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Alumno: David Uriel Rosales Cervantes. Procesos Mundiales Contemporáneos.

Primera parte de la evaluación.

Hecho histórico: Las políticas neoliberales implementadas en América Latina en la década


de los noventa del siglo XX.

Neoliberalismo semilla del Nuevo Orden Mundial;


preparando el terreno en América Latina.1

Tras la desintegración de la URSS, la unificación de las Alemanias y la integración de la


Unión Europea a finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo XX, la apertura
de un Nuevo Orden Mundial bajo el liderazgo de los Estados Unidos se convertía en el
proyecto más importante de la agenda capitalista para las siguientes décadas. El Nuevo
Orden Mundial, que jubilosamente refirió el expresidente George Bush en 1991, no era
solamente sinónimo de la consolidación hegemónica norteamericana en todo el orbe, sino
también la oportunidad de configurar cada ámbito de la vida social, política y económica de
casi todo el planeta. Después de todo, el mayor obstáculo para emprender el Nuevo Orden
Mundial había sido derrotado, el bloque comunista. Por tanto, con la maquinaría bien
engrasada, la unión americana impulso todo un proceso de modernización alrededor del
mundo en sintonía de un panorama internacional que propugnaba, principalmente, libre
mercado en un marco globalizador. Tal modernización se traducía en un conjunto de
políticas neoliberales.
Es menester del presente trabajo reflexionar entorno a aquel proceso de “modernización”
económica al que estuvieron sujetas las naciones Latinoamericanas tras la apertura del
Nuevo Orden Mundial, con la finalidad de dilucidar un par de cuestionamientos, a saber:
¿es posible considerar que el proceso de modernización económica en América Latina,
emprendido en la segunda mitad del siglo XX, respondió a las necesidades propias y
particulares de las sociedades latinoamericanas? ¿o respondió a los intereses del Nuevo
Orden Mundial liderado por los Estados Unidos?
Una de las primeras naciones latinoamericanas pioneras en aplicar políticas de corte liberal
en el ámbito económico fue Chile desde la década de los setenta del siglo XX. La transición
de la economía chilena a una economía de libre mercado se inició en un contexto de
inestabilidad política y económica al punto de desencadenar un golpe de estado en 1973
que coloco en el poder al general de las fuerzas chilenas Augusto Pinochet. El estado
económico chileno heredado por Pinochet se caracterizaba por un gasto público
elevadísimo, la inexistencia de reservas de divisas y por una inflación de los trecientos
cuarenta y dos por ciento. Así, para 1975 el gobierno chileno solicito la asesoría del
economista norteamericano Milton Friedman, quien para entonces era considerado todo un
gurú del neoliberalismo; Friedman sugirió al gobierno pinochetista la necesidad de aplicar
su “terapia de choque” que se materializó en una serie de acciones: reducción del gasto
público, privatización de empresas, despido de trabajadores dependientes del estado,
aumento de los impuestos indirectos y eliminación de los excesivos aranceles que solían
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El texto es resultado de la reflexión de la lectura del capítulo no. 8 de la obra “EL DESEQUILIBRIO COMO ORDEN. UNA
HISTORIA DE LA POSGUERRA FRÍA” de Francisco Veiga. El titulo de este texto es mío.

