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TEMA 2. LA POESÍA ÉPICA. EL CANTAR DE MÍO CID.

OTROS
CANTARES DE GESTA.
Se conservan pocos poemas épicos. Uno de ellos es el del Cid, y otro compuesto
más adelante (en el XIV) es el de Mocedades de Rodrigo, que también trata sobre el
Cid. También se conserva un fragmento del llamado Cantar de Roncesvalles. Esto es lo
único que nos queda de poesía épica en verso épico, pero en verso clerical aún
permanece el Poema de Fernán González, que es una refundición de un antiguo cantar
de Fernán González.

Encontramos poesía épica en toda Europa que puede llegar a relacionarse con
nuestro Cantar de Mío Cid, como el Cantar de los Nibelungos alemán, el inglés Cantar
de Beowulf, y el francés Cantar de Roldán.

Orígenes de la épica castellana


Hay diversas teorías sobre los orígenes de la épica castellana: la del origen
germánico, la del origen francés, la del origen arábigo-andaluz y la del origen latino.

El principal defensor de la teoría sobre el origen germánico es Menéndez Pidal, que


se basa en testimonios de historiadores según los cuales los germanos usaban canciones
que les servían de memorias y anales. Se ha argumentado, sin embargo, que los
visigodos que se establecieron en nuestra península eran los más romanizados y, en
consecuencia, los más propensos a perder sus propias tradiciones. Reconoce el erudito
la falta de noticias documentos. Sin embargo, concluye Menéndez Pidal que no se
había perdido la tradición heroica. Asimismo rastrea en la épica española temas de
procedencia germánica.

El origen francés ha sido defendido principalmente por Gaston Paris y Eduardo de


Hinojosa. Desde luego, no se puede negar el gran influjo cultural que Francia ejerce
sobre España. Menéndez Pidal rechaza la suposición de que en España no aparece
ningún cantar antes de que se introduzca la influencia de las gestas francesas.
Argumenta que los contactos efectivos se producen a finales del siglo XI y que hasta
principios o mediados del XII no tenemos noticia de la llegada de cantares franceses a
España.

La teoría de origen arábigo-andaluz fue propuesta en 1915 por el arabista Julián


Ribera. Basándose en unos restos de relatos épico-legendarios de carácter popular
prosificados en crónicas musulmanas, supone que desde el siglo IX existió una épica
mozárabe. Da noticia, además, de unos cantos historiales árabes llamados archuzas.
Tenemos, además, el género llamado hamasa, formado por poemas narrativos y
descriptivos de exaltación guerrera, y el sira, más próximo a los libros de caballerías que
al relato histórico. Estas atribuciones entre la épica árabe y la castellana podrían
atribuirse a un nacimiento paralelo del género.

H. Salvador Martínez intenta demostrar la existencia de una tradición épica latina


medieval que influye poderosamente en las composiciones romances. Así pues, la épica

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castellana procedería de la latina vulgar. Antes existía una épica latina popular, pero sus
restos se han perdido casi por completo.

Formación de los poemas épicos


Los románticos alemanes formulan la primera teoría sobre la formación de os
cantares. A su juicio, resultan de la aglutinación de poemas breves de carácter épico-
lírico, obra colectiva del alma popular. Consideran que el romance es el origen del
cantar de gesta castellano.

Contra esta consideración de la épica como obra colectiva en la que se manifiesta


espontáneamente el espíritu nacional, se alza la teoría individualista, que sostiene que
los cantares de gesta se escribieron mucho tiempo después de los hechos que narran.
Sus autores son poetas cultos, perfectamente individualizados y conscientes de su labor
creativa, que toman los datos de alguna fuente escrita. Se hallan estrechamente ligados a
la vida de los monasterios. Algunos poemas se relacionan con los cultos sepulcrales. El
nacimiento de la épica habría que situarlo a finales del XI o principios del XII ya que
sólo se tienen en cuenta los textos conservados; los anteriores se consideran puramente
hipotéticos.

