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Título: Presencias y ausencias: Las misiones pentecostales en América Latina en el contexto del
Primero Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina, 1910-1916.
Institución: Independiente
Resumen
El Primer Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina de 1916 en Panamá ocurrió
dentro de la misma coyuntura histórica del estallido del movimiento misionero pentecostal. Hay
mención en la temprana literatura pentecostal de la Conferencia Misionera Mundial de Edimbur-
go de 1910, pero la literatura nord-atlántica es silenciosa con respecto al Congreso Panameño de
1916. En la bibliografía secundaria sobre el pentecostalismo de misión, Gary B. McGee explica
que temas muy importantes para el primer pentecostalismo de misión, como el premilenialismo y
la necesidad de recibir el bautismo en el Espíritu Santo para poder vivir en santidad y para
recibir poder para ser testigos, no formaron parte de la agenda teológica de la Conferencia en
Edimburgo, y por eso los primeros pentecostales no estaban conformes.1
La pregunta en esta ponencia gira en torno a las presencias y ausencias del pente-
costalismo temprano en el Congreso Panameño de 1916, y al inverso, si hubiera alguna influen-
cia de parte del Congreso sobre las misiones pentecostales. Buscaremos en los documentos pri-
marios evidencias históricas de la presencia del pentecostalismo en el Congreso y exploraremos
algunas posibles hipótesis sobre la falta de una incorporación más integral del pentecostalismo.
Nuestro punto de partida en la lectura de los documentos será a través de la actividad misionera
de Alice Christi Wood (1870-1961), una misionera pentecostal canadiense que estuvo activa en
la Argentina desde enero de 1910 hasta junio de 1960, y quien había sido activa en la América
1Gary B. McGee, Miracles, Missions and American Pentecostalism, American Society of Missiology
Series, No. 45, Orbis Press, 2010, p. 89.
Latina (Puerto Rico y Venezuela) con la Alianza Cristiana y Misionera desde 1898.2 Aunque
Wood misma no menciona el Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina, por lo menos
dos de sus conocidos estaban presentes en el Congreso —no como misioneros pentecostales,
sino como agentes de las Sociedades Bíblicas activas en Venezuela y en Argentina.
Palabras Claves: Misiones pentecostales en Sudamérica — Primer Congreso sobre Obra Cris-
tiana en América Latina — Robert E. Speer — Alice Christi Wood — Gerard Bailly —
Francesco Penzotti
2 Sobre la actividad misionera de Alice C. Wood, véase: Kathleen M. Griffin, Luz en Sudamérica: Los
primeros pentecostales en Gualeguaychú, Entre Ríos, 1910-1917, Tesis inédita para el título de Dra. en
Teología, Instituto Universitario - ISEDET, Buenos Aires, Argentina, 2014, capítulo 4, “De cuáquera
canadiense a pentecostal: La santidad radical de Alice Christi Wood”, pp. 93-149. Disponible en línea:
http://www.academia.edu/15415569/Luz_en_Sudam%C3%A9rica_Los_Primeros_Pente-
costales_en_Gualeguaych%C3%BA_Entre_R%C3%ADos_1910-1917
Presencias y ausencias: Las misiones pentecostales en América Latina en el contexto del Primero
Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina, 1910-1916
Kathleen M. Griffin
Introducción
El Primer Congreso sobre Obra Cristiano en América Latina de 1916 en Panamá ocurrió
dentro de la misma coyuntura histórica del estallido del movimiento misionero pentecostal. Hay
escasa mención en la temprana literatura pentecostal de la Conferencia Misionera Mundial de
Edimburgo de 1910,3 pero la literatura nord-atlántica es silenciosa con respecto al Congreso
Panameño de 1916. Los dos autores más importantes sobre las tempranas misiones pente-
costales, Allan Anderson y Gary McGee, escriben sobre la Conferencia Misionera de Edimburgo
pero no aluden al Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina.4 Si nos limitáramos a la lec-
tura de fuentes y bibliografía pentecostales, podríamos pensar que no hubo ninguna conexión
entre el movimiento misionero ecuménico que el Congreso en Panamá representa y el
movimiento misionero pentecostal en América Latina. Sin embargo, al indagar más ampliamente
en las fuentes documentarias del Congreso, y al compararlas con la literatura pentecostal, la his-
toria se presenta de otra manera.5 Aunque el desarrollo histórico de estos dos movimientos mi-
3 Frank Bartleman, “His visits to British Pentecostal Centres,” en The New Acts, Alliance, Ohio, citado en
Confidence, vol. III, No. 8, Sutherland, Inglaterra, agosto de 1910, p. 185; Elizabeth Sexton, “Editorials -
Increasing Missionary Activity,” en Bridegroom’s Messenger, vol. 3, no. 69, Atlanta, Georgia, 1 de sep-
tiembre de 1910, p. 1.
