a. legalización del reparto y expansión comercial del mercado interno. El reparto o repartimiento, un mecanismo empleado por el corregidor desde el tardío siglo XVII, fue legalizado en 1751, si bien sólo en 1756 comenzó a operar bajo este armazón legal. Fue institucionalizada como parte de una política económica específica. La legalización del reparto, efectivizada en 1756, coincidió con el inicio de la expansión de la actividad minera que reactivo la economía colonial en la segunda mitad del siglo XVIII. Se puede afirmar que el reparto fue una respuesta no tanto a la expansión comercial de la metrópolis, sino más bien a las exigencias coloniales necesarias para fomentar un mercado interno capaz de apoyar la expansión minera. Hasta 1720 la población indígena había contribuido al normal funcionamiento del sistema colonial, proporcionando trabajadores temporales a los diferentes centros productivos, amén de pagos en especie bajo el tributo indígena. Sin embargo, al ser abolidas la mita-chacra y la mita obraje, es de presumir que se suscitaran ciertos desajustes en el patrón normal de abastecimiento de fuerza de trabajo a los centros coloniales de producción. En consecuencia, la capacidad de las haciendas y obrajes para responder a las demandas de mercado interno fue restringida, haciendo necesaria la rápida disposición de un sistema alternativo. El reparto funcionaba como un sistema de endeudamiento capaz de garantizar una fuerza de trabajo más permanente. De hecho forzaba a la población a la población indígena a comprar productos europeos y nativos al crédito y precios inflados, obligándolos después a trabajar en la hacienda y en los obrajes, entregar un excedente de producción para así cancelar su deuda. Si bien se ha señalado que las deudas debían cancelarse con moneda, diferentes evidencias que los pagos eran principalmente en especie y trabajo. La tarea de trasformar las mercancías en dinero era tarea del corregidor. El hecho que no solo productos europeos, sino también los coloniales fuesen distribuidos mediante el sistema de reparto, explicaría porque provincias dedicadas por entero a la producción de mercancías de alto consumo en el mercado interno, fueron consideradas como “corregimientos de primera clase”. Se ha afirmado que los mestizos y criollos fueron afectados tardíamente por el reparto. Más hay evidencias que sugieren que ya en el temprano siglo XVIII, los arrieros mestizos obtenían mulas a través del repartimiento. Es más, se les hacia cubrir la deuda con servicios antes que bienes de una provincia a otra como parte de pago. Los artesanos al igual que los arrieros mestizos, estaban exentos de tributos y mita, y es posible que el reparto fuese el instrumento utilizado por el corregidor para extraer de ellos un excedente, además del que obtenían de las comunidades indígenas. Pero tal vez, puesto que el corregidor monopolizaba la distribución de mulas, ellos en realidad necesitaban de sus servicios para el buen funcionamiento de sus actividades comerciales. Un hecho cierto es que el repartimiento parece haber protegido a los criollos y españoles dueños de obrajes y haciendas de la competencia textil y agrícola de las órdenes religiosas. Las órdenes perdían mercados potenciales que consideraban suyos. Esa era la realidad una razón importante por la cual las órdenes religiosas se oponían al sistema del reparto y estaban a favor de su abolición. Hay evidencias como para sugerir que las órdenes religiosas influenciaron en la baja de los precios indirectamente, puesto que al no pagar ni alcabalas ni el diezmo, podían ofrecer sus productos a precios más bajos que los comercializados por el corregidor, o los obrajeros y hacendados locales. B El reparto y las relaciones de poder a nivel local. El reparto reforzó el poder del corregidor al darle la oportunidad de controlar la fuerza de trabajo y la producción local, así como la distribución regional de mercancías. Después de la legalización del reparto el corregidor se encontró en posición de realizar arreglos previos con los hacendados locales para suministrarles trabajadores indígenas. Los sacerdotes dueños de haciendas y obrajes, descubrieron entonces que se encontraban en desventaja para reclutar mano de obra. Además algunos sacerdotes se quejaban de que los indios estaban descuidados el pago de los impuestos de carácter eclesiástico para poder afrontar sus repartos. Una práctica cada vez más difundida fue que los indios comenzaron a ser nominados para el puesto de caciques sobre la base de su riqueza personal y de su habilidad para asegurar el cobro satisfactorio del reparto. Ello propició que la legitimidad hereditaria del cargo fuese minada y que todo el sistema cacical entrase en crisis. Los caciques ahora eran nombrados arbitrariamente por el corregidor, una práctica que estimulaba la rivalidad entre los candidatos potenciales para un cacicazgo, no sorprende que se multiplicaran los juicios para establecer la elegibilidad de los competidores. 