Menéndez Pidal considera que el cantar nace a raíz de los hechos históricos, o muy
poco después, de modo que los orígenes de la épica habría que adelantarlos al siglo X.
A partir del XI y del XII los clérigos comienzan a interesarse por estas creaciones en
lengua vulgar y las ponen por escrito. El poema es sometido a sucesivas reelaboraciones
y viene a convertirse en obra colectiva y anónima. Es, pues, poesía tradicional. Pidal
admite que los cantares son en sus orígenes de reducidas dimensiones que más tarde van
aumentando.

Definición y características
El cantar de gesta es un relato heroico en verso en el que se exaltan las hazañas de
seres superiores cuyo único ideal es la persecución del honor a través del riesgo y el
esfuerzo. Estos personajes y los hechos que protagonizan están hondamente vinculados
a la colectividad a la que van a ir destinados los poemas. Uno de los temas predilectos
en la épica castellana es el enfrentamiento entre el rey y el vasallo; gusta de exaltar al
héroe rebelde que lucha por su honra. La mayor o menor veracidad de las gestas ha sido
objeto de discusión. Quizá lo más sensato sea admitir que en la épica se mezclan
historia y creatividad poética, sin que ésta invalide por completo a aquélla. La
interpretación de la realidad se hace siempre en términos hiperbólicos, desmesurando
los caracteres para ejercer una mayor atracción sobre el público.

Una de las peculiaridades fundamentales del género es su transmisión oral que


condiciona la naturaleza del texto. Hasta nosotros sólo ha llegado alguna fijación por
escrito que recoge únicamente una determinada versión. Desconocemos la evolución
que fue sufriendo el poema a lo largo del tiempo.

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La persistencia en la actualidad de algunas manifestaciones literarias orales ha
permitido analizar ese fenómeno. El uso del lenguaje formular y la reiteración de
motivos son recursos esenciales de la composición oral. El juglar castellano se apoya
esencialmente en la memoria, aunque ejercida con libertad. Reduce una historia
conocida, de propiedad colectiva, que puede recrear y refundir, pero manteniendo la
estructura esencial del poema.

La crítica no se ha puesto totalmente de acuerdo a la hora de juzgar si los poemas


son fruto de la composición oral de los juglares o si se trata de obras escritas por poetas
cultos. Tampoco existe unanimidad al enfrentarse con los textos concretos que
conservamos. Unos los consideran como el último eslabón de una larga cadena de
transmisión oral, mientras que otros ven en ellos una creación genuina. Muchos
investigadores creen que a lo largo de la vida de un poema pueden combinarse la
actividad oral y escrita.

El cantar de gesta castellano está formado por versos de medida muy fluctuante que
oscila fundamentalmente entre las 14 y 16 sílabas, aunque los hay de mayor y menor
extensión. Se dividen en hemistiquios separados por una fuerte cesura. Algunos críticos
piensan que el verso épico castellano no es irregular; lo que ocurre es que se basa en un
sistema de cláusulas rítmicas, no silábico. La rima es asonante igual que en la lírica
primitiva. Los versos contiguos que tienen la misma rima forman una tirada. Su
extensión es extremadamente variable. Por lo general constituyen una unidad temática.

Ya hemos hecho referencia al uso frecuente de expresiones formularias que


facilitan la labor del poeta. Ahora bien, en la épica castellana los procedimientos
formularios son un auxiliar, pero no determinan por completo la creación del poema.

Cantar de Mío Cid


El Poema de Mío Cid trata sobre Rodrigo Díaz de Vivar, a quien llaman Cid
Campeador. El poema se aprovecha de ciertas características que, al parecer, tenía el
Cid histórico –quien murió a finales del siglo XI–. Sin embargo, lo que cuenta el poema
es en casi su totalidad ficticio, es decir, se trata de una ficción sobre un personaje
histórico. Hay un solo manuscrito conservado, y además era transmitido de manera oral,
por lo cual puede ser que sea el único manuscrito porque no circularon muchas copias, y
además está muy deteriorado: faltan las primeras hojas –acéfalo– y ciertas hojas de la
parte central. Deyermond dice que gracias a que esté incompleto tenemos el verso más
impactante de la épica europea: el héroe llorando. El manuscrito estuvo mucho tiempo
en un pueblo llamado Vivar del Cid, de donde pasó a la Biblioteca Nacional.
Problemas de autor y fecha
Los problemas sobre el autor y sobre la fecha de composición surgen, primero, por
la falta de portada del libro y, segundo, porque es acéfalo. El íncipit –que significa
comienzo, la primera frase del libro– del Cantar de Mio Cid no da mucha información
pero el explicit –el cierre, la última frase del libro– nos sirve para investigar sobre el
autor y sobre la fecha. En el explicit pone: «PER ABAT LE ESCRIVIÓ EN EL MES
DE MAYO EN ERA DE MILL E CCXLV ANNOS”. En castellano medieval, el