4Véanse Anderson, Allan, Spreading Fires: The Missionary Nature of Early Pentecostalism, New York,
Orbis Books, 2007, pp. 211-213; McGee, Gary B., Miracles, Missions and American Pentecostalism,
American Society of Missiology Series, No. 45, Orbis Press, 2010, pp. 87-89.
5 En esta ponencia, nos limitaremos a los tres tomos publicados por el Congreso: Christian Work in Latin
America, vol. 1, Survey and Occupation, Message and Method, Education, Reports of Commissions I, II,
and III presented to the Congress on Christian Work in Latin America, Panama, February, 1916, New
York City, The Missionary Education Movement, 1917; Christian Work in Latin America, vol. 2, Litera-
ture, Women’s Work, the Church in the Field, the Home Base, Reports of Commissions IV, V, VI and VII
presented to the Congress on Christian Work in Latin America, Panama, February, 1916, New York City,
The Missionary Education Movement, 1917; Christian Work in Latin America, vol. 3, Cooperation and
the Promotion of Unity, the Training and Efficiency of Missionaries, the Devotional Address, the Popular
Addresses, Reports of Commissions VIII and IX presented to the Congress on Christian Work in Latin
America, Panama, February, 1916, New York City, The Missionary Education Movement, 1917. Exam-
inaremos la literatura pentecostal que nos permite ver el buscador de la literatura periódica digitalizada
del sitio web del Flower Pentecostal Heritage Center, Springfield, Missouri, EE.UU.: https://ifphc.org/
index.cfm?; y una fotocopia de Alice Christi Wood, Diary Book 3 (1910-1918), manuscritos inéditositos,
en la carpeta: “Diaries”, Flower Pentecostal Heritage Center, Springfield, Missouri. No. de referencia,
10224720. Todas las traducciones de estos documentos al español son mías.
Griffin: Presencias y ausencias 2
contacto con Alice Christi Wood.8 Es posible que un enfoque desde el trabajo misionero de otros
misioneros nos daría una mirada alternativa al Congreso ecuménico. Nuestro trabajo aquí se or-
ganizará en torno a tres preguntas: 1) ¿Cuáles eran algunas de las bases socio-culturales y teológ-
icas de los organizadores del Primer Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina? 2)
¿Cuáles eran algunas de las bases socio-culturales y teológicas de los primeros misioneros pen-
tecostales en América Latina? 3) ¿Qué posibilidades hubo para contactos e intercambios entre el
pentecostalismo y el Congreso Panameño? Se demostrará que las ausencias y exclusiones
surgieron a raíz de diferencias de origen socio-cultural, pero sin embargo, las líneas no eran
categóricas, permitían co-participación y presencia.
8Alice Wood es la misionera pentecostal que he estudiado con mayor detalle y sobre quien puedo disertar
con mayor confianza. Véase Griffin, Luz en Sudamérica.
9Christian Lalive d’Epinay, El Refugio de las Masas: Estudio sociológico del protestantismo chileno, 2da
edición, Santiago y Concepción, IDEA y CEEP Ediciones, 2009 (la primera edición salió en el 1968).
10 Richard Shaull, “La Iglesia, crisis y nuevas perspectivas,” en Revista Vida y Pensamiento, Vol. 15, No.
1, San José, Universidad Bíblica Latinoamericana, 1996, p. 20.
11 Grant Wacker, “The Holy Spirit and the Spirit of the Age in American Protestantism, 1880-1910,” en
The Journal of American History 72:1 (Junio de 1985) pp. 45-62; R. G. Robins, A. J. Tomlinson: Plain-
folk modernist, New York, NY, Oxford University Press, 2004.
12Robins, A. J. Tomlinson, p. 9. Robins hace referencia a Wacker, “The Holy Spirit and the Spirit of the
Age”
Griffin: Presencias y ausencias 4
en las afinidades específicamente entre la nueva teología liberal y la teología de la Vida Profunda
(“Higher Life”) en el período entre 1880 y 1910. Los líderes de las diversas corrientes teológicas
tenían en común, además de una misma herencia teológica y metas parecidas, también un estilo
y medios de vida de las clases media-altas universitarias. Según Robins, las características que
iban forjando divisiones en los Estados Unidos al entrar en la segunda y tercera décadas del siglo
XX eran más bien de índole socio-cultural que teológico. Explica Robins que las variadas con-
strucciones religiosas no lograron disolver los antagonismos de clase social, sino que “al con-
trario, la doctrina de la santidad en particular se tornó en un vehículo eficaz para la expresión
estridente de las ambiciones y malestares sociales de la gente común.”13 La ubicación geográfica
de las primeras instituciones que surgieron de la expresión religiosa de “la gente común” —en
los términos de Robins— era en las zonas fronterizas de la expansión poblacional hacia el oeste,
mientras que “los nuevos liberales,” “los conservadores tradicionales” y los exponentes de la
“Vida Profunda” dominaban en medio de la “gente distinguida” de los grandes centros de la cos-
ta del este.