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llegar al doscientos cincuenta por ciento. Los beneficios de la economía neoliberal chilena
se manifestaron para 1977 y, a pesar, de la crisis mundial de 1980, Chile se consolido como
el casi perfecto laboratorio latinoamericano de las fórmulas que el próximo Nuevo Orden
Mundial predicaría sin cesar. Sin embargo, el “milagro chileno” se vio severamente
desacreditado a nivel internacional en la medida que el gobierno de Augusto Pinochet se
transformo en una de las dictaduras latinoamericanas más duras de la región, adjudicándole
al régimen pinochetista la responsabilidad de alrededor de tres mil asesinatos, más de
treinta mil personas torturadas, doscientos mil chilenos exiliados y un volumen enorme de
desaparecidos. Mientras tanto, el garante de la democracia mundial, la unión americana,
brillo por su ausencia durante los más de quince años de mano dura pinochetista. No
obstante, y a pesar de los señalamientos del modelo neoliberal chileno, países como
Argentina, Bolivia, Brasil, México, Perú y El Salvador fueron atraídos por los resultados
económicos obtenidos en Chile tras aplicar políticas de esencia neoliberal.
El Perú de Alberto Fujimori no fue la excepción al emprender toda una campaña de
políticas neoliberales en 1990 con la asesoría de Washington y expertos del Fondo
Monetario Internacional (FMI). La sociedad peruana resentiría con la misma fuerza la
“terapia de choque” de Friedman, o lo que Fujimori denomino como el “Shock”, que no fue
otra cosa que la casi copia fiel de las medidas aplicadas en el Chile de Pinochet:
privatización, aumento de impuestos, facilidades de índole fiscal, legal y laboral a la
inversión extranjera, etc. Fujimori, al igual que Pinochet, no dudo en golpear con mano
dura a la oposición peruana, a la que clasifico como de grupos terroristas; así mismo,
Fujimori disolvió el Congreso, suspendió el poder judicial, manipulo la Constitución y
recurrió a medidas de excepción. Sin embargo, la apuesta peruana al neoliberalismo no
surtió los mismos efectos económicos que en Chile; Perú se vio envuelta en una quiebra de
su industria nacional, sumida en el desempleo masivo, tomada por una incontrolable
devaluación de los salarios y señalada por una inmensa montaña de denuncias por
violaciones a los derechos humanos de los peruanos. ¿Y el garante de la democracia y los
derechos humanos universales?
A grandes rasgos, el proceso de modernización económica latinoamericana se caracterizo
con la aplicación de políticas neoliberales muy similares entre las naciones de la región:
privatización de enormes empresas del estado, desregulación de la economía, liberación de
los precios, vinculación de las monedas nacionales a la paridad del dólar norteamericano,
facilidades a la inversión extranjera, eliminación de aranceles, aumento de los impuestos,
etc. Brasil lo hizo bajo el mandato del presidente Fernando Flenrique Cardoso en 1994,
Argentina con el gobierno de Carlos Menem desde 1989 y México, con gran ahínco,
durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari desde 1988.
En términos generales, la transición de las economías latinoamericanas a una economía de
libre mercado globalizada genero escenarios de confrontamiento entre los diversos
posicionamientos con respecto al tema; un ejemplo más, y en suma a los ya mencionados
casos chileno y peruano, en México, el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) planteó un discurso anticapitalista y antiglobalización que contrapunteo

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las políticas neoliberales del gobierno salinista al punto de llegar a un breve enfrentamiento
militar en 1994.
El resultado de todo el proceso de “modernización” económica de las naciones
latinoamericanas depende del color del cristal con que se mira. Para los Estados Unidos, las
políticas neoliberales emprendidas en América Latina, desde la década de los setenta,
contribuyeron a la cimentación de una Nueva Economía de libre mercado globalizada que
vio su ascenso tras la victoria de los norteamericanos en la Guerra Fría en 1991. Por tanto,
mientras del otro lado del orbe los Estados Unidos a un saldaban conflictos posguerra fría,
América Latina no representaba obstáculo alguno para promover el resto de lo que ya se
había exportado desde hace dieciocho años atrás. No obstante, el Tío Sam reafirmo su
Nuevo Orden Mundial en Latinoamérica a través de una serie de acuerdos: el Acuerdo de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) y el Tratado de Libre Comercio con Canadá y
México (TLCAN), ambos impulsados en 1994. Es así como, para la segunda mitad de la
década de los noventa, en América Latina, el Nuevo Orden Mundial y la Nueva Economía
no era un solo discurso político sino toda una realidad.
En conclusión, es evidente que las semillas del Nuevo Orden Mundial, al que refirió el
expresidente norteamericano George Bush en 1991, se sembraron en Latinoamérica desde
principios de la década de los setenta, sin importar que quienes realizaran dicha tarea fueran
regímenes autoritarios, dictaduras opresoras o gobiernos corruptos, o que estas semillas
neoliberales germinaran a la par de serios conflictos internos en cada uno de los países de
América Latina; para los Estados Unidos solo importo, solo importa y solo importara la
cosecha de este su Orden Mundial.

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