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La cultura en el discurso común

La cultura en el discurso común

Referencias
LECCIÓN 1 de 2

La cultura en el discurso común

Si leemos los fragmentos del artículo Espejos Culturales que presentamos a continuación ¿a qué fase de la
autonomización de la cultura nos referimos? En este caso, observaremos una descripción precisa en cuanto a la
etnografía.

 Etnografía

Espejos Culturales presenta las culturas originarias de Argentina y Sudamérica. Destaca la


diversidad cultural y la riqueza de los pueblos.

La exhibición está organizada por regiones, de sur a norte, desde Tierra del
Fuego hasta la región andina. Cada grupo cultural está representado por
los aspectos más característicos de la región como los textiles y la platería de
la Patagonia, la caza en el Litoral y el carnaval en el Chaco - Salteño.

Se exhiben más de 300 piezas etnográficas, muchas de ellas, únicas e


históricas. Entre las piezas más destacadas se encuentra la armadura que
perteneció al cacique Chocorí, un traje coraza de uso común entre los caciques
araucanos, confeccionado con siete cueros de guanaco. También se exhibe una
colección de máscaras del carnaval Chané confeccionadas en madera de palo
borracho.

En la parte central de la sala se exhibe un conjunto de canoas entre las que se


encuentra la piragua guaraní, construida en tronco de árbol de timbó que era
utilizada para navegar ríos de llanura y la canoa canadiense. (Wall Street
International, 2018, https://wsimag.com/es/cultura/43039-espejos-culturales)

Un sector de instrumentos musicales muestra su diversidad y la influencia europea, especialmente


en el ejemplar de la guitarra. La música asume una especial relevancia en diversas ocasiones, desde
las canciones de cuna y juego hasta las expediciones guerreras o en honor de los muertos.
La Sala también invita a reflexionar sobre la importancia de la tierra y las leyes que han otorgado
reconocimiento y derechos a los pueblos originarios de Argentina. Los grupos culturales no están
representados en un pasado, sino que se mencionan los reclamos, la memoria e identidad. En este
marco, se proyecta un video con escenas de la vida actual.

Luego, en un juego de reconocimiento de lo propio y lo ajeno, propone


pensar sobre la identidad, la cultura, la pluralidad, el sentido de pertenencia, el
lenguaje, el territorio, las creencias. En este marco, el visitante también podrá
preguntarse por su propia cultura. (Wall Street International, 2018,
https://wsimag.com/es/cultura/43039-espejos-culturales)

Cultura. La cultura en el discurso común

¿Por qué problematizar la cultura desde la sociología?

¿Podría pensarse una sociedad sin cultura? Claramente, la respuesta es no. La cultura posibilita la integración de una
sociedad. Generalmente, los integrantes de una sociedad se identifican con una cultura determinada, aunque en la
actualidad las sociedades son cada vez más multiculturales. En este sentido, la cultura define a una sociedad o más
bien existen culturas mayoritarias que buscan la uniformidad en la diversidad. Tal como se muestra en el extracto de
Espejos Culturales (con la evidencia de culturas originarias, las prendas y costumbres utilizadas por pueblos
ancestrales y los actuales debates en la sociedad moderna) no se podría explicar el mantenimiento del orden social si
no fuera a partir del concepto de cultura.

En este sentido, los padres de la sociología se han referido a alguno de sus componentes para explicar cuestiones
centrales tales como la solidaridad social, la cohesión, la anomia, la acción social o la reproducción de la
desigualdad. Ya sea en un sentido crítico o funcional, la cultura ha sido objeto de reflexión y estudio para los autores
que hemos denominado “clásicos” (abordados en el módulo 1).

En el caso del marxismo, sobre todo a partir de Gramsci, se plantea la relación entre la estructura y la
superestructura, en donde esta última – compuesta por los elementos ideológicos de una sociedad– está condicionada
por las relaciones presentes en un modo de producción dado, de tal forma que la posición social de los individuos
define su conciencia. De esta manera, las instituciones ideológicas de una determinada sociedad (religiosas, políticas,
legales, educativas) posibilitarían la reproducción de las relaciones de explotación de una clase sobre otra. De este
modo, nuestra sociedad ha construido ciertos modelos de la “argentinidad” como modelo único y casi uniforme, que,
sin embargo, coexiste con otros modelos en búsqueda de una convivencia.