Según el análisis de Robins, los nuevos líderes pentecostales eran de la “gente común” de
las zonas fronterizas de los EE.UU. Es importante recalcar que por “gente común” en el contexto
estadounidense, Robins no quiere decir necesariamente gente pobre, sino que era gente más bien
de trabajo que gente de estudio.14 Los institutos bíblicos que produjeron los primeros líderes
tenían planes de estudio funcionales, y no teóricos y filosóficos como los planes de estudio uni-
versitarios.15 Sin embargo, algunos de los primeros misioneros siquiera tenían la preparación de
los institutos bíblicos.16 El bautismo en el poder del Espíritu Santo que pregonaban los nuevos
misioneros pentecostales era suficiente preparación. No necesitaban años de preparación
académica. Solo tenían que poner el cuerpo y Dios haría el resto. Otros misioneros pentecostales
habían hecho unos meses estudio en un instituto bíblico y tenían años de experiencia misionera
anterior a su experiencia pentecostal.17
Gary McGee toca la médula de las cuestiones teológicas en la diversidad de visiones mi-
sioneras a principios del siglo XX en torno al pentecostalismo y al ecumenismo. Según McGee,
las tensiones se produjeron en torno a dos temas, la motivación misionera y la estrategia mision-
era.
La cuestión de motivación se enfocó en distintas interpretaciones del milenialismo y el ad-
venimiento del Reino de Dios. Hubo quienes insistían que había que evangelizar al mundo en-
tero, o sea, proclamar el Evangelio en todo el mundo para dar a todo ser humano la posibilidad
de elegir o no a Cristo, como requisito por la Segunda Venida de Cristo. Para ello, era necesario
una obra inusual y milagrosa del Espíritu Santo. Hubo otros quienes insistían que la misión Cris-
tiana debía enfatizar la transformación de las sociedades.18
Una estrategia misionera del siglo XIX era la fórmula Anderson/Venn que enfatizaba los
“tres autos”: auto-gobernante, auto-sostén, auto-propagación (self-governing, self-supporting,
self-propogating).19 Estos dos teoristas sobre estrategia misionera fallecieron en la década 1880,
durante el auge intelectual del Darwinismo Social. Las nuevas teorías que surgieron en las
vísperas del siglo XX se apoyaron en la nueva influencia intelectual de la superioridad blanca y
europea. Era la “carga del hombre blanco” el dirigir el progreso de las naciones para que todos
los pueblos alcanzaran el Reino de Dios.20 Sin embargo, los métodos de Anderson/Venn se man-
tuvieron en algunas organizaciones misioneras a principios del siglo XX, por ejemplo en la
Alianza Cristiana y Misionera (ACyM), y también Speer era una crítica vocífera del Darwinismo
Social y abogaba tanto por el Evangelio Social como por los principios de Anderson/Venn en el
Congreso de Panamá.21 Una diferencia entre Simpson y Speer eran sus respectivos enfoques so-
bre el milenialismo. McGee señala, sin embargo, algunas fallas en la implementación de la fór-
mula Anderson/Venn:
(1) La necesaria falta de experiencia de los primeros misioneros; (2) el fallo de reconocer
que la meta de la tarea misionera no es simplemente la conversión de almas, sino también
el establecimiento de la iglesia nativa; (3) una estimación exagerada de la pobreza de la
gente y de la dificultad que pudieran tener en sostener sus líderes religiosos; (4) el
surgimiento inconsciente, en algunos casos, de un espíritu de dominación, lo cual llevara,
demasiado seguido, a la misión a exaltarse por encima de la iglesia nativa.22
Quiénes estaban a cargo de la organización y de los preparativos del Congreso sobre Obra
Cristiana en América Latina eran en su mayoría hombres con formación académica avanzada.23
Como ejemplo, el presidente de la junta organizadora, el Dr. Robert E. Speer, había sido primero
en su clase de egresados de la Universidad de Princeton, y luego recibió su doctorado en teología
del Seminario Teológico de Princeton. Según su biógrafo, John F. Piper, Speer era un hombre
con un profundo deseo de cambiar al mundo a la luz del Evangelio.24 Piper se esmera en de-
mostrar las raíces históricas y teológicas de Speer en la fe de la Iglesia Presbiteriana. Demuestra
el rol de las confesiones históricas de la fe reformada en dar forma al contenido y a la experien-
cia de la fe en la vida de Speer. Sin embargo, Piper también resalta la pasión ecuménica de Speer.
