Está en la página 1de 3

Retomando mi ensayo sobre la serie “Dark” y haciendo un gran énfasis en el

“conocerse” y sobre la verdad. Conocer, auto-descubrirnos, encontrarnos con esa


puerta tan tenebrosa al fondo del pasillo. ¿Da terror, no? Al cabo de un tiempo,
pude hallar la llave..., tomar coraje y abrir esa puerta que tanto miedo me daba.
Fue entonces que me encontré con el dolor y mi oscuridad, también me encontré a
una niña llorando en un rincón...y me sorprendí al ver que era mi propia
representación de pequeña. Mi niña interior, aún sufriendo y llorando por el día que
fue abandonada y rechazada, por la vez que no le narraron la historia completa y
por aquella vez que no le relataron la verdad del cuento.
Mi oscuridad me abrazó y me dijo que la aceptará tal y cómo es..., era la única
forma de llevarnos bien y transformarme junto a ella. Luego, tomé de la mano a
esa niña tenebrosa y con mucho dolor en su corazón por no ser comprendida, y la
abracé..., lloramos juntas.
Y ahí iba yo, tomada de la mano junto a la oscuridad (que tanto pánico le tenía) y a
con mi pequeña niña interior. Al fin les puede hacer frente y conocerlas, ya que, el
miedo y la cobardía siempre tomaban el mando y no dejaban si quiera asomarme a
ellas. Y yo, por supuesto dejaba que siempre tomen poder sobre mi, porque creía
que lo hacían por mi bien y para mantenerme a salvo. Por un tiempo pensé que así
era, pero luego, las heridas y emociones que no entendía de dónde provenían ni
porqué; se despertaban de repente y me causaban un dolor extraño, un dolor
desgarrante en mi pecho, como una flecha que atravesaba mi corazón; la tristeza y
el llanto que no sabía porque venían tan seguidos. Prontamente, comenzaron a
manifestarse en relaciones, situaciones, problemas, y aún más que nada en
relaciones amorosas. Seguía negándome a caminar por el pasillo de la oscuridad,
lleno de telarañas y sonidos extraños que provenían de la puerta final del pasillo.
Siempre llegaba hasta la puerta, pero estaba cerrada bajo llaves, ¿cómo podría
entrar? Era un eterno retorno, siempre volvía a ese pasadizo y me encontraba una
y otra vez sin tener la autoridad de abrir la puerta... ¿era yo misma que había
escondido la llave para no entrar?. ¿Tanto era el miedo que me causaba? Estaba
más que claro que el miedo me dejaba paralizada. Tras la puerta, escuchaba una
voz diciendo “Ayúdame, no puedo respirar y no veo nada”. Constantemente la
misma voz, pero también había alguien más que lloraba todo el tiempo. Pero yo no
podía, ni quería abrir esa puerta, me daba mucho temor el no saber con qué o
quién me encontraría. Tardé años en abrirla. Pasé años buscando las respuestas
afuera, en el exterior, en un otro, y nunca las buscaba en mi interior, ahí estaban
las respuestas a todo. En esa habitación. Escuchar esa voz que provenía de la
puerta y atender a su llamado de ayuda.
La realidad es que no quería buscar esas llaves y más aún, le negaba mi amparo a
esa voz y a ese llano constante que estaban detrás de esa puerta, me torturaban
porque los escuchaba en todas partes. ¿Por qué? En ese momento no lo sabía, ni
quería tampoco saberlo. Sólo lo evadía viviendo en sociedad para evitar cruzarme
con la soledad y tener que escucharla, ella no me mentiría. Quería estímulos
externos y estar a todo momento rodeada de personas, que paradójicamente de
cualquier forma me sentía sola estando con ellos. Vivía en una burbuja rodeada de
mentiras, que de alguna forma me mantenían cómoda. Necesitaba un tornado que
me sacuda y despierte de la verdadera realidad, hacerme sentir incómoda para
despertar...
Cada vez que intentaba “olvidarme” de esa habitación, de esa voz, de ese llanto...
siempre volvían a susurrarme de manera muy sigilosa. Y continuamente me
dejaban señales y huellas en el camino, para que le dé una respuesta a sus
llamados, claramente yo ignoraba y enviaba todo eso directo al contenedor (al
tacho de basura), que misteriosamente tenía un papel pegado delante designado
“represión”.
Era un retorno, estaba perdida en un eterno laberinto..., no podía encontrar la
salida y ni siquiera conseguía hallarme a mi misma. Fue tan angustiante y
desesperante que no paraba de temblar. Estuve mucho tiempo perdida. Sin darme
cuenta que la respuesta estaba delante mío, las llaves las había escondido el
mismo miedo y la cobardía que me inhiben. Fue entonces que les hice frente y
logre que me dieran la llave. Me había cansado de que el miedo y la cobardía sean
capitanes de mi vida, aunque aún siguen estando y de vez en cuando reaparecen,
pero ya no tienen el mando, ni son los capitanes.

