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Los historiadores y la Revolución francesa - Rudé

Un debate ha dividido a los historiadores durante 200 años desde que Burke ataco en la cuna a la
Revolución. Esto originó un debate que movilizo nuevas cuestiones y suscitó nuevos conflictos, por
ejemplo, durante el primer siglo (1790-1900 los historiadores tendieron a considerar los
problemas de la Revolución en términos políticos e ideológicos, sin prestar atención a sus bases
sociales y económicas. Burke no fue la excepción, nunca realizó un intento serio de estudiar la
sociedad de la cual surgió la Revolución. Pero, pese a lo endeble de las pruebas que él podía usar,
consideró que el antiguo sistema no era desagradable, solo se necesitaban algunos arreglos para
enderezarlo. (HISTORIA POLÍTICO-IDEOLÓGICA). Por esto, la Revolución no podía ser la
consecuencia de un auténtico y general deseo de reforma, sino, que había sido provocada por las
ambiciones e intrigas de una minoría.

Este autor cita a la camarilla de literatos y filósofos contrarios a la iglesia, al interés financiero
deseoso de ajustar cuentas con la nobleza tradicional y siguiendo a estos, la "turba", ansiosa de
botín e incapaz de formar juicios independientes. La Revolución no tenía raíces legítimas, fue hija
de la conspiración de unos pocos. Esta "tesis de conspiración" fue recogida por varios autores:
Barruel, Taine, etc.

Dicha explicación ha tenido el apoyo de muchos para los cuales la Revolución pareció un mal más
que un bien, y han tenido que culpar a varios chivos expiatorios para explicar sus orígenes y
desarrollo (masones, judíos, los comités de treinta, etc).

Por otro lado, los que apoyaron la Revolución, tendieron a explicarla como una protesta política
legítima contra los defectos del ancien régime o como una protesta social de las clases pobres y
humilladas. Los historiadores liberales de la Restauración (Thiers, Mignety Madame de Stael), la
vieron desde el primero de los criterios, y esto los indujo, a durante la época de 1820, a reclamar
una constitución más liberal a Luis XVIII y Carlos X, fueron básicamente los mismos que una década
antes habían inducido a los revolucionarios de 1789 a redactar una Declaración de los Derechos
del Hombre y elaborar una constitución liberal (1791). Dichos escritores vieron la Revolución como
un movimiento político "desde arriba ", promovido por las clases "respetables"(aristocracia liberal
y la burguesía), para reparar agravios y promover la reforma de instituciones envejecidas. Mignet
escribió: "Cuando la reforma llega a ser necesaria y ha llegado el momento de realizarla, nada
puede ponerse en su camino y todo la ayuda a avanzar". Esta explicación liberal, que destaca la
progresión casi inevitable hacia adelante en la esfera de las ideas y las instituciones políticas, ha
hallado partidarios hasta la actualidad. (CORRIENTE INTERPRETATIVA, SECTORES LIBERALES)

Jules Michelet (Historiador francés, década de 1840, republicano y demócrata), vio a la Revolución
como una operación quirúrgica más drástica que Mignet o Thiers. Dice que, la Revolución se
convierte en el alzamiento espontáneo y regenerador de toda la nación francesa contra el
despotismo, la pobreza y la injusticia demoledoras del ancien regime. Para el, el pueblo común
(campesinos y pobres de la ciudad), está lejos de ser un instrumento pasivo manipulado por otros
grupos, son los seres reales y vivos de la obra. (CORRIENTE DEL BAJO PUEBLO)
Alexis de Tocqueville (aristócrata provinciano con acentuadas inclinaciones liberales), compartía
con Michelet el gusto por la libertad, pero rechazo su pasión por la igualdad y la revolución "del
pueblo". Escribió que la Revolución Francesa, "fue preparada por las clases más civilizadas, pero
ejecutada por las más bárbaras y toscas de la nación". Lejos de presentar la Revolución como una
ruptura, destacó la continuidad de las instituciones y las ideas que unen a la Revolución con el
ancien regime. También argumenta que, mientas, mientras la Revolución y el imperio
fortalecieron la autoridad central, por referencia tanto al gobierno como a sus agentes, al
proceder así se limitaron a ampliar o completar las medidas adoptadas ya por sus precursores del
ancien regime.

