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O´PHELAN GODOY

LAS REFORMAS BORBONICAS Y EL CONTEXTO DE LA GRAN


REBELIÓN
Muchos de los historiadores han sido de la opinión de que los repartos
constituyeron la causa principal del descontento social. El autor quiere
demostrar que los cambios en el impuesto de la alcabala así como el
establecimiento de las aduanas, medidas que fueron implementados como parte
de las Reformas Borbónicas, imprimieron de hecho el ímpetu inicial que
culmino en el estallido de la Gran Rebelión.
La alcabala era un impuesto sobre la compra/venta que fue introducida
inicialmente en 1591. Este impuesto podía ser elevado en circunstancias
especiales. Algunos productos e instituciones no estaban sujetos a la alcabala.
Tal era el caso del trigo, el maíz, y el pan, mientras que el clero y las
comunidades indígenas como grupos sociales también se hallaban exonerados.
No solo las mercancías de procedencia española, sino también los productos de
origen local, estaban sujetos a ese gravamen. En 1751, paralelamente a la
legalización del reparto, se creó la alcabala de tarifa, para así compeler a los
corregidores a que pagaran al fisco por la distribución forzosa de mercancías.
En el caso del reparto la corona esperaba estimular y controlar el desarrollo de
un mercado interno. Los pequeños productores, propietarios de chorrillos,
trapichillos y chacras, así como los artesanos, participaron de la expansión
económica que coincidió con el repunte de la minería. No sorprende, por lo
tanto, que se reajustara la alcabala para así incorporar a los sectores medios de
la población que estaban beneficiándose de la expansión comercial.
En agosto de 1774 tuvo lugar un levantamiento en Cochabamba en protesta
contra el nuevo método adoptado para la recolección de alcabalas a través de
la aduana. Los comerciantes indígenas estaban recelosos de los nuevos
dispositivos y se mostraban reacios a someter sus productos al control
aduanero, porque sospechaban que se les obligaría al pago de la alcabala sin
considerar las exenciones legales existentes. La ley estipulaba que los indios
gozaban del privilegio de no pagar la alcabala sobre los productos de la tierra
que cultivaban en sus chacras o que elaboraban por sí mismo. Sin embargo,
debían pagarla sobre los bienes de Castilla que producían o comerciaban.
Con el fin de acabar con los desórdenes locales, el doctor allende y Maldonado
recomendó que la recaudación del nuevo impuesto fuera temporalmente
suspendida. Los documentos reflejan las dudas y desconfianza que tenían los
comerciantes y productores sobre las nuevas medidas económicas. Por lo tanto,
las protestas contra la aduana de Cochabamba pueden ser vistas como la
primera señal de la lucha que se desencadeno entre la población colonial y la
corona, como consecuencia del endurecimiento de la política fiscal.
En 1776 se creó el virreinato del Rio de la Plata y el Alto Perú, fue
súbitamente incorporado al nuevo virreinato. Buenos aires estaba
indudablemente mejor ubicado que lima para controlar el mercado regional del
Alto Perú. Más importante aún, los ingresos del virreinato del Perú fueron en
un inicio severamente afectado por la división, ya que importantes yacimientos
mineros, como Potosí y Oruro, fueron transferidos al nuevo Virreinato.
Se establecieron aduanas en ciudades importantes a lo largo de la ruta
comercial del Potosí. Pienso que en 1776 fue, por muchas razones, un año
crucial en el crecimiento del descontento que alcanzó su clímax en 1780. En
primer lugar, durante el ese año el Alto Perú fue formalmente puesto bajo
control de virreinato del rio de la plata. Al mismo tiempo incremento el
impuesto de la alcabala del 4 al 60/0. Aunque estas medidas fueron
promulgadas en 1776, el impacto real no se sintió sino hasta los años
inmediatamente posteriores a esa fecha. A partir de 1777 en adelante, los
corregidores no solo realizaban el reparto forzoso de mercancías, sino también
cobraban las alcabalas. De este modo, su presencia estuvo en conflicto directo
no solamente con los intereses económicos de los campesinos indígenas
aquejados por el reparto, sino también con los de los propietarios de tierras y
comerciantes mestizos y criollos, a quienes afectaba la recaudación del nuevo
impuesto en cuestión. Se propuso un gravamen al aguardiente en 1778, que
coincidió con una fuerte campaña para poner coto al notorio contrabando de
oro y plata que prevalecía en el virreinato. Todas estas medidas fueron fuentes
potenciales de descontento y frustración al interior de los diferentes sectores de
la población colonial. La alta tasa del impuesto sobre el aguardiente perjudicó
no solo a los productores, sino también a os propietarios de minas, cuyos
operarios eran los principales consumidores. No sorprende, por lo tanto,
constatar que las utilidades de la minería se incrementaron desde 1778 en
adelante, alcanzando su punto más alto en 1780. Esta impactante alza de la
producción minera puede no obstante haber respondido a un control
administrativo más eficiente, antes que a un incremento real de la cantidad de
mineral extraído.