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término escrivir significaba copiar y no componer literariamente, porque para eso se
utilizaba fazer o componer. Es decir, el escriba, el copista es el que escribe. Por tanto, si
tenemos en cuenta el sentido etimológico de la palabra, Per Abat no sería el autor del
texto sino el copista. Per Abat, además, es un nombre y un apellido muy común, por lo
que es muy difícil encontrar documentación. A esto hay que añadir que Abat era como
firmaban muchos abades.
Hay otro problema que es el de la fecha. Hay distintos sistemas de medición del
tiempo, y la era a la que se refiere el explicit del Mio Cid es la Era Hispánica o Era de
César. Esto tiene que ver con la fecha en que César dividió Hispania en provincias, que
fue en el año 38. Entonces habría que restar 38 años a 1245, por lo que se supone que se
copió en 1207. Esos elementos prácticamente no tienen discusión ya que son objetivos.
Podríamos pensar que efectivamente Per Abat es el copista y que copió el texto en 1207.
El Cid murió en 1099, un siglo antes de que cuajara en un poema de la maestría del
Cantar de Mio Cid. Sin embargo, los problemas no terminan aquí. Otro problema es que
el manuscrito de la Biblioteca Nacional es una copia del siglo XIV, es un códice en
pergamino. Es decir, que no podría ser la copia de Per Abat, es decir sería una copia del
manuscrito de Per Abat. Dicen que en el manuscrito en el pergamino hay una arruga, lo
que le dio pie a un investigador a pensar que quizá ahí hubo otra C y se borró, por lo
que la fecha sería 1345 (1307 si le restamos los 38 años de la Era Hispánica).
Menéndez Pidal dijo que el poema fue obra de dos juglares: uno hacia 1105 que
provenía de la zona de San Esteban de Gormaz y que recopiló lo que había sobre el Cid
Campeador y llevó a cabo una primera refundición, y otro proveniente de Medinaceli
que en 1140 haría una segunda refundición y le daría al cantar la forma que tiene ahora.
Llevó a cabo, pues, una teoría neo-tradicionalista (el origen de este tipo de poesía es
popular y alguien del pueblo especialmente hábil en poesía compone un poema sobre un
personaje que se ha labrado una reputación en la comunidad, con función informativa y
propagandística, compuestos al hilo de los acontecimientos. Sería una autoría colectiva,
pues quien recita el poema podría modificarlo o ampliarlo).
Collin Smith defiende la teoría que el francés Bedier propuso: el autor del poema
debía ser un autor culto. Deyermond decía que el autor, además, debería tener
conocimientos jurídicos, por el Cantar de la Afrenta de Corpes, donde se hace referencia
a ciertos conocimientos de este tipo. Estas teorías serían, pues, individualistas.
De igual modo, encontramos una alusión en un texto en latín de 1147-1149, el
Poema de Almería, lo que parece garantizar que el Cantar de Mío Cid ya estaba
compuesto para estas fechas.
Carácter realista
Menéndez Pidal afirmaba que la literatura medieval, y especialmente la poesía
épica, tenía rasgos muy históricos. Sin embargo, no toda la literatura medieval es de
tendencia realista ni toda la épica es histórica. En el Cantar de Mío Cid lo histórico será
el personaje. Cid significaría señor en árabe, pues tenía fama de señor victorioso. El
destierro sufrido por el Cid, por ejemplo sí es un dato real –fue desterrado dos veces–,
pero el resto, como las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, es falso.