Era un líder y estadista de la misión dentro de dos contextos vinculados pero separados: el con-
texto ecuménico y el contexto denominacional. Speer era único en su colaboración y liderazgo
en ambos contextos. Aunque Speer y sus colegas de la junta organizadora tenían experiencia
como misioneros en diversos países, se desempeñaban como directores y secretarios ejecutivos
de las juntas misioneras de las diversas iglesias establecidas - la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia
Metodista Episcopal, la Iglesia Bautista, y otras. Speer era conocido e hizo memoria como es-
tadista de misiones, más que como misionero. Se especializaba en dirigir programas de misión
más que en estar en la calle codo a codo conviviendo con los pueblos del mundo. Speer y sus
colegas trabajaban en el delicado equilibrio de ver necesidades en culturas y sociedades ajenas a
ellos, y de buscar medios dentro de su propia cultura y sociedad para responder a aquellas
necesidades.
El carácter y los dones de Speer impregnaron la organización del Congreso en Panamá.
Speer dirigió la Conferencia sobre Misiones en América Latina en 1913, y luego fue el presi-
dente del Comité de Cooperación en América Latina - las dos organizaciones formativas del
Congreso en Panamá. Speer aseguró el alcance ecuménico del Congreso: el Congreso proveyó
para la participación de varias voces e instituciones denominacionales e interdenominacionales.
Speer también inculcó la visión del estudio en el Congreso - sus dones como estadista y estratega
más bien que como misionero dieron forma a las metas del Congreso.
En la introducción de los tres tomos que se publicaron desde el Congreso, se explica cómo
la visión para el Congreso se iba formando. En la primera reunión previa para organizar el con-
greso, se determinó que el futuro Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina, debería ser
liderado por líderes especialistas con el fin de “estudiar las problemáticas más importantes mi-
sioneras”.25 “Esta asamblea se interesó directamente en estudiantes de la América del Sur y los
problemas de las clases educadas”.26 No fue un congreso organizado por los misioneros y los
líderes latinoamericanos de las iglesias para preparar una gran campaña evangelística.27 Era un
Congreso por y para estudiar la América Latina, preparado por estudiantes de misión en consulta
con estudiantes de la América Latina, y en menor medida, en consulta con líderes eclesiásticos
en América Latina. La preocupación de los organizadores eran “las problemáticas de las clases
educadas.”28 La preparación del Congreso se hizo en y desde el nord-atlántico, aunque sin igno-
rar agentes religiosos vinculados con la región objeto de sus estudios. Predominaba en general la
influencia socio-cultural de la “gente distinguida” en los términos de Robins, y no de la “gente
común”.
Según el análisis teológico de McGee, la visión ecuménica de Speer y sus colegas que se
plasmó en el Primer Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina enfatizaba la transforma-
ción de las sociedades latinoamericanas.29 El reino de Dios llegaría con la multiplicación de sus
ciudadanos alrededor del mundo. Era fundamental crear ciudadanos del reino de Dios en so-
ciedades que reflejaran los principios del reino de Dios. Cabe preguntar si por “ciudadanos”
habrían entendido los “damas y caballeros” de la “gente distinguida”, y no la “gente común.”
La visión del reino de Dios que iba a predominar en el movimiento misionero pentecostal
enfatizaba la inminencia de la Segunda Venida de Cristo para instaurar su reino Él mismo.
En lo que sigue, exploraremos el surgimiento, la organización y los enfoques del
movimiento misionero pentecostal. La comparación breve de estos dos movimientos misioneros,
ambos con raíces profundas en el movimiento misionero de fines del siglo XIX, nos ayudará a
entender por qué no hubo colaboración entre los caballeros universitarios del ecumenismo y la
gente común del pentecostalismo.
Según McGee, noticias de los supuestos excesos en los campamentos pentecostales y en
las misiones pentecostales llegaron a los diarios.30 Es probable que en 1913, los ilustres doctores
en teología que estaban preparando el futuro Congreso en Panamá tuvieran algún conocimiento
del movimiento pentecostal.
falta largos años de preparación teológica y cultural, para ellos. Podrían poner manos a la obra
con rapidez, en vez de reflexionar sobre las problemáticas que iban a enfrentar.
