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El fragmento a comentar pertenece a la novela “El conde de Montecristo” de Alejandro

Dumas; publicada en 1844. Se encuentra dentro de la corriente del Romanticismo (XVIII), que
se contrapuso a la Ilustración en aquellos tiempos. La tendencia, mantenía el objetivo de
posicionar las emociones y los sentimientos en un primer plano narrativo y artístico, donde la
razón o idea ilustrada, no era lo suficiente para explicar la dura realidad de las tensiones en el
continente.

Alejandro Dumas nació en Francia en 1802 y falleció en 1870. Escribió piezas teatrales muy
conocidas, como “Los tres mosqueteros”, “Veinte años después” o “El tulipán negro”, además
de “El conde de Montecristo”.

El tema reflejado en el fragmento, es el contraste entre la envidia de un ser vil respecto al éxito
ajeno y los méritos que reflejan el esfuerzo en un humilde marino, inmerso en una
competencia para conseguir el puesto de capitán. De tal manera, el personaje antagonista,
hace referente al sentimiento avaro, sin importarle a quien pisar, siempre y cuando obtenga lo
que desee. Por otro lado, la esencia del triunfo se conlleva obrando el bien, en una lucha justa.

Por otro lado, se desarrolla en dos apartados: las siete primeras líneas son expresadas por
Morrel y Danglars. Este último se expresa, con cierta matriz que intenta minimizar la gestión
de Edmundo, sin que logre influenciar al patrón. Del verso 8 al 19, el protagonista demuestra
su preocupación e interés hacia el buen accionar.

En el primer apartado, Danglars intenta consecutivamente rebajar el accionar de Edmundo


Dantes. El pasaje comienza, demostrando las facciones del antagonista, que conjugan
íntimamente con su estado anímico. Poco a poco, con aquella aviesa mirada que refleja el odio
reconcentrado, se va intensificando. El adjetivo “aviesa”, posee una fuerza perversa y
malintencionada contra el indefenso Edmundo Dantes. Mediante el sentimiento del “odio”,
Danglars demuestra envidia y con el participio “reconcentrado”, se evidencia aquella
intensidad desde tiempos remotos.

Tras la muerte del capitán en plena navegación, Dantes es el mejor capacitado para ejercer la
potestad del navío. El jefe Morrel, expresa su aprobación mediante el diálogo: “Al tomar el
mando del buque, cumplió con su “deber”. El verbo conjugado “cumplió”, expresa la
obligación y confianza en el accionar de Edmundo, complementándose así con el verbo
“deber”, acata la responsabilidad que está bajo custodia del protagonista.

Danglars continúa con su aseveración, manteniendo su objetivo de convencer a Morrel sobre


su preminencia ante Edmundo. Este ser malvado, expresa que los accionares de Dantes fueron
guiadas por el capricho. Sin duda alguna, estas palabras son falsas especulaciones. El
sustantivo “capricho”, da a entender una decisión arbitraria, que no es del todo cierta. Esta
acusación, simboliza la cuestión central del fragmento. La envidia de un ser malvado como
Danglars, que no siente piedad por el prójimo, es claramente percibida por los espectadores.
Finalmente, los últimos términos “no lo dudéis”, demuestra hasta qué punto el ser humano es
capaz de mentir, Danglars no siente empatía con Edmundo, tan solo lo quiere apartar de la
lista como favoritos para el cargo de capitán.

Otro punto que podemos observar es que el autor nos conduce hacia el Karma, propiamente
dicho la ley de la acción y reacción. En el segundo apartado nos encontramos con el llamado
de Morrel al marinero Dantes, para comprobar la acusación de Danglars. Él afirma sus ansias
de conocer la verdad, mediante los términos “Dantes, venid acá”. Se nota, que Morrel se
encuentra ansiosos de verificar la fiabilidad en las palabras en Danglars, debido a esta oración
de tipo exhortativa. La actitud de Edmundo es comprensible, ya que Morrel lo tomo de
improviso cuando hacia su trabajo. Por eso, en la novena línea, Edmundo expresa disculpas e
ira enseguida. Por lo visto, el verbo “disculpadme”, demuestra respeto y esto nos dice un poco
más sobre la conducta de Edmundo. Se sobrentiende, que a pesar de los términos mandatarios
y temerosos, Dantes siempre se mostrara indefenso y respetuoso ante su jefe, ganándose
méritos para su elección.

En las siguientes líneas, podemos observar que Edmundo tiene un cambio drástico en su
expresión, de un muchacho apaciguado con su autoridad, pasa a ser imperativo con su
entorno, dado a que se encuentra en hora laboral y nada lo detendrá de cumplir con su
obligación. En la línea trece, nos encontramos sorprendentemente a un Edmundo, expresando
el don del liderazgo y confianza en sí mismo. En las exclamaciones del protagonista: “¡Bajad el
gallardete hasta la mitad del mastelero!, ¡Iza el pabellón, cruza las vergas! Evidenciamos, lo
competente e idóneo para desarrollar un puesto superior al de un marinero.

Danglars, se encuentra agobiado y Morrel ahora más atraído por Dantes. Mediante la
interrogación: “¿Lo veis?, ya se cree capitán”. Danglars, presenta una queja ante la actitud de
Edmundo, pero Morrel, se asegura de su capacidad mediante los términos “Y de hecho lo es”.
Por ello, resaltamos, la contraposición entre la envidia y el esfuerzo para cumplir cada meta.
Esta respuesta inmediata y concisa, sorprende al vil personaje. En efecto, Morrel está
convencido, y dada a la exclamación “¡Diantre!”, que determina eufemismo, demuestra que se
mantiene firme ante su decisión. Así también, las líneas 17 y 18, aluden a la justificación de
Morrel, expresando que Edmundo es un hombre joven, pero muy experimentado para ejercer
el puesto. Por consiguiente, una nube ensombreció la frente de Danglars. En esta frase final,
tan intensa y expresiva del sentimiento como el resto del fragmento, Dumas cierra con una
line llena de rencor y odio por parte de Danglars. Se ve que, su plan fallo y ahora le toca
sumirse en la envidia, que en absoluto lo representa la nube, que tapa la conciencia y nos
encierra en el lado más oscuro de nuestro corazón.

En conclusión, el fragmento demuestra un valor significativo respecto a la ética. Teniendo en


cuenta, que para lograr una meta es necesario el esfuerzo y resilencia. El egoísmo y la envidia
solo son causantes del infortunio de uno mismo. Desde luego, la contraposición es evidente,
las buenas acciones triunfaran ante las perversas inclinaciones. Por otro lado, el buen accionar
del hombre vencerá sobre todas las cosas. También, la forma de redacción, embellece este
fantástico y critico contenido. Mediante la característica del sentimentalismo de la literatura
Romántica, los personajes encarnan al sentimiento mismo, y dan el toque vivencial e
interesante hacia los lectores apasionados sobre el mejor clásico de aventuras.

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