En el caso de Durkheim (1989), nos hemos referido a elementos culturales cuando hablamos del nivel de integración
y regulación social que mantiene la cohesión social, según lo planteado en la obra El suicidio. Coherentemente con
esta mirada, el paradigma funcionalista observa la cultura en su función de consolidar las pautas de conductas que
son necesarias para el mantenimiento de esta sociedad.

En el caso de Weber (2012), desarrollamos la explicación ofrecida por él mismo acerca del espíritu del capitalismo y
su relación con la esfera cultural religiosa, es decir, la ética protestante. Debe resaltarse el papel atribuido por Weber
a las ideas, los valores y las creencias, como motor de cambio. A raíz de esto es que sus explicaciones de la
modernidad se refieren a una nueva forma de ver el mundo, ya no basada en los valores tradicionales, sino en la
racionalidad. Incluso, al explicar el poder y la dominación, Weber insiste en la cultura como constructo explicativo,
ya que, de acuerdo con su propuesta, son las creencias las que legitiman el ejercicio del poder.

Como se puede observar, la cultura –aún bajo el rótulo de ideología, conciencia, valores, etcétera— ha sido
problematizada desde los orígenes de la sociología y se ha recurrido a ella para analizar y explicar el comportamiento
de los individuos en sociedad.

Finalmente, también podemos resaltar que la cultura se ofrece como un recurso polisémico con el cual se pretende
explicar mucho más de aquello que define.

Cultura. La cultura en el discurso común

El concepto de cultura puede resultar amplio y difuso. Dentro de él se incluyen nociones tales como ideología,
mentalidad, representaciones sociales, imaginario social, doxa y hegemonía. Además, se hace referencia a que una
persona puede tener mucha (o poca) cultura, como si la cultura se asociará a cierto nivel de instrucción, sabiduría,
buenas costumbres o moral.
Asimismo, el esencialismo cultural constituye un riesgo que pretende petrificar a sus integrantes en términos de “los
mapuches son…”, “los chilenos son…” o “los argentinos somos…”, entre otros, con lo que se busca englobar a un
colectivo complejo e intrínsecamente diverso bajo una forma simplista y uniforme.

Para continuar, intentaremos hacer un abordaje inicial del concepto cultura, para lo cual partiremos del origen de la
palabra y detallaremos las distintas acepciones que, de acuerdo con cada época, se han otorgado al concepto de
cultura. En primer lugar, la palabra cultura se asocia a una acción (cultivar) y a un estado (cultivado), lo cual, en
última instancia, nos remite a la idea de un sujeto poseedor de cultura, o de ciertos objetos que serían parte de esta.

Durante el siglo XVIII la cultura, además de concebirse como un concepto totalizante (esto es, en el sentido que va
más allá de lo personal), estaba asociada a un ideal de vida colectiva. Desde esta acepción, la cultura se constituía en
ciertos rasgos histórico-sociales que caracterizaban a una nación y garantizaban la identidad colectiva de los pueblos
(Fichte en Giménez Montiel, 2005). Tal era la función de la cultura.

Al mismo tiempo, se promovían ciertos valores utilitarios bajo el nombre de civilización y civilidad, que poseían la
función de promover el ideal de progreso material de la burguesía. Este proceso civilizador implicaba ciertos tipos de
control de la conducta y de las relaciones entre los hombres, y se distinguía explícitamente de las manifestaciones del
espíritu que se organizaban bajo el concepto de cultura. Retomaremos este punto más adelante, cuando hablemos del
orden social.

Es así como, durante el transcurso del siglo XVIII, la cultura se “autonomiza”, es decir, se desprende de sus
funciones y se convierte en un campo autónomo. Imaginemos la diferencia entre el nuevo tipo de sociedad que surge
y las sociedades preindustriales. Mientras que, en las sociedades preindustriales las actividades culturales se
desarrollaban como continuación de la vida cotidiana y tenían una función específica –religiosa, práctica, ceremonial,
etcétera–, en las sociedades modernas la cultura aparece desligada de sus funciones, como un hecho per se.