La coca fue incorporada como también el grano a la alcabala. Es importante
tener en cuenta que hasta 1779 las aduanas habían sido establecidas solamente
en el alto Perú. Sin embargo, fue hacia 1780 que comenzaron a operar en el
Bajo Perú. Como reflejo de la abierta resistencia del Bajo Perú al sistema
aduanero, se produjo en el mes de marzo un levantamiento contra la aduana de
La Paz. Como en el caso de la revuelta de Arequipa, los indios y mestizos de la
Paz, fueron los principales activistas en el alzamiento. A pesar del evidente
descontento social que las formas económicas estaban causando entre la
población colonial, se expidió otra cedula real que esta vez afectaba a los
artesanos. Se impartieron las instrucciones es que ordenaban a todos los
artesanos afiliarse a un gremio para estar propiamente registrados, y así
asegurar una adecuada recaudación de la alcabala en sus transacciones. Más
aún, hay evidencias que sugieren que los textiles fabricados en los chorrillos,
tenderos, arrieros, artesanos, se vieron de una manera u otra perjudicados por
las reformas fiscales.
La rebelión de Urubamba de 1777: ¿Contra el reparto o las reformas
Borbónicas?
En noviembre de 1777, solo un mes después que se suscitaron los desórdenes
protagonizados por los comerciantes itinerantes y los arrieros contra la aduana
de la Paz, tuvo lugar una rebelión en la villa de Maras, Urumbara (Cuzco) los
rebeldes saquearon la casa del corregidor. Aunque muchos testimonios indican
que se trató de un levantamiento puramente indígena contra el reparto del
corregidor, en realidad numerosos criollos y mestizos participaron en el
liderazgo del movimiento. Después del levantamiento que tuvo lugar en
noviembre, Eusebio Cusipaucar instó al pueblo para rebelarse del corregidor.
En esta oportunidad los españoles (criollos) defendieron al cobrador. se hace
evidente entonces que los criollos se oponían solamente al corregidor, mientras
los indios, que estaban obligados al pago de los tributos y al reparto, también
estaban en contra del cobrador de impuestos. La presencia de numerosos
criollos en el movimiento demuestra un claro indicio del descontento con las
autoridades españolas, un malestar que alcanzó sus puntos más álgidos 3 años
más tarde en 1780. Existen evidencias que muestran que alrededor de los años
70 los criollos estaban incluso siendo desplazados de los puestos de alcalde o
sino, fueron por lo menos obligados a competir ardorosamente con un
candidato peninsular por el nombramiento.
La política “anticriolla” desarrollada durante los años 70 parece haber tenido
un impacto incluso a nivel doméstico: el administrador del obraje requirió de un
tintorero, solicitó un “un hombre inteligente y casado, si fuera posible, y mucho
mejor si fuese España”
A través de la reforma fiscales borbónicas la corona buscó asegurar un
incremento significativo en los ingresos. El plan económico consistía en crear
nuevos impuestos, incrementar aquellos ya existentes y ampliar el alcance de
algunos otros. Co el fin de evitar mayores fraudes en la recolección de la
alcabala y garantizar una apropiada implementación de las nuevas medidas
fiscales, Aréche aconsejó la destitución de los oficiales provinciales que habían
servido por largo tiempo en sus puestos y que, ciertamente, tenían vínculos con
los productores y comerciantes locales, para reemplazarlos por los foráneos.
Esta política fue recibida con áspero resentimiento por los habitantes de la
provincia, quienes se consideraban más capaces para manejar los asuntos
locales y desestimaban a las autoridades recientemente nombradas. Los
aduaneros que no eran del lugar fueron descritos por los vecinos como
“ladrones” que habían llegado solo para enriquecerse. De este modo, las
reformas borbónicas consiguieron exacerbar la diferencia entre criollos y
españoles, y aún más, aumentaron la rivalidad entre los criollos provincianos y
los criollos de Lima.
