Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Desde sus comienzos, el cristianismo tuvo que luchar con críticos y disidentes que, a partir de
interpretaciones particulares de la Biblia, se levantaron contra la iglesia cristiana. Jesús y los
apóstoles alertaron sobre la presencia y la influencia de esas personas a lo largo de la historia
(Mat. 7:15-20; Hech. 20:29-31; 2 Ped. 2:1). Sin embargo, esos estudios no deben herir el principio
de la unidad de la Iglesia ni crear un ambiente hostil en la comunidad de la fe (Rom. 15:5, 6; 1 Cor.
12; Efe. 4:1-6; Fil. 2:1-4). Un ejemplo que parece ser paradigmático con relación a ese punto es el
que encontramos en Hech. 15:1-35, en el cual la iglesia, reunida en asamblea representativa,
apreció un importante punto doctrinario, y a partir de las Escrituras, deliberó acerca de la
conducta de los fieles en todas partes donde se establecían congregaciones. Lo que se aprende de
ese ejemplo es que el Espíritu Santo (Hech. 15:28) revela su voluntad cuando el cuerpo de
creyentes se somete a él y busca comprender mejor la Palabra de Dios. De ese modo, la Iglesia
avanza en su comprensión de la verdad sin herir la unidad que debe caracterizarla como pueblo
escogido (Jer. 32:38, 39; Juan 17:20-23).
Sin embargo, siempre hubo quien decidiera actuar fuera de ese procedimiento, adoptando una
posición crítica y defendiendo puntos de vista peculiares. Ya sea por ganancia, dolo o ignorancia,
esas personas causan trastornos significativos a la Iglesia y a sus miembros. En las epístolas, Pablo
(Gál. 1:6-9; Rom. 16:17, 18; 1 Tim. 6:3-5, 11; Tito 1:10, 11; 3:9-11), Pedro (2 Ped. 3:15-18) y Juan (1
Juan 2:18-24; 4:1-4; 2 Juan 1:7-11) fueron contundentes con relación a la defensa de la fe y a la
confrontación de los falsos maestros, demostrando el peligro que representan a la comunidad
cristiana.
En primer lugar, ella consideraba que “el tiempo y el esfuerzo pueden ser usados mejor que en
considerar detalladamente las argucias de los opositores que se ocupan de calumnia y
tergiversaciones” (OP, p. 55). En su opinión, la Iglesia no debería resaltar las ideas de los críticos,
dando atención a lo que escriben. “Desaparecerán más rápidamente si no les prestamos atención,
si tratamos sus errores y mentiras con desprecio silencioso. […] aman la oposición. Si no fuera por
esto, tendrían poca influencia” (ibid.).
Pero, cuando es absolutamente necesario que esas ideas de los críticos sean contestadas,
obremos en forma rápida y breve, y luego sigamos con nuestro trabajo” (ibid.). En ese caso, “No es
la mejor regla ser tan explícito y decir todo lo que se podría acerca de un punto, cuando unos
pocos argumentos cubrirían el campo y serían suficientes en la práctica para convencer o silenciar
a los opositores” (ibid.).
La autora veía a la crítica y la disidencia como estrategias satánicas para impedir la proclamación
del evangelio en el tiempo del fin. Por eso, destacaba el foco que los adventistas deberían tener en
su trabajo. “Si los hombres que se ocupan en presentar y defender la verdad de la Biblia se
pusieran a investigar, y mostraran la falacia e inconsistencia de los hombres que con
deshonestidad transforman la verdad de Dios en mentira, Satanás levantaría opositores
suficientes para mantener sus plumas constantemente en uso, mientras otras ramas de la obra
sufrirían. […] Si Satanás ve que puede mantener a los hombres en continua respuesta a las
objeciones de los opositores, y de ese modo mantener su voz silenciada, impidiéndoles hacer la
obra más importante para el momento presente, su objetivo se habrá cumplido…” (OP, p. 56, 57).
Principios editoriales
Cuando los ataques de los críticos demandan una actitud, debemos responder de modo objetivo,
sin agotar todos los argumentos relacionados con el asunto. Si hay una reincidencia, pueden
utilizarse nuevos argumentos, proveyendo una variedad de abordajes para tratar las mismas
críticas.
No promovemos el debate con críticos en nuestras comunicaciones. Con una actitud preventiva,
producimos materiales que presenten respuestas con fundamento a sus argumentos, sin la
necesidad de dirigir atáquese directos a personas o grupos disidentes.
No debemos abrir espacio para que los disidentes manifiesten sus opiniones y defiendan sus
puntos de vista particulares en nuestras comunicaciones.
En algunas situaciones de crisis, en que los disidentes presenten críticas en los medios contra la
Iglesia, el asunto eventualmente puede ser dirigido al área responsable del gerenciamiento de
crisis de la Asociación, Unión o División.
Bibliografía
Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. (2005). “Libertad y responsabilidad
teológica y académica” (p. 101-111), en Declaraciones de la Iglesia. Tatuí, SP: Casa Publicadora
Brasileira.