2) REPARTOS Y REBELIONES Contra lo que habría que esperar, el proceso de legalización del reparto, entre 1751-1756 no provocó una ola de descontento general. Da la impresión de haberse insertado en la plataforma de lucha, pero sin ser, necesariamente, el objetivo principal en los movimientos de mayor envergadura. En la primera coyuntura aparece como un punto en disputa, junto con la revisita general e incrementos de la mita, las cuales fueron en ese entonces las causas principales del descontento social. En una segunda coyuntura, la más directamente vinculada con la legalización del reparto, este no produjo un levantamiento general sino revueltas menores. En la tercera coyuntura rebelde el alza de las alcabalas y la apertura de las aduanas fueron los factores más importantes que propiciaron el levantamiento general. El reparto fue incluido dentro de un programa más amplio debido a que, para asegurar el apoyo de las masas indígenas, era claramente necesario ofrecerles su abolición, además de la supresión de la mita y del pago del tributo. ¿Por qué el reparto no fue capaz de provocar por si mismo un movimiento de mayor alcance? Porque afectaba principalmente a la población indígena. Entonces la mayoría de las revueltas que se desataron después de la legalización del reparto estuvieron, en realidad, dirigidas por mestizos, curas o caciques, los cuales tenían sus propias razones para objetarlo. El reparto provocó revueltas principalmente en provincias ya afectadas por la mita, por los diezmos o por ambos. En 1756 los levantamientos que estallaron tras su legalización tuvieron lugar en las provincias de Tarma y Jauja. La correlación reparto-mita-diezmo parece haber estimulado el descontento en las provincias donde esta confluencia se daba. Golte ha sostenido que desde la legalización del reparto hasta la gran rebelión de 1780 “todas estas revueltas locales y provinciales se dirigían concretamente contra la persona clave del corregidor”. Para fundamentar su posición, ha recurrido no precisamente a los juicios que siguieron a los levantamientos, sino a fuentes secundarias, proporcionadas principalmente por sacerdotes, quienes se debe reconocer que tenían poderosas razones para desear la abolición del reparto. Sin embargo la posible conexión existente entre los repartos y las revueltas se muestra bastante imprecisa. Es más, según los procesos judiciales, muchas de las 64 revueltas identificadas por Golte como que están “ligadas directamente a la institución del reparto”, fueron en realidad provocadas por otras razones. Se debe subrayar que la muestra presentada por Golte se inicia en 1765, una fecha tardía como para medir las zonas de impacto de la legalización del reparto (1751-1758) y la reacción que su institucionalización provocó entre los campesinos y los restantes autoridades locales, como los curas provinciales, por ejemplo. Según las fuentes, los levantamientos tuvieron lugar en 1751-1765. Tengo la impresión que la competencia entre hacendados, obrajeros, corregidores y sacerdotes por el control de las comunidades y de sus recursos económicos se intensifico después de la legalización del reparto. Es por lo tanto posible sostener que el sistema de reparto sirvió para exacerbar las contradicciones ya existentes entre las comunidades indígenas y los grupos de poder coloniales que las presionaban para obtener beneficios económicos tales como el trabajo indígena gratuito, sus productos agrícolas y/o textiles, y sus tierras. a) La legalización del reparto y el descontento en la sierra central: las revueltas de Tarma Tarma y Jauja demostraron haber sido la más susceptible al descontento social entre 1756 y 1757. Necesitaban sus tierras para cancelar el tributo así como el reparto, mientras que los hacendados y obrajeros locales requerían tierras adicionales para expandir sus propiedades e incrementar así el nivel de su producción. La lucha campesina por retener sus tierras parece haberse tornado más decisiva tras la legalización del reparto, debido a que los pagos que tenían que hacer eran también más abrumadores. La evidencia claramente indica que el reparto provocó un incremento en la competencia entre corregidores y curas por el control económico y político de los pueblos indígenas y del excedente campesino, al priorizar en forma excluyente ya sea los impuestos eclesiásticos o ya las contribuciones fiscales. Esta competencia parece haber sido más pronunciada en las provincias que estaban gravadas con el pago del diezmo, como era el caso de Tarma y Jauja 3) EL REPARTO Y LA DIVERSIFICACION DE LAS REVUELTAS El reparto parece haber provocado una diversificación de las revueltas durante la segunda mitad del siglo XVIII. a) Levantamientos en obrajes y minas El 18 de diciembre de 1765 los trabajadores del obraje de Pichuichuro salieron a matar sus mayordomos y mandones. Al pasar el obraje