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Temas
El tema principal de la obra es el de la honra, tanto pública como privada. El Cid
Campeador pierde la honra en dos ocasiones, una primera de cara a la sociedad al ser
desterrado y una segunda al maltratar los infantes de Carrión a sus hijas.
Luego hay varios temas secundarios, como el de la relación entre vasallos y
señores, el de los matrimonios, el político-social y el religioso.
Vinculado al tema de la honra está el de la relación entre vasallos y señores. El Cid
es vasallo del rey Alfonso, pero señor de su mesnada (ejército a sueldo). En el poema lo
ponen como un buen señor de sus vasallos y súbdito de su señor. Sin embargo, el rey
Alfonso no sale tan bien parado, por lo que hay una crítica hacia la monarquía
(cuestiona al rey Alfonso). Al principio del poema, los ciudadanos de Burgos comentan
“dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor”, lo cual puede interpretarse como un
deseo de que el Cid encuentre un buen señor o un deseo de que Alfonso sea un buen
señor. Hay, por tanto, defensa de Castilla en favor de León y una crítica al gobierno del
rey.
Otro tema secundario también vinculado a la honra es el tema de los matrimonios:
cuando el rey le dice al Cid que para premiarle sus servicios van a casar a sus hijas, se
da a entender que al Cid no le gusta la idea (de hecho, los infantes no responden a las
expectativas que se habían creado sobre ellos, por lo que las sospechas del Cid se
confirman).
Otro tema es el tema político-social, que tiene mucho que ver con la ideología del
poema: el Cantar de Mío Cid no es solo un cantar ideado para ensalzar la figura del Cid,
sino que también se ha planteado transmitir a sus oyentes su visión sobre su política en
Castilla. Esto puede verse en que los personajes socialmente superiores son los que
tienen un comportamiento menos ejemplar y los personajes socialmente inferiores
tienen un comportamiento más ejemplar: los soldados del Cid, por ejemplo, se
comportan mejor que los infantes de Carrión. Se pone en duda así eso de que el título
nobiliario supone mantener cierto decoro. Por otro lado, además, aparecen representadas
aparte de las personas de baja clase social las minorías étnicas (judíos y musulmanes):
no existe el concepto de guerra santa ni hay inquina contra los musulmanes. Lo que
interesa a nivel político-social es ver si hay algún tipo de enfrentamiento entre Castilla y
León, teniendo en cuenta que el rey Alfonso originariamente era de León. Esto puede
ser interpretado, por tanto, como que el Cid representa a Castilla oponiéndose a León (el
rey).
El otro tema es el tema religioso: el héroe, entre sus muchas virtudes, está la de ser
un caballero cristiano. Hay, pues, detalles en el poema que tienen que ver con lo
religioso: el Cid, cuando se marcha al destierro, deja a su mujer (doña Jimena) y hace un
voto, un compromiso religioso a esa abadía. Encontramos, pues, un compromiso que
excede el juramente épico. Además, lleva a un obispo con él a Valencia. Luego habría
otra cuestión que habría que plantearse: el concepto de guerra santa contra el infiel. Los
cristianos sostenían que hay que recuperar los territorios de los infieles. El Cid, sin
embargo, tenía en buena consideración a los moros que le demostraban lealtad.