Protestas y hostilidades contra la aduana de la Paz en 1777 y 1778
Desde 1777 los indios y los trajinantes habían estado quejándose de los
abusos cometidos por los guardias de la aduana y del daño que infringían a los
comerciantes indígenas. Por cierto, el primero de octubre de 1777 los indios
bayeteros y tintoreros presentaron un reclamo formal contra los oficiales de la
aduana. Como sus reclamos ni fueron atendidos, los disturbios contra la
aduana estallaron irremediablemente el 22 de octubre de 1777. Sus quejas no se
referían únicamente a que los camineros estaban procediendo a medir las piezas
de bayeta para verificar la exacta cantidad declarada por los comerciantes, sino
también a que habían descubierto que después de haberse instalado la aduana
se les estaba cobrando el doble del importe de la alcabala. Enfatizaron que la
alcabala era muy perjudicial para ellos, ya que las ganancias que obtenían del
comercio de la bayeta era el único medio con que contaban para pagar sus
tributos, repartos y otras contribuciones que les exigía los doctrineros. Aunque
la rebelión no llegó a materializarse como lo temían las autoridades del lugar,
es interesante notar que la descripción dada sobre el presunto ataque que los
pequeños comerciantes habían proyectado contra la aduana de la Paz en 1777,
coincide con el que efectivamente se llevó a cabo contra la aduana de Arequipa,
tres años más tarde.
Estos tempranos enfrentamientos sugieren que a fin de hacer efectivos los
pagos de los gravámenes fiscales y eclesiástico, algunos indios tributarios y, en
el caso de las provincias surandinas, periódicamente mitayos, habían optado
por transportar aquellos productos tradicionalmente exentos del impuesto de la
alcabala. Ellos se vieron aún mas afectado por el hecho que después de 1779
las mercancías que transportaban normalmente ya no estuvieron exentas de la
alcabala. Paradójicamente, según don Bernardo Gallo (administrador de la
aduana), “todo era normal y tranquilo” hasta que entró en vigencia el decreto
real que elevaba la alcabala al 60/0. Este nuevo reajuste provoco malestar
entre los vecinos, los cuales creían firmemente que la nueva tasa era producto
del interés personal de Gallo, siendo imposible hacerles entender que eso no era
cierto. Los comerciantes protestaban por el hecho de que todos los bienes
transportados desde la Paz a otras provincias estaban sujetos al pago de la
alcabala en su lugar de venta. Sin embargo, con el fin de contar con un registro
adecuado de estas transacciones, los comerciantes, estaban siendo obligados a
depositar una fianza en la aduana de La Paz, la cual sería reembolsada
presentando la tornaguía de la transacción. La tornaguía era un recibo que era,
expedido para probar que la alcabala había sido pagada y facultaba al
comerciante a recuperar el valor del depósito aduanero. Esto significa que el
comerciante necesitaba doblar la cantidad de dinero con que operaba, a fin de
cubrir la fianza de la aduana, por un lado, y la alcabala en el momento de la
transacción, por otro.
La Paz estaba estratégicamente ubicada, muchos indios de las provincias
circundantes viajaban allí, posiblemente una vez al año, básicamente para
comprar cosa y bayetas que luego vendían en sus provincias de origen. Siendo
ése el caso, no solo era conveniente, sino totalmente falto de lógica exigir a los
comerciantes forasteros que dejaran un depósito en la Paz, dado que estarían
obligados a hacer un viaje especial a esa ciudad a fin de recuperarlo. No solo
fueron los productores y comerciantes de coca quienes protestaron contra los
nuevos gravámenes. El impuesto sobre el aguardiente también suscito criticas
formales. Esto no solo estaba gravado en un 60/0 por concepto de alcabala,
mas el 12.50/0 de sisa (impuesto al trasporte), sino también sus propiedades
estaban sujetas al censo. Solicitaron formalamente la abolición del nuevo
impuesto del 12,50/0 y la reducción de la alcabala del 6 al 40/0. Sin embargo,
estas concesiones solo fueron otorgadas en 1781, después que estalló la rebelión
de Túpac Amaru. Según el testimonio de don Bernardo Gallo, los disturbios
solo se iniciaron en la Paz el 12 de marzo, después de la llegada de un chasqui
que trajo consigo la orden de hacer un catastro de todas las haciendas y gremios
del lugar.