Estos misioneros se comunicaban con los nuevos grupos de creyentes pentecostales a
través de las cartas que enviaban a las varias revistas que circulaban a lo largo y lo ancho del
país.32 Los editores de estas revistas recibieron y distribuyeron fondos designados para la obra
misionera pentecostal alrededor del mundo.33 Los misioneros escribieron cartas a varias revistas
a la vez, y entonces también recibieron donaciones a través de varias revistas. Hasta 1914, no
hubo coordinación entre las revistas, ni controles sobre las condiciones en las cuales los varios
misioneros salieron al resto del mundo.34
Ahora, hay exageración en esta presentación de las diferencias socio-culturales entre la
“gente distinguida” y la “gente común”. En la realidad histórica, al considerar las vidas de cada
individuo, se descubren matices que las categorías sociológicas no siempre permiten considerar.
Es importante entender que hubo bases socio-culturales y teológicas diferenciadas entre los
líderes y organizadores del Congreso sobre Obra Cristiana en América Latina por un lado y mu-
chos de los primeros líderes misioneros pentecostales por otro. El pentecostalismo se iba mati-
zando y madurando con el rápido correr de los años, a tal punto que desde sus inicios en 1906
como movimiento misionero distinto al de las Juntas Misioneras del siglo XIX hasta 1919 con la
consolidación de la Secretaría de Misiones Extranjeras de las Asambleas de Dios, hay notables
cambios. Además, como se ve en una organización como la Alianza Cristiana y Misionera, es-
tablecido por el distinguido A. B. Simpson, hubo una convivencia importante entre misioneros
32 La mayoría de las tempranas revistas pentecostales se pueden acceder a través de la página web del
Flower Pentecostal Heritage Center en línea: https://ifphc.org/index.cfm?fuseaction=publicationssearch.-
fulltext
33 Véanse por ejemplo: Bridegroom’s Messenger, cuyo primer número salió el 1 de octubre de 1907 [en
línea: http://ifphc.org/DigitalPublications/USA/
International%20Pentecostal%20Church%20of%20Christ/Bridegroom%27s%20Messenger/Unregistered/
1907/FPHC/1907_10_01.pdf ] y en el cual se empezó a publicar los dineros que se distribuían a los mi-
sioneros en
Latter Rain Evangel, cuyo primero número salió en octubre de 1908 [en línea: http://ifphc.org/Digital-
Publications/USA/Independent/Latter%20Rain%20Evangel/Unregistered/1908/FPHC/1908_10.pdf]
Word and Witness,
Pentecost,
Pentecostal Evangel,
etc.
The New Acts, no disponible en internet - parte de la colección del FPHC.
34 McGee, This Gospel Shall Be Preached, pp. 74-79.
Griffin: Presencias y ausencias 10
que provenían de la “gente común” y otros más “distinguidos”.35 Esta convivencia empezó a
fracturarse por el estallido pentecostal con las noticias del avivamiento en Gales hacia fines de
1904 y aun más por la muerte de Simpson en 1919. Además, las dinámicas socio-culturales iban
configurando sus propias características en cada país. Las distinciones que se iban produciendo
entre el pentecostalismo y las denominaciones protestantes tradicionales en los EE.UU. no eran
las mismas que se produjeron por ejemplo en Chile en el caso del avivamiento en la Iglesia
Metodista de Valparaiso, bajo el pastorado de Willis Hoover.36 En la Argentina, la colaboración
entre los primeros misioneros pentecostales y los líderes de las iglesias históricas era notable en
la primera década de la presencia pentecostal en este país.
Gary McGee analiza el rápido proceso de consolidación institucional de la tarea misionera
de las Asambleas de Dios entre 1913 y 1919. Delimita su investigación a los elementos, activi-
dades y personas específicamente vinculadas con la prehistoria de las Asambleas de Dios en
EE.UU. McGee presenta los editores de tres revistas: J. Roswell and Alice Reynolds Flower de
The Christian Evangel, en Indianapolis; Anna C. Reiff de The Latter Rain Evangel, en Chicago;
y E. N. Bell de Word and Witness, en Malvern, Arkansas. Estas personas fueron claves en la con-
vocatoria y organización de una primera reunión en Hot Springs, Arkansas, de las iglesias que se
afiliaban en líneas generales con sus revistas.37 Una de sus preocupaciones en organizar el Con-
sejo General de las Asambleas de Dios era lograr una mejor organización nacional del esfuerzo
misionero internacional. No fue hasta 1919 que las Asambleas de Dios lograron consolidar mejor
las cuestiones de la preparación previa de los misioneros y la seguridad de finanzas adecuadas
para atender a las necesidades personales básicas de los misioneros. La nueva organización
seguía insistiendo en la importancia de la futura independencia financiera de las nuevas iglesias
que los misioneros iban a establecer. Esperaban que en cada país, los nuevos conversos fueran a
captar la visión de sostener la obra de Dios en su medio durante el corto período que quedaba
hasta la Venida de Cristo Rey.38
35Véase Charles W. Nienkirchen, A. B. Simpson and the Pentecostal Movement: A Study in Continuity,
Crisis and Change, Peabody, MA, Hendrickson Publishers, 1992.