Decidí cambiar de visión y ya no miraba de la misma manera el mismo paisaje


todas los atardeceres, me di cuenta que cada día era distinto; un color, textura,
forma etc. Hablo de que, fue asimismo que tuve otra perspectiva de los hechos. Di
cuenta de que cada situación, personas y relaciones que pasaron por mi vida de
alguna manera cada una de ellas dejaron huellas y aprendizajes, algunas se
fueron pero de cierta manera quedó algo. Así como perdí, también gané.
Fueron un espejo sobre mi, para mostrarme lo que había en mi interior y que tenía
que tomar la valentía de abrir esa puerta oscura y tenebrosa al fondo del pasadizo,
en la cual implicaría mucho dolor, claro. Pero también sabría la verdad, y sanaría
todas mis heridas, que sangran cada vez que rozan con ellas. Aún sienten dolor
porque no han sido descubiertas, tomadas en cuenta, aceptadas y tratadas con
amor. Inclusive aún estoy curandolas. Lleva tiempo...sanarlas, y no colocarle sólo
la curita que no hará nada más y nada menos que solamente tapar la herida,
esconderla de cierta forma.
Es una sanación a largo plazo, se debe ayudar a cicatrizar con mucha paciencia, y
que de vez en cuando tome un poco de aire. Y si, es un proceso. Pero ahí
vamos..., juntas. La oscuridad, mi niña interior y yo. Transitando por el camino de la
transformación y transmutación. La soledad se unió en el transcurso, ella me hizo
reflexionar, amarla y reconocer cada herida que aún sangra. Me dijo que no debía
temerle y evitarla con estímulos externos, sino dejarla pasar y escuchar el mensaje
que desea transmitir. Al principio, me molestaba y producía incomodidad su
presencia, quería que se retirara. Pero siempre volvía a tocarme la puerta sin
cesar para que la deje pasar y la escuche. Y si, me ganó por cansancio, la deje
pasar y la escuche. Al transmitirme el mensaje me hizo llorar mucho, no la quería
ver más, fue doloroso lo que me mostró. Pero poco a poco su compañía fue
pareciendo cada vez más amistosa, cómoda y armoniosa, llego el momento en que
me gustaba pasar tiempo con ella y la acepté en mi casa. Mayormente, me
transmite tranquilidad y paz, de vez en cuando me hace saber y recordar cosas
que aún me duelen, sin embargo, me habla con la verdad y sinceridad. Me ayuda a
aceptar, abrazar y transformar mi oscuridad, y amar a mi niña interior resentida, a
tratarla con amor para que sane su herida y su ala rota.

Compañías que simulaban ser “malas” para mi, pero que al dejarlas que me
acompañen en mi transformación, cambio y evolución, he decidido aceptarlas y
amarlas tal y como son. Deje de resistirme y reprimirlas, llenarlas de luz y amor
para poder cambiar lo que me hace daño y sanar todo dolor. Gracias a ellas es que
he aprendido y avanzado en el camino. Ahí van... de la mano junto a mi. Me han
transformado.

También podría gustarte