El 12 de marzo de 1780 a las diez de la noche, grupos de hombres
enmascarados obligaron a replicar las campanas de la iglesia de La Paz “para
convocar a todo el pueblo”. Unas dos mil personas acudieron al templo. Como
la multitud no mostró intensiones de querer dispersarse, el obispo apareció en la
plaza “vestido de pontifical… y en nombre del Rey empeñó su palabra de que
serían suspendido los gravámenes”
Al día siguiente, uno de los testigos declaro que había sido informado por un
indio que, numerosos indígenas de las provincias de Pacajes y Sicasa estaban en
camino de la aduana. Temerosos del descontento social, las autoridades
españolas suprimieron la aduana y desde ese momento contaron con las Cajas
reales para la recolección de la alcabala, que fue reducida a su tasa anterior del
40/0
La revuelta contra la aduana de Arequipa.
Como resultado de los enfrentamientos claramente dirigidos contra la
administración aduanera de Arequipa, al día siguiente, el corregidor decidió
clausurar y suspender el cobro de la alcabala. Pienso que los que participaron
en la revuelta contra la aduana eran básicamente comerciantes indígenas y
mestizos, tal vez incluso fueron apoyados por un sector de criollos que se
disfrazaron con ponchos para evitar ser reconocidos. La presencia de
numerosos hombres a caballo que portaban armas de fuego puede ser un índice
de la intervención criolla, y la referencia a los rebeldes de “que vestían en las
más diversas formas” sugiere que los participantes eran una mezcla de
diferentes grupos sociales.
Los disturbios de Arequipa fueron inicialmente atribuidos a los abusos del
corregidor en el reparto de mercancías. Con el fin de eximirse de tales cargos,
Baltazar de Semanat escribió una larga carta enfatizando que “el
levantamiento y las protestas fueron causadas por la instalación de la aduana,
y no como resultado del reparto. Las razones principales de la revuelta fueron
rebeladas durante el proceso judicial. Las declaraciones de los acusados
sugieren que la revuelta estalló debido a que, por un lado, los administradores
comenzaron a cobrar impuestos de alcabala sobre productos que habían estado
exentos y, de otro, porque estaban incorporado incluso a los comerciantes
indígenas en el marco del nuevo sistemas fiscal. Las protestas populares
estuvieron principalmente relacionadas con el hecho de que de acuerdo con los
nuevos estatutos, se había comenzado a exigir “derecho de aduana a los granos
de trigo y semillas de papas, que son el alimento general de estas gentes.
El cobro de la alcabala sobre la carne, manteca, queso, chuño y bayetas, que
los comerciantes indígenas traían a Arequipa desde la sierra; si estos
trajinantes no podían pagar la alcabala, se confiscaba sus productos, lo cual les
causaba perjuicios considerables, especialmente porque era de conocimiento
general que de todos modos, los indios no habían estado nunca sujetos a la
alcabala”. Los indios viajantes y trajinantes que acostumbraban proveer de
abastecimiento a la ciudad de Arequipa, fueron particularmente afectados por
el sistema de las aduanas. No debe sorprender entonces que eventualmente las
trabas burocráticas provocaron trastornos en el suministro regular de vivieres a
la ciudad. Los hacendados criollos también se opusieron a las aduanas, no solo
porque sus aguardientes y otros artículos de comercio se vieron sujetos a la
alcabala bajo el nuevo sistema de impuesto, sino también porque incluso los
indios, a quienes empleaban para transportar sus productos, estaban obligados
a pagar cuando declaraba que las mercaderías que conducían no les
pertenecían, sino que eran propiedad de hacendados criollos y peninsulares. Es
posible entonces que el detectado incremento del tráfico indígena fuera
consecuencia, no solo del desarrollo de un mercado campesino, sino también
debido a que los hacendados criollos, aprovechado el auge agrícola y la
subsecuente caída de los precios, utilizaban a los indios para transportar sus
productos con el fin de evadir los impuestos y, de ese modo, incrementar sus
ganancias. En resumen, aunque los comerciantes y arrieros indígenas fueron
más gravemente afectados por las aduanas, los productores mestizos y criollos
tenían también razones de fuerza para rechazarlas. Con el fin de restablecer la
paz en Arequipa, el corregidor expidió un bando instruyendo que “no se
permitirían a nadie llevar armas, las chicherías cerrarían de noche, habían que
alumbrar sus puertas ventanas y balcones, los hombres no se podían reunir en
grupo etc.
La conspiración de plateros de Cuzco.