36Luis Orellana U., El Fuego y la Nieve: Historia del Movimiento Pentecostal en Chile, 1909-1932, Con-
cepción, Chile, Ceep Ediciones, 2008; y Juan Sepúlveda, “El ‘principio pentecostal’: reflexiones a partir
de los orígenes del pentecostalismo en Chile” en Chiquete, Daniel y Luis Orellana (eds.) Voces del pente-
costalismo latinoamericano Chile, RELEP ; CETELA ; ASETT, 2003, pp. 13-28.
37McGee, This Gospel Shall Be Preached, capítulo 4, “The Formation of the General Council”, pp.
74-81.
38 McGee, This Gospel Shall Be Preached, capítulo 5, “Missionaries and Missiology”, pp. 85-100.
Griffin: Presencias y ausencias 11
Es importante señalar que no todas las nuevas iglesias pentecostales se adhirieron a las
Asambleas de Dios en los EE.UU. Algunos misioneros, como Alice Wood en la Argentina, se
afiliaron con las Asambleas de Dios en 1914, pero también seguían publicando sus cartas en y
recibiendo apoyo de otras revistas, como The Bridegroom’s Messenger de G. B. Cashwell y Eliz-
abeth A. Sexton en Atlanta. Los editores de esta revista no participaron en las Asambleas de
Dios. Además, hubo misioneros como Gerard Bailly en Venezuela que se comunicaban con y
recibían apoyo a través de las tres revistas que llevaron a la organización de las Asambleas de
Dios, sin incorporarse ellos en las Asambleas de Dios.39 Las afiliaciones institucionales esta-
dounidenses de los misioneros se mantenían mucho más fluidas.
En algunos sentidos, el movimiento misionero pentecostal reflejaba tendencias misioneras
ya existentes antes del estallido del pentecostalismo como movimiento propio. McGee describe
la colaboración ecuménica de la mayoría de los misioneros en sus países de misión hacia fines
del siglo XIX:
Por muchos años … había existido una medida de unidad y de cooperación entre mi-
sioneros protestantes. Muchos misioneros encontraron un vínculo en común con otros
quienes estaban obedeciendo la Gran Comisión y ‘en general estaban dispuestos a aceptar
mutuamente sus mensajes como ‘evangelicales’ si su fundamento yacía en la doctrina de la
Trinidad y la Encarnación. Más allá de este (fundamento) había como mucho un deseo por
la aceptación explícita de los credos ecuménicos.’40
39 Ver las varias publicaciones de Gerard Bailly desde 1909 en LRE, BM, PE, WWit, Conf.
40McGee, This Gospel Shall Be Preached, p. 35. Cita R. Pierce Beaver, Ecumenical Beginnings in
Protestant World Mission: A History of Comity, New York, Thomas Nelson and Sons, 1962, pp. 31-32.
41 Griffin, Luz en Sudamérica.
Griffin: Presencias y ausencias 12
oeste del estado de Pensilvania y en Ohio.42 En su Diario personal entre 1910 y 1918, se puede
leer de sus actividades en colaboración con otros misioneros extranjeros y predicadores argenti-
nos de diversas iglesias o agencias.43 Durante sus 7 años de actividad en Gualeguaychú, recibió
al conocido colportor metodista, Francesco G. Penzotti en la Misión Evangélica de Gualeguay-
chú 8 veces, y además mantuvieron correspondencias. Cuando Wood estaba de visita en la Ciu-
dad de Buenos Aires, visitaba la casa de la familia Penzotti. Wood también viajaba a Río Cuarto,
Provincia de Córdoba, para participar en reuniones evangelísticas de la obra misionera de
Charles Yoder, de los Hermanos Libres (Dunkard Brethren), y recibió a Yoder a su vez en
Gualeguaychú. Todas las veces que Wood viajaba a la Ciudad de Buenos Aires, buscaba es-
cuchar y conversar con grandes líderes evangélicos de diversas iglesias, como por ejemplo el
conocido predicador bautista suiso, Pablo Besson. De estos conocidos de Alice Wood, hemos
encontrado los nombres de dos de ellos entre los participantes del Congreso en Panamá en 1916:
Gerard Bailly y Francesco Penzotti.
Cuando miramos, entonces, la organización de las obras misioneras pentecostales, debe-
mos diferenciar entre la institucionalización pentecostal que se iba formando dentro de los Esta-
dos Unidos y en otros países del nord-atlántico44 por un lado, y la actividad misionera en los di-
versos países alrededor del mundo. Vale decir lo mismo con respecto a toda la actividad mision-
era de las iglesias protestantes nord-atlánticos, pero sin embargo, nuestro interés es específica-
mente pentecostal.