a manos de los jesuitas, estos tuvieron que invertir alrededor de 25.000 pesos en reparar los daños ocasionados. Las declaraciones de todos los testigos subrayan el hecho de que fueron los mayordomos quienes abrieron fuego primero. Los tejedores declararon que “no tenían nada que perder”. Los hilanderos que “no tenían cosa ninguna que alegar porque ellos trabajaban con toda voluntad”. La impresión se obtiene de sus declaraciones es que se encontraban resignados a su situación, mas no del todo convencidos que no hubiese una mejor alternativa para ellos. Sus intentos de fuga y de revuelta son claros signos de su disgusto con la administración y con el régimen productivo del obraje. En el obraje de Cajamarca el descontento surgió a raíz de las contradicciones entre el administrador y los tejedores. El administrador del obraje, descubrió que los trabajadores tenían la costumbre de quedarse con parte de la Hilaza que se les distribuía regularmente para cumplir con sus tareas. Luego de este choque inicial, el administrador ordeno multar con 2 reales a todo aquel trabajador que no fuese a misa. Más aun, advirtió que se les decomisaría su equivalente en bienes si no podían cancelar la multa. Don meses más tarde en una fiesta religiosa hubo muchos ausentes. Así que se envió alguaciles para cobrar la multa. Al día siguiente el administrador fue rodeado por los trabajadores, quienes gritaban al unísono que “no tenían con que pagar las multas ni prendas que poder dar y dispensasen la ejecución de ellas”. Se les aconsejo a los trabajadores indios abandonar sus intenciones de amotinarse, puesto que si algo irreparable sucedía, “todos quedaban perdidos, indios y españoles” b) Nombramiento de caciques y revueltas locales Puesto que el título de cacique también incluía el control sobre las tierras cacicales, y sobre la fuerza de trabajo comunal, hubo numerosos juicios para establecer quién era el legítimo detentador del cargo. Tras la legalización del reparto, el corregidor empezó a remover frecuentemente a los indios de sus posiciones de autoridad cuando no acataban sus órdenes. La tradición hereditaria de los caciques fue minada de esta manera. Los caciques parecen haberse constituido en las figuras claves de las movilizaciones campesinas en áreas donde mantenían una antigua tradición de liderazgo. Mientras que, en lugares donde el cargo era dispuesto sin consideración al linaje, los alcaldes de indios, así como los demás miembros del cabildo indígena (regidores, escribanos), dan la impresión de haber ejercido mayor influencia sobre la población indígena, siendo elegidos como dirigentes. c) Revueltas anticlericales Las revueltas anticlericales que tuvieron lugar durante la segunda mitad del siglo XVIII fueron provocadas, principalmente, por la apropiación de tierras y ganado comunales por parte de los curas, y por el cobro de las obvenciones (o derecho parroquiales), que les permitían emplear el trabajo indígena en servicios personales, a cambio de los pagos adeudados. Con posterioridad a la legalización del reparto los curas fueron encontrando mayores dificultades para disponer libremente del trabajo indígena a cuenta de obvenciones impagas, así como para gravarlos abiertamente con diezmos y primicias, debido a que los campesinos consideraban que sus deudas prioritarias eran las contraídas por concepto de tributos y repartos. d) El clero y las revueltas contra el reparto. El reparto parece haber sido, sin lugar a dudas, una carga económica para las comunidades indígenas y un obstáculo para las ganancias personales de los curas. Estos factores se combinaron para producir una alianza entre los curas y el campesinado en contra del corregidor. Las quejas referidas al reparto se iniciaron hacia la segunda mitad del siglo XVIII, en especial en aquellas provincias donde el reparto competía abiertamente con los pagos de diezmo y primicias. Como resultado de las distintas peticiones en contra del abuso en los repartos, el 25 de mayo de 1768 fue emitida una real cedula que otorgaba poderes a los curas doctrineros para informar sobre las irregularidades cometidas por los corregidores en su distribución de mercancías. Desde ese momento en adelante la confrontación entre curas y corregidores se tornó inevitablemente más abierta, y me parece que los curas-doctrineros pueden haber considerado que las prerrogativas para evaluar a los corregidores significaba la recuperación del control local que habían visto mermado. De esta manea la abolición del reparto se convirtió no solo en un objetivo deseado por las masas indígenas, sino también por el clero colonial. No resulta por ello casual hallar a curas comprometidos en casi todas las revueltas locales que tuvieron lugar contra el reparto durante este periodo.
Datos biográficos y prosopográficos de los procuradores en Cortes de Castilla por Guadalajara desde el reinado de los Reyes Católicos hasta el de Carlos II(1475-1700).