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Estructura
Menéndez Pidal estableció una división en su edición del Cantar de Mío Cid en tres
cantares –Cantar del Destierro, Cantar de las Bodas y Cantar de la Afrenta de Corpes–
atendiendo a que era imposible memorizar tantos versos y el público era incapaz de
aguantarlos, por lo que sería más probable que se hicieran sesiones de representación
más cortas, homogéneas.
Menéndez Pidal dividió el cantar del Mío Cid en una estructura tripartita hasta que
Collin Smith planteó que si se atiende a los temas en realidad habría dos partes y no tres
por una razón: más de la mitad del poema el Cid se dedica a defender su honra pública,
y en la segunda mitad se dedica a defender la honra privada o familiar. Menéndez Pidal
también se basaba en otro detalle de tipo métrico: cambiaba la métrica y las rimas eran
ligeramente distintas.
Ian Michael plantea que en el Poema de Mío Cid hay un principio estructural muy
curioso, es decir, un elemento que nos sirve para estructurar el texto: la ironía, ya que
establece que en el texto se pueden ver “curvas duplicadas de caída y ascenso”, que
quiere decir que los acontecimientos que nos van contando, el argumento, se basan en
acontecimientos que aparentemente tienen un valor pero que en la realidad tienen otro:
el destierro, por ejemplo, es algo negativo para cualquier personaje medieval y sin
embargo se transforma en algo positivo; las bodas de las hijas es un hecho feliz que en
realidad es todo lo contrario… Vemos de esta forma que lo que es en principio negativo
se convierte en positivo, y viceversa. La estructura del Cid es, además, lineal
acumulativa ab ovo, como gran parte de los textos medievales. Las historias pueden ser
contadas “ab ovo”, “in medias res” y “a fine”, aunque lo más común es ab ovo.
Hay un artículo muy interesante que también lo plantea Ian Michael en relación con
la estructura: dice que hay elementos dobles o triples que sirven para reforzar la
estructura. Esto lo desarrolló luego otro crítico americano.
El verso épico es un verso de 16 sílabas, no siempre regular, que se separa en dos
hemistiquios de ocho sílabas cada uno por una pausa llamada cesura. Tal regularidad se
perderá con el paso del tiempo al ser transmitido oralmente, por lo que puede haber
versos con más medida de lo que le corresponde. Es, por lo tanto, irregular (aunque con
tendencia a la regularidad) con rima asonante que al desgajarse en versos de ocho dan
lugar a la métrica de los romances, que son asonantes los pares y libres los impares. En
los poemas épicos es común encontrarse con los versos hipométricos (es decir, que tiene
menos sílabas de las que corresponden) e hipermétricos (es decir, que tiene más sílabas
de las que corresponden). No hay estrofas, solo tiradas con el número de versos que el
compositor considere oportuno. Sabemos que cambian de tirada porque la rima cambia.
Concepto de héroe
El protagonista indiscutible del cantar de gesta es el héroe, el caballero. Hay un
artículo recogido en los ensayos completos de Salinas, que se titula “El héroe literario y
la novela picaresca española”. Todos los protagonistas de los cantares de gesta son
héroes. El Cid presenta muchísimas semejanzas con el personaje histórico: una de ellas
es la mesura (medida, es decir, es un caballero que sabe hasta dónde tiene que llegar en
cualquier aspecto de la vida, sabe cuál es su límite). A esta virtud va unida la prudencia,
que en el Cid se verá en su trato con el rey. Otra será la destreza mental a la hora de