El 17 de marzo de 1780 comenzaron a circular rumores de que los españoles,
indios y mestizos de la ciudad de Cuzco estaban planeando un alzamiento
general, como resultado de os reclamos originados por la instalación de la
aduana. La queja más importante se refería una vez más al cobro de la
alcabala que se imponía a los indios, haciendo caso omiso de la ley que
establecía claramente que se podían comerciar sus productos libremente.
Una interrogante que habría que plantearse es si los reclamos de los
comerciantes indígenas eran espontáneos o eran estimulados y respaldados por
los hacendados y obrajeros criollos. De once hombre que fueron acusados de
conspirar, diez eran criollos o mestizos y solo uno era un cacique indígena. Más
aun, cuatro de los inculpados eran plateros.
¿Cómo los perjudicaban las reformas borbónicas? Pues bien, los plateros
fueron bien afectados directamente por las ordenanzas expedidas en Madrid en
1776, que prohibía a su gremio trabajar con plata u oro que no hubiese sido
previamente ensayando, grabado y sellado. Esto significaba que no iban a
poder hacer uso del oro o de plata obtenida por contrabando.
La participación de los hacendados en la conspiración de Cuzco se debió
principalmente a su alarma por el censo que se estaba practicando sobre las
propiedades de tierras, así como por el decretado incremento de la alcabala al
60/0, cuyo pago indudablemente se hizo más difícil de evadir una vez que se
estableció la aduana. Considero que la alianza que se hizo con el cacique fue un
paso importante para garantizar el masivo apoyo indígena que se necesitaba
para engrosar las filas del ejército rebelde. Sin embargo la conspiración
cusqueña fue descubierta, evitando así el estallido de la rebelión.
Las declaraciones de la mayoría de los acusados reflejan la abierta hostilidad
que se había desencadenado contra las aduanas, contra la inflexibilidad de los
nuevos impuestos y el temor general entre las autoridades aduaneras locales
que serían reemplazados por “gente venida de afuera”. La información más
importante surge de las confesiones es que un sector de criollos estaba
implicado en la conspiración. Las evidencias indican que se reunieron con el
propósito de organizar el alzamiento. Algunos detalles de importancia salieron
a relucir de este encuentro. Primeramente, se hizo evidente que los sucesos de
Arequipa y Cusco estaban estrechamente conectados. Muchos de los acusados
coincidieron en que si la aduana se abolía cesaría todo el descontento. En
segundo lugar, el cacique ofreció contribuir con tropas de indios quienes
estarían dispuestos para la lucha. El tercer aspecto importante se refería a la
política entorno a las aduanas. El criollo que fue el líder principal del
levantamiento, confeso que ni siquiera él sabía si la aduana había sido
establecida por decreto real o simplemente era producto de la iniciativa. Los
acusados coincidieron en señalar que el origen inmediato del descontento era el
establecimiento de las aduanas y que se apeló al problema del reparto para
fortalecer la causa rebelde y asegurar una alianza. Las reuniones que tuvieron
lugar en cusco no estaban dirigidas contra el rey, o contra sus reales intereses,
sino solamente a librarse del repartimiento y de otras contribuciones.
Quisiera señalar que a mi entender, existieron lazos definitivos entre la
abortada revuelta de cusco y la rebelión de Túpac Amaru. No sorprende, por lo
tanto, encontrar a José Unda, quien apoyo a Túpac Amaru enviándole víveres,
fuera hermano de Domingo y Felipe Unda, los cuales fueron encarcelados en la
prisión de Callao luego de que la conspiración de Cusco fuera descubierta.
Familias como los Unda y los Ugarte estuvieron entonces, de un modo u otro,
vinculadas con la conspiración de plateros y, más tarde, con la rebelión de
Tupác Amaru.
Aunque las autoridades españolas pudieron restablecer el orden luego de que
el complot fuera descubierto, la principal lección que quedo de la conspiración
de plateros fue que “… siendo que esta ciudad (cusco) es la cabeza del reino, el
centro de la nobel gente indica y abrigo de infinita plebe, ha de ser la que ha de
dar la ley a las demás del reino, y si en ella no se ejemplariza a las otras con el
correspondiente castigo, no hay duda que no habrá un freno que las contenga”.
Sin embargo, las autoridades parecen haber pasado por alto el hecho de que las
misma severidad de la represión provocaría mayor resentimiento entre el sector
criollo y alteraría el crecimiento de un movimiento social de mayor alcance.

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