Está en la página 1de 2

15 El Fin (II)

Tantos años invertidos en prepara a El Elegido, al salvador del mundo, estaban a pocas horas
de ponerse a prueba. El fin era inminente.

-El momento ha llegado- declaró el Anciano -Solo tú puedes salvarnos a todos.

El joven sonrió y lo miró fijamente.

-No. - sentenció, y se retiró parsimoniosamente ante la impotente quietud de los


espectadores.

El último sonido que se escuchó en el Universo fue el entrechocar de unas jarras de cerveza.

1 El Fin (I)

Las señales eran claras. El día y la hora, también. Incluso quién podría detener el fin del
mundo. ¿Cuál era la duda? Qué sucedería, y cómo actuaría El Elegido para evitar la catástrofe.
¿No es esa una tragedia en sí misma?

La Logia se abocó a buscar al único que podría evitar la tragedia. Lo encontraron acunado por
los brazos de su madre. Al contemplarlo de cerca, no observaron en él nada que lo hiciera lucir
especial. Pero si no cuestionaban que el mundo fuera a destruirse, ¿tenía sentido cuestionarse
que ese bebé ordinario fuera El Elegido?

La mujer escuchaba incrédula a esos tres hombres. Le decían que su hijo era El Elegido, y que
debía entregárselo a fin de prepararlo para asumir tal rol. Cualquiera fuese su decisión, sería
egoísta: tanto retenerlo de su destino como someterlo a él.

No tuvo más remedio que ceder. Con los ojos anegados despidió a ese pedacito de su corazón,
a ese niño a quien tanto amaba. Él era el Elegido, el que salvaría el mundo. Pero para ella, su
madre, sin él, la existencia carecía de sentido alguno. ¿Qué más daba todo?

El niño crecía fuerte y sano. Se le enseñaban todos los saberes de la humanidad, siglos y siglos
de conocimiento. Con cada pregunta que hacía -su curiosidad alabada por sus maestros-,
descubría que el mundo no era más que un eterno enigma que nos arrastra a todos a su
centro, con más dudas que certezas.

El cuerpo no debe ser solo el transporte de una mente culta, eso lo tenían claro los Ancianos.
Por eso, el chico recibió el entrenamiento necesario para convertirse en un guerrero diestro en
todas las formas de arte marcial. Era implacable, nadie se le equiparaba. Golpe tras golpe
recibido y propinado, su temple se forjaba como la hoja de una espada en el yunque de un
herrero.
7

En su arduo tránsito por su camino asignado por las estrellas, el Elegido se descubría a sí
mismo, aunque en pocas ocasiones podía leerse en sus pares. Los Ancianos sabían que esto
era necesario para que pudiera cumplir su misión. Pero… ¿valía la pena el riesgo de que se
desviara?

Había comprendido su rol, pero no conocía a nadie, excepto a los Ancianos y los Maestros.
Exigió que se le permitiera conocer al mundo que debía salvar. Era la primera orden que daba
en su vida.

10

11

12

13

14

El día se acercaba y había que tomar una decisión. ¿Una decisión? ¡Si eso nunca había sido,
irónicamente, una opción para él!

También podría gustarte