los trucos tienen el
potencial del humor. A algunos se les ve de salida, a otros hay que
buscárselo. Para que la magia no aburra a cada truco hay que aderezarlo con
humor pero esto no quiere decir que haya que inflarlos con diez minutos de
bla, bla, bla. Uno requerirá una cucharada de humor, algún otro medio kilo
y alguno será cómico en si mismo (como romper un reloj prestado) y el mago
no tendrá ni que molestarse en pensar como hacerlo cómico.