Tocqueville señalo la ampliación de las atribuciones del Consejo Rel, las actividades ubicuas (sig
que está en todas partes) de los Intendentes, la reducción paulatina de la independencia del
gobierno local, la integración cada vez más acentuada de la Iglesia Galicana con lo estatal y la
aparición de una estructura nueva para el ejercicio de la justicia administrativa. No solo eso,
Francia tenia los mejores caminos de Europa, estaba mejorándose el bienestar social, se había
abolido la tortura, etc. Tocqueville va a decir: " El orden social destruido por una revolución casi
siempre es mejor que aquel que inmediatamente lo procede, y la experiencia muestra que el
momento más peligroso para un mal gobierno es generalmente aquel en que se propone abordar
la reforma". Por lo tanto, no fue tanto la ausencia de reforma como el carácter y el retraso de la
misma lo que, al abrir los ojos de los hombres a cosas mejores, vino a precipitar una revolución en
lugar de impedirla.

También va a incorporar otra dimensión al debate para criticar a Michelet y su concepto de la


Revolución como una revuelta espontánea de la "miseria”. ¿Francia era pobre o estaba
empobreciendose? No, contesta Tocqueville. Su comercio, ingreso, producción de sus industrias,
agricultura estaban aumentando, etc. Entonces se pregunta ¿Por qué hubo una revolución en
Francia y no en Austria, Prusia, Polonia o Rusia, donde el pueblo- y sobre todo los campesinos-
eran mucho más pobres y estaban oprimidos? y responde: por que las clases medias estaban
enriqueciendose y tenían más conciencia de aumento de su importancia social y porque los
campesinos estaban adquiriendo libertad, cultura y prosperidad , las supervivencias feudales y
privilegios aristocráticos parecían intolerables.

Pese a su originalidad, Tocqueville dejó sin responder varios interrogantes: (un ejemplo) Si Luis XVI
y sus ministros tenían una inclinacion tan reformadora ¿Por qué sus reformas se interrumpieron
antes de aportar una satisfacción más general?, etc.

El debate continuó. Va a aparecer Alphonse Aulard (escribió Historia Política de la Revolución en 4


volumenes), que fue un típico radical de la Tercera República. Su libro inaguró una época nueva
por su carácter de trabajo de erudición exacta y escrupulosa. Aulard fue el primer historiador
francés que practicó un uso riguroso y crítico de las fuentes en un trabajo de historia moderna
(tomó modelos de la escuela de Ranke). Su Historia Política muestra la gran objetividad del erudito
entrenado en el uso de registros originales, de ningún modo se ha eliminado la inclinación política
del ciudadano que, a semejanza de Michelet, se ha educado en la tradición republicana
democrática. Esta tendencia y su concepción general de la Revolución son evidentes en el.
(VUELVE A LA PRIMERA CORRIENTE).

Pese a profundas diferencias de origen social y de posición política, estos historiadores más
tempranos de la Revolución exhiben ciertas características importantes en común: Todos (incluso
Michelet) trataron a la revolución "desde arriba", desde la altura de la corte real de Versalles , o la
Asamblea Nacional, etc. En consecuencia, la Revolución se convierte en una lucha de ideas o de
facciones políticas rivales las cuales se disputan el poder ( Ej: Rey y partido de la corte,
Parlamentos y Aristocracia, etc). Los campesinos casi no aparecen físicamente, o lo hacen
mínimamente, y mucho menos las clases bajas urbanas o sans-culottes, y cuando se manifiestan
sus actos y pensamientos vienen a reflejar los de la aristocracia, la burguesía revolucionaria, etc.
(ES DECIR LE DAN UN PAPEL SECUNDARIO A LOS SECTORES POPULARES).

Este desplazamiento del eje desde lo principalmente político-ideológico a los principalmente social
y socioeconómico ha sido la innovación más importante de la escuela principal de historiadores
revolucionarios desde los tiempos de Aulard. Los sectores populares (sobre todo los de París) son
incorporados al cuadro y estudiados como entidades por derecho propio, como clases sociales y
grupos que tienen su propia identidad, ideas y aspiraciones independientes de las que se observan
de las clases alta y medias. Acompaña a este cambio de eje la tendencia a presentar los conflictos
de la Revolución en términos de una lucha de clases más que de ideas políticas o ideologías. Esta
orientación debe mucho a Marx, la difusión de las ideas socialistas en Europa, etc.