A lo largo de la segunda década del siglo XX, las misiones y los misioneros pentecostales
se afiliaban entre sí a través de una idea de la inminente segunda venida de Cristo y la necesidad
de un poder sobrenatural de parte del Espíritu Santo sobre ellos como misioneros, en general
demostrado por el hablar en lenguas extrañas, sean xenolalia o glosalalia. La organización hu-
mana no iba a ser necesaria en vistas a la urgencia de la tarea y la inminencia divina. La tem-
prana actitud pentecostal frente a la organización humana habría hecho imposible el envío orga-
nizado de una convocatoria oficial de parte de los organizadores del Primer Congreso sobre Obra
Cristiana en América Latina. En los años de la preparación para el Congreso, no hubo una junta
Los excavadores del Canal necesitan un bautismo del Espíritu Santo a tal punto que
conozcan la diferencia entre una pelea de toros o de gallos y una reunión de oración, entre
las cosas que hacen al desarrollo espiritual y a la edificación de nuestras iglesias y las
cosas que no lo hacen. Durante este último año, hemos tenido un aumento de treinta y siete
y medio por ciento en la membresía de nuestra iglesia; y recientemente cuando extendimos
la invitación para acercarse al altar, de los diez que confesaron sus pecados ante Dios, ocho
eran Católico Romanos.46
Harry Compton no aparece en el buscador de las publicaciones digitales del Flower Pente-
costal Heritage Center, lo que hace difícil un conocimiento más profundo de su vínculo con el
pentecostalismo. Notamos en su testimonio, una preocupación por la gente de trabajo, y no por la
gente de estudio en el testimonio de Compton, lo cual difería con el enfoque expuesto del Con-
greso de dirigirse hacia las clases educadas.47
er la obra cristiana por sus propios medios. La segunda operación del Espíritu que Bailly presen-
ta en su testimonio es su primera experiencia de hablar en lenguas cuando él estaba en descanso
en Los Angeles, California, en 1907. Luego resalta la experiencia independiente de colabo-
radores venezolanos en una pequeña aldea en las montañas en 1908. Este pequeño grupo de
venezolanos recibieron el bautismo en el Espíritu Santo independientemente de las ministra-
ciones y oraciones de Bailly. Finalmente en 1909, la segunda experiencia de Bailly de hablar en
lenguas ocurrió cuando expulsó lo que entendió por un demonio de un joven ladrón. Bailly es
muy cuidadoso en no limitar la experiencia pentecostal al don de hablar en lenguas, y argumenta
en base a su propia experiencia por una diversidad de operaciones de parte de un mismo Espíritu
Santo. Su artículo también resalta el obrar del Espíritu Santo directamente en las vidas de los
venezolanos.
En las publicaciones de Bailly en la literatura pentecostal en los años entre 1915 y 1917,
Bailly no menciona el Congreso en Panamá a pesar de haber estado ahí presente. Aparece una
carta de Bailly en el número del Bridegroom’s Messenger del 1 de agosto de 1916 que señala el
grado y la motivación del compromiso de Bailly con el trabajo independiente:
Este extracto nos da algunas indicaciones sobre cómo Bailly entendió las metas del Con-
greso y también porque no encontramos registros de su nombre en las listas de misioneros en
EE.UU. Bailly parece tomar en serio el principio Anderson/Venn sobre el auto-gobierno e inde-
pendencia de las nuevas iglesias. Es notable que insistiera tanto en la importancia de ser libres de
una gobernación “de manera colonial”. La dependencia completa en el Espíritu Santo trae posi-
bilidades y libertades, pero también desafíos. Posiblemente Bailly y la iglesia venezolana que él
representaba en el Congreso Panameño habrían percibido y rechazado una insistencia en pro-
55 Gerard Bailly, “Missionary Gleanings - South America” en Bridegroom’s Messenger, no. 185, 1 de
agosto de 1916, p. 3 [en línea: http://ifphc.org/DigitalPublications/USA/
International%20Pentecostal%20Church%20of%20Christ/Bridegroom%27s%20Messenger/Unregistered/
1916/FPHC/1916_08.pdf#search="Bailly, Gerard”]
Griffin: Presencias y ausencias 16
mover las metas socio-culturales de los caballeros de la “gente distinguida” que organizaron el
Congreso. Pablo Deiros nota que “el Congreso de Panamá fue en realidad un encuentro de las
juntas misioneras foráneas” donde predominó “la mentalidad misionera foránea”.56 O sea, el pa-
ternalismo misionero no pudo reconocer la necesidad y el anhelo por la independencia que sen-
tían las iglesias latinoamericanas, lo cual Bailly pudo percibir.
