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El autor material, Arístides José Carvajal Salgado, fue asesinado un año después del
crimen en un enfrentamiento con la policía. Actualmente se investiga la implicación
de Walid Makled, procesado por los delitos de homicidio, tráfico de sustancias,
estupefacientes, le legitimación de capitales y asociación ilícita.
Jacinto López: Siete disparos cegaron la vida del periodista y productor audiovisual
el 11 de enero de 2009, en Cabudare, Lara. Ese día fue secuestrado por cuatro
delincuentes junto a su colega y amigo Ricardo Maracaputo, a quien no lograron
matar. Ocho fiscales del Ministerio Público han conocido el caso desde entonces.
Las autoridades judiciales consideran que el móvil fue un atraco mientras que
familiares consideran la posibilidad de condena o retaliación. Los presuntos
responsables son Borin Temito Guevara Colmenares y Leonardo José Gómez Sira,
aún libres.
Una de las dificultades para esclarecer los asesinatos asalariados es que no existe relación
directa entre la víctima y victimario. El criminal es contratado para matar puntualmente.
Son tres de los casos más sonados en lo que va de 2012 que reúnen las
características del asesinato por encargo: descarga de muchos disparos
como modus operandi, ausencia de robos y desconocimiento de los verdaderos
motivos y nombres de los autores intelectuales. A todos los une un silencio residual,
como el que queda del último fogonazo de una bala.
Las víctimas ya no son sólo ciudadanos de a pie, sino figuras conocidas del mundo
militar y de la política regional. Ya no se registran únicamente en la frontera, sino
que se han extendido a otros estados del país. Algo está cambiando en la manera de
matar a sueldo. Hay quienes sospechan que los nuevos sicarios perdieron el miedo.
A propósito del asesinato del general Moreno el pasado 19 abril, el gobernador de
Anzoátegui, Tarek William Saab, dio algunas pistas sobre la nueva expresión de este
fenómeno: “La falta de temor de actuar en contra de personas que
lograron cierta trascendencia pública”.
Sin embargo, expertos coinciden en que esa modalidad delictiva, si bien es de larga
data en Venezuela, registra un inquietante aumento en los últimos años.
Sustentan sus afirmaciones en el número de muertes en los sindicatos de obreros de
la construcción por la lucha de cupos que responden a las particularidades del
sicariato. Según la organización Programa Venezolano de Educación-Acción en
Derechos Humanos (Provea), 273 trabajadores y líderes sindicales fueron
asesinados entre 2005 y noviembre de 2011.
Aparte, se apoyan en las recientes noticias sobre muertes registradas en la prensa
que arrojan indicios de sicariato.
Están además los sicariatos pasionales, encargados por las llamadas “viudas
negras”, como es el caso de Jalucci Fondache, quien está siendo procesada por el
presunto homicidio de su marido, Rubén Gamarra, dueño del diario Nueva Prensa
de Guayana (2009); o la de Milagros de Armas, hija del fundador del Bloque de
Armas, autora intelectual de la estudiante Andreína Gómez (2007), según describe
el abogado criminalista Fermín Mármol García.
Una de las dificultades para esclarecer los asesinatos asalariados es que no existe
relación directa entre la víctima y victimario. El criminal es contratado para matar
puntualmente, aclara Gorriño. Por ello, resulta complicado descubrir a los autores
intelectuales, dice el criminólogo.
Luego del atentado que sufrió Tomás Bello, alcalde de Pariaguán, el presidente de la
Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello, se refirió al tema en marzo pasado. “El
sicariato político es una práctica usual en la derecha”, señaló, y expresó temor de
que se extendiera en el país. Sin embargo, no ordenó abrir investigación de ninguna
otra muerte.