El primer historiador francés que imprimió esta dirección fue Jean Jaurés, autor de L´ historie
socialista de la Revolución Françoise (1901-1904). El libro no fue un trabajo partidario, es
esencialmente una interpretación económica y social de los orígenes y el curso de la Revolución.
Jean Jaurés creía que la historia puramente "política" era una abstracción.

Su innovación más específica fue haber explotado más profundamente que sus predecesores las
divisiones evidentes en el seno del Tercer Estado y haber iniciado la exploración sistemática del
papel representado por los campesinos y el menú peuple. Esta tradición , una vez afirmada,
continuo durante los 70 años siguientes ( con autores como Mathiez, Lefebvre, Soboul)

Mathiez, rescato a Robespierre de la "Camara de los Horrores" a la que los historiadores del siglo
anterior lo habían confinado. Pero en el contexto de la "interpretación social", su principal
realización fue el ateto examen a los sans-culottes parisienses y sus portavoces, también, la clara
diferenciación que hace entre el concepto de "libertad defendido por los tenderos y los
mercaderes y el que corresponde a los consumidores o sans-culottes.

Lefebvre, publico en 1924 su estudio Les Paysans du Nord, donde por primera vez los campesinos
de la Revolución fueron presentados no como una sola clase indiferenciada, sino, como un
conglomerado de grupos sociales muy distintos unos de otros. A pesar de su identidad común
como comunidad rural, que les permitió unirse en los alzamientos (1789), en tiempos más
normales estaban profundamente divididos por intereses antagónicos. Estas diferencias y
conflictos fueron rastreados a lo largo de los años revolucionarios y medidos en términos de
desorden social, compra de tierras, etc. Pero la Revolución, lejos de subsanar estas diferencias
otorgando satisfacción universal, ensancho la brecha y las hizo irreconciliables. También, este
autor, señalo rumbos importantes con sus estudios del pánico rural (el "Gran Miedo") de 1789 y el
de las actitudes y el comportamiento social de las masas revolucionarias.

Soboul, realizó la contribución decisiva al estudio de los sans -culottes urbanos, ya que hasta la
publicación de su tesis sobre estos no existía un estudio plenamente documentado de las
actividades cotidianas y el modo de vida de este sector, composición y sus organizaciones, formas
de conducta, ideas, aspiraciones sociales y políticas. El resultado ha sido asignar a esta parte
considerable de la población urbana esa identidad particular que Lefebvre había conferido a los
campesinos, situarlos frente a la escena como fuerza revolucionaria vital y así arrojar nueva luz
sobre la historia política de una de las fases más críticas de la Revolución. Soboul, hasta su muerte
fue el más prolífico e influyente de los escritores franceses que escribieron acerca de la Revolución
en la tradición marxista -republicana.

Poca duda cabe de que la "nueva ortodoxia" vino a dominar la enseñanza y el estudio de la
Revolución. Durante mucho tiempo los críticos detuvieron el fuego, quizás inhibidos por los
antecedentes eruditos de sus antagonistas. La primera crítica seria vino de la izquierda, de Daniel
Ghérin, marxista y autor de una obra de inspiración trotskista (La Lutte de classes sous la premiére
République - 1946) que creía que el período jacobino elogiado por la escuela de Lefebvre -Soboul
era un fraude, que lejos de promover los intereses populares, constituía una dictadura orientada
contra los militantes sans-culottes o bras nus (obreros). Ghérin encontró pocos partidarios
convencidos y concluyo en una reconciliación cautelosa con su colega marxista.

Los críticos provenientes de la derecha (conservadora o liberal), de Gran Bretaña, Francia y EE UU,
más precisamente Alfred Cobban , que al publicar su Social interpretación of French Revolución
(1964) , con celo iconoclasta derribó alrededor de si todos los conceptos venerables como el
derrocamiento del "feudalismo", reacción "feudal" o "aristocrática" , etc., al mismo tiempo que
afirmo que la propia "interpretación social" estaba impregnada de supuestos políticos marxistas-
leninistas y por lo tanto no eran en absoluto una interpretación social. En esta actitud, Cobban
negó prácticamente a la burguesía en crédito del fin del sistema señorial. Insistió en que la
Revolución, fue " en esencia un triunfo de las clases conservadoras, propietarias y terratenientes,
grandes y pequeñas".