La cultura puede concebirse como un fenómeno exclusivamente humano, caracterizado por ser sistémico,
transmisible, acumulable o simbólico. Además, está constituida por todos los objetos materiales y no materiales
creados por el hombre en tanto sujeto histórico (lenguaje, creencias, usos, costumbres, normas, valores, símbolos)
(Acebo Ibáñez y Brie, 2006). La evidencia presentada para el caso del Museo de la Plata (que leímos en el artículo
Espejos Culturales) permite observar que la cultura se hereda, transforma y construye a través del tiempo.

De acuerdo con esta descripción, es relevante reconocer como se evidencia un distanciamiento entre la cultura y sus
funciones iniciales, y se constituye el campo cultural como un ámbito especializado y autónomo. Es decir, el factor
cultural cobra un valor relevante para comprender la evolución de las sociedades y su grado de cohesión.

El sentido del gusto

En su obra El sentido social del gusto, Bourdieu (2010) intenta desmitificar la idea acerca de que el gusto es un acto
individual. Bourdieu (2010) se propone comprender la relación entre lo económico y lo simbólico a partir de las
relaciones de clase, pero también tiene en cuenta otras formas de poder que contribuyen a la diferenciación social. Es
decir, no solo el nivel socioeconómico del individuo define la diferenciación entre clases, sino también la escuela a la
que asiste, los lugares donde vacaciona, las cosas que consume, etcétera. La cultura es una dimensión propia de la
existencia humana que habrá de definir las preferencias de lo “propio” y la contraposición con lo “ajeno”.

Desde la perspectiva de Bourdieu (2010), ningún gusto es un acto individual, ni existe la creación intelectual libre.
No existe la “genialidad” del artista o del escritor, sino que toda creación está relacionada a la producción simbólica
de una época histórica. Esto implica que los criterios que definen una obra artística como buena o bella son
finalmente sociales y dependen del momento histórico y el espacio en el cual se desarrollan. Al mismo tiempo, el
gusto, construido socialmente e incorporado como una segunda naturaleza, configura una predisposición a que algo
guste o no, predisposición que luego desarrollaremos bajo el concepto de habitus.

En dicho texto Bourdieu (2010) analiza minuciosamente las reglas que determinan, en cada campo de producción
cultural, qué se considera valioso y qué no. Habla de la “purificación” de la cultura y de su alejamiento del mundo
cotidiano como resultado de relaciones sociales específicas.

Dice Bourdieu (2010):

La estadística revela que el acceso a las obras culturales es el privilegio de la clase culta. Pero ese
privilegio tiene todas las apariencias de la legitimidad, puesto que los únicos excluidos son los
que se excluyen. Dado que nada es más accesible que un museo y que los obstáculos económicos
apreciables en otros ámbitos son allí escasos, al parecer se justificaría invocar la desigualdad
natural de las “necesidades culturales”. (http://www.sigloxxieditores.com.ar/pdfs/bour
dieu_sentido_social_del_gusto.pdf)
Figura 1. El sentido social del gusto

Fuente: Bourdieu, P. (2010). El sentido social del gusto. Recuperado de


http://www.sigloxxieditores.com.ar/pdfs/bourdieu_sentido_social_del_gusto.pdf

Bourdieu evidencia que en las clases menos instruidas hay una cierta resistencia, quizás inspirada en un sentimiento
de ineptitud o de incomodidad, a visitar museos, es decir, lugares lejanos a su cotidianeidad. De esta manera,
relaciona el gusto más con la disposición del sujeto (que depende especialmente de la posición que ocupa) que con
experiencias de naturaleza individual (Bourdieu, 2010).

La autonomización de la cultura
A continuación, te proponemos que marques las opciones que consideres correctas.
La cultura se aleja de sus funciones iniciales que le otorgaban sentido.