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entrar en batalla y de superar cualquier problema. No podemos olvidar su destreza en
combate ni su fuerza. El Cid, por tanto, agrupa todas las virtudes que se esperan de un
caballero de un texto épico. Además, se embarca en una serie de aventuras con el fin de
obtener el honor sin importarle el riesgo, otra característica heroica que influiría en las
novelas de caballerías posteriores.
Los héroes, generalmente, suelen ser conocidos en su comunidad y el Cid no va a
ser menos: es el héroe del pueblo, y el hecho de que venciera a los moros reiteradas
veces y consiguiera nuevos territorios era un motivo de orgullo. El héroe se convierte
porque la colectividad le convierte en héroe. Los protagonistas son personajes que
suelen estar muy arraigados entre su comunidad. Eso, finalmente, se convierte en una
especie de mito. Su protagonismo público le hace convertirse en personaje, y de
personaje a mito. Es, por tanto, un arquetipo del subconsciente colectivo, de lo que la
gente aspiraba a ser, de lo que la gente admiraba. Podemos afirmar, por tanto, que el Cid
trasciende el ser un simple protagonista.
Estilo
Es muy austero y es obvio que su fin es ser recitado de manera oral, al igual que
todos los poemas épicos, para poder lograr ser comprendido con mayor facilidad por el
público, para que sea más inmediato. A pesar de ello se utilizan muchos recursos muy a
menudo, entre los cuales destaca la antítesis (oposición de términos), utilizada para
marcar las distintas oposiciones de actitudes, contrastes como el del Cid y los infantes.
Por otra parte, en El Cid se utiliza el tópico del locus agresitis en lugar del locus
amoenus (el lugar idílico en el que se sitúan todas las situaciones felices habidas en la
literatura): es un lugar que invita a pensar cualquier cosa salvo que va a ocurrir algo
importante. Por otra parte, en ocasiones aparece el locus amoenus distorsionado: un
lugar agradable en el cual ocurren sucesos desagradables (como la afrenta de corpes).
Encontramos, a su vez, estructuras o frases trimembres o bimembres: estructuras de
dos elementos o tres elementos. Esos dos elementos pueden significar cosas idénticas,
con el único fin de rellenar sílabas; o cosas opuestas, con el mismo fin, ya que aun
siendo una afirmación y una negación significan lo mismo (lítote).
Hay, además, numerosas comparaciones, muchas de las cuales pasan
desapercibidas por haber pasado al lenguaje coloquial (como uña y carne). También
abundan las metonimias (sesenta pendones, lanzas…)
También utiliza numerosas fórmulas épicas, conjuntos de palabras que se repiten
bajo las mismas condiciones métricas para expresar una idea esencial dada. Una de las
fórmulas más utilizadas es el epíteto –adjetivo que aporta énfasis– que puede
clasificarse según el número de palabras, en cuyo caso encontramos título honorifico
simple (Cid o Mio Cid), epíteto simple (cuando una palabra se acompaña de un epíteto,
cuando se acompaña de una palabra, como Cid el Campeador) y el epíteto compuesto
(Cid el Campeador Honrado). Aparte, hay otra clasificación: los epítetos plenos,
celebrativos y rebosantes. El pleno es cuando no es especialmente expresivo según la
emotividad y afectividad, aunque puede llenar un hemistiquio y a veces incluso un verso
(«el que en buen hora ciñó espada»). El celebrativo es el que añade algo de afectividad

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sin llenar el verso. El rebosante es el que es más largo y añade mucho más afectividad
(«yo soy Roi Diaz, de Vivar, el Campeador»).
Interpretación
Alan Deyermond afirma que podemos hablar de aspectos folclóricos, míticos,
eclesiásticos y literarios en el Cantar de Mío Cid, además de lo cual dice que modifica
patrones narrativos de la épica. En los aspectos folclóricos vemos una referencia a
cuentos de tradición popular, como el de los judíos de Raquel Ibidas.
Respecto a los aspectos eclesiásticos, hay críticos que han destacado la vinculación
del Poema de Mío Cid con motivos hagiográficos (la hagiografía es la disciplina que
estudia las vidas de santos, y que en la Edad Media tenía muchísimo éxito). Esta
relación se basaba en que en las vidas de los santos se veía la transformación de un
personaje, y en el poema encontramos nexos tipológicos con las vidas de santos
mediante referencias.
En cuanto a los aspectos míticos, saber que los héroes épicos adoptan aspectos
míticos nos permite entender ciertos pasajes del Cantar de Mío Cid, como la relación
entre el Cid y el rey, que podría vincularse con los cuentos de encantamiento: el rey es
una víctima de los que han podido engañarlo, ha actuado de manera incorrecta por sufrir
un proceso de “encantamiento” (de engaño).
En cuanto a los aspectos literarios, Collin Smith ha relacionado la narración de
hechos militares del cantar con Julio César, Salustio y otros autores latinos,
considerándolos influencias. También, hablando de aspectos literarios, se ha señalado
que el Cantar de Mío Cid toma patrones narrativos de otros cantares de gesta: destierro
y vuelta, rey injusto ante vasallo rebelde e injuria frente a asesinato y venganza. Todos
estos patrones aparecen en El Cid, pero alterados: hay destierro, pero no vuelta; el rey
Alfonso actúa de manera injusta, pero el Cid no es rebelde; y hay injuria, pero ficticia,
pues los infantes de Carrión se la han buscado; no hay asesinato y la venganza no es
sangrienta, sino en la parte más débil (las hijas del Cid). La venganza del Cid, no
obstante, se basa en convocar unas cortes para que haya juicios, rebelando una postura
ideológica del autor: el derecho público frente al derecho privado (el Cid renuncia a
tomar venganza de forma personal), y la autoridad real frente al poder de la nobleza. Se
muestra, así, una enorme superioridad moral.

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