Entre los Historiadores norteamericanos, estaban George Taylor, Elizabeth Einstein y Robert
Foster. Taylor pudo demostrar que un burgués en vísperas de revolución podía, invertir su capital
en bienes "propietarios" o en "consumo conspicuo" (sig. Que goza de gran prestigio). Foster indicó
que la nobleza provinciana podía aspirar a tanto crédito o más que el mercader o el capitalista
industrial en la preparación del camino para una revolución industrial. Otro autor, llamado William
Doyle, duda del término "revolución burguesa", pero no niega que una combinación de estos
notables destruyó, con el apoyo de los campesinos lo que restaba de feudalismo. Sin embargo, su
principal preocupación, es demostrar que no existió un plan previo destinado a hacer tal cosa de
ninguna clase o grupo específico. Va a argumentar "...Como suele suceder con los vencedores, sus
miembros pronto se convencieron de que habían aplicado un plan desde el principio. Pero no
hubo plan, y nadie capaz de trazarlo en 1787. Nadie pudo haber previsto que las cosas se
desarrollarían como lo hicieron. De haber podido, casi nadie habría tenido certeza. Pues la
Revolución Francesa no había sido realizada por revolucionarios. Sería m{as valido afirmar que los
revolucionarios habían sido creados por la Revolución".

A esta altura se había promovido en Francia un ataque más sostenido contra la escuela de
"interpretación social”. Su expositor principal ha sido François Furet, que comenzó con una
historia en dos volúmenes de la Revolución. En la exposición hay poco que difiera de la exposición
de Lefebvre, pero hay una excepción más o menos importante señalada por Claude Mazauric: La
afirmación de que, con la caída de la Monarquía. la Revolución, es decir, la revolución real o
burguesa, fue" desviada bruscamente de su curso" y "perdió su rumbo". Fue ahora, como aliados
de la burguesía "intermedia" que asumieron el control, cuando se llamó a los sans -culottes a
representar un papel para el cual, no estaban preparados.

Furet pasó a atacar mucho más a la nueva ortodoxia cuando publicó un artículo llamado "Le
catéchisme révolutionnaire" (El catecismo revolucionario), sobre todo a la escuela de Lefebvre,
mas puntualmente hacia Soboul y Mazauric por su condición de Marxistas de matiz "neo
jacobino". Era un áspero ataque personal con pocas limitaciones que cerró la puerta al debate
serio.

Hacia 1978, cuando apareció el siguiente libro de Furet, el veneno había desaparecido de la crítica.
Esta nueva atmósfera de relativo descenso de la tensión se reflejó en la publicación de Penser la
Révolution Francaise. En esta obra, admite que por su carácter mismo la Revolución Francesa
debía inspirar diferentes interpretaciones, de la izquierda a la derecha, etc.- Pues la nueva
Revolución Francesa tiene su historia realista, liberal, jacobina, anarquista o libertaria.

Pero Furet no acepta que tal diversidad de interpretaciones, aunque comprensible, favorezca la
investigación racional universal, y aquí no es el marxista o el intérprete social el que carga con la
culpa, sino el contrarrevolucionario, aunque los anteriores tienen también un poco de la misma.

A los marxistas los acusa de que no "atinan a distinguir a la revolución como un proceso histórico,
un conjunto de causas y efectos, etc.”. A los interpretes sociales va a acusarlos de confundir los
enfoques, el social y económico y el político, lo que lleva a provocar un desastre. También atribuye
esta confusión a la tendencia de ciertos historiadores a identificarse demasiado con los actores del
"acontecimiento". El historiador marxista se ha inclinado a ver la Revolución Burguesa en Francia
como un presagio de la revolución socialista en Rusia.

Al mismo tiempo que acusa a la " escuela de Lefebvre de permitir que sus tendencias políticas
deformen su propio juicio", Furet reconoce que centran su atención en las clases populares lo que
ha determinado un progreso de nuestro conocimiento del papel por estos representados.

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