Se separa de las esferas política, económica y científica, las cuales se vinculan a la noción de
civilización.

Las civilizaciones comienzan a chocar entre sí.

Se impone la idea de que la cultura solo puede ser obra de una elite.

Todas las culturas se interrelacionan.

SUBMIT

De acuerdo con el análisis de Hugues de Varin (en Giménez, 2005), podemos decir que la cultura autonomizada ha
pasado por diferentes fases, a saber, la codificación, la institucionalización y la mercantilización. Veamos cada una
de estas fases a continuación.

La codificación de la cultura

El objetivo de esta etapa era fijar y jerarquizar valores culturales. Así, se definen estratos, igual que en el caso de las
clases sociales, que de manera completamente jerárquica poseen los bienes culturales considerados “válidos”. La
cultura se homologa con las bellas artes (arquitectura, escultura, danza, música, pintura, literatura, cinematografía) y
representa el conjunto valorado como “de buen gusto”, distinguido, legítimo, artístico. En un segundo nivel, se ubica
la cultura tolerada, es decir, las manifestaciones artísticas que aun sin considerarse elementos de distinción se
incorporan a la sociedad. Un ejemplo de esta cultura tolerada es el jazz, que, aunque no era considerado música
erudita, se incorporó a la sociedad masivamente. Finalmente, la cultura marginal incluye elementos no tolerados (o
no incluidos bajo el rótulo de cultural) que actualmente podríamos ejemplificar con la cumbia villera. Como se ha
visto en el caso del Museo de la Plata, se puede identificar a lo “indígena”, lo “autóctono” y “lo propio”.

Lo interesante aquí, y que no debe pasar inadvertido, es que esta tipificación se realiza de acuerdo con un ideal de
valor asociado fundamentalmente al cristianismo y a ciertos rasgos culturales europeos, que distan bastante de la
herencia y realidad latinoamericana.

La institucionalización de la cultura

La segunda fase se da a partir de 1900, época en la cual se observa un esfuerzo por parte del Estado para lograr el
control y la gestión global de la cultura, para lo cual diseña instituciones político-administrativas que le permitan
unificar y centralizar la cultura. Como indica Giménez Montiel (2005) “en esta fase se consolida la escuela liberal
definida como educación nacional obligatoria y gratuita; aparecen los ministerios de la cultura como nueva extensión
de los aparatos de Estado” (p. 37).

El caso citado del Museo de la Plata, puede presentarse como un modelo definido de institucionalización que
establece referencias con aquello digno de ser mostrado y aquello que ha sido descartado de acuerdo con criterios
políticos. Retomaremos este punto al hablar de socialización.

Mercantilización de la cultura

En esta fase se observa la subordinación masiva de los bienes culturales a la lógica del valor de cambio. La cultura se
valora como factor de crecimiento económico y es convertida en mercancía, es decir, se somete a la ley de
maximización de beneficios. La mercantilización de la cultura provoca, por una parte, la desmoralización de los
creadores y reveladores de la cultura, que se convierten en meros “operarios” de una fábrica de objetos culturales.
Por otra parte, y debido a la concepción fabril de la cultura, se genera la estandarización de todas las culturas a escala
internacional.

A raíz de lo expuesto, cabe preguntarse dónde queda la especificidad de la cultura como operadora de identidad
social, comunicación y percepción del mundo.
LECCIÓN 2 de 2

Referencias

Acebo Ibáñez, E. y Brie, R. (2006). Diccionario de sociología. Buenos Aires: Claridad.

Bourdieu, P. (2010). El sentido social del gusto. Recuperado de http://www.sigloxxieditores.


com.ar/pdfs/bourdieu_sentido_social_del_gusto.pdf

Durkheim, E. (1989). El Suicidio. Buenos Aires: AKAL.

Giménez Montiel, G. (2005). Teoría y Análisis de la Cultura. México: ConacultaIcocult.

Wall Street International (2018). Espejos culturales. Recuperado de https://wsimag.com/es/ cultura/43039-espejos-


culturales

Weber, M. (2012). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Buenos Aires: Alianza Editorial.

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