Es concebible que Wood en la Argentina y otros misioneros pentecostales habrían recibido
noticias del Congreso en Panamá a través de correspondencias con Bailly. Wood no menciona a
Bailly en el tercer tomo de su Diary, sin embargo en varias ocasiones menciona que escribió tan-
tas cartas algún día, o que recibió tantas cartas otro día, sin mencionar a donde se dirigían o de
donde provenían las cartas.57 No conocemos el alcance de los contactos de Bailly en Sudamérica.
Es más seguro que Wood y otros misioneros pentecostales en la Argentina habrían recibido
noticias del Congreso Panameño a través de Francesco Penzotti. Penzotti era un inmigrante ital-
iano uruguayo quien se había afiliado con la Iglesia Metodista, y también trabajó durante varias
décadas como colportor con la Sociedad Bíblica en Buenos Aires y como tal, viajó por muchos
países hispanoamericanos. Su nombre aparece en los tomos que se produjeron en el Congreso en
Panamá en cuatro ocasiones significativas: forma parte integral de la Comisión I sobre “Explo-
ración y Ocupación”;58 el informe de la Comisión VI sobre “La Iglesia en el Campo” menciona a
Penzotti en su capítulo sobre “Relaciones con los gobiernos”;59 en su discurso nocturno, el Rvdo.
A. R. Stark de la British and Foreign Bible Society en Valparaiso, Chile sobre “El Lugar y el
Poder de la Biblia en el Individuo y en la Nación” lo menciona como ejemplo de la importancia
del ministerio del colportor;60 y otra vez en el discurso nocturno del Obispo Dr. Homer C.
Stuntz, obispo de la Iglesia Metodista Episcopal en Sud América sobre “El Precio del
Liderazgo”.61 A la luz de estas referencias, es evidente que Penzotti era muy estimado y consid-
erado un modelo a seguir. No tuvo ninguna intervención propia que fue publicada en la memoria
56Pablo Alberto Deiros, Historia del Cristianismo en América Latina, Buenos Aires, Fraternidad Teológi-
ca Latinoamericana, 1992, p. 718.
57Véase por ejemplo en Wood, Diary Book 3, 20 de octubre de 1917 cuando Wood anota que recibió 15
cartas.
58 Christian Work in Latin America, vol. 1, p. 46.
59 Christian Work in Latin America, vol. 2, pp. 288 y 291.
60 Christian Work in Latin America, vol. 3, pp. 316-317.
61 Christian Work in Latin America, vol. 3, p. 331.
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del Congreso y las referencias tanto en el capítulo sobre las relaciones con los gobiernos como
en los dos discursos nocturnos evaden contenidos afines al nuevo movimiento pentecostal.
Sin embargo, sabemos por el testimonio de Alice Wood en Argentina que Penzotti tenía
conocimiento de las nuevas misiones pentecostales en Sudamérica. Wood hasta indica en una
carta a The Bridegroom’s Messenger, en 1912, que Penzotti estaba buscando el bautismo en el
Espíritu Santo:
Acabamos de haber sido renovados a través de una nueva visita del hermano Penzotti, de
Buenos Aires. Llevó a cabo solo dos reuniones. Él ha sido utilizado grandemente por Dios
en la América Hispana, desde hace más de treinta años, y sigue con fuerza, en cuerpo y en
el seguimiento de Dios. Está orando por el bautismo en el Espíritu Santo.62
Observaciones finales
Podemos imaginar que en los pasillos y alrededor de las mesas en los comedores, el codeo
habría sido parecido a lo que describe Grant Wacker sobre el encuentro en 1887 de la Alianza
Evangélica en la ciudad de Washington, D.C.63 Estaban presentes personas con una diversidad de
perspectivas teológicas, pero todas preocupadas con problemas graves de injusticia que tenían a
su raíz la falta de conocimiento de Dios. Había un sentido de unidad en la percepción de la ur-
gencia de la misión cristiana y evangélica en la América Latina. Representantes de las diversas
62 Alice C. Wood, “South America” en Bridegroom’s Messenger, Vol. VI, No. 122, diciembre de 1912, p.
2. La traducción es mía.
63Gran Wacker, “The Holy Spirit and the Spirit of the Age in American Protestantism, 1880-1910,” en
The Journal of American History 72:1 (Junio de 1985) pp. 45-62.
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ideas pentecostales, ideas del movimiento de santidad, ideas del Evangelio Social, ideas pre-
milenialistas e ideas postmilenialistas, querían todos ver la libre circulación del mensaje bíblico
de salvación, y estaban seguros que en ello yacía la solución de los malestares que veían a lo
largo y a lo ancho de las Américas.
Proponemos que, como Bailly, habría habido presentes en el Congreso panameño, varias
personas con identidades o afiliaciones religiosas fluidas, múltiples o abiertas. Estas personas