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Manuel Leon
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mandato de bautizar, así como el de instruir a los conversos, tiene plena vigencia y además creo que debe ser por inmersión,
para que no se desvirtúe su significado, morir al mundo y resucitar a una nueva vida para ser vivida a la mayor gloria de Dios,
en el poder del Espíritu Santo.
Es necesario tener en cuenta que, en el presente trabajo, al hablar del Bautismo, la referencia es al Bautismo cristiano, el que
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Jesús resucitado instituyó para sus seguidores, bautismo que nada tiene que ver con el que aplicaban los judíos a sus
prosélitos, ni tampoco con el bautismo que Juan el Bautista aplicó en el Jordán a cuantos judíos respondieron a su llamado al
arrepentimiento. (Mt.3:5-6).
Digo esto, porque que varios discípulos de Jesús que llegaron a pertenecer al número de los doce venían del círculo de
discípulos de Juan, y se supone que habían sido bautizados por él, (Cf. Jn.1:35-37, 40), pero es claro el bautismo de Juan nada
tenía que ver con el ordenado por Jesús, y así lo entendió Pablo.
Hch.19:3-5 «Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó
con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el
Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.»
Entiéndase que el bautismo de Juan tenía un carácter preparatorio, mientras que el bautismo cristiano se establece sobre
realidades. Tenemos pues: Que había llegado aquel que vendría tras Juan. # Que Juan le identificó como «el Cordero de Dios».
# Quien hizo la Redención. # Resucitó. # facultó a los Apóstoles. # Ascendió al Cielo. # Envió el Espíritu Santo sobre los suyos
en cumplimiento de la Promesa del Padre…
Además, es de suponer que, de la multitud convertida en Pentecostés, algunos serían de los bautizados por Juan en el Jordán.
No obstante, se dice que todos ellos se bautizaron aquel mismo día, eso, sin que el bautismo que recibieron de Juan les
eximiera de ser bautizados en el Nombre de Jesús. (Cf. Hch.2:41).
Especulaciones:
Algunos han supuesto que en el momento previo al bautismo de los tres mil
convertidos en Pentecostés, (Hch.2:41), los Apó stoles, por “necesidad”, e
ineludiblemente, tuvieron que ser bautizados, pues que de otra forma la Iglesia
hubiera tenido un comienzo “irregular”.
Claro, esto no pasa de ser mas que una mera especulació n, sin la menor evidencia
bíblica, y por lo tanto nos deja como al principio. Pero hay má s, y es que, en el
supuesto de que el bautismo de los Apó stoles se hubiese realizado en el momento
que se indica, resulta que, sin má s opció n ni posibilidad, el primero en bajar a las
aguas, (ya que fuera Pedro, Juan, Santiago, etc.), tuvo que ser bautizado por un no
bautizado, y en tal caso, la supuesta irregularidad, como que se agravaría.
¿Podemos imaginar un no bautizado bautizando a los Apó stoles?
convertidos.
Nó tese que de Juan tampoco se dice que hubiera sido bautizado previamente, pero
sí se dice, (y aquí está la clave), que Juan «fue un hombre enviado por Dios»
(Jn.1:6). El mismo Juan, con referencia a Dios, dice: «el que me envió a bautizar con
agua…», (Jn.1:33). Así mismo, el Señ or implicaba que «el bautismo de Juan era del
Cielo y no de los hombres», (Mt.21:25).
Si tras lo dicho preguntá ramos: ¿Quién bautizo al bautista? Se haría evidente que
Juan no tenía tal necesidad; él, sin cambiar la condición o el estatus en que fue
llamado, (pero aplicando la autoridad del Cielo con la que fue investido), se limitó
a cumplir con el ministerio que le había sido encomendado, y punto.
(Mt.3:5-6) «Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del
Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.»
Pregunto: ¿Por qué razó n nadie se sorprende del hecho de que Juan no fuese
bautizado y sí hay reticencia para aceptar que los Apó stoles no lo fueran? Claro
que, si hemos de juzgar los hechos con el mismo patró n, el qué Juan saliera a
bautizar sin que él fuese previamente bautizado nos situaría en un dilema similar
al de los Apó stoles.
Lo cierto es que no cabe tal dilema ya que, como se ha dicho, Juan fue un hombre
enviado por Dios a tal efecto, con instrucciones precisas. Igual se plantea el caso de
los Apó stoles, quienes, como Juan, solo necesitaron dos cosas esenciales para
poder bautizar, sin que ellos a su vez fueran bautizados:
a) Haber sido comisionados al efecto con un mandato concreto y directo del Señ or
resucitado, lo que queda registrado fehacientemente en las Escrituras:
(Mt.28:19b), «…id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo»
b) Haber recibido el <poder de lo alto>, lo que en verdad también recibieron, y con lo
que fueron capacitados para poder cumplir con la comisió n recibida: «…recibiréis
poder, y me seréis testigos…» (Hch.1:4,8).
Si la comisió n y la investidura del Cielo fueron suficientes para Juan, ¿Vamos a
cuestionar la autoridad del Mesías invicto, glorioso y Divino quien comisionó e
invistió de autoridad y poder a sus Apó stoles? Así es que los Apó stoles, bautizaron
sin má s, invocando la autoridad del Nombre del Señ or Jesú s.
El ejemplo de Abraham.
Un ejemplo a la inversa lo tenemos en Abraham, a quien Dios dijo expresamente:
«…En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus
generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis […] Será circuncidado todo varón de
entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del
pacto entre mí y vosotros», cosa que Abraham cumplió al pie de la letra:
«En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. Y todos los
varones de su casa, el siervo nacido en casa, y el comprado del extranjero por dinero,
fueron circuncidados con él», (Gn.17:9-11,26-27).
Dios fue claro y preciso, y Abraham entendió perfectamente lo que a él le atañ ía, de
tal suerte que, por ser el principal encartado, fue el primero en circuncidarse,
después su hijo, y luego todos los domésticos de su casa. Esto confirma que, si el
Señ or hubiera querido que sus Apó stoles se hubieran bautizado, lo hubiera
explicitado igual que Jehová explicitó la circuncisió n de su siervo Abraham.
Insisto, en el caso de Abraham, la señ al que validaba el Pacto fue la circuncisió n
(Gn.17:11; Hch.7:8; Rm.4:11), Pero…