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Adaptacion al medio acuatico

Cuando un niño comienza a nadar, se espera en primer lugar que se adapte al

entorno de forma natural, sin artificios y reconociendo el elemento como uno más.

Ya en el agua se manifiestan diversas percepciones: equilibrio, visión, audición,

respiración, son causas permanentes de adaptación. Si se realizan los ejercicios

apropiados de acuerdo con las habilidades y necesidades del niño, entonces

surge la habilidad acuática que permite el inicio de la natación formal.

Hablando de natación, podríamos decir que es la capacidad de moverse en el

agua a cierta distancia, con economía de esfuerzo.

Todo aprendizaje debe apuntar a consolidar estas cualidades, y todos los

movimientos que ofrecemos deben tener sentido, contenido y sentido en relajación

con ellos.

A través de la inmersión en natación, el principiante puede desarrollar la

capacidad de moverse y orientarse bajo el agua.

La inmersión es la primera experiencia con el medio acuático, siendo así el inicio

de la adaptación. Es necesario e imprescindible, durante esta primera fase, que la

explicación y la demostración de cada uno de los ejercicios a desarrollar sean lo

más correctos posible y deben estar estructurados de tal forma que provoquen

estímulos agradables y placenteros en el practicante, que ayúdelo a eliminar las

reacciones inapropiadas que dificultan este proceso.


Parpadear o cerrar continuamente los ojos es una acción involuntaria que el niño

debe eliminar, pues para una mejor orientación deberá mantener los ojos abiertos

mientras sumerge la cabeza; asimismo, al retener el aire inspirado con el que se

sumergió, dejando escapar pequeñas cantidades de aire por la nariz, para evitar

que el agua entre por los orificios.

La respiración adecuada asegura el suministro de oxígeno al cuerpo, cuando la

actividad metabólica, por ejemplo, ha aumentado.

En primer lugar, es necesario saber cómo se realiza la respiración, y esto se

puede hacer sin mayores dificultades antes de entrar al agua, la pupila deja salir

una cierta cantidad de aire durante la inmersión; en esta ocasión la expulsión será

mayor, simultáneamente por la boca y la nariz, la inspiración se hace únicamente

por la boca, realizándose rápida y profundamente, para obtener una entrada de

aire suficiente con el poco tiempo disponible.

Para acostumbrar al niño a este complicado proceso, es necesario realizar una

actividad dirigida y de larga duración, comenzando por la exhalación.

Gracias al aire en los pulmones y la densidad del cuerpo, tiende a flotar. Podemos

decir que el niño comienza a nadar cuando después de un salto o despegue es

capaz de controlar su cuerpo en el agua, en una posición determinada, y moverse

con el impulso inicial en esa posición.

Cuando logras dominar el cuerpo flotando horizontalmente en el agua, podrías

decir que has ganado dominio sobre la propulsión del cuerpo, colocando las

extremidades de manera adecuada.

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